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CURSO DE

DERECHO DEL TRÁNSITO

Profesor

LEONARDO ARAVENA ARREDONDO

COLECCIÓN
GUÍAS DE CLASES
Nº 5
COLECCIÓN GUÍAS DE CLASES Nº 5

CURSO DE

DERECHO DEL TRÁNSITO

profesor

LEONARDO ARAVENA ARREDONDO

SANTIAGO
UNIVERSIDAD CENTRAL DE CHILE
Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales
2007
Edita:
Universidad Central de Chile
Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales

Comisión de Publicaciones:
Nelly Cornejo Meneses
Carlos López Díaz

Lord Cochrane 417


Santiago-Chile
582 6374

Registro de propiedad intelectual N° 119.329


© Leonardo Aravena Arredondo

Ninguna parte de esta publicación, incluido el diseño de la cubierta, puede ser reproducida,
almacenada o transmitida en manera alguna ni por ningún medio, ya sea eléctrico, químico,
mecánico, óptico, de grabación o de fotocopia, sin permiso previo del autor.

Primera edición, 1999


Segunda edicion, 2001
Segunda reimpresión de la segunda edición 2007

Serie Colección Guías de Clases Nº 43

Impresión:
Impreso en Grafica Kolbe, Mapocho 4338, Quinta Normal-Santiago
Fono-Fax 773 3158, Email: grafica_kolbe@yahoo.es
PRÓLOGO

Me permito citar las palabras de mi predecesor como decano de esta Facultad y amigo,
Víctor Sergio Mena Vergara, contenidas en los prólogos de las publicaciones de la “Colec-
ción de guías de clases”.

“Con la edición de publicaciones como la que usted tiene en sus manos la Facultad de
Ciencias Jurídicas y Sociales de la Universidad Central de Chile pretende cumplir una de
sus funciones más importantes, cual es la de difundir y extender el trabajo docente de sus
académicos, al mismo tiempo que entregar a los alumnos la estructura básica de los conteni-
dos de las respectivas asignaturas.

En este sentido, fundamentalmente, tres clases de publicaciones permiten cubrir las ne-
cesidades de la labor que se espera desarrollar: una, la colección guías de clases, referida a
la edición de cuerpos de materias, correspondientes más o menos a la integridad del curso
que imparte un determinado catedrático; otra, la colección temas, relativa a publicaciones
de temas específicos o particulares de una asignatura o especialidad; y, finalmente una
última, que dice relación con materiales de estudio, apoyo o separatas, complementarios de
los respectivos estudios y recomendados por los señores profesores.

Lo anterior, sin perjuicio de otras publicaciones, de distinta naturaleza o finalidad, co-


mo monografías, memorias de licenciados, tesis, cuadernos y boletines jurídicos, contenidos
de seminarios y, en general, obras de autores y catedráticos que puedan ser editadas con el
auspicio de la Facultad.

Esta iniciativa sin duda contará con la colaboración de los señores académicos y con su
expresa contribución, para hacer posible cada una de las ediciones que digan relación con
las materias de los cursos que impartan y los estudios jurídicos. Más aún si la idea que se
quiere materializar a futuro es la publicación de textos que, conteniendo los conceptos
fundamentales en torno a los cuales desarrollan sus cátedras, puedan ser sistematizados y
ordenados en manuales o en otras obras mayores.
Las publicaciones de la Facultad no tienen por finalidad la preparación superficial y el
aprendizaje de memoria de las materias. Tampoco podrán servir para suplir la docencia
directa y la participación activa de los alumnos; más bien debieran contribuir a incentivar
esto último.

Generalmente ellas no cubrirán la totalidad de los contenidos y, por lo tanto, únicamen-


te constituyen la base para el estudio completo de la asignatura. En consecuencia, debe
tenerse presente que su solo conocimiento no obsta al rigor académico que caracteriza a los
estudios de la Carrera de Derecho de nuestra Universidad. Del mismo modo, de manera
alguna significa petrificar las materias, que deberán siempre desarrollarse conforme a la
evolución de los requerimientos que impone el devenir y el acontecer constantes, y siempre
de acuerdo al principio universitario de libertad de cátedra que, por cierto, impera plena-
mente en nuestra Facultad”.

Me permito también agregar que estas guías de clases además de constituir un apoyo
importante para el alumno, unidas al material bibliográfico que cada profesor debe indicar,
sirven para difundir la labor docente de nuestros profesores y su experiencia a los alumnos
de otras universidades del país y posiblemente, de otros países.

JUAN GUZMÁN TAPIA


Decano
Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales
Universidad Central de Chile
SUMARIO
TOMO I
I. ANTECEDENTES Y DEFINICIONES

1.1.1 – Antecedentes 13
1.1.2 – Antecedentes Legales 18
1.1.3 – Ámbito de aplicación de las Leyes del Tránsito 20
1.1.3.a – Ámbito de aplicación de las Leyes del Tránsito con relación al territorio 20
1.1.3.b – Ámbito de aplicación con relación a las personas 21
1.1.3.c – Funcionarios de CEPAL, FAO y otros Organismos 21
1.1.3.d – Ámbito de aplicación con relación al tiempo 22
1.2.1 – Definiciones 22
1.3.1 – Objetivos principales de la legislación del tránsito 23
1.4.1 – La “Prevención” en los accidentes del tránsito. CONASET 26

II. DIVERSOS CASOS DE ACCIDENTES

2.1.1 – Planteamiento 37
2.1.2 – Accidentes con resultado de daños 37
2.1.2.a – Obligación de dar cuenta del accidente 37
2.1.2.b – “Dejar Constancia” o “Formular Denuncia” 38
2.1.2.c – Denuncia efectuada directamente al Tribunal 38
2.1.2.d – Sanción por incumplimiento. Fuga 38
2.1.2.e – Examen de alcoholemia no obligatorio. Conveniencia 39
2.1.2.f – Daños en bienes de propiedad fiscal 39
2.2.1 – Las lesiones. Su importancia en el procedimiento 39
2.2.2 – Primeras atenciones a los lesionados 39
2.2.3 – Accidentes con resultado de lesiones leves 40
2.2.3.a – Obligación de denunciar 40
2.2.3.b – Exámenes obligatorios 40
2.2.4 – Accidentes con resultado de lesiones menos graves y graves 41
2.2.4.a – Obligación del conductor 41
2.2.4.b – Naturaleza de las lesiones 41
2.2.4.c – Sanción en caso de fuga 41
2.2.4.d – Retiro del vehículo de la circulación 42
2.2.4.e – Exámenes obligatorios 42
2.2.5 – Informe Médico Legal 42
2.2.6 – Gravedad de las lesiones 43
2.2.6.a – Mutilaciones 43
2.2.6.b – Lesiones graves 43
2.2.6.c – Lesiones menos graves y leves 44
2.2.6.d – Caso especial: “lesiones propias” 45
2.2.7 – Restricción a la libertad personal del conductor 46
2.3.1 – Accidentes con resultado de muerte 46
2.4.1 – Alcohol, estupefacientes o sustancias sicotrópicas en los accidentes. La ebriedad.
Legislación aplicable 47
2.4.1.a – Examen de alcoholemia y pruebas respiratorias 50
2.4.1.b – Pruebas respiratorias para detectar alcohol. Prohibición temporal de conducir. Alcotest 51
2.4.1.c – Conducción bajo la influencia del alcohol 52
2.4.1.d – Juzgado competente en casos de alcohol 53
2.4.1.e – Delito de conducir en estado de ebriedad 53
2.4.1.f – Lesiones leves. Cuando se entiende que lo son para efectos de la Ley de Alcoholes 54
2.4.1.g – Delito de conducir en estado de ebriedad causando lesiones menos graves o graves 54
2.4.1.h – Delito de conducir en estado de ebriedad causando muerte 54
2.4.1.i – Penas accesorias 54
2.4.1.j – Retiro definitivo de la licencia de conductor 55
2.4.1.k – Fuga del conductor 55
2.4.1.l – Examen de alcoholemia a quien lo solicite 56
2.4.1.m – Detención y excarcelación en caso de desempeño en estado bebido 56
2.5.1 – Conductor que presta auxilio en un accidente. 56
2.6.1 – La C.I.A.T. de Carabineros. Valor probatorio del informe 56
2.6.1.a – Naturaleza y oportunidad de la actuación de la CIAT 57
2.7.1 – Obligación de los encargados de talleres de reparaciones de vehículos, con relación a
los accidentes 59

III. LA CONDUCCIÓN. RESPONSABILIDAD INFRACCIONAL

3.1.1 – Concepto de infracción. El Derecho Penal del Tránsito 60


a) Legalidad 62
b) Tipicidad 63
c) Irretroactividad 64
d) Non bis in idem 65
e) Culpabilidad 65
f) Proporcionalidad 66
g) Tutela efectiva 67
3.1.1.a – Disposiciones de carácter general en la Ley de Tránsito. Control del vehículo. Caso
Fortuito 67
3.1.1.b – Aplicación del inciso segundo del artículo 175 de la Ley de Tránsito. Individualización
y emplazamiento 69
3.1.1.c – Responsabilidad infraccional de personas jurídicas 70
3.1.1.d – Elementos de la responsabilidad infraccional. Culpa y Presunciones 71
3.1.1.e – Derecho del Tránsito y Medio Ambiente 73
3.1.2 – Prescripción de acciones por contravenciones 73
3.1.2.a – Interrupción y suspensión de la prescripción de la acción. Prescripción del procedi-
miento 74
3.2.1 – Documentos que habilitan para conducir vehículos 75
3.2.2 – Licencia expedida por el Director del Departamento del Tránsito y Transporte Público
Municipal 76
3.2.2.a – Requisitos generales y especiales que deben reunir los postulantes a licencia de
conductor 76
3.2.2.b – Autorización a menores de 18 años y mayores de 17 77
3.2.2.c – Agentes Diplomáticos y Consulares acreditados 78
3.2.3 – Retiro y retención de la licencia. Permiso provisional otorgado por los Tribunales 78
3.2.4 – Boleta de citación al Juzgado 81
3.2.5 – Calidad de instrumentos públicos de los documentos nacionales 81
3.2.6 – Delitos relacionados con los documentos para conducir 81
3.2.6.a – Competencia para conocer de los delitos relacionados con los documentos para
conducir 83
3.2.7 – Documentos extendidos en el extranjero válidos en Chile 83
3.2.7.a – Permiso Internacional Para Conducir 83
3.2.7.b – Caso del Permiso Internacional expedido en Chile 83
3.2.7.c – Licencias otorgadas en la República Argentina 84
3.2.7.d – Situación de los conductores del Transporte de “ALADI” 84
3.2.7.e – Situación de los turistas peruanos y ecuatorianos 84
3.2.8 – Otros documentos no son válidos en Chile 85
3.2.9 – Sanciones a los que conducen sin documentos 85
3.2.9.a – Sanciones a los que posibilitan la conducción sin licencia 86
3.2.9.b – Duración y vigencia de la licencia para conducir 87
3.2.10 – Las Escuelas de Conductores 90
3.3.1 – Aptitud de los vehículos para circular 90
3.3.1.a – Uso de las luces en los vehículos 91
3.3.2 – Conducción de bicicletas y otros vehículos especiales 91
3.3.2.a – Conducción de vehículos de tracción animal 93
3.4.1 – Conducción a la derecha o a la izquierda del eje de la calzada 94
3.4.1.a – Conducción a la izquierda del eje de la calzada. Maniobra de adelantar 95
3.4.1.b – Adelantar y sobrepasar 96
3.4.1.c – Prohibición de adelantar en cruce. Excepción 96
3.4.2 – Virajes y señales de advertencia 97
3.4.2.a – El que vira carece de toda preferencia 98
3.4.2.b – Forma de efectuar la maniobra. Señalización. Vehículos de carga articulados. Otras
normas relativas al viraje 99
3.4.2.c – Virajes, líneas de demarcación y cruces 100
3.4.2.d – Presunciones y Sanciones 100
3.4.3 – Derecho preferente de paso 101
3.4.3.a – Al aproximarse a un cruce 102
3.4.3.b – Al entrar o salir de la circulación y al reiniciar la marcha después de una detención 103
3.4.3.c – Al virar 103
3.4.3.d – Presunciones y Sanciones 104
3.4.3.e – Excepciones al “Derecho Preferente de Paso” 104
3.4.4 – Señales “Pare” y “Ceda el Paso” 105
3.4.4.a – Sanciones 107
3.4.5 – Semáforos 108
3.5.6 – Velocidad 109
3.5.6.a – Límites de velocidad 109
3.5.6.b – Presunciones y Sanciones 110
3.4.6.c – Velocidad y causalidad 111
3.5.1 – Vehículos de emergencia 111
3.5.1.a – Vehículos de Emergencia y Derecho Preferente de Paso 111
3.6.1 – Marcas Viales 113
3.6.1.a – Validez de las Marcas Viales para alterar el Derecho Preferente de Paso 114
3.7.1 – Tránsito de peatones 117
IV. R E S P O N S A B I L I D A D CIVIL

4.1.1 – Daño y obligación de indemnizar. La responsabilidad 120


4.1.1.a – Extensión de la obligación de indemnizar. Perjuicios materiales y morales. Lucro
cesante. Desvalorización. 125
4.1.1.b – Extensión de la obligación de indemnizar. Reajustabilidad de las indemnizaciones. 129
4.1.1.c – Extensión de la obligación de indemnizar. Reducción en la apreciación del daño. 129
4.1.2 – Naturaleza de la responsabilidad 131
4.1.2.a – Responsabilidad infraccional como fuente de responsabilidad civil 132
4.1.2.b – Excepciones a la naturaleza de la responsabilidad del conductor 133
4.1.2.c – Caso en que el propietario no responde 134
4.1.2.d – La responsabilidad civil. Relación de Causalidad. Quienes responden 135
4.1.2.e – La solidaridad 139
4.1.2.f – Responsabilidad civil de la Municipalidad por Accidente del Tránsito. Vías o Señaliza-
ción en mal estado 140
4.2.1 – La acción indemnizatoria. Titularidad 140
4.3.1 – Dominio de los vehículos 141
4.3.1.a – El Repertorio sobre transferencias de vehículos motorizados. 143
4.3.1.b – Inscripción del dominio y sanciones 143
4.3.1.c – Inscripción de carros y remolques. Seguro y sanción 144
4.4.1 – El Registro de Vehículos Motorizados 144

V – TRIBUNALES COMPETENTES. PROCEDIMIENTO.


SANCIONES Y PENAS

5.1.1 – Juzgados competentes para conocer en caso de infracciones y de accidentes del tránsito
5.1.1.a – Caso del Fisco 146
5.1.1.b – Reconvención en contra del Fisco 147
5.1.1.c – Las Municipalidades y el procedimiento de Policía Local 148
5.1.1.d – Efectos de la sentencia condenatoria respecto del tercero civilmente responsable 149
5.1.1.e – Caso del inciso cuarto del artículo 9º, Ley 18.287. Elección de sede, caducidad y
preclusión 151
5.1.1.f – Prórroga de la competencia y acción reconvencional 155
5.1.1.g – Competencia de segunda instancia y casación 156
5.2.1 – Los Juzgados de Policía Local. Jueces y Secretarios 156
5.2.1.a – Naturaleza jurídica de los Juzgados de Policía Local 157
5.2.2 – Competencia de los Juzgados de Policía Local en materias de tránsito 157
5.2.2.a – Arbitraje prohibido 158
5.3.1 – Procedimiento ante los Juzgados de Policía Local. Aplicación del Código de Procedi-
miento Civil 158
5.3.1.a – Discernimiento de los menores 165
5.3.1.b – Los plazos en el procedimiento de Policía Local 166
5.3.1.c – Las Medidas Precautorias y las Prejudiciales 167
5.3.1.d – Penas al que burle los derechos del acreedor 168
5.3.1.e – Facultad del Juez de Policía Local para ordenar arrestos. Otros casosVías de sustitución
y apremio para asegurar el pago de las multas 168
5.3.2 – Nuevos sistemas para asegurar el cumplimiento del pago de multas 171
5.3.2.a – El “Registro de Multas del Tránsito No Pagadas” 171
5.3.2.b – Aceptación de la denuncia y pago administrativo de la multa 172
5.3.2.c – Impunidad en las sanciones aplicadas con ocasión de procesos de Tránsito 172
5.3.3 – Exigencias formales de comparecencia en la denuncia y en la demanda civil 174
5.3.4 – Procedimiento en caso de simples infracciones a las normas del tránsito denunciadas
por la autoridad 175
5.3.4.a – Citación del denunciado 175
5.3.4.b – Comparecencia personal del denunciado 177
5.3.4.c – Denunciado que no comparece. Apercibimientos. Retiro de vehículo en caso de
domicilio falso 177
5.3.4.d – Comparecencia del denunciado, por medio de exhorto en el Juzgado de su residencia 177
5.3.4.e – Defensa del denunciado. Testigos 178
5.3.4.f – Fallo del denuncio y forma de la sentencia 178
5.3.4.g – Referencia a procedimiento en caso de accidentes 179
5.3.5 – Procedimiento en caso de accidentes del tránsito y de denuncias de particulares, hasta la
prueba 179
5.3.5.a – Objetivo básico del procedimiento 179
5.3.5.b – Requisitos de la citación y de la denuncia 180
5.3.5.c – Iniciación del procedimiento infraccional. El “parte” de Carabineros. Valor probatorio 180
5.3.5.d – La Acción Civil. Oportunidad 182
5.3.5.e – La Acción Civil. Prescripción. Abandono del procedimiento 182
5.3.5.f – La Acción Civil. Patrocinio de abogado y requisitos 184
5.3.5.g – Notificación de las resoluciones. Norma general. Excepciones 184
5.3.5.h – Notificación de la demanda, querella o denuncia. “Cedulón”. 185
5.3.5.i – Plazo para notificar las acciones. Sanción 186
5.3.5.j – Notificaciones por cédula 187
5.3.5.k – La notificación personal como única forma de notificar 187
5.3.5.l – Facultad de retirar el vehículo para asegurar la notificación de las acciones 187
5.3.5.m – Derecho a solicitar que se fije nuevo día y hora para celebrar el comparendo. 188
5.3.5.n – La “Ratificación”. Defensa del demandado, observaciones y reconvención 189
5.3.5.o – La suspensión del comparendo 189
5.3.5.p – Llamado a conciliación 190
5.3.5.q – Prueba de testigos. Concepto de “parte”. Lista. “Domicilio” y “Residencia” 190
5.3.5.r – Otros medios probatorios 193
5.3.6 – La prueba. Principios que la informan en el Proceso de Policía Local 193
5.3.6.a – La Prueba. Oportunidad para rendirla. Prueba documental. Fotocopias de documentos.
Fotografías 194
5.3.6.b – La Prueba. Normas de la sana crítica 196
5.3.6.c – La absolución de posiciones 198
5.3.7 – Procedimiento. Continuación 198
5.3.7.a – La Sentencia. Plazo, Forma, Notificación y Comunicación 199
5.3.7.b – Ejecutoria y Cumplimiento de la Sentencia 200
5.3.7.c – Amonestación y absolución del infractor 201
5.3.7.d – La suspensión de la pena impuesta 201
5.3.7.e – Plazo para el pago y sanción por no pago 202
5.3.7.f – Aceptación de la sanción y pago de la multa con rebaja y sin proceso 203
5.3.7.g – Registro de multas no pagadas 204
5.3.8 – Recursos 205
5.3.8.a – Recursos del Código de Procedimiento Civil 205
5.3.8.b – Recursos: El Recurso de Reposición o Reconsideración 206
5.3.8.c – Recursos: La Apelación 207
5.3.8.d – Apelación: Características y plazo para interponerla. Improcedencia de la adhesión 207
5.3.8.e – Apelación: Tribunal Ad-quem. Comparecencia, deserción, procedimiento y competen-
cia 208
5.3.8.f – Apelación: La prueba y el fallo del recurso. Notificaciones. Partes en segunda instancia 209
5.3.8.g – El Recurso de Queja 210
5.3.8.h – Recurso de Casación 212
5.4.1 – La cancelación y la suspensión de la licencia de conductor. Pena accesoria en el Código
Penal 212
5.4.1.a – Cancelación y suspensión de la licencia de conductor por incapacidad sobreviniente 213
5.4.1.b – Suspensión de licencia por conducir bajo influencia del alcohol, drogas o estupefacien-
tes, causando lesiones leves 213
5.4.1.c – Suspensión de la licencia de conductor como sanción accesoria en la Ley sobre Drogas
y Estupefacientes 214
5.4.1.d – Cancelación y suspensión de la licencia de conductor por acumulación de infracciones 214
5.4.1.e – Suspensión y cancelación de la licencia de conductor. Pena accesoria por infracción a la
Ley de Alcoholes 216
5.4.1.f – Naturaleza jurídica de la acumulación de infracciones 216
5.4.1.g – Anotaciones de infracciones en el Registro Nacional de Conductores de Vehículos
Motorizados 220
5.4.2 – Procedimiento de cancelación y suspensión de la licencia por acumulación de anotacio-
nes de infracciones. 220
5.4.2.a – Rehabilitación del conductor. 221
5.5.1 – Quebrantamiento de Condena. Competencia 221
5.5.1.a – Otros delitos relacionados con el Tránsito. Placas y documentos falsos. 222
5.5.1.b – Caso del que conduce sin licencia o haga u so de una diferente de la requerida. 222
5.6.1 – Competencia del Juzgado Civil Ordinario 223
5.6.1.a – Procedimiento ante el Juzgado Civil Ordinario 224
5.7.1 – Juzgados del Crimen. Competencia 224
5.7.2 – Caso de Cuasidelito. Procedimiento 224
5.7.2.a – La Acción Civil. Reconvención. Prescripción 225
5.7.3 – El delito de Manejo en Estado de Ebriedad. Tipos legales. Delito e infracciones concurrentes 226
5.7.4 – Procedimiento en caso de simple delito de Manejo en Estado de Ebriedad. 226
5.7.4.a – Recursos procesales 227
5.7.5 – Procedimiento en caso de delito de Manejo en Estado de Ebriedad causando daños,
lesiones o muerte. 228
5.7.5.a – Modificaciones al procedimiento ordinario por crimen o simple delito 228
5.7.6 – Examen de alcoholemia y presunciones 228
5.7.6.a – Mérito probatorio y forma de los exámenes para detectar alcohol 229
5.7.6.b – Estimación generalizada del “estado de ebriedad” 231
5.7.6.c –Concordancia entre alcoholemia y otros antecedentes para estimar conducción en estado
de ebriedad 233
5.7.6.d – Mayor importancia del resultado del examen de alcoholemia, frente a otros antecedentes
del proceso 235
5.8.1 – El sobreseimiento y sus efectos 236
VI. SEGURO OBLIGATORIO DE ACCIDENTES PERSONALES

6.1.1 – El Seguro Obligatorio de la Ley 18.490, (S.O.A.P.). Antecedentes y vehículos afectos.


Naturaleza jurídica. 239
6.1.2 – Exclusiones. Vehículos y casos no cubiertos. 241
6.1.3 – Contratación y vigencia. Sanciones. 241
6.1.4 – Aviso de siniestro y plazo para el cobro. 242
6.1.5 – Derecho del asegurador a repetir en contra del tomador. 243
6.1.6 – Pago y monto de la indemnización. 243
6.1.6.a – Riesgos cubiertos. 244
6.1.6.b – Monto de las indemnizaciones. Prescripción. 244
6.1.6.c – Las indemnizaciones no son acumulables. 245
6.1.6.d – Determinación de las incapacidades. 245
6.1.6.e – Pago sin investigación previa. 246
6.1.6.f – Compatibilidad con otros seguros. 246
6.1.6.g – Implicancias e imputación del pago. 246
6.1.6.h – Plazo y documentación necesaria para el pago. 247
6.1.7 – Beneficiarios del seguro 247
6.1.8 – Conflictos con el asegurador. 248
6.2.1 – Las Compañías Aseguradoras y el SOAP 249
6.2.1.a – Proyecciones del SOAP 251

BIBLIOGRAFÍA 252
I. ANTECEDENTES Y DEFINICIONES

1.1.1 – Antecedentes

Durante el presente siglo y especialmente en su segunda mitad, las condiciones


materiales de la movilización de las personas y de las cosas, han experimentado un
inmenso desarrollo. La introducción masiva del motor y de vehículos motorizados, ha
transformado no sólo la apariencia de las ciudades y lugares, sino que también, la
dinámica de la vida de las personas.

El surgimiento del automóvil como vehículo personal, de uso diario y necesario en


un mundo cada vez más cercano, alcanzable y pequeño y en una ciudad que crece y se
expande, en la que el problema del transporte nos golpea a diario, ha determinado, a
nuestro juicio, que sea el automóvil el invento cuyo desarrollo puede marcar, entre
todas las maravillas que presenciamos en diversos campos, como los usos de la electri-
cidad, la exploración espacial, la medicina, la computación y otros, en forma relevante
el progreso y evolución del hombre de nuestros tiempos. El vehículo motorizado ha
reemplazado al caballo, a la carreta e incluso, al peatón.

Tan importante intromisión en la vida cotidiana, ha determinado que se estudie y se


modifique la infraestructura de las ciudades, que se perfeccionen los caminos y calles y
que se norme el desplazamiento de los vehículos, con la intención de evitar que su
número o su conducción descuidada, deriven en accidentes para las personas, de los
que nuestro país muestra tristes y preocupantes estadísticas que es necesario dismi-
nuir.

La aparición del automóvil, con gran fuerza en la segunda mitad de este siglo, ha
determinado un cambio fundamental en la estructura de las ciudades y en el juego de
las relaciones funcionales de la vida del hombre en comunidad. Las ciudades se han
expandido precisamente por la existencia de este medio de movilización; las autopistas
son verdaderos ríos que no pueden ser cruzados, sino por los puentes o pasos espe-
ciales destinados al efecto, no tienen veredas y las personas no caminan, se transportan
en sus vehículos.

“Automóvil”, etimológicamente implica que se mueve por sí mismo y la idea es


antigua, conociéndose que ya por 1447 en las calles de Alemania se exhibió un coche
que no era tirado por animales, sino que funcionaba a través de una combinación de
poleas y engranajes. En 1649, Juan Hautzsh de Nuremberg inventó otro automóvil y
en 1680, Newton creó un coche de cuatro ruedas movido por un escape de vapor.

13
Nuevas máquinas se desarrollan, principalmente, en Francia e Inglaterra, donde a
partir de 1822, empezaron a funcionar diferentes servicios públicos, con trayectos
preestablecidos y, en 1865, a raíz de un accidente que dio como resultado varias
víctimas, se legisló poniendo término al desarrollo del progreso del automóvil de
vapor, prohibiéndoles llevar una velocidad superior a seis y medio kilómetros por hora
y obligándolos a ir precedidos de un guía a pie, con una bandera, para advertir a la
gente que se encontraba en el trayecto. A partir del auto fabricado artesanalmente y de
uno en uno, se masificó la construcción, hasta que en 1903 Henry Ford crea la “Ford
Motor Co.”, que en 1913 planeó la construcción del famoso modelo “Ford T”, del
que se realizaron 15 millones de unidades en 17 años1.

Cuesta creer que en 1900 se registraron 3 automóviles en toda España, país que en
1994 contaba con 18.000.000 de vehículos, ubicándose como el sexto país del mundo
en índice de motorización. Resulta difícil aceptar que las preocupaciones en relación a
la movilización de vehículos en la ciudad de Santiago de Chile en 1920, hace setenta y
tantos años, eran las que se contienen en el Reglamento del Tránsito dictado por la
Municipalidad el 20 de noviembre de ese año, el que en su artículo 50, prohibía “en
las calles, avenidas, plazas y paseos públicos de la ciudad” –entre otras curiosas
disposiciones– “conducir vehículos de tracción animal a una velocidad superior al
trote” y “la marcha al galope y al trote, a las caballerías, dentro del radio compren-
dido entre Alameda, Rosas, San Antonio y Morandé, inclusives; y, al galope, en toda
la ciudad”.

No parece real y resulta incomprensible en nuestro tiempo también, que la preocu-


pación de los policías en 1928, se refería a salvar la vida ante la posible agresión de los
conductores, disponiendo la Prefectura el 31 de mayo de 1928, que “el carabinero al
verse amenazado por un automóvil empleará su bastón contra el parabrisas a fin de
herir al chofer antes de que lo atropelle”, agregándose que, “llegado el caso, debe
emplear aun el revólver contra el motor o contra los neumáticos”2.

En los Estados Unidos de Norte América solamente, más de 200.000 personas lan-
zadas sobre los cristales de sus automóviles, quedan cada año incapacitadas o desfigu-
radas permanentemente y, a mediados de 1997, se estimaba que fallecía en ese país
una persona cada diez minutos en un accidente de tránsito. Entre nosotros, en 1985
fallecieron 1.891 personas y más de 40.000 sufrieron consecuencias de lesiones. En los
últimos 10 años, la cantidad de muertes ha aumentado en un 80% y los lesionados se
han duplicado. La tasa de muertos en Chile por esta causa, supera en promedio, más

1
Ghersi, Carlos A., Accidentes de Tránsito, Buenos Aires : Editorial Universidad, Buenos Aires, 1995,
Párrafo 2.2, p p. 24 y 25.
2
Iribarren, Oscar, Tránsito Público, Santiago Talleres “El Diario Ilustrado”, Santiago, 1929, p. 115.

14
de cinco veces la de los países desarrollados. En 1995, 37.334 conductores varones,
entre los 21 y los 40 años de edad tuvieron accidentes, doce veces más que las damas,
que sólo participaron en 3.0463. Cada 20 minutos hay un accidente de tránsito en las
carreteras y calles del país; muere una persona cada 5 horas y otra se lesiona de dife-
rente gravedad cada 22 minutos, casi tres en una hora y se calcula que Chile pierde en
razón de tales accidentes, más de 350 millones de dólares anualmente. De acuerdo a
cifras que maneja el Instituto Médico Legal, ascienden a 55.000 los heridos y el 41%
de los fallecidos cada año, son víctimas de accidentes del tránsito que presentan
alcoholemia positiva.

Mientras en 1993 fallecieron 1.754 personas como consecuencia de 1.547 acciden-


tes de tránsito, la cifra bajó en dos casos de muerte, a 1.752 en 1994, en 1.567 acci-
dentes. En esos dos años la cantidad de accidentes y de muertes tiende a estabilizarse,
luego de haber experimentado un alza progresiva aproximada del 10% en cada uno de
los últimos años. En 1994, murieron 4,8 personas cada día por esta causa. Cabe llamar
la atención que estas cifras de fallecimientos obedecen a los hechos constatados en el
lugar, no quedando por consiguiente consignados los fallecimientos que ocurren
posteriormente, en los centros asistenciales y después de algunos días, pero que
también se reconocen como causa del accidente. Así, se ha calculado que la cifra total
debe ser aumentada entre un 10% a un 20% para tener una dimensión real del proble-
ma. En términos generales, se estima que el número de accidentes reales es tres veces
mayor que el reportado por las estadísticas4. En 1998 también se llegó a casi 2.000
fallecimientos en el lugar del accidente y como causa directa del mismo, manteniéndo-
se invariable la gravedad del problema, pese a las medidas adoptadas. En la Comuna
de Santiago, el total de accidentes ocurridos durante 1998 disminuyó en un 10,73%
con relación a 1997, registrándose 3.335, en comparación a los 3.736 ocurridos el año
anterior, marcando una disminución mantenida desde 1995, en el que los accidentes
sumaron 4.586.

Es importante acotar que en 1999, la cifra de muertes en accidentes de tránsito lle-


gó a 1.665 fallecidos y en 2000, a 1.698, considerando cifras totales obtenidas en el
lugar del accidente, antecedente que indica una importante disminución de falleci-
mientos en términos generales, ya que se estima que el parque automotor ha aumenta-
do en 10% aproximado de año en año, con lo que, para mantener una relación exacta
entre el número de vehículos y personas fallecidas, sería necesario convertir la cifra a
porcentajes absolutos, contemplando el aumento porcentual anual. Las estadísticas
indican un avance positivo, reflejo y efecto de las medidas de seguridad que se han

3
Diario El Mercurio, 13 de enero de 1996, p. C-12.
4
CITRA, Consultores en Ingeniería de Transportes Ltda., Investigación Diseño de Programa de Seguri-
dad Vial, Informe Final, MINTRATEL, abril de 1996, p. 2-38.

15
venido implementando en el último tiempo, ya que resulta evidente que proporcional-
mente, los casos con víctimas fatales han disminuido.

Diversos intentos legislativos, corporativos, institucionales y de tipo promocional


se han intentado a todo nivel p1ara afrontar el “problema del tránsito”. Al efecto, se
constituyó la Comisión Nacional de Seguridad del Tránsito, CONASET, servicio
público sometido al Presidente de la República a través del Ministerio de Transportes
y Telecomunicaciones, que tiene como objeto proponer las políticas de seguridad de
tránsito del Gobierno, mantenerlo informado respecto de la aplicación de la legislación
vigente, actuar como órgano de consulta, análisis, comunicación y coordinación,
mantener un sistema de información, implementar procedimientos de evaluación y,
entre otros, financiar proyectos y actividades orientadas a la Seguridad del Tránsito. A
la CONASET nos referiremos en el último párrafo de este Capítulo.

El problema es universal y, de acuerdo a las estadísticas, en Argentina mueren dia-


riamente como promedio, 25 personas a consecuencias de accidentes de tránsito,
llegando el número total de víctimas fatales en los diez primeros meses de 1996, a
6.4435. En Suiza se ha llegado a decir que si en los establos de ese país murieran por
una misma causa, tantas vacas como personas mueren en las carreteras por motivo de
accidentes de tránsito, seguramente se hablaría de una grave epidemia.

En la búsqueda de soluciones parece más importante que aumentar la penalidad a


los infractores, realizar una efectiva política de educación y de control, ya que se ha
comprobado que ésta es la única forma efectiva de reducir la criminalidad y, en este
caso, las contravenciones y los accidentes. El aumento de las penas no es, realmente,
un elemento disuasivo, como no lo es, en materia de hechos criminales gravísimos, el
mantenimiento o la restauración de la pena de muerte para determinados delitos, ya
que no se ha comprobado nunca una verdadera disminución de la criminalidad por la
imposición de tal pena, ni un aumento significativo en el número de delitos ni en el de
delincuentes, al abolirse.

Mientras en 1990 el parque automotriz chileno total era de 1.143.631 vehículos, en


1999 el número de unidades subió a 2.145.437 vehículos y se estima que superó los
2.200.000 en 2000. El siguiente cuadro comparativo entre la realidad de 1990 y la de
1999, explica la real “explosión” del uso de vehículos en Chile:

5
Diario La Nación, Buenos Aires, 9 de noviembre de 1996, p p. 1 y 22

16
AÑO 1990 AÑO 1999

Motorizados 1.114.674 2.145.437


No motorizados 28.957 54.248

Particulares y otros
Automóvil y Station Wagon .632.434 1.139.433
Motocicletas y similares . 21.738 31.419

Transporte colectivo
Taxi 55.909 116.822
Taxibús 9.429 4.462
Bus 18.301 30.975
Otros (1 .. 3.349 20.969

Transporte de carga
Camión simple . 74.400 103.427
Tracto camión .. 6.062 17.412
Tractor agrícola . 9.242 7.659
Otros con motor (2) 2.836 6.055
Remolque y semiremolque 19.486 36.998
(1) Minibús para transporte colectivo escolar o trabajadores; otros.
(2) Maquinaria automotriz especializada; otros.

(Fuente: Municipalidades del país; CONASET; INE, “Compendio Estadístico”)

Es en este cuadro alarmante y novedoso, en plena formación y determinación de


normas, derechos, preferencias, conflictos de intereses y libertad de movimiento (en
constante lucha con estadísticas que dan cuenta de muertes y lesiones en igual o mayor
medida que las mas graves enfermedades), donde surge este Derecho del Tránsito
intentando solucionar conflictos con normas claras y precisas, de fácil comprensión en
lo posible, que entreguen señales inequívocas a los usuarios, para permitir que en un
constante movimiento de vehículos y personas, se logre un desplazamiento rápido y
seguro, con el menor número posible de accidentes y de víctimas. Igualmente, deben
regularse las consecuencias jurídicas de aquellos y las indemnizaciones a que pueden
aspirar estos últimos, en procedimientos rápidos, lógicos y sencillos. Este derecho
emergente ha empezado a recorrer el largo camino del reconocimiento, como en su
tiempo lo hicieron el “Derecho Laboral” o “del Trabajo”, el “Derecho de la Previ-
sión Social”, el “Derecho Tributario” y tantos otros que se han ido apartando del
contexto general de las leyes civiles, penales y de procedimiento, para llegar al estado
que tienen hoy, sin que nadie dude de su individualidad y existencia como un todo
orgánico.

El Derecho del Tránsito debe centrarse en la idea fundamental de que circular, cami-
nar, movilizarse, trasladarse de un punto a otro con márgenes de seguridad, son derechos
del hombre, de rango tan importante como cualquiera otro de los derechos humanos y de

17
una incidencia inmediata y cotidiana para toda persona, mayor que cualquiera otra, al
relacionarse íntimamente con la libertad de movimiento personal. El tema apasiona y su
planteamiento ha llevado a que un autor se pregunte si vivimos en “una sociedad de
automotores o de seres humanos”6. Las normas del tránsito deben construirse en beneficio
del hombre y no a pesar del hombre, respetando sus espacios, su desarrollo y su seguridad,
sin permitir que la minoría poseedora de un vehículo imponga sus intereses sobre la mayo-
ría.

El tema del control sobre la máquina y la seguridad, no ha pasado desapercibido y


ha merecido la atención de los más altos tribunales chilenos. La “urbe” es de y para
los hombres, ya que éstos se valen de medios mecánicos para trasladarse de un punto a
otro, correspondiendo al Derecho regular ese transporte a fin de preservar la primacía
del ser humano sobre los animales, vegetales y cosas. La normativa del tránsito gira
enteramente en torno a ese bien jurídico que le da sentido, de modo que jamás resulte
fortuito perder el control de un móvil y pasar por encima de una persona, por la sola
circunstancia de capear un perro, un árbol, un bache o lo que fuere7.

1.1.2 – Antecedentes Legales

Diversas normas han regulado y regulan la actividad del tránsito en Chile. El auge del uso de
los vehículos y las consecuencias de tal uso, determinaron que a partir de la Ley Nº 15.123 del
17 de febrero de 1963, cuyo texto definitivo fijó la Ley Nº 15.231 de 8 de agosto de 1963,
prácticamente no haya cesado la labor legislativa encaminada a dar solución a los problemas que
el tránsito de vehículos empezó a producir y sigue produciendo. Esta “Ley Orgánica de los
Juzgados de Policía Local” ordenó en su artículo 17, la creación en Carabineros de una
sección técnica de accidentes del tránsito (SIAT) y modificó a la Ley Nº 6.827, dando a tales
tribunales la estructura que persiste, en términos generales, hasta la fecha8. Entre otras disposi-
ciones trascendentes, facultó en su artículo 6° al Presidente de la República para dictar la “Or-
denanza General del Tránsito”, Decreto con Fuerza de Ley Nº 3.068 de 1964, de aplicación
nacional, que entró en vigencia el 1° de febrero de 1965 y a la que quedaron sujetas “todas las
personas que como peatones o conductores de cualesquiera clase de vehículos, ya sean
motorizados, a propulsión humana o a tracción animal y las que cabalguen animales, lleven
éstos de tiro o en arreo, usen o transiten por los caminos, calles y demás vías públicas, rurales
o urbanas, caminos vecinales o particulares destinados al uso público de todo el territorio de
la República”, como dispuso su artículo 1°. Esta “Ordenanza” trató de los conductores y de
las licencias, creó el Registro de Conductores, las Escuelas de Conductores, reguló los vehículos
y sus características, su inscripción, patentes y revisiones, el tránsito, la señalización, los virajes,
6
Ghersi, Carlos A., Op. Cit., pp. 15 y ss.
7
C. de Santiago, 28 de agosto de 1992, Revista, Tomo LXXXIX, Sección Cuarta, pp. 135 y ss.
8
Sobre los antecedentes históricos de los Juzgados de Policía Local, véase Leonardo Aravena A., Derecho
del Tránsito, Santiago : Ediciones Jurídicas La Ley, 1998, pp. 385 y ss.

18
el derecho a vía, la velocidad, la detención y el estacionamiento. Definió el concepto de conduc-
ción culpable o descuidada, regló el desplazamiento de los peatones, estableció el procedimiento
ante los Juzgados de Policía Local y clasificó las infracciones y su penalidad, estableciendo una
escala de multas en relación con su naturaleza y gravedad. Una característica importante de las
disposiciones de la Ordenanza, fue que unificó los criterios existentes en materia de tránsito para
todo el país, adecuándolos a las normas de la “Convención de Ginebra” de 1949, salvo
algunas excepciones.

La Ordenanza General del Tránsito fue derogada orgánicamente por la Ley


Nº18.290, llamada “Ley de Tránsito”, de 7 de febrero de 1984, que en su mayor
parte empezó a regir el 1° de enero de 1985, dando una nueva sistematización a las
normas en lo sustantivo de los conductores, vehículos, licencias, conducción y penali-
zación. La Ley de Tránsito creó además el Registro de Vehículos Motorizados y el
Registro Nacional de Conductores de Vehículos Motorizados, ambos a cargo del
Servicio de Registro Civil e Identificación.

La organización y atribuciones de los Juzgados de Policía Local, encargados entre


otras materias, de la justicia infraccional del tránsito, se reguló por la Ley Nº 15.231,
cuyo texto refundido fue publicado en el Diario Oficial de 23 de mayo de 1978, sobre
la base de la primitiva Ley Nº 15.123., Importantes cambios introdujo la Ley Nº
18.287 sobre “Procedimiento ante los Juzgados de Policía Local”, de 7 de febrero
de 1984, que empezó a regir el 1° de enero de 1985, conjuntamente con la Ley de
Tránsito.

Se completa el cuadro del régimen legal del tránsito en Chile, con variadas Conven-
ciones, Leyes y Decretos, entre los que destacan:

- “Convención sobre la Circulación por Carretera” suscrita en Ginebra, Suiza,


el 19 de septiembre de 1949, aprobada por el Congreso Nacional el 23 de sep-
tiembre de 1959. Ratificada, fue promulgada como ley de la República por De-
creto Nº 485, del 30 de agosto de 1960, publicado en el Diario Oficial de 27 de
septiembre de 1960;
- “Convención sobre la Señalización Vial”, suscrita en Viena, Austria, el 8 de
noviembre de 1968, se ratificó el 27 de diciembre de 1974 y se publicó en el
Diario Oficial de 24 de marzo de 1975;
- Ley Nº 18.490, publicada en el Diario Oficial del 4 de enero de 1986, que esta-
bleció el “Seguro Obligatorio para Vehículos Motorizados”;
- Ley de Alcoholes, artículos 120, 121 y 122, relativos al delito de conducir en
estado de ebriedad y Título IV, artículos 177 y siguientes, relativos al procedi-
miento judicial a seguir en casos de manejo en estado de ebriedad;

19
- Código Orgánico de Tribunales, en cuanto regula la competencia y organiza-
ción de los Juzgados del Crimen para conocer de los delitos y cuasidelitos que
se cometan con ocasión del tránsito;
- Código de Procedimiento Civil, cuyas normas relativas al juicio ordinario tie-
nen aplicación por analogía en el procedimiento ante los Juzgados de Policía
Local y, en materia penal, de acuerdo a lo que dispone el artículo 43 del Código
de Procedimiento Penal;
- Código de Procedimiento Penal, en cuanto regula el procedimiento en los
asuntos sometidos al conocimiento de los Juzgados del Crimen;
- Código Penal, en materias de delitos y cuasidelitos que puedan ser cometidos
por conductores de vehículos o con ocasión del tránsito y de los vehículos;
- Decreto Nº 121-82 de la Subsecretaría de Transportes del Ministerio de Trans-
portes y Telecomunicaciones, documento oficial sobre señalización, llamado
“Manual de Señalización de Tránsito”;
- Decreto Nº 294-84 del Ministerio de Obras Públicas, publicado en el Diario
Oficial de 20 de mayo de 1985 que fijó el texto refundido, coordinado y siste-
matizado del D.F.L. 206, de 1960, llamado “Ley de Caminos”; y
- Decretos y Reglamentos que específica y detalladamente tratan de distintas
materias relacionadas con el tránsito público de vehículos, pasajeros y cargas,
relacionados con las materias normadas por las leyes vigentes.

1.1.3 – Ámbito de aplicación de las Leyes del Tránsito

Nos interesará a continuación, conocer el ámbito de aplicación de las leyes del trán-
sito, en cuanto al territorio, a las personas y al tiempo.

1.1.3.a – Ámbito de aplicación de las Leyes del Tránsito con relación al territorio

Las disposiciones que regulan el tránsito en Chile son de aplicación nacional, las
mismas en todo el territorio de la República, con excepción de los límites de velocidad
establecidos en la Ley de Tránsito, los que en casos excepcionales, por razones funda-
das y previo informe de Carabineros, podrán ser aumentados o disminuidos en las
zonas urbanas por las Municipalidades y por la Dirección de Vialidad en las zonas
rurales.

El artículo 1° de la Ley de Tránsito, dispone que “A la presente Ley quedarán su-


jetas todas las personas que como peatones, pasajeros o conductores de cualquiera
clase de vehículos, usen o transiten por los caminos, calles y demás vías públicas,
rurales o urbanas, caminos vecinales o particulares destinados al uso público, en
todo el territorio de la República”.

20
El inciso segundo del artículo 1°, agrega que “asimismo, se aplicarán estas nor-
mas, en lo que fueren compatibles, en aparcamientos y edificios de estacionamientos
y demás lugares de acceso público”.

1.1.3.b – Ámbito de aplicación con relación a las personas

Conforme a lo señalado en el artículo 1° de la Ley de Tránsito, las leyes que regulan el


tránsito tienen aplicación general a todas las personas que se desempeñen como peatones,
pasajeros o conductores, en los términos que la ley señala.

Hacen excepción casos muy restringidos en su aplicación, entre ellos, los miembros
del Cuerpo Diplomático o de Misiones acreditadas en Chile, que gocen del Fuero
establecido en la “Convención sobre Funcionarios Diplomáticos” y los comprendi-
dos en el articulado del “Código de Bustamante” o de “Derecho Internacional
Privado”.

Los Cónsules sólo tienen inmunidad de jurisdicción respecto de los actos oficiales
ejecutados en el ejercicio de sus funciones, quedando sometidos a la jurisdicción local
por los actos no oficiales, conforme a lo dispuesto en la “Convención de La Habana”,
de 1928; “Convención de Viena”, de 1963 y el “Reglamento Consular” chileno 9.

1.1.3.c – Funcionarios de CEPAL, FAO y otros Organismos

Todos los funcionarios que no tengan el carácter de Diplomáticos, no gozan de in-


munidad, con excepción de los representantes de los Estados Miembros, en los órga-
nos principales y subsidiarios y los representantes que asistan a las conferencias con-
vocadas por las Naciones Unidas, conforme a la “Convención sobre Prerrogativas e
Inmunidades” de las Naciones Unidas; de los observadores a que se refiere el artículo
VIII del “Tratado Antártico”, suscrito en Washington el 1° de diciembre de 1959; de
los funcionarios del “Comité Intergubernamental para las Migraciones Europeas” que
no tengan nacionalidad chilena, de acuerdo al Convenio respectivo; y de los miembros
de las representaciones acreditadas ante la “Asociación Latinoamericana de Libre
Comercio”, conforme el “Acuerdo sobre Privilegios e Inmunidades de la Asociación
Latinoamericana de Libre Comercio en el Territorio de los Estados Miembros”, de
Montevideo de 24 de julio de 1961.10

9
Paillás P., Enrique, Derecho Procesal Penal, Santiago : Ed. Jurídica de Chile, 1984, Vol. I, Cap. II, Nºs
104 – 106, pp. 141 y ss.
10
Paillás, Op. Cit., Vol. I, Cap. II, Nºs 104 – 106, pp. 141 y ss.

21
En el caso específico de la CEPAL, existe un convenio entre dicha Comisión y el
Gobierno de Chile, que no contempla inmunidad alguna para sus funcionarios en casos
de infracciones o accidentes de tránsito.

1.1.3.d – Ámbito de aplicación con relación al tiempo

Las leyes 18.287 y 18.290 no tienen efectos retroactivos y, como sus propios tex-
tos lo señalan, entraron en vigencia el 1° de enero de 1985, salvo los incisos cuarto y
quinto del artículo 21 de la Ley de Tránsito y el Título IV de la Ley de Procedimiento,
que empezaron a regir a contar del 1° de enero de 1986.

Como un caso de extra temporalidad, puede citarse el artículo transitorio de la ley


Nº 18.287, que dispuso que las inscripciones de dominio y anotaciones que se practi-
caron en el Registro de Vehículos Motorizados en conformidad a las normas del
Título IV de la Ley Nº 15.231, no se vieron afectadas por la derogación de dicho
título, mientras no se practicaron las nuevas inscripciones en el Registro de Vehículos
Motorizados a que se refiere el Título III de la Ley Nº 18.290.

1.2.1 – Definiciones

Las leyes que regulan el tránsito en Chile no precisan qué debe entenderse por “ac-
cidente de tránsito”, por lo que, recurriendo a la doctrina y al derecho comparado, lo
definimos como todo hecho que se produzca con motivo del desplazamiento de un
lugar a otro de personas o cosas, por la acción de un vehículo usado al efecto. Se
trata de una definición amplia, asimilando la idea de “accidente” a la de “ocurrencia
de un hecho”, sin distinguir la naturaleza de éste ni sus consecuencias materiales ni
jurídicas.

“Vehículo” es una voz definida en la Ley de Tránsito en su artículo segundo, como


“medio con el cual, sobre el cual o por el cual toda persona u objeto puede ser
transportado por una vía”. Así, una cabalgadura es un “vehículo” para estos efectos.
Se distinguen también los “vehículos de emergencia”, los “de locomoción colecti-
va”, los “vehículos para el transporte escolar” y otros.

La Ley Nº 18.490 sobre “Seguro Obligatorio de Accidentes Personales causa-


dos por Circulación de Vehículos Motorizados”, define en su artículo 2° y para sus
efectos, el “vehículo motorizado” como “aquel que normalmente está destinado a
desplazarse en el medio terrestre, con propulsión propia, que se encuentre por su
naturaleza destinado al transporte o traslado de personas o cosas y sujeto a la obli-
gación de obtener permiso de circulación para transitar”. En este concepto también

22
se comprenden los remolques, acoplados, casas rodantes u otros similares que carez-
can de propulsión, pero que circulen por las vías públicas.

Para la “Convención de Ginebra”, de 1949, “vehículo automotor”, significa “todo


vehículo provisto de un dispositivo mecánico de autopropulsión, utilizado normal-
mente para el transporte de personas o mercaderías por carretera y que no marche
sobre raíles o conectado a un conductor eléctrico”.

“Vía” es, de acuerdo a la Ley de Tránsito, “camino u otro lugar destinado al trán-
sito”.

“Conductor”, es en la ley, “toda persona que conduce, maneja o tiene control fí-
sico de un vehículo motorizado en la vía pública; que controla o maneja un vehículo
remolcado por otro; o que dirige, maniobra o está a cargo del manejo directo de
cualquier otro vehículo, de un animal de silla, de tiro o de arreo de animales”. A su
vez, para la “Convención sobre la Circulación por Carretera” de Ginebra de 1949,
“conductor” “significa toda persona que conduzca un vehículo (inclusive bicicletas)
o guíe animales de tiro, carga o silla, o rebaños por una carretera, o que tenga a su
cargo el control efectivo de los mismos”.

Otras definiciones relacionadas se contienen en el artículo 2° de la Ley de Tránsito


y en las otras fuentes legales citadas. Llama la atención, entre otras definiciones, la
relativa a la voz “cruce”, entendido en la Ley Nº 18.290 como “la unión de una calle
o camino con otros, aunque no los atraviese. Comprende todo el ancho de la calle o
camino entre las líneas de edificación o deslindes en su caso”, norma que no deja
dudas respecto de su alcance y que ha venido a aclarar el texto del inciso tercero del
artículo 492 del Código Penal, que dispone que “se entiende por cruce el área com-
prendida por la intersección de dos calzadas”.

1.3.1 – Objetivos principales de la legislación del tránsito

Definido el concepto de accidente, debemos distinguir los hechos que pueden


constituirlo, para detenernos en los casos que derivan en consecuencias jurídicas entre
dos o más personas, diferenciándolo del hecho que, por su intrascendencia jurídica, no
reviste mayor interés. Esos conflictos de intereses y la prevención de los accidentes,
serán en definitiva los objetivos principales de la organización y de la legislación del
tránsito.

La caída de un jinete de su caballo es un accidente, como lo es también el despren-


dimiento de la rueda de un automóvil, sin otra consecuencia para el usuario, que ver

23
interrumpido su viaje. No hay terceros comprometidos y no se han cometido infrac-
ciones, ni se han causado lesiones o daños. No reviste el hecho consecuencias jurídicas
que sea necesario analizar, al no existir compromiso de terceros. Por el contrario, si el
caballo del que cae el jinete sigue su carrera desbocado y atropella a un peatón al que
lesiona o la rueda que se desprende sigue girando y termina sobre otro vehículo al que
causa daño, estaremos en presencia de un accidente con compromiso de otros intere-
ses, diferentes a los del propio agente, con consecuencias jurídicas comprendidas en la
normativa general de lo que entendemos en sentido amplio, como accidente de tránsi-
to.

La prevención y la producción del daño y la obligación resarcitoria, son el centro alrededor


del que se desarrolla toda la problemática de la legislación del tránsito. Si del accidente resultan
daños, surge la obligación de resarcir, la que hay que reglamentar, previniendo al mismo tiempo
la ocurrencia del hecho mediante el ordenamiento del tránsito y la sanción de las conductas
contrarias a lo normado, en cuanto constituyen un riesgo.
No ceder el derecho preferente de paso podrá ser intrascendente si no es causa de
accidente y sancionado si es sorprendida la maniobra, con un propósito educativo
principalmente, para que el agente experimente el castigo y aprenda que no debe
actuar en esa forma, previniendo consecuencias a terceros. Cada cual debe actuar
respetando la convivencia social no invadiendo ni amenazando, menos aún dañando, a
otro y para ello es necesario mantenerse dentro de las normas dictadas. Cuando nos
apartamos de tal línea de conducta, incurrimos en culpa, en sentido amplio.

La normativa propende a la búsqueda del más justo equilibrio entre individuo y so-
ciedad, sancionando los extremos que causan daño al invadir o atentar contra la esfera
propia de otro.

Desde el punto de vista jurídico, se relacionan estrechamente los conceptos de cul-


pa, causalidad, daño y resarcimiento, constituyendo el daño un perjuicio causado a un
interés de otro por la acción de un hecho del hombre, en relación con una norma
jurídica, generalmente contrariada. El daño en sí mismo, por grave que sea, carece de
relevancia para estos efectos si no reconoce causalidad en un hecho humano, (la lluvia,
el granizo), habiéndose preocupado el ordenamiento jurídico de prevenirlo, impidien-
do que se verifique, por medio de medidas dictadas al efecto (revisiones técnicas de
vehículos, determinación de características de aptitud para circular, normas de tránsi-
to) y actuando en forma intimidatoria sobre la conducta humana con ese propósito
(sanciones a los infractores). Se previene y se reacciona contra la conducta que puede
derivar en el daño.

24
Determinar quién debe soportar en definitiva el daño, establecer los límites de la
responsabilidad, extender ésta a otros que no han participado en la producción del
hecho dañoso, son problemas que debe solucionar el legislador y que aparecen estre-
chamente relacionados.

Y es en este punto donde surge la importancia de la culpa y su necesaria concu-


rrencia como un estado psicológico que, con relación a un daño concreto, aparece
como reprobable desde el punto de vista jurídico, requiriéndose la acción u omisión
antijurídica y no expresamente voluntaria, en contraposición al concepto de dolo que
necesita de la acción querida precisamente para inferir el daño.

Pero no sólo el infractor de la norma, el autor del hecho culposo que deriva en la pro-
ducción del daño, queda obligado al resarcimiento. Dispone el inciso segundo del artículo
174 de la Ley de Tránsito que “sin perjuicio de la responsabilidad de otras personas en
conformidad al derecho común, estarán obligadas solidariamente al pago de los daños y
perjuicios causados, el conductor y el propietario del vehículo, a menos que este último
pruebe que el vehículo le ha sido tomado sin su conocimiento o autorización expresa o
tácita”. Otros responsables “en conformidad al derecho común”, podrán ser, por ejemplo,
el empleador respecto del hecho de su dependiente o el padre respecto de su hijo menor.

La disposición transcrita debe relacionarse con el artículo 171 de la misma ley, que
señala que “el mero hecho de la infracción no determina necesariamente la respon-
sabilidad civil del infractor, si no existe relación de causa a efecto entre la infracción
y el daño producido por el accidente. En consecuencia, si una persona infringe
alguna disposición y tal contravención no ha sido causa determinante de los daños
producidos, no estará obligado a la indemnización”. Ambas disposiciones implican
una sensible alteración a las normas generales sobre daños y su resarcimiento, ya que
por lo normal, el que ha sufrido el daño no sólo debe probarlo, sino que además debe
probar la culpa del que lo ha causado, situación que no se produce en materia de
tránsito en términos tan estrictos, ya que establecida la infracción, el nexo causal se
regula con base a una serie de presunciones y calificación de la gravedad de las infrac-
ciones, invirtiéndose el peso de la prueba, correspondiendo al infractor probar que no
ha incurrido en culpa.

Por su parte, la responsabilidad del propietario es objetiva y opera por el sólo hecho
de acreditarse su calidad de tal, siendo muy difícil hacer prosperar las excepciones
establecidas en su favor, las que han quedado reservadas a casos extremos, de escasa
ocurrencia, generalmente de muy difícil prueba.

25
Tampoco se ha aceptado la procedencia de la excepción por caso fortuito, alegada
ante supuestos defectos mecánicos, estableciéndose también en forma unánime la
aceptación de la sanción derivada de la creación del riesgo que implica circular en un
vehículo, frente al daño que se pueda causar. Si el agente pretende eliminar su respon-
sabilidad alegando desperfectos u otro caso fortuito, real o aparente, su interés se ha
pospuesto ante el de la víctima, que pasivamente y sin crear riesgo alguno, ve lesiona-
do su patrimonio u ofendida su persona.

Aparece como inherente al hecho de disfrutar del uso de un vehículo, el tener que
afrontar el riesgo que ese beneficio trae aparejado y el uso de la vía en beneficio
propio crea un peligro, que es indispensable afrontar con una mínima ventaja para el
que lo sufre. Es justo, por tanto, que se deba responder no sólo en caso de culpa, sino
que también independientemente de ella, cuando corresponde.
Debe llamarse la atención desde ya, del hecho que los vehículos motorizados, au-
tomotores, carecen en sí mismos de la aptitud o facultad de provocar consecuencias
dañosas y, que para que tal efecto suceda, es necesario que sean manipulados o pues-
tos en movimiento por el hombre. Dará lugar esta característica a la comprobación de
lo fundamental en materia de daños causados con vehículos, esto es, que en definitiva
los daños que se causen serán hechos del hombre con el uso de una cosa, con respon-
sabilidad final de éste.

1.4.1 – La Prevención en los accidentes del tránsito. CONASET

Decíamos en el párrafo precedente, que los conflictos de intereses y la prevención de los


accidentes son, en definitiva, los objetivos principales de la organización y de la legislación
del tránsito. A los primeros se referirá en detalle este “Curso de Derecho del Tránsito” y,
en general, son objeto de procedimientos, juicios, sanciones e indemnizaciones. Sin embar-
go, poco espacio se dedica al aspecto prevención en materia de accidentes y no se conoce
en el ambiente general la labor que efectúan entes organizados especialmente para abordar
el problema. Creemos que el trabajo a desarrollar al respecto es de la mayor importancia y
debe necesariamente, desplazar al caso puntual que se ventila de juicio en juicio, una vez
ocurrido el accidente, para convertirse en elemento indispensable de toda acción política y
legislativa, dirigida a terminar con la epidemia que representa la accidentalidad, disminu-
yendo la distancia de 5 a 1 que nos separa en las estadísticas de incidencia de accidentes
con países que cuentan con una tradición efectiva de prevenir, antes que curar.

En 1993 el Supremo Gobierno diseñó una “Política Nacional de Seguridad de


Tránsito”, dirigida a enfocar el problema con acciones concretas y coordinadas, ante
el temor que en ese año la cifra de muertes en accidentes llegara a las 2000, con alto
número de heridos y daños materiales que generaron, según se estimó en esa oportu-
nidad, pérdidas por más de US$ 320 millones en el período, generando una fuerte

26
cuota de sufrimiento y dolor. La realidad llevó al establecimiento de un “Sistema
Nacional de Seguridad de Tránsito”, identificando grandes líneas de acción y,
dentro de cada una, líneas particulares, señalando todo lo que se estimó necesario
hacer, en forma conjunta por los diversos organismos del Estado, policía, particulares
y otros interesados, para controlar la situación.

Estas “Líneas de Acción”, se enfocaron en los siguientes aspectos:


- Formación y acreditación de conductores;
- Gestión de calidad vehicular;
- Gestión de vías y espacios públicos;
- Gestión de servicios de transporte;
- Fiscalización;
- Acción judicial;
- Atención de accidentes y seguros;
- Investigación e información; e
- Educación y comunicaciones.

El Gobierno propuso y luego materializó el proyecto, enunciándolo como “Política de Esta-


do”, partiendo de la comprobación de la debilidad del país en la materia y del simple hecho que
de 56 líneas de acción requeridas para un eficaz control, había apenas nueve establecidas, sin
que se hubieran definido responsabilidades institucionales en la administración del Estado por la
seguridad de tránsito, prácticamente a ningún nivel.

Conjuntamente con el diseño de la política y la constatación de la realidad, se estableció


por Decreto Supremo la “COMISIÓN NACIONAL DE SEGURIDAD DE TRÁNSITO”,
CONASET, la que se integró con los Ministros del Interior, Educación, Justicia, Obras
Públicas, Salud, Vivienda y Urbanismo, Transportes y Telecomunicaciones, quien la
preside, Secretaría General de Gobierno y Secretaría General de la Presidencia y con
Director General de Carabineros. Como instancia técnica y operativa de la Comisión, se
estableció una Secretaría Ejecutiva permanente, radicada administrativamente en el Minis-
terio de Transportes y Telecomunicaciones, que funciona con recursos asignados en el
presupuesto de dicho Ministerio.

Son principales funciones de CONASET:

A) Coordinar y formular planes, programas y proyectos que tiendan a enfrentar el


problema de seguridad de tránsito;
B) Realizar los estudios necesarios para la formulación de políticas, planes y progra-
mas;
C) Proponer cambios a la legislación y reglamentos así como a normas técnicas;
D) Servir como nexo internacional en lo referente a políticas y programas;

27
E) Coordinar las acciones Ministeriales y de Carabineros, en materias tales como,
información estadística detallada sobre la ocurrencia de accidentes con fines de in-
vestigación y estudios de prevención;
F) Formular el programo anual de trabajo y proponer el proyecto de presupuesto de
la Comisión; y
G) Informar al Presidente de la República de los resultados de la comisión y de la
evolución de la situación en el país.

En el cumplimiento de sus objetivos, diversas medidas se han implementado por


iniciativa de CONASET y, entre ellas, destacan la creación de un fondo concursable
para la detección y protección de zonas de alto riesgo; campaña de retiro de obstácu-
los visuales; registro de horas de conducción en carretera; focalización geográfica de
estadísticas; y, entre acciones de mayor alcance, el establecimiento de “Escuelas de
Conductores”, obligatorias para conductores profesionales; la revisión del sistema de
otorgamiento y renovación de licencias de conducir; la revisión del sistema de infrac-
ciones y sanciones; y, entre otras, el establecimiento de un sistema de información
integrado y la introducción del “Alcohotest”, para la detección de conductores bebidos
el que, de acuerdo a las estadísticas, disminuyó en forma importante el número de
accidentes en épocas de tradicional mayor consumo de alcohol, Fiestas Patrias, Fiestas
de Fin de Año y feriados largos.

Actualmente, CONASET mantiene convenios de mejoras de infraestructura vial con


numerosos municipios en el país y lleva coordinadamente con Carabineros, los anteceden-
tes estadísticos de la ocurrencia de accidentes en el territorio nacional, estableciendo
“puntos negros” que señalan en los mapas de las ciudades, aquellos lugares en los que se
producen reiteradamente accidentes, con el objeto de estudiar sus causas y proponer
soluciones, instando además por llevarlas a la práctica. Al mismo tiempo efectúa estudios y
campañas destinadas a disminuir el número de accidentes y sus consecuencias y asesora al
Poder Ejecutivo en la elaboración de proyectos de ley en materias relacionas con el tránsi-
to, propendiendo a la seguridad de los usuarios de vehículos y vías. Actúa, entre otras
labores que desarrolla, como consultor y gestor en materias relacionadas con la seguridad
del tránsito y de los pasos necesarios para lograr mejorar los niveles de la ocurrencia de
accidentes en todo el país.

28
No merece discusión que la labor preventiva ha dado sus frutos. Prueba de ello es
la disminución, en términos reales, de la accidentalidad y de los muertos por causa de
accidente del tránsito, de lo que es reflejo el siguiente cuadro:

Los números sobre las columnas, indican diferencia entre las cifras proyectadas y las
que corresponden a la realidad. A pesar que el número de vehículos en circulación aumenta
a lo menos en un 10% cada año, el número de muertes con ocasión de accidentes de
tránsito ha disminuido, tanto proporcional como numéricamente, sin lograrse en todo caso,
cifras ideales y de acuerdo a niveles mundialmente estimados como bajos. La política de
prevención en desarrollo debe ser estimulada y ampliada, otorgando los recursos y medios
que permitan la acción efectiva de los diversos implicados en el tema, en búsqueda de
terminar con los excesos en materia de tránsito y evitar la impunidad que se produce
muchas veces respecto de conductores irresponsables que no son sancionados en definiti-
va, ni son obligados a responder pecuniariamente por los perjuicios causados.

29
Diversas reformas a los procedimientos a aplicar en caso de accidentes de tránsito; una ma-
yor severidad en la penalidad, acompañada de una efectiva fórmula que permita hacer efectiva la
responsabilidad civil por accidentes; la introducción del sistema de puntos en la licencia de
conductor, con suspensión y cancelación automáticas de la misma, al disminuir los puntos por
haber incurrido en infracciones el titular de la licencia; y el establecimiento de una tasa fija de
alcohol en el organismo de un conductor, para presumir su estado de ebriedad, son aspectos que
se encuentran en estudio y algunos ya en trámite legislativo, en la pretensión de obtener resulta-
dos acordes en la siniestralidad, con países que poseen políticas serias y severas de prevención y
castigo. El siguiente cuadro indica las diferencias que se producen con Chile a este respecto:

Muertos por cada 10.000 vehículos

30

25

20

15

10

1975 1980 1985 1990 1995 1998


Año

USA UK JAPON CHILE ESPANA MEXICO


Las estadísticas que se incluyen a continuación, facilitarán la comprensión de algu-
nos aspectos de la problemática del tránsito y han sido elaboradas por CONASET,
cuya interesante labor puede ser consultada en sus oficinas en Santiago y visitando su
página Web, en “www.conaset.cl”, en el ámbito de Internet.

30
Víctimas por Años

Parque Muertos Víct. cada Muertos cada Vìct. cada


Año Muertos Total Automotriz Población cada
10.000 10.000 veh. 10.000 hab. 10.000 hab.
1972 1.792 víctimas
25.033 401.114 9.697.448 veh.
44,7 624 1,8 26
1973 1.719 22.971 417.767 9.660.611 41,1 550 1,8 24
1974 1.269 17.905 431.172 10.026.069 29,4 415 1,3 18
1975 1.054 15.883 445.693 10.196.428 23,6 356 1,0 16
1976 1.079 16.212 466.049 10.371.939 23,2 348 1,0 16
1977 1.071 17.723 514.180 10.550.886 20,8 345 1,0 17
1978 1.207 20.344 589.788 10.732.863 20,5 345 1,1 19
1979 1.309 23.053 608.630 10.917.465 21,5 379 1,2 21
1980 1.434 25.639 797.180 11.144.769 18,0 322 1,3 23
1981 1.552 30.405 863.038 11.327.271 18,0 352 1,4 27
1982 1.274 35.255 912.749 11.518.800 14,0 386 1,1 31
1983 1.363 32.545 916.360 11.716.769 14,9 355 1,2 28
1984 1.210 31.041 930.457 11.918.590 13,0 334 1,0 26
1985 1.049 21.343 944.564 12.121.667 11,1 226 0,9 18
1986 1.191 25.176 962.564 12.327.030 12,4 262 1,0 20
1987 1.198 25.869 972.042 12.536.374 12,3 266 1,0 21
1988 1.248 28.506 985.843 12.748.207 12,7 289 1,0 22
1989 1.465 32.889 1.018.255 12.961.032 14,4 323 1,1 25
1990 1.587 36.092 1.074.228 13.173.347 14,8 336 1,2 27
1991 1.602 37.976 1.174.194 13.385.817 13,6 323 1,2 28
1992 1.700 42.043 1.356.503 13.599.441 12,5 310 1,3 31
1993 1.760 43.543 1.476.128 13.813.224 11,9 295 1,3 32
1994 1.762 43.408 1.508.957 14.026.169 11,7 288 1,3 31
1995 1.890 47.719 1.678.675 14.237.280 11,3 284 1,3 34
1996 1.925 52.484 1.826.137 14.418.800 10,5 287 1,3 36
1997 1.883 52.540 1.988.647 14.622.354 9,5 264 1,3 36
1998 1.959 54.149 2.024.510 14.821.714 9,7 267 1,3 37
1999 1.655 52.167 2.145.437 15.017.760 7,7 243 1,1 35
2000 1.698 48.351 2.200.000 15.211.308 7,7 220 1,1 32

31
0
5
10
15
20
25
30
35
40
45
1972 50
1973
1974
1975
1976
1977
1978
1979
1980
1981
1982
1983
1984
1985
1986
Año
1987
1988
1989
1990
Muertos por cada 10.000 vehículos

1991
1992
1993
1994
1995
1996
1997
1998
1999
2000
Cantidad

0,0
0,2
0,4
0,6
0,8
1,0
1,2
1,4
1,6
1,8
2,0
1972

1973

1974

1975

1976

1977

1978

1979

1980

1981

1982

1983

1984

1985

1986

Año
1987

1988

1989

1990

1991

1992
Muertos por cada 10.000 habitantes.

1993

1994

1995

1996

1997

1998

1999

2000
Cantidad

0
100
200
300
400
500
600
700
1972
1973
1974
1975
1976
1977
1978
1979
1980
1981
1982
1983
1984
1985
1986

Año
1987
1988
1989
1990
1991
Víctimas por cada 10.000 vehículos

1992
1993
1994
1995
1996
1997
1998
1999
2000
Cantidad

0
5
10
15
20
25
30
35
40
1972

1973

1974

1975

1976

1977

1978

1979

1980

1981

1982

1983

1984

1985

1986

Año
1987

1988

1989

1990

1991

1992

1993
Víctimas por cada 10.000 habitantes

1994

1995

1996

1997

1998

1999

2000
II. DIVERSOS CASOS DE ACCIDENTES

2.1.1 – Planteamiento

Al ocurrir un accidente de tránsito, pueden darse diversas situaciones con relación a


su resultado. Puede que el accidente no cause daños, lesiones ni muerte, caso en que
se tratará de un hecho irrelevante jurídicamente hablando. No traerá consecuencias, ni
dará origen a procedimiento alguno.

La situación varía si, con motivo de la ocurrencia del accidente, se produce un re-
sultado de daños, de lesiones o de muerte, casos en los cuales derivarán del hecho
consecuencias jurídicas. Otro elemento a considerar es la ingestión alcohólica y el
posible estado de ebriedad que puedan presentar los participantes implicados.

Los daños, las lesiones, la muerte y la ebriedad, solos o combinados entre sí, de-
terminarán fundamentales diferencias en lo que dice relación con la competencia de los
tribunales, el procedimiento a aplicar en cada caso, la calificación jurídica del hecho,
prescripción de acciones, prescripción de penas o sanciones y con la penalidad y las
sanciones en sí mismas.

2.1.2 – Accidentes con resultado de daños

El resultado más corriente y habitual y el menos complejo de un accidente de trán-


sito, es que éste sólo ocasione daños, los que pueden causarse al propio agente, en su
persona o patrimonio o a terceros, ya sea en las personas o en sus bienes.

2.1.2.a – Obligación de dar cuenta del accidente

La primera obligación que debe afrontar el conductor que participe en un accidente


en el que sólo se produzcan daños, aunque se trate de daños propios del que los causa,
sin participación o daños de terceros, está establecida en el artículo 173 de la Ley de
Tránsito: “en todo accidente de tránsito en que se produzcan daños el o los partici-
pantes estarán obligados a dar cuenta de inmediato a la autoridad policial más
próxima”.

De la redacción de la ley resulta que la concurrencia a Carabineros debe ser inme-


diata, entendiéndose esta exigencia como “lo más pronto posible”, no estableciéndo-
se legalmente cuánto es el tiempo que debe mediar entre el hecho y dar cuenta del
mismo, por lo que éste será variable de acuerdo a las circunstancias: lugar en que

37
suceden los accidentes, consecuencias de los mismos, distancia que medie con la
autoridad policial y otros. La sanción, si se estimare que no se ha cumplido con la
obligación legal en estudio, la establece el inciso 2° del artículo 173 de la Ley de
Tránsito.

2.1.2.b – “Dejar Constancia” o “Formular Denuncia”

En Carabineros, si sólo se han causado daños, al concurrente le asiste un derecho: a


su elección, puede “dejar constancia” de lo ocurrido o “formular denuncia”, situa-
ciones diferentes de acuerdo a lo que dispone el artículo 184 de la Ley de Tránsito.

Si el participante en un accidente opta por hacer constar el hecho, sin efectuar de-
nuncia, Carabineros se limitará a consignarlo en el Libro de Guardia, sin retirar la
licencia, permiso u otro documento para conducir que porte el compareciente y no
efectuará comunicación alguna a ningún Tribunal.

Si opta por efectuar denuncia, Carabineros tampoco puede retirar la licencia o do-
cumento para conducir, pero debe remitir la denuncia al Juzgado de Policía Local
competente, al que queda citado el denunciante, estando facultado el Juez para decre-
tar el arresto de los rebeldes.

2.1.2.c – Denuncia efectuada directamente al Tribunal

Si sólo se ha dejado constancia o, incluso si no se ha concurrido a ninguna unidad


policial y no se ha cumplido con la obligación legal, el interesado podrá formular su
denuncia ante el Tribunal competente.

2.1.2.d – Sanción por incumplimiento. Fuga

En caso que el participante en un accidente de tránsito en que sólo se produzcan


daños, no cumpla con la obligación de concurrir a Carabineros a dejar constancia o a
formular denuncia, dispone el inciso segundo del artículo 173 de la Ley de Tránsito la
sanción: “se presumirá la culpabilidad del o de los que no lo hicieren y abandonaren
el lugar del accidente” y, si el conductor se fuga, dejando abandonado su vehículo, ya
sea que se trate de un accidente o de una simple infracción a las normas del tránsito,
“el vehículo será retirado y puesto a disposición del Tribunal competente”, de acuer-
do al inciso segundo del artículo 179 de la Ley de Tránsito.

38
2.1.2.e – Examen de alcoholemia no obligatorio. Conveniencia

En los accidentes en que sólo se producen daños, el examen de alcoholemia a los


participantes no es obligatorio, sino que el artículo 189 de la Ley de Tránsito faculta a
Carabineros para “someter a cualquier conductor a una prueba respiratoria o de otra
naturaleza destinada a detectar la presencia de alcohol en el organismo...”.

Nada impide que un conductor lo requiera. El personal de los servicios médicos


encargados de efectuarlo, “estará obligado” a practicarlo “al particular que volunta-
riamente lo solicita”, como señala el párrafo final del inciso segundo del artículo 122
de la Ley de Alcoholes.

