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El disco, por lo tanto, es esencial desde hace algunos años, para estudiar y conservar el cante. Y
andando el tiempo será imprescindible para conocerlo. De ahí que esta amplia colección discográfica que
HISPAVOX edita y ofrece a entendidos y curiosos, deba ser considerada un acierto pleno al reunir las
más relevantes voces cantaoras contemporáneas.
Pero en ello no radica solamente su mérito, sino que contiene otra excelencia que es sumamente
destacada y capital dada su importancia: el planteamiento de su realización, su perfecto ordenamiento por
estilos y, dentro de cada uno de ellos, la separación en lo posible de sus variantes más sustanciales y
representativas a nivel comarcal o personal. Y esto, este acertado planteamiento, es lo que convierte a la
presente antología en la más eficazmente didáctica de cuantas hasta hoy se han producido.
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Y este logro ha sido posible de conseguir por dos causas fundamentales: una, la que responde a la
riqueza de temas grabados, en todos los órdenes, como corresponde a la tradición en este campo de
HISPAVOX, porque permite la selección más exigente y la calidad requerida. La segunda es igualmente
importantísima, se trata de la categoría del antólogo, del productor, pues nadie más indicado e idóneo que
JOSE BLAS VEGA, para llevar a cabo con indiscutible éxito una tarea de esta índole con total
responsabilidad. JOSE BLAS VEGA, aparte de ser un investigador del arte flamenco auténticamente
seno, como lo demuestran sus escritos y estudios, su valiosa discografía -más de trescientos discos
producidos y bibliografía- Las tonás, Temas flamencos y Sus conversaciones con Pepe el de la Matrona y
Aurelio Sellés entre otros títulos-, tiene la virtud o el privilegio, por sensibilidad y vivencia, de ser un
verdadero cabal, un gran conocedor de los cantes en todas sus gamas y aires, lo cual le facilita la labor de
escoger siempre bien, entre distintas interpretaciones y voces, a mejor y más fidedigna versión para
ejemplificar un estilo.
El trabajo gustoso -como diría Juan Ramón Jiménez- que JOSE BLÁS VEGA ha culminado, tanto
en la vertiente práctica de realizar y de elegir las grabaciones como en el aspecto teórico -textos
orientadores y explicativos-, no es fácil ni muchísimo menos de realizar, ni por supuesto es labor de un
día, es producto de toda una vida dedicada, material y espiritualmente al desentrañamiento del cante
andaluz, tarea que además requiere una atención especialísima, aparte de la cifrada en el tiempo, que
podríamos denominar como la entendeduría natural, que se adquiere tanto por el estudio como por propio
instinto, una especie de singular apercibimiento de lo genuino y de lo legitimo del orbe del cante
flamenco. Y decimos orbe flamenco, porque el submundo de este arte, su sentido y su sentimentalidad,
conforte algo dificilmente definible, que se entiende acaso más por sensaciones que por raciocinios, y hay
que tener para hacerlo, para llegar a esa comprensión, un talento y un talante específico, el que JOSE
BLAS VEGA tiene, para calar en lo que en definitiva el cante aglutina de arte y sustantividad anímica y
humana.
Por todo lo reseñado, esta antología es ideal para identificarse con una manifestación artística y
popular que es consustancial con una tierra de ancestral: historia y cultura, nacida de unos estratos
sociales -tan determinados y característicos como intransferibles, cuyas razones van explicitas en la copia
y en la música, en el mensaje y en la entonación, por lo que su definición es casi imposible, pues el cante
jondo es poética y musicalmente tan encarnadura de raza, que, como escribió Noel: "el cante no cabe en
el papel".
Más el cante sí cabe en el disco. Y aquí está para definirse por si solo en todos sus rumbos,
poniendo de relieve sus motivaciones, sus temáticas -principalmente, como en la poesía, los eternos temas
del amor, la vida y la muerte-, sus compases, su dramatismo y su algarabía rítmica y festera, todo ese
amplio abanico de raciales y musicales pronunciamientos que van del romance o corrío –génesis, como
bien apunta JOSE BLAS VEGA, de la copia flamenca-, hasta las resonancias hispanoamericanas que se
filtran en las colombianas o en las guajiras, pasando por la solemnidad tonal y casi litúrgica de la toná y
del martinete: el desgarro y la tragirrabia de las distintas siguiriyas -las de los Puertos, Jerez, Triana,
Cádiz, etc.; los sones primitivos de la liviana; el aire abierto y retorneado de la serrana; la enmisteriada
eclosión de la mítica alboreá; ese amplio muestrario de las soleares -cante cántaro y venero del
compendio flamenco-, la majestad casi reinante de la caña, el clamor del polo; la meditación jonda de la
legendaria petenera; todo el bullicio, la sátira y la gracia de las insólitas bulerías: el acompasado lirismo
de los tangos y los tientos; el colorismo y la plasticidad de las cantiñas y las alegrías, todo el enjundioso
sentir de "Málaga la cantaora" y sus desgajamientos en formas personales; los decires granaínos y sus
interpretaciones diversas; el quejido minero y de todo los cantes levantinos; los fandangos locales y sus
variaciones artísticas últimas; las sevillanas de distinto donaire; los estilos aflamencados como el garrotín,
la farruca, los pregones, los villancicos, los campanilleros; la oración laudatoria y dramática de la saeta; la
picardía irónica del tanguillo y, finalmente, el bamboleo de la rumba, "'todo el cante", como dijo Manuel
Machado, ha sido recogido en esta muestra, en esta sin par obra discográfica.
Sólo nos resta decir, mejor, aconsejar, que la presente antología de cante flamenco hay que
escucharla con sumo detenimiento, con una tranquilidad dinámica -valga la paradoja-, es decir, con tiento
y con avidez conjuntamente, para que surta el efecto propuesto y deseado, que no es mas que trasmitir
cuanto debe saberse, para su buen entendimiento, en torno a un arte único, a un arte nacido de a cultura
que el hombre andaluz -como pensaba García Lorca- lleva por la sangre.
Para todos los aficionados, tratadistas y estudiosos del flamenco, la publicación en 1955 de la
Antología del Cante Flamenco de HISPAVOX es un hito fundamental en la bisecular historia del Cante.
Hasta entonces nunca se había emprendido tarea tan importante, seria y responsable, consiguiéndose
además de la aportación artística que este hecho supuso, que el flamenco por fin entrase por la puerta
grande de la discografía.
Aproximadamente quince son las Antologías flamencas que se han producido en España y en el
extranjero en estos últimos años. Un análisis de las mismas nos hace ver que muy pocas han alcanzado el
merecimiento del éxito por parte de la afición. Unas por carecer de criterio selectivo en cuanto al
contenido y a los intérpretes, constituyendo realmente un revoltijo de cantes y cantaores. Otras por ser
excesivas al encomendar su ejecución a un solo intérprete. Por estas razones y otras fue mi inquietud
desde el primer momento, hace ya más de catorce años, en que me hice cargo del departamento de
Folklore de HISPAVOX, el poder conseguir realizar una historia del flamenco en forma práctica y viva,
lo cual implicaba rescatar y salvar parte de esa historia, pues presentía que estábamos en una época clave,
a punto de perderse voces importantes de este siglo y viejos estilos que permanecían completamente
olvidados. Afortunadamente y con amplia dedicación al tema, creo que he conseguido la mayor parte de
mis propósitos, pues además de las grandes figuras que pasaron por los estudios de esta Casa, dejando las
mejores muestras de su quehacer, fueron numerosos los veteranos cantaores que recordaron estilos raros o
perdidos y los grabaron bajo unos medios y unos ambientes propicios para conseguir así sacar el mayor
partido posible de cada interpretación.
Todas estas grabaciones fueron complementadas también con diversas expediciones que hice por
Andalucía durante los años 1970 a 1975, enriqueciéndose el repertorio con la aportación curiosa de gente
desconocida e inclusive ajena al mundillo flamenco, que cargados de años y sabidurías estaban en
posesión única de determinados estilos. Después, todo este material ha llevado un proceso de selección y
clasificación, depurándose las distintas versiones hasta la elección de las más idóneas.
CONTENIDO Y CLASIFICACIÓN
Por vez primera en la historia del cante se recogen todas las formas conocidas, en un total de
cincuenta. Aparecen en los discos programados dentro de una cronología de nacimiento, desarrollo, y
afinidades étnicas y geográficas. Cada una de estas normas o cantes distintos agrupan todas las
principales variantes estilísticas, además de aquellas que por su rareza o por su condición de documento
importante o inédito hacían aconsejable su inclusión, aún por encima de su calidad interpretativa. Todos
estos estilos siguen un orden cronológico de creadores y a su vez de escuelas geográficas. Queremos
señalar de manera especial que de estos doscientos cincuenta estilos un treinta por ciento estaban a punto
de desaparecer, siendo la primera y única vez que se han grabado.
A la hora de hacer la clasificación de los cantes hice una revisión histórica de los principales
teóricos que se ocuparon del tema, encontrando definiciones para todos los gustos: grandes, jondos,
chicos, gitanos, andaluces, livianos,... y ordenamientos literarios, genealógicos, históricos, estilísticos,
geográficos.... clasificaciones en su mayoría de laboratorio o de condición literaria que no me convencían
y partiendo de la universalización y uso del término flamenco, para definir unos cantes de neta
originalidad y creación andaluza me dejé llevar de la práctica, de la experiencia y de la documentación,
partiendo desde la aparición histórica del cante y siguiendo su evolución natural con arreglo a su
antigüedad, características musicales y rítmicas sobre todo, que coincidían además en orden de
importancia artística y estilística.
Como se ve en el gráfico genealógico adjunto, presentamos los cantes clasificados en tres grupos,
cada uno con personalidad propia dentro de un mundo común de ambientación, escenario e
interrelaciones musicales. El grupo primero lo constituyen aquellos cantes que son de forma básica y
esencial lo más auténtico y puro del flamenco. Son también los más antiguos y cuya creación y contenido
es de lo menos folklórico, pues siempre fueron privativos de una minoría y de un ambiente especial, los
cantes del segundo grupo son los derivados del fandango andaluz llenen un origen folklórico, aunque en
el correr del tiempo y sobre todo desde 1870 fueron incorporándose al mundo y formas del flamenco,
enriqueciéndolo con variantes y ampliando más el campo de las musicalidades. En el grupo tercero he
agrupado cantes de diversos orígenes y de una relativa modernidad, principalmente los de origen
hispanoamericano, nacidos bajo la añoranza de las guerras coloniales y desarrollados a lo largo de este
siglo. En este apartado hubieran podido entrar numerosas formas existentes en el rico campo del folklore
andaluz, pero eso sería salirse de lo que es propiamente flamenco. Sólo están incluidos algunos que a
pesar de su acervo tradicional y folklórico consiguieron ofrecer una faceta de ámbito flamenco, por su
aflamencamiento a través de la personalidad genial de algún cantaor.
ROMANCES……………...
Tonás
TONÁS O CANTES Deblas
SIN GUITARRA………….. Martinetes
Carceleras
Liviana
SIGUIRIYAS………………
Serrana
Alboreás
Caña
SOLEARES……………….. Polos
Petenera
GRUPO I Buerías
Cantes flamencos
primitivos y básicos Tientos
con sus derivados TANGOS…………………... Tanguillos
La Mariana
Cantiñas
Alegrías
Cantes de las Mirris
Los Caracoles
La Rosa
CANTIÑAS………………... El Mirabrás
La Contrabandista
La Romera
Cantiña de Romero el Tito
Casntiña de Pinini
Cantiña de Córdoba
Rondeña
Jabera
Verdiales
Fandangos locales
CANTES DE MÁLAGA………...
Malagueñas locales
Malagueñas de creación
personal
GRUPO II Granaína
Cantes Flamencos Media granaína
CANTES DE LEVANTE
derivados del Taranto
Y
Fandango Taranta
CANTES DE LAS MINAS………
Cartagenera
Minera
Estilos locales
FANDANGOS DE HUELVA…...
Estilos personales
FANDANGOS DE CREACIÓN
PERSONAL…………………….
Sevillanas
Saetas
Campanilleros
A) Origen folklórico andaluz…….
Villancicos
Bamberas
Pregones
GRUPO III
Cantes varios Farruca
B) Origen híbrido o incierto……...
aflamencados Garrotín
Guajiras
Milongas
C) Origen hispanoamericano (?)…
Colombianas
Rumbas
LOS INTÉRPRETES
Difícilmente podrá reunirse un plantel de figuras maestras y especialistas como las que ofrece esta
Magna Antología. Setenta intérpretes, nada menos que tres amplias generaciones de cantaores, desfilan
por el microsurco dejándonos sus voces, sus estilos, sus quejidos, su sabiduría. Todo un mundo mágico y
variado de sonidos, emociones y músicas.
La segunda generación de nuestros intérpretes es una generación puente, pero plena de 1as
mejores cualidades de este arte excepcional. Es la más nutrida representativa y variada y los artistas que
la integran nacieron de 1909 a 1930 Manolo Caracol, Antonio Mairena, ElSevillano, Pepe el Culata,
Rafael Romero, El Borrico, La Perla de Cádiz, Varea, Juanito Valderrama, Antonio Piñana, Bernarda y
Fernanda de Utrera, Pepe Aznalcóllar, Flore el Gaditano, Manolo de la Ribera, Juan de la Loma, Curro de
Utrera, Cerrejón, Sernita, El Pali, El Sordera…..
Continuadores de esta tradición artística y herederos directos de estos maestros citados. y como
realidades del mejor cante actual contamos con la generación de aquellos cantaores nacidos entre las
décadas de 1930 y 1940: Terremoto de Jerez, Chocolate, Enrique Morente, Gabriel Moreno, Antonio
Ranchal, Los Toronjos, Manuel Mairena, Antonio de Canillas, Pepe de Algeciras, Romerito....
EL COMPLEMENTO TEÓRICO
Como complemento de esta obra discográfica y con el fin de que sirva de guía e información he
preparado este libro que tienes en tus manos, para situarte históricamente en cada cante e introducirte en
el pequeño mundo de cada estilo. Los comentarios están escritos lo más ceñido posible y en función de lo
que se va a escuchar. He eludido hablar de cantes, estilos o cantaores así por las buenas, igualmente de
orígenes remotos o de esquemas históricos prefabricados, fáciles de encontrar en cualquier tratado de
flamencología a uso. Nosotros arrancamos con el documente vivo del cante, porque queremos que el
cante siga vivo y que esta Magna Antología sirva de manantial para el curioso que quiera conocer la
historia de un arte tan rico y sugestivo en matices: para el músico donde pueda profundizar en ritmos,
formas y tonalidades que le inspiren nuevas reelaboraciones; al investigador interesado en estos temas; a
los propios cantaores que tienen ante sí todo un legado musical transmitido en herencia, para que
tomándolo como ejemplo sigan cultivando y enriqueciendo este arte, y en general para todos los
aficionados al tema.
Acompañan a los comentarios literarios los textos de las coplas que se cantan. Para ello he creído
oportuno respetar la expresión propia, aunque a veces resulte extraña, incluso disparatada, la fonética y la
grafía andaluza con que cada cantaor ha dicho sus cantes.
Por último, expresar mi agradecimiento a todos los artistas que intervienen en la presente
grabación, además de los siguientes señores que colaboraron de manera desinteresada para que esta
Antología fuese una realidad: Francisco Palacios, de Sevilla; José Luís Rodríguez, de Cádiz; Luís Suárez
Avila, de El Puerto de Santa María; Florencio Ruiz Lara, de Algeciras, y de forma especial a la
inestimable ayuda que siempre he encontrado en Félix García Vizcaíno “Félix de Utrera”.
Iniciamos la andadura histórica del flamenco con un LP sorprendente y único, dedicado a los
romances o corridos en boca de cantaores flamencos y en este caso concreto de gitanos. Como sabéis el
romance es la canción popular española más antigua conservada por tradición oral. Nos parece de suma
Importancia la inclusión de este material en una obra de estas características, pues hasta ahora
prácticamente casi nadie había reparado en la función básica que puede tener en la génesis y formación,
no sólo de la copla flamenca, sino también en su música, máxime cuando las escasas versiones que se
conocen en la actualidad de romances flamencos pertenecen musicalmente a una etapa posterior y de
dudosa elaboración. Esto sin contar el propio valor que como tales romances suponen para la tradición
romancista de Andalucía, desgraciadamente desconocida y poco estudiada en relación con la de otras
regiones.
Los corridos, corridas o carrerillas, también deciduras, son los nombres que se dan a los romances
en Andalucía por la forma de cantarse, seguida y monorrima. Y así encontramos ya a la gitana Preciosa,
en La Gitanilla de Cervantes, cantar un romance repicando las sonajas «al tono correntío y loquesco». Los
romances permanecían ya en el alma popular a lo largo de todo el siglo XV, a pesar de que el Marqués de
Santillana llamase «ínfimos poetas a aquellos que sin ningún orden, regla ni cuento facen estos cantares e
romances de que la gente baja e de servil condición se alegran». Como dice Menéndez Pidal, la totalidad
del Romancero viejo tiende a olvidarse en la segunda mitad del siglo XVII, viniendo a ser despreciado
durante el siglo XVIII, ausentándose casi completamente de la literatura y refugiándose en los pueblos
retirados y en los campos, entre la gente menos letrada. Es el siglo de los romances plebeyos, donde se
ponen de moda los pliegos sueltos, lo que motivará nuevos cauces y temas y una nueva juglaría entre el
pueblo inculto, y donde lógicamente los gitanos, que también sirven de motivo tendrán una participación
interpretativa, junto a los jaques, macarenos y majos, personajes todos de vital importancia en la
ambientación y formación del cante.
Años más tarde, en 1847, cuando publica "El Solitario" sus famosas Escenas Andaluzas, en el
capítulo de "Una fiesta en Triana" escribe lo siguiente: «...se ameniza de vez en cuando la fiesta con el
cante de algún romance antiguo, conservado oralmente por aquellos trovadores no menos románticos que
los de la Edad Media, romances que señalan con el nombre de corridas, sin duda por contraposición a los
polos, tonadas y tiranas, que van y se cantan por coplas o estrofas sueltas... En tanto, hallándome en
Sevilla, dispuse asistir a una de estas fiestas, El Planeta, el Fillo, Juan de Dios, María de las Nieves, la
Perla, y otras notabilidades, así de canto como de baile, tomaban parte en la función. Entramos a punto en
que el Planeta, veterano cantador, y de gran estilo, según los inteligentes, principiaba un romance o
corrida, después de un preludio de vihuela y dos bandolines, que formaban lo principal de la orquesta, y
comenzó aquellos trinos penetrantes de la prima, sostenidos con aquellos melancólicos dejos del bordón,
compaseado todo por una manera grave y solemne, y de vez en cuando como para llevar mejor la medida,
dando el inteligente tocador unos blandos golpes en el traste del instrumento, particularidad que
aumentaba la atención tristísima del auditorio. Comenzó el cantador por un prolongado suspiro, y después
de una brevísima pausa, dijo el siguiente lindísimo romance, del Conde del Sol, que por su sencillez y
sabor a lo antiguo, bien demuestra el tiempo a que debe el ser:
«Grandes guerras se publican
entre España y Portugal...»
