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Albert Einstein

(1879-1955) Científico estadounidense de origen alemán. Está considerado generalmente


como el físico más importante de nuestro siglo, y por muchos físicos como el mayor científico
de todos los que han existido.
En 1905 publicó en Annalen der Physik tres importantes comunicaciones, entre las cuales
estaba Zur Elektrodinamik bewegter Körper (Sobre la electrodinámica de los cuerpos en
movimiento), donde se formulaban con toda claridad los principios de la llamada Teoría
especial de la relatividad.
Los elementos que están en la base de esta teoría son sencillos y se asientan en la
experiencia. Según el primero, en un tren que se moviera suavemente con una velocidad
constante a lo largo de una vía recta, todas las leyes físicas serían iguales que las de una sala
inmóvil; según el segundo, la velocidad de la luz, tanto la medida en el tren en marcha como
en la habitación, sería siempre la misma, es decir, de 300000 km/s (con tal que se propagara
por el aire), independientemente del estado de movimiento y del manantial luminoso.
A partir de esos dos principios dedujo Einstein algunos resultados que en 1905 parecían muy
extraños, pero que a cualquier físico de nuestros días le resultan familiares y convincentes. El
de mayor importancia es el que se refiere a la ruptura con la física newtoniana, cuya validez
queda restringida por la teoría especial de la relatividad a velocidades mucho más pequeñas
que las de la luz. En la física newtoniana los acontecimientos ocurren en un espacio y un
tiempo absolutos, lo mismo en una habitación que en un tren en marcha. Según la teoría
especial no pueden separarse el tiempo y el espacio; aquél fluye en forma diferente en
habitáculos y en trenes en marcha, y esta diferencia podría ser detectable si la velocidad del
tren se acercara a la de la luz.
También demuestra esta Teoría especial que la velocidad de la luz es la mayor que pueden
alcanzar los cuerpos materiales. De hecho, esta predicción fue confirmada
experimentalmente, no con el movimiento de trenes, sino con el de partículas que se movían a
velocidades cercanas a las de la luz. Otro resultado muy importante de esa teoría fue la
deducción de la relación existente entre energía y masa en la ahora famosa fórmula: E = mc²,
en la que E significa la energía, m, la masa, y c, la velocidad de la luz. La importancia de esta
fórmula quedaría demostrada 40 años más tarde con las explosiones atómicas.
La segunda comunicación publicada en el volumen que contenía la teoría especial de la
relatividad explica la teoría del efecto fotoeléctrico, según la cual la luz se convierte en una
especie de chubasco de proyectiles, la energía de los cuales es proporcional a la frecuencia
de la onda luminosa.
Finalmente, la tercera comunicación contenía una teoría matemática sobre el movimiento
browniano, es decir, el de pequeñas partículas suspendidas en un fluido y moviéndose de un
modo aparentemente irregular por bajo del influjo de las partículas del fluido más pequeñas
aún.
Tuvieron que transcurrir tres años para que la teoría especial fuera reconocida en el mundo de
los físicos. En 1911 pasó a ser Einstein profesor de la Universidad alemana de Praga
(entonces perteneciente a Austria), y allí comenzó su trabajo sobre la Teoría general de la
relatividad. Todavía le exigió otros cinco años de intenso trabajo hasta que esta teoría fuera
finalmente formulada en 1916. En el intervalo aceptó Einstein una invitación del profesor Max
Planck para ir a Alemania, y en 1913 se convertía en miembro de la Academia Prusiana de
Ciencias de Berlín.
La Teoría general de la relatividad era la primera desde los tiempos de Newton que se
enfrentaba al problema de la gravitación. En un vacío absoluto, sin materia, la teoría especial
era válida; pero, según la teoría general, las masas y sus velocidades conforman nuestro
espacio-tiempo, que no posee la estructura sencilla que se le atribuía en la teoría especial.
Nuestro espacio-tiempo deja de ser euclidiano. Desde algún tiempo los matemáticos sabían
que la geometría euclidiana es sólo un caso especial de las geometrías más generales, como
las rienmannianas. Einstein dio por sentado que nuestro mundo sería euclidiano sólo si
estuviera vacío de materia, y rienmanniano si estaba lleno de planetas, estrellas y nebulosas.
En este caso posee un campo métrico del mismo modo que las partículas cargadas producen
un campo electromagnético.

