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JURISPRUDENCIA

Roj: SAP IB 212/2017 - ECLI: ES:APIB:2017:212


Id Cendoj: 07040370012017100038
Órgano: Audiencia Provincial
Sede: Palma de Mallorca
Sección: 1
Fecha: 14/02/2017
Nº de Recurso: 16/2017
Nº de Resolución: 20/2017
Procedimiento: PENAL - APELACION PROCEDIMIENTO ABREVIADO
Ponente: JAIME TARTALO HERNANDEZ
Tipo de Resolución: Sentencia

AUDIENCIA PROVINCIAL DE PALMA DE MALLORCA


Sección Primera
Rollo nº: 16/17
Órgano de Procedencia: Juzgado de lo Penal nº 1 de Palma.
Procedimiento de Origen: Procedimiento Abreviado 28/16
SENTENCIA núm. 20/17
Ilmos. Sres.
Presidente
D. Jaime Tártalo Hernández
Magistradas
Dña. Gemma Robles Morato
Dña. Eleonor Moyá Rosselló
En Palma de Mallorca, a catorce de febrero de dos mil diecisiete.
Visto por esta Sección Primera de la Audiencia Provincial de Palma de Mallorca, compuesta por el Ilmo. Sr.
Presidente D. Jaime Tártalo Hernández y los Ilmos. Sres. Magistrados Dña. Gemma Robles Morato y Dña.
Eleonor Moyá Rosselló, el presente Rollo núm. 16/17 incoado en trámite de apelación por un delito de maltrato
en el ámbito familiar y un delito de coacciones, frente a la Sentencia núm. 358/16, dictada en fecha 22 de
noviembre de 2016 por el Juzgado de lo Penal número nº 1 de Palma, en el Procedimiento Abreviado 28/16,
siendo parte apelante D. Tomás ; y siendo parte apelada el Ministerio Fiscal y Dña. Zaida .

ANTECEDENTES DE HECHO
PRIMERO.- En la causa registrada ante el mencionado Juzgado, y en la fecha indicada, recayó sentencia cuya
parte dispositiva dice "Que DEBO CONDENAR Y CONDENO a Tomás , sin que concurra ninguna circunstancia
modificativa de la responsabilidad criminal, como autor responsable:
- de un delito de LESIONES EN EL ÁMBITO FAMILIAR precedentemente definido, a la pena de 6 MESES DE
PRISIÓN con la accesoria de inhabilitación especial para el derecho de sufragio pasivo durante el tiempo de
la condena, la pena de privación del derecho a la tenencia y porte de armas durante 18 MESES, la prohibición
de aproximarse a Zaida a menos de 500 metros de distancia y de comunicarse con ella por cualquier medio
por plazo de 18 MESES. Y por vía de responsabilidad civil se le condena al pago a Zaida de la cantidad de
400 € más el interés legal previsto en el art. 576 LEC.

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JURISPRUDENCIA

- de un delito de COACCIONES EN EL ÁMBITO FAMILIAR precedentemente definido, a la pena de 8 MESES DE


PRISIÓN con la accesoria de inhabilitación especial para el derecho de sufragio pasivo durante el tiempo de
la condena, la pena de privación del derecho a la tenencia y porte de armas durante 2 AÑOS, la prohibición de
aproximarse a Zaida a menos de 500 metros de distancia y de comunicarse con ella por cualquier medio por
plazo de 2 AÑOS. Y por vía de responsabilidad civil se le condena al pago a Zaida de la cantidad de 1000 €
más el interés legal previsto en el art. 576 LEC ."
SEGUNDO.- Contra la citada resolución interpuso recurso de apelación D. Tomás , representado por la
Procuradora Dña. Mª del Carmen de Diego Martín, y con la asistencia de la Abogada Dña. Isabel Fluxá Haro.
Presentado el recurso en tiempo y forma se admitió su interposición y se confirió el oportuno traslado del
mismo a las demás partes personadas, trámite que fue utilizado por Ministerio Fiscal y por el Procurador D.
Francisco Barceló Obrador, en representación de Dña. Zaida , para la impugnación del recurso.
TERCERO.- Remitidas y recibidas las actuaciones en esta Audiencia Provincial se verificó reparto con arreglo a
las disposiciones establecidas para esta Sección Primera, señalándose para deliberación y quedando la causa
pendiente de resolución.
CUARTO.- En la tramitación del presente recurso se han observado las prescripciones legales, expresando el
parecer de la Sala, como Magistrado Ponente, el Ilmo. Sr. D. Jaime Tártalo Hernández.

HECHOS PROBADOS
Devuelto el conocimiento pleno de lo actuado a esta Sala, procede declarar y declaramos como hechos
probados los que recoge la sentencia recurrida, que se aceptan y se dan por reproducidos, y que son los
siguientes:
" ÚNICO.- Probado y así se declara que el acusado Tomás , mayor de edad, sin antecedentes penales y en
libertad de la que estuvo privado un día por la presente causa, en el transcurso de la tarde del día 14/03/2015 y
tras mantener una discusión con su pareja sentimental Zaida , con el propósito de menoscabar su integridad
física, la cogió con fuerza de la mano derecha, retorciéndosela y causándole un edema en la articulación del
4º dedo de la citada mano. Zaida , si bien acudió al médico, le ocultó las circunstancias del edema, precisando
para su sanidad de una asistencia médica, tardando en curar diez días no impeditivos para sus ocupaciones
habituales.
Durante el transcurso de la relación, y concretamente desde el mes de noviembre de 2014 y hasta el mes de
abril de 2015, el acusado, con la finalidad de hostigarla y evitar el cese de la relación, le remitía continuos
mensajes telefónicos menospreciándola e insultándola con expresiones tales como "eres una hija de puta,
mentirosa, falsa, puta loca, desgraciada, puta mierda, escoria ...", impidiéndole así el desarrollo normal de sus
actividades cotidianas.
La perjudicada reclama la indemnización que pueda corresponderle por tales hechos.".

FUNDAMENTOS DE DERECHO
PRIMERO.- Se alza el recurrente frente a la sentencia dictada por el Juzgado de lo Penal que le condenó
como autor de sendos delitos de maltrato y de coacciones, alegando, en relación a la condena por el primer
delito, la vulneración de los principios de presunción de inocencia e in dubio pro reo. Argumenta este motivo
mostrando su discrepancia con la valoración que ha hecho la Juez a quo de las declaraciones efectuadas por
los testigos y por el acusado, y es que, en relación a este ultimo remarca el recurrente que su patrocinado en
ningún momento pidió perdón a la denunciante porque nada había hecho, negando en todo momento cualquier
agresión. Se dice en el escrito que no ha quedado acreditado ni cómo ni cuándo se causó la lesión que la
denunciante presentaba en el dedo, máxime después de que en el primer parte médico no se hiciera mención
a que la causa de la misma había sido una agresión por parte de su pareja. Considera que no concurren en la
declaración de la denunciante los elementos tenidos en cuenta por el Tribunal Supremo para dar preferencia
a la declaración de la víctima. Ello sería así, entre otras cosas porque la denunciante no ha sabido concretar
de manera persistente en sus diferentes declaraciones, cómo el acusado le causo las lesiones, ni cuándo dejó
la relación con el acusado, ni quién tuvo la iniciativa en dar por terminada esa relación.
Según se dice, tampoco concurre el criterio referido a la falta de intencionalidad espuria en la declaración
de la víctima, ya que ésta habría amenazado al acusado con fastidiarle, y por eso decidió dar publicidad a
una denuncia previa que había presentado contra el acusado con la sola intención de perjudicarle en sus
aspiraciones dentro de un determinado partido político de ámbito nacional.