La ilustre novelista Fernán Caballero recoge en sus obras numerosos romances populares y según
dice «cuando a la caída de la tarde, en el campo se oye a lo lejos una buena voz cantar el romance con
melancólica originalidad causa un efecto extraordinario que sólo podemos comparar al que producen en
Alemania los toques de corneta de los postillones, cuando tan melancólicamente vibran, repetidos por los
ecos». En su obra La Gaviota (1849) se ocupa de los cantes andaluces, «entre los que sobresale el
romance. Estos famosos y antiguos romances que han llegado hasta nosotros de padres a hijos, como una
tradición de melodía, han sido más estables sobre sus pocas notas confiadas al oído, que las grandezas de
España apoyadas con cañones y sostenidas por las minas del Perú».
Don Juan Valera también se siente cautivado por los romances andaluces. En sus obras: El
Comendador Mendoza (1877), Juanita La Larga (1895), Mariquita y Antonio (1906) se ocupa de ellos. En
esta última titula un capítulo "Un corrido", donde observa que «la gente del campo canta aún a la guitarra,
en algunos lugares apartados de Andalucía, los antiguos romances; pero los romances y la música se van
perdiendo, y la costumbre de cantarlos acabará por perderse. Ya que aquella época era harto raro oír en
boca de un habitante de la ciudad un corrido que así se llaman los romances cantados». De lo que también
se lamenta en 1899 Menéndez Pelayo, reconociendo que en Los Puertos se conservan estos romances a
pesar de la división de elementos extraños y de la renovación constante de la poesía lírica popular.
En cuanto al testimonio musical de cómo se cantaban estos romances, nos dice Estébanez
Calderón que «es un recuerdo morisco todavía». Washington Irving (1829) reconoce: «son tonadas rudas
y sencillas de escasas inflexiones. Las cantan en alta voz con largas y pronunciadas cadencias», aunque es
Fernán Caballero quién más concreta: «La tonada del romance es monótona y no nos atrevemos a
asegurar que puesta en música pudiera satisfacer a los dilettanti ni a los filarmónicos. Pero en lo que
consiste su agrado (por no decir encanto) es en las modulaciones de la voz que lo canta: es en la manera
con que algunas notas se ciernen, por decirlo así, y mecen suavemente, bajando, subiendo, arreciando el
sonido o dejándolo morir. Así es que el romance, compuesto por muy pocas notas, es dificilísimo cantarlo
bien y es tan peculiar del pueblo, que a sólo estas gentes y entre ellas a pocos se los hemos oído cantar a
la perfección».
Musicalmente estos romances debieron formarse partiendo de restos de canciones diseminadas por
la geografía folklórica española, en las que estaban patentes las huellas dejadas por las diversas razas y
pueblos que se establecieron a través de los siglos en España. No es extraño que el romance que canta
Juana la del Cepillo le recordara al profesor García Matos una canción tradicional española y
científicamente él mismo ya había demostrado cómo en un martinete viejo -posible consecuencia de estos
romances- la derivación melódica -todavía pervivía en pueblos de Cáceres y Salamanca.
El romance como forma flamenca pasó desapercibido a los flamencólogos y hasta 1960 no
adquirió su nomenclatura, siendo un tema desconocido y poco tratado. Traemos aquí los nombres de
algunos de los cantaores que cultivaron esta modalidad: El famoso Planeta, El Tío Rivas, gran cantaor
también de tonás, José Morón "Moroncillo", y el gaditano Chiclanita.
Con la grabación hoy de estos romances en línea primitiva, a la vieja usanza, sin acompañamiento
musical, damos un paso hacia el nebuloso origen del cante, pues estas músicas pueden permitir
elaboraciones y estudios comparativos para determinar hechos más concretos a los que ya sabíamos, para
fijar el valor musical que tuvieron directamente o en concomitancia con estilos muy concretos como son
las tonás, los martinetes y las alboreás. Al escucharlos podrán observar que todos estos romances
pertenecen a las mismas características melódicas, cadenciales y expresivas. Se encuentran de manera
fundamental dos fórmulas melódicas que se dan en tonás y martinetes. Como excepciones significativas
están los tres últimos corridos: El Romance de la Monja, que interpreta El Negro, aprendido en su más
tierna infancia, de su padre, gitano de Paterna. Ahí se aprecia claramente el impromptu y los giros
melódicos de la petenera con final distinto. Y los que canta El Chozas, cuya música puede ser el
antecedente que señalábamos del acoplamiento de la guitarra al corrido.
Por otro lado, en el terreno literario será más fácil seguir el camino de lo que el romance supuso en
la estructura literaria de los cantes y de la copla flamenca. El hecho ya es apreciado por Estébanez
Calderón cuando escribe a Gayangos: «Por supuesto en estos cantares se sorprenden a veces versos y aún
cuartillas casi íntegros de los antiguos romances». A modo de ejemplo recordemos la letra del polo de
Tobalo, grabada por Pepe de la Matrona (Vol. VIII A2) y que es una cuarteta que pertenece al romance
del Conde Sol.
La familia de Enrique el Mellizo cantaba por jelianas un trozo del romance fronterizo que
empieza: Moro Alcaide, moro Alcaide. Y la conocida fiesta de Nochebuena por Bulerías, de El Niño
Gloria, no es otra cosa que el romance La Virgen y el ciego, muy generalizado en todas las regiones de
España. Pericón de Cádiz grabó por bulerías, hace años, el famoso romance de El Corregidor y la
Molinera.
Estos romances fueron grabados en 1971 en una de las expediciones que hicimos por la provincia
de Cádiz. Concretamente en el Puerto de Santa María, lugar de tradición romancística. Dieciséis es el
número de los recogidos y siete sus intérpretes: El Cojo Pavón, de Puerto Real, Agujetas el Viejo y El
Chozas, de Jerez, y los portuenses: El Negro, Dolores, Juana y Alonso del Cepillo. Todos ellos gitanos y
prácticamente ninguno de ellos artistas profesionales. Sus edades oscilaban entre los 68 y los 80 años. Los
aprendieron por tradición familiar y en escasas ocasiones suelen cantarlos, por lo que algunos tuvieron
que hacer un verdadero esfuerzo por recordar solamente ciertos fragmentos. Esto y el paso del tiempo
hacen que la parte literaria esté trastocada y que en un mismo romance encontremos fragmentos de otros,
pero lo importante creemos que es su melodía y el carácter interpretativo con detalles personales y
pintorescos tanto en la letra como en la música. Todos pertenecen a la lírica tradicional.
Desafortunadamente no pudimos encontrar alguno de pura narrativa gitana.
El orden en que se van a escuchar responden a su temática y los agrupamos por ciclos.
ROMANCES DE FLORES Y BLANCAFLOR.- Fue el tema más común entre los cantaores.
De las cinco versiones recogidas hemos seleccionado tres. Este tema aparece en otras regiones españolas
y en varios países europeos donde ha trascendido a los cantes populares.
ROMANCES DEL CICLO DEL CID.- Este famoso personaje ha llegado en el campo del
romancero al terreno de lo novelado y de la fantasía. Los romances aquí recogidos pertenecen a una de las
más antiguas y populares versiones, la que ha circulado con el título de Romance del Rey moro que
perdió Valencia. Dos versiones sevillanas y una gaditana fueron ya recogidas por Manrique de Lara en
1916.
ROMANCES DEL CICLO DE BERNARDO EL CARPIO.- Bernardo es otro héroe fabuloso
que aparece en el Romancero como sobrino de Alfonso II el Casto. Estas versiones son fragmentos de los
antiguos cantares de gesta de los siglos XIII y XIV, cuya tradición perdida volvió a renacer en tiempos
modernos en Sevilla y Cádiz de forma oral.
CICLO DE ROMANCES MORISCOS.- Los romances de este género fueron muy difundidos
en Andalucía. El de Zaide fue muy popular en la Serranía de Ronda. El otro que nos canta El Chozas, La
Cristiana cautiva, también fue muy popular. Existen versiones cantadas recogidas en Grazalema (Cádiz),
en Jaén, en Arroyo de la Luz (Cáceres) y en Burgo de Osma (Soria).
SI YO TE COGIERA EN ESPAÑA
Canta: EL NEGRO
EL CABALLERO EL CID
Canta: ALONSO EL DEL CEPILLO
El caballero el Cid era un caballero español muy valiente que sabía muy bien batirse con lanzas. Y se
fue a vivir a Granada, y allí había un moro muy valiente, y por cierto muy guapo el hombre, muy joven,
y le dice al moro:
- El caballero el Cid se ha venido a vivir a Granada y dice:
- Sí, ya lo sé. A ese caballero el Cid
le tengo echao por venganza,
ha de ser mi molinero
el que me muela las cañas;
Su hija la más chica
la que me hace la cama.
Su hija la del medio
la que me peine y me lava,
y su niña Blanquitaflor.
esa ha de ser mi venganza.
Pues se lo dicen al padre, y va su padre y le dice a la hija mayor:
- Hija mía, Blanquitaflor,
también de las mías sentrañas,
quitate tú ese vestido de sea
y ponte ese tuyo de Pascua, y a ese morito que ahí viene
¡ay! me lo entretienes en palabras.
Y le dice ella:
- Y tres añitos, mi morito,
que por ti no duermo en cama, si me tuvieran por loca
me tiraba por la ventana.
ROMANCE DE GERINELDO
Canta: EL NEGRO
ROMANCE DE LA MONJA
Canta: EL NEGRO
ROMANCE DE ZAIDE
Canta: EL CHOZAS
Las tonás han tenido una delicada y fundamental función como base en el origen y formación de
los cantes flamencos, pues sin duda alguna son los cantes más primitivos que se conocen. Toná es la
forma dialectal andaluza de tonada, que en su aspecto folklórico equivale a cante tradicional, a copla
popular. De las tonadas brotó un género literario y musical que, bajo el nombre de tonadas y tonadillas,
circuló por los teatros durante los siglos XVII, XVIII, y XIX, y cuya última derivación fue el cuplé.
El profesor García Matos, máxima autoridad de nuestro folklore, opinaba: «En muchos pueblos de
Andalucía, Castilla, León y Extremadura dieron siempre el nombre de toná o el de tonada a cualquier
cante de tradición, y así, al referirse los aldeanos de tales regiones a las especies de sus cancioneros,
distínguelas diciendo, v.g.: La toná de la ronda, la toná de la Virgen, la toná de las bodas, la toná del
columpio, etc...». Esto viene a confirmarnos la participación del elemento popular, adaptado al cante
flamenco, como podemos observar en la relación recogida por Demófilo de las tonás flamencas, en la que
se encuentran nombres como la toná de los pajaritos, la toná del cerrojo, etc.
Analizando la mayor parte de los materiales folklóricos que ha interpretado el pueblo español
durante los siglos anteriores a la existencia del flamenco hemos llegado a la siguiente conclusión: los
únicos antecedentes de las tonás dignos de tenerse en consideración son los romances, y esto por otras
razones además de las que ya expusimos al ocuparnos de ellos:
1º. Tanto los antiguos corridos como las tonás son libres de ritmo.
3º. En la famosa colección de cantes flamencos recogidos en el siglo pasado (1881) por Antonio
Machado y Alvarez "Demófilo", podemos ver, como los estilos más primitivos aparecen en forma
de trovos corridos. En la sección de martinetes dice: «dividimos en dos partes las coplas
contenidas en esta sección. En la primera incluimos aquellos corridos de tres, cuatro y cinco
coplas, que vienen a formar por decirlo así, pequeños trovos en los que se conservan hechos
particulares que aún viven algunos en la memoria de los cantaores».
4º. La métrica en tercetos, cuya presencia en el romancero como estribillo o remate de romances, se
ha conservado en las tonás y en otros cantes como la caña, el polo y la serrana. Igualmente las
soleares primitivas eran de tres versos, como así mismo muchas siguiriyas, especialmente en los
repertorios de Frasco el Colorao, Tío Martín, Cagancho, El Viejo Noriega, etc., llamadas
precisamente siguiriyas corridas.
A continuación pasamos a estudiar el desarrollo de las tonás. Ya hemos dicho que hasta el siglo
XVIII no podemos situar el cante en su plano histórico, siempre que pretendamos hacerlo bajo el
formalismo que implica todo método objetivo de investigación. Aún así, en lo que se refiere a su forma
concreta de creación y evolución, tenemos que decir que los indicios son mínimos, pues hasta el siglo
XIX no se puede hablar de un rigor histórico. En el caso particular de las tonás, estos indicios no vienen a
resolver ninguno de nuestros problemas, y nos hace suponer que empezaron a cantarse hacia 1750, por el
hecho de que en 1775 ya vivía su primer gran especialista, Tío Luís el de la Juliana. Considerando los dos
focos geográficos de Jerez y Triana, después del análisis técnico-práctico de los restos de tonás y
martinetes que han llegado hasta nosotros, se nos revela este último de más importancia, pues fueron
Jeréz y Cádiz, hacia 1830, quienes logran marcar el paso evolutivo de las tonás a las seguiriyas, mientras
que la escuela trianera conservó todo su genuino sabor arcaico.
Sobre el posible número de las tonás flamencas que existieron, asegura Rafael Marín en su
método de guitarra (1902), que existía entre los gitanos la leyenda de que las tonás eran treinta y tres, que
coincidían con la edad de Cristo. Otra extendida tradición gitano-andaluza habla de treinta y una.
Demófilo en 1881, nos da la relación detallada de veintiséis, en el orden que recordaba su informante
Juanelo, al mismo tiempo que se lamentaba de «una toná de esas que no se encuentran hoy ya en el
mundo quien la cante ni por un ojo de la cara». Por nuestra parte, hemos podido comprobar entre viejos
cantaores y aficionados, que en la época del señor Silverio se hablaba de las diecinueve tonás. Parece ser
que Silverio Franconetti, el famoso cantaor sevillano, las interpretaba, y que fueron conservadas después
por el último gran especialista de los cantes sin guitarra, don Antonio Chacón. Con posterioridad -ya
dentro de este siglo- se habló de las siete tonás, quedando reducidas en 1956 a la práctica de tres: la chica,
la grande y la del Cristo.
Ramón Gómez de la Serna cuando nos habla de las tonás (1922), afirma que fueron veintisiete, y
entre las que destaca encontramos cinco que no figuran, al menos con los mismo nombres, en la relación
de Demófilo, son la toná del Tío Perico Mariano, la de la Túnica, la del Brujo, la de la Grajita y la de Blas
Barea. Por nuestra parte añadimos la del Tío Rivas, la de Perico el Pelao y la de Perico Frascola, con la
cual el número de las localizadas asciende a treinta y cuatro:
Cabe decir que, bajo el nombre genérico de tonás, se agruparon los cantes sin guitarra, o mejor
dicho, todos los cantes llamados sin guitarra eran tonás que, por circunstancias simples y lógicas dentro
de su ambiente, su interpretación en la cárcel, en la herrería y también por la temática de sus coplas,
dieron lugar a la denominación de carcelera y martinete, denominación que hacia 1860 empieza a
popularizarse, por lo cual no es de extrañar que muchas de estas viejas tonás, de los que sólo nos han
quedado el recuerdo tradicional o la cita literaria, se escuchen bajo un tipo determinado de martinete.
Asimismo, es muy relativo el nombre del estilo que ha llegado hasta nosotros, pues muchos fueron
denominados con el del intérprete que lo popularizó. Observación que podemos aplicar a muchos estilos
en otros cantes, y que debemos tener presente. Como podríamos demostrar, la personalidad del cante
flamenco a través de tipos y estilos, guarda muchísimas sorpresas.
Abrimos el repertorio de las tonás con la más importante de todas ellas: la grande. Suponemos que
llamada así por sus dificultades interpretativas y melódicas que requieren un gran conocimiento y
facultades a la hora de cantarla.
Dos grandes maestros como Pepe de la Matrona y Antonio Mairena nos llevan al más grande
pasado musical del cante. Con la toná de Tío Luís el de la Juliana nos estamos remontando nada menos
que al primer cantaor que registra la historia del cante. De Tío Luís se sabe que nació en Jerez de la
Frontera, que era aguador y que vivió en el último tercio de siglo XVIII. Cultivó con preferencia las tonás
de las que fue un verdadero especialista. A él se le atribuye también la toná del Cristo, llamada así por
razón de su letra. La versión actual que nos quedó de este cante, aquí grabada, se conoce gracias a don
Antonio Chacón, quien recordando la versión que había oído en su juventud, y con el fin de que no se
perdiera la puso como macho de su saeta, siendo cultivada a partir de entonces por otros muchos
cantaores, entre ellos Manuel Torres Vallejo, Varea, Rafael Romero...
También puede escucharse otro estilo de tonás dadas a conocer por Chacón y hoy muy populares.
Aunque a muchos pueda parecer extraño, a él se debe el que se hayan difundido muchos de estos cantes
sin guitarra, pues dominaba dentro de este campo un amplio y dificultoso repertorio. Su labor fue
importantísima en casi todos los estilos como iremos viendo a los largo de esta Antología.
Una de las tonás que hemos conseguido recuperar en toda su pureza originaria es la de Perico
Frascola (1833-1915), cantaor de Sanlúcar de Barrameda. Este curioso estilo de toná, que estaba en trance
de desaparecer, ha sido grabada por el también sanluqueño Ramón Medrano.
De los cantes sin guitarra, la debía es el más enigmático, contribuyendo a aumentar su leyenda la
significación en caló de su nombre por diosa. Yo creo que la debla es la antigua toná de Blas Barea que
por razones etimológicas andaluzas pudo formar la palabra De-Blá y el deblía barea o deblica barea con
que a veces se remata el cante. Demófilo dice en 1881 que varios cantaores le contestaron que debía era el
apellido de un cantaor. Artísticamente y por tradición Barea el Viejo está considerado como el mejor
intérprete.
Se dice que era uno de los cantes mas difíciles de interpretar, por lo que no tiene nada de
particular que la modalidad primitiva, ya poco conocida a partir de la mitad del siglo pasado,
desapareciera en el secreto de don Antonio Chacón, pues parece ser que sólo se asemejaba con la actual
versión en los aires de entrada, siendo luego todos sus tercios ligados. Lo que hoy se canta como debía es
una toná popularizada por el gran Tomás Pavón hacia 1940. También ofrecemos de él su personal
interpretación de una toná chica. Ambos estilos están grabados por Gabriel Moreno, cantaor especializado
en los cantes de Tomás y de su hermana, la famosísima Niña de los Peines.
El martinete está aquí representado por tres escuelas: El Puerto de Santa María, estilo de
características personales poco conocido, Jerez y sobre todo Triana donde tuvo lugar la mejor tradición y
especialización de estos cantes, en las fraguas gitanas de los Pelaos, los Caganchos y los Puyas, cuyo
heredero directo Pepe el Culata nos ofrece una amplia muestra del más puro estilo trianero.
Vinieron y me dijeron
que tú habías hablao mal de mí;
mira mi buen pensamiento:
que yo no lo creía en ti.
