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Creencias Cristianas

Los cristianos tienen dogma central a la Trinidad. Esta creencia afirma que Dios es un ser único que existe
como tres personas distintas o hipóstasis: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Según esta doctrina:
• El Padre: Es increado e inengendrado.
• El Hijo: No es creado sino engendrado eternamente por el Padre.
• El Espíritu Santo: No es creado, ni engendrado, sino que procede eternamente del Padre y del Hijo
Según el Dogma católico definido en el Primer Concilio de Constantinopla (381), las tres personas de la
Trinidad son realmente distintas pero son un solo Dios verdadero. Esto es algo posible de formular pero
inaccesible a la razón humana, por lo que se le considera un dogma de fe. Para explicar este misterio, en
ocasiones los teólogos cristianos han recurrido a símiles. Así, Agustín de Hipona comparó la Trinidad con la
mente, el pensamiento que surge de ella y el amor que las une. Por otro lado, otros teólogos clásicos,
como Guillermo de Occam, afirman la imposibilidad de la comprensión intelectual de la naturaleza divina y
postulan su simple aceptación a través de la fe.
También se conoce y se cree en la existencia de Angeles y Demonios.
Un ángel es un ser sobrenatural, inmaterial o espiritual cuyo deber es asistir y servir a Dios. Los ángeles son a
menudo representados como mensajeros de Dios. Según las tres principales religiones monoteístas, los ángeles
ejecutan los juicios de Dios y sirven a los creyentes. Desde este punto de vista, son normalmente considerados
como criaturas de gran pureza destinadas en muchos casos a la protección de los seres humanos. En este
sentido, en el catolicismo, se habla del ángel de la guarda o ángel custodio, que sería aquel que Dios tiene
señalado a cada persona para protegerla. Por contraposición, también existe la figura del ángel caído, aquel
que ha sido expulsado del cielo por desobedecer o rebelarse contra Dios. Los ángeles más conocidos en el
cristianismo son: San Miguel, San Gabriel y San Rafael.
Por otro lado un demonio es un ser sobrenatural descrito como algo que no es humano y que usualmente resulta
malévolo.
En las religiones del oriente cercano, así como en las derivadas de las tradiciones Abrahamicas, incluyendo la
demonología medieval cristiana, un demonio es considerado un "espíritu impuro", el cual puede causar
una posesión demoníaca y puede ser expulsado por el ritual del exorcismo. En el ocultismo de Occidente y la
magia renacentista (una mezcla de magia greco-romana, demonología judía y tradición cristiana), un demonio
es una entidad espiritual que puede ser conjurada y controlada. En la literatura muchos de los demonios
fueron ángeles caídos.

El Diablo también conocido como Lucifer, es un ser sobrenatural maligno y tentador de los hombres. En
el Nuevo Testamento se le identifica con el Satán hebreo del Libro de Job (1:6-8), con el Diablo del Evangelio
de Mateo (4:8-10), con la serpiente del Génesis (3:1-5) y con el gran dragón del Apocalipsis (12:9), todos
como un solo personaje. También es el "Padre de la mentira”. Lucifer era un ángel muy hermoso que por
soberbia se rebeló contra Dios, queriendo ser como él, y fue denigrado como castigo, junto con el ejército de
ángeles rebeldes que arrastró consigo, siendo desde ese momento reconocido como un Ángel caído.
¿Que sucede con las almas de los difuntos?
Existen 3 únicos destinos en la cual el alma puede llegar, los cueles son: El cielo o Paraíso, el Purgatorio o el
Infierno.

