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A mi tía Margot
Y pregunté
-te pregunté entonces-: «Será mi alma buen
alimento para perros?»
Y me olvidé.
(De L’Archangélique)
Canción pirata
Amor mío, los árboles son falos que recuerdan al cielo lo que fui,
y todos los hombres son monumentos de mi ruina.
De qué sirve llorar, en este crepúsculo en que el amor empieza
si estás tú frente a mí, como lo que un día
fuiste: presagio de mi mismo, no de mi destrucción, última rosa
para levantar la tumba,
para ponerla en pie como árbol
que contará de nuevo los cielos
mi vida, mi historia que el ocaso vuelve perdida, como embalaje en manos de extraños
como excremento que a tus pies coloco o
abrumador relato fantástico: que yo era un perro
vagando donde no había vida,
lamiendo día a día la lápida que me sugiere
y ahora seré si quieres, fuego fatuo
que alumbre por las noches tu lectura, y ruido
de fantasmas para alejar el silencio, y canción en la sombra, y mano
que no supo de otra, y hombre
buscándote en el laberinto, y allí gritando cerca del monstruo tu nombre, e imaginando tus
ojos.
Al amanecer, cuando las mujeres comían fresas crudas, alguien llamó a mi puerta diciendo
ser y llamarse Leopoldo María Panero. Sin embargo, su falta de entereza al representar el
papel, sus abundantes silencios, sus equivocaciones al recordar frases célebres, su embarazo
cuando le obligué a recitar a Pound, y finalmente lo poco gracioso de sus gracias, me
convencieron de que se trataba de un impostor. Inmediatamente, hice venir a los soldados:
al amanecer del día siguiente, cuando los hombres comían pescado congelado, y en
presencia de todo el regimiento, le fueron arrancados sus galones, su cremallera, y arrojado
a la basura su lápiz de labios, para ser fusilado poco después. Así terminó el hombre que se
fingía Leopoldo María Panero.
Llovía y llovía sobre la casa de De Kooning, célebre por sus aparecidos. Allí, el hijo menor
de De Kooning, se levantó nervioso de la cama, se puso una bata y fue hasta el dormitorio
de su padre para decirle que era Leopoldo María Panero. Mientras se demoraba en acentuar
su disgusto por la película de Chávarri El Desencanto, no hubo más remedio que llamar a
un psiquiatra. Ya en el manicomio, persistía en su delirio, imaginaba escenas de la infancia,
calles de Astorga, campanadas, porrazos de mi padre. Tras un rápido electroshock, pasó a
creerse Eduardo Haro, una ligera variante de la primera figura. Luego se puso a cojear y a
toser y afirmó ser Vicente Aleixandre. Mientras tanto en la casa de De Kooning, entre ruido
de cadenas, siguen multiplicándose aparecidos.
III. El hombre que mató a Leopoldo María Panero (The man who shot Leopoldo
María Panero)
Mi querido amigo Javier Barquín siempre creerá que fue él quien mató a Leopoldo María
Panero. Pero eso no es cierto. Nadie tenía entonces valor para hacerlo. El sujeto tenía
aterrorizada a toda la ciudad. Había raptado a varias mujeres y amenazaba con torturarlas.
Así que esa tarde me decidí, fui a la armería de Jim y compré un revólver calibre 45. En el
momento en que Leopoldo María Panero estaba intentando extorsionar una vez más a
Javier Barquín, yo disparé desde lejos. Como Javier había sacado también una pequeña
pistola, supuso haber sido él quien hiciera justicia. Toda su vida creerá que fue él quien
mató a Leopoldo María Panero. Pero no fue así. Yo soy el hombre que mató a Leopoldo
María Panero.
SOLDADO HERIDO EN EL LEJANO VIETNAM
yace un hombre
y el semen
sobre el cementerio
y un pelícano disecado
Caído el rostro
sangre candente
en el espejo
En la playa de la noche
mostraba mis ojos a las sirenas
que jugaban impunemente con mi pene
con el falo que en el lecho maloliente
deshacen los sueños y cae la piedra
del pensamiento al suelo.
INVOCACIÓN Y LECTURA
De Orfebre, 1994
VI
Con tus labios si tú quieres
mordiendo el poema como una rosa
infiel a su belleza de horror
sin que toque el papel blanco
este amor que no se dice
De Orfebre, 1994
A Esther
De Orfebre, 1994
ME CELEBRO Y ME ODIO
Cara a cara
no descifran el misterio
y el espejo no es, sino
como si sólo la ruina
acariciase la ruina.