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AMAR Y PENSAR
El odio del querer vivir
edicions bellaterra
Diseño de la cubierta: Joaquín Monclús
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bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción total o parcial de esta obra por
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y la distribución de ejemplares de ella mediante alquiler o préstamo públicos.
Impreso en España
Printed in Spain
ISBN: 84-7290-292-7
Depósito Legal: B. 37.917-2005
Prólogo, 11
Un acercamiento inquietante, 15
El odio libre, 33
Al comienzo está el odio, 33 • Una mirada a la Biblia: Caín y Abel, 36
• Miradas a la Grecia antigua: La Ilíada, Prometeo y Empédocles, 37
• Hacia otro odio, 39 • La soledad, 45 • La comunidad, 49
La exacerbación de la vida, 55
Amar, 65
Una obviedad trivial, 65 • La escena teatral, 66 • El amor y el querer
vivir, 70 • ¿Qué es amar?, 73
Pensar, 79
Pensar y filosofía, 79 • La palabra tautológica, 86 • El pensamiento y
el cuerpo, 88 • ¿Qué es pensar?, 92
Amar y pensar, 97
Bibliografía, 125
Prólogo
Con este libro termina la trilogía que he escrito sobre el querer vivir.
Empezó con la publicación de Entre el ser y el poder. Una apuesta
por el querer vivir, siguió con El infinito y la nada. El querer vivir
como desafío, y este libro es el último. Horror vacui. La travesía de
la Noche del Siglo queda entonces como un libro puente, como el en-
sayo que acerca brutalmente el querer vivir al nihilismo. Del querer
vivir como apuesta al odio del querer vivir. Se trata de diferentes eta-
pas, pero creo que en la última se recogen todas ellas. Dicho de otra
manera: todos los análisis convergen hacia el libro Amar y Pensar. El
querer vivir como diferencia entre ser y poder, el querer vivir como
contracción de la ambivalencia y, finalmente, el querer vivir arranca-
do de la vida misma por el odio.
Una idea única: el querer vivir. Un solo objetivo: expulsar el
miedo del querer vivir, para constituirlo (colectivamente) en desafío.
Para realizar este proyecto —que no es proyecto, ya que el proyecto
incorpora el tiempo sin decisión y el desafío, en cambio, niega el
tiempo y afirma la decisión— ha sido necesario impulsar una refle-
xión que abarcase campos diversos. Evidentemente, la filosofía está
en el centro si bien estrechamente vinculada con la política. Porque
hay que decirlo claro: estudiar el querer vivir no ha sido para mí un
problema intelectual. Pensar el querer vivir ha sido la manera de se-
guir vivo. Si he pensado el querer vivir lo más lejos que he podido ha
sido, pues, por necesidad, empujado por la propia vida. La dimensión
política era por tanto ineludible. Primero, porque el antecedente del
querer vivir era la autonomía obrera; segundo y sobre todo, porque
este mismo no-proyecto de investigación era directamente político.
12 _____________________________________________________ Amar y pensar
bién ese viento que nos sacude. Pues bien, si amar y pensar son la vía
para que lo que hay de indómito en nosotros estalle, el odio a la vida
es paradójicamente la llama que enciende el fuego.
UN ACERCAMIENTO INQUIETANTE
Amar y pensar. Acercar el amar al pensar: ¿amar el pensar? Acercar el
pensar al amar: ¿pensar el amar? Las dos orillas de un río que impasi-
ble corre hacia el mar. El pensar no puede hablar del amor sin al mis-
mo tiempo renunciar a lo que es él mismo. Porque pensar es pensar: el
amor no se piensa. El amor no puede amar el pensamiento sin al mis-
mo tiempo perderse a sí mismo. Porque amar es amar: el pensar no se
ama. Amar y pensar: dos mundos que no se mezclan. Y, en cambio,
puedo tender un puente entre ambos: «Pienso en el amor» y «Amo el
pensamiento». Puedo acercarlos, sí, pero en el mismo instante cada
uno ya se ha desnaturalizado. Y, en cambio, cualquiera sabe qué signi-
fica pensar y amar. Es más, ante una tal pregunta, la respuesta no pue-
de ser más sencilla: es lo que, en cada uno de los casos, yo hago.
