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Magíster en Estudios Históricos: Cultura y Sociedad en América Latina y Chile.

Curso: Historia Contemporánea de América Latina


Profesor: Luis Corvalán Márquez

Auge, caída y resurrección de la élite oligárquica: una mirada global de la


historia contemporánea de América latina (Siglos XIX – XX).

Danilo Jara Cavieres

Valparaíso
Septiembre de 2018
Contenido
Introducción .......................................................................................................................... 3
Concepto de oligarquía: ....................................................................................................... 4
Auge (1808 – 1910): captura del Estado, liberalización económica y desarrollo del proyecto
oligárquico de un capitalismo dependiente. ........................................................................... 6
1.1 Captura del Estado colonial y apertura económica (1810 – 1825): las motivaciones de la
independencia como liberalización económica. .............................................................................. 6

1.2 Construcción del Estado nacional (1825 – 1850): problemas para la implementación del
proyecto liberal.............................................................................................................................. 10

1.3 Consolidación del proyecto oligárquico de la mano del nuevo pacto colonial (1850 – 1910).13

Caída (1910 – 1970): Crisis del proyecto oligárquico y emergencia del modelo mesocrático
de desarrollo. ........................................................................................................................ 17
2.1 El cuestionamiento de la oligarquía (1910 – 1930): del fin del pacto colonial a las revueltas
anti-oligárquicas. ........................................................................................................................... 18

2.2 La alternativa mesocrática (1930 – 1950): La crisis de 1929, el modelo de desarrollo I.S.I y la
experiencia populista. .................................................................................................................... 22

2.3 La rebelión popular (1950 – 1970): Crisis del modelo de desarrollo I.S.I y emergencia de la
alternativa revolucionaria. ............................................................................................................. 27

2.3.1. La Revolución Cubana: ................................................................................................... 30

2.3.2 Las guerrillas en América Latina: .................................................................................... 31

2.3.3 La revolución institucional: la vía chilena al socialismo.................................................. 33

¿Resurrección de la elite oligárquica? (1970 – 2018). ......................................................... 33


3.1 Las dictaduras latinoamericanas en el marco de la doctrina de la seguridad nacional. ........... 34

3.2 La era del neoliberalismo y el retorno del modelo extractivista – dependiente. ..................... 36

Bibliografía ........................................................................................................................... 37

2
Introducción

El enfoque de una historia global plantea una serie de problemas, tanto epistemológicos como
de orden metodológicos. En este sentido, es necesario señalar que un trabajo académico de estas
características es contra corriente, ya que en la actualidad priman las perspectivas centradas en
trabajos monográficos, con marcos temporales en extremo acotados y con temáticas cada vez más
restringidas. Es el resultado de la hiper-especialización en la historia, refugio de una seudo-
objetividad científica que justifique con una avalancha de papers medianamente cortos la obtención
de algún fondo de investigación “concursable”. Es el mercado aplicado a la investigación el que ha
moldeado la producción historiográfica actual. En este sentido, el peso de aquella institución histórica
que mencionaba Certeau se hace evidente. Atrás quedaron los proyectos globales, tanto en la sociedad
como en la historia. Cuestión coherente con una demanda social dominada por la cultura del consumo
del pasado como un elemento más de la industria cultural.
En este sentido, el desafío planteado en el curso de Historia Contemporánea de América
Latina, dirigido por el profesor Luis Corvalán, de construir un texto que proponga una mirada global
para el análisis de la Historia de América Latina se vuelve relevante, en tanto quiebra el esquema
mental en el que los estudiantes de hace varias generaciones hemos sido formados. Desafío complejo,
aún más si consideramos que una visión global requiere -quizás no necesariamente, pero sí de forma
complementaria- un conocimiento cabal y en panorámica de la Historia latinoamericana (y cualquier
historia). Se podría pensar entonces que este desafío solo lo podría enfrentar un avezado historiador,
con un amplio recorrido y que como resultado de su experiencia y práxis historiográfica haya llegado
a alguna conclusión general que se postule como hilo conductor de la historia, aspecto no menor. Sin
embargo y ya que este es un mero ejercicio intelectual, es posible que desde la formación inacabada
de la conciencia histórica de un joven estudiante se proponga un lineamiento global para el análisis
de nuestro pasado latinoamericano a manera de intuición. Esto es lo que quiero plantear en lo que
sigue del presente ensayo.
La intuición a la que me refiero dice relación con lo siguiente: la historia de Latinoamérica,
y de los países que conforman esta unidad geopolítica en el Continente Americano, al sur de los
Estados Unidos de Norteamérica, y con algunas excepciones geográficas, es que su historia ha estado
dominada por dos agentes fundamentales. El primero de ellos es la oligarquía. Grupo dinámico (en
cuanto a su constitución) que ha dirigido, directamente o desde las sombras, los destinos de los países
latinoamericanos. El segundo agente histórico son los imperialismos, el británico primero y luego el
norteamericano, a través de la alianza con las oligarquías locales y por medio de las diversas formas
de intervencionismo. Considerando este aspecto, entenderemos que la historia de América latina, en

3
tanto expresión en lo concreto de la acción de las clases y agentes dominantes -la historia política
como manifestación en el pasado del poder materializado en hechos concretos que se vislumbra en el
presente a través de indicios-, es una simbiosis de la acción coordinada de estos dos agentes,
normalmente con intereses coincidentes y/o complementarios, y otras con mera subordinación. En
este marco, la acción política de las grandes mayorías ha quedado relegada a la resistencia, el fracaso
y la victoria efímera -en su mayoría-. Lamentablemente así lo evidencia al menos nuestra derrota en
el presente.
Se plantea por tanto que el agente protagónico en la historia contemporánea de América
Latina fue, por un largo período y con un breve interregno, la élite oligárquica. En este sentido, hacer
la historia de América Latina desde una perspectiva global y desde el enfoque de la historia política,
requiere analizar el devenir histórico del proyecto de la élite que ha gobernado los destinos de los
países latinoamericanos en clave oligárquica y en alineación con el imperialismo de turno. En lo que
sigue plantearemos por tanto que en la historia de América Latina la élite ha pasado por un período
de auge durante el largo siglo XIX (1810 - 1910), caída, a partir de los cuestionamientos y la
configuración de los proyectos mesocráticos y populares (desde 1910 hasta 1970) y resurrección
(1970 – 1990) desde las dictaduras militares y la implantación del modelo neoliberal, lo que en
definitiva permite plantear una visión global con una temporalidad posible para el análisis a partir del
tiempo largo, así como un relato unitario para la historia latinoamericana en los últimos doscientos
años y que será detallada en lo que sigue del ensayo aquí planteado.

Concepto de oligarquía:

Es fundamental definir lo que entendemos por oligarquía dada la naturaleza de la propuesta


global que pretendemos plantear para el análisis de la historia latinoamericana. Lo primero a señalar
sobre este concepto es que, siguiendo lo planteado por Waldo Ansaldi, oligarquía no es una clase
social, sino más bien una forma de ejercer el poder. En este sentido, el autor señala que para el caso
de América Latina:
“El modo oligárquico de ejercer el poder se fundó básicamente en la dominación
sobre la mayoría, sin dejar de ser hegemónico sobre una minoría. La mayoría sujeta
a dominación estaba constituida por las clases populares (campesinos, trabajadores,
artesanos) y por facciones o sectores de la burguesía partidarios del ejercicio
democrático del poder”.1

1
Ansaldi, Waldo y Giordano, Verónica, América Latina. La construcción del orden, T. I, Editorial Ariel, Buenos
Aires, 2012, p. 468.

4
Ahora bien, para el caso del presente ensayo la oligarquía es la forma en que una minoría
ejerce el poder en contra de la mayoría o en función de su propio beneficio (forma desviada de
régimen político en Aristóteles) y que está constituida por una elite, muy pequeña, dueña de la tierra,
que controla el comercio y que ha cooptado el Estado para sus propios fines. Elite que ocupa la
cúspide de la pirámide social desde tiempos coloniales, lo que Gabriel Salazar identifica como el
patriciado terrateniente-mercantil. Clase social que en el caso chileno construyó el Estado, el modelo
económico de desarrollo y la sociedad a su imagen y semejanza, tal como creemos fue el caso en el
resto de América Latina. Este grupo, una vez consolidado su proyecto político se dedicó a gobernar
en clave oligárquica, hasta la década de 1930, cuando finalmente las condiciones del capitalismo
internacional en crisis, más el desarrollo de las clases medias y populares, le arrebataron el poder
gradualmente hasta propiciar su caída. Finalmente, ¿es posible hablar de un resurgir de la oligarquía
desde fines del siglo XX hasta nuestros días? Este es un aspecto que nos proponemos señalar en lo
que sigue de este ensayo.

5
Auge (1808 – 1910): captura del Estado, liberalización económica y desarrollo del
proyecto oligárquico de un capitalismo dependiente.
Entendemos el auge de la elite oligárquica latinoamericana como aquel período de la historia
en el que una facción de la elite (patriotas) se hizo con el poder político, destruyendo la estructura
imperial hispana, aprovechando la coyuntura de la acefalía monárquica en la península y en pleno
auge del imperialismo británico de la mano del capitalismo global, para así implementar un proyecto
político que fuera afín con sus intereses. Cuestión que se llevará a cabo por medio de una revolución
que irá desde la emancipación pacífica hasta el enfrentamiento armado entre facciones al interior de
la elite (guerra civil entre patriotas y realistas). Esta primera fase la establecemos, temporalmente,
entre los años 1810 y 1825, es decir se inicia con la masificación en América de las juntas de gobierno
y la derrota hispana en Ayacucho (1824). Seguida de esta primera etapa viene un período en el que la
oligarquía diseña e implementa un modelo de Estado nacional donde antes había estructuras
imperiales. Período no exento de conflictos, tanto al interior de la elite (guerras civiles, golpes de
Estado, caudillismos), como con los sectores populares (montoneras realistas, sublevaciones, luchas
étnicas, criminalidad popular), los que ven con estupor cómo los patrones que los han explotado por
siglos ahora controlan el poder político y coercitivo sin tener ya la figura paternalista del Rey
justiciero y protector que frenaba ciertos aspectos del ejercicio del poder de la elite americana. Esta
etapa considera los años 1825 hasta 1850, es decir desde la derrota monárquica en Ayacucho hasta
mediados del siglo XIX cuando se logra cierta estabilidad institucional y se producen las principales
transformaciones que permiten presentar un Estado en fase de consolidación. Desde ese momento
comienza la tercera y última fase, que es cuando América Latina, luego de construido el Estado, inicia
su plena incorporación al capitalismo mundial liderado por Inglaterra, proceso que alcanza su pleno
auge hacia el final del siglo y que con la llegada del centenario entrará en un irreversible proceso de
cuestionamiento primero (1910 – 1929) y crisis después (1929 – 1960), que será presentado en el
siguiente apartado. En definitiva, el largo siglo XIX, al decir de Hobsbawm, es el siglo de la elite
oligárquica latinoamericana de la mano con el imperialismo británico.

