Vous êtes sur la page 1sur 7

DIOS INC.

El nacimiento del pensamiento y la verdad.

Es probable que ni uno ni otro sepamos nada que tenga


valor, pero este hombre cree saber algo y no lo sabe, en
cambio yo, así como, en efecto, no sé, tampoco creo saber.

Platón [Sócrates], Apología de Sócrates, 21d

1. La archeología como labor de partera.

La filosofía, como todas las grandes historias, tiene inserta dentro de sí la necesidad del descenso a
los ínferos y el consecuente resurgimiento desde los mismos. Toda ella es un acto de renacimiento
desde las entrañas de la obscuridad de lo subterráneo. No es gratuito que la historia de la filosofía
tenga que denominar a los primeros filósofos como pre-socráticos, pues no nace la filosofía sino
hasta que entraña en sí misma ya un renacimiento, el único que es un verdadero nacimiento. Pero
ese renacimiento bien podría ser realmente siempre ya una caída, incluso una profundización en la
negrura del abismo. De esta manera, podría dividirse la historia de la filosofía desde Aristóteles,
como la historia de la pugna entre los primeros filósofos y el primer filósofo en sentido pleno. En
ese sentido, todos se habrán decidido desde entonces si Sócrates-Platón es la luz más blanca del
pensamiento que deslumbra en su nacimiento y la historia de la filosofía sólo un progresivo soportar
el aturdimiento que causó el nacimiento pleno del saber (lo que deja a los presocráticos sólo como
profetas del saber por venir); o, por otro lado, si más bien el binomio Sócrates-Platón (a veces se
destaca uno sólo de ellos) representa el comienzo del olvido del único saber verdadero que habría
comenzado con los presocráticos.

El diagnóstico de la segunda opción no se dio sólo hasta finales de la modernidad con Nietzsche o
Heidegger, quienes considerarán que Platón es el hito en el que se comienza la historia de un olvido,
la historia de un error, sino que se presenta a lo largo de la historia de la filosofía e incluso en los
albores de la Modernidad. Por ejemplo, Francis Bacon considera que el nacimiento de la dialéctica
llevó al gran error de la filosofía especulativa que alejó a los hombres durante milenios de la
verdadera vía del saber señalada por los presocráticos, a saber, el saber de la filosofía natural, la
naciente ciencia moderna inglesa. Como es patente, lo que queremos destacar no son cada una de
las ocasiones en las cuales se ha recurrido a esta narrativa estratégica de la historia de la filosofía.
Ni siquiera queremos pensar que todas las veces que se ha usado esa estrategia necesariamente se
refiere a estos personajes (los presocráticos y Platón). Lo que queremos destacar es el hecho de que
dicha estructura narrativa general ha sido ampliamente usada por muchos pensadores. En breve
podemos referir a dicha estructura como aquella que considera la filosofía como un renacimiento
y/o un brinco al abismo del fracaso. El afán de Wittgenstein por mostrar cómo, una y otra vez, la
filosofía no hace más que brincar al abismo del fracaso debe aparejarse a la consideración del vienés
de lo que él llama lo místico como lo digno de ser mostrado. Éste es sólo son sólo un ejemplo de
cómo la filosofía puede siempre, y debe, operarse como una acción doble: por un lado, decir el
fracaso de la filosofía, y, por otro lado, evocar o mostrar su facticidad, su existencia y la posibilidad
de su renacimiento. Está ahí, y, sin embargo, todo lo que vemos de ella no es más que puro fracaso,
pero el ver su fracaso es en cierta medida ya el renacimiento de la filosofía misma. Esta estructura
metafilosófica en la que la filosofía se piensa a sí misma abarca toda la matriz que hemos delineado,
es decir, que la filosofía no se piensa a sí misma como renacimiento o, por otro lado, como caída en
el fracaso, sino que siempre en tanto que se piensa como una se piensa también como la otra. La
opción por el renacimiento no excluye, no disyunta, la opción por la caída en el fracaso; por el
contrario, la incluye, pero también la difiere. No se trata de una exclusión disyunta, sino de una
exclusión inyunta, o de una disyunción inclusiva. Se trata del diferir.

