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LA NO-CONTRADICTORIEDAD EN TANTO QUE EXIGENCIA ÓNTICA

Obdulio Italo Banda Marroquín*

RESUMEN

El presente trabajo, se avoca a determinar cuál es el status ontológico del


principio de no-contradicción –(P . -P). Rechazo que la exigencia que dicho
principio implica, sea de naturaleza entitativa, es decir, que sea una dimensión
constitutiva de los entes exteriores a la función racional de la mente humana.
Afirmo que la exigencia que impone dicho principio, se reduce a ser nada más
que una exigencia emanada de la humana mente racional, siempre que ésta
participe como uno de los miembros de la relación mente-objeto.

This present work is devoted to determine which is the ontological status of


principle of no-contradiction -P ( P. –P). I reject that the principle’s requirement
be of nature entitative, that is to say, that the principle’s requirement be a
constitutive dimension of the entities outside the rational function of the human
mind. I declare that the requirement imposed by this principle, is nothing more
than a request coming from the rational mind, provided that the mind
participates as one of the members of the mind-object relationship.

Palabras claves: “principio no-contradicción”, “principios lógicos”, ontología

1. EXIGENCIA ÓNTICA Y EXIGENCIA RACIONAL

El principio de no-contradicción, en su versión lógica, reza así: “una proposición


no puede ser verdadera y falsa a la vez”: -( p . –p ). O bien: “dos proposiciones
contradictorias, no pueden ser ambas verdaderas o ambas falsas”.

Ya Parménides había aceptado este principio como exigencia del ser, al


aceptar en su poema como viable, tan sólo la “primera vía”. Aristóteles formuló
este principio en clave ontológica: “es imposible que al mismo tiempo, un ente
sea y no sea” [Aristóteles, Metafísica, Libro IV (Gamma), 1005b 18- 1006ª]. Por
su parte, G. Leibnitz en sus Nuevos Ensayos, repetía: “es imposible que una
cosa sea y no sea al mismo tiempo” (g. Leibnitz, Nuevos ensayos sobre el
entendimiento humano); esto es, la idea de ser y la idea de no-ser, son
percibidas como no convenientes (disconvenance): es imposible que A sea no-
A, siendo A no-A, contradictorios. Nicolai Hartmann por su parte, declara que
las leyes lógicas, incluido el “principio de contradicción”, son primitivamente,
“leyes del ser”, esto es, leyes no dictadas por la mente (Nicolai Hartmann,
Ontología, Tomo III, Capítulo 19-b).

Pregunto: la exigencia que encierra la estructura lógica -(P . –P ), ¿es una


exigencia que proviene del ente extra-mental, cual dimensión intrínseca suya,
independientemente de la mente humana?

________
* Autor de “El status ontológico de la esencia o del “qué” de la cosa” (Universitätsbibliotheke
Tübingen), y de “Hacia el análisis ontológico-categorial de lo lógico” (Biblioteca Nacional de
España).
Veamos: en los hechos extra-mentales, la negación no es de carácter lógico,
sino de carácter entitativo, y en los entes reales, es de carácter fáctico; por
ejemplo: subida – bajada; carga positiva – carga negativa; crecer – decrecer…
La negación es expresiva, no de contradictoriedad, sino de contradicción
dialéctica; por lo tanto, el que un ente “sea” y a la vez “no sea”, es admisible en
este sentido dialéctico y heracliteano. (“dialéctico”, porque es contradictoria la
estructura del mundo extra-mental; y “heracliteano”, porque el sabio de Éfeso
expresaba la negación extra-mental asignándole al estí una connotación
predicamental).

El mundo extra-mental (en cualesquiera de sus esferas entitativas o “reinos del


ser”), solamente reconoce la contradicción dialéctica (por ejemplo, electricidad
positiva y electricidad negativa; derecha e izquierda…); desconoce la oposición
atributiva. Lo que hay en la entidad “real” es, contradicción dialéctica; por
ejemplo, cargas eléctricas positivas y cargas eléctricas negativas; pero la
oposición atributiva, es una categoría ajena a la entidad real.

