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Prólogo
Cuando los doctores Beato y Villarino pusieron en mis manos el material
recopilado tras sus años de estudio en los Territorios Españoles del Golfo de
Guinea, acerca de las cuestiones que hoy, motivan esta publicación, fui uno
de los primeros en impulsarles a divulgar el fruto de su labor, no tanto por lo
que en sí supone como hallazgo de evidencias bien estatuidas; sino por lo
que, encierra de faro luminoso que señala derrotas a seguir.
No habían de acompañar a estos nuevos cruzados del saber y cultura otros
ideales que aquellos vinculados al hombre hispánico, el cual supo «blanque-
ar» un Continente y redimir para el común disfrute de sus propios bienes cul-
turales a las razas más primitivas que lo poblaban, estableciendo así una valo-
ración ética de igualdad y no a expensas de rebajar su propio valor.
Tropiezan así Beato y Villarino, al llegar en su misión profesional a la
Guinea, con el ser humano, indígena de aquellas latitudes, y más que por fac-
tores culturales, guiados por elementos psíquicos conscientes, apuntan rápi-
damente la necesidad de realizar el estudio del negro en un sentido antropo-
lógico, estimulados por el mismo espíritu cristiano que animó otrora a fray
Bartolomé de las Casas y Francisco de Vitoria.
Fustigados por su gran verdad, nos la gritan, y «curioseando», para utilizar
sus propias palabras, bucean en el alma infantil del negro, como ellos dicen,
«con la mejor voluntad», aun admitiendo su escasa preparación técnica.
1
En BEATO GONZÁLEZ, V.; VILLARIÑO ULLOA, R. 1953. Capacidad mental del negro. Instituto
de estudios africanos. C.S.I.C. Madrid.
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Y con esta por ellos pretendida «deficiente preparación técnica» nos acucian
el espíritu presentándonos el ingente problema de su idea REGUERO DE LUZ.
Sólo el conocimiento objetivo y real del hombre indígena, sin prejuicios,
con cargas afectivas inadecuadas, que incapaciten su asimilación inteligen-
te, permitirá esa colonización espiritual de que nos hablan los autores, máxi-
ma aspiración en todos los tiempos para el sentido humano de colonización
que está infiltrado en la individualidad de nuestra Patria. A ello propenden
los autores.
Santiago, y julio de 1943. José Pérez y L. Villamil.
2
EATO (V.): «Contribución al estudio del desarrollo somático-morfológico del niño en Fer-
nando Póo y causas que influyen en su anómala evolución». Madrid, 1942.
3
ARBELLO (A.) y VILLARINO (R.): «Contribución al estudio de la despoblación indígena en los
Territorios Españoles del Golfo de Guinea, con particularidad en Fernando Póo». Madrid, 1942.
4
VILLARINO (R.) y BEATO (V.): «Contribución al estudio de las endemias en la isla de Fer-
nando Póo». Medic. y Cir., p. 20, 1941.
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II
Como materia para nuestro trabajo hemos elegido el niño, pues partía-
mos del hecho de observación vulgar en el país, que salta a la vista del
menos curioso, de que éste tiene una capacidad intelectual proporcional-
mente superior a la del adulto, capacidad que va perdiendo a medida que
aumenta su edad. Nosotros queríamos saber: ¿a qué edad cronológica
corresponde la mayor capacidad mental del negro?; ¿a qué retraso lleva esta
capacidad con relación a la del europeo?; ¿a qué edad comienza la involu-
ción psíquica y qué relación guarda con la involución somática? Conocida
esta máxima capacidad, que nos da la riqueza del negro en la representación
e ideas, ¿qué posibilidades tiene para aprender y retener materias que para
el escolar blanco no ofrecen grandes dificultades? Con esto se podría deter-
minar cuál ha de ser el porvenir de la escuela en África, o aún si valdría la
pena de montar la enseñanza en dicho sentido, tal y como la está desarro-
llando el Estado español. Creemos, en efecto, que nuestro trabajo aclara, de
manera que no deja lugar a dudas, que la orientación actual de la enseñan-
za en nuestra Colonia constituye uno de los más grandes borrones del libro
a que hemos hecho mención. Demostrado —como estimamos— que la capa-
cidad mental del negro no llega nunca a adquirir el desarrollo suficiente
para la comprensión de conceptos abstractos que rigen la convivencia del
europeo medio, es indudable que para bien de la Colonia y de España con-
vendría dar a la enseñanza una orientación más objetiva, enseñando al
hombre de color aquello que es capaz de comprender. Es la única manera
de sacar utilidad a sus servicios y de que el indígena esté contento al ver que
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Metodología
5
GOODENOUGH-ANDERSON: Experimental Child study», 1931.