1.1 Captura del Estado colonial y apertura económica (1810 – 1825): las motivaciones de la
independencia como liberalización económica.
La coyuntura de 1808 -producto de la invasión napoleónica de la Península Ibérica, con la
consiguiente acefalía política de la monarquía hispana- generó un terremoto político de proporciones
cataclísmicas, cuyas repercusiones cambiarían el rumbo de la historia universal. Donde los viejos
imperialismos dan paso a una nueva forma de dominio global, a partir de la expansión planetaria del
capitalismo. En este sentido, la coyuntura europea de 1808 marcó el inicio del fin del Imperio Español,

6
a partir de las revoluciones hispanoamericanas, al decir de John Lynch, y el surgimiento a su vez de
una nueva potencia planetaria: Gran Bretaña.
Coyuntura que fue el resultado de los conflictos inter-imperiales producidos en Europa en la
era post-revolucionaria (Revolución Industrial y Revolución Francesa) y que pusieron al orden
tradicional en jaque desde el capitalismo británico y el liberalismo francés. Nuevas estructuras que
habían puesto a España en la encrucijada, las que hicieron insostenible la mantención del ancian
regime a la manera borbona. Una nueva era nacía para dar término al orden precedente.
En ese marco, las élites hispanoamericanas, que habían crecido bajo el alero de la monarquía
hispánica, alcanzaron un nivel de maduración tal que ante la coyuntura de 1808 no quedaba más que
reemplazar la super-estructura imperial española para hacerse con el poder y de esa forma transformar
las provincias imperiales en países a su imagen y semejanza. Así lo entendió al menos el ala más
radical de la elite. Fue el momento propicio para que el deseo solapado de autogobierno, que habían
mantenido oculto por tanto tiempo, por fin encontrara las condiciones históricas para germinar. Sobre
este respecto, Scarlett O´Phelan señala:
“Mi impresión es que a partir de las reformas borbónicas, los sectores criollos y
mestizos comenzaron a buscar insistentemente una salida alternativa al gobierno de
la metrópoli, tratando de sacar provecho de las coyunturas propicias”2.
Siguiendo el orden antes planteado, entendemos la independencia de las colonias hispanas en
América como el momento en el que la elite oligárquica tomó las riendas del poder político, al que
sumó el poder económico que detentaban desde hace ya mucho tiempo3, es decir: conquistó el Estado
colonial para transformarlo y desarrollar su propio proyecto político. De esta forma quedó constituido
el monstruo de dos cabezas que les permitiría transformar las viejas estructuras imperiales y poner en
línea a los nacientes países con el nuevo orden mundial liderado por Inglaterra y su cruzada
librecambista.
Lo anterior se puede verificar al analizar el ideario revolucionario de pro-hombres de la
revolución como Simón Bolívar, quién en 1814 ya planteaba esta voluntad expresa de amistad y

2
O´Phelan Godoy, Scarlett, El mito de la “independencia concedida”: Los programas políticos del siglo XVIII
y del temprano XIX en el Perú y Alto Perú (1730-1814), en Flores Galindo, Alberto (compilador),
Independencia y revolución (1780-1840), Tomo II, Instituto Nacional de Cultura, 1987, p. 197.
3
Sobre este respecto ver: León Solís, Leonardo, Plebeyos y patricios en Chile colonial. La gesta innoble, 1750-
1772, Editorial Universitaria, Santiago, 2014. Texto en el que se presentan las medidas adoptadas por la elite
criolla (patricia) para cooptar la burocracia imperial y ponerla en función de sus intereses económicos. Acción
que consideró la represión de los sectores populares y la eliminación de fuentes de ingreso que permitían
mantenerlos al margen de los procesos de proletarización, peonaje e inquilinaje, lo que el autor entiende como
al destrucción de las economías populares.

7
comercio con Gran Bretaña en su carta al Ministro de Relaciones Exteriores de Inglaterra, cuando
señaló:
“Tiene, pues, V.E. la resolución de América expresada en sus dos primeros actos,
sacudir el yugo español, y amistad y comercio con la Gran Bretaña. El mismo carácter
distingue la misma revolución que se ha propagado en las demás regiones de la
América. Todas han hecho ver que reconocen sus verdaderos intereses en esta
separación de la España y en esta amistad con Inglaterra”4.
Como se puede desprender de lo señalado por Bolívar, los objetivos de la revolución estaban
bastante claros ya tempranamente en 1814: liberarse del yugo español y comercio con Gran Bretaña.
Era la declaratoria expresa de quién liderara los esfuerzos independentistas para colocar a las
nacientes repúblicas latinoamericanas en línea con los postulados del libre comercio promovido por
Inglaterra, incorporando a Hispanoamérica en el proceso de expansión comercial desarrollada post-
revolución industrial por Gran Bretaña. En este sentido, Domingo Amunátegui Solar, heredero de esa
elite oligárquica, consciente de la gesta heroica de sus predecesores, se refirió a la presión de los
nuevos imperialismos respecto del proceso de independencia señalando que:
“La acción constante de las grandes potencias en contra del sistema comercial español
no podía menos de desprestigiar la autoridad del Rey y no podía menos de abrir los
ojos de los criollos americanos. Por fuerza los habitantes de estos países debieron
comprender que el régimen establecido por la Madre Patria era en extremo perjudicial
a sus intereses”.5
La independencia (¿nueva dependencia?) se constituyó en una alternativa clara para las élites
criollas de poner su potencial (mono)productivo en favor de las necesidades del centro industrial. Lo
que se relacionaba perfectamente con su condición de propietarios de extensas zonas de producción
silvoagropecuaria y minera a lo largo y ancho del continente, a lo que se sumó el conocimiento y
control de las rutas comerciales intra-continentales, así como su control del aparataje político. Esto
evidencia la causa real de la independencia y quizás el factor más importante que podría explicar la
lucha separatista: la necesidad de liberar todas las potencialidades económicas de la elite oligárquica
que por años estuvieron constreñidas por el control metropolitano ejercido por España y materializado

4
Carta de Simón Bolívar al ministro de relaciones exteriores de Gran Bretaña (fragmento), en Corvalán
Márquez, Luis, El que no lo vea, renuncie al porvenir. Historia de América contemporánea, una visión
latinoamericanista, Ediciones Ceibo, Santiago de Chile, 2016, Apéndice Documental, p. 32.

5
Amunátegui Solar, Domingo, La emancipación de Hispanoamérica, Ediciones de la Universidad de Chile,
Santiago, 1936, p. 4

8
en el monopolio comercial6. Acto que quedó consumado en la victoria obtenida por el general Sucre
sobre las fuerzas realistas en la Pampa de Quinua, Ayacucho, el 9 de diciembre de 1824. Batalla que
terminó con la resistencia del Virreinato del Perú a la independencia y marcó su desmembramiento y
posterior balcanización (en 1825 se creará Bolivia, como país independiente).7
Finalmente, rotos los lazos de unión con la metrópoli española, las nacientes entidades
políticas latinoamericanas (¿naciones?) buscaron el reconocimiento de la principal potencia
hegemónica mundial -Gran Bretaña- a través de una masiva firma de tratados de amistad y comercio
(el ideal bolivariano en política internacional) que les permitiera conseguir el reconocimiento
necesario en el concierto internacional que bloqueara las posibilidades de una restauración
monárquica desde España. En este sentido hacia la década de 1820 -específicamente desde el 10 de
diciembre de 1823, día en el que Inglaterra designó a sus enviados- Gran Bretaña envió 42 agentes
diplomáticos (cónsules generales, cónsules y vicecónsules) a toda América Latina con el objetivo de
obtener la firma de los Tratados de Amistad, Comercio y Navegación con los cuales abrir los
mercados latinoamericanos a sus mercancías manufacturadas. Sobre este respecto Enrique Amayo
señaló:
“Los tratados -firmados generalmente, en los países periféricos, por grupos ansiosos
de firmarlos- eran actos diplomáticos rodeados por la fuerza o eran resultado directo
de ella”.8
Así se explica entonces por qué la mayoría de los funcionarios diplomáticos llegaban a los
puertos latinoamericanos montados en poderosos buques de guerra. Era el inicio de la diplomacia de

6
Tesis trabajada por Hernán Ramírez Necochea, donde señala, desde un análisis económico marxista clásico,
que las contradicciones entre el creciente desarrollo de las fuerzas productivas de las elites criollas chocaban
con la super estructura política centralizada del imperio, lo que ante una coyuntura política determinada hizo
inevitable que estallara en la revolución que habría de transformar esa super estructura. La independencia sería
para Ramírez Necochea una revolución proto-burguesa. En: Ramírez Necochea, Hernán, Antecedentes
económicos de la independencia de Chile, Editorial Universitaria, Santiago, 1959.

7
Contrario a los intereses de líderes como Bolívar, no fue la unidad la que dio como resultado el conflicto entre
las oligarquías criollas y la metrópoli a lo largo y ancho del continente. Es el proceso denominado como
balcanización que dio como resultado la autonomización e incluso separación de las antiguas entidades
administrativas del Imperio Español en América, así como el fracaso de nuevas experiencias de unidad. Aquí
está el caso de la Gran Colombia, la desintegración de los Virreinatos, el fracaso de la Confederación Perú-
Boliviana, la desintegración de la Confederación Centroamericana y el proyecto bolivariano de una
Confederación Latinoamericana (Panamá, 1826), todos experimentos fallidos. Esta experiencia histórica es
contraria a lo sucedido con la América inglesa (de las 13 colonias emergió una unidad clara (EE.UU), así como
en la América portuguesa (que vio nacer el Estado de Brasil). Las causas se sitúan en los intereses
contradictorios de las elites hispano-criollas, pero sin duda es un tema abierto de investigación.

8
Amayo, Enrique, La política británica en la Guerra del Pacífico, Editorial Horizonte, Lima, 1988, p. 63.

9
las cañoneras. Proceso que se da en el contexto de la llamada Pax Británica (1815-1914), donde para
el centro (potencias europeas) representó una paz relativa, mientras que para la periferia representó
conflicto y dependencia (como se verá en el caso de las guerras en el continente y en la satelización
de América latina al yugo comercial inglés). Se iniciaba de esta forma un nuevo pacto colonial, esta
vez con Inglaterra que una primera fase incluirá el reconocimiento jurídico internacional y que luego
avanzará, hacia mediados del siglo XIX, a una clara incorporación de América Latina a la división
internacional del trabajo bajo el concepto de ventajas comparativas en la tesis ricardiana, donde los
latifundios se pondrán a disposición de los monocultivos requeridos por el comercio internacional
liderado por Inglaterra. En este marco era preciso crear las condiciones para la incorporación de los
nacientes países latinoamericanos al comercio mundial; era, pues, el tiempo de la reforma liberal que
forjó las bases del Estado y la economía en los países latinoamericanos.

1.2 Construcción del Estado nacional (1825 – 1850): problemas para la implementación del
proyecto liberal.
Terminado el conflicto contra España y consumada la nueva realidad de países
independientes, lo primero que se observa al analizar este período es que la antigua unidad burocrática
y administrativa del Imperio Español dio paso a un rasgo característico de la organización geopolítica
continental: la balcanización de las naciones latinoamericanas. Este hecho, cuyas causas debemos
buscar en, por un lado “el predominio de intereses locales de las oligarquías de origen colonial de
cada circunscripción del viejo imperio Español”9, así como también en los intereses de las potencias
imperiales por controlar la zona, constituye una realidad contraria a la voluntad de los líderes de la
revolución, que buscaban la unidad -el caso más significativo es el de Bolívar-. Sin embargo,
considerando los intereses imperiales en esta configuración balcánica, Gran Bretaña participó directa
o indirectamente en los principales conflictos inter-regionales sucedidos durante el siglo XIX (Guerra
de la Triple Alianza y Guerra del Salitre), lo que evidencia sus intereses a este respecto. Claramente
la máxima de divide y vencerás se puso en práctica en la experiencia latinoamericana. En este sentido,
podemos señalar entonces que la existencia de un poder contra-hegemónico al sur de Estados Unidos
era contrario a los intereses del imperialismo británico primero y norteamericano después.

Considerando lo anterior, no es extraño que, en un mundo dominado por Imperios dirigidos


por monarquías, al decir Annick Lamperiere10, una configuración política extraña tuviera amplia

9
Corvalán Márquez, Luis, El que no lo vea renuncie al porvenir (…), p. 26.

10
Lamperiere, Annick, Hacia una historia transnacional de las independencias hispanoamericanas, en
Rosenblitt, Jaime (Editor), Las revoluciones americanas y la formación de los estados nacionales, DIBAM,
Santiago, 2013.

