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Un movimiento social es un grupo no formal de individuos u organizaciones que tiene

como finalidad el cambio social. Durante el siglo XIX, el concepto de movimiento social
estaba ligado a un tipo de cambio social particular (revolucionario) y a un fin específico (la
instauración de un régimen socialista o comunista), así como a una identidad en concreto
(identidad de clase) y a un grupo social en particular (la clase obrera).[1] A lo largo del
siglo XX, el término comenzó a utilizarse para englobar movimientos que se sitúan en
diferentes contextos, en esferas tan distintas como la cultural, social, política, económica o
personal, y cuya composición incluye a clases, sectores o colectivos como obreros,
campesinos, mujeres, estudiantes, vecinos y grupos étnicos.[

DefiniciónEditar
En su idea conceptualizada más general, movimiento social es definido como “una
forma de acción colectiva no efímera, en la cual un grupo más o menos organizado
recurre a acciones extra institucionales a fin de promover o impedir ciertos
cambios".[3]
El movimiento social fue resultado de la síntesis innovadora y trascendental de tres
elementos:

1. Esfuerzo público por trasladar a las autoridades pertinentes las exigencias colectivas.
2. Repertorio, creaciones de coaliciones y asociaciones con un fin específico, reuniones públicas,
manifestaciones, declaraciones a y en los medios públicos, propaganda.
3. Demostraciones de Valor: conducta sobria, atuendo cuidado; Unidad: insignias idénticas,
pancartas; Número: recuento de asistentes, firma de peticiones; y Compromiso: desafiar al
mal tiempo, participación visible (WUNC). Lo que constituye el movimiento social no son las
actuaciones en solitario de los contendientes sino la interacción entre estos tres elementos.[4]

Los movimientos sociales como estructuras de cambio social surgieron


históricamente como consecuencia de distintas crisis sociales y presentaron distintas
orientaciones ideológicas: tanto revolucionarias como reaccionarias, y todos los
estadios intermedios hasta los marginados, a veces identificados con un campo
político más o menos concreto, y en otras ocasiones de
forma interclasistay multipartidista.
Algunos ejemplos de estos movimientos son el movimiento feminista, movimiento
ecologista, el movimiento obrero, el movimiento pacifista o antimilitarista, o, más
reciente en su surgimiento, el movimiento okupa y el movimiento antiglobalización.
El término fue introducido al vocabulario académico por Lorenz von Stein en 1846
("Historia de los Movimientos Sociales Franceses desde 1789 hasta el Presente
(1850)"). Stein entiende un movimiento social básicamente como, una aspiración de
sectores sociales (clases) para lograr alguna influencia sobre el Estado, debido a las
desigualdades económicas. Así por ejemplo, la aspiración del proletariado a lograr
representación en los sistemas de gobierno. El libro ha sido traducido al inglés (por
ejemplo, Bedminster Press in 1964) pero no totalmente al castellano.[5]
La vocación de los movimientos sociales es muy grande por su diversidad, por sus
muchos objetivos, desde su auge en la década de 1960. Su prestigio también es
grande. Es una de las vías lógicas de participación ciudadana. No son fundaciones
sociales u organizaciones no gubernamentales(ONG), que son unidades asistenciales

Nuevos movimientos socialesEditar


Artículo principal: Nuevos movimientos sociales

Los movimientos sociales actuales, aunque no distan mucho de acuerdo a intereses de


aquellos que se realizaron en el pasado; sí han cambiado su forma de
acción/intervención y de acercamiento a la sociedad, así como sus herramientas para
lograrlo. Desde hace muchos años, la necesidad de la sociedad por expresar la
inconformidad o el desacuerdo hacia temas de nivel social, político o económico, ha
existido. Es ahora el momento en el que, de acuerdo a las diferentes posibilidades de
acción que tiene un usuario de Internet, comienzan a desarrollarse más y más
campañas o movilizaciones que pretenden insertar una idea en la sociedad y buscan
aceptación a través de estas.