En tales hechos extra-mentales, la negación no puede ser lógica. La


imposibilidad de que una piedra negra sea no-negra bajo el mismo respecto, es
una imposibilidad que supone la inaceptable posibilidad de una atribución
negativa. Y es que cuando el susodicho principio prescribe la imposibilidad de
que algo “sea” y a la vez “no sea”, se está refiriendo a un “ser” predicativo; se
está refiriendo a la imposibilidad de atribuirle algo a un sujeto, y a la vez, no
atribuírselo. La connotación es de índole exclusivamente atributiva: fuera de
este ámbito, la mencionada imposibilidad no tiene sentido. En consecuencia, el
aludido principio de no contradicción, lo que prohíbe no es la contradicción,
sino la contradictoriedad.

La exigencia de no-contradicción, no es ubicable en lo fáctico: una cualidad o


entidad, simplemente existe o no existe. Ni su existencia ni su no-existencia,
remiten a la imposibilidad de un opuesto excluyente.

En lo fáctico, la imposibilidad que prescribe el principio aludido, la entendemos


por intuición inteligible, sin necesitar de la experiencia sensorial; y además, se
nos impone de modo apodíctico. Esto revela que es una “verdad de razón”,
como las verdades de las matemáticas. Luego, la prescripción rige tan sólo
para el operar racional: se trata de una prescripción exclusivamente lógica.

Toda verdad de razón, expresa una exigencia puramente racional: su exigencia


no deriva de lo extra-mental, sino de la razón; es exigencia que norma el
manejo de la razón al “manipular” los hechos extra-mentales:

( a > b. b > c ) a> c

La oposición, y la imposibilidad de la compatibilidad de los opuestos, es


puramente mental. Es imposible que esta mesa sea de madera y, bajo el
mismo respecto, no sea de madera; pero esta imposibilidad es puramente
mental, racional.
Alguien me podría replicar: ¿cómo prueba usted que en la mesa de madera, no
existe la exigencia de que es imposible que no sea a la vez de madera?
Respondo: en primer lugar, la carga de la prueba no me corresponde a mí, sino
a quienes postulan una “versión ontológica” del aludido principio. En segundo
lugar: respondo diciendo lo siguiente: la susodicha exigencia de la fórmula
-(P . –P), es extraña al mundo extra-mental. ¿Por qué?: ante todo: la
prescripción contenida en el principio, de la imposibilidad de la coexistencia de
los opuestos, se expresa a través del “complemento directo” de la oración, y
éste a su vez, puede ser manifestado por medio de verbos, o de adjetivos,
pese a cumplir estas categorías, heterogéneas funciones gramaticales y
lógicas. La exigencia de no-contradictoriedad, se expresa por ejemplo, en estos
pares de oraciones opuestas:

El tigre come - El tigre no come


El tigre es feroz - El tigre no es feroz

Si bien es cierto, el verbo y el adjetivo, expresan variadas cualidades o


acciones de la constitución del ente que hace de sujeto, ambos por igual son
afectados por la prescripción de la disyunción excluyente que impone el
principio: ante el principio, lo que interesa no es el particular contenido
semántico que tenga cada cual de estas palabras: ante el principio de no-
contradicción, lo único que interesa es la función común que ambas
desempeñan como complemento. Ahora bien: ese algo común que lo hace
tanto al verbo como al adjetivo, excluyentes con respecto a sus opuestos, es su
función por ellos desempeñada como atributos de algún sujeto. Son atributos,
porque estamos hablando de una generalidad del complemento directo, es
decir, lo que hay de común en el adjetivo y en el verbo como complemento
directo, lo cual es el de ser atribuidos. Pues bien: la función de ser atributos,
por trascender la peculiaridad de la función gramatical de cada cual, esa
función sólo puede ser producto de una abstracción intelectiva. Y bien, la
abstracción solamente puede efectuarla una mente racional. Respondiendo a la
pregunta de mi posible objetante, le diré que la exigencia de que la mesa de
madera no pueda no ser de madera, nace sólo de un acto mental judicativo; la
mesa por sí sola, no puede plantear dicha exigencia, porque ni judica ni
abstrae. La exigencia planteada por el principio de no-contradicción, es fruto
exclusivo de una relación mental judicativa entre la mente humana y un ente
judicado.

