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Fueron de gran importancia tanto en México como en el Virreinato del Perú. Fueron centros
laborales dedicados a la manufactura de textiles e hilos de lana, algodón y cabuya. En el Perú el
primer obraje fue instituido por Antonio de Ribera en 1545. Su número creció rápidamente
debido a que las vestimentas tenían gran demanda entre los indígenas mineros (de diferentes
calidades: bayetas, jergas, frazadas, alforjas, medias, sombreros, costales). Su producción no
pudo superar lo artesanal debido a que el monopolio peninsular no dejaba que se expandiera o
que elaborara productos de mejor calidad. No obstante fueron una eficiente industria debido a
que siempre tuvieron grandes pedidos provenientes de todas partes del virreinato, tanto en
Nueva España como en el Perú. A ello hay que agregar la relativa independencia que tuvieron las
colonias (gracias a las constantes guerras entre España y sus países enemigos), logrando que su
economía fuera más autónoma, beneficiando en gran medida a los obrajes y demás centros de
producción locales. Lo que sí mermó la industria obrajera fue la introducción de textiles ingleses,
que por su precio mucho más bajo, lograron capturar el mercado en detrimento de los
comerciantes locales.
Existían obrajes de diferentes clases: obrajes enteros: eran aquellos que podían operar más de
12 telares, en los cuales trabajaban indígenas forzados o aquellos que percibían un salario;
medios obrajes: si no excedían los 12 telares, pero que contaban con un batán y molino (pagaban
la mitad de la alcabala); y los chorrillos: contaban con seis telares o menos y carecían de batán,
eran usualmente mantenidos por el miembro de una familia y solo producían tejidos de calidad
burda.
LA POBLACION INDIGENA
5) El mestizaje fue otro factor de disminución de población indígena, porque de la relación entre los
blancos y las indias ya no nacían indios, sino un nuevo tipo étnico que era el mestizo. Aunque legalmente
no era permitido el matrimonio entre blancos e indígenas y socialmente no era aceptada la relación sexual
entre ambos, en la práctica se dio y fue generalizada.
LA ESCLAVITUD
La esclavitud fue utilizada en los primeros momentos de la conquista, empezando por la región
del Caribe. Se utilizaba a los prisioneros de guerra, a los esclavos comprados a los caciques o a los
condenados por delitos.
La esclavitud produjo grandes males en la población indígena. El desarraigo de los núcleos familiares,
la mala alimentación, los malos tratos, el trabajo excesivo y las epidemias, provocaron una gran mortandad
despoblando las islas caribeñas. Al principio la corona española no se opuso a la esclavitud de los indios,
luego trató de evitar los abusos y finalmente en 1542 se aprobaron las Leyes Nuevas que prohibían
esclavizarlos. Pero a pesar de esta norma, por mucho tiempo siguió existiendo esclavitud indígena.
LAS ENCOMIENDAS
Al prohibirse la esclavitud se buscó una nueva forma de utilizar la mano de obra indígena. Las
encomiendas se empezaron a usar también en el Caribe, pero su mayor desarrollo corresponde a las
zonas de Perú y México, donde las formas de vida anteriores a la conquista permitieron la incorporación
relativamente fácil del indígena al trabajo.
¿Qué eran las encomiendas? Era un beneficio que el estado español otorgaba a un particular a cambio
de ciertas obligaciones que este se comprometía a cumplir. Al particular se le “encomendaba” un grupo de
indígenas, es decir debía adoctrinarlos en la religión católica, enseñarles a vivir con las costumbres
españolas, protegerlos y defenderlos. A cambio de esto el particular recibía parte de los productos
obtenidos por el trabajo de los indígenas. De acuerdo a las leyes el particular recibía la encomienda por
un tiempo, no eran de por vida y tampoco se podían heredar. El encomendero no era dueño de los
indígenas ni de las tierras de éstos. Tampoco podía prestar ni alquilar a los indios, ni apoderarse de sus
bienes. El indio encomendado no era esclavo ni siervo del encomendero. Eso decían las leyes, pero la
realidad no siempre coincidía con la legalidad.
Los encomenderos querían que las encomiendas les fueran concedidas a perpetuidad. El estado
español no estaba dispuesto a esa concesión que en los hechos significaba crear feudos en América. Pero
a veces, apremiado de dinero y ante tentadoras ofertas accedía a entregar encomiendas a un
encomendero por el resto de su vida e incluso permitía que fuera heredada por sus descendientes.
En cuanto a las obligaciones de los indígenas, al principio se permitió que el indio prestara un servicio
personal al encomendero, pero luego las Leyes Nuevas de 1542 sustituyeron el trabajo personal por el
pago de un tributo (dinero o especie). Más adelante las leyes fueron regulando los tributos y los
funcionarios del gobierno intervinieron en su tasación teniendo en cuenta diversas circunstancias (por
ejemplo se excluyó del pago de tributo a los indios menores de 18 años y mayores de 50). Teóricamente
el estado vigilaba los pueblos encomendados para evitar abusos y se debían oir las quejas de los indios y
designar visitadores que tenían que recorrer las encomiendas para observar e investigar el trato que el
encomendero daba a los indígenas.