La pregunta fundamental que emerge aquí es por el nacimiento del pensamiento: ¿cómo es que
tiene lugar el pensamiento?, ¿el pensamiento nace?, ¿irrumpe, ya todo formado como Atenea con
armadura y escudo saliendo de la cabeza de Zeus?, ¿necesita una acogida por parte de un ser
maduro (una madre o un padre) para gestarse y entonces emerger?, ¿se presenta como la cópula y
la fecundidad?, ¿aparece como el ladrón en la noche, cuando menos lo esperamos?

La Apología, ese manifiesto filosófico con el que todo estudiante de filosofía comienza su militancia
filosófica, y que marca el inicio tanto el fin de la problemática filosófica; la Apología, decimos, nos
enseña algo fundamental, a saber, que la filosofía no nace nunca. O que su nacer está en su no
nacer. En cierta forma eso es lo que indica la renombrada frase “yo sólo sé que no se nada”, que
citamos como epígrafe en su versión completa. Por eso Sócrates, el partero, como será presentado
en otro escenario platónico, nunca logra hacer que los otros puedan parir una idea. La aporética
socrática va aunada a la práctica mayéutica. Sin embargo, no es la filosofía una práctica abortista.
La filosofía es una tarea de labor de parto infinita. Y en buena medida, la tarea del partero consiste
en distinguir los falsos productos del verdadero, aunque este producto nunca se presenta, nunca
nace, y ninguna de sus formas es conocida, por lo tanto, tampoco por el partero. Aún añadiríamos
una nota más para comprender esta tarea de ginecobstetra: el filósofo no renuncia a su tarea nunca,
busca en cada rincón de lo real la posibilidad de alumbramiento de la verdad, aunque nunca la haya
conocido. Quizás, incluso, y en contra de muchos prejuicios y modos académicos, el filósofo querrá
ser testigo del nacimiento de la filosofía en una serie de televisión.

2. El unideísmo y las condiciones de emergencia del pensamiento

De entre quienes se han preguntado por la relación entre la filosofía y la religión, específicamente
en términos del nacimiento o contexto de emergencia del pensamiento, hay algunos que creen que
el contexto necesario para el surgimiento de la filosofía es la popularización del unideísmo, a saber,
una religión con muchos dioses, pero con uno que rige sobre los demás. Esa condición espiritual,
antecedente del monoteísmo, sería la que permitiría la forma cultural de la filosofía. Según esta
perspectiva el unideismo del orden olímpico con Zeus al mando sería el que permitiría pensar en un
principio sobre el cual se sustentaría el orden de todo lo real. En ese caldo de cultivo que dio lugar
a la crítica de los elementos ‘amorales’, ‘antropomórficos’, ‘idolátricos’ y demás aspectos de la
religión de los dioses olímpicos nace, pretendidamente apartándose de dicha religión, la filosofía.
Basta recordar que el afán piadoso de la crítica al antropomorfismo del politeísmo olímpico que
hace Jenófanes es suficiente para colocarlo entre uno de los sabios previos a Sócrates dentro del
canon filosófico. Jenófanes, en un contexto unideísta, puede ser considerado como el fundador del
monismo eleático del que emergerá Parménides. Además, no sería gratuito según esta perspectiva,
que el tipo ideal ‘unideismo’ se presente en muchas culturas con un personaje divino que siempre
resulta ser de alguna manera el signo del nacimiento de la comunidad propiamente humana por ser
portador de alguna característica propia de los hombres: el pensamiento, el poder soberano, el
conocimiento técnico o el don de la palabra. Sin embargo, no se trata de un fenómeno que se
presenté sólo milagrosamente entre los griegos. No es sólo la luz del trueno de Zeus, el hijo menor
de Cronos, la que da lugar al orden luminoso de los olímpicos, sino, también, por ejemplo, estará
Quetzalcoatl-Huitzilopochtli hijo menor que libera a sus hermanos e inaugura el poder soberano, el
orden del saber, del cultivo y de la palabra.