A LA PUERTECITA DE LA FRAGUA
Martinetes de Triana
Canta: PEPE EL CULATA
SIGUIRIYAS
Estamos ante la forma sagrada del templo sonoro del cante. Angustia, tragedia, lamento, ¡esa es la
siguiriya! Manuel Machado dijo que era el quinto extracto de un poema dramático. Su significado
encierra el misterio del alma gitana. Sus coplas encierran la tragedia de todo un pueblo. Es uno de los
cantes fundamentales donde el cantaor tiene que poner todo su arranque y concentrar sus sentimientos
para expresarlos de forma profunda. Aunque musicalmente no tienen semejanza con la clásica seguidilla
o coplas de seguida, al parecer siguiriya es una derivación de ese vocablo.
De las tonás se derivaron algunos de los más significativos estilos del flamenco, entre ellos la
siguiriya dentro de ese período de formación en que la guitarra se acopló al cante. Debieron influir muy
poderosamente las tonás, por cuanto de carácter y musicalidad llevan intrínsecas las siguiriyas, teniendo
en cuenta los siguientes aspectos:
1º. Parece ser que primitivamente se cantaban sin guitarra, como todavía se canta las tonás.
2º. Casi todos los buenos intérpretes de tonás fueron a la par excelentes siguiriyeros.
3º. Las siguiriyas más antiguas que conocemos conservan un claro aire de tonás.
4º. Los motivos que expresan las letras son muy afines en dramatismo y ambiente vital.
5º. La consecuente facilidad con que la siguiriya y la toná o viceversa, se alternan y se
complementan al ser cantadas, un estilo antes o después dentro de una misma tonalidad.
6º. Como forma curiosa de métricas irregulares, hemos encontrado letras de tonás muy semejantes a
las siguiriyas. Algunos ejemplos podrían ser las siguientes tonás, una de ellas, la primera,
recogida por Demófilo, quien nos dice que se cantaba por el aire de la toná de los pajaritos:
Como dígale a la mare mía
que no venga acá,
porque mu poco sería la calosita, mare, que
le podría endiñá.
Y esta debla, que se cantó en Triana, es métricamente, salvo el primer verso, un tanto exacta a la
siguiriya:
Por las angustias tan grandes
que pasao yo,
cuando vi salí al padre de mi alma
en la condución,
deblica barea.
Finalmente, acerca de la métrica de la siguiriya hay que reconocer que posiblemente fue tomada
de la seguidilla popular castellana y transformada por los cantaores, como bien apunta el profesor García
Matos, quien casualmente encontró un claro antecedente en el número de "Las Plañeras" de la ópera "La
máscara afortunada", de fecha 1820, donde aparece una seguiriya que por versificación se confunde con
la endecha. El característico tercer verso endecasílabo de la forma actual de la siguiriya debió nacer
cuando un inspirado cantaor agregó al verso cualquier exclamación o locución de cinco sílabas, ¡mare de
mi alma!, ¡la pobrecita! u otras así parecidas, cosa que está patente en algunas letras de siguiriyas del
cancionero de Demófilo, de las que si desglosamos el tercer verso en 6 y 5 silabas, nos damos claramente
cuenta del añadido o postizo. Por ejemplo:
Por otro lado, como sugiere García Matos, ante la semejanza de la siguiriya de 1820 con la
endecha, y teniendo en cuenta que ésta se acostumbraba a cantar en los entierros por las plañideras, cabe
preguntarse lo siguiente:
¿Sería lógico presumir que las siguiriyas primigenias entroncasen con los cantes de plañideras, si
tenemos presente que la muerte es el tema principal de las coplas de siguiriyas? Posiblemente estas
endechas pudieron inferir también en el origen melódico.
Musicalmente la siguiriya se desenvuelve en ritmo libre, siendo la guitarra quien marca el compás,
lo que motiva un contrapunto rítmico entre la forma de cantar y la de acompañar, originándose un ritmo
externo y otro interno. Numerosos teóricos y músicos no acertaron con el ritmo y el compás de la
siguiriya, habiendo interpretaciones y transcripciones para todos los gustos. Estudios de más base nos
permiten decir que el compás de la siguiriya gitana es un compás de amalgama: el de 7/8 distribuido en 2
+ 2 + 3 y también en 2/4 + 3/8.
ESCUELAS Y ESTILOS
Existen varias escuelas de siguiriyas: la de Los Puertos, Jerez, Cádiz y Triana, cada una
significada por unas características propias que las hacen diferentes entre sí. Las de Cádiz y Los Puertos
suelen agruparse en una sola escuela, pero aquí las hemos separado en razón de la evolución melódica
que se observa entre ambas: las de Los Puertos más sencillas, airosas y populares en relación con la
espléndida muestra de estilos antiguos gaditanos que se ha logrado reunir, apreciando en algunos de ellos
detalles técnicos de la escuela trianera, pertenecientes a una época de formación, donde lógicamente
tenían que existir intercambios al no estar las escuelas todavía definidas. Hay que constatar el hecho
personal de que cantaores gaditanos se acomodaron durante tiempo en Triana.
De los estilos portuenses, cuatro son personales y prácticamente desconocidos. El de Luís el del
Cepillo, del Puerto de Santa María, lo interpreta su hermano Alonso. Los otros tres pertenecen a la mejor
tradición cantaora de Sanlúcar de Barrameda, la de la familia de Los Micos. Son los de José Vargas
Serrano "Bochoque" y su hermano Miguel, llamado El de Pepa por ser sobrino de la cantaora Pepa la
Mica. El otro estilo es creación de la gran figura del cante sanluqueño Pedro Serrano "Perico Frascola"
(1833-1915), cantaor de impresionantes facultades y matices, que rebasó el ámbito local, creando además
dos siguiriyas y una toná que llevan su nombre. El gitano sanluqueño Ramón Medrano es el fiel
depositario de estos estilos, que ha logrado salvar del olvido.
Manuel Molina (Siglo XIX) es una de las figuras más singulares de la historia del cante. Cantaor
completo, dominador de cuantos estilos tenían en su época vigencia especial, ha quedado como prototipo
de gran siguiriyero, sobre todo en lo concerniente a los cantes de Jerez y su campiña. Las siguiriyas de
Manuel Molina han llegado hasta nosotros tras pasar por diversas versiones, entre ellas las popularizadas
por Manuel Torres, Manuel Vallejo y Pastora Pavón. Sin embargo es fácil vislumbrar que los giros
siguiriyeros de Manuel Molina, alcanzaban mayor grandiosidad, que en sus inmediatos seguidores. Para
apreciar esto contamos con la versión que de uno de sus cantes en forma ligada y sostenida hiciera el gran
Chacón (Vol III A1), y con la de Pepe de la Matrona, que recordando vivencias personales y evocando
con plena compenetración los cantes de Molina, se remonta, gracias a sus portentosas y hasta asombrosas
facultades, a la quizá verdadera dimensión de aquellos cantes del legendario artista jerezano. Escuchando
toda esta auténtica ópera flamenca en el grito desgarrador de Matrona, no resulta tan fantástica la
afirmación de Núñez de Prado, quien dijo, mejor escribió, que al señor Manuel Molina se le reventó el
tímpano oyéndose sus propios cantes.
Complementamos la personalidad cantaora de Manuel Molina con su rara siguiriya cabal y con la
famosa versión de Vallejo (189Z - 1960), que canta Enrique Morente detrás del cante de Diego el
Marruro. Después de la solemnidad dramática de Manuel Molina sirve de alivio escuchar los estilos más
nuevos y modernos del Marruro y de Paco la Luz, este último difundido por Antonio Mairena.
El Loco Mateo (Siglo XIX) es otro de los grandes maestros de la siguiriya, como podemos
apreciar al escuchar los estilos registrados. El sobrenombre le viene de sus desequilibrios
temperamentales, lo que no le impidió que triunfara plenamente en los cafés cantantes de Sevilla y
Madrid. Su hermana fue también cantaora de gran talla. Dejó dos excelentes discípulos: El Chato de Jerez
y Carito.
Antonio Chacón ha sido uno de los cantaores que dominaron un amplio repertorio de siguiriyas,
pues para él, personalmente como aficionado, fue su cante preferido. Salvó del olvido estilos antiguos
(Molina, Curro Dulce, Silverio...) que transmitió con delicada fidelidad. En sus interpretaciones se
observa un gran sentido melódico a la vez que emocional, forma muy difícil de manejar
satisfactoriamente por cantaores de grandes facultades. Pepe de Algeciras, que ganó el premio Antonio
Chacón en 1962, en el I Concurso de Arte Flamenco de Jerez, nos ofrece uno de los estilos chaconianos
más conocidos e imitados.
En el cante de Frijones se nota ya una evolución de la siguiriya jerezana, proceso que desarrollará
plenamente Manuel Torres. Antonio Vargas "Frijones" es uno de los cantaores llamados originales, sobre
todo en sus típicas e inconfundibles soleares. Artista extravagante que vivió entre el último tercio del siglo
XIX y principios del XX, su desconocida siguiriya es la primera vez que se graba, y en la letra se alude a
un hecho real protagonizado por él mismo. Muchas letras de su repertorio son autobiográficas.
Continuador y refundidor de los grandes estilos jerezanos, Manuel Torres abrirá una nueva etapa y
forma en la manera de cantar. Cantaor auténticamente genial, su voz pastosa, de profundo eco y rajo le
harán inconfundible. A pesar de su habitual irregularidad interpretativa, su gran personalidad
contradictoria y excéntrica cautivará a una afición y fijará una escuela. Como dice Ríos Ruiz «cantaba sin
ceñirse a nada concreto, la fuerza, la gran profundidad, la concentración que requerían sus tonos, el
ímpetu de sus quejíos, no le permitían otro pensamiento que la valoración de la copla, haciéndola
sentimiento presente. Y el son, el compás que da la sangre, lo debía tomar del mismo corazón para
aplicarlo al verso popular, toda una transfiguración espiritual y humana que el aroma del vino y el humo
del tabaco se repartían en las madrugadas».
Su verdadero nombre era Manuel Soto Loreto y nació en Jerez en 1878. En 1902 se dio a conocer
en Sevilla, en el Salón Filarmónico, cantando los tientos y la farruca. Estuvo casado con la célebre
bailaora La Gamba. Murió en Sevilla en 1933.
Heredero de los sonidos negros y de las posturas vitales de Manuel Torres, es Terremoto de Jerez
quien cierra la historia de la siguiriya jerezana. Hoy por hoy él era un compendio del cante de Jerez, una
representación viva, llena de expresión y comunicación porque a su heterodoxia musical y literaria le
basta con su voz, con su cante. Voz enjundiosa, rota, redonda, afillá, cantaora como pocas, con sonoridad
propia. Él es la voz. Su cante es clásico y rebelde con acento personal creado día a día.
Fernando Fernández Monje, que nació en 1934, ha fallecido recientemente (6- IX - 1981)
quemado en el fuego de su propio cante.
En líneas generales las siguiriyas tradicionales gaditanas suelen ser de tercios largos y airosos,
aunque iniciamos su historia con unos estilos de tonalidades peculiares por su carácter primitivo y por la
coincidencia de que sus autores, El Planeta y El Fillo vivieron durante la mayor parte de su vida en
Triana. La siguiriya de El Planeta, recreada intuitivamente por Antonio Mairena es el estilo de siguiriyas
más antiguo que se conoce, sin efectismos y casi sin pausas.
Sobre este legendario cantaor que nació a finales del siglo XVIII nos dejó Estébanez Calderón una
colorista y detallada estampa en sus Escenas Andaluzas (1847), donde le califica de «Conde de los calís
de Sesé y rey de los dos polos», aparte de que ya sabemos que cantó corridos. Debió de ser un cantaor
muy completo y desde luego muy popular por toda Andalucía, donde era muy solicitado. En 1853 se
hablaba de él en Madrid para inaugurar el Café Príncipe. Maestro y compañero de El Fillo se puede decir
de ambos que fueron los precursores del profesionalismo.
Francisco Ortega Vargas "El Fillo", llamado «rey de todos los cantaores» y «Rubini del cante
flamenco», es uno de los cantaores más famosos de todas las épocas. Fue cantaor generalísimo, es decir
que dominaba todos los cantes, dejando marcada personalidad en las cabales, en la caña y el polo y en la
llamada Bola del Fillo, que es una petenera. Trascendental fue la aportación de su voz ronca y quebrada,
imitada y denominada a partir de él como "voz afillá o afillada".
Tomás de Vargas Suárez "El Nitri" forma con El Planeta y con su tío y maestro El Fillo, el trío de
los grandes cantaores gitanos del siglo XIX.
De él nos ha quedado una muestra de su cante, una vida llena de leyendas y enigmas y una curiosa
foto en la que aparece retratado con la Llave del Cante. Esta primera llave, las otras se otorgaron a Vallejo
(1926) y a Mairena (1962), le fue entregada en Málaga en el café Sin Techo, por un grupo de amigos, de
manera informal y sin competidores, pues es conocida la actitud del El Nitri de no querer cantar nunca
delante del desafiante Silverio Franconetti. Como dijo Fernando el de Triana, ¿qué habría que haberle
otorgado a Silverio?
Es en Cádiz donde nace la más grande de las dinastías tauroflamencas, la de los Ortega, que a lo
largo de casi dos siglos aportará a la historia del toreo y del flamenco una excepcional nómina de figuras,
con los Gallo y los Caracol.
Enrique Ortega Díez "El Gordo" (Siglo XIX) fue hermano de los renombrados subalternos El
Cuco, El Lillo y Barrambín. Menos torero que sus hermanos, Enrique estaba dotado, en cambio, de
grandes cualidades para el cante: un autor anónimo afirma que varios matadores le llevaron de
banderillero en su cuadrilla sólo por escucharle cantar. Casado con Carlota Feria, dio origen a la dinastía
de los Ortega a través de sus hijos: José, La Gabriela -casada con Fernando "El Gallo" -,Chano, Manuel,
Paquiro, Juan, Rita y Enrique, que también recibiría el sobrenombre paterno de "El Gordo" y fue
asimismo excelente cantaor.
Contemporánea de Enrique Ortega fue la célebre cantaora de San Fernando, María Borrico,
hermana de El Viejo de la Isla. Aficionada a los cantes duros, de hombre, su siguiriya es un cante de
entonaciones cambiadas, y muy dificultoso por las variaciones de voz. Normalmente se suele cantar como
remate de la serrana, ya que compagina con este cante en su línea melódica y en el carácter emotivo y
exaltado.
Francisco Fernández "Curro Dulce" fue junto con El Mellizo y Silverio uno de los cantaores más
admirados por Chacón y buena prueba de ello fue la difusión y conservación que hizo de su cantes,
grabando alguno de ellos y dando así una idea del amplio repertorio de este compositor y de la calidad de
sus creaciones, en las que hay que equilibrar la armonía con la técnica y el virtuosismo con la emoción. El
estilo que aquí escuchamos ERASE UNA MADRUGÁ, fue transformado por Manuel Torres originando
así su famosa siguiriya "De Santiago y Santa Ana".
No obstante, Pepe de la Matrona atribuye este interesante y quizá inaudito giro siguiriyero al
célebre Curro Dulce, quién al parecer lo compuso basándose en un cante de El Viejo de la Isla.
Nosotros, examinando forma, tonos e intensa musicalidad de la citada siguiriya, hallamos detalles
muy semejantes a los rastros que Curro Dulce ha ido dejando en otros cantes. Por otra parte, en esta
versión como en las otras que existen de él, aunque no tan significativas en grandeza, se observa ya
similitudes cercanas a la caña, cante del que Curro Dulce fue todo un maestro.
Pepe de la Matrona hace en este cante por siguiriyas un alarde inusitado de poder y conocimiento,
que nos acerca toda la grandiosidad y la solemnidad de una época clave, la cual, al margen de los gustos
de hoy, hay que reconocer que no ha sido superada en profundidad y expresión dramática, no
simplemente por las facultades de un determinado artista, sino por la falta de convicción de lo que un
cante puede dar de sí entre los cantaores actuales.
Enrique Jiménez Fernández "El Mellizo" (Cádiz 1848 - 1906), fue creador de variantes
perdurables; su capacidad musical e inventiva, y su dicción personalísima de estilos muy diversos,
tientos, tangos, malagueñas, soleares, alegrías, cantiñas..., han hecho época en la dilatada historia del arte
flamenco. En su escuela aprendieron cantaores como Chacón, Fosforito, Manuel Torres, sus propios hijos
y Aurelio Sellés, heredero directo del Mellizo, que durante más de cincuenta años ha mantenido y
continuado esta escuela, constituyendo la base actual del cante gaditano.
La letra del cante que interpreta Mairena, fue originada por un hecho real que protagonizó el
propio Enrique en 1894, en el Teatro Eslava de Cádiz, con motivo del festival que se organizó para
recaudar el dinero suficiente y poder librar a su hijo Antonio de ir al servicio militar, algo realmente
trágico en aquellos años de luchas coloniales.
SIGUIRIYAS DE TRIANA
Por las razones ya expuestas al hablar de las tonás, el foco principal en el siglo pasado fue Triana,
que conservó un mayor sabor arcaico y un aire musical menos asequible, razón por lo que esta escuela
apenas ha sido conocida, cultivada y divulgada, mientras que se impusieron los estilos de Cádiz y Jerez
mucho más interpretados, y por tanto más populares.
Por la profundidad del tema melódico de estas siguiriyas primitivas, podemos apreciar el aire de
semejanza con las tonás, de donde provienen, como ya hemos apuntado. También queremos significar la
interesante versión de estilos antiguos trianeros que conservaba Pepe el Culata.
Frasco El Colorao fue en el siglo pasado el gran cantaor de la siguiriya trianera. Esta difícil y
desconocida modalidad nos llega gracias, una vez más, a la aportación de Pepe de la Matrona, que nos
ofrece un estilo de expresión dura, tercios ligados y especiales cadencias, que por sus marcadas
acentuaciones nos acerca al mundo litúrgico de la siguiriya. Este estilo es base de los desgloses estilísticos
que vendrían después con los Caganchos y otros cantaores.
Frasco El Colorao fue un gitano que nació en Gelves, en el siglo XVI II y destacó a comienzos del
XIX. Por el año 1850 trabajaba en el campo y pasaba largas temporadas en Jerez y Cádiz invitado por
Manuel Molina. De sus viejos cantes muchos cantaores asimilaron detalles; entre ellos Curro Dulce, Paco
la Luz... Podemos casi asegurar que la mayoría de las huellas de los cantes trianeros que se perciben en
primitivos estilos de Cádiz y Jerez son debidos a Frasco.
Los Cagancho han quedado en la historia del cante como los cantaores representativos del más
puro estilo trianero, debido principalmente al tratamiento y engrandecimiento que prestaron a las
siguiriyas. Varios de sus cantes nos fueron dados a conocer por el gran artista que se llamó Tomás Pavón;
recordemos por ejemplo la popularizada e insuperable versión del "Reniego".
Hoy escuchamos a Matrona en un cante de Tío Antonio Cagancho (Antonio Rodríguez Moreno n.
