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Simón Martínez Escaño-0000168869

Universidad de La Sabana
Historia de la Filosofía Moderna
Segundo parcial: Entendiendo el empirismo.

Primera pregunta: ¿El huevo lockiano o la gallina cartesiana?


La gallina. La única manera que encontrará Descartes para dormir es calmar su
duda, alejando la intranquilidad que viene de tener algo por correcto cuando no lo es.
No le son nada extrañas las ideas innatas, hace distinciones criticadas (Espinosa)
como intelección/imaginación, y sostiene la existencia de Dios y la inmortalidad del
alma a partir de formar-por lo menos en el caso del alma-un concepto lo más claro y
distinta que se pueda. Además, inaugura sus meditaciones mostrando por qué podemos
dudar de casi todo, y se ensaña con todo lo que para él carece de fundamento. Su
bandera es la certeza.
El huevo. En la noche juerguista de Locke, él y sus amigos llegaron a la conclusión
de que es menester “examinar nuestras aptitudes y ver qué objetos están a nuestro alcance o
más allá de nuestros entendimientos". Su principal preocupación es qué tipo de objetos
podemos conocer, y por ende pone en duda nuestra capacidad de conocer algo. Sobre
este principio comienza su tratado, en el cual, luego de su crítica a las ideas innatas,
nos habla sobre “las ideas” y su formación en la mente: Alguna especie de
movimiento en los objetos que llegue hasta el asiento de la sensación, produciendo ideas
particulares de los objetos.
En virtud de que es necesaria la seguridad de la certeza para formar una idea, se
podría considerar la inquietud cartesiana como más primigenia. De esta misma
manera, aparentemente tenemos que estar seguros de que viene de una gallina antes
de situarnos en el huevo. El poder decir “la gallina lo pone” (evidenciar la relación
causal entre gallina y huevo), no es necesaria para entender en verdad cómo es que
surge un huevo. Así, como la génesis de las ideas no es la preocupación en Descartes,
como sí lo es en Locke, la preocupación del inglés es más primigenia.

Segunda pregunta: ¿Azulado o al lado cartesiano?


Palomino, muy filosófico él, introduce un muy importante depende a la hora de
exponer si el caso del azul refuta o no el empirismo de Hume. Dice lo siguiente: si
estamos hablando de aceptar la poca relevancia que Hume la da al contraejemplo,
podríamos hacerlo si tenemos claro que lo que Hume pretende es negar la existencia
de ideas con algún origen insensible
Por otro lado, podemos pensar el contrargumento con relación a la crítica que hace
Hume de ideas como sustancia, de las cuales dice que no tienen sentido al no venir de
impresión alguna. En este caso, Hume no sale bien librado, pues el implacable
principio que destruye algunas ideas metafísicas es el mismo que resulta
extrañamente indulgente con una “excepción a la regla”.
Simón Martínez Escaño-0000168869

Así las cosas, estaría de acuerdo con Palomino en que el contrargumento no es


fatídico con el principio empirista, pero esto no significa que Hume salga ileso. La
manera en que plantea el ejemplo del matiz de azul en la I.C.H es si alguien que
reconoce que hay un vacío es capaz de hacerse una idea del matiz particular que falta.
Dice que cree que “hay pocos que piensen que no es capaz de ello”, y procede a
desechar el ejemplo considerándolo como “tan excepcional que casi no vale la pena
observarlo”. Hume no considera que por este se deba rechazar su principio, pero
nunca niega que es posible e incluso la manera en que lo presenta hace pensar que lo
acepta como válido.
Si Hume fuese tan condescendiente con el rival como Berkeley, aceptaría que la mera
posibilidad de que esto fuera así sería suficiente para constituir un contrargumento
sólido, pero, como ya vimos, incluso aceptándolo como cierto, la base del empirismo
de Hume sobrevive. Sin embargo, no es que Palomino diga que no lo afecta, sino que
minimiza las consecuencias que tiene su aceptación sobre el empirismo de Hume.
Ahora, me parece que la cuestión no puede reducirse a eso y, si tenemos en cuenta
que Hume acepta el contrargumento, no podemos defenderlo, pues, si su principio
pretende ser una regla general, su validez lógica se cae pues “un solo contraejemplo
vale lo mismo que mil” (Palomino, p.2).

Tercera pregunta: Can´t touch MC Hummer


¿Kant puede responder la crítica empirista? Me remito al “giro copernicano” y lo que
entendí de este: Lo importante es lo que aporta el sujeto a la hora de conocer, esto
es, sus estructuras a priori con las que interroga a la naturaleza y la hace hablar.
Dentro de las categorías con las que se entienden los fenómenos naturales, haciendo
posible el estudio científico de la realidad, está la de causalidad. Según entiendo el
argumento del juicio B basa su validez sobre todo en la primera premisa
“Entendemos el juicio B”, pues este es condición de posibilidad de la segunda, y
finalmente nos indica que entendemos la causalidad.
Para Kant, entonces, sí poseo, de alguna manera, el concepto de causalidad que,
además es el fundamento de la posibilidad de la experiencia, ya que, en el caso del
“juicio A”, si no fuese por que la relación causal existe a prori en mi intelecto, yo no
podría entender que lo que Martín está dañando no es un reloj y no un celular, ni
ningún otro tipo de juicio que involucre el concepto de causalidad.
Ahora, he aquí el problema. Puestas así las cosas, estaría de acuerdo con que Kant
es capaz de responder a la crítica empirista, pero sólo si la crítica empirista estuviese
formulada como “usted no tiene ese concepto en la cabeza”. Sin embargo, esta no es
la crítica que le hacen Hume y Berkley, pues, aunque Kant ciertamente justifica los
fundamentos de la posibilidad de tener esos conceptos en la mente, no responde en
realidad a la inquietud Humeana.
Luego, la disputa la dirimo de esta manera. No voy a obligar a Hume a entender el
juicio B, pues decir que Hume niegue que el hombre reconoce la existencia de una
causa sería ignorar una gran parte del problema. Hume no podría nunca negar que
la causalidad está en la mente del hombre, pues hace parte de una de sus tres maneras
Simón Martínez Escaño-0000168869

en las que se relacionan las ideas, y su filosofía se basa en gran medida en esto. La
realidad de la inquietud Humeana va hacia que, si bien podemos hacer una
aproximación mental basada en el hábito, que nos lleva a pensar en la causa y el
efecto, jamás podremos entender a ciencia cierta cómo es que sucede este tipo de
relación entre los fenómenos que experimentamos. Esta es, en parte, la cuestión del
pan y de su nutrición, pues aunque reconozco que si me lo como muy probablemente
me nutra, esto no significa que entienda el por qué de este suceso, pues confiar en las
características sensibles del pan no es suficiente para evitar pensar que sus cualidades
no serán las mismas y, por ende, puede que la siguiente ve no me nutra.

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