Incluso aunque fuera solo por el efecto retórico que aporta, seguiríamos esta línea narrativa, pues
nos permite continuar descendiendo en los oscuros caminos hacia la pregunta por el origen, en este
caso, de la filosofía. Vale preguntarse, antes, si es que ha habido alguna vez alguna pregunta por un
origen distinto al de la filosofía misma. ¿No será que la pregunta esencial de la filosofía, que siempre
es por sí misma, tiende a ligarse a la pregunta por el origen al grado que no es posible preguntarse
de manera distinta ya por sí mismo o por el origen (el arché), es decir, que toda pregunta por el
origen es ya siempre una pregunta por el propio nacimiento, el de la filosofía? No estamos
presentando aquí la idea de que necesariamente estas dos preguntas siempre y en todo sentido
estén unidas, sino que en nuestra tradición parece que han estado siempre unidas. Continuando
con nuestra narrativa diríamos que la historia del nacimiento del unideísmo, es decir, la historia del
nacimiento del dios del nacimiento, del dios único que nace, siempre dos veces, con dos comienzos
(Zeus, Quetzalcoatl, Indra, etc.), sería vital para comprender las condiciones a partir de las cuales
puede nacer la filosofía. En este método genealógico o genético, si se prefiere, se quiere encontrar
el destino de la filosofía en las condiciones que le dieron posibilidad, de modo que podamos volver
a ayudar a dar a luz al pensamiento, que podamos ser testigos de su nacimiento.

En este nivel melodramático del discurso, reconduciremos el afecto y la imaginación hacia una serie
televisiva y a una pregunta en torno a la misma: ¿Cómo en México se piensa el papel de la filosofía
y su relación con la religión?

3. El filósofo y el espíritu en la edad de las corporaciones. La cruzada de Salvador Pereyra.

https://www.youtube.com/watch?v=_itAL-fa9-o (proyectar 5 minutos, primera escena e intro)

Salvador Pereyra es este arqueólogo que está entrando a las entrañas de la tierra, a una cueva en la
que se esconde el origen. El tipo subjetivo ideal del filósofo es retratado como un arqueólogo que
evoca algunos atributos propios de las parteras. Se adentra en las entrañas de la madre Tierra de
donde surge y a donde vuelve todo lo vivo. Lo que encuentra ahí es lo que da el sentido a las
preguntas que nos hemos estado formulando desde el inicio de este texto. Se trata de los restos
funerarios de aquel que nos dio vida, ¿a quiénes?, a las filosofías y a las religiones. El hombre sin
rostro.

En torno a esto que nos ha dado vida, y que hoy no podemos sino asociarlo con el dinero, con un
dólar, específicamente, como nos evoca el logo dela serie Dios Inc., es que surgen las imágenes de
la presentación de la serie. Templos, guaridas de resistencia, rostros enfrentados, rostros
quemados, terceros en disputa, corporaciones y dinero.

Dios Inc., con tan sólo una primera temporada que ha salido al aire este año (2016) por la cadena
de televisión HBO (por fortuna disponible de manera intermitente en You Tube), es una serie
mexicana que tiene como protagonista a Salvador Pereyra. Como lo hemos visto, en esta escena
inaugural de la serie, Pereyra es el arqueólogo, no sabemos de qué cultura, de qué nación, ni de qué
época, pues nada de esto importa en los abismos de la Tierra, que por fin encuentra los restos
funerarios de aquél que nos ha dado vida. Pereyra, investigador, antropólogo y filósofo mexicano
se ha perdido durante más de 10 años, como Ulises en la Odisea, en un viaje en Medio Oriente
buscando los restos funerarios de Dios. Por eso es que Dios Inc. resulta tan pertinente para
preguntarse en México, después de la muerte de Dios, por los orígenes de la religión y el papel de
la filosofía.

