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Hemos visto que algunos autores han subrayado la interrelación e implicación que existe

entre la cultura y las estructuras inconscientes del ser humano, es decir su psique y su
personalidad. Pues bien, esta relación entre las características de la personalidad y la
cultura en la que viven los seres humanos ha sido motivo de estudio y debate desde el siglo
XIX tanto en el campo de la antropología como en el de la psicología (véase el antiguo
manual de Honigmann: Culture and Personality. Uno de los pioneros en este campo fue E.
Sapir, quien comenzó a valorar las diferencias entre los fenómenos individuales y sociales,
y subrayó que la personalidad se forma a través de un proceso de «interacción» en el que
entran en juego, por una parte, aspectos culturales y, por otra, necesidades físicas y
psicológicas del individuo que no acepta sin más la cultura que se le transmite y trata de
reelaborar muchas de sus facetas para integrarlas en sus necesidades. Cultura y
personalidad emergen, así como una especialidad aplicada de la antropología cultural que
combina los datos psicológicos observados en los individuos de una sociedad con el modelo
etnográfico de la misma. En el campo de la antropología uno de los primeros trabajos
dedicados a la relación entre personalidad y cultura se lo debemos a Liman (1945), y a
partir de él ya no ha cesado la producción de investigaciones sobre este mismo tema. R.
Liman parte de la consideración de que los problemas de la personalidad en relación con
la cultura han sido olvidados por los etnólogos, preocupados, sobre todo, por examinar los
fenómenos colectivos de la sociedad y la civilización. Durante mucho tiempo se ha
considerado al individuo como un simple portador de la cultura que todos comparten con él,
sin preocuparse por conocer cómo asimila esa cultura o por qué, en determinadas
circunstancias, abandona ese rol pasivo y se convierte en agente de cambios culturales.
Los psicólogos, a su vez, han buscado la ayuda de los antropólogos después de haber
intentado explicar las semejanzas o diferencias individuales en base, sobre todo, a factores
biológicos, sin tener demasiado en cuenta los culturales, con lo cual sus explicaciones
llegaron con frecuencia al reduccionismo de basarse solamente en la existencia de instintos
de carácter universal (Tentori, 1976: 125). Linron, sin embargo, destaca la importancia de
la integración como factor de entrelazamiento de los diversos componentes culturales tales
como las instituciones sociales, los sistemas de estatus y otros aspectos de la sociedad.
Por eso define la cultura como "la configuración de la conducta aprendida y de los
resultados de la conducta cuyos elementos constitutivos son compartidos y transmitidos por
los miembros de una sociedad dada». El énfasis en la transmisión subraya el aspecto
comunicativo de la cultura. Este concepto pone de relieve, sobre todo, los aspectos de la
tradición, el simbolismo y la integración cultural. Por tradición se refiere a la continuidad de
la cultura como fuente de las directrices que permiten resolver, de modo rutinario, los
imperativos Fundamentales de la existencia (el nacimiento, la muerte, el parentesco); el
simbolismo se refiere a la importancia de la experiencia no material, así como a la
transmisión del pensamiento y la información sin la presencia directa de los objetos mismos
(el lenguaje, las actitudes y valores); y la integración se apoya en las dos anteriores
(Hollander, 1968: 221). No es fácil determinar en qué medida la cultura de una sociedad
configura la personalidad individual, sin embargo, hay un consenso general sobre el hecho
de que las características distintivas de una persona se hallan ineludiblemente vinculadas
a la sociedad en la que vive. Esta relación surge del hecho de que la personalidad se
desarrolla como una función de la adaptación social. El descubrimiento de que la
personalidad varía según las personas y las culturas llevó a los psicólogos a revisar muchos
