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17/10/2018
Cuando uno mira hoy las ruinas del Partenón, colgadas de alto de la Acrópolis de
Atenas, es difícil imaginar que esos mármoles manchados fueron una vez el pináculo de
una civilización que nos dio los principios de la filosofía, las matemáticas, la lógica y la
democracia. Los miles de turistas que visitan el lugar cada año necesitan cerrar los ojos
y silenciar los ruidos de la ciudad de la Atenas de hoy para poder imaginar a Pericles
dirigiéndose a los atenienses en un día cualquiera.
Aunque la analogía puede parecer pedante para el lector, y probablemente lo sea,
mirando las ruinas de lo que queda hoy de Petróleos de Venezuela SA (PDVSA) es
difícil imaginar que, al igual que el Partenón, alguna vez fue el faro de la modernidad de
Venezuela. PDVSA fue el más raro de los especímenes: una corporación estatal exitosa
y una de las compañías integradas de petróleo y gas más elogiadas.
En este ensayo retrocederé en el tiempo y, con el beneficio de la retrospectiva, no sólo
describiré cómo era PDVSA en su apogeo, sino también trataré de identificar sus
virtudes y defectos. Ya que pasé 16 años de mi vida profesional en PDVSA, mis puntos
de vista no carecen por completo de sesgos y opiniones, pero he hecho todo lo posible
por errar del lado de la verdad como la veo, en lugar de tratar de ser neutral.
Elegí a PDVSA en el año 1998 como el retrato familiar del cual derivar el análisis. La
elección de este año es arbitraria, pero es relevante porque es el año en el que Hugo
Chávez, entonces un oficial retirado del ejército y un golpista fallido, fue elegido como
presidente de Venezuela con una mayoría significativa. Se puede argumentar que 1998
fue el último año en el que PDVSA disfrutó de una relativa independencia de la
interferencia política y el punto de partida de la pendiente descendente que ha llevado a
la empresa a la difícil situación en que se encuentra hoy.
La nacionalización
Antes de analizar 1998, volvamos brevemente a 1975, año en que el entonces presidente
de Venezuela, Carlos Andrés Pérez, en un entorno de altos precios del petróleo, impulsó
la legislación en el Congreso para estatizar la industria petrolera y expropiar a las
empresas privadas que habían operado la industria desde su inicio a principios del siglo
XX. En ese momento, la verdad poco conocida por los venezolanos era que el nivel de
producción de petróleo del país estaba disminuyendo y que se necesitaba de una nueva
inversión significativa para recuperar la dinámica de la industria.
Como resultado del proceso de nacionalización, se creó a PDVSA como una empresa
“holding” para administrar y coordinar todas las operaciones relacionadas con el
petróleo en Venezuela, que pasaron a manos de filiales operadoras.
Ramón Espinasa, ex economista jefe de PDVSA y ahora analista de la industria,
argumenta que las razones detrás de la transición exitosa y la consolidación y el
crecimiento de la industria petrolera nacional son muchas, pero las más importantes son
las siguientes:
PDVSA, aunque era una empresa estatal, estaba sujeta a la ley privada, una
corporación cuyas acciones eran propiedad de la nación. Siendo de derecho
privado, PDVSA y sus subsidiarias estaban sujetas al Código de Comercio,
con las garantías de transparencia y responsabilidad que esto conlleva. La
relación a distancia aseguró que el Gobierno no tuviera interferencia directa
en el funcionamiento de la empresa.
En el momento de la nacionalización, la decisión fue mantener las estructuras
de las empresas transnacionales que operaban en el país, que se convirtieron
en filiales de PDVSA. De la misma manera, se mantuvieron los sistemas de
control y balance existentes antes de la nacionalización para asegurar la
transparencia de las nuevas corporaciones nacionales. Estas estructuras se
fusionaron gradualmente hasta que a finales de 1997 sólo existía una empresa
operadora.
Para 1975, casi todo el personal, a todo nivel, era venezolano. La naturaleza
de una empresa de derecho privado permitió que PDVSA y sus filiales
aseguraran salarios competitivos con la industria petrolera internacional y así
mantener al personal más calificado, al menos en las etapas iniciales.
A PDVSA se le permitió conservar las ganancias netas después de impuestos
para financiar sus inversiones. Además, se estableció una reserva legal del
10% del ingreso bruto anual para financiar los gastos de PDVSA. La empresa
pudo entonces crecer de manera constante, financiar sus inversiones y pagar
impuestos similares a los pagados en otros países petroleros.