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Accesibilidad e inclusión: un reto de todos

José Antonio Blasco*

No soy la única, pero aun así soy alguien. No puedo


hacer todo, pero aun así puedo hacer algo; y justo
porque no lo puedo hacer todo, no renunciaré a hacer lo
que sí puedo.
1
Helen Keller
2
Si bien el acceso al patrimonio cultural es un derecho reconocido legalmente , la
realidad ofrece espacios accesibles que no son inclusivos pues, tradicionalmente, al
crearlos se ha pensado en quienes tienen determinada(s) discapacidad(es) y no en la
diversidad como norma -nunca como excepción- de la dimensión humana. Sólo es
posible cambiar el paradigma que rige nuestra acción como gestores culturales si
aceptamos que todos somos diferentes y debemos integrarnos desde capacidades y
necesidades diversas para llegar a la finalidad principal de dicho proceso: la
participación, es decir, la interacción de la persona con su entorno por encima de
3
barreras legales, costumbres, diseño, roles y otros múltiples factores.

Al hablar de discapacidad, según la CIF (Clasificación Internacional del


Funcionamiento, de la Capacidad y de la Salud, revisión aprobada por la OMS) no se
trata de una característica de la persona sino de condiciones (deficiencias) que

1
​Keller, Hellen, en Blas Padilla Ana y otros. (20139 Bases psicopedagógicas para la inclusión educativa. Madrid.
Consultado:https://www.uam.es/personal_pdi/stmaria/resteban/Archivo/ContDocencia_2012_2013_2T/HelenKeller
.pdf. 22.04.2018.
2
Convención de Derechos de las Personas con Discapacidad, Asamblea General de la ONU, 3 de mayo 2008,
artículo 30 (vida cultural, actividades recreativas, esparcimiento y deporte).
3
Respetando la terminología correcta, se habla de ​personas con discapacidad (intelectual, lectora, motriz, visual,
auditiva, cognitiva), con síndrome de Down, de estatura baja, con movilidad reducida, con visión reducida o resto
visual, con necesidades especiales, es decir, gente que necesita alternativas para su vida cotidiana o personas sin
limitaciones o problemas funcionales.
pueden ser, principalmente, externas, y que producen limitaciones en la actividad o
restricciones en la participación de los individuos.

Revisada tan importante cuestión, inmediatamente surge el siguiente gran reto:


contemplar todas las (dis)capacidades posibles y cómo materializar esto en nuestras
realidades. Es obligatorio pensar en el público al cual dirigimos nuestros proyectos en
el espacio público, conformado –seguramente- de personas con discapacidades
permanentes y legalmente medibles, personas con discapacidades transitorias
(personas accidentadas, por ejemplo), mujeres embarazadas, niños, personas de
estatura y peso no promedio, discapacitados intelectuales (si carecen de un
conocimiento previo del tema abordado) y emocionales (si muestran apatía y
desinterés por lo que se les ofrece), entre otras.

Desde la planificación inicial de un proyecto en el espacio público, se debe trabajar la


cadena que asegura la accesibilidad en su totalidad para desarrollar un programa de
inclusión a cargo de alguien que evalúe el potencial del proyecto en este aspecto a
partir de sus recursos humanos, materiales y económicos para conseguir el gran
objetivo: la máxima autonomía posible de todos los públicos.

Un buen comienzo puede ser evaluar la características del sitio elegido (entorno y
arquitectura) y servicios disponibles (transporte y rutas), proponer las acciones
necesarias en un orden de prioridad con cronograma de implementación y
necesidades personales y materiales, elaborar un presupuesto estimado y formar
equipo con un responsable de cada acción así como un listado de entidades y
especialistas a consultar en fase de diseño y montaje para conectar conocimientos,
normativas, estándares vigentes, diseños, servicios, equipamientos y soluciones con
experiencias de usuarios y público, además de establecer contactos y promover
colaboraciones y trabajos en red.