de los conceptos básicos que habían utilizado, y la colaboración entre estudiosos de ambas
disciplinas generó investigaciones que dieron mucha luz en este campo del conocimiento,
llegando a elaborar la teoría sobre la personalidad básica (Kardiner, 1939) o los estudios
sobre caracteres nacionales (Mead-Gorer, 1961). Liman afronta una serie de problemas
relativos al papel que juega la cultura como factor de formación de la personalidad. El
primero de estos se refiere a la formación de la personalidad típica de cada cultura. ¿Por
qué es posible individuar un carácter típico de los franceses o de los estadounidenses?
¿Qué factores son los que hacen que un estadounidense tenga un tipo de personalidad
distinta a la de un francés? La esencia del problema del carácter nacional reside en el grado
en que las naciones civilizadas modernas poseen culturas nacionales distintas, y en la
medida en que los elementos culturales compartidos por las distintas unidades sociales que
componen dicha nación reflejan un denominador común de la personalidad de sus
habitantes (Hollander, 1968: 325-326). Para resolver este problema el autor recurre al
concepto de personalidad básica, es decir aquella parte fundamental de la personalidad
que se forma en la infancia por influencia de las técnicas educativas. El segundo problema
que se presenta en toda cultura es saber por qué partiendo de una identidad de la
personalidad básica se da una gama de variedades cuyo origen, según Liman, había que
buscar en parte en los factores bio16gicos de las personas y, en parte, en la variedad de
los ambientes familiares que encontramos en toda cultura dentro de la identidad de la
institución familiar. La personalidad de base, o fundamental, es aquella configuración
psicológica propia de los miembros de una sociedad determinada, caracterizada por un
estilo de vida de acuerdo con el cual sus individuos se organizan. El conjunto de
características que componen esta configuración se llama así no porque represente
exactamente una personalidad sino porque constituye la base de la personalidad de los
miembros del grupo, es decir, la matriz a partir de la cual se desarrollan los caracteres de
la personalidad. Kardiner fue el primero que introdujo el empleo del concepto estructura de
la personalidad básica (1939) mediante el cual se estableció la importancia de ciertos datos
de la socialización infantil. Según Esteva por estructura de personalidad básica, Kardiner
entiende un conjunto de caracteres, psíquicos y de comportamiento derivados de la acción
que ejercen las instituciones de una sociedad sobre el individuo. Estas instituciones son las
disciplinas aplicadas a los niños, la instrucción en el lenguaje y sus símbolos ideológicos,
las técnicas de subsistencia, los sistemas de pensamiento, y las constelaciones culturales
compartidas por los miembros de una sociedad como resultado de sus primeras
experiencias. Este concepto de personalidad básica no se refiere a la personalidad total,
sino más bien al sistema proyectivo o de valores que son fundamentales para la orientación
de la personalidad del individuo. En todo caso, la estructura de la personalidad básica nos
dice cómo difiere un miembro de una cultura respecto de otra. El proceso de socialización
infantil y ciertas instituciones, como las técnicas de subsistencia y la organización familiar,
son llamadas por Kardiner instituciones primarias. En cambio, a las constelaciones
inconscientes que, por añadidura, son pata Kardiner estables, las llama instituciones
secundarias o sistemas proyectivos. De acuerdo con esto, el estudio de los efectos que
tienen ciertas instituciones de comportamiento sobre el individuo proporciona al
investigador una base empírica para predecir qué tipo de carácter resultará de las mismas.
Este producto O carácter es lo que Kardiner llama personalidad básica. De esta manera, la
estructura de la personalidad básica viene a ser la síntesis misma de los resultados
derivados de la influencia de las instituciones primarias actuando sobre el individuo.

