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LA TEORIA DE LOS PROCESOS OPUESTOS DE LA MOTIVACIÓN

APRENDIDA

Los costos del placer y los beneficios del dolor

RICHARD L. SOLOMON
Universidad de Pennsylvania
American Psychologist, (1980) 35(8), 691-712
Traducción y Revisión:
Javier Nieto
y
Livia Sánchez-Carrasco

Que extraño parece ser esto que los humanos llamamos placer. Y que curiosa es su relación con
lo que consideramos su opuesto, el dolor. Nunca encontraremos los dos en un hombre, pero si
buscas uno y lo encuentras, casi siempre estás ligado a obtener también el otro, como si
estuvieran ambos unidos a la misma cabeza… Siempre que encontramos uno, el otro aparece
en seguida. Así pues, en mi caso, dado que mis piernas me dolían como consecuencia de los
grilletes, el placer parece ahora haberlo seguido.
Platón: Fedón o del Alma

Las motivaciones adquiridas pueden ser tan poderosas como las innatas.
Se pueden convertir en el foco de una gran parte del comportamiento de un
organismo, aun a expensas de las necesidades innatas. Por ejemplo, un adicto a
la heroína puede dedicar la mayor parte del día a la búsqueda de la droga,
puede ignorar la comida, beber y los incentivos sexuales, asimismo puede
abandonar sus obligaciones sociales. La motivación por la heroína se adquiere
solamente a través de ciertas experiencias, no es innata. Usualmente pensamos
que esas adicciones son patológicas, pero no lo son. Una de las tesis de este
artículo es que la mayoría de las motivaciones como son el amor, los apegos
sociales, los deseos por ciertos sabores o alimentos, la búsqueda de la emoción,
y las necesidades de logro, poder y pertenencia son aprendidas y obedecen
leyes empíricas de las adicciones. A través de este trabajo desarrollo una teoría
que explica porque ocurre esto y les describo algunas investigaciones recientes
sobre la misma.
Cuando Miller (1951) escribió su importante ensayo sobre “Las pulsiones
y recompensas aprendidas”, el concepto de motivaciones aprendidas era
asociativo. A través del condicionamiento pavloviano, mediante contingencias
entre el estímulo condicionado (EC) y el estímulo incondicionado (EI), un
estimulo neutral podía adquirir algunos de los atributos del EI. Algunos EIs
tenían funciones de pulsión, algunos otros tenían propiedades de recompensas,
y los ECs adquirían las propiedades correspondientes – ya fuera motivar,

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energizar el comportamiento o reforzar específicamente algunas conductas. Los
estímulos neutros que adquirían estas propiedades a través del
condicionamiento se conocían como estímulos de pulsión adquirida o
reforzadores condicionados (reforzadores secundarios) dependiendo de los
atributos de los EIs originales. En un sentido muy real, no se creaban nuevos
incentivos o pulsiones, sino que los estímulos que eran originalmente neutrales
podían adquirir propiedades semejantes a pulsiones o recompensas. Los
fenómenos relacionados a estos fenómenos se denominaron “motivos
derivados” (Bolles & Moot,1971; D’Amato, 1974). Se creía que los motivos
derivados dependían de procesos asociativos o de condicionamiento.
De igual manera, Freud y los neo-freudianos consideraron las
motivaciones adquiridas como derivadas de necesidades innatas, y los procesos
asociativos fueron el foco de la atención clínica. En este caso la búsqueda no
fue por ECs sino por símbolos, aunque las ideas que guiaban el razonamiento
eran las mismas (Hall & Lindzey, 1957). Las personas eran movidas, o
recompensadas, por los símbolos derivados de la dinámica de la libido, es decir,
de las necesidades innatas de los organismos.
El fenómeno de la adicción no encaja fácilmente en las viejas teorías
asociativas de las motivaciones derivadas. Mi propuesta es que muchas de
nuestras nuevas motivaciones son de tipo adictivo, no necesariamente del tipo
derivado, y que los procesos asociativos, aunque usualmente ocurren en estos
casos, no son ni necesarios ni suficientes para producir las conductas adictivas.
El caso mas claro es, por supuesto, la adicción a los opiáceos, en la cual es
posible observar el nacimiento de una motivación muy poderosa que se
caracteriza por el deseo de la droga y la agonía de la abstinencia. Estos
fenómenos no parecen necesitan del condicionamiento pavloviano o de los
símbolos para desarrollarse. Además, creo que el tipo adictivo de los motivos
adquiridos es representativo de muchas, si no es que de la mayoría, de las
motivaciones adquiridas características del comportamiento humano en
contextos sociales. Mis argumentos se relacionan por lo tanto con la psicología
social y del desarrollo así como con las teorías de la personalidad.
Empiezo con unas afirmaciones bastante dogmáticas, pero las creo
correctas. En cada caso de motivaciones adquiridas se encuentran involucrados
procesos afectivos o hedónicos; siempre que uno identifica un motivo
adquirido, uno puede en cada caso, describir o medir tres fenómenos afectivos o
hedónicos. Estos son: a) el contraste afectivo o hedónico, b) la habituación
afectiva o hedónica, y c) los síndromes de retiro (abstinencia) afectivo o
hedónico.

