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Hay que hacer referencia en el aspecto central de este concepto donde el acto jurídico
en sentido estricto es aquella conducta ejecutada por una persona con el
propósito deliberado de producir consecuencias en derecho de forma tal
que la voluntariedad y la conciencia son sus elementos característicos porque
normativamente pasa a ser relevante.
Asimismo, no puede confundirse la posibilidad jurídica con licitud del objeto, puesto que
ésta se apoya en un criterio valorativo, mientras que aquélla radica en la naturaleza de
las instituciones jurídicas, o en la calificación jurídica objetiva de ciertos bienes o
conductas, o en otras consideraciones.
El objeto del acto debe ser posible y realizable bajo el dominio de los hombres, porque
nadie puede comprometerse a lo imposible.
Por ejemplo, donar el mar, los ríos, las minas, etc., que constituyen bienes del Estado,
acontecen en actos con una imposibilidad jurídica. Estos actos jurídicos no
serán jurídicamente posibles por no estar determinados en nuestra ley sustantiva,
cuya inobservancia trae consigo la nulidad del acto jurídico en aplicación del artículo
219º inciso 3º del CC.
C) Fin lícito:
Nuestro Código exige no solo que el objeto sea real, sino que sea licito, esto es, que no
sea prohibido por la ley, ni contraria a las buena costumbres o al orden público
(artículo 219 inc 4 del CC) . La finalidad o el fin licito, consiste, pues, en la
orientación que se da a la manifestación de la voluntad, esto es, que ésta se
dirija, directa o reflexivamente, a la producción de los efectos jurídicos.
El acto debe asumir una forma para surgir en la vida jurídica es por ello que el
ordenamiento jurídico impone la adopción de determinadas formas para estos actos,
cuya infracción pondrá en tela de juicio la validez del mismo.
Los actos jurídicos únicamente son válidos si cumplen con el ritual establecido
legalmente. Así por ejemplo sucede con la totalidad de actos que impliquen
disposición o gravamen del derecho de dominio sobre bienes inmuebles, que
necesariamente debe ser elevado a escritura pública y ulteriormente, registrado en la
oficina correspondiente. Esta forma es también llamada en otros países como la
forma legal o necesaria Ad solemnitatem.
Existe otra forma que también es acogida por nuestro código civil, pero sin el carácter
de obligatorio, es decir los actores pueden escoger la forma que consideren pertinente,
esta forma es llamada Ad probationem donde la forma se considera como prueba
de la existencia del acto jurídico y no como un elemento esencial para la validez del
mismo. Ejemplo el contrato de arrendamiento, compra venta, etc