Una auténtica accesibilidad en el espacio público va mucho más allá de las


conocidas estrategias de movilidad protagonizada por la existencia de rampas o
plataformas elevadoras, o de las fronteras marcadas por la ley o las normas, las
cuales van quedan rezagadas con respecto a las investigaciones y los medios
técnicos que asumen dicho tema: un real ejercicio de accesibilidad comienza por
intentar ponerse en el lugar del otro para pensar desde su condición, observando sus
necesidades al situar el acento en el sujeto, pues sólo así, como una carrera
constante que busca siempre la delantera, la accesibilidad no será sólo un gesto o un
accesorio de última hora, o un producto de moda, temporal u opcional.

¿Qué debemos tener en cuenta al trabajar en el espacio público en clave de


accesibilidad e inclusión?

Si efectivamente perseguimos lograr un trato personal inclusivo para todos, que


incida directamente en la convocatoria y la formación del público (o los públicos) que
aspiramos atender, fortaleciendo el prestigio e imagen del proyecto de cara a la
comunidad, es vital procurar la participación de personas con discapacidades en el
equipo organizador de nuestros proyectos, haciéndoles presentes desde el proceso
de formulación hasta la ejecución del mismo, aprovechando su conocimiento
experiencial al lado del conocimiento profesional de los especialistas. De igual forma,
resulta valioso contactar con entidades (locales, regionales, nacionales e
internacionales) surgidas del asociacionismo (asociaciones, federaciones y
confederaciones de ellas) de las personas con discapacidad y sus familias pues ellos
nos darán pistas, claves y bases certeras en cómo podemos atender y asumir las
4
diferencias.

“Diseñar para todos” surge como lema funcional al abordar la concepción de


espacios y los objetos de uso público, dejando claro que invertir en la accesibilidad y
la inclusión significa pensar por encima de conceptos ligados a lo decorativo o lo
efectista (donde la tecnología y el asombro predominan), así como lo estético que
resulta sólo forma vacía, sin fondo y –prontamente- obsoleta.

Si es posible hablar de una museografía accesible e inclusiva en el espacio público,


esta debe ser sinónimo de seguridad, disfrute, aprovechamiento y transmisión en la
mayor medida posible, virtudes que exigen diferentes estrategias que aseguren la
conexión con su entorno, desde el funcionamiento del transporte público y su punto
de descarga más cercano al sitio del evento, así como potenciar el uso de la bicicleta

4
Algunas reconocidas son: Programa de Acción Mundial para las Personas con Discapacidad de la Organización de
las Naciones Unidas, 1982 / Organización Mundial con Personas con Discapacidad / Fundación SIDAR-Acceso
Universal / Red Latinoamericana de Organizaciones No Gubernamentales de Personas con Discapacidad y sus
Familias / Red Iberoamericana de Expertos en Discapacidad y Derechos Humanos / Comisión Nacional Asesora
para la Integración de Personas Discapacitadas (CONADIS) y Fundación Rumbos (Argentina).
como medio de transporte para el público joven y físicamente capaz como medida
económica, saludable y ecológica. En este asunto, el diseño industrial tiene mucho
por aportar al idear elementos urbanos como bancos, papeleras, mobiliario y
dispositivos de iluminación adaptables, seguros, sencillos, amables y de alta
usabilidad, masivos, con componentes estéticos de valores específicos inherentes y
5
característicos de la actividad, siempre buscando la satisfacción del usuario.

Infraestructura y comunicación

Hay ciertos detalles técnicos que resultan imposibles de ser obviados como la
construcción de pavimentos firmes, regulares y antideslizantes en seco y mojado,
con una superficie lisa y homogénea, sin relieves o huecos mayores de 3 mm. de
altura ni juntas superiores a 2 mm. de ancho, carente de baches o baldosas sueltas.
Dentro de la organización debemos contar con sillas de ruedas, procurando que el
espacio posea senderos de 150 cm. como mínimo, iluminación nocturna, aceras
(banquetas) amplias, semáforos en buen estado y con señalización acústica, pasos
peatonales visiblemente marcados, aparcamiento (estacionamiento) con suficiente
capacidad y cercano, además de las mencionadas rampas, aseos portátiles y una
plan de seguridad que considere vías señalizadas, áreas de rescate y la efectiva
evacuación de personas con discapacidades.

