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XXXIX Encuentro Nacional de Estudiantes de Historia

Saltillo, Coahuila.

Universidad Autónoma de Chiapas

Campus III

Facultad de Ciencias Sociales

Manuel Larráinzar, un caso notable en la historiografía decimonónica


mexicana

Temática: Historiografía mexicana del siglo XIX.

César Omar Santis Montejo

Email: cesar_osm@hotmail.com

7mo. semestre

1
Resumen

El presente ensayo pretende dar a conocer, desde mi particular punto de vista, el


aporte del historiador chiapaneco Manuel Larráinzar para la historiografía
decimonónica mexicana. Por medio de información acerca de su vida y obra en
general, así como la reflexión en torno a su principal escrito de carácter histórico:
Algunas ideas sobre la historia y manera de escribir la de México, especialmente la
contemporánea. Desde la declaración de Independencia en 1821, hasta nuestros
días, daré a conocer la importancia de su labor y el mérito de sus críticas emitidas
en medio de una nebulosa situación política de escala nacional y desde una especie
de “nostalgia ilustrada”. Aunque este trabajo no busca ser una apología del autor ya
mencionado, resaltaré aspectos importantes de su labor política e intelectual que le
hicieron pasar a la historia como uno de los hombres más ilustres de Chiapas. Sin
duda sus primeros años le marcaron profundamente en la definición de su
pensamiento. Su obra se halla enmarcada dentro de un contexto nacional
sumamente inestable y ferviente por la lucha independentista; y qué decir del
contexto en Chiapas, que atravesaba también una turbulenta situación política.

2
Introducción

El presente ensayo pretende dar a conocer, desde mi particular punto de vista, el


aporte del historiador chiapaneco Manuel Larráinzar para la historiografía
decimonónica mexicana.

Por medio de información acerca de su vida y obra en general, así como la


reflexión en torno a su principal escrito de carácter histórico, daré a conocer la
importancia de su labor y el mérito de sus críticas emitidas en medio de una
turbulenta situación política de escala nacional.

Aunque este trabajo no busca ser una apología del autor ya mencionado,
resaltaré aspectos importantes de su labor política e intelectual que le hicieron pasar
a la historia como uno de los hombres más ilustres de Chiapas.

Datos biográficos

Manuel Larráinzar Pineiro nació el 26 de diciembre de 1809 en Ciudad Real, hoy


San Cristóbal de Las Casas, Chiapas. Perteneciente a una de las familias oligarcas
del estado, no tuvo complicaciones para comenzar su formación profesional.
Estudió en el Colegio de San Ildefonso en la Ciudad de México para luego
incorporarse al Colegio de Abogados en 1832.1

De regreso a Chiapas comenzó a ejercer su profesión en la administración


local. Reconocido como un hombre que creía en las instituciones, nacionalista,
colaboró a favor de las posturas conservadoras y moderadas.

Sin duda su apellido le caracterizó fácilmente, fue rechazado por los sectores
más radicales por sus vínculos con la oligarquía del estado, el obstáculo más grande
para el progreso de la región desde la visión liberal.

Fue nombrado magistrado de la Suprema Corte de Justicia del estado en


1834. Años después, en 1839, fue designado presidente del Tribunal Superior de
Justicia y rector de la universidad estatal.

1
Sosa, Francisco, Biografía del Sr. Lic. D. Manuel Larráinzar, Barredillo y Comp., México, 1886, p. 3. Obtenido
de: http://cdigital.dgb.uanl.mx/la/1020025274/1020025274.PDF

3
La política anexionista que Larráinzar desarrolló vio frutos en el año de 1842 con la
incorporación de la región del Soconusco al estado de Chiapas y, por consiguiente,
a la República Mexicana; acto que dejaría plasmado ese mismo año en Noticia
Histórica de Soconusco y su incorporación a la República Mexicana.

En 1852 fue nombrado enviado extraordinario y ministro plenipotenciario de


México en Estados Unidos de Norteamérica. Durante los siguientes años ocupó
cargos políticos de la alta esfera, hasta que en 1861 sufrió persecución política y
tuvo que retirarse de la escena.