Generalizaciones Empíricas

CONTRASTE AFECTIVO

A continuación se presenta un ejemplo de contraste afectivo, emocional, o


hedónico que ocurre cuando se presenta un reforzador y luego se retira. Se le
presenta a un animal de laboratorio un estímulo incondicionado poderoso que es

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específico a la especie. En este caso particular, se le presenta a un patito de 5 h
de edad, por primera vez en su vida, una madre pata moviéndose. El patito se
excita, corre hacia donde está la madre, mueve su cabeza como para
mantenerla a la vista. Después de 1 min el experimentador retira a la madre de
la jaula. Posteriormente, con una latencia de 5 a 10s el patito empieza a mostrar
movimientos rápidos de la cabeza, hacia arriba y abajo, actividad locomotora
desorganizada emitiendo repetitivamente sonidos de alta frecuencia, que se
denominan, llamadas de angustia. Las llamadas duran varios minutos y luego
cesan.
Se ha podido demostrar que la introducción de la madre pata en
movimiento funciona como un reforzador positivo (véase a Hoffman, Searle,
Toffey & Kozma, 1966; Hoffman, Startton, Newby & Barret7, 1970) ya que se ha
observado el moldeamiento de una operante arbitraria cuando la presentación
de la madre pata en movimiento se hace contingente con la emisión de la
operante. En contraste, el retiro de la madre refuerza negativamente la emisión
de operantes ya establecidas, y aun cadenas conductuales instintivas,
específicas de la especie, pueden ser debilitadas mediante este procedimiento
(véase Hoffman, Stratton & Newby 1969). Por lo tanto, es posible inferir que la
presentación del reforzador crea un estado hedónico, placentero o deseable.
Mientras que la eliminación de reforzador produce un estado hedónico aversivo
o desagradable, el cual termina varios minutos después de retirar el reforzador.
Esta secuencia (estado de línea base  Estado A  Estado B  estado línea
base) caracteriza el contraste hedónico o afectivo. Los estados A y B parecen
tener una relación antagónica o de contraste entre ellos si uno atiende a sus
funciones reforzantes.
El contraste afectivo generado por el reforzamiento positivo ocurre en una
gran variedad escenarios. Lo cual parece ser la regla más que la excepción.
Hace algunos años, me interesó la generalidad del contraste afectivo en
humanos. Con la ayuda de Ruben Kron, hice un pequeño e incompleto
experimento en la guardería del Hospital General de Filadelfia. Les presente una
mamila de leche a varios bebes, dormidos, de 12 horas de edad. Los niños de
esta edad regularmente no tienen ni sed ni hambre porque aún están digiriendo
una gran cantidad de líquido amniótico. Sin embargo, si uno introduce y mueve
un pezón en sus bocas, despiertan, maman, e ingieren algo del alimento
(especialmente si es dulce). Cuando les permití mamar por 1 min y luego retiré
el chupón ocurrió lo obvio: los niños empezaron a llorar con una latencia de 5-
10s, lloraron durante varios minutos y luego se durmieron nuevamente. Los
niños no habrían llorado en ese momento si no hubiera presentado la mamila y
luego la hubiera retirado. El contraste afectivo puede por tanto ocurrir a pesar de
que el reforzador positivo o EI no se “requiera” en es ese momento. En este
experimento uno puede inferir que los bebés pasaron de la línea base al estado
A, luego al estado B y finalmente a la línea base. La terminación del estímulo
llevo a los patitos así como a los bebés a un estado aversivo, en el cual no
hubieran estado si no es porque se expusieron al reforzador positivo o EI y
posteriormente fueron privados de este. De hecho, es posible que ni los patitos

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ni los bebés hayan experimentado el estado B en su vida antes de esta
experiencia.
El siguiente ejemplo muestra el contraste afectivo o hedónico que ocurre
cuando se presenta un reforzador negativo y luego se retira. El ejemplo es de
Epstein (1967) quien trabajó sobre las reacciones emocionales de los
paracaidistas del ejército. Durante su primera caída, antes de que se abra el
paracaídas, los soldados experimentan terror: pueden gritar, sus pupilas se
dilatan, se les salen los ojos de las orbitas, sus cuerpos de tensan y encogen, el
corazón aumenta la tasa y la respiración es irregular. Después de que aterrizan
sin problemas pueden caminar sin dirección y con cara inexpresiva durante
algunos minutos, luego sonríen, parlotean y gesticulan, se tornan socialmente
activos y parecen muy emocionados. Podemos ver nuevamente la secuencia
afectiva: estado de línea base  Estado A  Estado B  estado de línea base.
Consideren el siguiente ejemplo extraído de un artículo sobre los efectos
que muestran las personas a las que les ha caído un rayo (y sobreviven):

