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KOINONIA
28
F. Contreras Molina
EL ESPIRITU EN EL
LIBRO DEL APOCALIPSIS
SECRETARIADO TRINITARIO
SALAMANCA
E.vltCll
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de rrzi ltZerrCll_ Clrc-1rza.da, se rrzece pe>r eL re
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carzlta La herrrze>sur,a deL a.1'7'Z.GOr que r,,,c,sr
rear1.e.·
A Isc,.beL, rr,.i rrzadre, a JGO.sé, Ar,,ltC>nic;,,,, Pila.r y
LC>la, _.,_is herrrzune>s.
.ISDN: 84-85376-67-6
r>epósito L...,gal: S. 208 - 1987
Fe>tc»c:c.>mpc,sicióno. 1,1E.R.c:;.AR..
R.c,no.da. ci�l Co,rpu.s. 38. ·reléf. 21 1.5 4.3
Imprime: c:3-ráficas Ccrva.r'.>.tes, S. A.
R,n:n<la de S:anc:ti-S p :íritus, 9. Salamanca.
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1. <<1:.-C..:,S SI.E.TI::::. ESPIRI".rl:...JS>->-
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siete, .,'in.geles c¡ue CRt:á.n a.l servicie, de Dios . ..... ... 18
2. «�s siete ..,.spfrit'US..,. co1T1<.> siete á.ngetc .. e.le alteo ra.n.g<>.
h.>s siete arcángelc ... del judu.f ..m<> t:arc._lf"o 2.1.
'.'\. -•�<.>s siete cs1>írit .... s» c<>m<.> 1,:,.--.,s siete ángeles del ApnocaJipsis 24
4. -Lc.>1'1 siete cspf"ritus» c<>m<:> lc-,s sie,te. d<:>nes tlcl "Espíritu.
Lu pr<.,t"ccía de lsuf,i.1s 'l ·1. 2-3 27
,5. ••L<>s sictcc cspíritll.Hh> C<..,m<-, l<">R ángeles Nervid<.>r€:N .leLlc:,,flrgik.a
f'''e[,;,,-,,..,_,a,u de tu. cnrta a los I lchrcc.>s 1 . 7
BIBLIOGRAFIA 205
Introducción
INTRODUCCIÓN
' ,
En la lectura del libro del Apocalipsis sorprende una original
expresión que va dicha en plural y aumentada, además, con la
añadidura del numeral siete: «Los siete espíritus». Cuatro textos
(1, 4; 3, 1; 4, 5; 5, 6) mencionan esta extraña expresión.
Es una fórmula nueva y estereotipada, no utilizada en ningu-
na otra parte de la Escritura, y representa, dentro del Apocalip-
sis, una evidente unidad e independencia. La expresión apoca-
líptica puede ser razonablemente acotada y sometida a un estu-
dio monográfico. Creemos que el significado preciso dado a esta
fórmula debe ser, en principio, homogéneo, ya que la misma
expresión, avalada por la mejor crítica textual, se repite siempre
idéntica y constante; luego, el contexto inmediato donde se si-
túan los cuatro textos matizará su sentido y su alcance teológico.
La investigación acerca de «los siete espíritus» no es de hoy;
tiene detrás una larga y confusa controversia que aún no se ha
resucito definitivamente. Dos explicaciones fundamentales se re-
parten en la historia de su exégesis: la tesis angelológica ( «los
siete espíritu» designan a siete ángeles), y la tesis pneumática
( «los siete espíritus» significan el Espíritu Santo) 1• Si «los siete
'' Cf. W. BAUER, Wórterbuch zu den Schrijien des Neuen Testament, Berlín
19715, 754.755.
7 H. GuNKEL, Schopjimg und Chaos in Urzeit und Endzeit. Eine religions-
geschichtliche Untersuchung über Gen. und Ap. Joh. 12, Gottingen 1897, 297; J.
MIC-HI.. o. c., 138.
22 El Espíritu en el libro del Apocalipsis
'' Cf. J. M1CHL, o. c., 140-143 abunda en citas de textos apocalípticos perti-
nentes: bástenos este breve pero bien significativo muestreo.
24 El Espíritu en el libro del Apocalipsis
'' -Cf. A. MtTTERER, Die sieben Gaben des hl. Geistes nach der Vaterlehre:
ZKT 49 (1925) 529-566; P. F. CEUPPENS, De donis Spiritus Sancti apud lsaiam:
Ang 5 (1928) 527-538; J. DE Bue, Pour l'histoire des dons du Saint-Esprit avant
saint Thomas: RAM 22 (1946) 117-180.
16 Tal es la conclusión que se desprende de la lectura de los siguientes textos
de la tradición patrística: IRENE0, Contr. Haer, Lib Ill, ce. IX y XVI: PG 7,
871.930; ORÍGENES, Comm. in Psalm. II: PG 12, 1108-1109; Comm. in .lerem.
X, 13: PG 13, 549: Comm. in Math. XIII: PG 13, 1096; TE0D0RET0, Comm. in
Is. XI: PG 81, 313; CIRIL0 DE ALEJANDRÍA, Comm. in Is. XI: PG 70, 309-316.
17 Cf. SAN JERÓNIMO, Comm. in Is. Prologus: PL 24, 149; SAN AGUSTÍN,
Enarrat. in Psalmum CL: PL37, 1960-1961; Sermo CXLVIII: PL38, 1160-1161;
SAN ÜREG0RI0 MAGNO, Homil. in Ezechiel V: PL 79, 946.
18 Cf. J. DE ALDAMA, Sacrae Theologiae Summa I/I, Madrid 1961, 726.
30 El Espíritu en el libro del Apocalipsis
. '" Cf. A. Wru,IAMS, The cult of the Angel.1· at Colossae: JThSt (1904) 412-
438; E. LANGTON, o. c., 124; J. BONSIRVEN, Le Judai'sme palestinien au temps de
Jésus-Chrst, Paris 1934, 237-238.
2; CL R. H. CHARLES, A critica[ and exegetical commentary of the Revela-
tion of St. John, vol. 1, Edinburgh, 1920, 11.
26 Cf. VoN DER ÜSTEN SACKEN, Christologie, Taufe, Homologie -Ein Bei-
trag zu Apk ], 5 /-: ZNW 58 (1967) 255-6; E. SCHÜSSLER-FIORENZA, Priester
für Gott. Studien zum Herrschaft und Priestermotiv in der Apokalypse, Münster
1972; S. LAUCHLI, Eine Gottesdienststruktur in der Johannesoffenbarung: TZ
(1960) 359-378.
34 1-1 /·,s¡,irilu en el libro del Apocalipsis
Comunidad:
Sí, amén.
Lector:
Yo soy el Alfa y la Omega, dice el Señor Dios, el que es, era
y ha de venir, el Todopoderoso (v. 8).