Con la instauración del segundo imperio, en 1863 volvió a la actividad política


como miembro de la Junta de Notables. En 1865 fue designado enviado
extraordinario y ministro plenipotenciario de México en Rusia, Suecia y Dinamarca.
Su habilidad política le concedió innumerables cargos a lo largo de su vida hasta el
momento en que triunfó la causa juarista en 1867.

Menciono lo anterior debido a que su cercanía con vastas instituciones le


permitió acceder a fuentes de primera mano y poder así plantear y replantear
nuevos enfoques para la escritura de la historia de México.

Manuel Larráinzar falleció el 11 de septiembre de 1884 en la Ciudad de


México en los años de la República restaurada, lejos de los principales círculos
políticos y académicos de la época.

Obra

Entre los años 1837 a 1877, Manuel Larráinzar publicó cinco textos historiográficos.
Su primer estudio es Biografía de Fray Bartolomé de Las Casas, obispo de Chiapa,
una breve apología del año 1837.

Su segundo trabajo fue Noticia Histórica de Soconusco y su incorporación a


la República Mexicana en 1842, el cual puede considerarse como uno de los
primeros trabajos de la historia moderna de Chiapas. A su vez, una de las
intenciones del autor era contrarrestar el discurso que provenía de Guatemala sobre
dicho acontecimiento político.

4
En 1865 publicó su trabajo más trascendente, Algunas ideas sobre la historia y
manera de escribir la de México, especialmente la contemporánea. Desde la
declaración de Independencia en 1821, hasta nuestros días.2 Este trabajo cuenta
con gran mérito por ofrecer una visión concreta de la historia y un lineamiento
metodológico. Fue rescatado en 1967 por el Dr. Juan A. Ortega y Medina.

La preocupación de Larráinzar no era más que contar en ese tiempo con una
historia sistemática del pasado mexicano. Para él no había una sola obra que le
brindara satisfacción, afirmación basada en su amplísima revisión historiográfica,
un total de 273 registros.

Parece sorprendente que incluso la obra de Lucas Alamán, publicada años


atrás y, cuyo título pareciera responder a las inquietudes de Larráinzar, no figurara
como una obra completa del pasado del país.

En 1875 publicó Chiapas y Soconusco con motivo de la cuestión de límites


entre México y Guatemala. Hecho que nos hace pensar que para estas fechas la
disputa discursiva por la legitimidad del territorio del Soconusco seguía siendo
bastante importante.

En 1877 concluyó su obra historiográfica con Vía de comunicación por el


Istmo de Tehuantepec, estudio de carácter histórico-político. Entre otros estudios
sobresalientes se encuentra Estudios sobre la historia de América, sus ruinas y
antigüedades comparadas con lo más notable que se conoce del otro continente en
los tiempos más remotos, y sobre el origen de sus habitantes (1875), teoría sobre
el origen del hombre americano y constituye uno de los primeros trabajos teóricos
de la arqueología en México.3

Sin duda sus primeros años le marcaron profundamente en la definición de


su pensamiento. Su obra se halla enmarcada dentro de un contexto nacional

2
Sosa, Francisco, Op. Cit., p. 11.
3
Soto, Miguel, “La historia general de México”, en Historiografía Mexicana, vol. IV, IIH-UNAM, México, 1996,
p. 531.

5
sumamente inestable y ferviente por la lucha independentista; y qué decir del
contexto en Chiapas, que atravesaba también una turbulenta situación política.

Como mencioné anteriormente, el siglo XIX le recibió en un país en plena


lucha de independencia, así también fue testigo del primer y segundo imperio, de la
prolongada pugna entre conservadores y liberales a lo largo del siglo, de los
enfrentamientos armados en la segunda mitad del siglo XIX en Chiapas.

Cada suceso señalado en el párrafo anterior da muestra del estrecho vínculo


de la obra de Larráinzar con el mundo de lo político, razón por la cual, quizá,
externara siempre su inclinación por la Historia Patria y la pretensión de educar a
una sociedad que no vivió otro contexto que el de los múltiples conflictos políticos
del México decimonónico.