Las leyes protectoras de los indios produjeron grandes rebeliones de los encomenderos, quienes
opusieron dificultades al cumplimiento de la ley. Y aunque en España se tomaran medidas para evitar
abusos, siempre quedaba el problema de que las autoridades residentes en América las hicieran cumplir.
En 1718 se decretó la abolición de las encomiendas.
La mita era utilizada por los indígenas incaicos antes de la llegada de los españoles. Estos la adoptaron
y adaptaron a las necesidades que tenían de trabajadores. Había distintas clase de mita pero la más
importante era la minera. Los yacimientos mineros tenían adjudicados varios pueblos indios, cada uno de
los cuales, en proporción a su número de habitantes, suministraba tandas de indígenas para trabajar en
turnos de cuatro meses. Estaban obligados a servir como mitayos todos los indios, exceptuando los
ancianos, mujeres, niños y enfermos, y aquellos que desempeñaban un oficio especial. Los indios podían
quedar excluidos de su obligación pagando una suma de dinero que permitiera contratar a otro en su lugar.
Era frecuente que los indígenas recorrieran largas distancias en caravanas desde sus pueblos hasta
las minas. En el camino solían producirse intentos de fuga y como consecuencia se producía una continúa
desintegración de las comunidades indígenas. Cumplido el turno los indios eran llevados nuevamente a
sus pueblos, pero, por diversos motivos se lograba alargar los tunos del trabajo que era bastante duro y
agotador.
Con el tiempo este régimen de trabajo forzoso fue cambiado por un sistema donde el indio debía trabajar
obligatoriamente, pero podía elegir su empleador. Los indígenas concurrían a las plazas y allí los
propietarios trataban de atraer individualmente a los indios para que por su propia voluntad se contrataran
en labores mineras o agrícolas. Así nacieron los laboríos mineros y la gañanía agrícola. Si bien el indio
voluntariamente podía contratar con quien quisiera, era común que fueran engañados con promesas que
luego no se cumplían. Además podía tener dificultades para abandonar el trabajo, porque los propietarios
lograban que los indios se endeudaran (por anticipos de salario, entrega de mercancías, etc) y debían
pagar sus deudas con trabajo, permaneciendo en forma indefinida al servicio de sus empleadores.
LA POBLACION BLANCA
Al nucleo formado por los primeros conquistadores y sus descendientes que permanecieron en
América, se le fueron agregando en el correr de los años nuevos contingentes de españoles.
El proceso de llegada de la población blanca a América fue lento y dificultoso. En 1570 los
blancos eran unos 120 mil, lo que representaba el 1% de toda la población. En 1650 había 600 mil, o sea
un 7%. En 1825, cuando termina el periodo colonial, se calcula que el total de población blanca residente
en América no alcanzaba el 20% de toda la población.
Había razones para esta lentitud en la llegada de colonizadores: el temor de la lejanía, los apegos
familiares, el temor al cambio de ambiente. Pero también había estímulos que sedujeron a algunos a
emprender la marcha: los éxitos de los conquistadores, la posibilidad de obtener riquezas y honores que
parecían inalcanzables en España. La aspiración de ascender socialmente fue un motivo poderoso para
trasladarse. Algunos clérigos se trasladaron a América con la idea de extender la evangelización.
La corona española procuró estimular el poblamiento de América, pero trató de controlar y
reglamentar el tipo de personas que se trasladaba. Hubo una inmigración legal, con el permiso del estado,
y una inmigración clandestina, que escapó al control de las autoridades. Se estimuló el traslado de
agricultores y para eso funcionarios del gobierno recorrían las provincias tratando de despertar el interés
y ofreciendo beneficios para los emigrantes (pasaje gratis, mantenimiento durante el viaje, reparto de
tierras y ayuda de los indígenas en las labores, etc).
Las regiones que más recibieron inmigración fueron aquellas que ofrecían más posibilidad de
conseguir riquezas fáciles: México y Perú. Ambas tenían riquezas minerales y abundante mano de obra
indígena. En cuanto a la procedencia, lo hacían desde toda España. Sobre la condición social de los
inmigrantes, lo seguro es que no viajaron miembros de la alta nobleza, pero sí lo hacían algunos
segundones y nobles empobrecidos, veteranos de guerras europeas, agricultores sin tierras, artesanos,
pocos intelectuales y una gran cantidad de aventureros difíciles de clasificar socialmente. La mayoría de
los que se trasladaban eran hombres solteros. La presencia femenina fue muy escasa en los primeros
momentos de la colonización y ello es una de las causas de el alto grado de mestizaje que hubo. Esta
escasa presencia femenina y el traslado sobretodo de los hombres, nos indica que la intención de muchos
no era radicarse en América, sino hacer fortuna y regresar a España. A medida que va avanzado la
colonización esto cambia y comienzan a trasladarse familias o lo hacen los maridos y luego traen a sus
esposas. La corona obligó a los esposos que habían viajado a América mandar a buscar a sus esposas,
pero la ley no siempre se cumplió. Las esposas no siempre estaban interesadas en aventurarse en un
peligroso viaje marítimo al Nuevo Mundo y a veces eran los maridos los que no querían acordarse de sus
esposas y se unían a otras mujeres en América.