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JURISPRUDENCIA

Según el recurrente, tampoco hay corroboraciones objetivas que permitan otorgar más credibilidad a la
declaración de la víctima, ya que no hay ningún testigo presencial de los hechos, y la documentación médica
aportada tampoco es determinante. Cuestiona la suficiencia como prueba de cargo, de los testimonios
ofrecidos por los psicólogos que declararon en el juicio y que han tenido relación profesional con la
denunciante, relación que, en algunos casos, ya era previa al inicio de la relación con el acusado. En cualquier
caso, fue la denunciante la que decidió dar por terminada esa asistencia psicológica.
En atención a todo ello considera que la deducción valorativa de la prueba efectuada por la Juez de lo Penal
no está racionalmente evaluada. Al contrario, no hay ninguna prueba que permita otorgar a una versión más
valor que a la otra, y en esa situación de incertidumbre no puede considerarse desvirtuada la presunción de
inocencia del acusado, sino que, por el contrario, y por aplicación del principio in dubio pro reo, lo que habría
procedido era el dictado de una sentencia absolutoria. Entiende que estamos ante una condena basada en
meras conjetura o indicios que no viene soportada por elemento objetivo alguno.
El segundo motivo de impugnación se articula a través de la infracción de precepto sustantivo, en concreto por
indebida aplicación del art. 172.2 del Código Penal. En este sentido, alega el recurrente que las expresiones
recogidas en el relato de hechos probados de la sentencia que son justificativas de la condena por el delito
de coacciones, aparecen en una serie de whatsapp que no fueron cotejados. Por otro lado, hace referencia a
que durante el juicio quedó acreditado que ambas partes se habían dirigido insultos mutuos, hasta el punto
que la denunciante reconoció en el juicio haber agredido al denunciado. De hecho, sigue diciendo el recurrente,
la relación entre las partes era "tóxica" y de control, hasta el punto de que el acusado se vio en la necesidad
de someterse a tratamiento psicológico al padecer un estado ansioso-depresivo. Alega que la documental
aportada pone de relieve esos insultos y la existencia de otras expresiones degradantes y amenazantes
contra el acusado, prueba documental que puede ser valorada en grado de apelación. Alude el recurrente a
la necesidad de interpretar los delitos de violencia de género no desde un punto de vista automático, sino
desde el prisma de la existencia de una situación de desigualdad y de dominación del hombre sobre la
mujer. Y esa relación de dominación debe exigirse también para condenar por el delito de coacciones del
art. 172.2, situación de dominación que no ha quedado acreditada tras la prueba practicada en el juicio, y
especialmente con los whatsapp degradantes e injuriosos enviados por la denunciante a la denunciada, los
cuales evidenciarían que no solo hay insultos por parte del acusado, sino también por parte de la denunciante.
Por eso considera el recurrente que los hechos deberían encuadrarse en la falta de coacciones del art. 620.2
del Código Penal, y no en el delito del art. 172.2 por el que ha sido condenado.
Como último motivo de recurso alega la indebida aplicación del art. 123 del Código. Sostiene el recurrente que
se han impuesto al acusado de forma automática las costas de la acusación particular cuando la intervención
de esta acusación era innecesaria y superflua, no existiendo correlación entre los hechos del escrito de
acusación y la petición efectuada. A ello habría que añadir que la innecesariedad de su intervención se pone
de manifiesto desde el momento que la acusación particular no realizó el trámite de informe.
Por todo lo expuesto, solicita la revocación de la sentencia condenatoria a fin de que se sustituya por otra que
acoja la calificación alternativa solicitada en el acto de juicio.
El Ministerio Fiscal y la representación de la parte denunciante se han opuesto al recurso al entender que
ningún error de valoración probatoria se ha producido en la sentencia, de forma que la Juez ha apreciado los
elementos probatorios practicados en el Juicio y los ha valorado de forma racional, no pudiendo el recurrente
sustituir la valoración judicial por la propia interesada.
SEGUNDO .- Expuestos los términos del recurso, y comenzando por el primer motivo, relativo a la condena
impuesta por el delito de lesiones, el recurrente muestra su legítima crítica a la valoración de la prueba
efectuada por la Juez a quo, lo que no puede traducirse de forma automática en la primacía de su propia
valoración sobre la alcanzada por la Juez de lo Penal. La actividad probatoria practicada cuya valoración se
combate tuvo, casi en su totalidad, un marcado carácter personal, puesto que se sustentó en la declaración
del acusado y en las declaraciones de la denunciante y de otros testigos. En este contexto, lo que viene a
denunciarse es la errónea valoración de la prueba efectuada por la Juez de la instancia, si bien lo que se alega
también es que dicha valoración probatoria ha vulnerado el principio de presunción de inocencia del acusado,
no considerándola suficiente para desvirtuar el derecho a la presunción de inocencia.
Como es sabido, la presunción de inocencia implica la presunción Constitucional de que toda persona
imputada en un proceso penal se presume inocente mientras la Acusación no demuestre lo contrario. De
acuerdo con la Jurisprudencia, la culpabilidad de una persona imputada sólo puede enervarse mediante
la prueba a practicar en el acto del juicio oral bajo los principios de inmediación, publicidad, oralidad y
contradicción, prueba que lógicamente ha de tener un valor o contenido incriminatorio o de cargo.

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La Doctrina, a efectos destructivos de la citada presunción, distingue entre lo que es prueba existente,
entendiendo por tal aquella que - aunque hay excepciones - ha sido practicada en el acto del juicio oral
con las debidas garantías procesales; y lo que es prueba razonablemente suficiente, que es la que valorada
razonablemente, permite extraer un juicio de culpabilidad del imputado.
El Tribunal Constitucional, en su S 245/2007, de 10 de diciembre, explica que uno de los modos de vulneración
del derecho a la presunción de inocencia lo constituye precisamente la falta de motivación del iter que ha
conducido de las pruebas al relato de hechos probados de signo incriminatorio. Como se afirmaba -dice- en TC
S 145/2005, de 6 de junio (FJ 6) existe una íntima relación que une la motivación y el derecho a la presunción
de inocencia, que no en vano consiste en que la culpabilidad ha de quedar plenamente probada, lo que es tanto
como decir expuesta o mostrada. La culpabilidad ha de motivarse y se sustenta en dicha motivación, de modo
que sin motivación se produce ya una vulneración del derecho a la presunción de inocencia. Así se ha afirmado
en numerosas ocasiones, señalando que no sólo se vulnera el derecho a la presunción de inocencia cuando
no haya pruebas de cargo válidas o cuando por ilógico o insuficiente no sea razonable el iter discursivo que
conduce de la prueba al hecho probado, sino también, con carácter previo a este supuesto, en los casos de
falta de motivación del resultado de la valoración de la prueba ( SSTC 189/1998, de 28 de septiembre, FJ 2;
120/1999, de 28 de junio, FJ 2; 249/2000, de 30 de octubre, FJ 3; 155/2002, de 22 de julio, FJ 7; 209/2002, de
11 de noviembre, FJ 3; 163/2004, de 4 de octubre, FJ 9).
Más recientemente, la STS 64/2014, de 11 de febrero, nos recuerda que "a través de la invocación del 24.2 CE
(fundamentalmente, en cuanto se refiere al derecho a la presunción de inocencia), es posible que el Tribunal
Supremo controle tanto la licitud de la prueba practicada en la que se fundamenta el fallo, como su suficiencia
para desvirtuar la presunción de inocencia y la razonabilidad de las inferencias realizadas (por todas STC.
60/2008 de 26.5).
Por ello, a través de un motivo de casación basado en la infracción del derecho a la presunción de inocencia, se
puede cuestionar no solo el cumplimiento de las garantías legales y constitucionales de la prueba practicada,
sino la declaración de culpabilidad que el Juzgador de instancia haya deducido de su contenido. Por tanto el
acusado tiene abierta una vía que permite a este Tribunal Supremo "la revisión integra" entendida en el sentido
de posibilidad de acceder no solo a las cuestiones jurídicas, sino también a las fácticas en que se fundamenta
la declaración de culpabilidad, a través del control de la aplicación de las reglas procesales y de valoración de
la prueba ( SSTC. 70/2002 de 3.4 y 116/2006 de 29.4).
Como hemos explicitado en numerosas resoluciones de esta Sala, por ejemplo SS. 1126/2006 de 15.12,
742/2007 de 26.9 y 52/2008 de 5.2, cuando se alega infracción de este derecho a la presunción de inocencia,
la función de esta Sala no puede consistir en realizar una nueva valoración de las pruebas practicadas a
presencia del Juzgador de instancia, porque a éste solo corresponde esa función valorativa, pero si puede
este Tribunal verificar que, efectivamente, el Tribunal "a quo" contó con suficiente prueba de signo acusatorio
sobre la comisión del hecho y la participación en él del acusado, para dictar un fallo de condena, cerciorándose
también de que esa prueba fue obtenida sin violar derechos o libertades fundamentales y sus correctas
condiciones de oralidad, publicidad, inmediación y contradicción y comprobando también que en la preceptiva
motivación de la sentencia se ha expresado por el Juzgador el proceso de su raciocinio, al menos en sus
aspectos fundamentales, que le han llevado a decidir el fallo sin infringir en ellos los criterios de la lógica y de
la experiencia ( STS. 1125/2001 de 12.7).
Así pues, al Tribunal de casación le corresponde comprobar que el Tribunal ha dispuesto de la precisa actividad
probatoria para la afirmación fáctica contenida en la sentencia, lo que supone constatar que existió porque
se realiza con observancia de la legalidad en su obtención y se practica en el juicio oral bajo la vigencia
de los principios de inmediación, oralidad, contradicción efectiva y publicidad, y que el razonamiento de la
convicción obedece a criterios lógicos y razonables que permitan su consideración de prueba de cargo. Pero
no acaba aquí la función casacional en las impugnaciones referidas a la vulneración del derecho fundamental
a la presunción de inocencia, pues la ausencia en nuestro ordenamiento de una segunda instancia revisora
de la condena impuesta en la instancia obliga al Tribunal de casación a realizar una función valorativa de la
actividad probatoria, actividad que desarrolla en los aspectos no comprometidos con la inmediación de la
que carece, pero que se extiende a los aspectos referidos a la racionalidad de la inferencia realizada y a la
suficiencia de la actividad probatoria. Es decir, el control casacional a la presunción de inocencia se extenderá
a la constatación de la existencia de una actividad probatoria sobre todos y cada uno de los elementos del
tipo penal, con examen de la denominada disciplina de garantía de la prueba, y del proceso de formación
de la prueba, por su obtención de acuerdo a los principios de inmediación, oralidad, contradicción efectiva
y publicidad. Además, el proceso racional, expresado en la sentencia, a través del que la prueba practicada
resulta la acreditación de un hecho y la participación en el mismo de una persona a la que se imputa la comisión
de un hecho delictivo ( STS. 299/2004 de 4.3). Esta estructura racional del discurso valorativo si puede ser