1820), en el cual la matización de línea y tonalidades son del más puro y añejo eco flamenco.
Silverio Franconetti y Aguilar (Sevilla, 1829 - 1889), sin discusión alguna, está considerado como
el mejor cantaor de todos los tiempos. Dominó desde la caña a la siguiriya pasando por la soleá, serrana,
tonás, polos,... todo el cante grande. Consiguió significar y dignificar el cante, llevándolo desde la taberna
al Café Cantante. En contra de lo que se viene creyendo el Café Cantante no perjudicó al flamenco,
porque sino hubiera sido por ellos el cante no hubiera llegado hasta nosotros.
Silverio tenía unas facultades portentosas, una voz muy cantaora y grave. García Lorca lo definió
así:
Su grito fue terrible
Los viejos
dicen que se erizaban
los cabellos
y se habría el azogue
de los espejos...
Engrandeció y creó muchos cantes por siguiriyas, imprimiéndoles una serie de matizaciones o
giros expresivos de difícil interpretación, por lo que su escuela ha desaparecido prácticamente, aunque su
'impronta" haya quedado en algunos cantes y se hayan conservado la serrana y la cabal. Recogemos en
esta grabación, como preciosos documentos, tres siguiriyas que reflejan la grandiosidad de Silverio.
A LA LUNA LE PIDO DICEN QUE DUERME SOLA
Siguiriya de El Planeta Siguiriya de Curro Dulce
Canta: ANTONIO MAIRENA Canta: PEPE DE LA MATRONA
NO ME RESPONDIO VERGÜENZA
Siguiriyas de El Nitri y El Fillo Siguiriya de Enrique el Mellizo
Canta: ANTONIO MAIRENA Canta: ANTONIO MAIRENA
Dentro de este siglo los cantes de Triana encontraron en Tomás Pavón (Sevilla, 1893 – 1952) un
entusiasta exponente que supo desarrollarlos de una manera excepcional. Es uno de los grandes cantaores
de la historia que supo imprimir a los estilos de siguiriyas y soleares su gran personalidad,
revalorizándolos y haciéndolos difíciles de interpretación. Y su voz una de de las más completas y
cantaoras que se han conocido, con duende y llanto en ella. Su hermana, la famosísima Niña de los Peines
(Sevilla, 1890 - 1969), que superó en genialidad a su hermano Tomás, ha dejado en todos los cantes la
huella imperecedera de su estilo, que queda aquí también registrada junto a la voz y personalidad
inconfundible de otro genio del cante: Manolo Caracol (Sevilla, 1909 - Madrid, 1973) que pone broche de
oro al mundo de la siguiriya.
Como remate de esta amplia gama de formas, matices y escuelas de siguiriyas explicamos lo que
es la cabal, de la que se incluyen varios estilos. Cabal, quiere decir mediada exacta, justa, completa. La
Cabal como cante se utilizó y se utiliza para terminar una serie de siguiriyas. Exactamente es un alarde de
saber cantar, por las dificultades que tiene su interpretación, pues del tono en que se está cantando hay
que pasar a su dominante, y hacer todos los tercios del cante apoyados en él. El acompañamiento de la
guitarra tiene cierta similitud tonal y rítmica con la guajira, aunque nada tiene que ver con este cante, pues
su espíritu es totalmente distinto. Cuando todo el cante no se arrima a ese tono dominante, entonces se
llama siguiriya de cambio, (por lo menos así la llaman algunos) debido a las entonaciones cambiadas de
algún tercio solamente.
Los primeros cantaores que cultivaron las cabales fueron El FilLo y Silverio, quien las popularizó
y cuyo estilo es el que hoy utilizan los cantaores. Aparte hemos conseguido recuperar bellos y raros
ejemplares como la de Manuel Molina, las del Loco Mateo, y la más moderna, la de José Muñoz "Pena
hijo" (Málaga, 1900 - Mendoza, República Argentina, 1971)
"Liviana/o", según el Diccionario, quiere decir leve, fácil, superficial: pero también se llama
"liviano" al asno que marcha en cabeza y sirve de guía a la recua. Creemos que la liviana -como forma
estilística- venía a ser, antiguamente, como un elemento de preparación del cante. Los antiguos cantaores
llamaban "cantar con guía" al empezar -dentro de la misma línea estilística-con un cante corto, sencillo,
para continuar con dos o tres estilos más dificultosos y rematar con un poderoso macho o un estilo de
entonaciones cambiadas. La liviana en la serrana cumple perfectamente la misión, ya que prepara al
intérprete para que entre con el poderío que requiere este cante y no con la lentitud habitual de algunos
cantaores. Durante muchos años estuvo este estilo en olvido. Al realizar HISPAVOX en 1955 la
Antología del Cante Flamenco, fue precisamente a Pepe de la Matrona, a quien se le encargaron los
cantes que ofrecían más dificultades para encontrar un intérprete que ofreciera versiones fieles de estos
cantes, que fueron: la liviana, la serrana y la soleá grande de Triana, números de los de mayor éxito de la
Antología. Buena prueba de esta importante labor fue la rehabilitación de la liviana, y que comenzara a
cantarse la auténtica serrana, lejos de la versión pseudofolklórica, panderetística, que estaba en boga.
Además de Silverio Franconetti, el gran maestro de la serrana, fueron excelentes cantaores por
este estilo Gallardo el de Morón, Antonio Silva el Portugués, Villalba, Antonio Chacón, Fernando el
Herrero, Ricardo Moreno "Onofre", Antonio Rengel...
CAMINO CAZARICHE POR LA SIERRA MORENA
Liviana primitiva La Serrana con el macho
Canta: PEPE DE LA MATRONA Canta: PEPE DE LA MATRONA
ALBOREAS
Alboreá, albolá, alboleá, alborá, arbolá; cante conocido por todas estas denominaciones, es el
cante ritual de boda de los gitanos andaluces. No es frecuente oírlo fuera de su ambiente. Los gitanos han
hecho un exceso de leyenda del ceremonial de sus bodas hasta el punto de no permitir en ellas la
presencia de los payos. Estas costumbres han ido poco a poco perdiendo y desvelándose su secreto por lo
que hoy se conocen al mínimo detalle y podemos asegurar que el rapto de la novia, el mostrar las pruebas
de la virginidad, el arrojar dulces y flores, son tradiciones netamente hispanas.
Las primeras coplas que se cantan exaltan la pureza de la novia, terminándose a veces con un
estribillo apoteósico.
El romance como fuente musical deriva en dos líneas: una hacia los cantes sin guitarra y otra
dentro de su propia evolución al adaptar melodías más comprensibles como la soleá bailable. Esta
adaptación pudo ser fácil dentro de la intimidad de las bodas gitanas donde se cantaban también
romances. Hemos encontrado diversas versiones donde se mezclan típicas arboreás con romances.
La música peculiar de la alboreá en la baja Andalucía es la de la soleá bailable o soleá por bulerías
con pocas diferencias. Más personales son las de la Andalucía oriental como puede apreciarse en la de
Jaén y sobre todo en la de Granada a ritmo de tango.
1º. El testimonio del folklorista Rodríguez Marín que afirma que «el alegre jaleó y la soleá casi
siempre son de tres versos...; se dieron la mano, acompañados de una misma música de aire
ligero en las unas y lento en las otras».
2º. García Matos ha comprobado en antiguos jaleos, cuya notación se conserva, que tienen el
carácter musical de las soleares.
3º. Las primitivas soleares son de tres versos, y cuanto más antiguas son, se aprecia en su compás un
aire más ligero y bailable.
4º. Sabemos que antiguamente cuando las soleares las bailaba una mujer se llamaban "gelianas" y
cuando las bailaba un hombre "jaleo". Por lo tanto no tiene nada de extraño que, durante los
cuarenta primeros años del siglo pasado, no encontremos empleado el término de "soleares" y sí
sea muy frecuente el de "jaleo", mientras estuvo supeditado al baile, hasta que por el año 1850
adquiere naturaleza propia, debido a grandes interpretaciones personales.
Una de sus características es la flexibilidad y la variedad de sus estilos, y al igual que hemos hecho
con las siguiriyas las agrupamos por escuelas o modalidades geográficas.
SOLEARES DE CADIZ
Cádiz, que tuvo en el pasado una gran representación de soleares en los nombres de María Armento,
Soleá la de Juanelo, La Sandita, La Cachuchera, Ana Loro, Ortega el Gordo, Enrique Butrón...., ha
quedado en la práctica a la interpretación estilística de Paquirri y Enrique el Mellizo, cuyas soleares son
las más difundidas en Cádiz y su provincia.
Algunos tratadistas de flamenco consideran que la soleá de Paquirri es mucho más liviana que la de
Alcalá. Partiendo de la base de que todo cante por soleá es indudablemente meritorio si está bien
ejecutado, sólo podremos atender a esta teoría haciendo caso a la deformación de que por el paso de los
años se ha producido en algunos de los cantes gaditanos, debida a intérpretes más dotados de sentido
rítmico que de facultades. Oyendo la versión aquí registrada, comprendemos perfectamente por qué las
crónicas y la tradición han hecho elogiosos comentarios del arte del payo Paquirri el Guanté, que además
de bailaor de clase fue buen tocaor. El apodo le venía de su oficio de guantero. Dicen que era «feo de
bonito» y que murió en Madrid envenenado por un marido celoso.
Aurelio Sellés, el maestro de los cantes gaditanos, nos ofrece otra variante de Paquirri, además de un
estilo personal que justifica la merecida fama de que ha gozado siempre Aurelio entre los aficionados. No
sólo ha sabido mantener la escuela sino que ha contribuido a enriquecerla.
Las soleares de Enrique Jiménez Espeleta "el Morsilla" (Cádiz, 1877 - 1929), están basadas en las de
su padre El Mellizo, a las que añadió un vago sello personal, y nos son fielmente transmitidas por Pericón
de Cádiz, durante muchos años su compañero inseparable.
SOLEARES DE JEREZ
Apenas se habla de las soleares de Jerez. Parece como si la tradición cantaora por este palo hubiera
desaparecido, pues únicamente suelen referirse a ella cuando se mientan las de Frijones, único estilo que
ha quedado como representativo. Por supuesto que en Jerez la soleá no ha tenido la diversidad de
cultivadores que se han dado en la siguiriya o en la bulería.
Ubicamos en este grupo los cantes de Manuel Torres y de Juaniquín, primero por ser jerezanos y ser
en esta zona ampliamente interpretados, aunque en ellos se denoten influencias tanto trianeras como
jerezanas.
Juan Moreno Jiménez "Juaniquín" (Jerez, 1862-Sanlúcar, 1946) vivió casi toda su vida en una
choza, cerca de Lebrija y de Utrera, a donde iban a escucharle cantar, a palo seco, los aficionados de las
comarcas cercanas. Su soleá es brava y rústica y tiene mucho de belleza campera.
Incorporamos a la historia del cante de Jerez los estilos de Juan López Ramírez, hermano del célebre
bailaor Ramirito, y el del Chozas, cante muy original que afortunadamente no se perderá, pues empieza a
ser imitado entre los jóvenes valores del cante.
Y siguiendo con la ruta de la soleá, nos detenemos antes de llegar a Triana en dos importantes
centros soleaeros: Utrera y Alcalá.
Utrera cuenta en la actualidad con dos grandes cantaoras: Fernanda y Bernarda, celosas guardadoras
de los cantes de La Serneta, Rosario la del Colorao, Pinini, María Peña... Las soleares de Merced
Fernández Vargas "La Serneta" (Jerez, 1834 - Utrera, 1912), han marcado época por ser uno de los estilos
más puros y grandes, a la vez que intenso y pasional. Muy populares desde el último tercio del siglo
pasado no perdieron nunca vigencia, ya que fueron interpretadas por todos los grandes: Juan Breva,
Chacón, Manuel Torres, Vallejo, Pastora y Tomás Pavón.
Las soleares de Alcalá son las más conocidas y las más cantadas en la actualidad. Tuvieron su mejor
intérprete en Joaquín el de la Paula (1875 – 1933). Hoy el máximo especialista en estos cantes es Antonio
Mairena que nos ofrece una variada selección. Dentro de la gama de cantes de Alcalá, Pepe el Culata nos
canta un estilo poco conocido, el de La Roesna, notable cantaora gitana de este siglo.
También se pueden apreciar estilos trianeros en las recreaciones personales de Tomás Pavón y
Antonio Chacón, la de éste encabezada con el cante clásico de La Serneta, con todos sus ay
característicos.
La soleá por bulerías, que es una variante de la soleá con un aire más ligero que tiende hacia la
bulería, queda ejemplarizada en dos importantes creaciones de difícil interpretación y características muy
flamencas, la de Tomás Pavón y la de María la Moreno, que nadie mejor que Pepe el Culata, por razones
personales, podía aportarnos en toda su magnitud.
Un gran tratadista del cante y aficionado como pocos, Jorge Ordóñez Sierra, definió certeramente
el curso geográfico de las soleares: «Las soleares, siendo como son, el corazón del cante, tienen una
sístole en Triana, una diástole en Cádiz y su silencio en Córdoba». En Córdoba las soleares no tienen una
forma autóctona pues su origen está basado en la aclimatación de los cantes trianeros de Ramón el Ollero,
muy populares en su época. La soleá en Córdoba se hizo más pausada y larga, muy melódica y con letras
de expresión sentenciosa y emotiva reflejando fielmente al pueblo cordobés.
Manuel Moreno Madrid "Juanero el Feo" (1831 - 1907), cordobés y picador de toros en la
cuadrilla de Lagartijo el Grande, fue el primero en cantar las solerares de Córdoba. Fundó la familia
cantaora de los Onofre, que han llegado a nuestros días.
Ricardo Moreno Mondejar "Media Oreja", o bien Onofre (1864 - 1900), fue hijo del anterior y
picador también, mejoró el cante de su padre, popularizándolo y acabando de imprimirle un aire
netamente cordobés a las alegrías y a las soleares. El apodo Media Oreja se debe a que, picando un toro
en el plaza de Sevilla, el astado lo derribó y le partió una oreja de un pisotón. El adoptó en realidad el
sobrenombre de Onofre, con el que ya se había anunciado un antiguo picador de Lagartijó. Fue padre de
los dos cantaores cordobeses Ricardo y José Moreno Rodríguez, apodados asimismo Onofre y fieles
continuadores de su estilo.
Manuel García Matos dice que su origen proviene de una canción andaluza y alude también, para
su etimología, a la canción recogida en el siglo pasado por Isidoro Hernández en sus Tradiciones
Populares y Flores de España, donde hay un estribillo con cadencias flamencas:
Del primer cantaor de cañas que tenemos noticias, es de Francisco Vargas Ortega "El Fillo", hacia
1844. Era costumbre en tiempos antiguos cantar detrás de la caña el polo, resultando la cosa un poco larga
y monótona. Esto parece ser el motivo de que el señor José el Granaíno, banderillero de Cúchares y gran
cantaor y creador de cantiñas, redujese en la caña los ayes del segundo y cuarto verso y le diese un aire
más vivo, más valiente.
Enrique Ortega El Viejo, quita el polo, introduciendo parte de él en el macho de la caña, y su hijo
Enrique El Gordo añade una soleá corta y sencilla. Fue don Antonio Chacón el que logró dotar a la caña
de una cuadratura musical perfecta. Le imprimió la dulzura musical que necesitaba y que con tanta
inteligencia ponía Chacón a los cantes, demostrando cómo había que mantener la línea rítmica. Dio a
conocer, popularizándola, la clásica letra...
A mí me pueden mandar
a servir a Dios y al Rey…
letra de una soleá de Paquirri, que cuadraba perfectamente con el carácter de la época. A Chacón también
le pareció que el final estaba pobre y reemplazó la soleá de Enrique Ortega El Gordo, por una grande de
Triana, por la de Ribalta:
Los lamentos de un cautivo
no pueden llegar a España
porque está la mar por medio
y se convierten en agua.
Con la muerte de Chacón dejó de cantarse hasta 1950, pero su recuperación va unida a la pérdida
de grandeza y expresión, pues ha quedado un poco momificada y monótona, defectos que se acusan más
cuando se canta actualmente para bailar.
Además de los citados, fueron grandes intérpretes de la caña: Curro Dulce, Silverio, La Parrala,
Paco el Sevillano, Fernando el Herrero,...
La versión aquí recogida está interpretada a la manera antigua de Chacón.
A mí me pueden mandar
a servir a Dios y al Rey,
pero dejar a tu persona,
eso no lo manda la ley.
Arza y viva Ronda,
Reina de los cielos,
Y eso no lo manda la ley.
EL POLO
Es uno de los cantes antiguos que atraviesa un momento de popularidad e interés, promovido por
las discusiones y teorías que recientemente han surgido al tratar de buscarle su origen y su importancia en
el orbe flamenco.
Las teorías enfocadas a buscar un antecedente musical nos hablan de la existencia, en el siglo
XVIII, de una canción bailable titulada el polo. Nos dice García Matos, que en un entremés anónimo de
mediados del siglo XVIII se encuentra, en una tonadilla, la siguiente estrofa:
En el año 1773, Cadalso nos cita el polo flamenco en sus Cartas Marruecas.
Estas breves citas son lo suficientemente elocuentes para rechazar la teoría de que Tobalo, cantaor
que parece ser destacó a principios del XIX, sea el inventor del polo. Las primeras alusiones a este
cantaor nos las proporciona Estébanez Calderón, y en su famosa fiesta califica al veterano cantaor El
Planeta como "rey de los dos polos", por lo que deducimos que debieron cantarse más de un polo por
aquella época, aunque el estilo implantado por Tobalo fuese muy popular. La referencia a "dos polos",
podemos considerarla así: una modalidad referida al "polo natural", para aquellos cantaores que cantaban
con la voz natural, como Curro Dulce, quien aglutinó el polo a la caña como especie de macho, lo cual
debió influir mucho en la formación actual del polo, casi identificado con la caña. (Esta escuela de Curro
Dulce fue continuada y definida por Chacón). Y la otra modalidad fue seguida por los cantaores de voz
afillá, grave, hueca, imitando el estilo de Tobalo (la Enciclopedia Espasa recoge el siguiente dicho
andaluz: "eres como el polo de Tobalo", aludiendo a falso, hueco).
Pepe de la Matrona nos interpreta el polo de Tobalo, una forma muy curiosa y sencilla, con sabor
distinto y completamente desconocida en la actualidad, de cómo era el polo flamenco de principios del
siglo XIX. Constituye un documento de inapreciable valor en la reconstrucción histórica de un pasado
que lamentablemente se nos escapa.
Atribuida tradicionalmente a Tobalo, y que invita a considerar a los romances como antecedentes
dignos de tenerse en cuenta para la formación del cante, ya que curiosamente nos encontramos la misma
cuarteta en el "Romance del Conde Sol":
¿De qué país sois señora?
soy de España natural,
¿Sois aparición, Romera,
qué venisme a conturbar?
No soy aparición, Conde,
que soy tu esposa leal.