10
aceptación en el concierto latinoamericano. Cabe preguntarse entonces: ¿tuvo una influencia
importante la Independencia de los EE.UU en el hecho que las elites oligárquicas latinoamericanas
miraran ese régimen político extraño llamado república como el horizonte a alcanzar? Probablemente,
aunque es por lo menos curioso que el país más cercano al gigante del norte, México, no adoptara, al
menos en una fase inicial, la república como régimen político e insistiera reiteradamente en fórmulas
imperiales y monárquicas. Aquello que en el contexto internacional -dominado por imperios
gobernados por monarquías- era lo “normal”, fue de hecho la excepción en el caso latinoamericano –
México y Brasil son casos especiales en este aspecto-.

¿Cómo entender entonces esta defensa férrea del republicanismo en el que conservadores y
liberales coincidían ampliamente? Posiblemente tenga que ver con la propia configuración política
de las elites oligárquicas (pares) donde la disputa política debía resolverse con pactos internos sin la
mediación de un tercero con una legitimidad ancestral que inclinara la balanza de unos sobre otros.
Es la forma en la que operan las oligarquías.11 Esto sumado al creciente y fervoroso anti-monarquismo
y anti-hispanismo de los sectores liberales de la elite, pueden explicar la opción por el moderno
sistema republicano.

Fuera la influencia ideológica de EE.UU o de la Francia Revolucionaria, así como de las


revoluciones liberales de mediados del siglo XIX, es claro que el republicanismo y liberalismo se
constituyeron en dos aspectos centrales en el proceso de construcción institucional. Ambos elementos
del orden político-social se dieron entre fuertes tensiones con el pasado colonial, donde lo principal
de la pugna intra-elite fue el grado de avance de los postulados del liberalismo político y las
características de la república (incluyente/excluyente; más liberal/menos liberal, más iglesia/menos
iglesia). En cuanto a lo económico durante este período se mantiene la estructura colonial12 en el
campo y poco a poco se abren las ciudades a la práxis capitalista y al desarrollo de una incipiente
clase media profesional de la mano de la universidad al estilo napoleónico-parisense. En definitiva,
confluyen en el proceso modernidad y tradición, donde muchos de los arquetipos coloniales
pervivieron con una lógica republicana limitada o censitaria. Según Ana María Stuven, este aspecto

11
La república censitaria, que fue el régimen más extendido en el continente durante gran parte de los siglos
XIX y XX, es la fórmula que más se acomoda a los regímenes oligárquicos, constituyéndose en el gobierno de
unos pocos para su propio beneficio.

12
Una cultura aristocratizante, una sociedad estratificada y excluyente y una economía basada
fundamentalmente en relaciones de producción precapitalistas.

11
es central para entender el desarrollo político en Chile, pero que por cierto según nuestra opinión
puede ser extensivo al resto de Latinoamérica, en tanto son procesos continentales. Para la autora:

“Ambos mundos, el de los referentes ideológicos modernos y el de una sociedad que


continúa viviendo con vínculos tradicionales, convivieron desde los inicios de la
república para dar forma a la paradoja entre modernidad ideológica de la elite y su
apego a prácticas tradicionales. (…) Esta alternancia entre tradición y modernidad se
expresa, entre otras, en la tensión entre orden y cambio, y entre catolicismo y libertad,
siempre al interior de un mismo sector social”13.

Tal como indica Ana María Stuven, uno de los problemas más importantes que explican el
dificultoso proceso de construcción de los Estados en América Latina, dice relación con esta
incoherencia entre el nuevo sistema que se postulaba (la república) con respecto a las prácticas
concretas de los sujetos (tradicionalismo versus modernidad). Las causas de este problema se
encuentran en la falta de desarrollo de las relaciones de producción, las que eran marcadamente pre-
capitalistas. En este sentido, América latina en la post-indepdendencia presentaba en una estructura
social basada en una organización de tipo orgánico o estamental, propia del ancian regime, como
señala Luis Corvalán, mientras que la reforma liberal a implementar –demandada por el capitalismo
internacional- requería de un orden social atomista, con individuos libres e iguales sometidos a una
ley común14. Es decir, la super-estructura política en proceso de formación chocaba con la estructura
material-productiva, produciendo una contradicción insalvable que generó, inevitablemente,
problemas de implementación del proyecto liberal de la oligarquía. Era necesario por tanto desarrollar
relaciones de producción capitalistas que fueran coherentes con el régimen político propuesto.

Es por eso que este período, llamado de anarquía por la historiografía tradicional o de ensayos
constitucionales por su contraparte, estuvo marcado por las luchas armadas (guerras civiles),
caudillismo, bandidaje, inestabilidad política, golpes de estado, entre otras expresiones de
ingobernabilidad. Caso excepcional, según Agustín Cuevas, fue el chileno, donde se había
desarrollado una protoburgesía mejor cohesionada con mercados estables, que a su vez sería la
explicación de por qué este período de inestabilidad duró muy poco y dio paso a una era de estabilidad

13
Stuven, V., Ana María, La seducción de un orden. Las elites y la construcción de Chile en las polémicas
culturales y políticas del siglo XIX, Ediciones Universidad Católica de Chile, Santiago, 2000, pp. 35-36.

14
Corvalán, M., Luis, Op. Cit., p. 45.

12
y proyección del ideario liberal-oligárquico en lo que se conoce como república conservadora15, el
que va desde las décadas de 1830 hasta 1860. Período donde se implementa claramente la reforma
liberal-capitalista a fin de poner al país en línea con las necesidades del comercio internacional que
demandaba cierta estabilidad.

¿Qué era lo central del proyecto modernizador de la elite oligárquica? ¿En qué medidas
concretas se puede ver reflejado este proyecto que constituye el sustento basal de las actuales naciones
latinoamericanas? ¿Cómo contribuyó a este proceso de modernización el pacto con los
imperialismos? Estos aspectos serán presentados a continuación, apartados que se referirá al llamado
nuevo pacto colonial.

1.3 Consolidación del proyecto oligárquico de la mano del nuevo pacto colonial (1850 – 1910).
Hacia mediados del siglo XIX América latina se incorporó plenamente en la división
internacional del trabajo, en línea con lo que Tulio Halperin Donghi denominó como el Nuevo Pacto
Colonial16. Coyuntura que el autor define como el momento en que América latina se transformó en
el centro productor de materias primas para los núcleos de la nueva economía industrial, así como el
proveedor de bienes alimenticios para las áreas metropolitanas, sustentando de esta forma el creciente
desarrollo poblacional del proletariado en los países industrializados. Era su parte del pacto. Por otro
lado, al centro industrial, liderado por Inglaterra, le correspondió el consumo de esos productos y la
venta de estos al resto del mundo, así como la provisión de los bienes tecnológicos y de capital que
permitieran el desarrollo del proyecto de modernización de los países latinoamericanos.

Quedaba bien definido entonces que el factor mono-productivo correspondía a la oligarquía


y que el comercio internacional, así como la provisión de manofacturas e instrumentos financieros
quedaba en manos europeas (británicas) aunque no en exclusividad, dando pie a algunas excepciones
en esa área (la financiera).

En este sentido, y para que el pacto fuera viable –tanto política como económicamente- los
países debían desarrollar la reforma. Esta consistió, primeramente, en la creación de una
institucionalidad y estructura estatal capaz de llevar a cabo la tarea. Cuestión que ya fue tratada con
anterioridad respecto a sus dificultades. Lo concreto es que el crecimiento del aparato público requirió
de recursos que permitieran la contratación de los funcionarios públicos capaces de liderar la
transformación. A su vez, estos nacientes estados demandaron para su implementación y desarrollo

15
Cueva, Agustín, El desarrollo del capitalismo en América Latina, Editorial Siglo XXI, México D. F., 1987.

16
Halperin Donghi, Tulio, Historia contemporánea de América latina, Alianza Editorial, Madrid, 1970.

13
de un sistema de educación capaz de producir la mano de obra ilustrada e instruida en operaciones
básicas tanto para el aparato público, como para la burocracia privada encargada de procesar las
operaciones comerciales y financieras.

Por otra parte, las necesidades de la economía monoproductiva, específicamente el sector


exportador -en creciente desarrollo-, así como el Estado para controlar el territorio, requirieron de una
red vial y una infraestructura a la altura del proyecto modernizador, a saber: puentes, caminos,
puertos, almacenes, aduanas, líneas ferroviarias, comunicaciones (telégrafo), entre otras (el sistema
educativo también requirió de inversión en infraestructura). En este sentido, Marcello Carmagnani,
señala que:

“La penetración del capital inglés contribuirá, junto con las innovaciones de que era
portador, a facilitar la expansión de las exportaciones latinoamericanas. Ello significa
que, si bien al principio la expansión no es imputable al capital inglés -cuya llegada
es consecuencia, no causa de la expansión-, éste desempeña a partir de 1870-1880
una función de apoyo sumamente importante desde el punto de vista cualitativo. En
efecto, la penetración del capital inglés está estrechamente relacionada con la
aparición, en América latina, del ferrocarril, los barcos de vapor, el telégrafo, el
teléfono, los bancos, las compañías de seguros, las nuevas técnicas mercantiles. Estas
innovaciones son concretamente indicadas en los cómputos realizados sobre el
capital inglés acumulado en América latina”.17

Según datos entregados por Tulio Halperin Donghi, durante el año 1878 se puede verificar la
existencia en Argentina de al menos 2.200 kilómetros de líneas férreas, así como otros 7.000 de
telégrafos. En Chile el número llega a 1.500 kilómetros de líneas férreas y 4.000 de telégrafos. En el
Brasil a 2.000 y 7.000 kilómetros respectivamente, mientras que en México el desarrollo del
ferrocarril es menor, con solo 600 kilómetros, pero donde el telégrafo alcanza un total de 11.000
kilómetros, el más extenso de Latinoamérica en ese momento.18

Como es evidente dicha infraestructura demandó una enorme cantidad de recursos que solo
pudo ser cubierta con deuda pública dado el escaso desarrollo de economía interna en comparación
con el área exportadora. Aquí es donde Inglaterra entra en juego con una afluente cada vez mayor de

17
Carmagnani, Marcello, Estado y sociedad América latina 1850-1930, Editorial Crítica, 1984, p. 44.

18
Halperin Donghi, Tulio, Op., cit., p. 223.

14
préstamos a los países latinoamericanos, con los cuales van a financiar la modernización. Respecto
de lo anterior, Marcello Cargmanani señala que:

“A fin de no gravar con impuestos las rentas de la oligarquía, el estado tuvo que
aceptar una estrecha conexión con el capital inglés. Lo cual permitió acudir al
mercado monartario de Londres para obtener preéstamos con los que financiar el
mínimo de obras públicas indispensables y sobre todo, colmar su propio déficit.
Dichos préstamos ascienden ya, en 1865 a 61,8 millones de libras esterlinas para el
conjunto de los gobiernos de América latina; se duplican entre 1865 y 1875, pasando
de 129, 4 millones de libras esterlinas; vuelven a duplicarse entre 1875 y 1895 (262,4
millones), para alcanzar en 1914 los 445 millones de libras esterlinas”.19

El dinero se usó fundamentalmente, tal como señala el autor, para financiar obras públicas,
sobre todo aquellas como el ferrocarril, el que precisamente estaba en manos extranjeras británicas.
Lo que muestra la paradoja del endeudamiento, con capitales británicos para financiar obras
construidas por británicos. Esto va a configurar lo que entendemos, siguiendo al profesor Corvalán,
como la vía latinoamericana al capitalismo dependiente. El que está determinado no solo por la
necesidad de materias primas por parte de los centros industriales (Europa), sino que a demás por el
nivel de endeudamiento de los países latinoamericanos para desarrollar su proyecto de
“modernización”.

Asimismo, se requirió reformar la estructura jurídica colonial y dar paso a un nuevo orden
legal que permitiera las transformaciones antes señaladas, así como brindar las garantías necesarias a
los agentes extranjeros que operaban en las economías latinoamericanas. Constitución, separación de
poderes, Estado de Derecho, Códigos civiles, reglamentos mercantiles/aduaneros (nuevos sistemas
tributarios y cambios en los aranceles), todos instrumentos copiados de las revoluciones liberales
europeas que se pusieron en práctica en los países latinoamericanos como señal de su adscripción el
hegemónico orden liberal.

