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Entre las conclusiones comunes, tomadas a priori por la mayoría de miembros del grupo de
discusión aludido, se hace evidente la de que la pediatra no estaba emitiendo un concepto
profesional sino imponiendo su criterio (y tal vez experiencia) personal a los padres de su paciente,
y ese es tal vez el primer punto a considerar en esta disertación: ¿Se trata realmente de un
concepto personal de la pediatra entendiendo este como algo que no deviene de sus
conocimientos y praxis profesional?
Desde el punto de vista ontológico (jurídico si se quiere), sabemos que una prescripción médica es
en sí misma el documento que recoge formalmente las recomendaciones profesionales del médico
a su paciente, y me es difícil imaginar que la pediatra no tuviera claro tal concepto; en tal sentido,
resulta lógico concluir que todas las recomendaciones o formulaciones contenidas responden a los
conocimientos y experiencia del profesional (no de la persona) que la emite, independientemente
de que estuvieran acertados o no en criterio de su paciente o de otros profesionales.
Es claro que resulta casi imposible separar a la persona del profesional, dualidad que nos aqueja a
todos, y así mismo la experiencia de una y otro se entretejen de tal modo que también resulta en
extremo complejo, por no decir imposible, discernir a priori si estamos ante un mero concepto
personal (despojado de conocimientos profesionales específicos) o ante un dictamen profesional
propiamente dicho. Pero también es innegable que los profesionales en general procuramos en
todo momento ser plenamente consientes y cuidadosos de los conceptos o dictámenes que
emitimos formalmente (en lo informal solemos ser más descuidados) para que estos reflejen
nuestros conocimientos y experiencia profesional antes que nuestros sentimientos y "prejuicios"
personales.
Algunos dirán, y así lo argumentó mi interlocutor, que temas como el colecho, la lactancia y otros
similares no pertenecen al ámbito de la pediatría sino a otros distintos como la psicología,
psicopedagogía, pedagogía o incluso al desarrollo psicoafectivo del niño que sólo concierne a sus
padres; pero tal afirmación podría controvertir el carácter integral que se otorga al desarrollo del
niño en la doctrina actual. No obstante, más allá de lo acertado o errado que pueda resultar tal
argumento ante profesionales calificados para evaluarlo (en lo que no quiero profundizar), no es
descabellado asegurar que ese punto debió estar incluido en las consideraciones de la profesional
que emitió las recomendaciones, llevándola a la conclusión inequívoca de que las mismas se
hallaban en su ámbito profesional; de lo contrario no las hubiera emitido.
Lo mismo ocurre con cualquier dictamen profesional en otras profesiones: el dictamen o concepto
profesional no es de obligatorio acatamiento por el cliente y éste siempre conservará la potestad de
acogerlo, validarlo o prescindir de él si así lo considera.