2.1.2.f – Daños en bienes de propiedad fiscal

Si en un accidente se comprometieran daños de propiedad Fiscal, Carabineros de-


berá denunciar el hecho al Tribunal y enviará copia de la denuncia que haga al Tribu-
nal, al Consejo de Defensa del Estado o al correspondiente Abogado Procurador
Fiscal, como lo ordena el inciso segundo del artículo 185 de la Ley de Tránsito.

2.2.1 – Las lesiones. Su importancia en el procedimiento

La calificación de las lesiones que se causen en un accidente de tránsito, surgida de


las primeras atenciones que se presten a los lesionados, revestirá fundamental impor-
tancia en la determinación de los procedimientos a seguir y en los derechos y actua-
ciones de todos los participantes. Un determinado Tribunal competente conocerá del
asunto. De tal calificación dependerá también la libertad o detención de los partici-
pantes en el hecho, la obligatoriedad del examen de alcoholemia, la eventual retención
de documentos y vehículos y, en definitiva, el procedimiento judicial y las sanciones a
que puede resultar afecto el responsable. Sin embargo, la naturaleza definitiva de las
lesiones, sólo quedará establecida por la sentencia, luego de analizada la prueba y, muy
especialmente, el informe que emita el Instituto Médico Legal.

2.2.2 – Primeras atenciones a los lesionados

Se ha aceptado como válido para el inicio del procedimiento, el pronóstico origi-


nado en las primeras atenciones que recibe la víctima, emitido por el centro asistencial
que haya atendido al lesionado, sobre su gravedad, sin perjuicio de lo que con poste-
rioridad pueda determinar el examen que deberá practicar el Médico Legista.

39
Esta calificación contenida en el informe de las primeras atenciones, se toma en
consideración a nivel de policía, para determinar el procedimiento y podrá servir como
un antecedente más del proceso, pero variará si ha existido una apreciación errónea o
si el herido se agrava o se mejora, debiendo acreditarse en su oportunidad la importan-
cia y gravedad de las lesiones y de la supuesta incapacidad subsiguiente, por los me-
dios de prueba idóneos al efecto, entre los que destaca el “Informe Médico Legal”.

2.2.3 – Accidentes con resultado de lesiones leves

Si se trata de accidentes con resultado de lesiones leves, se produzcan o no daños,


la situación es similar a lo que sucede cuando sólo resultan daños, en lo relativo a los
procedimientos policiales y competencia de Tribunales.

Sin embargo, hay algunas diferencias. La obligación del conductor, que en el caso
de los daños se limitaba a dar cuenta de inmediato a la autoridad policial más próxima,
ahora se extiende a “detener su marcha, prestar la ayuda que fuese necesaria y dar
cuenta a la autoridad policial más inmediata, entendiéndose por tal cualquier fun-
cionario de Carabineros que estuviere próximo al lugar del hecho, para los efectos
de la denuncia ante el Tribunal correspondiente”, como lo indica el artículo 183 de la
Ley de Tránsito.

2.2.3.a – Obligación de denunciar

Desaparece –por la existencia de lesiones– la facultad que tenía el conductor en un


accidente con resultado sólo de daños, de dejar constancia o formular denuncia y
ahora, Carabineros debe denunciar el hecho ante el Tribunal, conforme lo dispone el
artículo 183 de la Ley de Tránsito, ya transcrito, en concordancia con la disposición
del artículo siguiente: “si en un accidente sólo resultaren daños materiales y los
conductores acudieren a dar cuenta a la unidad de Carabineros del sector, dicha
unidad hará constar el hecho en el Libro de Guardia, y sólo formulará la respectiva
denuncia ante el Juzgado de Policía Local competente, si alguno de los interesados
lo solicitare, sin retirarle la licencia, permiso u otro documento para conducir”.

2.2.3.b – Exámenes obligatorios

La presencia de lesiones de cualquier gravedad, determinará también que los parti-


cipantes en el accidente en que tales lesiones se produzcan, sean sometidos a “un
examen destinado a establecer la presencia de alcohol o de estupefacientes o de
sustancias sicotrópicas en su cuerpo”.

40
2.2.4 – Accidentes con resultado de lesiones menos graves y graves

Si a consecuencia del accidente resultaron personas lesionadas y las lesiones son


calificadas como menos graves o graves, la situación cambia, especialmente en lo que
a Tribunal competente y a procedimiento judicial se refiere.

2.2.4.a – Obligación del conductor

Dispone el artículo 66 de la Ley Nº 15.231, que “en todo accidente del tránsito en
que se produjeren lesiones o muerte de personas, el conductor que participe en los
hechos estará obligado a detener su marcha, a prestar la ayuda que fuere necesaria
y dar cuenta a la autoridad policial más inmediata”. El artículo 183 de la Ley de
Tránsito contiene una norma similar, agregando que se entiende por “autoridad poli-
cial más inmediata”, “cualquier funcionario de Carabineros que estuviere próximo
al lugar del hecho, para los efectos de la denuncia al Tribunal correspondiente”.

2.2.4.b – Naturaleza de las lesiones

Es necesario luego, distinguir la naturaleza de las lesiones resultadas del accidente,


la que en definitiva, determinará el procedimiento a seguir. Si como consecuencia de
un accidente de tránsito se causan sólo daños y/o lesiones leves, “las unidades de
Carabineros enviarán la denuncia y los documentos o licencias al Juzgado de Policía
Local correspondiente” de acuerdo a lo que dispone el inciso 1° del artículo 185 de la
Ley de Tránsito. Pero, según ordena el inciso 3° del mismo artículo, si en los acciden-
tes de tránsito resultaren “lesiones menos graves, graves o la muerte de alguna per-
sona y en los casos de manejo de vehículos en estado de ebriedad o bajo la influencia
de estupefacientes o sustancias sicotrópicas, Carabineros remitirá, junto con la
denuncia, los documentos o licencias al Juzgado del Crimen correspondiente”.

2.2.4.c – Sanción en caso de fuga

En los accidentes con resultado de lesiones o muerte de personas, se presumirá la


responsabilidad del conductor que no detenga su marcha, preste la ayuda que fuere
necesaria y dé cuenta a la autoridad policial más inmediata, como dispone el inciso
segundo del artículo 66 de la Ley Nº 15.231. Similar disposición contiene el artículo
183 de la Ley de Tránsito, como ya hemos señalado.

Cada caso es específico y será una cuestión de hecho que deberá ser decidida por el
Juez, su calificación como fuga, ya que diversas circunstancias pueden determinar una

41
conducta que, a simple vista, se pueda calificar como tal, pero que en realidad no lo es
y se ha debido a las circunstancias.

2.2.4.d – Retiro del vehículo de la circulación

Solo si el resultado fuere de lesiones graves o muerte, los vehículos participantes en


un accidente del tránsito “serán retirados de la circulación por Carabineros y puestos
a disposición del Tribunal correspondiente, en los locales que, para tal efecto, debe-
rán habilitar y mantener las Municipalidades”, de acuerdo al artículo 180 de la Ley
de Tránsito.

2.2.4.e – Exámenes obligatorios

Con relación al alcohol y la ebriedad y a la conducción bajo la influencia de estupe-


facientes o de sustancias sicotrópicas, en los casos de accidentes en que resulten
lesiones o muerte, el conductor o el peatón que haya tenido intervención en el mismo,
“serán sometidos a examen destinado a establecer la presencia de alcohol o de
estupefacientes o sustancias sicotrópicas en su cuerpo”, disposición de carácter
obligatorio establecida en el artículo 190 de la Ley de Tránsito, la que además señala
“en estos casos, los funcionarios de Carabineros deberán practicar al conductor y
peatón los exámenes respectivos y, de carecer en el lugar de los elementos técnicos
necesarios para ello, los llevarán de inmediato al más próximo servicio de asistencia
pública, hospital o posta de primeros auxilios de los servicios de salud, para tales
fines”.

2.2.5 – Informe Médico Legal

La naturaleza e importancia de las lesiones serán establecidas en definitiva en la


sentencia, con los antecedentes que se agreguen al proceso entre los medios de prueba
que franquea la ley para crear conciencia en el Juez y, principalmente y en forma
generalmente decisoria, por el informe que emita el Médico Legista que se designe,
previa orden del Juez y con examen físico del afectado y pleno conocimiento de los
antecedentes clínicos del afectado.

La calificación médico legal de las lesiones se encuentra inserta en el concepto de pro-


tección a la integridad corporal y a la salud. La integridad corporal, como bien protegido,
significa la cantidad, estructura y disposición de las partes del cuerpo, anatómicamente
consideradas. La salud, en cambio, se refiere al normal funcionamiento, desde el punto de

42
vista fisiológico, de los órganos del cuerpo humano, pero es extensiva también a la salud
mental, o sea, al equilibrio de las funciones psíquicas11.

En la práctica, el lesionado deberá prestar declaración y será enviado con un oficio


a ser examinado al legista, el que informará sobre las lesiones que constate, directa-
mente al Juez. Tal informe constituye en materia de prueba, una presunción fundada
que, como tal, puede ser desvirtuada.

2.2.6 – Gravedad de las lesiones

Según la importancia de las lesiones, sus consecuencias en el procedimiento a apli-


car y las sanciones que correspondan en cada caso, serán diferentes.

2.2.6.a – Mutilaciones

La más grave e importante de las lesiones, la mutilación, pérdida o extirpación de


un órgano o parte del cuerpo, a que se refieren tratándose de delitos, los artículos 395
y 396 del Código Penal, no tiene cabida tratándose de accidentes, ya que por no
mediar en estos casos una acción volitiva, dirigida precisamente a causar la lesión
como resultado buscado, no ha habido dolo directo ni eventual, como puede darse en
el delito de manejo en estado de ebriedad. La concurrencia de mutilaciones como
resultado de un accidente de tránsito, no determinará cambios en los aspectos de
competencia ya estudiados y sólo podrá ser considerada a la época del fallo, en el caso
de regularse indemnizaciones, incidiendo en la regulación de su monto y para agravar
la penalidad a aplicar.

En el ámbito de las figuras cuasidelictuales, la sanción a aplicar en definitiva al res-


ponsable de lesiones gravísimas y mutilaciones que detalla la norma legal, se verá
agravada en un grado, de acuerdo a lo que dispone el artículo 196 B de la Ley de
Tránsito.

2.2.6.b – Lesiones graves

Las lesiones serán en definitiva graves, menos graves o leves. Las graves, admiten
una diferenciación entre gravísimas y graves propiamente tales. Son gravísimas las
referidas en el Nº 1° del artículo 397 del Código Penal: “Si de resultas de las lesiones
queda el ofendido demente, inútil para el trabajo, impotente, impedido de algún
miembro importante o notablemente deforme”. Por “demente” debemos entender una
expresión amplia, sinónimo de enajenación mental, trastorno profundo en las esferas

11
Etcheberry, Alfredo, Derecho Penal, Santiago Carlos E. Gibbs A., Editor, 1965, t. III, pp. 106 y ss.

43
intelectual, volitiva o afectiva, con compromiso de la normalidad psíquica. Debe ser un
trastorno permanente y no necesariamente perpetuo.

La inutilidad para el trabajo se refiere a cualquier trabajo futuro razonablemente


posible, dentro de las aptitudes y capacidades que presentaba la víctima antes de sufrir
el accidente. La impotencia se referirá tanto a la que impide la realización del coito,
como a la que impide la capacidad de engendrar. El impedimento de algún miembro
importante se refiere a la idea de poder “valerse por sí mismo” o “desempeñar una
función natural”. Tratándose de cuasidelitos, comprende tanto la figura del impedi-
mento como la mutilación.

Las lesiones “simplemente graves”, aparecen definidas en el Nº 2° del artículo 397


del Código Penal, como las que “produjeren al ofendido enfermedad o incapacidad
para el trabajo por más de treinta días”.

2.2.6.c – Lesiones menos graves y leves

Las lesiones menos graves, por su parte, de acuerdo al artículo 399 del Código Pe-
nal, son aquellas que no quedan comprendidas entre las graves gravísimas y las graves
propiamente tales y, por exclusión, las que no son lesiones leves. Por tanto, serán
generalmente calificadas como menos graves, las que no siendo gravísimas, causen
enfermedad o impedimento para el trabajo por 30 días o menos y hasta el límite de lo
que debe entenderse por lesión leve. Se ha resuelto que el artículo 399 del Código
Penal reputa como de mediana gravedad a todas aquellas lesiones no comprendidas en
las disposiciones que lo preceden, o sea, todas las que producen simple incapacidad o
enfermedad por menos de treinta días, sin ninguna otra de las complicaciones previstas
en la misma ley. En la calificación de las lesiones leves –que queda entregada por
entero al arbitrio del tribunal– no se contempla, en ningún caso, la duración de las
mismas, sino que el legislador solo orienta el criterio del tribunal de acuerdo con la
calidad de las partes y las circunstancias del hecho12.

Estamos en presencia de lesiones leves, de acuerdo a la calificación aceptada por el


Código Penal, artículo 494 Nº 5, que al tratar de las faltas, las define como aquellas
que “en concepto del Tribunal, no se hallaren comprendidas en el artículo 399,
atendidas la calidad de las personas y las circunstancias del hecho”. Refiriéndose el
artículo 399 citado a las lesiones menos graves, señala que son leves las que sean
menores que menos graves.

12
C. de Santiago, 28 de diciembre de 1961, Revista t. VIII, Sección Cuarta, p. 374.

44
Tratándose de lesiones menos graves y leves, el límite no está determinado en la ley, a
pesar de la notoria importancia que tal calificación tiene en materia de cuasidelitos o faltas.
En uno u otro caso cambia la competencia del Tribunal, entre Juzgado del Crimen y
Juzgado de Policía Local, la penalidad, el procedimiento, antes del Tribunal y en el Tribu-
nal. Su calificación queda entregada, en último término, al criterio del Juez y se deben
considerar factores subjetivos, como la calidad de las personas y la apreciación que se logre
sobre las circunstancias del hecho.

Para los efectos de la Ley de Alcoholes, tratándose del delito de manejo en estado
de ebriedad, se reputarán leves “todas las lesiones que produzcan al ofendido enfer-
medad o incapacidad por un tiempo no mayor de siete días”, según dispone el inciso
primero del artículo 121 de dicha Ley.

2.2.6.d – Caso especial: “lesiones propias”

Una situación diversa se presenta cuando el autor de la infracción o del descuido


del que resulte el accidente, sea el único lesionado. Por tratarse de un hecho en el que
no existe la intención de lesionarse ni hay otras personas afectadas en lo físico, no hay
cuasidelito y, por consiguiente, el hecho no merece sanción en su aspecto penal, ya
que solamente podría implicar sanciones contravencionales si mediaron infracciones.
Causarse lesiones no aparece tipificado como hecho punible en la legislación chilena.

Si el conductor del vehículo culpable es el único lesionado y se trata de lesiones de


mediana gravedad o graves, el Juez en definitiva deberá sobreseer la causa sin aplicar
sanciones. Si las lesiones son leves, no existe problema, por cuanto conocerá de ellas
el Juez de Policía Local, involucrando lo infraccional y los daños, sin sancionar las
lesiones propias del infractor, lo que no podría hacer. Puede sancionar la infracción y
regular, como derivado de la conducta infraccional, las indemnizaciones de perjuicios
a que haya lugar por los daños que se hayan causado. Existiendo lesiones leves, el
Juez del Crimen debe declarar su incompetencia y remitir los antecedentes al Juez de
Policía Local, que sancionará la conducta infraccional.

Pero el problema se produce cuando se trata de lesiones menos graves o graves del
propio autor de la conducta infraccional, ya que si se sobresee la causa temporalmente,
como normalmente ocurre, el afectado con los daños que causó el lesionado no tiene
Tribunal competente en que perseguir las responsabilidades que caben por dichos
daños, ya que el Juez del Crimen que conoce del asunto no tiene competencia para
pronunciarse sobre infracciones que no sean elemento de o constituyan cuasidelito,
elemento fundamental e indispensable si no hay conducta cuasidelictual, para perseguir
el cobro de los daños.

45
Se ha resuelto con propiedad, que la competencia no puede ser alterada por impu-
tabilidad del hecho al lesionado13, por lo que no se trata de una cuestión de competen-
cia. Es simplemente la no existencia de un hecho punible, no obstante la evidencia de
existir una conducta infraccional, lo que hace procedente en estos casos ante el juzga-
do criminal, el sobreseimiento definitivo en los términos del artículo 67 de la Ley Nº
15.231.

2.2.7 – Restricción a la libertad personal del conductor

Si como consecuencia de un accidente de tránsito solo resultan daños, el conductor


participante no verá restringida su libertad personal.

Pero si resultaron lesionados como consecuencia del hecho, el conductor quedará rete-
nido en Carabineros hasta que las lesiones se califiquen por el centro asistencial y será
puesto en libertad de inmediato, con citación al Tribunal, si el informe preliminar indica que
las lesiones son leves o que revisten mediana gravedad.

Por el contrario, si las lesiones resultan ser graves luego de este primer examen o se
ha causado la muerte, el conductor quedará detenido en Carabineros, para ser puesto a
disposición del Juzgado del Crimen con competencia territorial, en la primera audien-
cia. Durante su detención y hasta que preste declaración, el detenido no puede comu-
nicarse con personas extrañas a sus custodios. Una vez efectuada la declaración, el
Juez decide la situación del detenido, el que normalmente, atendida la característica de
cuasidelictual del hecho y la baja penalidad que en definitiva puede corresponder al
responsable, queda en libertad.

Diferente es la situación en cualquier accidente, ya sea con resultado de daños, le-


siones o muerte, en que el conductor se desempeñe en estado de ebriedad o con
concurrencia de estupefacientes o de sustancias sicotrópicas, ya que en ese caso,
existirá delito.

2.3.1 – Accidentes con resultado de muerte

Si como consecuencia de un accidente de tránsito resulta la muerte de alguna per-


sona –conductores, pasajeros, peatones–, estamos en presencia de un cuasidelito de
homicidio.

13
C. Suprema, 11 de noviembre de 1987, Fallos del Mes, N° 348, p. 825.

46
Los trámites y obligaciones a que debe someterse el conductor implicado en un he-
cho de esta naturaleza, son los mismos que en el caso de las lesiones graves y menos
graves.

2.4.1 – Alcohol, estupefacientes o sustancias sicotrópicas en los accidentes. La


ebriedad. Legislación aplicable

Factor muy importante en los accidentes del tránsito, es que alguno de los conduc-
tores haya ingerido alcohol, estupefacientes o sustancias sicotrópicas. La presencia
de estas sustancias será causal de autoría de las diversas figuras y tipos legales que
pueden afectar a los conductores con relación a su comportamiento y, salvo situacio-
nes muy especiales que deben analizarse en cada caso, la enajenación producida no
eximirá ni atenuará la eventual responsabilidad infraccional o delictual, en su caso, del
conductor. Se ha definido judicialmente la ebriedad alcohólica, como “el conjunto de
alteraciones tóxicas con perturbaciones fundamentalmente neuro psíquicas que se
producen en el organismo como consecuencia de la ingestión de bebidas alcohóli-
cas”14.
El artículo 189 de la Ley de Tránsito, entrega a carabineros la facultad de “someter
a cualquier conductor a una prueba respiratoria o de otra naturaleza, destinada a
detectar la presencia del alcohol en el organismo o acreditar el hecho de conducir
bajo la influencia de estupefacientes o sustancias sicotrópicas” y el artículo 190,
establece para todos los conductores y peatones que hayan tenido participación en un
accidente de tránsito del que resulten lesiones o muerte, la obligación de ser sometidos
a un examen destinado a establecer la presencia de alcohol o de estupefacientes o
sustancias sicotrópicas.

En materia de alcohol, puede ocurrir el caso de conducción “bajo la influencia del


alcohol” o de conducción “en estado de ebriedad”. Hay que hacer notar que por la
posibilidad cierta y asequible de comprobar o detectar la ingestión alcohólica, se habla
genéricamente de conducción en estado de ebriedad, siendo necesario considerar que
las mismas normas y situaciones tienen aplicación tratándose de ingestión de estupefa-
cientes y sustancias sicotrópicas, más difíciles de detectar y menos difundidas, no
obstante los avances últimos en la aplicación de tests específicos, a partir de diciembre
de 1998. El Nº 1° del artículo 197 de la Ley de Tránsito tipifica como infracción
gravísima “conducir un vehículo bajo la influencia del alcohol, estupefacientes o
sustancias sicotrópicas”.

No aparece determinado en las normas legales, cuándo debe entenderse que un


conductor se desempeña en estado de ebriedad o impedido por efectos de alcohol u
14
C. de Punta Arenas, 2 de mayo de 1991, Revista, Tomo LXXXVIII, Sección Cuarta, p. 96.

47
otras sustancias, cuándo bajo la influencia de ellas, ni cuándo lo hace sin caer en
sanción, a pesar de que pueda mostrar síntomas de ingestión. Esta falta de definición
que nos ha parecido lógica, ya que no estimábamos una buena solución determinar
legalmente que, de acuerdo al resultado de un examen, desde tal graduación debe
entenderse que hay o no hay ebriedad o impedimento, en razón de que cada individuo
reacciona en forma diferente a los estímulos y a la cantidad ingerida, que a algunos
puede dejar en estado comatoso, a otros puede no afectarles y no alterar sus reaccio-
nes. Sin embargo, siempre hemos señalado y aconsejado que, en razón de la propia
seguridad y de la de los terceros que pueden verse afectados, todo conductor debe
abstenerse de conducir, cualquiera sea la cantidad de alcohol o sustancias que ingiera y
el efecto que aparentemente tal ingestión provoque, atendido el hecho que se ha
comprobado que no siempre un mismo individuo reacciona igual ante la misma canti-
dad consumida.
La jurisprudencia ha sido reiterativa y constante, aunque no unánime, para sancio-
nar como autor de delito al que aparece conduciendo con 1,00 o más gr/oo de alcohol
en la sangre, no obstante que se conocen casos en que nuestros tribunales han absuelto
a conductores que han presentado 2,50 gr/oo o más.
En el último tiempo se estudia seriamente la posibilidad de establecer en Chile una
“tasa legal”, que entregue una presunción de ebriedad a partir de determinada dosis de
alcohol en el organismo de un conductor, posición de la que nos hemos convertido en
entusiastas propulsores. A este respecto, el eminente jurista uruguayo Dr. Carlos
Tabasso, en un interesante trabajo presentado en varias reuniones de expertos, ha
terminado de convencernos, al señalar en “Significación de las Tasas Legales de
Alcoholemia”, la conveniencia de aplicar criterios estrictos en la represión del consu-
mo de alcohol entre conductores, como una manera eficiente de prevenir accidentes
causados por conductores ebrios. El Dr. Tabasso incluye en su trabajo los siguientes
datos ilustrativos, indicando las tasas legales adoptadas en diferentes países:

48
0,00 gr/lt Bulgaria Checoslovaquia Hungría Rumania Rusia
0,20 gr/lt Polonia Suecia
0,30 gr/lt España (novatos, vehículos de transporte de mercancías con un peso
máximo autorizado superior a 3.500 kg., de transporte de viajeros de
mas de nueve plazas, o de servicio público, al escolar o de menores, de
mercancías peligrosas o de urgencia o transportes especiales)
0,50gr/lt España (tasa general) EE.UU. (mayoría de sus estados)
Finlandia Francia (superior a 0,5 g/l e inferior a 0,8
g/l, retiro de 3 puntos del permiso de con-
ducir y multa de 900 F. A partir de 0,8
g/l, se comete un delito pasible de pena de
suspensión del permiso y retiro de 6 pun-
tos)
Holanda Islandia
Noruega Portugal Yugoslavia
0,60 gr/lt Brasil Grecia
0,80 gr/lt Alemania Austria
Bélgica Dinamarca
Gran Bretaña Irlanda
Italia Luxemburgo
México Suiza
Uruguay (0,00 gr/lt para conductores de vehículos de transporte de pasajeros)
Venezuela
Sin tasa legal: – Chile
– Argentina (en el ámbito federal).

49
La Ley Nº 17.105 sobre Alcoholes y Bebidas Alcohólicas contiene la mayor parte
de las normas aplicables a los conductores que se desempeñen en estado de ebriedad o
bajo la influencia del alcohol, tanto en cuanto a la tipificación de las conductas y su
penalidad, como en lo que dice relación con normas procesales, todas las que han
modificado en forma importante los Códigos Penal y de Procedimiento Penal.

Parece muy importante destacar y llamar la atención respecto a la importancia de la


ingestión alcohólica y su incidencia en los accidentes de tránsito. De acuerdo a antece-
dentes recopilados por CONASET, “Comisión Nacional de Seguridad de Tránsito”,
en un estudio basado en datos del Departamento de Administración Policial de la
Universidad de Indiana, USA, que estudió el comportamiento de 5.985 conductores en
la ciudad de Grand Rapids, Michigan, se estableció que el riesgo de verse involucrado
en un accidente empieza a aumentar desde una tasa de 0,50 gr/oo de alcohol en la
sangre, llegando a multiplicarse por tres dicho riesgo con tasa de 1,00 gr/oo y por
once con 1,50 gr/oo, llegando a veinte veces cuando la ingestión alcohólica presente
en la sangre del conductor llega a rangos superiores a 1,60.

El inciso 2° del artículo 181 de la Ley de Alcoholes dispone que, si a consecuencia


del desempeño en estado de ebriedad sólo resultan daños, “se seguirá la causa por los
trámites del juicio ordinario por crimen o simple delito de acción pública, regido por
el Código de Procedimiento Penal, con las modificaciones que se señalan en el
artículo 122”, otorgando además competencia al Juez Civil ordinario, en procedi-
miento sumario, para el caso de no haberse ejercitado acción civil en el procedimiento
penal.

Desempeñarse en estado bebido al conducir, es también una presunción de respon-


sabilidad, de acuerdo a lo dispuesto en el Nº 3 del artículo 172 de la Ley de Tránsito y,
en lo que a los peatones respecta, el artículo 176 de la misma Ley, presume su culpa-
bilidad en caso de accidente.

2.4.1.a – Examen de alcoholemia y pruebas respiratorias

Alcoholemia es la cantidad de alcohol contenida en el torrente sanguíneo. El exa-


men de alcoholemia consiste en extraer algunas gotas de sangre al examinado para
someterla a una técnica de reacciones químicas –el “Micrométodo de Widmarck”–
del que resulta determinado, con alto grado de precisión y certeza, el porcentaje de
alcohol al tomarse la muestra en el torrente sanguíneo y en el resto del organismo,
tejidos musculares, óseos y masa cerebral, de lo que puede deducirse el compromiso
psíquico o neurológico que pudo haber afectado al individuo15.
15
C. de Punta Arenas, 2 de mayo de 1991, Revista, Tomo LXXXVIII, Sección Cuarta, p. 96.

50
La práctica diaria señala que se trata de un método que da bastante seguridad y que re-
fleja la realidad en la mayoría de los casos, debiendo destacarse que existen excepciones,
principalmente constituidas por factores personales de los examinados, que redundarán en
la inexistencia de ebriedad a pesar de un resultado alto, como se ha acreditado y aceptado
en algunos casos por los Tribunales. Al examinado se le extrae sangre, la que se deposita
en dos frascos especialmente diseñados para el efecto, dejándose uno para el análisis
inmediato y el otro para la eventualidad de ser necesaria una contra-muestra o ratificación
del primer resultado.

La mayoría de los especialistas consideran que una tasa de 40 a 60 milígramos por


1.000 (0,4 a 0,6 o/oo) es normal y que una pequeña graduación no significa necesa-
riamente que una persona haya ingerido alcohol. Cantidades superiores, dejan ya de
ser normales y pasan a producir efectos de la más variada naturaleza en el organismo.
El tiempo transcurrido entre el consumo y la toma de la muestra también influye en el
resultado, porque la absorción no es inmediata a la ingestión y el proceso de elimina-
ción es largo, descendiendo lentamente la concentración de alcohol en la sangre,
aceptándose en rangos de 0,10 a 0,12 gramos por 1.000 centímetros cúbicos cada
hora. La completa eliminación debe producirse al cabo de 12 horas.

Ha sido unánimemente aceptado el examen de sangre que permite comprobar la


tasa de alcoholemia, como elemento fundamental y más o menos decisorio en materia
de conducción con influencia del alcohol, existiendo consenso en estimar que espe-
cialmente a partir de concentraciones de 0,5 gr. por 1.000, se producen limitaciones
para conducir a pesar de que aparentemente no exista intoxicación. La Organización
Mundial de la Salud aconseja como límite de tolerancia, la cifra de 0,8 gr/l, la misma
que ha aceptado el Consejo de Europa.

2.4.1.b – Pruebas respiratorias para detectar alcohol. Prohibición temporal de


conducir. Alcotest

En caso que la prueba destinada a detectar la presencia de alcohol en el organismo


o acreditar el hecho de conducir con influencia de estupefacientes o sustancias sico-
trópicas resulte positiva, ordena el inciso primero del artículo 120 de la Ley de Alco-
holes, que Carabineros podrá prohibir la conducción por el tiempo que fuere necesario
para la recuperación del afectado, el que no podrá exceder de tres horas desde la
constatación, salvo que se haya incurrido en el delito de manejo en estado de ebriedad,
caso en el que deberá quedar detenido. El conductor sorprendido en estado bebido
puede ser llevado a la Comisaría, a menos que acepte inmovilizar su vehículo o lo
entregue a otra persona para que lo conduzca, sin su participación, sin perjuicio de la
denuncia al tribunal correspondiente y el castigo de las infracciones en que haya podi-

51
do incurrir el examinado. Se sanciona además al conductor que condujere el vehículo
durante el tiempo de la prohibición, considerándose que incurre en infracción a la Ley
de Alcoholes o al número 1° del artículo 197 de la Ley de Tránsito, según sea el caso
y el resultado del examen.

A partir de agosto de 1996 se ha dotado a Carabineros de un instrumento denomi-


nado “Alcotest”, “Alcohotest” o “Alcoholómetro”, que funciona por expiración del
aliento del examinado en una boquilla desechable, conectado a un microcomputador
con impresora, que entrega el resultado de la prueba en breves segundos, además, en
una pantalla digitalizada y la memoriza. La aplicación del test es legal y obligatoria y,
según lo expresado por un autor, “la determinación del alcohol en el aire espirado se
basa en la ley de Henry, sobre los intercambios entre un gas, un vapor y un líquido.
Existe una relación constante entre la cantidad de alcohol que hay en un cierto
volumen de aire espirado y en la sangre. Esta relación viene a ser de 1/2.000, es
decir, 12 cc de sangre contienen tanto alcohol como 2.000 cc de aire alveolar. Es
éste un método bastante exacto y de una gran rapidez y sencillez”16.

El artículo 190 de la Ley de Tránsito, amplió el concepto del valor de informe peri-
cial, estableciendo su inciso segundo, que “el resultado de los exámenes o comproba-
ciones hechos por medios idóneos, tendrá el mérito probatorio de informe pericial y
el funcionario que lo practique estará exento de la obligación de prestar juramento y
no requerirá de nombramiento especial”. Concordada esta disposición con el artículo
189 y con el inciso primero del mismo artículo 190, queda claro que tiene valor de
pericia “el examen o la comprobación hecha por medios idóneos”.

No conocemos casos puntuales en que exista marcada diferencia entre el resultado del
alcotest y el del examen de alcoholemia. Por el contrario, los valores de ambos son muy
aproximados, variando en no más de uno o dos gramos de alcohol por mil en el torrente
sanguíneo, sin llegar a variar la calificación del hecho por aplicación de uno u otro método
y se ha apreciado que la aplicación del sistema, ha traído una disminución apreciable en los
casos de ebriedad en la conducción.

2.4.1.c – Conducción bajo la influencia del alcohol

Conducir un vehículo bajo la influencia del alcohol, estupefacientes o sustancias


sicotrópicas, constituye una infracción gravísima a las disposiciones de la Ley de
Tránsito, penada con multa de $ 35.400. (monto para 2001, que se reajusta anual-

16
López-Muñoz G., Miguel, Accidentes de Tráfico, 2º ed., Madrid: Editorial Colex,1995, p. 345, citando a
Juzgado del Rincón, V., en: Alcohol y Accidente de Tráfico, Boletín de Patología Médica (Madrid) Nº 10, pp.
222-229, (1970).

52
mente en febrero de acuerdo a la variación del IPC) y con suspensión de la licencia de
conductor de diez a noventa días, según determinación del Juez, de acuerdo a lo que
dispone la letra a) del artículo 208 de la Ley de Tránsito, que en el caso de la infrac-
ción en estudio, aplica el doble de la suspensión acordada para los otros casos de
infracciones gravísimas. La reincidencia tendrá importancia para los procedimientos de
cancelación de la licencia de conductor y de suspensión de la misma por acumulación
de anotaciones de infracciones.

Si con ocasión de un accidente resultaren lesiones leves, “el conductor que sin in-
currir en el delito de manejar en estado de ebriedad, condujere un vehículo bajo la
influencia del alcohol, drogas o estupefacientes y causare lesiones leves, sufrirá la
pena de prisión en su grado mínimo y suspensión de tres a seis meses de la licencia
de conducir vehículos”, según dispone el inciso primero del artículo 62 de la Ley Nº
15.231. La prisión en su grado mínimo comprende de uno a veinte días.

2.4.1.d – Juzgado competente en casos de alcohol

Tanto el que conduce “bajo la influencia del alcohol”, como el que haciéndolo,
causa daños o lesiones leves, será juzgado por el Juez de Policía Local y sancionado
en la forma que se ha indicado en el párrafo precedente. Pero, si la conducción se
califica como “en estado de ebriedad”, aunque no se cause daños ni lesión alguna, el
conocimiento del asunto corresponderá al Juez del Crimen debido a que cuando la
ingestión alcohólica se convierte en ebriedad, ya no estamos en presencia de una
simple infracción o de una falta menor. Se ha tipificado el delito de conducir en estado
de ebriedad.

2.4.1.e – Delito de conducir en estado de ebriedad

“Todo maquinista de embarcación y ferrocarriles, como así mismo todo conductor


de vehículos motorizados o a tracción animal, guardafrenos o cambiador que se
desempeñe en estado de ebriedad, será castigado con presidio menor en su grado
mínimo y multa de medio a dos sueldos vitales, aunque no cause daño alguno, o sólo
causare daños materiales o lesiones leves”, prescribe el artículo 121 de la Ley de
Alcoholes. El cuerpo del delito en este caso no es la ebriedad, sino el conducir un
vehículo motorizado o de tracción animal en estado de ebriedad. En consecuencia, dos
son los elementos que configuran en la ley chilena este delito: a) conducir un vehículo
de la clase señalada; y b) el hacerlo en estado de ebriedad17.

17
C. de Santiago, 13 de enero de 1983, Revista, Tomo LXXX, Sección Cuarta, p. 10 y 11.

53
El inciso cuarto de la disposición, señala que “se entenderá que hay desempeño en
estado de ebriedad aun respecto de los que, encontrándose ebrios, fueren sorprendi-
dos en circunstancias que hagan presumir que se aprestan a actuar en ese estado, o
que acaban de hacerlo”.

Se trata en este caso, de personas que están próximas a un vehículo, del que acaban
de descender y que tienen signos de ingestión alcohólica o de las que son sorprendidas
en la que se ha dado en llamar “posición de manejo” y, que por la propia ebriedad, se
encuentren durmiendo o que, por su estado, no puedan hacer funcionar su vehículo.
Se sanciona la intención de conducir y también el hecho de haber terminado de hacerlo
en esas condiciones inapropiadas.

2.4.1.f – Lesiones leves. Cuando se entiende que lo son para efectos de la Ley de
Alcoholes

Para la Ley de Alcoholes “se reputarán leves”, para los efectos de la tipificación del
delito, “todas las lesiones que produzcan al ofendido enfermedad o incapacidad por
un tiempo no mayor de siete días”, de acuerdo a la parte final del inciso primero de su
artículo 121.

2.4.1.g – Delito de conducir en estado de ebriedad causando lesiones menos


graves o graves

Si el conductor, como consecuencia de desempeñarse en estado de embriaguez,


causare lesiones menos graves o graves a una o más personas, será castigado con
presidio menor en su grado medio y multa de uno a tres sueldos vitales, de acuerdo al
inciso segundo del artículo 121 de la Ley de Alcoholes. El presidio menor en su grado
medio comprende de 541 días a tres años.

2.4.1.h – Delito de conducir en estado de ebriedad causando muerte

Si el resultado del hecho fuere la muerte de una o más personas, el conductor ebrio
sufrirá la pena de presidio menor en su grado máximo, esto es, de tres años y un día a
cinco años y multa de dos a cuatro sueldos vitales, de acuerdo a la tipificación que
contiene el inciso tercero del artículo 121 de la Ley de Alcoholes.

2.4.1.i – Penas accesorias

En todos los casos de penalización por manejo en estado de ebriedad, debe impo-
nerse como pena accesoria, según lo ordena el inciso séptimo del artículo 121 de la

54
Ley de Alcoholes y sin perjuicio de otras que corresponda aplicar, de acuerdo a las
disposiciones del Código Penal, el retiro o suspensión de la licencia de conductor por
el término de seis meses a un año, si el resultado fuere sólo de daños y/o lesiones
leves; uno a dos años si se causaren lesiones menos graves o graves; y de dos a cuatro
años si se causare la muerte. Las suspensiones de licencia se aumentarán al doble en
caso de reincidencia y se decretará el retiro definitivo de la licencia, cuando el Juez
estime que el manejo por el culpable ofrece peligro para el tránsito o la seguridad
pública.

Las penas accesorias, dispone el inciso siguiente, no podrán ser suspendidas pero,
tratándose del retiro definitivo de la licencia, el Juez podrá alzar la prohibición de
manejar, cuando nuevos antecedentes así lo justifiquen, en las condiciones que estu-
diaremos a continuación.

2.4.1.j – Retiro definitivo de la licencia de conductor

En todos los casos de reincidencia en delitos por manejo en estado de ebriedad,


además de aumentarse al doble el tiempo máximo de suspensión de la licencia, el Juez
debe decretar el retiro definitivo del permiso, cuando estime que el manejo de vehícu-
los por el culpable ofrece peligro para el tránsito o la seguridad pública, como lo
prescribe la parte final del inciso quinto del citado artículo 121 de la Ley de Alcoholes.

Sin embargo, el Juez del Crimen podrá, en los casos de cancelación de licencia,
después de transcurrido el tiempo requerido para la prescripción de la pena principal,
alzar la prohibición de manejar, cuando nuevos antecedentes así lo justifiquen, de
acuerdo a lo que autoriza el sexto inciso del artículo 121 en estudio. Será necesario
acreditar al Juez estos nuevos antecedentes, para lo que no existe plazo ni procedi-
miento establecido.

2.4.1.k – Fuga del conductor

Para los efectos de la Ley de Alcoholes, la circunstancia de huir del lugar en que se
hubiere cometido alguno de los delitos relacionados con la conducción en estado de
ebriedad, “será apreciada por el Juez como una presunción que podrá ser suficiente
para establecer la culpabilidad del imputado”, como lo señala el inciso primero de su
artículo 122.

El inciso tercero del artículo 190 de la Ley de Tránsito, señala que “la negativa injusti-
ficada a someterse a los exámenes establecidos en el artículo 189 e inciso primero de este
artículo, o la circunstancia de huir del lugar en que hubiese ocurrido el accidente, será

55
considerada como presunción legal del estado de ebriedad o de intoxicación por estupe-
facientes o sustancias sicotrópicas, según el caso”.

2.4.1.l – Examen de alcoholemia a quien lo solicite

El personal llamado a practicar el examen de alcoholemia estará obligado a efec-


tuarlo a cualquier particular que voluntariamente lo solicite, como lo ordena el inciso
segundo del artículo 122 de la Ley de Alcoholes, en su párrafo final.

2.4.1.m – Detención y excarcelación en caso de desempeño en estado bebido

El último inciso del artículo 122 de la Ley de Alcoholes dispone que “el detenido
será siempre puesto a disposición del Juez, quien no podrá decretar su excarcelación
sino una vez que le haya tomado declaración indagatoria, y de acuerdo con las
reglas generales”.

2.5.1 – Conductor que presta auxilio en un accidente.

Una importante causa de mortalidad en los accidentes, la constituye la falta de au-


xilio oportuno a las víctimas, por lo que se ha desarrollado, cada vez con más eficien-
cia, la atención médica de primeros auxilios.

Sin embargo, era corriente ver que, ante la presencia de un accidente y de lesiona-
dos en la vía, los conductores de vehículos motorizados evitaran detenerse para
prestar auxilio a las víctimas, conociéndose el caso de personas que lo hicieron y que
quedaron retenidas por la eventual participación que pudo caberles en los hechos y
sólo fueron puestas en libertad una vez decidida su situación por el Juez competente,
con uno o más días de privación de libertad.

La Ley de Tránsito solucionó este problema al incluir en su texto el artículo 191,


que establece que “el conductor que sin haber participado en el accidente, recogiere
a los lesionados y los llevare, por iniciativa propia, a una Posta de Auxilio, dejará en
ésta los datos de su individualización que consten en la licencia de conductor o
concurrirá a hacer esta declaración a la unidad policial más próxima. La Posta o
Carabineros en su caso, evacuarán en el menor tiempo posible esta diligencia para
evitar mayores molestias al referido conductor”.

2.6.1 – La C.I.A.T. de Carabineros. Valor probatorio del informe

El artículo 186 de la Ley de Tránsito dispuso que “se crearán en Carabineros de


Chile, Unidades Técnicas de Investigación de Accidentes de Tránsito, en aquellos

56
lugares que la dirección de esa institución estime necesario”. Actualmente, se trata
de la “Comisaría de Investigaciones de Accidentes de Tránsito”, Nº 33, a la que le
corresponde practicar indagaciones, recoger los datos y elementos de prueba relativos
a las causas y circunstancias del accidente y emitir un informe técnico sobre ellas para
el Tribunal que conozca de los hechos.

Los conductores y los peatones que hayan tenido intervención en un accidente de


tránsito deberán facilitar las investigaciones, inspecciones y estudios que los investiga-
dores estimen necesario realizar en los vehículos y con las personas.

El informe de CIAT será remitido directamente al Tribunal, con las formalidades que
establece el artículo 188 de la Ley de Tránsito, el que además, regula en su inciso segundo,
que dicho informe será estimado por el Juez como una presunción fundada respecto de los
hechos que afirme y de las conclusiones técnicas que establezca. Al ser apreciado en su
concordancia con los otros elementos de prueba que se hayan allegado a la causa, podrá
producir en el Juez el mérito de plena prueba.
Agrega el inciso segundo del artículo 188 citado, en su parte final, que “sin embar-
go, su concordancia (del informe) con los demás hechos establecidos en el proceso o
con otras pruebas o elementos de convicción que él ofrezca, apreciada de conformi-
dad con las reglas de la sana crítica, permitirá al juez atribuirle el mérito de plena
prueba”. La disposición legal no exige que exista prueba testifical, pericial o de pre-
sunciones que corrobore lo afirmado por el CIAT: basta que dicho informe concuerde
con las demás probanzas rendidas en el proceso y con los hechos establecidos18.

Por lo general, concurre la CIAT al lugar del accidente cuando se trata de hechos
de importancia relativa, con lesionados o muertos, o con daños cuantiosos o en los
que ha participado algún vehículo fiscal o algún funcionario, ya que no se dispone de
equipos investigadores para todos y cada uno de los accidentes que se produzcan y
siempre que los vehículos participantes no hayan sido movidos.

2.6.1.a – Naturaleza y oportunidad de la actuación de la CIAT

El inciso segundo del artículo 186 de la Ley de Tránsito se encarga de precisar,


como se ha expresado, el papel que corresponde a la CIAT. Sin embargo, es frecuente
observar como práctica habitual en algunos juzgados del crimen, que una vez conclui-
da la investigación del sumario penal o durante ésta, el Juez ordena que pasen los
antecedentes al organismo técnico de Carabineros, para que éste, con los antecedentes
del proceso y sin haber concurrido al lugar del accidente, emita un informe respecto de

18
C. Suprema, 24 de septiembre de 1968, Revista, Tomo LXV, Sección Cuarta, p. 235.

57
las que a su juicio, son las causas y forma en que ocurrió el hecho investigado en el
tribunal.

Si entendemos que la labor de la CIAT es la de un perito que “deberá practicar


indagaciones” y “recoger los datos y circunstancias del accidente”, en diligencias a
efectuar en el lugar mismo de los hechos, nos parece improcedente que el tribunal
ordene al organismo investigador que se pronuncie sobre el mérito del expediente, en
una labor que debe ser efectuada exclusivamente y en forma privativa por el juez, ya
que no está entre las atribuciones que la ley entrega a Carabineros ni a perito alguno,
valorar las pruebas acumuladas en el proceso y sacar conclusiones sobre ellas. Repug-
na esta costumbre a la naturaleza misma del organismo pericial investigador e, incluso,
a la del Tribunal. No es procedente que uno haga la labor propia del otro.

Refuerza lo afirmado, el hecho que la CIAT no investiga ni emite informe alguno


sobre un accidente –aunque concurra al lugar de los hechos– si los vehículos han sido
movidos o los antecedentes alterados, de modo que no le sea posible obtener la infor-
mación inmediata y fidedigna para cumplir con el mandato legal que le corresponde.

Diferente será el caso en que el Juez ordene una pericia precisa, restringida a una
actuación limitada del proceso, como un pronunciamiento sobre velocidades posibles,
una información sobre estructura y estado de las vías o sobre las características técni-
cas de los vehículos, por ejemplo, actuaciones que caen en la esfera de las atribuciones
del Juez al ordenar y del perito al estudiar e informar y sobre los que puede constatar
su efectividad o concurrencia en un determinado hecho, no siendo procedente en caso
alguno, entregarle exámenes y pronunciamientos, basados en los antecedentes allega-
dos al proceso en la investigación.

Cabe tener presente que sólo los informes a que se refiere el inciso primero del artículo
188 de la Ley de Tránsito, “serán estimados por el juez como una presunción fundada
respecto de los hechos que afirmen y de las conclusiones técnicas que establezcan”.
Dichos informes, para constituir tal presunción fundada, deben en consecuencia, ser “ela-
borados, a lo menos, por uno de los oficiales que practicaron la respectiva investigación
y deberán ser suscritos por éste”, de donde resulta que para producir el informe en cues-
tión, es necesaria la investigación “in situ” del accidente, la que no se produce en los casos
en que el Juez solicita que la CIAT se pronuncie sobre el mérito de un expediente, donde
no es posible efectuar investigación alguna y solo corresponde sacar conclusiones de la
prueba recogida. Carece el informe así producido, de toda fuerza probatoria en juicio.

58
2.7.1 – Obligación de los encargados de talleres de reparaciones de vehículos, con
relación a los accidentes

Por disposición del inciso final del artículo 187 de la Ley de Tránsito, el dueño, re-
presentante legal o encargado de un garage o taller de reparaciones de automóviles al
que se llevare un vehículo motorizado que muestre la evidencia de haber sufrido un
accidente, deberá dar cuenta a la unidad o destacamento de Carabineros más próximo,
dentro de las 24 horas de haber recibido el vehículo, en formularios especialmente
confeccionados para el efecto.

El hecho de no cumplirse la referida obligación, hará incurrir al infractor en una


multa de 3 a 20 Unidades Tributarias Mensuales.

59
III. LA CONDUCCIÓN. RESPONSABILIDAD INFRACCIONAL.

3.1.1 – Concepto de infracción. El Derecho Penal del Tránsito

Se ha sostenido por la doctrina que la infracción o contravención, se diferencia sólo


cuantitativamente del delito, pasando a constituir “delitos en pequeño”, tanto desde el
punto de vista de la antijuridicidad del hecho sancionado, como en lo que respecta a la
importancia de la pena.

Al reprimirse la actividad delictual, se está protegiendo al individuo en el goce de


sus bienes jurídicos. Como señala Foucault, “la infracción opone, en efecto, a un
individuo al cuerpo social entero; para castigarlo, la sociedad tiene el derecho de
alzarse toda entera contra él” y “el derecho de castigar ha sido trasladado de la
venganza del soberano a la defensa de la sociedad” 19.

El “Derecho del Tránsito” ha sido definido como “el conjunto de disposiciones


legales y reglamentarias que, directa o indirectamente, regulan el desplazamiento de
las personas y de los vehículos por las vías públicas y que atribuyen consecuencias
jurídicas a la inobservancia de tales disposiciones”20.

Nos ocupa, previamente, el concepto de infracción en su sentido restringido de trasgre-


sión a la normativa propia del tránsito y no en el sentido amplio que puede darse común-
mente al vocablo, representativo de toda trasgresión, civil, administrativa, penal o, incluso,
puramente disciplinaria. Desde allí, a partir de ese elemento básico, podremos conceptuar
los alcances de esta rama del Derecho, conjugando los aspectos relacionados con la infrac-
ción, el Derecho Administrativo Sancionador y el Derecho Penal del Tránsito con los
elementos procesales aplicables.

No se presenta, tratándose de infracciones o contravenciones, la diferencia entre


hecho doloso y hecho culposo para calificar de delito o de cuasidelito la acción tipifi-
cada y penada, por cuanto en el caso de la sanción de las infracciones no es relevante
este aspecto volitivo, ya que se sanciona igual al que infringe una norma del tránsito,
voluntariamente, a sabiendas, que al que lo hace por mero descuido y no se percata de
estar cometiendo una infracción. En general, basta con la actitud culposa para caer en
sanción, la que es la misma en caso de conducta dolosa.

19
Foulcault, Michel, Vigilar y Castigar,1º ed. en castellano, Mexico : Siglo Veintiuno Editores, 1976, p.
94 y ss.
20
López L., Osvaldo, Manual de Derecho del Tránsito, Santiago Ediar Ediciones, 1983, p. 19.

60
La sanción infraccional pretende más bien obtener la cooperación de todos en la
mantención del ordenamiento administrativo básico, haciendo posible un buen desa-
rrollo social. Se trata de la “Potestad Sancionadora de la Administración” que, al
decir del jurista español Luis de Potestad Menéndez, ha ido tomando carta de natura-
leza en una nueva disciplina jurídica, el Derecho Administrativo Sancionador, cuyo
contenido lo integran las normas y principios que regulan el procedimiento a seguir
para la definición, persecución y castigo de las infracciones administrativas21.

Es al Juez de Policía Local al que compete conocer de denuncia de autoridad por


contravención o falta. Está facultado por el artículo 15 de la Ley Nº 18.287, para
resolver de inmediato, si estima que no hubiere necesidad de practicar diligencias de
otro orden, en un procedimiento que difiere fundamentalmente del judicial típico,
caracterizado por la exigencia de variados trámites y particularmente, por la recepción
de prueba. Se trata de un sistema muy especial en que no existe controversia y tampo-
co la facultad de impugnar la imputación, al que se estima de carácter administrativo
por su particularidad de decisión instantánea, al solo requerimiento de autoridad22.

Estamos en realidad, en presencia de un derecho penal administrativo que, relacio-


nado con la normativa del tránsito, constituye un “Derecho Penal del Tránsito”,
derivado del ius puniendi del Estado, que participa de elementos generales del derecho
penal y de sus principios fundamentales, en los que debe buscar sus directrices, pero
que tiene caracteres propios que lo hacen diferente y especial. Carmignani y Carrara
indicaban que mientras el delito ataca al derecho natural, la contravención sólo signifi-
ca una transgresión al derecho penal “legal”, cuyas leyes atienden a la prosperidad y al
bienestar de la sociedad. Así, el bien jurídico protegido, en uno y otro caso, es dife-
rente, como lo son también la importancia y cuantía de las penas o sanciones a aplicar,
los Tribunales con jurisdicción en uno y otro caso o la participación del agente me-
diando culpa o dolo, diferencia que, como hemos anotado, aparece como irrelevante
en el caso de la contravención a la norma del tránsito.

Cabe hacer notar que no sólo la pena menor impuesta a la contravención va a de-
terminar que se trate de sancionar una falta penal o una falta administrativa o que se
esté en presencia de contravención y no de delito, debiendo considerarse al efecto un
cúmulo de factores que permitirán, en definitiva, establecer la diferencia. Hay casos de
crímenes o simples delitos que tienen sanción de multa, como es el caso, por ejemplo,
de la usurpación, llegando la cuantía de la multa a ser menor a la que se aplica en
algunas normas del derecho penal del tránsito. Un caso claro está representado por la

21
De Potestad Menéndez, Luis, El Procedimiento Sancionador por Infracciones de Tráfico, Imprenta
Fareso S.A., Madrid, p.18
22
C. Suprema, 11 de octubre de 1987, Fallos del Mes Nº 347, pp. 736 y 737.

61
disposición del inciso segundo del artículo 201 de la Ley de Tránsito, según la que el
adquirente de un vehículo que no solicitare su inscripción en el Registro de Vehículos
Motorizados dentro del plazo de treinta días siguientes a la fecha de su adquisición,
puede ser sancionado con multa de hasta $1.406.000.23, suma que supera a la multa
establecida en el artículo 458 del Código Penal, de seis a diez unidades tributarias
mensuales, como castigo al usurpador sin violencia, sanción intermedia entre las
multas que introdujo la Ley Nº 19.450 a la legislación penal y que la letra a) del artí-
culo 1º de la Ley Nº 19.501, ha llevado a un mínimo de “un quinto de unidad tributa-
ria mensual”24.

La infracción o contravención a las normas del tránsito por consiguiente, está


constituida por una conducta típica, en el sentido de estar descrita en la ley; antiju-
rídica, en tanto aparece prohibida por la ley; y sancionada en la forma señalada en la
ley, conceptos que nos permiten derivar los principios rectores del “Derecho Penal
del Tránsito”, con aplicación especial en Chile, dada la existencia de los Juzgados de
Policía Local, tribunales especiales, municipalizados, desprendidos de la administra-
ción central, pero sujetos a la autoridad y control jurídico de los tribunales superiores
de justicia, Cortes de Apelaciones y Corte Suprema, encargados de juzgar las contra-
venciones en cuanto tales, sin llegar a constituir conductas cuasidelictuales. Quedan
también fuera del conocimiento de los Jueces de Policía Local, las figuras que revisten
calidad delictual, reservándose a estos Juzgados de Policía Local, órganos jurisdiccio-
nales y no tribunales administrativos, en forma absoluta, “el conocimiento de los
procesos por contravenciones y faltas y las materias de orden civil” conexas, de
acuerdo al texto del artículo 1° de la ley Nº 18.287.

Entre los principios que deben orientar en el sistema chileno el Derecho Penal del
Tránsito, distinguiremos los siguientes:

a) Legalidad:

Sancionado constitucionalmente en uno de sus aspectos, en el inciso séptimo del Nº


3º del artículo 19 de la Constitución Política del Estado que dispone en lo pertinente,
que “ningún delito se castigará con otra pena que la que señale una ley promulgada
con anterioridad a su perpetración”, el principio de la legalidad obedece a la necesi-
dad básica y fundamental del ordenamiento jurídico en cuanto nadie puede ser sancio-
nado por acciones u omisiones que, en el momento de producirse, no constituyan
delito, falta, infracción o contravención y reserva en forma absoluta a la ley la atribu-
ción de conductas constitutivas de delitos y faltas, como asimismo la penalidad asigna-

23
Valor vigente para 2001.
24
La U.T.M. tenía un valor de $ 27.108.– a julio de 2000, aproximadamente US$ 51.

62
da a las conductas contrarias al ordenamiento establecido. Al decir del profesor Etche-
berry, el principio de la reserva o legalidad constituye la piedra angular de todo el
sistema jurídico penal25.

En el otro aspecto jurídico que comprende, el principio de la legalidad otorga co-


bertura legal y reserva a la ley la aplicación de la potestad sancionadora, al quedar
establecidos por ley los órganos encargados de aplicarla, aspecto igualmente cubierto
constitucionalmente en el inciso cuarto del citado Nº 3° del artículo 19 de la Constitu-
ción: “nadie puede ser juzgado por comisiones especiales, sino por el tribunal que le
señale la ley y que se halle establecido con anterioridad por ésta.”

En lo que al Derecho del Tránsito se refiere, el principio en estudio recibe sanción


legislativa, en primer lugar, en el artículo 1° de la Ley Nº 15.231 sobre “Organiza-
ción y Atribuciones de los Juzgados de Policía Local” y en su texto, en cuanto
establece y reglamenta el órgano jurisdiccional encargado de la materia. Luego, en la
“Ley de Procedimiento ante los Juzgados de Policía Local”, Nº 18.287, que fija las
normas por las cuales estos tribunales deberán regirse en lo relativo a la tramitación y,
especialmente, en su artículo primero, que limita y determina el ámbito de acción del
órgano jurisdiccional.

Se completa la legalidad establecida, con las disposiciones de la Ley de Tránsito, Nº


18.290, que contiene un verdadero “Código del Tránsito”, al reglar las conductas de
los usuarios y tipificarlas, determinando las sanciones que específicamente asigna a los
infractores. Debe destacarse su artículo 1°, en cuanto establece que “a la presente ley
quedarán sujetas todas las personas que como peatones, pasajeros o conductores de
cualquier clase de vehículos, usen y transiten por los caminos, calles y demás vías
públicas, rurales o urbanas, caminos vecinales o particulares destinados al uso
público, de todo el territorio de la República”.

La tipificación de las conductas punibles se encuentra en todo el desarrollo de la


Ley y la penalidad está establecida en calidad de infracciones gravísimas, graves,
menos graves y leves, en el Título XVII, artículos 197 a 209 bis. Se contempla la
sanción de delitos, como se estudiará en su oportunidad, que quedan entregados al
conocimiento de la justicia ordinaria del crimen, siempre relacionados con el tránsito.

b) Tipicidad:

El principio de la tipicidad, como el de la irretroactividad y el ya señalado de la


legalidad, hace referencia a la necesidad de la previa determinación de las infracciones
25
Etcheberry, Alfredo, Op. Cit., Tomo I, Segunda Parte, p. 55.

63
y de las sanciones, encontrándose reflejado en el aforismo nullum crimen, nulla
poena, sine lege. Como ha declarado el Tribunal Constitucional español, “el principio
de tipicidad se funda en los de libertad –-es lícito lo que no está prohibido– y seguri-
dad jurídica –-derecho a saber a qué atenerse– y exige la necesidad de la predeter-
minación de las conductas infractoras y de las sanciones correspondientes” 26.

Es necesario que la tipificación sea efectuada por medio de normas legales, no sien-
do lícito introducir nuevas sanciones ni modificar las existentes por normas de menor
rango. Recibe sanción constitucional en el inciso final del número 3º del artículo 19,
que dispone que “ninguna ley podrá establecer penas sin que la conducta que se
sanciona esté expresamente descrita en ella” y aparece reflejado en el artículo 3° de la
Ley de Tránsito que, en su inciso final, señala que “las Municipalidades, en caso
alguno, podrán dictar normas destinadas a modificar la descripción de las infraccio-
nes establecidas en la presente ley, su calificación y la penalidad que para ellas se
señala, ni aun a pretexto que el hecho no se encuentre descrito en ella”.

El principio de la tipicidad proscribe el uso de la analogía en cuanto al estableci-


miento de conductas y sanciones, al contrario de lo que ocurre en materia procesal,
donde pensamos que es precisamente esa la forma de aplicar el Código de Procedi-
miento Civil al procedimiento reglado por las normas de la Ley 18.287.

c) Irretroactividad:

Por aplicación del principio de irretroactividad se impide la aplicación de normas


jurídicas a supuestos de hechos acaecidos con anterioridad a su entrada en vigor y es
consecuencia obligada del principio de la seguridad jurídica. Sólo se exceptúan del
principio de irretroactividad las normas jurídicas más benignas para el sancionado, por
razones de evidente equidad y aun de estricta justicia, ya que, siendo el fin de la pena
la prevención de los delitos, faltas e infracciones, carecería de sentido mantener o
imponer una condena cuando el supuesto ilícito ha desaparecido o su gravedad se ha
atenuado27.

Reconoce su fuente este principio, en el inciso séptimo del número 3° del artículo
19 de la Constitución Política del Estado que, además de ordenar, como hemos seña-
lado, que “ningún delito se castigará con otra pena que la que señale una ley pro-
mulgada con anterioridad a su perpetración”, agrega la frase “a menos que una
nueva ley favorezca al afectado”.

26
Sentencias de 8 de junio de 1988 y de 29 de marzo de 1990, mencionadas por Luis de Potestad Menén-
dez, Op. Cit, p. 26.
27
De Potestad M., Luis, op. cit., p. 29.

64
Aparece este principio directamente ligado con los anteriores de la legalidad y de la
tipicidad y es una consecuencia necesaria del primero.

d) Non bis in idem:

Postulado básico de este principio es que una misma conducta no sea definida co-
mo ilícita en dos o más ordenamientos, con la posibilidad de aplicación de varias
sanciones, la que de realizarse, entrañaría una vulneración del más elemental principio
de justicia. Como quiera que los ordenamientos punitivos protegen a veces bienes
jurídicos diferentes, para que proceda la aplicación del principio, es necesario que
exista identidad de sujeto, de hecho y de fundamento.

Recibe aplicación legislativa en el texto del artículo 67 de la Ley Nº 15.231 que re-
quiere que “en los casos en que concurrieren, en un accidente del tránsito, infraccio-
nes que son el medio para la comisión de un delito o cuasidelito o que sean elemen-
tos integrantes de éstos, conocerá únicamente el Juez del Crimen”. Agrega la norma
legal que “si se dictare sobreseimiento definitivo, se enviarán los antecedentes al Juez
de Policía Local para que conozca de las infracciones”, impidiendo el doble pronun-
ciamiento con ocasión de un mismo hecho.

Complemento de la normativa citada se encuentra, en materia penal, en los artícu-


los 74 y 75 del Código Penal, referidos al cúmulo de sanciones, siendo la correcta la
contenida en el artículo 75, que dispone la aplicación de la pena mayor asignada al
delito más grave, en el caso de que un solo hecho constituya dos o más delitos. La
norma aplicable en sede de Policía Local, la contiene el inciso cuarto del artículo 201
de la Ley de Tránsito, que dispone que “si una persona, en un mismo hecho, fuere
responsable de dos o más infracciones, se aplicará la multa que corresponda a la
infracción que fuere más grave, cualquiera que sea el número de ellas”.

e) Culpabilidad:

“Puede definirse la culpabilidad, en palabras de Puig Peña, como el lazo de cau-


salidad psíquica que une al sujeto con el hecho que realiza y que conlleva como
presupuesto previo la imputabilidad de la acción a su autor como causa eficiente y
libre”, señala Luis de Potestad Menéndez29.

El principio en estudio recibe aplicación en la norma del artículo 170 de la Ley de


Tránsito, que dispone que “toda persona que conduzca un vehículo en forma de hacer
peligrar la seguridad de los demás, sin consideración de los derechos de éstos o
infringiendo las reglas de circulación o de seguridad establecidas en esta ley, será

65
responsable de los perjuicios que de ello provengan” disposición que requiere del
elemento culpabilidad para determinar responsabilidades por perjuicios causados con
ocasión de una infracción, complementándose el concepto con la norma del artículo
siguiente, que establece la necesidad de la relación causa a efecto entre infracción y
daño producido y que está contemplada también, en similares términos, en la parte
final del inciso primero del artículo 14 de la Ley 18.287.

La habilitación para conducir, que emana de una autorización expresa que otorga la
autoridad, otorgada a quien demuestre estar capacitado, implica que el conductor debe
adecuar siempre su conducta y su conocimiento, a la situación normativa de cada
momento para no cometer la acción u omisión en que el actuar del agente se halla
viciado por una falta de previsión más o menos relevante.

f) Proporcionalidad:

Resulta de la mayor justicia que la sanción que se imponga sea adecuada a la infrac-
ción cometida. La proporcionalidad implica la necesidad de que las penas no sean
establecidas sin lógica ni en forma arbitraria. La mayor o menor gravedad de la sanción
se establece en las disposiciones de los artículos 197 a 200 de la Ley de Tránsito, con
un criterio ordenado y selectivo, de mayor a menor, entre las infracciones que se
califican y penan como gravísimas, graves, menos graves y leves, siempre encuadrado
y dirigido a una adecuada política de ordenamiento del tránsito.

Cabe formular una crítica al sistema adoptado por la ley chilena, al establecer crite-
rios más o menos rígidos, un tanto aritméticos e inalterables, situación que se remedia
en parte con la disposición del inciso tercero del artículo 201 de la Ley de Tránsito,
que autoriza para que “en casos calificados el Juez podrá imponer una multa de
monto inferior a las señaladas, atendidas las condiciones en que se cometió el hecho
denunciado o la capacidad económica del infractor”.

Relación directa con el principio en estudio presentan las disposiciones sobre rein-
cidencia que contiene la parte final del inciso quinto del artículo 121 de la Ley de
Alcoholes, el número 5° del artículo 211 de la Ley de Tránsito, el inciso segundo del
artículo 20 de la Ley Nº 18.287 y el artículo 10 y el inciso segundo del artículo 62 de
la Ley Nº 15.231. También aparecen como una importante consecuencia de la reitera-
ción de infracciones, las normas sobre suspensión y cancelación de la licencia de
conductor, especialmente en el procedimiento a que da origen la acumulación de
anotaciones por infracciones en el Registro Nacional de Conductores.

66
g) Tutela efectiva:

“Con el apelativo de principio de tutela efectiva se conoce al conjunto de garan-


tías que asisten al ciudadano en orden a obtener una administración de justicia
eficaz, esto es, pronta, imparcial, respetuosa de su dignidad y de su derecho de
defensa. De nada le serviría a un individuo ostentar un derecho si no puede instar y
conseguir su protección por los Tribunales u oponerse a cualquier imputación crimi-
nosa que se le haga”28.

Constitucionalmente, queda reflejado en el Nº 3° del artículo 19 de la Constitución


Política del Estado, en cuanto dispone que la Constitución asegura a todas las perso-
nas, “la igual protección de la ley en el ejercicio de sus derechos”, para luego agre-
gar que “toda persona tiene derecho a defensa jurídica en la forma que la ley señale
y ninguna autoridad o individuo podrá impedir, restringir o perturbar la debida
intervención del letrado, si hubiere sido requerida” y que “la ley arbitrará los medios
para otorgar asesoramiento y defensa jurídica a quienes no puedan procurárselos
por sí mismos”.

Parte importante de esta tutela efectiva, la constituyen las llamadas garantías pro-
cesales, tales como el derecho a la imparcialidad del juzgador; el derecho a ser infor-
mado de la acusación; el derecho a un proceso público, sin dilaciones indebidas y con
todas las garantías; el derecho a la asistencia letrada; la presunción de inocencia; y el
derecho a no confesarse culpable y a no declarar contra sí mismo.

3.1.1.a – Disposiciones de carácter general en la Ley de Tránsito. Control del


vehículo. Caso Fortuito

El título IX de la Ley de Tránsito, “De la Conducción”, contiene en sus artículos


113, 114 y 115, normas generales tendientes a organizar el tránsito en las calles del
país, que son de aplicación general y que establecen las bases necesarias para desarro-
llar el sistema punitivo y de establecimiento de la forma de conducir ajustada a la ley,
establece que “los conductores tienen derecho a transitar en sus vehículos por las
vías públicas, salvo las excepciones que establece esta ley y las medidas que, en
contrario y en casos especiales, adopte la autoridad competente”, establece el prime-
ro de estos artículos.

Por su parte, el artículo 114 contiene el fundamento de la responsabilidad infrac-


cional del conductor que no se ajusta a las normas de seguridad establecidas y elimina
la posibilidad de ocurrencia, en el régimen de la Ley de Tránsito, de casos fortuitos
28
De Potestad M., Luis, op. cit., p. 46.

67
que puedan dejar impunes a conductores poco cuidadosos: “Todo conductor deberá
mantener el control de su vehículo durante la circulación y conducirlo conforme a
las normas de seguridad determinadas en esta ley, sin que motivo alguno justifique el
desconocimiento o incumplimiento de ellas”. Agrega el inciso segundo, que “asimis-
mo, los conductores estarán obligados a mantenerse atentos a las condiciones del
tránsito del momento”.

En materia de mantener el control del vehículo, la Ley de Tránsito en el inciso se-


gundo del artículo 148, reforzando lo ordenado en el artículo 114, al tratar de la
velocidad obliga a mantener una “que permita controlar el vehículo cuando sea
necesario, para evitar accidentes”.

Las normas en estudio se complementan con la obligación contenida en el artículo


115, en el sentido que “ninguna persona podrá conducir un vehículo cuando se
encuentre en condiciones físicas deficientes o bajo la influencia del alcohol, drogas o
estupefacientes”.

Desde el punto de vista infraccional, establecen las disposiciones citadas, una responsa-
bilidad para el conductor que va mas allá de las posibilidades de fallas mecánicas o huma-
nas, susceptibles de acaecer en toda actividad y que normalmente son consideradas y
tratadas como eximentes de responsabilidad cuando ocurren. Se trata de una responsabili-
dad derivada del riesgo que representa, objetivamente considerado, el derecho a circular en
vehículos, circulación que debe efectuarse con atención y conforme a las normas estableci-
das en perfecto estado de conocimiento de dichas normas y en completo goce de sus
facultades por parte del conductor.

Por lo expuesto y por la claridad de las disposiciones citadas, es que pensamos que
no dar cabida al caso fortuito en casos de accidentes del tránsito cuando medien
maniobras de los conductores, además de resultar claro, es una verdadera necesidad
para evitar el caos en la conducción y la impunidad con relación a las infracciones y a
las víctimas. La atención y precaución que debe mantener todo conductor en la marcha
incluye necesariamente la reacción ante la presencia de problemas u obstáculos de
cualquier naturaleza en la carretera, hecho bastante común en los caminos y, por
consiguiente, previsible.

No puede constituir excusa tampoco –por parte de un conductor–, el mal estado


del camino o de las bermas o la presencia de otros vehículos en su pista en forma
intempestiva, ya que todos son elementos posibles de acontecer en la marcha y que

68
deben ser considerados en todo momento para mantener la seguridad y evitar acci-
dentes.

Muchas veces se ha pretendido que la rotura de frenos u otra avería mecánica en un


vehículo, deba conceptuarse como caso fortuito para los efectos de exonerar a pro-
pietario y conductor de la responsabilidad civil involucrada. Es cierto que en condicio-
nes normales de mantenimiento, cuidado y conservación de un vehículo, la rotura de
frenos, por ejemplo, puede merecer el calificativo de caso fortuito o de fuerza mayor,
en cuanto es imprevisible e inevitable, pero se opone a ello el principio de la responsa-
bilidad por riesgo, de general aplicación moderna, que prescinde de la culpa a las
personas, al estimarse que el uso del vehículo, por sí, ya implica un riesgo para terce-
ros, el que es suficiente para acarrear responsabilidad y que debe, necesariamente,
asumir el que lo crea.

Debe considerarse que el hombre tiene un derecho o, mejor dicho, una facultad ju-
rídica al libre movimiento personal, a ir de un lado para otro de acuerdo a su voluntad,
en definitiva, un derecho a circular, concebido no sólo como derecho de la persona,
sino que también, necesario para la vida en relación e incluso para el desenvolvimiento
y desarrollo económicos. Del mismo modo, es fundamental la protección de los dere-
chos de los peatones y de otros conductores, siendo importante reforzar la idea de no
otorgar excusas en accidentes susceptibles de ser evitados con una adecuada conduc-
ción y atención en las maniobras y circunstancias de la circulación. Al respecto, se ha
resuelto que no puede justificarse un atropello por “hacerle el quite a un perro”. Así
como los “hoyos” no son imprevisibles, tampoco lo son los “perros” en las calles de
la ciudad. Y si por algún motivo un can fuere inevitable, no ha llegado aún el día en
que la jurisdicción haya de convencerse de que por salvar al animal haya de arrollarse a
un ser humano 31.

3.1.1.b – Aplicación del inciso segundo del artículo 175 de la Ley de Tránsito.
Individualización y emplazamiento

Dispone la Ley de Tránsito en el inciso segundo de su artículo 175, que “también


serán imputables al propietario, las contravenciones cometidas por un conductor que
no haya sido individualizado”, estableciendo una excepción a la responsabilidad
infraccional del conductor de un vehículo motorizado.

De la norma transcrita, ha sido frecuente que algunos entiendan que esta falta de
individualización debe estimarse como sinónimo de emplazamiento y se ha declarado,
por ejemplo, que se sanciona al propietario en lugar de un “chofer al que no ha sido

69
posible hacer comparecer a estrados”29. Estimamos que el texto de la ley es claro, no
siendo posible desentenderse de su tenor literal para pasar a interpretar que al no haber
sido posible emplazar a un conductor, debe concluirse que éste no ha sido individuali-
zado.

Para la Real Academia de la Lengua, individualizar significa “individuar”, “par-


ticularizar”. Individuar, a su vez, es “especificar una cosa”; “tratar de ella con
particularidad y por menor” y “determinar individuos comprendidos en una espe-
cie”. En los casos en que se cuenta con la identificación del presunto infractor, al
menos con su nombre, domicilio y otros datos, como el número de Rol Único Tributa-
rio, entre otros, no puede aplicarse la disposición legal que nos ocupa, aunque dicho
conductor no haya podido ser emplazado, materia diferente a la individualización. Son
conceptos diferentes individualizar y emplazar. La ley ha usado la primera forma y no
procede contra texto expreso, determinar que el individualizado y no emplazado no
esté individualizado y, por falta de emplazamiento, aplicar el texto legal referido a la
falta de individualización.

En los casos de no ser factible emplazar a un conductor individualizado no puede,


en consecuencia, sancionarse subsidiariamente en lo infraccional al propietario, tenien-
do la parte interesada y el Juez otras acciones que emprender, especialmente las
contempladas en el inciso tercero del artículo octavo de la Ley de Procedimiento, Nº
18.287.

Agrega la ley a este respecto, en el inciso tercero del artículo 175 citado, que las
infracciones de responsabilidad del propietario del vehículo “serán de cargo de éste, o
del tenedor del mismo cuando aquel haya cedido la tenencia o posesión del vehículo
en virtud de un contrato de arrendamiento o a cualquier otro título”, recalcando la
idea de que quien efectivamente debe responder en calidad de responsable principal, es
aquel en cuya esfera de atribuciones y control se encuentra el vehículo. Particular
importancia tiene la disposición en materia de responsabilidad de las empresas de
leasing, ya que en su calidad de propietarios, que conservan, pueden eximirse de
responder por contravenciones de conductores que no sean individualizados, acredi-
tando el contrato que ha sacado el vehículo de la esfera de su control directo.

3.1.1.c – Responsabilidad infraccional de personas jurídicas

Por aplicación del inciso 2° del artículo 175 de la Ley de Tránsito, puede darse el
caso que corresponda sancionar infraccionalmente a una persona jurídica, en calidad

29
Fallo del Primer Juzgado de Policía Local de Las Condes, 30 de octubre de 1995, causa rol N° 39.409-
92-4, apelado, confirmado sin comentarios por la Corte de Santiago, no publicado.

70
de propietaria del vehículo cuyo conductor no es individualizado. Esto es perfecta-
mente posible, ya que la ley, al establecer esta responsabilidad subsidiaria, no ha
distinguido respecto a la naturaleza del propietario, lo que aparece en concordancia
con lo dispuesto en el inciso final del artículo citado, aplicable al caso de que el in-
fractor sea en definitiva una persona jurídica, la que no puede ser sancionada ni con
suspensión ni con cancelación de licencia de conductor.

3.1.1.d – Elementos de la responsabilidad infraccional. Culpa y Presunciones

La responsabilidad penal y también la infraccional, provienen necesariamente de


una acción u omisión voluntaria, culpable y penada por la ley, que trae como conse-
cuencia la imposición de sanciones. No importa para estos efectos el elemento daño, el
que sólo va a revestir interés al tratar de responsabilidad civil, ya que sin daño, ésta no
tiene cabida. En el sistema de la responsabilidad objetiva adoptado por nuestro Código
Civil, nos señala Alessandri, que la víctima de un daño no puede obtener reparación
sino a condición de probar el dolo o la culpa de su autor.