2. Contenido teológico
«Los siete espíritus» no son los ángeles, por el puesto asigna-
do y por la función determinada. Los ángeles, aunque criaturas
espirituales de condición muy elevada, no pueden entrar estruc-
turalmente en un saludo que es, de hecho, una bendición. Los
ángeles no tienen capacidad ni autoridad para ser donantes
(apo) de gracia y de paz, simultáneamente y en idéntico rango,
con el Padre y Cristo 29 •
No se trata de una instancia anónima --entiéndase propieda-
des, energías ... ni ciencia o providencia-. No simplemente do-
nes, sino una presencia personal; porque sólo «alguien», es de-
cir, una persona divina y santa, al mismo nivel que el Padre y
Cristo, es fuente (ap<J), juntamente con ellos, de gracia y paz
para la Iglesia. Además, el amplio uso neotcstamcntario de fór-
mulas de saludo, donde se lee «gracia y paz» -como en Ap l,
4- es referido siempre a personas divinas, al Padre y a Cristo:
Rom l, 1.6 ss.; 1 Cor L, 3; 2 Cor 1, l ss.; Gál l, 1-3; Ef 1, 1 ss.;
Flp 1, 1 ss.: 2 Tes 1, l ss.; Tit l, 1.4; Flm 1-3.
«Los siete espíritus» se sitúan posicionalmente ( Ap 1, 4)
igual que el Padre y Cristo. Incluso, en la misma expresión tex-
tual, antes que Cristo; y esto porque Jesús ha conseguido su
glorificación por la plenitud del Espíritu que lo invade totalmen-
te, y porque, desde un punto de vista literario, se escribe en
último lugar el personaje del que a continuación inmediata se va
a hablar más largamente, como es el caso de Cristo cuya obra
redentora se proclama (Ap 1, 5-7). «Frente a su Trono» -añade
el texto del Apocalipsis hablando de «los siete espíritus»-, indi-
«Esto dice el que tiene los siete espíritus de Dios y las siete estre-
llas» (Ap 3, 1).
'4 Cf. U. VANNI, La struttura /et/eraria dell'Apocalisse, Roma 1971, 184 ss.
/,os siete espíritus 41
2. Contenido teológico
Juan el profeta, contempla frente al Trono «siete lámparas
de fuego ardiendo, que son los siete espíritus de Dios». Acepta-
mos la visión del profeta, tal como viene descrita y redactada en
el Apocalipsis, formando parte integral del texto que debe ser
valorada en su totalidad y no menospreciada en ningún porme-
nor o significación.
Las siete lámparas no representan, sin más, un objeto de
adorno, un elemento banal dentro de la decoración y el entorno
del Trono de Dios. El autor del Apocalipsis subraya el valor de
su mención y explicará el alcance de su símbolo. ¿Por qué siete
lámparas? El autor está describiendo profusamente el Trono y
la transcedencia divina como un verdadero santuario celestial;
era preciso hacer presente una parte cultual inherente al templo
terrestre como la que desempañaba esencialmente el candela-
bro. Para el empleo de esta imagen, acude el profeta Zacarías,
pero al mismo tiempo se aparta de él, modificándolo. Así es su
estilo literario respecto a las fuentes de su inspiración, y es tam-
bién un buen ejemplo de lo que se ha dado en llamar <<Variacio-
nes caleidoscópicas de Juan en la imaginería del AT» 35 • El sím-
bolo de las siete lámparas resulta independiente, representa una
imagen en sí; pues el texto dice lampádes no lychníai como afir-
maba Zacarías 4, 2: neroteha (TM); lychnói (LXX).
El autor del Apocalipsis insiste en una serie de elementos
descriptivos que vienen a sugerir, todos ellos, la realidad primi-
genia y expansiva de la luz. La expresión entera (4, 5) es suscep-
tible de ser analizada y desglosada; su brillante simbología
«Principio de la creación;.
Se refiere a Dios en Ap L, 2; a Cristo en 3, 7.
Las doxologías, que se a1ribuyen a Dios y al Cordero, espe-
cialmerlte en los ce. IV y V, muestran a través de idénticos mo-
tivos de alabanza ( 4, 11 a Dios; 5, 11 al Cordero) un explícito
interés en situar a Cristo al mismo nivel de divinidad y adoración
que al Padre:
«Y oí a toda creatura del cielo, de la tierra, bajo la tierra y
el mar, y todo lo que hay en ellos, que respondían: Al que está
sentado sobre el Trono y al Cordero la bendición, el honor, la
alabanza y la fuerza por los 5iglos de los siglos» (5, 13).
• « Están ardiendo frente a su Trono»: La única referencia
semejante a la expresión «están ardiendo» se encuentra en el
mismo libro del Apocalipsis, donde se lec: «Y cayó del cielo una
estrella grande ardiendo com:l una lámpara» (8, 10), sugiriendo
con este signo extraordinario de un colosal meteorito que anun-
cia el fin del mundo, la dimensión cósmica y la magnitud de un
cataclismo, provocado por el tercer ángel. Existe, además, un
aspecto verbal de continuidad, dado a entender por el valor du-
rativo del participio griego Kaiómenai: Las siete lámparas de
fuego ardiendo perpetuamente frente al Trono de Dios.
«Los siete espíritus de Dios» no indican -preciso es volver
a repetirlo- los ángeles o se1·es superiores. La razón, esta vez,
viene exigida por el contexto de toda la sección. En las doxolo-
gías del c. IV, los 24 ancianos y los 4 vivientes adoran (4, 8.11)
al sentado sobre el Trono. En el c. Y, los ángeles y «toda creatu-
ra que está en el cielo y sobre la tierra y debajo de la tierra y
que está en el mar» (5, 13) adoran al Padre y al Cordero, a una
sola voz, en aclamación litúrgica univesal (5, 9.12.13.14). En
ninguna parte de estos dos capítulos se dice que «los siete espíri-
tus» adoran a Dios, cosa que sí debería acontecer si «los siete
espíritus» fuesen efectivamente ángeles.
Así, pues, toda esta enorme simbología apocalíptica «Y siete
lámparas de fuego están ardiendo frente a su Trono, que son los
siete espíritus de Dios», significa, desde su trasfondo cultual y
bíblico, la santidad total y la luz perfecta que da la vida; la aten-
ción permanente de Dios, siempre viva y ardiente; la promesa
Los siete espíritus 45
·"' Cf. 1. McKA Y, Religion in Judah under the Assyrian, London 1973, 26.
48 El Espíritu en el libro del Apocalipsis
·"• Cf. A. FARRFR, A rebirth <~/' lmaies, Glasgow 1949; J. CAMBIER, Les
images de l'Ancien Testament dans l'Apocalypse de Saint lean: NRTh 77 (1955)
l 13-122; M. Yl'LOSO: Símbolos en la Apocalipsis de San Juan: RBibArg 38
(1976) 321-338; Ch. A. BI'RNARD, Théologie symho/ique, Paris 1978; U. VANNI,
11 simbolismo nell'Apocalisse, Roma 1980.
