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La asamblea del año XIII suprimió la encomienda, el servicio personal, la mita y el tributo
proclamando, al menos en un plano teórico, la transformación de los antiguos tributarios en
ciudadanos libres. Sin embargo, en el contexto de guerras e inestabilidad no se plantearon
políticas generales que comprendieran a la población indígena en su conjunto. Los nuevos
Estados provinciales del noroeste, surgidos de las antiguas jurisdicciones coloniales, debieron
discutir e implantar diferentes políticas y medidas frente a lo que se suponía el “problema” de
la propiedad comunal indígena. Las disposiciones legislativas y los procedimientos que se
ensayaron estuvieron en relación tanto con las realidades específicas de cada provincia, la
cantidad de tierras y población indígena como también la necesidad de recursos para sostener
las nuevas provincias. En el nuevo contexto político que inauguraron los procesos de
emancipación, la asamblea del año XIII suprimió la encomienda, el servicio personal, la mita y
el tributo proclamando, al menos en un plano teórico, la transformación de los antiguos
tributarios en ciudadanos libres. Sin embargo, en la situación de guerras e inestabilidad no se
plantearon políticas generales que comprendieran a la población indígena en su conjunto. Los
nuevos Estados provinciales del noroeste, surgido de las antiguas jurisdicciones coloniales,
debieron discutir e implantar diferentes políticas y medidas frente a lo que se suponía el
“problema” de la propiedad comunal indígena. Las disposiciones legislativas y los
procedimientos que se ensayaron estuvieron en relación tanto con las realidades específicas
de cada provincia, la cantidad de tierras y población indígena como también la necesidad de
recursos para sostener a las nuevas provincias. Dichas medidas se sustentaban en un discurso
que condenaba la existencia de instituciones corporativas y justificaba la apropiación de sus
tierras en aras de la primacía del individuo y la propiedad privada. Sin embargo, en la práctica
los procesos de disolución y desamortización de las comunidades indígenas fue un largo
proceso que en ciertas provincias duró hasta el siglo XX o al menos la segunda mitad del Siglo
XIX.
En algunas provincias, esto se dio de hecho y en otras como Jujuy y Córdoba fue producto de la
acción legislativa. En cada una de ellas también se diferenció la figura jurídica bajo la cual se
iniciaron los procesos desamortizadores. Mientras la legislatura de Córdoba consideró que las
antiguas tierras de los pueblos de indios habían sido propiedad de los antiguos comuneros, los
legisladores de Jujuy decidieron que las comunidades sólo habían gozado derechos de
usufructo durante la etapa colonial. Por ello, Córdoba la dividió entre los “comuneros” y Jujuy
sólo entregó su dominio útil bajo la figura de la enfiteusis. La única excepción en este
panorama fue la comunidad de Amaicha que, a través de la protocolarización de la copia de
sus títulos coloniales, logró ser reconocida por la provincia de Tucumán, proceso favorecido
por el contexto político, dado que en esta provincia no se legisló sobre la propiedad comunal
indígena en general. Con la ruptura del antiguo pacto “colonial” y las transformaciones que
trajo el Siglo XIX se terminó por cerrar el último capítulo de la larga, conflictiva y compleja
historia de las sociedades indígenas coloniales del Tucumán, que la conquista de la región
había inaugurado en el Siglo XVI.