Isaac Newton
Científico inglés (Woolsthorpe, Lincolnshire, 1642 - Londres, 1727). Tras su graduación en
1665, Isaac Newton se orientó hacia la investigación en Física y Matemáticas, con tal acierto
que a los 29 años ya había formulado teorías que señalarían el camino de la ciencia moderna
hasta el siglo xx; por entonces ya había obtenido una cátedra en su universidad (1669).
Isaac Newton
Newton coincidió con Leibniz en el descubrimiento del cálculo integral, que contribuiría a una
profunda renovación de las Matemáticas; también formuló el teorema del binomio (binomio de
Newton). Pero sus aportaciones esenciales se produjeron en el terreno de la Física.
Sus primeras investigaciones giraron en torno a la óptica: explicando la composición de la luz
blanca como mezcla de los colores del arco iris, Isaac Newton formuló una teoría sobre la
naturaleza corpuscular de la luz y diseñó en 1668 el primer telescopio de reflector, del tipo de
los que se usan actualmente en la mayoría de los observatorios astronómicos; más tarde
recogió su visión de esta materia en la obra Óptica (1703).
También trabajó en otras áreas, como la termodinámica y la acústica; pero su lugar en la
historia de la ciencia se lo debe sobre todo a su refundación de la mecánica. En su obra más
importante, Principios matemáticos de la filosofía natural (1687), formuló rigurosamente las
tres leyes fundamentales del movimiento: la primera ley de Newton o ley de la inercia, según
la cual todo cuerpo permanece en reposo o en movimiento rectilíneo uniforme si no actúa
sobre él ninguna fuerza; la segunda o principio fundamental de la dinámica, según el cual la
aceleración que experimenta un cuerpo es igual a la fuerza ejercida sobre él dividida por su
masa; y la tercera, que explica que por cada fuerza o acción ejercida sobre un cuerpo existe
una reacción igual de sentido contrario.
De estas tres leyes dedujo una cuarta, que es la más conocida: la ley de la gravedad, que
según la leyenda le fue sugerida por la observación de la caída de una manzana del árbol.
Descubrió que la fuerza de atracción entre la Tierra y la Luna era directamente proporcional al
producto de sus masas e inversamente proporcional al cuadrado de la distancia que las
separa, calculándose dicha fuerza mediante el producto de ese cociente por una
constante G; al extender ese principio general a todos los cuerpos del Universo lo convirtió en
la ley de gravitación universal.
La mayor parte de estas ideas circulaban ya en el ambiente científico de la época; pero
Newton les dio el carácter sistemático de una teoría general, capaz de sustentar la concepción
científica del Universo durante varios siglos. Hasta que terminó su trabajo científico
propiamente dicho (hacia 1693), Newton se dedicó a aplicar sus principios generales a la
resolución de problemas concretos, como la predicción de la posición exacta de los cuerpos
celestes, convirtiéndose en el mayor astrónomo del siglo. Sobre todos estos temas mantuvo
agrios debates con otros científicos (como Halley, Hooker, Leibniz o Flamsteed), en los que
encajó mal las críticas y se mostró extremadamente celoso de sus posiciones.

Galileo Galilei
Galileo Galilei escribió un texto sobre el movimiento, que mantuvo inédito, en el cual criticaba
los puntos de vista de Aristóteles acerca de la caída libre de los graves y el movimiento de los
proyectiles; una tradición apócrifa, pero muy divulgada, le atribuye haber ilustrado sus críticas
con una serie de experimentos públicos realizados desde lo alto del Campanile de Pisa.
En julio de 1609 visitó Venecia y tuvo noticia de la fabricación del anteojo, a cuyo
perfeccionamiento se dedicó, y con el cual realizó las primeras observaciones de la Luna;
descubrió también cuatro satélites de Júpiter y observó las fases de Venus, fenómeno que
sólo podía explicarse si se aceptaba la hipótesis heliocéntrica de Copérnico. Galileo publicó
sus descubrimientos en un breve texto, El mensajero sideral, que le dio fama en toda Europa y
le valió la concesión de una cátedra honoraria en Pisa.
En 1632 apareció, finalmente, su Diálogo sobre los dos máximos sistemas del mundo; la
crítica a la distinción aristotélica entre física terrestre y física celeste, la enunciación del
principio de la relatividad del movimiento, así como el argumento del flujo y el reflujo del mar
presentado (erróneamente) como prueba del movimiento de la Tierra, hicieron del texto un
verdadero manifiesto copernicano.
Consiguió, con todo, acabar la última de sus obras, los Discursos y demostraciones
matemáticas en torno a dos nuevas ciencias, donde, a partir de la discusión sobre la
estructura y la resistencia de los materiales, demostró las leyes de caída de los cuerpos en el
vacío y elaboró una teoría completa sobre el movimiento de los proyectiles. El análisis
galileano del movimiento sentó las bases físicas y matemáticas sobre las que los científicos de
la siguiente generación edificaron la mecánica física.