En ciertos casos sin embargo, el legislador, a fin de facilitar esta prueba y hacer más
expedita la acción, presume la existencia de la culpa; hay entonces una presunción de
culpabilidad que –al operar– la víctima no necesita probar la culpa de la persona cuya
culpabilidad se presume; le bastará acreditar los hechos de los cuales la ley deriva la
presunción. Establecidos éstos, quedan establecidas esa culpa y la relación causal entre
ella y el daño, es decir, que éste tiene por causa esa culpa. La persona cuya culpabili-
dad se presume, deberá probar que empleó la debida diligencia o cuidado, que el daño
provino de una causa extraña que no le es imputable o que no existe relación de
causalidad entre su culpa y el daño. Sin ello no podrá exonerarse de responsabilidad30.
La presunción de culpabilidad respecto de la conducta infraccional invertirá el peso de
la prueba, liberando a la víctima de la misma y haciéndola recaer en el supuesto autor
de la conducta.

El sistema de las leyes del tránsito establece presunción de responsabilidad del con-
ductor en el inciso segundo del artículo 66 de la Ley Nº 15.231; del peatón en el
artículo 176 y en el inciso tercero del artículo 181 de la Ley de Tránsito y, del que
abandonare el lugar del accidente, en los incisos segundo y tercero de su artículo 173.
Presume legalmente el dominio de los vehículos motorizados en el artículo 38 de la
Ley de Tránsito; la falta de responsabilidad de las empresas de ferrocarriles en los
accidentes que ocurran en los cruces adecuadamente señalizados, en el artículo 107; la
responsabilidad infraccional del conductor en los números 11 a 201 del artículo 172;
del pasajero y del peatón infractor que no concurran a la audiencia a la que fueren

30
C. de Valparaíso, 16 de abril de 1970, Revista, Tomo LXXVII, Sección Cuarta, p. 89.

71
citados, en el inciso tercero del artículo 181; y otorga el valor de presunción fundada a
los informes de la Unidad Técnica de Investigación de Accidentes del Tránsito, en el
inciso segundo del artículo 188, todos de la ley Nº 18.290. La Ley 18.287 presume a
su vez, en el inciso segundo de su artículo 15, el hecho de haberse cometido la infrac-
ción de comercio clandestino en la vía pública, con la sola denuncia de Carabineros; y
la Ley de Alcoholes, por su parte, presume la conducción en estado de ebriedad del
conductor que, requerido al efecto, se niegue a que se le practique el examen de
alcoholemia. El inciso final del artículo 190 de la Ley de Tránsito presume legalmente
el estado de ebriedad o de intoxicación por estupefacientes o sustancias sicotrópicas,
según sea el caso, al que se niegue injustificadamente a someterse a los exámenes
establecidos en el artículo 189 y en el mismo artículo 190 y al que huya del lugar en
que hubiese ocurrido un accidente. Los incisos primero y segundo del artículo 174 de
la Ley de Tránsito establecen una presunción legal de responsabilidad por el hecho de
las cosas: la víctima no necesita probar la culpa de la persona cuya responsabilidad se
presume; le basta acreditar los hechos de los cuales la ley deriva la presunción31.

El artículo 492 del Código Penal presume, por su parte, la culpabilidad del con-
ductor de un vehículo de tracción mecánica o animal en un accidente de tránsito en
que resulte daño de lesiones o muerte de un peatón, si éste se produce en un cruce de
calzadas o en la extensión de diez metros anteriores a cada esquina y la del peatón en
el mismo caso, si el accidente ocurre en otro punto de la calzada, a menos que el
conductor haya contravenido las ordenanzas municipales con respecto a la velocidad o
el lado de la calzada que debe tomar, caso en que es indiferente el sitio de la calzada
en que el hecho se produzca.

En todos los casos señalados se trata de presunciones simplemente legales.

El sistema de presunciones de las leyes de tránsito aclara respecto de los hechos


infraccionales considerados, la presunción general que, por el hecho propio, establece
el artículo 2329 del Código Civil cuando el daño proviene de un hecho que, por su
naturaleza o por las circunstancias en que se realizó, es susceptible de atribuirse a
culpa o dolo del agente. La sola realización del hecho mediando la conducta y el
resultado descritos, bastan para presumir que hubo culpa. El fundamento de dicha
disposición se encuentra en que “no es normal que los trenes o los automóviles
choquen, ni que los ascensores se caigan; si así ha ocurrido, es porque ha habido
una imprudencia o descuido de alguien. Es lo que nos dice la razón natural”32. La

31
Alessandri R., Arturo, De la Responsabilidad Extracontractual en el Derecho Civil Chileno, 2ª ed,
Santiago : Ediar Editores, Tomo II, Cap. V, p. 292.
32
Alessandri R., Arturo, op. cit., Tomo II, p. 296.
C. Suprema, 7 de marzo de 1929, Revista, Tomo XXXII, Sección Primera, p. 93.

72
misma argumentación sirve de base para explicar el sistema de presunciones de la
legislación específica sobre tránsito.

3.1.1.e – Derecho del Tránsito y Medio Ambiente

Dispone el inciso primero del artículo 82 de la Ley de Tránsito, que “los vehículos
motorizados deberán estar equipados, ajustados o carburados de modo que el motor
no emita materiales o gases contaminantes en un índice superior a los permitidos”,
señalando en sus dos restantes incisos las facultades que se entregan a Carabineros
para retirar de la circulación a aquellos que contaminen y al Juez de Policía Local al
respecto. Conducir con infracción a las normas sobre contaminación ambiental es
castigado como una infracción grave, de acuerdo a lo que dispone el Nº 22 del artículo
198 de la misma Ley. Debe considerarse que ha sido determinado por el Servicio de
Salud del Ambiente de la Región Metropolitana que en la zona se ha alcanzado un
nivel de saturación que excede la concentración de contaminantes establecida en la
norma de “Calidad del Aire”, en niveles que perjudican o molestan la vida, la salud y el
bienestar humanos, la flora y la fauna.

Consecuente con lo expresado, se ha resuelto que el acto de hacer circular vehícu-


los motorizados que despiden humo visible por sus tubos de escape, produciendo de
esa manera emanaciones de gases contaminantes, es arbitrario e ilegal, pues no sólo es
irracional conducir o hacer conducir vehículos en ese estado, por el daño que la con-
taminación atmosférica causa a los seres humanos, sino que infringe todo un ordena-
miento jurídico que prohibe semejante conducta, quebrantando así el derecho a vivir
en un medio ambiente libre de contaminación, garantizado por la Constitución Política
de la República33.

3.1.3 – Prescripción de acciones por contravenciones

Para los efectos de la prescripción de las acciones por contravenciones, de las que
derivarán necesariamente las acciones tendentes a obtener el resarcimiento de los
daños que se causaren, tiene importancia el hecho de dejarse sólo constancia en Cara-
bineros o de formular denuncia.

En efecto, dejada la constancia, la acción persecutoria de la responsabilidad por


contravenciones prescribirá en el plazo de seis meses contados desde la fecha de la
infracción, sin que se produzca interrupción alguna. Igual situación se producirá en los
casos en que no se concurra a Carabineros y no se deje constancia ni se formule
denuncia alguna.

33
C. Suprema, 10 de noviembre de 1987, Fallos del Mes, Nº 348, p. 808 y ss.

73
Si se optó por denunciar a Carabineros y éste, en cumplimiento a la ley, comunicó
el hecho al Juzgado competente, la prescripción de seis meses contados desde la fecha
de la infracción se interrumpe con la denuncia al Tribunal y continuará corriendo si se
paralizare por más de un año la tramitación de la demanda, denuncia o querella, como
pasamos a analizar.

3.1.3a – Interrupción y suspensión de la prescripción de la acción. Prescripción


del procedimiento

El artículo 54 de la Ley 15.231, señala en su inciso tercero y final, que “la pres-
cripción de la acción se interrumpe por el hecho de deducirse la demanda, denuncia
o querella ante el Tribunal correspondiente, pero si se paralizare por mas de un año,
continuará corriendo el plazo respectivo”.

Para que opere la prescripción, siempre va a ser necesaria la actividad y la pasividad


de las partes, ya que la primera va a determinar que se accione en plazo, caso en el que
la prescripción no tendrá lugar. Importante resulta recalcar que aun en el caso de que
transcurra el plazo de prescripción, ésta no va a operar ni tener efecto alguno si no es
alegada, ya que la prescripción puede ser renunciada.

La disposición legal transcrita se refiere a la interrupción civil de la prescripción, la


que en doctrina, produce el doble efecto de detener el curso del tiempo necesario para
que opere la prescripción y de hacer ineficaz o perder el tiempo transcurrido con
anterioridad al hecho que la interrumpe.

Como la interrupción se va a producir sólo por la interposición de la demanda, de-


nuncia o querella ante el Tribunal, producen por consiguiente el efecto indicado, tanto
la acción deducida por un particular, como la que tiene su origen en la denuncia que
formula Carabineros, ya que la ley no distingue respecto a cual denuncia se requiere, si
la particular del artículo 7° de la Ley Nº 18.287 o la de autoridad de su artículo 3° y
no las diferencia para estos efectos.

Bastará el hecho de deducir la acción en plazo, para que la prescripción no opere,


no siendo requisito la notificación de la denuncia, querella o demanda, hecho concor-
dante con la facultad del Tribunal de investigar y sancionar, en el plano infraccional,
las conductas de que tome conocimiento.

Atendida la especial naturaleza de la acción infraccional, no será posible que opere, tra-
tándose de infracciones a la Ley del Tránsito, la suspensión de la prescripción.

74
Sin embargo, la interrupción a que se refiere el artículo 54 citado, participa por ex-
preso mandato legal, de una característica de la suspensión de la prescripción, que no
es natural de la institución de la interrupción, ya que en este especial caso, la interposi-
ción de la acción no hace perder el tiempo transcurrido, por cuanto al sancionar la ley
la inactividad del actor, señala que si se interrumpe la prescripción por demanda,
denuncia o querella ante el tribunal correspondiente y se paralizare por más de un año,
“continuará corriendo el plazo respectivo”. El plazo que “continúa corriendo”,
necesariamente ya empezó a correr y reconoce un inicio vigente y válido, no pudiendo
ser empezado a contar de nuevo.

Se trata más bien de una prescripción del procedimiento y no de la acción, ya que


se sanciona la inactividad del demandante, denunciante o querellante por un año, en el
proceso abierto luego de su actividad inicial. Esta misma disposición hace que no
pueda aplicarse, en el sistema de la Ley Nº 18.287, la prescripción del procedimiento
del Código de Procedimiento Civil por la inactividad de las partes durante seis meses,
ya que se ha establecido un plazo particular de un año, luego del cual continúa co-
rriendo la prescripción que se había interrumpido con la interposición de acciones ante
el tribunal correspondiente, el que por su especialidad, prima sobre el ordinario civil.

Finalmente, es necesario señalar que el artículo 27 de la Ley Orgánica del Consejo


de Defensa del Estado, dispone que los juicios en que el Fisco intervenga como de-
mandado por perjuicios ocasionados con motivo de accidentes del tránsito y que no
sean de conocimiento de los Jueces del Crimen, serán conocidos por los Jueces de
Letras de Asiento de Corte, en conformidad a las reglas del juicio sumario, “suspen-
diéndose la prescripción de la acción civil durante la sustanciación del proceso
infraccional”. En este caso de suspensión de la prescripción, tendría aplicación plena
la norma del artículo 2509 del Código Civil.

3.2.1 – Documentos que habilitan para conducir vehículos

Por norma general, nadie que no esté especialmente habilitado puede conducir un
vehículo. El artículo 5° de la Ley de Tránsito se encarga de señalar cuales son los
documentos que habilitan para conducir:

– Licencia expedida por el Director del Departamento del Tránsito y Transporte


Público Municipal;
– Permiso provisional otorgado por los Tribunales sólo a los conductores que
tengan su licencia retenida por proceso pendiente;
– Boleta de citación al Juzgado, dada por los funcionarios habilitados para de-
nunciar infracciones, en reemplazo de la licencia o permiso que retiren; y

75
– Algún documento extendido en el extranjero y con validez en Chile en virtud
de tratados o acuerdos internacionales.

La excepción la contempla el inciso segundo del mencionado artículo 5°, que dis-
pone que “se exceptúa de la exigencia establecida en el inciso primero de este artí-
culo a los alumnos en práctica de las escuelas de conductores que, acompañados de
un instructor habilitado, lo hagan en vehículos de la escuela”.

La licencia o, en su caso, el permiso o boleta de citación, debe ser llevada consigo


por los conductores de vehículos motorizados o a tracción animal, salvo en el caso de
la excepción anotada y, requeridos por la autoridad competente, acreditar su identidad
y entregar los documentos que los habilitan para conducir. “Asimismo, tratándose de
vehículos motorizados, deberán portar y entregar el certificado vigente de póliza de
un seguro obligatorio de accidentes, el que deberá ser devuelto, siempre y en el acto,
al conductor”, según dispone el artículo 6º de la misma Ley de Tránsito.

3.2.2 – Licencia expedida por el Director del Departamento del Tránsito y


Transporte Público Municipal

Las licencias de conductor sólo pueden ser otorgadas por las Municipalidades que
cuenten con autorización del Ministerio de Transportes y Telecomunicaciones y
siempre que cumplan con los requisitos que señalan los Reglamentos respectivos.

Existen diversas clases de licencias, que habilitan para conducir los vehículos com-
prendidos en cada una de las clases que establece ley. Estas pueden ser de conducto-
res profesionales, Clase A, con sub clasificaciones A-1, A-2, A-3, A-4 y A-5; no
profesionales, Clases B y C; y especiales, Clases D, E, y F, de acuerdo a los vehícu-
los que se pretenda conducir con cada tipo de licencia.

Cabe señalar que “los conductores que posean Licencia Profesional estarán habilita-
dos para guiar vehículos cuya conducción requiera Licencia de la Clase B”.

3.2.2.a – Requisitos generales y especiales que deben reunir los postulantes a


licencia de conductor

El artículo 13 de la Ley de Tránsito, establece que los postulantes a licencia de


conductor deben reunir determinados requisitos. Algunos son generales, exigibles a
todo postulante y los otros especiales, en razón del tipo de licencia de que se trate.

76
– Requisitos generales:

1. Acreditar idoneidad moral, física y psíquica;

2. Acreditar conocimientos teóricos y prácticos de conducción así como de las


disposiciones legales y reglamentarias que rigen el tránsito público; y

3. Poseer cédula nacional de identidad o de extranjería vigentes, con letras o dígitos


verificadores.

– Requisitos especiales:

Para obtener la licencia que en cada caso indica, la ley exige que los postulantes
deben reunir y acreditar diferentes requisitos, los que deben concurrir además de los
generales, siendo especiales para cada clase de licencia que se solicita. Los más im-
portantes dicen relación con la edad del postulante y con su nivel de educación y
preparación especial.

3.2.2.b – Autorización a menores de 18 años y mayores de 17

Autoriza la ley en forma excepcional y bajo determinadas condiciones, para que un


menor de 18 años, pero mayor de 17, pueda conducir, expresando que excepcional-
mente se podrá otorgar licencia “No Profesional Clase B”, “a postulantes que sean
mayores de 17 años, que hayan aprobado un curso en una Escuela de Conductores,
debida y expresamente autorizados por sus padres, apoderados o representantes
legales”.

La licencia excepcional para estos menores, “sólo habilitará para conducir, acom-
pañado en el asiento delantero, de una persona que sea poseedora de una licencia
que lo habilite para conducir los tipos de vehículos autorizados para la clase B cuya
vigencia, a la fecha del control, tenga no menos de 5 años de antigüedad. Cumplidos
los 18 años de edad, este último requisito se extinguirá por el sólo ministerio de la
ley. La licencia será de duración indefinida y mantendrá su vigencia mientras el
titular reúna los requisitos y exigencias que señala la ley”.

Establece también el artículo 13 de la Ley de Tránsito, la sanción aplicable al menor


autorizado que sea sorprendido conduciendo sin cumplir con el requisito de hacerlo
acompañado en el asiento delantero, como se ha expresado, por un mayor hábil,
señalando que se le “considerará como conductor sin licencia para todos los efectos
legales. Carabineros procederá a retirarle la Licencia y a ponerla a disposición del

77
respectivo Tribunal. En la boleta de citación se dejará constancia que ésta no lo
habilita para seguir conduciendo”.

3.2.2.c – Agentes Diplomáticos y Consulares acreditados

Los Agentes Diplomáticos y Consulares extranjeros acreditados en Chile, tendrán


derecho a que se les otorgue licencia de conducir chilena, bastando para ello que
“exhiban una licencia vigente, otorgada conforme a las leyes de su país”, como lo
autoriza el inciso final del artículo 14 bis de la Ley N° 18.290.

3.2.3 – Retiro y retención de la licencia. Permiso provisional otorgado por los


Tribunales

Se encuentra establecida en la ley la posibilidad de que la licencia de conductor sea


retirada y retenida. En esa circunstancia, “los Tribunales de Justicia o los Juzgados de
Policía Local, en su caso, según los antecedentes del conductor y la gravedad de la
infracción, podrán otorgar al que tenga su licencia de conducir retenida con motivo
de proceso pendiente, permiso provisorio para conducir, hasta por 120 días, sin
perjuicio de renovarlo hasta que termine el proceso”, de conformidad a lo que autori-
za el artículo 63 de la Ley 15.231.

3.2.3.a – Otorgar permiso provisional es una facultad del Juez.

Del texto del artículo 63 de la Ley Nº 15.231, que dispone que los Tribunales de
Justicia o los Juzgados de Policía Local “podrán” otorgar estos permisos provisiona-
les, se infiere que se trata de una facultad del Juez, el que podría denegarlos si lo
estimare conveniente, dentro del proceso de que conoce y de sus atribuciones, a
aquellos conductores que tuvieren su licencia retenida.

Ha reforzado esta afirmación la reforma introducida por el artículo 2° de la ley Nº


19.495, al otorgar al Juez además, la posibilidad de otorgar permiso “atendiendo a los
antecedentes del conductor y a la gravedad de la infracción”, hasta por 120 días.

3.2.3.b – Retiro y retención de la licencia nacional de conductor

La norma general en caso de infracciones a las disposiciones de la Ley de Tránsito en


materia de retiro de licencia de conductores, está contenida en el artículo 181 de dicha Ley,
que dispone que “Carabineros retirará la licencia, permiso o documento para conducir a
los infractores y los enviará, junto con la denuncia respectiva, al Tribunal que corres-
ponda”. La disposición tiene aplicación única y exclusivamente, de acuerdo a la ley, en los

78
casos que expresamente señala, esto es, cuando se sorprendan simples infracciones, ya que,
si el hecho que se denuncia o en que ha participado el conductor es un accidente con
resultado de daños, lesiones o muerte, o en que media conducción en estado de ebriedad,
la situación es diferente.

A los casos de accidentes se refiere el inciso tercero del artículo 185 de la Ley de
Tránsito, consignando que “cuando en los accidentes del tránsito resultaren lesiones
menos graves, graves o la muerte de alguna persona y en los casos de manejo de
vehículos en estado de ebriedad o bajo la influencia de estupefacientes o sustancias
sicotrópicas, Carabineros remitirá, junto con la denuncia, los documentos o licencias
al Juzgado del Crimen correspondiente”.

El artículo anterior, 184 de la Ley de Tránsito, señala a su vez que si en el acci-


dente sólo resultan daños materiales y los conductores concurren a dejar constancia,
no se retirará la licencia, permiso u otro documento para conducir, ni aun en el caso
que alguno solicite se formule denuncia al Juzgado de Policía Local competente.

De las disposiciones transcritas, se ha inferido que el Juez tiene la facultad de rete-


ner la licencia a aquellos conductores participantes en cualquier hecho de que tome
conocimiento, llevándose la medida al extremo frecuente de retener siempre la licen-
cia, independientemente del origen de la denuncia, la culpabilidad supuesta del con-
ductor y la calidad de ofendido o de ofensor en accidente del tránsito del afectado. Se
afirma en algunos Tribunales que la retención de la licencia se hace necesaria para
asegurar el cumplimiento de las sanciones que se impongan una vez terminado el
proceso, el que se ve frustrado en definitiva si la licencia no se mantiene retenida.

Sin embargo, afirmamos que ninguna disposición legal autoriza al Juez para retener
y guardar en poder del Tribunal la licencia de los conductores que son citados a su
despacho en carácter de denunciantes o denunciados o, incluso sin revestir ninguna de
tales calidades, en calidad de conductores de vehículos asegurados, en acciones dedu-
cidas por los aseguradores que se subrogan en los derechos de sus asegurados para
ejercer las acciones que a éstos podrían competerles y que les franquea la ley.

El hecho que el Juez pueda suspender o cancelar la licencia en el procedimiento co-


rrespondiente y esté facultado para otorgar permisos provisionales para conducir a
quienes tengan su licencia retenida, no lo faculta para retenerla. Esta retención sólo
pueden hacerla por mandato expreso de la ley, los Carabineros en los casos de infrac-
ciones simples que denuncien al Tribunal, como lo dispone el artículo 181 de la Ley de
Tránsito o, si han resultado lesiones menos graves, graves o muerte o ha mediado
conducción en estado de ebriedad, de acuerdo a su artículo 185. En los casos de

79
accidentes con resultado sólo de daños o de daños y lesiones leves, con constancia o
con denuncia, ninguna disposición legal autoriza a proceder a la retención de la licen-
cia, ya sea que ésta la practique Carabineros o el Juez.

El conductor por su parte, tiene el derecho y la obligación de guiar vehículos moto-


rizados portando licencia que lo habilita, la que ha obtenido luego de cumplir con los
trámites, requisitos, exámenes e impuestos y derechos fijados y está sujeto a entregarla
a la autoridad al ser requerido al efecto, de acuerdo a lo dispuesto en el artículo 6° de
la Ley de Tránsito. Lógicamente, también, debe cumplir con las penas de suspensión o
cancelación que se le impongan.

Tanto el derecho a la circulación como el derecho a conducir son personales y sólo


pueden someterse a limitaciones determinadas y de derecho estricto. El derecho a ser
conductor de un vehículo reconoce una importante limitación, consistente en la nece-
sidad habilitante de acreditar condiciones psicotécnicas y físicas que se exigen en
forma estricta. La conducción de vehículos motorizados no es una labor fácil que
pueda desarrollarse por cualquiera y en cualquier condición, sin una adecuada prepa-
ración previa y una condición psíquica de aptitud y predisposición al cumplimiento de
las normas, indispensables para minimizar los riesgos inherentes a la actividad. No
todos los individuos están en condición de conducir vehículos y la sociedad ha regla-
mentado la autorización, los requisitos para acceder a ella y las sanciones para el que
conduzca sin estar habilitado.

El derecho a conducir estando habilitado y su natural acreditación, una licencia ob-


tenida en conformidad a la ley, es un derecho individual, subjetivo público, como lo
son el derecho electoral y el del empleado al sueldo. Constituye un derecho a la pro-
ducción de actos administrativos, estando determinadas por la ley las condiciones para
ejercerlos, como el derecho a una certificación de estado civil, a la admisión a un
establecimiento docente, a la habilitación para una profesión o a la licencia para cons-
truir o para ejercer una industria 34. Rango similar observamos en la licencia que otorga
la autoridad para desempeñarse como instalador de servicios sanitarios, de gas o de
electricidad, la que puede ser cancelada por graves infracciones, pero que nadie inten-
taría retener temporalmente.

Que Carabineros esté facultado para retirar en algunos casos la licencia del con-
ductor y enviarla al Tribunal junto a la denuncia que formule, parece lógico y está
establecido en la ley. Se trata de asegurar la comparecencia del involucrado en un
accidente de importancia o en una simple infracción, al Tribunal. En ambos casos, la

34
Ejemplos citados por Chiovenda, José, Principios del Derecho Procesal Civil, Traducción de la Tercera
Edición Italiana, Madrid: Instituto Editorial Reus,1922, Tomo I, Nota 1, p. 413.

80
ley establece la obligación de la retención de la licencia. Pero al Juez no se le ha otor-
gado la facultad correspondiente, por la simple y sencilla razón de que no necesita
asegurar nada, estando investido de todas las posibilidades que le permiten apremiar y
asegurar la comparecencia de los conductores al juicio.

Aunque la ley no lo dice expresamente, entendemos que el Tribunal puede mante-


ner la retención de la licencia que en los casos previstos por la ley, ponga a su disposi-
ción Carabineros, en razón que existe la norma que autoriza tal retención para ser
remitido el documento al Juez, lo que lógicamente implica para éste, la facultad de
mantener el estado dispuesto por la ley, prorrogarlo, modificarlo o ponerle término,
labor inherente al acto de juzgar.

3.2.4 – Boleta de citación al Juzgado

Cuando los Carabineros o los Inspectores Municipales o Fiscales, encargados de super-


vigilar el cumplimiento de las disposiciones de la Ley de Tránsito, sus Reglamentos y las de
transporte y tránsito terrestre que dicte el Ministerio de Transportes y Telecomunicaciones
o las Municipalidades, denuncien al Juzgado las infracciones que sorprendan y retiren la
licencia del conductor denunciado o el permiso provisional, en su caso, para remitirlos al
Tribunal, otorgarán una “boleta de citación” que contenga los datos que se señalan en el
artículo 4° de la Ley Nº 18.287, de conformidad a lo que dispone el inciso 2° del artículo
181 de la Ley de Tránsito.

La boleta faculta al denunciado para conducir hasta el día y hora de su citación al


Juzgado.

3.2.5 – Calidad de instrumentos públicos de los documentos nacionales

La licencia de conductor, el permiso provisional para conducir y la boleta de cita-


ción al Juzgado, que habilitan para conducir vehículos motorizados, son instrumentos
públicos por disposición expresa del inciso 2° del artículo 5° de la Ley de Tránsito.

3.2.6 – Delitos relacionados con los documentos para conducir

El Título XVII de la Ley de Tránsito trata específicamente De los delitos, cuaside-


litos y contravenciones y primero, “de los delitos y cuasidelitos” en sus artículos 196
A, 196 A bis, 196 B y 196 D y establece sanciones de presidio menor para el emplea-
do público que “abusando de su oficio”, otorgue indebidamente licencia o boleta de
citación o permiso provisorio o cualquier certificado o documento que permita obte-
nerlos; otorgue falsamente certificados que permitan obtener licencia; cometiere

81
alguna de las falsedades descritas en el artículo 193 del Código Penal en las inscripcio-
nes a que se refieren los artículos 34, 35 y 39 de la Ley de Tránsito, en la certificación
de ellas, o en el otorgamiento del padrón; y al que Infrinja las normas que la ley esta-
blece para otorgar placa patente.

Se sanciona con presidio menor y con la suspensión de la licencia de conductor o


inhabilidad para obtenerla, hasta por 5 años, el que falsifique una licencia, boleta de
citación, permiso provisorio o cualquier certificado o documento requerido por la ley
para obtenerlos; conduzca, a sabiendas, con una licencia de conductor, boleta de
citación, o permiso provisorio judicial para conducir, falsos u obtenidos en contraven-
ción a la ley o pertenecientes a otra persona; presente, a sabiendas, certificados falsos
para obtener licencia; obtenga licencia sin cumplir con los requisitos legales para ello,
mediante soborno, dávidas, usos de influencias indebidas o amenaza; utilice, a sabien-
das, una placa patente falsa o que corresponda a otro vehículo; certifique, indebida o
falsamente, conocimientos, habilidades, prácticas de conducción o realización de
cursos de conducir que permitan obtener licencia; y al que otorgue un certificado de
revisión técnica sin haber practicado realmente la revisión o que contenga afirmaciones
de hechos relevantes contrarios a la verdad.

Se establece una mayor sanción en casos de cuasidelitos con resultados muy graves,
otorgando al juzgador la posibilidad de aplicar hasta cinco años de reclusión menor en
su grado máximo, sin considerar circunstancias agravantes. Señala, al efecto, el artí-
culo 196 B de la Ley de Tránsito, que “en los accidentes del tránsito de resultas del
cual la víctima falleciere o quedare demente, inútil para el trabajo, impotente o
estéril, impedido de algún miembro importante o notablemente deforme cuya causa
determinante sea alguna de las infracciones establecidas en los Nos. 1, 2, 3 y 4 del
artículo 197 o Nos. 3, 4, 11, 13 y 17 del artículo 198, la pena aplicable será de
reclusión menor en su grado máximo y, tratándose de otras lesiones, la pena asigna-
da será aquella señalada en el artículo 490 del Código Penal aumentada en un
grado”.

Agrega la disposición, en su inciso segundo, que “los jueces podrán siempre, aun-
que no medie condena por concurrir alguna circunstancia eximente de responsabili-
dad penal, decretar la inhabilidad temporal o perpetua para conducir vehículos
motorizados, si las condiciones psíquicas y morales del autor lo aconsejan”.

La ley ha tipificado como delito la conducción de quien “sin tener la licencia de


conductor requerida, maneje un vehículo para cuya conducción se requiera una
licencia profesional determinada”, castigándolo con pena de presidio menor en su
grado mínimo a medio.

82
3.2.6.a – Competencia para conocer de los delitos relacionados con los documen-
tos para conducir

De la naturaleza de los Juzgados de Policía Local y del hecho que conocen de in-
fracciones a las normas del tránsito y de las otras materias que entrega la ley a su
conocimiento, resulta que no tienen facultad de juzgar los delitos de que se trata en el
párrafo precedente.

Así resulta del artículo 1° de la Ley Nº 18.287, que fijó el procedimiento ante los
Juzgados de Policía Local y dispuso que “el conocimiento de los procesos por contra-
venciones y faltas y las materias de orden civil que sean de la competencia de los
Juzgados de Policía Local, se regirán por las reglas de esta ley”, disposición que,
para estos efectos, debe concordarse con lo señalado en el artículo 1° del Código de
Procedimiento Penal, en cuanto se refiere al juzgamiento de los delitos que se cometan
en el territorio nacional y con la norma del artículo 1° del Código Penal que define lo
que debe entenderse por delito.

3.2.7 – Documentos extendidos en el extranjero válidos en Chile

También habilitan para conducir en Chile los documentos extendidos en el extranje-


ro con validez en nuestro país en virtud de tratados o acuerdos internacionales, los que
se analizan en detalle en los párrafos siguientes, señalándose además los que no habi-
litan al efecto.

3.2.7.a – Permiso Internacional Para Conducir

De acuerdo a lo prescrito en la Convención Sobre Circulación por Carretera,


dos tipos de permisos internacionales para conducir son válidos en Chile, a los que se
refieren los Anexos 9 y 10 de la Convención.

3.2.7.b – Caso del Permiso Internacional expedido en Chile

En Chile se expide el modelo señalado en el Anexo 10 de la Convención y lo otorga


el Automóvil Club de Chile, bajo su propio sello y timbre, sin que exista ninguna
habilitación emanada del Estado o de alguna autoridad nacional o internacional reco-
nocida, que así lo autorice.

Este permiso internacional no es válido para conducir vehículos motorizados en


Chile en ninguna circunstancia, pero es reconocido sin excepciones en el exterior.

83
3.2.7.c – Licencias otorgadas en la República Argentina

El 17 de octubre de 1971, en la ciudad de Antofagasta, se suscribió entre los Presi-


dentes Allende y Lanusse un acuerdo en virtud del cual las licencias para conducir
vehículos automotores otorgadas por cada uno de los dos países, son válidas en el
otro.

3.2.7.d – Situación de los conductores del Transporte de “ALADI”

El “Acuerdo sobre Transporte Internacional Adoptado el 1 de enero de 1990


por Chile, Argentina, Bolivia, Brasil, Paraguay, Perú y Uruguay”, al que queda
sujeto el transporte internacional terrestre entre los países signatarios, tanto en trans-
porte directo de un país a otro, como en tránsito a un tercer país, tanto transporte de
pasajeros como de carga, reconoce que los documentos que habilitan para conducir
expedidos por un país signatario a los conductores que realicen tráfico regulado por
él, serán reconocidos como válidos por los demás países. Esta documentación no se
podrá retener en caso de infracciones al tránsito, salvo que al conllevar estas infraccio-
nes otra sanción distinta de la pecuniaria, requiera necesariamente su entrega a la
autoridad competente.

La redacción del tratado ha dado lugar a que algunos estimen que sus términos re-
conocen validez en Chile a todas las licencias otorgadas en los países contratantes,
incluidas las de personas que ingresan en calidad de turistas con un vehículo particular:
“Los términos de este acuerdo se aplicarán al transporte internacional terrestre entre
los países signatarios,...”.

Del estudio completo del referido tratado resulta evidente que sólo se aplica a los
conductores de Empresas de Transporte de carga o de pasajeros de los países contra-
tantes y específicamente, del “transporte” a que se refiere el artículo 166 del Código
de Comercio, esto es, el contrato en virtud del cual uno se obliga por cierto precio a
conducir de un lugar a otro, por tierra, canales, lagos o ríos navegables, pasajeros o
mercaderías ajenas.

3.2.7.e – Situación de los turistas peruanos y ecuatorianos

Las licencias de los turistas peruanos y ecuatorianos, son válidas para conducir en
Chile en los términos de los convenios binacionales firmados y vigentes con sus res-
pectivos países.

84
Con Perú se suscribió en Lima, el 16 de junio de 1978, el “Convenio de Turismo,
Tránsito de Pasajeros, sus Equipajes y Vehículos”, el que, ratificado por ambos
Gobiernos, fue promulgado en Chile como Ley de la República y publicado su texto
en el Diario Oficial del 14 de julio de 1984.

Con Ecuador, rige el “Convenio de Facilidades de Tránsito de Personas, Equi-


pajes y Vehículos con Fines Turísticos entre los Gobiernos de la República de
Chile y de la República del Ecuador”, publicado en el Diario Oficial del 30 de
noviembre de 1990.

En ambos casos, se define al “Turista” y se da validez a sus documentos originales


de conductor, para desempeñarse en Chile por el tiempo que dure su visita en esa
calidad y en los términos especificados en cada Convenio.

3.2.8 – Otros documentos no son válidos en Chile

De acuerdo a lo expuesto, sólo son válidos para conducir vehículos motorizados en


Chile, además de los documentos chilenos (salvo la Licencia Internacional otorgada en
Chile), los siguientes documentos:
– Licencias Argentinas de toda clase;
– Licencias Ecuatorianas que porten turistas de esa nacionalidad o residencia
que ingresen a Chile y que permanezcan en el país 24 horas cuando menos y
no más de noventa días, sin propósitos de inmigración o trabajo;
– Licencias Peruanas que porten turistas de esa nacionalidad que ingresen a
Chile en tal calidad por el plazo de 30 días, prorrogables, previa solicitud,
hasta por 180 días;
– Licencias Internacionales otorgadas en cualquier país en los términos de los
anexos 9° y 10° de la Convención de Ginebra de 1949; y
– Licencias otorgadas en sus países de origen a los choferes de Empresas de
Transporte de carga o de pasajeros de ALADI, de 1° de enero de1990.

Ningún otro documento o licencia habilita a su titular o portador para conducir


vehículos motorizados en Chile.

3.2.9 – Sanciones a los que conducen sin documentos

Con relación a los documentos para conducir, pueden darse variadas situaciones
cuando los conductores no los poseen o no los portan al momento de ser requeridos
para su exhibición, cuando participan en un accidente o cuando deben acreditar su
habilidad para conducir. Cada una de las figuras posibles tendrá sanciones diferentes y

85
dará origen a delitos o a infracciones de mayor o menor gravedad y a presunciones de
responsabilidad del conductor en un accidente, de acuerdo al caso.

La figura más leve es la del conductor que ha obtenido su licencia, la que se en-
cuentra vigente, no está retenida, suspendida ni cancelada y que, por cualquier razón,
su titular no la porta en el momento de ser requerido para su acreditación. Incurre en
la conducta más grave, desde el punto de vista de su tipificación como delito, “el que
sin tener la licencia de conductor requerida, maneje un vehículo para cuya conduc-
ción se requiera una licencia profesional determinada”, como lo dispone el artículo
196 D de la Ley de Tránsito.

Comete infracción grave, tipificada en el Nº 2° del artículo 198 de la misma, el ti-


tular de una licencia que no se somete en el tiempo prescrito por la ley a un examen
para determinar su idoneidad física y psíquica y el que no mantiene actualizado el
registro de su domicilio. También constituye infracción grave “conducir un vehículo
con una licencia de conductor distinta a la que corresponda, sin perjuicio de lo
establecido en el artículo 196 D”.

Además, por disposición del inciso segundo del artículo séptimo de la Ley N°
18.290, si se sorprendiere conduciendo un vehículo respecto del que se requiera
licencia que habilite su conducción, “a quien no porte los documentos a que se refiere
el artículo anterior, Carabineros podrá retirar el vehículo de la circulación para ser
puesto a disposición del tribunal competente para la aplicación de las sanciones que
correspondan. Si antes de enviarse el parte al respectivo tribunal, lo que no podrá
ocurrir sino pasadas cuarenta y ocho horas, el conductor acredita ante Carabineros
poseer la documentación adecuada y vigente, se le devolverá el vehículo, cursándose
la infracción correspondiente”. La infracción que se comete al no portar los docu-
mentos habilitantes para conducir, los que están vigentes y corresponden al tipo de
vehículo que se conduce, es una infracción leve.

3.2.9.a – Sanciones a los que posibilitan la conducción sin licencia

Está prohibido al propietario o encargado de un vehículo facilitarlo a una persona


que no posea licencia para conducir y, si se sorprendiere conduciendo a una persona
no habilitada, podrá el vehículo ser retirado de la circulación y se procederá como
señala el artículo 7º de la Ley de Tránsito.

Con el mismo criterio, el artículo 8º de la Ley 18.290, dispone que “los propieta-
rios o encargados de vehículos no podrán celebrar actos o contratos que impliquen
la conducción de esos vehículos por personas que no tengan una licencia vigente

86
para conducir la clase de vehículo de que se trate”, agregando en su inciso segundo
que “si la infracción a esta prohibición fuera cometida por personas o empresas
dedicadas a dar en arrendamiento vehículos motorizados, serán sancionadas con la
clausura del establecimiento, que no podrá ser inferior a siete días ni superior a
quince. En caso de reincidencia, los plazos señalados se elevarán al doble y en caso
de una tercera infracción, el Juez decretará la clausura definitiva del establecimien-
to”.

3.2.9.b – Duración y vigencia de la licencia para conducir

Dos conceptos deben ser considerados con relación a la aptitud de una licencia en
cuanto habilita a su titular para conducir vehículos motorizados, de conformidad a la
Ley de Tránsito, cuyo artículo 18, dispone en su primer inciso, que la licencia “será de
duración indefinida y mantendrá su vigencia mientras su titular reúna los requisitos
o exigencias que señale la ley”. Del texto transcrito se ha pretendido derivar que la
licencia de conductor es válida para todos los efectos requeridos, aún en el caso de
que su poseedor no se someta oportunamente a los exámenes y trámites periódicos
que la misma ley establece, interpretación que nos parece equivocada.

Según el Diccionario de la Real Academia, “duración” es “acción y efecto de durar”


y “tiempo que dura una cosa o que transcurre entre el comienzo y el fin de un proce-
so”. “Vigencia”, por su parte, es “cualidad de vigente” y “vigente”, por último, es un
adjetivo que “se aplica a las leyes, ordenanzas, estilos y costumbres que están en vigor
y observancia”. La licencia para habilitar al conductor, requiere copulativamente de
duración y de vigencia.

La duración de la licencia dice relación con el hecho físico de existir y de “valer”,


referido a “ser útil una cosa para realizar cierta función”, ya que también implica
“tener vigencia una cosa”. Este “valer” implica la idea de aprovechar o sentir en
sentido físico, significando “lo útil”. La licencia puede durar y valer, ser útil y lícita y,
sin embargo, no tener vigencia. Si no está vigente, no está en boga, ni conserva su
fuerza ni su vigor.

Es inherente a la licencia que ésta dure indefinidamente, esto es, su existencia no


tiene límite en el tiempo, concepto que nada tiene que ver con la eficacia que manten-
ga durante su existencia ilimitada. En general, las cosas pueden existir indefinidamente,
lo que no implica que sean eficaces o capaces de servir para los fines que su propia
existencia determina.

87
La existencia ilimitada no implica eficacia, como se ha señalado, entendiendo ésta
como “virtud, actividad, fuerza y poder para obrar”, de donde queda claro que no
basta con existir, siendo necesario que tal existencia produzca efectos y la eficacia,
precisamente se refiere al efecto, es virtud. Un remedio de duración indefinida puede
mantener su energía y actuar activamente en muchos sentidos, pero el mismo remedio
será eficaz, sólo cuando efectúa lo que se desea. Es eficaz lo que es apto para hacer,
para conseguir, lo que tiene virtud específica en cualquier sentido.

Así, la licencia de duración indefinida en su existencia, no es siempre eficaz, no


siempre es apta, ya que requiere del otro elemento copulativo que señala la ley y que
determina a la duración: la vigencia. Para que la licencia se mantenga vigente, deben
cumplirse ciertos requisitos, tratados en los artículos 18, inciso segundo, 19 y 23 de la
Ley de Tránsito, a los que se ha hecho mención. Si la licencia de duración indefinida
requiriera sólo de su existencia para autorizar la conducción, no complementada por la
vigencia, no podría la ley establecer que lo que dura indefinidamente mantiene vigen-
cia “mientras su titular reúna los requisitos o exigencias que señale la ley”, ya que se
estaría ante un contrasentido no querido por el legislador e inaceptable de acuerdo a lo
dispuesto en el párrafo 4º del Título Preliminar del Código Civil.

A mayor abundamiento y aplicando la norma del inciso segundo del artículo 19 del
Código Civil, es obvio que al establecerse controles periódicos obligatorios a los que
deben someterse los conductores poseedores de licencia, los que se hacen en períodos
más breves tratándose de conductores profesionales en razón de la necesidad de un
mayor control respecto de la mantención de sus facultades, no puede sostenerse que la
sola duración de la licencia permite conducir indefinidamente, siendo necesario rehabi-
litarla cada cierto tiempo para que mantenga su vigencia, sin la cual no habilita para
conducir. Aparece claramente manifestada en la ley la calidad de copulativos de ambos
requisitos, duración y vigencia, no correspondiendo interpretar la norma en forma
parcial y validar a un conductor no vigente.

La disposición del inciso primero del artículo 18 de la Ley de Tránsito, de aplica-


ción general, aparece repetida en la parte final del inciso segundo del Nº 1 del párrafo
dedicado a la “Licencia no Profesional Clase B” del artículo 12 de la misma ley,
referido esta vez a la licencia excepcional que puede otorgarse a los menores de 18
años y mayores de 17. La reiteración de la norma sólo se explica en razón de la dife-
rencia establecida entre “duración” y “vigencia”, ya que el menor recibe su licencia en
condiciones muy limitadas, ya que debe conducir acompañado de una persona deter-
minada. Este requisito hace que su licencia sólo valga, esto es, sea vigente, cuando el
requisito de compañía se cumple, pero llegado el titular a los 18 años de edad, como

88
la licencia “dura indefinidamente”, la vigencia se amplía y desaparece la obligación
limitante, no siendo necesario que obtenga una nueva licencia.

En el sistema de la Ley 18.290, puede también alterarse la vigencia de la licencia,


como sucede en el caso de los conductores con licencia profesional, los que quedan
obligados al examen para acreditar aptitudes cada dos años en lugar de cada seis, de
acuerdo a lo dispuesto en el inciso primero del artículo 19, en relación con el inciso
segundo del artículo 18 o en casos de incapacidad física o psíquica sobreviniente o de
suspensiones o cancelaciones. También la licencia puede otorgarse con vigencia
limitada, –no duración limitada– y restringida para conducir un determinado vehículo
o en horarios o áreas geográficas fijadas. Estas licencias restringidas en el espacio o en
el tiempo, establecidas en el artículo 20 de la Ley de Tránsito, existen como conse-
cuencia de la duración indefinida establecida en la ley, pero no son eficaces sino dentro
de las limitaciones y restricciones impuestas, fuera de las cuales no sirven por no tener
vigencia, la que pierden a la llegada del plazo, del límite o de la condición. Recuperan
su eficacia y su vigencia al concurrir en el espacio o en el tiempo el elemento habili-
tante.

El caso analizado del artículo 20 de la Ley de Tránsito muestra claramente la dis-


tinción entre duración y vigencia y la necesidad de concurrencia de ambos elementos
para habilitar la conducción. No se limita la duración y, sin embargo, el titular de la
licencia no está habilitado para conducir en contravención a la restricción que le haya
sido impuesta, por lo que su licencia no está vigente si no concurren los elementos que
eliminan la restricción: horario, tipo de vehículo, área geográfica.

Como señala el inciso final del artículo 21 de la Ley de Tránsito, en casos califica-
dos y si la deficiencia que presenta el postulante a conductor no es grave, “o atendida
la edad y estado general del peticionario, se podrá fijar un plazo distinto para la
vigencia de la licencia no profesional”. Esta duración restringida dice relación con la
vigencia de la licencia, más no con la duración de la misma, que por mandato legal es
indefinida. Desde el momento en que el titular adquiere licencia, ésta no tiene límite en
el tiempo de su duración. Lo que se limita es su vigencia y sólo la licencia vigente es
válida, competente y eficaz para conducir.

Antes de la reforma a la Ley de Tránsito de 8 de marzo de 1997, reforzaba los con-


ceptos expuestos la disposición del artículo 182, hoy suprimido, que facultaba a
Carabineros para detener al que “careciere de licencia o permiso, no los llevare
consigo o los tuviere vencidos”. Las dos primeras hipótesis eran claras y, respecto de
la última, sólo podía estar vencido el documento y caer en sanción su titular, cuando
portaba una licencia sin vigencia, ya que por definición legal, la licencia dura indefini-

89
damente y por consiguiente, sólo puede hablarse de vencimiento en referencia a su
otro elemento: la vigencia. Si bastare con la sola licencia, como ésta es de duración
indefinida, la parte final de la disposición citada estaría de más, ya que si no se requi-
riera de vigencia, nunca podría hablarse de licencia vencida. Vencida es la licencia que
ha perdido su vigencia, la que a pesar de existir, ha dejado de ser eficaz.

Al ser reformada, la ley ha desterrado la detención del conductor, no en razón de


dar validez y eficacia a licencias sin vigencia, sino que reemplazando tal detención por
la retención del vehículo, de acuerdo al inciso segundo del artículo 7º de la Ley,
retención que cesará “si antes de enviarse el parte al respectivo tribunal, lo que no
podrá ocurrir sino pasadas cuarenta y ocho horas, el conductor acredita ante Cara-
bineros poseer la documentación adecuada y vigente”. La exigencia respecto de la
vigencia, se mantiene.

3.2.10 – Las Escuelas de Conductores

El Título II de la Ley de Tránsito, en sus artículos 30 a 32, trata “De la Enseñanza


de las Normas de Tránsito y de las Escuelas de Conductores” y, como primera
medida, establece que “el Ministerio de Educación deberá contemplar en los pro-
gramas de los establecimientos de enseñanza básica y media del país, entre sus
actividades oficiales y permanentes, la enseñanza de las disposiciones que regulan el
tránsito, el uso de las vías públicas y los medios de transportes”.

La normativa relativa a las “Escuelas para Conductores”, establecida en forma


más propia de un reglamento que de una ley en los artículos 31, 31 bis, 31 A, 31 B, 31
C, 31 D y 32 de la Ley de Tránsito establece variadas clases de escuelas, organiza la
forma en que éstas se constituirán y hace referencia a sus obligaciones y responsabili-
dades, pudiendo ser “de clase A, para Conductores Profesionales y no profesionales,
y, de Clase B, para postulantes de licencia no profesional, Clases B y C, o Especial
Clase D”, todas las que “deberán impartir los conocimientos, destrezas y habilidades
necesarias para la conducción de los vehículos motorizados a que se refiere la
respectiva licencia”.

3.3.1 – Aptitud de los vehículos para circular

No cualquier vehículo puede circular libremente en las calles y vías destinados al


efecto. Es necesario que, además de cumplir con los requerimientos relativos a ins-
cripción, placa patente, seguro obligatorio de accidentes personales, revisión técnica y
otros, se sujeten a determinadas condiciones técnicas, colores, distintivos y regulacio-
nes atinentes a la carga que puedan portar. La Ley de Tránsito contiene en su Título

90
V, “De las condiciones técnicas, de la carga, de las medidas de seguridad y de los
distintivos y colores de ciertos vehículos”, diversas normas que es necesario conocer y
tener en cuenta al respecto, entre sus artículos 55 y 87, inclusive.

La norma básica la contiene el artículo 55 de la Ley citada, que dispone que “los
vehículos deberán estar provistos de los sistemas y accesorios que la ley establece,
los que deberán estar en perfecto estado de funcionamiento, de manera que permitan
al conductor maniobrar con seguridad”. En relación a los equipos y accesorios de
vehículos en circulación internacional, existen normas especiales que contiene princi-
palmente el Anexo 6 de la “Convención Sobre Circulación Caminera”.

Entre las condiciones técnicas exigidas para la adecuada circulación de los vehícu-
los, éstos “deberán reunir las características técnicas de construcción, dimensiones y
condiciones de seguridad, comodidad, presentación y mantenimiento que establezca
el Ministerio de Transportes y Telecomunicaciones, y no podrán exceder los pesos
máximos permitidos por el Ministerio de Obras Públicas”, no pudiendo transitar los
que excedan los pesos máximos permitidos, salvo en casos especiales, en los que se
autoriza su tránsito, limitado y sujeto a restricciones y medidas especiales de seguri-
dad, como señalan los artículos 56 y 57 de la Ley de Tránsito.

3.3.1.a – Uso de las luces en los vehículos

Dispone el artículo 72 de la Ley de Tránsito, que “desde media hora después de la


puesta de sol, hasta media hora antes de su salida y cada vez que las condiciones del
tiempo lo requieran, los vehículos deberán llevar encendidas las luces reglamenta-
rias”, disposición que debe concordarse, para su debida inteligencia, con el Nº 1 del
artículo 15 de la Convención de Ginebra, de 1949, en cuanto dispone que las luces se
usarán “desde la caída de la tarde y durante la noche o siempre que las condiciones
atmosféricas lo requieran”.

3.3.2 – Conducción de bicicletas y otros vehículos especiales

La conducción de bicicletas en recintos privados, con carácter deportivo, no requie-


re de autorizaciones especiales. Pero el uso de la bicicleta como medio de transporte,
está normado por Decreto Nº 116 del 26 de junio de 1988, de la Subsecretaría de
Transportes, publicado en el Diario Oficial del 29 de agosto de ese año, que obliga a
toda persona que conduzca una bicicleta por la vía pública, a ajustarse a las disposi-
ciones generales de la Ley de Tránsito y a las normas aplicables a los conductores de
vehículos, excepto a las disposiciones que por su propia y especial naturaleza, no les
fueren compatibles.

91
Entre las obligaciones de los ciclistas está el acatamiento de las normas que regulan el
tránsito en general y no quedan excluidos, en caso alguno, de su cumplimiento.

No establece la Ley de Tránsito ningún tipo de licencia que habilite para conducir
bicicletas en la vía pública, por lo que debemos concluir que no es necesario estar
habilitado especialmente al efecto. La misma ley es clara al señalar cuáles son los
vehículos de tracción animal, por lo que no es aplicable la exigencia de licencia a los
ciclistas, ya que la “tracción humana”, como es el caso de la bicicleta, no es para la
Ley de Tránsito, “tracción animal”.

El artículo 133 de la Ley de Tránsito establece que “si se destinaren o señalaren


vías o pistas especiales para el tránsito de bicicletas, sus conductores deberán tran-
sitar por ellas y quedará prohibido a otros vehículos usarlas” y los artículos 83 y 84
de la misma ley, disponen que no podrán llevarse en ellas mayor número de personas
“que aquel para el cual fueron diseñados y equipados”, debiendo el acompañante ir
sentado a horcajadas” y usar, tanto el conductor como el acompañante, casco protec-
tor reglamentario, haciendo extensivas estas normas a las motocicletas, motonetas,
bicimotos y triciclos, todos los que no pueden transitar en grupos de más de dos en
fondo, excepto en las vías especialmente destinadas a su uso exclusivo, en virtud de lo
ordenado por el artículo 134.

El artículo 135, a su vez, “prohibe, a los conductores de los vehículos señalados


en el artículo anterior, tomarse de otros vehículos que se encuentren en movimiento
en las vías públicas”, ordenándoles transitar uno en pos de otro durante la noche y
cuando las condiciones de visibilidad lo hagan necesario, lo que debe hacer siempre en
los túneles, puentes y pasos bajo o sobre nivel.

En la ley Nº 15.231, su artículo 59 establece como obligatorio en esta clase de


vehículos, el uso de “elementos reflectantes tales como huinchas y otros en la parte
posterior”.

El Decreto Nº 116 de 1988 ya referido, agrega a los conductores de bicicletas, la


obligación de mantener ambas manos asidas al manubrio, tener en el vehículo un
sistema de frenos y focos o luces en la parte delantera y trasera, portar huinchas o
placas reflectantes en los bordes anteriores y posteriores de cada pedal y en las hor-
quillas delantera y trasera o, en forma de arco circular, en los rayos de cada rueda y,
como una disposición imperativa, “desde media hora después de la puesta del sol,
hasta media hora antes de su salida y cada vez que las condiciones del tiempo lo
requieran”, al transitar por una vía pública “deberán portar un chaleco, arnés o

92
cinturón de bandolera, reflectante”. Otros requisitos con que deben cumplir estos
vehículos en la circulación, los establece el artículo 68 de la Ley de Tránsito.

La obligación de mantener ambas manos asidas al manubrio, también la establece


para los conductores de bicicletas, motocicletas, motonetas y bicimotos, el artículo
136 de la Ley de Tránsito, que prohibe que en dichos vehículos se transporte carga
que lo impida, señalando expresamente la obligación de mantener “el debido control
del vehículo o su necesaria estabilidad”.

Tanto la prohibición de tomarse de otros vehículos en movimiento, como la obliga-


ción de transitar uno en pos de otro en los lugares que señala la ley y las normas para
el tránsito nocturno, que se establecen en el artículo 135 de la Ley de Tránsito, se
sancionan como infracciones graves en el caso de no respetarse, en el Nº 10 del artí-
culo 198 de la misma ley.

3.3.2.a – Conducción de vehículos de tracción animal

De los textos legales que tratan de los vehículos de tracción animal, se desprende
que la referencia se hace a los vehículos de tiro u otros, diferenciándolos de las bici-
cletas, triciclos y aquellos en los que la fuerza motriz la proporciona directamente el
hombre, a pesar que todos pueden ser englobados con el calificativo genérico “de
tracción animal”.

Así, la diferencia la hace el artículo 59 de la Ley Nº 15.231, al exigir para esta clase
de vehículos el uso de los mismos elementos reflectantes exigidos para las bicicletas y
otros vehículos análogos y el artículo 68 de la Ley de Tránsito, que luego de referirse
expresamente en su número 4, a “Triciclos y bicicletas”, en su número 5, referido a
“Vehículos de Tracción Animal y Carretones de Mano”, les exige que lleven “un farol
en la parte delantera de cada uno de los costados que sobresalga de su estructura y
que proyecten luz blanca hacia adelante y roja hacia atrás, en forma perfectamente
visible”.

Reafirma lo señalado la disposición del artículo 85 de la Ley de Tránsito, al exigir


que “en los vehículos de tracción animal deberán usarse animales adiestrados y con
arneses que reúnan condiciones de seguridad”.

Finalmente, el artículo 137 de la misma ley, obliga a sus conductores, “a cumplir


con todas las normas generales de esta ley, en lo que les sean aplicables”.

93
3.4.1 – Conducción a la derecha o a la izquierda del eje de la calzada

La maniobra de conducir a la izquierda del eje de la calzada, no constituye propiamente


la infracción de conducir contra el sentido del tránsito, a que se refiere el Nº 11 del artículo
198. Dicha maniobra es permitida como excepción a la norma general de conducción por la
derecha establecida genéricamente en el artículo 120 de la Ley de Tránsito, debiendo
conservarse dicha posición al aproximarse a una cuesta, curva, puente, túnel, paso a nivel o
sobre nivel. No hacerlo, constituye una presunción de responsabilidad en los accidentes,
establecida en el Nº 9 del artículo 172 de la ley citada, como lo es también el conducir a la
izquierda del eje de la calzada en una vía que tenga sentidos opuestos, maniobras todas que
constituyen infracciones graves, en conformidad a lo dispuesto en los números 4 y 13 del
artículo 198.

La infracción de no mantener la derecha en la circulación, es de carácter leve, salvo


en los casos anotados en el párrafo precedente.

En la ley chilena la obligación de circular por la mitad derecha de la calzada, salvo


las excepciones que la misma ley establece, está referida a todas las vías públicas en
forma imperativa en el artículo 120, que dispone que “en las vías públicas, los vehí-
culos deberán circular por la mitad derecha de la calzada...”, no quedando limitada
la obligación a aquellas vías con tránsito en ambos sentidos.

Cabe destacar sin embargo, que “en la circulación urbana, cuando la calzada esté
exclusivamente señalizada para el tránsito en un sólo sentido”, circular a la izquierda
del eje de la calzada no constituye infracción y aparece expresamente permitido por el
Nº 4 del artículo 120 citado, como una excepción a la norma de general aplicación de
circulación por la derecha.

La norma de circulación por la derecha tiene aplicación en casi todos los países,
con la salvedad de Inglaterra, Escocia, País de Gales e Irlanda, Tailandia, otros países
de la Common Wealth y Sudáfrica. En Chile siempre se condujo por la derecha y en
Argentina en cambio, hasta entrados los años 50 se hacía como en Inglaterra, por la
izquierda. El origen de esta costumbre sancionada en la legislación, podría encontrar-
se, según algunos autores, en las normas existentes desde antaño para evitar colisiones
en el mar, entre las que ocupa un lugar fundamental la que preceptúa que navegando
dos buques de frente, en términos que sea de temer un choque, ambos deberán caer
sobre estribor (derecha), a fin de dejar pasar al otro por babor (izquierda)35. Pensamos
que es posible que la norma derive del derecho marítimo en la forma descrita o man-
tenga relación con ella, pero la cuestión es saber por qué la derecha y no la izquierda y

35
Tabasso, Carlos, Fundamentos del Tránsito, Buenos Aires Julio C. Faira, Editor, 1995, Vol. II, p. 340.

94
además, llama la atención que siendo los ingleses grandes marinos, importantes en los
siglos pasados en todos los océanos, conduzcan sus automóviles por la izquierda.

La necesidad de establecer claramente el derecho de paso, que empieza a tener fun-


damental importancia con el surgir del automóvil, reconoce a nuestro juicio, su origen
en inmemoriales motivaciones que han fijado, desde los albores de la humanidad, la
preeminencia de la mano derecha, argumentándose incluso causas anatómicas para
asignarle una posición privilegiada, debido a que en el hombre existe un mayor desa-
rrollo del hemisferio izquierdo del cerebro, encargado de inervar los músculos del lado
derecho del cuerpo. Sin embargo, para la mayoría de los investigadores esta preemi-
nencia de la mano derecha no obedece directamente a la estructura del organismo, sino
a un sistema de convenciones de la sociedad.

La conducción por la derecha reconoce como excepciones la maniobra de adelan-


tamiento, la existencia de impedimentos en la calzada, “en el tránsito urbano, cuando
la calzada tenga demarcada tres o más pistas de circulación, en un mismo sentido” y
en las calzadas con tránsito señalizado en un solo sentido, como lo señalan los cuatro
números del artículo 120 de la Ley de Tránsito.

Sin embargo, también “los vehículos que, dentro de los límites fijados, circulen a
una velocidad inferior a la máxima deberán hacerlo por su derecha”, de acuerdo a lo
que ordena el artículo 121 de la Ley de Tránsito.

3.4.1.a – Conducción a la izquierda del eje de la calzada. Maniobra de adelantar

No puede conducirse un vehículo “por el lado izquierdo del eje de una calzada de
doble tránsito para adelantar a otro que circule en el mismo sentido, a menos que
ese lado esté claramente visible y se disponga de un espacio libre hacia adelante que
permita hacer la maniobra con seguridad y sin interferir con los vehículos que se
aproximen en sentido contrario”, según disposición del artículo 126 de la Ley de
Tránsito, que, en su inciso segundo no permite la maniobra “donde la señalización o
la demarcación lo prohiba” y al atravesar un puente, viaducto, túnel o cruce de
ferrocarril o al aproximarse a cualquiera de estos lugares desde una distancia mínima
de 200 metros y en la proximidad de la cima de una cuesta o gradiente o de una curva.
La infracción a esta norma se castiga como grave, conforme al Nº 13 del artículo 198
de la misma ley.

La maniobra de adelantar deberá efectuarse siempre por la izquierda “a una distan-


cia que garantice seguridad”. El que la efectúe, “no volverá a tomar la pista de la
derecha, hasta que tenga distancia suficiente y segura, delante del vehículo que

95
acaba de adelantar”, de acuerdo a lo ordenado por el artículo 124 de la Ley de Trán-
sito.

Las obligaciones que deben cumplir los conductores con relación a la maniobra de
adelantar, también afectan a los que son adelantados y así, el inciso segundo del
artículo 124 de la Ley de Tránsito, ordena que el conductor que es adelantado, “debe-
rá ceder el paso en favor del que lo adelante y no deberá aumentar la velocidad
hasta que el otro vehículo complete la maniobra”, disposición que luego comple-
menta el artículo 131, que dispone que “cuando en los caminos circulen dos o más
vehículos en un mismo sentido, que deben transitar reglamentariamente por la dere-
cha, cada conductor deberá mantener con respecto al vehículo que lo antecede, una
distancia suficiente para que cualquier vehículo pueda adelantarlo, ingresando sin
peligro en dicho espacio”, agregando en el inciso segundo, que los vehículos que
circulen en caravana o convoy “deberán mantener suficiente distancia, entre ellos,
para que cualquier vehículo que los adelante, pueda ocupar la vía sin peligro”.

Constituye excepción a la norma transcrita en cuanto a la distancia a mantener entre


vehículos, la frase final del inciso citado, que no hace aplicable dicha disposición a los
cortejos fúnebres.

Si al efectuar la maniobra de adelantar no se dispone de visual suficiente o se trata


de un lugar prohibido al efecto, el Nº 16 del artículo 172 de la Ley de Tránsito, pre-
sume la responsabilidad en el accidente que como consecuencia de ello se produzca,
por parte del conductor infractor.

3.4.1.b – Adelantar y sobrepasar

A la maniobra de adelantar por la derecha, en los casos en que ello es posible y nunca
transitando fuera de la calzada, se refiere la ley especial en su artículo 125, con el término
de sobrepasar y para ello, se requiere absoluta seguridad y sólo se la autoriza “cuando el
vehículo alcanzado esté efectuando o a punto de efectuar un viraje a la izquierda” y en
las vías urbanas, cuando existan “tres o más pistas en el mismo sentido del tránsito”. En
expresión del tratadista uruguayo Dr. Carlos Tabasso, editado en la Argentina, la ley
chilena “es uno de los pocos textos positivos que establece la distinción expresa entre el
adelantamiento, que implica el uso de la mano de tránsito de sentido contrario, y el sobre-
pasamiento, que no lo supone”36.

3.4.1.c – Prohibición de adelantar en cruce. Excepción

Dispone el artículo 127 de la Ley de Tránsito, que “ningún vehículo podrá ade-
lantar a otro en un cruce, a menos que éste se encuentre regulado por semáforos o
36
Tabasso, Carlos, Derecho del Tránsito, Buenos Aires: Julio C. Faira, Editor, 1997, p. 139.

96
por Carabineros”. Al estar prohibida la maniobra en el cruce, el Nº 16 del artículo
172 de la ley, presume la responsabilidad en el accidente en que participe el conductor
que la efectúe, estando la acción sancionada como infracción grave en el Nº 4 del
artículo 198.

No obstante la amplitud de la autorización para adelantar en cruce regulado, de


acuerdo al tenor de la disposición transcrita, ella no es tan amplia, ya que el Manual
de Señalización del Tránsito en su Párrafo (3.4.1), apartado ii), dispone que las
“Líneas Centrales Continuas”, pueden usarse también “en las aproximaciones a una
intersección donde por razones de seguridad no se desea que los vehículos se despla-
cen a las pistas de sentido contrario”, derivándose que en un cruce regulado, si el
carril de aproximación está demarcado con línea continua central, lo que sucede con
frecuencia, la maniobra de adelantamiento no está permitida, constituyendo ésta una
importante excepción a la norma general de autorización contenida en el artículo 127
de la Ley de Tránsito.

A pesar de no entenderse como adelantamiento a la maniobra hecha en un cruce


como propiamente tal, la maniobra de hacerlo con respecto de un vehículo de pasaje-
ros que se encuentre detenido, constituye riesgo evidente de atropello y hay que
efectuarla con extrema atención. Todo conductor de un automóvil que en su marcha
enfrenta (o adelanta) a otro de transporte de pasajeros que se ha detenido en un lugar
destinado para el ascenso o el descenso de pasajeros, debe tomar mayores precaucio-
nes en la conducción, desde el momento en que el cruce de la calle o el camino por
parte de alguien que desciende de aquel, es un hecho previsible que aumenta el deber
de prudencia a que está obligado normalmente el conductor del automóvil. Se hace
necesario incluir en la Ley de Tránsito una norma que obligue a los conductores a
detenerse y continuar con precaución ante la presencia de un vehículo de transporte
escolar, detenido y con sus señales luminosas funcionando, para prevenir accidentes
con menores que repentinamente bajan del vehículo y cruzan a la carrera o despreve-
nidamente.

3.4.2 – Virajes y señales de advertencia

La maniobra de viraje aparece especialmente tratada en el título X de la Ley de


Tránsito –artículos 138 y siguientes– los que describen la forma de efectuarla, la
preferencia de que disponen los que viran, las autorizaciones especiales para virar
desde segunda pista, los virajes en “U”, las prohibiciones de virar y la señalización
necesaria para anunciar la maniobra.

97
Concentraremos nuestra atención en la problemática de los virajes desde el punto
de vista de la normativa del tránsito y sus efectos, más que en el texto de la ley, que
aparece claro en sus disposiciones.

3.4.2.a – El que vira carece de toda preferencia

Dispone el artículo 138 de la Ley de Tránsito, que “el conductor de un vehículo


que tenga el propósito de virar, carecerá de toda preferencia para ejecutar esta
maniobra y deberá respetar el derecho preferente de paso que tengan, en estas
circunstancias, los otros vehículos que circulen y los peatones en los cruces o pasos
reglamentarios a ellos destinados, que estén o no demarcados”.

La disposición es aplicable no sólo al que efectúa la maniobra de viraje, sino que


también al que tenga el propósito de hacerlo, lo que lógicamente incluye al que esté en
posición de viraje. Acreditar la intención de virar o el viraje mismo será un problema
de prueba tanto o más difícil, en la medida que el que vira haya ya iniciado la maniobra
y en el punto de la misma que lo sorprenda un accidente, para determinar si perdió o
no la preferencia, si se tenía la intención de virar o no. Debe tomarse también atención
al nuevo texto del Nº 1 del artículo 139 en lo que a camiones o vehículos articulados
se refiere, como se hará referencia más adelante.

Analizando la disposición transcrita del artículo 138 en concordancia con la norma


básica sobre preferencia por la derecha establecida en el artículo 143 de la ley, es
necesario señalar que el viraje constituye una excepción y el que vira, aunque esté
situado a la derecha, pierde toda preferencia por la sola intención de virar. Materia
diferente será que tal intención y la maniobra puedan ser acreditadas, lo que se hará
más sencillo si ya se ha iniciado el viraje. Igual cosa sucede con la existencia de señali-
zación Ceda el Paso o Pare. Conveniente es anotar que la disposición transcrita no
distingue y es absoluta en el sentido de restar preferencia al que vira, por lo que no
resultaría ajustado a derecho, entrar a distinguir entre las diversas situaciones que
pudieran concurrir, tales como la existencia de señales Pare o Ceda el Paso, en
contraposición con el viraje. Al no distinguir la ley, el que vira carece de toda prefe-
rencia.

El hecho que el conductor que vire o que tenga la intención de virar, pierda toda
preferencia, está en contradicción con lo establecido en el “Anexo 2” de la Conven-
ción sobre la Circulación por Carretera, acordada en Ginebra, Suiza, en 1949 y que,
al estar suscrita por Chile, promulgada y publicada, es ley de la República. Dicha
norma internacional dispone que “cuando dos vehículos se acerquen simultáneamente
a un cruce de carreteras, ninguna de las cuales tenga prioridad de paso sobre la

98
otra, el vehículo que llegue por la izquierda, deberá ceder el paso al otro vehículo”.
La disposición entrega la preferencia al de la derecha, sin excepción alguna y, al no
existir en la normativa internacional una regla como la del artículo 138 de la Ley de
Tránsito, en ese ámbito la derecha es absoluta.

Debe concluirse ante este conflicto de leyes, que entre nosotros prima la norma es-
pecial y posterior de la Ley de Tránsito y, en consecuencia, en Chile el conductor que
vira pierde toda preferencia. Este criterio se confirma si se analiza que en la ley inter-
nacional, sin una norma como la del artículo 138 ya citado, prima la preferencia por la
derecha sin limitaciones. En la ley chilena a contrario sensu, estando establecida la
excepción, debe primar ésta.

3.4.2.b – Forma de efectuar la maniobra. Señalización. Vehículos de carga arti-


culados. Otras normas relativas al viraje

La forma de efectuar la maniobra de viraje aparece detallada en el artículo 139 de la


Ley de Tránsito y, en general, puede afirmarse que siempre el viraje deberá iniciarse en
la cuneta o junto a la línea central, según se trate de una vía de tránsito en uno o en
dos sentidos y de viraje a la izquierda o a la derecha.

Mención especial requiere la norma del Nº 1 del artículo 139 de la Ley de Tránsito,
en el sentido que “en el caso de viraje a la derecha, debidamente señalizado por un
vehículo de carga articulado compuesto de camión tractor y semirremolque, o de
camión y remolque...”, no rigen las normas generales que regulan la maniobra de
viraje a la derecha, especialmente la obligación de efectuarla “tan cerca como sea
posible de la cuneta de la mano derecha o del borde de la calzada”, “debiendo los
demás conductores aguardar que dicho vehículo termine su maniobra”, todo con el
objeto de evitar el riesgo que implicaba la natural “apertura” hacia la pista izquierda
por parte de los grandes vehículos para poder efectuar el viraje, la que era aprovecha-
da por los más pequeños para avanzar por la derecha del camión, terminando general-
mente pisados, aplastados, presionados contra la cuneta o arrastrados.

La señalización necesaria y obligatoria para efectuar un viraje, aparece tratada en el


artículo 142 de la Ley de Tránsito y ella debe ser efectuada con el señalizador eléctri-
co del vehículo o con el brazo, en su defecto, “con una anticipación mínima de
treinta metros”.

Efectuar virajes en “U” está autorizado en la Ley de Tránsito, en los lugares en que
la maniobra no está prohibida por el artículo 141: en las intersecciones de calles y
caminos, en los pasos para peatones, a menos de 200 metros de las curvas, cimas o

99
gradientes, cruces ferroviarios, puentes, viaductos y túneles y donde la señalización lo
prohiba.

3.4.2.c – Virajes, líneas de demarcación y cruces

Con mucha frecuencia se presenta en la circulación urbana, el problema de denun-


cios a los tribunales efectuados contra conductores que, para salir de la circulación o al
incorporarse a ésta, viran pasando por sobre una línea demarcatoria continua ubicada
en el centro de la calzada, dirigiéndose a o desde la vereda del lado opuesto de la vía.
Igual problema, pero relativo a la causalidad en un accidente, se produce cuando un
vehículo es adelantado en un viraje, ya se trate de una maniobra efectuada a mitad de
cuadra o en un cruce y existiendo línea demarcada, ya sea continua o discontinua.

Es necesario distinguir si la maniobra de viraje se efectúa a mitad de cuadra o en un


cruce. Cuando en este último caso, se vire a la izquierda “desde una vía de doble
tránsito hacia otra vía”, sea ésta de doble o de un sólo tránsito, el vehículo que vira
debe aproximarse al costado derecho del eje o de la línea central de la vía por donde
transita y, pasada la intersección, entrar a la vía de destino. Nunca podrá ser adelanta-
do en el cruce, por estar expresamente prohibido el adelantamiento, salvo que se trate
de cruce regulado y, en consecuencia, la causalidad en el accidente recaerá sobre el
que adelanta en el mismo sentido de tránsito del que vira.

Pero la maniobra que se realiza a mitad de cuadra, con demarcación o sin ella, de-
penderá de las circunstancias de cada caso, en cuanto a la causalidad en el accidente.
Así, si la línea central está demarcada con línea continua, la maniobra de adelanta-
miento está prohibida y la responsabilidad infraccional recaerá en el que adelanta y no
en el que vira, por cuanto la línea central continua prohibe adelantar, más no pasar
sobre ella, para entrar o salir de la circulación en el lado opuesto de la vía.
Si la línea es discontinua o no existe, o se trata de un cruce regulado, la responsabi-
lidad será necesariamente de quien vira, el que queda obligado a ceder el derecho
preferente de paso a los otros vehículos en circulación, incluso a los que realizan la
maniobra de adelantar en lugar permitido.

Al analizar en términos generales las demarcaciones viales, se profundizará en los


conceptos expuestos y se aclarará el significado de cada demarcación.

3.4.2.d – Presunciones y Sanciones

Infringir las normas sobre virajes contenidas en los artículos 138 y 139 de la Ley de
Tránsito, constituye infracción grave sancionada en el Nº 16 de su artículo 198. No

100
hacer las señales debidas antes de virar, sean estas manuales o por medio de señaliza-
dores eléctricos, es una infracción menos grave, tipificada en el Nº 5 del artículo 199 y
no respetar las normas sobre virajes en “U”, constituye también una infracción menos
grave, tratada en el Nº 6 del citado artículo 199. Cualquier otra infracción no com-
prendida entre las citadas, debe ser calificada como leve, de acuerdo a lo que dispone
el artículo 200.

En forma indirecta, las maniobras de viraje efectuadas en contravención a la ley,


serán causa de presunción de responsabilidad en caso de accidentes, en los casos de
los números 10 y 15 del artículo 172 de la Ley de Tránsito, al no respetar el derecho
preferente de paso o no efectuar el conductor las señalizaciones establecidas en la ley,
respectivamente.

3.4.3 – Derecho preferente de paso

De Grecia provendría la idea de ceder el paso en el tránsito. El principal problema


que produjo el surgimiento masivo del vehículo y su proliferación en las ciudades, fue
el de la preferencia en los cruces de caminos, que ha evolucionado en nuestra legisla-
ción desde una primitiva anarquía, hasta el actual “Derecho Preferente de Paso”,
pasando por la preferencia otorgada al que llegaba primero al cruce, por el “Derecho
a Vía” y por una serie de normas que nos transportan desde la prohibición de transitar
al galope en las calles de Santiago y al trote en algunas calles, de hace no más de
setenta años.

Definido en el artículo 2° de la Ley de Tránsito como “prerrogativa de un peatón o


conductor de un vehículo para proseguir su marcha”, el Derecho Preferente de Paso
constituye la base del ordenamiento del tránsito y determina cual conductor tiene
preferencia en el tránsito y puede continuar su marcha, debiendo ser respetado tal
derecho. La asignación de preferencia constituye la solución reglada y anticipada de
los conflictos a que puede dar lugar la pretensión simultánea de uso de las vías o
lugares de tránsito por parte de uno o mas usuarios. Esta consistente en autorizar el
tránsito de uno de ellos, al que se prioriza, en desmedro del otro u otros, a los que se
impone la obligación de respetar ese estado de cosas establecido de antemano. Nunca
deben existir dos o más conductores que realicen maniobras diferentes o contrarias,
que tengan preferencia en el mismo cruce o en el mismo sitio en el uso de la vía.