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revisada en casación, censurando aquellas fundamentaciones que resulten ilógicas, irracionales, absurdas o,
en definitiva arbitrarias ( art. 9.1 CE), o bien que sean contradictorias con los principios constitucionales, por
ejemplo, con las reglas valorativas derivadas del principio de presunción de inocencia o del principio "nemo
tenetur" ( STS. 1030/2006 de 25.10).
Doctrina esta que ha sido recogida en la STC. 123/2006 de 24.4, que recuerda en cuanto al derecho de
presunción de inocencia, art. 24.2CE que "se configura en tanto que regla de juicio y desde la perspectiva
constitucional, como el derecho a no ser condenado sin pruebas de cargo validas, lo que implica que exista una
mínima actividad probatoria, realizada con las garantías necesarias, referida a todos los elementos esenciales
del delito y que de la misma quepa inferir razonablemente los hechos y la participación del acusado en ellos.
En cualquier caso es doctrina consolidada de este Tribunal que no le corresponde revisar la valoración de las
pruebas a través de las cuales el órgano judicial alcanza su íntima convicción, sustituyendo de tal forma a
los Jueces y Tribunales ordinarios en la función exclusiva que les atribuye el art. 117.3 CE., sino únicamente
controlar la razonabilidad del discurso que une la actividad probatoria y el relato fáctico que de ella resulta... De
modo que sólo podemos considerar insuficiente la conclusión probatoria a la que hayan llegado los órganos
judiciales desde las exigencias del derecho a la presunción de inocencia si, a la vista de la motivación judicial de
la valoración del conjunto de la prueba, cabe apreciar de un modo indubitado, desde una perspectiva objetiva
y externa, que la versión judicial de los hechos es más improbable que probable. En tales casos, aun partiendo
de las limitaciones ya señaladas al canon de enjuiciamiento de este Tribunal y de la posición privilegiada de
que goza el órgano judicial para la valoración de las pruebas, no cabrá estimar como razonable, bien que el
órgano judicial actuó con una convicción suficiente, más allá de toda duda razonable, bien la convicción en
sí ( STC. 300/2005 de 2.1, FJ. 5).
En definitiva, como esta Sala ha repetido de forma constante, en el ámbito del control casacional, cuando se
denuncia la vulneración del derecho a la presunción de inocencia, se concreta en la verificación de si la prueba
de cargo en base a la cual el Tribunal sentenciador dictó sentencia condenatoria fue obtenida con respeto a
las garantías inherentes del proceso debido, y por tanto:
- en primer lugar, debe analizar el "juicio sobre la prueba", es decir, si existió prueba de cargo, entendiendo por
tal aquella que haya sido obtenida con respeto al canon de legalidad constitucional exigible, y que además,
haya sido introducida en el Plenario de acuerdo con el canon de legalidad ordinaria y sometida a los principios
que rigen dicho acto. Contradicción, inmediación, publicidad e igualdad.
- en segundo lugar, se ha de verificar" el juicio sobre la suficiencia", es decir, si constatada la existencia de
prueba de cargo, ésta es de tal consistencia que tiene virtualidad de provocar el decaimiento de la presunción
de inocencia.
- en tercer lugar, debemos verificar "el juicio sobre la motivación y su razonabilidad", es decir si el Tribunal
cumplió con el deber de motivación, es decir si explicitó los razonamientos para justificar el efectivo
decaimiento de la presunción de inocencia, ya que la actividad de enjuiciamiento es por un lado una actuación
individualizadora no seriada, y por otra parte es una actividad razonable, por lo tanto, la exigencia de que sean
conocidos los procesos intelectuales del Tribunal sentenciador que le han llevado a un juicio de certeza de
naturaleza incriminatoria para el condenado, es, no sólo un presupuesto de la razonabilidad de la decisión,
sino asimismo una necesidad para verificar la misma cuando la decisión sea objeto de recurso, e incluso la
motivación fáctica actúa como mecanismo de aceptación social de la actividad judicial.".
En consecuencia, como dice la STS 17-10-2012, la vulneración del derecho a la presunción de inocencia
debe desestimarse cuando se constate la existencia en el proceso de esa prueba de cargo, susceptible
de proporcionar la base probatoria necesaria para un pronunciamiento de condena, es decir, cuando se
da el presupuesto necesario para que la Sala de instancia pueda formar su convicción sobre lo acaecido.
La ponderación del resultado probatorio obtenido, valorándolo y sopesando la credibilidad de las distintas
pruebas contradictorias corresponde únicamente al Tribunal que presenció la prueba de cargo, a través del
correspondiente juicio valorativo, del que en casación sólo cabe revisar su estructura racional, en lo que atañe a
la observancia en él por parte del Tribunal de instancia de las reglas de la lógica, principios de experiencia o los
conocimientos científicos. Fuera de esta racionalidad del juicio valorativo son ajenos al objeto de la casación
los aspectos del mismo que dependen substancialmente de la inmediación, o sea de la percepción directa de
las declaraciones prestadas en presencia del Tribunal.
TERCERO .- Partiendo de la doctrina expuesta, y una vez revisada la grabación del juicio, hemos constatado
la realidad de la actividad probatoria recogida en la sentencia de instancia materializada en las diferentes
declaraciones testificales y en la prueba documental obrante en autos. Por ello la Sala entiende ajustada y
racional, por responder a las reglas de la lógica y de la experiencia, la conclusión a que llega la sentencia de
instancia respecto de la participación de los acusados en los hechos que la sentencia declara probados. Y ello