Mi interés en este tema se despertó cuando al hijo de mi vecino le cayó un rayo cuando
regresaba del campo de golf. El rayo lo tiró al piso. Su short se hizo trizas y se le quemaron los
muslos. Cuando sus compañeros los pudieron sentar, el niño gritaba “ya me morí, ya me morí”,
Sus piernas estaban azules, no las sentía y tampoco las podía mover. Tiempo después al llegar
al hospital el niño estaba eufórico (Taussig, 1969, p.306).

¿Necesito agregar algo más? Bueno,


quizás. Es posible que ninguna de las
descripciones conductuales de Epstein y Taussig
convenzan al lector. Por consiguiente, mi
siguiente ejemplo es semifisiológico y podía ser,
para algunos, más aceptable. Usamos perros
como sujetos experimentales, los pusimos en un
arnés como los que Pavlov usaba y le dimos
choques eléctricos en sus patas traseras,
medimos los cambios incondicionados en la tasa
cardiaca (Church, LoLordo, Overmeir, Solomon
& Turner, 1966). Mientras la duración de los
choques era de 10 segundos.
La Figura 1 muestra la reacción de la tasa
cardiaca al inicio, durante y al finalizar el choque
(panel superior), asimismo el panel inferior
muestra la tasa cardiaca durante los minutos
posteriores a la terminación del choque. En el
panel superior se puede observar un aumento
en la tasa cardiaca al inicio del choque, este
incremento alcanza su tasa máxima en 5s
aproximadamente y posteriormente disminuye,
aún durante el choque. La gráfica inferior muestra los cambios en la tasa
cardiaca registrados durante los primeros 10s posteriores al choque, se puede
observar que la tasa cardiaca disminuyó por debajo de la línea base y luego se

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recuperó lentamente, es decir, la tasa no decreció directamente de su máximo a
la línea base. Suponiendo que la tasa cardiaca mide los cambios afectivos,
podemos inferir la existencia de contraste afectivo en este ejemplo.
De los cuatro ejemplos que he dado, los datos de la tasa cardiaca
(Church et al, 1974) serán usados como la guía general. Sin embargo, los datos
de la visión a color aportan una muy importante analogía (Hurvich & Jameson,
1974). Si enciende una luz roja relativamente pura durante 30s, notará que el
rojo parece rico y saturado. Conforme los segundos transcurren el “rojo” parece
disminuir como si se hubiera añadido luz blanca. Si apagamos la luz roja
percibiremos una post imagen verde, su saturación es inmediata y
progresivamente el color verde desaparece. Muchos datos sugieren que
probablemente haya algo semejante con los patrones dinámicos afectivos.
Este patrón estándar idealizado se
muestra en la Figura 2, contiene cinco
rasgos distintivos. Primero, cuando la
estimulación empieza se da una
separación de la línea base afectiva, la cual
alcanza la cima en pocos segundo (estado
A). Segundo, la intensidad o magnitud
afectiva empieza a declinar aun cuando el
estímulo que precipitó el estado esta
presente. El estado afectivo A decrece y
alcanza un nivel relativamente estable.
Cuando el evento disparador se termina, se
observa un rápido decaimiento en el nivel
afectivo hasta cruzar la línea base, y
entonces aparece un estado afectivo
opuesto (estado B) que rápidamente
alcanza su pico y luego lentamente
decrementa en magnitud hasta alcanzar la línea base afectiva original. Después
de que el estado B ha desaparecido no se presenta un estado A que exceda la
línea base. Se asume que este patrón es resultado de reforzadores, liberadores
o EIs placenteros o aversivos.