Surgen a partir de la década de los setenta como una respuesta a la incapacidad del
marxismo para explicar la naturaleza de las acciones colectivas. Su objetivo está
orientado a la cultura y a la sociedad civil, a las que otorgan especial importancia a la
acción simbólica. Tratan de construir una identidad para que les permita actuar sobre
sí mismos y sobre la sociedad, con la meta de dar sentido a las relaciones sociales que
forman esta sociedad. Se caracterizan por ser movimientos identitarios, fundados en
la construcción simbólica de identidades. Para estos movimientos la acción colectiva
es la realización de una finalidad, que es la de mantener y expresar su identidad. Los
nuevos movimientos sociales como formas de acción colectiva se identifican con
actores sociales que se movilizan por asuntos como pueden ser el feminismo, el
pacifismo, la defensa de los derechos humanos, las comunidades eclesiásticas, las
organizaciones no gubernamentales, los grupos étnicos y los nuevos movimientos
religiosos

BeneficiariosEditar

Quienes se encuentran beneficiados gracias al accionar de los movimientos sociales


son:

Un movimiento ecologista, por ejemplo, decide que él representa los intereses


medioambientales de una determinada comunidad, al margen de cómo, cuándo y por
quién hayan sido expresados dichos intereses, y por el contrario un sindicato de
pilotos de aviones sólo decide lo que sus afiliados expresamente han decidido que
decida. Por otro lado los supuestos beneficiarios de la acción de un movimiento son en
principio bastante indeterminados; unos vecinos, los jóvenes, las mujeres, los
trabajadores, los marginados sociales; pero, al mismo tiempo, en los movimientos
puede aparecer un segundo beneficiario: la humanidad entera. Por ejemplo, el
movimiento ecologista que lucha por salvar la tierra o el movimiento pacifista que
quiere que los jóvenes no hagan el servicio militar y que, además, pretende la
abolición de los ejércitos permanentes por considerar que el Gran Mal de la
humanidad es el militarismo. Indeterminación y eventual globalización no aparecen
en los grupos de interés, donde los beneficiarios son una concreta, identificable y
limitada categoría de individuos. En los grupos de interés entendidos en su sentido
más restringido, es decir los que buscan bienes sólo para sus afiliados, esta limitación
es obvia. Pero aun en los que buscan bienes comunes más “puros”, donde los
resultados de su acción repercuten sobre personas que no participan en las
actividades ni están afiliados al grupo, la categoría de personas beneficiada, aunque
siendo más extensa, sí es más determinable que en un movimiento social.

La mención sobre las ONGs exige una breve consideración. Algunas ONGs son
organizaciones de los movimientos sociales, entendidos como
movimiento/comunidad. Esas ONGs se parecen a los grupos de interés en sus
aspectos organizativos; son grupos más formalizados que los grupos irregulares de un
movimiento social/familia. Pero se diferencian de los grupos de interés en los
beneficiarios de los bienes cuya consecución promueven, y en su participación en la
red e identidad colectiva de esa comunidad/movimiento. Así, por ejemplo, las ONGs
dedicadas a la solidaridad con los países en vías de desarrollo, destacan por el carácter
no lucrativo de sus acciones, porque es casi imposible que su actividad pueda
materializarse en algún beneficio cuantificable para los afiliados a esa ONG. Sin
embargo ello no es un rasgo consustancial de las ONGs integradas en movimientos
sociales. Una asociación de personas que trabajan en la agricultura biológica es una
ONG ligada al movimiento ecologista, y un grupo de mujeres que de forma privada se
organizan para defenderse de los malos tratos, es una ONG ligada al movimiento
feminista. Nos hemos referido a “algunas” ONGs. Porque, sin duda, otras ONGs, bajo la
forma no gubernamental, son, sin más, grupos de interés. Buscan exclusivamente la
promoción de los intereses de sus afiliados o delimitables beneficiarios.[8]
Al inaugurarse el mandato de Ollanta Humala como Presidente de la República en el año 2011, se
generó gran expectativa alrededor del enfoque de crecimiento con inclusión social que pretendía
llevar adelante el nuevo gobierno. No era para menos ya que a nivel conceptual invitaba a pensar
en la implementación de mecanismos efectivos de redistribución de la riqueza generada por el
crecimiento económico, resolviendo brechas sociales sin poner en riesgo la dinámica del aparato
productivo alcanzada años atrás. Para ello, el instrumento elegido fue el gasto social. Los déficits de
calidad tanto en diseño, gestión y articulación que presentaba la política social y el limitado impacto
que esta había generado en mejorar las condiciones de vida de la población permitían justificar la
necesidad de hacer reformas en este campo. Mientras tanto, los recursos fiscales disponibles
financiaríanlas iniciativas planteadasen profundización y optimización de los programas sociales sin
poner en riesgo los equilibrios macroeconómicos logrados. El contexto era el adecuado; aunque
luego de tres años los resultados observados son mixtos.