Estaba prohibida la entrada de los extranjeros. Tampoco podían trasladarse a América los judíos,
musulmanes y herejes, que habían sido expulsados de España. Tampoco podían hacerlo los “cristianos
nuevos”, es decir aquellos cuyos antepasados se habían convertido al cristianismo con un antiguedad
menor a doscientos años. De esta manera el estado español se aseguraba que la única religión que llegaría
a América era la cristiana católica.
LA POBLACION NEGRA
La única forma de que un esclavo perdiera la calidad de tal era mediante la manumisión, o sea
que su amo lo declarara libre, o que el esclavo comprara su propia libertad y se transformara en liberto.
Cualquiera de las posibilidades se daban excepcionalmente, e igual el ex-esclavo permanecía en una
condición social inferior y con limitaciones en sus derechos.
EL MESTIZAJE
El mestizaje de población de diverso origen étnico ha sido uno de los pilares en la conformación
de la sociedad hispanoamericana, a tal punto que algunos pensadores han llamado a América Latina
el Continente Mestizo
El mestizaje entre la población indígena y la población blanca europea fue muy intenso. Varios
factores lo favorecieron. En primer lugar la poca cantidad de mujeres que vinieron a América durante la
conquista y en la primera época de la colonización. El estado español trató de regularizar la situación
obligando a los españoles casados que habían emigrado que trajeran a sus esposas. Pero esta disposición
fue frecuentemente burlada porque el marido no deseaba que su esposa viniera o porque esta se negaba
a viajar al nuevo continente. Esta escasez de mujeres españolas favoreció la unión de los blancos con
mujeres indias. Los españoles las adquirieron por robo, compra, donación de los caciques o por el simple
consentimiento de ellas que se sentían atraídas por hombres de raza distinta y que socialmente eran
dominantes. La corona autorizó los matrimonios entre blancos e indios pero por lo general las uniones
fueron en concubinato, sin cumplir trámites legales. La superioridad social, así como las diferencias
culturales, llevaron a los españoles a considerar indigno casarse con una indígena. Solamente en los
primeros momentos de la conquista, donde los españoles se sintieron deslumbrados por los pueblos
indígenas de México y de Perú, los conquistadores celebraron matrimonio con mujeres de la “aristocracia
india”. De esa manera pensaban quedar vinculados a la clase alta y a los gobernantes autóctonos. Pero
más tarde cuando los nativos fueron sometidos y relegados al trabajo, la situación cambió. A medida que
los blancos aumentaban en poder y posición social, los indígenas vieron rebajada su condición. Como
consecuencias las uniones, que fueron muchas, entre blancos e indias, fueron temporales y sin legitimar,
porque socialmente no era bien visto ese tipo de matrimonio.
Las uniones entre blancos y negros también fueron frecuentes y casi siempre sin legitimar.
Abundaron las relaciones sexuales casuales y en muchos casos forzadas dada la situación de esclavitud
que tenían las mujeres negras. La relación entre blancos y negros era peor vista que la blancos e indios
por tratarse de una relación entre un persona libre y un esclavo.
También hubo mestizaje entre negros e indios. De todas estas mezclas salieron tipos étnicos
especiales: el mestizo propiamente dicho (blanco-indio), el mulato (blanco-negro), el zambo (negro-indio)
y los correspondientes a las mezclas de estos tres. Los blancos despreciaron al mestizo e hicieron una
clasificación discriminatoria de acuerdo a la “pureza de sangre” y a la cantidad de sangre india o negra que
alguien podía tener. Se hablaba de segundones, tercerones, cuarterones, salta atrás, etc para referirse a
los distintos “grados” de mestizaje que se daban. Esta discriminación fue más evidente donde más
población mestiza había que era donde el blanco se sentía más amenazado (por ejemplo Perú y México).
Donde la población blanca predominaba, la actitud discriminatoria fue menor (por ejemplo en el Río de la
Plata).
El mestizaje no solo fue biológico. También hubo una importante mezcla cultural con aportes de
blancos, indios y negros que se reflejan hasta la actualidad en las costumbres, la música, la vestimenta, la
alimentación, etc. Los blancos, como grupo conquistador y dominante impusieron sus reglas, sus leyes, el
idioma , la religión, la forma de pensar. Pero se fueron filtrando elementos culturales de origen indígena y
africano. El idioma castellano recibió muchas palabras indígenas (canoa, cacique, hamaca, huracán, etc);
los indios fueron obligados a adoptar el cristianismo pero mantuvieron el culto a sus dioses dentro de las
iglesias y ceremonias católicas. Gran parte de la música latinoamericana está compuesta por ritmos que
tienen sus orígenes en Africa y que llegaron a América con los esclavos. También los dioses y las creencias
religiosas africanas se mezclaron con el catolicismo (la “santería” cubana o el candomblé brasileño entre
otros).