En cuanto a señalización y orientación, la rotulización debe ser concisa, básica y con


símbolos sencillos. El rótulo debe ser mate, bien iluminado y ubicado, visible sin
entorpecer la movilidad y el tránsito del público, a perfecta altura para que todos
puedan leerlo, con adecuadas combinaciones de colores pensando en su legibilidad.
Es fundamental priorizar el uso de pictogramas (formas gráficas sencillas, concretas,
esquemáticas, de fácil percepción y compresión), usar planos de situación y relieve,
señales podotáctiles (franjas-guía de dirección o de encaminamiento de textura y
color contrastados con el pavimento), señalar los elementos arquitectónicos o zonas
especiales (como las dedicadas al descanso) con pavimentos de diferente textura y
color, así como pavimento táctil de botones. Por último, si es posible
presupuestariamente, una cartelera digital con los detalles de la programación
ofrecida resulta de gran utilidad.

5
​Diseño universal es un término más usado en común para USA y Japón; ​Diseño para todos es utilizado
principalmente en Europa y otros continentes y ​Diseño inclusivo​ en Reino Unido y la cultura anglosajona.
Todos estos esfuerzos no alcanzarán su real alcance sin la debida comunicación de
las medidas, programas o intervenciones diseñadas para atender las discapacidades
posibles, buscando informar, orientar y prevenir al público en dispositivos específicos
para la accesibilidad, así como en el uso de las Tecnologías de la Información y
Comunicación (TIC), lo cual hace esencial el acceso a internet, logrando la
habitabilidad y usabilidad de los espacios donde realizamos nuestros proyectos,
sumando valor social y su sostenibilidad como zonas culturales. Una idea entre
muchas por crear y realizar es aquella que impone -en el proceso de comunicación
establecido desde la gestión cultural para conocer a nuestras audiencias- incluir
encuestas durante o posterior al evento con preguntas específicas sobre la
comodidad, usabilidad, accesibilidad o inclusión del espacio y el servicio recibido
para conocer la opinión de la comunidad. De otra manera, seguiremos trabajando a
ciegas en un camino donde el principal obstáculo puede ser la ignorancia vestida de
profesionalidad.

Sobre el equipo organizador y sus alcances

Al tratarse del hecho cultural y, especialmente, del patrimonio y el espacio urbano, es


prioritario pensar en el equipo humano que asume cada tarea de un proyecto. El
ideal dicta como norma que todo el personal –ya sea estable o temporal, laboral o no,
desde quienes atienden al público directamente como también técnicos, vigilantes,
dedicado al mantenimiento y la limpieza- debe recibir formación teórica-práctica
(individual o grupalmente) así como asesoramiento, supervisión y evaluación
específica permanente sobre los aspectos que atañen a la accesibilidad e inclusión
hasta identificarse e involucrarse con ellos como propios. Allí comienza el cambio de
paradigma que esta modernidad líquida nos impone por encima de la distancia que la
diferencia sembraba en el pasado.
Conocidas, pero siempre recordables, son las posibles pautas que el personal debe
cumplir en su labor de atención al público. Entre las más comunes están: utilizar un
trato natural, cordial y educado, evitando siempre comentarios ofensivos y
discriminatorios; ubicarnos siempre frente al interlocutor, a su misma altura (de ser
posible); hablar de manera clara, sin gritos ni vocalizaciones exageradas; responder
a quien pregunte; explicar el tipo de ayuda que presta o puede prestar, preguntando
en casos especiales cómo puede ayudar a la persona con discapacidad; evitar
desatender a alguien que ya está recibiendo un servicio; respetar el ritmo de los
usuarios para expresarse, actuar o reaccionar a las indicaciones; evitar hacer
suposiciones y comprobar que el entendimiento es correcto, replanteando cada
cuestión si es necesario. Son detalles técnicos, pequeñas estrategias que
constantemente arrojan excelentes resultados frente a los infinitos casos que
construyen el fuerte desafío que implica la diversidad.

Como auxilio en tan exigente quehacer surge la figura del voluntariado como una
alternativa de participación por parte de la sociedad local en programas y actividades
públicas. Se trata de un movimiento regulado de personas –habitantes o residentes
extranjeros- con inquietudes culturales y posibilidad de tiempo disponible como
jubilados formados o jóvenes estudiantes de diversos niveles y carreras en proceso
de acceder al mercado laboral, pero también personas con discapacidades,
procedentes de colectivos en riesgo de exclusión, que colaboran en algunos
proyectos, ya sea en acciones o líneas de trabajo, sin esperar remuneración
económica. Solamente considerando los elevados costos invertidos en la formación y
contratación del personal, resulta una gran torpeza organizativa no echar mano a tan
valiosa herramienta. Si encima reflexionamos en las otras ventajas que podemos
obtener de un voluntariado comprometido, capacitado y entusiasta, el error es aún
más difícil de obviar.