Así también, otro de los aspectos centrales del proyecto modernizador de la elite y de
construcción del Estado y el capitalismo en América latina fue el de la disolución de dos agentes
sociales que compitieron durante siglos con la elite oligárquica en la tenencia de la tierra y que por lo
mismo representaban tanto una amenaza para el dominio de la clase terrateniente-mercantil como una
oportunidad para expandir el poder de la misma en cuanto al dominio de la tierra y la disposición de

19
Carmagnani, Marcello, Op., cit., p. 109.

15
la mano de obra por un lado, así como la posibilidad de desarrollar la idea de progreso (racional,
laica) por otro -sustento ideológico de la reforma-. Estos agentes fueron, a saber: las comunidades
indígenas, dueños de extensos territorios con una mano de obra no proletarizada protegida por las
comunidades y la Iglesia, con un poder político y económico fuerte, institución que con su poder
encarnaba aquellos aspectos propios del antiguo régimen colonial que la elite liberal quería dejar
atrás. Elite que despreciaba por una parte al indígena como representativo de la “barbarie y atraso”
(Domingo Faustino Sarmiento), así como al poder retrógrado de la Iglesia el que era asociado con el
oscurantismo y misticismo contrario a la idea de progreso y a los postulados racionalistas y
cientificistas del positivismo, paradigma que tuvo influencia galopante en los cuadros de la oligarquía.

La forma de atentar contra estos dos agentes y propiciar su decadencia fue el de la desposesión
de la tierra, su principal fuente de poder, así como la destrucción de los fueros coloniales que, para el
caso indígena, desarticularon las comunidades al transformar al comunero en individuo y a los
territorios ancestrales en mercancías posibles de ser transadas en el mercado, proceso que se inicia
marcadamente en la post-independencia pero que alcanza su apogeo hacia el final del siglo. Respecto
del caso mexicano (paradigmático) Enrique Florescano señala que:

“A finales de la década de 1820 una docena de estados de la república había aprobado


leyes que ponían fin a la propiedad comunal de los pueblos. La mayoría de los estados
consideraron que la propiedad comunal de la tierra era incompatible con la libertad
individual”.20

Además, en cuanto a disminuir el poder de la Iglesia, la elite liberal procedió a la laicización


de ciertas instituciones importantes para la vida social y el desarrollo del Estado y que antes estaban
en control de la iglesia (cementerios, registros Civiles, libertad religiosa, libertad de enseñanza).
Todos aspectos que marcaron el inicio de la decadencia del poder de la Iglesia. Lo antes mencionado
demuestra el interés por reducir el poder de ambos agentes en favor de la oligarquía mercantil-
terrateniente por la vía del despojo, lo que Marx -intelectual contemporáneo a los procesos- denominó
para el caso de Inglaterra (en el paso del feudalismo al capitalismo) como acumulación originaria 21,
es decir la producción de riqueza a partir del despojo de ciertos grupos o corporaciones antes
protegidas en el modo de producción feudal, lo que no solo se reducía a los bienes materiales, sino
que también involucraba permitir la proletarización de aquellos que luego del despojo no tenían más

20
Florescano, Enrique, Etnia, Estado y Nación, Editorial Taurus, México, D. F., 2010, p. 315.

21
Marx, Karl, La llamada acumulación originaria, en El Capital, Capítulo XXIV, Disponible en
http://www.marxists.org/espanol/m-e/1860s/eccx86s.htm, visto por última vez el 15 de septiembre de 2018.

16
para vivir que su propia fuerza de trabajo. Este proceso es clave en el desarrollo del capitalismo en
América latina y tuvo su cenit en la segunda mitad del siglo XIX.

Finalmente, junto al proceso de reforma que involucró la construcción del Estado con su
infraestructura, así como el llamado proceso de acumulación originaria, el tercer aspecto a considerar
durante este período es el de la operación comercial y de inversiones del imperialismo británico, el
que si bien fue marginal respecto del volumen de exportaciones de América latina respecto del centro
industrial (Inglaterra) -según señala Marcello Carmagnani-, en nuestra opinión es el factor decisivo
que posibilitó el proyecto de modernización de la elite oligárquica, ansiosa de europeizarse lo más
rápidamente posible a través de la adopción tecnológica de la modernidad.22

Lo antes señalado configura aquel período que se conoce como la edad de oro del proyecto
oligárquico y que nosotros hemos querido llamar como el de auge, ya que todo ascenso tiene como
resultado, en algún momento, una caída, cuestión que vamos a reseñar a continuación donde de la
mano de los grupos medios y populares, así como del cambio en la política internacional con la
emergencia del imperialismo norteamericano, se va a estructurar el período que hemos identificado
como el de caída de la elite oligárquica.

Caída (1910 – 1970): Crisis del proyecto oligárquico y emergencia del modelo
mesocrático de desarrollo.
Hasta la primera década del siglo XX, la elite oligárquica dominó los destinos de las naciones
latinoamericanas casi sin contrapeso. Sin embargo, esa era iba a llegar a su fin con el estallido social
producto de las contradicciones de la sociedad oligárquica basada en un capitalismo dependiente a
fines del siglo XIX y la extrema explotación de los sectores populares y mesocráticos. Así también
por los procesos de modernización implementados por las oligarquías, con un decido crecimiento del
Estado, la educación y las operaciones comerciales, lo que trajo consigo una expansión de las clases
medias, que parafraseando a Marx para una Latinoamérica con un capitalismo de enclave y una
economía ampliamente pre-capitalista -diferente de lo experimentado por Europa-, habría de generar

22
Pareciera que en América latina, la idea de modernidad está asociada a la adquisición de productos
tecnológicos producidos en otras partes del mundo. Es lo que podemos definir como una
modernización ficciosa, en tanto mantiene -para el caso del siglo XIX- las condiciones de un
desarrollo limitado de la economía interna, aún dominada por relaciones de producción pre-
capitalistas y una extrema dependencia del exterior; y que para el siglo XXI sustenta la crónica des-
industrialización, con una consiguiente baja innovación y productividad, en donde se entiende el
subdesarrollo (dependencia) como desarrollo. Sobre este respecto, especialmente para el caso chileno
ver: Mayol, Alberto y Ahumada, José Miguel, Economía política del fracaso. La falsa modernización
del modelo neoliberal, Ediciones elDesconcierto.cl, Santiago de Chile, 2015.
17
sus propios sepultureros. Este proceso tuvo una primera etapa de cuestionamiento al poder de la
oligarquía, que se abre con la experiencia de la Revolución Mexicana (revolución campesina de
pequeños propietarios), con un punto de inflexión hacia la década de 1930, cuando el modelo de
desarrollo hacia afuera mono-exportador dependiente hizo eclosión y los países latinoamericanos
iniciaron el desarrollo hacia adentro con la aparición del I.S.I. Lo que coincide con la emergencia del
imperialismo norteamericano, que posterior a la Primera Guerra Mundial va a competir por la
hegemonía mundial, la que conseguirá luego de terminada la Segunda Guerra Mundial. Este recambio
de los imperialismos modificó el pacto colonial mantenido por las oligarquías durante el siglo XIX
con las potencias imperiales y habría permitido el desarrollo del modelo I.S.I, la emergencia del
Estado de Bienestar y finalmente lo que vendrá hacia la década de 1960 con el desarrollo de las
reformas agrarias como política de contención de la influencia marxista en el continente a partir de la
Revolución Cubana y que marcó el fin de la clase terrateniente.

Este período de gran desarrollo de los países latinoamericanos, tanto en lo económico, las
conquistas sociales, las experiencias anti-capitalistas y anti-imperialistas en el continente (la segunda
independencia), va a terminar abruptamente producto de una decidida y sistemática política de
intervención norteamericana en el contexto de la Guerra Fría, la que tendrá como resultado el
desarrollo de las dictaduras latinoamericanas, de las cuales emergerá la nueva oligarquía de la mano
del nuevo sistema de capitalismo global en fase neoliberal, con una vuelta al modelo exportador de
materias primas.

2.1 El cuestionamiento de la oligarquía (1910 – 1930): del fin del pacto colonial a las revueltas
anti-oligárquicas.
El siglo XX abre para Latinoamérica con el despertar indignado y movilizado de sectores de
la población que por largo tiempo habían sido explotados unos y transformados en clientes otros.
Hablamos de los sectores populares y las clases medias. Ambos sectores tuvieron un desarrollo ligado
al capitalismo implementado durante el auge de la elite oligárquica. Sobre este respecto Luis Corvalán
señala lo siguiente:

“El desarrollo del capitalismo, a su vez, trajo consigo en nuestros países cierta
modernización de la estructura social. Desde ya generó una creciente clase obrera,
particularmente en la minería, los puertos, los ferrocarriles y en la surgente industria.
Al mismo tiempo, supuso el crecimiento de unas clases medias que en muchos
lugares se habían empezado a formar en el siglo anterior, particularmente en la

18
administración pública, la educación, las universidades y las carreras
profesionales”. 23

Estos grupos terminarán siendo críticos de la oligarquía para demandar mejores condiciones
de vida por una parte y la democratización de la sociedad y el régimen político, dominado esto último
por la política censitaria de la elite oligárquica, por otro. La lucha fue descarnada y la clase obrera,
junto a sus incipientes organizaciones, fue la más perjudicada. Ahí están las matanzas que regaron de
sangre las calles de las ciudades y los enclaves del capitalismo. Ejemplo de lo anterior es la matanza
de la Escuela Santa María, en Iquique (1907). Muchas otras pueden ser mencionadas. En definitiva,
los objetivos de las clases medias (democratización/participación de los beneficios) y de los sectores
populares (mejores condiciones de vida), serán coincidentes y articularán la alianza que pondrá fin al
ejercicio de la dominación oligárquica.

Otro elemento que desencadenará el fin de la dominación oligárquica será el de la


reconfiguración a nivel internacional de los imperialismos y el relevo del imperialismo inglés por el
norteamericano. Lo que trajo consigo el fin del llamado pacto colonial, el que será modificado para
beneficio de los intereses norteamericanos y en perjuicio de las oligarquías locales. En este sentido,
la modificación del pacto se refirió fundamentalmente a un cambio en la política de inversiones. Si
inicialmente las inversiones británicas iban fundamentalmente al aparato comercial que permitía la
circulación de las mercancías producidas por la oligarquía y algunos enclaves productivos -el pacto
era beneficioso para la elite oligárquica y creó las condiciones de un exponencial crecimiento del
sector dedicado a la exportación (en detrimento del mercado nacional)-. Con el cambio del poder a
nivel internacional, sobre todo posterior a la Primera Guerra Mundial, Estados Unidos de
Norteamérica entendió que no solo era beneficioso para sus intereses controlar el comercio y las
fuentes de financiamiento de los Estados latinoamericanos, sino que además era necesario controlar
las fuentes productivas de materias primas (Minería, petróleo, frigoríficos, cierta industria e incluso
la tierra). Eso acompañado de una agresiva política exterior, que para el círculo de países más
cercanos a sus fronteras (Centro América y el Caribe) significó la intervención militar directa. En este
sentido, Marcello Carmagnani entrega unos interesantes datos que confirman lo anterior respecto del
interés de las inversiones norteamericanas. Según el autor:

“Entre 1914 y 1929 se registra un rápido aumento de las inversiones estadounidenses:


1.641 millones de dólares en 1914, 2.395 millones en 1919, 3.633 millones en 1924

23
Corvalán Márquez, Luis, Op., cit., p. 249.
19
y 5.369 millones en 1929. Este incremento de la presencia del capital norteamericano
fue acompañado de una distinta distribución geográfica del mismo. En 1914, como
ya hemos visto, las economías más afectadas eran las de México, Cuba y Chile. Este
interés por Chile configura una nueva tendencia, ya que muestra que el capital
norteamericano se dirige sobre todo hacia las áreas de explotación minera,
predilección confirmada por el hecho de que también México sea un país minero”.24

Esta situación hizo que la elite oligárquica entrara en conflicto con los intereses
norteamericanos. La vía que utilizó para impedir el normal desarrollo de la presencia estadounidense
en sus países fue a través del cierre del mercado financiero local a inversionistas norteamericanos. De
esta forma los ahorros internos de las elites fueron a parar a compañías anónimas en el exterior que
propiciaban el mercado internacional. Frente a esta situación los norteamericanos internaron cada vez
más dinero en dólares, si en 1914-1924 la internación fue de 42 millones de dólares, ya para el periodo
siguiente, 1924-1929 fue de 78 millones. Así también el conflicto hizo que la elite se diversificara,
destinando sus recursos a las áreas industriales de conservación y alimentos, así como los textiles.
Junto con lo anterior, se inició un proceso racionalización en el campo, el que involucró una mayor
productividad a través de una sobre explotación del campesino, lo que desencadenó la masiva
emigración campo-ciudad. Esto redujo a su vez la capacidad exportadora de elite, lo que sumado a
un contexto internacional adverso (la guerra primero, la crisis después), incentivó el desarrollo de la
industria sustitutiva de importaciones. Es lo que Carmagnani denomina proceso de industrialización
espontáneo.