Nicolás Copérnico
Hacia 1507, Copérnico elaboró su primera exposición de un sistema astronómico heliocéntrico
en el cual la Tierra orbitaba en torno al Sol, en oposición con el tradicional sistema tolemaico,
en el que los movimientos de todos los cuerpos celestes tenían como centro nuestro planeta.
Una serie limitada de copias manuscritas del esquema circuló entre los estudiosos de la
astronomía, y a raíz de ello Copérnico empezó a ser considerado como un astrónomo notable;
con todo, sus investigaciones se basaron principalmente en el estudio de los textos y de los
datos establecidos por sus predecesores, ya que apenas superan el medio centenar las
observaciones de que se tiene constancia que realizó a lo largo de su vida.
Por entonces, él ya había completado la redacción de su gran obra, Sobre las revoluciones de
los orbes celestes, un tratado astronómico que defendía la hipótesis heliocéntrica.
El texto se articulaba de acuerdo con el modelo formal del Almagesto de Tolomeo, del que
conservó la idea tradicional de un universo finito y esférico, así como el principio de que los
movimientos circulares eran los únicos adecuados a la naturaleza de los cuerpos celestes;
pero contenía una serie de tesis que entraban en contradicción con la antigua concepción del
universo, cuyo centro, para Copérnico, dejaba de ser coincidente con el de la Tierra, así como
tampoco existía, en su sistema, un único centro común a todos los movimientos celestes.
Consciente de la novedad de sus ideas y temeroso de las críticas que podían suscitar al
hacerse públicas, Copérnico no dio la obra a la imprenta. Su publicación se produjo gracias a
la intervención de un astrónomo protestante, Georg Joachim von Lauchen, conocido como
Rheticus, quien visitó a Copérnico de 1539 a 1541 y lo convenció de la necesidad de imprimir
el tratado, de lo cual se ocupó él mismo. La obra apareció pocas semanas antes del
fallecimiento de su autor; iba precedida de un prefacio anónimo, obra del editor Andreas
Osiander, donde el sistema copernicano se presentaba como una hipótesis, como medida
precautoria y en contra de lo que fue el convencimiento de Copérnico.

Johannes Kepler
La primera etapa en la obra de Kepler, desarrollada durante sus años en Graz, se centró en
los problemas relacionados con las órbitas planetarias, así como en las velocidades variables
con que los planetas las recorren, para lo que partió de la concepción pitagórica según la cual
el mundo se rige en base a una armonía preestablecida. Tras intentar una solución aritmética
de la cuestión, creyó encontrar una respuesta geométrica relacionando los intervalos entre las
órbitas de los seis planetas entonces conocidos con los cinco sólidos regulares. Juzgó haber
resuelto así un «misterio cosmográfico» que expuso en su primera obra, Mysterium
cosmographicum (El misterio cosmográfico, 1596), de la que envió un ejemplar a Brahe y otro
a Galileo, con el cual mantuvo una esporádica relación epistolar y a quien se unió en la
defensa de la causa copernicana.
Durante el tiempo que permaneció en Praga, Kepler realizó una notable labor en el campo de
la óptica: enunció una primera aproximación satisfactoria de la ley de la refracción, distinguió
por vez primera claramente entre los problemas físicos de la visión y sus aspectos fisiológicos,
y analizó el aspecto geométrico de diversos sistemas ópticos.
Pero el trabajo más importante de Kepler fue la revisión de los esquemas cosmológicos
conocidos a partir de la gran cantidad de observaciones acumuladas por Brahe (en especial,
las relativas a Marte), labor que desembocó en la publicación, en 1609, de la Astronomia
nova (Nueva astronomía), la obra que contenía las dos primeras leyes llamadas de Kepler,
relativas a la elipticidad de las órbitas y a la igualdad de las áreas barridas, en tiempos iguales,
por los radios vectores que unen los planetas con el Sol.
Culminó su obra durante su estancia en Linz, en donde enunció la tercera de sus leyes, que
relaciona numéricamente los períodos de revolución de los planetas con sus distancias
medias al Sol; la publicó en 1619 en Harmonices mundi (Sobre la armonía del mundo), como
una más de las armonías de la naturaleza, cuyo secreto creyó haber conseguido desvelar
merced a una peculiar síntesis entre la astronomía, la música y la geometría.

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