Para su existencia, el voluntariado necesita un periodo inicial de formación general


sobre el funcionamiento del proyecto y qué se espera de él dentro de límites
claramente delimitados: nunca debe suplir al personal con trabajo retribuido, su labor
siempre será de apoyo y colaboración bajo la adecuada guía y supervisión, con
absoluta claridad en cuanto a sus deberes y derechos. Aunque pueden ser útiles,
principalmente, como guías para visitas y actividades formativas, hay exitosos casos
de voluntarios en otras áreas según la educación, adiestramiento, inquietudes y
capacidades de cada uno: auxiliares en procesos de investigación (búsqueda,
clasificación y difusión de información) o en operativos de seguridad y vigilancia,
valiendo como vínculo con las comunidades a las cuales representan y pertenecen,
favoreciendo la integración sociocultural de personas de diferentes edades,
nacionalidades, facultades o niveles socioeconómicos.
El voluntariado representa un chance posible para construir el equipo diverso e
inclusivo que demuestra en la práctica cuánto estamos involucrados con estos temas
gracias a un grupo de colaboradores que a cambio, la mayoría de las veces, solo
6
esperan el reconocimiento social y pequeños beneficios por tan valiosa faena.

6
Sobre la relación con la comunidad local, recomiendo ver: Fernández, Morales y Molero, 2001 / voluntariado cultural
Gómez Vilchez 2008 / Sostenibilidad número 7-8 (2011-2012) revista Museos de la Subdirección General de
Museos Estatales del Ministerio de Educación, Cultura y Deportes de España (​www.mcu.es/museos/MC/MES​)
Tipos de discapacidades y recomendaciones de accesibilidad e inclusión

Sin pretender armar una lista definitiva de detalles a observar en la construcción de


puentes entre las discapacidades humanas y la accesibilidad e inclusión, a
7
continuación ofrecemos algunas sugerencias vitales en el intento de hacer del
espacio público un ambiente amable, considerado y generoso con la condición ajena
y propia.

Discapacidad visual
Usar sólo códigos visuales en los equipamientos de uso públicos implica excluir a
personas ciegas y con gran discapacidad visual, por lo que se aconseja incluir
códigos táctiles y sonoros a través de apps que puedan escuchar en sus teléfonos.
Otras indicaciones pertinentes son contemplar la presencia de perros de asistencia
(también útiles ayudando a personas con discapacidad auditiva, motriz y psíquica),
evitar luces y contraluces fuertes o reflejos de cristales, y contar con recursos
museográficos sensoriales (láminas en relieve, audioguías, maquetas y
reproducciones de obras de artes originales. En general, la multisensorialidad aporta
grandes beneficios, es decir, la combinación de imágenes visuales (empleando el
color) con imágenes táctiles, reforzadas o complementadas con una descripción. Y
en esa misma línea, resulta esencial una cuidadosa selección de los materiales y los
contenidos a ofrecer, así como la dimensión, la ubicación, la cantidad y el tratamiento
de la información a incluir.

Discapacidad auditiva
Depende de la edad en la que perdieron la audición, las personas con esta
discapacidad pueden emplear la lengua oral, la lectura labia o la lengua de los
signos.

Discapacidades intelectuales
Siendo las más conocidas el síndrome de Down, el Alzheimer, e incluso el Parkinson,
numerosos casos de éxito han demostrado la efectividad de los programas de visitas
guiadas para pacientes y familiares o asistentes, es decir, se crean itinerarios para
estimular a los pacientes desde diferentes perspectivas, formando parte de la tarea

7
Hemos tomado como principal referencia la publicación ​Manual de accesibilidad e inclusión en museos y lugares
del patrimonio cultural y natural. Trea Ediciones. Gijón. España. Editores: Espinosa Ruiz, Antonio y Bonmati
Lledó. (2013).
organizativa pautar y evaluar este proceso desde su planificación y ejecución. Estas
actividades están destinadas a trabajar la memoria, las emociones, la atención y la
conducta de los pacientes, además de las observaciones y grados de satisfacción de
los familiares/asistentes.