Suponiendo que no existiera ningún ser racional: la tal imposibilidad no se daría


en la mesa; ¿por qué?: porque la oposición es atributiva, y la realidad extra-
mental “desconoce” la categoría de la oposición. Es que toda atribución es
declarativa, y toda cláusula declarativa es bivalente, y sus dos únicas
posibilidades son mutuamente excluyentes: es o no es, tiene o no tiene,
marcha o no marcha…

A diferencia del verbo atributivo, que puede, en doble dirección, atribuir o negar
un complemento a un sujeto, la realidad extra-mental, es unidireccional, dado
que en ella no existe tal disyuntiva. Admito que es imposible que la mesa sea
de madera y a la vez no lo sea: pero en un sentido exclusivamente atributivo.
Así, cuando alguien declara: “es imposible que la mesa sea de madera, y bajo
el mismo respecto, no sea de madera”, debe entenderse la sentencia como “es
imposible atribuir a la mesa una determinada determinación, y a la vez, bajo el
mismo respecto, negársela”

Con respecto a las imposibilidades: en la realidad exterior a la mente, rige la


categoría de la imposibilidad: en dicha realidad existen una serie de
imposibilidades que son, categorialmente, necesidades negativas: es imposi-

ble, por ejemplo, que los cuerpos no se ajusten a la ley de la gravedad, o a


cualquiera otra regularidad nómica o principio del mundo “real”. En tal sentido,
es imposible que ante el influjo causal del calor, un metal no se dilate. En el
mundo extra-mental, las imposibilidades son ónticas no-racionales; por
ejemplo, es imposible que a un cuerpo no le afecte la ley de la gravedad; es
imposible que a un gas no le afecte la ley de Boyle-Mariotte. Empero, no es
impensable que ocurra todo lo contrario; es decir, lo que es imposible en los
entes reales, es teóricamente posible para la mente racional

Ahora bien: hay imposibilidades que las impone, no el mundo extra-mental,


sino el contenido semántico que el uso del habla, ha puesto en los signos
lingüísticos; por ejemplo:
(1) “Es imposible que el futuro sea antes que el pasado”
(2) “Es imposible que los solteros sean casados”
(3) “Es imposible que el mañana sea antes que el ayer”
(4) “Es imposible que el hijo sea padre de su padre”

Son proposiciones analíticas y tautológicas; “el mañana” implica futuro; y al


decir “futuro”, ya con ello estamos diciendo que es imposible que preceda al
pasado. La exigencia se deriva no del mundo extra-mental, sino del contenido
semántico que el habla les ha asignado a los términos del caso. Por lo tanto,
las imposibilidades del caso, no son ónticas sino de carácter racional.

En tal sentido, la proposición “esta mesa es de madera” (5), está diciéndonos:


“no es el caso que esta mesa no sea de madera”. Es que en la disyuntiva
excluyente de la atribución, ya con haber asumido una opción, estamos
anulando la posibilidad de la opción alternativa. Cualquier proposición
apofántica, atributiva, encierra esta toma de partido con carácter excluyente. Si
es afirmación, queda automáticamente excluida la negación, y viceversa. Esto,
porque si examinamos el cuadro de Boecio en cuanto a sus oposiciones
verticales, las variedades del cuantificador no son excluyentes, e inclusive
pueden ser no-binarias (“todos los S son P”, “algunos S son P”, “este S es P” );
por el contrario, en cuanto a sus oposiciones horizontales, que son de orden
cualitativo, éstas son binarias y mutuamente excluyentes. Mas esta oposición
binaria en la línea de la horizontalidad, no es exclusiva de la cópula “es”, sino
que la ofrece cualquier enunciado apofántico en el que la ilación esté
desempeñada por cualquier otro verbo: “tener”, “estudiar”, etc.

Una cosa es que la mesa encierre los contrarios dialécticos “electricidad


positiva” – “electricidad negativa”, y otra cosa muy diferente es, “esta mesa es
de madera”: allá hay implicancia mutua, acá hay exclusión implícita del “no es”.
Si comparamos las proposiciones arriba mencionadas, de la (1) a la (5),
hallaremos en las cinco, una común exigencia lógica, formal. Me explico: de la
1 a la 4, la susodicha exigencia tiene una procedencia de orden semántico: la
razón pone en alguno de los términos de la proposición, algún contenido
semántico tácito, del cual se deriva analíticamente, cierta necesidad positiva o
negativa. En la (3), al declarar “el mañana”, estamos planteando que el futuro
es posterior al pasado. En la (4), al declarar “el hijo”, estamos suponiendo que

el hijo es posterior al padre. En la (5), la cópula de atribución “es”, conlleva la


suposición de que optamos por adjudicarle al sujeto, una atribución, y que
renunciamos a la opción de no adjudicársela; luego, en esta proposición, la
exigencia lógica tiene un origen atributivo.

