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Domingo 22 de junio de 2008

COMUNICADO DE NUESTRA COMUNIDAD ANTE LA "DIRECTIVA DE LA


VERGÜENZA" EN LA U.E.

Con impotencia, rabia y estupor hemos sido testigos de cómo, el día 18 de junio, se aprobaba en
el Parlamento Europeo una directiva contra los más desamparados de este sistema: los que llegan
a Europa huyendo del hambre, la violencia o falta de perspectivas en sus países de origen. Esta
ley legitima, y deja en manos de cualquier autoridad, la detención y retención hasta 18 meses, así
como la expulsión de estas personas; sin que sea necesario auto jurídico alguno.

En Latinoamérica se ha denominado a estas medidas como “La Directiva de la Vergüenza”.


Porque una vergüenza es que la UE se autoproclame defensora de los Derechos Humanos y los
valores democráticos en el mundo y, paralelamente, legitime en su territorio la retención y
expulsión de personas inocentes por el hecho de venir a buscar trabajo. De hecho, muchas de
ellas asisten a nuestros hijos y padres ancianos, a veces, por sueldos de miseria; más del 80% del
trabajo de asistencia está en manos de esas personas.

Condenamos esta directiva en su origen y nos espanta el que haya sido propuesta o aprobada por
Italia, Grecia, España, Portugal…, países éstos de reciente, y aún presente, emigración en Centro
Europa. Hace apenas dos décadas, hombres y mujeres de estos países estaban -estábamos- siendo
objeto de medidas semejantes y nos rompíamos las vestiduras ante ello.
¿Cómo se puede ser tan olvidadizo? ¿Cómo se puede olvidar nuestras corrientes emigratorias a
lo largo de toda la vida, nuestra política de colonización en países hoy empobrecidos, nuestra
huida tras la Guerra Civil y la mencionada emigración a Centro Europa?

Muchos gobiernos latinoamericanos nos están preguntando: ¿Qué habría pasado si América
Latina hubiera adoptado esa directiva con los españoles - y europeos en general- que tuvieron
que salir de su país? ¿Se imaginan cuánto sufrimiento habría causado?
Alegan, y con razón, el que ellos jamás han detenido ni expulsado a ningún europeo por llegar
sin papeles; a pesar de que muchas veces han ido a humillar y expoliar a aquellos pueblos.
Asimismo anuncian tomar medidas comunes de denuncia a este atropello humano; una actitud
que hacemos nuestra.

No negamos a la U.E. el derecho, e incluso el deber, de regular y gestionar los flujos migratorios
que lleguen. Un estado no puede ser una especie de corredor en el que no se sepa quién pasa ni
cuántos lo habitan. Pero exigimos sensibilidad ante los que sufren, respeto a sus derechos como
personas y conciencia de la memoria histórica.

No se puede - al menos no se debiera jamás- tratar a un refugiado político, económico o social


como delincuente o mafioso. No se puede criminalizar a los pobres por buscar trabajo. No se
puede condenar a personas que malviven, o mueren de hambre, a que esperen, sin esperanza, la
autorización para ganarse la vida. No se puede hablar de Derechos Humanos y negar a millones
de personas el derecho al trabajo, sin otra razón que la de haber nacido en otro país. No se puede
hablar de los valores de la familia y detener a madres y padres que buscan trabajo para mantener
a sus hijos. No se puede hablar de apoyo a la familia y provocar el desamparo de esos niños.

Hace poco, en la elaboración del borrador para La Constitución de la UE, se debatía en grandes
titulares en qué medida formaba parte de la cultura europea la religión cristiana. Nosotros
decimos que se podrá debatir hasta qué punto ha influido o no ese pensamiento en nuestra
cultura, pero de lo que no nos queda duda es que su espíritu no ha estado presente a la hora de
aprobar esta directiva. Porque la Biblia nos dice:

“No oprimirás ni vejarás al emigrante; ya sabéis lo que es ser emigrante, porque emigrante
fuisteis vosotros en el país de Egipto” (Ex. 22,20)

“Cuando un emigrante resida con vosotros en vuestra tierra, no lo maltratéis; será como uno
nacido entre vosotros, y lo amarás como a ti mismo… (Lv. 19,33)

Con este comunicado hacemos una llamada a que hagamos un ejercicio de memoria y de
conciencia ante estas medidas; que distingamos al extranjero delincuente del trabajador, como lo
hacemos con los nativos, y, sobre todo, que no les convirtamos en chivos expiatorios de una
crisis de la que no son responsables sino víctimas.

Lebrija a 20 de junio del 2008

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Un abrazo
Antonio García
CCP de Lebrija

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