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EDUCAR EN LA ERA PLANETARIA: LA DIRECTRIZ

CONSERVADOR/REVOLUCIONANTE
En la actualidad los cambios son tan rápidos y constantes que apenas queda
tiempo para reflexionar sobre el presente porque el futuro está a la vuelta.
Vivimos en la era del caos, entendida como una dinámica difusa en medio de la
ilusoria armonía cósmica y universal.
Muchos factores han contribuido para esta vorágine de acontecimientos: la
tecnología, la producción del conocimiento, la informática, las comunicaciones,
la mundialización, la globalización, etc.
Frente a esta realidad el hombre tiene que cambiar sus esquemas mentales
desde la visión conservadora de otrora, con un mundo más calmado, dinámico
y equilibrado a un tiempo-espacio agitado turbulento y caótico en la actualidad.
Grandes pensadores fueron tomando conciencia de esta realidad: “Herbert
Marshall McLuhan fue el primer autor en hablar del mundo como una ‘aldea
global’ y de la humanidad como una ‘tribu planetaria’ a raíz de sus análisis de
los medios de comunicación, particularmente de la televisión, en los años
sesenta del siglo pasado”
Desde la óptica de Morín, esta era planetaria está caracterizada por seis ejes
estratégicos o directrices, y; una de ellas precisamente es la concerniente a lo
“conservador/revolucionante” aspecto que se intentará dilucidar en las
siguientes páginas.
Para información de los lectores estas directrices son:
· Directriz Conservador/revolucionante
· Directriz para progresar resistiendo
· Directriz para problematizar y repasar el desarrollo
· Directriz para civilizar la civilización
· Directriz para la complejización de la política
· Directriz para la reinvención del futuro y reinvención del pasado
¿De qué se habla en la directriz conservador / evolucionante?
Manzilla (2011) expone en su presentación que “La acción conservadora no es
solamente la acción de preservar las diversidades culturales y naturales, las
adquisiciones de la civilización que están amenazadas por los retornos y
despliegues de la barbarie, sino también la vida de la humanidad amenazada
por la degradación de la biosfera y por el arma nuclear”.
Bajo esta premisa, es de fundamental importancia para los pueblos mantener
su idiosincrasia, el valor cultural construido a través de los tiempos, esa riqueza
antropológica única para cada lugar o comunidad con sus particularidades
especiales que le dota del valor intrínseco propio de su dinámica de vida.
Conservar el patrimonio biológico y natural es otra de las características del
hombre moderno, del hombre tradicional y tradicionalista, pero qué pasa con el
hombre postmoderno? Cómo ve el mundo y su contexto? Son estas preguntas
las que debe responder el hecho educativo, la educación misma, desde sus
diferentes vertientes de pensamientos y de paradigmas sobre las cuales se
edifican los modelos pedagógicos vigentes.
La directriz de este eje estratégico es el despliegue de una acción paradójica,
porque toda acción conservante requiere del complemento de una acción
revolucionante que asegure la continuación de la hominización. Y toda
acción revolucionante requiere a su vez, una acción conservante de nuestros
patrimonios biológicos, de nuestras herencias culturales y de la civilización.
Este dilema conservador/revolucionante plantea el conflicto de buscar el
equilibrio dinámico entre el pasado y la adaptación lógica al presente y al
futuro, es precisamente esta dualidad, tal vez irreconciliable, la que confronta al
hombre que sopesa la importancia de mantener todos sus bagajes culturales
construidos a través tiempo en el desarrollo de la civilización con el hombre
postmoderno que intenta ir un paso adelante en el vertiginoso mundo del
conocimiento, la ciencia, la tecnología y tal vez, el factor más decisor en este
aspecto: la economía con un enfoque capitalista y mercantilista por excelencia.
La vida misma está en peligro conforme avanza la civilización, expresión
contradictoria y paradójica. El hombre conservador es el principal mentalizador
de la necesidad imperiosa de preservar la vida misma, pues para nadie es
desconocido que el mundo está cambiando radicalmente en aspectos de
conservación de su biodiversidad, de su germoplasma, la riqueza genética, la
reducción de espacios producto de la deforestación, la tala de bosques en la
amazonia, el efecto invernadero, problema de orden mundial (también es
planetario) que a propósito, muchos países en vía de desarrollo han firmado
sus acuerdos de reducción de las emisiones de CO2 en el famoso tratado de
Kioto, pero cínicamente los países mayormente contaminadores se niegan a tal
compromiso.