47 Cf. A. HARLE, L'Agneau de l'Apoca/ypse et le N.T.: EtTR 2 (1956) 26-
35; T. HoLT, Die Christoloiie der Apokalypse des Johannes, Berlín 1962, 39-40;
J. COMBLIN, o. c.
54 El Espíritu en el libro del Apocalipsis
El Espíritu promueve
y legitima la
experiencia profética
INTRODUCCIÓN
l. AP 1, 10
«Yo, Juan. vuestro hermano y compañero en la tribulación, el
Reino y la perseverancia en Jesús, estaba en la isla que se llama
Patmos a causa de la Palabra de Dios y del testimonio de Jesús,
entré en la fuerza del Espíritu en el día del Señor» (Ap 1, 9-10).
Con estos dos versos Juan acredita, delante de los lectores
cristianos, su vocación profética y relata brevemente su llamada
al estilo de los antiguos profetas. Se presenta en primera persona,
titulándose de manera entrañable hermano y compmicro, asocia-
do en la tribulación, la potestad regia de colaboración con el Rei-
no y la perseverancia ante la prueba. Esta comunión profunda, a
pesar de la distancia geográfica, encuentra su razón última y cons-
tituyente en Jesús, el cual congrega a Juan y a los hermanos.
Y añade una circunstancia de lugar, se halla en la isla de Pat-
mos a causa -cliii- de haber predicado la Palabra de Dios y de
mantener el testimonio de Jesús. La isla gozaba de triste celebri-
dad en la antigüedad, servía como sitio natural e idóneo para la
reclusión y la cárcel. Juan no se encuentra en Patmos para predi-
car la Palabra de Dios, sino por haber predicado la Palabra; está
sufriendo un pena impuesta, se halla relegado, en el destierro 48 .
Y señala una especial circunstancia de tiempo, es el día del
Señor. Aunque relegado y solo en la isla de Patmos, no se aban-
'" Cf. V. CAMENIIAUSER, Die ldff des Martyrium in der a/ten Kirchen, Güt-
tingcn 1963, 43; E. B. A1.1.o, CJ\poca/ypse, Paris 1933', 11.
El Espíritu promueve y legitima la experiencia profética 59
-1" El día del Señor, es decir, el domingo es una expresión cristiana que
conmemora el hecho de la resurrección del Señor con la cclehraci6n de la euca-
ristía, CT S. V. McASLAND, The Origin of' the Lord',1· Day: .IBL 49 ( 1930) 65-81;
K. A .• STRAND, Anotlzer Look al «Lord',1· Day» in the Early Church ami in Rev.
/, 10: NTS 13 (1966-67) 174-181; W. STmT, A note 011 the word KUPIAKF. in
Rev. /, 10: NTSt 12 (1965-66).
"" Ciertamente, la liturgia en el lihro del Apocalipsis es una de las claves de
comprensión del todo punto imprescindible: B. BRINKMANN, Di! visionl! liturgica
in l\pocalypsi S . .lolzannis: VD 11 (1931) 335-342; W. H. BROWNLEh, The Pries-
terly Character of the Churclz in the Apocalypse: NTSt 5 (1959) 224-225; A.
CABANISS, A Note on the Liturgy of tlze Apocalypse: lnterp 7 (1935) 78-86; J.
CoMBLIN, La liturgie de la nouvelle .lérusalem: EthL 29 (1935) 5-40; G. DELLING,
Zum iottesdienstlichl!n Stil der .lohannes-Apokalypse: RThom 75 ( 1975) 40-66; L
MoNWRY, Revelation 4-5 ami Early Christian Uturgical Usage: JBL 71 (1952)
75-84; M. H. SHEPHERD, '/11e Pascal Liturgy and the Apocalypse, London 1960;
T. F. ToRRANCF, Litur¡je l!t l\pocalypse: Vcrhum Caro 11 (1957) 28-40.
(¡() El Espíritu en el libro del Apocalipsis
sivo; lo cual acentúa aún, con más vigor, el paso y cambio a otra
situación. Finalmente, la preposición en, traducción del hebreo
be, declara el ámbito nuevo en donde el sujeto se adentra 51 •
¿Cuál es, pues, el cambio transformante que se produce en
Juan? No se trata de una caída en trance, que ocasiona la ofus-
cación de los sentidos por una especial impresión; tampoco se
verifica en Juan el extraño fenómeno que acontece a Pedro (Hch
(10, 10; 11, 5), a Pablo (Hch 22, 17; 2 Cor 12, 2.3) mediante el
cual, este último pierde el estado consciente de vigilia, y no sabe
con exactitud si su experiencia espiritual fue en el cuerpo o fuera
de él. El cambio que se efectúa en Juan no puede referirse a
una intervención poderosa del Espíritu que lo arrebata violenta-
mente, adueñándose con fuerza avasalladora de su persona para
hacerlo recaer en un estado extra-corpóreo de exaltación, aluci-
nación o delirio.
El libro del Apocalispsis no ofrece textualmente base alguna
para pensar en una dicotomía entre cuerpo y espíritu 52 . Juan
describe con particularidad insistente y pcrmcnorizada su expe-
riencia profética como algo que él, de manera lúcida, ve y oye
(Ap 1, 12 [bisl.17.19.20 (bisl). El profeta permanece despierto;
su conciencia profética actúa en estado de alerta.
Para comprender de manera adecuada el cambio operado en
Juan, el término final y envolvente en ¡meümati «en espíritu» en
donde ingresa, no hay más remedio que enmarcar la palabra
pncünw «espíritu» dentro del contexto general del libro, siendo
conscientes de que con ello, aun de manera provisoria y antici-
pada, nos adelantarnos a las exégesis respectivas; pero haciendo
correcto uso, creemos, de una libertad que permite dirigir nuestra
mirada ampliamente por el Apocalipsis y trazar, como si fuera
una topografía, los rasgos más breves y sobresalientes del Espíritu
y así entender un texto en su contexto. La significación primordial
de pneüma es Espíritu de profecía. Juan, el vidente, tiene con-
ciencia plena de que es profeta (Ap 1, 3), él da testimonio de la
2. Ar 4, 2
«Enseguida entré en la fuerza del Espíritu» (4, 2).
El lector del libro conoce ya que Juan se encuentra en con-
tacto con el Espíritu, inmerso en el ámbito profético del Espíritu
(1, 10), y que, en nombre y por orden del Señor (1, 19), ha
62 El Espíritu en el libro del Apocalipsis
escrito siete cartas a las siete Iglesias del Apocalipsis ( ce. II-III);
aparece ahora, de manera extraña, una frase calcada en la ante-
rior que ha sido analizada (1, 10), y cuya repetición levanta algu-
nos escollos y supone un trabajo embarazoso para su correcta
interpretación. ¿Por qué nuevamente se indica por parte del au-
tor que «enseguida entré en la fuerza del Espíritu» (4, 2)? ¿A
qué se debe una tal reiteración?