Por otra parte, los abusos de la elite oligárquica terrateniente y mercantil prendieron la mecha
para la primera gran revolución del siglo XX, la Revolución Mexicana. Este hito político marca lo
que hemos denominado como el inicio del fin de la oligarquía en el poder, o el inicio del
cuestionamiento según Carmagnani. Estallido que se produjo a partir del agotamiento del régimen
liderado por Porfirio Díaz, principal agente de la oligarquía mexicana.

El conflicto se suscitó cuando Porfirio Díaz se postuló nuevamente a las elecciones de 1910,
siendo cuestionado por la elite liberal norteña liderada por Francisco Madero, quienes reclamaban un
cambio democratizador en el país. Madero se levantó en armas contra el llamado porfiriato y organizó
una revuelta general a la que se sumaron líderes como Emiliano Zapata y el caudillo campesino
Francisco “Pancho” Villa. Derrotado por las armas y en el exilio, se puso fin al régimen de Díaz, esto
sin desestructurar el Estado oligárquico de Díaz, es por eso que Francisco Madero tuvo que enfrentar

24
Carmagnani, Marcello, Op., cit., p. 185.

20
al ejército del porfiriato aún en funcionamiento, quienes liderados por Victoriano Huerta se hicieron
con el poder a través de un golpe de Estado, con el objetivo de restaurar la república oligárquica. Otra
vez desde el norte, Venustiano Carranza articuló un ejército constitucionalista, ayudado desde el sur
por las fuerzas zapatistas y de Villa. Finalmente, el golpe de gracia al régimen de Huerta lo propinó
EE.UU, que invadió el puerto de Veracruz en el convencimiento que un cambio en el gobierno le
sería beneficioso. En este sentido, luego de producida la caída de Huerta, el conflicto mutó hacia un
enfrentamiento entre las fuerzas constitucionalistas de Carranza (la elite liberal del norte), apoyados
por EE.UU, y los caudillos campesinos del sur, los que fueron finalmente derrotados, no sin antes
vender cara la derrota a través de una negociación política que concretó los objetivos de los
campesinos al asegurar una reforma agraria y un inédito proceso de nacionalización de los recursos
naturales, entre ellos el petróleo, todo garantizado en la constitución liberal de Querétaro de 1917.

Junto a esta coyuntura revolucionaria mexicana, en Uruguay se había iniciado años antes un
proceso de cuestionamiento a la elite oligárquica de la mano de uno de sus hijos: José Batlle y
Ordóñez, quién se propuso cambiar el carácter oligárquico del conservador Partido Colorado. En este
sentido cabe señalar que Uruguay a inicios del siglo XX vivía un boom producto de la exportación
de carne y granos, con una creciente inmigración europea que dinamizó el proceso de urbanización
de la sociedad uruguaya, es decir contrario a lo sucedido en México y en el resto de Latinoamérica,
donde el campo domina por sobre la urbe. En este contexto, Batlle y Ordóñez lideró un proceso de
democratización de la sociedad a través del voto universal, de un creciente bienestar social de la mano
de políticas sociales encaminadas a reconocer el derecho a huelga y sindicalización, reducción de la
jornada laboral a 8 horas, una reforma laica que prohibió la educación religiosa en las escuelas, así
como la ley civil que permitió la promulgación de la ley de divorcio. Sin duda es el primer ejemplo
de modernización por la vía de reformas encaminadas a reducir el poder de la iglesia, la oligarquía y
el imperialismo. Esto último a través de la eliminación del capital británico en áreas estratégicas y el
desarrollo del proceso de industrialización. Entre otras medidas, las que consagraron el proyecto de
Batlle y Ordóñez como símbolo de esta emergencia de la modernización mesocrática.

Otro estallido anti-oligárquico se dio en Argentina, país que al igual que Uruguay encontró
en las masas de inmigrantes europeos el acervo urbano que marcó el desarrollo de las capas medias,
las que desde mediados del siglo XIX crecían exponencialmente, pasando en 1869 de ser el 20% del
total de la población Argentina a cerca del 32% en 1895. De esta forma un partido representativo de
los intereses mesocráticos fue la Unión Cívica Radical, que abogó por la democratización a través del
sufragio secreto y la ampliación del electorado. Cuestiones que una vez logradas permitieron
posicionar a Hipólito Yrigoyen, su candidato, como presidente de la república. Yrigoyen amplió el

21
Estado, en línea con seguir aumentando la masa clasemediera que le era clientelar, así como reformas
de alto impacto, ya que al igual que México, Yrigoyen impulsó la nacionalización de los recursos
naturales, entre ellos el petróleo. Así también apoyó el movimiento de reforma universitaria (1918),
el que se planteaba contrario a la oligarquía.

Finalmente, un rasgo característico de estos procesos es que, siguiendo lo planteado por


Marcello Carmagnani, ninguno de ellos significó la crisis definitiva de la elite en tanto no existió un
proyecto político alternativo que oponer al proyecto de la elite oligárquica. El autor lo señala de la
siguiente forma, refiriéndose al slogan de “tierra y libertad”, levantado por los zapatistas en plena
revolución mexicana:

“El slogan zapatista nos muestra también los límites de las fuerzas que se oponen a
la oligarquía, resumibles en la carencia de un proyecto propio global para el país,
proyecto que sí había tenido, en cambio, la oligarquía en los períodos precedentes.
Este proyecto global susceptible de constituir una alternativa sólo aparecerá después
de 1930; su inexistencia hasta entonces da una idea de la precariedad de las fuerzas
enfrentadas a la oligarquía, y permite vislumbrar por qué, en definitiva, la clase
protagonista de este período sigue siendo la oligarquía”.25

2.2 La alternativa mesocrática (1930 – 1950): La crisis de 1929, el modelo de desarrollo I.S.I y
la experiencia populista.

El jueves 24 de octubre de 1929, llamado “jueves negro”, se produjo el crash de Wall Street,
cuando las acciones de las principales empresas de la Bolsa de New York cayeron estrepitosamente,
a menos de la mitad de su valor y en caída continua. Fue el momento en el que los especuladores
generaron la más grande crisis económica que haya conocido el capitalismo global. Así parecían
saberlo, cuando desde los rascacielos caían los cuerpos de ejecutivos presos de la desesperanza ante
tamaña debacle.

El cierre de empresas se hizo inminente, el desempleo cundió en EE.UU y se extendió al resto


de los centros industriales. Europa, que aún no se recuperaba plenamente de la Gran Guerra, recibía
un nuevo golpe a su proceso de recuperación. Atrás quedaban los locos años veinte, con su algarabía,
para dar paso a la desesperanza en los sectores populares y obreros, que presos de la miseria cayeron
rendidos a los discursos de odio provenientes desde la extrema derecha. De esta forma, la crisis

25
Carmagnani, Marcello, Op., cit., p. 177.

22
económica fue el principal factor que explica el surgimiento de los totalitarismos en Europa y de los
profundos cambios políticos que experimentaría el mundo durante la década de 1930.

En América Latina -continente subdesarrollado plenamente incorporado a la división


internacional del trabajo en el marco del capitalismo global en clave dependiente del centro industrial,
en tanto productor de materias primas- la baja en la demanda de los principales productos primarios
fue de hecho catastrófico. De todos los países, según Celso Furtado, Chile sería el más afectado dada
su extrema dependencia del producto minero y del nitrato de salitre. Sin embargo, el resto de los
países no estaba en mejor pie. El bajo precio del azúcar cubano, el estaño boliviano, el trigo argentino,
el café y las bananas centroamericanas y el mineral mexicano, boliviano y chileno, eran los signos de
la debacle que puso en jaque el modelo mono-exportador dependiente, principal pilar del sostén de la
oligarquía. No es extraño entonces, que pese a que la baja en el precio de los productos, así como el
nivel de las inversiones extranjeras fue a la baja en el período de post-guerra, la crisis del año 1929
fue, de hecho, el golpe de gracia al proyecto político de la oligarquía para América Latina. ¿Cómo
recibieron los sectores medios y populares esta situación? ¿Era posible para esos segmentos articular
un nuevo proyecto de desarrollo que permitiera la salida de la crisis?

Según Eric Hobsbawm, lo verdaderamente catastrófico para las elites económicas a nivel
mundial fue que la solución a la crisis no estaba dada por medidas en el marco del liberalismo
económico, por el contrario, la solución a los graves problemas provocados por el ciclo depresivo del
capitalismo industrial (desempleo) comprometía de hecho el desarrollo del modelo de libre mercado
a largo plazo y requería, necesariamente, una modificación sustancial a sus postulados. Sobre este
punto, el historiador británico señaló:

“Era (…) la inexistencia de soluciones en el marco de la vieja economía liberal lo


que hacía tan dramática la situación de los responsables de las decisiones económicas.
A su juicio, para hacer frente a corto plazo a las crisis inmediatas, se veían obligados
a socavar la base a largo plazo de una economía mundial floreciente”.26

De esta forma los estados comenzaron a desarrollar una serie de políticas proteccionistas,
dejando de lado el liberalismo económico que había imperado durante el largo siglo XIX. Así por
ejemplo, Gran Bretaña abandonó el libre comercio en 1931, mientras que EE.UU, Inglaterra y los
países escandinavos dejaron de usar el patrón oro como fundamento del intercambio internacional,

26
Hobsbawm, Eric, Historia del Siglo XX, Editorial Crítica, Buenos Aires, 1999, p. 101.

23
medida a la que se sumaron los belgas, holandeses y franceses hacia 1936. Todos ellos, incluida
Alemania, pasaron a proteger la industria nacional, lo que llevó a una exacerbación de los
nacionalismos. En este contexto, John Maynard Keynes, economista inglés, convenció a las
principales potencias de que una forma de salir de crisis y de reactivar la economía era por medio de
la intervención del Estado a través del gasto público y por medio del incentivo al pleno empleo
(aumento de la demanda). De no hacer esto último, las masas hambrientas y desocupadas podrían
desembocar -como de hecho lo hicieron- en experiencias anti-capitalistas (a la izquierda) o bien
derechamente en el fascismo (por la derecha). Tal como sucedió en Alemania e Italia.

Por otra parte, las políticas keynesianas tuvieron un correlato político, el que articuló una
forma de contener el extremismo de las masas a través de lo que Roosevelt denominó como el New
Deal. En definitiva, el derrumbe del liberalismo económico trajo consigo la emergencia del
intervencionismo estatal en la economía y uno de los logros civilizatorios más importantes del siglo
XX: El Estado de Bienestar.