Cabalga, cabalga el Conde…
Macho anterior a la reforma de Curro Dulce, ya que a partir de él se popularizó el rematar el polo
con una soleá de Triana, que por su entonación y misión nos ha llegado designada como una soleá polá o
apolá.
Teníamos noticia de la existencia de este macho por otra línea distinta a la de Pepe de la Matrona.
El veterano y gran artista Tío Parrilla de Jerez, me dio a conocer esta curiosa letra, diciendo que de niño,
en una fiesta de viejos cantaores jerezanos, se la escuchó cantar al famoso Frijones después de ejecutar el
polo, Matrona, al aportarnos la música, nos confirma su veraz conocimiento y la preocupación de toda su
vida por alcanzar las fuentes primitivas del flamenco. Otro gran maestro, Jacinto Almadén, ejecuta el polo
natural con la soleá apolá.
Queremos dejar bien sentado que entre el polo y la caña hay diferencias melódicas, tonales y en
los cierres de compases.
PETENERAS
Estamos ante uno de los cantes más emotivos, melancólicos y sentimentales de la cadena
estilística del flamenco. Envuelto en la leyenda del misterioso duende flamenco, su etimología, orígenes e
historia se prestan a grandes confusiones. Había la creencia de que este cante era de origen judío, basada
en las alusiones de algunas de sus coplas, pero los trabajos del destacado musicólogo García Matos
niegan toda posible influencia.
Este cante debe su origen a una cantaora de flamenco llamada La Petenera, que es igual a
Paternera, es decir, oriunda de Paterna de la Rivera (Cádiz). Para ello contamos con diversas razones:
1º. Que no es nombre ni apellido andaluz, ni siquiera gitano.
2º. Como dice Rodríguez Marín, «de paternera dicen los andaluces patehnera (algo aspirada la
hache), y de patehnera a petenera va un trecho corto, que mis paisanos salvan muy fácilmente».
4º. El testimonio recogido por Demófilo del cantaor Juanelo, que llegó a conocer a dicha cantaora.
5º. La tradición y la leyenda nos han proporcionado datos de la vida de esta cantaora, que debió de
ser despiadada y cruel con los hombres según las quejas de sus amantes desdeñados:
La Petenera, malhaya,
y quién la trajo a esta tierra,
que la Petenera es causa
de que los hombres se pierdan.
Petenera de mi vía,
Petenera der corazón,
por curpa de la Petenera
estoy pasando doló.
La Petenera se ha muerto
y la llevan a.enterrar
y en el panteón no cabe
la gente que va detrás.
Serafín Estébanez Calderón, en su "Fiesta en Triana" nos habla de: «ciertas coplillas a quienes los
aficionados llaman Perteneras... son como seguidillas que van por aire más vivo; pero la voz penetrante
de la cantaora dábales una melancolía inexplicable». Esta, su forma folklórica o regional, cuyo ritmo ya
encontramos en composiciones del siglo XVIII, adquirió mucha popularidad en la segunda mitad del siglo
XIX entre las mocitas andaluzas. En Sevilla, concretamente, estuvieron muy de moda a partir de 1879, e
hicieron tanto furor en 1881, que de ese año, que fue de gran escasez de víveres, se cantó:
Al ocuparnos de este cante queremos dejar aclarada una cuestión de índole histórica, que nos
permita situar la importancia decisiva de la participación de Chacón en este cante. González Climent en
su libro Bulerías plantea el problema de prevalencia estilística entre el Niño Medina y la Niña de los
Peines: «Aurelio de Cádiz y Caracol se inclinan a señalar la primacía del Niño Medina. Juan Talegas por
el contrario juzga a dicho cantaor como una mera réplica del cante de Pastora Pavón. El pleito queda
abierto». Molina y Mairena en Mundo y Formas del Flamenco replantearon la cuestión no logrando
aclarar nada, aunque utilizan un tono despectivo hacia el Niño Medina para dejar bien patente la grandeza
de Pastora, cosa por supuesto que nadie discute. En lo que si se equivocan es al considerar la petenera
flamenca como una creación de la Niña de los Peines diciendo que rompió «el molde primitivo del cante
chico en que fue modelada. Dislocó su estructura primera y la refundió de nuevo». Está claro que se
refieren a la petenera corta de preparación, pues la petenera grande con sus moldes, su estructura y su
melodía es anterior a la Niña de los Peines, y su carta de naturaleza flamenca se debe a Medina El Viejo,
padre de El Niño Medina.
José Rodríguez Concepción "Medina", nació en Jerez hacia mediados del siglo pasado. Cuando
comenzó el auge de los cafés cantantes se fue a Sevilla. A principios de siglo, Chacón quiso aprender su
petenera y empezó a llamarle al Pasaje del Duque. Allí se metía en un cuarto con él y le oía cantar su
repertorio de siguiriyas y peteneras. Mientras tanto los jóvenes cantaores que empezaban se ponían a la
puerta del cuarto para escuchar y aprenderla también. Entre estos jóvenes estaban Rafael Pareja, Fernando
el Herrero, Pepe Matrona y Arturo Pavón que fue el que se la enseñó a su hermana Pastora y ella fue la
que popularizó el cante a nivel masivo, siguiendo las exigencias que su temperamento le pedía. Al mismo
tiempo que ella, salió cantando el Niño Medina, con unas características de voz muy semejantes y
haciendo los mismos cantes qué ella. A pesar de ser un buen cantaor la personalidad arrolladora de
Pastora le desbordó.
La soleá petenera es una variante que algunos cantaores utilizaron a finales del siglo pasado como
macho o remate de la caña. Las dificultades con que está construida es causa de que no se popularizara.
Quisiera yo renegar
de este mundo por entero,
volver de nuevo habitar,
¡mare de mi corazón!,
por ver si en un mundo nuevo
encontraba más verdad.
BULERÍAS DE CADIZ
En las bulerías de Cádiz hemos Conseguido reunir cuatro grandes maestros del género: Aurelio,
supremo cantaor de Cádiz y Manolo Vargas, que abarcan con conocimiento sobrado todos los matices del
cante ricamente festero de su provincia. Pericón, modelo de ritmo y justeza, que nos complementa con el
estilo de Antonio el Herrero, y La Perla con unas bulerías breves y llenas de embrujo creadas por su
madre Rosa la Papera.
Como dice González Climent que dedica todo un volumen al tema: «Las bulerías son una especie de
órgano regulador -detector, acaso- de las características más sobresalientes y flamencas de los cantes
grandes, intermedios y chicos. Así se explica que no es fácil definir sus peculiares y múltiples matices.
Las bulerías dan el alma especial a la fiesta flamenca».
Debemos también resaltar que la bulería jerezana al hacerse baile se convierte en uno de los más
singulares fenómenos del folklore bajo andaluz, al admitir en su ritmo los más variados pasos, posturas y
desplantes. Las clásicas bulerías, llamadas hoy "por soleá", a pesar de las evoluciones han conservado la
elegancia, pureza y condición rítmica de las soleares. Y su etapa de transición, su perfilamiento, su
máxima expresión, con La Pompi y su hermano El Gloria, también excelente saetero y creador de uno de
los más difíciles y brillantes fandangos personales. Dentro de esta modalidad, llamada por algunos
bulerías "al golpe" o para escuchar, y cada vez más en desuso, incluimos las de Maria Peña, cantaora de
Utrera, interpretadas por su sobrina Bernarda.
Pocas veces puede reunirse alrededor de un cante, voces tan ricas y diversas como las que se han
conseguido reunir. Voces que expresan sus genuinos acentos locales o singulares características
personales como en el caso de El Chozas o La Repompa.
Abrimos en este LP la puerta de la bulería jerezana con los actuales maestros del cante de Jerez, a los
que reunimos en un ambiente y clima propicio, en una juerga auténticamente natural donde el cante va
surgiendo por su ley anímica, igual que en los viejos tiempos, alcanzando instantes de inenarrable
emotividad hasta desembocar en una verdadera fiesta jerezana, donde se condensan magistralmente la
gracia y la medida, el "ángel" y la precisión, sin un ápice de tópico, panderetismo ni chabacanería, sino
con toda la pureza originaria y original.
El barón Charles Davillier, en su viaje por España en 1862, al describir una fiesta, nos dice: «No
tardó en llegar la vez a las danzas, y una joven gitana de cobriza tez, cabellos crespos y ojos de azabache,
como dicen los españoles, bailó el tango americano con extraordinaria gracia. El tango es un baile de
negros que tiene un ritmo muy marcado y fuertemente acentuado. Puede decirse otro tanto de la mayor
parte de los sones que tienen origen igual y principalmente en la canción que comienza por estas palabras:
¡Ay, qué gusto y qué placer!, canción que desde hace algunos años es tan popular como el tango...».
Debemos aclarar por nuestra parte que esa canción que Daviller cita, ¡Ay, qué gusto, qué placer!,
no es otra que el tango del mismo título escrito por Barbien para la zarzuela Relámpago, estrenada años
antes.
Mas, sin el propósito de estudiar con detalles el tango, sí debemos señalar que son muchísimas las
alusiones al origen africano de este baile. Así lo señalan, entre otros, Carlos Vega, Laureano Fuentes y el
musicólogo Friedenthal, dicho sea de paso. Y registremos al respecto que en el Circo Barcelonés, el 26 de
febrero de 1863, se reponía el drama de Joaquín Tomeo, titulado Pablo y Virginia, con música de Antonio
Raparaz y con bailes de Carlos Atané, donde descollaba el tango de negros Cu-yu--yé.
Pero, a la hora de buscar datos en torno al tango como cante flamenco, la referencia más antigua
que hemos encontrado corresponde a la zarzuela andaluza ¡Es la chachi!, original de Francisco Sánchez
del Arco, donde, en una escena de cante y baile andaluz, dice uno de los personajes: «Por mis tangos de
Sevilla». Y nos consta que ésta es la época en la cual el tango adquiere su autenticidad flamenca, puesto
que el Diccionario de la Real Academia Española de 1832 no lo define todavía y silo hace el de 1852. A
partir de esta época fueron muchos los compositores que incorporaron el tango andaluz a las zarzuelas.
Carlos Vega es quién nos dice al respecto: «Cuando Abdón Aróztegui acude al recurso coreográfico para
amenizar su drama gauchesco Julián Giménez, encuentra lo que busca en el tango español. Así lo pide el
libreto, y así se hace, en 1891, con música de un viejo y conocido tango andaluz. Una pareja lo baila, pero
sin tomarse. La coreografía criolla, con sus cortes y quebradas, se le acopla en esa época, originando las
primeras expresiones locales...».
Como respectivas cunas geográficas del tango flamenco se viene señalando Cádiz, Sevilla, Jerez y
Málaga, y que nosotros ampliamos con los tangos de Jaén, poco conocidos, y con los extremeños que
gozan de cierta popularidad actualmente. Los más clásicos son los de Cádiz y Triana. Entre estos últimos
hay variaciones debidas a la genialidad de la Niña de los Peines, la mejor cantaora de este palo.
Precisamente su nombre artístico se debe al éxito que consiguió cantando la siguiente letra de tango:
Los del Titi de Triana son de creación más moderna y fueron divulgados por Manuel Vallejo y
Antonio el Sevillano que los interpreta en esta antología.
El tango malagueño nació en el popular barrio del Perchel y su gran maestra fue La Pirula
(Dolores Campos Nieto, Málaga, 1912-1948), una gitana forjadora de grandes artistas, como La Repompa
que recreó sus cantes. Enriqueta Reyes Porras "La Repompa" (Málaga, 1937-1959), fallecida
prematuramente, fue también una excelente cantaora por tientos y bulerías, cuya escuela heredó su
hermana Rafaela.
De original puede calificarse el cante de El Piyayo, el gitano más popular que Málaga ha dado y
cuya figura ha sido inmortalizada por poetas y escritores, sobre todo en el romance que le dedicara José
Carlos de Luna. Rafael Reyes Nieto "El Piyayo" (Málaga, 1864 - 1941), tuvo una vida pintoresca y
azarosa, desde soldado en la guerra de Cuba a presidiario. Su cante es fiel reflejo de su vida. Un tango
irregular con aires de carcelera y guajira, que se acompañaba el mismo a la guitarra en constante
improvisación.
Derivados del tango son los tientos y los tanguillos, cante este alegre y desenfadado,
representación genuina del carnaval gaditano.
Los tientos tienen el mismo compás del tango. En realidad es un tango lento que ha recibido la
solemnidad y la influencia de otros cantes grandes. Enrique El Mellizo y El Marruro fueron los primeros
especialistas, debido al engrandecimiento que hicieron en el tango.
Copla que popularizó en Madrid cierta cantaora que vino cantando estos nuevos aires. Antonio
Pozo "El Mochuelo", vedette discográfica de aquellos años, los grabó poniendo por título "El Tango de
los Tientos", al igual que se había puesto "Tango de los Peines", "Tango de los Maestros", "Tango de la
Tontona"... Con el título de "Tango tiento" hay numerosas versiones de los cantaores que comenzaron a
grabarlos, quedando con el tiempo el nombre de "Tientos" para diferenciarlos del aire más ligero del
tango.
No existe duda de que fue Chacón el que puso en circulación definitiva la palabra "tientos", al
incorporarlos a su exhaustivo repertorio. Basado posiblemente en Enrique el Mellizo creó varios estilos
propios, otro artífice de los tientos fue Manuel Torres, modalidad con la que tuvo mucho éxito a
principios del siglo en Sevilla, línea que fue continuada y engrandecida por la Niña de los Peines,
cantaora larguísima que dominó todas las variantes de este cante.
Afortunadamente hemos conseguido reunir en este volumen todos los principales estilos y
escuelas, e intérpretes más importantes de la historia de este cante. Chacón y Pastora magníficamente
representados por dos especialistas: Pepe de Algeciras y Gabriel Moreno. Convincentes y emotivas son
las interpretaciones de Aurelio Sellés y Manolo Vargas. El equilibrio del tango-tiento está precisamente
en los tientos de Cádiz. Antonio Mairena nos ofrece, con los tientos de Frijones de Jerez, un estilo poco
conocido que él domina como pocos. De ecos jerezanos se impregnan también los surcos del disco con la
honda y genial maestría de un Terremoto y de un Manolo Caracol. La veteranía y la sabiduría de dos
maestros como Pepe de la Matrona y Bernardo el de los Lobitos, nos completan de forma extensa la
visión de este cante con numerosas variantes, imprimiendo unas modulaciones y características flamencas
muy especiales y personales.
Bernardo Álvarez Pérez "Bernardo el de los lobitos", (Alcalá dé Guadaira, 1886- Madrid 1969), al
que un crítico definió como «el Azorín de la copla flamenca», fue un profundo conocedor de todos los
cantes, que ejecutaba con buen cuidado gusto musical y poético, salvando del olvido para las nuevas
generaciones no pocos estilos, como por ejemplo La Mariana.
El origen de este cante está basado en una melopea que cantaba un gitano húngaro, por las calles
de Sevilla, para hacer bailar a una mona vieja, llamada Mariana, al son de un pandero. La mona, que se
hizo muy popular, motivó algunas coplas que los cantaores adaptaron al compás de los tientos. Por esta
razón se incluye aquí, a pesar de que muchos teóricos lo consideran como cante autónomo.
El cante fue muy popular en los primeros años del siglo y fueron numerosos los cantaores que
llegaron a grabarlo. Algunos deben su nombre y fama a este cante, como Joaquín Vargas "El Cojo de
Málaga", que se dio a conocer como Cojo de las Marianas, y Luís López Benítez "Niño de las Marianas".
TE TENGO QUE QUERER En aquel pocito inmediato
Tientos de Cádiz donde beben mis palomas
Canta: AURELIO SELLÉS yo me voy y me siento un rato
por ver el aguíta que toman.
Por más que tu no me quieras
yo te tengo que querer, Ya te he dicho que a mi mare
si algún día no te quisiera la tienes que venerar
que me castigue Undebé. como a la virgen del Carmen
que está puesta en el altar.
Eres más bonita
que los clavelitos grana Tiene mi serrana
que abren por la mañanita. la carita como una rosa
cuando se levanta por la mañana.
Alguna vez vas a Cádiz
pasas por barrio Santa María, Tú eres la tonta inocente,
verás a los gitanitos tu eres tonta perdía,
como te cantan con alegría. que cuando te disgustes con tu gente
que tu te vienes a la verita mía.
Tú eres la tonta inocente,
tú eres la loquita perdida, QUIEN TIENE PENA
cuando riñes con tu gente 'Tientos de Frijones de Jerez
¿por qué no te vienes a la verita mía? Canta: ANTONIO MAIRENA
Las alegrías tuvieron su origen en las jotas aragonesas que se aflamencaron en Cádiz durante la
Guerra de la Independencia, como nos confirman sus coplas con frecuentes alusiones a motivos
aragoneses y patrióticos, y su carácter musical que podemos apreciar en los estilos más clásicos, llamados
todavía «la jotilla de Cádiz». Aurelio Sellés el gran maestro de las alegrías, en este siglo, encabeza la
nómina de los especialistas que hemos seleccionado.
Estos estilos de cantes para bailar eran imprescindibles en cualquier fiesta flamenca ya medida
que empezaron a ponerse de moda los cafés cantantes tuvieron una participación preponderante, pues
constituyeron la gracia y la alegría de los cuadros flamencos durante muchos años y a su ritmo hicieron
los mejores desplantes, La Mejorana, Gabriela Ortega, La Jeroma, La Macarrona..., acompañadas
por las voces de los especialistas: Miguel Cruz "Macaca", Tio José el Granaino, Paco el Sevillano,
El Quiqui, Romero El Tito...
La versatilidad de su ritmo fue muy característico en las cantiñas, pues cualquier canción ("La
caracola", "El prendero"...) pregón ("La frutera", "La verdulera, "La castañera"...) o himno político ("El
Trágala", "Riego". "Torrijos"), herencia de la revolución de 1820, de tanta afición a cantar canciones
patrióticas, era asimilado. Algo parecido a lo que serían las bulerías en este siglo.
Chacón que conoció estos cantes en su propia salsa de los cafés cantantes y oyó a los especialistas
de los mismos, conocía a fondo todo este amplio repertorio de cantiñas, cantes que empezaron a estar en
desuso a medida que los cafés cantantes desaparecían y se iban imponiendo nuevos gustos artísticos.
Refundió varias de estas simples cantiñas, enriqueciéndolas con detalles musicales y nuevos giros
melódicos, quitándoles parte del sentido rítmico del baile para darles una fuerza propia, es decir como
cantes también independientes para escuchar.
Fueron arreglados, recreados y modificados con tal sentido que cuando los escucharon los viejos
aficionados comentaron: «Si Romero el Tito escucha esto se vuelve otra vez a morir». Pero para Chacón
estos cantes no tenían mayor importancia, y empezó a cantarlos a partir del año 1912, sobre todo a raíz de
su llegada a Madrid. Cantes que le venían muy bien para reuniones no muy versadas ni exigentes, y que
los fue utilizando con más frecuencia a medida que sus facultades iban menguando.