2. LAS PROPOSICIONES

Las proposiciones a las que se aplica la no-contradicción, son sólo las


proposiciones atómicas, no así las moleculares, dado que en su conjunto, no
tienen una estructura atributiva: hay proposiciones moleculares de inclusión o
implicación, bi-condicionales, de conjunción, de disyunción…. Hay además, las
proposiciones no-declarativas, tales como las estructuras optativas,
imperativas, que expresan ruegos, deseos, mandatos. Pero hay además, la
proposición atómica apofántica: es la afirmación o negación de algo sobre algo,
y que tiene valor veritativo, es decir, que puede ser verdadera o falsa.

La exigencia de la no-contradicción (debiera decirse “no contradictoriedad”), es


inaplicable a aquellas proposiciones que expresan ruegos, mandatos, deseos,
dado que lo que reflejan no es algo del referente, sino el estado de ánimo de la
mente humana. Entre ¿sálvanos, Señor todopoderoso! y ¡no nos salves, Señor
todopoderoso!, no se percibe contradictoriedad, exclusión, sino compatibilidad.
Y es que la mente humana puede desearlo y bajo otro matiz, no desearlo,
debido a las contradicciones de nuestra vida mental. No hay pues, una
contradicción formal, lógica, sino de contenido, dada la peculiaridad de este
tipo de estructuras lógicas.

En cuanto a las proposiciones atómicas que componen cualquier proposición


molecular, siempre que sean apofánticas, del tipo “A tiene B”, “A es B”, “A no
compra B”, etc., éstas y sólo éstas, conllevan la exigencia de la no-
contradicción: no podemos enunciar “A tiene B”, y bajo el mismo respecto, “A
no tiene B”. No obstante, adviértase que a nivel de la macroestructura de la
unidad molecular, las variaciones en la cualidad de las proposiciones atómicas,
no altera su no-contradictoriedad; es decir, la validez de la proposición
molecular, es independiente con respecto a las mutaciones cualitativas de
cualesquiera de sus proposiciones atómicas integrantes…. ¡siempre que estas
proposiciones atómicas sean apofánticas! Esto nos pone de manifiesto, 1) que
las estructuras moleculares están vertebradas por funciones lógicas diferentes
de la apofántica, y 2) que la exigencia de no-contradictoriedad, está ligada tan
sólo y exclusivamente, a la función lógica judicativa o atributiva.
En la proposición apofántica, así entendida, la oposición atributiva, no es
exclusiva de la cópula “es”: la atribución, sea afirmativa o negativa, puede ser
efectuada a través de cualquier verbo, y de cualquiera forma atributiva. Véase
estas oposiciones:

“Las estrellas emiten calor” - “Las estrellas no emiten calor”


“Probablemente venga Juan” - “Probablemente no venga Juan”

En estas proposiciones, la mente, o está atribuyendo algo a algún sujeto, o se

lo está negando. La exclusión de la opción opuesta, es una exigencia implícita,


siempre que se tome lo afirmativo o lo negativo, bajo el mismo respecto.
Repito: las proposiciones que no caben dentro de esta exigencia, son las
moleculares (por ejemplo, “Juan, o vendrá o no vendrá”).

En la oposición atributiva de la judicación apofántica, la mente opta por un


partido, entre dos posibilidades polarmente opuestas; y este es el caso de
todas las proposiciones apofánticas o de atribución. Todas ellas suponen que la
mente racional opta por asumir un partido ante una oposición: aun en la
proposición: “esta sustancia contiene únicamente electricidad positiva”: sí: aun
en este caso, la mente opta por una opción, rechazando la opuesta, cual es el
no adjudicarle a la sustancia el atributo de “contener únicamente electricidad
positiva”.