Normalmente, infringir el derecho preferente de paso va a constituir infracción causal de ac-


cidente y dará origen a indemnizaciones, en los términos del artículo 171 de la misma ley. Este
derecho aparece especialmente tratado en la Ley de Tránsito en su Título XI, artículos 143 a
147, pero se refieren también a él, los artículos 110, 138 en sus dos incisos y el artículo 167. Ya
nos hemos referido en los párrafos anteriores a la preferencia de que carece el vehículo cuyo

101
conductor tiene la intención de virar y el que realiza tal maniobra y a la que asiste respecto de
dos vehículos que viran.

Además, el derecho preferente de paso no sólo está referido en la ley a los vehículos que lle-
gan a un cruce desde vías diferentes, para normar cual puede proseguir su marcha y cual ceder
el paso, sino que también tiene aplicación respecto de vehículos que transiten en el mismo
sentido, como en el caso de los vehículos de emergencia o en el de los vehículos que viran,
como se ha dicho, a los que salen de la circulación o a los que entran a ella, o respecto de los
que transitan en sentidos opuestos.

La Ley de Tránsito se refiere a esta preferencia, precedencia, prelación o prioridad, co-


mo “derecho preferente de paso”. El antiguo sistema de la Ordenanza General del Trán-
sito lo denominaba “derecho de vía” y, cualquiera que sea su denominación, aparece
considerada en todos los ordenamientos positivos, consistiendo, desde el punto de vista
formal, en una norma de organización concebida para distribuir el espacio de la vía pública,
posibilitando su utilización por los usuarios, potencialmente contendientes, en forma
ordenada y no conflictiva o siniestral37.

3.4.3.a – Al aproximarse a un cruce

El derecho preferente de paso rige, por regla general, otorgando preferencia al vehículo
que se aproxime a un cruce por la derecha, al establecer el artículo 143 de la Ley de Trán-
sito que el vehículo de la izquierda, “cederá el paso al vehículo que se acerque al cruce
por la derecha”. La relevancia de la preferencia por la derecha, queda reafirmada en el
inciso segundo de la disposición, que ordena que el conductor de la izquierda “reiniciará
la marcha e ingresará a la intersección sólo cuando se asegure que no hay riesgos de
accidente, en atención a la distancia, visibilidad y velocidad de los otros vehículos que se
aproximen por la derecha”.

La norma transcrita es especialmente feliz, a nuestro juicio, al no permitir que el


que cede el derecho a vía pueda reanudar la marcha sino cuando se asegure que no
hay riesgo, ya que esta disposición ha permitido interpretar que el derecho preferente
rige durante la totalidad del cruce, aun cuando el de la derecha ha traspuesto la mitad
de la intersección. Esto ahorra esfuerzos e interminables discusiones respecto a cuál de
los móviles llegó primero al cruce, como ocurría antes de la Ordenanza General del
Tránsito, cuando el derecho de pasar correspondía al que acreditaba haber llegado
primero al cruce, o como sucede en algunos casos en el derecho comparado.

37
Tabasso, Carlos, Fundamentos ..., cit., Vol. II, p. 355.

102
Nuestra ley hace que la causalidad de los accidentes en que medie infracción al derecho
preferente de paso, radique necesariamente en el que lo infringe, por cuanto elimina en
términos razonables, toda posibilidad de excusar la conducta infraccional atribuyendo culpa
al conductor que se aproxima al cruce por la izquierda. Así se ha fallado reiteradamente,
señalándose que el único responsable del choque fue el conductor del vehículo que se
desplazaba por determinada calle al no ceder el paso al que conducía aproximándose al
cruce de calles, por su derecha y que, respecto de éste, por no haberse acreditado ninguna
infracción de su parte, ha debido absolvérsele y aceptarse su demanda de indemnización,
haciéndose referencia además, a la norma sobre apreciación de la prueba y la causalidad en
la producción del hecho, que contiene el inciso primero del artículo 14 de la Ley Nº
18.28738.

Es necesario concluir que si bien el derecho preferente de paso es de aplicación ge-


neral, imperativa y frecuente, una adecuada administración en la aplicación de la Ley
aconseja tratar caso a caso la conducta de los implicados en un incidente de tránsito,
atribuyendo a cada uno sus responsabilidades, si las hubiere, no amparando conductas
infraccionales graves justificadas por interpretaciones absolutas, contrarias a la letra y
la intención del legislador.

3.4.3.b – Al entrar o salir de la circulación y al reiniciar la marcha después de


una detención

Carece de derecho preferente de paso, de acuerdo a lo que dispone el artículo 145


de la Ley de Tránsito, “todo vehículo que se incorpore a la circulación desde una vía
particular, un inmueble, un estacionamiento o se ponga en marcha después de una
detención”. Lo mismo acontece en el caso que el vehículo salga de la circulación para
ingresar a los lugares indicados.

3.4.3.c – Al virar

Todo conductor que tenga el propósito de virar, no sólo en una intersección, “ca-
recerá de toda preferencia para efectuar esta maniobra”. Perderá todo derecho
preferente de paso, en relación a otros vehículos en circulación y a los peatones.
Respecto de estos últimos, “en los cruces o pasos reglamentarios a ellos destinados,
que estén o no demarcados”, como señala el artículo 138 de la Ley de Tránsito.

38
C. Suprema,11 de octubre de 1987, Fallos del Mes, Nº 347, p. 665.

103
3.4.3.d – Presunciones y Sanciones

No respetar el derecho preferente de paso de peatones y vehículos, constituye una


presunción de responsabilidad del conductor en un accidente del tránsito, conforme lo
dispone el Nº 10 del artículo 172 de la Ley de Tránsito. Además, según las circunstan-
cias propias de cada caso, implica infracciones de diversa gravedad, pudiendo ser
gravísimas en el caso del Nº 6 del artículo 197, graves en los casos de los números 14
y 16 del artículo 198 y menos graves en el caso del Nº 4 del artículo 199, todos de la
Ley de Tránsito.

3.4.3.e – Excepciones al “Derecho Preferente de Paso”

El inciso tercero del artículo 143 de la Ley de Tránsito, establece los casos en que
el derecho preferente de paso no tiene aplicación. En primer lugar, así sucede en los
cruces regulados, ya que el paso en estos casos se ordena por el semáforo o por las
indicaciones de Carabineros.

Una segunda excepción la constituyen aquellos cruces en que se encuentra determi-


nada la preferencia por la señalización Pare o Ceda el Paso.

En tercer lugar, como excepción de aplicación general, no rige la norma del tránsito
con preferencia por la derecha, “respecto de los vehículos que se vayan a incorporar
a una zona de tránsito en rotación”. Esta última norma, contenida en el Nº 4º del
inciso tercero citado, constituye, al igual que la disposición que hace perder preferen-
cia al vehículo que vira del artículo 138, una contradicción con la preferencia por la
derecha, que en forma absoluta establece la Convención sobre Circulación por Ca-
rretera para los cruces no señalizados ni regulados.

Finalmente, en las zonas rurales exclusivamente, de acuerdo a lo dispuesto en el Nº 3


del inciso tercero del artículo 143 de la Ley de Tránsito, “tendrá preferencia el conductor
de un vehículo que circule por un camino principal, con respecto al que se aproxime o
llegue por una vía secundaria”. Esta preferencia, aplicable en zonas rurales, también
aparece en contradicción con la norma general contemplada por la Convención sobre
Circulación por Carretera, que no establece excepción alguna.

La propia ley, en la disposición citada, define lo que debe entenderse por camino
principal, al señalar que “se entenderá por tal, el que tenga pavimento de concreto,
asfalto, macadam bituminoso definitivo o los que expresamente determine y señalice
la Dirección de Vialidad”.

104
Se presenta una situación especial en lo que a derecho preferente de paso respecta,
a los vehículos de emergencia, materia que será tratada en los párrafos siguientes al
analizar las disposiciones que les afectan.

3.4.4 – Señales “Pare” y “Ceda el Paso”

Consideradas como una excepción a la norma general del derecho preferente de


paso por la derecha, las señales Pare y Ceda el Paso tienen sanción legal en el artículo
144 de la Ley de Tránsito, incisos 1º y 2º, respectivamente. Constituyen normas cuyo
quebrantamiento se determinará, necesariamente, por el sistema de presunciones y de
causalidad necesaria en la producción de accidentes del tránsito establecido en la ley,
una fuente segura de responsabilidad civil frente a los daños que en dichos accidentes
se causen.

Tan determinante es la existencia de la señal Pare, que se ha estimado que su in-


fracción constituye causa basal y exclusiva si se produce un accidente por no respe-
tarla, aun en el caso de concurrencia de otras infracciones, estimándose que la cir-
cunstancia de que el conductor del vehículo impactado incurriera en infracciones de
tránsito como las de manejar con licencia y revisión técnica vencidas, con neumáticos
con banda de rodamiento lisas y a exceso de velocidad, carece de relevancia si la causa
basal del accidente se debió al hecho de que el conductor del otro vehículo no respetó
el signo Pare que enfrentaba. De ese modo, existe relación de causalidad entre este
último comportamiento y el resultado producido: la muerte del aludido primer con-
ductor39 .

“El conductor que enfrente el signo Pare deberá detener el vehículo y permitir el paso
a los que circulen por la otra vía, y reiniciará la marcha sólo cuando pueda hacerlo en
condiciones que eliminen toda posibilidad de accidente”, dispone el inciso primero del
artículo 144 de la Ley de Tránsito, lo que ha sido reafirmado por la jurisprudencia en
reiteradas oportunidades. Sin embargo, tiene en común con el caso del artículo 143 y en el
del signo Ceda el Paso, que si ocurre un accidente en el cruce señalizado con el signo
Pare, la causalidad en su producción debe necesariamente buscarse en quien no respetó la
norma de preferencia.

Tratándose de signo Pare, la disposición es más imperativa que en los otros casos y
requiere eliminar “toda posibilidad de accidente”, frente a la orden de continuar la
marcha “sólo cuando se asegure (el conductor) que no hay riesgos de accidente, en
atención a la distancia, visibilidad y velocidad de los otros vehículos”, establecida en
el caso de la simple preferencia por la derecha o a la obligación de “permitir el paso a
39
C. de Santiago, 4 de septiembre de 1991, Revista, Tomo LXXXVIII, Sección Cuarta, p. 138.

105
todo vehículo que circule por la otra vía y cuya proximidad constituya un riesgo de
accidente”, como señala el inciso segundo del mencionado artículo 144, al referirse a
las obligaciones que le impone al conductor el signo Ceda el Paso.

La ley ordena en este último caso además, que el conductor “deberá reducir la ve-
locidad hasta la detención si fuere necesario”. Tan imperativa es la norma, que
incluso frente a la existencia de otras infracciones en la conducción del que ocupa la
vía de preferencia, la causa basal del accidente debe ser ubicada en la infracción a la
señal. La señalización Pare obliga a detener el vehículo cediendo el derecho a vía e
impone el deber de no reiniciar la marcha sino en condiciones que eliminen toda
posibilidad del accidente; la circunstancia de existir niebla no concede excusa ya que
obliga a un mayor cuidado y precaución del conductor. La velocidad excesiva del
vehículo que ocupa la vía preferente tampoco es una excusa, ya que ninguna influencia
pudo haber tenido si su circulación la hacía por la vía preferente que no le fue respeta-
da; y si dicha vía le fue cortada por el vehículo infractor, tampoco importa el carácter
de embestidor o embestido de los vehículos ni el hecho de que quien usaba la vía de
preferencia gobernara su máquina bajo la influencia del alcohol no concede excusa,
porque éstos son elementos excluidos de la causa basal y determinante del accidente,
la cual es de cargo del reo al no respetar un signo de señalización, que de haberlo
hecho, habría evitado la colisión y sus consecuencias 43.

Sólo tratándose de la señal Pare existe la obligación de detener completamente el


vehículo antes de la intersección. En los otros casos, la simple preferencia por la
derecha y el signo Ceda el Paso, la detención tendrá lugar sólo si fuere necesaria para
permitir el paso de los vehículos que transitan por la vía de preferencia y eliminar los
riesgos de accidentes, sin perjuicio de la obligación de todo conductor de disminuir la
velocidad al aproximarse a un cruce.

Con relación a la señal Ceda el Paso, la ley ordena al conductor que la enfrenta
“reducir la velocidad hasta la detención si fuere necesario, para permitir el paso a
todo otro vehículo que circule por la otra vía y cuya proximidad constituya un riesgo
de accidente”, de lo que se ha sostenido que, a pesar de la existencia física de la señal,
no podría darse la posibilidad de infracción a la norma si no circularen vehículos por la
otra vía a los que se debiera ceder el paso. A este respecto, olvidan, los que así pien-
san, que la conducta determinada por la norma transcrita involucra la orden de “redu-
cir la velocidad”, sin exigir presencia de vehículo en la vía de preferencia, por lo que
el conductor que no reduzca la velocidad en un cruce así señalizado, puede ser sancio-
nado como infractor a la señal Ceda el Paso.

106
3.4.4.a – Sanciones

Dispone el Nº 2º del artículo 197 de la Ley de Tránsito que se sanciona como in-
fracción gravísima, ”no respetar... la señal Pare o la señal Ceda el Paso, siempre que
en este último caso la infracción haya originado un accidente de tránsito”. Por su
parte, la simple infracción de no respetar la señal Ceda el Paso, sin que la infracción
haya sido origen de un accidente de tránsito, constituye una infracción grave, según lo
señala el Nº 8 del artículo 198, referido en general a la obligatoriedad de los “signos y
demás señales que rigen el tránsito público”.

Respecto a la sanción por infracción a la norma del inciso 2º del artículo 144 de la Ley
de Tránsito, esto es, a la señal Ceda el Paso, debe anotarse que el artículo 1º, Nº 43 b) de
la Ley Nº 19.495, le agregó al Nº 2º del artículo 197 de aquella, que se sancionará como
gravísima “siempre que la infracción (a la señal “Ceda el Paso”) haya originado un
accidente de tránsito”, frase que merece un análisis, por cuanto ha diferenciado la con-
ducta infraccional cuando es seguida de accidente, de cuando no lo es. El legislador ha
establecido expresamente una relación de causalidad infracción – accidente, al sancionar
como gravísimo el no respeto de la señal.

Estamos en presencia de lo que podríamos llamar “infracción de resultado”, ya


que en concordancia con el tipo del inciso segundo del artículo 144 de la Ley de
Tránsito, infringir una señal Ceda el Paso sólo es posible (y lo fue antes de reformado
el artículo 197), si hay un accidente de tránsito. La diferencia con la norma del artículo
143 radica en que, en el caso del inciso segundo del artículo 144, el conductor debe,
además de reducir su velocidad hasta la detención si fuere necesario, “permitir el paso
a todo vehículo que circule por la otra vía y cuya proximidad constituya un riesgo de
accidente”, siendo el accidente la única forma de cometer la infracción, al quedar
comprobado que la proximidad de otro constituía efectivamente un riesgo, lo que
materializa la acción, que antes se reflejaba en una apreciación subjetiva y era una
estimación, un evento incierto.

Cabe preguntarse a qué obedeció, entonces, la introducción de la frase final en el


número 2 del artículo 197 de la Ley de Tránsito, sancionando como gravísima la
infracción al inciso 2º de su artículo 144. La respuesta es evidente si se compara el
texto de los artículos 143 y 144 citados, ya que un conductor que no aminore su
marcha ante el Ceda el Paso, sin originar accidente porque no había otro vehículo que
constituyera riesgo, comete infracción sancionada en el Nº 8 del artículo 198 como
“grave”, al igual que lo hace el que infringe el artículo 143, con relación al Nº 9 del
artículo 198. Si la frase final referida en el Nº 2º del artículo 197 no se hubiere escrito,
el simple hecho de no disminuir la velocidad en el cruce demarcado con Ceda el Paso,

107
sin accidente alguno, debería sancionarse como “gravísima”, en circunstancias que la
misma conducta, referida al artículo 143, es y ha sido una infracción “grave”. A la
misma conducta corresponde la misma pena y, si no hay accidente, no se da uno de los
presupuestos que copulativamente exige la ley al tipificar la infracción a la señal Ceda
el Paso. Sólo cuando no se respeta el derecho preferente, existiendo Ceda el Paso y
se causa un accidente, hay infracción “gravísima”. Si la infracción no origina acci-
dente, no es “infracción de resultado” y se sanciona igual que la infracción al artículo
143, como “grave”, ya que ambas constituyen en ese caso, la misma conducta.

Resulta propio acotar que no va a ser el Juez quien califique si la infracción originó
o no el accidente, sino que tal calificación la hace la ley, donde el resultado está expre-
sa y previamente establecido.

3.4.5 – Semáforos

El semáforo regula el tránsito de vehículos y de peatones, siendo las normas del


artículo 110 de la Ley de Tránsito, suficientemente explícitas respecto de significados
y autorizaciones o restricciones que conllevan las luces en cada caso.

Es importante recalcar que el hecho de aparecer la luz verde en el semáforo que


enfrente un vehículo, por sí solo no autoriza a su conductor para avanzar, sin tomar
referencia y relación a las circunstancias del tránsito del lugar. No puede avanzar un
conductor, a pesar de tener luz verde de semáforo al frente, si no tiene expedita su
pista de circulación por lo menos diez metros pasado el cruce, con el objeto de no
bloquear la intersección al verse obligado a detenerse en el medio.

Además, el conductor que enfrente luz verde, debe ceder el paso a los vehículos
que se encuentren atravesando el cruce, esto es, a los que entraron habilitados al
mismo y los sorprendió el cambio de luz. Debe también ceder el paso en estos casos, a
los peatones que estén atravesando la calzada por el paso destinado a ellos. Finalmen-
te, tampoco puede avanzar con luz verde el conductor que la enfrenta, si en el cruce se
encuentra un Carabinero regulando el paso, ya que la señal de éste primará sobre la del
semáforo.

Con relación a la luz amarilla, la norma básica es que ordena prevención y los vehí-
culos que la enfrentan, deben detenerse antes de entrar al cruce. Sin embargo, dispone
la ley que “si la luz amarilla los ha sorprendido tan próximos al cruce que ya no
pueden detenerse con suficiente seguridad, los vehículos deberán continuar, con
precaución”.

108
Cuando la luz del semáforo funciona en forma intermitente, la señal roja indica Pa-
re y la amarilla, Precaución.

3.5.6 – Velocidad

Los artículos 148 a 152 de la Ley de Tránsito, tratan de la velocidad, estableciendo


como norma básica, que “ninguna persona podrá conducir un vehículo a una veloci-
dad mayor que la que sea razonable y prudente, bajo las condiciones existentes,
debiendo considerar los riesgos y peligros presentes y los posibles”. Agrega el inciso
segundo que, “en todo caso, la velocidad debe ser tal, que permita controlar el
vehículo cuando sea necesario, para evitar accidentes”.

Debe concordarse esta norma con la disposición del artículo 114 de la Ley, en
cuanto señala la obligación de todo conductor de mantener el control en la circulación,
de modo que el aspecto principal en materia de velocidad, es permitir el control y el
dominio absoluto del vehículo, en forma tal de prevenir accidentes.

La velocidad con que se transite, cualquiera que sea, deberá reducirla el conductor al ingresar
a un cruce de calles o caminos, cuando se aproxime y vaya en una curva, cuando se aproxime a
la cumbre de una cuesta y cuando conduzca en cualquier camino angosto o sinuoso, de acuerdo
a lo que ordena el artículo 149 de la Ley de Tránsito.

Para los efectos del derecho preferente de paso, la velocidad deberá ser reducida
hasta detenerse, si fuere necesario, para hacer efectivo el derecho del vehículo que
circula por la vía de preferencia, según el caso. No puede conducirse “a una velocidad
tan baja que impida el desplazamiento normal y adecuado de la circulación”, como
lo ordena el inciso primero del artículo 152 de la Ley de Tránsito, el vehículo que es
adelantado no puede aumentar su velocidad, permitiendo que el que adelanta complete
la maniobra con seguridad, en los términos de lo que sanciona el artículo 124 de la
misma Ley.

3.5.6.a – Límites de velocidad

Dispone el artículo 150 de la Ley de Tránsito, que cuando no existan los riesgos a que
ha aludido la ley al establecer la obligación de conducir a velocidad prudente y razonable,
los límites máximos permitidos, serán de 50 Kmh por hora en zonas urbanas y de 100 Kmh
por hora en las zonas rurales. Como lo autoriza el artículo siguiente, estos límites máximos
de velocidad pueden ser aumentados o disminuidos en casos excepcionales y las Municipa-
lidades en las zonas urbanas y la Dirección de Vialidad en las zonas rurales, por razones
fundadas y previo estudio elaborado de acuerdo a los criterios que contemple el Manual de

109
Señalización de Tránsito para la determinación de las velocidades máximas, podrán au-
mentar o disminuir los límites de velocidad establecidos para una determinada vía o parte
de ésta.

El criterio señalado para alterar los límites legales de velocidad fue introducido por
el artículo 2º y numeral 2 de la Ley Nº 19.676 de 26 de mayo de 2000, siendo necesa-
rio considerar que las modificaciones referidas deberán darse a conocer por medio de
señales oficiales. La reforma formó parte de toda la política que pretendió poner
término a la anarquía existente con ocasión de las reiteradas denuncias por sobrepasar
los límites, efectuadas con equipos de detección de infracción, generalmente llamados
“foto–radares” y comprendió una amnistía general para los infractores, complementa-
da por una adecuada reglamentación de la forma de efectuar la señalización para
advertir a los usuarios de las vías, el funcionamiento y características de los equipos a
usar.

Es importante tener presente a este respecto, además, que la velocidad de uso de


una vía, depende de muchos factores y no queda sujeta solo a la estructura o amplitud
de los caminos, sino que debe atenderse, entre otros, al flujo vehicular observado, al
entorno en que se sitúa la vía y otros antecedentes técnicos fundamentales. Todas
estas circunstancias, desde el punto de vista de la seguridad en el tránsito, nos hacen
ser contrarios a un aumento generalizado de límite en Chile a 120 Kmh como máximo,
sin perjuicio que en algunos tramos y en muy determinadas vías, una velocidad de ese
rango pueda ser permitida.

3.5.6.b – Presunciones y Sanciones

Conducir a una velocidad mayor que la permitida o que no resulte razonable ni


prudente, constituye una presunción de responsabilidad en los accidentes de tránsito,
de acuerdo a lo que dispone el Nº 7 del artículo 172 de la ley del ramo.

A su vez, conducir a una velocidad mayor que la máxima permitida, es sancionado


como infracción gravísima, por el Nº 3 del artículo 197. Constituye infracción grave a
sus normas, conducir sin reducir la velocidad al aproximarse y al ingresar a una inter-
sección de calles o caminos, al aproximarse a una cuesta y en la cuesta misma, de
acuerdo a lo tipificado en el Nº 9 del artículo 198. Conforme al Nº 8 del mismo artí-
culo, es también grave la infracción de no reducir la velocidad ante la proximidad de
un signo Ceda el Paso.

Constituye infracción menos grave, establecida en el Nº 4 del artículo 199, con re-
lación al inciso segundo del artículo 146 de la Ley de Tránsito, no detenerse o reducir

110
la velocidad ante la aproximación de un vehículo de emergencia a un cruce con luz
roja de semáforo u otra señal de detención. Es también menos grave, como lo dispone
el Nº 5 del artículo 199, concordado con el número 3 y final del artículo 142, no hacer
las señalizaciones debidas antes de virar, entre la que se encuentra la de señalizar con
el brazo hacia abajo, la disminución de la velocidad con la debida anticipación, a lo
menos, treinta metros.

3.4.6.c – Velocidad y causalidad

Como dispone el artículo 171 de la Ley de Tránsito, “el mero hecho de la infrac-
ción no determina necesariamente la responsabilidad civil del infractor” y, en cada
caso concreto, será necesario analizar los diferentes antecedentes que se aporten con
el objeto de establecer la causalidad directa en la producción de un accidente. Es
precisamente en materia de velocidad, cuando se producen más problemas a este
respecto por cuanto es frecuente que concurran en la producción de un accidente de
tránsito velocidad y otras infracciones que pueden ser estimadas como causales.

3.5.1 – Vehículos de emergencia

Vehículo de emergencia es, de acuerdo a la definición del artículo 2º de la Ley de


Tránsito, “el perteneciente a Carabineros de Chile e Investigaciones, al Cuerpo de
Bomberos y las ambulancias de las instituciones fiscales o de los establecimientos
particulares que tengan el respectivo permiso otorgado por la autoridad competen-
te”. Fuera de los días de aniversario patrio, sólo estos vehículos pueden usar gallarde-
tes o banderines en el exterior, uso que está prohibido por el artículo 86 de la Ley de
Tránsito a los restantes, a los que se les decomisarán, como lo establece el artículo
205, en caso de contravención.

3.5.1.a – Vehículos de Emergencia y Derecho Preferente de Paso

Dispone el artículo 146 de la Ley de Tránsito que ante la aproximación de un vehí-


culo de emergencia que haga uso de sus señales audibles y visuales, el conductor que
circule en el mismo sentido, “deberá respetar el derecho preferente de paso del
vehículo de emergencia, conduciendo el suyo hacia el lado de la calzada que tenga
desocupado, lo más cerca posible de la solera o del eje de la calzada, deteniéndose si
fuere necesario hasta que haya pasado el de emergencia”. En los cruces, los vehícu-
los que lleguen cuando se aproxime un vehículo de emergencia, “deberán detenerse y
respetarle su derecho preferente de paso”, disposición de la que podría deducirse que
tal derecho es absoluto, de donde resultaría que en caso de accidente nunca incurriría
en responsabilidad el conductor del vehículo de emergencia, cualquiera fuera la señali-

111
zación o su posición en el cruce. Sin embargo, la ley se encarga a continuación de
modificar la norma terminante que pareció establecer en el Nº 1º y en el primer inciso
del Nº 2 del artículo 146, como analizaremos.

Así, se agrega a continuación, que el conductor de un vehículo de emergencia debe


también respetar normas claras para hacer uso de su preferencia. En primer lugar,
hacer uso de las señales audibles y visuales de que está provisto el vehículo y, en esas
condiciones, “cuando un vehículo de emergencia se aproxime a un cruce con luz roja
del semáforo u otra señal de detención, su conductor deberá reducir la velocidad
hasta detenerse si fuere necesario, y cruzar solamente cuando verifique que los
demás conductores de vehículos le hayan cedido el paso y no existan riesgos de
accidentes”.

De la redacción de la norma transcrita, resulta que: si el conductor del vehículo de


emergencia pasa un signo Pare o Ceda el Paso o una luz roja de semáforo, para lo
que está facultado en las condiciones referidas en la ley, y se produce un accidente con
un vehículo que transite por la vía de preferencia, la infracción del conductor del
vehículo de emergencia debe ser estimada como causal del accidente, en relación con
los daños que se produzcan. No ocurrirá lo mismo en el caso del derecho preferente
de paso determinado por llegar un vehículo al cruce por la derecha del de emergencia,
caso en el que el derecho a proseguir corresponderá a este último y la infracción causal
será del conductor del primero, que debe estar atento a las condiciones del tránsito del
momento, disminuir su velocidad antes del cruce y mantener el control de su vehículo,
en términos que no puede ignorar ni dejar de apreciar las señales del de emergencia.

Cabe hacer notar que, de acuerdo a las disposiciones de los artículos 77, 78 y 147
de la Ley de Tránsito, “el conductor de un vehículo de emergencia deberá utilizar sus
señales audibles y visibles sólo en los casos de llamada de urgencia o alarma y
guiará con todo cuidado y velará por la seguridad de los peatones y vehículos que
estén usando la vía”, debiendo respetar todas las prescripciones de la ley, excepto en
cuanto les conceden las excepciones que hemos señalado, contenidas en el artículo
146.

Es importante precisar que la ley otorga una amplia libertad de maniobra en el trán-
sito a los llamados vehículos de emergencia y tolera y hasta autoriza a sus conductores
para infringir las reglas de tránsito, cuando la naturaleza y urgencia del servicio lo
imponen. Los demás usuarios de la vía deben facilitar su tránsito, pero no se permite la
injustificada temeridad del conductor y de cualquier manera, aun justificándose, no lo
libera –ni a los otros responsables tampoco–, de la responsabilidad civil a que quedan
afectos de acuerdo a las normas generales por los daños que se causen.

112
Del estudio de las normas de los artículos 146 y 147 de la Ley de Tránsito resulta
que los conductores de los vehículos de emergencia deben “respetar todas las pres-
cripciones de esta ley que rigen el tránsito público, con las excepciones que establece
el artículo anterior”, como señala el segundo de los artículos citados y, sólo pueden
estacionarse y detenerse en sitios prohibidos, no otorgándose facultades extraordina-
rias a sus conductores, más allá de alterar el simple derecho preferente de paso en
casos sin señalizar y en las condiciones de uso de aparatos sonoros y luminosos esta-
blecidas, no pudiendo por consiguiente, infringir las luces de los semáforos, respetan-
do el derecho preferente de paso de los otros vehículos en circulación si éstos no se
han percatado de su presencia y no les han cedido el paso.

Estimamos que los conductores de vehículos de emergencia no deben superar los


límites establecidos para la velocidad en las vías, ya que no existe norma alguna que lo
permita.

3.6.1 – Marcas Viales

Las “marcas viales”, “demarcaciones” o “demarcaciones de calzadas”, pueden


ser de cuatro diversos tipos:

i) Líneas Longitudinales;
ii) Líneas Transversales;
iii) Símbolos y Leyendas; y
iv) Otras Demarcaciones.

La Ley de Tránsito no contempla este tipo de señalización, salvo cuando, al definir


su artículo 2º la “Señal de Tránsito”, entiende por tal “los dispositivos, signos y
demarcaciones de tipo oficial colocados por la autoridad con el objeto de regular,
advertir o encauzar el tránsito”.

Se refieren a estas señalizaciones el Manual de Señalización de Tránsito que, en


su Capítulo Tercero, las llama “demarcaciones”, indicando que son “el complemento
indispensable de la señal” y agregando que “en muchas ocasiones puede afirmarse
que la señalización es la que refuerza la información que recibe el conductor a
través de la demarcación, constituyéndose así, esta última, en un medio indispensa-
ble de regulación y gestión del tránsito”. La Ley de Tránsito, al no tratar específica-
mente las demarcaciones, ha reforzado la primordial importancia de la señal y, no por
la importancia de la demarcación, puede olvidarse que ésta es un complemento de la
anterior. Toda la señalización, señales, indicaciones, demarcaciones y otros, van a

113
cumplir en conjunto, el papel de encauzar el flujo vehicular y, en cada caso van a jugar
diferentes roles, complementarios unos de otros.

Como lo indica el propio “Manual”, en su párrafo (3.1) “Generalidades”, para


que las demarcaciones “cumplan el papel que les corresponde, se requiere entre otros
aspectos : uniformidad respecto a dimensiones, diseño, símbolos, caracteres, colores,
frecuencia de uso, circunstancias en que se emplea y tipo de material de confección”.
Atendido el hecho de que son construidas o dibujadas sobre las calzadas, se deterioran
fácilmente, limitando su vida útil, lo que impide una buena lectura o interpretación, por
lo que el “Manual” recomienda y propone soluciones a los problemas que demandan.

3.6.1.a – Validez de las Marcas Viales para alterar el Derecho Preferente de Paso

Cuestión debatida y de diaria aplicación práctica, es la de establecer si la existencia


de una demarcación vial, por sí sola, sin la existencia de la señal correspondiente, es
suficiente en el régimen chileno, para alterar el derecho preferente de paso. Específi-
camente interesa establecer si la simple y sola demarcación Pare o Ceda el Paso son
suficientes para alterar la preferencia.

La jurisprudencia ha sido variable, habiéndose inclinado primero por estimar que es


suficiente la existencia de la demarcación sola, sin la señal, para alterar el derecho
preferente de paso y que, en consecuencia, tiene la marca el mismo valor de la señal
para alterar la disposición del artículo 143 de la Ley de Tránsito, en los términos de lo
dispuesto en el artículo siguiente, para inclinarse luego por la tesis contraria, la que
sustentamos por estimar que el primer criterio es erróneo y lleva a situaciones equívo-
cas, además de no estar fundado legalmente.

Desde un punto de vista práctico, ya el propio Manual de Señalización de Trán-


sito, al tratar de las generalidades sobre las señales demarcatorias, hace valer que son
fácilmente deteriorables y, en muchos casos, de difícil lectura. A ello debe sumarse la
posibilidad cierta de que existan, por ejemplo, agua o tierra que hagan imposible la
lectura de la indicación. La prueba de la existencia de la marca queda, generalmente
entregada a testigos, que desvirtúan la seriedad necesaria para establecer una materia
tan importante como es el derecho preferente de paso.

Lo prioritario, sin lugar a dudas es la señal, a fin de que el tránsito se regule en


forma cómoda, fluida y segura y, como todo elemento regulador de tránsito las indica-
ciones deben ser capaces de cumplir una función necesaria en el área en que se instala;
deben llamar la atención; deben ser claras y sencillas; deben dar tiempo al usuario para
responder a la información u orden que contienen y trasmiten; y deben infundir respe-

114
to. La marca vial es su complemento, pero no es suficiente por sí sola, también por
razones prácticas de construcción y de difusión de su mensaje, para alterar la preferen-
cia en la circulación.

El hecho que la propia ley señala en el artículo 25 de la Convención sobre Señali-


zación Vial, que las marcas viales “podrán emplearse solas o con otros medios de
señalización, a fin de reforzar o precisar sus indicaciones”, debe entenderse necesa-
riamente referido, en cuanto al uso, como “solas”, a aquellas marcas viales que por su
naturaleza sólo pueden dibujarse en el piso, sin que exista la señal vertical correspon-
diente, tales como las demarcaciones de pistas especiales para virar, las que delimitan
carriles con el objeto de agilizar la circulación o las líneas continuas o discontinuas
sobre el eje o delimitando determinadas pistas, por ejemplo.

Desde el punto de vista de su conservación y visibilidad, la marca vial, en sí, no tie-


ne seguridad ya que por ser fácilmente destruible u ocultable, carece de claridad al ser
difícil su visualización y, desde el momento que puede quedar sujeta a prueba su
existencia y eficacia en cada caso, no infunde el respeto necesario, como lo hacen, por
ejemplo, las señales verticales, innegables en cuanto a su presencia en un cruce deter-
minado.

En el plano jurídico, tampoco puede afirmarse que las marcas viales alteren por sí
solas el derecho preferente de paso establecido en el artículo 143 de la Ley de Tránsi-
to, otorgando preferencia por la derecha, en relación a la señal Pare y a la señal Ceda
el Paso. Se trata de señales de reglamentación, que tienen por objeto indicar al usuario
de la vía las obligaciones, limitaciones o prohibiciones especiales que debe observar y,
son de prioridad, ya que en el sistema de la Convención sobre Señalización Vial, son
ellas las que “están destinadas a notificar o a poner en conocimiento de los usuarios
de la vía, reglas especiales de prioridad en las encrucijadas”, como señala el número
1º de su artículo 10.

La “Convención” en su artículo 27, establece que “una marca transversal consis-


tente en una línea continua o en dos líneas continuas adyacentes, trazadas a lo ancho
de uno o varios carriles indica la línea de detención impuesta por la señal Pare”.
Resulta claro que lo fundamental es la “Señal” y que la “Marca Vial” no constituye
señal en sentido amplio por sí sola, sino que es el complemento que acompaña a la
señal, en sentido restringido, y le sirve de refuerzo y de precisión.

Muy claro resulta el párrafo (2.2.1) del “Manual”, en el sentido de que “cuando se
determina instalar una señal Pare o Ceda el Paso, debe complementarse con la

115
señal respectiva de Demarcación”. La marca vial es, en este texto, complementaria de
la señal.

Sin embargo, el inciso siguiente del párrafo citado, llama a confusión y podría ser
interpretado como autorización para la instalaciones de marcas viales solas, sin señales
a las que complementen, al indicar que, en determinados casos de flujos relativamente
bajos de circulación, “se empleará solamente la demarcación de pavimento comple-
mentaria de la señal Ceda el Paso”. Estimamos que dicha demarcación se puede
poner sola cuando no altera la preferencia del artículo 143 de la Ley de Tránsito, caso
en el que cumple su papel de reforzar la preferencia legal por la derecha. No altera el
derecho preferente de paso y se limita a complementar y a reforzar el mandato legal.
Refuerza esta idea, el hecho que en doctrina, ninguna intersección debiera quedar sin
priorizar, con excepción de calles sin salida, pasajes y otros de escaso flujo vehicular.
Priorizar no implica alterar la preferencia que establece la ley, sino que remarcar la
prioridad de paso. Esta la otorga la ley o la señal Pare o Ceda el Paso, no la marca
vial.

La norma general en materia de preferencia la establece el artículo 143 de la Ley de


Tránsito, constituyendo tanto la señal Pare como la señal Ceda el Paso alteraciones
de la misma y, como la ley lo indica, son excepciones. Toda excepción debe ser consi-
derada de derecho estricto, esto es, para quebrar la norma general debe estar estable-
cida conforme a derecho y en forma expresa. Si no es así, no hay excepción y se aplica
la norma general. La existencia de la marca vial Ceda el Paso, sin la señal a la que
complementa, no puede constituir la excepción y, si existe y altera la norma general,
no tiene la fuerza de obligar al que la enfrenta. Como refuerzo de la preferencia gene-
ral puede construirse sola y en ese caso, no será la demarcación la que obliga, sino que
la norma general del artículo 143. La demarcación Pare no puede construirse sola, sin
la señal a la que complementa, ya que el “Manual” permite la existencia de tal marca,
sin la señal, sólo en el caso del Ceda el Paso, en el citado párrafo (2.2.1).

Debe destacarse que el “Manual”, en su párrafo (3.2) al tratar de las “Demarca-


ciones en Cruces o Intersecciones”, párrafo (3.2.1) define la demarcación Pare,
señalando que “tiene por objeto reforzar la señal reglamentaria Pare. El párrafo
siguiente, (3.2.2), define la marca Ceda el Paso, diciendo que “tiene por finalidad
reforzar la señal reglamentaria Ceda el Paso.

Parece justo y de la mayor importancia destacar que desde mediados de 2000 se


tramita ante el Senado de la República un proyecto, ya aprobado por la Cámara de
Diputados, al que se introducirán por la vía de la indicación presidencial, diversos
criterios que han sido fruto de estudios efectuados en la CONASET y el criterio que

116
impera entre los expertos de ese organismo es precisamente el de dar pleno valor a la
demarcación, independientemente de si se encuentra instalada o no, la señal a la que se
entiende que debe reforzar. El mismo criterio imperará en el nuevo texto del “Manual
de Señalización del Tránsito”, que debe aparecer al finalizar el año señalado.

3.7.1 – Tránsito de peatones

Diversas normas de la Ley de Tránsito regulan el desplazamiento de los peatones,


debiendo señalarse que básicamente, éstos deben acatarlas en los mismos términos que
los conductores, en cuanto les fueren aplicables. Tienen regulado el derecho preferente
de paso, cuándo les corresponde y tienen obligaciones y derechos en la circulación. Sin
embargo, puede observarse que en la legislación existe una marcada tendencia a
privilegiar el tránsito vehicular por sobre el peatonal, preocupado el legislador de dar
agilidad al movimiento de los motorizados con la creación de vías rápidas, sin inte-
rrupciones y de velocidades aumentadas respecto de las normalmente permitidas.
Como contrapartida, se crean en algunos lugares áreas peatonales, pero no se ha
reparado adecuadamente en el problema de las vías rápidas o de las vías rurales, en las
que es frecuente encontrar largos tramos de carretera sin cruces peatonales ni inter-
secciones que preferencien su paso, como tampoco el establecimiento de zonas prote-
gidas en su beneficio. Una solución parcial y de alto costo a la situación de desmedro
en que quedan los peatones en estas circunstancias, la constituyen los pasos elevados o
subterráneos que en algunos lugares se construyen, sin ser suficientes para eliminar la
restricción de su derecho a circular.

No debe permitirse que la ciudad, su desarrollo y las carreteras hagan imposible la


vida humana. Debe revertirse la situación con un enfoque legislativo que destaque el
valor de la vida humana en todas sus dimensiones, sin olvidar el derecho a vivir en un
medio ambiente grato y amistoso, donde no sea necesario actuar temerosamente y
sobre seguro para estar de vuelta, luego de incursionar en la selva de cemento, gases,
vehículos y agresiones constantes. El derecho del hombre a una vida digna no es
simplemente una dimensión moral de la naturaleza humana y se inscribe, poco a poco
y en el espacio de dos siglos, en el seno del derecho positivo y se descifra inevitable-
mente, en su concepto, todo aquello que le confiere a la vez una temible dificultad y
una inmensa esperanza. Los derechos del hombre han evolucionado y siguen evolucio-
nando de acuerdo a las necesidades más urgentes de cada época y de cada lugar. Es
imposible ocultar nuestra preocupación ante la suerte lamentable y trágica a la que son
enviados millones de seres humanos, hombres, mujeres, niños, en diversas latitudes
por su color, idioma, sexo o cualquier otra característica inherente a su persona, que
no gusta al guardián de turno. Pero no podemos permitir tampoco, que ante nuestras
narices se arrastre a toda una civilización a la dependencia y al terror causados por la

117
máquina. Dignificar el derecho del hombre y específicamente del peatón, debe ser
tarea preferente de legisladores, jueces, abogados y usuarios, invirtiendo el papel
actual de preferencia irrestricta para el usuario de la máquina, olvidando éste que en
muchas ocasiones también se constituirá en peatón.

En la Ley de Tránsito chilena, las normas generales sobre peatones las contiene su
artículo 167, en sus números 1 a 11, debiendo circular por las aceras y, donde no las
haya, por las bermas o franjas laterales de la calzada, al costado izquierdo, enfrentando
a los vehículos que circulen en sentido opuesto, sin poder permanecer en las calzadas,
debiendo cruzarlas sólo en los cruces y pasos especiales, nunca en forma diagonal o
por el área de intersección de las calzadas y, en zonas rurales, sólo cuando no haya
vehículos próximos y puedan hacerlo con seguridad.

Tratándose de lugares regulados, los peatones deben respetar las indicaciones del
semáforo o del Carabinero, pudiendo completar el cruce que hayan iniciado, si los
sorprende el cambio de señal y tienen derecho preferente de paso respecto de los
vehículos que viren.

En los pasos peatonales no regulados, los peatones tendrán derecho preferente de


paso respecto de los vehículos y ninguno podrá bajar repentinamente de la acera o
cruzar la calzada corriendo, disposición en concordancia con el inciso segundo del
artículo 492 del Código Penal que, al tratar de los cuasidelitos, dispone que “en los
accidentes ocasionados por vehículos de tracción mecánica o animal de que resulta-
ren lesiones o muerte de un peatón, se presumirá, salvo prueba en contrario, la
culpabilidad del conductor del vehículo, dentro del radio urbano de una ciudad,
cuando el accidente hubiere ocurrido en el cruce de las calzadas o en la extensión de
diez metros anterior a cada esquina; y, en todo caso, cuando el conductor del vehí-
culo contravenga las ordenanzas municipales con respecto a la velocidad o al lado
de la calzada que debe tomar”. En estos accidentes, de acuerdo al inciso cuarto de la
disposición citada, “se presumirá la culpabilidad del peatón si el accidente se produ-
jere en otro sitio de las calzadas”.

De acuerdo a los números finales del artículo 167 de la Ley de Tránsito, los peato-
nes no podrán subir o bajar de los vehículos en movimiento o por su lado, hacia la
calzada, deberán respetar el derecho preferente de paso de los vehículos de emergen-
cia que se anuncien adecuadamente y “no podrán transitar tan cerca de las soleras de
modo que se expongan a ser embestidos por los vehículos que se aproximen”. El
conductor de vehículos de emergencia, a su vez, debe velar por la seguridad de los
peatones que estén usando la vía, al hacer uso de las prerrogativas especiales que le
otorga la ley.

118
Al igual que los conductores, los peatones deben respetar la determinación de la
autoridad en las vías de tránsito restringido, como lo ordena el artículo 117 de la Ley
de Tránsito y, por expresa disposición de los números 4, 5 y 6 del artículo 165, tienen
derecho a que no se entorpezca su tránsito y a no ser molestados. Los conductores a
su vez, deben evitar mojar a los peatones si hubiere agua en la calzada, de acuerdo al
artículo 122, lo que en caso de ocurrir, será sancionado como infracción leve.

El peatón que haya tenido intervención en un accidente de tránsito del que resulten
lesiones o muerte, “será sometido a examen destinado a establecer la presencia de
alcohol o de estupefacientes o sustancias sicotrópicas en su cuerpo”, como lo ordena
el artículo 190 de la Ley de Tránsito.

En casos de accidentes, fuera de la presunción de culpabilidad establecida en el Có-


digo Penal y que ya ha sido citada, los artículos 176 e inciso tercero del artículo 181
de la Ley de Tránsito, establecen otras presunciones que afectan a los peatones. “Se
presumirá la culpabilidad del peatón que cruce la calzada en lugar prohibido; del
que pase por delante de un vehículo detenido habiendo tránsito libre en la vía res-
pectiva; del que transite bajo la influencia del alcohol, drogas o estupefacientes y, en
general, del que infringe lo dispuesto en el artículo 167”, referido a las normas
generales de conducta de los peatones.

Respecto de la primera de las prohibiciones señaladas, en el caso de cuasidelitos,


debe estarse a disposición del artículo 492 del Código Penal que exige que si el resul-
tado lesivo para la vida o integridad corporal de una persona ha ocurrido por mera
imprudencia o negligencia del agente, a más de la infracción del Reglamento (hoy ley),
siendo éste un tipo penal de resultado, requiere de un nexo causal directo entre acción
y resultados típicos, de tal modo que el evento lesivo al bien jurídico, no sobrevendría
de no mediar un comportamiento imprudente o negligente del sujeto activo.

119
IV. RESPONSABILIDAD CIVIL

4.1.1 – Daño y obligación de indemnizar. La responsabilidad

Daño y obligación de resarcir perjuicios son conceptos que marchan indisoluble-


mente unidos en el estudio de la responsabilidad civil. Se ha dicho en forma simple,
que la responsabilidad no es otra cosa que la posibilidad jurídica de hacer sufrir las
consecuencias de un hecho lesivo o dañoso al que ha sido su autor.

El concepto de responsabilidad en el derecho penal se deriva de la imputabilidad y,


en derecho civil en cambio, la responsabilidad no se define por su fundamento, sino
por su resultado, es decir, por las consecuencias jurídicas que el hecho acarrea para su
autor. Puede resultar de dos circunstancias definidas: el incumplimiento contractual y
el incumplimiento del deber de carácter general de no dañar, que derivará en la res-
ponsabilidad extracontractual o fuera del ámbito de los contratos. En este último
aspecto, el sistema de la responsabilidad civil extracontractual se basa en el principio
alterum non laedere, consagrado en el artículo 2314 del Código Civil, que estable la
obligación de indemnizar del que ha cometido un delito o un cuasidelito que ha inferi-
do daño a otro, determinándose la existencia de responsabilidad, cada vez que una
persona debe reparar el perjuicio o daño sufrido por otra y puede definírsela, diciendo
que es “la obligación que pesa sobre una persona de indemnizar el daño sufrido por
otra40. Las fuentes de la responsabilidad civil son el contrato, los delitos, los cuasi-
delitos y la ley.

En el Título XXXV del Libro IV del Código Civil no sólo se tratan en detalle los
daños que deben indemnizarse a causa de delitos o cuasidelitos, sino también los
inferidos por negligencia, como el artículo 2319 que establece que no son capaces de
delito los menores de siete años ni los dementes, pero que responden de los daños las
personas a cuyo cargo estén, si puede imputárseles negligencia 41.

Sin daño no hay responsabilidad civil, como se desprende de los artículos 1437 y
2314 del Código Civil y el elemento fundamental para la existencia del delito o cuasi-
delito civil será precisamente la existencia del daño, a diferencia del delito y cuasidelito
penales, en los que su existencia está determinada por la tipificación de la conducta, es
decir, que es necesario que la acción u omisión voluntaria o culpable esté penada por
la ley. Aparece indiferente, en este último caso, que tal conducta cause o no cause
daño.

40
Alessandri R.,Arturo, De la Responsabilidad Extracontractural. Tomo I, p. 11.
41
C. Suprema, 7 de marzo de 1929, Revista, Tomo XXXII, Sección Primera, p. 93.

120
Toda indemnización de perjuicios es compensatoria de daños y, para fijarlos, es menes-
ter contemplar la verdadera situación de las partes litigantes y las necesidades que los
perjudicados deban satisfacer, tomando en consideración las condiciones personales de los
afectados: trabajo a que se dedicaban, utilidades probables que obtenían en dicha labor, sus
condiciones sociales, necesidades de familia, condiciones físicas en que quedaron los
afectados con motivo del accidente y, por último, los fundamentos de la demanda respecto
de las diversas sumas que se cobran42.

Como elementos comunes a toda responsabilidad civil, debemos citar la existencia


de una acción u omisión infractora del contrato o productora del acto ilícito o, como
se ha sido señalado por algunos, la exteriorización de la violación, el hecho por el cual
ella se manifiesta43; la antijuridicidad (oposición al derecho, ilicitud) de la misma y
causas que la excluyen; la culpa del agente; la producción de un daño; y la relación
causal entre la acción u omisión y el daño.

Acción u omisión será todo obrar o no obrar, según sea el caso, humano volunta-
rio y, por consiguiente, imputable. Sin el factor imputativo o atributivo, no habrá
responsabilidad ya que es necesario que el autor material del perjuicio causado pueda
además, ser tenido como culpable del mismo. La antijuridicidad, por su parte implica,
en sentido amplio, lo ilícito y, en sentido restringido, lo opuesto a la ley positiva.
Variaciones de la antijuridicidad son el dolo y la culpa, entendiendo, a ésta, tanto
desde el punto de vista clásico de considerar la omisión de la diligencia exigible al
agente, como desde el punto de vista moderno, que caracteriza la culpa por notas
distintas a esa falta de diligencia, y que llega a hablar de una “culpa social” o “culpa
sin culpabilidad” 44. Cabe agregar que en el cuasidelito, no se hace la discriminación
que es necesario efectuar en otros casos, entre culpa grave, leve y levísima. La ley en
esta parte, ha sido mucho más simple y ha previsto sólo la culpa en sí, la actividad del
individuo sin las diferenciaciones más o menos sutiles que en otro orden civil la ley
establece45.

“Elemento esencial que, a diferencia del de la culpa, ha de concurrir en todo caso


para que derive responsabilidad civil, es el de la existencia de un daño, ya que, para
que proceda el resarcimiento es ineludible la producción de un menoscabo en la
esfera jurídica del perjudicado, para lo cual no es suficiente el incumplimiento de un
contrato ni tampoco la mera producción o comisión de un acto ilícito. Es decir, no
puede hablarse de responsabilidad contractual ni extracontractual si no se ha causa-
42
C. Suprema, 14 de septiembre de 1934, Revista, Tomo XXXII, Sección Primera, p. 10.
43
Trigo R., Félix, Responsabilidad Civil por Accidentes..., Tomo I, p. 39.
44
Santos Briz, Jaime, La Responsabilidad Civil, 3ª Edición, Madrid : Editorial Montecorvo S.A., 1981, p. 24 y
ss.
45
C. de Santiago, 21 de agosto de 1940, Revista, Tomo XXXIX, Sección Primera, p. 298 y ss.

121
do un daño a alguien”46. Más, debe mantenerse claro que no basta el daño en sí
mismo, ya que todo el Título XXXV del Código Civil se basa en la imputabilidad del
que ejecuta un hecho ilícito. La ley, para imponer responsabilidad civil, no se detiene
sólo en el daño causado sino que, ante todo, en el hecho culpable, en la responsabili-
dad subjetiva47, de donde resulta la necesidad de que este daño debe estar, finalmente,
en relación directa de causa a efecto con el hecho que se estima productor del mismo,
vínculo que por regla general, debe ser acreditado.

Para los efectos del Derecho del Tránsito, para poder entrar al campo de la respon-
sabilidad civil por daños causados, será necesario que el hecho del que éstos derivan
sea, al mismo tiempo, un hecho penado por la ley y así, tendrá el carácter de delito o
cuasidelito civil y de delito o cuasidelito penal. Generalmente, se tratará de acciones
cuasidelictuales, reservándose la figura del delito para algunas derivadas de la inges-
tión alcohólica.

En el caso de la responsabilidad del propietario de un vehículo por los daños que se


causen a terceros o de los otros indicados en los incisos tercero, cuarto y quinto del
artículo 174 de la Ley de Tránsito, referidos a los que otorguen una licencia con
infracción a la ley, a los concesionarios de plantas revisoras que otorguen certificados
falsos y a la Municipalidad y el Fisco, en su caso, como así mismo, a los que efectúen
trabajos en la calzada, de acuerdo a lo que dispone el inciso segundo del artículo 102
de la Ley de Tránsito, la fuente de la responsabilidad es la ley, ya que la acción deter-
minará solamente la responsabilidad de su autor, el conductor del vehículo y no la
solidaria del propietario, campo en el que nos introducimos en la teoría del riesgo o de
la responsabilidad objetiva, que prescinde del elemento esencial que concurre siempre
en la responsabilidad subjetiva, esto es, de la culpa y sólo considera la existencia del
daño.

Durante el siglo XIX surgió el sistema de la responsabilidad civil que se mantuvo


casi sin alteraciones hasta pasada la Primera Guerra Mundial, para sufrir cambios,
reflejados en la realidad legislativa, sólo después de la Segunda Guerra, a partir de la
mitad de la década de los 40 y, tanto los accidentes originados en el ámbito laboral
como los que derivan de la difusión masiva del automóvil, son los principales impulso-
res de la necesidad de modernización, buscando una mejor y más segura reparación.
Ni en el antiguo derecho francés ni en el derecho romano se pensó en establecer una
teoría general de la responsabilidad a causa de las cosas inanimadas, limitándose ésta a los
daños causados por la caída de los edificios o de objetos colocados en el borde de una
ventana, únicos casos en que se concebía que la cosa inanimada adquiriera movimiento

46
Santos Briz, Jaime, op. cit., Capítulo V, p 123.
47
C. de Santiago, 21 de agosto de 1940, Revista, Tomo XXXIX, Sección Primera, p. 298 y ss.

122
propio, independiente del humano. El maquinismo se hallaba muy poco desarrollado en
1804 para que los redactores del Código Civil francés hubieran podido enfocar la cuestión
desde un ángulo diferente48.

Luego, se consideró que el obrero que sufría un accidente con ocasión de su traba-
jo, no podía, ser desamparado el y su familia aunque ese hecho ocurriera sin culpa de
su patrón. Se pensó en que el operario está constantemente expuesto a un peligro en
razón de la labor que ejecuta, salvo que por su culpa se haya expuesto él, y que el
patrón debe concurrir a indemnizar los perjuicios que con ese motivo se irroguen al
obrero y a su familia, porque aquel recibe un beneficio del obrero que trabaja para su
industria. Con esto la teoría del riesgo adquiere una importancia decisiva en el Dere-
cho Social, existiendo diferencias esenciales entre éste y el Derecho Civil.

El primero entra a suplir las deficiencias del segundo en las diversas actividades que
ha creado la economía moderna; de manera que se explica que haya nacido la teoría
del riesgo, la cual tiene un carácter social. En cambio, el segundo, de origen más bien
individualista, legisla en orden a esta materia únicamente sobre la actividad que desa-
rrolle el individuo como sujeto del Derecho. Y, si en tal calidad, se pudiera prescindir
de la responsabilidad con que, con culpa o sin ella, aquel ejecute un acto, se entorpe-
cería el progreso en muchas ocasiones; pues muy pocas serían las personas que se
atreverían a realizar una actividad sin que les asaltara el temor de verse obligados al
pago de una indemnización. La relación de causalidad sin culpa o de patrimonio a
patrimonio, es mas bien propia de casos especiales, expresamente legislados, en aten-
ción a su índole, como ocurre con la Ley de Accidentes del Trabajo 49.

El daño, circunscrito al que podían causar las cosas inanimadas, fue evolucionando al
descubrir el hombre la posibilidad de “animar” las cosas, de imprimirles movimiento y
convertirlas en dinámicas con mucho mayor peligro que las cosas animadas de la naturale-
za. Así, un vehículo puede ser un bólido incontrolable con mayor poder de destrucción que
un animal salvaje en su más peligroso desempeño. El no poseer vida propia no significa que
la cosa permanezca inmóvil y en ese movimiento, radica la mayor fuente de la posibilidad
del daño que puede causar, que lo diferencia fundamentalmente del creado por la cosa
inanimada, un edificio por ejemplo.

Se hizo preciso acudir en socorro de las víctimas de los accidentes del trabajo.
Obligarles a probar una culpa cometida por su patrono, era impedir casi siempre que

48
Mazeaud Henry y Leon y Tunc, André, Tratado Teórico y Práctico de la Responsabilidad Civil
Delictual y Contractual, Buenos Aires: Ediciones Jurídicas Europa-América, 1977, Tomo 2, Vol.I, Nº
1140, p. 117.
49
C. de Santiago, 21 de agosto de 1940, Revista, Tomo XXXIX, Sección Primera, p. 298 y ss.

123
fueran indemnizados; dispensarlos de esa prueba era, casi siempre concederles repara-
ción. Paralelamente, el daño causado por las cosas inanimadas, fuera del ámbito de los
accidentes del trabajo se fue multiplicando. El problema fundamental se centraba en
otorgar a la víctima de los accidentes, especialmente a los causados por el equipo
industrial, una protección más eficaz que aquella que asegura la ley basada en los
principios de la responsabilidad por el hecho personal. La protección se refiere princi-
palmente al problema de determinar ¿cómo probará el obrero la culpa del patrón? La
protección consiste en aligerar la carga de la prueba50.

El párrafo primero del artículo 1384 del Código Civil francés, dispone que “se es
responsable no solamente del daño que se causa por hecho propio, sino también del
causado por el hecho de las personas por las que se debe responder o por las cosas
que se tienen en custodia”. El artículo 1437 del Código Civil chileno expresa a su vez,
que “las obligaciones nacen... ya a consecuencia de un hecho que ha inferido injuria
o daño a otra persona, como en los delitos y cuasidelitos...” y a éstos se refiere
expresamente su Título XXXV y primero, el artículo 2314, estableciendo que “el que
ha cometido un delito o un cuasidelito que ha inferido daño a otro, es obligado a la
indemnización...”.

La circulación vehicular, entendida como una actividad compleja y en cierto modo peli-
grosa, potencial generadora de daño, es fuente de responsabilidad civil extracontractual
que ha surgido con el avance tecnológico de los últimos tiempos, concurriendo a ser causa
de muchos accidentes derivados del uso de los medios de transporte, lo que ha sucedido en
similar medida con el consumo masivo de productos elaborados y la utilización de la
máquina y su consecuencia: el daño ecológico.

Dentro del sistema general, se trata de una responsabilidad por el hecho de las co-
sas que, debido a la taxatividad de nuestro Código Civil, ha debido ser regulada en una
ley especial. En el derecho francés igualmente, ha evolucionado la interpretación de la
norma legal, primero por vía de la jurisprudencia y luego, mediante la aclaración
legislativa.
En Chile, el sistema de responsabilidad establecido por el régimen vigente hasta
1984 y luego, por las leyes 18.287 y 18.290, establece una importante alteración a las
normas civiles tradicionales, al punto de modificarlas y establecer disposiciones impe-
rativas y obligatorias tanto respecto del fondo, tales como la responsabilidad del
propietario del vehículo, como formales, dirigidas a la competencia especial de deter-
minados tribunales para conocer de los hechos infraccionales y, como consecuencia de
ellas, en relación de causa a efecto, de las indemnizaciones a que el caso de lugar.

50
Mazeaud Tunc, op. cit., Tomo 21, Vol. 11, Números 1141 y 1143, p. 117 y ss.

124
4.1.1.a – Extensión de la obligación de indemnizar. Perjuicios materiales y
morales. Lucro cesante. Desvalorización.

Los daños que experimente un patrimonio o una persona como consecuencia de


hechos derivados del tránsito, en los que se reconozca culpabilidad a otro y, del que
deriven responsabilidades para el mismo hechor o para otros (tales como propietarios,
empleadores, padres, guardadores, etc.) conforme a las normas generales del derecho
civil, comprenden tanto los daños materiales patrimoniales, como los morales, esto es,
aquellos que no se reflejan en una pérdida material determinada y cuantificada mas o
menos en forma precisa, sino que son de carácter subjetivo, consistentes “en el pesar,
dolor o molestias que sufre una persona, en su sensibilidad física o en sus sentimien-
tos, creencias o afectos”51.

Dicha reparación debe comprender no sólo los daños materiales sino también los
morales que, por lo general, son de mayor importancia que los primeros52, habiéndose
resuelto al respecto que la sentencia es nula, porque infringe los artículos 2314 y 2329
del Código Civil, ya que establece que, de acuerdo con ellos, no es indemnizable el
daño puramente moral, pues el primero de esos preceptos no hace distingos y obliga a
la reparación de todo daño, cualquiera que sea su especie, proveniente de un delito o
cuasidelito, y el segundo obliga a la reparación de todo daño imputable a malicia o
negligencia de otra persona53.

El primer daño indemnizable será, lógicamente, el daño emergente, esto es, el daño
material directo producto del hecho que lo origina, en este caso la infracción causal del
accidente de donde derivó. No reviste mayor dificultad la comprensión de la extensión
del daño material propiamente tal, como resultado de la destrucción que signifique
para los bienes de la víctima el accidente en que haya visto involucrado y, su indemni-
zación se efectuará mediante la compensación en dinero del valor de la reparación,
determinado en definitiva por el Juez.

Baste a este respecto, con señalar que dicha indemnización deberá ser ajustada a la
realidad, de tal modo que no constituya ni un enriquecimiento sin causa para quien la
obtiene, al otorgársele una suma mayor que el valor de los daños realmente ocasiona-
dos, ni un beneficio para el causante del daño y obligado a la indemnización, al repre-
sentar ésta un valor menor que el real, lo que se traduciría en que la indemnización que
así se acordare, no sería justa ni completa y no restituiría el patrimonio dañado a su
real estado antes de la agresión sufrida.

51
C. de Santiago, 25 de marzo de 1958, Revista, Tomo LVI, Sección Cuarta, p. 196.
52
C. Suprema, 14 de septiembre de 1934, Revista, Tomo XXXII, Sección Primera, p. 10.
53
C. Suprema, 26 de agosto de 1941, Revista, Tomo XXXIX, Sección Primera, p. 203 y ss.

125
La reparación del daño debe ser completa, salvo que la ley permita expresamente
otra cosa. El quantum de la indemnización debe medirse por el daño causado y no por
la hacienda del agente54.

El daño emergente comprende además, la llamada “desvalorización”, fenómeno que


experimenta todo vehículo que es chocado y dañado. Naturalmente, el vehículo es un bien
cuyo dominio cambia con cierta celeridad y para esos actos de transferencia es muy im-
portante que se mantenga un estado de conservación aceptable, lo que redundará en un
mayor precio de reventa. Es, del mismo modo evidente, que todo impacto que sufre un
vehículo deja rastros en la estructura del mismo y existen medios eficientes de examinar la
carrocería y detectar los golpes de que ha sido objeto.

Todas estas circunstancias hacen que el daño emergente se vea especialmente am-
pliado en estos casos a la desvalorización, entendida como el menor precio de reventa
que experimenta un vehículo que ha sufrido un daño y que se expresa en un perjuicio
real y actual, desde el momento que el menor precio es objetivo y no será necesario
esperar hasta que la venta se produzca para que el daño esté y pueda ser detectado.
La desvalorización se produce en el momento en que el vehículo experimenta el daño
del que derivan las secuelas que determinan la depreciación, que no desaparecen con
las reparaciones de las partes afectadas. El importe de esta desvalorización, daño
emergente, será establecido por cualquier medio de prueba, especialmente por un
peritaje mecánico de daños.

El lucro cesante, entendido como la pérdida de una utilidad, ganancia o beneficio


de contenido económico, derivado de un hecho ilícito y con relación de causalidad al
mismo, es un daño que, si es acreditado, debe ser indemnizado y es procedente en
general, cuando los vehículos que sufren daños son destinados a trabajos específicos
del transporte, como sucede con los taxis, los vehículos de transporte escolar, micro-
buses y otros.

Frecuentemente se demanda lucro cesante, cuando el actor reclama que se ha visto


en la necesidad de arrendar un vehículo para desarrollar sus labores habituales, preten-
sión que ha sido siempre desechada, ya que tal desembolso no reviste la calidad de un
perjuicio inevitable y derivado directamente de la acción del responsable de los daños,
salvo en los casos mencionados de vehículos asignados al transporte.

En lo relativo a las rentas que la víctima deja de percibir por su fallecimiento, en


forma independiente a la calidad del vehículo implicado, aparece como procedente

54
Soler A. Amadeo, Seguro de Automotores, Buenos Aires: Editorial Astrea,1978, p. 66.C. Suprema, 29
de noviembre de 1968, Revista, Tomo LXV, Sección Cuarta, p. 323.

126
acordar indemnización por dicho daño, dependiendo su procedencia y monto de la
prueba que al respecto se rinda.

La utilidad cuya reparación se reclama tiene que ser lícita, cierta, determinada o
determinable y, vinculada causalmente con el hecho ilícito55.

En relación a los “daños morales”, causados por el que injuria o lesiona los senti-
mientos y ocasiona dolor y angustia, su reparación ha sido objeto de controversia,
sosteniéndose, por los partidarios de la negativa, que es imposible valorar en dinero
entidades puramente ideales, las cuales están alejadas de toda consideración económi-
ca, como los disgustos, los dolores físicos, el resentimiento o las preocupaciones y
otros, lo que permitiría, en caso de aceptarse, la formulación de demandas injustas en
el aspecto civil y, en el penal, podría ser objeto de provocaciones por parte de la
víctima para obtener beneficios económicos. Admitir indemnización por perjuicios
morales, se argumenta, produciría gran confusión en el ámbito del derecho, precisa-
mente por su indeterminación objetiva y se prestaría a confundir entre pena e indemni-
zación, pues la dificultad para determinar la base del perjuicio induce a los tribunales a
utilizar conceptos, como la gravedad del hecho y la intensidad de la culpa, que sirven a
su vez de base a la determinación de la pena56.

“La persona que como consecuencia de un hecho ilícito ocasionado por un tercero,
pierde, v.gr., al padre, al esposo o al hijo, sufre un dolor, una angustia que afecta sus
legítimos sentimientos. Lo mismo que la persona que a consecuencia de un hecho
ilícito sufre lesiones que le ocasionan dolor o un largo tratamiento médico asistencial.
Estos daños son los denominados morales y su indemnización, el precio del dolor”57.

Antes de 1922 en Chile, los Tribunales Franceses desde la segunda mitad del Siglo
XIX, ya empezaron a considerar la indemnización solicitada por el “perjuicio de
afección” en casos de muerte de la víctima, pero no fue hasta un siglo después que la
jurisprudencia se ha inclinado, al parecer definitivamente, por acceder a este tipo de
demandas.

La evolución ha comprendido, en el derecho comparado y en nuestro país, todos


los aspectos de la cuestión, desde la admisibilidad misma de la indemnización o de su
procedencia en casos de lesiones que no provoquen la muerte, hasta el ejercicio de
acciones por posibles afectados y no sólo por la víctima o sus padres o parientes más
cercanos, pasando por la regulación del monto de la indemnización; de la posibilidad

55
Soler A. Amadeo, Seguro de Automotores, Buenos Aires: Editorial Astrea,1978, p. 66.
56
J. Santos Briz, op. cit., Capítulo V, p. 155 y ss.
57
Soler A., Amadeo, op. cit., p 68.

127
excluyente de acordarla en dinero, con todas las secuelas morales que ello implica, de
la prueba de los daños y la facultad del Tribunal de regularla sin prueba específica.

La aceptación y regulación del daño moral es un caso típico de creación judicial del
derecho y de allí, la importancia determinante en la materia, del estudio y análisis de la
jurisprudencia.

El primer fallo que encontramos relativo a la procedencia del daño moral, es de 13


de enero de 192258 y en él, se desecha la demanda en este rubro, “ya que la vida no es
avaluable en dinero”. Luego, el primero que concede indemnización, data del 16 de
diciembre de 192259. La mayoría tuvo en consideración para acordar la indemnización
que, “establecido por la sentencia recurrida que la muerte del niño se produjo por un
accidente “debido a culpa del maquinista”, con esta declaración queda aceptada la base
primordial de la demanda fundada en la existencia del hecho ilícito de otra persona,
que obliga a reparación cuando produce un daño, sin distinguir la naturaleza de éste,
pues los términos absolutos del art. 2329 del Código Civil, excluyen toda distinción”.

Continúa la argumentación de los sentenciadores, señalando que “si “todo daño”


proveniente de un hecho culpable debe ser reparado, por disposición imperativa de la
ley, y si para nadie puede ser dudoso que con la muerte de un hijo, se infiere al padre
un daño gravísimo, según el sentido natural y obvio de la palabra “daño” empleada
por el citado artículo 2329 del Código Civil, debe concluirse que la empresa demanda-
da, que no se encuentra en el caso de excepción mencionado por el inciso final del
artículo 2320 del Código Civil, está obligado a repararlo”.

Luego, la jurisprudencia empezó a inclinarse por aceptar esta clase de indemniza-


ción, más no sin abundantes dudas, especialmente en cuanto a estimar que el cobro de
indemnización por daño moral puro no es admisible en derecho, porque él no puede
ser objeto ni causa real de una obligación de orden patrimonial, como quiera que no es
susceptible de apreciación en dinero, ni en otras especies que puedan ser objeto de
derecho, y por ende, no estaría comprendido entre los daños a que se refiere el artí-
culo 2329 del Código Civil60.

Sin embargo, puede considerarse como aceptado en los tiempos modernos el prin-
cipio de reparación del perjuicio moral de modo definitivo y que la reparación debe
necesariamente efectuarse en dinero.

58
C. Suprema, 13 de enero de 1922, Revista, Tomo XXI, Sección Primera, p. 529.
59
C. Suprema, 12 de diciembre de 1922, Revista, Tomo XXI, Sección Primera, p. 1053.
60
C. de Santiago, 8 de junio de 1943, Revista, Tomo XL, Sección Segunda, p. 50.

128
4.1.1.b – Extensión de la obligación de indemnizar. Reajustabilidad de las in-
demnizaciones

El derecho a ser indemnizado implica la necesidad que la reparación del mal causa-
do sea completa y, al efecto, se ha entendido en forma ya unánime que sólo es com-
pleta la que comprende la satisfacción del detrimento del poder adquisitivo de la
moneda, otorgándose reajustes conforme a la variación del Indice de Precios al Con-
sumidor, sobre la cantidad que se ordena pagar. “Negar lugar a la reajustabilidad
significaría hacer cargar a la víctima con los efectos de la inflación. Concederla, en
cambio, no implica una mayor responsabilidad del hechor, ya que el daño en sí mismo
no cambia, alterándose únicamente su valor, manteniendo, en lo posible, el valor del
poder adquisitivo de la suma de dinero que, como prestación indemnizatoria, debe
recibir el perjudicado”61.

4.1.1.c – Extensión de la obligación de indemnizar. Reducción en la apreciación


del daño

Es frecuente que se estime que en un accidente de tránsito, todos los conductores


participantes han tenido alguna responsabilidad en la producción del hecho. “En el
ámbito penal, si bien no cabe la compensación de culpas, puede hablarse de concu-
rrencia de conductas, que desplaza el problema al campo propio de la causalidad, con
su correlativa repercusión en la culpabilidad, valorando los comportamientos conflu-
yentes en la producción del resultado, tanto desde el lado activo de la infracción
–autor– como desde el pasivo de sus consecuencias –víctimas–, de forma que cuando
aparezcan conductas plurales y simétricas en el suceso procedente de varias personas
que ocasionan un evento dañoso, se origina un concurso de conductas, para cuya
calificación debe procederse al examen de cada una, con individualización, como si se
tratase de entidades separadas y obtenida la graduación específica de cada conducta
concurrente, elevarla al plano comparativo con las demás coadyuvantes, a fin de
determinar su eficacia preponderante, análoga o de inferioridad, respecto a las
otras”62.

En el aspecto de la responsabilidad civil, este concurso de conductas de diferente gra-


duación, debe producir la moderación del quantum de la indemnización, en proporción a la
influencia que el comportamiento del ofendido y el de la víctima, hayan tenido en la actua-
ción del evento. Por consiguiente, es materia de mucha importancia para los efectos de las
indemnizaciones, el criterio que se emplee para el fallo de la alegación o defensa del de-

61
Bidant H., José, “Sujetos de la acción de Responsabilidad Extracontractual”, Nº2, p.3.
62
F. Gómez de Liaño G., La Responsabilidad en el uso de Vehículos a Motor, 4ª ed., Oviedo, España:
Editorial Forum, p. 68.

129
mandado basada en la disposición del artículo 2330 del Código Civil, que establece que “la
apreciación del daño está sujeta a reducción, si el que lo ha sufrido se expuso a él impru-
dentemente”. Mucha importancia revestirá además a este respecto, la disposición y aplica-
ción de la norma del artículo 171 de la Ley de Tránsito, en relación a la adecuada determi-
nación de causalidad en las infracciones que hayan derivado en un accidente.

La reducción de la indemnización contemplada en la ley chilena dice relación exclu-


sivamente con la concurrencia de exposición de la víctima al daño sufrido y, en caso
alguno, tendrá relevancia a su respecto la calidad o capacidad económica del respon-
sable, como sucede en algunos casos del derecho comparado, por ejemplo, en la
jurisprudencia argentina, país en el que se ha considerado que frente al derecho de los
damnificados, están también “los derechos de quienes cobijan su debilidad bajo el
amparo que es dable requerir al autor del daño”.

Para que opere la rebaja en la indemnización por aplicación del artículo 2330 del
Código Civil, debe existir efectivamente una exposición imprudente por parte de la
víctima, reflejada en infracciones concurrentes a la producción del hecho causante de
los daños. Si no ha mediado por parte de la víctima una infracción en relación directa
al resultado, no puede aplicarse la reducción que se solicite. Para que proceda la
rebaja, será siempre necesario que exista una conducta culpable o temeraria o descui-
dada por parte de la víctima, que incida en la causalidad, ya que una conducta simple-
mente pasiva, sin que medie algún grado de causalidad, no será motivo de la aplicación
de la norma invocada. No puede alegarse reducción por exposición imprudente, por
ejemplo, respecto de un conductor que se sube a la vereda, atropella y lesiona a un
peatón ebrio, ya que la conducta de este último, pasiva, no incide en el resultado
infraccional ni dañoso, como tampoco lo hace el conductor que es impactado por otro
que infringe la señal Pare o la señal Ceda el Paso y que no porta su licencia de con-
ductor o no la mantiene vigente por no haberse sometido a los exámenes periódicos
establecidos al efecto, infracción que no implica causalidad en el accidente ni es causal
del daño.

Parece conveniente señalar que será necesario que la defensa plantee la reducción
que solicita en la etapa pertinente del proceso, ya que ésta no podría ser introducida
como una cuestión nueva en el curso de la litis y los falladores no tienen obligación de
aplicar la norma del artículo 2330 del Código Civil, si ésta no ha sido materia de la
correspondiente excepción.

130
4.1.2 – Naturaleza de la responsabilidad

Se ha estimado en general y, principalmente basándose en las modernas normativas


europeas, que la responsabilidad que afecta al propietario, conductor o poseedor de un
vehículo por los daños que éste cause mientras sea utilizado, es una responsabilidad
por riesgo, es decir, derivada del simple hecho de la posesión y/o utilización, prescin-
diendo de la culpa de las personas que manejan o conducen.

Así se puede concluir del estudio de leyes que establecen, si no un sistema de imputa-
ción casi objetiva de la responsabilidad, uno de presunciones tan fuertes y vinculantes, que
nos hacen observar el asiento de principios que se alejan totalmente de las concepciones
clásicas de reparación, basadas en la sola culpa del sujeto activo.