La serie comienza cuando Pereyra regresa con los restos de Marduk a México con la evidencia, a
saber, estos restos, que comprueban su teoría sobre el origen del unideísmo en Medio Oriente.
Según su teoría, Marduk es el hombre que dio a luz a la experiencia de lo espiritual, el hombre al
que se le ocurrió la idea de Dios. Dicha experiencia dio lugar a todas las religiones de Medio Oriente,
incluyendo la religión Mesopotámica, por lo que, se aduce, dio lugar a la civilización misma. Esa luz
de la experiencia de lo espiritual, la idea de Dios de Marduk, según Salvador Pereyra, era la idea de
la necesidad de la vida en comunidad. Esa idea, además de dar lugar a todas las religiones
monoteístas y las derivas unideístas de las religiones politeístas, es también la idea fundacional que
está detrás del surgimiento de la filosofía, como nos muestra una de las escenas de la serie en la
que Pereyra da clases de filosofía narrando la historia de Sócrates y su Apología en su centro de
apoyo, lugar de culto, ex escuela de yoga y actual bastión de su cruzada en contra de Askar.
Disculpen los spoilers, Askar, el hombre con la mitad del rostro quemado que se nos presenta en las
imágenes del intro de la serie, es un excompañero de Salvador quien, con base en las hipótesis con
las cuales Salvador emprende su investigación en Medio Oriente, desarrolla un culto muy redituable
económicamente hablando en el contexto del México contemporáneo.

La iglesia de Askar, llamada “Los Hijos de Indra” es una clara referencia a los cultos neo-evangélicos
que han echado mano de todos los instrumentos que las técnicas del mercado contemporáneo han
inventado para poder crecer como religiones. Como es sabido, el desarrollo de estos cultos
mediáticos ha sido una de las causas fundamentales por las cuales ha disminuido el caudal católico
en toda Latinoamérica. Las técnicas de mercado que han incorporado Los Hijos de Indra incluyen
toda una red de influencias y crimen en torno al Estado mexicano, lo que los convierte en un híbrido
entre empresa, culto religioso, organización criminal y grupo de poder dentro del entramado
político, social e ideológico de la Ciudad de México. Askar, el dirigente, capo, sacerdote máximo y
gerente general, ex compañero investigador de Salvador Pereyra, tiene el rostro quemado, lo que
da el pretexto para la construcción de su imagen como el representante teológico-político de
Marduk (ahora una imagen que da lugar a la idolatría): es el hombre sin rostro. El hombre sin rostro,
Marduk, según la reinterpretación mercadotécnica de Askar, es el símbolo que representa a la
divinidad.

Salvador, al regresar a México para dar a conocer los resultados de su investigación en Medio
Oriente, buscando regresar con su familia, se tiene que enfrentar con una serie de obstáculos
menores que terminan develando el gran plagio del que ha sido objeto. Askar se ha robado su libro,
con apoyo del suegro de Salvador, y ha construido un culto con base en las ideas en él contenidas.
No obstante, toda la idea de Salvador iba dirigida a la destrucción de la filiación de la experiencia de
lo espiritual, es decir, de la experiencia de la comunidad y de la filosofía, con la dominación. Salvador
creía que los huesos de Marduk serían la piedra firme sobre la cual se construiría un nuevo
entendimiento de la cultura y lo espiritual en la que se unificarían filosofía y religión más allá de la
dominación. No obstante, sin la necesidad de los huesos de Marduk, sin la evidencia y la verdad de
su muerte, Askar ha construido una nueva máquina de dominación con base en las mismas ideas de
Salvador.