3. LA LOGICIDAD DE LA ATRIBUCIÓN, Y EL MUNDO EXTRA-MENTAL NO-


APOFÁNTICO

Puesto que tales proposiciones expresan un pronunciamiento racional o la


asunción de un partido ante una disyuntiva, ante la alternativa entre “se lo
atribuyo” y “se lo niego”, resulta entonces que la imposibilidad del opuesto que
en ellas detectamos, es una imposibilidad creada al asumir la mente racional el
partido. No es el caso, por lo tanto, de que tal imposibilidad o exigencia fuera
un reflejo de alguna supuesta imposibilidad extra-mental, pues la realidad
extra-mental, careciendo de racionalidad lógica, no puede plantear esa
exigencia: el efecto, no puede no tener fundamento en la causa. La razón es
muy simple: la polaridad de la disyuntiva, significa asumir un partido entre “lo
adjudico” y “no lo adjudico”; y el mundo extra-mental, es ajeno a dicha adopción
de partido. La disyunción que allí hallamos entre ser algo y no serlo, es una
disyunción sólo en apariencia, de status extra-mental: es una disyunción de
carácter atributivo, y como tal, racional.

La prueba más contundente de esta racionalidad de la aludida disyunción es,


su carácter formal: esto es, se expresa a través de diversos verbos:

La flor es roja - la flor no es roja


El tigre come - el tigre no come
Pedro vendrá - Pedro no vendrá

Cada una de las citadas proposiciones es una opción, que excluye a su


correlativo cualitativamente opuesto; y el alma de la oposición no es el
contenido semántico del verbo: no interesa que se trate de comer, ser o
venir…: el alma de la oposición es, el partido que se asume entre la polaridad
de la oposición, entre atribuir o no atribuir, y además, la existencia de un sujeto
como referente de ese partidismo. En efecto, el tigre del ejemplo (“sujeto”)
puede comer, dormir, correr, jugar…pero estas opciones no guardan oposición
entre sí; cada una de las cuales sí encierra una oposición con relación al
sujeto: se le atribuye o no se le atribuye. Entonces, la asunción de un partido,
implica una estructura judicativa en la que se pone un subiectum, y al cual se le
atribuye o se le niega algo.

La logicidad se deriva del formalismo de esta función: supone la estructura


lógica de un sujeto y un predicado (atribución afirmativa o negativa). Y aquí
caben como materia o contenido, cualquier contenido semántico: come, viene,
llueve… Pues bien: este formalismo o vacuidad, añadido al sujeto de
atribuciones, es algo ajeno a la región extra-mental no-apofántica: en ésta, lo
que hay son eventos, valores, entes irreales, estructuras lógicas y
matemáticas: hallamos un tigre que está comiendo, más tarde, hallamos ese
mismo tigre durmiendo, más tarde saltando, más tarde no salta, más tarde no
come…Cada cual de esas formaciones extra-mentales no-apofánticas, encierra
múltiples características hic et nunc y también genéricas. Busquemos lo
genérico de los eventos reales, y hallaremos siempre lo genérico material o de
contenido: mamífero, animal, acción, reacciones…: son géneros categoriales
fácticos; pero siempre lo genérico estará inserto en algún contenido material
como dimensión de su constitución óntica: nunca hallaremos como común
uniformizante en todos estos eventos individuales, una forma vacía,
desprendida, desligada de contenido material o fáctico, y que además, asuma
la función predicativa. Como bien sabemos, en la región extra-mental no-
apofántica, la estructura no es la estructura apofántica ni la estructura
relacional Rba: es pues, una estructura extra-lógica (Véase mi trabajo: “Hacia
el análisis ontológico-categorial de lo lógico”).

Lo interesante es que la extensión de la clase de los eventos extra-mentales,


por mucho que queramos ampliarla, siempre estará limitada por la materialidad
del contenido: llegaremos a “objeto”, “movimiento”, como categorías
supremas…, pero siempre bajo el lastre de alguna materialidad; esto, aun
abarcando dentro de una clase toda la diversidad de eventos que quisiéramos.

Es que allí no hay la estructura de sujeto-predicado. Cuando descubrimos en


cada uno de estos eventos algo común, que es la estructura sujeto-predicado,
ya ingresamos a una dimensión de formalismo, en la que nos liberamos de
toda atadura de materialidad o contenido. Las formas S es P, S no es P,
Rba…, son formas vacías, ajenas a todo contenido, obtenidas por abstracción;
en la región extra-mental no-apofántica hay sólo eventos concretos, valores o
aun estructuras lógicas y matemáticas, generalizables pero bajo ciertos
parámetros de “contenido”. Por lo tanto, aquellas formas atributivas, no siendo
consustanciales o connaturales con la región extra-mental no-apofántica, le son
ajenas.