Otro elemento que afecta la preservación de la vida es la pobreza, cada vez se
incrementan los miles y miles de ciudadanos del mundo que bordean la línea
imperceptible de la pobreza crítica frente a la del bienestar ciudadano. Pobreza
que es el resultado de las diferentes políticas económicas y de los sistemas
capitalistas y neoliberales gobernantes en el mundo occidental.
En la era moderna y postmoderna no han dejado de estar presente los
múltiples conflictos bélicos entre naciones, la guerras civiles entre hermanos
producto de la perpetuidad de sus gobiernos en calidad de “dictadores
democráticos” olvidándose de las políticas sociales para su pueblo y sólo
alimentando las fortunas particulares de pocos, aumentando así la gran brecha
entre pobres, que son la mayoría y, los ricos en reducidos círculos minoritarios.
Estas son realidades a las que debe hacer frente la educación.
Como venos la acción revolucionante?
“El objetivo de la acción revolucionante es crear las condiciones en las que la
humanidad se perfeccione como tal en una sociedad-mundo. Esta nueva etapa
sólo podrá alcanzarse revolucionando ampliamente las relaciones entre los
hombres y el conocimiento, entre los hombres y la naturaleza”.
El reto de la acción revolucionante será la de revertir la visión catastrófica del
mundo como producto de la propia acción del hombre. Entonces entra en
escena el hombre revolucionario y/o revolucionante dotado de habilidades de
pensamiento para hacer frente a este mundo degradado y degradante.
Transformar esta realidad es el papel de la educación, entendida como un
hecho social y, aquí juega un rol protagónico el maestro que, a través de la
constante interactividad con el educando busca la formación integral del
individuo, un individuo dotado de las herramientas correctas: intelectuales,
psicológicas, emocionales, para hacer frente a las múltiples realidades en las
que tiene que desenvolverse.
Medeí (2004) expresa al respecto que “No hay otra alternativa, para solucionar
los complejos problemas que plantea la era planetaria, que una radical reforma
del pensamiento y de las Instituciones, para que puedan asumir
adecuadamente el desafío de la ‘complejidad’ como el gran desafío del siglo
XXI”.
Pero cómo podemos reformar el pensamiento? El único camino es la
educación a través de una buena enseñanza, la misma que se logra rompiendo
los paradigmas, cuestionando las formas establecidas de proceder y
generando nuevas alternativas de adaptación a la compleja realidad
contemporánea.
Al respecto Pierreluss es muy preciso al exponer que “En este sentido,
podemos afirmar que no hay verdadera enseñanza sin amor a esa tarea
política y a los alumnos; de lo contrario se convierte en una vil repetición que
no despierta la curiosidad y mutila la imaginación y la creatividad. El acto de
enseñar es un don y una tarea; don porque permite ser partícipe en la
construcción de los hombres y las mujeres que requiere nuestra sociedad, en
este caso es un privilegio. Es también una tarea porque los maestros hemos de
asumirla con alta responsabilidad amorosa. Sin amor solamente habrá una
carrera que cursar para ganar dinero, sin amor habrá sólo materias que impartir
para sobrevivir. Pero no podemos olvidar, y es la certeza de Morin, que el acto
de educar implica un arte y un verdadero amor; el amor despierta la
creatividad, y ésta nos vuelve artistas. Amor creativo o creatividad amorosa son
palabras que acuña, igual que ayer, toda educación verdadera, más aún en
esta era planetaria”.
El propio Morín hace referencia a la escuela como institución para la
transformación y asegura que debe ser protagonista de la “enseñanza
educativa” por cuanto “...transmitir, no saber puro, sino una cultura que permita
comprender nuestra condición y ayudarnos a vivir... ...favorecer una manera de
pensar abierta y libre”.
La misión de la educación en la era planetaria es fortalecer las condiciones de
posibilidad de la emergencia de una sociedad-mundo compuesta por
ciudadanos protagonistas, conscientes y críticamente comprometidos en la
construcción de una civilización planetaria.
Si esta es la misión de la educación hay que revisar las estructuras de los
sistemas educativos que practican las naciones, estos sistemas deben
entender que hoy se requiere de un ciudadano localmente comprometido con
sus raíces pero sincronizado para actuar en y con el mundo complejo y
planetario.