Acá, como también en otras discapacidades, resulta cardinal lograr la lectura fácil de
la información ofrecida, evitando textos largos y complejos, palabras complicadas o
en otros idiomas, iniciales, jergas, metáforas, localismos, acronismos y abreviaturas.
Preferir el uso de frases cortas con una sola idea y una estructura gramatical lógica y
ordenada, asociar imágenes a textos personificados (es decir, construidos en
segunda persona y conectados con ejemplos de la vida cotidiana) y elaborados en un
lenguaje sencillo y directo (no banal) que explique las palabras difíciles o técnicas
inevitables, pueden sumar grandes resultados en la comunicación. Y como
complemento indispensable, el lenguaje corporal y la comunicación no verbal
(gestos, movimientos, mimo, danza, sonidos, tacto…) son importantes para la
transmisión de los contenidos. Por último, las visitas teatralizadas con recorridos
resultan eficaces y atractivas alternativas para promover la participación pues
convierten al público en animactores.
Inclusión significa integración

Resulta pertinente revisar acá conceptos como Multiculturalismo y la Interculturalidad


para comprender las diferencias de dos enfoques que para muchos son iguales o
casi idénticos, pero que contienen distinciones esenciales.

El Multiculturalismo es un modelo de política pública formado para atender las


exigencias de los grupos minoritarios que han luchado y luchan por el reconocimiento
de sus identidades y la consideración de sus diferencias culturales. En él se propone
respetar públicamente la igualdad de los ciudadanos y, desde lo privado, la tolerancia
a la diversidad, defendiendo los derechos de los grupos étnicos y promoviendo los
elementos de su herencia cultural al entender que son relacionables -socialmente
hablando- las manifestaciones culturales desde lo familiar y asociativo.

Como concepto más dinámico, la Interculturalidad aspira evidenciar las relaciones


intergrupales al formular una sociedad pluricultural donde protagoniza la convivencia
interactiva de los estilos de vida, patrones conductuales y otros elementos que la
conforman, brindando opciones de contenidos y actividades para ciudadanos y
comunidades de heterogéneas culturas. Al entender, conocer y comprender
expresiones ajenas a la propia, se trata de una oportunidad de crecimiento personal y
lo social que propicia el diálogo cultural y elimina la visión problemática de la
diferencia al convertirla en un derecho individual y social.

En la Interculturalidad es clave la interactividad como componente característico de


su constitución, lo que resulta capital para nosotros, gestores culturales atentos a la
inclusión, ya que es indiscutible nuestro deber al contemplar en nuestro público, por
ejemplo, a turistas y residentes extranjeros (con diversas temporalidades), animando
la práctica de las tradiciones etnoculturales y las relaciones intergrupales en beneficio
de una convivencia pacífica entre comunidades incomparables desde lo étnico,
artístico, religioso o lingüístico, muy lejos de la similitud o la asimilación cultural que
tradicionalmente resulta el camino político más fácil y equivocado.

Así concluimos que los discursos no pueden ser edificados desde antiguas y
masculinas visiones de poder si no que, por el contrario, debemos saber encontrar
posibles conexiones de los contenidos que ofrecemos entre diferentes culturas pues
en ellas se manejan y están presentes valores o cuestiones universales, lo que
amplía la relevancia del patrimonio. Las temáticas propuestas en nuestros proyectos
deben insistir cada vez más en inéditas enfoques de las culturas desde los
problemas actuales y los cambios de una sociedad intercultural donde, incluso más
allá de las discapacidades, existen otras categorías que por igual deben ser
observadas y atendidas. A continuación, dos de ellas.