El pensar muere ante la puerta del amor ya que amar el pensa-
miento es menos que pensar. A su vez, el amor tampoco puede atra-
vesar la puerta del pensamiento sin quedar asimismo salpicado. Amar
y pensar parecen situarse frente a frente como los dos márgenes que
limitan la vida que pasa. Pero la vida no es el río que se desliza por la
angostura del «entre» que separa el amar y el pensar. Los márgenes
están siempre inundados. En verdad, no hay orillas ni río. Sólo una
misma fatalidad que nos lleva. Vivir. Pensar es vivir. Amar es vivir.
Amar y pensar se confunden en la fatalidad de un crimen. ¡Si pudie-
se la consumación del crimen evitar sus consecuencias! Un momento
antes de haber empezado a amar o a pensar, él era otro. Como otro era
su destino. Ahora ya es tarde. El que ama no será jamás feliz. El que
piensa, tampoco ¿Por qué su mano enarboló el cuchillo con el cual
desgarraría el aire?
18 _____________________________________________________ Amar y pensar
No existe la Libertad.
Existen los procesos de liberación.
No existe la Vida.
Existe el querer vivir.
No existe el Amor.
Existe…
No existe el Pensamiento
Existe…
El querer vivir y la vida
El querer vivir
Sucia es la realidad. Esta realidad que movemos cada día cuando nos
levantamos por la mañana. Deshace el nudo de los sueños. Despliega
una sonrisa. Despojo de la noche. La realidad respira la vida que aún
no se ha marchitado.
¿Qué país es éste? ¿Por qué la tierra está entreabierta? Veo sin ver,
escucho sin oír. ¿A qué lado del mundo me ha conducido querer vivir?
El querer vivir y la vida _____________________________________________ 23
El desafío
Tener una vida politizada es, muchas veces, tener una vida rota.
finalmente, que existe una cierta supeditación del querer vivir en rela-
ción con las vidas por él producidas. La explicación me pareció acer-
tada y, sin embargo, creo que a ella como a las demás se le escapaba lo
esencial. La vida se venga con la vida de ser vivida. Esta frase me ob-
sesionó durante años. Lo esencial me lo dijo un día el mar. Por su-
puesto que en esta frase la vida (primera) no es la misma que la vida
(segunda). Esta diferenciación es, con todo, demasiado tranquilizado-
ra. En realidad hay que pensar la frase yendo más allá de ella. Toda
vida es oscura, toda vida es una victoria precaria. Podríamos precisar
mejor: vivir hace daño, viviendo hacemos daño. Este es el retorno de
la vida. La vida retorna desdoblándose en: esta vida/la vida… y así in-
definidamente. El movimiento de la frase quiere decir este desdobla-
miento al infinito. Pero ¿por qué existe este desdoblamiento? ¿Por qué
el desdoblamiento ocurre sobre mi cuerpo, al que hiere?
El retorno de la vida
que alguien afirma que la vida quiere matarnos. La vida es una ex-
piación, una expiación sin culpable ni redención posible. Por eso
odiamos la vida. Odiamos la vida para poder seguir viviendo. En los
túneles del metro una inmensa multitud pasea su desgracia sin saber
cuál es su falta. Ser culpable ofrece, por lo menos, la garantía de una
cierta existencia. Andamos por una cuerda de la que cuelgan brazos,
cabezas y piernas.
Odiamos la vida por lo que es. Por lo que nos hace. Porque no
tenemos más remedio. La resignación de los pies fatigados gime a su
paso. Levantaremos un muro de indiferencia para que definitivamen-
te se olvide de nosotros. La vida pesa sobre los cuerpos. Llevamos a
nuestros labios el vaso del arrepentimiento. Al final seguro que se
calmará. De pie, firmes, aguantamos un sol de ceniza mientras la vida
nos pasa revista. Yo soy desgarrado por una palabra pronunciada. Tú
eres humillado mediante un golpe de silencio. Él es desprovisto de
luz… Soportamos todos una arenga fálica. Espero desde hace siglos
la hora de poder descansar. Lejos de esa intemperie irritada. ¿Cómo
no voy a odiarla?