En realidad no hace falta acudir a ningún tipo de explicación
pre-textual (que está debajo del texto: alteración, interpolación
o mutilación textual) para explicar Ap 4, 2. Tal como se encuen-
tra, así debe ser leído y entendido con plena satisfacción 53 .
El autor del Apocalipsis señala otra vez que se encuentra
inmerso en la fuerza del Espíritu, porque existe otra situación
distinta, oportunamente indicada: metá taüta «después de estas
cosas» (4, 1). No se trata de que ahora Juan se sienta más poseí-
do del Espíritu; el estado espiritual-profético es el mismo, el
contacto especial con el Espíritu permanece; pero el autor nece-
sita avisar y garantizar su condición profética, porque con el c.
IV comienza, estructuralmente, una nueva sección en el libro
del Apocalipsis.
En la primera parte (1, 9-10) Juan se encuentra en la isla de
Patmos; en la segunda ( 4, 1 ss.) es invitado a subir al cielo, y, a
través de una puerta abierta en la transcendencia, poder contem-
plar la gran cekhración litúrgica, la aparición gloriosa de los
personajes que, más tarde, tomarán parte activa en el desarrollo
del libro y en el definitivo triunfo salvífico de la historia: Dios,
el Cordero, los «siete espíritus», el Libro, los ángcles 54 •
3. AP 17, 3
«Me llevó a un desierto con la fuerza del Espíritu, y vi una mujer
sentada sobre una bestia roja ... » (17, 3).
Un ángel habla con Juan y le invita a la contemplación del
juicio de la gran cortesana (17, 1), con la que se han manchado
los reyes y habitantes de la tierra (v. 2); este ángel, vehículo
eficaz de la transcendencia, le lleva (apénenken) a un desierto
para que pueda, con la fuerza del Espíritu, tener una visión pro-
fética de cuanto va a suceder.
Tanto este paso ( 17, 3) como el próximo a estudiar (21, l O)
-dos vecsos de notable parecido y de manifiesto contraste-,
muestran un claro influjo del profeta Ezequiel (3, 14; 8, 3; 11,
1.5.24; 37, 1). La acción sobre el profeta es atribuida al Espíritu
del Señor; las visiones o las palabras que Ezequiel pronuncia son
suscitadas por la fuerza del Espíritu-'\ Tampoco aquí existe razón
para pensar en misteriosas asunciones o traslaciones físicas --como
aquella que aconteció a Habacuc (Dn 14)-; tampoco los dos ver-
sos del 8-pocalipsis ofrecen motivo para imaginar un rapto corporal
del vidente. Se trata, por lo demás, de una visión profética.
La formulación en ¡mcümati introduce una nueva visión en
el libro del Apocalipsis. Juan, animado e impulsado por la fuer-
za del Espíritu, es capaz de contemplar con la profundidad de
1' Cf. H. GuNKEL, Die Wirkungen des Heiligen Geistes, Güttingen '1909\
26; J. HERRMANN, Ezechiel, Lepzig 1924, 24; H. BRANDERl:!URG, Hesekiel, Mün-
chen 1965, 21; W. EICHRODT, Der Prophet Hezekiel, Góttingen 1966, 15; L. A.
S11üKEL-J. L. Sl('RE. Profetas, vol. 2, Madrid 1980, 712.
64 El Espíritu en el libro del Apocalipsis
4. AP 21, 10
«Me llevó a un monte grande y elevado en la fuerza del Espíritu
y me mostró la ciudad santa de Jerusalén ... » (21, 10).
Nuevamente, un ángel sirve a Juan de soporte para «trasla-
darse» proféticamente al escenario de su contemplación. Mien-
tras que la visión de la gran cortesana sucedía en el desierto (17,
3), la aparición de la santa ciudad, la nueva Jerusalén, acontece
en una alta montaña. Un monte elevado es, en todos los pueblos
primitivos, el lugar natural más idóneo para una revelación divi-
na; Ap 21, 10 sin embargo, tiene un innegable influjo bíblico; es
una réplica de Ezequiel 40, 2. La montaña de Dios (Ez 28, 14;
51' Cf. H. CONZELMANN, Miszelle zu Apk 18, 17: ZNW 66 (1975) 288-290.
El Espíritu promueve y legitima la experiencia profética 65
«El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las Iglesias»
(Ap 2, 7.11.17.29; 3, 6.13.22).
INTRODUCCIÓN
«El que tiene los siete espíritus y las siete estrellas ... » 3, 1).
• «Y tengo las llaves -tas kleis- de la muerte y del infier-
no» (1, 18).
«El que abre nadie cerrará -kleísei-, y cierra -kleíon- y
nadie abre» (3, 7).
• «El testigo fiel, el primogénito de los muertos» (1, 5).
«El Amén, el testigo fiel y verdadero, el comienzo de la crea-
ción de Dios» (3, 14).
Las cartas a las Iglesias están unidas también -y no sólo a la
visión inicial de Cristo- a toda la segunda parte del libro funda-
mentalmente por el motivo literario y teológico del «vencedor».
He aquí el cuadro completo de esta singular correspondencia:
• «Al vencedor le daré a comer del árbol de la vida, que
está en el paraíso de Dios» (2, 7).
«Y allí está el árbol de la vida que da doce frutos» (22, 2);
« ... para tener derecho sobre el árbol de la vida» (22, 14).
• <<El vencedor no será dañado por la muerte segunda»
(2, 11).
«Esta es la muerte segunda, el estanque de fuego» (20, 14);
«En el estanque encendido de azufre y de fuego, que es la muer-
te segunda» (21, 8).
• «Al vencedor ... le daré autoridad sobre las naciones, y
las pastoreará con vara de hierro ... y le daré la estrella de la
mañana» (2, 27-28).
«Y dio a luz un hijo varón, el cual pastoreará a todas las
naciones con vara de hierro» (12, 5); « Yo soy la estrella radiante
de la mañana» (22, 16).
• «El vencedor será vestido con blancas vestiduras» (3, 5).
«Y se dio a cada uno una blanca vestidura» (6, 11); « ... esta-
ban de pie delante del Trono y del Cordero, vestidos con blancas
vestiduras» (7, 9).
• «Al vencedor lo haré columna en el Templo de mi Dios ...
escribiré sobre él el nombre de mi Dios y el nombre de la nueva
Jerusalén, que desciende del cielo de parte de Dios» (3, 12).
El Espíritu habla a la Iglesia, interpretando el mensaje de Jesús 71
'" Cf. H. Rrl'HARDS, Whut the Spiril says to he Churches. A Key to John's
Apocalypse, London-New York 1967, 136; E. SOJÜSSLER-FIORENZA, The escha-
tology ami composilion of the Apocalypse: CBQ 30 (1968) 564.