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es así porque concurren los tres filtros referidos por la jurisprudencia, los cuales, como hemos visto, deben
darse para que la prueba de cargo pueda destruir el principio de presunción de inocencia. Así, en relación al
primero de ellos, constatamos que en el juicio se practicó prueba de cargo consistente en la declaración de la
denunciante; la declaración de una serie de testigos e, incluso, la declaración de los propios acusados.
Esta prueba de cargo se considera suficiente para desvirtuar la presunción de inocencia de ambos acusados.
La Juez de lo Penal ha escuchado la declaración exculpatoria del acusado, negando cualquier agresión a Zaida
, y la declaración incriminatoria de ésta; y teniendo en cuenta los criterios de interpretativos señalados por
la jurisprudencia a la hora de valorar la declaración de la víctima, ha llegado a la conclusión, ampliamente
razonada, de que la declaración de Zaida reúne mayores visos de credibilidad que la versión del acusado. Y
a pesar de las críticas y objeciones planteadas por el recurrente, la Sala considera que ninguna tacha puede al
análisis de la prueba efectuado en la sentencia ni a la inferencia incriminatoria obtenida por la Juez de dicha
prueba, la cual es fiel reflejo de lo acontecido en el acto del plenario.
En efecto, como se recoge en la sentencia, son tres los parámetros a tener en cuenta a la hora de analizar
la declaración incriminatoria de la víctima: la ausencia de incredibilidad subjetiva, la verosimilitud de la
declaración apoyada en corroboraciones objetivas de carácter periférico; y la persistencia en la incriminación.
En relación al primero de ellos, consideramos que concurre suficientemente en la declaración de la víctima.
Aunque la parte recurrente considera que la declaración de la víctima persigue una intencionalidad espuria,
el Tribunal no comparte esa conclusión. La sentencia relaciona exhaustivamente la prueba practicada,
recogiendo lo que los diferentes testigos declararon en el juico; y algunos de los que trataron profesionalmente
a la denunciante como psicólogos, coincidieron en que ésta mantenía una fuerte dependencia emocional
respecto del denunciado, lo que le impedía poner fin a una relación que, por lo declarado en el juicio, no le hacía
ningún bien. De hecho, la denunciante explicó que no llegó a interponer denuncias por las agresiones de que era
víctima, interponiendo únicamente dos: una en octubre de 2014, cuando la Policía llegó a su casa; y otra en el
mes de abril de 2015, que es la que dio lugar al procedimiento en el que recayó la sentencia combatida, y puso
fin definitivamente a la relación sentimental entre los litigantes. Se dice que la filtración de la primera denuncia
a la prensa tuvo como finalidad obstaculizar la carrera política del acusado, y que eso lo hizo Zaida con toda
la intención. Ahora bien, lo cierto es que los distintos whatsapp que las partes aportaron ponen de manifiesto
la existencia de malas relaciones entre la pareja, con cruces de insultos mutuos. En cualquier caso, lo cierto
es que, primero, la denuncia se interpuso dos semanas después de la supuesta agresión, lo que implica que la
denunciante no estuvo esperando la primera oportunidad para denunciar al acusado; y, segundo, no consta que
la interposición de la denuncian haya reportado algún tipo de beneficio injustificado a la denunciante. Ambas
partes reconocieron en el juicio que no han vuelto a tener contacto. Por otro lado, la aparición en la prensa de
la interposición de una denuncia contra el acusado como detonante de la expulsión de éste del partico político
donde trabajaba (folio 84) se produjo en mayo de 2015, es decir, después de la interposición de la denuncia
en abril de 2015, no siendo, además, la misma denuncia que ha dado lugar a la sentencia que ahora es objeto
de revisión, sino que refiere a una denuncia anterior cuya instrucción correspondió a otro Juzgado distinto y
que fue sobreseída.
La sentencia valora como elementos corroboradores tanto la existencia de un parte de lesiones confeccionado
el día siguiente a los hechos, como las declaraciones de una serie de personas que, aunque no vieron la
agresión, sí que tuvieron conocimiento de la existencia de la misma y constataron las consecuencias de esa
aquélla. Considera la Sala que ninguna duda cabe albergar respecto a que, como explicó la denunciante, ésta
sufrió una lesión en un dedo de la mano el día del bautizo de su hijo, lo que tuvo lugar el día 14 de marzo de 2015.
En el acto de juicio se preguntó a la denunciante por la conversación de whatsap mantenida con el acusado el
día siguiente, folio 286, en los que la denunciante comunicaba al acusado que tenía un dedo inflamado que no
podía mover, y en los que éste le recomendaba que fuera al médico o que tomara medicación. Se reconoció
por el acusado -y así lo recoge la sentencia- que él vio las fotografías que le envió la denunciante sobre la lesión
del dedo. La lesión aparece objetivada en los informes médicos que constan a los folios 75 y 76 fechados días
15 de marzo de 2015 y 9 de abril posterior. Desde este punto de vista, resulta incuestionable que el día 14 de
marzo, la denunciante sufrió una lesión en el dedo que fue más visible el día siguiente.
La cuestión radica en determinar la causa de esa lesión totalmente objetivada, y en relación a la mecánica
lesiva, la sentencia considera acreditado que la existencia de esa lesión es consecuencia de una agresión o de
un forcejeo que tuvo lugar entre las partes el día anterior, 14 de marzo, conclusión que consideramos razonable
a la vista de la prueba practicada en el plenario. En efecto, la víctima explicó en el juicio, y así consta también en
la sentencia, cómo se produjo la agresión, incidiendo en el hecho de que el día del bautizo, el día 14 de marzo,
ella y el acusado discutieron hasta el punto que ella se negó, en ese momento, a que el acusado fuese el padrino
del bautizo, como estaba inicialmente previsto. La denunciante explicó que en el curso de esa discusión, el
acusado y ella forcejearon y que durante ese forcejeo, el acusado le torció el dedo. Consideramos que no es
esencial cuál fue la mecánica concreta de la lesión, si el acusado le cogió el dedo y los apretó, o si se lo retorció