“Algunas ideas sobre la historia y manera de escribir la de México” […]

Para comenzar a delimitar el estilo de pensamiento y manera de escribir de


Larráinzar, es preciso señalar la persistente influencia ilustrada que demuestra y,
por ende, su tradición clasicista.

Es notorio su profundo conocimiento sobre esta última; Tucídides, Tito Livio,


Soetonio, Tácito y una larga lista de nombres coetáneos figuran en sus constantes
referencias. Ortega y Medina abunda al respecto:

“Las ideas de Larráinzar, así como las citas y los personajes que comenta,
nos hacen verlo como un historiador todavía imbuido por la tradición
clasicista; influido por las ideas de la ilustración francesa y permeado aquí y
allá por la tendencia romántica propia de su tiempo”.4

En cuanto al modo de escribir, Larráinzar reitera constantemente su aversión


hacia la subjetividad, en cambio, propone que el historiador obre como juez
imparcial en todo momento. El autor no escapa de una de las ideas más persistentes

4
Ortega y Medina, Juan, Polémicas y ensayos en torno a la historiografía mexicana, UNAM, México, 1970, p.
139.

6
a lo largo del siglo XIX sobre la disciplina, me refiero a la pretensión de decir la
verdad,5 “el fundamento, la vida y el alma de la historia”.6

De vuelta al aspecto de redacción, en pocas palabras Ortega y Medina


expone la postura ideal de un historiador desde el punto de vista de Larráinzar:

[…] “y escribir sin cuidarse de las censuras o aplausos de los que gobiernan;
debe evitar la verborrea, acomodarse siempre a la materia y expresarse con
claridad, sencillez y laconismo. El historiador debe escribir bien; pero sin
olvidar que él no es poeta ni orador”.7

En términos generales estas son las características del autor aquí expuesto.
Posteriormente, en la parte de las conclusiones, enfatizaré cuestiones más
particulares sobre el autor y su obra. A continuación, daré lugar al análisis del texto
ya mencionado.

Como mencioné anteriormente, conceptos propios de la Ilustración se hacen


presentes en sus argumentos y definiciones. Para el caso de la Historia, el autor
comenta al respecto:

[…] “es por tanto la historia el fanal que nos conduce en el curso de la vida,
el lazo de unión entre nuestro ser de ayer y nuestro ser de hoy, la base de
toda experiencia, y por ésta, el medio de todo adelanto y perfección; sin ella,
como dice Lamartine, no hay moralización, perfeccionamiento, ni progreso
de civilización”.8

A manera de cliché, conceptos como progreso o civilización, nos permite


elaborar una comparación inmediata, un contraste nada complejo entre lo pasado y
lo presente de manera determinante: la barbarie y la ilustración, el empeoramiento
o el mejoramiento de la condición humana.

5
Ortega y Medina, Op. Cit., p. 140.
6
Larráinzar, Manuel, “Algunas ideas sobre la Historia y manera de escribir”, en Polémicas y ensayos en torno
a la historiografía mexicana, UNAM, México, 1970, p. 195.
7
Ortega y Medina, Op. Cit., p. 140.
8
Larráinzar, Op. Cit., p. 144.

7
En este escenario tan predecible, me refiero a su concepción ilustrada de la Historia,
Larráinzar exhibe su pretensión principal de los estudios históricos, partiendo de
que la disciplina encierra ya la “razón de los siglos” y no es más que un “espejo de
la verdad”: la necesidad de instruir para traer orden a la nación.

De esta manera, por medio de la educación del pueblo en materia de


conocimiento histórico y su consecuente mejoramiento, de un modo similar al
propuesto por Maquiavelo, “se adelanta en el arte de gobernar […] y se forman
mejores ciudadanos para el Estado y hombres para la sociedad”.9

En el momento en que el autor comienza a definir los alcances de la


disciplina, en un sentido temporal, comenta al respecto: […] “como una regla e
instrucción cierta que por medio de ejemplos de lo pasado enseña, como se ha
dicho antes, a juzgar el presente, y a prever el porvenir”.10

Puedo decir que Larráinzar, ya habiendo otorgado una función social a la


Historia en el presente (capacidad de juicio y dictamen), concede una función
teleológica a la misma, una utilidad práctica anticipada. De este modo, expone la
capacidad de la disciplina para establecer diálogos entre distintas temporalidades,
una “ida y vuelta” a lo largo del tiempo.