HABITUACIÓN AFECTIVA

En el ejemplo anterior, donde los perros recibieron choques eléctricos en


las patas traseras y se midió la tasa cardiaca, es bastante sencillo observar el
efecto de contraste así como un proceso muy claro de habituación. La tasa
cardiaca se hizo más lenta después de la aceleración inicial, aun cuando el EI
estaba presente. Aun más, como se muestra en la Figura 1 el efecto de
contraste se corroboró por la comparación entre las condiciones de 4 mA y 8
mA. El cenit de la respuesta al choque de 4 mA fue de menor amplitud que la
producida por 8 mA. Aun más importe es que el cenit de post efecto (estado B)
fue también mayor para 8 mA que para 4 mA. Esta es precisamente la simetría
que uno esperaría de efectos de contraste. Sin embargo, resulta ser que esta

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simetría inicial es ilusoria ya que suele ser una característica de los sujetos no
habituados. Los animales habituados no muestran el efecto de contraste y
además se observa una reversión asimétrica como la que se ilustra en la Figura
3. Esta Figura muestra la tasa cardiaca
de un perro “veterano” que ha recibido
cientos de choques durante varios días
(véase a Katcher et al, 1969). Los
aumentos en la tasa cardiaca después
de encender el choque son muy
pequeños, aunque la reducción de la
tasa cardiaca después de la terminación
de choque es muy grande y el tiempo
que le toma regresar a la línea base fue
relativamente largo. Tomando la tasa
cardiaca con indicador, se puede
suponer que el perro se “acostumbro” o
se “hizo tolerante” a los choques en sus
patas. Por lo que es posible concluir
que se desarrolló tolerancia o
habituación afectiva.
En general, se ha encontrado
que cuando un EI de intensidad
moderada se presenta muchas veces
en lapsos relativamente cortos de
tiempo, la reacción afectiva que el EI
produce disminuye (Kimmel, 1971). Se
supone que esta generalización se
aplica tanto para reforzadores positivos como aversivos, a EIs o liberadores
innatos de tipo exteroceptivo o interoceptivo (por ejemplo drogas y otras
substancias químicas) (véase la reseña de Randich & LoLordo, 1979).

SINTOMAS DE RETIRO AFECTIVO

En la Figura 3 es posible observar que el perro que había recibido varios


choques no mostraba cambios importantes en la tasa cardiaca, cuando iniciaba
la presentación del choque. Aun más, es posible observar que la desaceleración
de la tasa cardiaca por debajo de la línea base fue de mayor magnitud en
comparación con las primeras presentaciones del choque. Además, la reacción
post-EI tuvo una mayor duración relativo a los datos presentados en la Figura 2.
El nacimiento de la post reacción afectiva que se caracteriza por ser de larga
duración y gran amplitud es una consecuencia común de la presentación
repetida de un EI.
Ahora es posible describir el patrón temporal de la dinámica afectiva en
dos situaciones – cuando el evento EI es novedoso o cuando el evento EI se ha
presentado repetidamente. Las Figuras 4 y 5 muestran el efecto de habituación

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observado durante el EI y el incremento o desarrollo del síndrome de abstinencia
que ocurre cuando se retira el EI, ambos consecuencia de estimulación repetida.

Los fenómenos ilustrados en las Figuras 4 y 5 ocurren en una gran


variedad de situaciones para una gran cantidad de EIs. En las Tablas 1 a 4 se
presentan algunos ejemplos obtenidos en los laboratorios de psicología
experimental, la psicología clínica y nuestra vida cotidiana. Los alumnos de mi
seminarios de investigación durante varios años han llamado mi atención
alrededor de 50 de estos ejemplos en los que se observa una correlación alta
entre tres efectos de la presentación repetida de EIs, estos son: a) la reacción
afectiva durante el inicio y continuación del EI se reducirá gradualmente, b) el
post efecto afectivo aumentará gradualmente en intensidad y duración, c)
usualmente aparece una cualidad afectiva distinta en el post efecto, que parece
ser hedónicamente opuesta a la cualidad que fue generada durante el inicio y
mantenimiento del EI en las primeras presentaciones.
Las Tablas de la 1 a 4 están organizadas para contrastar los eventos
afectivos que ocurren durante las presentaciones del EI en los ensayos iniciales,
de los que se dan después de muchas presentaciones del reforzador. También
fueron ordenadas para mostrar los estados afectivos que ocurren regularmente
antes, durante y después de cada presentación de un reforzador en particular.
Antes de discutir los detalles de cada caso, necesito mencionar la relación
entre las generalizaciones sobre las dinámicas del afecto (que infiero de las
tablas) y las generalizaciones sobre los conceptos de motivación. ¿Cual es la
relación entre las leyes del afecto y las de la motivación? Dicho de manera
simple, las leyes del afecto son las leyes de las motivaciones adquiridas. Las
razones de que esto sea así son bastante simples. Las presentaciones repetidas
de un reforzador cambian su potencial hedónico o reforzante lo cual resulta en el
nacimiento de un nuevo reforzador que se presenta cuando se retira el
reforzador original. El nuevo reforzador tiene una calidad hedónica opuesta a la

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que produce el reforzador original. Por lo tanto, como se muestra en las Tablas
de la 1-4 la motivación aprendida emergen de la dinámica afectiva.