Lo positivo: planificación y diseño

Probablemente donde se han logrado los mayores y mejores avances ha sido en la reformulación
del diseño de la política social en general y algunos programas sociales de forma particular. Es decir,
en la parte conceptual de la reforma. A nivel de lo general, el ejemplo más concretoes la formulación
de la Estrategia Nacional Incluir para Crecer diseñada desde el Ministerio de Desarrollo e Inclusión
Social (MIDIS) donde a pesar del evidente error de causalidad en el título, se establecen objetivos
estratégicos claros en el enfoque de alivio y superación de la pobreza. Por ejemplo, se definen
principios programáticos organizados sobre la base del ciclo de vida de los hogares vulnerables, los
cuales resultan en cinco ejes fundamentales de intervención: nutrición infantil, desarrollo infantil
temprano, desarrollo integral del niño y el adolescente, inclusión económica y protección del adulto
mayor. Además, cada uno de estos aspectos se desarrollaindividualmente bajo modelos causales
que permiten identificar la multiplicidad de intervenciones que deben actuar de manera conjunta para
resolver las vulnerabilidades sociales y económicas de la población excluida. Asimismo, se
establecen criterios de focalización claros que van más allá de lo estrictamente monetario, a través
de la definición de la Población en Proceso de Inclusión (PEPI).

Mientras tanto, a nivel de lo particular, el incremento paulatino de los programas presupuestales bajo
en enfoque de Presupuesto por Resultados (PpR) fueron impulsos importantes en la modernización
del gasto social. La mayor relevancia de la evidencia empírica en la formulación de políticas públicas
y el interés mostrado en incluir actividades específicas de evaluación permitieron un cauto optimismo
respecto a una nueva cultura en diseño y mejora continuaen losprogramas sociales. Si bien todavía
este proceso es imperfecto y ha mostrado retrasos en su implementación (sobre todo en
evaluaciones de impacto) a diferencia de años anteriores es posible mostrar algunos ejemplos de
investigación aplicada con cierta rigurosidad técnica (pocas concluidas, algunas en proceso y
muchas por realizarse) promovidas desde el Estado y que han sido parcialmente incorporadas en el
proceso de planificación de la política social. Innovaciones puntuales como fueron la inclusión de
componentes de estimulación temprana y acompañamiento a familias en el programa Cuna Más o
la exploración de esquemas de transferencias alternativos en el Programa Juntos que motiven un
mayor y mejor uso de los servicios sociales, constituyen experiencias que han seguido (o pretenden
seguir) procesos de planificación serios.

Lo negativo: implementación y operación

Las principales dificultades se han encontrado en el campo de la implementación y operación. Si los


programas sociales son entendidos como cadenas logísticas de producción de servicios, es evidente
que la puesta en marcha de nuevos diseños requiere de revisiones de los procesos operativos de
modo que puedan detectarse los cuellos de botella que pueden dificultar la implementación. Esto es
doblemente importante cuando se pueden prever restricciones estructurales que condicionan el flujo
de los procesos como son las condiciones geográficas adversas de los centros poblados donde se
concentra la mayor pobreza del país y limitaciones de los recursos humanos disponibles, dada la
baja calidad en algunos casos y la elevada rotación en otros. Asimismo, es importante reconocer
que en el caso de la producción de un servicio social, los ciudadanos beneficiarios no son simples
receptores de la ayuda, sino que reaccionarán estratégicamente a la misma modificando su
comportamiento y posiblemente los supuestos sobre los cuales se construyó el diseño. Por ello, la
implementación de pilotos en la etapa pre-operativa y destinar recursos (relativamente elevados en
términos porcentuales) en actividades de monitoreo y supervisión en la etapa inicial de operación es
una medida costo-efectiva en términos de preservación de calidad de la intervención.

El principio anterior no necesariamente fue aplicado o entendido generando dificultades operativas.


El ejemplo más notorio estuvo en la puesta en marcha del nuevo modelo de alimentación escolar
(bajo el programa Qali Warma) donde la complejidad del diseño de operación sin que estuviera
funcionando adecuadamente un esquema de supervisión igual de complejo conspiró contra la
operación efectiva y eficiente del programa. Asimismo, sorprendió el apresuramiento en la puesta en
marcha del esquema sin implementar pilotos que permitan ir acumulando lecciones antes de escalar
el programa a nivel nacional. La elevada subcobertura del PRONAA en las escuelas de los quintiles
más pobres definía un contexto de experimentación interesante que pudo aprovecharse mejor. Por
el bien de las buenas iniciativas emprendidas, es prudente evitar este tipo de apresuramientos en el
futuro.