Nuestra Ley de Tránsito destina el Título XV, “De la Responsabilidad por los
Accidentes”, a esta importante materia, sin que se pueda concluir que consagre un
sistema autónomo y perfecto de responsabilidad civil, cualquiera que sea la naturaleza
de ésta. Estamos, más bien, frente a un cuerpo de normas que, después de asentar
ciertos principios básicos, nos introduce en una casuística cuyo fin sería una mejor y
más justa resolución del caso concreto, aliviando la tradicional y dura carga que recae
en el sujeto pasivo, de probar la culpa del hechor.
No consagra la Ley de Tránsito un sistema específico de responsabilidad civil o una
doctrina particular de responsabilidad por riesgo u objetiva. Las presunciones que
crea, no tienen la fuerza y determinación que poseen en el derecho extranjero y se ha
estimado que se trata de una responsabilidad civil basada en la culpa.

Se ha sostenido, también, que estamos ante un sistema particular, que en muchos


casos sólo tiene por fin la inversión de la carga de la prueba, el que podría estimarse
sistema de culpa agravada. Así, las consecuencias dañosas de los accidentes de trán-
sito se regirían principalmente por este sistema, provocando una proliferación de
presunciones legales y de interpretaciones jurisprudenciales.

En nuestro concepto, frente a la regulación específica de la particular actividad pe-


ligrosa del tránsito vehicular, la abundancia de presunciones establecidas en la Ley de
Tránsito y la fuerza y determinación de algunas, pocas pero importantes, nos lleva a
encuadrar nuestro sistema de responsabilidad civil, en una más conservadora formula-
ción de la teoría del riesgo, esto es, un sistema donde se prescinde de la culpa del
conductor, entendida en sentido clásico, pero que no excluye, siguiendo un concepto
moderno más amplio, que podamos hablar de “riesgo” con base en actuación culposa
lato sensu.

131
4.1.2.a – Responsabilidad infraccional como fuente de responsabilidad civil

Ya se analizó el concepto de infracción, oportunidad en que se enfocó el problema


desde el punto de vista de la acción que deriva de la responsabilidad infraccional.
Interesa ahora profundizar lo ya expresado, buscando la naturaleza jurídica de esa
conducta, en relación a la responsabilidad civil derivada y sus consecuencias.

La circulación vehicular es fuente de diversas clases de responsabilidad. Según el


tipo y magnitud del hecho o del daño, estaremos frente a responsabilidad penal, infrac-
cional y civil. Normalmente, la última puede coexistir con cualquiera de las dos prime-
ras y éstas, también normalmente, son excluyentes entre sí, salvo excepciones.

El autor o causante de una infracción a la Ley de Tránsito será condenado como


tal, a una multa y, en ciertos casos, a una pena accesoria de suspensión de su licencia
de conducir por un lapso determinado: es la responsabilidad infraccional o contraven-
cional, que implica la asociación de un castigo o pena a la realización u ocurrencia de
la hipótesis de un tipo legal específico.
La configuración del tipo legal infraccional involucra siempre un elemento subjeti-
vo, la culpa o negligencia del autor. En consecuencia, en materia infraccional la culpa
será la base de la responsabilidad, así como lo es el dolo en el tipo legal penal o crimi-
nal, debiendo hacerse la salvedad de que la infracción dolosa no se pena como tal, sino
como culposa. La responsabilidad por el tipo legal específico solo puede originarse
una vez que ha sido acreditada la culpa en el obrar o accionar del conductor implica-
do, culpa que constituye uno de los elementos del tipo contravencional.

Lo señalado se infiere del texto del artículo 170 de la Ley de Tránsito, al establecer
que la responsabilidad civil deriva o es consecuencia de la infraccional. Sin embargo, al
momento de referirse a esta última, lo hace calificando el tipo de conducta que se
entenderá como infraccional y que deberá ser culposa o negligente. De ahí, que según
la Ley, la conducta o acción deberá ser realizada “...en forma de hacer peligrar la
seguridad de los demás...” o “...sin consideración a los derechos de éstos ...” o
“...infringiendo las reglas de seguridad o circulación establecidas en la Ley...”, todas
hipótesis que implican una actuación culpable.

La culpa en la infracción de tránsito, como elemento del tipo contravencional, debe-


ría probarse o estar suficientemente acreditada en el proceso. Frente a la difícil prueba
de la culpa y, considerando que la conducción vehicular constituye una actividad
generadora de riesgo, nuestro legislador ha establecido más de veinte casos en que la
responsabilidad infraccional se presume. Lo cierto es que es la culpa o negligencia,
como elemento del tipo, la que se presume, lo que lleva a una inversión del onus

132
probandi, que en definitiva favorece a la víctima de la infracción o en su caso, facilita
la labor del juzgador, que representa a la sociedad toda, en la sanción de conductas
peligrosas cuya denuncia y persecución es de acción pública.

La gran mayoría de estas presunciones están contenidas en el artículo 172 de la Ley


de Tránsito y se refieren a casi todas las conductas o acciones que representan infrac-
ciones mas o menos graves, lo que implica en definitiva que en materia infraccional,
prácticamente la responsabilidad se presume siempre, a salvo por cierto, la prueba en
contrario.

Establecida la infracción, con todos y cada uno de sus elementos, uno de los cuales
es la culpa, el inciso 1º del artículo 174 de la Ley de Tránsito hace responsable al
conductor de un vehículo. La responsabilidad infraccional recae primera e imperativa-
mente en el conductor.

4.1.2.b – Excepciones a la naturaleza de la responsabilidad del conductor

Tres excepciones a esta responsabilidad primera y directa del conductor de un vehí-


culo, establece la ley.

a) Presunción de culpabilidad del participante en un accidente de tránsito en que se


produzcan daños, que no dio cuenta de inmediato a la autoridad policial más próxima
y abandonó el lugar del accidente. Establecida en el artículo 173 de la Ley de Tránsito,
es una presunción de responsabilidad infraccional que afecta al conductor pero implica
una culpa general, como elemento de cualquier contravención que haya podido origi-
nar o causar el accidente;

b) Presunción de responsabilidad del propietario de un vehículo, por las infraccio-


nes que se deriven de su mal estado y condiciones. Señalada en el artículo 175, es una
responsabilidad infraccional que no recae esta vez en el conductor, sino que en el
dueño. Sin perjuicio que se trata de una presunción de culpa, el tipo contravencional
reconoce una conducta con importante base culposa en la omisión de un tercero, no
participante directo en el hecho, cual es, la de un propietario que no mantiene su
vehículo en adecuadas condiciones de circulación, lo que por cierto agrava el riesgo
que crea el móvil. La presunción, en este caso, implica un alivio en la carga de la
prueba; y,

c) Presunción de responsabilidad del propietario que no individualiza al conductor


de su vehículo, habiendo sido apercibido para ello, como lo señala el artículo 175 de la
misma ley. Este es un caso de responsabilidad infraccional doblemente excepcional, ya

133
que por una parte, afecta al propietario de un vehículo y no a su conductor y por la
otra, no se fundamenta en una actuación con base en la culpa. Estamos en presencia de
una fuerte presunción, que implica una imputación objetiva de responsabilidad, por el
solo hecho de ocurrir la hipótesis legal y que admite una sola defensa o excepción, a
saber, la prueba de que el vehículo fue tomado sin conocimiento o la autorización
expresa o tácita de su dueño.

En este último caso, se trata de una presunción que tiene por fin evitar el fracaso de
la acción infraccional, ante la imposibilidad de emplazar al conductor. Sin conductor
infractor, no hay responsabilidad infraccional perseguible y, por consiguiente, se
produce impunidad. Se pretende también aliviar la posición del sujeto pasivo en mate-
ria de responsabilidad infraccional, cuando desconoce la individualización del con-
ductor y no a través de la inversión del onus probandi, en esta oportunidad, debido a
que no existe en Derecho del Tránsito la condena o el sobreseimiento en rebeldía del
afectado. En este caso, gracias a la imputación normativa, el dueño responde por la
acción de otro, que se califica como propia.

4.1.2.c – Caso en que el propietario no responde

La excusa que permite librar de su responsabilidad al propietario de un vehículo


que debe responder de daños causados por su conductor, conforme lo autoriza el
inciso segundo del artículo 174 de la Ley de Tránsito, es de difícil prueba, ya que
normalmente se ha considerado que el ámbito de control o esfera de protección de un
vehículo, va más lejos que su simple posesión o tenencia. Así, el propietario, en mu-
chos casos imaginables y lamentables, no podrá excusarse adecuadamente, como el
que durante su viaje o ausencia, deja las llaves de su vehículo al alcance posible de un
potencial conductor, aún cuando éste no esté autorizado para usarlo.

Se ha resuelto que la circunstancia probada en autos de que el tercero civilmente


responsable se encontraba fuera del país el día del cuasidelito de lesiones, no desvirtúa
la presunción de responsabilidad civil derivada del dominio del vehículo 63.

En estos casos, la excepción estará ligada normalmente a una hipótesis de robo u


otra causa delictual por parte del conductor no individualizado o a un caso puntual en
que se considere que el vehículo ha salido de la esfera de atribuciones y protección del
dueño.

La excusa del artículo 174 en favor del propietario, ha sido aplicada con rigurosi-
dad y se ha resuelto reiteradamente que el propietario de un vehículo consiente táci-
63
C. Suprema, 26 de enero de 1994, Fallos del Mes Nº 422, Sentencia 2, p. 8.

134
tamente en la conducción por parte de un tercero, en el caso de padres respecto de
hijos, aún estando el dueño fuera del país y en el caso de empleadores respecto de
dependientes o empleados.

Se ha aceptado la excepción en el caso de robo o hurto de un vehículo, siempre y


cuando el propietario acredite, más allá de dudas, que el delito se perpetró antes del
accidente en que participó el vehículo y por el que se persigue la responsabilidad civil
de su propietario.

4.1.2.d – La responsabilidad civil. Relación de Causalidad. Quienes responden

Establecida la responsabilidad infraccional de un conductor, la Ley lo hace respon-


sable de los daños y perjuicios que deriven o sean consecuencia de ella, como lo
dispone claramente el artículo 170 de la Ley de Tránsito: “Toda persona que conduz-
ca un vehículo en forma de hacer peligrar la seguridad de los demás, sin considera-
ción de los derechos de éstos o infringiendo las reglas de circulación o de seguridad
establecidas en esta ley, será responsable de los perjuicios que de ello provengan”.

La norma implica que no será necesario acreditar, por parte del afectado, un im-
portante elemento de la responsabilidad civil extracontractual clásica, esto es, la culpa
o negligencia del autor. Se podría decir entonces, que se produce así una imputación
de responsabilidad civil en forma objetiva, que prescinde de la culpa como su elemento
determinante.

Pero no sólo en materia de responsabilidad civil derivada de accidentes es necesaria


la concurrencia de la relación de causalidad, sino que ella debe estar presente siempre
que haya que responder. El requisito de la relación de causalidad en materia de res-
ponsabilidad delictual o cuasidelictual civil, esto es, que el daño sea la consecuencia
del dolo o culpa en el hecho u omisión, está contemplado de manera expresa en el
artículo 2314 del Código Civil en cuanto expresa que el que ha cometido un delito o
cuasidelito que ha inferido daño a otro es obligado a la indemnización y en el artículo
2329 del mismo Código, al disponer que todo daño que pueda imputarse a malicia o
negligencia de otra persona, debe ser reparado por ésta64.

Lo cierto es, a nuestro juicio, que si bien es dable reconocer que la aceptación de la
teoría del riesgo en materia de responsabilidad derivada de la circulación vehicular, da
lugar a una construcción jurídico imputativa objetiva en materia de responsabilidad
civil, es menester advertir que la responsabilidad civil extracontractual, en este caso,

64
C. Suprema, 7 de mayo de 1992, Revista, Tomo LXXXIX, Sección Primera, p. 41.

135
encuentra un elemento subjetivo expresado en una conducta riesgosa con base en
actuación culposa lato sensu.

Es decir, al momento de hacer efectiva la responsabilidad civil, no será necesario


probar uno de su básicos elementos, la culpa. Desde este punto de vista, la imputación
de responsabilidad civil es objetiva. Pero existe una base de culpa probada o presumi-
da en la construcción del tipo infraccional, que a su vez dará origen a la responsabili-
dad civil, concurriendo los demás elementos de ésta. La culpa o negligencia, como
elemento de la responsabilidad civil, viene expresada o inmersa en la establecida
responsabilidad contravencional.

La norma básica del artículo 170 de la Ley de Tránsito es complementada por la


disposición del artículo 171, que establece la necesidad del vínculo causal entre infrac-
ción y daño en términos que no toda contravención determina la producción de un
hecho del que va a resultar un perjuicio. En consecuencia, si una persona infringe
alguna disposición y tal infracción no ha sido causa determinante de los daños, no
estará obligado a la indemnización, prescribe la parte final del texto legal. La disposi-
ción del artículo 171, de alguna forma representa un resguardo para el que deberá
indemnizar.

El nexo o relación causal entre acción culpable y daño es un elemento esencial de


toda la responsabilidad civil extracontractual y, aún sin la disposición del citado artí-
culo 171, no se podría prescindir de dicho vínculo para establecer la procedencia de la
reparación. Según la disposición del artículo 1698 del Código Civil, incumbe a la
demandante probar la obligación por la cual se acciona y, tratándose de la responsabi-
lidad extracontractual derivada de daños en choque, debe acreditar los fundamentos de
la misma, entre ellos, la relación de causalidad entre la conducta infraccional y los
daños experimentados por el móvil de la actora65.

La relación debe darse más bien entre infracción y accidente y luego, como consecuen-
cia de éste, aparecerán los daños. La violación de una norma del tránsito no basta por sí
sola para determinar la culpabilidad de quien la transgrede: debe existir, lógicamente, entre
la violación y el accidente una adecuada relación de causalidad. La relación de causalidad
es un presupuesto de la procedencia de la acción por la cual se reclaman daños y perjuicios
derivados de responsabilidad objetiva66.

65
Corte P. Aguirre Cerda, 11 de diciembre de 1986, Revista, Tomo LXXXIII, Sección Segunda, p.110.
66
Notas de jurisprudencia argentina. L. Moisset, Accidentes de Automotores, Mendoza Ediciones Jurídi-
cas Cuyo, Tomo II, pp.313 - 314, Fallos 1126 y 1127.

136
Ilustra lo expuesto, una sentencia que ha sentado que la circunstancia de que los
vehículos dañados estuviesen mal estacionados, configura infracciones a los artículos
220 y 226 Nº 4 de la Ordenanza General del Tránsito, las que, aunque no están en
relación de causa a efecto con los perjuicios, importan si que las víctimas se expusie-
ron imprudentemente al daño, por lo que la indemnización de que son acreedores está
sujeta a reducción67..

Establecida la existencia de la infracción, que lleva inmerso el requisito subjetivo o


existencia de culpa, la Ley hace una imputación objetiva de responsabilidad civil al causante
del daño en el artículo 170 y el propio legislador, ha limitado o cautelado los efectos
exagerados que podría llegar a tener dicha imputación, poniendo énfasis en la calidad del
nexo causal, como requisito de la responsabilidad.

Esta “causalidad”, tiene entonces relación directa con las normas generales de cui-
dado y atención en la conducción, que encontramos detalladas en el Título IX de la
Ley de Tránsito y, no tratándose de conceptos preestablecidos y de fácil aplicación, el
juzgador deberá ser entonces extremadamente cauteloso al momento de determinar
qué daño es consecuencia de qué infracción. La norma del artículo 171 modera la
imputación del artículo 170. Así, se ha resuelto que establecido que un conductor de
bicicleta que transitaba sin poseer licencia y por el centro de la calzada, cruzó sorpre-
sivamente y sin señalizar, no dando tiempo al conductor de un automóvil que viajaba a
velocidad normal de evitar la colisión, la que produjo el resultado de muerte del ci-
clista, no puede decirse de autoría de cuasidelito de homicidio respecto de la encausa-
da, por no existir vínculo de causa a efecto entre la supuesta contravención a las
disposiciones normativas de la velocidad, por parte de la reo y el daño producido, toda
vez que cualquiera haya sido la velocidad del móvil maniobrado por ella, no fue su
rapidez en el movimiento lo determinante en el accidente, sino la desafortunada ma-
niobra de viraje de la víctima. Esta circunstancia, unida a otra, cual es la de transitar
por pista indebida, lo llevó a invadir la de quien lo impactó68.

Ante la disposición de los artículos 113, 114 y 115 de la Ley de Tránsito, se debe
ser muy cuidadoso al eximir de culpabilidad a un conductor en relación a la causalidad
de un accidente, cuando quebrante normas de circulación amparadas por presunciones.
Normalmente, es el conductor de un vehículo el que deberá responder de los daños
que sean consecuencia directa de sus contravenciones. Esa es la regla general. Pero a
fin de colocar al sujeto pasivo en una mejor posición de reparación, el legislador le
proporciona un patrimonio adicional para perseguir la indemnización de perjuicios
deseada. Este es el objetivo de la disposición del inciso segundo del artículo 174 de la

67
C. de Santiago, 4 de diciembre de 1969, Revista, Tomo LXVI, Sección Cuarta, p. 339 y ss.
68
C. de Santiago, 27 de diciembre de 1984, Revista, T. LXXXI, Sección Cuarta, p. 268.

137
Ley de Tránsito, que establece una imputación objetiva de responsabilidad al propieta-
rio del vehículo, quien deberá indemnizar en los mismos términos que el conductor
condenado, por el solo hecho de ser el dueño, en forma solidaria.

Este último artículo previene una responsabilidad puramente objetiva del propieta-
rio, que obedece a otros fines no relacionados con el vínculo natural entre acción,
culpa y daño, que es lo que obliga al conductor. Dicha responsabilidad es además,
solidaria. Estamos frente a una disposición de responsabilidad civil objetiva que recoge
en su aspecto mas puro la teoría del riesgo. En definitiva, si bien la intención de la
norma es mejorar la posibilidad de reparación del perjudicado, dicho fin reconoce en la
elección del patrimonio del propietario del móvil, el mero riesgo y peligro que significa
poseer un vehículo motorizado.

Motivado el legislador por el interés de sancionar a quienes faciliten la conducción


de personas no habilitadas o no efectúen adecuadamente las “Revisiones Técnicas”
previstas en la Ley, o no mantengan un debido cuidado en el estado de las vías públi-
cas o una inadecuada señalización, ha extendido la responsabilidad solidaria de con-
ductor y propietario, en los términos de los incisos finales del artículo 174 de la Ley de
Tránsito que, en lo pertinente, señalan que “si se otorgare una licencia de conductor
con infracción a las normas de esta ley, el o los funcionarios responsables de ello,
sean o no municipales, serán solidariamente responsables de los daños y perjuicios
que se ocasionen por culpa del conductor a quien se le hubiere otorgado dicha
licencia, sin perjuicio de las sanciones penales y administrativas que correspondan”,
estableciendo además respecto del “concesionario de un establecimiento a que se
refiere el artículo 4º de la ley Nº 18.696”, su responsabilidad civil y solidaria respecto
“de los daños y perjuicios originados por un accidente de tránsito, causado por
desperfectos de un vehículo respecto del cual se hubiese expedido un certificado
falso, ya sea por no haberse practicado realmente la revisión o por contener afirma-
ciones de hechos contrarios a la verdad”.

También “la Municipalidad respectiva o el Fisco, en su caso, serán responsables


civilmente de los daños que se causaren con ocasión de un accidente que sea conse-
cuencia del mal estado de las vías públicas o de su falta o inadecuada señalización”,
como dispone el inciso final del citado artículo 174 de la Ley de Tránsito.

Pero no sólo las responsabilidades anotadas tienen cabida en los casos de acciden-
tes del tránsito, sino que, como expresamente consigna la frase final del inciso segundo
del artículo 174 de la Ley de Tránsito, la responsabilidad solidaria de conductor y
propietario es “sin perjuicio de la responsabilidad de otras terceras personas, en
conformidad a la legislación vigente” y así, entre otras posibles, por aplicación de las

138
normas generales, cabe sancionar la responsabilidad por el hecho ajeno que, de con-
formidad a lo establecido en el artículo 2320 el Código Civil, tiene como requisitos, la
existencia de un vínculo de subordinación o dependencia; que ambas personas sean
capaces de delito o cuasidelito; que la persona que esté al cuidado de otra haya come-
tido un hecho ilícito; y que la víctima pruebe la responsabilidad de la persona subordi-
nada. Así, si el patrón no ha probado en el juicio que mediante su autoridad y cuidado
le fue imposible impedir el hecho, es responsable civilmente del ilícito de su depen-
diente, fallándose en un caso que no es aceptable la exculpación de la compañía de-
mandada de que eran funciones del obrero autor del cuasidelito, “cortar o reponer los
servicios de gas” y no conducir el vehículo 69.

4.1.2.e – La solidaridad

Tratándose de obligaciones de sujeto plural, por excepción, puede darse el caso de


la solidaridad, tratada en los artículos 1511 y siguientes del Título IX del Código Civil.
La norma general es que cada uno de los deudores es obligado solamente a su parte o
cuota en la deuda y, en su caso, cada uno de los acreedores, sólo tiene derecho para
demandar su parte o cuota en el crédito. Sin embargo, en virtud de la convención, del
testamento o de la ley, puede exigirse a cada uno de los deudores o por cada uno de
los acreedores, el total de la deuda, caso en el que hablamos de obligación solidaria.

En materia de responsabilidad derivada de accidentes de tránsito, es la ley la que


establece la solidaridad entre conductor y propietario de un vehículo motorizado que
deban responder de los perjuicios causados, como expresamente lo señala el inciso
segundo del artículo 174 de la Ley de Tránsito: “Sin perjuicio de la responsabilidad
de otras personas en conformidad al derecho común, estarán obligadas solidaria-
mente al pago de los daños y perjuicios causados, el conductor y el propietario del
vehículo, a menos que este último pruebe que el vehículo le ha sido tomado sin su
conocimiento o autorización expresa o tácita”.

Igual solidaridad establece el inciso tercero del artículo 174 citado, respecto de el o
los funcionarios responsables de que se otorgue una licencia de conductor con infrac-
ción a las normas de la Ley de Tránsito, sean o no municipales, “por los daños y
perjuicios que se ocasionen por culpa del conductor a quien se le hubiere otorgado
dicha licencia, sin perjuicio de las sanciones penales y administrativas que corres-
pondan”. El inciso siguiente, cuarto, señala finalmente la responsabilidad civil solidaria
del “concesionario de un establecimiento a que se refiere el artículo 4º de la ley Nº
18.696”, “de los daños y perjuicios originados por un accidente de tránsito, causado
por desperfectos de un vehículo respecto del cual se hubiese expedido un certificado

69
C. de Santiago, 3 de junio de 1973. Revista, Tomo LXX, Sección Cuarta, p. 65

139
falso, ya sea por no haberse practicado realmente la revisión o por contener afirma-
ciones de hechos contrarios a la verdad”.

Otro caso de solidaridad que se establece en la Ley de Tránsito, lo contiene el inci-


so segundo de su artículo 102, al establecer que “serán solidariamente responsables
de los daños producidos en accidentes por incumplimiento de lo dispuesto en el
inciso anterior, quienes encarguen la ejecución de la obra y los que la ejecuten”,
respecto del que ejecuta trabajos en las vías públicas, quien “estará obligado a colo-
car y mantener por su cuenta, de día y de noche, la señalización de peligro y tomar
medidas de seguridad adecuada a la naturaleza de los trabajos” y “deberá, además,
dejar reparadas dichas vías en las mismas condiciones en que se encuentre el área
circundante, retirando, de inmediato y en la medida que se vayan terminando los
trabajos, las señalizaciones, materiales y desechos”.

4.1.2.f – Responsabilidad civil de la Municipalidad por Accidente del Tránsito.


Vías o Señalización en mal estado

Dispone el inciso final del artículo 174 de la Ley de Tránsito que “la Municipalidad
respectiva o el Fisco, en su caso, serán responsables civilmente de los daños que se
causaren con ocasión de un accidente que sea consecuencia del mal estado de las
vías públicas o de su falta o inadecuada señalización”. La competencia para conocer
de los casos en que se demande la responsabilidad civil de las Municipalidades o del
Fisco, en su caso, corresponde al juez de letras en lo civil y la tramitación será la del
juicio sumario, de conformidad a lo que ordena la parte final del inciso citado.

La norma debe concordarse con la disposición del artículo 100 de la misma ley, en
cuanto dispone que la instalación y la mantención de la señalización del tránsito en las
vías urbanas corresponderá a las Municipalidades y a la Dirección de Vialidad respecto
de las vías sujetas a su cuidado. También se encuentran relacionadas con esta materia,
las normas de los artículos 99, relativa a cual es la señalización que debe usarse en las
vías y 102, ambos de la misma ley, atinente este último a las obligaciones y responsa-
bilidades del que ejecuta trabajos en la vía pública y a la responsabilidad solidaria del
que los encarga y del que los ejecuta.

4.2.1 – La acción indemnizatoria. Titularidad

Res perit domino, las cosas se dañan o se pierden para su dueño y el artículo 2314
del Código Civil obliga al que ha cometido un delito o un cuasidelito que ha inferido
daño a otro, a indemnizarlo. El artículo siguiente, a su vez, dispone que “puede pedir
esta indemnización no sólo el que es dueño o poseedor de la cosa que ha sufrido el

140
daño, o su heredero, sino el usufructuario, el habitador o el usuario si el daño irroga
perjuicio a su derecho de usufructo, de habitación o uso. Puede también pedirla en
otros casos el que tiene la cosa con obligación de responder de ella; pero sólo en
ausencia del dueño”.

“En materia de responsabilidad extracontractual sólo puede cobrar perjuicios aquel


cuyo derecho resulte lesionado con el delito o cuasi delito”. “Si a la época de la coli-
sión el actor no era dueño ni poseedor ni usufructuario del vehículo dañado, su de-
manda no puede prosperar, no por irresponsabilidad del demandado, sino por falta de
legitimidad del demandante”70. En el mismo sentido, se ha fallado que no puede darse
lugar a la demanda de indemnización de perjuicios si el actor no acreditó ser dueño o
poseedor del vehículo dañado o usufructuario del mismo, es decir, no probó alguna de
las calidades que le confieren, en conformidad al artículo 2315 del Código Civil, la
acción sustantiva para cobrar los perjuicios71.

4.3.1 – Dominio de los vehículos

Los vehículos en general y los motorizados en especial, son cosas corporales mue-
bles de conformidad a lo que disponen los artículos 565, 566 y 567 del Código Civil,
normas a las que se remite el artículo 33 de la Ley de Tránsito, al señalar que “la
constitución del dominio, su transmisión, transferencia y los gravámenes sobre
vehículos motorizados se sujetarán a las normas que el derecho común establece
para los bienes muebles”. Como tales, su transferencia no está sujeta a normas estric-
tas ni formales y puede ser efectuada incluso verbalmente. “La compraventa de vehí-
culos motorizados –-por ser muebles y no haber disposición legal que establezca
alguna solemnidad– es un contrato consensual que se perfecciona al convenir las
partes en la cosa, precio y modalidades del contrato”72.

El artículo 38 de la Ley de Tránsito presume propietario a la persona a cuyo nom-


bre aparece inscrito un vehículo, salvo prueba en contrario y, dispone el artículo 12 de
la Ley Nº 18.287 que “no será admisible, en el procedimiento de Policía Local, la
prueba de testigos para acreditar la existencia o fecha de un acto que sea traslaticio
del dominio de un vehículo motorizado”. Tampoco sirve al efecto la confesión expresa
y espontánea efectuada por el conductor denunciado acerca de la individualidad del
propietario, la que carece de valor, pues de acuerdo con lo que establece el artículo
70
C. de Valparaíso, 16 de abril de 1970, Revista, T. LXVII, Sección Cuarta, p. 89.
71
5º Jdo. Civil de Mayor Cuantía de Santiago, 12 de agosto de 1968, confirmando fallo del 4º J. de P.
Local de Santiago de 20 de noviembre de 1967. Revista, Tomo LXV, Sección Cuarta, p.189.
72
Tercer Juzgado Civil de Mayor Cuantía de Santiago, 22 de noviembre de 1969, Revista, Tomo LXVI,
Sección Cuarta, p. 325 y ss.

141
1713 del Código Civil, 399 del Código de Procedimiento Civil, se infiere que la confe-
sión que alguno hiciere en juicio y relativa a un hecho personal de la misma parte,
producirá fe en contra de ella, pero no respecto de un tercero73.

La calidad de propietario necesitará ser acreditada en juicio desde dos puntos de


vista, principalmente. Primero desde el del interés del actor, para validar las pretensio-
nes de su acción en calidad de tal, ya que, según se ha resuelto y resulta evidente, no
puede ser acogida la demanda si el actor civil no rindió prueba alguna encaminada a
acreditar el dominio del vehículo supuestamente dañado74. En el otro aspecto de la
cuestión, como de conformidad a lo dispuesto en el inciso segundo del artículo 174 de
la Ley de Tránsito, el propietario de un vehículo está solidariamente obligado al pago
de los daños causados por éste, interesa saber precisamente en un momento determi-
nado, a la fecha de ocurrencia de un accidente, quien es el propietario y quién debe
responder como tal.

La cuestión debe solucionarse diferenciando los efectos del acto traslaticio de do-
minio, entre las partes, primero y, luego, frente a terceros. Tratándose de un bien
mueble, no se requiere de solemnidad alguna para perfeccionar un contrato traslaticio
de dominio y, en el caso de la compraventa, será suficiente que las partes estén de
acuerdo en la cosa y en el precio, para que aquella se produzca válidamente, de acuer-
do a la disposición general del artículo 1801 del Código Civil. Los efectos jurídicos
del contrato entre las partes serán los naturales del mismo y el asunto quedará sujeto a
la prueba que, en el plano civil, se pueda aportar para establecer la fecha de la celebra-
ción.

En cuanto a la situación de los terceros afectados o interesados en accionar persiguien-


do la responsabilidad civil del propietario, el asunto no parece tan claro, desde el momento
que no puede entregarse libremente a la voluntad de comprador y vendedor fechar un
contrato que va a producir importantes efectos frente a terceros.
Analizadas las disposiciones legales aplicables a la materia y la jurisprudencia, debe
concluirse que la inscripción en el Registro de Vehículos Motorizados, no es más que
una medida de publicidad del acto traslaticio de dominio. Frente a terceros, debe
estarse al momento en que el acto pertinente adquiera fecha cierta, ya sea el de la
anotación del contrato en el Repertorio del Notario, la fecha del pago del impuesto de
transferencia, la de la autorización de dicho contrato o cualquiera otra que dé certeza
sobre la época del acuerdo.

73
C. Suprema, 21 de septiembre de 1983, Revista, Tomo LXXX, Sección Primera, p. 88 y ss.
74
C. de Santiago, 23 de agosto de 1973, Revista, Tomo LXX, Sección Cuarta, p. 93.

142
El propietario deberá responder frente a terceros hasta el momento en que pueda
acreditar con certeza que ha dejado de serlo. El medio mas corriente y efectivo es
mediante la acreditación de la existencia del contrato con la incorporación del mismo
al Repertorio que llevan los Notarios para registrar estos actos, ya que así, el instru-
mento adquiere fecha cierta y puede ser certificado en cuanto a ella y a su existencia
misma por un ministro de fe.

4.3.1.a – El Repertorio sobre transferencias de vehículos motorizados.

Antes de la vigencia de la Ley de Tránsito y de la creación del Registro de Vehí-


culos Motorizados, comprobando los Ministros de la Corte de Apelaciones de San-
tiago “las irregularidades que se producen en el comercio de vehículos usados, acordó
dirigirse a los Notarios de la jurisdicción, a fin de que abran un libro repertorio en el
que anotarán diariamente, por orden de otorgamiento y con numeración correlativa,
todos los contratos privados de compraventa de vehículos motorizados”.

Así nació este “Repertorio” que puede servir para establecer la fecha cierta de un
contrato de compraventa, para los efectos de determinar la identidad de un propietario
de vehículo a la fecha de un accidente, creado por instrucciones impartidas a los
Notarios por la Corte de Santiago, el 16 de agosto de 1971.

Dispone la Corte que las anotaciones serán cerradas diariamente con la expresión
de la hora, de puño y letra del Notario y cada una deberá contener el nombre y apelli-
do de los otorgantes del contrato, la marca del vehículo, el número del motor, el
número de inscripción en el Registro de Vehículos Motorizados, el de la patente y la
fecha en que se pagó el impuesto a la compraventa.

El Notario además, deberá dejar constancia en cada contrato privado de compra-


venta del número que le haya correspondido en el Repertorio y dejará una copia del
contrato en su archivo.

4.3.1.b – Inscripción del dominio y sanciones

El dominio de los vehículos y sus variaciones debe inscribirse en el Registro de Vehí-


culos Motorizados, de acuerdo a las normas contenidas en el Título III de la Ley de Trán-
sito y, el adquirente de un vehículo “deberá solicitar su inscripción dentro de los treinta
días siguientes a la fecha de su adquisición”, como lo ordena el inciso final del artículo 36
de la Ley de Tránsito, sancionando su artículo 201 en el inciso 2°, al que no cumpliere con

143
esta obligación, con multa que es la más alta que impone, de $ 141.000.– como mínimo y
hasta $ 1.406.000.-, valor que se reajusta de año en año75.

4.3.1.c – Inscripción de carros y remolques. Seguro y sanción

Los carros y remolques deben inscribirse en el “Registro Municipal de Carros y


Remolques”, cuyo Reglamento fue aprobado por Decreto Nº 83, del 15 de enero de
1988, de la Subsecretaría de Desarrollo Regional del Ministerio del Interior, publicado
en el Diario Oficial el 29 de marzo de 1988. Estos carros y remolques están afectos
además, a las normas de la ley Nº 18.490 sobre “Seguro Obligatorio de Accidentes
Personales Causados por Circulación de Vehículos Motorizados”, que los obliga a
adquirir seguro adicional.

En el caso de un carro o remolque que circulare sin estar cubierto por seguro obli-
gatorio, lo haría en infracción y, tanto el propietario como el conductor del vehículo
tractor “responderán solidariamente por los daños que causen”, como lo dispone el
inciso segundo del artículo 21 de la Ley Nº 18.490. La obligación de contratar el
seguro en este caso, corresponde al propietario del vehículo tractor.

4.4.1 – El Registro de Vehículos Motorizados

La voz registro, derivada según Quintiliano, del latín bárbaro “registrum”, de “res
gestus”, hecho memorable, como que del hecho memorable se guarda memoria, “es el
equivalente de protocolo, y así encontramos en leyes y en obras jurídicas la expresión
registro o protocolo del notario. Es un acto jurídico formal, documentario, que se
perfecciona con la intervención de un funcionario público o privado, que es y hace
historia continuada, trascendente, entre partes intervinientes y frente a terceros, en
mayor o menor grado y que integra el orden público jurídico, social y económico de
una nación dada, en un momento dado76.

Los registros de automotores o de vehículos motorizados nacen a la vida, como


expresa el Maestro Fueyo, cuando los automóviles se fabricaron en cantidades impor-
tantes y las calles y caminos les dieron acceso apropiado. “Antes nadie pensó en este
registro; es típicamente del siglo XX, con mayor precisión, a contar de su segunda
mitad. Es un registro de la vida moderna, sobre cosa mueble, de transferencia fre-
cuente y perecible”77.

75
Valor fijado para 2001.
76
Fueyo L., Fernando, “Teoría General de los Registros”, Buenos Aires: Editorial Astrea,1982, pp. 5 - 21 y ss.
77
Fueyo L. Fernando, op. cit., p. 45.

144
El Título III de la Ley de Tránsito creó el Registro de Vehículos Motorizados. Dis-
pone su artículo 34 que “el Servicio de Registro Civil e Identificación llevará un
Registro de Vehículos Motorizados en la base de datos central de su sistema mecani-
zado, en el cual se inscribirán los vehículos y la individualización de sus propietarios
y se anotarán las patentes únicas que otorgue”. Se ha fallado que el Registro de
Vehículos Motorizados tiene por objeto, entre otros, el precisar el nombre del pro-
pietario del vehículo a fin de hacerle responsable de los daños que causare78.

El Registro debe tener un “Repertorio” y un “Indice” en cada oficina del Servicio


de Registro Civil e Identificación, a cargo del Oficial Civil respectivo. La inscripción
de los vehículos debe efectuarse al otorgarse la patente única, creada también por la
Ley 18.290, y se guardarán los documentos que autoricen la práctica de las inscripcio-
nes en el Archivo Nacional del Servicio.

Hay inscripciones que deben efectuarse en el Registro de Vehículos Motorizados,


tales como el dominio de los vehículos y sus alteraciones, entre otras. También puede
requerirse que se anoten los gravámenes, prohibiciones, embargos y medidas precau-
torias que afecten a los vehículos, inscripción que no es requisito para su constitu-
ción79 pero que, en tanto no se efectúe la anotación, no serán oponibles frente a terce-
ros.

78
C. Suprema, 21 de septiembre de 1983, Revista, Tomo LXXX, Secc. Primera, p. 88 y ss.
79
C. Suprema. 28 de enero de 1986, Revista, Tomo LXXXIII, Sec. Primera, p. 13.

145
V – TRIBUNALES COMPETENTES. PROCEDIMIENTO.
SANCIONES Y PENAS

5.1.1 – Juzgados competentes para conocer en caso de infracciones y de acciden-


tes del tránsito

Diversos factores determinan la competencia de los Tribunales en materias relacio-


nadas con tránsito. La competencia es la facultad que tiene cada Juez o Tribunal para
conocer de los negocios que la ley ha colocado dentro de la esfera de sus atribuciones.

Atendiendo al territorio y a la materia, serán competentes los Juzgados de Policía


Local de la comuna en que se cometa la infracción o en que ocurra el accidente con
resultado de daños y/o lesiones leves y el Juzgado de Letras en lo Criminal de la
jurisdicción en que ocurra el accidente con resultado de lesiones menos graves, graves
o muerte o en el que se cometa el delito de conducir en estado de ebriedad, tanto
causando daños, como lesiones de cualquier naturaleza o muerte.

También el conocimiento del asunto puede corresponder al Juez Civil Ordinario y,


en ese caso, será competente de acuerdo a las normas generales, el del domicilio de
cualquiera de los demandados, salvo que éste o uno de ellos sea el Fisco de Chile,
situación en que sólo se puede accionar en su contra ante un Juez de Letras de asiento
de Corte, en juicio sumario, según lo dispone el Nº 15 del artículo 1º de la Ley Nº
19.202, publicada el 4 de febrero de 1993, que modificó el artículo 27 de la Ley
Orgánica del Consejo de Defensa del Estado.

Por vía de excepción, si no se hubiere deducido demanda civil ante el Juez de Poli-
cía Local, o no se hubiera hecho notificar la demanda interpuesta o esta fuere extem-
poránea, entendiéndose por tal la presentada durante el plazo de tres días de anticipa-
ción al comparendo de contestación y prueba que se celebre, establecido como mínimo
para efectuar la notificación de las acciones civiles, podrá interponerse la acción
indemnizatoria ante el Juez Ordinario que corresponda, después que se encuentre
ejecutoriada la sentencia que condene al infractor, suspendiéndose la prescripción de la
acción civil durante el tiempo de sustanciación del proceso infraccional, como lo
autoriza expresamente el inciso final del artículo 9º de la Ley Nº 18.287. La demanda
que así se intente, se tramitará de acuerdo a las reglas del juicio sumario, sin que sea
aplicable lo dispuesto en el artículo 681 del Código de Procedimiento Civil.
La atribución a los Juzgados de Policía Local del conocimiento de los casos de ac-
cidentes con daños de cualquier monto y/o lesiones leves, es la norma general de
competencia.

146
Las disposiciones de los artículos 13 y 14 de la Ley Nº 15.231 consagran una regla
de competencia absoluta en razón de la materia y, por lo tanto, improrrogable, expresa
o tácitamente, consagrada por razones de orden público, en el sentido de que los
Jueces de Policía Local son competentes para conocer de las infracciones de los
preceptos que reglamentan el transporte por calles y caminos y el tránsito público.

5.1.1.a – Caso del Fisco

El Nº 15 del artículo 1° de la Ley 19.202 que modificó el artículo 27 de la Ley Or-


gánica del Consejo de Defensa del Estado, sacó absolutamente de la competencia de
los Juzgados de Policía Local, los casos en que el Fisco intervenga como demandado
por perjuicios ocasionados con motivo de accidentes del tránsito y que no sean de la
competencia de los Jueces del Crimen. Cabe hacer presente que la excepción no se
refiere a los casos en que el Fisco actúe como demandante, en los que debe concurrir
ante la justicia de Policía Local.

Entre otros, la norma se aplica a los casos en que el Fisco debe responder como
propietario de un vehículo, de conformidad a lo que dispone el inciso segundo del
artículo 174 de la Ley de Tránsito. Debe tomarse en consideración que el Fisco de
Chile es el mayor propietario de vehículos motorizados en el país y que los casos de
accidentes en que participan vehículos fiscales, de la administración del Estado, de las
Fuerzas Armadas, de Carabineros, Investigaciones, Ministerios y otras reparticiones,
son de ordinaria y frecuente ocurrencia.

A nuestro juicio, el Fisco de Chile debería responder en su calidad de propietario,


como un particular cualquiera, sin que sea justo ni constitucional, crear excepciones
que dificultan la tramitación de causas en contra de tan importante potencial demanda-
do y que excluyen de su conocimiento a todo el sistema de los Juzgados de Policía
Local, preferentes conocedores de asuntos del tránsito en que se causen daños y
lesiones leves. Más injusta aun resulta la medida, si se ha podido observar que el Fisco
actúa reiteradamente como demandante en estos Tribunales y se excusa de hacerlo
cuando es demandado, esto es, saca de la norma un provecho que desequilibra una
justa igualdad ante la ley.

5.1.1.b – Reconvención en contra del Fisco

No obstante la disposición analizada, que impide demandar en juicios ante los Juz-
gados de Policía Local al Fisco de Chile, hay oportunidades en que es el Fisco el que
acciona en estos Tribunales, por convenir a sus intereses y en procura de obtener una

147
justicia más expedita y eficiente en su favor, beneficios que se niegan a los simples
particulares en sus juicios en contra del propio Fisco, esta vez como demandado.

Cabe preguntarse, si frente a una demanda fiscal en el procedimiento de la Ley Nº


18.287, puede deducirse demanda reconvencional en contra del Fisco de Chile. La
excepción en materia de competencia en las causas en contra del Fisco, está estableci-
da en su favor, aparentemente con el objeto de concentrar los procedimientos en
aquellos lugares en que le es más fácil litigar por tener funcionarios designados, pero
no se trata de un derecho absoluto, ya que la ley de excepción no contempla el caso en
que el Fisco sea demandante, debiendo en ese caso actuar ante el Juzgado de Policía
Local, quedando sometido, al no haber excepción en su favor, al procedimiento de la
Ley Nº 18.287 en todas sus partes, sin excepción alguna, lo que hace que la reconven-
ción del artículo 10 de esa ley sea procedente, aún en contra del demandante, deman-
dado como reconvenido, Fisco de Chile.

5.1.1.c – Las Municipalidades y el procedimiento de Policía Local

La Ley Nº 18.597 del 29 de enero de 1987, sacó de la competencia de los Jueces de


Policía Local los juicios en contra de las Municipalidades y del Fisco, por accidentes
que sean consecuencia del mal estado de las vías o su señalización, situaciones a las
que se refieren entre otros, los artículos 100 y 112 de la Ley de Tránsito. En el caso
del Fisco como demandado, la competencia será del Juez de Letras de Asiento de
Corte, en procedimiento sumario.

Tratándose de las Municipalidades, la exclusión que se encontraba en el inciso se-


gundo del artículo 177 de la Ley de Tránsito, referida a los casos en que las Municipa-
lidades “sean responsables civilmente de los daños que se causaren con ocasión de
un accidente que sea consecuencia del mal estado de las vías públicas o de su señali-
zación”, hoy se ha trasladado por la reforma del 8 de marzo de 1997, al inciso quinto y
final del artículo 174 de la misma ley, en términos similares, con el agregado de esta-
blecer responsabilidad por la falta de o por la inadecuada señalización.

Eventualmente, podría caber responsabilidad a las Municipalidades al autorizar tra-


bajos en las vías públicas, aceras o calzadas, en los términos referidos en los números
7 y 8 del artículo 165 de la Ley de Tránsito o de falta de señalización en la situación
del artículo 117 de la misma ley, casos que estarían incluidos también en la norma
especial de competencia del inciso final del artículo 174, citado, conforme a su texto.

No sucede lo mismo con los casos en que la Municipalidad, por intermedio de su


Alcalde, otorgue autorizaciones para desarrollar actividades deportivas en la vía

148
pública, a que se refiere el artículo 169, con infracción a la norma o, en la situación de
ser demandada la Municipalidad en su calidad de propietaria de un vehículo motoriza-
do que cause daños, por la responsabilidad civil solidaria que establece respecto del
propietario el inciso segundo del artículo 174 de la misma Ley de Tránsito, por ejem-
plo.

De este modo, la excepción del inciso final del artículo 174 de la Ley de Tránsito,
se referirá exclusivamente a la responsabilidad civil de los daños que se causaren con
ocasión de un accidente que sea consecuencia de la falta o del mal estado de las vías
públicas urbanas o de su señalización. Si la Municipalidad es demandada por respon-
sabilidad derivada de otras calidades en que pueda actuar, derivadas de infracciones
tipificadas en la Ley de Tránsito, que sean causa de daños, se mantiene la competencia
para conocer del asunto, radicada en sede de Policía Local en estas materias.

5.1.1.d – Efectos de la sentencia condenatoria respecto del tercero civilmente


responsable

Siempre que se opte por la vía de accionar persiguiendo indemnización de daños y


perjuicios ante el juez civil ordinario en procedimiento sumario, una vez que esté
ejecutoriada la sentencia infraccional que debe dictar el Juez de Policía Local, deberá
tomarse en cuenta la disposición del inciso segundo del artículo 29 de la Ley 18.287,
que dispone que “sin embargo, la sentencia condenatoria no surtirá sus efectos
respecto del tercero civilmente responsable que no hubiere tomado conocimiento de
la denuncia o querella seguida ante el Juez de Policía Local, por notificación efec-
tuada en conformidad con el artículo 8º, antes de la dictación de la sentencia”.

Materia muy importante es la de determinar el alcance de la disposición legal trans-


crita, ya que según sea la interpretación que se le dé, el tercero civilmente responsable
de los daños causados en un accidente, que no es notificado en la forma establecida en
la ley, podría quedar de plano excluido de toda responsabilidad.

Se trata de establecer cual es el efecto de la cosa juzgada de lo fallado en sede de


Policía Local, con relación al juicio posterior ante el juez civil ordinario y parece
incuestionable que la sentencia dictada contra el infractor, una vez ejecutoriada, pro-
duce el efecto de cosa juzgada en cuanto a la existencia de la contravención y a la
culpabilidad del infractor, pero no sobre otros aspectos de la responsabilidad civil,
como son los perjuicios. El tercero civilmente responsable no queda autorizado para
reexaminar la existencia de la contravención y de la culpabilidad del conductor, ya que

149
sobre ese elemento hay cosa juzgada, pero sí para ser oído de sus excepciones perso-
nales80.

Se ha fallado también, que la circunstancia de no haberse notificado en el proceso


infraccional al dueño del vehículo causante del accidente, sólo priva al fallo dictado en
dicho proceso del mérito de la cosa juzgada en su contra, pero no impide que la
responsabilidad se persiga y pruebe en instancia civil, conforme lo autoriza el inciso
final del artículo 9° de la Ley 18.287, el que no distingue entre los solidariamente
responsables a que alude el artículo 174 de la Ley 18.29081.

Es claro que la sentencia condenatoria en lo infraccional dictada en sede de Policía


Local, una vez ejecutoriada, produce el efecto de cosa juzgada en cuanto a la existen-
cia de la infracción y a la culpabilidad del infractor sancionado. La falta de notificación
en conformidad a lo que dispone el inciso segundo del artículo 29 de la Ley 18.287,
deriva en que no se haya oído al tercero civilmente responsable en todo lo que con-
cierne a sus excepciones personales que, a la postre, en el supuesto de ser acogidas
pueden eximirlo de su responsabilidad solidaria. No se produce en este caso cosa
juzgada sobre otros elementos de la responsabilidad civil, algunos de los cuales ni
siquiera han sido ventilados en el proceso infraccional en el que no se han demandado
perjuicios, sin que haya pronunciamiento lógicamente, a su respecto.

No puede reexaminarse la culpabilidad del infractor en el nuevo juicio, ni la existen-


cia de la infracción que motivó la sanción, elementos sobre los que hay cosa juzgada y
queda abierta la posibilidad del dueño del vehículo, responsable solidario en lo civil, de
ser oído de sus excepciones personales. El legislador, al establecer la excepción con-
templada en el inciso segundo referido, quiso claramente sortear la posibilidad de que
el tercero civil pudiera sufrir los efectos de una sentencia condenatoria civil que lo
sujetaría a la obligación de pagar solidariamente con el conductor de su vehículo una
indemnización, sin entregarle la coyuntura de impugnar su responsabilidad solidaria
haciendo valer sus excepciones personales, como, por ejemplo, no ser dueño del
vehículo que manejaba el conductor culpable o que el vehículo le fue tomado sin su
conocimiento o autorización expresa o tácita82 .

80
C. de Concepción, 26 de junio de 1995, autos rol 1.243-93, no publicado; en el mismo sentido, C. de
Concepción, 23 de mayo de 1990, Revista, Tomo LXXXVII, Sección Segunda, p. 99.
81
Décimo Quinto Juzgado Civil de Santiago, 11 octubre 1995, rol C-140-95, caratulado “Cía. de Seguros
con Gallardo”, no publicado.
82
C. de Concepción, 23 de mayo de 1990, Revista, Tomo LXXXVII, Sección Segunda, p. 99 y ss.

150
5.1.1.e – Caso del inciso cuarto del artículo 9º, Ley 18.287. Elección de sede,
caducidad y preclusión

Las leyes 15,231, 18.287 y 18.290, constituyen toda una nueva normativa del trán-
sito en Chile, continuadora de los principios que inspiraron a la Ordenanza General
del Tránsito, con la ratificación de la existencia de estos Tribunales especiales, llama-
dos de Policía Local, a los que se ha entregado en forma especial el conocimiento de
las cuestiones derivadas de los accidentes del tránsito en que se causen daños y/o
lesiones leves. Atendida su especialidad y el texto expreso de la ley, estimamos que
tales Tribunales y esta normativa, son excluyentes en materia de competencia y debe
estarse, en orden a la sede del conocimiento de estos asuntos, a lo dispuesto en el
artículo 14 de la Ley Nº 15.231, quedando tal conocimiento entregado a la justicia
especial indicada, “en primera instancia: 3º De la regulación de los daños y perjui-
cios ocasionados en o con motivo de accidentes del tránsito cualquiera que sea su
monto”.

No sólo en lo relativo a competencia se ha creado desde la Ley 15.123 y la Orde-


nanza un nuevo sistema en materia de indemnización de perjuicios derivados de acci-
dentes del tránsito. Se ha modificado también el concepto excepcional de responsabili-
dad solidaria por el hecho de las cosas y se ha introducido la noción de solidaridad por
el hecho ajeno, inexistente en nuestro derecho hasta ese momento. “Se amplió la
solidaridad de que trata el artículo 2317 del Código Civil haciéndola extensiva al
propietario del vehículo y se añadió a los casos de los artículos 2320, 2321 y 2322 del
mismo Código, un caso más de culpabilidad por el hecho ajeno”83.

No distingue la ley, al entregar a la justicia de Policía Local la regulación de los da-


ños y perjuicios ocasionados en o con motivo de accidentes del tránsito, ninguna
situación especial y, por consiguiente, debe entenderse que, salvo la existencia de ley
expresa en contrario, dicho conocimiento es exclusivo. En el ordenamiento del sistema
del tránsito, la regulación de estos daños y perjuicios va a tener necesariamente el
antecedente de la causalidad infraccional, establecido en el artículo 171 de la Ley de
Tránsito, correspondiendo a los Jueces de Policía Local, por disposición del artículo
13° de la Ley 15.231, sancionar en primera instancia “las infracciones de los precep-
tos que reglamentan el transporte por calles y caminos y el tránsito público”.

Ley expresa sacando el conocimiento de la regulación de daños y perjuicios ocasio-


nados en o con motivo de accidentes del tránsito de la competencia del Juez de Policía
Local la constituye el conocimiento de los delitos o cuasidelitos, en los que el aspecto
infraccional forma parte o es elemento de la conducta cuasidelictual o está considera-

83
C. de Valparaíso, 16 de abril de 1970, Revista, Tomo LXVII, Sección Cuarta, p. 89.

151
do en la descripción del tipo penal, llevando la regulación de los daños y perjuicios al
ámbito de la justicia ordinaria del crimen. La ley 15.231 se refiere expresamente en su
artículo 67 a estos casos.

Atendido que el aspecto indemnizatorio civil es accesorio de la cuestión principal,


que es la sanción de la conducta infraccional, ya sea como elemento del tipo en los
cuasidelitos y en los delitos, en los casos de simples infracciones sólo puede conocer el
Juez de Policía Local de la materia civil así originada, sin que exista otro llamado a
hacerlo, si no lo autoriza la Ley.

La excepción la contiene el artículo 9º de la Ley Nº 18.287, al señalar, reafirmando el


criterio expuesto, que “el Juez (de Policía Local) será competente para conocer de la
acción civil, siempre que se interponga, oportunamente, dentro del procedimiento con-
travencional”. Razonando en contrario, no hay otro Juez competente para conocer de
dicha acción civil y así debe ser, por cuanto la materia civil en este caso, no es la cuestión
principal a conocer. Es accesoria de la infraccional.

La Ley contempla las únicas excepciones en el inciso final del mismo artículo nove-
no, que consagra expresamente la accesoriedad de la materia civil a la contravencional
y dispone que “si no se hubiere deducido demanda civil o esta fuere extemporánea o
si habiéndose presentado no hubiere sido notificada dentro de plazo, podrá interpo-
nerse ante el juez ordinario que corresponda, después que se encuentre ejecutoriada
la sentencia que condena al infractor...”. A la demanda extemporánea, se refiere el
inciso tercero de la disposición, señalando que “si la demanda se presentare durante
el transcurso del plazo de tres días que señala el inciso anterior, en el comparendo
de contestación y prueba o con posterioridad a éste, el Juez no dará curso a dicha
demanda”.

Párrafo aparte merece la disposición del inciso 4º del artículo 9 de la Ley Nº


18.287, esto es, el incurrir el actor en la caducidad de su demanda por no haberla
notificado dentro del plazo de cuatro meses desde su ingreso, caso en el que la ley
dispone que tal demanda “se tendrá por no presentada”. Se trata de una sanción en la
que incurre el actor que no notifica su acción en el término de cuatro meses desde su
presentación, debiendo entenderse que la demanda no fue presentada para los efectos
de la continuación del juicio, situación diversa de las excepciones del inciso siguiente,
ya que en este caso, se dedujo demanda, no fue extemporánea y no puede hablarse de
no haber sido notificada en plazo, por cuanto la ley exige que “habiéndose presenta-
do” no haya sido notificada en plazo y la sanción consiste precisamente en tenerla por
no presentada.

152
Si se cae en el evento de la caducidad, estimamos que no podría deducirse una nue-
va demanda en sede de la justicia ordinaria, ya que el actor ejerció su derecho a elegir
vía para perseguir la indemnización de sus daños y perjuicios y, al accionar en Policía
Local, se agotó su derecho. Al fallar su elección, por la razón que sea, no puede
pretender que sea aceptable que renueve la acción, ahora en otro Tribunal, haciendo
uso de una nueva oportunidad, que la ley no le allana. Dos aforismos de derecho
procesal aplicables en este caso, nos dicen que Electa una via, non datur recursus ad
aliam (Elegida una vía, no se da recurso a otra) y Ubi acceptum est semel judicium
ibi et finem accipere debet (Donde una vez fue aceptado un juicio, allí debe concluir).

Tratándose de un derecho relacionado, con el Estado y sus órganos, con el adversa-


rio, reglado en la ley, que es capaz de poner en movimiento la actividad procesal, ya
que ésta, en materia civil, no actúa de oficio, sin petición de parte sólo porque un
derecho cualquiera de un individuo se encuentre no satisfecho, se entrega al actor la
opción que le da la ley: o acciona en sede Policía Local o espera la sentencia infraccio-
nal en este Tribunal y luego, con ella como antecedente, acciona ante el juez civil
ordinario en juicio sumario. El derecho a optar termina allí y si opta por la norma
general y su acción falla, ya sea por ser desechada, por tenerse por no presentada o
por cualquier otra razón, no puede volver a ser intentada, ya que ello equivaldría a dar
una segunda oportunidad precisamente al actor no diligente que no notifica sus accio-
nes y que por ello es sancionado, situación nunca querida por el legislador.

El plazo establecido en el inciso 4° del artículo noveno de la Ley 18.287 es un pla-


zo de caducidad, que como tal, opera de pleno derecho por el transcurso del tiempo y
la sanción de tenerse por no presentada la demanda, debe referirse necesariamente al
procedimiento en que fue intentada, en el que lo civil indemnizatorio es accesorio de la
cuestión principal, cual es la sanción de la conducta infraccional. Así, esta demanda
accesoria en el procedimiento infraccional que se tiene por no presentada, retrotrae la
situación al momento posterior a la elección practicada por el actor, entre procedi-
miento ante el Juez de Policía Local o procedimiento civil en juicio sumario y, como
ya hubo elección, no puede aceptarse la procedencia de la acción ante el segundo juez
porque no prosperó la demanda ante el que se intentó en primera opción. No podría
volver a optar, esta vez por el segundo camino, porque el primero, como derecho
relacionado que es, estaría cerrado definitivamente, por la razón mas simple: mal
ejercicio, falta de actividad, sanción.

La sanción de tenerse por no presentada una demanda, debe referirse al procedi-


miento en el cual dicha demanda se intenta y no estar en relación con la opción ya
efectuada al accionar. Se trata de una sanción procesal restringida a un procedimiento
y no puede sostenerse que al operar la sanción, su efecto sea sólo el de dilatar la

153
oportunidad de la demanda y cambiar de sede el juicio, ya que toda la legislación del
tránsito, desde la Ordenanza en adelante, en cuanto fijó normas de procedimiento ante
los Jueces de Policía Local, ha buscado radicar los procesos en esa sede, acortarlos y
hacerlos expeditos y rápidos. Mal podría sostenerse que el sancionado no pierde su
derecho a demandar y que puede hacerlo en otro Tribunal con posterioridad. Ya optó
y agotó su derecho. No puede demandar nuevamente. Como tampoco no puede
reconvenir en el mismo juicio.

Como razón de texto en la tesis expuesta, debemos señalar, además de los argu-
mentos antes indicados, que cuando el inciso final del artículo 9º de la Ley 18.287
autoriza a intentar la vía civil ordinaria en juicio sumario como excepción, lo hace en
los casos en que una demanda presentada no hubiere sido notificada dentro de plazo,
situación diversa a la que se da en el caso de la sanción de tenerse por no presentada la
demanda del inciso precedente. En este último, se trata de una sanción de caducidad
por negligencia o inactividad del actor. En el del inciso final, el plazo a que se refiere
la ley, es el de la notificación del inciso segundo del mismo artículo, esto es, la acción
debe estar notificada con tres días de anticipación al comparendo de contestación y
prueba que se celebre. El actor puede elegir no notificar su acción, sin caer en la
sanción del transcurso de los cuatro meses sin notificar y, en este caso, la ley lo auto-
riza para accionar en el Juzgado Civil Ordinario. Hay un elemento volitivo del actor.
Elige la vía civil en juicio sumario, la de no notificar la demanda oportunamente
deducida, precisamente para ponerse en la situación del inciso final y habilitar la vía
civil del procedimiento sumario. No ha sido sujeto de sanción alguna.

En el caso de la sanción del inciso cuarto, la demanda se extingue por operar la ca-
ducidad. En el caso de la opción de no hacer notificar la demanda para reservarse para
el juicio sumario, la demanda no está extinguida y por ello, la opción corresponde al
actor y no es una sanción contra la que éste nada puede hacer.

Permitir el cambio de sede luego de una incursión frustrada en Policía Local, impli-
ca sacar el conocimiento de la regulación de daños y perjuicios de la esfera en que lo
ha puesto la ley, en forma excepcional y especial, como accesoria de la cuestión in-
fraccional. Aceptar un conocimiento irrestricto de esta indemnización en una acción
civil ante la justicia ordinaria, también saca el asunto de la esfera especial en que lo ha
colocado la ley y hace letra muerta la disposición de las normas generales sobre com-
petencia contenidas en la Ley 15.231 y es igualmente improcedente.

Refuerza esta idea el hecho de que la ley, al tratar de la reconvención, la autoriza,


agregando que ella es sin perjuicio de que el interesado haga valer sus derechos ante la
justicia ordinaria en su oportunidad, ya que podría hacerlo porque no ha deducido

154
demanda civil ni ha reconvenido civilmente. Este “interesado” tiene también un dere-
cho alternativo, el mismo que se dio al demandante. Puede accionar reconvencional-
mente o hacerlo luego ante el Juez Ordinario en juicio sumario. Pero si se demanda o
se reconviene en Policía Local, no puede intentarse la acción resarcitoria en otra sede.

Las mismas razones expuestas, han llevado a entender que si se tiene por no pre-
sentada una demanda por operar la caducidad del inciso 4° del artículo 9 citado, no
podría intentarse una reconvención en la oportunidad procesal designada por la ley.
Lógico es concluir que si la demanda se ha “tenido por no presentada”, al no existir
como tal, se podría reconvenir, pero ello evidentemente implicaría una burla a la
sanción, al permitirse renovar la demanda, lo que resulta atentatorio contra todo orden
procesal y contra la seguridad misma de los procesos y su estabilidad, con relación a
los principios rectores del Derecho del Tránsito.

Intentar actuar nuevamente en otro proceso, habiendo fallado una primera incur-
sión, tampoco parece posible, como no lo es el intento señalado de “renovar” la acción
en un mismo procedimiento. Respecto a esta última situación ha operado la preclusión
de los derechos del actor que ha incurrido en falta, entendiendo la preclusión como “la
sanción legal a los actos realizados fuera de los límites prescritos por la ley de proce-
dimiento para su ejecución y que impide su posterior ejercicio”. “Sólo produce efectos
dentro del proceso”84. La sanción de caducidad, en cambio, producirá sus efectos
extra proceso, impidiendo, por las razones anotadas, otra incursión, esta vez en otro
tribunal.

5.1.1.f – Prórroga de la competencia y acción reconvencional

En los asuntos de que conocen los Jueces de Policía Local y los Jueces del Crimen,
no tiene cabida la prórroga de la competencia. Ante el Juez de Policía Local puede
deducirse reconvención en los términos que señala el inciso 2º del artículo 10 de la
Ley Nº 18.287.

La reconvención debe tramitarse conjuntamente con la demanda, en el mismo com-


parendo al que fueron citadas las partes y no podrá ser deducida en ninguna otra
oportunidad durante la secuela del juicio. La demanda reconvencional deberá cumplir
con todos y cada uno de los requisitos y formalidades establecidas en el Título VIII
del Libro II del Código de Procedimiento Civil, en cuanto fueren aplicables al proce-
dimiento de la Ley Nº 18.287. Así, deberán guardarse las formas establecidas en el
artículo 254 del Código citado y deberá fallarse conjuntamente con la demanda princi-
pal. No habrá réplica a su respecto, no procederán excepciones dilatorias planteadas

84
C. Suprema, 4 de mayo de 1990, Revista, Tomo LXXXVII, Sección Primera, p. 21 y ss.

155
como tales y el juicio continuará con la prueba de todas las acciones que se hayan
deducido en el procedimiento.

La acción reconvencional sólo podrá prosperar y ser acogida en definitiva, en el ca-


so de que el reconveniente no sea el responsable de las infracciones causales del
accidente del que resultaron los daños que se demandan, en los mismos términos
requeridos para que sea acogida una demanda civil indemnizatoria. Al respecto, se ha
fallado que debe desestimarse la demanda reconvencional deducida por quien aparece
como responsable de la colisión porque el daño de su vehículo debe ponerlo en la
cuenta de su culpa y no cobrarlo a su adversario inocente85.

5.1.1.g – Competencia de segunda instancia y casación

De acuerdo a lo dispuesto en el artículo 32 de la Ley Nº 18.287, tratándose de


materias de que conozca el Juez de Policía Local y respecto de las resoluciones en que
pueda interponerse, conocerá del recurso de apelación la Corte de Apelaciones de la
jurisdicción respectiva.

En los juicios de Policía Local no procede el recurso de casación.

En materia criminal, cuasidelitos, manejo en estado de ebriedad y otros delitos rela-


cionados con el tránsito y en lo civil, juicio sumario, los recursos se interponen de
acuerdo a la norma del grado del artículo 110 del Código Orgánico de Tribunales y el
recurso de casación procederá de conformidad a las normas generales.

5.2.1 – Los Juzgados de Policía Local. Jueces y Secretarios

En las ciudades cabecera de provincia y en las comunas que tengan una entrada
anual superior a treinta sueldos vitales anuales de la provincia de Santiago, existirán
Juzgados de Policía Local servidos por Jueces letrados que son designados por la
Municipalidad a propuesta en terna de la Corte de Apelaciones respectiva. En las
comunas que no tengan Juez de Policía Local abogado, sus funciones serán desempe-
ñadas por los Alcaldes, con las limitaciones que la misma ley establece, atendido el
hecho de no ser abogados.

La Ley Nº 15.231 detalla el nombramiento de los Jueces de Policía Local, estable-


ciendo en su artículo 4º, entre otras normas, que “serán designados por la Municipa-

85
Cuarto Juzgado de Policía Local de Santiago, 20 de noviembre de 1967. Confirmada por el Quinto
Juzgado de Mayor Cuantía de Santiago, 12 de agosto de 1968. Revista, Tomo LXV, Sección Cuarta, p.
189.

156
lidad que corresponda, a propuesta en terna de la Corte de Apelaciones respectiva,
la cual abrirá un concurso por un plazo no inferior a diez días. Los interesados
deberán hacer valer los antecedentes justificativos de sus méritos y poseer los requi-
sitos que se exigen para optar al cargo”.

Los Jueces de Policía Local tienen el trato de “Señoría”, son independientes de to-
da autoridad municipal en el desempeño de sus funciones, duran indefinidamente en
sus cargos, no pueden ser removidos ni separados por la Municipalidad y están direc-
tamente sujetos a la supervigilancia directiva, correccional y económica de la Corte de
Apelaciones respectiva. El cargo es incompatible con cualquier otro de la Municipali-
dad en que se desempeñe y con el de Juez de otra comuna, debiendo tener el grado
máximo en el Escalafón Municipal respectivo y su domicilio dentro de la provincia a
que corresponda la comuna en que prestan servicios y tanto ellos como los Secreta-
rios, no podrán intervenir como abogados patrocinantes, apoderados o peritos en los
asuntos que conozcan tales Tribunales.

En las comunas en que hubiere dos o más Juzgados de Policía Local, su territorio
jurisdiccional debe ser fijado por la Municipalidad, la que no podrá hacer uso de esta
facultad más de una vez cada dos años.

El Juez será subrogado por el Secretario, si fuere abogado o por otros abogados o
jueces de acuerdo a la ley y cada Juzgado tendrá su Secretario nombrado por el Alcal-
de, de acuerdo a las normas vigentes para los empleados municipales, las mismas que
se aplican a los demás funcionarios del tribunal. Sólo en las comunas de Santiago,
Valparaíso, Concepción y Viña del Mar y en las demás donde lo acuerde la respectiva
Municipalidad, el cargo de Secretario debe ser desempeñado por abogado.

Los Secretarios tendrán el carácter de Ministros de Fe y están sujetos a la autoridad


inmediata del Juez en el ejercicio de sus funciones. No gozan de la inamovilidad que la
Ley otorga al Juez y son funcionarios del Escalafón Municipal.

5.2.1.a – Naturaleza jurídica de los Juzgados de Policía Local

“Los juzgados de policía local son tribunales especiales”86.

5.2.2 – Competencia de los Juzgados de Policía Local en materias de tránsito

Los Juzgados de Policía Local son los llamados a conocer, entre otros asuntos, de
los procesos por infracciones a las disposiciones de la Ley de Tránsito y, como conse-

86
C. Suprema, 7 de julio de 1969, Revista, Tomo LXVI, Sección Cuarta, p. 146 y ss.

157
cuencia de dichas infracciones, de la regulación de daños y perjuicios causados con
ocasión de ellas. Dispone a este respecto la letra a) del artículo 13 de la Ley Nº
15.231, que conocerán en primera instancia, “de las infracciones de los preceptos que
reglamentan el transporte por calles y caminos y el tránsito público” y el artículo 14,
Letra B, Nº 3 de la misma ley, que conocerán en primera instancia, “de la regulación
de los daños y perjuicios ocasionados en o con motivo de accidentes del tránsito,
cualquiera sea su monto”. Sin embargo, habrá casos en que conocen en única instan-
cia, como los contemplados en la Ley N° 18.287, inciso 2° del artículo 33 y en el
procedimiento de su artículo 40 y en la Ley de Tránsito, inciso tercero de su artículo
14 bis y artículo 219.

Constituyen excepción a la norma general, las disposiciones del artículo 27 de la


Ley Orgánica del Consejo de Defensa del Estado y el inciso final del artículo 174 de la
Ley de Tránsito, en cuanto entregan al conocimiento del Juez Civil Ordinario las
acciones indemnizatorias que se intenten en contra del Fisco, siempre y de las Munici-
palidades en el caso que se indica en la disposición citada, ya estudiada.

5.2.2.a – Arbitraje prohibido

El artículo 230 del Código Orgánico de Tribunales dispone que no podrán someter-
se a la decisión de árbitros las causas de Policía Local.

5.3.1 – Procedimiento ante los Juzgados de Policía Local. Aplicación del Código
de Procedimiento Civil

El procedimiento ante los Juzgados de Policía Local está regulado en la Ley Nº


18.287. Se ha entendido generalmente que, con carácter supletorio a las normas
indicadas, tiene aplicación el procedimiento ordinario que señala el Código de Proce-
dimiento Civil, cuyo artículo 3° dispone que “se aplicará el procedimiento ordinario
en todas las gestiones, trámites y actuaciones que no estén sometidos a una regla
especial diversa, cualquiera que sea su naturaleza”. Pensamos que tal interpretación
no es correcta y nos inclinamos por la claridad, conveniencia y factibilidad de la apli-
cación analógica, más de acuerdo con la práctica, perfectamente jurídica, aceptada en
otros procedimientos y enmarcada en el espíritu de la Ley 18.287, que pretendió
agilizar la tramitación, precisamente a partir de las normas del Código de Procedi-
miento Civil, origen y base de la actividad procesal entre nosotros.

La disposición del artículo 3° del Código de Procedimiento Civil, debe concordarse


y complementarse con el texto del artículo 1°, en cuanto sus disposiciones “rigen el
procedimiento de las contiendas civiles entre partes ... cuyo conocimiento correspon-

158
da a los Tribunales de Justicia”. De acuerdo a la ley, estas normas se aplican a toda
contienda civil entre partes, sea que su conocimiento corresponda o no a los tribunales
ordinarios de justicia, habiéndose fallado en el caso de un conflicto sobre marcas, de
conocimiento del Director del Departamento de Industrias Fabriles, que en ese caso se
estaba en presencia de una controversia promovida en el orden temporal ante un
tribunal establecido por la ley87. Los Juzgados de Policía Local están establecidos por
la ley, son Tribunales de Justicia y conocen de contiendas entre partes, por lo que la
aplicación supletoria de las normas del Código de Procedimiento Civil tiene cabida
absoluta y pertinente, de conformidad a lo expresado.

Se ha fallado también que, aunque existan disposiciones especiales que reglen un


procedimiento, rigen supletoriamente las normas del juicio ordinario del Código de
Procedimiento Civil, en lo no previsto88 y expresamente se ha dado tal aplicación a las
normas sobre notificación tácita contenidas en el Código, al procedimiento de la Ley
18.28789.

Sin embargo, cabe señalar que la aplicación supletoria debe hacerse efectiva en to-
do caso, para todas las situaciones no previstas y no podría aplicarse supletoriamente
la norma general civil algunas veces sí y otras no. Si así no ocurriere y la aplicación
fuere efectuada parcialmente y sólo en algunas situaciones o, como sucede, se aplicare
en unos Tribunales si y en otros no, es imposible hablar de normas de aplicación
supletoria, ya que no se da en este caso la obligatoriedad ni la igualdad en la aplicación
de la ley. La práctica diaria de la tramitación ante los Juzgados de Policía Local del
país, nos ha llevado a buscar la explicación jurídica y lógica del hecho innegable,
constatado día a día, de que la tramitación es diferente de una Comuna a otra y la
aplicación de la ley también, sin que los Tribunales superiores hayan tomado cartas en
el asunto y reglado por la vía jurisprudencial o por la disciplinaria el procedimiento a
aplicar en forma uniforme en toda la jurisdicción.

No se trata de explicar la ley por la práctica que de ella se hace, pero sí, de notar
que si no hay unanimidad en la aplicación y el superior jerárquico no ha corregido
firmemente el abuso y el peligro para el litigante, que constituye la falta de uniformi-
dad entre tribunales del mismo rango, para situaciones idénticas, establecer las causas
de ese hecho constatado y sus relevancias jurídicas. Luego de la reforma a la proce-
dencia y tramitación del Recurso de Queja, se ha hecho imposible que el superior
conozca de problemas de procedimiento originados en autos o decretos de los Jueces

87
C. Suprema, 13 de noviembre de 1958, Revista, Tomo LV, Sección Primera, p. 308.
88
Varios fallos en el mismo sentido. Entre otros, C. Suprema, 15 de noviembre de 1954, Revista, Tomo
LI, Sección Primera, p. 580.
89
C. Suprema, 8 de junio de 1987, Fallos del Mes, Nº 343, p. 287.

159
de Policía Local, pero en los más de 20 años de vigencia de la Ley 18.287, sometidas
muchas veces materias procesales a las Cortes de Apelaciones, la aplicación diferen-
ciada de la norma procesal civil fue aceptada, al no corregirse el supuesto abuso o al
dictarse fallos contradictorios sin dejar sentada doctrina alguna.

En la práctica diaria, mientras en algunos Tribunales no se permite la actuación oral


en el comparendo de estilo a los egresados o estudiantes de derecho, en otros no se
objeta su presencia. Son del primer criterio los Juzgados de Policía Local de Provi-
dencia y los de La Florida, entre otros. No existe un criterio uniforme respecto de la
comparecencia con fianza de rato, de recepción de la testimonial, repreguntas, consti-
tución de fianzas y tantas otras, en que no se aplica la misma ley procesal en todos los
Tribunales.

La aplicabilidad del Código de Procedimiento Civil resulta de una necesidad real y,


si bien es cierto, la ley Nº 18.287 contiene normas sobre las mas variadas materias
procesales, ellas no son exhaustivas y no agotan el tema, no siendo posible una trami-
tación adecuada y ordenada sin recurrir al Código. Así pasa en materia de prueba
testimonial, la que aparece reglada sólo en parte por la ley especial, que no contiene
normas sobre inhabilidades generales ni tachas. Igual cosa sucede con el cumplimiento
de la sentencia y las normas a aplicar en la ejecución correspondiente, a pesar de
existir un llamamiento expreso al párrafo 1° del Título XIX del Código de Procedi-
miento Civil, en el inciso 4° del artículo 17 de la Ley N° 18.287 y con tantas otras
instituciones procesales que se hacen practicables gracias a la aplicación indicada:
prueba documental, forma de provocar un peritaje, posiciones, apercibimientos, etc.

Esta necesidad es mas bien una razón de conveniencia para la buena administración de
justicia “desde que la aplicación de las ritualidades procesales comunes a contiendas que se
substancian ante tribunales que no son los ordinarios, evita la arbitrariedad en la dictación
de los fallos judiciales”, al decir del Profesor don Hugo Pereira A., recogiendo la doctrina
contenida en fallo de la Corte Suprema a este respecto90.