En América Latina el impacto de la crisis dio el golpe de gracia al modelo mono-exportador


dependiente, con los cual se socavaron las bases materiales de la oligarquía en tanto poder político-
económico. De esta forma, considerando una balanza comercial deficiente, debido al descenso
sostenido del valor y volumen de las exportaciones, el sistema de sustitución gradual de las
importaciones fue tomando forma por el peso de las circunstancias. Sobre este respecto Alan Knight
señala que:
“Los países que contaban con plantas industriales textiles, pudieron incrementar la
producción y sustituir las importaciones tras el agotamiento del intercambio
internacional. En muchos casos, fue posible intensificar la capacidad de reserva
(aumentando turnos de trabajo, por ejemplo), de manera que la inversión fresca no
fue esencial. Fue así que en los años treinta tuvo lugar un incremento rápido de la
producción, no sólo en el ramo textil y de otros bienes de consumo, sino también, en
algunos casos, de bienes de producción, como el cemento. Entre 1932 y 1939, la
producción manufacturera creció notablemente en las grandes economías
latinoamericanas, superando -e impulsando- el crecimiento del PIB y, al mismo

24
tiempo, cambiando el equilibrio de la producción nacional hacia las dinámicas
regionales industriales, como Sao Paulo (Brasil) y Monterrey (México)”.27

Si bien esto sucede en las economías más grandes (México, Brasil, Argentina, Chile), en el
resto de Latinoamérica la situación es más compleja, donde el papel del I.S.I en la recuperación
económica post-crisis fue secundario. Es el caso de Perú, Cuba, Venezuela, Ecuador, El Salvador
Honduras y Nicaragua. En estos países operó la lógica de nuevas exportaciones o bien de agricultura
por sustitución de importaciones. 28

En cuanto a las repercusiones políticas de la crisis, debemos señalar que esta marca un punto
de inflexión respecto, tanto del orden oligárquico en América Latina, como de la democracia liberal.
Es el momento en el que experiencias fascistas, de masiva raigambre en sectores mesocráticos y de
la elite política y militar, comienzan a hacerse paso para dar forma lo que en Brasil se llamó el Estado
Novo, de Getulio Vargas, o la experiencia justicialista de Perón en Argentina. Esto coincide con una
profunda campaña del expansionismo cultural llevada a cabo por Alemania a través del Instituto
Iberoamericano de Berlín29, el que influyó tanto en las cúpulas políticas como en los cuadros de las
fuerzas armadas. Es el momento en el que el imperialismo Alemán del Tercer Reich va a cuestionar
a EE.UU en su propia área de influencia. No es extraño entonces que junto con el marcado tinte anti-
oligárquico de las experiencias populistas del período, el anti-imperialismo norteamericano sea de
hecho el elemento común que dé cuenta de la necesidad que reviste para los países latinoamericanos
más importantes (México, Brasil, Argentina) el desarrollar la industria y fortalecer su independencia
respecto del exterior, a fin de poner freno a las intenciones de intervención extranjera.

El populismo, como fenómeno político propio de este período, se debe entender en el marco
de los procesos de crisis económica, la masiva migración campo-ciudad producto del desarrollo de la
industria, lo que generó un proletariado empobrecido el que encontró en líderes carismáticos la
representación de sus más profundos anhelos de bienestar. A lo anterior se agrega la demanda de los
sectores medios, así como de la burguesía industrial dependiente del Estado, por un desarrollo de éste
que permitiera continuar con el modelo sustitutivo y sus respectivos beneficios para la clase media.
Lo anterior estaba en línea con el discurso nacionalista del Estado en forma. Todas estas aspiraciones

27
Knight, Alan, Panorama general de la gran depresión en América Latina, en Drinot, Paulo y Knight, Alan
(comp.) La Gran Depresión en América Latina, Editorial Fondo de Cultura Económica, México D. F., 2015,
p. 261.

28
Knight, Alan, Op., cit., p. 262.

29
Sobre este respecto ver: Farías, Víctor, Los nazis en Chile, Editorial Seix Barral, Barcelona, 2000.

25
se cristalizaron en experiencias políticas concretas, tales: 1) el Carlos Ibáñez del Campo, en Chile, 2)
Getulio Vargas y su Estado Novo, en Brasil, y 3) Lázaro Cárdenas en México. A estos tres ejemplos
citados por el profesor Corvalán, debemos agregar el caso de Juan Domingo Perón en Argentina y la
tercera vía.

Ahora bien, sobre los efectos que tuvo la experiencia populista en el proceso de
transformación estructural de la sociedad latinoamericana, Luis Corvalán señala lo siguiente:

“El populismo (…) fue un fenómeno latinoamericano que contribuyó de manera


relevante a la transformación estructural recién descrita. Es decir, aquella que
consistió en el transito desde el modelo monoexportador con dominación oligárquica
– que se hiciera imposible ante la crisis mundial de 1929 – hacia el desarrollismo de
la industrialización sustitutiva. De allí su sesgo estatista e industrialista, y también
pluriclasista, nacionalista (y a veces anti-imperialista), con fuerte base en los sectores
populares encandilados por un líder carismático que les prometía justicia social,
prosperidad y grandeza nacional”.30

La política exterior de EE.UU para América Latina durante este período permitió el desarrollo
del modelo desarrollista en tanto modificó su lógica del garrote para dar paso a lo que se llamó buena
vecindad. Es decir, el control de los países latinoamericanos quedó relegado a instancias diplomáticas
formales y no a intervenciones militares o políticas directas como en el período previo31. Según
Ramírez Necochea, los factores que explican este viraje político internacional de EE.UU dice relación
con: “los graves efectos de la crisis económica mundial y sus perturbadoras repercusiones en América
Latina, la recia extensión del anti-imperialismo en las naciones del hemisferio incluso en los Estados
Unidos, etc.”.32 En este sentido, el profesor Corvalán añade como factor la competencia en la zona de
influencia norteamericana de los llamados imperialismos insatisfechos, fundamentalmente el
Alemán. Es por lo antes mencionado que EE.UU decidió “auto-presentarse ante los países
latinoamericanas como una potencia benefactora, amistosa, comprensiva e incluso, paternalista”.33

30
Corvalán, M., Luis, Op., cit., p. 331.

31
Sobre este respecto ver: Cockcroft, James, América Latina y Estados Unidos. Historia política país por país,
Editorial Siglo XXI, Buenos Aires, 2001.

32
Ramírez Necochea, Hernán, Los Estados Unidos y América Latina, Editorial Austral, Santiago de Chile,
1965, p. 39.

33
Corvalán, M., Luis., Op., cit., p. 346.

26
En esta nueva política jugó un fundamental el sistema interamericano, a través de las
conferencias, las que permitieron articular una red de tratados, convenciones y resoluciones
internacionales que amarraron a los estados latinoamericanos para actuar de determinada manera,
siempre tras el liderazgo de EE.UU. Sistema que le será muy útil a Estados Unidos al momento de
maniobrar en el marco de la Segunda Guerra Mundial, a fin de resolver el conflicto entre pro-aliados
y germanófilos, sobre todo en los cuadros militares. Importantes en este sentido fueron la Conferencia
de Montevideo de 1933, donde se aceptó el principio de no intervención; la Conferencia de Buenos
Aires, como respuesta el llamado pacto de acero entre las potencias del EJE, donde se acordó crear el
sistema de consultas frente a la posible guerra, con lo que se crearon las bases del bloque continental.
La conferencia de Lima de 1938, donde se ratificó la voluntad de actuar en bloque frente a la agresión
por potencias extranjeras. En esta misma línea, y durante el desarrollo de la guerra, América Latina
será cooptada por EE.UU a través del sistema de consultas rápidas a los cónsules, lo que permitirá
actuar primero como países neutrales y luego, dado el ataque a Pearl Harbor, la intervención. Lo que
fue un rotundo éxito para Estados Unidos, entando puso a países que eran anti-norteamericanos
(México) o bien derechamente pro-fascistas (Brasil) contra las potencias del EJE.

En este sentido sostenemos que la no intervención de EE.UU, en el contexto de la política de


la buena vecindad, benefició a los proyectos alternativos a las elites oligárquicas en los principales
países de Latinoamérica. En este sentido, el control oligárquico de los países latinoamericanos está
en directa relación con el intervencionismo de sus aliados imperiales.

2.3 La rebelión popular (1950 – 1970): Crisis del modelo de desarrollo I.S.I y emergencia de la
alternativa revolucionaria.

Si el período comprendido entre la crisis de 1929 y el inicio de lo que será la Guerra Fría se
caracteriza por un desarrollo del Estado Empresario y del Estado de Bienestar de la mano del modelo
de desarrollo I.S.I., a partir de la década de 1950 se hacen evidentes las limitaciones del modelo
mesocrático de desarrollo. Según Waldo Ansaldi, los límites del modelo se explican por una baja
mentalidad burguesa al interior de las elites que llevaban a cabo el proceso de industrialización. Así
por ejemplo las burguesías privilegiaron la ganancia inmediata a la inversión en infraestructura y por
tanto, en el desarrollo de los medios de producción. En este sentido, la escasez de energía eléctrica,
la falta de una fuerza de trabajo calificada, el acceso restringido al crédito y la tecnología anticuada
podrían explicar este lento agotamiento del modelo que evidenciará su fracaso ya en la década de
1960.34 A lo anterior debemos agregar la contradicción entre un modelo de desarrollo capitalista en
las ciudades y los centros de producción y la mantención de prácticas precapitalistas en el campo, lo

34
Ansaldi, Waldo, Op., cit., T. II, p. 237.

27
que podría estar relacionado con esta idea de una pugna en la elite económica, donde conviven modos
de ser con rasgos feudales (precapitalistas) con el desarrollo creciente del moderno sistema capitalista.
Contradicción que en países como Chile se verán resueltas solo en la década del 60 y 70, con la
implementación de la Reforma Agraria, cuando el modelo ya viene a la baja.

Otro aspecto a señalar durante el periodo al que no estamos refiriendo, es el de la satelización


de América Latina en el marco de la Guerra Fría. Este proceso se da cuando EE.UU utiliza las
herramientas diplomáticas antes creadas (conferencias, consultas) para instalar un sistema de control
en el continente capaz de articular lo que se denominó como Plan de Defensa Hemisférico. Acuerdo
firmado por las naciones participantes de la Conferencia de Chapultepec en 1945. Dicho plan
consistió en acordar que si había algún ataque contra los países firmantes del pacto, tanto de fuera del
hemisferio (URSS) o bien de algún país de la región, esa agresión sería considerada como un acto de
guerra contra todos los países firmantes. A lo anterior se agregó un pacto económico, llamado Plan
Cleyton, el que consideró entre otras cosas la promoción del libre tráfico de los capitales, reducción
de las barreras arancelarias, reducción del nacionalismo económico y la promoción de las iniciativas
privadas por sobre las estatales. Claramente EE.UU se preparaba para la guerra ideológica que vendría
con la Unión Soviética, donde uno de los aspectos a defender por los países miembros del hemisferio
occidental era el de levantar las banderas del capitalismo y el libre mercado frente al marxismo y al
socialismo soviético. La guerra moderna no sería solo militar, sino también económica y cultural.