6
BORING (E.): «A history of experimental psychology». 1929.
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Comentarios
7
MALINOWSKI; «La vida sexual de los salvajes». Morata, 1932.
8
SIMONDS (P. M.): «Diagnosing personality and conduct». 1931.
9
SPRANGER (O.): ‘Psicología de la edad juvenil’. Revista de Occidente, Madrid.
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adolescente de los trópicos, y así hasta llegar a las más finas diferencias del
paisaje y del clima».
Pero, a su pesar, existen cualidades anímicas que pudiéramos decir son
universales. Si nosotros estudiamos aisladamente los distintos «test», obser-
vamos que a esas cualidades corresponden, por ejemplo, el sentido de la
belleza al que se refiere él «test» I de la escala de YERKES, consistente en hacer
la pregunta: «¿cuál es la más bonita?», al tiempo que se muestran al niño
unas láminas en las cuales hay pintadas unas caras de mujer de distinta
belleza. Por lo general, todos los niños contestaban bien, tanto los de color
como los blancos; pero, además, cualquiera que fuese la edad, lo que nos
prueba que el gusto estético se desarrolla a una edad temprana en la infan-
cia de cualquier raza.
El «test» II estudia la capacidad de atención y fijación del niño. Vemos
cómo esta cualidad tiene un desarrollo más tardío en el negro, comenzando
hacia los diez años a conseguirse una puntuación que se mantiene casi uni-
forme en adelante. Puede deducirse que dicha capacidad de fijación es algo
mayor en el europeo, siendo de otra parte más precoz. Ningún niño de color
alcanza los cuatro puntos que ya consiguen niños españoles de nueve años
desgraciadamente, no hemos dispuesto de niños blancos de todas las edades,
y, dentro de las conseguidas, lo han sido en número muy escaso.
El «test» V intenta estudiar la capacidad de ordenación del muchacho. Es
muy curiosa la diferencia entre la raza blanca y la de color, que en todos los
casos estudiados no baja de cuatro puntos para la primera (excepto una niña
de diez años que solamente logró contar a partir de quince). Por otra parte,
en la raza de color el varón da siempre una puntuación mayor que la hembra,
puntuación que aumenta con la edad, alcanzando el máximo a partir de los
once años, para mantenerse sensiblemente uniforme en edades superiores.
El «test» IX, al igual que todos aquellos en los cuales se estudia una cua-
lidad intelectual pura para nada relacionada con la instrucción, la diferencia
existente entre los niños blancos y los de color es enorme, aumentando en
éstos con la edad, para alcanzar el máximo, como siempre, hacia los quince
años, a partir de cuya edad se conserva estacionaria.
En el «test» X no hay apenas diferencia de puntuación en ninguna edad,
salvo pequeñísimas oscilaciones, lo que muestra la incapacidad del negro
para definir conceptos en cualquier edad.
El «test» XI casi se mantiene con la misma puntuación que en el blanco,
y en algunas edades aún le supera; esto va de acuerdo con el hecho de que la
capacidad sensorial del hombre de color es superior a la del blanco, particu-
larmente en lo que respecta a los sentidos de la vista y del oído.
En los «test» XII y XVI no solamente interviene el sentido visual, sino que
el muchacho sabrá relacionar, por medio de un proceso interno, las repre-
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sentaciones obtenidas del mundo externo; siempre que esto sucede la supe-
rioridad del europeo es bien notoria. La capacidad para el dibujo aparece
precozmente en el niño negro, pero luego no evoluciona.