Tipos de familias y diferentes grupos de edad


Al pensar en cómo llegar a un público sin conocimientos previos sobre la materia, es
esencial relacionar lo que se informa y explica con lo cotidiano, usando en lo posible
los sentidos para optimizar el proceso de asimilación, identificación y entendimiento,
así como la participación, pensando en lo que se le ofrece a los padres con niños si
el proyecto está enfocado principalmente al público infantil, y a los adultos mayores y
adolescentes, para quienes actualmente es vital el uso de la TIC y las redes sociales,
en encontrar posibles vínculos generacionales con respecto al patrimonio cultural
inmaterial. Hay detalles que pueden marcar una significativa diferencia en nuestros
proyectos al preocuparse por la instalación en el espacio público de aseos
diferenciados para niños y adultos, aunque los primeros (cuando se trata de alguna
condición especial) tengan que ir acompañados por los segundos pues son sus
representantes, o la instalación de cafeterías que vendan productos -sanos,
orgánicos, sin gluten, leche descremada o deslactosada, etc.- que puedan comer
niños muy pequeños o personas con alergias.

Grupos en riesgo de exclusión social


Acá nos encontramos con las llamadas minorías étnicas, así como también población
en centros de acogida, víctimas de violencia doméstica, personas en rehabilitación
de adicciones, comunidades en zonas de conflictos o extrema marginación, entre
otros que requieren incluso proyectos de acercamiento y sensibilización que visitan
las sedes que albergan a grupos como personas en consulta médica (salas de
espera) u hospitalizadas, o población en régimen penitenciario.
A manera de conclusión: diálogo y heterogeneidad

Apreciado por la energía y la disposición de las relaciones sociales que permite, así
como por su cualidad de apertura para de combinar comportamientos y grupos que
se expresan y conviven a pesar de asumir la identificación simbólica desde lares
opuestos, detenernos en el espacio público es confirmar su poderío como el territorio
de la integración cultural, la ciudadanía y los derechos civiles.

Una ciudad es tal a partir de sus espacios públicos y lo que nace de ellos pues
concentra lo esencial del carácter y la identidad urbana, como si se tratara del alma
de todos, construida desde lo particular y personal. Con los hilos de sus
innumerables comunidades se teje la ciudad cotidiana en parajes transitados hasta el
cansancio, generosos por igual en el disfrute y el cruce anónimo, muy por encima del
adorno arquitectónico, inclusive más allá de los elementos que cimentan la visión
más reducida y tradicional del concepto, es decir, los parques y las plazas.

Si por espacio público debemos entender el lugar de encuentro ciudadano, por otro
lado es imposible negar la exclusión social que igualmente en él se ha dado
históricamente, desde la clásica Atenas cuando mujeres, trabajadores y esclavos no
eran bienvenidos en ellos. Histórica es también, entonces, la lucha por abrirlo y
hacerlo más tolerante, que no indiferente, a los más marginados, es decir, más
asequible y más inclusivo por quienes con su uso lo redefinen y reorganizan. De igual
forma, y aunque técnicamente para muchos la ciudad sí es hoy más plural,
padecemos una nueva amenaza que apenas nombraremos, solo para tener presente
su existencia: espacios privatizados vestidos (¿disfrazados?) de públicos, inútil
máscara de lo comercial que todo puede pervertir y degenerar al suprimir la libertad y
la diferencia real.

Convivencia y contienda, entendimiento y discordia, la inaprensible relación entre


ciudadanía y espacio público es consecuencia de cómo asumimos ser y estar,
participar o tomar distancia, alzar la voz y movernos en conjunto desde nuestro
paraje íntimo para accionar desde los derechos y obligaciones que delinean lo
comunitario, es decir, aquello que nos pertenece y a lo que pertenecemos. Justo allí
radica el principal campo de operación de la gestión cultural por ser el hábitat del
patrimonio vivo, correspondiendo a lo político y su acción como permanente zona de
transformación del entorno, siempre presente a fuerza de vivencias y experiencias
novedosas en la evolución de conceptos -como accesibilidad e inclusión- aunque
ancestrales por la necesidad de crear unidad para enfrentar incertidumbres e
inseguridades propias de la mortalidad.

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*​Gestor cultural especializado en programación artística (espacio público, no
convencional, salas y teatros), así como en la formulación y realización de proyectos.
Licenciado en Letras y Literatura Universidad del Zulia, Venezuela. Máster
Internacional en Gestión, Políticas Culturales y Desarrollo, Cátedra Unesco. Bailarín,
maestro y crítico de danza.

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