En todas las proposiciones de los ejemplos arriba citados, hallamos una


indiferencia ante el contenido: son pura forma, pura estructura formal: el
contenido puede cambiar, ser lo uno o lo otro: pero, por el contrario, hay algo
que en ellas no puede cambiar: es su forma o estructura. La oposición que
encierra el verbo ilativo es puramente racional, y por lo tanto, es formal, vacía
de contenido; es una disposición mental que se mueve entre los polos
opuestos de una disyunción: o “lo atribuyo”, o “no lo atribuyo”. De esto se
deduce que el contenido es ajeno a la consistencia de la proposición, y que en
ella queda sólo la estructura sin contenido. Por lo tanto, esta estructura
apofántica es exclusivamente racional. Pero adviértase que aun la estructura,
representa formalismo y abstracción: en efecto: la esencia de la función lógica

es indiferente a que el verbo lo unamos al sujeto, afirmativa o negativamente; y


es indiferente también, a que se use o no la cópula es; también es indiferente a
la unidad o pluralidad de sus conceptos:

El tigre y el león son carnívoros y mamíferos


El tigre es carnívoro
El tigre come
El tigre no es carnívoro
El tigre no come

Entonces, debe haber algo que es común en la forma de toda esta diversidad
de proposiciones: lo común no es su contenido, no es su sentido negativo, no
es el tener cópula ilativa, no es el carecer de cópula, no es ni la singularidad ni
la pluralidad de sus conceptos…El darse cualesquiera de esos detalles en una
proposición, le es accidental, esto es, que su presencia no es indispensable
para que la proposición sea tal.

Lo que es común e infaltable en este tipo de estructuras es, la función lógica de


atribución. Dicha función es disyuntiva: o “le adjudico”, o “no le adjudico”.
Adviértase el carácter humano de ambas alternativas: es una mente la que
decide. Pues bien: toda función mental, está signada por la disyunción o
polaridad; es decir, asume tan sólo una de las dos alternativas excluyentes: es
imposible, bajo el mismo respecto y bajo las mismas circunstancias, amar a
alguien y a la vez no amarlo, desear algo y a la vez no desearlo, estar alegre
por algo y a la vez estar triste por ese algo, recordar algo, y a la vez, no
recordarlo. Aun en la conciencia valorativa: ésta no puede por ejemplo, valorar
algo como vil, y bajo el mismo respecto, valorarlo a su vez como noble.
Obsérvese: siempre hay algún obiectum intencional, ante el cual la mente no
puede asumir, bajo el mismo respecto, y a la vez, posiciones opuestas,
excluyentes. Puede haber deliberación y determinación en cuanto a dos
posibles y opuestas decisiones a tomarse, mas estas posiciones que asume la
humana mente, no son simultáneas: son pendulares, y cada cual se aplica a
diferentes facetas del referente, tomadas cada cual a su turno.

¿Por qué es así?: porque el fenómeno psíquico es una respuesta refleja ante
algún estímulo del medio exterior; y cada acto psíquico, responde a una
determinada faceta del referente o fuente. Si por sorpresa, con un altavoz muy
fuerte y estridente me convocan para que me acerque a recibir u n premio, el
placer y el displacer que todo ello me produce, responden, por canales
distintos, a facetas distintas, no-idénticas, del referente.
Esta exclusión en el operar de la mente humana, es compartida por sus
funciones racionales. Por eso es que, ante el mismo sujeto, la mente no le
puede, bajo el mismo respecto, adjudicarle y negarle un mismo predicado.
Luego, la imposibilidad que esto significa, es exclusivamente de índole lógica,
racional, y es expresión de la naturaleza de la mente humana. Volviendo a las
imposibilidades: la imposibilidad de que esta mesa sea de madera y a la vez no
sea de madera, obedece a una idiosincrasia de nuestra mente, y por lo tanto,
es una exigencia de carácter mental.