¿No sabes que esta palabra oscura puede hacer mucho daño? A ti
y a los demás. Promover un odio hacia la vida, sea cual sea, únicamen-
El odio libre ______________________________________________________ 35
Prometeo fue encadenado finalmente a una roca del Cáucaso. Así He-
festo, que llevaba los utensilios de herrero consigo, cumplió la ven-
ganza que su padre, Zeus, le había encargado: sujetar mediante fuer-
tes cadenas a Prometeo. Éste había roto el orden del cosmos porque
había sentido piedad de los hombres. Prometeo amaba a los hombres,
esos seres efímeros, y el que ama quiere que la cosa amada viva. Por
esa razón, el titán robó el querer vivir, privilegio único de los dioses,
y se lo entregó a los hombres. Con el querer vivir los hombres se
transformaron completamente. Por un lado, adquirieron un fuego in-
terior que les permitió descubrir la existencia del fuego; por otro lado,
consiguieron la esperanza ciega, que es el fármaco contra la desespe-
ración que nace de ser mortales. De esta manera, los ojos pudieron
ver, los oídos pudieron oír, y el querer vivir empujó el vivir. Los hom-
bres abandonaron el miedo y se hicieron orgullosos. Prometeo, a pe-
sar de estar encadenado y torturado por un buitre que se alimentaba
indefinidamente de su hígado, se resistió y odió con toda su fuerza a
los dioses. «A mí Zeus me importa menos que nada», afirmó según
Esquilo. Sabía que su expiación no podía terminar con la muerte, ya
que su destino era no morir. El que dio el querer vivir a los hombres
ni se arrepintió ni quiso revelar el secreto del que era portador. El se-
creto que Zeus ansiaba conocer, porque avisaba de su final, era sim-
plemente que la vida no existe.
38 _____________________________________________________ Amar y pensar
b) Empédocles
El odio libre nos libera del miedo si bien nos encadena a un des-
tino. El querer vivir y su odio nos abren un camino sin retorno.
El odio libre selecciona las vidas que deseamos vivir para des-
pués engrandecerlas.
La soledad
Nietzsche dice que para vivir en soledad hay que ser un animal
o un Dios. Hoy en las ciudades hay millones de personas que viven
solas en sus casas. ¿Qué son? ¿Te atreverías verdaderamente a juz-
garlas? ¿Qué sabes tú de ellas?
46 _____________________________________________________ Amar y pensar
Ruido insistente de piedras que caen del cielo. Mercurio que co-
rre por mis venas agujereando el corazón. Las manos vacías de luz,
los ojos intentan mirar en la oscuridad calcárea. Música que nadie ex-
cepto tú oye. Senderos ventosos que no van muy lejos. ¿Siempre re-
tornan?
Incapacidad para vibrar con los demás. Sin Dios ni patria. Una
nube errante ha cerrado mis ojos. Vuelven preguntas oscuras a mi ca-
beza. Anhelo un poco de calor.
Que estemos obligados a decir «yo estoy solo» y que «Yo soy
(yo) solo» sea incorrecto gramaticalmente —además de no tener nin-
gún sentido— es algo que debe hacernos pensar. Todo parece indicar
que la soledad se gana contra ella misma. Eso significa que la soledad
es, a la vez, causa y efecto, prueba a superar y resultado. El aprendi-
zaje de la soledad empieza justo entonces, ya dentro de ella. Imagina
un triángulo en cuyos vértices esté escrito «víctima», «testigo» y
«verdugo». La soledad es tuya cuando los tres vértices se constituyen
realmente como vértices interrelacionados. Tú eres la víctima (el so-
litario que sufre); tú eres el verdugo (el solitario que se autoinflinge
el dolor); tú eres el testigo (el solitario que se autoobserva). La inte-
rrelación de los tres vértices o figuras implica un verdadero autocen-
tramiento. Es como si la soledad encallada en la tautología del «yo
soy (yo) solo» fuera ahora llevada más allá, hasta su consumación:
«yo soy el que soy». El aprendizaje de la soledad consistiría, pues, en
poder llegar a superponer las tres figuras: yo soy mi víctima, mi tes-
tigo y mi propio verdugo. La soledad así alcanzada me permitiría
afirmar finalmente: «yo soy el que soy». Ahora bien, esta afirmación
sólo puede hacerla Dios, como bien nos recuerda M. Eckhart. En
otras palabras, sólo un Dios puede afirmar que su soledad es suya, no-
sotros no. Es imposible aseverar: «mi soledad», porque por definición
la soledad se me escapa y jamás llegaré a aprehenderla completa-
mente. El querer vivir es inmediatamente su soledad, porque, paradó-
jicamente, es el límite de la misma soledad. Para Wittgenstein, el
«yo» no pertenece al mundo sino que es un límite de éste. Entre el «yo»
que conoce y el mundo conocido se da una relación parecida a la que
existe entre el ojo y el campo visual. El ojo no se ve a sí mismo. En
relación a la soledad, el querer vivir es el límite de ella. Porque no
somos Dios, el autocentramiento que la soledad nos proporciona es
relativo. En tanto el querer vivir es un límite, el sentimiento que le
acompaña se halla indiferenciado. Por eso, en el fondo de la soledad
sentimos el deseo de matar y, a la vez, que todo hombre es digno de
amor.