Cielo o Paraíso
La definición del Cielo que nos da el Catecismo de la Iglesia Católica es:
"El Cielo es la participación en la naturaleza divina, gozar de Dios por toda la eternidad, la última meta del
inagotable deseo de felicidad que cada hombre lleva en su corazón. Es la satisfacción de los más profundos
anhelos del corazón humano y consiste en la más perfecta comunión de amor con la Trinidad, con la Virgen
María y con los Santos. Los bienaventurados serán eternamente felices, viendo a Dios tal cual es. (Catecismo
de la Iglesia Católica, 1023-1029, 1721-1722)
El Cielo es felicidad que rebasa nuestros deseos, actividad sin cansancio, descanso sin aburrimiento,
conocimiento sin velos, grandeza sin exceso, amor sin afán de posesión, perdón sin memoria, gratitud sin
dependencia, amistad sin celos, compañía sin estorbos. En el Cielo, Dios nos concederá mucho más de lo que
podemos pedir o imaginar y aún aquello que no nos atrevemos a pedir.
Realmente puedes imaginarte el Cielo como quieras: imagina el lugar más bello que hayas visto, llénalo de
todo lo que te guste y quítale todo lo que te disguste, después pon en él todo lo bueno que te puedas imaginar,
acompañado de gente extraordinariamente buena y simpática, haciendo aquello que más te guste. Cuando
hayas terminado de visualizar así el Cielo, puedes estar seguro de que esa imagen es nada junto a lo que
realmente será.
Jesús nos habla en el Evangelio muchísimas veces acerca del Cielo y nos lo explica en un lenguaje que
podemos entender:
A los hambrientos les hablaba de pan, a la samaritana de un agua que sacia definitivamente la sed (Jn 4, 1).
Hablaba de perlas preciosas (Mt 13, 45.), de onzas de oro, de una oveja perdida y recuperada. Nos habla de un
banquete, de una fiesta de bodas, de redes colmadas de peces, de un tesoro escondido en el campo.
Todos estos símbolos que utiliza Jesucristo nos pueden dar una idea de la felicidad que tendremos en el Cielo,
ya que las felicidades terrenas son una imagen de la felicidad celeste.

El Purgatorio
Es un concepto religioso con especial presencia en la teología católica y la copta. De acuerdo a esta doctrina,
el purgatorio no es un espacio físico y se define como un estado del alma transitorio de purificación y expiación
donde, después de la muerte, las personas que han muerto en estado de gracia sufren la pena temporal que aún
se debe a los pecados perdonados y, tal vez, expiar sus pecados veniales no perdonados para poder acceder a
la visión beatífica de Dios.
Según se cree, debido a que todo aquel que entra en el Purgatorio terminará entrando al Cielo tarde o temprano,
el Purgatorio no es una forma de Infierno. Se afirma que las plegarias a Dios por los muertos, la celebración
de la eucaristía y las indulgencias pueden acortar la estadía de una o varias almas que estén en dicho estado.
De acuerdo a la doctrina oficial de la iglesia Católica, las penas que se sufren son similares a las del Infierno,
pero no son eternas y purifican porque la persona no está empedernida en una opción por el mal. Por eso el
Purgatorio es la purificación final de los elegidos, la última etapa de la santificación.
El Infierno
Es el lugar donde, después de la muerte, los condenados son sometidos a un castigo eterno. El concepto
también se utiliza para nombrar al estado de privación definitiva de Dios. A este lugar o estado van los que
mueren en pecado mortal y enemistad con Dios, habiendo perdido la gracia santificante por un acto personal,
es decir, inteligente, libre y voluntario.
Jesucristo habla del infierno muchísimas veces en el Evangelio y expresa claramente su carácter de castigo
doloroso y eterno.
Así como en el Cielo disfrutaremos plenamente como hombres formados de cuerpo y alma, en el infierno
también habrá dos elementos de sufrimiento:
• El sufrimiento del alma por no poder ver a Dios, llamado pena de daño. Este sufrimiento se deriva de que
los que fueron condenados ya vieron a Dios, con toda su belleza y grandiosidad, en el día del juicio y… ya
no lo podrán ver jamás. Es el sufrimiento ocasionado por sentirse irresistiblemente atraídos hacia Dios
sabiéndose eternamente rechazados por Él.
• El sufrimiento del cuerpo o pena de sentido. Aquí se trata de un elemento material que causa un daño físico,
un dolor intensísimo en el cuerpo. Para significar este gran sufrimiento, Cristo habla en el Evangelio de
"fuego", y aunque no necesariamente es un fuego como el que conocemos en la Tierra, ésta es la imagen que
comúnmente tenemos de las penas del infierno.