Algunos ejemplos prototípicos de motivos aprendidos

La Tabla 1 muestra la dinámica afectiva en el abuso de los opiáceos. Las


primeras auto-administraciones de un opiáceo (si la dosis se administra en una
cantidad correcta) producen una gran placer conocido como "pasón", el cual es
seguido por un estado de euforia de menor intensidad. Este efecto se ha
descrito en humanos (Wikler, 1953), en monos (Deneau, Yanagita & Seevers,
1969) y en ratas (Kumar, Steinerg & Stolerman, 1968) mediante el uso de
diversos índices conductuales. Algunas personas han descrito el “pasón” como
un intenso placer sexual que se siente “en todo el cuerpo simultáneamente”.
Cuando la dosis de la droga pierde su efecto por destrucción metabólica, el
usuario entra en un estado de malestar leve con aspectos fisiológicos y
psicológicos. Los aspectos fisiológicos incluyen ojos llorosos, secreciones
nasales, dolores abdominales, malestar muscular y de la piel. Los aspectos
psicológicos incluyen el deseo o “antojo” y hace referencia a un estado aversivo.
La mayoría de los organismos emitirán alguna operante si con ello pueden
terminar con el estado aversivo. Por consiguiente, los usuarios tiende a re
administrase una dosis porque es la forma más rápida y segura de eliminar los
síntomas fisiológicos y psicológicos producidos por la abstinencia. Una forma
más lenta consiste en simplemente dejar pasar el tiempo ya que los síntomas de
abstinencia desaparecerán lentamente, sin embargo este método es menos
preferido.

Periodo Primeras presentaciones Después de varias


presentaciones
Antes Estado de reposo Antojo
Durante Intoxicación, euforia Satisfacción
Después Antojo Agonía por abstinencia
Estado de relajación (cruda)
Antojo
Tabla 1. Cambios en el afecto antes, durante y después de cada estimulación (Auto-
administración de opiáceos) durante las primeras exposiciones y después de exposiciones
repetidas.

Las primeras auto administraciones producen un patrón de influencia


motivacional que correlaciona muy bien con el patrón estándar de la dinámica
afectiva que se muestran en la Figura 2. El inicio y mantenimiento de los efectos
opiáceos produce la cima del estado A (el "pasón") seguido de una reducción en
su intensidad (euforia) que es el primer síntoma de la habituación. Así el inicio de
los eventos farmacológicos relacionados con las drogas funciona como un
reforzador positivo. Posteriormente una vez que el efecto “se acaba”, surge el
estado B que es un estado de deseo aversivo conocido como síndrome de
abstinencia. Por ultimo, con el paso del tiempo el estado aversivo desaparece.
En este caso hay dos eventos motivacionales que son capaces de reforzar una
operante: la activación del estado A y el escape del estado B.

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Sin embargo, cuando la auto-administración de la droga se repite
frecuentemente se generan dos cambios relacionados con el afecto: a) el
individuo ya no se experimenta el "pasón" y una disminución de la euforia
(pérdida de la euforia), asimismo b) el síndrome de abstinencia se hace más
intenso, tanto fisiológica como psicológicamente, y su duración aumenta
dramáticamente. De esta manera, el reforzamiento positivo pierde algo de su
potencia, pero el reforzamiento negativo gana presencia y es más duradero.
Este efecto puede observarse en la columna derecha de la Tabla 1, bajo el titulo
con el título “después de varias presentaciones”. Por lo tanto con la
administración sucesiva, la motivación para el uso de drogas cambia
gradualmente de control positivo a control aversivo. Por lo que el usuario se
hace tolerante a la droga y más intolerante a su ausencia o la terminación de sus
efectos.
En la Tabla 1 el reforzamiento es positivo y el estado motivacional
novedoso o adquirido (estado B) es aversivo. Esta misma generalización se
muestra en la Tabla 2.
La Tabla 2 describe el comportamiento de patitos cuando se les expone
por primera vez a un muy poderoso reforzador innato: una madre adoptiva móvil.
Los patitos muestran niveles elevados de excitación y su locomoción aumenta,
mientras sus ojos siguen al objeto móvil. Cuando se retira el reforzador, los
llamados de malestar se relacionan con la duración de la exposición al objeto
móvil, por lo que esta secuencia demuestra el contraste afectivo (Eiser &
Hoffman, 1973). Después de muchas repeticiones los niveles de excitación
disminuyen a pesar de que la madre está presente, pero una vez que se le retira
la duración e intensidad de las llamadas de malestar aumentan. En algunas
ocasiones y después de muchas exposiciones a la madre adoptiva, los patitos
emiten las llamadas de malestar ocasionalmente durante varios días, aunque
este comportamiento eventualmente desaparece (véase Hoffman, Eiser, Ratner
& Pickering, 1974). Se ha demostrado que la presentación de la madre adoptiva
funciona como reforzador positivo (Hoffman & Ratner, 1973), y su retiro funciona
como reforzador negativo. Por lo que a través de este procedimiento hemos
agregado una nueva fuente de motivación aversiva a la vida de los patitos
(Hoffman et al, 1969). Este nuevo problema motivacional nunca habría surgido
en su existencia a menos que no hubieran sido expuestos a la madre adoptiva.