59 A. CROSTHWAITE, 711e Symbolism of the letters to the seven Churches: ET
22 (1910-11) 397-399; L. POIR'il'R, o. c., 47-50; w. ZALEWSKY, Untersuchungen
über die literarische Gattung des Apokalyse 1-3, Roma 1974, 47-48; W. N. LUND,
Chiasmus in the New Testament, Chapel Hill 1942, 343-355; M. HUBERT, L'ar-
chitecture des Lettres aux sept Lglises: RB 67 (1960) 349-353.
El Espíritu habla a la Iglesia, interpretando el mensaje de Jesús 73
repite con ligeras variaciones: «El que tiene oídos para oír que
oiga» (Mt 11, 15; 13, 9.43 [19, 12]; Me 4, 9.23; Le 8, 8; 14, 35).
Un resumen de los más importantes rasgos que contiene esta
expresión de los evangelios sinópticos que aparece siempre en
un contexto de comprensión misteriosa, en situación de parábo-
las difíciles de entender o de incredulidad, puede señalarse: se
trata de una solemne invitación, por parte de Jesús, para que
sus oyentes se esfuercen en percibir y conocer su mensaje. Es
un subrayado pedagógico -M. DIBELIUS lo llama Weckformel;
J. JEREMIAS, Weckruf-; esta llamada es urgente, puede compa-
rarse a un toque de alarma o un desafío, y exige una actitud
obediencial a las palabras del Señor 61 • El esfuerzo necesario está
motivado porque la enseñanza -normalmente promulgada con
anterioridad- es importante y requiere todo el afán aplicativo y
diligente en su modo de comprensión. Al fin, es Jesús mismo
quien explica y da el sentido último a las palabras pronunciadas;
ya que el hombre sería, por sí mismo, incapaz de entender. Je-
sús es el intérprete para los discípulos de su propio mensaje
mientras está con ellos.
En el libro del Apocalipsis aparecen dos expresiones simila-
res a la fórmula sapiencial de las cartas a las Iglesias:
«Si alguien tiene oído, oiga» (13, 9).
«Aquí está la sabiduría; el que tiene entendimiento cuente
el número de la Bestia» (13, 18).
Son dos frases equivalentes y de cuño sapiencial: Ap 13, 9
está redactada tras la descripción de la primera Bestia que sube
del mar (13, 1-8); Ap 13, 18 se sitúa exactamente después de la
visión de la segunda Bestia que sube de la tierra (13, 11-17).
Con ambas expresiones, el autor del Apocalipsis está pidiendo
al lector cristiano un esfuerzo de concentración para saber leer
con inteHgencia, apoyado en esa serie larga de elementos descrip-
tivos, toscos pero evocativos, no obviamente perceptibles de in-
mediato, la realidad profunda que representan para la comunidad
"' M. ÜJBELIUS, Wer Ohren hat zu hóren, der hiire: ThStKr 83 (1910) 461:
.l. JEREMIAS, Die Gleichnisse Jesu, Gottingcn 1962", 248.
76 El Espíritu en el libro del Apocalipsis
4. CONTENIDO TEÚLOGICO
INTRODUCCIÓN
711 Cf. D. HAUUG, Die Zwei Zeu1;cn, Münstcr 1936, 84-85; J. S. CONSIDINE,
"/11e Two Witncsses, Apc I I, 3-13: CBQ 8 (1946) 392; .J. B1ct1m1, Le Témoigna-
ge: FoiVic 6 (1952) 497; A. SATAKE, Die Gemeindeordnung in der Joharmesapo-
kalypse, Ncukirchcn-Vluyn 1966, 133; A. A. TRITES, 71ie New Testament Con-
cept of Witness. Cambridge 1971, 166.
71 Cf. W. GROSHEll>E, Comnumtary on the Firsl Epistle to the Corinthians,
Michigan 1955, 71; E. B. ALI.O, Premiere Epitre aux Corinthiem, París 1934, 48;
J. HERJN<;, La prcmiére F-:pitrc de Saint Paul aux Corinthiens, Paris 1949, 28; H.
Co1H.MANN. ner erste /frie/ an die Korinther, Gottingcn 1969, 87.
El Espíritu y la Iglesia profética 87
7' Cf. W. BAllER, Wiirterbuch zu den Schriften des Neuen Tcsramrnt, Bcrlin
1971, 788.
El Espíritu y la Iglesia profética 89
3. EXÉ,GESIS DE AP 11, 11
«Y después de tres días y medio, el Espíritu de Dios entró en
ellos».
El presente verso 11 del Apocalipsis muestra una influencia
clara del profeta Exequiel (37, 10). El paralelismo es reconocido
universalmente y debe, por ello, ser estudiado.
El c. 37, 1-15 de Ezequiel describe la visión célebre-y acaso
la más dramática de todo el libro-, acerca de los huesos secos 75 .
El profeta escribe una amplia alegoría, donde los huesos consu-
midos significan el abatimiento de los judíos en el destierro, y
las tumbas su esclavitud; en este contexto de desolación aparece
el Espíritu (vv. 9-10) como la imagen del poder de Dios que da
la vida y restaura al pueblo.
El desastre histórico del 586 turbó profundamente la nación
judía. Para ellos -- -así se pensaba y así se dolían-- se ha acaba-
do toda esperanza de retorno a la patria; son huesos secos (v.
l l), calcinados a causa de sus propias desgracias y pecados (33,
l O). Esta grave consternación del pueblo se presenta a los ojos
de Dios como un pecado de confianza, quien ha asegurado - ¡por
su vida!- el establecimiento de su reinado en medio del pueblo,
la salida de entre la gente donde se encuentran dispersos, y su
reunión definitiva (20, 33 ss.). Dios va a realizar un prodigio
grandioso, y lo anuncia públicamente por medio de su
7'' Cf. L. NEVI!, The Spirit of God in the O/d Testament, Tokyo 1972, 74; D.
Lvs, Le soujle dans l'Ancien Testament, Paris 1962, 132.
77 Ningún escrito del NT utiliza tanto el AT como el Apocalipsis; es el lihro
que contiene más citas vcterotestamentarias, pero al mismo tiempo es singular-
mente el que «cita» menos; pues no se limita a reproducir textualmente, sino a
evocar o parafrasear. De los 404 vernos del Apocalipsis, 278 aluden con referen-
cia más o menos explícita al AT. Cf. A. LANCELLOTTI, L'Antico Testamento
nel/"Apornlisse: RivBihlt XVI (1%6) 369.
92 El Espíritu en el libro del Apocalipsis
«Aquí está la constancia de los santos, los que guardan los man-
damientos de Dios y la fe de Jesús. Y oí una voz del ciclo, que
decía: 'Escribe: Bienaventurados los muertos que mueren en el
Señor de ahora en adelante'.
Sí, dice el Espíritu: descansen de sus fatigas, pues sus obras les
acornpaiian» (Ap 14, 12-13).
INTRODUCCIÓN
" 1 E. LmIMI,YER, o. c., 123 comenta con precisión: «Kann nicht Geduld
hcdcutcn, da die Hciligcn "von dcr Erdc losgekauft" sind sondern "Harren" wie
1, 9; 13, 10».