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JURISPRUDENCIA

-en el recurso se dice que la denunciante no ha ofrecido la misma versión a lo largo del procedimiento. Y es
que consideramos que, en esencia, la declaración de la víctima ha sido siempre la misma, quedando claro que
tras el forcejo con el acusado, ella resultó con el dedo lesionado, de forma que si bien inicialmente no sintió
nada, con el paso del tiempo el dedo se le fue inflamando y haciéndose notorio el hematoma. Si tenemos en
cuenta los whatsapp del día 14 de marzo por la tarde, momento del bautizo (folio 287) podemos comprobar
como la relación entre acusado y denunciante parece tensa, como si estuvieran enfadados, algo compatible
con el hecho de que previamente hubieran discutido.
Es cierto que en el primer parte no consta que la denunciante explicara al médico cuál fue la causa de la lesión
(folio76) -circunstancia que sí refirió cuando acudió al cabo de unos días (folio 75)-, pero considera la Sala
que la mecánica lesiva resulta más coherente con la inferencia alcanzada por la Juez tras la práctica de la
prueba valorada conjuntamente. Y es que la Juez tiene en cuenta que el médico forense consideró compatible
la lesión que presentaba Zaida con la mecánica lesiva que la denunciante describió -que, como hemos dicho,
está relacionada con la torsión de una forma o de otra, del dedo por el acusado-; y aunque la sentencia también
recoge la afirmación de la forense respecto a que hay otras mecánicas lesivas que podrían provocar esa lesión,
lo cierto es que no consta cuál puede ser esa otra causa alternativa para la aparición de esa lesión. No nos
consta revisada la grabación del juicio, y tampoco lo recoge la sentencia, que el acusado hubiera ofrecido una
explicación alternativa y coherente a la aparición de esa lesión.
En segundo lugar, los testigos que declararon en el juicio, en concreto Adelina , refirió haber tenido
conocimiento de otros episodios violentos por parte del acusado hacia la denunciante, episodios violentos
que Zaida le contó, aunque la testigo también vio las lesiones. En concreto reconoció haber visto los dedos
amoratados de Zaida el día siguiente del bautizo de su hijo, ya que Zaida estuvo todo ese día con ella en su
casa. La sentencia recoge las manifestaciones de Adelina en el juicio respecto a que ese día el teléfono de
Zaida estuvo contantemente sonando, pero que ella no quiso cogerlo; respecto a que Zaida estuvo nerviosa
todo el día; que las llamadas procedían de un número oculto y que al final fue la propia Adelina quien cogió
el teléfono, siendo su interlocutor el acusado, quien tras identificarse, le pidió que dijera a Zaida que le había
estado llamando. Parece lógico pensar que si Zaida no quiso coger el teléfono al acusado, debió ser porque
algo debió surgir entre los en algún momento, y ese "algo" no es irracional inferir, como se hace en la sentencia,
que fuese la agresión que había tenido lugar el día anterior.
A mayor abundamiento, la sentencia también se hace eco como elemento corroborador, de las
manifestaciones de Adelina relativas, como hemos dicho, a que tuvo conocimiento de otros episodios
violentos sufridos por Zaida . Y es que ésta le contó un día que el acusado le había introducido a la fuerza en
un coche y le había tapado la boca para que no gritara, provocándole unas heridas en el interior de los labios
porque en esa fecha Zaida llevaba braquets. La testigo pudo ver entonces esas heridas.
De igual forma, la sentencia valora la declaración de la testigo Felicisima , quien prestó ayuda profesional como
psicóloga a la denunciante durante un mes y medio aproximadamente, a finales de 2014 y principios de 2015.
Esta testigo explicó que la denunciante le contó haber sufrido malos tratos por parte de su pareja, de quien no
se podía separar, concretándole un episodio sucedido en torno al mes de noviembre de 2014, -no recordaba
exactamente la fecha por el tiempo trascurrido- en el que tras una discusión con el acusado, éste le había
tapado la boca y le había arrastrado por el suelo, teniendo Zaida que llamar a un amigo para que le auxiliara,
amigo que llegó con la Policía. Pues bien, este episodio, que también relato la denunciante, resultó corroborado
por la declaración del testigo Octavio , quien declaró ser conocedor de los problemas que la denunciante tenía
con su pareja ya que la llamó un día del mes de septiembre de 2014 en el que, precisamente, encontró a Zaida
llorando, por lo que él se ofreció a prestarle ayuda otra vez que Zaida lo necesitara, para lo cual basaba con
que le enviara su ubicación por teléfono. Relató que esto es lo que sucedió un día, al parecer, de octubre de
2014, cuando el testigo tuvo que acudir a la casa de Zaida en compañía de dos policías. El testigo explicó
que Zaida le contó en esa ocasión, que el acusado le había roto la camiseta y le había arrastrado por el suelo.
La versión ofrecida por este testigo es también valorada de forma lógica por la Juez de lo Penal para formar
su convicción respecto de la realidad de la agresión referida por la denunciante.
Pero es que, además, el acusado fue interrogado en el juicio por el contenido de unos mensajes que se habría
intercambiado con Zaida , y que constan al folio 50. Pues bien, en esos mensajes, debidamente cotejados por
la Secretaria Judicial (folio105) la denunciante recriminaba al acusado haberle pegado, encerrado, tapado la
boca, empujado y arrastrado de los pelos, remarcando la denunciante en el curso del intercambio de mensajes
que eso no iba a suceder nunca más, a lo que el acusado le respondió diciendo "por eso te he perdido pedido
perdón"; "te juro que no". A la vista de esa conversación parece lógico relacionar esa petición de perdón con
el comportamiento violento descrito por la denunciante, no existiendo, vista el discurso lógico del diálogo
mantenido entre ambas partes, que esa petición de perdón pudiera estar relacionada con otro fragmento de la
conversación puesto que aparece como la respuesta al mensaje inmediatamente anterior que le había enviado

7
JURISPRUDENCIA

un minuto antes la denunciante. En este contexto, y valorando globalmente todos estos elementos de prueba,
resulta razonable interpretar, como hace la Juez, que el acusado ya había desplegado con anterioridad un
comportamiento agresivo para con la denunciante, lo que permitía otorgar credibilidad a ésta cuando explicó
cómo el acusado le había causado la lesión en el dedo.
Contribuye a reforzar esa credibilidad el testimonio de la psicóloga Felicisima . La sentencia recoge que esta
testigo explicó en el juicio -y así consta en la grabación del juicio- que la denunciante presentaba síntomas
claros de ser víctima de violencia de género, como son la dependencia emocional, el presentar síntomas
depresivos y de ansiedad, el minimizar el comportamiento de su pareja agresora; el responsabilizarse por el
comportamiento agresivo de la pareja. La testigo explicó que esa dependencia emocional es típica en las
víctimas de violencia de género.
Finalmente, y de forma corroboradora con lo dicho hasta ahora, la testigo Raquel , amiga del acusado desde
hacía varias décadas, explicó en el juicio que Zaida le llamó un día para decirle que iba a denunciar al acusado
porque le había causado daño en un dedo.
Con arreglo a todo lo dicho hasta ahora, consideramos, como ya hemos dicho, que la valoración de la prueba
de cargo efectuada por la Juez es razonable y lógica, sin incurrir en arbitrariedad alguna, siendo fiel reflejo de
la prueba practicada en el juicio. La conclusión condenatoria extraída de esa prueba es correcta y ajustada
a las máximas de la experiencia, no pudiéndose sustituir la valoración objetiva e imparcial llevada a cabo
en la sentencia, por otra más subjetiva e interesada como la que pretende el recurrente. La prueba de cargo
practicada es suficiente para enervar el derecho a la presunción de inocencia, sin que su interpretación pueda
llevar a dos conclusiones alternativas igualmente verosímiles y posibles. La interpretación de la prueba solo
puede ser unívoca, y solo puede conducir a la condena del acusado por el delito de lesiones del art. 153, por
lo que no cabe sino confirmar la sentencia en este punto.
CUARTO .- El segundo motivo está relacionado con la calificación jurídica que correspondería a unos hechos
que la sentencia de instancia ha considerado constitutivos de un delito de coacciones del art. 172.2 del
Código Penal. Es decir, no cuestionando el recurrente que su actitud a la hora de remitir constantes mensajes
telefónicos a la denunciante, debiera tener algún tipo de sanción penal, lo que combate es la calificación
jurídica que ha efectuado la sentencia de la instancia respecto a ellos. Y, en este sentido, el recurrente
considera que dicha calificación jurídica es incorrecta, y que su encuadre penal encuentra mejor acomodo en
la falta de coacciones del art. 620.2 del Código. Como ya hemos apuntado, el fundamento de dicha alegación
hay que buscarlo en la ausencia, en relación a esos hechos, de una posición de dominio o predominio por parte
del acusado respecto de la que era su pareja sentimental. Entiende el recurrente que el hecho de que ambas
partes se dirigieran mutuamente insultos y expresiones igual de reprochables y ofensivos, implica que ambas
partes estaban al mismo nivel, sin que en esa situación, el acusado estuviera en una posición superior frente
a la mujer -o lo que es lo mismo, de sumisión de la mujer respecto del acusado. Esa situación de dominio es
lo que dice el recurrente que viene exigiendo el Tribunal Supremo para poder hablar de un delito de violencia
de género.
No podemos compartir tal argumento. Aunque es cierto que una jurisprudencia inicial del Tribunal Supremo
parecía orientarse por el criterio señalado por la recurrente, es también cierto que el Tribunal Supremo ha
abandonado más recientemente esa doctrina, entendiendo que tal superioridad o dominio del hombre sobre
la mujer no constituye un elemento del tipo. Y este criterio ha sido seguido por esta Audiencia Provincial, en
general, y por esta Sección, en particular.
Debemos traer a colación la doctrina jurisprudencial ( SSTS 703/2010, de 1 de julio, y 807/2010, de 30 de
septiembre) elaborada en torno al delito de lesiones del art. 153, pero que, como se apunta en el recurso,
puede extrapolarse también al delito de coacciones del art. 172.2 del Código. En concreto, la última sentencia
mencionada, en la que el recurrente alegó que los hechos deberían haber sido tipificados como falta del art.
617, y no como un delito del art. 153, señala que "En apoyo de la objeción relativa al art. 153 C penal se afirma
que la conducta correspondiente careció de connotaciones machistas y no estuvo animada por la voluntad
de sojuzgar a la pareja o mantener sobre ella una situación de dominación, sino que estuvo relacionada con
cuestiones económicas.
Pero la Audiencia ha discurrido muy bien sobre este aspecto, al poner de relieve que ese precepto depara
protección a la mujer frente a las agresiones sufridas en el marco de una relación de pareja, y ambos extremos,
el de la convivencia en ese concepto y el de la violencia del que ahora recurre sobre su conviviente están
perfectamente acreditados". Es decir, en ningún momento se alude a un elemento finalista que no forma parte
del tipo.
Es esta misma opinión la que, como hemos dicho, ha establecido de forma pacífica esta Audiencia Provincial.
En este sentido, la SAP Baleares, Secc. 1ª, 7-4- 2009 rechaza los argumentos relativos a que la agresión física