Lo antes señalado fue acompañado de un aparataje jurídico e institucional a fin de llevar a


cabo los objetivos políticos fijados en Chapultepec; así como los nuevos objetivos producto de la
declarada Guerra Fría. EE.UU entonces comienza a operar en el marco de la llamada Doctrina Truman
(1947), que derechamente planteaba un apoyo del gobierno norteamericano a todo gobierno que
estuviera en contra de la URSS, ergo queda de manifiesto que si para los aliados que cooperan en el
combate contra el enemigo socialista hay beneficios, para los adversarios que se unan o participen de
alguna alianza con la orbita soviética la respuesta norteamericana sería la del conflicto. Para estos
efectos el presidente Truman creó la CIA, institución que en el discurso público está encargada de
recopilar información respecto de los enemigos de EE.UU, pero que en realidad opera como el brazo
armado de la inteligencia para desestabilizar países que se salgan de los lineamientos planteados desde
Washington. En esta misma línea, como corolario jurídico e institucional se creó el TIAR
(antecedente de la OTAN), fundado a partir de la Conferencia de Rio de Janeiro en septiembre de
1947, así también el centro de formación para oficiales de las Fuerzas Armadas latinoamericanas, la
llamada Escuela para las Américas, a fin de eliminar el problema del anti-imperialismo presente en
los militares y para que éstos operaran como ejércitos alineados con los objetivos del Pentágono para

28
América Latina. Al año siguiente se creó la Organización de Estado Americanos (OEA), instancia
cuyo principal objetivo fue el de mantener ordenado el patio trasero de EE.UU.

En síntesis, tal como señala el profesor Luis Corvalán:

“Inmediatamente después de la segunda postguerra, los EE.UU lograron


institucionalizar su dominación sobre América Latina. Ello, como hemos visto – y
siempre a la sombra de la doctrina Truman -, operó a través de la creación del TIAR,
de la Escuela para las América y de la fundación de la OEA, instituciones cuyas bases
habían sido perfiladas en la Conferencia de Chapultepec. Se consolidó así el llamado
sistema interamericano, al que, aparte de las instituciones señaladas, le fuera
inherente una gran cantidad de acuerdos anexos sobre las más diversas materias”.35

Ahora bien, este contexto de crisis, de agotamiento del modelo de desarrollo I.S.I y de
reposicionamiento de EE.UU en la esfera internacional -ahora como super potencia hegemónica-, se
van a desencadenar una serie de procesos históricos que tendrán como protagonistas a los sectores
populares en alianza con los sectores medios y cuyo rasgo más destacado, a nuestro parecer, es que
más allá de los esfuerzos mesocráticos por construir un modelo de desarrollo que representara
democracia y modernidad para América Latina, el peso de las circunstancias y el ideal insatisfecho
de las masas populares hará que en sucesivos países los trabajadores y campesinos presionen con
movimientos revolucionarios el fin del poder de las oligarquías, que desde las sombras -o
derechamente en el gobierno- aún conducen los destinos del modelo I.S.I y sus contradicciones, así
también serán los promotores de la lucha contra el imperialismo norteamericano, transformando
revueltas anti-oligárquicas en verdaderos movimientos de liberación nacional.

En línea con lo anterior, según Armando de Ramón durante la primera mitad del siglo XX se
desarrollaron una serie de cambios de carácter estructural para América Latina. Asimismo, para el
autor durante la segunda mitad se llevarían a cabo otra serie de transformaciones estructurales, las
que tienen como referente a la Revolución Cubana de 1959. Según el autor: “los revolucionarios
cubanos interpretaron en ese tiempo su triunfo como el inicio de lo que marcaría una nueva
independencia del continente, situación que lo liberaría del “imperialismo”, llevándolo a través del

35
Corvalán, M., Luis, Op., cit., p. 388.

29
socialismo, a su pleno desarrollo”.36 En este sentido, para el resto de América Latina la revolución
cubana fue la comprobación histórica de que una revolución socialista podía desarrollarse en el patio
trasero de EE.UU. Esto motivó una oleada de revueltas nacionales y populares contra la oligarquía,
el imperialismo y el atraso económico (fracaso del modelo I.S.I), en países como Guatemala,
Venezuela, Colombia, Perú y Bolivia, donde la guerrilla tuvo presencia. Todas ellas, dadas el
entramado bien logrado de la política norteamericana para la contención de la influencia socialista en
el continente, fracasaron estrepitosamente.

Presentaremos algunos ejemplos históricos donde se evidencia lo que hemos denominado


como la rebelión popular, anticapitalista y anti-oligárquica.

2.3.1. La Revolución Cubana:

Un grupo de al menos cien hombres se levanta en armas contra el régimen de Fulgencio


Batista, jefe del ejército cubano que había traicionado la llamada revolución de los sargentos que
derrocó al gobierno del dictador Machado. El objetivo de esos hombres, liderados por el joven
abogado Fidel Castro, fue el Cuartel Moncada, ubicado en Santiago de Cuba, el que atacaron el 26
de julio de 1953. El final de esa aventura fue el fracaso absoluto: muchos de los hombres que
participaron en la acción murieron y el resto fue tomado preso, entre ellos Fidel. Sin embargo, una
amnistía otorgada en 1955 permitió retomar el sueño de liberar a Cuba de la tiranía de Batista y el
yugo neo-colonial al que EE.UU mantenía sometida a la isla. Es así que Fidel lideró en el exilio
mexicano a un grupo de combatientes que tomaron el nombre de la fecha en que se desarrolló el asalto
al Cuartel Moncada (26 de julio). Este grupo, no sin contratiempos, se dedicó a preparar lo que habría
de ser la Revolución Cubana. Acción que se llevó a cabo cuando desde el puerto de Tuxpán, al norte
de Veracruz, y durante la noche del 24 de noviembre, zarpó con destino a Cuba el yate Granma el
que maltrecho arribó a las costas cubanas el 2 de diciembre de 1956 donde fueron recibidos por las
fuerzas de Batista. Ante el caos y la derrota, el grupo se dispersó y volvió a articular esta vez en la
Sierra Maestra desde donde se planificó y llevó a cabo el asalto al Cuartel La Plata, el 17 de enero de
1957 el que fue un éxito y desde donde obtuvo las armas y la moral para continuar la campaña que lo
llevaría a la capital del país el 8 de enero de 1959 entre vítores de la multitud y un enorme apoyo
popular. La revolución, gracias a la brutal represión de Batista contra los estudiantes, profesionales y
guerrilleros, congregó un enorme apoyo popular, del que fue representativo y tributario.

36
De Ramon, Armando (y otros), Historia de América, T. III: América Latina. En Búsqueda de un nuevo orden
(1870-1990), Editorial Andrés Bello, Santiago de Chile, 2001, p. 429.

30
2.3.2 Las guerrillas en América Latina:

El ejemplo de la revolución cubana se regó por América Latina y muchos movimientos se


levantaron contra las oligarquías y el imperialismo norteamericano. Es el caso de Guatemala, que en
febrero de 1962 asistió al surgimiento del Movimiento Rebelde Alejandro de León-13 de noviembre,
el que se planteó entre sus objetivos políticos, el derrocamiento del presidente Miguel Ydígoras
Fuentes. Movimiento revolucionario que luego muto hacia lo que serían las Fuerzas Armadas
Rebeldes (FAR), cuyas operaciones se concentraron en la Sierra de las Minas. Las divisiones internas,
entre sectores troskistas y los cercanos al partido comunista de Guatemala hicieron que se generara
un estancamiento de la guerrilla, la que fue combatida desde la derecha por los grupos paramilitares.
Guerrilla que duró hasta la década de 1980, firmándose la paz recién en 1996.

En el Salvador, la dictadura junto a los grupos paramilitares de derecha mantuvo el status quo
hasta la década de 1970, cuando se generalizaron las protestas desde los sectores estudiantiles y la
iglesia popular. En este contexto se creó el Frente Faribundo Martí de Liberación Nacional (FMLN),
el que se planteó contrario al régimen establecido y articuló la resistencia contra el gobierno militar
pro-norteamericano. La inestabilidad de la situación salvadoreña, hizo que Washington decidiera su
reemplazo por el demócrata cristiano José Napoleón Duarte. La guerrilla perduró por largos años,
hasta que en 1992, previa mediación de las Naciones Unidas, se firmó la paz.

En Colombia se articularon diversos movimientos de guerrilla, los que datan del período de
violencia rural desarrollado entre 1946 y 1953, cuando se formaron en el campo verdaderas repúblicas
campesinas independientes en honor del asesinado Jorge Eliecer Gaitán. Organizaciones rurales que
combatieron al ejército colombiano y donde se produjeron cerca de 135.000 muertes producto de la
violencia política desarrollada durante este período. En este marco, en el 1964 se forma el movimiento
Ejército de Liberación Nacional (ELN), inspirado en el ejemplo de Fidel Castro y en donde participó
el cura obrero Camilo Torres, quién murió el 15 de febrero de 1966 en un enfrentamiento armado,
convirtiéndose en símbolo de la guerrilla colombiana. En ese mismo año se fundaron las Fuerzas
Armadas Revolucionarias Colombianas, (FARC) y finalmente, en 1968 se creó el Ejército Popular
de Liberación (EPL) de inspiración maoísta. Ambos movimientos tuvieron una larga proyección en
el tiempo, siendo las FARC la experiencia guerrillera de más larga data en el continente, desarticulada
y reconvertida a plataforma política dentro de los márgenes institucionales en el año 2016 previo
proceso de mediación internacional durante el gobierno de Juan Manuel Santos.

En 1966 se desarrolló la Conferencia Tricontinental entre delegados de África, Asia y


América Latina. En esa conferencia se acordó por parte de los países participantes, que debía
31
comenzar la revolución en América Latina. EL plan ideado contemplaba comenzar a reactivar
diversos movimientos revolucionarios/guerrilleros en países como Argentina, Brasil y Bolivia a cargo
de Ernesto “Che” Guevara, uno de los comandantes que acompañó a Fidel en la Revolución Cubana.
Este último pasó de ser considerado como el centro de entrenamiento para los grupos guerrilleros, a
principal campo de acción de la guerrilla, el cuartel general de la revolución. De esta forma el esfuerzo
guevarista se desarrolló en la sierra boliviana, en Ñancahuazú, localidad al sur de Santa Cruz de la
Sierra. Experiencia revolucionaria que fracasó el 9 de octubre de 1967, cuando fuerzas bolivianas con
apoyo norteamericano dieron muerte al “Che”.

En 1970, en torno a la Universidad Nacional de San Cristóbal de Huamanga, en la región


peruana de Ayacucho, surgió la guerrilla denominada Sendero Luminoso. Un grupo de ultra-
izquierda que cuestionó las prácticas de lucha tradicionales (huelgas y tomas), las que según sus
principales líderes políticos (Abimael Guzmán, profesor universitario) desviaban a los sectores
obreros y populares de la lucha armada, única forma de conseguir el máximo de reivindicaciones sin
la lógica de negociación. En este sentido, y con una marcada influencia maoísta, el grupo guerrillero
inició la guerra popular el 18 de mayo de 1980 en Chuschi, provincia de Cangallo, Ayacucho.
Primera fase de la guerra que consideró el asalto a cuarteles, el asesinato de ladrones de ganado y de
la aristocracia local. Mientras se desarrolló esta primera etapa, los senderistas crearon una comuna
campesina autónoma, con un sistema de gobierno tradicional y autárquico, el que comenzó a hacer
aguas cuando el ejército peruano invadió la zona de Huamanga para retomar el control. Los
campesinos se dividieron entre aquellos que colaboraban con el ejército y quienes continuaban
participando de las acciones senderistas. Este conflicto marcó la década de 1980 en el Perú.
Finalmente la guerrilla declinó en su actuar cuando en 1992 fue preso su líder, Abimael Guzmán.

En Argentina la práctica guerrillera estuvo a cargo del grupo peronista llamado los
montoneros. Quienes desde la década de 1970 agruparon a un conjunto diversos de fuerzas
revolucionarias. Su origen debe encontrarse en el Cordobazo de 1969, un gran levantamiento popular
contra los efectos de la crisis y las medidas adoptadas por el gobierno de Onganía. En este contexto
de crisis, los montoneros pretendieron entre otras cosas la destrucción de la oligarquía, el fin de los
monopolios, el alineamiento internacional de Argentina con el imperialismo y la vuelta al modelo de
estado social con lógica redistributiva. Entre las acciones más recordadas está la prisión y muerte del
expresidente argentino Pedro Eugenio Aramburu. Su fin vino de la mano de la viuda de Perón, María
Estela Martínez, quién inició acciones políticas para desbaratar al grupo subversivo, esto a través de
la creación de un grupo paramilitar denominado Triple A. Sin embargo, el final del movimiento se
produjo a partir del golpe de Estado de 1976.