El Espíritu consuela a la Iglesia con el macarismo del descanso 99
2. CONTENIDO TEOLÓGICO
" Cf. W. BIEDER, Die sieben Seligpreisungen in der Offenbarung des Johan-
nes: TZ 10 (1954) 13-30.
El Espíritu consuela a la Iglesia con el macarismo del descanso 101
"3 Cf. B. PRETE, Beati i morti che muiono ne[ Signare: Palestra del Clero 26
(1947) 170.
84 La expresión, aunque con matices diversos, tiene reminiscencias paulinas.
El apóstol ha enseñado que los muertos en Cristo no están fuera de la gloria de
la Parusía ( 1 Tes 4, 15.16; 1 Cor 15, 18). Cf. W. HADORN, Die Offenbarung des
.lohannes, Leipzip 1928, 153.
102 El Espíritu en el libro del Apocalipsis
of John, Ncw Haven 1958, 27; R. B. Scon, The original l,angaage of the Apo-
calypse, Toronto 1928; A. LAN.CELLOTI'I, o. c., 29; G. Muss1Es, The Morphology
o/ koine Greek as used in the Apocalypse of St. John, Leiden 1971.
''" U. VANNI, La Strntrura ... , 236-247; G. MUSSIES, o. c., 336.
108 El Espíritu en el libro del Apocalipsis
INTRODUCCIÓN
a) El gran Dragón
Aparece una señal en el cielo -según la visión profética del
Apocalipsis-: la figura de un gran Dragón de color rojo-fuego,
que tiene siete cabezas, y en sus cabezas, siete diademas (12, 3).
El gran Dragón combate contra la mujer intentando devorar su
hijo después que ella dé a luz (12, 4); pelea con su ángeles frente
a Miguel y su ejército; pero es vencido y arrojado del cielo a la
tierra con su tropa rebelde (12, 7-8).
El gran Dragón, símbolo cargado de las evocaciones negati-
vas que los profetas asignaron al Faraón y Egipto (Is 51, 9; Ez
29, 3; 32, 2), es señalado luego por el autor del Apocalipsis (ho
kaloümenos, el llamado) con algunos de sus nombres bíblicos
más notorios. Este gran Dragón se llama y es la serpiente anti-
gua (que había seducido a Adán y Eva, Gn 3, 1-7); se llama
también Diablo o Satanás (Diablo es la versión griega de la pala-
bra Satanás), es decir, el que acusa (Job 1, 6; Zac 3, 1; 1 Cr 21,
l), y continúa ahora su misma función de engañar a toda la
tierra y acusar a los hermanos (Ap 12, 9-10).
El gran Dragón representa en el libro del Apocalipsis toda la
realidad poderosa del mal en su raíz, la vitalidad del mal. Sólo
una fuerza viva -como el gran Dragón- es capaz de engendrar
tantas concretizaciones y emanaciones de mal en la historia. Será
eÍ gran Dragón quien dará poder a la primera Bestia (13, 2) y,
mediante ésta, a la segunda Bestia que habla, sin embargo,
como el Dragón (13, 11).
El gran Dragón es el origen invisible y último del mal que
bulle y se reproduce en la historia humana 91 • El mal no aparece
h) La primera Bestia
La primera Bestia sube del mar (13, 1), y se sitúa en el hori-
zonte de la historia. Tiene un poder de actuación limitada, sim-
bólicamente un período de 42 meses; blasfema contra Dios y su
Templo y los que habitan en el ciclo (13, 5-6); persigue un obje-
tivo declarado, hacer la guerra contra los santos y vencerlos
(13, 7); acude a la persecución y a la violencia para conseguir la
apostasía y la blasfemia.
c) La segunda Bestia
La segunda Bestia sube de la tierra ( 13, 11), hace que los
hombres adoren a la primera Bestia (13, 12), realiza grandes
señales y engaña, así, a los habitantes de la tierra (13, 13-14);
logra, por fin, que la imagen de la primera Bestia hable y se
manifieste viva (13, 14-15).
La segunda Bestia es reconocida e identificada: es el espíritu
de la mentira, el falso profeta (el autor del Apocalipsis intercam-
bia de manera intencional los nombres de la segunda Bestia y el
falso profeta: 16, 13; 19, 20; 20, 10).
La segunda Bestia representa la persuasión y la seducción
-que puede ser más eficaz aún que la misma persecución- de
la primera Bestia; significa la propaganda del Estado que se hace
adorar; toda forma de promoción y engaño que consigue que ese
INTRODUCCIÓN
11 1.1 Cf. F. F. BRUCE, Chrisl ami Spirit in tlze NC'w Testament, Cambridge
1'173, 3:17.
124 El Espíritu en el libro del Apocalipsis
1. MÍllffYS ·--TESTIOO
a) Jesucristo testigo
«Y de parte de Jesucristo, el testigo fiel, el primogénito de
los muertos, el jefe de los reyes de la tierra» ( 1, 5).
El título, «el testigo fiel», inicia una tríada de atributos que se
aplican a Jesucristo; se encuentra en un diálogo litúrgico (Ap l,
1-8). Una anomalía literaria, ruptura de las reglas gramaticales de
la aposición, cumple la función de acentuar estos tres miembros
El Espíritu continúa el testimonio de Jesús en la Iglesia profética 125
muerte se ha verificado, un cadáver (1, 18; 11, 18; 14, 13; 16, 3;
20, 5.12.13).
«Esto dice el Amén, el testigo fiel y verdadero» (3, 14).
Jesús glorioso habla a la Iglesia de Laodicea, revestido de
suma autoridad; el segundo calificativo, «verdadero», es un de-
sarrollo y paráfrasis del Amén.
Fiel y verdadero son atributos de Yahweh, que el Apocalip-
sis, una vez más, aplica a la divinidad de Jesucristo: no compor-
tan sentido de fidelidad o perseverancia hasta la muerte y que
incluyen la propia muerte, sino, más bien, un acentuado matiz
de verdad, de firmeza que fundamenta y asegura las palabras de
Dios según la teología de Isaías, en donde el texto del Apocalip-
sis se inspira 11 )('.
Los dos adjetivos aparecen juntos en los siguientes lugares:
« Y me dice: i Escribe! Estas palabras son fieles y verdaderas»
(21, 5); «Y me dice: Estas son palabras fieles y verdaderas» (22,
6). Ambos adjetivos unidos se refieren siempre al contenido del
Apocalipsis; a las palabras de este libro para calificarlas como
auténticas, verdaderas, dignas de crédito.
Resulta muy esclarecedor el relato del combate escatológico
(19, 11-21), donde aparece Jesucristo sobre un caballo blanco y
vestido con una ropa teñida de sangre; de su boca sale una espa-
da afilada para herir con ella a las gentes (v. 15). -Ya sabemos
que esa espada aguda es la Palabra de Cristo (1, 16; 2, 16)-.