La Resurrección y la Vida Eterna


Una parte importante del credo de la Iglesia Católica es la resurrección y la vida eterna. No se puede ser
cristiano y profesarla ya que ésta es la culminación de la obra redentora de Cristo en donde ha vencido a la
muerte por medio de su sacrificio.
La resurrección significa resurgir, volver a la vida. De este modo, Jesús resucitó porque murió y, al tercer día,
volvió a vivir en el mismo cuerpo (observa que su cuerpo había desaparecido del sepulcro), aunque ese cuerpo
se haya vuelto glorioso, pudiendo ser tocado y también atravesar puertas y paredes sin la necesidad de que se
abrieran o se derrumbaran. El cuerpo de Jesús resucitado es un cuerpo semejante al que recibiremos al final de
los tiempos.
¿Quién resucitará?
Todos los hombres que han muerto: "los que hayan hecho el bien resucitarán para la vida, y los que hayan
hecho el mal, para la condenación”.
Para resucitar con Cristo, es necesario morir con Cristo, es necesario "dejar este cuerpo para ir a morar cerca
del Señor". En esta “partida" que es la muerte, el alma se separa del cuerpo. Se reunirá con su cuerpo el día de
la resurrección de los muertos.
La Resurrección y la Reencarnación no son compatibles
Razones de dicha incompatibilidad:
– Una sola muerte, frente a las muchas muertes del ser humano.
– El encuentro con Alguien que ama personalmente al que muere, frente a la disolución del alma en
“una realidad impersonal y neutra”.
– “Cada persona es absolutamente única y original” y su cuerpo es parte indispensable de su ser, frente
al cuerpo entendido como prisión del alma y como algo secundario.
– La resurrección trae consigo una concepción lineal de la historia, frente a una visión circular del
tiempo.
– La vida se experimenta ante la voluntad de Dios, frente a una existencia sujeta a una ley cósmica.
– Existe el pecado como desobediencia a la voluntad de Dios, frente a una concepción de insuficiencia
o desequilibrio en el hombre.
– Cada acto del hombre tiene valor y es irrepetible, frente a la idea de que nada es irrevocable y todo
es revisable.
– Es posible la esperanza y la lucha por un mundo mejor, frente a un fatalismo que promueve
conformarse con lo negativo, que sería consecuencia de culpas de vidas anteriores.
– Existe un Dios personal que quiere salvar al hombre del pecado porque lo ama, frente a una visión
del ser humano que lo deja solo, sin lugar para Dios, y responsable único de su salvación individual.

El credo
El credo resume los principios básicos de la fe cristiana de una manera relativamente sencilla, con la intención
de proporcionar un recurso para memorizarlos y proclamarlos a los fieles. Implícitamente condena los errores
más difundidos, como medio para identificar las posibles disidencias; modificaciones posteriores del credo
buscarían dar mayor precisión a la definición de las herejías contemporáneas.

La versión ampliada del símbolo niceno dictada en el Concilio de Constantinopla I (381), que se
denomina símbolo niceno-constantinopolitano, surgió por la necesidad de la Iglesia de establecer claramente
lo que debe creer cualquier bautizado sobre el Espíritu Santo, y en contra de las ideas heréticas de ese momento.

Para la gran mayoría de las denominaciones cristianas, el credo niceno-constantinopolitano constituye una
base central e incontrovertible de la fe. La profesión del mismo es parte de la celebración católica y ortodoxa
de la misa, y forma parte de la prédica de la mayoría de las iglesias protestantes; el Acuerdo de
Lausana de 1974 lo incluyó como base de la práctica evangélica.
La base de las creencias Cristianas es la siguiente:

Credo Niceno-Constantinopolitano
"Creo en un solo Dios, Padre todopoderoso,
Creador del cielo y de la tierra,
de todo lo visible y lo invisible.
Creo en un solo Señor, Jesucristo,
Hijo único de Dios, nacido del Padre antes de todos los siglos:
Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero,
engendrado, no creado, de la misma naturaleza del Padre,
por quien todo fue hecho;
que por nosotros lo hombres,
y por nuestra salvación bajó del cielo,
y por obra del Espíritu Santo se encarnó de María, la Virgen,
y se hizo hombre;
y por nuestra causa fue crucificado
en tiempos de Poncio Pilato;
padeció y fue sepultado,
y resucitó al tercer día, según las Escrituras,
y subió al cielo,
y está sentado a la derecha del Padre;
y de nuevo vendrá con gloria
para juzgar a vivos y muertos,
y su reino no tendrá fin.
Creo en el Espíritu Santo,
Señor y dador de vida,
que procede del Padre y del Hijo,
que con el Padre y el Hijo
recibe una misma adoración y gloria,
y que habló por los profetas.
Creo en la Iglesia, que es una, santa, católica y apostólica.
Confieso que hay un solo bautismo
para el perdón de los pecados.
Espero la resurrección de los muertos
y la vida del mundo futuro”.
Amén.

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