Periodo Primeras presentaciones Después de varias


presentaciones
Antes Satisfacción Algo de infelicidad
Durante Excitación Seguimiento
Después Infelicidad Infelicidad intensa
Satisfacción Alfo de infelicidad
Tabla 2. Cambios en el afecto antes, durante y después de cada estimulación (Apego social en
patitos) durante las primeras exposiciones y después de exposiciones repetidas.

En la Tablas 1 y 2 el reforzador es positivo y el estado motivacional


aprendido (estado B) es aversivo. En contraste, en las Tablas 3 y 4 el reforzador
es aversivo y el estado motivacional que se adquiere (estado B) es positivo.

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La Tabla 3 describe los eventos afectivos que ocurren como consecuencia
de usar los baños sauna. El aire está muy caliente en el baño sauna y durante
las exposiciones iniciales la persona reporta sensaciones dolorosas, quemarse,
sensaciones poco agradables y en ocasiones miedo. También reportan una
breve sensación de alivio cuando la sesión termina. A menos que exista algún
motivo extraño proveniente de presiones sociales, creencias sobre los efectos
en la salud, etc. es poco probable que se repitan las sesiones de sauna ya que
el estado A producido es aversivo. Sin embargo, si ir la experiencia se repite
varias veces ocurren dos cambios: el desagrado de cada sesión disminuye
gradualmente, además de que emerge y se intensifica el síndrome de
abstinencia. El síndrome de abstinencia se caracteriza por una “alegría intensa”
y sensación “de bienestar”. Este estado usualmente dura 1 a 2 horas en
usuarios ya muy habituados. Los usuarios de sauna logran mediante la
exposición repetida a un evento previamente aversivo una nueva fuente de
placer, por lo que surge un nuevo sistema motivacional aprendido.

Periodo Primeras presentaciones Después de varias


presentaciones
Antes Estado de Relajación Estado de Relajación
Durante Dolor, sensación de quemarse Calor, Excitación
Después Satisfacción Felicidad
Estado de relajación Estado de Relajación
Tabla 3. Cambios en el afecto antes, durante y después de cada estimulación (Baños Sauna)
durante las primeras exposiciones y después de exposiciones repetidas.

La Tabla 4 muestra el patrón de cambios afectivos en soldados


paracaidistas (Epstein, 1967). Durante las primeras caídas libres (antes de que
se abra el paracaídas) aun los soldados más valientes muestran reacciones de
miedo. Tienen los ojos desorbitados, los labios contraídos, gritan, sus cuerpos se
arquean y su sistema nervioso autónomo está hiper excitado. Asimismo es
posible que se orinen involuntariamente. Una vez que han aterrizado sin
problemas, atraviesan por un momento en el que parecen ausentes, sin
expresión facial y sin hablar. Después de algunos minutos empiezan a parlotear
e inician interacciones sociales muy vivaces con sus compañeros. El post efecto
parece durar cerca de 10 min. Los signos de la habituación son claros después
de muchos saltos, las respuestas de miedo ya no se pueden detectar. Ahora los
paracaidistas se muestran tensos, deseosos, o excitados, y durante la caída
libre reportan una sensación “estimulante”. El síndrome de abstinencia se hace
evidente después del aterrizaje. El nivel de actividad es muy elevado, se dan
saltos, gritos, interacciones sociales muy cambiantes, habla voluble, y euforia
generalizada. Este periodo se describe con frecuencia como de júbilo que
disminuye lentamente con el tiempo, pero que puede durar de 2 a 3 horas. Un
paracaidista deportivo (que por cierto también era psiquiatra) me dijo que su
“high” le duraba 8 horas. En este momento, disponemos de una nueva fuente de
reforzamiento positivo, la cual nunca hubiera aparecido de no ser por la
exposición repetida a una situación inicialmente aterradora a la que la persona
se acostumbra.

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Los cuatro ejemplos prototípicos que describí anteriormente son una
muestra razonable de los diferente tipos de EIs que provocan reacciones
efectivas, emocionales o hedónicas, y que muestran el fenómeno de a) contraste
afectivo inicial, b) habituación o tolerancia afectiva a la presentación del EI, c) el
surgimiento del síndrome de abstinencia afectiva, y d) una relación antagónica
entre los estados o EIs que caracterizan la presentación y la terminación del EI.
Así es necesaria una teoría que nos permita explicar satisfactoriamente estos
fenómenos.