faltaría, por un lado, una dimensión vertical y, por otro lado, no lle-
garía a recoger la oposición verdaderamente existente. Quizá pueda
servir el concepto de superficie convenientemente matizado. La sole-
dad sería entonces una superficie sin confín. La comunidad sería, por
su parte, una superficie con confín.
La comunidad
Ves los pájaros posarse sobre los alambres que atan el cielo, y
envidias su extraño sosiego. Inmóviles aunque gráciles, atraviesan las
creencias sin sufrir por ello. Tú, en cambio, sufres por tantas desilu-
siones, por tantas derrotas. Pero sabes, porque en ello te va la vida,
que el objetivo final del odio a la vida es, precisamente, la exacerba-
ción de la vida misma.
Has luchado contra la vida por la vida para la vida… Cada vez
que te levantas y suena el timbre del despertador y sientes un vacío que
te impide gritar. O cuando tenías miedo de juntar tu vida con la de él
y preferiste huir, levantado el muro de una extraña infidelidad. En
todo cuanto miro se va parte de mí. ¡Si pudiera ser tan solo una cosa!
La exacerbación no puede encerrarse en la pura afirmación. Porque
60 _____________________________________________________ Amar y pensar
Todo lo que pueda decir acerca del amor ha sido ya dicho. Hui-
da, instante, abandono, donación… Creer que repitiéndolo lo rein-
vento es un consuelo que no puede satisfacer. Sé que, en el fondo, no
podré salir de la trivialidad. Más exactamente: sé que tengo que sa-
lir de ella para volver a ella. Con el peligro de caer en el ridículo.
Porque toda carta de amor tiene que ser necesariamente ridícula. La
66 _____________________________________________________ Amar y pensar
La escena teatral
El amor no tiene todos los colores del arco iris, sino uno solo. Por eso
no es cierto que se despliegue formando un espectro perfectamente
Amar ___________________________________________________________ 67
Entramos en escena cada vez que miramos estos ojos que nos
pierden. Amar es siempre re-presentar que se ama. Ante él o ella. Te
miro detenidamente queriendo que ningún rasgo tuyo se me escape:
quisiera recordar la forma de tus labios, el color de tu pelo… Inme-
diatamente me veo junto a ti, mirándote. Y, entonces, tú estás ya lejos
de mí, mientras yo trato de abrazarte. Mis manos sólo rozan el vacío
que ha dejado tu ausencia.
Apoyo la frente contra la tuya y tengo que cerrar los ojos. Sien-
to tu pelo acariciarme la cara. Tranquilidad de escalofríos que no me
deja reposar. Devoro el silencio para poder oírte. Frente contra fren-
te. Aguantamos juntos. Aguantamos sin caernos por la vida. Me sacas
del cansancio de ser. Aspiro el olor del jazmín que sale de tus pechos.
Hambre contra sed. Siento todo el peso del mundo. Hemos hecho la
cocina nueva para estar más cómodos y porque la madera estaba ya
podrida. Hoy, seguramente, saldremos a pasear.
¿Qué es amar?
vivir —no, mi querer vivir— es la llave que abre la puerta del afuera.