En la presentaci(m sobria de los protagonistas de esta final bata-
lla, se describe a Cristo: «El que lo monta se llama (kaloümenos)
fiel y verdadero» (v. 11), «... y se llama (kékletai) su nombre la
Palabra de Dios» (v. 13). Merced al uso del mismo verbo (kaléo,
llamarse) que unifica los dos versos mencionados, se deduce que
Cristo es «la Palabra de Dios» y, en cuanto tal, es fiel y verdade-
ro; su palabra tiene la firmeza y fortaleza propias de Dios.
En nuestro texto, 3, 14, no existe alusión directa al martirio;
«el testigo fiel y verdadero» indica, de por sí, el mensajero aten-
dible y auténtico que ofrece una declaración. Abundando en
2. MARTYRÉIN-TESTIMONIAR-
"' Cf. M.C. TENNEY, Interpreting Revelatíon, Grand Rapids 1957, 44.
132 El Espíritu en el libro del Apocalipsis
''" Cf. D. H1u., Prophecy and prophe1.1· in Revelation, Uran<l Rapi<l, 1957,
44.
El Espíritu continúa el testimonio de Jesús en la Iglesia profética 133
4. SÍNTESIS CONCLUSIVA
"' Cf. E. GUNTHER, Martys, die Geschichte eines Wortes, Güters!oh 194!,
160.
11 (¡ Cf. E. GllNTHER, o. c.~ 129.
136 El Espíritu en el libro del Apocalipsis
5. PROPHETEÍA -PROFECÍA-
6. PROl'HETEUEiN -PROFETIZAR-
7. PROPIIFTÁI -PROFETAS-
122 Cf. E. ScHWEIZER, Church Order in 1he New Testament, London 1961,
134.
142 El Espíritu en el libro del Apocalipsis
"" Cf. F. F. HRIICI', 11. c., 337; .f. M1\SSINC,lll'Rlll•:. f.<,r the ºfrsti111011y o/
./e,rns is !he Spiril ofprophecy: lrTQ 42 (1975) 290; D. H1u., a. c., 413.
'" Son partidarios del genitivo subjetivo: G. B. CAIRD, o. c., 237; N. BRox,
u. c., 94; A. SATAKE, o. c .. 62; A. A. TRITES, The New Testament Concept uf
Witness, Cambridge 1971, 75; 11. STRATHMANN, a. c., 506; T. ZAHN, o. c., 584;
.l. COMHI.IN, o. c., 222; D. HILL, a. c., 413; F. KAITENBlJSCII, Der Miirtyrertitel:
ZNW 4 (1903) 114. Defienden, en cambio, el genitivo objetivo: R. H. CHARLES,
o. c., vol. 2, 130; J. MASSIGBF.RDE, a. c., 285; T. HOLTZ, o. c., 23; 0. MUÑOZ,
/,a Palabra de Dios y el Testimonio de Jesucristo. Una nueva interpretación de la
fórmula del Apocalipsis: EstBib 31 (1972) 189.
144 El Espíritu en el libro del Apocalipsis
INTRODUCCIÓN
ho Thcós ho Thcós
deixai tois doülois autoü dcixai tois doülois autoü
diá toü anguélou autoü apésteilen ton ánguclon autoü
ha deI guenésthai ha dcI guenésthai
en tákhei (l. 1) en tákhci (22, 6)
makários ... teroüntes makários ho tcron
toüs lógous tes prophetcias toüs lógous tes prophetcias (22, 7)
hogar kaiyós cngús ( 1. ]) ho kaiyós gar engús estin (22. 10).
150 El Espíritu en el libro del Apocalipsis
"'' Una primera lectura del epílogo constata el carácter fragmentario, e in-
cluso desorientador y caótico del texto. Tiene razón M. E. BOISMARD al hablar
de un desconcierto general por parte de los autores. aunque se equivoca al pro-
nosticar un desorden en el epílogo al que gráficamente ha calificado: «Cette
mnrc magnum inconsistante de XXII, 6-21»: Notes sur l'Apocalypse: RB LIX
( 1952) 174.
El Espíritu guía e inspira a la Iglesia hacia el encuentro con su Señor 151
1111 Soy consciente de ir, en este punto, contra las opiniones autorizadas.
pero no siempre infalibles de E. B. A1.1.o, o. c., 3.58.361; R. H. CIIARl.l'S, vol.
2. o. c.. 221.22.5. Las razones convincentes brotan del mismo texto del Apocalip-
sis, no del prestigio de los eomenladorcs.
El Espíritu guía e inspira a la Iglesia hacia el encuentro con su Señor 153
Juan: Y me dijo:
Angel: No selles las palabras de profecía de este libro, por-
que el tiempo está cerca (v. 10). Que el injusto siga cometiendo
injusticias y el manchado siga manchándose; que el justo siga
practicando la justicia y el santo siga santificándose (v. 11).
Jesús: He aquí, yo vengo pronto y mi recompensa conmigo
para dar a cada uno según sus obras. Yo soy el Alfa y la Omega,
el principio y el fin, el primero y el último (v. 13). Bienaventura-
dos los que lavan sus vestiduras para tener derecho al árbol de
la vida y entrar por las puertas en la ciudad (v. 14). Fuera los
perros, los hechiceros, los lujuriosos, los asesinos, los idólatras,
y todo el que ama y practica la injusticia (v. 15). Yo, Jesús, he
enviado a mi ángel para dar testimonio de esto a las Iglesias. Yo
soy la raíz y la descendencia de David, la estrella brillante de la
mañana (v. 16).
Asamblea: El Espíritu y la esposa dicen: ¡Ven! (v. 17a).
El cristiano: Y quien lo oiga, diga: ¡Ven! Y quien tenga sed,
que venga. Y quien quiera, que tome el agua de la vida gratuita-
mente (v. 17b).
Jesús: Yo declaro a todo el que oye las palabras de profecía
de este libro: Si alguien añade a estas cosas, Dios añadirá sobre
él las plagas que están escritas en este libro (v. 18). Y si alguien
quita de las palabras de este libro de profecía, Dios quitará su
parte del árbol de la vida y de la ciudad santa, descritas en este
libro (v. 19). El que da testimonio de estas cosas, dice: Sí, vengo
pronto (v. 20a).
Asmnhlea: Amén, ¡Ven, Señor Jesús! (v. 20b).
Juan: La gracia del Señor Jesús esté con todos (v. 21).
A lo largo de esta paciente indagación para reconstruir el
diúlogo justo con los personajes idóneos, se ha constatado con
no rara frecuencia la dificultad del reparto. ¿A quién corrcpon-
dcn las palabras precisas? ¿quién asume categóricamente los di-
versos papeles? Sin querer hacer de la necesidad una virtud,
creemos que esta somera impresión de incertidumbre para atri-
buir las distintas autorías, no significa que hemos creado un diá-
logo irreal por carecer de personajes netos y bien determinados;
154 El Espíritu en el libro del Apocalipsis
2. LA [(Sl'OSA
a) En el Antiguo Testamento
La metáfora nupcial del AT, el pueblo elegido considerado
como esposa de Dios, es completamente original; esta forma de
El Espíritu guía e inspira a la Iglesia hacia el cncuentro co11 su Se11or 155
1411 Cf. A. S11üKEL-P. PROULX, Las sandalias del Mesías esposo: Bibl 59
(1978) 1-37.