Periodo Primeras presentaciones Después de varias


presentaciones
Antes Ansiedad Entusiasmo
Durante Terror Estimulante
Después Satisfacción Excitación
Estado de relajación Estado de relajación
Tabla 2. Cambios en el afecto antes, durante y después de cada estimulación (Salto de caída
libre en militares paracaidistas) durante las primeras exposiciones y después de exposiciones
repetidas.

Es importante trabajar en una teoría que sea de utilidad porque muchos


de los casos de motivaciones aprendidas parecen encajar con las características
descritas en las Tablas 1-4. El primer caso son los efectos de las substancias
farmacológicas, muchas de las cuales producen ciclos de adicción en los que el
usuario se auto-administra la droga para terminar o evitar la activación del
síndrome de abstinencia. La auto-administración repetida produce mayor
tolerancia a la droga y desde luego un mayor intensidad y duración del síndrome
de abstinencia. Fármacos como los opiáceos, alcohol, barbitúricos, anfetaminas
y los bromuros parecen reproducir bien el patrón descrito. De igual forma existen
los EIs aversivos interoceptivos y exteroceptivos que no son drogas. Muchos de
ellos parecen ser capaces de producir tolerancia, un síndrome de abstinencia
agradable que puede ser utilizado como reforzador de nuevas conductas
operantes (es decir, un nuevo sistema motivacional aprendido). Los ejemplos
incluyen el correr maratones (Milvi, 1977), trotar (Booth, nota 1), varias
actividades extremas que inicialmente pueden producir temor, diversas
situaciones repugnantes (por ejemplo, las clases de anatomía), substancias
como fumar tabaco, y aun algunas consecuencias dolorosas producidas por las
prácticas deportivas. De hecho, el trabajo intenso podría ser otro ejemplo.
Necesitamos de mucha investigación empíricas para cerciorarnos de cuales EIs,
reforzadores y liberadores aversivos inicialmente, que sirven como reforzadores
negativos, puedan llevar a la creación de nuevos reforzadores positivos. Por
ultimo, tenemos a los EIs, reforzadores o liberadores placenteros, muchos de
los cuales parecen producir habituación o tolerancia, pero después de la
exposición repetida pueden generar un sindromote de abstinencia aversivo.
Estos síndromes pueden energetizar el aprendizaje de comportamientos
de evitación y escape, y por consiguiente son un sistema motivacional
aprendido. En verdad creo que muchos de los reforzadores más placenteros en
nuestra vida se ajustan a esta visión: el amor, el apego a las personas, el poder
y la competencia, el logro y el reconocimiento, los placeres estéticos. En nuestro

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lenguaje cotidiano tenemos muchos términos que se refieren a síndromes de
abstinencia de esos reforzadores: soledad, tristeza, decepción, angustia,
necesidad de amor, poder, belleza, o experiencias sensoriales (como por
ejemplo, los deseos por sabores). Aun no sabemos cuantas de estas
motivaciones muestran los fenómenos que he descrito. Sospecho que la
mayoría, lo cual abona al interés por tener una teoría que nos permita
comprender las motivaciones aprendidas.