Desde otro punto de vista, la aplicación de las normas generales a los procedimientos
especiales no ha sido siempre unánimemente aceptada como supletoria y precisamente, en
razón de la especialidad, se ha sostenido que la intención claramente manifestada por el
legislador en el inciso primero del artículo final del Código de Procedimiento Civil, es no
aplicar sus preceptos a la substanciación de procesos que se debaten ante los tribunales
especiales, intención confirmada con la historia fidedigna del mandato derogatorio conteni-
do en el Código respecto de las leyes procesales vigentes a la época de su promulgación,

90
C. Suprema, 13 de noviembre de 1958, Revista, Tomo LV, Sección Primera, p. 308, Nota Nº 3 a la
jurisprudencia reseñada.

160
de donde se concluye que su artículo primero no sirve para fundar la aplicación de sus
disposiciones a las causas que se tramitan ante los tribunales del fuero especial91.

Se ha fallado que en la resolución de cuestiones sometidas al conocimiento de los


Tribunales, no cabe la excusa judicial de falta de ley que resuelva el caso, como ocu-
rre, por ejemplo y en otro procedimiento, tratándose de la determinación del momento
en que debe tenerse por practicada la notificación por carta certificada del aviso de
desahucio, ya que ni el Código del Trabajo, ni la ley Nº 18.602 contienen disposición
alguna sobre la materia, debiéndose por consiguiente, en conformidad a las reglas de
integración del derecho, recurrir a los principios de equidad según lo previsto en los
artículos 10 del Código Orgánico de Tribunales y 170, Nº 5 del Código de Procedi-
miento Civil. El razonamiento por analogía es un elemento que refuerza la solución de
equidad, mediante las consideraciones de otras normas legales que regulan situaciones
parecidas, como son las establecidas en el artículo 18 de la Ley Nº 18.287 y el artículo
11 del Código Tributario que disponen que las notificaciones por carta certificada se
entienden practicadas y que los plazos se cuentan, respectivamente, al tercer día
contado desde su recepción en la oficina de correos y que los plazos empezarán a
correr tres días después de su envío92.

Ya en 1919, al tratarse de procedimientos breves y concentrados, aspiraciones de la Ley


18.287, se aceptaba la aplicación analógica de la ley común en la tramitación de los inci-
dentes, señalándose que en tales procedimientos, respecto de los cuales la ley no ha señala-
do expresamente la cuerda en que deben tramitarse los incidentes que en ellos se promue-
van, en virtud del principio de la integración por analogía de la ley y de los principios
formativos del procedimiento, éstos deberán tramitarse conjuntamente con la cuestión
principal y sin paralizar el curso de ésta93.

Debe tenerse presente que en todos los casos en que el legislador de la Ley 18.287
quiso que tuviera aplicación el Código de Procedimiento Civil, lo dijo expresamente:
en el artículo 13, en el inciso cuarto del artículo 17 y en el inciso primero de los artí-
culos 29 y 30. Especial mención merece un somero análisis a estas disposiciones,
empezando por la del inciso primero del artículo 29, ya que si la aplicación subsidiaria
del Código fuera la interpretación correcta, no se justificaría en absoluto señalar
expresamente que “regirá respecto de los procesos por faltas o contravenciones lo
dispuesto en los artículos 174 a 180, inclusive, del Código de Procedimiento Civil, en
cuanto les fueren aplicables”. Tampoco se justificaría introducir el procedimiento
general para dar cumplimiento a lo fallado, ni referirse a que las precautorias que

91
Prof. Hugo Pereira A., artículo citado.
92
C. Suprema, 19 de diciembre de 1990, Revista, Tomo LXXXVII, Sección Tercera, p. 162.
93
C. de La Serena, 1919, Gaceta, Primer Semestre 1919, Sección Civil, p. 512.

161
tienen cabida son las señaladas en el Título V del Libro Segundo del Código de Pro-
cedimiento Civil. Más claro aún resulta el texto de la invocación del artículo 13 entre-
gando facultades al juez para ordenar comparecencia forzada de una de las partes y de
los testigos, ya que en este último caso, al obligar la ley a los litigantes a comparecer
con sus testigos y no otorgar los tribunales la citación, esta invocación expresa a la
citación forzada de los declarantes es un fuerte argumento en favor de la aplicación
analógica, ya que se hace caso omiso incluso, de una invocación expresa y, por consi-
guiente obligatoria y parte de la ley, haciendo primar la naturaleza breve y concentrada
del nuevo proceso. La norma del artículo 17 no ha hecho más que traer todo el proce-
dimiento incidental al procedimiento especial, lo que no habría sido necesario en lo
absoluto, de tratarse de una interpretación subsidiaria y obligatoria y no de la analógi-
ca y discrecional. Múltiples otras leyes sobre las más diversas materias contienen
llamamientos al procedimiento civil: Atribuciones de la Contraloría General de La
República, Menores, División de Comunidades Indígenas, Reglamento de Marcas, etc.

Los llamados a la ley procesal general contenidos en la Ley 18.287 apuntan expre-
samente a la diferencia entre una y otra forma de interpretar y de aplicar la ley proce-
sal: la obligatoriedad de la norma. La aplicación analógica no obliga, la subsidiaria si y
en forma absoluta. La norma llamada expresamente, obliga en toda su extensión; la no
llamada no obliga y puede ser usada con justicia y equidad y, dentro de la misma
concepción, puede ser ignorada.

No se trata simplemente de no aplicar la ley procesal ordinaria, ni de crear un caos


en el procedimiento, ni de crear derecho en cada caso particular, pero sí de otorgar la
posibilidad de recurrir al Código de Procedimiento Civil en la forma más libre y más
expedita que permite, acorde con la verdadera naturaleza de este proceso, su aplica-
ción por simple analogía, reconocida como válida y posible por la doctrina y sanciona-
da por la Corte Suprema al tratar de materias relacionadas con el procedimiento ante
los juzgados laborales, al establecer que atendida la naturaleza de los juicios del tra-
bajo, no es posible asimilar el procedimiento en esta jurisdicción al estricto señalado
para la jurisdicción ordinaria civil94.

Las normas especiales que contiene la ley 18.287 en cuanto al concepto de parte
para los efectos del número de testigos, la limitación de materias a probar por medio
de la testimonial, la exigencia de listas previas sólo en casos de accidentes del tránsito
y no de simples infracciones, la obligatoriedad de la concurrencia de la parte “con sus
testigos” en lugar de la habitual “citación” del juicio ordinario civil, el requisito de la
mención de la “residencia” de los testigos, en lugar del “domicilio” y otras disposicio-
nes disímiles, hacen que si se aplicare la norma procesal civil ordinaria en forma su-

94
C. Suprema, 29 de julio de 1952, Revista, Tomo XLIX, Sección Tercera, p. 50.

162
pletoria, el proceso ante la justicia de Policía Local simplemente se desnaturalizaría en
forma absoluta y perdería su perseguida agilidad, razón principal de su establecimien-
to.

Muchas son las instituciones del Código de Procedimiento Civil que no tienen cabi-
da en el procedimiento especial de la Ley 18.287, situación que confirma lo expresado
respecto de la aplicación analógica y no subsidiaria. La recepción de la causa a prueba
y la fijación de los puntos de prueba, tratada como obligatoria en el artículo 318 del
Código, a la que no se refiere en lo absoluto la Ley 18.287 y no tienen aplicación en su
procedimiento, a pesar de no contradecirse ni con el espíritu ni con la letra de la norma
que lo rige. En otros procedimientos concentrados en un comparendo se mantiene la
institución, como sucede en los juicios laborales. Todo lo relativo a las excepciones
dilatorias tampoco tiene aplicación ante el Juez de Policía Local, ya que no es posible
suspender la tramitación de la causa para permitir al litigante corregir errores cometi-
dos en la proposición de su acción.

Por lógica, es necesario convenir que un procedimiento establecido precisamente para


diferenciarse por su modernismo, su agilidad y su especialidad, que no contiene regulacio-
nes respecto de la infinidad de situaciones que pueden plantearse en un proceso, no puede
resistir sin perder lo que le es propio, la aplicación subsidiaria y consecuentemente obliga-
toria, de las normas a las que pretende mejorar, por lo que es consecuente concluir que la
forma de aplicar las normas del Código de Procedimiento Civil al procedimiento estableci-
do por la Ley Nº 18.287, es la analógica y no la subsidiaria del artículo 1° del Código. La
única sentencia que conocemos que se pronuncia expresamente al respecto, así lo consig-
na, no dando cabida a la aplicación subsidiaria de la ley común al procedimiento de la Ley
18.28795.

Factor determinante en nuestro pensamiento, sin perjuicio de los abundantes ele-


mentos entregados para aceptar la aplicación analógica de la Ley Procesal Civil en este
caso, está constituido por la historia fidedigna del establecimiento de la Ley Procesal
del Tránsito, N° 18.287, importante elemento interpretativo que, en este caso, debe
servir para despejar toda duda.

En efecto, en el “S.L.J.G (ORD) N1 3409”, referido al proyecto de ley que “Modi-


fica la Ordenanza General del Tránsito y la Ley N° 15.231 sobre Organización y
Atribuciones de los Juzgados de Policía Local” (BOLETIN N° 2804-07 y N° 338-
07)”, de 20 de diciembre de 1983, dirigido a la Junta de Gobierno de ese tiempo, por
el Secretario de Legislación de la misma, se contiene copia del segundo informe com-
plementario de la Comisión Conjunta, de 19 de diciembre de ese mismo año, en el que

95
Primer Juzgado de Policía Local de Las Condes, 27 de junio de 1996, Rol Nº 59.186-4. No publicada.

163
se señala textualmente que “el estudio de esta Comisión comprendió la discusión de
las observaciones que formularan las cuatro Comisiones Legislativas, la Excma. Corte
Suprema de Justicia, el Ministerio de Justicia, el Ministerio de Transportes y Teleco-
municaciones y el Ministerio de Obras Públicas, traduciéndose ello en variadas modifi-
caciones, tanto formales como de fondo” y, en lo que nos interesa, al tratar en la
página 28 de las “Modificaciones introducidas al Proyecto de Ley que establece Pro-
cedimiento ante los Juzgados de Policía Local”, en lo relativo al texto del artículo 1°
de la Ley 18.287, se puede leer:

“En este artículo se había incurrido en una omisión con respecto a la actual norma
del artículo 15 de la Ley N° 15.231 que dispone “estas reglas también serán aplicables
a aquellas materias que tengan señalada por la ley un procedimiento diverso”, indicán-
dose que “el objeto de esa norma es excluir la aplicación del artículo 3° del Código de
Procedimiento Civil, que hace supletorio de todo trámite, gestión o actuación no
reglado expresamente en un procedimiento especial, las disposiciones del procedi-
miento ordinario”. Termina el “Informe Complementario”, a este respecto, expresando
el razonamiento que ha inducido al pensamiento señalado: “es fácilmente comprensible
que en un procedimiento reducido a un comparendo de contestación y prueba, no sea
pertinente la remisión a instituciones como los incidentes, las tercerías, etc. Por ello, se
optó por incluir la disposición que se señala”.

Cabe afirmar, con el Profesor Pereira, que “saber cómo y cuando la aplicación
analógica de las normas procesales del fuero común desvirtúa el proceso sujeto al
conocimiento de un tribunal del fuero especial, es asunto que deberá resolver casuísti-
camente el juez respectivo. En este, como en tantos otros problemas que de ordinario
surgen con ocasión del ejercicio de la función jurisdiccional, la persona del juez y su
inteligente criterio, es la garantía fundamental de una buena administración de justi-
cia”.

Establecido el criterio expuesto respecto de la aplicación analógica del Código de


Procedimiento Civil al procedimiento de los Juzgados de Policía Local, debe agregarse
que pueden recibir la misma aplicación otras disposiciones legales contenidas en los
Códigos de Procedimiento Penal y Orgánico de Tribunales, manteniendo un criterio
uniforme y expedito para la adecuada administración de justicia. No se trata en el caso
de la aplicación por analogía, de que el Juez esté habilitado para crear derecho, como
señalan algunos detractores, sino que de aplicar con verdadero criterio, siguiendo la
intención del legislador, las instituciones jurídicas pre-establecidas y vigentes en otros
ordenamientos, en silencio de la ley particular y con el sólo objeto de mejorar el trá-
mite del proceso.

164
Sin embargo, es necesario destacar que en el caso de los otros cuerpos legales, di-
ferentes del Código de Procedimiento Civil, no se produce el problema en estudio, al
no contener ellos normas de aplicación “extra Código”, como son las de los artículos
1° y 3° de este último. Así, cuando el legislador de la Ley 15.231 quiso aplicar el
Código Orgánico, lo hizo expresamente en su artículo 7º; artículo 8º, inciso noveno;
en la norma procesal del inciso segundo de su artículo 10º; en el artículo 12; y en los
números 7° y 8° de la letra “c” del artículo 13, sin que deba en su caso recurrirse a
otra norma de interpretación para darles aplicación. Hay incluso normas del Código
Penal que deben ser aplicadas al procedimiento de Policía Local, por contener princi-
pios fundamentales del derecho, como sucede, por ejemplo, con su artículo 75, relati-
vo al cúmulo de sanciones al producirse un resultado múltiple originado en una sola
infracción o en un mismo hecho.

Frente a la disparidad de aplicación de la Ley, no sólo respecto a la ley procesal


común, sino que incluso de disposiciones de la misma Ley 18.287, se está en un caso
de contravención abierta al principio de la “tutela efectiva”, rector del derecho en
general y del “Derecho del Tránsito” en particular, ya que ante una igual situación,
tanto en los hechos como en el texto legal aplicable, dos o más juzgados de la misma
naturaleza, resuelven en forma diferente, lo que es un hecho cierto e indesmentible,
produciendo una notoria falta de igualdad. No puede olvidarse que la Constitución
Política del Estado garantiza a todos los ciudadanos la igual protección de la ley en el
ejercicio de sus derechos y su derecho a defensa “en la forma que la ley señala”.

La desigual aplicación de la ley de procedimiento, Nº 18.287, no tiene excusa y de-


be ser sancionada estrictamente por los superiores, a pesar de la falta de recursos
procesales al efecto. Pero la desigual aplicación de la ley común, debe necesariamente
basarse en la interpretación analógica de la ley procesal, guardando los sabios precep-
tos que a esta institución se atribuyen por la doctrina y el respeto por la calidad y
alcance de la labor del Juez, en un desarrollo inteligente y en los términos antes ex-
puestos del trabajo del Profesor Pereira Anabalón.

5.3.1.a – Discernimiento de los menores

Dispone el artículo 26 de la Ley 18.287 que “en los asuntos a que dé lugar la apli-
cación de esta ley, el Juez de Policía Local se pronunciará sobre el discernimiento de
los inculpados menores de dieciocho años y mayores de dieciséis, sin que sea necesa-
rio oír al Juez de Menores”, agregando que en todo caso, “el Juez podrá amonestar o
sancionar con multa al padre, guardador o persona a cuyo cargo estuviere el me-
nor”.

165
Ha sucedido en casos de cuasidelito de lesiones de que ha conocido el Juez del Crimen,
en que ha sido inculpado un menor de 18 y mayor de 16 años, que se han remitido los
antecedentes al Juez de Menores, el que ha debido pronunciarse sobre el discernimiento.
Declarado el menor sin discernimiento, el Juez del Crimen ha debido sobreseer definitiva-
mente la causa y, de conformidad a lo que dispone el artículo 67 de la Ley 15.231, remitir
los antecedentes al Juez de Policía Local, al que corresponde pronunciarse sobre las infrac-
ciones a la Ley de Tránsito y demás materias de su competencia que se promuevan. Cabe
preguntarse en este caso si es necesaria una nueva declaración respecto del discernimiento
del menor, o basta con la ya efectuada cuando la cuestión estaba en conocimiento del Juez
del Crimen.

Como el aspecto infraccional, ha sido considerado en calidad de elemento de la


conducta cuasidelictual ante el Juzgado del Crimen y el Juez de Menores se ha pro-
nunciado, declarando que el menor no actuó con discernimiento en la comisión del
hecho que se le imputa, precisamente el cuasidelito, estimamos que dicha resolución
produce cosa juzgada y no sería propio ni posible que el Juez de Policía Local volviera
a pronunciarse sobre el discernimiento, esta vez para los efectos de la infracciones
puras y simples, constituidas por las mismas acciones y conductas que tuvo a la vista
el Juez de Menores y sancionar al menor como infractor, con las consecuencias civiles
que de dicha sanción pudieran derivar.

Parece claro que la conducta que se investiga en ambos procesos, tanto en sede
criminal en materia cuasidelictual, como en el Juzgado de Policía Local por las infrac-
ciones, es la misma y que la infracción cometida es parte del tipo legal. La misma
infracción, en caso de declararse que el menor actuó con discernimiento al cometerla,
originará su procesamiento criminal o la sanción infraccional, si correspondiere. Si
actuó sin discernimiento, lo hizo para uno y otro aspecto, ya que el resultado de
lesiones no modifica la naturaleza de la acción que lo origina, ni fue querido ni busca-
do por el agente. El ilícito está constituido precisamente por la conducta infraccional.

5.3.1.b – Los plazos en el procedimiento de Policía Local

La norma general en materia de plazos, es la entregada por el artículo 27 de la Ley


18.287, que dispone que “los plazos de días que establece esta ley se suspenderán
durante los feriados” y, en cuanto a otro tipo de plazos, tienen plena aplicación las
disposiciones generales de los artículos 48 y 49 del Código Civil.

166
5.3.1.c – Las Medidas Precautorias y las Prejudiciales

Como autoriza el artículo 30 de la Ley 18.287, “para asegurar el resultado de la


acción, el Juez podrá decretar, en cualquier estado del juicio y existiendo en autos
antecedentes que las justifiquen, cualquiera de las medidas señaladas en el Título V
del Libro II del Código de Procedimiento Civil, debiendo ellas limitarse a los bienes
necesarios para responder a los resultados del proceso”.

“En los casos que el Tribunal estime urgentes, podrá conceder las medidas pre-
cautorias antes de notificarse la demanda, en el carácter de prejudiciales, siempre
que se rinda fianza u otra garantía suficiente, a juicio del Tribunal, para responder
por los perjuicios que se originen y multas que se impongan”.

No se divisa inconveniente alguno para solicitar y obtener medidas innominadas,


que sean especialmente aplicables al procedimiento de que se trata, tales como la
citación de presuntos propietarios de vehículos para acreditar su calidad de tales o la
designación de un perito mecánico que pueda ilustrar al Tribunal en materia de daños,
ante la inminente destrucción del vehículo o su enajenación, que podría aumentar el
daño para el patrimonio del afectado. A este respecto, sólo cabría señalar que al
provocar una prueba anticipada deben cumplirse exigencias que hagan realidad el
“principio contradictorio”, uno de los reguladores de la prueba en materia penal, que
supone que las partes tengan la posibilidad efectiva de intervenir en la práctica de las
diligencias probatorias o se le dé la posibilidad de objetar o hacer presente sus dere-
chos, atendida la especial estructura del proceso, concentrado en un audiencia de
estilo.

Atendida la especialidad de las normas de los artículos 30 y 31 de la Ley 18.287,


que no hacen referencia a ellas, no tienen aplicación en este procedimiento, las dispo-
siciones de los artículos 280 del Código de Procedimiento Civil respecto de plazo para
presentar demanda, el que está determinado en la ley especial, no siendo necesario
solicitar la renovación de la medida, por cuanto cuando la ley quiso que tuvieran
duración limitada, lo dispuso expresamente en el inciso tercero del artículo 30 citado,
sólo para las que sean decretadas de oficio por el Juez: “su duración, en tal caso, será
de treinta días, sin perjuicio del derecho de las partes para solicitar que se manten-
gan o que se decreten otras”.

Una medida prejudicial precautoria de carácter especial y único en el procedimiento


de la ley 18.287, es la que establece el inciso final del artículo 30, al disponer que
“podrá, además, el Juez decretar en forma inmediata el retiro de la circulación del o

167
los vehículos directamente comprendidos en el proceso, cuando exista fundamento
grave que lo justifique”.

5.3.1.d – Penas al que burle los derechos del acreedor

Dispone el artículo 31 de la ley 18.287 que “se aplicarán las penas señaladas en el
artículo 467 del Código Penal al que, notificado personalmente de la resolución que
decreta una medida precautoria y con perjuicio para aquél en cuyo favor se conce-
dió, incurriere en algunos de los hechos siguientes :

1. Si faltare a sus obligaciones de depositario o ejecutare cualquier acto que signi-


fique burlar los derechos del acreedor;
2. Si diere el vehículo en prenda a favor de un tercero o celebrare cualquier con-
trato en virtud del cual pierda su tenencia;
3. Si desobedeciere o entorpeciere las resoluciones judiciales para la inspección del
vehículo;
4. Si lo transformare sustancialmente, sustituyere el motor o alterare el número de
éste, sin autorización escrita de su contraparte o del Tribunal;
5. Si abandonare o destruyere el vehículo; y
6. Si lo enajenare”.

5.3.1.e – Facultad del Juez de Policía Local para ordenar arrestos. Otros casos. Vías
de sustitución y apremio para asegurar el pago de las multas

En algunas ocasiones, el Juez de Policía Local está facultado para decretar arrestos
en los procesos de que conoce. Analizaremos las diversas situaciones en que la ley
autoriza tan drástica medida, la evolución de alguna de ellas y las normas que tienden a
asegurar el cobro y pago de las multas impuestas:

1.– Caso de la persona que, citada legalmente al Tribunal para prestar declaración,
no concurre, pudiendo tratarse del demandado, denunciado o querellado o de testigos,
de acuerdo a lo que dispone el artículo 13 de la Ley Nº 18.287: “El Juez podrá orde-
nar la comparecencia personal del demandado, denunciado o querellado, si lo
estimare necesario...”.

Del texto legal resulta que no es posible decretar el arresto del denunciante, quere-
llante o demandante que citado, no comparece, pudiendo sólo apercibírsele con pro-
ceder en su rebeldía. Para llegar al arresto, la citación deberá efectuarse por cédula,
con indicación del proceso en el que se dicta la orden de comparecencia y el día y la
hora de la misma, conforme al artículo 380 del Código de Procedimiento Civil, al que

168
la ley especial se remite expresamente, agregándose el artículo 56 del mismo Código
como disposición relacionada. Se ha estimado como indispensable que la citación
contenga la mención expresa de que se efectúa bajo el apercibimiento del artículo 380
indicado;

2.– Caso contemplado en el artículo 23 de la Ley 18.287, de acuerdo a la modifica-


ción introducida por el N° 6 del artículo 1° de la Ley N° 19.676, con vigencia a partir
del 29 de noviembre de 2000, del condenado a una multa que no es pagada dentro de
cinco días de la notificación efectuada: “Transcurrido el plazo de cinco días a que se
refiere el artículo anterior sin que se hubiere acreditado el pago de la multa, el
tribunal podrá decretar, por vía de sustitución y apremio, alguna de las siguientes
medidas contra el infractor: reclusión nocturna, reclusión diurna o reclusión de fin
de semana, a razón de un día o una noche por cada quinto de unidad tributaria
mensual, con un máximo de quince jornadas diarias, diurnas o nocturnas, sin perjui-
cio de lo establecido en el artículo 20 bis. Dichas medidas podrán ser decretadas en
forma total o parcial, o en determinados días de la semana, especificando duración,
lugar y forma de cumplir con lo decretado”.

El artículo 20 bis, al que se refiere la disposición transcrita, hace referencia a la fa-


cultad establecida en los artículos 19 y 20 de la Ley N° 18.287, que tiene el Juez de
Policía Local, de absolver o sólo amonestar al infractor o dejar en suspenso la pena
que imponga, la que no puede aplicar en casos de faltas sancionadas por el Código
Penal respecto de adulteraciones en boletos de transporte, sustracción de caudales,
hurto, especies perdidas, estafas y otras defraudaciones e incendio. La misma norma
señala el tiempo durante el que se ejecutarán los trabajos y la forma de hacer cumplir
la sentencia.

La notificación de la sentencia que imponga pena de prisión debe efectuarse “en


persona al condenado”, de acuerdo a la disposición del inciso segundo del artículo 18.
Al modificarse la Ley N° 18.287, por la Ley N° l9.676, se reemplazaron, entre
otras modificaciones, los artículos 23 y 24 de la primera. Los incisos 2° a 6° de la
nueva disposición, establecen formas complementarias de la aplicación de multas y
vías de sustitución y apremio para el caso de no pagarse las multas impuestas por el
Juez de Policía Local, en los siguientes términos:

“Tratándose de multas superiores a veinte unidades tributarias mensuales, tales


medidas no obstarán al ejercicio de la acción ejecutiva”, refiriéndose a las medidas
establecidas en el inciso primero, de sustitución y apremio personal. El inciso tercero,
señala que “La aplicación de estas medidas de sustitución y apremio no podrá sus-
penderse ni dejarse sin efecto sino por orden del mismo Tribunal que las dictó o por

169
el pago de la multa, cuyo monto deberá expresarse en ella. El organismo policial
encargado de diligenciarla orden o de custodiar al infractor podrá recibir válida-
mente el pago de la multa, en cuyo caso devolverá al Tribunal dentro de tercero día
la orden diligenciada y el dinero recaudado”.

Se autoriza al Juez para, a solicitud de parte, “sustituir una medida por otra du-
rante el cumplimiento de ésta” y no se hace aplicable lo dispuesto en el artículo 23
sustituido, “tratándose de sentencias recaídas en las causas a que se refiere el artí-
culo siguiente”, esto es, en las denuncias efectuadas por infracciones cuando el in-
fractor no se encontrare presente y la citación sea dejada en el vehículo, sin adherirla al
mismo, en el sistema creado y denominado “Registro de Multas de Tránsito No Paga-
das”, a que nos referiremos.

3.– Caso del condenado a cumplir una pena de prisión, situación que se explica por
sí sola y que reconoce su fundamento en la resolución que ordenó la pena;

4.– En el “Procedimiento de Cancelación y Suspensión de la Licencia de Conductor


por Acumulación de Anotaciones de Infracciones”, el arresto puede ordenarse en dos
casos. El primero está contemplado en el inciso segundo del artículo 40 de la Ley
18.287 y se refiere al conductor afectado que, citado por cédula, en extracto, no
concurriere o el domicilio registrado no le correspondiere o fuere inexistente. El otro
caso es el del conductor que, sin tener causa legítima que lo justifique, impidiere el
cumplimiento de la cancelación o suspensión de su licencia luego de ser apercibido con
arresto de hasta 15 días, los que podrán repetirse hasta que cese el impedimento, de
acuerdo a lo que establece el artículo 41 de la ley indicada;

5.– El arresto de mayor relevancia, por la especialidad y amplia posibilidad de apli-


cación de la medida, que establecía el inciso tercero del artículo 8° de la Ley de Pro-
cedimiento, referido al conductor, cuando “no fuere posible notificar la demanda,
denuncia o querella porque el domicilio del conductor o del propietario del vehículo
registrado en la Municipalidad, o en los Registros de Conductores o Vehículos,
según el caso, fuere inexistente o no correspondiere a la realidad”, ha sido suprimido
por la Ley N° 19.676, la que, al sustituir en el N° 3 de su artículo 1° el artículo 8° de
la Ley N° 18.287, sólo dejó vigente la posibilidad de ordenar el retiro de la circulación
del vehículo implicado, suprimiendo la facultad de decretar arresto, a partir del 29 de
noviembre de 2000, fecha de vigencia de la reforma.

6.– Conforme lo autoriza el número tercero del artículo 10 de la ley Nº 15.231, los
Jueces de Policía Local podrán reprimir y castigar las faltas o abusos que se cometie-
ren en la sala de su despacho, con arresto que no exceda de 24 horas.

170
5.3.2 – Nuevos sistemas para asegurar el cumplimiento del pago de multas

Ha sido preocupación del Supremo Gobierno y del Parlamento de la República,


asegurar el cumplimiento del pago de las multas que se imponen en materias de trán-
sito, como una forma de evitar la burla y la impunidad que en muchos casos se produ-
ce. Se ha establecido a este respecto, con la asesoría directa del Ministerio de Trans-
portes y Telecomunicaciones y especialmente, de CONASET, “Comisión Nacional de
Seguridad de Tránsito”, un nuevo sistema dirigido a asegurar y perfeccionar el cobro
de multas, estableciendo el “Registro de Multas del Tránsito No Pagadas” y la acepta-
ción del denuncio y pago administrativo, con descuento y sin recurrir al Tribunal.

Al mismo tiempo, además de elaborarse los reglamentos pertinentes a la aplicación


de estas nuevas disposiciones y el ordenamiento en materia de control de excesos de
velocidad por medio de aparatos idóneos y reglamentados al efecto, se estudia seria-
mente la posibilidad de introducir algunas medidas que tienden a evitar la impunidad
en la materia, como una forma clara y segura de lograr conductores más responsables
y disminuir la ocurrencia de accidentes de tránsito.

5.3.2.a – El “Registro de Multas del Tránsito No Pagadas”

Dispone el artículo 24 de la Ley N° 18.287, sustituido por el N° 7 del artículo 1°


de la Ley N° que 19.676, con vigencia desde el 29 de noviembre de 2000, que “tra-
tándose de las denuncias señaladas en el inciso tercero del artículo tercero, el Se-
cretario del Tribunal, cada dos meses, comunicará las multas no pagadas para su
anotación en el Registro de Multas del Tránsito no pagadas”. Agrega la disposición
que “mientras la anotación esté vigente, no podrá renovarse el permiso de circula-
ción del vehículo afectado” y, además, que “el plazo de prescripción será de tres
años, contados desde la fecha de la anotación”.

El Registro será objeto de licitación para su funcionamiento y se financiará me-


diante el cobro de aranceles a los deudores, los que deberán ser pagados conjunta-
mente con la multa y sus reajustes, al momento de renovar el permiso de circulación
anual del vehículo al cual la multa anotada acceda. Establece la ley también un proce-
dimiento de reclamación por anotaciones erróneas o mal efectuadas y la forma de
repartir, en un 20 % y un 80 % respectivamente, el valor de la multa entre la Munici-
palidad que recibe el pago y aquella correspondiente al Tribunal que la dictó.

Se espera que el sistema establecido, al “perseguir” prácticamente al vehículo, evite


la impunidad en que quedan muchos de los denuncios que se cursan en la actualidad a

171
conductores de vehículos que no se encuentran presentes en el lugar en que se detecta
la infracción.

5.3.2.b – Aceptación de la denuncia y pago administrativo de la multa

El N° 5 del artículo 1° de la Ley N° 19.676, modificó a partir del 29 de noviembre


de 2000, el texto del artículo 22 de la Ley N° 18.287, en el sentido de facultar a quien
haya sido denunciado al Juzgado de Policía Local, por alguna de las personas señala-
das en el artículo 3° de esta ley, para eximirse de concurrir al Tribunal a pagar la multa
que le corresponda, de acuerdo a la infracción denunciada, entendiéndose que acepta
la denuncia, “poniéndose término a la causa por el solo hecho de que proceda a
pagar la multa respectiva, dentro de quinto día de efectuada la denuncia, presentan-
do la copia de la citación”.

El denunciado que acepte en esta forma el denuncio y opte por el procedimiento


señalado, “tendrá derecho a que se le reduzca en un 25% el valor de la multa, que se
deducirá del valor a pagar”. La ley establece la forma en que se efectuará el pago,
cómo éste se comunicará al Tribunal, la posibilidad de que los Municipios celebren
convenios con entidades recaudadores y la forma en que el denunciado podrá recupe-
rar su licencia de conductor, si éste le hubiere sido retenida.
El procedimiento así contemplado podrá aplicarse, por disposición de la misma ley,
solamente en los casos en que las infracciones a la Ley de Tránsito o a las normas de
transporte terrestre denunciadas, sean graves, menos graves o leves y, cuando como
consecuencia de tales infracciones, no se hayan causado lesiones o daños.

5.3.2.c – Impunidad en las sanciones aplicadas con ocasión de procesos de Tránsito

Se encuentra en estudio todo un sistema destinado a impedir la impunidad entre los


infractores a las normas del tránsito, como una forma efectiva de lograr conductores
más responsables y disminuir la ocurrencia de accidentes, con las pérdidas que son
inherentes a ellos. También ha parecido importante lograr una mayor calidad y mejor
capacitación de los conductores.

Cabe hacer presente que en Inglaterra, país que lleva la delantera en el estudio y
aplicación de normas preventivas para el tránsito y que ha logrado espectaculares
disminuciones en los índices de siniestralidad, se trabaja en aumentar considerable-
mente las penas a aplicar en casos de cuasidelitos y de conducción en estado de ebrie-
dad, entendiendo que dichas situaciones, cuando producen muertes y heridos, se
equiparan a la conducta delictual y, como tal, deben ser sancionados, no obstante su
naturaleza jurídica.

172
No se pretende que por una mayor pena se vaya a lograr menor incidencia de acci-
dentes. Pero parece indispensable que deban modificarse los actuales niveles de san-
ción, los que en los casos más graves, resultan verdaderamente insignificantes. Ya se
ha avanzado en el sentido de dignificar a los conductores y no hacerlos sujetos encar-
celables por situaciones menores, como dispuso en su oportunidad el legislador de
1984 al establecer la normativa vigente en el tránsito de esa época y, al efecto, el que
es sorprendido sin portar su licencia, ya no es detenido ni apremiado físicamente,
desde la Ley N° 19.495 de 8 de marzo de 1997 y el conductor de un vehículo no
puede ser ordenado arrestar si no es posible notificar la querella, denuncia o demanda
porque el domicilio de ese conductor o del propietario del vehículo, resultan falsos o
inexistentes. Hoy, luego de la Ley N° 19.676, desde el 29 de noviembre de 2000, sólo
se puede ordenar, en esos casos, el retiro de la circulación del vehículo. Pero las penas
a los autores de infracciones gravísima con resultado de lesiones o muerte o daños,
deben ser, lógicamente aumentadas.

En nuestro país, el Ministerio de Transportes y Telecomunicaciones elabora igual-


mente proyectos, con participación de la CONASET, en los más variados ámbitos, con
la intención de dar mayor efectividad y seriedad a la legislación preventiva en materia
de tránsito.

Así, al comprobarse que en Chile son apenas un 1 o un 2 % los exámenes que para
obtener licencia de conductor son rechazados, frente a niveles de 30% a 50 % de
rechazo en otras latitudes, se ha comprobado que las exigencias teóricas y prácticas
son mínimas, lo que produce el alto numero de aprobaciones.

Estudiados los exámenes teóricos, se ha detectado su insuficiencia y se ha elabora-


do un cuestionario de mayor complejidad, con preguntas variadas y de difícil difusión
previa al examen, con mayor número de preguntas que se obtienen en forma secreta y
aleatoria de entre muchas previamente establecidas, de suerte que el candidato a
conductor no puede memorizar 20 o 25 preguntas y aprobar su examen, como ocurre
en la actualidad, sino que deberá tener conocimientos más sólidos. Incluso, se podría
llegar a la creación de agencias especializadas en el país, para tomar los exámenes
teóricos y prácticos a los postulantes, separando esa tarea de los Departamentos del
Tránsito de cada Municipalidad, con el objeto de obtener una mayor especialización y
uniformidad para juzgar a los examinados.

Las modificaciones en estudio a la Ley de Alcoholes, con la pretensión del estable-


cimiento de una tasa legal que establezca sin discusión cuando un conductor se de-
sempeña en estado bebido y el establecimiento de una licencia sobre la base de asigna-
ción de “puntos” que disminuyen automáticamente al cometer su titular infracciones,

173
hasta llegar a la suspensión y a la cancelación sin necesidad de un procedimiento
especial al efecto, son medidas en vías de implementación entre nosotros y han dado
frutos evidentes y reflejados en las estadísticas, en los países en que tales sistemas se
aplican.

En el mismo sentido apunta la posibilidad de establecer la cancelación de la licencia


por no pago, en un plazo determinado, de las indemnizaciones civiles a que resulte
condenado un conductor, manteniéndose la medida hasta que se acredite el cumpli-
miento de lo fallado. En la actualidad, es muy frecuente que los conductores jamás
cumplan con las indemnizaciones civiles a que son condenados, lo que produce una
real burla a la institución de la justicia en el tránsito, con perjuicio grave al que ha visto
afectado su patrimonio por la acción culpable de un tercero. Llegándose a extremos de
conductores que “acumulan” cinco o más accidentes con consecuencias y siguen
conduciendo vehículos en que son portadores de pasajeros, con riesgo evidente para
los transportados y para los demás usuarios de las vías, que puedan tener la mala
suerte de enfrentarse o solamente encontrarse con ese conductor impune.

5.3.3 – Exigencias formales de comparecencia en la denuncia y en la demanda civil

En repetidas oportunidades se ha solicitado el rechazo de acciones infraccionales y


civiles deducidas ante el Juez de Policía Local por no contener el libelo correspon-
diente los requisitos mínimos de comparecencia establecidos en el artículo 254 del
Código de Procedimiento Civil. La excepción de ineptitud del libelo por esta causa ha
sido desechada, equivocadamente a nuestro juicio 96. Sin embargo, estimamos que la
exigencia referida a la correcta y completa individualización de las partes es insoslaya-
ble ante un tribunal letrado y, en el silencio de la ley especial, debe estarse a la norma
general que asegura que se proporcione al demandado la información necesaria para
hacer posible su defensa en el proceso, como una norma indispensable para el plan-
teamiento de una adecuada relación procesal, cualquiera sea el criterio que se acepte
respecto de la aplicación de la ley procesal civil al procedimiento especial de la Ley
18.287.

Con respecto a la oportunidad de las exigencias formales referidas, éstas deben


contenerse en el libelo de denuncia y de demanda, habiéndose fallado que la denuncia
infraccional y la demanda civil forman una sola unidad jurídico procesal desde el punto
de vista de las exigencias formales y se complementan, por lo que, planteadas en un

96
C. de Santiago, Rol Nº 3.254-95, confirmando fallo del Primer Juzgado de Policía Local de Las Condes,
proceso Rol Nº 960-95-4. No publicado.

174
mismo escrito, resulta innecesario que al formularse la segunda, deban repetirse los
mismos datos ya consignados en la primera97.

Siguiendo el raciocinio expuesto en el fallo citado, la exigencia de la concurrencia


de los requisitos formales de individualización establecidos en el artículo 254 del
Código de Procedimiento Civil, es procedente en procesos ante el Juez de Policía
Local, ya sea por aplicación supletoria o analógica de la ley procesal común, atendida
la importancia básica de la norma en cuanto a lograr un adecuado emplazamiento y
una traba correcta de la litis, evitando de paso la indefensión de alguna de las partes,
debiendo contenerse en las acciones que se notifiquen al denunciado, querellado o
demandado, criterio que hemos sustentado como se ha expuesto, sin ser escuchados.
Participamos de la idea de que no es necesaria la reiteración de tales antecedentes,
pero básicamente, ellos deben proporcionarse, siendo procedente acoger la excepción
si se plantea en casos en que no se cumpla con la exigencia legal.

5.3.4 – Procedimiento en caso de simples infracciones a las normas del tránsito


denunciadas por la autoridad

Cuando se trate sólo de sancionar por el Juez de Policía Local infracciones cometi-
das con ocasión del tránsito de vehículos, sin que haya accidentes, lesiones o muerte
de personas, daños, ni medie ebriedad en la conducción, el procedimiento puede
iniciarse, y así ocurrirá generalmente, por denuncia que formulen al tribunal los Cara-
bineros o los Inspectores Municipales o Fiscales, los que, al sorprender infracciones
deberán denunciarlas al juzgado competente “y citar al infractor para que comparez-
ca a la audiencia más próxima, indicando día y hora, bajo apercibimiento de proce-
der en su rebeldía”, como lo dispone el artículo 3° de la Ley Nº 18.287, luego de la
modificación introducida por el N° 1 del artículo 1° de la Ley N° 19.676.

5.3.4.a – Citación del denunciado

La citación deberá efectuarse de acuerdo a las normas establecidas por el nuevo


artículo 3º de la Ley Nº 18.287, reformado por el Nº 1 del artículo 1º de la Ley Nº
19.676, vigente desde el 29 de noviembre de 2000 y será cursada por “Los Carabine-
ros e Inspectores Fiscales o Municipales que sorprendan infracciones …”La citación
debe efectuarse para la audiencia más próxima “bajo apercibimiento de proceder en
rebeldía”.

Llama la atención en la nueva normativa que se ha ordenado que “las infracciones


o contravenciones a las normas de tránsito por detenciones o estacionamientos en

97
C. Suprema, 17 de marzo de 1986, Fallos del Mes, Nº328, p. 14 y ss.

175
lugares prohibidos que se cometan a menos de cien metros de la entrada de postas de
primeros auxilios y hospitales, sólo podrán ser denunciadas por Carabineros.”,
disposición que obedece a la intención del legislador, manifestada en la historia fide-
digna de su establecimiento, de dar la mayor seriedad posible a la denuncia que en
estos casos se formule, ya que Carabineros por usar uniforme, puede hacer valer
efectivamente su calidad de “autoridad” e imponerse al ordenar despejar el lugar,
situación en que los inspectores se pueden ver desmedrados al no estar uniformados,
siendo denunciado el que efectivamente no acate la orden de no estacionarse en ese
lugar, atendida la emergencia que pudo llevarlo a ese sitio.

Las nuevas normas además actualizan la forma de obtener datos para la denuncia,
recurriendo a los mas modernos procedimientos, orales, telefónicos o electrónicos y
haciendo responsable al funcionario del mal uso que pueda dar a la información a la
que la ley le da acceso libre. Se ha innovado además en cuanto las citaciones no pue-
den ser adheridas a la carrocería del vehículo, si su conductor no se encontrare pre-
sente o el vehículo se encontrar en movimiento y, si no compareciere el infractor, se le
citará directamente por el Tribunal, por carta certificada “dirigida al domicilio que
tenga anotado en el Registro de Vehículos Motorizados, en el Registro Nacional de
Servicios de Transporte de Pasajeros o en otro registro que lleve el Ministerio de
Transportes y Telecomunicaciones”, como establece el inciso tercero de la norma.

Con relación a la forma de la citación, esta aparece regulada en el nuevo artículo


cuarto de la Ley Nº 18.287, que la reglamenta en los siguientes términos:

“La citación al Juzgado y la carta certificada que establece el inciso tercero del
artículo anterior, se harán por duplicado y bajo apercibimiento de proceder en
rebeldía. En ellas deberá constar, a lo menos, lo siguiente:
1. La individualización del denunciado y, si se supiere, el número de su cédula de
identidad;
2. El Juzgado de Policía Local competente y el día y hora en que deberá concurrir;
3. La falta o infracción que se le imputa y el lugar, día y hora en que se habría
cometido, y
4. La identidad del denunciante y el cargo que desempeña.

Si se tratare de una infracción a las normas que regulan el tránsito, deberá conte-
ner, además, la placa patente y clase del vehículo y, si fuere pertinente, la licencia de
conducir, su fecha de control, la Municipalidad que la otorgó y el domicilio que
tenga anotado en ella.

176
El reglamento indicará las demás menciones que deban contener la citación y la
carta certificada.”.

5.3.4.b – Comparecencia personal del denunciado

El denunciado, en caso de denuncias por simples infracciones a las normas del trán-
sito, puede comparecer personalmente ante el Juez de Policía Local y no necesita
hacerlo representado por abogado, de acuerdo a lo que autoriza el inciso segundo del
artículo 7° de la Ley N° 18.287.

5.3.4.c – Denunciado que no comparece. Apercibimientos. Retiro de vehículo en


caso de domicilio falso

Si la citación no hubiere sido personal y si el inculpado no compareciere a la au-


diencia a que fue citado, el Juez dispondrá que sea notificado personalmente o por
cédula en el domicilio que el infractor tenga anotado en el Registro de Vehículos
Motorizados, como lo señala el artículo 3° de la Ley Nº 18.287.

En conformidad a lo que establece el artículo 13 de la Ley de Procedimiento, tam-


bién el Juez podrá ordenar la comparecencia personal del denunciado, si lo estimare
necesario, bajo apercibimiento de ser compelido por la fuerza a presentarse ante el
Tribunal, a menos que el citado comprobare que ha estado en la imposibilidad de
concurrir.

Si el infractor hubiere registrado domicilio inexistente o falso, o el domicilio regis-


trado no sea el actual, el Juez podrá ordenar el retiro del vehículo de la circulación
hasta que se registre el domicilio correctamente, en virtud de las normas del inciso
tercero del artículo 8° de la Ley Nº 18.287, en relación con la disposición de su artí-
culo 16, sin perjuicio de la facultad de ordenar el arresto del conductor que consulta la
primera de las normas citadas. La obligación de registro de domicilio se encuentra
establecida en el artículo 23 de la Ley de Tránsito, Nº 18.290.

5.3.4.d – Comparecencia del denunciado, por medio de exhorto en el Juzgado de


su residencia

Establece el artículo 5° de la Ley Nº 18.287 un procedimiento especial para el caso


de que la denuncia por contravenciones a la normativa del tránsito fuere motivada por
infracciones cometidas por el conductor de un vehículo en lugares o caminos alejados
de su residencia, disponiéndose que “la citación no podrá hacerse para antes del
décimo día hábil siguiente a la fecha de la notificación”, pudiendo extenderse ese

177
término, atendidas las circunstancias de cada caso, hasta el vigésimo día hábil poste-
rior y el denunciado tiene, en este caso, el derecho a concurrir al Juzgado de Policía
Local de su residencia para formular sus descargos por escrito y solicitar que, por
medio de exhorto, se recabe la resolución del caso y, si corresponde, el envío de la
licencia retenida a ese tribunal.

El Juez exhortado comunicará al exhortante la sentencia dictada, acompañando la


licencia, en su caso, la que sólo podrá ser devuelta al denunciado previo pago de la
multa impuesta, mediante vale vista bancario a la orden de la Tesorería Municipal
correspondiente al Tribunal exhortado.

Mientras se tramita el exhorto y se recibe en el Tribunal exhortante la sentencia,


éste retendrá la boleta de citación que se hubiere extendido al denunciado y otorgará
permiso provisional, siempre que la infracción no se refiera a falta de licencia o al
hecho de encontrarse vencida, ya que el procedimiento especial que posibilita el artí-
culo en análisis, “no tendrá aplicación en los casos de infracciones o contravenciones
que den origen a accidentes de los cuales resulten lesiones o daños materiales a
terceros”.

5.3.4.e – Defensa del denunciado. Testigos

La defensa del denunciado podrá hacerse verbalmente o por escrito y puede valerse
para acreditar su versión de los hechos, de hasta cuatro testigos, no siendo necesario si
no se trata de un accidente del tránsito, que éstos se individualicen en una lista que
previamente a su comparecencia deba presentarse al Tribunal.

5.3.4.f – Fallo del denuncio y forma de la sentencia

Conforme lo dispone el artículo 15 de la Ley de Procedimiento, tratándose de de-


nuncias por simples infracciones y habiendo comparecido el denunciado, “el Juez
podrá dictar sentencia de inmediato si estima que no hubiere necesidad de practicar
diligencias probatorias”. La sola denuncia no constituye presunción de haberse co-
metido la infracción de tránsito y podría estimar el Juez necesario citar a los funciona-
rios que como testigos figuren en la denuncia, sin que se requiera de resolución funda-
da al efecto, razonamientos que surgen del análisis del inciso segundo del artículo 15
en estudio, razonando en relación a lo que en caso de denuncias por comercio clan-
destino en la vía pública corresponde.

Respecto de la forma de la sentencia en el fallo del simple denuncio, es habitual que se use un
formulario pre impreso por el propio denunciante, generalmente Carabineros o por la Municipa-

178
lidad respectiva, en el que se escriben la multa y las otras sanciones que se aplican. Respecto de
estas sentencias, ha resuelto la Corte de Apelaciones de Santiago que todas, incluidas las que
fallen los simples denuncios, deben cumplir con las exigencias que establece el artículo 17 de la
Ley 18.287, ya que la que se contiene en los formularios indicados, “carece de la más mínima
forma de una sentencia judicial”98.

5.3.4.g – Referencia a procedimiento en caso de accidentes

En lo relativo a plazos, notificaciones, multas y otras sanciones, apelación, reposi-


ción, apercibimientos y otros, en el procedimiento por simples infracciones, tienen
aplicación las normas que se tratan a continuación, iguales para el procedimiento en
los casos de accidentes de tránsito con resultado de lesiones leves y/o daños.

5.3.5 – Procedimiento en caso de accidentes del tránsito y de denuncias de parti-


culares, hasta la prueba

Cuando se trate de accidentes del tránsito, con resultado de daños y/o de lesiones
leves o de denuncias de particulares por simples infracciones a las disposiciones que
regulan el tránsito, el procedimiento a seguir en el Tribunal es en parte, diferente al
estudiado al tratarse de denuncias de autoridad, especialmente en cuanto a su inicio y
hasta el estado de fallo, donde la situación ya se hace común para ambos casos.

5.3.5.a – Objetivo básico del procedimiento

Para estudiar el procedimiento ante el Juez de Policía Local, en todos los casos re-
lacionados con el tránsito de que conoce y especialmente los de accidente con resulta-
do de daños y/o lesiones leves, debe tenerse en cuenta como norma básica y funda-
mental, que el objetivo primero, donde el tribunal tiene las más amplias facultades, es
en la investigación, calificación y sanción de las infracciones que se hubieren cometido
y de las que llegare a tomar conocimiento.

Como consecuencia del conocimiento de lo infraccional, la ley entrega al Juez de


Policía Local la facultad de conocer de las indemnizaciones civiles por daños que se
hayan causado “en o con motivo de accidentes del tránsito”, en los casos que la
misma ley señala, de acuerdo a lo prescrito en el número 3° de la Letra B del artículo
14 de la Ley Nº 15.231.

98
C. de Santiago, 7 de mayo de 1996, Rol 338-95, anulando de oficio sentencia del Segundo Juzgado de
Policía de Las Condes, proceso rol Nº 52.326-95-2. No publicado.

179
5.3.5.b – Requisitos de la citación y de la denuncia

La citación que formule carabineros al participante en un accidente en que resulten


daños o lesiones leves y la denuncia que se envíe al Tribunal, deberán cumplir con los
mismos requisitos exigidos tratándose de citaciones y denuncias por simples infraccio-
nes tratadas en el párrafo (5.3.4.a) precedente, pero deberán indicarse además, “los
datos del Certificado de Póliza de Seguro Obligatorio de Accidentes causados por
vehículos motorizados: nombre de la compañía aseguradora, número y vigencia del
certificado de póliza y nombre del tomador”, en virtud de lo que señala el inciso
cuarto, antes tercero, del artículo 4° de la Ley Nº 18.287.

La acción que deduzca un particular no requiere de requisito alguno determinado


en la ley, pero lógicamente deberá asemejarse a la denuncia de autoridad para ser
inteligible y útil para el efecto buscado por el denunciante. Esta denuncia o querella no
requiere ser patrocinada por abogado.

5.3.5.c – Iniciación del procedimiento infraccional. El “parte” de Carabineros.


Valor probatorio

Producido un accidente será normalmente la parte afectada o los participantes en el


hecho, los que promuevan la iniciación del proceso. Al efecto, si del accidente sólo
resultaron daños, los conductores habrán concurrido a dejar constancia o a formular
denuncia ante la autoridad policial.

Si se ha formulado denuncia en la Comisaría, Carabineros remitirá los antecedentes


al Tribunal y se dará comienzo al proceso, en la misma forma que sucederá si, habién-
dose dejado sólo constancia de lo sucedido, se denunciará el hecho por el afectado
directamente al Tribunal.

Importa establecer el valor probatorio de esta actuación de carabineros, que cons-


tituye generalmente la primera foja del proceso y que puede ser un comunicado al
Tribunal que refleje las versiones consignadas por los interesados en la policía o puede
contener hechos que consten al personal que redacta el informe. Así, estimamos que
debe distinguirse si en el documento se consigna lo expresado por los interesados o
hechos que consten al personal. En el primer caso, si son manifestaciones unilaterales
emanadas de los denunciantes, carecerán de relevancia probatoria los dichos efectua-
dos ante la autoridad policial, si no aparecen suscritos debidamente por el declarante.
Las declaraciones así consignadas, si han sido efectuadas sobre la firma del requirente
de la constancia, tendrán el valor de consignarse en un documento auténtico, extraju-
dicial y efectuado generalmente a muy poco tiempo luego de ocurrido el hecho de que

180
da cuenta, por lo que es de presumir que no ha recibido influencia de extraños y
consigna una versión muy aproximada a la verdad de lo ocurrido.

Si dichos atestados no son objetados por razones de falsedad o por diferencias fun-
damentales con lo expresado por las partes al concurrir a carabineros, es de ordinaria
ocurrencia que el Juez otorgue plena prueba a la diligencia y considere este elemento
como una pieza importante del proceso, especialmente si ha sido ratificado ante el
Tribunal y no contiene errores notorios que se destaquen, llegando a preferirlo en
muchas ocasiones a la testimonial que pueda rendirse en contrario. En definitiva el
restante mérito del proceso dará mayor o menor valor al “parte”, ya que su mérito
puede ser controvertido.

Respecto de aquellos “partes” que contienen afirmaciones detalladas que reflejan


una comprobación de Carabineros, la situación será diferente, por cuanto éstos no
constituyen una declaración interesada y unilateral, sino la comprobación del funciona-
rio que reviste la autoridad del tránsito en la calle. Así, las afirmaciones respecto del
lugar en que se encontraron los vehículos luego del accidente, la identificación de
testigos, la comprobación de un posible estado bebido, la declaración de haberse
efectuado examen de alcoholemia, la consignación de una fuga u otros elementos
similares, serán obviamente ciertos y considerados como prueba importante del proce-
so.

Pero si del accidente resultaron lesiones leves y daños o simplemente lesiones leves,
carabineros debe efectuar denuncia al tribunal y someter a los conductores al examen
de alcoholemia.

Puesto el hecho en conocimiento del Tribunal por carabineros en caso de lesiones


leves, por haber sorprendido una infracción de la que resulten daños o lesiones leves, o
por haber formulado “denuncia” alguno de los participantes, en lugar de haberse
dejado sólo “constancia”, o deducida demanda, denuncia o querella directamente al
Tribunal, éste la mandará poner en conocimiento del demandado, denunciado o quere-
llado, fijando día y hora para la celebración de una audiencia de contestación y prueba.
La actuación de carabineros en este caso, contendrá generalmente mayores antece-
dentes que expresen un juicio o una apreciación del personal policial y a su respecto,
deberá estarse a lo señalado en los párrafos precedentes respecto de su valor probato-
rio.

181
5.3.5.d – La Acción Civil. Oportunidad

La acción civil indemnizatoria que puede deducirse por los afectados en un acci-
dente de tránsito y que es de la competencia del Juez de Policía Local, debe interpo-
nerse, oportunamente, dentro del procedimiento contravencional.
Esta acción civil sólo puede deducirse en el procedimiento infraccional y será
oportuna, la que se deduzca hasta tres días antes del comparendo de contestación y
prueba citado por el Tribunal. La acción civil en el procedimiento infraccional, por su
carácter de accesoria de la acción infraccional, se verá afectada por el plazo de pres-
cripción de la contravención.

5.3.5.e – La Acción Civil. Prescripción. Abandono del procedimiento

Se ha fallado que, como una consecuencia lógica del hecho que la competencia de
los Jueces de Policía Local para conocer de la regulación de daños y perjuicios deriva-
dos de accidentes de transito, o sea, sobre materias civiles que son anexas a lo contra-
vencional, la prescripción de la acción civil a que se refieren aquellos, se rige por las
normas generales, pues el artículo 54 de la ley 15.231, únicamente dice relación con la
prescripción de la acción contravencional99.

Así, entendemos que iniciado el procedimiento contravencional y estando éste vi-


gente, la acción civil seguirá necesariamente la suerte de aquel en materia de prescrip-
ción, pudiendo iniciarse, cuando sea oportuno, en los términos que señala el artículo
9º de la Ley Nº 18.287. Prueba de lo afirmado es la disposición del artículo 1º de la
Ley Nº 18.287, que señala que en caso de producirse conciliación entre las partes
respecto de la acción civil deducida, “la causa proseguirá su curso en lo infraccio-
nal”, destacándose que lo que en definitiva debe importar al Tribunal e importa al
legislador, es la resolución de la cuestión principal, que es la infraccional.

Siendo lo civil accesorio de lo infraccional, no parece lógico que pueda declararse


abandonado el procedimiento de acuerdo a lo dispuesto en el artículo 152 del Código
de Procedimiento Civil por inactividad del actor, si lo principal y fundamental, que es
lo infraccional, se mantiene latente y contiene la acción civil, pudiendo perfectamente
ser causa de la inactividad del actor. La resolución final deberá fallar lo infraccional y,
como consecuencia de lo fallado en ese aspecto de la litis, dar lugar o denegar, según
corresponda, a las acciones civiles oportunamente deducidas en el procedimiento
infraccional, teniendo en cuenta la disposición del artículo 171 de la Ley de Tránsito
en lo relativo a la causalidad entre infracción y daño.

99
C. Suprema, 30 de enero de 1985, Revista, Tomo LXXXII, Sección Primera, p. 5.

182
Poco importa para estos efectos la forma de la actuación del actor, demandante,
denunciante o querellante, ya que producido el hecho infraccional, la prescripción de la
acción se interrumpe por el hecho de deducirse demanda, denuncia o querella ante el
Tribunal correspondiente. Incluso, si el Tribunal ha tomado conocimiento de los
hechos por denuncia de Carabineros, sin participación de parte, dicha denuncia inte-
rrumpe la prescripción de la acción persecutoria de la responsabilidad contravencional
y si el procedimiento no se paraliza por más de un año –transcurrido el cual el término
de prescripción habría continuado corriendo– debe desestimarse la excepción de
prescripción opuesta por la parte demandada. No es óbice para la conclusión anterior,
el hecho de que la demandante no deduzca denuncia o querella, porque la intervención
de la demandante civil tiene lugar en un proceso contravencional, cuya tramitación se
encuentra pendiente a la fecha de interposición de la demanda, proceso en que el
demandado es denunciado100.

Existe norma especial de prescripción en la legislación del tránsito, referida preci-


samente al procedimiento y sólo se refiere al aspecto contravencional de la litis, a la
que se da carácter de principal, siendo precisamente en su contexto en el que debe
accionarse civilmente y en forma oportuna. Nada justifica ni ordena la aplicación de la
norma civil a un procedimiento diferente, con un antecedente infraccional, como es el
juicio reglado por la ley 18.287, en relación a la norma del Código de Procedimiento
Civil que no tiene aplicación obligatoria ni general dispuesta.

Al respecto, un fallo del Primer Juzgado de Policía Local de Las Condes expone
que se ha resuelto reiteradamente que las normas del Código de Procedimiento Civil
no son aplicables por vía supletoria al procedimiento ante los Juzgados de Policía
Local y que, tanto es así, que el legislador, cuando quiso que dicho Código fuera
aplicable, así lo dijo expresamente, como es el caso del artículo 30 de la Ley 18.287,
agregándose que la Ley 18.287 no contiene en ninguna de sus disposiciones, normas
sobre abandono del procedimiento, por lo que no se dio lugar, en esa oportunidad, a la
declaración de encontrarse abandonada la acción civil, que había formulado el deman-
dado101.

Diferente es la situación que se produce con ocasión del cumplimiento del fallo en
sede de Policía Local. En este caso se trata de cumplir una resolución judicial ejecuto-
riada que ha puesto término al proceso infraccional y al civil accesorio, respecto de los
que ha operado la institución de la cosa juzgada, no teniendo aplicación lo dispuesto

100
Tercer Juzgado Civil de Mayor Cuantía de Santiago, 13 de septiembre de 1969, confirmando sentencia
del Cuarto Juzgado de Policía Local de Santiago, de 25 de julio de 1968. Revista, Tomo LXVI, Sección
Cuarta, p. 240 y ss.
101
Primer Juzgado de Policía Local de Las Condes, 27 de junio de 1996, Rol N1 59.186-4. No publicada.

183
en el artículo 5° de la Ley 15.231 sobre prescripción de la acción contravencional, ya
terminada.

5.3.5.f – La Acción Civil. Patrocinio de abogado y requisitos

Si se acciona pretendiendo una regulación de daños y perjuicios de cuantía superior


a cuatro unidades tributarias mensuales, se deberá comparecer patrocinado por un
abogado habilitado para el ejercicio profesional y constituir mandato judicial, de
acuerdo a las disposiciones de la Ley Nº 18.120 que establece normas sobre compare-
cencia en juicio, en virtud de lo que dispone el inciso segundo del artículo 7° de la Ley
Nº 18.287.

La acción civil que se deduzca, además deberá cumplir con los requisitos formales
exigidos por el artículo 254 del Código de Procedimiento Civil, en cuanto a designa-
ción del Tribunal, nombre, domicilio y profesión u oficio del demandante y del deman-
dado, una exposición clara de los hechos y fundamentos de derecho en que se apoya y
la enunciación precisa y clara, consignada en la conclusión, de las peticiones que se
sometan al fallo del Tribunal.

5.3.5.g – Notificación de las resoluciones. Norma general. Excepciones

En materia de notificaciones, luego de las reformas introducidas por la Ley Nº


19.676 publicada el 29 de mayo de 2000, que entraron a regir seis meses después de
su publicación, en el procedimiento de la Ley Nº 18.287 la regla general es que “las
resoluciones se notificarán por carta certificada, la que deberá contener copia
íntegra de aquéllas”, como lo dispone la primera parte del inciso primero de su
artículo 18.

Esta notificación por carta certificada, se entenderá practicada “al quinto día con-
tado desde la fecha de su recepción por la oficina de Correos respectiva, lo que
deberá constar en un libro que, para tal efecto deberá llevar el secretario”, según lo
ordena el inciso tercero de la disposición citada, agregándose que “si la carta certifi-
cada fuere devuelta por la oficina de correos por no haberse podido entregar al
destinatario, se adherirá al expediente. Lo anterior es sin perjuicio de la aplicación
de las reglas generales sobre nulidad procesal.”.

Haciendo excepción a la norma general de notificación, en primer lugar, ordena la


parte final del inciso primero del artículo 18 en estudio, que “las sentencias que
impongan multas superiores a cinco unidades tributarias mensuales, las que cance-
len o suspendan licencias para conducir y las que regulen daños y perjuicios supe-

184
riores a diez unidades tributarias mensuales, se notificarán personalmente o por
cédula”. También constituyen excepción, las normas sobre notificación de las acciones
que se deduzcan en el procedimiento, excepciones a las que nos referiremos.

5.3.5.h – Notificación de la demanda, querella o denuncia. “Cedulón”.

“La notificación de la demanda, querella o denuncia se practicará personalmente,


entregándose copia de ella y de la resolución del Tribunal, firmada por el Secretario,
al demandado, querellado o denunciado”, como lo dispone el inciso primero del
artículo 8° de la Ley N° 18.287.

Agrega la disposición en su inciso segundo, que “sin embargo, si la persona a


quien debe notificarse no es habida en dos días distintos, en su casa habitación o en
el lugar donde habitualmente pernocta, o ejerce su industria, profesión o empleo”,
ordena la ley que se entregarán las copias a cualquier persona adulta que allí se en-
cuentre o se fijarán dichas copias en la puerta, sin que sea necesario decreto previo del
Juez y siempre que se establezca que la persona a quien debe notificarse se encuentra
“en el lugar del juicio” y que aquella es su morada o lugar de trabajo, “bastando para
comprobar estas circunstancias la debida certificación del ministro de fe”.

Con relación a esta notificación especial de las acciones, a la que para los únicos
efectos didácticos de este curso y de estudio y comprensión, llamaremos “por cedu-
lón”, es importante tener presente que la reforma de mayo de 2000 ha mantenido el
error de exigir que la persona a la que se trata de notificar se “encuentre en el lugar del
juicio”, lo que muy pocas veces puede cumplirse en rigor, por cuanto, como los
Juzgados de Policía Local son comunales, con asiento en la Comuna, justo es deducir
que “el lugar del juicio” es precisamente la Comuna en que funciona el tribunal, siendo
evidente que el legislador nunca ha querido que sólo se notifiquen por este medio los
residentes en esa Comuna, sino que la norma está dirigida realmente a que el notifica-
do se encuentre en el lugar en que se le deja la cédula, sea ese el lugar del juicio u otro
cualquiera en el que tenga su residencia o lugar de trabajo o empleo.

Otra observación que merece la norma, es que se ha adecuado la ley a la realidad de


los “condominios” y edificios colectivos de departamentos, en los que no se permite el
acceso a extraños a los residentes y, lógicamente entre ellos, a los funcionarios que
ofician de receptor, lo que dificultaba y hacía muchas veces imposible poder entregar
la cédula adecuadamente. A estos efectos, en relación al sitio en que debe y puede
practicarse la notificación, se ha establecido que “si a dicho lugar no se permitiere el
libre acceso, las copias se entregarán al portero o encargado del edificio o recinto,
dejándose testimonio expreso de esta circunstancia.”

185
Importante modificación al texto legal ha sido el cambio decretado en relación a
quién puede oficiar de receptor. Disponía la ley que las notificaciones y otras diligen-
cias, se podían hacer por carabineros o por un empleado municipal designado por el
Juez. Con el interés de sacar del trabajo de Carabineros las funciones que no sean
netamente policiales, se ha establecido a este respecto en el citado artículo 8º de la Ley
Nº 18.287, modificado, que “las notificaciones a que se refiere este artículo, así
como las demás actuaciones que determine el Tribunal, podrán hacerse por un
receptor judicial, notario, oficial del registro civil del domicilio del demandado,
denunciado o querellado, o bien por un funcionario designado por el juez, sea muni-
cipal, del Tribunal, del servicio público a cargo de la materia o de la Corporación
Nacional Forestal tratándose de infracciones a la legislación forestal y, en casos
calificados, que el tribunal determinará por resolución fundada, por un Carabinero.
La designación del funcionario del respectivo servicio público o de la Corporación
Nacional Forestal se hará de una nómina de profesionales y técnicos que el Director
Regional correspondiente enviará al tribunal, a petición de éste. Todos los funciona-
rios señalados actuarán como ministro de fe, sin que sea necesaria la aceptación
expresa del cargo”.

“Las personas que el Tribunal designe”, agrega el inciso final de la norma en estu-
dio, ejercerán como Receptores Judiciales en todas las actuaciones y podrán hacerlo
incluso fuera del territorio jurisdiccional del Tribunal que los designa, teniendo dere-
cho a cobrar por su trabajo, “hasta el 75% de los derechos fijados en el arancel de
receptores judiciales establecido por el Ministerio de Justicia”, disposición que
carece de aplicación práctica, ya que el mencionado arancel fue derogado y no ha sido
repuesto.

5.3.5.i – Plazo para notificar las acciones. Sanción

Dos aspectos deben considerarse: notificación de la querella o denuncia y notifica-


ción de las acciones civiles que se hubieren interpuesto en tiempo y forma y no hubie-
ren caído en la sanción de caducidad del inciso cuarto del artículo 9° de la ley de
procedimiento.
Para notificar la denuncia o querella infraccional no se ha señalado plazo en la ley,
pero es evidente que debe estar en conocimiento del denunciado o querellado en el
momento de efectuarse el comparendo infraccional, ya que de no ser así, no se encon-
traría trabada la litis y el denunciado o querellado no podría hacer valer su defensa.
Menos aún podría ser sancionado, si no fue emplazado de la acusación infraccional en
su contra. Estaría en una situación de completa indefensión.

186
En lo referente a las acciones civiles, éstas deberán notificarse con tres días de anti-
cipación, a lo menos, del comparendo de contestación y prueba que se celebre. Caduca
el derecho a notificarlas, dispone el inciso 4° del artículo 9° de la Ley N° 18.287, si
una vez deducidas, no se hubieren notificado dentro del plazo de cuatro meses desde
su ingreso, caso en el que se tendrán por no presentadas.

5.3.5.j – Notificaciones por cédula

La ley 18.287 no define qué debe entenderse por “notificación por cédula”, a la
que se refiere en el artículo 18, inciso primero. Entendemos que lo es la que se practi-
ca conforme al artículo 48 del Código de Procedimiento Civil, ya que cuando se ha
querido que la notificación se efectúe conforme a la norma especial del artículo 8° de
la ley de procedimiento, lo ha dicho expresamente, como sucede en el caso del inciso
segundo del artículo 29. Abona esta interpretación el hecho que tal notificación con-
forme al Código de Procedimiento Civil, no es extraña a la Ley 18.287, ya que está
contemplada expresamente en el inciso final de su artículo 17, al referirse a la notifica-
ción del cumplimiento incidental de lo fallado, la que debe efectuarse “personalmente
o en conformidad al artículo 48 de dicho Código”.

Se efectuará por cédula también, que se dejará en el domicilio que registre el con-
ductor afectado, la citación en el “Procedimiento de Cancelación y Suspensión de la
Licencia de Conductor por Acumulación de Anotaciones de Infracciones”, de que
trata el Título IV de la Ley 18.287.

5.3.5.k – La notificación personal como única forma de notificar

Considerando que siempre va a tener cabida la notificación personal, respecto de


toda resolución, hay obligación de notificar personalmente como única forma de
hacerlo, en dos casos. El inciso segundo del artículo 18 de la Ley 18.287, la establece
respecto del condenado, para la sentencia que imponga pena de prisión; y la resolución
que decreta una medida precautoria, para los efectos de aplicar las penas del artículo
467 del Código Penal al que defraudare los derechos del acreedor, en los términos del
artículo 31 de la Ley 18.287.

5.3.5.l –Facultad de retirar el vehículo para asegurar la notificación de las acciones

“En las causas seguidas por accidentes del tránsito, el juez podrá decretar el reti-
ro del vehículo cuando no pueda notificarse la demanda, denuncia o querella porque
el domicilio del conductor o del propietario del vehículo registrado en la Municipa-
lidad, en el Registro Nacional de Conductores, en el Registro de Vehículos Motori-
zados o en el Registro Nacional de Servicios de Transporte de Pasajeros, según sea

187
el caso, fuere inexistente o no correspondiere al de quien debe ser notificado”, de
acuerdo a lo que autoriza el inciso cuarto del artículo 8º de la Ley Nº 18.287, luego de
la sustitución de dicho artículo por el Nº 3 del artículo 1º de la Ley Nº 19.676, que
además, suprimió la facultad de decretar el arresto del conductor de que estaban
premunidos los Jueces de Policía Local en tales circunstancias.

Antes de la reforma, el Juez podía, además, decretar el arresto del conductor en


iguales circunstancias, facultad que ha sido derogada, entre otras que han puesto
término a variadas circunstancias de arresto que contemplaba la legislación del tránsi-
to, desde su vigencia en 1985.

5.3.5.m – Derecho a solicitar que se fije nuevo día y hora para celebrar comparendo.

Si no hubieren transcurrido cuatro meses desde la presentación de la demanda civil


y ésta no se hubiere notificado a lo menos con tres días de anticipación al comparendo,
el actor civil podrá solicitar que se fije nuevo día y hora para el comparendo, como lo
autoriza expresamente el inciso segundo del artículo 91 de la Ley de Procedimiento.

Entendemos esta disposición como un derecho de la parte, al que debe accederse,


ya que no es propio concluir que la ley disponga que la parte “podrá solicitar”, si no
se estuviere confiriendo el derecho a pedir nuevo día y hora. La ley agrega en el inciso
final del artículo 10 de la Ley de Procedimiento, que el Juez en todo caso, podrá, de
oficio, “suspender el comparendo y fijar nuevo día y hora para su continuación”,
pero sólo una vez “oída la defensa del demandado”, es decir, concede al Juez la
facultad de fijar el nuevo día y hora en las circunstancias anotadas, cuando lo estime
pertinente y luego de la defensa, pero no limita el derecho de la parte a pedirlo en el
caso propuesto del artículo 9º, ni lo condiciona a que el Juez lo acepte o no.
La expresión “podrá solicitar” que emplea la ley, otorga tal derecho a la parte que,
habiendo presentado su demanda oportunamente, no la hubiere notificado en plazo,
frente a su interés en realizar el comparendo en lo infraccional, o no pedir este nuevo
día y hora y seguir adelante con uno o varios demandados a los que sí hubiere notifi-
cado, dejando de lado a los no notificados, a su elección. Es la parte la que está llama-
da a decidir si formula o no esta petición de postergación. Es más, estimamos que el
Juez no puede suspender antes de “oída la defensa del demandado” por expresa
disposición legal, lo que refuerza el derecho que tiene la parte para solicitar nuevo día
hora, situación diferente de suspender, aunque en la práctica se usan indiferentemente
y como sinónimos.

188
5.3.5.n – La “Ratificación”. Defensa del demandado, observaciones y reconvención

La costumbre, seguramente heredada del procedimiento penal, ha determinado que


normal y generalmente las audiencias de contestación prueba se inicien con un trámite
que se ha dado en llamar de “ratificación” por parte del actor, de las acciones deduci-
das, trámite que no está establecido en la Ley y que, por consiguiente, no es obligato-
rio.

Luego, la defensa del demandado, denunciado o querellado, podrá hacerse verbal-


mente o por escrito. A ella se refiere expresamente el artículo 1º de la Ley Nº 18.287
sobre Procedimiento, agregando que “las partes podrán formular observaciones a la
demanda, denuncia o querella y a la defensa, en su caso, de lo que se dejará cons-
tancia por escrito”. De acuerdo a la ley, esta defensa y las observaciones deben for-
mularse en el comparendo “de contestación y prueba” o audiencia de estilo, a que se
haya citado a las partes.

Podrá el demandado, sólo “al formular su defensa, reconvenir al actor de los da-
ños sufridos como consecuencia del accidente. La reconvención se tramitará con-
juntamente con la demanda, en el mismo comparendo a que fueron citadas las par-
tes”.

Las mencionadas “observaciones a la demanda, denuncia o querella”, en su caso,


constituyen en el hecho la contestación propiamente tal y las “observaciones a la
defensa” son en la práctica un verdadero derecho a réplica, sin que el demandado
tenga la oportunidad de duplicar, al no concederle la ley oportunidad al efecto.

5.3.5.o – La suspensión del comparendo

Sólo el Juez, en todo caso y luego de “oída la defensa del demandado”, “si lo es-
tima conveniente y en resguardo de los derechos del demandante o del demandado,
podrá suspender el comparendo y fijar nuevo día y hora para su continuación, con el
solo objeto de recibir la prueba”, de acuerdo a lo que señala el inciso tercero y final
del citado artículo 10.

Normalmente se ha aceptado que las partes, de común acuerdo soliciten y obtengan


la suspensión de la audiencia que ya han iniciado.

Debemos aclarar que la “suspensión” a que se refiere este párrafo es la única que
puede recibir ese apelativo, ya que es común y generalizada práctica, que a la petición
de nuevo día y hora, en los casos en que es procedente de conformidad a la ley, se le

189
llame erróneamente a nuestro juicio, “suspensión”. Sólo puede suspenderse lo que se
ha iniciado y, en el caso de la petición de nuevo día y hora, la audiencia no se inicia y
se mantienen vigentes los derechos a accionar o a presentar listas de testigos en plazo.

5.3.5.p – Llamado a conciliación

Dispone el artículo 11 de la Ley de Procedimiento, que en el comparendo, después de


oír a las partes y en el curso del proceso, en cualquier momento, “el Juez las llamará a
conciliación sobre todo aquello que mire a las acciones civiles deducidas”. “Producida la
conciliación, la causa seguirá su curso en lo contravencional”, disposición que no es más
que una ratificación de que la parte civil en este procedimiento es accesoria de la infraccio-
nal, la que es la base fundamental y centro del mismo. Agrega la disposición que “de la
conciliación total o parcial se levantará acta que contendrá solo las especificaciones del
arreglo, la cual suscribirá el Juez, las partes y el Secretario y tendrá el mérito de senten-
cia ejecutoriada”.

“Las opiniones que emita el Juez, en el acto de la conciliación, no lo inhabilitan


para seguir conociendo de la causa”.

