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Franco
A veces, cuando servimos, nos toca sentarnos en diferentes asientos. Algunos son
bastante cómodos y otros no lo son, pero le hemos prometido a nuestro Padre
Celestial que le serviremos a Él y a los demás con amor y que haremos Su voluntad
en todas las cosas.
Hace unos años, los jóvenes de la Iglesia aprendieron que “cuando se ‘[embarcan]
en el servicio de Dios’ [Doctrina y Convenios 4:2] comienzan la travesía más
extraordinaria del mundo; ayudan a Dios a apresurar Su obra y es una experiencia
grandiosa, gozosa y maravillosa”1. Es una travesía disponible para todos, de
cualquier edad, y también es una travesía que nos lleva a lo que nuestro amado
profeta ha mencionado como “el camino de los convenios”2.
Un día, después de que ella había compartido la torta de chocolate con el resto de
los niños, le pregunté: “¿Por qué no trae un sabor diferente, como naranja o
vainilla?”.
No fue hasta muchos años después que descubrí cuál era el ingrediente secreto de
la torta de chocolate de la hermana Antonietti. Mis hijos y yo visitábamos a mi
madre cada semana. En una de esas visitas, mi mamá y yo estábamos disfrutando
de un trozo de torta de chocolate y le conté cómo me había comenzado a gustar
dicha torta. Entonces ella me contó el resto de la historia.
“Verás, Cris”, dijo mi mamá, “Victoria y su familia no tenían muchos recursos y cada
semana ella tenía que elegir entre pagar el autobús para llevarla a ella y a sus
cuatro hijos a la Primaria o comprar los ingredientes para hacer la torta de
chocolate para su clase de la Primaria. Siempre eligió la torta de chocolate antes
que el autobús, y ella y sus hijos caminaban más de tres kilómetros de ida y de
vuelta, sin importar el clima”.
Ese día aprecié más su torta de chocolate. Más importante aún, aprendí que el
ingrediente secreto de la torta de Victoria era el amor que ella tenía por aquellos a
quienes servía y su sacri cio desinteresado por nosotros.
“Entre la multitud se hallaba una viuda pobre, la cual… echó en una de las arcas dos
pequeñas monedas de bronce conocidas como blancas. El total de su contribución
no llegaba ni a medio centavo de dólar. El Señor [llamando a Sus discípulos
alrededor de sí, les dirigió su atención a la acción de aquella pobre viuda y lo que
había hecho, y les] dijo: ‘De cierto os digo que esta viuda pobre echó más que todos
los que han echado al arca, porque todos han echado de lo que les sobra; pero
esta, de su pobreza echó todo lo que tenía, todo su sustento’ [Marcos 12:43–44]”3.
Hermanas, ¿estamos dándolo todo al Señor sin reservas? ¿Estamos sacri cando
nuestro tiempo y nuestros talentos para que la nueva generación pueda aprender
a amar al Señor y guardar Sus mandamientos? ¿Estamos ministrando tanto a
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15/10/2018 El gozo del servicio desinteresado - Por Cristina B. Franco
quienes nos rodean como a aquellos que se nos han asignado con amor y con
diligencia, sacri cando tiempo y energía que podría utilizarse de otras maneras?
¿Estamos viviendo los dos grandes mandamientos, amar a Dios y amar a Sus hijos?5
A menudo, ese amor se mani esta como servicio.
Él continuó:
“Un ejemplo familiar de lo que signi ca perder nuestra vida al servicio de los
demás… es el sacri cio que los padres hacen por sus hijos. Las madres sufren dolor
y la pérdida de prioridades y comodidades personales para dar a luz y criar a cada
hijo. Los padres ajustan sus vidas y prioridades para proveer para la familia…
“[Y] todo esto ilustra el principio eterno de que somos más felices y nos sentimos
más satisfechos cuando actuamos y servimos por lo que damos, y no por lo que
recibimos.
“Nuestro Salvador nos enseña a seguirlo al hacer los sacri cios necesarios para
perder nuestra vida en el servicio desinteresado a los demás”6.
He llegado a saber que no tenemos que hacer una torta de chocolate para ser
maestros de Primaria exitosos, porque lo que importa no es la torta, sino el amor
detrás de aquella acción.
Testi co que ese amor se vuelve sagrado por medio del sacri cio: el sacri cio de
una maestra y aún más a través del sacri cio supremo y eterno del Hijo de Dios.
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15/10/2018 El gozo del servicio desinteresado - Por Cristina B. Franco
¡Doy testimonio de que Él vive! Lo amo y anhelo desechar los deseos egoístas a n
de amar y ministrar como Él lo hace. En el nombre de Jesucristo. Amén.
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