La Teoría de los Procesos Oponentes de las motivaciones aprendidas

Resulta ser que el modelo teórico más simple y satisfactorio de todas las
dinámicas afectivas o hedónicas que les he mencionado es un sistema de
control afectivo con un solo bucle de realimentación negativa. Es una teoría de
procesos oponentes semejante a muchas propuestas en fisiología y psicología
(véase a Hurvich & Jameson, 1974).
La teoría supone que por alguna razón los cerebros de los mamíferos
estan organizados para suprimir o antagonizar muchos tipos de excitación
emocional o procesos hedónicos, sean placenteros o aversivos, hayan sido
generados por reforzadores positivos o aversivos. Los procesos oponentes
hedónicos o afectivos se activan a través de los estímulos identificados,
mediante experimentos cuidadosos, por los psicólogos o etólogos que son
conocidos como EI pavloviano, reforzador operante o un liberador innato.
Todos los procesos hedónicos o afectivos primarios elicitados por EIs,
reforzadores o liberadores innatos se correlacionan muy cercanamente con la
magnitud, intensidad, calidad y duración del reforzador. Estos procesos
primarios son fásicos y son sensibles a pequeños cambios en los estímulos. Son
reacciones estables e incondicionadas que en la teoría se denomina proceso A.
Por ejemplo, una serpiente (EI) elicita la reacción refleja de miedo (RI) en los
monos. El sabor a chocolate (EI) elicita salivación o excitación (RI) o un estado
placentero (RI) en los niños.
El proceso primario A activa un proceso B que sirve para oponerse y
suprimir el estado hedónico o afectivo que inicialmente se produjo con la
activación del proceso A. El proceso B reduce la fuerza del estado A. El proceso
B (o proceso oponente) es a) más lento en su activación, b) tiene inercia, es
decir, crece lentamente hasta su asíntota, y c) decae lentamente después de
que se elimina el estimulo inicial (EI) y que el proceso A (RI). Dado que el
proceso B es antagónico u opuesto su calidad afectiva o hedónica debe de ser
contraria a la del proceso A. Las implicaciones de estos supuestos simples son
de largo alcance.
Se postula que el estado afectivo o hedónico de un organismo en
cualquier momento es producto de la diferencia entre la magnitud del proceso A
y la magnitud del proceso B, sin importar la dirección del proceso. El proceso B
tiene un signo negativo porque antagoniza al proceso A. La regla de estado es
simple: a) Si [a – b] resulta en que a > b, se dice que el organismo está en el
estado A, si b) [a – b] resulta en que b > a se dice que el organismo está en el
estado B. Además, si el estar en el estado A resulta positivamente reforzante (es

12
decir, placentero, agradable), el estar en el estado B será negativamente
reforzante (es decir, aversivo, indeseable), y viceversa.
El sistema de procesamiento del afecto, refleja el supuesto del proceso
oponente que se describe posteriormente, se muestra en la Figura 6. Primero,
existe un evento cognitivo-perceptual que representa al EI, reforzador o liberador
innato. Para propósitos ilustrativos, suponga que el sujeto es un gato y que la
señal de entrada es categórica – un perro. El perro puede retratarse en una
entrada cuadrada de longitudes de onda. En este caso, el proceso A es una
reacción de miedo. La ocurrencia de este patrón resulta en la activación del
proceso B, el proceso oponente, el cual tiene un signo afectivo o hedónico
opuesto en calidad al del proceso A. Por lo que es posible imaginar las
características reales del proceso opuesto. Como veremos en breve, sus
características se revelan solo cuando termina el estímulo categórico, al igual
que con la estimulación por colores cuyo color oponente se revela cuando el
estímulo desaparece.

La

magnitud y calidad de los procesos A y B alimentan una sumadora que calcula |


a-b| en cualquier momento. Esta sumadora determina si el sujeto esta en el
estado A o en el estado B así como la calidad e intensidad de estos estados.
Cuando se presenta el EI, la mayoría de los procesos a son más intensos que el
proceso b opuesto el cual, como he indicado, tiene un incremento gradual
relacionado con el proceso a. Sin embargo, el incremento gradual del proceso b
produce un decremento en la amplitud del estado A cuando aún cuando el EI, en
este caso el perro, está presente. El gato parece menos temeroso conforme
pasa el tiempo, asimismo parece "acostumbrarse" a la presencia del perro.
Cuando el perro se aleja, no hay un estímulo categórico que mantenga al
proceso a, por lo que rápidamente su activación llega a cero. Sin embargo, el

13
proceso b decae débil y lentamente conforme pasa el tiempo. El pico de la
calidad e intensidad del estado B está relacionado con el retiro del EI, cuando el
proceso a decrece a cero. Entonces el estado B decae lentamente o
desaparece. El gato puede parecer relajado o alivianado, asimismo puede
mostrar las características de placer post-reacción típicas de los felinos y
finalmente regresar a la normalidad.
El sistema de procesamiento permite explicar diversas características
presentadas en las Figuras 1 y 2 acerca del patrón de dinámica afectiva. Sin
embargo, es necesario un supuesto adicional antes de que este sistema pueda
generar los efectos producidos por la exposición repetida, tal como se muestra
en las Figuras 3 y 5, así como en la columna derecha de las Tablas 1-4. El
modelo debe ser capaz de producir el efecto de habituación así como el
síndrome de abstención. Esto puede hacerse si postulamos que el procesos b
se fortalece por el uso y se debilita por el desuso. Pero como trabaja este
supuesto dentro del modelo se muestra en la Figura 7, la cual compara el
proceso b así como el estado afectivo resultante de las primeras presentaciones
del EI, contra la exposición repetida a dicho estímulo. El crecimiento en la
fuerza del proceso b con la exposición repetida al EI tiene dos consecuencias:
(a) el resultado de la suma de |a-b| durante la presentación y mantenimiento del
EI decrece, pero (b) la suma de |a-b| justo después de la eliminación del EI
incrementa. Lo cual concuerda con los hallazgos empíricos de generalización
descritos previamente.

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