El «test» XIII está en concordancia con la riqueza de palabras y repre-
sentaciones, por lo cual también es inferior en el negro; hay que tener en con-
sideración que el negro tropieza en ocasiones con la dificultad del idioma;
bien es verdad que cuando esto sucedía intentamos nos dijera las palabras en
el idioma que mejor conociese.
También en el «test» XIV, o de analogía, interviene el conocimiento del
idioma; pero, pese a ello, y al igual que en el anterior, la aptitud del hombre
de color es menor que la del blanco, por la misma razón de una pobreza
mayor en representaciones y capacidad para formar relaciones análogas, y
más bien piensa esas palabras en una situación total, intuitiva; ordinaria-
mente no usan las conjunciones casuales.
El «test» XVII pone de relieve la gran diferencia existente entre la raza de
color y la blanca, manteniéndose la puntuación muy baja en la primera
durante todas las edades; lo cual habla en favor del poco sentido crítico del
negro, capacidad que no llega nunca a desarrollarse ni a la altura de un niño
europeo de nueve a diez años.
Lo mismo dice el «test» XVIII, si bien con mayor intensidad. El negro no
sólo carece de aptitud lógica, sino que más bien saca consecuencias ilógicas,
en parte debido probablemente a la falta de atención ante las cosas que le
rodean.
En el «test» XIX nos muestra el hombre de color una incapacidad casi
absoluta, pues apenas llega a ganar un punto. El negro no comprende las
narraciones figurativas ni las significaciones por traslación.
La misma incapacidad puede verse en el «test» XX, si bien en éste, con-
trariamente al anterior, aumenta algo la puntuación con la edad; sin embar-
go, el pensamiento aparece indiferenciado y difuso, no hallando un concep-
to en una serie de tres, dispuestos según la regla de la proporción, escapando
casi siempre la relación de igualdad.
Así como el niño es un organismo por desarrollar y lábil, las manifesta-
ciones de la conducta en el hombre de color han sido determinadas en épo-
cas pretéritas y se encuentran fijadas por la tradición. El niño se desarrolla
en un mundo infantil, que le es peculiar y que no corresponde al mundo de
los adultos. Sus reacciones responden perfectamente a la resonancia que en
ellos adquiere el mundo de los adultos. El negro, en cambio, vive normal-
mente de un modo persistente en el único mundo que le es propio. Aun
cuando el desarrollo de un niño en condiciones de ambiente salvaje se com-
para con el de un niño civilizado, hay que observar fundamentalmente el
menor grado de tensión existente entre la forma primaria y la adulta en el
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FRANKE (E.): «Geistige Entwicklung der Negerkinder», 1915.
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Técnica a seguir
Comentario
11
HUNTINGTON (E): «Civilización y Clima». Revista de Occidente. Madrid, 1942.
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los cuales se exige fuerza y docilidad, son preferidos los negros; mas si hace
falta poner en juego la inteligencia, se utiliza al blanco; el negro no puede uti-
lizarse para todos los trabajos. También en la agricultura muestran una
menor capacidad productiva los de color que los blancos, según han podido
mostrar los americanos de acuerdo con las estadísticas facilitadas por las
Oficinas del Censo estadounidense».
Algunos de estos extremos son igualmente vistos en nuestra Colonia; y
así, en lo que a la agricultura hace referencia, el producto obtenido por el
negro es, cualitativa y cuantitativamente, peor que el del blanco, bien enten-
dido que en el primer caso es cultivado directamente por el hombre de color,
mientras en el segundo lo cultiva, pero bajo la dirección del blanco, ya que
éste no trabaja en estas latitudes por impedirlo el clima. También nosotros
hemos obtenido una puntuación mucho mejor en el niño blanco que en el de
color, bien que el número de aquellos es muy escaso y pese a que se halla el
blanco en condiciones completamente desfavorables, cosa que no sucede al
de color, quien vive en su ambiente; y si éstas tampoco le favorecen, bien
claro está que, transportados, e incluso nacidos en climas del Norte, nunca
lograrán alcanzar la mentalidad del blanco.
Conclusiones