5.3.5.q – Prueba de testigos. Concepto de “parte”. Lista. “Domicilio” y “Residencia”

Como lo dispone el artículo 12 de la Ley Nº 18.287, en los casos de accidentes del


tránsito, “cuando las partes quieran rendir prueba testimonial, deberán indicar el
nombre, profesión u oficio y residencia de los testigos en una lista que entregarán en
Secretaría antes de las 12:00 horas del día hábil que preceda al designado para la
audiencia. No se examinarán testigos no incluidos en tales listas, salvo acuerdo
expreso de las partes”.

El número máximo de testigos que puede presentar cada parte, cualquiera sea el núme-
ro de hechos controvertidos, es de cuatro y “tratándose de daños en choque, si el con-
ductor y el propietario de un vehículo fueren personas diferentes, sólo se considerarán
partes distintas, si entre ellos existe, en el juicio, algún interés contradictorio”. Esta
disposición constituye una norma muy especial, que diferencia el alcance individual que
generalmente tiene en Derecho Procesal el concepto de “parte”, englobando a dos o más
sujetos participantes en la litis, ligados por el interés que tengan en la misma, aunque sean
completamente diferentes e, incluso, desligados entre sí y uno sólo de ellos sujeto infrac-
cional pasivo. La especialidad de la norma radica fundamentalmente en que la considera-
ción como una sola parte, se hace efectiva sólo para los efectos de la testimonial, ya que en
el resto del juicio pueden ser perfectamente partes diferentes, sujetos a obligaciones y
derechos procesales y requiriendo de notificaciones particulares cada una de ellas.

190
En el procedimiento ante el Juez de Policía Local, no podrá acreditarse por testigos
la existencia o fecha de un acto que sea título traslaticio del dominio de un vehículo
motorizado.

En la práctica, las partes deben concurrir con los testigos a la audiencia y en ella
son interrogados. Normalmente no procede ni se hace lugar a su citación por el Tribu-
nal, precisamente por entenderse que es a la parte a la que corresponde presentarse
“con sus testigos y demás medios de prueba” y no al Tribunal obligarlos a compare-
cer, salvo que se trate de funcionarios de carabineros, los que son citados, atendida la
importancia que su declaración puede revestir en la solución de lo infraccional y la
necesidad de excusar su ausencia.

Con relación a la individualización, residencia y citación, se ha resuelto que la individua-


lización de los testigos tiene por objeto que los que se indican en la lista sean verdadera-
mente los mismos que presten declaración en el Tribunal, lo que se cumple con la indivi-
dualización contenida en la cédula de identidad, siendo los datos relativos al domicilio del
testigo necesarios sólo en cuanto su comparecencia deba ser producto de citación del
Tribunal y en consecuencia, comete falta o abuso el juez que resuelve que no puede prestar
declaración el testigo cuyo domicilio indicado en la lista no corresponde al señalado por él
en la audiencia de prueba102.

En materia de individualización, la ley 18.287 se aparta del texto de la ley civil co-
mún, al requerir que se indique respecto de los testigos en la lista correspondiente “la
residencia”, en lugar “del domicilio” del que hablan los artículos 90 y 320 del Código
de Procedimiento Civil, siendo ambos términos, jurídicamente hablando, conceptos
diferentes. No obstante, preciso es reconocer que tratándose de juicios especiales, el
mismo Código requiere de “residencia” y no de “domicilio” de los testigos, en sus
artículos 551, 554 y 558.

La ley distingue diferentes tipos y clases de domicilio y, para el derecho civil, la re-
sidencia es un elemento del domicilio, ya que el artículo 59 del Código Civil define
“domicilio”, expresando que éste “consiste en la residencia, acompañada, real o
presuntivamente, del ánimo de permanecer en ella”, en el párrafo 2 del Título I de su
Libro I, bajo el epígrafe “Del domicilio en cuanto depende de la residencia y del
ánimo de permanecer en ella”.

Existe el “domicilio civil”, relativo a una parte determinada del territorio del Esta-
do, como expresa el artículo 61 del Código Civil y el “domicilio político”, del artículo
60. La voz “residencia”, a su vez, no tiene definición legal, por lo que es necesario

102
C. de Santiago, 20 de abril de 1981, Revista, Tomo LXXVIII, Sección Segunda, p. 46.

191
acudir a la interpretación jurisprudencial de la misma y al Diccionario de la Real Aca-
demia, que la define como “acción y efecto de residir”, “lugar en que se reside” y, en
sus acepciones 3 a 8 y en la 13, restringe su alcance a “casa”, “conjunto de viviendas”,
“establecimiento” y “edificio”, limitando notoriamente el concepto amplio que implica
la idea de domicilio.

La jurisprudencia surgida a la luz de la exigencia de “domicilio” que contiene la ley


civil, se refiere lógicamente al aludido en el artículo 320 del Código de Procedimiento
Civil y, en ese caso, sería aceptable la mención de la comuna o de la ciudad, sin una
indicación más precisa. Sin embargo, requiriendo la ley especial que nos ocupa, la
mención de la residencia, es necesario que lo que se entregue sea precisamente la
residencia efectiva, lugar de morada, casa, edificio, conjunto, etc., no bastando la
generalidad. No puede olvidarse, con el pretexto de no entrabar la producción de las
pruebas en juicio, que el litigio ante el Juez de Policía Local se desarrolla ante un Juez
Letrado y la litis se ha ordenado en la Ley Nº 18.287 en una determinada forma que
es, en relación a la lista de testigos y otras actuaciones, escrita. El artículo 12 de la Ley
dispone que en caso de accidentes, los testigos deben presentarse en una lista, en
determinado plazo y con determinados requisitos. Si la lista no se presenta, no pueden
interrogarse los testigos. Igual cosa ocurre con los que no estén incluidos en la lista y
debe ocurrir, lógicamente, con los que no cumplen los requisitos que la ley establece.
Respecto a la forma del interrogatorio y de acuerdo con la aplicación analógica que
debe hacerse de esta materia en silencio de la ley especial, los testigos deben ser
juramentados, examinados separada y sucesivamente, principiando por los del deman-
dante, sin que puedan unos presenciar las declaraciones de los otros y ser interrogados
sobre admisibilidad o causas de inhabilidad y también de tachas por las partes y luego
por el Tribunal respecto de los hechos que les constan. Las partes tienen el derecho a
repreguntarles y a contrainterrogarlos.

Si el Juez lo estima pertinente, autorizado por la frase final del artículo 13 de la ley pro-
cesal, puede obligar a comparecer a los testigos, incluso compeliéndolos por medio de la
fuerza y a declarar, si compareciendo, se negaren sin justa causa a hacerlo, manteniéndolos
en arresto hasta que presten su declaración, facultades que surgen precisamente del llama-
do expreso, que en materia tan importante como la libertad de las personas, se formula al
artículo 380 del Código de Procedimiento Civil.

Los testigos no podrán llevar sus declaraciones escritas, por aplicación de lo dis-
puesto en el artículo 367 del Código de Procedimiento Civil.

192
5.3.5.r – Otros medios probatorios

Dispone la ley de procedimiento en su artículo 16, que “el Juez podrá decretar en
todos los asuntos de que conozca, durante el transcurso del proceso, las diligencias
probatorias que estime pertinentes”. Tiene el Tribunal amplias facultades para ordenar
y admitir todos los medios de prueba y ordenar las diligencias probatorias que estime
pertinentes y los que le ofrezcan las partes, con la limitación que sean dictadas dentro
del procedimiento y no se favorezca a una parte en perjuicio de la otra. No podría, en
consecuencia, decretarse una audiencia testimonial especial o escuchar testigos no
incluidos en las listas presentadas en plazo sin acuerdo de las partes, por ejemplo.

El comparendo de estilo o de contestación y de prueba, es en este procedimiento el


equivalente al término probatorio en el procedimiento civil ordinario y, por expresa
disposición de la ley, es fatal para la recepción de la prueba testimonial, como lo es el
probatorio en ese juicio, por disposición del artículo 340 del Código de Procedimiento
Civil, pudiendo admitir el Juez si lo estima pertinente, el resto de las probanzas, aun-
que se pidan o produzcan fuera del comparendo de estilo, las que valorará con las
amplias facultades de apreciación de que está investido.

No existiendo norma expresa en la Ley de Procedimiento, los instrumentos, la


confesión provocada, la inspección personal del Tribunal, los informes de peritos y las
presunciones, deben regirse por la normativa del Código de Procedimiento Civil, como
forma de hacer practicables las diligencias y en lo que fueren aplicables, conforme a la
naturaleza del proceso de la Ley 18.287 y, en lo relativo a la apreciación del juez, a las
normas que la propia ley señala.

5.3.6 – La prueba. Principios que la informan en el Proceso de Policía Local

La prueba está constituida, en sentido amplio, por los diversos medios por los que
llega la inteligencia al descubrimiento y comprensión de la verdad. En derecho proce-
sal es, al decir de Carnelutti, un medio de verificación de las proposiciones que los
litigantes formulan en el juicio 103. No tiene definición legal en el derecho positivo
chileno y el Juez debe constituirse, al menos en la parte infraccional, en un investiga-
dor de la verdad, informado del principio inquisitivo que impera en su accionar.

En lo relativo al principio de disponibilidad de las partes en la producción de la


prueba, éste obtiene sanción legislativa al final del artículo 12 de la Ley 18.287, al
disponerse que “no se examinarán testigos no incluidos en tales listas, salvo acuerdo
expreso de las partes”. Se limita el número de testigos a cuatro máximo por cada

103
“Sistema de Derecho Procesal Civil”, Tomo I, Pág. 674.

193
parte, cualquiera sea el número de hechos controvertidos y se reglamenta el concepto
de parte, entendiendo que son distintas, sólo las que tengan interés contradictorio en el
juicio.

Se encuentra excluida de la testimonial, la prueba de la existencia o fecha de un


acto que sea título traslaticio del dominio de los vehículos motorizados, disposición
contenida en el inciso segundo del mencionado artículo 12.

5.3.6.a – La Prueba. Oportunidad para rendirla. Prueba documental. Fotoco-


pias de documentos. Fotografías

Durante la vigencia de la ley 15.231, Orgánica de los Juzgados de Policía Local,


cuyo texto y espíritu son similares en este punto al que contiene la actual ley de pro-
cedimiento, se resolvió que la oportunidad para rendir toda la prueba es el comparen-
do a que se refería el antiguo artículo 18, equivalente al actual 7º, resultando incom-
patible con esa voluntad la aplicación de ciertas normas procesales comunes en la
materia de que se trata, como por ejemplo, aceptar que pueda rendirse confesional
hasta dos veces en primera instancia o que pueda solicitarse informe de peritos mien-
tras el juicio esté pendiente, señalándose también que el comparendo debe mantener
un orden lógico: contestación, prueba primero del demandante y luego de la contra-
parte. Este orden, además de ser equitativo, tiene que ser respetado en resguardo de la
igualdad de condiciones en que deben mantenerse las partes y del claro espíritu de la
ley, al establecer un procedimiento concentrado. Se agregó que la ley especial obliga a
las partes a concurrir a la audiencia de prueba con sus medios de prueba y si alguno de
éstos, por su naturaleza, no puede rendirse o consumarse en ella, es obvio que, tenien-
do en cuenta el espíritu claramente manifestado por el legislador, deban, por lo menos,
solicitarse en la audiencia, aunque se desarrollen o consumen ulteriormente104.

Diferente es el caso de la documental, ya que por su naturaleza, estimamos que


puede ser acompañada con la citación o los apercibimientos correspondientes, incluso
después de evacuado el comparendo de estilo. Así se ha estimado reiteradamente por
la mayoría de los juzgados de Policía Local que admiten la documental acompañada
fuera de la audiencia y con posterioridad a ella.

Si el Juez de Policía Local está revestido de amplias facultades para apreciar la


prueba y si la documental puede rendirse incluso en segunda instancia, como lo autori-
za expresamente el inciso segundo del artículo 34 de la ley 18.287, el comparendo de
estilo –equivalente procesal del término probatorio del juicio ordinario–, es fatal
únicamente para rendir la testimonial, siendo procedente acoger la prueba documental

104
C. Suprema, 2 de agosto de 1983, Revista, Tomo LXXX, Sección Primera, p. 65 y ss.

194
que se rinda con posterioridad, siempre que se cautelen los intereses de los litigantes
asegurando el cumplimiento del principio de la bilateralidad de la audiencia e impi-
diendo la indefensión de cualquiera de las partes, mediante lo citación y plazos perti-
nentes para decir lo que la documental así rendida les motive.

El valor probatorio de la prueba documental deberá ser acordado por el Tribunal,


de conformidad a las normas generales y haciendo uso de las amplias facultades que en
materia de apreciación está investido. Sin embargo, resulta interesante consignar que
se han introducido muchos instrumentos y formas de documentos, de los que no se
tenía noticia y, poco a poco, se presentan en los Tribunales vídeos que contienen la
secuencia de un accidente, por ejemplo, el que ha sido presentado por los noticieros de
televisión. Estimamos que de ellos, el Juez puede obtener importantes conclusiones,
no existiendo normas en contrario y validando sus conclusiones con el razonamiento
que le impone el inciso segundo del artículo 14 de la Ley N° 18.287. Si la prueba es
un instrumento destinado a proporcionar al Juez conocimiento sobre los hechos de que
depende el derecho que debe declarar en la sentencia, cuanto más directa e inmediata
sea la relación que logre con esos hechos, más cabal y mejor habrá de ser el conoci-
miento que obtenga de ellos105.

En lo relativo a fotocopias acompañadas en juicio, se ha fallado, tratándose de fo-


tocopia de escritura pública, que “la fotocopia de una escritura pública de compra-
venta, acompañada al proceso y ordenada agregar con citación, sin que fuera objetada
en forma alguna por la parte contraria, debe ser considerada como instrumento público
en juicio, y, por lo tanto, como escritura pública, según lo establece el artículo 342 N°
3 del Código de Procedimiento Civil”106. Nada impide, a nuestro juicio, que se de el
valor que corresponde a la fotocopia simple de un instrumento privado, siempre y
cuando se resguarde el principio de bilateralidad, otorgando la posibilidad a quien
interese, de decir lo que corresponda a sus derechos.

Otro documento de frecuente uso es aquel al que se agrega una certificación es-
tampada por un Notario, en la que se dice –especialmente en el caso de fotografías-,
que corresponden al vehículo tal y cual. Esa certificación, así como otras que se
estampan en documentos privados, “no los convierte en públicos”107. Su mérito pro-
batorio, “autorizados” o no, dependerá de los restantes elementos de prueba que se
aporten a la causa y, muy especialmente, del reconocimiento que de tales documentos
se haga por las partes, por testigos, o por quienes aparecen otorgándolos, en confor-
midad a las normas generales.

105
C. de Punta Arenas, 5 de enero de 1990, Revista, Tomo LXXXVII, Sección Segunda, p. 1 y ss.
106
C. Suprema, 27 de septiembre de 1990, Revista, Tomo LXXXVII, Sección Primera, p. 153.
107
C. de Santiago, 16 de agosto de 1990, Revista, Tomo LXXXVII, Sección Segunda, p. 158.

195
5.3.6.b – La Prueba. Normas de la sana crítica

La eficacia de la prueba y su apreciación aparecen informados en general, por tres


principios básicos. El primero, “positivo”, “legal” o “formal, en el que el valor de cada
medio de prueba está señalado expresamente por la ley, debiendo ajustarse el Juez al
mandato del legislador; luego se conoce el sistema de la “prueba libre o de libre con-
vicción”, en el que el Juez es libre para fijar la eficacia de la prueba, tomando en
cuenta solamente lo que su apreciación y criterio le indiquen; y, finalmente, un tercer
sistema, intermedio entre los dos citados, llamado “de la sana crítica” o de “persua-
sión racional”, en el que el Juez no se encuentra sometido al mandato de la ley en
cuanto a la valorización de los medios probatorios, pero debe ajustarse a imperativos
dados, de tipo personal, como lo son la lógica, la experiencia, el buen sentido y la
prudencia y debe expresar el raciocinio lógico efectuado y el por qué del mismo. Este
último fue el establecido en la Ley 15.231, que facultó para apreciar “en conciencia”,
término sinónimo de la “sana crítica” en actual vigencia.

Como sucede en el sistema de la Ley 18.287, el Juez “se encuentra en la necesidad


de demostrar, de evidenciar mediante consideraciones de hecho, los motivos de su
convicción, de tal suerte que es posible fiscalizar todo el proceso intelectual crítico y
analítico en cuya virtud tiene por establecidas las premisas de hechos en que se apoya
la declaración jurisdiccional”108.

Dispone el artículo 14 de la Ley 18.287 que “el Juez apreciará la prueba y los an-
tecedentes de la causa, de acuerdo con las reglas de la sana crítica y del mismo
modo apreciará la denuncia formulada por un carabinero, Inspector Municipal u
otro funcionario que en el ejercicio de su cargo deba denunciar la infracción...”,
habiéndose resuelto a este respecto, que en los procedimientos de Policía Local, el
Juez aprecia la prueba según las reglas de la sana crítica y del mismo modo pondera la
denuncia referida, motivo por el cual no resulta suficiente el sólo testimonio de un
testigo que aparece contradiciendo el denuncio, ya que tal declaración por ser singular,
no reúne los requisitos de multiplicidad, gravedad, precisión, concordancia y conexión
con las restantes pruebas109, confirmándose el texto legal, al resolverse que, en los
pleitos derivados de accidentes del tránsito y tramitados ante los Juzgados de Policía
Local, la prueba debe apreciarse conforme a las reglas de la sana crítica y esta forma
de apreciar la evidencia obliga al Tribunal a expresar las razones jurídicas, científicas o
técnicas en cuya virtud se asigna valor a las probanzas rendidas o se las desestima 110.

108
Pereira A., Hugo, Derecho Procesal del Trabajo, Santiago Editorial Jurídica de Chile, 1961, p. 1
109
C. Pdte. Aguirre Cerda, 24 de marzo de 1992, Revista, Tomo LXXXIX, Sección Segunda, p. 24.
110
C. Suprema, 9 de julio de 1992, Revista, Tomo LXXXIX, Sección Primera, p. 87.

196
El sistema de apreciación de la prueba conforme a la sana crítica, en el orden pro-
cesal general de la ley chilena, “no contiene reglas establecidas en los Códigos”, como
lo ha expresado la Corte Suprema 111. Al mismo tiempo, la “sana crítica” se diferencia
de la “apreciación de la prueba de libre convicción”, por cuanto la primera consiste en
una “valoración judicial sujeta a control”, lo que la sitúa mas cerca de la prueba “tasa-
da” que de la “de libre convicción”.

Esta característica lógico-procesal se hace más estricta aún, en las normas regulato-
rias de la prueba contenidas en la Ley 18.287, desde la reforma introducida por el Nº 6
del artículo 21 de la Ley 18.597 que, agregando un inciso al artículo 14 de la antedi-
cha Ley, ordenó que: “Al apreciar la prueba de acuerdo con las reglas de la sana
crítica, el tribunal deberá expresar las razones jurídicas y las simplemente lógicas,
científicas o técnicas en cuya virtud les asigne valor o las desestime. En general,
tomará en especial consideración la multiplicidad, gravedad, precisión, concordan-
cia y conexión de las pruebas y antecedentes del proceso que utilice, de manera que
el examen conduzca lógicamente a la conclusión que convence al sentenciador”.

El inciso citado, aclara el alcance de esta forma de apreciar la prueba, la que se ha


establecido buscando una concordancia moderna con las modificaciones que se espera
introducir a los Códigos de Procedimiento. Parece conveniente llamar la atención
respecto a que en el ordenamiento procesal chileno ni siquiera los mas libres de los
administradores de justicia, los árbitros arbitradores, pueden apreciar con absoluta
libertad la prueba que conste en los procedimientos que son sometidos a su conoci-
miento y fallo, sino que, como lo señala el número cuarto del artículo 640 del Código
de Procedimiento Civil, deben ajustarse en los fundamentos de su sentencia a “las
razones de prudencia o de equidad”.

La facultad de apreciar la prueba en conciencia otorga a los tribunales la atribución


de considerar la que producen las partes sin sujeción a las reglas que para ello deter-
mina el derecho procesal, sea en cuanto a su naturaleza o a su mérito relativo o com-
parativo, pero aquella atribución no puede tener el significado de que los tribunales
pueden resolver una contienda judicial por la expresión de su sola voluntad arbitraria y
sin entrar a considerar la prueba rendida, no en un plano legal, pero sí dentro de otro
relacionado con las razones de diverso carácter que lo inducen a preferir unas pruebas
sobre otras. Dicha facultad importa la atribución de hacerlo en conformidad a la
conciencia, esto es, con conocimiento exacto y reflexivo de las cosas, según lo dice el

111
C. Suprema, 13 de noviembre de 1963, Revista, Tomo XL, Sección Primera, página 340; y 11 de abril
de 1971, Revista, Tomo LVIII, Sección Primera, p. 76.

197
Diccionario de la Lengua. Este conocimiento exacto y reflexivo de las cosas, se opone
al concepto de arbitrariedad112.

5.3.6.c – La absolución de posiciones

Párrafo especial merece el caso de la diligencia de absolución de posiciones y su


valor en términos de tener por confeso al absolvente que no comparece a la diligencia,
como así mismo, sus consecuencias en el resultado del proceso.
La facultad del Juez de apreciar la prueba en forma más libre, hace que la confesión
provocada no tenga una relevancia tan determinante como ocurre en otros procedi-
mientos. Se ha fallado que la circunstancia de haberse dado por confeso al conductor
de los hechos afirmados categóricamente en el pliego de posiciones, los que no lo
favorecen, no altera la convicción a que puede haber llegado el Tribunal luego del
estudio de los otros antecedentes del proceso, apreciando la prueba rendida conforme
a las reglas de la sana crítica113.

En materia infraccional, deben aplicarse normas similares a las existentes en materia


criminal relativas a la investigación de los delitos y sus circunstancias, para los efectos
de la apreciación de la confesión. En esos juicios, se ha estimado que no se admiten
posiciones de las partes sobre hechos de la causa, sean civiles o criminales, sino que
sólo se aceptan interrogatorios, a condición de que sean siempre dirigidos por el
Juez114. Se trata en realidad de impedir que por la vía de la prueba de posiciones, se
acomoden declaraciones y se emitan contrarias a las ya consignadas en los instrumen-
tos primeros del proceso, actuación ante Carabineros y declaración indagatoria y se
eviten acuerdos entre conductores y propietarios, para evitar por ejemplo, una even-
tual responsabilidad solidaria por los daños causados.

En lo relativo a la oportunidad de provocar la prueba confesional, ella no es otra


que el comparendo de estilo, antes o después de la testimonial y de las otras pruebas,
según el orden lógico que se de a la audiencia, generalmente en la etapa simplemente
llamada de “peticiones”.

5.3.7 – Procedimiento. Continuación

Estudiada la prueba en el procedimiento ordinario de Policía Local, corresponde


continuar con la sentencia y los trámites posteriores.

112
C. Suprema, 4 de diciembre de 1951, Revista, Tomo XLVIII, Sección Tercera, p. 75.
113
C. de Santiago, 28 de diciembre de 1994, Rol N1 2082-94, con firma fallo del Segundo Juzgado de
Policía Local de Las Condes, 5 de mayo de 1994, Rol Nº 16.162-92-3. No publicada.
114
C. de Temuco, 29 de junio de 1972, Revista, Tomo LXIX, Sección Cuarta, p 66 y ss.

198
5.3.7.a – La Sentencia. Plazo, Forma, Notificación y Comunicación

Dispone el artículo 17 de la Ley 18.287, que “la sentencia deberá dictarse en el


plazo de quince días, contado desde la fecha en que el proceso se encuentre en
estado de fallo” y los Jueces de Policía Local, en el estado bimensual que deben
remitir a la Corte de Apelaciones de su jurisdicción de acuerdo a lo ordenado en el
inciso tercero del artículo 8° de la Ley 15.231, deben incluir una lista de las causas que
se encuentren en estado sentencia, si las hubiere.

En cuanto al contenido de la sentencia, ésta debe expresar la fecha, la individualiza-


ción de las partes, una síntesis de los hechos y de las alegaciones de las partes, un
análisis de la prueba y las consideraciones de hecho y de derecho que sirvan de funda-
mento al fallo y la resolución de las cuestiones sometidas a la resolución del Tribunal,
enumeración que contiene el inciso segundo del artículo 17 de la Ley Nº 18.287.
Tratándose de denuncios por infracciones, es habitual que éstos se fallen en formula-
rios pre-impresos, sin cumplir en lo formal con los requisitos mínimos de una senten-
cia, lo que no es procedente y no ha sido aceptado, habiéndose pronunciado en este
sentido la Corte de Apelaciones de Santiago, al menos en dos oportunidades respecto
a fallos “abreviados” del Segundo Juzgado de Policía de Las Condes.

Toda resolución, incluida la sentencia, debe ajustarse a la norma general de notifi-


cación por carta certificada, salvo las expresamente excluidas. “Las sentencias que
impongan multas superiores a cinco unidades tributarias mensuales, las que cance-
len o suspendan licencia para conducir y las que regulen daños y perjuicios superio-
res a diez unidades tributarias mensuales, se notificarán personalmente o por cédu-
la”, según lo dispone la parte final del inciso primero del artículo 18 de la Ley 18.287.
A su vez, la que imponga pena de prisión, “será notificada en persona al condenado”,
de acuerdo al inciso siguiente.

Estimamos que si una sentencia no acoge una demanda civil interpuesta por valor supe-
rior a diez unidades tributarias mensuales o, sencillamente no la acogía, bajo el imperio del
texto legal anterior a la Ley Nº 19.676, esa resolución regula daños y perjuicios superiores
a dicha suma, ya que “regular daños y perjuicios”, en los términos del artículo 18 citado, es
ajustar en la conclusión del fallo por deducción de los antecedentes del proceso, el monto
de la indemnización demandada y, tanto regula y ajusta daños y perjuicios el fallo de otorga
la demanda en todo o algo de lo pedido, como el que niega lisa y llanamente lo demanda-
do. En consecuencia, el fallo que regula tales daños, ya sea acogiendo la demanda o dese-
chándola, debe notificarse personalmente o por cédula, no bastando la carta certificada al

199
convenio esa Municipalidad, quienes harán llegar al Tribunal el comprobante de
pago a la brevedad. Para estos efectos, el Juez de Policía Local remitirá al Tesorero
Municipal la nómina de las infracciones con sus correspondientes multas y el valor
que resulte de la deducción del 25% antes aludida. El Juzgado de Policía Local o la
unidad de Carabineros en cuyo poder se encuentre la licencia de conducir, la devol-
verá al infractor contra entrega del comprobante de pago respectivo”.

El procedimiento establecido en esta forma, ha sido criticado desde varios puntos


de vista y ya se encontraba en uso desde antes de la publicación de la norma, en algu-
nos municipios que daban la posibilidad de efectuar un pago inmediato directamente
en la Tesorería Municipal, en casos de infracciones menores, especialmente por esta-
cionamientos no autorizados.

Entre las críticas se ha señalado que este pago de carácter administrativo desvirtúa
en absoluto la función judicial, en cuanto el juez conociendo de un denuncio, sanciona
luego de formarse convicción de la culpabilidad del denunciado, lo que no ocurre en
este caso. Se ha dicho también que es posible que el sistema ideado fomente eventua-
les actos de corrupción y, desde el punto de vista procesal, desordena el ordenamiento
del tribunal, ya que al ponerse término a la causa fuera del Tribunal, no resulta claro
cómo podrá el Juez proceder a la devolución de la licencia que se encontrare retenida
ni cómo podrá asegurarse del entero del monto de la multa en forma oportuna.

5.3.7.g – Registro de multas no pagadas

Otro aspecto de importancia y trascendencia que introdujo la Ley Nº 19.676, que


en esta materia entró en vigencia el 30 de noviembre de ese año, es el que dice relación
con el llamado “Registro de Multas No Pagadas”, contemplado en los artículos 24 y
24 bis de la Ley Nº 18.287. El sistema pretende terminar con la impunidad en materia
de infracciones a las disposiciones del tránsito, evitando que los conductores o pro-
pietarios de vehículos motorizados que no son ubicados o no comparezcan al Tribunal
por cualquier causa, en definitiva eludan el pago de la multa que se les haya aplicado.

El procedimiento introducido a la Ley para estos efectos, consiste en que cada dos
meses el Secretario del Tribunal comunicará las multas no pagadas para su anotación
en el “Registro de Multas del Tránsito no pagadas” y mientras no se pague la multa y
la anotación esté vigente, no podrá renovarse el permiso de circulación del vehículo
afectado.

Dispone la ley que “el Registro será fiscalizado por el Ministerio de Transportes y
Telecomunicaciones y se regirá por el reglamento que dictará el Presidente de la

204
República por intermedio de ese Ministerio”. Este Reglamento está en tramitación y
debe ser publicado en el primer semestre de 2001, a pesar que la disposición legal
empezó a regir a fines de noviembre de 2000.

A la época de renovar el permiso de circulación de un vehículo, éste no deberá fi-


gurar en la nómina de vehículos que se encuentren en situación de deuda, la que “en el
mes de diciembre de cada año, el Registro remitirá a los municipios”, “señalando la
placa patente, fecha de anotación de la morosidad, monto de la multa, juzgado que
la impuso y causa en la cual incide.”

En todo caso, “el permiso de circulación del vehículo podrá renovarse si su monto
es pagado simultáneamente con las multas que figuren como pendientes en el Regis-
tro, sus reajustes y los aranceles que procedan.”

Por disposición expresa de la ley, se ha establecido un plazo especial de prescrip-


ción de tres años, contado desde la fecha de la anotación, el que las extingue.

Finalmente, el artículo 24 bis de la Ley 19.287 establece la obligatoriedad de pago


respecto de las multas, los reajustes y los aranceles que procedan, para lograr la elimi-
nación de una anotación en el Registro y el derecho del interesado en obtener la reno-
vación de un permiso de circulación de un vehículo, que tuviere que pagar tales mul-
tas, intereses y aranceles que figuren respecto de su vehículo en el Registro, “sin estar
legalmente obligado, tendrá derecho a que se le devuelva la suma reajustada. Lo
anterior no obstará a que demande la indemnización del daño que le hubiere causa-
do el tratamiento indebido de los datos.”

5.3.8 Recursos

En materia de recursos que proceden en contra de las resoluciones de los Jueces de


Policía Local en el Procedimiento de la Ley Nº 18.287, distinguiremos los propios de
dicha Ley, únicos en su forma y naturaleza o tratados en forma expresa y los recursos
del Código de Procedimiento Civil, los que pueden ser interpuestos en este procedi-
miento, por aplicación analógica de sus disposiciones.

5.3.8.a – Recursos del Código de Procedimiento Civil

En materia de recursos de aclaración, interpretación, rectificación o enmienda, reposi-


ción, de hecho, queja y revisión, nada se dice en la ley de procedimiento, por lo que, en
todo lo que no resulte contrario al procedimiento breve y concentrado establecido para los
Juzgados de Policía Local, tendrán cabida conforme a las normas procesales generales,

205
recibiendo la aplicación analógica que hemos definido en estos casos, señalando que por lo
general, no se ha discutido su procedencia.

El recurso de apelación será tratado en párrafo aparte y el recurso de casación no


es procedente en los juicios de policía local, de acuerdo al artículo 38 de la ley.

5.3.8.b – Recursos: El Recurso de Reposición o Reconsideración

Recurso propio del procedimiento ante los Juzgados de Policía Local, aparece con-
sagrado en el artículo 21 de la Ley Nº 18.287: “Si aplicada una multa y antes de ser
pagada se pidiere reposición, haciendo valer el afectado antecedentes que a juicio
del Tribunal comprueben la improcedencia de la sanción o su excesivo monto, el
Juez podrá dejarla sin efecto o moderarla, según lo estimare procedente, en resolu-
ción fundada”. “Este recurso sólo podrá ejercitarse dentro de los treinta días si-
guientes a la notificación de la resolución condenatoria”.

No resulta feliz la expresión de la ley en el sentido de denominar “reposición” al


recurso, ya que tal nombre corresponde más propiamente al establecido en el artículo
181 del Código de Procedimiento Civil.

Reconoce su fundamento esta reconsideración, en la necesidad de otorgar al Juez


una herramienta que le permita restablecer el imperio de la justicia y el derecho, en el
caso de acreditarse que se haya sancionado excesivamente o en forma improcedente, a
la luz de nuevos antecedentes que se pueden hacer valer, limitados a los treinta días
autorizados, para no dejar abierta la posibilidad por tiempo indefinido.

Procede el recurso en contra de una sentencia que imponga multa, ya sea como
sanción única o acompañada de suspensión de licencia, ya que la ley no distingue. Por
la misma razón, es procedente respecto de multas impuestas incluso por el Tribunal de
segunda instancia, siendo siempre competente el Juez de Policía Local para conocer
del recurso, para el que es facultativo concederlo o no: “el juez podrá”.
Debe interponerse, antes del pago de la multa, en el plazo de 30 días contados des-
de la notificación de la resolución condenatoria y debe ser resuelto mediante resolu-
ción fundada.

Para hacer valer nuevos antecedentes, requisito indispensable para acogerlo, podría
incluso rendirse prueba testimonial y la documental que fuere pertinente, dirigida a
acreditar la improcedencia de la sanción aplicada por ausencia de imputabilidad o de
responsabilidad u otra razón y, el excesivo monto de la sanción aparece relacionado

206
tanto con la gravedad de la contravención sancionada, como con la capacidad econó-
mica del condenado.

Con relación al efecto de desasimiento del tribunal que dictó la sentencia de cuya
reconsideración se trata, establecido en el artículo 182 del Código de Procedimiento
Civil y que se produce por el solo hecho de notificarse la sentencia a una cualquiera de
las partes, al quedar autorizada la interposición de esta reconsideración, debe enten-
derse que no tiene aplicación en este caso hasta pasado el plazo concedido para inter-
poner el recurso, situación semejante a las excepciones que establece el propio artículo
182 citado o a la contenida en el artículo 184 del Código de Procedimiento Civil.

La resolución que falla el recurso de reconsideración no es apelable.

5.3.8.c – Recursos: La Apelación

Tratada la apelación expresamente, dispone el artículo 32 de la Ley 18.287, que


“en los asuntos de que conocen en primera instancia los Jueces de Policía Local,
procederá el recurso de apelación sólo en contra de las sentencias definitivas o de
aquellas resoluciones que hagan imposible la continuación del juicio.”

No obstante, no todas las sentencias definitivas son apelables, ya que la parte final del
artículo 33 siguiente, señala que “sin embargo, son inapelables las sentencias definitivas
dictadas en procesos por simples infracciones a la Ley del Tránsito que sólo impongan
multas”. Por el contrario, lo serán siempre las sentencias que regulen daños y perjuicios,
por cuanto éstas no sólo imponen multas y la regulación de perjuicios comprende también
el hecho de denegarse una demanda.

En relación a cuales son las resoluciones que hacen imposible la continuación del
juicio, debemos concluir que ellas pueden ser referidas tanto a lo infraccional como a
lo indemnizatorio civil, ya que la ley no distingue a este respecto y, si autoriza para
accionar civilmente dentro del procedimiento infraccional, no poder continuar con la
parte civil, hace que el juicio termine en uno de sus aspectos y la resolución que así lo
determine sea apelable.

5.3.8.d – Apelación: Características y plazo para interponerla. Improcedencia de


la adhesión

“El recurso deberá ser fundado y se interpondrá en el término fatal e individual


de cinco días, contados desde la notificación de la resolución respectiva”, ordena la
frase final del inciso primero del artículo 32 de la Ley 18.287. Aplicando analógica-

207
convenio esa Municipalidad, quienes harán llegar al Tribunal el comprobante de
pago a la brevedad. Para estos efectos, el Juez de Policía Local remitirá al Tesorero
Municipal la nómina de las infracciones con sus correspondientes multas y el valor
que resulte de la deducción del 25% antes aludida. El Juzgado de Policía Local o la
unidad de Carabineros en cuyo poder se encuentre la licencia de conducir, la devol-
verá al infractor contra entrega del comprobante de pago respectivo”.

El procedimiento establecido en esta forma, ha sido criticado desde varios puntos


de vista y ya se encontraba en uso desde antes de la publicación de la norma, en algu-
nos municipios que daban la posibilidad de efectuar un pago inmediato directamente
en la Tesorería Municipal, en casos de infracciones menores, especialmente por esta-
cionamientos no autorizados.

Entre las críticas se ha señalado que este pago de carácter administrativo desvirtúa
en absoluto la función judicial, en cuanto el juez conociendo de un denuncio, sanciona
luego de formarse convicción de la culpabilidad del denunciado, lo que no ocurre en
este caso. Se ha dicho también que es posible que el sistema ideado fomente eventua-
les actos de corrupción y, desde el punto de vista procesal, desordena el ordenamiento
del tribunal, ya que al ponerse término a la causa fuera del Tribunal, no resulta claro
cómo podrá el Juez proceder a la devolución de la licencia que se encontrare retenida
ni cómo podrá asegurarse del entero del monto de la multa en forma oportuna.

5.3.7.g – Registro de multas no pagadas

Otro aspecto de importancia y trascendencia que introdujo la Ley Nº 19.676, que


en esta materia entró en vigencia el 30 de noviembre de ese año, es el que dice relación
con el llamado “Registro de Multas No Pagadas”, contemplado en los artículos 24 y
24 bis de la Ley Nº 18.287. El sistema pretende terminar con la impunidad en materia
de infracciones a las disposiciones del tránsito, evitando que los conductores o pro-
pietarios de vehículos motorizados que no son ubicados o no comparezcan al Tribunal
por cualquier causa, en definitiva eludan el pago de la multa que se les haya aplicado.

El procedimiento introducido a la Ley para estos efectos, consiste en que cada dos
meses el Secretario del Tribunal comunicará las multas no pagadas para su anotación
en el “Registro de Multas del Tránsito no pagadas” y mientras no se pague la multa y
la anotación esté vigente, no podrá renovarse el permiso de circulación del vehículo
afectado.

Dispone la ley que “el Registro será fiscalizado por el Ministerio de Transportes y
Telecomunicaciones y se regirá por el reglamento que dictará el Presidente de la

204
República por intermedio de ese Ministerio”. Este Reglamento está en tramitación y
debe ser publicado en el primer semestre de 2001, a pesar que la disposición legal
empezó a regir a fines de noviembre de 2000.

A la época de renovar el permiso de circulación de un vehículo, éste no deberá fi-


gurar en la nómina de vehículos que se encuentren en situación de deuda, la que “en el
mes de diciembre de cada año, el Registro remitirá a los municipios”, “señalando la
placa patente, fecha de anotación de la morosidad, monto de la multa, juzgado que
la impuso y causa en la cual incide.”

En todo caso, “el permiso de circulación del vehículo podrá renovarse si su monto
es pagado simultáneamente con las multas que figuren como pendientes en el Regis-
tro, sus reajustes y los aranceles que procedan.”

Por disposición expresa de la ley, se ha establecido un plazo especial de prescrip-


ción de tres años, contado desde la fecha de la anotación, el que las extingue.

Finalmente, el artículo 24 bis de la Ley 19.287 establece la obligatoriedad de pago


respecto de las multas, los reajustes y los aranceles que procedan, para lograr la elimi-
nación de una anotación en el Registro y el derecho del interesado en obtener la reno-
vación de un permiso de circulación de un vehículo, que tuviere que pagar tales mul-
tas, intereses y aranceles que figuren respecto de su vehículo en el Registro, “sin estar
legalmente obligado, tendrá derecho a que se le devuelva la suma reajustada. Lo
anterior no obstará a que demande la indemnización del daño que le hubiere causa-
do el tratamiento indebido de los datos.”

5.3.8 Recursos

En materia de recursos que proceden en contra de las resoluciones de los Jueces de


Policía Local en el Procedimiento de la Ley Nº 18.287, distinguiremos los propios de
dicha Ley, únicos en su forma y naturaleza o tratados en forma expresa y los recursos
del Código de Procedimiento Civil, los que pueden ser interpuestos en este procedi-
miento, por aplicación analógica de sus disposiciones.

5.3.8.a – Recursos del Código de Procedimiento Civil

En materia de recursos de aclaración, interpretación, rectificación o enmienda, reposi-


ción, de hecho, queja y revisión, nada se dice en la ley de procedimiento, por lo que, en
todo lo que no resulte contrario al procedimiento breve y concentrado establecido para los
Juzgados de Policía Local, tendrán cabida conforme a las normas procesales generales,

205
recibiendo la aplicación analógica que hemos definido en estos casos, señalando que por lo
general, no se ha discutido su procedencia.

El recurso de apelación será tratado en párrafo aparte y el recurso de casación no


es procedente en los juicios de policía local, de acuerdo al artículo 38 de la ley.

5.3.8.b – Recursos: El Recurso de Reposición o Reconsideración

Recurso propio del procedimiento ante los Juzgados de Policía Local, aparece con-
sagrado en el artículo 21 de la Ley Nº 18.287: “Si aplicada una multa y antes de ser
pagada se pidiere reposición, haciendo valer el afectado antecedentes que a juicio
del Tribunal comprueben la improcedencia de la sanción o su excesivo monto, el
Juez podrá dejarla sin efecto o moderarla, según lo estimare procedente, en resolu-
ción fundada”. “Este recurso sólo podrá ejercitarse dentro de los treinta días si-
guientes a la notificación de la resolución condenatoria”.

No resulta feliz la expresión de la ley en el sentido de denominar “reposición” al


recurso, ya que tal nombre corresponde más propiamente al establecido en el artículo
181 del Código de Procedimiento Civil.

Reconoce su fundamento esta reconsideración, en la necesidad de otorgar al Juez


una herramienta que le permita restablecer el imperio de la justicia y el derecho, en el
caso de acreditarse que se haya sancionado excesivamente o en forma improcedente, a
la luz de nuevos antecedentes que se pueden hacer valer, limitados a los treinta días
autorizados, para no dejar abierta la posibilidad por tiempo indefinido.

Procede el recurso en contra de una sentencia que imponga multa, ya sea como
sanción única o acompañada de suspensión de licencia, ya que la ley no distingue. Por
la misma razón, es procedente respecto de multas impuestas incluso por el Tribunal de
segunda instancia, siendo siempre competente el Juez de Policía Local para conocer
del recurso, para el que es facultativo concederlo o no: “el juez podrá”.
Debe interponerse, antes del pago de la multa, en el plazo de 30 días contados des-
de la notificación de la resolución condenatoria y debe ser resuelto mediante resolu-
ción fundada.

Para hacer valer nuevos antecedentes, requisito indispensable para acogerlo, podría
incluso rendirse prueba testimonial y la documental que fuere pertinente, dirigida a
acreditar la improcedencia de la sanción aplicada por ausencia de imputabilidad o de
responsabilidad u otra razón y, el excesivo monto de la sanción aparece relacionado

206
tanto con la gravedad de la contravención sancionada, como con la capacidad econó-
mica del condenado.

Con relación al efecto de desasimiento del tribunal que dictó la sentencia de cuya
reconsideración se trata, establecido en el artículo 182 del Código de Procedimiento
Civil y que se produce por el solo hecho de notificarse la sentencia a una cualquiera de
las partes, al quedar autorizada la interposición de esta reconsideración, debe enten-
derse que no tiene aplicación en este caso hasta pasado el plazo concedido para inter-
poner el recurso, situación semejante a las excepciones que establece el propio artículo
182 citado o a la contenida en el artículo 184 del Código de Procedimiento Civil.

La resolución que falla el recurso de reconsideración no es apelable.

5.3.8.c – Recursos: La Apelación

Tratada la apelación expresamente, dispone el artículo 32 de la Ley 18.287, que


“en los asuntos de que conocen en primera instancia los Jueces de Policía Local,
procederá el recurso de apelación sólo en contra de las sentencias definitivas o de
aquellas resoluciones que hagan imposible la continuación del juicio.”

No obstante, no todas las sentencias definitivas son apelables, ya que la parte final del
artículo 33 siguiente, señala que “sin embargo, son inapelables las sentencias definitivas
dictadas en procesos por simples infracciones a la Ley del Tránsito que sólo impongan
multas”. Por el contrario, lo serán siempre las sentencias que regulen daños y perjuicios,
por cuanto éstas no sólo imponen multas y la regulación de perjuicios comprende también
el hecho de denegarse una demanda.

En relación a cuales son las resoluciones que hacen imposible la continuación del
juicio, debemos concluir que ellas pueden ser referidas tanto a lo infraccional como a
lo indemnizatorio civil, ya que la ley no distingue a este respecto y, si autoriza para
accionar civilmente dentro del procedimiento infraccional, no poder continuar con la
parte civil, hace que el juicio termine en uno de sus aspectos y la resolución que así lo
determine sea apelable.

5.3.8.d – Apelación: Características y plazo para interponerla. Improcedencia de


la adhesión

“El recurso deberá ser fundado y se interpondrá en el término fatal e individual


de cinco días, contados desde la notificación de la resolución respectiva”, ordena la
frase final del inciso primero del artículo 32 de la Ley 18.287. Aplicando analógica-

207
mente la ley civil, consideramos que, como todo recurso, deberá además consignar las
peticiones concretas que se someten a la consideración del Tribunal de Alzada, por
cuanto tal requerimiento dice relación directa con una adecuada comprensión del
“querer” del recurrente, que no puede estar ajena en el procedimiento ante el Juez de
Policía Local, a pesar del silencio de la ley especial.

El plazo para apelar es individual y de días hábiles y no debe consignarse el valor de


la multa que se imponga, para interponer el recurso.

Entendemos que en el procedimiento reglado por la Ley 18.287, no tiene cabida la


adhesión a la apelación, por cuanto la ley reglamenta detallada y expresamente la
interposición del recurso y no se refiere en parte alguna a la posibilidad de adherir a la
misma, institución de naturaleza y oportunidad diversa del recurso al que accede, por
lo que entendemos que necesita de ley expresa que lo establezca. Cabe pensar que
resultaría injusto aceptar una adhesión, sin plazo en los términos del Código de Proce-
dimiento Civil y “antes de elevarse los autos al superior” o, incluso en segunda ins-
tancia, si se ha determinado un plazo fatal de 5 días para apelar, con obligación de ser
fundado el recurso, no estando expresamente establecida esta otra forma de deducir
apelación que es la adhesión.

Al respecto, durante la vigencia del procedimiento que regulaba la apelación en


materias laborales, establecido en los antiguos artículos 561 y siguientes del Código
del ramo, no existía disposición alguna que aludiera a la posibilidad de adherir a la
apelación, ni tampoco que permitiera por la vía interpretativa hacer aplicables las
disposiciones del Código de Procedimiento Civil sobre la materia, situación similar a la
de la apelación en el procedimiento de la Ley 18.287, en materia de tránsito. Bajo el
imperio de esas normas laborales, se resolvió que si la apelación se encontraba regla-
mentada expresamente en materia del Trabajo, no existiendo ninguna disposición que
aludiera a la posibilidad de adherirse a la misma, ésta no tenía cabida en dicho proce-
dimiento, no resultando equitativo que el adherente gozara de mayor plazo que el
apelante para deducir su recurso118.

5.3.8.e – Apelación: Tribunal Ad-quem. Comparecencia, deserción, procedimien-


to y competencia

La apelación debe interponerse ante el Juez de primera instancia, el que se pronun-


ciará sobre la procedencia del recurso y “conocerá de él la Corte de Apelaciones
respectiva y se tramitará conforme a las reglas establecidas para los incidentes”.

118
C. Suprema, 26 de marzo de 1971, Fallos del Mes, Nº 148, pp. 21 y 22.

208
El inciso tercero del artículo 32, ya citado, dispone que “si el apelante no compa-
reciere dentro del plazo de cinco días desde que se reciban los autos en la secretaría
del Tribunal de segunda instancia, éste declarará desierto el recurso de apelación
respectivo” y el inciso cuarto, señala que se aumentará este término “en tres días más,
cuando los autos se remitan desde un tribunal de primera instancia que funcione
fuera de la comuna en que resida el de alzada”.

El artículo 34 de la ley de procedimiento, señala que “concedido el recurso deberá


enviarse los antecedentes al Tribunal de Alzada, dentro de tercero día, contado desde
la última notificación de la resolución que conceda la apelación”.

La competencia del Tribunal de segunda instancia, está regulada por el artículo 35


de la Ley 18.287: “el Tribunal de Alzada podrá pronunciarse sobre cualquier deci-
sión de la sentencia de primera instancia, aunque en el recurso no se hubiere solici-
tado su revisión”.

5.3.8.f – Apelación: La prueba y el fallo del recurso. Notificaciones. Partes en


segunda instancia

Como lo autoriza el inciso segundo del artículo 34 de la ley, “el Tribunal de se-
gunda instancia podrá admitir a las partes presentar las pruebas que no hayan
producido en primera. Sin embargo, solamente podrá recibirse la prueba testifical
que, ofrecida en primera instancia, no se hubiere rendido por fuerza mayor u otro
impedimento grave” y, de acuerdo a lo preceptuado por el artículo 36, “el plazo para
fallar el recurso será de seis días, el que se contará desde que la causa quede en
estado de fallo”.

La ley no señala forma ni requisitos especiales para la vista de la causa ni para la


sentencia de segunda instancia, por lo que, en lo relativo a estas materias, deberá
estarse a las normas generales del Código de Procedimiento Civil, en lo que sean
aplicables de acuerdo a los principios de la analogía que hemos aceptado al respecto,
con el objeto de no desvirtuar la naturaleza pretendida y declaradamente ágil del
procedimiento en estas materias.

De conformidad al inciso segundo del artículo 36 de la Ley 18.287, las resoluciones


que se dicten en segunda instancia, “se notificarán por el estado y exclusivamente a
las partes que hayan comparecido” a la instancia y, “en la apelación podrán hacerse
parte el representante legal de la respectiva Municipalidad, el Jefe del Servicio que
corresponda y el infractor”, de acuerdo a lo autorizado por el artículo 37, personas
que se sumarán a los apelantes y apelados que comparezcan ante el ad-quem.

209
El hecho que la ley disponga que las personas que señala “podrán hacerse parte”
en segunda instancia, no es excluyente de las otras que naturalmente puedan compare-
cer por ser partes en el proceso, como el actor civil, el demandado tercero civilmente
responsable u otros.

5.3.8.g – El Recurso de Queja

Uno de los mas graves problemas que se producen en la tramitación de causas ante los
Juzgados de Policía Local, dice relación con la falta de recursos procesales de que dispone
el litigante, hecho que otorga al Juez un poder demasiado amplio, que puede llevar en
algunos casos extremos a producir indefensión de alguna parte, sensiblemente perjudicada
por resoluciones cercanas a la arbitrariedad.

Dicha situación no era tan grave hasta que se dictó y entró en vigencia la ley
19.374, cuando por la vía de la interposición del Recurso de Queja, se llevaba el
asunto a conocimiento del superior jerárquico, el que en no pocas ocasiones modificó
el criterio empleado en la instancia y aplicó la doctrina correcta frente a situaciones no
previstas en la ley de procedimiento o, que sencillamente habían sido interpretadas en
forma muy personal por el Juez involucrado. Sucedió también en forma constante, que
la Corte de Apelaciones por la vía de la queja fue fijando un criterio que, a lo largo de
los años, permitió dar una debida configuración y una aplicación mas o menos genera-
lizada y uniforme al procedimiento de la Ley N° 18.287, respecto del que poca inje-
rencia tenía la Corte Suprema, al no proceder en contra de las resoluciones dictadas el
recurso de casación.

Sin embargo, luego de la vigencia de la Ley N° 19.374 que modificó los Códigos
Orgánico de Tribunales, de Procedimiento Civil y de Procedimiento Penal en lo relati-
vo a Organización y Funcionamiento de la Corte Suprema, Recurso de Queja y Recur-
so de Casación, el Recurso de Queja como se entendía antes de dicha vigencia, ya no
tiene cabida.

Es cierto que se había desvirtuado su naturaleza y se había convertido en una ver-


dadera instancia, debido al abuso que se hacía de su interposición, recargando muchas
veces innecesariamente el trabajo de los Tribunales y sometiendo por esta vía a resolu-
ción de los superiores asuntos ya estudiados, en los que se había fijado un criterio
uniforme o en los que, las mas de las veces, sencillamente no existía la falta o abuso
que se pretendía. Pero la situación actual la visualizamos como grave, ya que los
litigantes han quedado expuestos, al suprimirse el Recurso de Queja con las caracte-
rísticas que tenía y sin establecerse un efectivo método de revisión de las resoluciones,

210
a una justicia en única instancia, nociva para la correcta, rápida y eficiente administra-
ción de justicia que se busca ante los Juzgados de Policía Local.

En la actualidad, el Recurso de Queja sólo procede en contra de las sentencias defi-


nitivas, de primera o de segunda instancia, respecto de las que no procede ningún otro
recurso y nunca con el objeto de enmendar las resoluciones que haya dictado el recu-
rrido. Sin embargo, si la resolución ha sido dictada con abuso, el superior puede
modificarla, haciendo uso de las facultades disciplinarias de que está investido e inclu-
so, pudiendo la parte recurrente solicitar que así lo haga.

Por consiguiente, puede el Recurso de Queja deducirse sólo en contra de las sen-
tencias de primera instancia respecto de las que no proceda otro recurso, esto es, en
contra de las sentencias definitivas que se dictan en procesos por simples infracciones
a la Ley de Tránsito y que sólo imponen multas, de acuerdo al inciso 2° del artículo 33
de la Ley N° 18.287 y contra de las sentencias de segunda instancia, ya que no proce-
den otros recursos a su respecto.

En el sistema de la Ley N° 19.374 la procedencia queda limitada a la actual naturaleza


del Recurso, que es esencialmente disciplinario y no jurisdiccional, por lo que no será
admitido a tramitación por la Corte Suprema si se pretende, con su interposición, alterar lo
resuelto y si no se demuestra y se persigue, como cuestión principal, la falta o abuso grave
requeridos para la procedencia del recurso y la sanción correspondiente. El actual Recurso
de Queja es de carácter disciplinario, al punto que no constituye un recurso procesal apto
para impugnar resoluciones judiciales.
Será tribunal competente para conocer del Recurso de Queja en estas materias, la
Corte de Apelaciones de la jurisdicción respectiva si se trata de recurrir respecto de
Jueces de Policía Local y la Corte Suprema, en el caso de las sentencias definitivas de
segunda instancia.

El Recurso será conocido por el superior mediando vista de la causa, previa su co-
locación en Tabla, se admiten los alegatos de abogados y los litigantes pueden hacerse
parte hasta antes de la vista de la causa. La “Sala de Cuenta” debe examinar cuando
ingresa, si cumple con los requisitos formales que establece el artículo 548 del Código
Orgánico de Tribunales y, en especial, si la resolución que motiva su interposición es o
no susceptible de otros recursos y lo declarará inadmisible sin más trámite si no cum-
pliera con tales requisitos.

211
5.3.8.h – Recurso de Casación

“No procederá el recurso de casación en los juicios de Policía Local.”, dispone el


artículo 38 de la ley Nº 18.287.

5.4.1 – La cancelación y la suspensión de la licencia de conductor. Pena accesoria


en el Código Penal

Diversas disposiciones establecen la suspensión o la cancelación de la licencia de


conductor, ya sea por vía de sanción por determinadas infracciones, por acumulación
de infracciones cometidas en el lapso que la ley señala o por incapacidad sobreviniente
de un conductor. En algunos casos, la facultad de suspender o cancelar la licencia
corresponde al Director del Departamento de Transporte Público Municipal y en
otros, al Juez de Policía Local o al del Crimen, según cual sea el que esté conociendo
del asunto en que se aplique la sanción.

Existe también un caso no relacionado con el tránsito o el desempeño de un con-


ductor, en que la suspensión de la licencia tiene un carácter preventivo, establecido en
la Ley N° 19.366, sobre Drogas y Estupefacientes.

Importante fuente legal de suspensión y de cancelación de la licencia de conductor,


se encuentra en el inciso quinto del artículo 492 del Código Penal, que dispone que “a
los responsables de cuasi delito de homicidio o de lesiones ejecutadas por medio de
vehículos a tracción mecánica o animal, se les sancionará, además de las penas
indicadas en el artículo 490, con la suspensión del carné, permiso o autorización que
los habilite para conducir vehículos por un período de uno o dos años, si el hecho de
mediar malicia, constituyera un crimen y de seis meses a un año, si constituyera
simple delito. En caso de reincidencia, podrá condenarse al conductor a inhabilidad
perpetua para conducir vehículos a tracción mecánica o animal, cancelándose el
carné, permiso o autorización.” La sanción que en virtud de la disposición transcrita
se determine, deberá ser comunicada al Registro Nacional de Conductores de Vehí-
culos Motorizados en virtud de lo que dispone el N° 41 del artículo 211 de la Ley de
Tránsito.

A la suspensión de la licencia de conductor se refieren también la Ley de Alcoholes


y, como hemos dicho, el inciso segundo del artículo 4° del Título II de la Ley N°
19.366, que sanciona el tráfico ilícito de estupefacientes y sustancias sicotrópicas.

212
5.4.1.a – Cancelación y suspensión de la licencia de conductor por incapacidad
sobreviniente

Cuando ocurra incapacidad física o psíquica sobrevinientes, que determine que un


conductor está incapacitado para manejar o haga peligrosa la conducción de un vehí-
culo, el Director del Departamento del Tránsito y Transporte Público Municipal o el
Juez de Policía Local, en su caso, le cancelarán o suspenderán la licencia de conduc-
tor, de acuerdo a lo que señala el inciso tercero del artículo 19 de la Ley de Tránsito.

No se trata de una sanción por incurrir en una conducta tipificada como infracción,
sino de una resolución originada en la constatación de haber ocurrido pérdida de
facultades y que, al ser acordada, debe ser comunicada al Registro Nacional de Con-
ductores de Vehículos Motorizados, “en la forma y dentro de los plazos señalados en
el Título XVIII, para que se practiquen las anotaciones correspondientes”, como está
ordenado en el inciso cuarto del mencionado artículo 19.

No establece la Ley un procedimiento ni normativas especiales por las cuales debe-


rán regirse los departamentos mencionados o el Juez, en su caso, para determinar la
suspensión o la cancelación de la licencia a un conductor que ya está en posesión de
dicho permiso, por incapacidad física o psíquica sobrevinientes, ni se ha establecido
forma alguna de reclamar de tal resolución, ya que no parece aplicable, en esta mate-
ria, el reclamo establecido en el inciso tercero del artículo 14 bis de la Ley de Tránsito
para la calificación que debe hacer el Director del Departamento de la idoneidad moral
del postulante a licencia.

La medida que adopte el Juez de Policía Local, deberá ser producto de una senten-
cia dictada en el procedimiento de la Ley 18.287, aplicable en toda clase de asuntos de
que conozcan estos jueces, la que debe ser comunicada al Registro como lo ordena el
artículo 215 de la Ley 18.290, de acuerdo a las normas generales, al quedar ejecuto-
riada. En igual situación se encuentran las resoluciones que al respecto se dicten en
cualquier otro Tribunal de la República que pronuncie condena que deba anotarse en
el Registro.

5.4.1.b – Suspensión de licencia por conducir bajo influencia del alcohol, drogas
o estupefacientes, causando lesiones leves

De acuerdo a lo que ordena el inciso primero del artículo 62 de la Ley Nº 15.231,


“el conductor que, sin incurrir en el delito de manejar en estado de ebriedad119,
condujere bajo la influencia del alcohol, drogas o estupefacientes y causare lesiones

119
Tipificado en el artículo 121 de la Ley de Alcoholes.

213
leves, sufrirá la pena de prisión en su grado mínimo y suspensión de tres a seis meses
de la licencia para conducir vehículos”. Recordemos que la misma conducta, sin
causar lesiones, constituye infracción gravísima a la Ley de Tránsito, conforme al N° 1
de su artículo 197 y que las lesiones mayores que leves constituyen conducta cuaside-
lictual.

El procedimiento a aplicar en este caso será el ordinario de la Ley Nº 18.287 para el


Juicio de Policía Local, tribunal que será competente.

5.4.1.c – Suspensión de la licencia de conductor como sanción accesoria en la Ley


sobre Drogas y Estupefacientes

Dispone el inciso segundo del artículo 4° de la Ley N° 19.366, que “Sanciona el Tráfico
Ilícito de Estupefacientes y Sustancias Sicotrópicas”, que “se aplicará también, como pena
accesoria, la suspensión de la licencia de conducir vehículos motorizados por el plazo
máximo de seis meses”, a los que consumieren alguna de las drogas o sustancias estupefa-
cientes o sicotrópicas a que hace mención el artículo primero de dicha ley, en lugares
públicos o abiertos al público, tales como calles, caminos, plazas, teatros, cines, hoteles,
cafés, restaurantes, bares, estadios, centros de baile o de música, o en establecimientos
educacionales o de capacitación.

Los que incurran en el tipo penal descrito deben ser condenados al pago de una
multa y a asistir obligatoriamente a programas de prevención en instituciones conside-
radas como idóneas por el Servicio de Salud de la ciudad asiento de la Corte de Ape-
laciones respectiva, hasta por sesenta días.
Llama la atención en este caso que la suspensión de la licencia de conductor es una
pena accesoria a otras principales, a aplicar en casos en que no se requiere del sancio-
nado un desempeño como conductor ni nada que se relacione con la conducción,
tratándose de una pena de aplicación obligatoria, atendida la redacción imperativa de
la disposición legal. La suspensión será aplicada por el Juez del Crimen que conozca
del procedimiento sobre faltas, en contra de los consumidores de sustancias prohibi-
das.

5.4.1.d – Cancelación y suspensión de la licencia de conductor por acumulación


de infracciones

El “Título XVII”, artículos 196 A a 209 de la Ley de Tránsito, contiene normas


relativas a la suspensión y a la cancelación de la licencia de conductor, específicamente
en sus artículos 208 y 209, respectivamente.

214
Por disposición del artículo 208 de la Ley de Tránsito, “sin perjuicio de las multas
que sean procedentes, el Juez decretará la suspensión de la licencia de conducir del
infractor, en los casos y por los plazos que se indican a continuación” y detalla la ley
casos de infracción gravísima que sanciona con suspensión de 5 a 45 días y, para el
caso de contravención al número 1 del artículo 197, “el plazo de suspensión se eleva-
rá al doble”. En la letra b) se refiere a procesos por acumulación de infracciones,
suspendiendo al responsable de dos infracciones o contravenciones gravísimas cometi-
das dentro de los últimos doce meses, de 45 a 90 días y al responsable de dos infrac-
ciones o contravenciones graves en el mismo período, de 5 a 30 días. “Estos plazos se
contarán desde que se cometieron las infracciones”, en relación a la cuenta de “los
últimos doce meses”.

A la cancelación de la licencia se refiere el artículo 209 de la Ley de Tránsito, dis-


poniendo que “sin perjuicio de las multas que sean procedentes, el Juez decretará la
cancelación de la licencia de conducir del infractor, en los siguientes casos” sanción
que determina para el “responsable por tres veces dentro de los últimos doce meses, o
cuatro veces en el lapso de los 48 meses anteriores, de conducir un vehículo bajo la
influencia de estupefacientes o sustancias sicotrópicas o de alcohol, sin estar ebrio”.
Al “reincidente, dentro de los últimos sesenta meses, en cuasidelito de homicidio o
de lesiones con alguno de los resultados señalados en el número 1° del artículo 397
del Código Penal o por conducir vehículos motorizados o a tracción animal en
estado de ebriedad o con pérdida notoria de conciencia debido al consumo de estu-
pefacientes o sustancias sicotrópicas”; al “responsable, durante los últimos doce
meses, de tres o más infracciones gravísimas”; y al que haya “sido condenado con la
suspensión de la licencia de conducir por tres veces dentro de los últimos doce
meses, o cuatro veces dentro de los últimos veinticuatro meses”.

De acuerdo a lo que dispone el inciso segundo del artículo 209, “el infractor,
transcurridos que sean dos años desde la fecha de cancelación de su licencia de
conducir, podrá solicitar una nueva al Departamento de Tránsito y Transporte
Público de la Municipalidad de su domicilio, de acuerdo a las normas establecidas
en el Título I de esta ley, salvo que la sentencia condenatoria haya impuesto una
pena superior, en cuyo caso regirá ésta”.

De todos los casos en que se hace posible suspender o cancelar la licencia de con-
ductor, sólo el primero del artículo 208 es una pena accesoria, ya que debe ser aplica-
da a los responsables de una infracción o contravención gravísima y resultará luego de
un procedimiento seguido en conformidad a las disposiciones de la Ley N° 18.287
para el juicio ordinario de Policía Local. Los restantes casos de suspensión y todos los
de cancelación, deben ventilarse en el procedimiento especial establecido en el Título

215
IV de esa misma Ley, en sus artículos 39 a 42 sobre “Cancelación y Suspensión de la
Licencia de Conductor por Acumulación de Anotaciones de Infracciones”.

5.4.1.e – Suspensión y cancelación de la licencia de conductor. Pena accesoria


por infracción a la Ley de Alcoholes

Dispone el inciso quinto del artículo 121 de la Ley Nº 17.105, sobre Alcoholes, que
“se aplicará como pena accesoria, además de las establecidas en el Código Penal, el
retiro o suspensión del carnet, permiso o autorización para conducir vehículos por el
término de seis meses a un año en los delitos previstos en el inciso primero; de uno a
dos años si se causaren lesiones menos graves o graves; y de dos a cuatro años si
resultare la muerte”. En casos de reincidencia, “los plazos máximos señalados en este
inciso se elevarán al doble”.

La cancelación de la licencia aparece contemplada en la frase siguiente del inciso


quinto del artículo 121 de la Ley de Alcoholes, aplicable sólo en casos de reincidencia,
en los cuales el Juez debe “decretar el retiro definitivo del permiso, cuando estime
que el manejo de vehículos por el culpable, ofrece peligro para el tránsito o la
seguridad públicos”.

Decretadas la suspensión de la licencia o su cancelación, tales medidas no podrán


ser suspendidas, “pero, tratándose del retiro definitivo, el Juez podrá, después de
transcurrido el tiempo requerido para la prescripción de la pena principal, alzar la
prohibición de enajenar, cuando nuevos antecedentes así lo justifiquen”, según lo
autoriza el inciso sexto del artículo 121 de la Ley de Alcoholes.

Parece obvio, no obstante, destacar que el que ha sufrido la cancelación de su li-


cencia por aplicación de las normas de la Ley de Alcoholes no puede beneficiarse con
el derecho a solicitar nueva licencia transcurridos que sean dos años desde la sanción,
que establece el inciso segundo del artículo 209 de la Ley de Tránsito, que deja a salvo
el hecho de que el beneficio corresponde “salvo que la sentencia condenatoria haya
impuesto una pena superior, en cuyo caso regirá ésta”

5.4.1.f – Naturaleza jurídica de la acumulación de infracciones

La sanción de suspensión o de cancelación de la licencia de conductor por acumu-


lación de infracciones se dictará por el Juez de Policía Local competente, cuando en
un tiempo determinado, que señala la ley, se cometa cierto número de infracciones,
cuya gravedad la misma ley determina. El procedimiento para llegar a aplicar estas

216
sanciones, tiene su origen en la acumulación de anotaciones en el Registro Nacional de
Conductores de Vehículos Motorizados.

Un primer problema, el relativo a la prescripción de la acción, se presenta a este


respecto, por cuanto para la Corte Suprema la acumulación de infracciones puede
estimarse como una contravención o como una falta y, en ambos casos, debe conside-
rarse que se extingue la responsabilidad por la misma en los plazos que establece el
artículo 54 de la Ley 18.287, si se trata de contravención o el artículo 92 del Código
Penal, si es falta120.

Ante un caso concreto, creemos que es pertinente ocurrir ante la Corte Suprema
con el objeto que se declare que las disposiciones de las letras “C” y “D” del artículo
209 de la Ley N° 18.290, que deben considerarse para sancionar la conducta consis-
tente en la acumulación de infracciones y servir de base a una eventual condena, no
son aplicables por tratarse de normas que atentan contra los principios consagrados en
la Constitución Política de la República, esto es, son inconstitucionales.

En efecto, en cada oportunidad en que se sancionó al infractor por conductas que


luego se han “acumulado”, éste debió pagar una multa y cumplir una suspensión de
licencia, en los términos del artículo 201 de la misma Ley de Tránsito, por contraven-
ciones que en cada caso se encontraban perfectamente tipificadas, de lo que resulta
que, al volver a sancionarse la conducta que ya ha merecido sanción, esta “acumula-
ción de infracciones” aparece violando el principio básico del derecho sancionador
conocido como “non bis in idem”, referido a que una misma conducta o un mismo
delito no puede recibir más de una pena, o que una misma agravante no puede ser
apreciada más de una vez, o que un mismo hecho no se puede castigar al mismo
tiempo con pena criminal y sanción administrativa.

El contenido jurídico y lógico del principio de “non bis in idem” enunciado, comprende
tres aspectos fundamentales y sustanciales: en primer lugar “nulla poena sine lege scripta”,
lo que dice relación directa con la ley como fuente del derecho. Luego, tiene dos deriva-
ciones importantes, a saber, la prohibición de la analogía en cuanto fuente de sanción de
conductas y el principio de la “tipicidad”, incorporado a la teoría del delito y, por último, se
encuentra en conexión directa con la aplicación temporal de la Ley Penal, en este caso
sancionadora de la administración en cuanto castiga una supuesta infracción, que se hace
residir en la reiteración de conductas y a la que se ha atribuido, inconstitucionalmente a
nuestro juicio, el carácter de una nueva infracción, supuestamente diferente de las que la
han originado.

120
C. Suprema, 30 de diciembre de 1993, “Fallos del Mes”, Nº 421, Sentencia 15, p. 1099.

217
El artículo 19 de la Constitución Política, al tratar de los deberes y derechos cons-
titucionales, establece que “La Constitución asegura a todas las personas...” y enu-
mera las materias así resguardadas, entre las que encontramos en su número 3°: “La
igual protección de la ley en el ejercicio de sus derechos”, señalándose en los párra-
fos finales de ese número, séptimo y octavo, que “Ningún delito se castigará con otra
pena que la que señale una ley promulgada con anterioridad a su perpetración, a
menos que una nueva ley favorezca al afectado” y que “Ninguna ley podrá establecer
penas sin que la conducta que se sanciona esté expresamente descrita en ella”.

Estos incisos finales del numeral 3° del artículo 19, son los que sancionan el princi-
pio del derecho llamado “de la legalidad” que, como la ley ha de ser estricta, implica la
idea de la tipicidad, que nos lleva a afirmar que necesariamente no se puede usar el
mismo presupuesto para imponer más de una pena, siendo del caso destacar el alcance
de la palabra “conducta”, del inciso final de dicho número 3°, en el sentido que “nin-
guna ley podrá establecer penas sin que la conducta que se sanciona esté expresa-
mente descrita en ella”.
Para determinar su real alcance, no es suficiente el Diccionario de la Real Acade-
mia, que en la única acepción aplicable a esta “conducta” constitucional, expresa que
es tal el “porte o manera con que los hombres gobiernan su vida y dirigen sus accio-
nes”, siendo necesario por consiguiente, recurrir a las bases de los derechos penal y
administrativo para comprender la “conducta” referida como sinónimo de “acción”,
como ha sido entendido en el presente siglo, primeramente planteada por Hegel y sus
seguidores, para los que el “delito es acción”, idea también seguida, con otros matices,
referidos al aspecto subjetivo y a la culpabilidad, por Liszt, Mezger, Schmidt, Maiho-
fer, Jescheck y otros, llegándose a establecer el esquema del planteamiento con la
frase: “siempre el delito ha de ser una acción. Lo que no es una acción no interesa al
derecho penal”.

A partir de lo señalado, debemos ampliar el concepto, llegando a la comprensión de


la omisión, como elemento posible generador de conducta punible, enfrentando la
necesidad de la realización típica, esto es, descrita en la ley, por lo que la “conducta” o
“acción” en el texto constitucional debe referirse necesariamente a la tipificación y,
pasando por el principio insoslayable de la necesidad de no sancionar una misma
conducta dos veces, llegamos a la conclusión de que estamos en presencia de una
inconstitucionalidad flagrante de la ley, que la hace inaplicable.

Tanto la necesidad de tipificación de la conducta punible en materia de delito y de


cuasidelito y los principios generales que informan el derecho penal y el derecho
administrativo, tienen plena aplicación en este caso, ya que la conducta infraccional al
ser sancionada, debe respetar los principios rectores de ambos, especialmente en su

218
sentido restringido de transgresión a la normativa propia del tránsito, conjugando los
aspectos relacionados con la infracción, el “Derecho Administrativo Sancionador” y el
“Derecho Penal del Tránsito”, además de los elementos procesales y doctrinarios
aplicables.

Estamos en presencia de un derecho penal administrativo que, relacionado con la


normativa del tránsito, constituye un Derecho Penal del Tránsito, derivado del ius
puniendi del Estado, que participa de elementos generales del derecho penal y de sus
principios fundamentales, en los que debe buscar sus directrices, pero que tiene ca-
racteres propios que lo hacen diferente y especial.

En consecuencia, la infracción o contravención a las normas del tránsito, está nece-


sariamente constituida por una conducta típica, en el sentido de estar descrita en la ley;
antijurídica, en tanto aparece prohibida por la ley; y sancionada en la forma señalada
en la ley, conceptos que nos permitieron derivar los principios rectores del “Derecho
Penal del Tránsito”, señalando entre ellos, la “legalidad” y el de la “tipicidad” angula-
res de todo derecho sancionador, como lo es el Derecho del Tránsito, el que no puede
desconocer el complemento necesario e indispensable al que nos hemos referido: el
“non bis in idem”.

No es posible pensar en derecho sancionador, sea éste penal, administrativo o “del


tránsito” propiamente tal, sin respetar los principios básicos enunciados, los que
aparecen lamentablemente violados e ignorados en la institución de estas “acumulacio-
nes”, al sancionarse dos veces la misma conducta. Primero, la sancionó como infrac-
ción propiamente tal y recibió su autor el castigo señalado en la Ley, aplicado por el
Juez de Policía Local competente: el del territorio en que se cometió la infracción.
Luego, se pretende volver a sancionar la misma conducta ya sancionada, sin que exista
una nueva acción humana, por un nuevo Juez, diferente de los sancionadores anterio-
res: el de Policía Local del domicilio del supuesto infractor. Se trata de una violación a
los principios básicos rectores del derecho, porque no se está sancionando una nueva
“conducta” en los términos de la Constitución, sino la “acumulación” de conductas, la
que en caso alguno implica una nueva acción, diferente de las originales. Este accionar
simplemente intelectual, no real ni físico, creado por el legislador sin correspondencia
con una actividad humana propiamente tal en forma directa, implica un quebranta-
miento grave a las normas constitucionales.

A mayor abundamiento, debe destacarse que la “conducta” descrita en el tipo san-


cionatorio, podrá constituir una agravante de conducta infraccional, pero nunca una
infracción en sí misma. La circunstancia agravante como tal, no puede ser elevada a la
categoría de acción típica sancionada, sin considerar precisa y previamente la conducta

219
a la que accede, a la que modifica, agravándola. La reincidencia en la práctica de una
conducta o de una acción, ha sido apreciada desde siempre como agravante de respon-
sabilidad, no como acción típica independiente. Como nos ha enseñado Carrara, “no
puede imputarse una segunda vez el anterior delito, del que el reo saldó ya su parti-
da”. Extrema la situación el legislador de la Ley de Tránsito, al dar a una circunstancia
que podría ser, a lo más agravante de conductas infraccionales, la calidad de infracción
propiamente tal, equiparándola inadecuadamente a la comisión de conducta infraccio-
nal, lo que en sí, no es.

5.4.1.g – Anotaciones de infracciones en el Registro Nacional de Conductores de


Vehículos Motorizados

El control de la acumulación de infracciones corresponde al Registro Nacional de


Conductores de Vehículos Motorizados, el que tiene entre sus funciones la de regis-
trar las condenas por delito de conducir en estado de ebriedad y registrar las condenas
por cancelación y por suspensión de la licencia de conductor.