El motivo de la serie entonces es narrar la cruzada que Salvador emprenderá contra la organización
de miles de Los Hijos de Indra, quienes tienen directa influencia sobre el Estado mexicano al grado
de decidir quién será Secretario de gobernación; dicha cruzada, decíamos, terminará haciendo uso
de todo tipo de tácticas ajenas al pensamiento de Salvador, como los anuncios por internet, las
narrativas New Age, las teorías de la conspiración alien, y las técnicas del mercado para poder reunir
las fuerzas para enfrentarse contra las garras de Los Hijos de Indra. Según se va desarrollando el
drama, las amistades caen o se ponen en duda, y la tragedia familiar de Salvador, junto con todo su
horizonte de sentido, se empieza a desmoronar, llevando a nuestro héroe a preguntarse por la
naturaleza de sus esfuerzos, los cuales lo llevan a crear una organización de resistencia, el cartel o
grupo terrorista más peligroso del México liderado por el hombre más buscado del país, a saber, el
mismo Salvador.

La última imagen de esta primera y hasta ahora única temporada es brutal y resume perfectamente
el planteamiento de la serie. Salvador, en un acto desesperado por salvar algo de la idea que cree
haber descubierto y de su horizonte de sentido (renunciando incluso a su familia), decide suplantar
a Askar, aprovechar todas las fuerzas que ha gestado bajo el nombre de los Hijos de Indra para
develar paulatinamente la verdad de la que se cree testigo. En el viaje al primer acto ceremonial en
el que se pondrá la túnica blanca y la máscara del hombre sin rostro es víctima de un ataque
planeado por sus propios hombres, en el que el auto en el que se transportaba es arrollado por un
tráiler. Nosotros sólo vemos el choque desde el interior del auto con la máscara blanca del hombre
sin rostro en el centro de la cámara. Posteriormente vemos el asfalto y a lo lejos de la escena del
choque, la máscara blanca manchada con sangre. Finalmente, la máscara del hombre sin rostro
develó su verdadera forma, un rostro empañado en sangre.

La misma estrategia narrativa que señalamos al inicio de la charla con respecto al origen del
pensamiento a lo largo de la historia de la filosofía es la que da orden a Dios Inc. Nos enfrentamos
con el origen de la cultura, del pensamiento, de la religión y de la filosofía. Ese origen muestra la
posibilidad de la relación pacífica entre los hombres, la posibilidad de la comunidad. No obstante,
una vez que regresamos de los abismos de la tierra dentro de los que centellea la luz del
pensamiento, como Salvador, nos damos cuenta de que ese pensamiento engendra demonios. Se
nos muestra el otro rostro de Jano de la comunidad política (recordemos que Jano es el dios de los
comienzos y de los fines, también es el Dios de la guerra de los romanos). En ese rostro encontramos
el crimen, la guerra, la violencia, las negociaciones turbias y las amenazas bajo el rostro blanco e
impoluto de la luz de la verdad. La cruzada de Salvador que con su posible muerte nos muestra a la
máscara de la verdad como el monstruo sediento de sangre que yace bajo ella nos hace pensar
sobre el nacimiento del pensamiento.

Conclusión: asumir la ambigüedad y la nuca de Jano

Sí, la filosofía en su nacimiento tiene un destino contradictorio irrenunciable. El sueño de la razón,


como diría Francisco de Goya, sí, produce monstruos, pero al menos queda la posibilidad de que la
razón misma muestre cómo ella es lugar del nacimiento de los monstruos. El nacimiento de la
filosofía, se ha dicho, depende de una disposición subjetiva. El sujeto pronto a devenir filósofo está
de cierta forma dispuesto para poder alumbrar la experiencia del pensamiento. Dicha disposición
subjetiva se cuestiona a sí misma como tal disposición al mostrar que en el origen de sí misma se
encuentra la posibilidad de lo opuesto, como Jenófanes queriendo separarse de la teología olímpica.
Es decir, la filosofía es una disposición subjetiva para la inyunción de lo más disyunto, es decir, la
inyunción de la vida y la muerte, de la posibilidad y la imposibilidad de sí mismo. Sólo en la nuca del
Jano bifronte, sólo en el origen de la multiplicidad del hombre sin rostro, se puede tener la
experiencia plena del pensamiento.

Vous aimerez peut-être aussi