De estos cantes podemos distinguir en la actualidad de forma clara y de uso práctico los
siguientes: Alegrías (varios estilos), La Cantiña, propiamente dicha (varios estilos), La Romera, El
Mirabrás y Los Caracoles. Otras cantiñas de poco uso y a punto de desaparecer son: La Rosa, La
Contrabandista y el Torrijos.
Varias de las cantiñas que ofrecemos deben su nombre artístico al tema principal de la copla que
se canta, como la de La Contrabandista, La Rosa, La Romera y Las Mirris. Menos La Romera, estas
versiones que hemos grabado son las únicas que hoy se conocen. La cantiña de Las Mirris es de origen
sanluqueño y se debe a la antigua cantaora María la Mica. La letra se refiere a dos hermanas gitanas
llamadas Mirri, que frecuentemente iban de Sanlúcar al Puerto de Santa María, donde se construía la
carretera con presos del penal.
EL MIRABRÁS
Este cante en musical modo mayor lleva el mismo acompañamiento y ritmo que las alegrías. En su
repertorio cancionístico aparecen partes de cantiñas y un pregón de frutas. La principal de sus letras:
A mí que me importa
que un rey me culpe,
si el pueblo es grande y me abona.
Voz del pueblo, voz del cielo.
parece una adaptación de alguna canción liberal del Cádiz de las Cortes.
El pregón, que se encuentra después de lo que es propiamente el mirabrás, incluido por Chacón y
llamado por algunos "La Frutera" y "La Verdulera", es una adaptación atribuida a Tío José el Granaino de
un pregón que aparece en El Tío Caniyitas, zarzuela del maestro Soriano Fuertes, que se estrenó en el
Teatro San Fernando de Sevilla, el año 1849. La parte musical de la Zarzuela estudiada por García Matos,
difiere de la actual del mirabrás. Hay quien alude a que la música la puso El Granaino de una cantiña
llamada "El Almorano". Lo que si parece que no hay duda es que el estribillo del "Almorano" sirvió para
dar nombre al mirabrás:
LOS CARACOLES
Los caracoles tuvieron un proceso similar al del mirabrás. La tradición y los tratadistas señalan a
Tío José el Granaino como el creador de este cante. El origen de la primitiva letra y pregón de los
caracoles, que dará nombre al cante, hemos tenido la suerte de encontrarla en una canción, impresa sobre
mediados del siglo pasado, de un álbum de canciones andaluzas titulado El Genio de Andalucía,
compuesto por don Manuel Sanz.
¡Caracoles!
¡Caracoles!
hermano que ise osté
que son mis ojos dos soles
vamos viviendo chorré
que son mis ojos dos soles
vamos viviendo chorré.
Conocemos también el origen de otra de las principales letras de los caracoles, la que está basada
precisamente en otro pregón, el de "La castañera". El 3 de abril de 1843, se estrena en el Teatro del
Príncipe de Madrid, la zarzuela en un acto Jeroma la Castañera, con letra del actor Mariano Fernández y
música de Soriano Fuertes. Los autores de Jeroma la llamaron tonadilla por el carácter de la obrita y por
ser un momento de transición entre ambos géneros. Matilde Díez hizo con mucha gracia el papel de
castañera popularizando la graciosa canción:
Los caracoles de Tío José el Granaino pasaron a los cafés cantantes como una cantiña para bailar,
amoldándolos a su estilo Paco el Sevillano, porque les sacaba muy buen partido, haciéndolos más
dinámicos y vivos, y contribuyendo así a su popularización. Pero quién verdaderamente los reforma, los
recrea, los engrandece, les da importancia, fama, difusión, carácter flamenco y los constituye
definitivamente en estilo, es Antonio Chacón, y en esto están de acuerdo todos los tratadistas. A partir de
él, los caracoles irán unidos a su personalidad creadora.
A Chacón le pareció que era un cante chico y lo arreglo poniéndole en la primera parte
entonaciones de la romera y añadiéndole detalles musicales y partes de otras cantiñas, pausando su ritmo
e imprimiéndole grandilocuencia, dejándolo así como cante para escuchar.
Coincidiendo con su etapa madrileña comenzó a dar a conocer estas cantiñas, y tal vez pensando
en un homenaje a priori, madrileñizó algunas de las coplas originales, aclimatándolas hasta tal punto que
muchos consideran los caracoles como un cante madrileño. La antigua letra:
que hacía alusión al cambio de trenes con destino a Andálucía, fue oportunamente transformada por
Chacón en "La gran calle de Alcala", con un gran sentido pues la calle Alcalá era, en el Madrid de
aquellos años, la arteria principal de la vida castiza y artística, donde la gente del teatro y del toreo ponían
la nota pintoresca. Todo lo andaluz era algo aclimatado y de raigambre en el madrileñismo de la época.
Fuera de la geografía gaditana hay dos importantes cantiñas: una, creación de Pinini, cantaor
gitano de Utrera, que destacó en cantiñas y cantes festeros y abuelo de las cantaoras Fernanda y Bernarda
de Utrera. Y otra, la cantiña de Córdoba, o alegría de Córdoba, como también se la conoce, hermana de
las de Cádiz. Sólo existe una modalidad y es creación personal de la familia cantaora de los Onofre de
Córdoba, que imprimieron características netamente cordobesas a las cantiñas y a las soleares. Esta
modalidad de cantiña fue popularizada por Pepe Marchena y Curro de Utrera que las interpreta en esta
selección.
QUE LE LLAMAN RELICARIO LAS MURALLAS DE CÁDIZ
Alegrías clásicas Cantiñas de Cádiz
Canta: AURELIO SELLES Canta: EL FLECHA DE CÁDIZ
Ni en España ni en Italia,
ni en lo que cobija el sol, DE SANLUCAR HASTA EL PUERTO
has de encontrar una carita Cante de las Mirris
que te quiera más que yo. Canta: RAMON MEDRANO
Baluarte invencible,
Vol. XIII/ CANTES DE MÁLAGA – FANDANGOS Y MALAGUEÑAS
EL FANDANGO
CANTES DE MALAGA
Los cantes de Málaga tienen una raíz común: El fandango malagueño, que en sus diversos tipos
originará lo que podríamos denominar cantes malagueños vernáculos, como los verdiales, su tronco
principal, la rondeña y las primitivas malagueñas, más una serie de variantes derivadas cuya elaboración
artística, en muchos casos, sobrepasa las fronteras regionales de Málaga, y de cuyo foco saldrá una amplia
y rica gama de malagueñas personales cuyo nacimiento y evolución iremos viendo.
José Luque Navajas, que es el que hasta ahora ha estudiado más profundamente los cantes de
Málaga, nos dice sobre los verdiales lo siguiente: «Son anteriores incluso al nacimiento del llamado cante
flamenco. Una vez este, se unieron a él por afinidad, mas no participan de todas sus características, pues
aquellos se cantan con acompañamiento de varios instrumentos de cuerda y percusión.
Los verdiales, debido a su copioso acompañamiento, han evolucionado muy poco dentro del cante
flamenco, conservando aún su naturaleza primitiva, de una rudeza y autenticidad impresionantes. Su letra
es alegre y sencilla.
Su línea melódica es breve y brava, sacrificando el melisma por las exigencias del compás y
supeditando todo lucimiento del cantaor al baile. Tanto en acompañamiento como el cante mismo varían
en matices al pasar de un pueblo a otro, ya veces de partido a partido; como varían también los distintos
instrumentos que componen el conjunto musical, llamado panda».
La rondeña es uno de los fandangos malagueños más antiguos y fue muy popular durante todo el
siglo XIX, según deducimos por la cantidad de citas de artículos costumbristas que se ocuparon de ella.
Parece ser que su lugar de nacimiento fue la serranía de Ronda y de ahí su nombre, aunque otros
tratadistas se inclinan a creer que tal nombre proviene de la costumbre de cantar en las rondas o serenatas
nocturnas.
La javera es un fandango de rasgos especiales, como sus cadencias, sus tonalidades y sus tercios
ligados. Nació y tomó nombre, según la tradición, de dos hermanas del barrio de la Trinidad, que a
comienzos del siglo pasado tenían un puesto de habas secas y solían pregonar su mercancía cantando. El
Chato de Jerez fue uno de sus más destacados propagadores.
La confluencia de Málaga con el sur de la provincia de Córdoba originó dos modalidades de cante
cordobés, una en la manera particular de cantar el verdial y otra en el famoso fandango de Lucena, uno de
los mejores de Andalucía, cuyos maestros y principales intérpretes: Dolores la de la Huerta, Rafael Rivas
y Cayetano Muriel "Niño de Cabra", consiguieron hacer de Lucena centro de gravedad del cante
auténticamente cordobés.
Además del fandango de Almería, de bello y gracioso ritmo, traemos otro fandango también
bailable de gran rareza y antigüedad: el de Facinas atribuido a Juan Palillo. Las noticias que he podido
recoger, por tradición, dicen que los padres de este cantaor eran oriundos de Vélez-Málaga y llegaron a
las campiñas de Facinas y Tarifa a finales del siglo XVIII. Juan Palillo creó un fandango que llegó a ser
popular en su época y era muy solicitado para cantar en las fiestas del "chacarrá" de esas tierras gaditanas.
El apodo de Palillos le venía de que se acompañaba sus fandangos al compás de palillos fabricados por él
mismo, consistentes en dos tablillas de madera, o bien dos lascas de piedra pizarrosa, que metidas entre
los dedos de la mano derecha, y en un movimiento rítmico con el aire del "chacarrá", daban un repiqueteo
de verdaderas castañuelas.
Dentro ya de la malagueña, podemos oír en este volumen tres estilos clásicos: una malagueña
perota, llamada así por proceder de Alora, cuna de malagueñas y malagueñeros; la de Baldomero
Pacheco, y la de Juan Breva.
El cante de Antonio Ortega Escalona "Juan Breva" (Vélez-Málaga, 1844 - Málaga, 1918), está
basado en el verdial de Vélez, y es un cante sin tranquilos ni martingalas, un rayo musical. Núñez de
Prado en su libro Cantaores andaluces (1904) dice que era: «inflexible, recto, rígido sin espirales ni
ángulos, rápido como la centella y seco, luminoso y vibrante como el puñal. Tiene la agudeza de ese arma
y es ardiente como el fuego: parece despreciar los adornos y floreos, como si le faltara tiempo para
escapar del alma en que nace y clavarse en el corazón de los que escuchan».
Con este arma, comprendemos que su triunfo fuera seguro, total. Nada se opuso a su paso. Su
nombre y su cante se extendieron por toda España, haciendo girar a los aficionados hacia este nuevo cante
y como tal queda admitido por los propios artistas, ya que hasta entonces la malagueña no tenía carta de
naturaleza en el tablao flamenco, ni era admitida por los profesionales. Juan Breva supo imponerse a esas
exigencias; he ahí su triunfo.
Llegó a ganar una inmensa fortuna. Por el año 1884, cantaba en tres sitios distintos en el mismo
día y con la condición de que el contrato era pagado en oro. Sus finales fueron tristes. García Lorca le
recordó: «Al igual que Homero cantó ciego».
NAVEGANDO ME PERDÍ y cada vez que me miras
Rondeñas se me clavan en el alma.
Canta: JACINTO ALMADÉN
Los ángeles del cielo
Por esos mares de Dios, los quiero para volar
navegando, me perdí: y las manos de María
y con la luz de tus ojos para coser y bordar.
a puerto de mar salí.
El fandango de Almería
VENGO DE LOS VERDIALES pronto se hará popular,
Verdiales lo cantan los parraleros
Canta: BERNARDO EL DE LOS LOBITOS cuando empiezan a cortar
las uvas pa el año nuevo.
Pueblo de los Verdiales
quién te pudiera traer Donde nacen los tempranos,
metío en la faltriquera viva el reino de Almería,
como un pliego de papel. tierra de los minerales,
mujeres guapas y bravías,
Vengo de los Verdiales, y de los hombres cabales.
de los Verdiales vengo,
vengo de echarme una novia,
de echarme una novia vengo. JUAN PALILLO
Fandangos de Facinas
Viva Málaga mi tierra, Canta: FLORES EL GADITANO
yo soy de la Triniá,
el Huerto de los claveles Fue de Facinas, señores,
y el puente de Tetuán. y se llamó Juan Palillo
y entre tó los segaores
siempre fue su fandanguillo
ELLA ES BUENA Y VOLVERÁ el mejor de los mejores.
Verdiales cordobeses
Canta: ANTONIO RANCHAL En las playas de Tarifa
que ya te puedes bañar,
Corazón mío no llores porque to los tiburones
que ella es buena y volverá se han "dio" por alta mar
y si acaso no volviera por no verte los calzones.
ella perdería más,
como yo no hay quién la quiera.
En el año "de la pera", CON MI PENA
dijeron los de Facinas Malagueña "perota"
a los de la Ventolera: Canta: DIEGO EL PEROTE
las mejores tagarninas
son las de nuestras laderas. Díle a esa mujer que ría
que yo sigo con mi pena,
yo a esa mujer no la olvío
SI JUAN BREVA porque pa mí fue muy buena
Cante de Juan Breva el tiempo que ha estao conmigo.
Canta: PEPE DE LA ISLA
Como MALAGA LA BELLA fue bautizada en la copla popular. Como "mirador excelso" la
ponderó Aben-Said. Salvador Rueda le dijo que "cantas como ninguna ciudad del mundo". Los poetas le
cantaron, sus costumbristas la mimaron, pero muy a pesar de ello no pudieron apurar el elogio de su
sonoridad, por eso Manuel Machado le llamó MALAGA CANTAORA. De su cante, la malagueña ha
dicho Andrade de Silva: «que es cante de rompe y rasga y de entrega tierna. Cante que suspira, solloza y
se encrespa». García Lorca dijo: «que era cante de gentes con el corazón en la cabeza». El malagueño
José Carlos de Luna «que tiene arrestos de la caña, sentimientos de seguiriyas, matices de soleares y no se
parece a ninguna. Es... ella suave, femenina, desgarrada».
La malagueña, ligada al destino del fandango, logró adquirir su propia personalidad, marcándose
históricamente a través de una amplia variación estilística que arranca con el famoso Juan Breva. Este
desarrollo podemos pulsarlo perfectamente en la importante colección de estilos que hemos conseguido
reunir. No falta ninguna versión de las malagueñas más importantes, complementadas con otras que por
su condición de foráneas y de rara avis son desconocidas a la mayoría de los aficionados.
MALAGUEÑA DE EL PEROTE.-Al igual que El Canario, Juan Trujillo "El Perote", era de Abra
y cantaor clásico por malagueñas, continuador de Juan Breva y buen cantaor para baile. Su estilo, basado
en un canto de arada, no encierra la dificultad del cante del Breva, a pesar de la presunción con que
cantaba la siquiente copla:
Digno competidor de Chacón, hemos de decir que el arte de Fosforito queda reducido solamente a
su malagueña, que en su boca adquiría una grandeza de estilo verdaderamente excepcional y que
desapareció con su intérprete, ya que después de él casi nadie se ha atrevido a cantarla, y ha quedado poco
menos que en el olvido. La versión que recogemos es un leve intento de reconstrucción.
Hemos conseguido a través de los dos grandes maestros del cante gaditano: Aurelio y Pericón, la
conservación y transmisión directa de éste cante, delimitándolo y aclarándolo ya que podemos apreciar la
diferencia que hay entre la malagueña chica y la grande, poco conocida y mal ejecutada en la mayoría de
los casos. La malagueña chica nació en 1903, en el Puerto de Santa Maria, en una fiesta en la que
cantaban El Mellizo y Chacón, en un momento en que al maestro Enrique, ya viejo, le fallaron las
facultades.
De menos importancia artística y trascendencia son tres estilos incluidos aquí: el de Sebastián
Muñoz Beigveder "El Pena" (Abra, 1876 - Málaga, 1956), recreación del de Baldomero Pacheco; el de El
Niño del Huerto, y el de José Beltrán Ortega "Niño Vélez" (Vélez-Málaga, 1900-1975), basado en un
fandango verdial de su paisano Juan Breva, alargándole y reposando los tercios.
A lo largo de esta Antología hemos ido viendo y escuchando la personalidad y la valía artística de
un cantaor que dejó marcada huella en los cantes sin guitarra, en las siguiriyas y soleares, la caña, la
petenera, tientos, caracoles y mirabrás, en la granaína, cartagenera y taranta y en la malagueña, donde lo
fue todo. Nos estamos refiriendo a don Antonio Chacón.
Toda la labor de engrandecimiento y dignificación iniciada dentro del pasado siglo por Silverio
Franconetti, encontró un digno continuador en la portentosa figura de don Antonio Chacón, como
máximo representante no ya sólo de esa época, pues decir su nombre es para muchos decir el mejor
cantaor de todos los tiempos, como así fue reconocido y proclamado por los poetas, la aristocracia, los
intelectuales, el pueblo, los aficionados, los propios artistas y todos aquellos que tuvieron la sensibilidad
para degustar su arte. "¡Papa del flamenco!" lo llama Tomás Borrás. Y si fue el cantaor "redondo" por
excelencia, el más completo, es por estas y otras razones: su maravillosa condición de voz, dominio
absoluto del compás, expresiva emotividad, aportación artístico-musical, perfeccionamiento de la técnica,
amplio conocimiento del tema. Y todo esto unido a su bondadosa condición humana, a su innato señorío,
y a la gran tarea de recopilación, defensa, divulgación y dignificación social del flamenco, le hicieron
acreedor, en lo artístico y en lo personal, al tratamiento de don, cuyo reconocimiento, desde el Rey para
abajo, se le otorgó espontáneamente como la mejor recompensa para quien tuvo un origen humilde.
Antonio Chacón García, nació el 16 de mayo de 1869, en Jerez de la Frontera. Su padre era
zapatero remendón, y desde bien pequeño tuvo que ayudarle en el oficio. La afición al cante le costó no
pocas regañinas paternas, y las primeras "perras" ganadas en los bautizos de su barrio le animaron a
seguir la profesión de cantaor.
Tras una pequeña "tourné" de varios meses por pueblos de Andalucía y Badajoz, en compañía de
los hermanos Antonio y Javier Molina, bailaor y guitarrista respectivamente, se le presentó la ocasión de
cantar en una fiesta con Joaquín Laserna y Enrique el Mellizo, dos de los grandes cantaores del momento.