141 «The bride is the heavenly reality of wich Bahylon is the earthly traves-
ty»; así se expresa G. B. CAJRD, o. c., 269.
164 El Espíritu en el libro del Apocalipsis
2) La esposa y la ciudad
La esposa, según el libro del Apocalipsis, se convierte en
ciudad, y la ciudad en esposa; existe una mutua metamorfosis
positiva.
El tema escatológico de esposa-ciudad, como lugar idealiza-
do, ya había aparecido en los profetas (Is 54; 60; Ez 40; 48) y,
asimismo, en la literatura apocalíptica (4 Esdras 9, 26-IO, 59) 1-1 2 _
La esposa del Cordero se manifiesta a los ojos de Juan, como
ciudad perfecta con medidas ideales (21, 15-16), de muros in-
mensos (21, 17) y material precioso (21, 19-20).
3) La esposa y la Iglesia
La esposa (22, 17) no es todavía la ciudad, no se ha converti-
do en la Jerusalén de arriba; este trueque definitivo sucederá en
los últimos tiempos, como un don especial de Dios y a nivel
escatológico: «Y vi la ciudad santa, la nueva Jerusalén, que des-
cendía del ciclo, enviada por Dios, arreglada como una esposa
ataviada para su esposo» (21, 2).
La esposa no ha logrado aún se meta, por eso invoca con
impaciencia la venida de su Scfior: ¡Ven! (22, 17). Justamente, la
presencia del término ekklesiai, situado en el cercano v. 16 del
capítulo 22, puede definir la esposa nymph(' en el Apocalipsis.
1·'-' Pero la esposa (Ap 22, 17) no es todavía totalmente la ciudad; no puede
establecerse una rápida y absoluta identidad como prcntcndcn J . .IEREMIAS, a.
c.. 1.098; G. B. CAIRD, o. c., 287; W. BoussET, o. c., 459.
El Espíritu guía e inspira a la Iglesia hacia el encuentro con su Señor 167
3. EL ESPÍRITU
1-<ó Existe una referencia a Isaías 55, 1: «Todos los sedientos venid por
agua ... », expresión que Ap 21, 6 reproduce parafraseándola: «Al que tenga sed,
vo le daré gratuitamente del agua de la vida». Pero existe un recuerdo explícito
al cuarto evangelio: «El que viene a mí no tendrá harnhre, y el que cree en mí,
no tendn\ nunca sed». «Si alguno tiene sed, que venga a mí y beha» (Jn 6, 35;
7. 37). Jesús dirige una invitación a la participación sacramental y a la recepción
dd Espíritu en la fe.
El Espíritu guía e inspira a la Iglesia hacia el encuentro con su Señor 171
INTRODUCCIÓN
152 Cf. 11. RAIINER, flumina de vi'ntr,, ./¡,sus. Die patrislisehc /\usle¡;ung von
.!oh. Vll 37-39: Bibl 22 (1941) 269-302; M. BrnsMARD, De son 1•entre couleronl
des fleuves d'eau vive: RB 65 (1958) 523-546; M. KOJII.ER, Des Jleuves d'eau
vive. Exégi'!se de .lean 7, 37-39: RTPhil 10 ( 1960) 188-201.
15:, Guf significa el cuerpo o la persona; de la persona de Cristo, como de
una fuente, brotan para los creyentes ríos de agua viva. Cf. R. BULTMANN, Das
Evangelium des .Tolwnnes, Güttingcn 1953, 229.
El Espíritu en los escritos de Juan 179
2. EL ESPÍRITU PARÁCLITO
111 Cf. l. DE LA POTTERIE, La Vérité dans Saint lean, i y II, Romc 1977; en
especial, !!. /,'Esprit et la Vérité, 281-446. G. JOHNSTON, The Spirit Parac/et in
182 El Espíritu en el libro del Apocalipsis
El nombre
Es el Parúclito: 14, 25; 15, 26; 16, 6.
El otro Paráclito: 14, 16.
El Espíritu de verdad: 14, 17; 15, 26; 16, 13.
El Espíritu Santo: 14, 26.
el Paráclito y el Padre
El Padre lo dará a ruegos de Jesús: 14, 16.
El Padre lo enviará en nombre de Jesús: 14, 26 .
.Jesús enviará al Parúclito desde el Padre, el Espíritu que pro-
cede del Padre: 15, 26.
El Paráclito y Jesús
El Paráclito está en relación con Jesús, es el «otro» Paráclito:
14, 16.
El Paráclito enseñad y recordará a los discípulos todo lo que
Jesús ha dicho: 14, 26.
El Paráclito y el mundo
El mundo no puede recibirlo porque no lo ve ni lo conoce:
14, 17.
El Paráclito y los discípulos darán testimonio ante el mundo
y contra el mundo: 15, 26-27; 15, 18-25.
El Paráclito dejará convicto al mundo con la prueba de un
pecado, de una justicia y de una condena: 16, 8-11.
El Paráclito Jesús
Dado por el Padre: 14, 16 3, 16.
Está junto, entre los discípulos: 14, 17 3, 22; 13, 33; 14, 20. 26.
El mundo no lo recihe: 14, 17 1, 11;5,53;(12,48).
El mundo no lo conoce. lo conocen sólo
los creyentes: 14, 17 14, 19; 16, 16ss.
Enviado por el Padre: 14, 26 ce. 5.7.8.12.
Enseña: 14, 26 7, 14; 8, 20; 18, 37.
Viene (desde el Padre al mundo): 15. 26;
16. 7.13 5,43; 16,28; 18,37.
Da testimonio: 15, 26 5, 31 ss.; 8, 13 ss.; 7, 7.
Dc_ja convicto al mundo: 16. 8 3, 19;9,41; 15,22.
No habla de sí mismo, dice Slílo lo que ha
oído: 16, 13 7, 17; 8, 26.28.38; 12. 49.
Glorifica: 16, 14 12. 28; 17, 1.4.
Revela (comunica): l<i, 13 ss. 4, 25; (l(l, 25).
<iuía a la verdad completa. es el Espíritu
de la F<'tdad: 1ú, 13 1. 17; 5. 3'.l; 18, '.17; 14, 6.
"'' Que el Espíritu guía al creyente hasta la verdad completa posee dos mati-
c<:s: prim<:ro, el Espíritu hace conocer cada vez más profundamente la verdad,
190 El Espíritu en el libro del Apocalipsis
que es en definitiva, Jesús mismo; segundo, el Espíritu abre el corazón del cre-
yente para que sepa aceptar todo el mensaje de Jesús.
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El Espíritu en los escritos de Juan 191
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