8
JURISPRUDENCIA

del hombre hacia la mujer sea una manifestación de la discriminación, de la situación de desigualdad o de la
relación de poder del hombre sobre la mujer, determinando la condena no por delito de lesiones, sino por falta,
si no se constata ninguno de esos elementos. Entendimos en dicha sentencia que el legislador ha querido, por
un lado, reforzar la protección de la mujer que es o ha sido esposa, o mujer unida por una análoga relación
de afectividad, del sujeto activo, aun cuando no haya convivencia. A ello habría que añadir que el legislador
ha suprimido el párrafo segundo del art. 617.2 del Código Penal, determinando con ello la desaparición de las
faltas de violencia física ejercidas sobre los sujetos enumerados en el art. 173.2 del Código. Por ello, "cualquier
agresión contra éstos, aunque se trate de un hecho aislado y no llegue a causar lesión, pasa a ser delictiva por
el carácter pluriofensivo del hecho. De este modo, toda agresión física dolosa del hombre sobre la mujer que
es su pareja o ex pareja (actual artículo 153.1 CP) entrará en el marco jurídico-penal de la violencia de género
por disposición del legislador, sin que para la aplicación de dicho tipo CP debamos exigir en el caso concreto,
como elemento intencional, la manifestación de la discriminación, la situación de desigualdad o la relación de
poder del hombre sobre la mujer".
En los mismos términos se pronunció esta Audiencia Provincial en la sentencia 8-5-2013, al decir "Por lo que
respecta a la calificación de los hechos relativos a las lesiones que el acusado ocasionó, igualmente debemos
compartir las alegaciones efectuadas por el Ministerio Fiscal. Así, no pueden compartirse los razonamientos
del órgano decisorio en relación con la exigencia para la existencia del tipo penal del artículo 153 del Código
Penal de un especial elemento subjetivo entre los miembros de la pareja en el momento de ejecutar la agresión
contra la persona a la que se refiere el meritado ilícito.
El referido elemento finalístico que se invoca, y al que se ha hecho referencia en alguna de las sentencias
de Audiencias Provinciales, no constituye ninguno de los elementos del tipo penal aplicado -maltrato en el
ámbito de la violencia doméstica, del art. 153.1 -, que no exige, en consecuencia, la prueba de que las razones
últimas en el obrar del sujeto, ajenas al proceso penal, como en el resto de las infracciones penales sino que,
objetivamente, y de forma intencionada y voluntaria, ha perpetrado la acción que el legislador ha considerado
constitutiva del ilícito penal, y le ha aparejado una pena determinada.
Y, por ello, siempre hemos entendido, como lo seguimos haciendo al día de hoy que, ese elemento finalístico
del que hablan las resoluciones que invoca el recurrente, no constituye un requisito fáctico necesitado de
prueba, en la configuración de los tipos penales introducidos en el Código Penal por la LO 1/2004 (148.4, 153.1,
171.4 y 172.2) bastando la acreditación de la acción expresiva de la violencia, en cada caso, y las relaciones
de pareja, vigentes o pasadas, entre agresor y víctima, para que se estime la existencia de cualquiera de los
delitos enunciados.
Cuando se habla de que los referidos tipos penales contienen determinados elementos subjetivos del injusto
que exigen que, para su condena, se encuentre presente un ánimo específico, una especial intención, se obvia,
además, que cuando tales elementos se encuentran presentes en la infracción penal, se contienen en la propia
configuración del tipo (así, en el delito de hurto, p. ej., está presente, como elemento subjetivo, el "ánimo
de lucro", expresamente exigido en el artículo 234 CP ; o en la "tenencia de drogas tóxicas, estupefacientes
o sustancias psicotrópicas, preordenada al tráfico" del artículo 368 CP) que, normalmente, pueden fijarse
mediante un proceso de inducción, que no implican presunción, sino su acreditación con arreglo a las reglas
de la lógica a partir de unos hechos acreditados, y que deben ser hechos constar, expresamente, en el relato
fáctico de la sentencia en que se sustente la condena.
La reciente STC 59/2008, de 14 de mayo de 2008, por la que se ha declarado la plena constitucionalidad
del artículo 153.1 CP, así como las diversas sentencias que, posteriormente, han venido resolviendo las
diferentes cuestiones de constitucionalidad interpuestas contra el resto de los tipos penales modificados por
la LOMPIVG, que mantienen el mismo criterio que en la señalada (la última de ellas, la STC 45/2010, de 28 de
julio) debería haber venido a zanjar definitivamente la cuestión, puesto que viene a descartar la necesidad de
exigir en este delito un elemento finalista que el propio precepto no incorpora, de modo consciente, puesto
que, como dispone el artículo 5.1LOPJ, tal interpretación vincula a todos los Jueces y Tribunales.
Y, en el mismo sentido, el TS ( SSTS 703/2010 de 15 de julio y la 807/2010 de 30 de septiembre, que claramente
han contradicho la línea que parecía irse plasmando por el propio TS a raíz de las sentencias 654/2009, 979)
y 1177/2009, hasta afirmar que "a efectos legales, es por completo indiferente que la motivación (del autor),
hubiera sido económica o de otro tipo, cuando lo cierto es que el acusado hizo uso de la fuerza física para
imponer una conducta contra su voluntad a la perjudicada, relacionada con él como consta".
De manera que, el tipo del artículo 153.1 CP, no exige la concurrencia de ningún otro ánimo especial o distinto
referido a la prueba de cuáles hayan sido las razones últimas en el obrar del sujeto, que son ajenas al proceso
penal, como en el resto de las infracciones penales, salvo en las que así se disponga, de forma expresa, sino

