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Cuando aplicamos esta conclusión a la que llega Beck al análisis y a la comprensión de los
fenómenos de nuestra cotidianidad, encontramos coherencia entre lo allí descrito y los sucesos
diarios de las personas. Los padres de familia son odiados por sus hijos adolescentes quienes,
previa evaluación de las restricciones que aquellos les imponen, concluyen que las reglas
el joven que manifiesta el odio hacia sus padres se evalúa a sí mismo como un ser con
necesidades, que anhela la libertad, que desea demostrar madurez, pero que al mismo tiempo
es víctima de las atroces e inflexibles limitaciones impuestas por déspotas figuras de autoridad,
organizó una fiesta que provocó una algarabía que le impidió dormir. El vecino es evaluado
como un ser carente de conciencia social y como un ser incapaz de vivir en comunidad,
mientras que el insomne se considera a sí mismo como un ser razonable y a la vez una víctima
de las circunstancias adversas provocadas por la mala acción del vecino. Sin embargo, esta
valoración negativa del otro y positiva de sí mismo desaparece cuando es él quien realiza la
fiesta y no deja pernoctar plácidamente al vecino.
Solo evaluando estos dos ejemplos podemos concluir que existen otros muchos en nuestra
cotidianidad en donde el patrón es el mismo: quien odia se considera a sí mismo como una
víctima de otro sujeto que es considerado como la encarnación misma del demonio y por ende
encuentra la justificación perfecta para mantener el odio y para emplear la agresión como
mecanismo para defenderse de quien origina sus desgracias.
La psicología cognitiva busca una intervención en este tipo de casos en la que se insta a la
persona que odia a que identifique este patrón de pensamiento, lo comprenda, lo asuma y,
alternativa diferente a la agresión. Esa alternativa es la comprensión del otro, de sus motivos,
que la contraparte sea intervenida y que realice el mismo proceso de comprensión de sus
estructuras de pensamiento, para llegar finalmente a un diálogo entre las dos partes en donde
el axioma propuesto por la ciencia jurídica en el que los derechos y las libertades propios están
limitados por los derechos y las libertades de los demás.
Este proceso sugerido por Beck sigue el modelo general de todas las propuestas terapéuticas
de la psicología cognitiva, en el que las estructuras mentales de los seres humanos son
empleadas para evaluar la realidad y son las que , consecuentemente, generan las emociones
vinculadas al placer o al malestar. Por ende, cuando el sujeto logra identificar y modificar sus
esquemas cognitivos, sus respuestas emocionales y comportamentales también se modifican.
Aplicando el anterior principio general de la psicología cognitiva al caso del odio, al identificar
que desemboca en el surgimiento del odio, eliminamos dicha respuesta emocional y la agresión
como su respuesta comportamental derivada. Por lo tanto es este último análisis el que me
como construcción humana y por lo tanto está en manos del ser humano mantenerlo o
extinguirlo.