Causó tan buena impresión que, al poco tiempo, El Mellizo le proporcionó un contrato para que cantara
con él en el café cantante de la Feria del Peregil, con motivo de las fiestas gaditanas de 1886. Tuvo tal
éxito que los mismos aficionados los pusieron en comparación. Aquello trascendió y Silverio lo contrató
para su café sevillano de la calle Rosario. Este café, el más famoso de los que han existido en el género,
fue el escenario por donde desfilaron las mejores figuras del cante, baile y toque. Y de allí parte la fama
artística de Chacón. Se puede decir que "llegó y acabó con el cuadro". Un testigo excepcional, Femando
el de Triana, en su libro Arte y artistas flamencos (Madrid, 1935), nos cuenta lo que allí presenció:
«Todos los notabilísimos artistas de la época de Chacón prescindieron de sus derechos de antigüedad y
acordaron cantar por delante del fenómeno: así serían escuchados e indiscutiblemente aplaudidos, pues al
terminar Chacón la primera sesión quedaba el salón completamente desalquilado de personal hasta que de
nuevo comenzaba el público a concurrir para la sesión de la madrugada; ésta terminaba a las cuatro de la
mañana, que allí parecían las diez de la noche, y nadie se movía de su asiento hasta que Chacón terminaba
o, mejor dicho, cerraba el espectáculo. Su voz era de una melodía extraordinaria; su modulación,
facilísima, y tanto las notas graves como las agudas las ejecutaba con una sonoridad encantadora. Esto,
unido a su aspecto personal y a unas letras a propósito de sus cantes, le hicieron en poco tiempo acreedor
a la más alta jerarquía del Cante Andaluz. ¡Así era Antonio Chacón! Así era, y así fue durante muchos
años: dueño y señor de todos los públicos en España».
En 1912 se establece definitivamente en Madrid y pone nota brillante en los últimos días gloriosos
del célebre café de Fornos. Al amparo de su fama y arte se popularizan los famosos Gabrieles y la calle de
Echegaray vive los mejores años de su esplendor. Cuando a principios de los años veinte se marcha a un
nuevo local, Villa Rosa, todos los artistas se van tras él, y Villa Rosa se hace popular a nivel
internacional.
En sus últimos años, su porte venerable y obispal era el símbolo y la jerarquía del mejor arte de
una época. Así lo vemos presidiendo el concurso de Granada del año 22, entregando la Copa Pavón o
cantando para los Reyes de Italia.
Sin duda alguna Chacón fue el mejor intérprete de la malagueña, el rey de este cante que él
acarició como ninguno con su voz. Dio a la malagueña un carácter especial de hondura, haciendo de ella
un cante grande, la popularizó, la embelleció al máximo con aliento jerarquizador. Detalles todos ellos
que podemos apreciar en la amplia gama de diferentes estilos personales de malagueñas aquí reunidos,
que llevan el sello y la creación del genial maestro.
Cerramos el campo musical de la malagueña con dos bellos y poco conocidos estilos, el de
Gayarrito y el de Diego el Personita.
Al igual que con la malagueña y otros cantes, hizo Chacón del fandango de Granada, de la
granaína, toda una obra de arte, dotándola de una grandeza extraordinaria. también compuso la media
granaína, mucho más dificultosa y elaborada.
Junto a los estilos de Chacón, que han sido los más populares y cultivados por los cantaores,
traemos una emotiva y personal versión de la granaína, creada por Cepero, excelente cantaor que destacó
además de forma especial en el cante por fandangos.
Si tu no me has de querer
a que tanto me consientes, MI MAYOR VENGANZA
mátame de una vez, Granaína de Cepero
porque yo te perdono la muerte, Canta: EL FLECHA DE CADIZ
que ya no quiero padecer.
El poder yo aborrecerte
sería mi mayor venganza,
LOS PECEN MUERAN DE PENA mira si es mala mi suerte
Malagueña de Gayarrito que no me quea otra esperanza
Canta: BERNARDO EL DE LOS LOBITOS que la de volver yo a ti a quererte.
EN LA TIERRA MALAGUEÑA
Malagueña de Personita
Canta: GABRIEL MORENO
En la tierra malagueña
aunque joven me casé,
a mi hermana la rondeña
yo nunca abandonaré.
Vol. XVI/ El Cante de las minas
Al igual que el cante flamenco andaluz, el cante flamenco levantino y minero responde a las
mismas condiciones y problemas, bien sean de índole geográfica, histórica, social o de ambientación,
poniendo igualmente siempre de relieve el valor esencial del hombre como medio expresivo del cante.
Aquí la fórmula expresiva del personaje, que es el minero, surge y brota acusadamente, compuesta y en
respuesta al desahogo obligado por las circunstancias y motivaciones de una opresión, de una injusticia,
de una dubitación social: la explotación del hombre por el hombre, corno se aprecia a lo largo del
desarrollo caótico y floreciente de las minas cartageneras, y que en las coplas de este personaje
encontramos, como el testimonio más fehaciente de su protesta:
Y es que la copla viril del minero encierra una honda evocación en su dramático desgarro, quejido
lastimero, que surge de las entrañas de aquel que amargamente/gana el dinero, y en su mundo de trabajo,
quejas de vida azarosa y trágica, penas y opresiones, hay base más que suficiente, en cuanto a motivo
espiritual, para la creación del cante minero, y cuya ideología, si se quiere, ya la encontramos - en lo que
respecta a Cartagena - en el siglo XVI, en una coplilla de "El baile de los Galeotes", de Bernardo López
del Campo:
La formación del Cante minero se define por dos líneas estético-sensitivas: la vital y la musical.
El murciano trabajando
alegre en su barraquilla,
al son de una guitarrilla
pasa la vida cantando.
Como dice Asensio Sáez: «Una necesidad irrefrenable, casi fisiológica, nacida del reencuentro del
hombre que escapa cada jornada del riesgo de la mina, con la vida exultante que le aguarda fuera del
pozo, le empuja al minero la sangre hacia la garganta hasta hacerse chorro de copla florecida»:
1º Dentro de las migraciones mineras, añoranzas de los cantes andaluces. Aunque a Carlos III ya le
empezó a preocupar la cuestión minera, otorgando licencias para la explotación de algunas minas
cartageneras, fue merced al amparo de la ley acogedora de Fernando VII, cuando la Sierra minera
de Cartagena tuvo necesidad de una gran demanda de mano de obra, por lo que acudieron familias
enteras a trabajar al nuevo, floreciente y prometedor futuro que se abría. Fue Andalucía quien
suministro estas migraciones, principalmente Granada, Jaén y Almería.
2º Acoplamiento de las propias tonalidades. Aquí ejerce una influencia decisiva la antigua murciana
y varios estilos de malagueñas -en su forma puramente folklórica-, aunque más bien de
ornamentación que de fondo, pues ya en la Sierra de Cartagena y en los pueblos que se cobijan en
su seno, vibraba de antiguo un cante característico, el cante de "la madrugá", padre de la taranta y
de todo el cante minero. También se produjo una simbiosis inevitable de la taranta y el cante de
"la madrugá", naciendo la taranta de estilo cartagenero, y de ese cante matriz, la cartagenera. De
tan espontánea y casi biológica creación partió El Rojo el Alpargatero.
3º Aportación personal de los grandes maestros locales. Este apartado corresponde entero y casi por
derecho a la gran figura creadora, alma y símbolo del cante minero: Antonio Grau llamado El
Rojo el Alpargatero.
Antonio Grau Mora nació en Callosa del Segura (Alicante), en 1847. Desde joven, por el color de
su pelo, se le empezó a conocer por El Rojo. Su familia se dedicaba a la fabricación de alpargatas -de ahí
su otro sobrenombre-, y por razones del negocio tuvo que viajar muchos años por Andalucía, lo que le dio
la ocasión de escuchar y fomentar sus aficiones desmedidas a cantar y tocar la guitarra, conociendo a
todas las figuras del arte de aquella época.
Se establece en La Unión, en 1885, instalando una amplia posada, que iría aumentando con su
correspondiente sala de juego y café cantante, negocios que con el tiempo iría ampliando por Cartagena y
Almería, ciudad ésta en la que estuvo viviendo varios años.
Al Rojo le gustaba de madrugada ponerse en la ventana a presenciar la marcha hacia las minas de
los mineros, que con su "trapico" y su carburador iban entonando la "madrugá". Todas estas horas de
escucha y el impulso creador que llevaba dentro de sí, fueron los materiales que le sirvieron para
engrandecer los cante mineros, introduciendo, junto con su personalidad, nuevos tonos, creando un
proceso de superación dentro de la más estricta línea de pureza:
Estos cantes empezaron a difundirse fuera del ámbito regional, lo que motivó el que se aportasen
nuevos detalles de enriquecimiento musical en las concomitancias musicales mantenidas con otras zonas
cantaoras. Estas concomitancias fueron principalmente con Almería, Málaga y Jaén:
1. Con ALMERÍA. A través del Ciego de la Playa y de Pedro el Morato, sobre todo este último por
su valiosa aportación de tonalidades de la taranta y el taranto almeriense.
Pedro el Morato, fue un cantaor y trovero que estuvo viviendo entre Almería y Cartagena. Su estilo de
cante ha quedado, como también varias coplas autobiográficas de él:
Me llamo Pedro el Morato
y soy natural de Vera,
con mi guitarrica en la mano
vaya tela y venga tela,
vaya telica de verano.
3. Con JAÉN. Hay que destacar que junto al desarrollo artístico del cante minero de Levante, en la
tierras mineras de Jaén, Linares, La Carolina, Andújar... se iba perfilando la personalidad de su
taranta, que contó con nombres tan sugestivos como Basilio, El Tonto Linares, los Heredias, El
Bacalao, Luis Soriano el Cabrerillo, José la Luz,...
La figura que realmente contribuyó a difundir el cante minero y de Cartagena, a nivel nacional,
popularizándolo en todos los medios artísticos y engrandeciéndolo hasta el punto de que estos cantes
comenzaron a respetarse y a considerarlos dentro de la estilística del flamenco, fue don Antonio Chacón,
Por el año 1891, Chacón frecuentó Almería, donde conoció a Frasquito Segura "El Ciego de la
Playa",del que aprendió genuinas tonalidades que tan útiles le serían en el importante desarrollo musical
que hizo en los cantes levantinos.
Su desbordante afición le llevó también por estos años a hacer frecuentes viajes a Cartagena, La
Unión, Los Alcázares y otros pueblos murcianos, invitado principalmente por El Rojo el Alpargatero, con
el que le unía una gran amistad. Chacón, siempre tan aficionado, tuvo ocasión, durante las temporadas
que allí pasó, de apreciar la rica gama de los cantes y musicalidades propias de la región, logrando más
tarde con su desbordante personalidad llevar estos cantes al grado máximo de perfección, con una técnica,
una armonía, y una majestuosidad admirable, impresionante, formando todo un auténtico compendio de
categoría artística, reflejada como muestra más palpable y clarividente en su personal estilo de
cartagenera.
Aparte de los giros melódicos o tonalidades propias de cada estilo de cartagenera, hay una
característica común que nos hace confirmar este cante, como un cante de elaboración artística, y es su
condición de cante urbano, tal y como nos lo señala sus letras antiguas, donde apenas aparece el tema del
minero, hecho que no ocurre en las tarantas, donde lo minero es el tema principal, y es que los cantaores
que forjaron la cartagenera, prácticamente profesionales, no tenían nada que ver con la mina. En la clásica
aparecen sobre todo temas de tipo local y personal.
De todos los citados, hay uno famosísimo: el de Alosno, pueblo minero de la serranía, estilo lleno
de hondos saberes, viril y alegre, recio y tierno, difundido por muchas regiones de España a través de los
alosneros dedicados a la recaudación de los consumos. Destacó con estilo propio en la voz de Marcos
Jiménez. El llamado "fandango cané" del Alosno suele cantarse a coro. En este pueblo de gran
personalidad folklórica en villancicos, cantos de arada, pirulito, etc. también cultivan las sevillanas,
especialmente las llamadas bíblicas.
Almonaster la Real, a 800 metros sobre el nivel del mar, es uno de los pueblos más bonitos de la
provincia, cuna del fandango de Santa Eulalia, en cuya romería, que se celebra el mes de mayo, se canta y
se baila un fandango que se hace oración en la poesía popular que de manera espontánea y brillante brota
en dicha función.
En El Cerro de Andévalo se canta uno de los fandangos más antiguos de Huelva. Sus letras casi
siempre son alusivas a San Benito, su patrón.
Santa Bárbara es un pueblo pequeño, pero con un fandango grande, hermoso y brillante, estilo que
ha sido cultivado y dado a conocer por cantaores de talla como Canalejas de Puerto Real y Antonio el
Sevillano.
Los fandangos de Encinasola y Paymogo apenas son conocidos fuera del ámbito local.
De la amplia nómina de intérpretes famosos que con sus voces y estilos personales contribuyeron
a difundir y engrandecer el fandango de Huelva. no podíamos dejar de traer el recuerdo y el cante
inconfundible de sus cuatro ases:
José Pérez de Guzmán (Jerez de los Caballeros, 1890), aristócrata que cultivó el cante con una
generosa vocación. Hizo un fandango valiente, de arranque fuerte y brioso y lleno de dificultades, por lo
que hay que tener buenas condiciones para interpretarlo. José Rebollo Piosa (Moguer. 1895 - 1938). Este
eminente y malogrado cantaor fue el más completo de todos los que han cultivado el de Huelva. Su
fandango, muy distinto al de los demás, está lleno de sabiduría flamenca. Antonio Rengel (m. 1961), creó
un estilo señorial y jondo para cantar a su Huelva. Y finalmente, Paco Isidro, que está en esta antología de
palabra y de pensamiento para cantarnos su propio estilo.
POR VER SI TE ABORRECÍA FORMAN LOS PASTOS
Fandangos de Alosno Fandangos de El cerro
Cantan: LOS HERMANOS TORONJO Canta: CERREJON
Cuando me ve preocuapao
mi caballo se entristece,
se me pone desbocao
y hasta llora algunas veces.
Es que está bien enseñao.
XVIII/ Fandangos Personales
Desde 1880, la mezcla de los cantes flamencos con los folklóricos andaluces abrió amplios
horizontes y se configuraron nuevas formas expresivas y estilísticas, siendo el fandango el estilo más
favorecido por este enriquecimiento de matices. Y la asombrosa pluralidad del fandango andaluz como
expresión típica de cada pueblo o comarca natural andaluza, sería la base sustancial para el fandango
personal, tan conocido y popularizado en los últimos tiempos, pero cuya evolución data de 1890 a 1920,
cuando el cante de Levante gozaba de su máximo esplendor. Este fandango, que se crea al final de una
época de grandes malagueñeros, se deslocaliza en cuanto a sabor, no es bailable, y sí libre de compás,
admitiendo un deleite melismático en cada tercio. Con estas notoriedades y significaciones y una clara
tendencia a pasar del puro compás a una ejecución casi "ad libitum", más libre, aparecen las primeras
personalizaciones fandangueriles, iniciadas por El Niño de Cabra, Rafael Pareja, Pérez de Guzmán, El
Gloria, etc. pero es Pepe Marchena quien desregionaliza el fandango alejándolo de los moldes clásicos y
masificándolo por completo, mientras Manolo Caracol sigue otra línea fandangueril, también
personalista, pero llena de emocional sentimiento en su técnica interpretativa.
Los fandangos que hemos seleccionado responden principalmente a su calidad artística y son
prácticamente, en casi todos los casos, los más importantes de una época llamada Ópera Flamenca (1925-
1955), en que el fandango fue la gran vedette del cante flamenco. Estos estilos, imitados por numerosos
aficionados y cantaores, sirvieron a su vez de base para elaboraciones posteriores, algunas de las cuales
todavía prevalecen. Otros estilos, pasada su popularidad, bien por la ausencia de su creador o por las
dificultades interpretativas, son menos conocidos, por ello no está de más el recordarlos y significarlos
aquí.
Fandango de Manuel Torres.- La genialidad de Manuel Soto Loreto (1878 -1933), ampliamente
reflejada en esta Antología también, se nos muestra en el fandango con un aire de clara influencia
huelvana. Nadie mejor para ofrecernos este estilo, que otro cantaor gitano, el que tanto por temperamento
como por sonido está más cerca de la visión interpretativa de Manuel Torres, nos referimos a Manolo
Caracol.
Fandango de Frasquito Yerbagüena.- En Granada, la línea melódica del verdial nos ofrece un
caso concreto de localismo con la aportación que popularizó Francisco Gálvez Gómez (Granada, 1883 -
1944), basado en la clásica granadina.
Fandango de Cepero.- José Cepero (Jerez, 1888 - Madrid, 1960), fue un magnífico cantaor que
dominó un gran repertorio de cantes con voz y estilo agradable y musical. Su fandango fue el cante que
más interpretó por exigencia de los públicos. Se le conocía por el sobrenombre de el Poeta del Cante, ya
que era autor de casi todas las letras que interpretaba.
Fandango de Rafael el Tuerto.- Rafael de la Rosa González (Algeciras, 1890 - 1974). Este gran
cantaor y guitarrista apenas salió del Campo de Gibraltar. Poco antes de morir pudimos conseguir que nos
grabara la cantiña de La Contrabandista, cuya versión, por primera vez grabada, es la única que se
conoce, y su estilo de fandango sigue aún vigente, pues dado a conocer por El Rubio ha sido popularizado
por Camarón de la Isla. También cantaba muy bien por tangos canasteros.
Fandango de El Niño Gloria.- Otro ejemplo de gran interés en esta etapa, de clara influencia
localista en la creación personal, son los difíciles y galleados fandangos de El Niño Gloria, inspirado en
su primera época por los compases de la serranía de Huelva. Rafael Ramos Antúnez (Jerez, 1893-Sevilla,
195?) tuvo unas condiciones excepcionales que le permitieron dominar todos los cantes, especialmente
las bulerías, saetas, cantiñas y fandangos. Este maestro del cante está injustamente olvidado.
Fandango de Pepe Marchena.- José Tejada Martín (Marchena, 1903 - Sevilla, 1976), fue creador
e impulsor de la Opera Flamenca. Su musicalidad y el preciosismo de su voz fueron armas suficientes
para colocarse como una primera figura del género. Imitado por muchos artistas, cuenta con numerosos
admiradores.
Indiscutiblemente no se puede negar su gran personalidad ar?istica. Todo un maestro.
Fandango de Macandé.- Gabriel Diaz Fernández (Cádiz, 1897 - 1947), fue un vendedor de
caramelos, creador de un pregón -grabado en esta Antología- que cantaba para anunciar su mercancía.
Adquirió popularidad por la manera personal, sensible y con garra, de cantar el fandango. Murió en el
manicomio. Son escasos los cantaores que conocen e interpretan este estilo.
Fandango de Palanca.- José Lebrón López (Marchena, 1904 - Sevilla 1976), fue un
revolucionario del fandango, pues si la tendencia fandangueril de la época era la de alargar los tercios
adornándolos de melismas brillantes, el creó un fandango corto, de tercios recortados con extrañas y
difíciles tonalidades, tremendamente emotivo y con unas letras compuestas por él mismo que tenían una
gran belleza.
Como cantaor fue corto, y realmente lo que dominó con largueza fue sólo el fandango, con el que
consiguió mantenerse como primera figura durante casi treinta años y en todos los escenarios del país,
alternando con las máximas figuras del flamenco. Por ello su popularidad fue grandísima y sus fandangos
se cantaban muchísimo por todos los aficionados;
Fandango de El Sevillano.- Antonio Pérez Guerrero (Alcalá de Guadaira, 1909), sigue hoy en día
a la cabeza de los pocos fandangueros buenos que quedan. Los aficionados conocen perfectamente, desde
hace más de treinta años, la forma flamenca, brillante y dificultosa con que canta por fandangos. Lo que
ignoran muchos es que Antonio conoce y domina, a la perfección, el resto de los cantes grandes.