Esta posibilidad de ser “hombre de mundo” ha facilitado la tecnología, la
información y el conocimiento, dotándole al ser humano la capacidad de
interactuar “virtualmente real” con el planeta en cualquier circunstancia.
El hombre de la era planetaria debe ser un ente que maneje la pluralidad de
pensamiento, capaz de entender la complejidad del mundo para poder
interactuar con ella, un ser con capacidad transformadora, creativo, dinámico,
que conserve sus elementos antropológicos y culturales como parte de su
esencia pero que revolucione la praxis social para hacer más llevadera la vida
en el planeta, eso significa potenciar las habilidades sociales para una óptima
convivencia entre humanos, pasar de la competitividad a la compartitividad,
siendo cada vez más justos, solidarios, equitativos, etc.
Un error de la escuela ha sido tal vez su carácter reduccionista, parcializar el
conocimiento y no interrelacionarlo como un todo para apropiarse de una visión
global de saberes. Hoy se habla de la necesidad del conocimiento
transdisciplinario y sobre todo de la revolución del aprendizaje, al respecto
Pineau (2007) argumenta que “Esta revolución tiene que comprenderse en dos
sentidos, como una emancipación de la enseñanza y como movimiento
reflexivo, recursivo, bucle extraño que forma la unidad humana con las
diversidades y heterogeneidades no humanas. Emancipación de la enseñanza:
la apertura de los aprendizajes a todas las edades y en todos los sectores de la
vida, oculta una revolución escondida que explicita, a mi parecer la fórmula. El
aprendizaje es visto como el factor primero de la formación humana que
suplanta los factores genéticos o sociales vistos antes como sobre
determinantes. La función docente no puede sino ser temporal y limitada. El
enlace entre los dos es temporal y coyuntural: podemos aprender sin profesor.
La autonomización es sin duda necesaria para hacerse adulto, hacerse cargo
de la propia vida”.
“La educación planetaria debe favorecer una mundología de la vida diaria, es
decir, una conciencia de los lazos entre la vida cotidiana y el mundo, en toda su
amplitud y complejidad física y social y en su doble relación recíproca -
interformante o deformante- del mundo y la vida cotidiana”.
Bajo estas consideraciones es precisamente Morín quien propone los 7
saberes de educación que son pilares fundamentales para poder entender la
realidad postmoderna y dinamizar el proceso social de convivencia entre
ciudadanos. Estos saberes son:
· Lucidez
· Conocimiento pertinente
· Condición humana
· Identidad terrenal
· Incertidumbre
· Compresión
· Ética
Saberes que deben ser aplicados en los centros de enseñanza de todos los
niveles para actualizar la praxis educativa como posibilidad de supervivencia en
el complejo orden y caos circundante propio de una relación complejización
planetaria.
Para finalizar es importante recalcar lo que Menchén (2009) afirma: “Los
escenarios de la sociedad del futuro están sufriendo continuos cambios y los
maestros también están afectados por esta tendencia universal. Las
competencias del docente han cambiado, no basta con ser maestro, hay que
ser además creativo. El siglo XXI necesita maestros creativos que sepan sacar
de sus alumnos todo el potencial interior que poseen. Para ello las nuevas
funciones que deben protagonizar los maestros pretenden, de forma sintética,
que el docente esté dispuesto a reinventar y a reaprender con sus alumnos y a
modificar el concepto de éxito en la clase”.
Como conclusión final dejemos que el propio Morín plantee su referente de ser
humano: “El humano es un ser plenamente biológico y plenamente cultural que
lleva en sí esta unidualidad originaria. Es un súper y un hiper viviente: ha
desarrollado de manera sorprendente las potencialidades de la vida. Expresa
de manera hipertrofiada las cualidades egocéntricas y altruistas del individuo,
alcanza paroxismos de vida en el éxtasis y en la embriaguez, hierve de ardores
orgiásticos y orgásmicos; es en esta hiper vitalidad que el homo sapiens es
también homo demens”.
“El hombre es pues un ser plenamente biológico, pero si no dispusiera
plenamente de la cultura sería un primate del más bajo rango. La cultura
acumula en sí lo que se conserva, transmite, aprende; ella comporta normas y
principios de adquisición”.

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