Amar es una salida afuera en la que sentimos la ambivalencia: el infi-
nito y la nada en su torbellino impensable. Cogidos, abrazados. Dentro
del torbellino de infinitonada sentimos que todo límite ha saltado. La
medida del amor es que no tiene ninguna medida. Alegría y dolor.
Quererse en la verdad del quererse. Desesperación absoluta porque es
esperanza infinita.
Pensar y filosofía
Pensar fuera del orden es querer dibujar una línea sobre el mar.
Pensar en el interior del orden es querer detener el viento.
Saint Just, como buen revolucionario, creía que: «El orden pre-
sente es el desorden futuro». Pero nosotros sabemos también que «el
desorden futuro es el orden presente». Conviene no olvidarlo.
La palabra tautológica
El pensamiento y el cuerpo
Impensado. Una tras otra han ido cayendo las separaciones que
me separan de ti. Pero sé muy bien que tú eres, justamente, la separa-
ción misma.
¿Qué es pensar?
Quisiera decirte una dulce mentira para animar así tus justas es-
peranzas. El impensado es «la fuerza callada del Ser», dice Heideg-
Pensar ___________________________________________________________ 93
«Sufrir para afirmarse» no tiene nada que ver con liberarse del
dolor a través de la aceptación del dolor. No hay estoicismo, porque el
objetivo no consiste en liberarse del dolor. Como tampoco hay maso-
quismo alguno, ya que el dolor no es un medio para conseguir placer.
A la circularidad del pensar y del dolor hay que añadir otra cir-
cularidad: la que existe entre pensar y vivir. El «pensar de la vida»
significa el pensar que pertenece a la vida. Pero nosotros sabemos
que la vida es un nombre, que lo realmente existente es el querer vi-
vir. Pensar del querer vivir es lo mismo que el querer vivir pensando.
Pero es precisamente el otro pensar.
-pensar-dolor-pensar-dolor-
-pensar-vivir-pensar-vivir-
ción y fuerza. Por ejemplo: el dinero es una fuerza que obliga y una
relación que se establece. Pero no es las dos cosas simultáneamente.
En nuestro caso: tanto el vivir como el dolor pueden ser fuerza y re-
lación. Pero lo que sean dependerá de la relación con el otro término.
Cada uno de los dos términos (vida o dolor) quiere imponerse como
fuerza, mientras que el otro, entonces, sólo puede ofrecérsele como re-
lación. Pues bien, cuando el vivir es fuerza y el dolor relación, o sea,
cuando estamos ante la fuerza del dolor hacia el vivir, entonces se
unifican y bloquean las dos series anteriores. «Sufrir para afirmar-
nos» nos desencadena. O de otra manera: la fuerza asimétrica que nos
atraviesa es la misma que nos libera.
Una sociedad que nos impide amar y pensar debe ser destruida.
El doble trenzado de la vida: desafío y exacerbación
En el espacio fronterizo
No logro pasar al otro lado. Ir más allá del horizonte. Las pala-
bras no abren ningún resquicio. Por el camino se pierden las ideas pe-
ligrosas.
112 ___________________________________________________ Amar y pensar
El querer vivir es el grito de la vida. ¿Por qué los gritos que lan-
zo caen como piedras enigmáticas sobre mí?
La tierra de nadie
Vida privada con sus mediocres miedos y sus pequeñas pasiones. Vida
vivida como única. Mi padre, mi madre y yo. Me arrastro por el sue-
lo confiando en encontrar un amigo. El grito de una gaviota me asus-
ta. Qué niños son estos sin verano. Qué palabras son estas que no di-
cen nada. Me persiguen los acreedores que quieren cobrarse el aire
que respiro.
bemos que existe un odio que libera al querer vivir del miedo. Un
odio que actúa mediante la unilateralización de las relaciones esta-
blecidas entre las constelaciones de palabras-cuerpos-cosas. Ahora
se trata de ver cómo actúa ese odio libre en el interior del espacio
fronterizo.
co que da sentido a las frases. Pero de la tierra de nadie sólo salen fra-
ses de lucha.
Una vida política puede ser totalmente solitaria. Una vida polí-
tica puede ser exclusivamente personal y, a pesar de ello, no ser una
vida privada.