Fandango de El Corruco.- José Ruiz Arroyo (La Línea, 1910-Balaguer, Lérida, 1937). Desde su
presentación en Madrid, en el año 1932, en el Teatro Fuencarral, se le consideró a Corruco como un gran
estilista del fandanguillo. Sus escasas grabaciones difíciles de encontrar. y su muerte prematura, fueron
las causas de que este estilo de fandango. hoy en día, sea prácticamente desconocido.
Fandango de Caracol.- Es de sobra conocida la figura de uno de los más fabulosos cantaores que
hemos tenido en este siglo. De su fandango diremos que es uno de los más importantes; lleno de enjundia
y hondos saberes flamencos. Heredado de su pariente el banderillero Enrique Ortega "El Almendro"' ha
servido para crear nuevos moldes y ha pasado a la voz de numerosos profesionales.
Fandango de Aznalcollar.- José Losada Carballo (Aznalcollar. 1912 - Madrid 1973) ha sido uno
de los últimos grandes creadores del fandango, y su creación es una de las más originales y personales de
la historia de este estilo, creada sin apoyo de ninguna base, dejándose llevar de la inspiración y de su
sensibilidad de artista. Todo un piropo lírico en la poética de una Andalucía que sabe expresarse cantando
y llorando por fandangos.
QUE DEL NÍO LA COGÍ La una en el reloj daba
Fandango de Manuel Torres cuando mi pobre padre murió,
canta: MANOLO CARACOL mi hermana me abrazaba:
hermana ya se acabó
Blanca paloma te traigo, el árbol que nos tapaba.
que del nío la cogí,
la mare se queó llorando QUE LLORES POR MI QUERER
como yo lloré por ti. Fandangos de El Niño Gloria
La solté y se fue volando. Canta: EL SORDERA
No te hagas el inocente
que eso conmigo no vá,
que yo conozco la gente,
lo que tienen de maldad
con mirarla frente a frente.
Vol. XIX /CANTES VARIOS
Como ya indicamos en la introducción de esta obra, bajo el título o capítulo de VARIOS hemos
incluido aquellos cantes que eran de difícil clasificación, unos debidos al origen y formación de los
mismos y con variantes ajenas a lo que entendemos propiamente por cante flamenco. Algunos de estos
cantes con carta de naturaleza extraña y dudosa, y con elementos ajenos, con el uso se han ido
incorporando y aflamencándose, como la farruca, el garrotín o los cantes hispanoamericanos.
LAS SEVILLANAS
Como hemos ido viendo, en el cancionero flamenco y en el tradicional español las coplas más
generales y populares son la cuarteta y la seguidilla. Vamos a ocuparnos de esta última por la importancia
que ha tenido en la formación y participación métrica de algunos cantes flamencos y de manera más
acusada y directa en la siguiriya gitana y en la sevillana.
La seguidilla consta de cuatro versos, de siete sílabas los impares y de cinco los pares,
aconsonantados, y de un estribillo de tres versos, siendo el primero y el tercero que riman, de cinco
sílabas y el segundo de siete. Antiguamente los impares eran de seis sílabas.
El maestro Gonzalo Correas, en su Arte grande de la lengua castellana (1626), les presta gran
atención: «Son las seguidillas poesía muy antigua, y tan manual y fácil que las compone la gente vulgar y
las cantan, con que me admiro de que las olvidasen las artes poéticas. Son aparejadas y dispuestas para
cualquier mote o dicho sentencioso y agudo de burla o grave. Aunque en este tiempo se han usado más en
lo burlesco y picante como tan acomodados a la tonada y cantar alegre de bailes y danzas, y del pandero y
de la gente seguida y enamorada, rufianes y sus consortes, de quienes en particular nuevamente se les ha
pegado el nombre a las seguidillas. Y ellos se llaman de la seguida, y de la vida seguida y de la vida
airada: porque su gusto y placer y vida alegre sin ley, y su furia, y siguen y corren las casas públicas, y
aún porque son seguidos y perseguidos de la justicia...»
A lo largo del siglo XVI y, sobre todo del XVII, comprobamos ya la popularidad de que goza este
tipo de canción, pues fue usada por todos los poetas de estas épocas, llegando su fama hasta el propio
romancero. Cervantes las nombra en Rinconete y Cortadillo y en El Celoso Extremeño. En El Quijote
dice: «¿Pues qué, cuándo se humillan a componer un género de verso que en Candaya se usaba entonces,
a quienes ellos llamaban seguidilla? Allí era el brincar de las almas, el retozar de la risa, el desasosiego de
los cuerpos y finalmente, el azogue de todos los sentidos».
El gusto popular por las repeticiones o añadidos de variantes pasó a las seguidillas, por lo que fue
corriente que se compusieran y cantasen por parejas, siendo una copla imitación de la otra:
Río de Sevilla
arenas de oro,
desa banda tienes
el bien que adoro.
Río de Sevilla
rico de olivas,
dile como lloro
lágrimas vivas.
Un paso más, como bien dice Rodríguez Marín, y de la fusión de estas coplas había de nacer el
estribillo, al perderse, quizás por exigencias de alguna tonada, el primer verso del segundo cantar de cada
pareja, verso que no era sino repetición del primero de la otra copla.
La más antigua seguidilla con estribillo la canta un arriero en la comedia Las paredes oyen (1622),
de Ruiz de Alarcón, habiendo referencias de que ya se usó antes. Ya en 1621 las recoge Tirso de Molina
en sus Cigarrales de Toledo, si bien esta obra no salió a la luz hasta 1627.
En el siglo XVIII, la seguidilla jugó un importante papel en las obras menores de la literatura
escénica. Fue el elemento característico con que se remataban las tonadillas teatrales, género muy popular
en este siglo. En una tonadilla cantada por La Caramba se refleja la popularidad que gozaban las
seguidillas:
Columpio, seguidillas,
moño y guitarra
son el propio carácter
de nuestra España.
La seguidilla muy bien pudo nacer en Sevilla, pues son las seguidillas sevillanas las que con más
viveza han perdurado, llenas de compás y de ritmo, con dinamismo y gracia contagiosa, por lo que es
fácil suponer que se extendieron a las demás provincias andaluzas y posiblemente al resto de España.
Como podemos ver todos los años en la Feria de Sevilla y en las ferias, verbenas y romerías
andaluzas, estampa marcada por el apogeo de su baile y de su cante, lucen a gala las novedades de las
tonadas, diferentes cada año. De esta habilidad característica ya se hacía eco, en 1802, Don Preciso en su
Colección de Seguidillas, Tiranas y Polos:
«Entre la gente menestral y artesana conozco una porción de jóvenes de las más bellas disposiciones, no
sólo para cantar seguidillas, sino también para componerlas y sean capaces de componer tanta variedad de
seguidillas como nos dan cada año, llenas de todo buen gusto y melodía que cabe»
CORRALERAS: Se cantan, aunque están a punto de perderse, en los corrales de vecinos, con un
aire sencillo, primitivo, de mucho sabor popular.
ROCIERAS: Son un poco más lentas y se interpretan en la famosa Romería del Rocío.
Actualmente son las sevillanas más populares.
DE FERIA: son las que cantan la gracia de la feria, de la ciudad, de sus monumentos, toreros y
personajes célebres.
ROMERAS: Interpretadas en las diversas y populares romerías andaluzas como las de Valme,
Setefilla, Consolación, etc.
La sevillana es una de las formas que más han evolucionado musical y literariamente. Actualmente junto
al enriquecimiento popular de que hacen gala los compositores, los letristas ajustándose a los compases
musicales emplean distintas fórmulas métricas para conseguir un mayor y mejor contenido poético.
Las canciones de columpio o bamberas, son las coplas que se cantan acompañando la tradicional
costumbre andaluza de columpiarse en un trapecio llamado bamba, en determinados días del año y en los
días de fiesta, tanto al aire libre como dentro de las casas. Estas canciones también son denominadas
coplas de "vaiveneo", "balanceo" y "mecedero". De su origen religioso y mitológico ya nos habla, en el
siglo XVII, Rodrigo Caro en sus "Días geniales o lúdicos", y Francisco Rodríguez Marín, en los Cantos
Populares Españoles (Sevilla, 1882), recogió varias coplas y el acompañamiento musical.
La versión flamenca de las bamberas es una creación de la genial Pastora Pavón "Niña de los
Peines", que las adaptó al compás de soleares aligerándolas en su ritmo.
Si tú me quieres te quiero,
te querré pa toa la vía.
tú eres pa mí lo primero,
estrellita que me guía.
LA FARRUCA Y EL GARROTIN.
La farruca y el garrotín nacieron en los primeros años de este siglo como bailes. Tuvieron un
origen teatral antes de aflamencarse y se hicieron tan populares que las bailarinas y coupletistas los
llevaban en su repertorio. Fue en 1906, cuando el bailaor Falco, de Triana, en compañía del guitarrista
Ramón Montoya modificó estos bailes amoldando las músicas a los movimientos del tango flamenco.
Tuvo tan insospechado éxito que rápidamente pasó del madrileño café de La Marina al Edén Concert de
Barcelona y de allí a París y Londres.
La farruca ha prevalecido más como toque y baile. Hoy apenas se canta a pesar de que en otras
épocas casi todas las figuras la cantaban, existiendo numerosas grabaciones antiguas, Manuel Torres, en
sus comienzos, en Sevilla, se dio a conocer con los tientos y la farruca, hasta el punto de que algunos le
llamaban "el tranteiro".
Los Campanilleros nacieron de las Cofradías del Santo Rosario, como costumbre tradicional de ir
los hermanos de las Hermandades que salían en devoción del Rosario al alba, cantando a la puerta de los
cofrades para avisarles de ir al rezo. El aviso se hacía con una campanilla y se acompañaba del canto de
piadosas trovas casi siempre alusivas:
El ritmo monótono de estos cantos religiosos fue al correr del tiempo impregnándose del sello
popular e incorporándose también otros instrumentos musicales.
La creación flamenca de los Campanilleros es obra de Manuel Torres, pero fue La Niña de la
Puebla quien los popularizó en los años treinta, consiguiendo con su versión un éxito que todavía perdura.
LA SAETA.
La palabra saeta se deriva de otra latina sagitta que significa flecha o arma arrojadiza. La saeta es
un canto popular que canta el pueblo al paso de las cofradías por las calles durante la Semana Santa. El
Diccionario de la Academia Española, en su 4ª edición, de 1803, definió a la saeta como «cada una de
aquellas coplillas sentenciosas y morales que suelen decir los misioneros, y también se suele decir durante
la oración mental». Este concepto aludía a las saetas que cantaban los hermanos del Pecado Mortal y los
de la Aurora. De esas saetas sentenciosas o avisos morales se habla por primera vez en un libro impreso
en Sevilla, en 1691: Voces del dolor nacidas de la multitud de pecados que se cometen... dábalas Fr.
Antonio de Escaray: «Mis hermanos los reverendos Padres del convento de Nuestro Padre San Francisco
todos los meses del año el domingo de cuerda, por la tarde, hacen misión, bajando la Comunidad a andar
el Viacrucis con sogas y coronas de espinas, y entre paso y paso cantaban saetas».
En el siglo XVIII fueron cantadas por los hermanos de la Ronda del Pecado Mortal, que salían a
recorrer las calles para excitar a los fieles a la piedad y al arrepentimiento:
Serán los profesionales del cante los que harán evolucionar la saeta al alargar los tercios y buscar
efectos para entusiasmar al público que aplaude y jalea sus actuaciones. A partir de este momento nace la
saeta moderna, llamada saeta por siguiriyas y martinetes, por la introducción musical de estos estilos.
Parece ser que su creador fue el sevillano Manuel Centeno (1885 - 1961), cantaor de voz limpia y potente
que obtuvo señalados éxitos.
CANTES HISPANOAMERICANOS.
El flamenco hispanoamericano que evoca aires de allende el mar, es una especie de retorno a los
lares nativos de unas esencias andaluzas, después de ser pasadas, filtradas sus características más
singulares por las influencias naturales de unos pueblos en ebullición, de un paisaje y de unos
humanísimos latidos indígenas en distinta latitud.
Si damos por seguro que el cante flamenco se ha enriquecido en variantes con las canciones
folklóricas de los países americanos, el hecho en sí tiene una importancia muy superior desde nuestro
presente que cualquier teoría más o menos fundada que pueda elaborarse en relación con esa integración.
Mantenemos, pues, en este aspecto, la misma postura que generalmente aceptamos ante las demás
vertientes del cante; el cante en sí, su práctica está muy por encima de toda flamencología, de toda
erudición o de todo ditirambo literario.
La verdad es que si nos gusta una guajira, o una milonga. en un momento dado, es porque el
cantaor con intuición y duende flamenco ha sabido llevarla a ese inefable misterio de lo jondo, como nos
puede ocurrir con la interpretación flamenca de un cuplé, pues en definitiva las cualidades cantaoras del
intérprete son las únicas que pueden dar valor auténticamente flamenco a los cantares ajenos al acervo
más legítimo del arte andaluz.
En primer lugar debemos tener presente que ya en nuestro teatro del Siglo de Oro -el de Lope de
Vega y el de Tirso de Molina, por ejemplo- los bailes y canciones de estilo americano ocupan un lugar
notable. Y la visión oportunísima que Estébanez Calderón tuvo, ya en 1847, del trasiego de estos ritmos
con el cante andaluz al decir: «En vano es que de las Indias lleguen a Cádiz nuevos cantares y bailes de
distinta, aunque siempre de sabrosa y lasciva prosapia: jamás se aclimatan si antes, pasando por Sevilla,
no dejan en vil sedimento lo demasiado torpe».
Después de esta cabal advertencia, hay que reseñar que los primeros indicios de popularidad de
estos ritmos y canciones nos lo ofrecen bien patentes los pliegos de cordel que cantaban y vendían los
ciegos por las calles a mediados del siglo pasado en este caso concreto. Entre estos pliegos, y a manera de
muestra, recordemos los titulados Colección de canciones andaluzas para cantar al gusto del día, que
contiene La Pepilla, La gitanilla y El tango americano, Canción andaluza de Diego Corrientes y habanera;
las tres canciones: La castañera de Madrid, Los toros del Puerto y El nuevo tango americano, y Décimas
nuevas para cantar los aficionados por el punto de la Habana. Estos pliegos de cordel son la prueba
documentada de que, junto a las tonadillas puramente andaluzas, empezaban a tomar prestancia los
cantables de allende el mar. Y el barón Charles Davillier, en su viaje por España en 1862, al describir una
fiesta, nos dice: «No tardó en llegar la vez a las danzas, y una joven gitana de cobriza tez, cabellos
crespos y ojos de azabache, como dicen los españoles, bailó el tango americano con extraordinaria gracia.
Otra música muy conocida -sigue diciéndonos Davillier- en Andalucía también es el Punto de la Habana,
cuyo nombre indica su origen, y que se emplea para acompañar a las décimas que se cantan entre baile y
baile en las fiestas. Existen las décimas simples o sin glosar y las décimas glosadas. Unas y otras constan
de estrofas de diez versos». Su integración en el ámbito flamenco comienza a partir aproximadamente de
1890, sin duda por la influencia ejercida por los sucesos de la guerra de Cuba y la repatriación de muchos
españoles, haciéndolo bajo la denominación de guajira.
Con la aparición del disco en España, a principios de nuestro siglo, la guajira gana popularidad al
ser uno de los temas preferentes que graban algunos cantaores. Entre los más significativos de aquellos
intérpretes de guajiras se encuentran Juan Breva, El Mochuelo, EI Niño de Cabra, La Rubia y Escacena.
Son curiosos algunos de los títulos de estas primeras guajiras grabadas por el más prolifero de estos
cantaores, El Mochuelo, entre los que encontramos el de Guajiras vida mía, Guajiras de vuelta abajo,
Guajiras de los de Cuba y hasta Guajiras a dúo, cantadas en unión de La Rubia. Y son curiosos por
similitud de las denominaciones de estas guajiras con algunas cubanas, como la llamada allá punto
"vueltabajero" y el punto "coreado", que también se canta a dúo.
Puede decirse que el cantaor que mayor partido flamenco ha conseguido interpretando los aires
americanos, en general; fue Manuel Escacena, pues sus vidalitas, guajiras y milongas fueron muy
celebradas. Este cantaor fue quien popularizó la milonga más famosa, nos referimos a Juan Simón el
enterrador, milonga que aprendió escuchando a los toreros mejicanos que vinieron a España con Rodolfo
Gaona hacia el año 1911. Otra milonga que fue muy popular por los años 30, es la del Soldado herido,
que hoy la vuelve a cantar nuevamente Pepe Aznalcollar. Por esta época aparece también un nuevo estilo:
La Colombiana, motivado más por una canción que por el influjo folklórico que pueda venir de
Colombia.
Mas tal vez sea el mayor compendio de aportación al flamenco la rumba. Los musicólogos
parecen estar de acuerdo en su nacimiento Cubano dentro de un ámbito de influencia africana ejercida por
los negros. Así lo aseguran, entre otros folkloristas cubanos, Fernando Ortiz y Eduardo Fuentes de
Sánchez. Este último dice que la rumba teatral es la que con preferencia han cultivado muchos
compositores vernáculos. Y, según Lecuona, esta rumba teatral mantiene la pureza folklórica.
Precisamente es a través del teatro como se populariza la rumba en España. Valga recordar los
éxitos que obtenía Rosario Soler en la zarzuela Las Bribonas, así como las tumultuosas actuaciones de La
Chelito con el picaresco cantar del "arza chirumba y arza báilate la rumba". No obstante, la forma más
pura dentro del terreno flamenco dista mucho de aquellas rumbas teatrales, siendo una muestra muy
flamenca la introducida por Pepe de la Matrona, con un aire aprendido durante su estancia en Cuba en
1914, a donde volvió en 1917. Estas primeras manifestaciones de rumbas flamencas, que empiezan a
imitar algunos cantaores, se caracterizan por la diversidad de entonaciones, aparte de la riqueza lírica y
festiva de las letras cubanas. En la discografía española anterior a 1935, sólo hemos encontrado
grabaciones de rumbas de los siguientes cantaores: Niña de los Peines, Bernardo el de los Lobitos y
Manuel Vallejo. De todos los estilos de influencia hispanoamericana que hemos enumerado, es la rumba
la que en la actualidad conserva su vigencia, pues hacia 1957 empieza a ponerse de moda la rumba
catalana, adaptación de los gitanos de Barcelona, en la que predomina cierto ritmo o carácter flamenco.
Actualmente, la rumba que hace furor y que predomina, tiende hacia la Linea moderna en cuanto a las
letras, pero se vuelve, sin embargo, en el ritmo a los viejos sones cubanos. Debemos citar también entre
los cultivadores de estos estilos hispanoamericanos a El Macareno, Diego Antúnez, Pepe Marchena,
Angelillo, Guerrita, Niño de la Huerta, Almadén, etc.
Y a suspende
María de la O,
que vengo de California
y hablando inglés
medio me entienden.