9
JURISPRUDENCIA

únicamente que se acredite que objetivamente y de forma intencionada y voluntaria, ha perpetrado la acción
que el legislador ha considerado constitutiva del ilícito penal, y le ha aparejado una pena determinada".
Este interpretación ha sido seguido de forma unánime por las dos secciones de la Audiencia Provincial de
Baleares, debiendo citarse la S 28-11-2014, de la Sección Primera, y la S 16-12-2014, de la Sección Segunda.
Esta última reitera que "el tipo penal que sanciona el artículo 153.1 exige un acto de maltrato que no constituya
delito realizado por el varón contra la mujer que sea su pareja o ex pareja. El precepto no precisa otros
elementos que la acción agresiva no sea constitutiva de delito y que esa agresión se produzca en el contexto
relacional y de vinculación entre sujeto activo y pasivo que exige el tipo penal.
El precepto no establece, ni impone, que deba de existir una situación de dominación o de abuso del varón
sobre la mujer, ni que sea manifestación de una conducta machista, pues en tal caso no tendría sentido la
punición del artículo 153.2 del CP, cuando el sujeto activo es la mujer y el pasivo el hombre, que es o ha sido
pareja de aquella, ni tampoco que se castigue la violencia interfamiliar entre las otras personas a que se refiere
el artículo 173.2 del CP.
La punición de estas conductas y en concreto de la violencia de género no tiene su fundamento en el sexo del
sujeto pasivo, sino en que el legislador ha apreciado un desvalor añadido a los ataques a la libertad, integridad
y seguridad de las mujeres al estimar que se encuentran insuficientemente protegidas, así como porque el
autor inserta su conducta en una pauta sociocultural arraigada de desigualdad y de subordinación de la mujer
al hombre en el ámbito de la relación de pareja.
Es importante subrayar que todas las disposiciones adoptadas por el legislador -entre ellas la modificación
del art. 153 CP - tienen como fundamento y como marco de su desenvolvimiento, lo que el legislador ha
denominado violencia de género, considerando el mayor desvalor de esta violencia en tanto que afecta a la
igualdad, a la libertad, a la dignidad y a la seguridad de las mujeres en el ámbito de las relaciones de pareja,
"....porque el autor inserta su conducta en una pauta cultural generadora de gravísimos daños a sus víctimas
y porque dota así a su acción de una violencia mucho mayor que la que su acto objetivamente expresa" ( STC
num. 45/2009, de 19 de febrero), produciendo un efecto negativo añadido a los propios usos de la violencia
en otro contexto ( STC num. 95/2008, de 24 de julio). Y es en esta misma resolución donde se reitera que el
ámbito de la L.O. 1/2004, de 28 de diciembre y las medidas que en ella se adoptan, es el de la violencia de
género al señalar que "la diferencia normativa la sustenta el legislador en su voluntad de sancionar más unas
agresiones que entiende que son más graves y más reprochables socialmente a partir del contexto relacional
en el que se producen, y a partir también de que tales conductas no son otra cosa (...) que el trasunto de una
desigualdad en el ámbito de las relaciones de pareja de gravísimas consecuencias para quien de un modo
constitucionalmente intolerable ostenta una posición subordinada".
Cierto es que el TS en alguna sentencia (STS 58/2008, 654/2009 y 1177/09), integrando los elementos del
delito a partir de lo dispuesto en el artículo 1.1 de la LO 1/2004 y en su exposición de motivos, ha señalado
que el delito de violencia de género - cuyas consideraciones podrían ser trasladadas a la violencia doméstica
exigiendo que entre víctima y agresor exista una situación de abuso o de especial vulnerabilidad - precisa
que sea manifestación de un acto de violencia machista, de abuso o de dominación , el cual no se daría en
supuestos de pelea o riña mutua, al tratarse de una situación de violencia entre iguales en la que desaparecería
el fundamento de la punición del artículo 153 del CP, por lo que el hecho habría de ser sancionado como
falta. Este criterio, que requeriría de un elemento tendencial, actualmente ha sido abandonado en resoluciones
posteriores ( STS 807, de 30 de septiembre de 2010, ATS 746/2011, de 2 de junio, Roj, 6908/11, ATS
20663/2012 de 31 de julio y ATS 54/2014, de 23 de enero -), línea esta que esta Sala comparte y asume
plenamente, pues el TC (STC 201/09, 153/09, 81/08) al declarar la constitucional de este precepto y de otros
que pretenden sancionar la violencia de género, nos enseña que la diferencia de tratamiento penológico
cuando el sujeto pasivo es mujer que ha sido pareja o ex-pareja frente al hombre, no se fundamenta o sustenta
en exigencias de un elemento subjetivo o por razones de sexo, sino en motivaciones de política criminal al
estimar el Legislador necesario erradicar un modelo socio-cultural que ha estado presidido por relaciones de
dominación o de machismo del hombre sobre la mujer y porque aquellas por lo general en las relaciones de
pareja suelen ser, en la mayor parte de las ocasiones, las que sufren situaciones de maltrato físico y psíquico
por parte de sus parejas o ex-parejas, mientras que el caso de los hombres estos ataques son menores
en número, de ahí que, por razones de discriminación positiva, se justifique y dispense por el Legislador un
tratamiento penológico distinto cuando el sujeto pasivo es una mujer, que, por lo mismo, no lesiona el principio
de igualdad.
El fundamento de la punición de estas conductas de violencia familiar (que comprende la violencia de género)
va dirigida precisamente a garantizar la paz, sosiego y la tranquilidad familiar, así como la dignidad y respeto
que han de mostrarse los miembros de una misma familia entre sí y por supuesto los integrantes de la pareja
o ex pareja, entre otras razones porque nuestra constitución protege la institución familiar, razón por la cual

10
JURISPRUDENCIA

el Legislador ha considerado que los actos de violencia que tienen su seno en la familia, del tipo que sea,
aunque no constituyan delito de lesiones y pudieran ser incluso considerados falta, los ha elevado a categoría
de delito anticipando la barrera de protección, precisamente porque el bien jurídico protegido no radica, única y
exclusivamente, en la integridad física, sino en garantizar la paz y tranquilidad que han de presidir las relaciones
entre familiares que conviven bajo un mismo techo y en el respecto a la dignidad personal de sus integrantes.
De hecho y a diferencia de lo que ocurre con la violencia de género en la violencia familiar no contempla un
tratamiento penométrico diferenciado por razón de sexos. Es pues indiferente para apreciar el tipo penal que
hubiera habido o no una situación de riña o pelea mutuamente aceptada entre los familiares convivientes,
ya que lo persigue y busca conseguir el legislador es erradicar las situaciones de violencia interfamiliar (que
abarca la violencia de género y la doméstica) e implantar un modelo socio-cultural sustentado en la protección
de los valores de cariño, dignidad y respeto muto que se merecen entre sí los integrantes de una familia, en
tanto institución esencial en nuestra comunidad, garantizando que la convivencia entre sus componentes sea
digna y pacífica y se asiente sobre valores de respeto y consideración mutua, estimando reprochable como
delito cualquier manifestación de violencia física producida en ese contexto relacional y convivencial.
La existencia de una situación de riña mutua, por tanto, no constituye argumento para que desparezca el
fundamento de la protección del artículo 153.1 y que la conducta se sancione como falta. Abandonamos, pues,
el criterio que al respecto venía siguiendo esta misma Sección en resoluciones precedentes, una de las cuales
cita la propia recurrida".
Con arreglo a esta doctrina debemos concluir que las coacciones leves ejercidas por un hombre contra quien
sea o haya sido su esposa o mujer a la que esté o haya estado ligada a él por una análoga relación de
afectividad, aunque ya no haya convivencia, o son constitutivas de un delito del art. 172.2, o son atípicas. En
ningún caso podrían ser constitutivas de falta del art. 620.2 -hoy delito leve del art. 172.3 del Código.
Por ese motivo, la Juez de lo Penal ha considerado que los hechos son constitutivos de un delito de coacciones
leves del art. 172.2, pese a que en el Fundamento Jurídico Segundo de la sentencia se califique la conducta
del acusado como grave. Es por ese delito por el que tanto el Ministerio Fiscal como la acusación particular
han formulado acusación, y las penas barajadas alternativamente en la sentencia para imponerlas al acusado,
son las previstas en dicho artículo.
Por consiguiente, consideramos correcta la calificación jurídica efectuada por la Juez de lo Penal a la hora de
considerar los hechos constitutivos de delito.
Sin embargo, la Sala considera que no puede obviarse el hecho de que en el marco de esa relación sentimental
que mantenían las partes, y que en el propio recurso se califica de "tóxica", las discusiones y los insultos
eran mutuos, y así consta en los mensajes de whatsapp que constan a los folios 286 a 296. En este
contexto creemos que las circunstancias en las que se produjeron esos insultos y esas llamadas por parte del
acusado hacia su entonces pareja sentimental, no pueden desvincularse de la actitud de celos que, en algunas
ocasiones, también mantenía la denunciante respecto del acusado, momentos en los que, como se pone de
manifiesto en muchos de los numerosísimos mensajes que se intercambiaban diariamente las partes, Zaida
dirigía insultos hacia el acusado llamándole también "hijo de puta", "eres un puto cabrón", te vas a enterar",
"vete a la mierda".
En atención a lo expuesto, consideramos razonable tipificar los hechos conforme a lo previsto en el párrafo
último del apartado segundo del art. 172.2, que permite la imposición de la pena inferior en grado a la prevista
en los párrafos anteriores en atención a las circunstancias personales del autor y a las concurrentes en la
realización del hecho. Se trata de una facultad que corresponde al Juez o Tribunal a la hora de determinar la
pena y valorando circunstancias que dependen del caso concreto y que, en el presente caso, consideramos
que favorecen la aplicación de este subtipo atenuado.
En este contexto penológico, teniendo en cuenta que no concurren circunstancias atenuantes, y que, como
ha razonado la Juez a quo a la hora de individualizar la pena correspondiente a este delito, existen motivos
suficientes para no aplicar la pena inferior en grado -motivos que la Sala comparte-, resulta proporcionado
imponer al acusado la pena de cuatro meses de prisión y la pena de ocho meses de privación del derecho a la
tenencia y porte de armas, manteniendo el resto de penas accesorias impuestas en la sentencia de instancia.
QUINTO.- El ultimo motivo de impugnación guarda relación con la condena en costas impuesta al acusado
en relación a las costas de la acusación particular, cuya actuación en el procedimiento ha calificado de
innecesaria y superflua.
Es doctrina jurisprudencial reiterada la que destaca que el fundamento de la imposición de las costas no es el
punitivo, sino el resarcimiento de los gastos del proceso indebida e injustamente soportados, bien por la parte