El efecto del crecimiento económico en la reducción de la pobreza y otras brechas sociales es


cada vez menor. Por ello, mejorar en un punto porcentual cada indicador será más difícil y exigirá
acciones más agresivas

Lo pendiente: esquemas de articulación

Un eje central de la estrategia propuesta era el esquema de articulación. Como se comentó líneas
arriba, dada su naturaleza multi-causal la resolución de brechas sociales (por ejemplo, pobreza
monetaria, nutrición, calidad educativa) requiere de distintas intervenciones distribuidas en diferentes
sectores del gobierno (MIDIS, MINEDU, MINSA, VIVIENDA, entre otras) por lo que el enfoque de
inclusión social partía (correctamente) del principio de acción conjunta que aproveche sinergias para
potenciar resultados. El esquema planteado fue el reemplazo de la estrategia CRECER (del gobierno
anterior) por el Sistema Nacional de Desarrollo e Inclusión Social (SINADIS) liderado por el MIDIS.
El encargo específico de esta institución era convocar y coordinar la acción social del Estado de
modo que se aseguren los principios de articulación programática (activación y desactivación de
programas dependiendo de la evolución de las vulnerabilidades), territorial(intervenir las localidades
con un paquete integrado de servicios) e institucional (alineando incentivos entre instituciones de
diferentes niveles de gobierno). Lamentablemente, estos modelos de articulación no han sido
implementados plenamente constituyendo la principal deuda de la reforma.

Existen múltiples hipótesis respecto a esta dificultad. Los esquemas de incentivos de los funcionarios
públicos definidos sectorialmente y no de modo transversal, los compromisos previamente
adquiridos que determinan cierta inercia en la implementación individual de programas y proyectos,
y la diferente velocidad mostrada por los sectores en alinearse con los principios de la estrategia;
son probablemente los de mayor importancia. Asimismo, la débil institucionalidad en los diferentes
niveles de gobierno impide asumir y sostener compromisos por lo que la efectividad de los acuerdos
depende críticamente en la mayoría de los casos de la disposición de parte de los funcionarios de
turno. Lamentablemente, puesto de esa forma, los problemas de calidad de los recursos humanos,
la elevada rotación laboral y la superposición de los cronogramas electorales genera curvas de
aprendizaje prolongadas que limitan la velocidad de acción conjunta. Sin embargo, a pesar de que
es previsible que este contexto no cambiará en el corto plazo, la deuda en los esquemas de
articulación debe saldarse en los próximos dos años del gobierno si es que el objetivo es seguir
avanzando en el campo social.

Los retos hacia adelante: sostenibilidad y profundización


Los siguientes años son cruciales en materia social. Primero, porque los avances logrados (que no
son pocos) deberán consolidarse. Ello implica generar las condiciones necesarias para que los
hogares que lograron salir de la pobreza en un contexto económico favorable o por acción de la
política social no retornen a ella. Para ello, es necesario consolidar las fuentes de generación de
ingreso autónomo, por ejemplo, reforzando la oferta productiva en zonas rurales, pero vinculándola
efectivamente a mercados locales a través de una estrategia de promoción de corredores
económicos. En el corto plazo, estrategias como esta parten de la vinculación de programas de
protección social con aquellos de desarrollo productivo, pero en el mediano plazo en la promoción
de emprendimientos empresariales de tamaño medio en zonas rurales o urbanos
marginales.Asimismo, la política social hacia una población menos pobre determina migrar
estratégicamente desde los programas sociales focalizados hacia los servicios universales de
calidad como educación y salud. En ambos casos, con el objetivo ya no de rescatar de la pobreza al
grueso de la población sino de promover la acumulación de capital humano a una clase media
emergente de modo que los progresos económicos y sociales se consoliden.

Segundo, porque la política social deberá profundizarse. El efecto del crecimiento económico en la
reducción de la pobreza y otras brechas sociales es cada vez menor. Por ello, mejorar en un punto
porcentual cada indicador será más difícil y exigirá acciones más agresivas, sofisticadas y
focalizadas de parte de la política social en la medida que nos acerquemos a los núcleos duros de
la pobreza. Caso contrario se consolidará un contexto de promedios bajos, pero
desigualdadesterritoriales profundas con segmentos estructuralmente excluidos y vulnerables. Un
ejemplo de lo anterior es la población que habita en la zona rural dispersa (aquella en localidades de
menos de 200 habitantes) donde incluso no existen soluciones tecnológicas claras en infraestructura
social básica, la acción del Estado es muy limitada y las posibilidades de vinculación a mercados
locales es prácticamente nula por las condiciones de acceso. El problema no es menor si es que se
toma en cuenta que casi 3.5 millones de peruanos está en esta situación (alrededor del 12%), sobre
todo en la selva y en las zonas alto-andinas. En estas localidades, la incidencia de pobreza puede
alcanzar el 80% - 90% y los niveles de desnutrición y brechas educativas están muy por encima de
los promedios nacionales. A juzgar por las acciones observadas en los últimos años, estos
ciudadanos todavía no están en agenda pública y es urgente cambiar dicha situación

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