4. IMPOSIBILIDAD FÁCTICA, E IMPOSIBILIDAD RACIONAL

Alguien me podría replicar: “pero cómo prueba usted, de que la imposibilidad


de que una cosa sea algo y a la vez no lo sea, no es una imposibilidad fáctica.
Por mucho de que no existiera ninguna mente racional, ¿me podría usted
negar de que es imposible de que una mesa sea de madera y a la vez, no sea
de madera?”

Yo respondo: la imposibilidad en el ejemplo señalado, no es cualquiera


imposibilidad del mundo fáctico, sino una imposibilidad disyuntiva. Me explico:

Adviértase la diferencia: en el mundo extra-mental, la imposibilidad no deriva


de una comparación, ni de una postulación tautológica, ni es analítica:

Por ejemplo: es imposible que un cuerpo no se ajuste a la ley de la gravitación;


es imposible que un metal, ante el influjo del calor, no se dilate; es imposible
que un bebito se convierta en hombre adulto en el transcurso de veinticuatro
horas…Ahora bien: esta opción, bien sea de elevarse el cuerpo, o de no
dilatarse el metal –que ciertamente es imposible-, no es que su imposibilidad
esté dictada por su incompatibilidad atributiva con una opción opuesta: no es el
caso de que sea imposible que el cuerpo se eleve porque ello obedeciera a una
necesidad negativa racional: que la proposición del caso “este cuerpo se
eleva”, fuera contradictoria con la proposición “este cuerpo no se eleva”. No:
es imposible que el cuerpo se eleve, porque existe una regularidad nómica
fáctica que se lo impide. Más claro: la imposibilidad de la opción del caso,
deriva de una ley fáctica, no de la incompatibilidad de una disyuntiva. Acá, en
este caso, no hay una opción opuesta que la anule a nuestra opción como
imposibilidad, por incompatible.

De otra parte, una imposibilidad fáctica, no es impensable como opción: es


concebible que un bebito pueda convertirse en hombre adulto en el transcurso
de veinticuatro horas. Precisamente es concebible esto, en tanto que no haya
ninguna incompatibilidad atributiva que nos lo impida hacerlo.

Por el contrario: la imposibilidad de que esta mesa sea de madera y bajo el


mismo respecto, no lo sea, es una imposibilidad que se sustenta en una
comparación entre dos opciones atributivas: si le adjudicamos una cualidad, no
podemos, a la vez, negársela, o viceversa.
Una mesa, puede no ser de madera: puede ser de vidrio, de plástico…Pero
cuándo es imposible que no sea de madera: ¿cuando no se ajusta a alguna ley
de la naturaleza?: no: es imposible que no sea de madera, únicamente cuando
ya hemos anunciado que es de madera. Lo que neutraliza a la opción del caso
es pues, el situarla en la excluyente disyuntiva: A v B, pero no ambas a la vez.

En consecuencia: es preciso hacer el distingo entre la imposibilidad fáctica, y la


imposibilidad racional-atributiva. Esta última, es consecuencia de una
comparación entre opuestos atributivos, que como tal, es una función racional,
inexistente en la realidad extra-mental.

Respondiendo más precisamente a mi supuesto objetante, diría yo: si no


existiera ninguna mente racional en el Universo, no existiría la propuesta
alternativa, la propuesta disyuntiva racional; en consecuencia, no existirían ni la
imposibilidad ni la posibilidad del caso, por ser opciones racionales.

La imposibilidad racional entraña una analiticidad inexistente en la imposibilidad


extra-mental. La proposición declarativa “la mesa es de madera”, encierra un
contenido tácito, que incluye la disyunción de su opuesto: cuando enuncio: “la
mesa es de madera”, ya con ello estoy diciendo tácitamente: “es imposible que
la mesa a la vez no sea de madera”.

Y es que, dada la unilateralidad polar de todo acto mental, al adjudicarle algo a


la mesa, mi mente no puede a la vez negárselo: o se lo adjudica o se lo niega,
pero no puede la mente, efectuar ambas operaciones a la vez. Al dejar sentado
S es P, estoy con ello dejando sentada la imposibilidad racional de “S no es P”,
o lo que es lo mismo: enuncio “es imposible que S no sea P”. Esta última
proposición, es el segundo miembro de una estructura racional más amplia, y
sólo explicita aquello que ya está contenido en el primer miembro de dicha
estructura, y que es “S es P”.

BIBLIOGRAFÍA

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