11
JURISPRUDENCIA

perjudicada por el comportamiento antijurídico del culpable, bien por el procesado en caso de acusaciones
infundadas o temerarias.
El art. 124 del Código Penal, que impone la obligatoriedad de la inclusión de los honorarios de la Acusación
Particular en los delitos sólo perseguibles a instancia de parte, nada dice sobre los demás hechos delictivos
dejando subsistentes los criterios jurisprudenciales en la materia, que pueden resumirse en los siguientes: La
condena en costas por el resto de delitos no perseguibles únicamente a instancia de parte incluye como regla
general las devengadas por la Acusación Particular o actor civil.
En este sentido, el Tribunal Supremo ha establecido de manera consolidada la doctrina consistente en que las
costas de la acusación particular deben comprenderse dentro de la condena en costas que se debe efectuar al
condenado en una sentencia penal ( art. 123 del Código Penal), incluso aunque no se establezca expresamente
dicha inclusión en la sentencia. Esa inclusión de las costas de la Acusación Particular se hace a modo de
resarcimiento por su intervención en un proceso seguido para la persecución de un delito del que ha sido
víctima, en defensa de sus intereses y en el ejercicio de sus derechos constitucionales a la tutela judicial
efectiva y a la asistencia letrada. De dicha regla general de la inclusión de las costas de la acusación particular
en la condena en costas deben excluirse solamente aquellos supuestos especiales en los que la acusación
particular haya resultado notoriamente inútil o superflua, o bien gravemente perturbadora por mantener
posiciones absolutamente heterogéneas respecto de las conclusiones mantenidas por la acusación pública y
con las aceptadas en la sentencia, o pretensiones manifiestamente inviables, sin que la heterogeneidad pueda
apreciarse, sin más, por la diferencia calificadora, cuando ambas conclusiones encuentran una razonable y
fundamental correspondencia dentro de los márgenes de opinabilidad con que las cuestiones jurídicas son
susceptibles de ser enfocadas. Y el apartamiento de la regla general citada debe ser especialmente motivado,
en cuanto que hace recaer las costas del proceso sobre el perjudicado y no sobre el condenado (Así SSTS de
7-12-1996, 28-11-1997, 16-7-1998, 15-9-1999, 15-9-2003, 14-11-2003, 14-3-2005, 25-11- 2005, 6-10-2006; núm.
567/2009, de 25-5; núm. 1092/2009, de 23-10; núm. 1089/2009, de 27-10, etc.)
Aplicando esta doctrina al caso que nos ocupa, podemos comprobar cómo:
- La acusación particular acusó al aquí recurrente como autor de un delito de lesiones y de otro de coacciones,
solicitando las penas de 1 año de prisión, tres años de privación del derecho a la tenencia y porte de armas, y
cinco años de prohibición y aproximación y de comunicación a la víctima por cinco años, por cada delito, así
como una indemnización de 1.000,00 euros.
- El Ministerio Fiscal había formulado anteriormente acusación en los mismos términos que lo hizo después
la acusación particular.
- La sentencia condenó al acusado como autor de un delito de lesiones del art. 153.1 y otro de coacciones del
art. 172.2, a las penas de 6 meses de prisión, de dieciocho meses de privación del derecho a la tenencia y porte
de armas, y de dieciocho meses de prohibición de aproximación y comunicación con Zaida , y de ocho meses
de prisión, dos años de privación del derecho a la tenencia y porte de armas, y dos años de prohibición de
aproximación y comunicación con Zaida , respectivamente. Concedió una indemnización de 1.000,00 euros.
La aplicación al presente caso de la doctrina jurisprudencial expuesta conlleva que no podamos compartir los
argumentos del recurso que nos ocupa, ya que no consideramos que la acusación particular haya introducido
tesis y peticiones notoriamente inviables, perturbadoras, ni heterogéneas con las aceptadas en sentencia o
con las sostenidas por el Ministerio Fiscal. Tanto el Ministerio Fiscal como el Juzgado, que tramitó la causa
como Procedimiento Abreviado, consideraron que los hechos objeto de la misma podrían constituir un delito de
lesiones y otro de coacciones. Es cierto que la intervención de la víctima en el proceso como parte acusadora
no ha sido decisiva para el éxito de la acción penal que ya ejerció el Ministerio Fiscal, pero eso no quiere decir
que se pueda calificar de notoriamente intrascendente o innecesaria, y menos aún cuando el delito perseguido
se enmarca dentro de los de regulados por la Ley Orgánica 1/2004 de Medidas de Protección Integral contra la
Violencia de Género, que potencia precisamente la activa intervención en el proceso de las mujeres víctimas de
esta clase de delitos para ejercer adecuadamente sus derechos frente al agresor y conocer en todo momento
el estado de la Causa. En todo caso, la acusación presente fue más allá que el Ministerio Fiscal a la hora
de proponer prueba para acreditar los hechos por los que había formulado acusación, prueba que resultó de
importancia para sus pretensiones.
Debemos, por consiguiente, desestimar también el motivo que nos ocupa, por considerar que dentro de la
condena en costas efectuada por la sentencia de instancia deben incluirse las ocasionadas a la acusación
particular de Zaida .
SEXTO .- Las costas del presente recurso se declaran de oficio, según los artículos 239 y siguientes de la Ley
de Enjuiciamiento Criminal.

12
JURISPRUDENCIA

Vistos los preceptos legales citados, concordantes y demás de general, obligada y pertinente aplicación.

FALLO
LA SALA ACUERDA: ESTIMARPARCIALMENTE el recurso de apelación interpuesto por la Procuradora de
los Tribunales Dña. Mª del Carmen de Diego Martín, en nombre y representación de D. Tomás , contra la
Sentencia núm. 358/16, dictada en fecha 22 de noviembre de 2016 por el Juzgado de lo Penal número nº 1 de
Palma, en el Procedimiento Abreviado 28/16, en el sentido de condenar al acusado como autor de un delito
de coacciones en el ámbito familiar previsto y penado en el art. 172.2 párrafos primero y cuarto, a la pena de
cuatro meses de prisión, con la accesoria de inhabilitación especial para el ejercicio del derecho de sufragio
pasivo durante el tiempo de la condena, privación del derecho a la tenencia y porte de armas por un periodo
de ocho meses, manteniendo las penas de prohibición de aproximación y comunicación, asi como el importe
de la responsabilidad civil, en los mismos términos establecidos en la sentencia de instancia.
Se mantiene íntegramente la pena impuesta por el delito de lesiones en el ámbito familiar, asi como el resto
de pronunciamientos de la sentencia.
Se declaran de oficio las costas de esta alzada.
Notifíquese la presente resolución a las partes, previniéndolas que la misma es firme y que no cabe interponer
recurso contra ella.
Con certificación de esta resolución, remítanse las actuaciones originales al Juzgado de lo Penal expresado,
a los efectos procedentes, e interesando acuse de recibo.
Así por esta nuestra sentencia, de la que se llevará testimonio al Rollo de apelación, lo pronunciamos y
firmamos.
Diligencia.- Doy fe. El Letrado de la Administración de Justicia D. LUIS MARQUEZ DE PRADO MORAGUES.

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