El hecho más importante aquí es el reconocimiento de que las instituciones con las que se
pone en contacto el individuo crean en él un condicionamiento sobre su personalidad.
Conforme a eso, la estructura de la personalidad básica es una construcción que trata de
explicar: a) cómo se integran ciertas instituciones en el individuo y b) cuáles son las
semejanzas que exhiben entre sí los miembros de una sociedad, lo cual significa que, dada
una cierta coherencia psicológica, la estructura de la personalidad básica explica las
interrelaciones entre las instituciones y los tipos de personalidad en una determinada cultura
(Esteva, 1993: 120-122). Si estos postulados son correctos se sigue que:

1) Los miembros de una sociedad determinada tendrán en común muchos elementos de


las primeras experiencias;
2) Por consiguiente tendrán también en común muchos elementos de la personalidad;

3) Y puesto que las experiencias de los individuos difieren de una sociedad a otra, diferirán
también los tipos fundamentales de personalidad de una sociedad a otra. La personalidad
básica no se corresponde con la personalidad total del individuo sino con los sistemas de
«valores-acritudes» que son fundamentales en su configuración, de tal manera que la
misma personalidad básica puede reflejarse bajo formas muy diferentes .de
comportamiento y puede encontrarse también en configuraciones totales de personalidad
muy diferentes. Es la matriz desde la que se desarrollan los aspectos de un determinado
carácter. Por tanto, el conocimiento de la personalidad básica de una cultura debe formar
parte de toda investigación que trate de comprender una cultura determinada en su
totalidad. Ahora bien, toda cultura tiene a su vez un sustrato fundamental, un patrimonio
común de ideas, de principios, de costumbres, de reacciones comunes a todos quienes
pertenecen a ella. A esto lo llama Linron universales de la cultura. En toda cultura existen
además otros elementos propios de las distintas categorías de individuos (por clases, sexo,
edad), que son los elementos particulares o especiales de la cultura. Por último, toda cultura
proporciona siempre a sus miembros ideologías, modelos de comportamiento, ideales entre
los que se puede escoger u optar, que son los aspectos o elementos alternativos de la
cultura. Según Esteva se considera que los individuos socializados dentro de una misma
nación comparten una tradición específica y poseen ciertas regularidades de conducta
culturalmente integradas. El carácter nacional es, por tanto, definido como un fenómeno
colectivo cuyo conocimiento es útil porque proporciona al investigador la idea de que existe
una configuración distintiva en un grupo de individuos. Se inicia así el concepto del carácter
nacional con la idea de que en toda sociedad existen ciertas regularidades o patrones
institucionalizados de cultura -formas de gobierno, leyes, organización familiar, estructura
económica, tradiciones, sistemas de comunicación, valores de orientación, sistemas de
comportamiento y lenguaje semántico- el núcleo de los cuales se manifiesta psíquicamente
en cada uno de los individuos adultos socializados en el seno de una sociedad-nación
(Esteva, 127-130). Para este autor el ámbito de cultura personalidad trata así de establecer
puntos de conexión entre el nivel orgánico y el superogánica y ver cómo se proyectan
ambos en el individuo y en los grupos sociales de una sociedad determinada, tratando de
superar la dicotomía entre lo etnológico y lo psicológico. En ese sentido la psicología
humana debe estudiarse como un fenómeno específico en cada sociedad, de manera que
el contexto cultural constituye la forma dinámica de la personalidad, y eso es posible porque
el individuo asume la herencia de su cultura y con ella asume también la integración con su
sociedad de tal manera que los fines de ésta se convierten en sus propios fines. Por eso
cuando tomamos a un individuo como representativo del tipo de personalidad predominante
en una sociedad determinada lo que pretendemos con ello es comprender la realidad de un
grupo social a través del ego de una persona.

Cuando los estudiosos se refieren al ámbito y relación entre cultura y personalidad están
subordinando el papel de la personalidad al presupuesto de que su existencia es una
función del sistema cultural y de la distribución de éste en forma de un sistema de rol-estatus
que sirve para ajustar al individuo a su medio y a sí mismo. Cualquier fracaso en este ajuste
supondrá también un fracaso pata la personalidad y pata los mecanismos de ajuste y
socialización entre ambos. Por tanto, el conocimiento del carácter social de la estructura
del ego pasa necesariamente por el análisis de la estructura social. De ahí que la estructura
de la personalidad sea una reproducción relativa del sistema cultural en el individuo. Se
entiende así que el desarrollo intensivo de esta clase de investigaciones aplicadas a un país
o carácter nacional se iniciase a partir de 1940 puesto que perseguía el objetivo de conocer
los modos de conducta característicos de los países amigos y enemigos de los Estados
Unidos durante la Segunda Guerra Mundial.

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