“Los Tribunales de Justicia y los Juzgados de Policía Local y cualquier otro Tri-
bunal de la república”, que conozcan de asuntos relacionados con tránsito y conduc-
tores, deben “comunicar al Registro toda sentencia ejecutoriada en que se condene a
una persona como autor de delitos e infracciones a la Ley Nº 17.105 sobre Alcoho-
les, bebidas Alcohólicas y Vinagres y a la Ley Nº 19.366 sobre Tráfico Ilícito de
Estupefacientes y Sustancias Sicotrópicas o que cancele o suspenda la licencia de
conductor o que condene a una persona por delitos o cuasidelitos, infracciones
gravísimas o graves” tipificadas en la Ley de Tránsito, todo de acuerdo al texto del
artículo 215 de la Ley de Tránsito.

5.4.2 – Procedimiento de cancelación y suspensión de la licencia por acumulación


de anotaciones de infracciones

Ordena el artículo 218 de la Ley de Tránsito, que “en los casos en que por acu-
mulación de infracciones gravísimas o graves en el Registro Nacional de Conducto-
res de Vehículos Motorizados, apareciere que se cumplen los presupuestos legales
para que opere la suspensión o cancelación de la licencia de un conductor, el Servi-
cio de Registro Civil e Identificación, deberá informarlo detalladamente al Juez de
Policía Local del domicilio que el titular de la licencia tuviere registrado, dentro de
los dos días hábiles contados desde la anotación de la infracción en el Registro”.

El Juez conocerá de la denuncia que deberá formular el Servicio de Registro Civil e


Identificación y procederá a citar al afectado a una audiencia para un día y hora deter-
minados. La citación se efectuará mediante cédula, en extracto, que se dejará en su

220
domicilio y, si no concurriere a la citación o el domicilio registrado no le correspondie-
re o fuere inexistente, el Juez ordenará su arresto para asegurar su comparecencia. En
la audiencia deberán hacerse valer los descargos y luego, el Juez fallará en el acto o
recibirá la prueba, decretando todas las diligencias que estime pertinentes.

El Juez conoce en única instancia.

5.4.2.a – Rehabilitación del conductor

No establece la ley chilena un procedimiento que permita la efectiva rehabilitación


del conductor que es sancionado con la cancelación de su licencia de conductor, ni se
contempla la posibilidad que el suspendido pueda acortar el tiempo de su pena, como
sucede en el derecho comparado. Sólo se autoriza en el inciso segundo del artículo
209 de la Ley de Tránsito que “transcurridos que sean dos años desde la fecha de
cancelación de la licencia de conducir”, que el infractor solicite una nueva licencia
conforme a las reglas generales, cuyo otorgamiento va a quedar en definitiva entrega-
do a la decisión del Jefe del Departamente de Tránsito respectivo, que deberá calificar
la idoneidad del postulante y en definitiva, al Juez de Policía Local en caso de negati-
va. En caso de suspensión, sólo al Juez que aplicó la sanción corresponderá disminuirla
a su arbitrio.

5.5.1 – Quebrantamiento de Condena. Competencia

Dispone el inciso primero del artículo 209 bis de la Ley de Tránsito, que “el que
haya sido condenado con la cancelación de su licencia de conductor y que, no obs-
tante ello, sea sorprendido conduciendo un vehículo, será castigado con la pena de
presidio menor en su grado mínimo y multa de hasta $ 237.000.-”. A su vez, el inciso
segundo agrega que si el sorprendido hubiere sido sancionado con la suspensión de su
licencia y estuviere conduciendo durante el tiempo de la suspensión, “será castigado
con prisión en su grado máximo y multa de hasta $119.000”121.

El caso del inciso primero, esto es, el de quien es sorprendido conduciendo pese a
tener su licencia cancelada, es un caso de delito, de acuerdo a la pena asignada a la
conducta y su conocimiento corresponde al Juez del Crimen de la jurisdicción, según
lo que disponen el artículo 1º de la ley Nº 18.287, que entrega a los Jueces de Policía
Local “el conocimiento de los procesos por contravenciones y faltas y las materias de
orden civil” que sean de su competencia y el Título I del Código de Procedimiento
Penal, que dispone que serán competentes para conocer de los delitos que se cometan
en su territorio, “los tribunales de la República”, “salvo los casos exceptuados por

121
Valores vigentes para 2001.

221
leyes especiales”. La referencia a tales Tribunales se ha entendido efectuada a los del
fuero ordinario de la justicia criminal y la ley especial que regula la actividad del
tránsito, ha dispuesto expresamente que las faltas sean conocidas por el tribunal espe-
cial: el de Policía Local.

Tratándose de la conducta tipificada en el inciso segundo del artículo 209 bis de la


Ley de Tránsito, en atención a la pena impuesta y al artículo 2º del Código Penal,
estamos en presencia de una falta de conocimiento del Juez de Policía Local de con-
formidad a la ya citada norma del artículo 1° de la Ley 18.287 y a lo dispuesto en la
letra a) del artículo 13 de la Ley Nº 15.231, que le otorga competencia a esos tribuna-
les para conocer en primera instancia, de las infracciones a los preceptos que regla-
mentan el transporte por calles y caminos y el tránsito público.

5.5.1.a – Otros delitos relacionados con el Tránsito. Placas y documentos falsos.

Los artículos 196 A, 196 A bis y 196 D de la Ley de Tránsito tipifican otros delitos
que son también del conocimiento de los Jueces del Crimen, en conformidad a las
normas generales. Cometen los referidos delitos, no sólo los que hacen uso de docu-
mentos o placas falsas, sino que también los que los otorgan o posibilitan su otorga-
miento y se diferencia en los tipos correspondientes a los empleados públicos que
abusen de su oficio al cometer el delito. La ley enumera detalladamente los delitos que
tipifica y las sanciones que corresponde aplicar.

5.5.1.b – Caso del que conduce sin licencia o haga u so de una diferente de la
requerida

La situación que plantea el artículo 196 D de la ley de Tránsito, es necesario tra-


tarla en forma especial, ya que la norma tuvo una errónea aplicación en los primeros
meses de su vigencia, habiéndose procesado a numerosos presuntos infractores en
forma errada a nuestro juicio. La disposición señala en su inciso primero, que “el que
sin tener la licencia de conductor requerida, maneje un vehículo para cuya conduc-
ción se requiera una licencia profesional determinada, será castigado con presidio
menor en su grado mínimo a medio”.

La exigencia de licencias profesionales determinadas para conducir vehículos espe-


cíficos fue creada por la reforma de la ley 19.495, que agregó toda una gama de
licencias y clases de ellas, siendo detallada en relación a las licencias profesionales,
estableciendo variadas categorías y la necesidad de aprobar cursos impartidos por
Escuelas de Conductores que no funcionan, sin que se otorguen las referidas licencias
ni se dicten los Reglamentos necesarios para su implementación, por lo que, en materia

222
de otorgamiento de licencias, se está en una situación igual a la que existía antes del 8
de marzo de 1997, fecha de la reforma.

En tales circunstancias, no resulta justo ni procedente aplicar esta disposición, si


antes no se implementa el uso y expedición de las licencias nuevas que la ley creó y
funcionan las Escuelas de Conductores. Como el artículo está especialmente referido a
las licencias especiales y a las nuevas categorías creadas, tampoco puede ser aplicado
a los conductores que, sin tener la posibilidad de obtener una licencia especial, con-
duzcan con una diferente a la requerida, como es el caso, por ejemplo, de quienes
conducen como profesionales con licencia de la antigua Clase B.

Los conductores sorprendidos en esta situación, deben ser sancionados conforme lo


dispone el N° 4° del artículo 197 de la ley de Tránsito, como autores de una infracción
gravísima, en el caso de conducir sin haber obtenido licencia y de conformidad al N°
3° del artículo 198, los que lo hagan con licencia diferente de la requerida, como
autores de infracción grave. La sola mantención en el texto legal de estas infracciones,
a pesar de su agregado de “sin perjuicio de lo establecido en el artículo 196 D”, está
confirmando que esa disposición se refiere al nuevo sistema de clasificación de vehí-
culos y de licencias habilitantes para su conducción, las que al no haberse implementa-
do, hacen inaplicable la disposición.

Diferente es la situación que se plantea en el inciso segundo del citado artículo 196
D, que sanciona al “que, a cualquier título que sea, explote un vehículo de transporte
público de pasajeros, de taxi, de transporte remunerado de escolares o de carga y,
contrate, autorice o permita en cualquier forma que dicho vehículo sea conducido
por quien carezca de la licencia de conducir requerida o que, teniéndola, esté sus-
pendida o cancelada, será sancionado con multa de $ 28.100 a $ 112.000”122, ya que
en la calificación posible de ejercer en la actualidad, sin la implementación de licencias
especiales requeridas por el inciso primero, existen las “profesionales” o de la “Clase
A”, que habilitan para conducir los vehículos señalados en el inciso segundo en co-
mento, por lo que permitir que lo haga un conductor sin licencia o con una de la
“Clase B”, en uso actual mientras se implementan las nuevas clases, hace incurrir en la
conducta tipificada y su infractor debe ser sancionado con la fuerza de la nueva dispo-
sición, con multa superior a la general aplicable a los infractores.

5.6.1 – Competencia del Juzgado Civil Ordinario

Como se ha estudiado, la norma general es que en caso de juicios por accidentes


del tránsito, conozca el Juez de Policía Local de la comuna en que ocurrió el hecho o,

122
Valores vigentes para 2001.

223
si se trata de conductas delictuales o cuasidelictuales, el Juez del Crimen de la jurisdic-
ción. Sin embargo, hay situaciones en que la ley posibilita que, en las circunstancias
que señala, el asunto pueda ser llevado al Juez Civil Ordinario de la jurisdicción y
otros, en que por excepción, determina que sea precisamente ese Juez el único com-
petente para conocer del asunto.

5.6.1.a – Procedimiento ante el Juzgado Civil Ordinario

En los casos en que las leyes especiales del tránsito, tanto sustantivas como de pro-
cedimiento, se refieren a competencia del Juez Civil Ordinario, se ordena que el pro-
cedimiento deberá ser el sumario y, respecto del artículo 9º de la Ley 18.287 y del
número XX del artículo 181 de la Ley de Alcoholes, Nº 17.105, no será aplicable la
conversión del procedimiento establecida en el artículo 681 del Código de Procedi-
miento Civil.

5.7.1 – Juzgados del Crimen. Competencia

En materias relacionadas con el tránsito, la competencia de los Juzgados del Cri-


men dirá relación con el conocimiento de las siguientes materias:

1.– Procesos por cuasidelito de lesiones, sean estas menos graves o


2.– Procesos por cuasidelito de homicidio;
3.– Procesos por simple Delito de Manejo en Estado de Ebriedad;
4.– Procesos por Delito de Manejo en Estado de Ebriedad Causando Daños;
5.– Procesos por Delito de Manejo en Estado de Ebriedad Causando Lesiones, con
o sin Daños;
6.– Procesos por Delito de Manejo en Estado de Ebriedad Causando Muerte, con
o sin Daños; y
7.– Procesos por delitos específicos de la Ley de Tránsito.

5.7.2 – Caso de Cuasidelito. Procedimiento

En casos de cuasidelito de lesiones y de homicidio, se ocasionen daños o no, se se-


guirá el procedimiento ante el Juzgado del Crimen de la jurisdicción, establecido en el
Código de Procedimiento Penal para el “Juicio Ordinario Sobre Crimen o Simple
Delito”.

Tendrán aplicación las normas especiales que sobre cuasidelitos se establecen en el


Título X del Libro II del Código Penal y las especiales de la Ley de Tránsito, espe-
cialmente las presunciones de los artículos 172, 173, 176 y otras. Tienen igualmente

224
aplicación plena en esta materia, las fuentes especiales de responsabilidad del artículo
174 y las normas sobre causalidad entre infracción y resultado, del artículo 171.

En materia de penalidad, ella está establecida en el Código Penal o en las diferentes


leyes que pueden normar conductas cuasidelictuales y la gravedad de las lesiones que
se causen con ocasión de una acción cuasidelitual incidirá en la aplicación de una pena
más grave que la general, en casos sancionados por el Código Penal, de acuerdo a lo
dispuesto en el artículo 196 B de la Ley de Tránsito: “en los accidentes del tránsito de
resultas del cual la víctima falleciere o quedare demente, inútil para el trabajo,
impotente o estéril, impedido de algún miembro importante o notablemente deforme
cuya causa determinante sea alguna de las infracciones establecidas en los Nºs. 1, 2,
3 y 4 del artículo 197 o Nºs. 3, 4, 11, 13 y 17 del artículo 198, la pena aplicable será
de reclusión menor en su grado máximo y, tratándose de otras lesiones, la pena
asignada será aquella señalada en el artículo 490 del Código Penal aumentada en
un grado”.

Finalmente, cabe destacar que el inciso segundo del artículo 196 B de la Ley de
Tránsito contiene una norma de aplicación general para Jueces, cualquiera sea la
naturaleza del Tribunal, con lo se confirma la idea –hoy ya no discutida– de la plena
aplicación de las normas de la ley Nº 18.290 en materia cuasuidelictual de conoci-
miento en sede penal. Tal norma establece que “los jueces podrán siempre, aunque no
medie condena por concurrir alguna circunstancia eximente de responsabilidad
penal, decretar la inhabilidad temporal o perpetua para conducir vehículos motori-
zados, si las condiciones psíquicas y morales del autor lo aconsejan”.

5.7.2.a – La Acción Civil. Reconvención. Prescripción

La acción civil tendiente a perseguir la responsabilidad de los autores y otros res-


ponsables del cuasidelito se ajustará a las normas generales establecidas en el Código
de Procedimiento Penal, correspondiendo sólo destacar algunos aspectos relacionados
con dichas acciones, que se han planteado y han sido objeto de sentencias de los
Tribunales superiores de Justicia.

La acción civil deberá deducirse en tiempo y forma en el proceso, en conformidad a


lo que señalan los artículos 10, 103 bis, 425, 428, 431 y demás pertinentes del Código
de Procedimiento Penal y artículos 171 y 172 del Código Orgánico de Tribunales.
En el proceso penal es improcedente substanciar una reconvención dirigida por el
tercero civilmente responsable en contra de la demanda civil del actor, encaminada a la
indemnización de los perjuicios causados por el reo, habiéndose resuelto que el ejerci-
cio de la acción civil, deducida en un proceso criminal en contra de terceras personas

225
civilmente responsables, no se ajusta a los trámites del Código de Procedimiento Civil
para el juicio ordinario y debe tramitarse y fallarse conjuntamente con la acción penal,
sin mas escritos que la acusación o demanda civil y la contestación123.

En lo referido a la prescripción de la acción civil, ésta seguirá la suerte de la acción


penal si se ejerce en el proceso por cuasidelito, pero si en el juicio criminal no se
ejerció acción civil y el autor fue condenado con la pena respectiva y a reparar el daño
causado por su culpa y el tercero civilmente responsable fue ajeno al proceso, el plazo
de cuatro años en que prescribe la acción para reclamar de dicho tercero la indemniza-
ción de perjuicios por un cuasidelito, se cuenta desde la perpetración del acto y no
desde que causó ejecutoria la sentencia pronunciada en el juicio criminal y, por tratarse
de una prescripción de corto tiempo, corre contra toda clase de personas124.

5.7.3 – El delito de Manejo en Estado de Ebriedad. Tipos legales. Delito e infrac-


ciones concurrentes

La Ley Nº 17.105, “Ley de Alcoholes, Bebidas Alcohólicas y Vinagres”, tipifica en


su artículo 121 los delitos que pueden cometer los conductores, pudiendo distinguirse
diferentes formas, desde el simple manejo en estado de ebriedad, hasta el delito en que
se causa la muerte de una o más personas.

Puede suceder además, que al denunciarse la comisión de un delito de conducir en


estado de ebriedad en cualquiera de sus formas, concurran en la denuncia infracciones
a las disposiciones de la Ley de Tránsito, sin que exista conexión entre ambas con-
ductas. La competencia para conocer de la conducta delictual corresponde al Juez del
Crimen de la jurisdicción y las infracciones deben ser falladas por el Juez de Policía
Local, con competencia al efecto.

El procedimiento será diferente si se trata de simple delito, sin consecuencias en lo


que a daños, lesiones o muerte se refiere, por una parte y aquel en que deriven tales
consecuencias, por la otra.

5.7.4 –Procedimiento en caso de simple delito de Manejo en Estado de Ebriedad.

Tratándose de simple delito, señala el inciso sexto del artículo 178 de la Ley de Al-
coholes, que los Carabineros, al momento de sorprender la infracción, “citarán perso-
nalmente al inculpado a una audiencia que se celebrará dentro de los diez días
siguientes a la fecha de la denuncia, y a la cual deberá concurrir el inculpado con

123
C. Suprema, 29 de julio de 1980, Revista, Tomo LXXVII, Sección Cuarta, p.118.
124
C. Suprema, 25 de mayo de 1948, Revista, Tomo XLV, Sección Primera, p. 581.

226
sus testigos y demás medios probatorios”. La audiencia se celebrará con asistencia de
las partes o en su rebeldía.

Agrega en lo pertinente la disposición citada, que “no será necesaria la asistencia


de los testigos de cargo y se tendrán como declaraciones juradas prestadas por éstos
las aseveraciones contenidas en la denuncia respectiva, siempre que tal documento
aparezca firmado por dichos testigos y sus firmas autorizadas por el Comisario
respectivo, o un Oficial del Registro Civil, donde no hubiere Comisaría”. En el caso
de que la denuncia sea formulada por inspectores municipales, las firmas podrán ser
autorizadas por el Alcalde respectivo.

En el comparendo, se levantará acta que contendrá una relación sucinta de lo ac-


tuado, no admitiéndose más de tres testigos por cada parte, debiendo los de descargo
exhibir su cédula de identidad, como lo ordena el inciso noveno del artículo 178
referido.

Ordena el artículo 180 de la Ley 17.105 así mismo, que “la sentencia se expedirá
en el mismo comparendo o, a mas tardar, dentro de los cinco días siguientes, sin
necesidad de citación para sentencia” y será breve y precisa, con los datos necesarios
para su inteligencia adecuada, declarando, si es condenatoria, la obligación del conde-
nado de pagar las costas procesales y personales de la causa.

Sólo son partes en este procedimiento por simple delito de manejo en estado de
ebriedad, cuando no se han causado daños ni lesiones ni muerte, el inculpado o denun-
ciado y el Departamento de Defensa de la Ley de Alcoholes.

No se procesa al inculpado el que sólo es condenado en definitiva, por lo que no es


prontuariado sino hasta la ejecutoria de la sentencia definitiva mediante la comunica-
ción y anotación del fallo.

5.7.4.a – Recursos procesales

En el procedimiento en estudio, “sólo la sentencia definitiva será susceptible del


recurso de apelación”, al que se refiere el inciso cuarto del artículo 180 de la Ley de
Alcoholes. Para deducirlo, deberá el inculpado enterar en la cuenta corriente del
Tribunal la multa correspondiente y las costas. El Tribunal de Alzada, dispone el inciso
siguiente, “fallará sin más trámite que fijar día para la vista de la causa y sin esperar
la comparecencia de las partes”.

227
No proceden en las causas en que se ventilen infracciones sancionados en la Ley de
Alcoholes, los recursos de casación en la forma ni en el fondo, no obstante lo cual, el
Tribunal que conozca de la apelación, podrá casar de oficio por las causales primera,
sexta, séptima, décima y undécima del artículo 541 del Código de Procedimiento
Penal, esto es, falta de emplazamiento, incompetencia manifiesta del Tribunal que
falló, implicación o recusación pendiente o declarada del Juez, ultra petita y haber sido
dada en oposición a otra sentencia con mérito de cosa juzgada.

5.7.5 – Procedimiento en caso de delito de Manejo en Estado de Ebriedad cau-


sando daños, lesiones o muerte.

La norma general en esta materia, contenida en el inciso segundo del artículo 181
de la ley N° 17.105, señala que si a consecuencias del desempeño en estado de ebrie-
dad “se han ocasionado daños, lesiones o muerte, se seguirá la causa por los trámi-
tes del juicio ordinario por crimen o simple delito de acción pública, regido por el
Código de Procedimiento Penal”, con las modificaciones que la propia ley señala.

5.7.5.a – Modificaciones al procedimiento ordinario por crimen o simple delito

Las modificaciones que se introducen al procedimiento ordinario por crimen o sim-


ple delito en los casos de desempeño en estado de ebriedad causando daños, lesiones o
muerte son, en primer lugar, las establecidas en el artículo 122 de la Ley de Alcoholes,
ya revisadas y relativas a las presunciones en caso de huida del lugar del hecho y de
negativa a practicarse el examen de alcoholemia y las disposiciones establecidas con
relación a la forma y valor probatorio de dicho examen.

Otras disposiciones de importancia se contienen en el Título IV de la Ley de Alco-


holes, artículos 177 a 187 y tienen aplicación las modificaciones al procedimiento que,
en número de 20, contiene el artículo 181 de la Ley 17.105, las que explícitamente se
encuentran detalladas en el texto legal. Por la importancia que reviste en la tramitación
diaria, destacamos sólo la alteración al procedimiento ordinario por crimen o simple
delito contenida en el numeral VI: la duración del secreto del sumario será de 20 días,
prorrogables por una sola vez, por un término que no podrá exceder de otros 10 días.

5.7.6 – Examen de alcoholemia y presunciones

En todos los procesos por manejo en estado de ebriedad, tanto manejo simple co-
mo causando daños, lesiones o muerte, revestirán importancia las presunciones y los
exámenes para detectar presencia de alcohol en la sangre o estupefacientes y drogas,
en su caso. Al tratar de la tipificación de los delitos referidos, se hizo mención a la

228
fuga del conductor, las presunciones que de ese hecho derivan y a otros aspectos de la
cuestión. Debe agregarse que la huida, de acuerdo al artículo 122 de la Ley de Alco-
holes, del lugar en que se hubiere cometido alguno de los delitos a que se refiere esa
ley, “será apreciada por el Juez como una presunción que podrá ser suficiente para
establecer la culpabilidad del imputado”.

En cambio, negarse a que se le practique el examen de alcoholemia, podrá ser apre-


ciado por el Juez “como una presunción a la que podrá dar valor suficiente para
establecer la embriaguez del acusado”, como lo establece el inciso tercero de la
disposición en estudio.

En lo que dice relación a la embriaguez del acusado, deben estudiarse en cada caso
particular los antecedentes que complementen el resultado del examen de alcoholemia,
de alcohotest u otro que se practique y que constituya un medio idóneo al efecto, de
acuerdo a o que digan relación con la negativa a proporcionar la muestra de sangre, ya
que la apreciación del parte de Carabineros podrá reflejar, especialmente si va acom-
pañada de pruebas efectuadas en el momento de la detención, el estado real que
presente el detenido. Así, resultará importante una estimación de Carabineros sin
indicar embriaguez, no obstante un resultado en un rango superior a un gramo por mil
de alcohol en el torrente sanguíneo, ya que la estimación de embriaguez refuerza a la
presunción legal fundada en la negativa a la práctica del examen, no obstante la decla-
ración de testigos en el proceso, los que señalaron que el acusado había bebido mode-
radamente horas antes del volcamiento en que participó y que conducía en forma
absolutamente normal, produciendo la convicción necesaria para la condena, en ese
caso de un reincidente.

5.7.6.a – Mérito probatorio y forma de los exámenes para detectar alcohol

“El resultado de los exámenes o comprobaciones hechas por medios idóneos, ten-
drá el mérito probatorio de informe pericial, y el funcionario que lo practique estará
exento de la obligación de prestar juramento y no requerirá de nombramiento espe-
cial. El informe contendrá la individualización del funcionario que lo haya efectua-
do, la fecha, hora y lugar de su realización, el medio utilizado para obtener dicho
resultado, el visto bueno del jefe del respectivo servicio y la firma de ambos funcio-
narios”, dispone el inciso segundo del artículo 190 de la Ley de Tránsito.

El artículo 122 de la Ley de Alcoholes, por su parte, se refiere a que “funcionarios de


Carabineros o de Investigaciones tomarán las medidas inmediatas para someter al
detenido a un examen científico…” , sin indicar a que examen se trata. Sin embargo, a la
época de promulgación de la disposición solo se usaba en Chile el examen de alcoholemia y

229
no se conocía el llamado alcohotest, por lo que el texto parece referirse sólo a la alcohole-
mia, circunstancia en la que algunos han querido ver, por la especialidad de la Ley de
Alcoholes, que en materia de delitos tratados en esa ley, sólo tiene valor el examen de
alcoholemia y no el del examen del aire expirado.

Pensamos que cualquier procedimiento efectuado por “medios idóneos”, de acuer-


do a lo expresado en la Ley de Tránsito, podrá ser valorado para dar por acreditada la
presencia de alcohol en el organismo y su graduación, no limitando al sólo examen de
alcoholemia el medio a aplicar en sede criminal, al conocer de procesos con interven-
ción del elemento alcohol.

La alcoholemia, entendida la palabra como el resultado del examen y no como el


examen mismo que puede revestir otras formas, mide cantidad de alcohol en el to-
rrente sanguíneo, situación diferente del estado de ebriedad. Si bien ambos conceptos
normalmente son equivalentes y proporcionales, en el sentido de que a mayor dosis de
alcohol, mayor estado de ebriedad, no siempre es necesariamente así. El estado de
ebriedad es un estado psicológico, que no puede medirse cuantitativamente. Se ha
fallado que no debe confundirse la noción de “alcoholemia positiva” (corrientemente
estimada en 1 gr. por mil o más) con el “estado de ebriedad”. La primera es la medi-
ción instrumental de una situación fisiológica, como es el porcentaje de alcohol exis-
tente en la sangre; en tanto que la segunda constituye un estado psíquico de turbación
de las facultades intelectuales que depende de cada sujeto en particular125.

El alcohol no requiere digestión y, al parecer, la absorción se produce por simple


difusión. Es tan rápida que en unos 30 minutos puede absorberse entre el 80 y el 90%
de la cantidad ingerida. Aproximadamente se absorbe el 20% por el estómago y el
resto por el intestino delgado. Por lo común, el organismo elimina y destruye el alco-
hol a un ritmo que equivale aproximadamente a una onza de whisky (86 grados) por
hora. En función de cambios en el porcentaje de alcohol en la sangre, ello corresponde
a una disminución aproximada de 0,015 a 0,020% por hora126.

La tolerancia del individuo (congénita o adquirida) depende de su susceptibilidad, hábi-


tos de consumo de alcohol, velocidad de absorción, intensidad de su metabolismo, edad,
peso corporal y su estado físico general. El alcohol afecta más a las personas enfermas
mental o físicamente que a las que gozan de salud. El alcohol afectará mucho más a los
individuos que toman simultáneamente cualquier droga depresiva como los barbitúricos,
los derivados de la morfina, hidrato cloral, otros estupefacientes, sedantes hipnóticos,
depresivos, tranquilizantes o antihistamínicos.

125
C. de Valparaíso, 10 de septiembre de 1979, Revista, Tomo LXXVI, Sección Cuarta, p. 348.
126
Publicación del Consejo Interamericano de Seguridad, “El Conductor Defensivo”.

230
El resultado del informe de alcoholemia, para llevar a una conclusión definitiva e
indubitable, deberá ser ponderado con los otros antecedentes que se alleguen al proce-
so y así, una alcoholemia de 1,17 gramos por mil en un conductor que declaró haber
bebido vino tinto y que “debido a mi cansancio, el vino que bebí me afectó un poco y
me encontraba un poco mareado”, respecto del que los Carabineros señalaron que
conducía en los momentos de su detención “bajo la influencia del alcohol sin estar
ebrio, ya que solamente tenía hálito alcohólico y en lo demás se encontraba completa-
mente normal”, hablaba y caminaba correctamente, ha determinado que se le procese
en sede de Policía Local por conducir bajo la influencia del alcohol sin estar ebrio y no
ante la justicia criminal por el delito de manejar en estado de ebriedad127.

El examen de alcoholemia, se ha resuelto, no constituye prueba absoluta del estado de


ebriedad de una persona. En consecuencia, si éste arroja una alcoholemia de 2,26 gr1/oo,
que importa un estado de ebriedad no disimulable, incapaz de pasar inadvertido, es de
suponer que adolece de algún error que le resta mérito, máxime si cuatro testigos del
proceso señalan que el conductor no se desempeñaba en estado de ebriedad, a la época del
accidente. El tribunal debe necesariamente concluir en que el reo efectivamente no se
encontraba en estado de intemperancia128.

5.7.6.b – Estimación generalizada del “estado de ebriedad”

Para los efectos de determinar cuando se está en presencia de un conductor que se


desempeña en estado de ebriedad y, por consiguiente puede ser condenado como
autor del delito tipificado en la Ley de Alcoholes, al no haber una definición legal clara
de la conducta constitutiva del tipo, los Tribunales de Justicia han seguido en forma
más o menos pareja, un criterio uniforme, con importantes excepciones en su aplica-
ción, como veremos.

En efecto, desde que el Dr. Alfredo Vargas Baeza del Instituto Médico Legal, in-
formó a petición de la Corte de Apelaciones de Santiago129, que una persona se de-
sempeña en estado de ebriedad si el resultado de su examen de alcoholemia es igual o
superior a 1,00 gr. por mil de alcohol en el torrente sanguíneo, se ha generalizado tal
criterio, a raíz de que la Corte Suprema dio a conocer al resto de los Tribunales del
país lo informado, por resolución del Pleno de dicho Tribunal mediante Circular N° 6
de 15 de diciembre de 1976, como una referencia a la cual podían ajustarse en su

127
C. Suprema, 26 de marzo de 1969, Revista, Tomo LXVI, Sección Cuarta, p. 59.
128
C. de Concepción, 20 de septiembre de 1972, Revista, Tomo LXIX, Sección Cuarta, p. 108 y ss.
129
El texto del informe médico legal que fue reiterado a las Cortes de Apelaciones del país el 18 de abril
de 1978, se puede consultar en Fallos del Mes, Nº 259, p 181.

231
estimación, sin que tal comunicación revista la importancia de una instrucción y mucho
menos que sea obligatoria en su aplicación.

Se ha estimado que la circunstancia que la Corte Suprema haya resuelto dar a co-
nocer a los Tribunales inferiores dos informes técnicos sobre alcoholemias, sólo indica
que les ha proporcionado los elementos de juicio que dichos informes contienen, sin
que esto signifique que los jueces deban someterse necesariamente a sus conclusiones.
También que la independencia del Poder Judicial no sólo está constituida por su
autonomía funcional que lo caracteriza, en cuanto Poder, frente a los otros Poderes
del Estado. También comprende la independencia de cada juez para ejercitarla sobera-
namente dentro de la órbita de su competencia, con la única limitación de su necesario
sometimiento a la Constitución y a las leyes130.

Los considerandos del fallo mencionado revisten especial importancia por la validez
de sus afirmaciones, al consignar que la alcoholemia no constituye nada más que la
constatación instrumental de una medición fisiológica como es el porcentaje de alcohol
existente en la sangre en un momento determinado. En cambio, la ebriedad o embria-
guez constituye un estado psíquico que el Diccionario Razonado de Legislación y
Jurisprudencia de Escriche, define como “la turbación de las facultades intelectuales,
causadas por el vino u otro licor”; y, el de la Real Academia, como “Turbación pasa-
jera de las potencias dimanada del exceso con que se ha bebido vino u otro licor”.
Entendiendo éste la voz “turbar”, como “alterar o conmover el estado o curso
natural de una cosa”.

Se agrega que es indudable que la alcoholemia o medición del dosaje alcohólico


puede ser –y es generalmente– un elemento valioso para llegar a establecer el estado
de ebriedad. Pero, de un dosaje que estadísticamente ha revelado la existencia de tal
estado, por muy alto que sea el porcentaje de la diagnosis positiva en el universo de
casos estudiados, no puede concluirse, necesaria e inequívocamente, la situación de
embriaguez del sujeto particular de cuyo procesamiento se trata y que semejante
proceder conduciría a una especie de justicia aritmética, o bien, desde otro punto de
vista a una mecanización de la justicia, que repugna a la naturaleza misma de la juris-
dicción, en cuanto ella entraña la solución particular y concreta del caso sometido a la
decisión del juez.

El mismo fallo, luego de hacer referencia a la diversidad de factores individuales de


reacción al alcohol, tales como peso, estado de salud, habitualidad de beber y grado de
replexión gástrica, se remite a factores ambientales como clima o temperatura, termina
señalando que no está demostrado que el dosaje alcohólico de la sangre cuantifique el
mismo nivel o grado de ebriedad; y, ni siquiera, que ésta pueda mensurarse con el
130
C. de Valparaíso, 10 de septiembre de 1979, Revista, Tomo LXXVI, Sección Cuarta, p. 348 y ss.

232
mismo sistema de medición, por tratarse de un proceso predominantemente psíquico,
consistente, como se ha dicho, en la perturbación pasajera de las facultades intelec-
tuales131.

La jurisprudencia se ha inclinado mayoritariamente por estimar ebrio al conductor


que presenta alcoholemia de 1,00 gr. por mil o más, porcentaje que se ha estimado
como muy elevado para una persona que conduce un automóvil132.

Factor importante en la medición de la cantidad de alcohol que presenta un indivi-


duo en su torrente sanguíneo, será la oportunidad con que se tome la muestra, ya que
se ha estimado que la eliminación de alcohol representa un descenso de alcoholemia
que fluctúa de 0,10 a 0,20 gramos por mil por hora, de lo que se desprende que al
momento del hecho en que participó, la alcoholemia del inculpado era mayor que
luego, cuando se tomó la muestra133. Si al momento de la obtención de la muestra un
individuo presentaba 1,27 gr. de alcohol por mil en su sangre, debe estimarse, por el
tiempo transcurrido desde el hecho, que antes la había tenido algo más alta134.

5.7.6.c – Concordancia entre alcoholemia y otros antecedentes para estimar


conducción en estado de ebriedad

A pesar de que el resultado del examen de alcoholemia reviste una vital importancia
en la calificación del desempeño en estado de ebriedad, se sostiene que debe estar en
concordancia con los otros elementos del proceso, para no caer precisamente en
arbitrariedades y en una justicia mecanizada.

La jurisprudencia ha sido variable respecto de la relevancia del examen de alcoho-


lemia en relación a otras pruebas y existen fallos en que, pese a la presencia de una alta
dosificación alcohólica, se ha absuelto al inculpado en razón de ser dicho informe el
único antecedente que obra en su contra, estimándose en no algunas oportunidades,
que es necesario que de los antecedentes y demás pruebas allegadas al proceso resul-
ten cargos en contra del hechor, sin que sea suficiente el sólo resultado de la alcoho-
lemia, sin otros antecedentes que lo avalen y confirmen, para dar por establecida la
participación delictual del denunciado. No obstante, preciso es acotar que la gran
mayoría de las sentencias condenan con el sólo mérito del examen.

Desde el punto de vista de los textos legales, cabe consignar que el inciso segundo
del artículo 190 de la Ley de Tránsito, dispone que el examen de alcoholemia tendrá el

131
C. de Valparaíso, 10 de septiembre de 1979, Revista, Tomo LXXVI, Sección Cuarta, p. 349 y ss.
132
C. Suprema, 12 de Agosto de 1981, Revista, Tomo. LXXVIII, Sección Cuarta, p. 120 y ss.
133
C. de Valparaíso, 17 de diciembre de 1988, Gaceta Nº 91, Sentencia 3, p. 69, considerando 21.
134
C. Suprema, 10 de julio de 1985, Fallos del Mes Nº 320, p. 457.

233
mérito probatorio del informe pericial. De este modo, dicho informe en sede de Policía
Local, debe ser apreciado con los demás antecedentes del proceso y valorado por el
sentenciador conforme a sus facultades de apreciar la prueba conforme las normas de
la sana crítica. En sede penal, en cambio, la valoración de la pericia será diversa, ya
que diversas son las facultades del juez en cuanto a la apreciación de la prueba y
deberán tomarse en consideración el texto del artículo 122 de la Ley de Alcoholes, en
cuanto parece hacer alusión solamente a la muestra de sangre, como piensan algunos y
no al examen de aire expirado y las disposiciones de los artículos 472 y 473 del Códi-
go de Procedimiento Penal, a pesar, como se ha señalado antes, que existe jurispru-
dencia en sentido contrario.

En relación al hecho de no ser el informe de alcoholemia el único medio de acredi-


tar en juicio el estado bebido o la ingestión alcohólica, se ha fallado que la agregación
del examen de alcoholemia practicado al reo, no constituye una diligencia expresa-
mente dispuesta por la ley bajo pena de nulidad, porque ningún precepto legal así lo
establece y, además, porque no es éste el único medio de comprobar el estado de
ebriedad que admite la ley135.

En aquellos casos en que la alcoholemia es el único antecedente que obra en contra del
procesado por el delito de conducción en estado de ebriedad en cualquiera de sus formas,
la absolución se ha basado generalmente en que la prueba pericial (examen de alcohole-
mia), importa un encadenamiento de probabilidades racionales, siendo de vital importancia
que la pericia concuerde con otros resultados de las piezas del proceso... y, al analizar los
antecedentes del proceso en que recae la sentencia que contiene tal raciocinio 136, se agrega:
“Pero el cargo más grave es el que emana del informe de alcoholemia de fs. 10, en donde
se deja constancia que el chofer presentó un grado de alcoholemia de 2,70 gramos por
mil”, indicándose que al apreciar este informe, cabe señalar que su conclusión no se
compadece en absoluto con lo sostenido por los testigos que dicen que el estado de
temperancia del acusado era normal y ni siquiera está acorde con lo sostenido por el
único testigo de cargo, el Carabinero Gutiérrez, si se considera que esta alcoholemia
revela un estado de ebriedad a todas luces muy avanzado y manifiesto al paso que Gutié-
rrez dice que el chofer andaba “un poco” bebido; siendo de advertir que este Carabinero
estuvo presente en el mismo lugar de los hechos”.

No existe un criterio uniforme y menos una norma, para determinar la frontera en-
tre el “estado bebido” o “bajo la influencia del alcohol” y el estado de ebriedad pro-
piamente tal, habiéndose afirmado que el informe de alcoholemia constituye una
afirmación singular de la dosificación de alcohol en la sangre del reo, y no obstante

135
C. Suprema, 11 de mayo de 1960, Revista, Tomo LVII, Sección Cuarta, p. 84.
136
C. de Concepción, 10 de octubre de 1966, Revista, Tomo LXIII, Sección Cuarta, p. 286 y ss.

234
aparecer de un valor de 2,03 por mil, debe concluirse que no se encontraba en estado
de ebriedad, sino sólo bajo la influencia del alcohol dado el resto de las probanzas
allegadas en autos137.

5.7.6.d – Mayor importancia del resultado del examen de alcoholemia, frente a


otros antecedentes del proceso

Dentro del concepto general de estado de ebriedad en conductores, son reiterados y


muy mayoritarios, los casos en que, no obstante lo expuesto en el párrafo anterior, se
ha dado la mayor importancia al examen de alcoholemia, desestimando las pruebas
rendidas para destruirlo o aminorar su resultado cuando es superior a un gramo de
alcohol por mil en el torrente sanguíneo, estimándose tal resultado como señal inequí-
voca y definitiva de desempeño en estado de ebriedad.

Se ha fallado que el estado de ebriedad es un concepto científico, que se establece


con una prueba también científica, como lo es el respectivo informe de alcoholemia
que, para tal efecto, es suficiente por sí solo cuando detecta una cifra superior a un
gramo por mil. En consecuencia, no tienen relevancia alguna diversos elementos del
proceso encaminados a demostrar que el reo sólo actuó bajo la influencia del alcohol,
cuando la alcoholemia arroja el mencionado índice. En este sentido han de desestimar-
se las afirmaciones de los testigos, el parte de Carabineros y la prueba alcoholométri-
ca138.

Se ha estimado que el conducir en estado de ebriedad un vehículo motorizado o de


tracción animal, constituye un delito específico, regido por normas particulares que
priman sobre las del Código de Procedimiento Penal y que, en consecuencia, el artí-
culo 122 de la Ley de Alcoholes, que consagra el examen de alcoholemia, altera las
normas generales de los artículos 472 y 473 de dicho Código sobre la prueba pericial,
dando al examen referido el carácter de plena prueba para establecer la ebriedad,
cuando la dosificación de alcohol en la sangre excede el margen de 1,0 gr. por mil. Se
agrega que aunque en el parte de Carabineros y en la ratificación testimonial del
funcionario aprehensor se afirme que el inculpado estaba bajo la influencia del alcohol
sin estar ebrio, ese parte y su ratificación no pueden primar sobre el resultado del
examen de alcoholemia, por las razones señaladas y porque éstos sólo envuelven una
simple apreciación personal del grado de influencia alcohólica sobre el organismo,
formulada por no especialistas, mientras que el examen de alcoholemia es una prueba
científica139.

137
C. de Valparaíso, 5 de abril de 1977, Revista, Tomo LXXIV, Sección Cuarta, p. 341.
138
C. de Santiago, 2 de agosto de 1983, Revista, Tomo LXXX, Sección Cuarta, p. 86.
139
C. de Santiago, 13 de enero de 1983, Revista, Tomo LXXX, Sección Cuarta, p. 10.

235
En el mismo sentido, un resultado de 1,94 gr. o/oo en un control practicado una hora
después de la detención del reo, es suficiente para establecer la dosificación de alcohol en
su sangre. El examen científico efectuado por personal especializado, en una materia en la
cual, aun para ellos es difícil distinguir el límite entre la ebriedad inaparente o subclínica y la
ebriedad clínica propiamente tal, fijándose al efecto como delimitante la existencia de 1 gr.
o/oo, no puede ser desestimado por la sola declaración de dos funcionarios policiales que
no tienen mayores conocimientos técnicos sobre lo que declaran y lo hacen únicamente por
apreciaciones140.

Con el mismo criterio, pero en casos de alcoholemias inferiores a 1,00, se ha esti-


mado que, si el informe del examen de alcoholemia arroja 0,92 gr. por mil, no procede
considerar al conductor en estado de ebriedad, aunque digan lo contrario el respectivo
parte policial y los testigos que depusieron en el juicio, “cuyos conocimientos científi-
cos para distinguir entre la influencia del alcohol sobre una persona y la ebriedad
misma, no aparecen de autos” 141. En otra oportunidad, ante la afirmación de los
aprehensores en el sentido que el detenido tenía el rostro congestionado, fuerte hálito
alcohólico e inestabilidad al caminar, no se condenó como autor de manejo en estado
de ebriedad al conductor que presentó una alcoholemia de 0,63 gr. por mil142.

5.8.1 – El sobreseimiento y sus efectos

Una causa criminal puede llegar a su término, entre otras causas, por sobresei-
miento y éste, puede ser temporal o definitivo, de acuerdo a las circunstancias parti-
culares de cada caso.

Entre los efectos del sobreseimiento temporal, se encuentra el de mantener vigente


la posibilidad de que, con el aporte de nuevos antecedentes, se reabra la investigación
y se continúe con el procedimiento penal. Es decir, una causa penal sobreseída tempo-
ralmente, puede ser desarchivada y reactivada, hasta que, por el paso del tiempo, ello
no es posible en razón de la prescripción. En consecuencia, una causa temporalmente
sobreseída, está latente, vigente y no terminada.

No es posible, por consiguiente, al tratarse de sobreseimiento temporal en caso de


cuasidelito, continuar la investigación en un Juzgado de Policía Local con el objeto de
investigar y sancionar las infracciones que se pudieron cometer al ocurrir los hechos
que, por existir lesionados, fueron de la competencia del juez del crimen. La “causa de
pedir” de la triple identidad de la cosa juzgada, tanto en el proceso penal, cuanto en el

140
C. de San Miguel, 29 de agosto de 1988, Gaceta, Nº 100, Sentencia 3, p. 88.
141
C. Pedro Aguirre Cerda, 6 de septiembre de 1983, Revista, Tomo LXXX, Sección Cuarta, p. 154.
142
C. Suprema, 31 de mayo de 1984, Fallos del Mes, Nº 306, p. 209.

236
infraccional o contravencional de Policía Local, la constituye el hecho punible (infrac-
cional) que es la razón en virtud de la cual se reclama y se impone la sanción. En
virtud del principio “non bis in idem”, unos mismos hechos, constitutivos de una o
más infracciones, no pueden ser sancionados dos veces o pronunciarse sobre ellos
sentencias contradictorias143.

Como consecuencia de esta litis pendencia, también quedaban sin reparación los
daños y perjuicios que con motivo de las infracciones, se hubieran causado. El artículo
segundo de la Ley N° 18.931 de 15 de febrero de 1990, aclaró la situación existente
hasta esa fecha, agregando un nuevo artículo 67 a la Ley N° 15.231, cuyo texto es el
siguiente: “En los casos en que concurrieren, en un accidente del tránsito, infraccio-
nes que son el medio para la comisión de un delito o cuasi delito o que sean elemen-
tos integrantes de éstos, conocerá únicamente el Juez del Crimen. Si se dictare
sobreseimiento definitivo, se enviarán los antecedentes al Juez de Policía Local para
que conozca de las infracciones”.

La disposición en su primera parte, no hace sino confirmar una norma básica de


competencia y radicación, ya que estando un tribunal en conocimiento de un asunto,
no es lícito que entre otro a conocer de los mismos hechos y menos, si uno de los
elementos del conocimiento del delito o cuasi delito de tránsito, va a ser precisamente
la comisión de infracciones.

Por consiguiente, de acuerdo a la parte final de la disposición transcrita, establecido


en sede criminal que no existe cuasi delito o delito, debe ponerse efectivo término al
proceso mediante el sobreseimiento definitivo y, una vez ejecutoriada la sentencia que
así lo determina, deben remitirse los autos al Juez de Policía Local competente para
que investigue y sancione las infracciones, en el procedimiento de la Ley 18.287. El
sobreseimiento definitivo puede decretarse en cualquier estado del juicio y puede
pedirse por cualquiera de las partes o por el Ministerio Público y decretarse de oficio
por el Juez y para que pueda pronunciarse, es necesario que esté agotada la investiga-
ción y que concurra alguna causa legal de las que señala el artículo 408 del Código de
Procedimiento Penal144.

En la forma descrita debe procederse, por ejemplo, si en un proceso iniciado por


supuesto manejo en estado de ebriedad causando daños, se acreditare que no existió
tal conducta delictual. Debe ser sobreseída definitivamente la causa y remitidos los
antecedentes a Policía Local. Tratándose de cuasidelitos, si se estableciera ante el juez
del crimen que las lesiones por las que se inició el proceso no revistieron gravedad o

143
C. de Santiago, 12 de septiembre de 1986, Revista, Tomo LXXXIII, Sección Cuarta, p. 216.
144
C. Suprema, 30 de mayo de 1969, Revista, Tomo LXVI, Sección Cuarta, p. 111 y ss.

237
no existieron, o las sufrió precisamente el autor de las infracciones que originaron
dichas lesiones, la causa debe ser sobreseída definitivamente por no existir conducta
cuasidelictual que investigar y remitida al Juzgado de Policía Local, que se pronuncia-
rá sobre las infracciones y los daños que se demanden en relación de causa a efecto
con aquellas.

Antes del artículo 67 de la ley 15.231, la tendencia generalizada era a sobreseer tempo-
ralmente procesos en que se investigaban lesiones, aun aquellos en que resultaba evidente
que no existía cuasidelito, como en el caso del único lesionado responsable de las infrac-
ciones causales del accidente que las provocó, o cuando se acreditaba en el curso de la
investigación que las lesiones, que en un primer momento se estimaron graves o menos
graves, en definitiva resultaban ser leves. Desgraciadamente y a pesar de que la ley tiene ya
más de seis años de aplicación, todavía no se unifica el criterio y se da cabal cumplimiento
a la norma, decretando en casos como los propuestos, el sobreseimiento definitivo que
corresponde. Recientemente, se ha resuelto con error a nuestro juicio, que el Tribunal no
comparte el criterio sustentado por el Ministerio Público en su dictamen, en el sentido de
revocar lo resuelto y sobreseer definitivamente remitiendo los antecedentes al Juzgado de
Policía Local que corresponda para determinar las responsabilidades por infracciones de
tránsito, por cuanto la titularidad y el ejercicio de la acción indemnizatoria ante la judicatu-
ra contravencional no depende del estado procesal de esta causa penal145.

Si bien es cierto que un mismo hecho no debe ser motivo de dos procedimientos
diferentes o sancionado dos veces, en materia de tránsito siempre va a estar presente el
elemento infraccional, que unido al resultado de la acción, va a determinar la compe-
tencia criminal en materia de cuasidelito o delito y de Policía Local en el caso de
simple infracción y daños, con o sin lesiones leves. No cambia el elemento infraccional
en uno u otro caso. Es la misma conducta infraccional que, por el resultado producido,
va a determinar una u otra figura y el conocimiento por uno u otro tribunal, de acuer-
do a las normas de competencia.

145
C. de Santiago, 14 de octubre de 1996, Rol Nº 44.075-96, cuasidelito de lesiones sobreseído tempo-
ralmente y archivado en el Tercer Juzgado del Crimen de Santiago, autos Nº 165.471-2, no publicada.

238
VI. SEGURO OBLIGATORIO DE ACCIDENTES PERSONALES

6.1.1 - El Seguro Obligatorio de la Ley 18.490, (S.O.A.P.). Antecedentes y vehí-


culos afectos. Naturaleza jurídica

El 4 de enero de 1986 fue publicada en el Diario Oficial la Ley N1 18.490 que esta-
bleció el “Seguro Obligatorio de Accidentes Personales Causados por Circulación de
Vehículos Motorizados”, la que estableció un Seguro Obligatorio, a contratarse en la
misma época del pago del permiso de circulación, para cubrir los accidente personales,
lesiones y muerte causados en accidentes y la Responsabilidad Civil por daños a
vehículos de terceros.

Dicha ley dispuso que el seguro de responsabilidad civil por daños entraría en vi-
gencia luego de un año, lo que fue prorrogado, hasta que finalmente la ley fue deroga-
da en esa parte, encontrándose sólo vigente y en plena aplicación, el seguro obligatorio
por lesiones y muerte de personas en accidente de vehículos motorizados. En el dere-
cho comparado, encontramos en muchos países un seguro de responsabilidad civil
derivada del uso de vehículos motorizados, de suscripción obligatoria, complementa-
rio o concurrente con seguros de suscripción voluntaria, sin distinción entre daños,
lesiones o muerte. Así sucede, por ejemplo, en España, desde la vigencia de los reales
decretos legislativos 1301/86 y 731/87, entre otras normas, con una cobertura de
daños corporales que garantiza a cada perjudicado el límite de Ptas. 8.000.000.- por
víctima y que, en lo que a daños materiales se refiere, cubre hasta Ptas. 4.500.000.-
por siniestro, reduciéndose el derecho de cada perjudicado frente al asegurador pro-
porcionalmente a los daños sufridos, cuando la suma de las indemnizaciones excede
del límite.

Entre nosotros, el seguro es obligatorio para todo vehículo motorizado que, para
transitar en las vías públicas del territorio nacional, requiera de un permiso de circula-
ción. Sólo se exceptúan y no se exige el seguro, en los casos que se contemplan en la
disposición pertinente.

Para los efectos de la ley, vehículo motorizado aparece definido como “aquel que
normalmente está destinado a desplazarse en el medio terrestre, con propulsión propia,
que se encuentre por su naturaleza destinado al transporte o traslado de personas o
cosas y sujeto a la obligación de obtener permiso de circulación para transitar” y su
concepto comprende remolques, acoplados, casas rodantes u otros similares, los que
deben contratar el seguro adicional correspondiente a su categoría.
El seguro obligatorio de accidentes personales causados por circulación de vehícu-
los motorizados, S.O.A.P., reconoce como precedente legislativo en nuestro país al

239
Decreto Supremo de Hacienda N° 11.300, de 18 de agosto de 1967, referente al
artículo 19 de la Ley N° 16.426, reemplazado por el artículo 25 de la Ley N° 16.582
de 24 de noviembre de 1966, modificado por Decreto Ley N° 431 de 24 de abril de
1974 y ha conservado de éste la característica de ser un seguro social, cuya fuente es
la ley. De este modo, la eventual relación jurídica entre el asegurador, las empresas y
las víctimas, no deriva de contrato alguno sino que, por entero, del mandato de la ley.
Por tratarse de una responsabilidad legal, los presupuestos de existencia están en la
ley, como también su ámbito y extensión. El reglamento que regía esta materia cuando
el Instituto de Seguros del Estado era el único asegurador en casos de accidentes de la
locomoción colectiva y luego, la Ley N° 18.490, no se exige como requisito esencial la
existencia de una sentencia que acredite la responsabilidad delictual o cuasidelictual
del conductor del vehículo, pues tal exigencia es propia de esa responsabilidad, la que
se funda en el dolo o culpa del agente o en el riesgo.

Se trata de un seguro de los denominados “seguros sociales”, ubicado en contrapo-


sición a los seguros contractuales, que se estructuran de acuerdo a la ley del contrato y
al principio de la autonomía de la voluntad. Se basa en razón de la solidaridad social y
genera obligaciones cuya fuente es exclusivamente legal, o sea, los derechos y obliga-
ciones que emanen de ellos, no son efecto de un contrato privado o forzoso, celebra-
dos libremente los primeros y por imposiciones legales los segundos, sino que derivan
directamente y de un modo inmediato, de la ley.

No se trata de un seguro de responsabilidad y su fuente es exclusivamente legal. El


objeto del seguro son las prestaciones que debe otorgar el asegurador a los asegurados
o beneficiarios cuando concurran las circunstancias que la misma ley determina. Por
ello, como se trata de una responsabilidad legal, los presupuestos de existencia están
en la ley, como también su ámbito y extensión. Es un seguro social y obligatorio,
atendido su objetivo específico, cual es dar protección a grandes grupos sociales y que
es impuesto por la ley146.

El fundamento político-jurídico-ético irrefutable del aseguramiento coactivo, radica


en que es inadmisible que alguien, actuando en su propio beneficio, ponga en gravísi-
mo riesgo a los demás sin la contrapartida de una responsabilidad patrimonial real
efectivable ante la concreción del daño147.

146
C. De Valparaíso,27 de diciembre de 1976, Revista, Tomo LXXIII, Sección Segunda, página 93.
147
Tabasso, Carlos, “Derecho del Tránsito”, página 25.

240
6.1.2 - Exclusiones. Vehículos y casos no cubiertos

Con relación a las exclusiones en la aplicación general del seguro obligatorio de ac-
cidentes personales, se distinguen dos órdenes de situaciones. Primero, los que dicen
relación con los vehículos que no están obligados a circular contando con su certifica-
do de seguro y luego, los casos en que existiendo el seguro, el accidente no está
cubierto, atendida la naturaleza del hecho.

Están exentos de la obligación de contar con el Seguro Obligatorio, sólo los vehí-
culos de transporte y otros, respecto de los cuales se apliquen normas sobre seguros
en virtud de convenios internacionales y los vehículos motorizados con matrícula
extranjera que ingresen provisoria y temporalmente al país.

No son vehículos motorizados para la Ley N° 18.490 y por consiguiente tampoco


requieren contratar el seguro obligatorio, los vehículos que circulen sobre rieles; los
que se utilicen exclusivamente dentro de las playas ferroviarias, de una fábrica, o en el
interior de cualquier lugar cerrado, al que no tenga acceso el público; los tractores y
otras maquinarias agrícolas, industriales, mineras o de construcción, dedicadas exclu-
sivamente a las tareas para las cuales fueron construidas, salvo que requieran de
permiso de circulación; y los vehículos con tracción animal. Todos estos no están
obligados a contratar el seguro obligatorio.

Desde el punto de vista de la cobertura, sólo quedan excluidos, los siguientes casos
de muerte o lesiones corporales:

1.- Los causados en carreras de automóviles y otras competencias de vehículos moto-


rizados;
2.- Los ocurridos fuera del territorio nacional;
3.- Los ocurridos en lugares que no fueren de libre acceso al público;
4.- Los ocurridos como consecuencia de guerras, sismos y otros casos fortuitos ente-
ramente extraños a la circulación del vehículo; y
5.- El suicidio y la comisión de lesiones auto inferidas.

6.1.3 - Contratación y vigencia. Sanciones

La obligación de contratar el seguro obligatorio recae sobre el propietario del vehí-


culo, presumiéndose que lo es la persona a cuyo nombre aparezca inscrito en el Re-
gistro de Vehículos Motorizados o en el Registro Municipal de Carros y Remolques,
en su caso. La obligación de contratar el seguro adicional para remolques, acoplados,
casas rodantes o similares, recae sobre el propietario del vehículo tractor.

241
Si se diere el caso de circulación de un acoplado como los señalados, sin estar cubierto por la
póliza adicional del seguro obligatorio, tanto el propietario como el conductor del vehículo
tractor, “responderán solidariamente por los daños que causen”.

El seguro obligatorio regirá por todo el plazo de la vigencia señalada en el certifi-


cado respectivo, no se resolverá por falta de pago de la prima ni podrá terminarse
anticipadamente por decisión de las partes. En caso de siniestro, no será necesario
rehabilitar la póliza, pagar primas adicionales ni disminuirá la responsabilidad ni el
monto de las indemnizaciones a pagar en otros siniestros que puedan ocurrir luego,
hasta el vencimiento del contrato.

Puede contratarse el seguro obligatorio con cualquiera de las entidades asegurado-


ras autorizadas que operan en el mercado y el certificado que otorga el asegurador
hace las veces de póliza de la que se entiende forman parte integrante las condiciones y
cláusulas que la Superintendencia de Valores y Seguros apruebe y que, al igual que sus
modificaciones, hayan sido publicadas en el Diario Oficial.

6.1.4 - Aviso de siniestro y plazo para el cobro

En caso de siniestro, el conductor o el propietario del vehículo asegurado debe dar


aviso escrito a la entidad aseguradora, dentro del quinto día contado desde que tenga
noticia del accidente, salvo caso de impedimento debidamente justificado. Se deberá
además dejar constancia en la unidad de Carabineros más cercana, de todo accidente
en que participe un vehículo asegurado, debiendo exhibirse el certificado correspon-
diente.

Exige la ley también que el conductor o el propietario en su caso, deberá poner


oportunamente en conocimiento de la aseguradora todos los avisos, citaciones, cartas,
notificaciones, o cualquiera otra comunicación que reciba o de que tome conocimiento
en relación con un accidente en que hubiere participado el vehículo asegurado o con
un hecho que pueda dar origen a responsabilidad del asegurador.

Los afectados tendrán, a su vez, un año para perseguir el pago de las indemnizacio-
nes a que tengan derecho con motivo de accidentes personales, contado desde la fecha
del accidente o desde la fecha de la muerte de la víctima, siempre que aquella haya
sucedido dentro del año siguiente al mismo accidente.
Como los beneficiarios tienen el plazo de un año para cobrar el seguro y como la
obligación del conductor de un vehículo o de su propietario de denunciar el accidente
dentro de quinto día, no tiene sanción señalada en la ley para el caso de incumpli-
miento y el asegurador no puede alegar excepciones que pueda tener contra el toma-

242
dor del seguro que se basen en hechos o circunstancias imputables a éste último, en la
práctica no opera el plazo de cinco días para efectuar la denuncia, ya que si el afectado
se presenta en el curso del año con los antecedentes necesarios para justificar su
pretensión, el asegurador debe pagar, incluso si no se hubiere puesto en su conoci-
miento la ocurrencia del accidente.

6.1.5 - Derecho del asegurador a repetir en contra del tomador

El asegurador podrá repetir en contra del tomador del seguro, por cualquier canti-
dad que haya debido abonar como indemnización, cuando concurran circunstancias
que digan relación con la eficacia del contrato de seguro o con el cumplimiento de las
obligaciones contraídas por el tomador que, en otro caso, habrían autorizado al asegu-
rador para no pagar la indemnización.

También el asegurador podrá recuperar lo pagado de quien sea civilmente respon-


sable del accidente, salvo que éste fuere el tomador del seguro, contra el que sólo
podrá repetir en caso de que el accidente lo hubiere causado dolosamente, en forma
intencional. Así, el asegurador no puede cobrar lo pagado a su propio asegurado,
aunque éste sea responsable, por culpa, del accidente de acuerdo a las normas genera-
les, pero puede demandar al culpable si se trata de una persona diferente del tomador
del seguro.

En el concepto de dolo se ha aceptado que el asegurador repita en contra de su propio


asegurado, incluso en los casos del llamado “dolo eventual”, diferente del “dolo directo”,
que de todos modos da derecho a repetir y es aquel en que el agente quiere positivamente
el resultado típico que obtiene. El dolo eventual ocurre en la situación en que el agente
sabe que puede suceder un hecho y sin buscarlo, se arriesga a que éste ocurra efectiva-
mente, como el que conduce en estado de ebriedad o lo hace a sabiendas que su vehículo
no tiene frenos o no sabiendo manejar. Le es indiferente la ocurrencia del evento, pero
nada hace por evitarlo.

6.1.6 - Pago y monto de la indemnización

En caso de accidente, el asegurador pagará las indemnizaciones correspondientes y,


en el caso de accidentes en que hayan participado dos o más vehículos, cada entidad
aseguradora será responsable de las indemnizaciones a las personas transportadas en el
vehículo por ella asegurado.

Si se tratare de víctimas, peatones o personas no transportadas, todos los asegura-


dores comprometidos serán responsables solidariamente de las indemnizaciones que

243
correspondan, sin perjuicio de que, en definitiva, el pago deba ser financiado por
dichos aseguradores por partes iguales.

6.1.6.a - Riesgos cubiertos

El seguro obligatorio de accidentes personales cubre los riesgos de muerte y lesio-


nes corporales que sufran las personas como consecuencia de accidentes en que
intervengan el vehículo asegurado, sus remolques o sus cargas y cubre tanto al con-
ductor del vehículo, como a las personas que estén siendo transportadas en él y a
cualquier tercero afectado.

6.1.6.b - Monto de las indemnizaciones. Prescripción

La ley garantiza a los afectados, las siguientes indemnizaciones:

1.- UF 150 en caso de muerte, siempre que ésta ocurra dentro del plazo de un año
contado desde la fecha del accidente;

2.- UF 150 en caso de incapacidad permanente total, siempre que ésta se manifieste
dentro del plazo de un año contado desde la fecha del accidente. Para estos efectos, se
entenderá como incapacidad permanente total, aquella que produce al accidentado la
pérdida de, a lo menos dos tercios de su capacidad de trabajo como consecuencia del
debilitamiento de sus fuerzas físicas o intelectuales por las lesiones sufridas en el
accidente;

3.- Hasta UF 90 en caso de incapacidad permanente parcial, siempre que ésta ocu-
rra dentro del plazo de un año contado desde la fecha del accidente. Se entiende por
incapacidad permanente parcial, aquella que produce al accidentado una pérdida igual
o superior al 30% pero inferior a las dos terceras partes de su capacidad de trabajo
como consecuencia del debilitamiento de sus fuerzas físicas o intelectuales por las
lesiones sufridas en el accidente.

El monto definitivo de la indemnización se determinará, en estos casos, aplicando


una base de UF 6 más UF 1,5 adicionales por cada punto porcentual de grado de
incapacidad permanente del accidentado en exceso del 30% de su capacidad de traba-
jo; y

4.- Hasta UF 90 por las reales, necesarias y razonables prestaciones de salud, sean
con hospitalización o ambulatorias y gastos farmacéuticos, que requiera el accidentado
para la atención, recuperación y rehabilitación de su salud por las afecciones que
directamente provengan de las lesiones cuyo origen sea el accidente de tránsito en que

244
haya participado el vehículo asegurado y siempre que se incurra en dichas prestaciones
o gastos dentro del plazo de un año contado desde la fecha del accidente.

El asegurador pagará como única indemnización por este concepto el reembolso de


los gastos efectivamente incurridos por el accidentado y la hospitalización, incluidos
los “días cama”, no podrá exceder de UF 3 por cada día, cualquiera que fuere el costo
efectivo de dichas prestaciones. El reembolso por las otras prestaciones de salud no
podrá exceder el valor fijado en el Arancel correspondiente al Grupo Primero Básico
del Sistema de Libre Elección del Régimen de Prestaciones de Salud de la Ley N1
18.469, vigente al momento de la prestación.

El reembolso de los gastos farmacéuticos en ningún caso podrá exceder el precio


promedio habitual en el mercado, de los respectivos medicamentos, el cual no podrá
ser superior al 150% del valor que a los mismos se les asigna en el listado que men-
sualmente debe entregar la Central de Abastecimientos del Sistema Nacional de Servi-
cios de Salud, a los establecimientos de dicho sistema.

6.1.6.c - Las indemnizaciones no son acumulables

Las indemnizaciones por muerte, incapacidad permanente total o parcial, no son


acumulables. Cualquier indemnización menor pagada por el asegurador y las sumas
pagadas por concepto de gastos de hospitalización, de atención médica, quirúrgica o
farmacéutica, se deducirán de la mayor que deba pagarse en caso de muerte o de
incapacidad, de tal modo que el pago total no exceda de la suma asegurada.

6.1.6.d - Determinación de las incapacidades

La naturaleza y grado de la incapacidad serán determinados por el médico tratante.


Si la compañía aseguradora, a través de su propio médico, no coincidiera, en todo o
en parte con tal dictamen, la discrepancia será resuelta por la Comisión de Medicina
Preventiva o Invalidez, correspondiente al domicilio del asegurado.

No obstante, la compañía estará obligada al pago de lo no disputado y tendrá siem-


pre el derecho a examinar a la persona lesionada por intermedio del facultativo que al
efecto designe, pudiendo adoptar todas las medidas tendientes a la mejor y más com-
pleta investigación de aquellos puntos que estime necesarios para establecer el origen,
naturaleza y gravedad de las lesiones. Si el afectado se niega a someterse a dicho
examen, el asegurador quedará liberado de pagar la correspondiente indemnización.

245
6.1.6.e - Pago sin investigación previa

La aseguradora deberá efectuar el pago sin investigación previa de culpabilidad,


bastando la sola demostración del accidente y de las consecuencias de muerte o lesio-
nes que éste originó a la víctima.

6.1.6.f - Compatibilidad con otros seguros

El seguro obligatorio es compatible con cualquier otro seguro convencional de na-


turaleza voluntaria que se contrate para responder de accidentes causados por el
mismo vehículo y para responder de los accidentes personales que sufran las víctimas
y el derecho que corresponde a la víctima o a sus beneficiarios, no afectará al que
pueda tener, según las normas del derecho común, para perseguir indemnizaciones de
los perjuicios, de quien sea civilmente responsable del accidente.

De acuerdo a la ley, las indemnizaciones que en favor de las víctimas se paguen por
concepto de seguro obligatorio, serán imputadas en definitiva a cualquier indemniza-
ción que se otorgue en su favor por sentencia.

No obstante, la imputación señalada no puede tener aplicación tratándose de in-


demnizaciones acordadas sólo por daños morales y debe referirse exclusivamente a la
compensación por daños materiales. Se ha resuelto al respecto, que “tratándose de una
indemnización por daño moral (la acordada en el fallo), no se dará lugar a la petición
de los demandados en orden a efectuar las compensaciones por cualquier cantidad que
la actora pudiera haber recibido conforme a lo dispuesto en la Ley N° 18.490”148.

6.1.6.g - Implicancias e imputación del pago

A su vez, el pago recibido como consecuencia de este seguro no implica reconoci-


miento ni presunción de culpabilidad que pueda perjudicar al conductor o al propieta-
rio del vehículo asegurado, ni servirá como prueba en tal sentido, en caso de ejercitar-
se acciones civiles o penales. No obstante, los pagos de indemnización que se efec-
túen, se imputarán o deducirán de los que pudiere estar obligado a hacer el propietario
o el conductor del vehículo asegurado, en razón de la responsabilidad civil que res-
pecto de los mismos hechos y de las mismas personas, le pueda corresponder según las
normas del derecho común149.

148
C. De San Miguel, 28 de enero de 1994, Rol 2.283-93, “Jurisprudencia Penal Procesal”, Sentencia N°
82, páginas 468 y siguientes.
149
Criterio expuesto en el fallo indicado en la cita anterior.

246
6.1.6.h - Plazo y documentación necesaria para el pago

La aseguradora debe pagar en el término de 10 días siguientes a la presentación de


los siguientes documentos:

1.- Certificado otorgado por Carabineros de Chile en el cual se consignen los datos del
accidente de tránsito, de acuerdo al parte enviado al Tribunal competente.

Este certificado debe otorgarlo Carabineros a solicitud de la entidad aseguradora,


de la víctima o de cualquier persona o institución beneficiaria del seguro. Si el solici-
tante es la víctima, el certificado será gratuito;

2.- En caso de muerte, certificado de defunción de la víctima y, en el mismo evento,


libreta de familia, certificado de matrimonio, certificado de nacimiento u otros docu-
mentos que acrediten legalmente la calidad de beneficiario del seguro;

3.- En caso de incapacidad, certificado que acredite la naturaleza y grado de ella.


Debe acreditarse que el origen directo y preciso de la incapacidad ha sido un accidente
en el cual participó el vehículo asegurado, estando vigente la póliza; y

4.- Comprobantes que acrediten el valor o el precio de la atención, recuperación y


rehabilitación médica y dental de cualquier orden y de la atención farmacéutica a que
haya debido someterse la víctima, como consecuencia de las lesiones sufridas. Deberá
en este caso, presentarse los originales de los recibos, boletas o facturas, en los que
deberá indicarse claramente el nombre de la persona que recibió la prestación o incu-
rrió en el gasto y la naturaleza de una y otro. Si se trata de exámenes de laboratorio,
radiografías o procedimientos de diagnóstico o de reembolso de gastos farmacéuticos,
deberá acompañarse la orden o receta médica correspondiente.
El asegurador podrá siempre exigir los documentos adicionales que fueren necesa-
rios para acreditar a su satisfacción, la procedencia del pago de la indemnización,
pudiendo solicitar al efecto toda clase de declaraciones, antecedentes, consultas y
exámenes que estime del caso.

6.1.7. - Beneficiarios del seguro

Son beneficiarios del seguro, las personas que a continuación se señalan, en el si-
guiente orden de precedencia:

1.- El cónyuge sobreviviente;


2.- Los hijos menores de edad, legítimos, naturales o adoptivos;
3.- Los hijos mayores de edad, legítimos, naturales o adoptivos;
4.- Los padres legítimos o naturales;

247
5.- La madre de los hijos naturales de la víctima; y
6.- A falta de las personas indicadas en los cinco números precedentes, la indem-
nización corresponderá a quien acredite la calidad de heredero.

Los pagos en caso de lesiones se efectuarán directamente a la víctima o asegurado,


o, en caso de imposibilidad de éste, a quien lo represente y en su defecto, a las perso-
nas y en el orden señalados en los números precedentes. El asegurador quedará libera-
do de toda responsabilidad por el fallecimiento del accidentado, si efectuare el pago de
la indemnización a cualquiera de las personas antes enumeradas, sin que con anteriori-
dad se hubieren presentado beneficiarios con mejor derecho.

Los pagos de hospitalización, atención médica, quirúrgica o farmacéutica, también


se podrán hacer en forma directa al Servicio de Salud o a la entidad previsional u
hospitalaria, que acredite haber prestado a la víctima el correspondiente servicio. En
este caso, el pago se hará con preferencia a cualquier pago o reembolso a que tenga
derecho la víctima o asegurado, por otros sistemas de seguro o previsión, los que
concurrirán por la parte no pagada y hasta el monto efectivo de dichos gastos.

Las indemnizaciones y prestaciones previstas por el Seguro Obligatorio, se pagarán


con preferencia a cualquiera otra que favorezca a la víctima o a sus beneficiarios en
virtud de coberturas propias del sistema de seguridad social, incluyendo la que pro-
venga de la legislación sobre accidentes del trabajo, las que se pagarán en la parte no
cubierta por este seguro.

6.1.8 - Conflictos con el asegurador

Todas las dudas y dificultades que se susciten entre el asegurador y el propietario


del vehículo asegurado, su conductor o las personas amparadas por la póliza, o sus
beneficiarios, con motivo de la liquidación y pago de las indemnizaciones comprome-
tidas, ya sea que se refieran a la apreciación de la existencia o inexistencia del seguro,
validez o nulidad, cumplimiento o incumplimiento, aplicación, interpretación, resolu-
ción, ejecución o cualquiera otra materia relacionada directa o indirectamente con el
seguro, serán resueltos por un árbitro arbitrador o amigable componedor, premunido
de las más amplias facultades, que actuará sin forma de juicio y en contra de cuyas
resoluciones no procederá recurso alguno.

El árbitro será designado por las partes en conflicto y a falta de acuerdo, por el
Juez de Letras en lo Civil de la ciudad en que se hubiere expedido el certificado de
póliza de seguro. En este caso, el árbitro actuará como árbitro de derecho en el fallo y

248
como arbitrador en el procedimiento, procediendo contra sus resoluciones los recursos
que la ley establece.

Siempre el árbitro estará facultado para fijar el procedimiento con entera libertad,
incluso en lo relativo al sistema de notificaciones, pero la primera de ellas deberá
siempre efectuarse en conformidad a las reglas que al respecto señala el Título VI del
Libro I del Código de Procedimiento Civil, esto es, personalmente o por cédula en el
caso de que buscada por dos días la persona a quien debe notificarse, se acredite que
se encuentra en el lugar del juicio y cual es su morada.

6.2.1 – Las Compañías Aseguradoras y el SOAP

El establecimiento del Seguro Obligatorio de Accidentes personales ha resultado


un muy buen negocio para los aseguradores y otro, no tan bueno, para las víctimas de
accidentes y para los familiares de los fallecidos, en razón principalmente de la regula-
ción de que los pagos que se efectúan por las prestaciones a favor de los lesionados,
son establecidos en forma nivelada en aranceles bajos, absolutamente reñidos con la
realidad, no cubriendo muchas veces valores mínimos efectivamente pagados para la
atención y recuperación necesarias y realmente prestada.

Así, durante 1999, de acuerdo a información oficial proporcionada por la Superin-


tendencia de Valores y Seguros, los aseguradores recaudaron por concepto de primas
–montos cobrados por las compañías de seguros, por la venta directa del SOAP-, la
cantidad de $ 13.249.222.000.- y en el mismo período pagaron a los accidentados y
sus deudos, incluyendo el valor de la “liquidación” del seguro, la suma de $
10.089.071.000., quedándoles una utilidad global de $ 3.210.151.000., esto es, casi el
25 %.

Los siguientes cuadros de detalle permiten conocer la realidad de la recaudación de


los aseguradores por concepto de primas de SOAP y los pagos efectuados con ocasión
de siniestros denunciados en el período, considerando las principales compañías que
operan en el rubro y las cantidades, expresadas en miles de pesos de 1999, que perci-
bieron por cada uno de los tipos de vehículos obligados a contratar. Destaca que la
“Aseguradora de Magallanes” vendió pólizas por valor de $ 3.285.918.00.-, un poco
más del 25% del total de primas pagadas en el sistema y pagó siniestros por valor de $
2.331.932.000.- quedando en su favor en consecuencia, una utilidad total de $
953.986.000.- Este asegurador, líder en el mercado, pagó en 1999, $ 721.891.000.- en
casos de fallecimiento de personas en sus vehículos asegurados.

249
SINIESTROS PAGADOS DIRECTOS EN EL PERIODO (*)
PRIMA ANUAL POR TIPO DE VEHICULO (*)

250
6.2.1.a – Proyecciones del SOAP

Debido a que hay una apreciación general que estima al actual sistema del SOAP
como insuficiente, especialmente en lo que dice relación con la atención y la recupera-
ción de las víctimas, se estudia en la actualidad la posibilidad de implementar un
sistema nuevo, basado en la experiencia de las Mutualidades de Accidentes del Tra-
bajo, entidades sin fines de lucro, que han demostrado una constante labor en beneficio
de la disminución de los accidentes y de la seguridad, en porcentajes muy relevantes.

Se estima que la atención al lesionado y su recuperación deben ser completas y no


limitadas a montos insuficientes como sucede en la actualidad, incluso considerando
un aumento en el valor de la prima, pero en forma que se asegure una cobertura total e
importante.

251
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