32
2.3.3 La revolución institucional: la vía chilena al socialismo.

Si bien la rebelión de los sectores populares adoptó formas insurreccionales en gran parte del
continente, donde las banderas del socialismo como alternativa al capitalismo -dominado por las
oligarquías latinoamericanas- se hizo a través de la guerrilla dada la clara influencia de la experiencia
cubana en el continente, hubo un caso en donde la vía al socialismo se planteó en los marcos del orden
institucional de la era liberal-capitalista. La experiencia chilena de la unidad popular fue, a nivel
internacional, señera al adoptar la vía democrática para el desarrollo de profundas transformaciones
sociales. Proyecto político de la izquierda y el centro progresista, que se planteó como una
modernización de la estructura productiva del país, en una alianza con la pequeña y mediana empresa
y el desarrollo del área social de la industria, así también por la profundización de la reforma agraria,
el desarrollo y bienestar de los trabajadores y en definitiva un proceso de democratización inédito en
la historia de Chile. Esa experiencia fue drásticamente frenada por la acción del imperialismo
norteamericano, la derecha oligárquica y los militares en el marco de la doctrina de seguridad nacional
en la que muchos de ellos habían sido formados (Augusto Pinochet entre ellos).

¿Resurrección de la elite oligárquica? (1970 – 2018).

Como una respuesta a los movimientos revolucionarios que germinaron por América Latina
como resultado de la influencia de la Revolución Cubana, así también en contra de las experiencias
progresistas o revolucionarias institucionales, las oligarquías latinoamericanas, desde las sombras y
con apoyo de EE.UU, llevaron a cabo sendos golpes de Estado y diversas experiencias dictatoriales
que tuvieron por objetivo socavar la alternativa popular de desarrollo. Fue el momento en el que, de
la mano de los militares y el imperialismo, la oligarquía impondrá su proyecto político para América
Latina, el que consideró el neoliberalismo como eje fundamental. De esta manera, la realidad actual
del continente es resultado del golpe de timón que dieron las elites económicas hace ya 45 años.

Este es el nudo histórico que nos lleva a pensar que hacia la década del 70 y en su proyección
hasta la actualidad, se puede evidenciar un resurgir de la alternativa oligárquica, donde en apariencia
se muestra un desarrollo democrático, pero que en su esencia no es más que el gobierno de unos
pocos, para su propio beneficio en el marco del modelo neoliberal que ha vuelto las economías
latinoamericanas a la extracción de productos primarios, basado ahora en el institucionalizado
comercio internacional por vía de los TLC. En este contexto, Chile lidera ese experimento
oligárquico neoliberal, en tanto es a partir del golpe de Estado de 1973 que se ponen en práctica los
postulados de este modelo económico y social que terminó por hundir el mayor logro civilizatorio del

33
siglo XX: el Estado de Bienestar. Proceso que como se sabe se hizo a sangre y fuego, de otra forma
no habría sido posible el llamado “shock” económico de las medidas adoptadas por los Chicago Boys.

3.1 Las dictaduras latinoamericanas en el marco de la doctrina de la seguridad nacional.

Al término de la Segunda Guerra Mundial, tal como ya se mencionó, EE.UU desarrolló un


nutrido plan en orden a frenar la influencia del comunismo en el mundo. El plan consideró como
esencial para el triunfo de la política norteamericana la alineación de los militares, los que formados
en la Escuela para las Américas fueron introducidos a la doctrina de la seguridad nacional establecida
en 1947. En este sentido, según señala Armando de Ramón, los estrategas del pentágono entendieron
que la guerra no se daría en Europa, contra las tropas soviéticas, sino en la periferia:

“Estos mismos estrategos crearon el término “guerra de baja intensidad” para


caracterizar la respuesta que debían dar los Estados Unidos a todos los movimientos
revolucionarios del Tercer Mundo y señalaron que la “batalla del siglo” era esta
“prolongada contienda crepuscular” entre guerreros norteamericanos y combatientes
revolucionarios”.37

De esta forma, el campo de batalla se trasladó al patio trasero, donde la guerra sería indirecta,
a través de gobiernos satélites, los que se encargarían de combatir a las fuerzas populares
revolucionarias encaminadas a modificar la realidad latinoamericana, para sacarla de la dominación
oligárquica e imperialista.

Siguiendo a Marcos Roitman, se pueden identificar dos fases de conflicto contra-


revolucionario que tuvo a los militares latinoamericanos enfrentados a los gobiernos progresistas y
las experiencias de revolución armada en el marco de la doctrina de la seguridad nacional. La primera
fase tiene como al más representativo golpe de Estado el perpetrado en Guatemala contra el gobierno
progresista de Jacobo Arbenz en 1954. Primea operación militar en la que participa la CIA como
organismo del Estado Norteamericano, en entrenamiento militar y apoyo logístico a los militares
golpistas. Es la Doctrina Truman puesta en acción. Luego, el segundo período se extiende posterior
a la Revolución Cubana, cuando Estados Unidos entiende que no se puede permitir por ningún motivo
la aparición de una segunda cuba.38

37
De Ramón, Armando, Op., cit., p. 474.

38
Roitman Rosenmann, Marcos, Tiempos de oscuridad. Historia de los golpes de Estado en América Latina,
Editorial AKAL, Madrid, 2013.

34
En la primera etapa podemos mencionar una serie de golpes de Estado y gobiernos
dictatoriales en la lógica antes planteada -anticomunista-, entre ellos:

1. Guatemala: golpe de Estado al gobierno de Jacobo Arbenz (1954).


2. Paraguay: el golpe de Estado y la posterior dictadura de Alfredo Stroessner (1954 – 1989).
3. Costa Rica: gobierno dictatorial de José Figueres (1948 - 1949).
4. Colombia: golpe de Estado de Rojas Pinilla (1953 -1958).
5. Perú: golpe de estado y dictadura de Manuel Odría (1948 – 1956).
6. Argentina: gobierno de Juan Domingo Perón (1946 – 1952).
7. Bolivia: gobierno del MNR (1953 – 1956).

En un segundo momento, post-revolución cubana, se producen una nueva oleada de golpes


de estado y dictaduras en América Latina, entre las que podemos mencionar:

1. Ecuador: gobierno de la junta militar que derrocó a Velasco Ibarra (1963).


2. Brasil: caída del presidente Joao Goulart a manos del general Castelo Branco (1964).
3. Chile: revolución en libertad primero (1964), golpe de estado después (1973).
4. Argentina: golpe de estado y dictadura militar de Videla y compañía (1976).
5. Bolivia: dictadura de Hugo Banzer (1971).
6. Uruguay: gobierno dictatorial de Juan María Bodaberry (1973).
7. República Dominicana: Estados Unidos invade el país (1965) y restituye el trujillismo.
8. Panamá: Estados Unidos invade el país (1989).

Esta recopilación permite mirar en perspectiva los sucesivos golpes de Estado mediante los
cuales la oligarquía, de la mano de Estados Unidos y los militares, actuaron contra la alternativa
popular. Durante este período, en la mayoría de los casos, los militares son títeres de las elites locales
y el imperialismo, convencidos de estar salvando el país de la amenaza comunista.

Otro aspecto a considerar durante este período es el carácter de las dictaduras desde la década
de 1960 en adelante. Ellas se incorporan de lleno a la destrucción del modelo de desarrollo nacional
desarrollista, el que consideran representativo del interés socialista. En este sentido las fuerzas
armadas latinoamericanas no solo se dedicarán a combatir el enemigo interno y mantener el status
quo, sino más bien serán la punta de lanza del proyecto político y económico de la oligarquía y el
imperialismo norteamericano. El que cristalizará a fines de los años 1980 a partir del consenso de
Washington. La defensa nacional traerá consigo la inevitable desnacionalización de las economías
latinoamericanas, la vuelta a un modelo de desarrollo basado en la exportación de productos
primarios, la des-industrialización de los países como Chile, la dependencia del mercado internacional

35
globalizado y de las nuevas potencias emergentes hacia la década del noventa. Transformación que
no habría sido posible sin la sistemática aniquilación de los grupos y partidos revolucionarios, de
izquierda y progresistas que en los 60´y 70´abogaron por el socialismo para América Latina y el
desarrollo independiente. El único país del continente que escapará a esta lógica será Cuba.

3.2 La era del neoliberalismo y el retorno del modelo extractivista – dependiente.

Junto a la doctrina de la seguridad nacional que permitiera la contención del enemigo interno
comunista y la subversión del orden capitalista en América Latina, EE.UU. desarrolló una alternativa
al modelo de sociedad capitalista, el que consideró una profundización de las lógicas capitalistas en
el marco de las repúblicas liberales del hemisferio occidental. En este contexto, uno de los pilares del
nuevo orden mundial -para el que los países latinoamericanos debían prepararse- era el modelo
neoliberal.

Según José Francisco Puello-Socarrás, el neoliberalismo es la estrategia ofensiva y


contrarrevolucionaria del Capital (contra el trabajo). Es una reacción, salida y/o solución de las elites
económicas y políticas a nivel global con el fin de afrontar la crisis estructural y global del capitalismo
tardío.39 Es decir, en palabras del autor, es el proyecto económico-político transnacional de la clase
capitalista, en tanto forma de acumulación específica (desarrollo), cuya característica esencial es que
la producción y la reproducción de las relaciones sociales capitalistas deben realizarse en el marco
del libre juego de las fuerzas del mercado. El autor dirá que por tanto es la fase ulterior del modo de
producción capitalista.40

Su aplicación en el mundo -primero en Chile- debe entenderse en el marco de la crisis del


petróleo de 1973. En ese contexto, y desde ahí en adelante, al verse reducida la tasa de ganancia del
capitalismo industrial, las elites burguesas a nivel planetario migraran hacia un capitalismo tercerista,
basado en el desarrollo de nuevas industrias (servicios y turismo). Es el fin del sueño americano y del
Estado de Bienestar tal como se conoció a mediados del siglo XX.

En caso de Latinoamérica, tal como indica Antonio Elías, el nuevo modelo de acumulación
de capital significó la destrucción o bien la reducción de los estados de bienestar. Cuestión que se
llevó a cabo a través de las dictaduras antes mencionadas, esto con el objetivo de “destruir la

39
Puello-Socarrás, José Francisco, Neoliberalismo, antineoliberalismo, nuevo liberalismo. Episodios y
trayectorias económico-políticas suramericanas (1973-2015), en Rojas Villagra, Luis (coord.) Neoliberalismo
en América Latina. Crisis, tendencias y alternativas, CLASCO, Asunción, 2015, p. 22.

40
Puello-Socarrás, José F., Op., cit., pp. 22-23.

36
capacidad de resistencia de los trabajadores”. EL autor concluirá: “Sobre la “tierra arrasada” se
impusieron medidas económicas que hubieran sido inviables si se hubiera mantenido la
democracia”.41 En este sentido, se conquista la hegemonía cultural a través de un discurso dominante
que señala, entre otras cosas, que la única forma de crecimiento y por tanto desarrollo, es a través del
crecimiento hacia afuera. En este contexto son vitales para el desarrollo del neoliberalismo la firma
de los tratados de libre comercio. El primero de ellos, durante la década del 90´, fue el firmado por
México con Estados Unidos y Canadá (NAFTA). Chile a seguido estos pasos, firmando una serie de
TLC con diversos países, siendo una de las economías más abiertas del mundo. Proceso que se
desarrolló luego de producida la transición pactada, cuando se dejó atrás el régimen de Pinochet en
lo político, pero se continuó y profundizó del modelo neoliberal ahora de la mano de su variante
socialdemócrata: el modelo social de mercado.

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