Así también, en cuanto a la relación de la Historia con el tiempo futuro, ésta


sirve de legado para el porvenir. De aquí surge una de las ideas centrales de
Larráinzar, que es la Historia como maestra de vida:

[…] “si no debe reducirse a la estéril narración de los acontecimientos y


fechas en que se realizaron, sino a desentrañar y poner de manifiesto las
causas que los produjeron, los medios puestos en práctica para llegar a
ciertos resultados, los cambios operados y su influencia en la suerte de los
pueblos; si debe apropiarse la experiencia de todos los tiempos, para erigirse
en maestra de todas las generaciones futuras”.11

9
Larráinzar, Op. Cit., p. 146.
10
Ibíd., p. 148.
11
Ibíd., p. 149.

8
En cuanto a los alcances temáticos, es decir, los posibles objetos de estudio, el
autor se muestra innovador y establece que campos como la religión, leyes,
instituciones, usos y costumbres deben ser estudiados.

Así también, revela los horizontes temáticos que son consecuencia de la vida
moderna: las artes, el comercio y la industria; de este modo, la investigación sobre
estos pasa a ser una exigencia de la misma época.12

Puedo inferir que dichas propuestas se deben a la vasta formación de


Larráinzar, no sólo en el campo de la Historia y de las leyes; como mencioné
anteriormente en la parte que corresponde a su obra, puede observarse su
conocimiento profundo en temas relacionados a la antropología.

En este punto, me parece importante señalar como la idea de verdad


mencionada anteriormente, es trasladada por el autor hacia una especie de
arquetipo de historiador. He aquí un comentario al respecto:

[…] “es necesario ser algo más que simple analista, cronista o narrador; es
indispensable franquear los estrechos límites en que muchos de los que han
escrito la Historia se han encerrado, y penetrar en un campo más extenso
para lo cual se necesita una instrucción copiosa, sólida y variada; un
conocimiento profundo del corazón humano; una crítica ilustrada, y sobre
todo un fondo de integridad y buena fe, que hagan preferir la verdad a
cualquier otra consideración”.13

Larráinzar advierte cierto encierro de la disciplina y extiende una invitación a


los historiadores de su tiempo para ampliar los límites de los campos de estudio de
la Historia.

Hoy podríamos entenderlo como la propuesta de un enfoque


multidisciplinario; pienso, como he mencionado antes, que tal inclinación del autor
proviene de su incursión y actividad en otras disciplinas académicas.

12
Larráinzar, Op. Cit., p. 152.
13
Ibíd., p. 150.

9
Otra preocupación interesante del autor es la relacionada con la elaboración de una
historia filosófica y razonada. En su larga de lista de errores por evitar señala lo
siguiente:

“Es también defecto capital no hacer otra cosa que fijar hechos, nombres,
lugares y fechas, sin dar a conocer las causas lentas y progresivas que los
han producido” […]14

Pienso que por historia filosófica y razonada se refiere al producto de la


reflexión sobre determinados procesos y, más aún, a la emisión de un mensaje, una
enseñanza para los lectores que bien puede adaptarse a sus objetivos manifiestos,
como la idea de la historia como escuela de moral para los hombres, por mencionar
un ejemplo:

[…] “la Historia será entonces como observa Mr. Rollin, una escuela de moral
para todos los hombres: porque ella describe los vicios, quita la máscara a
las falsas virtudes, destruye los errores y preocupaciones populares; disipa
el prestigio encantador de las riquezas y de todo su vano esplendor, que
deslumbra a los hombres, y demuestra con mil ejemplos más persuasivos
que todos los razonamientos, que nada hay grande y loable, sino el honor y
la probidad”.15

Consideraciones sobre el autor y su obra.

Quiero dedicar este apartado para plasmar mis consideraciones sobre la obra
tratada en este ensayo, reflexionando sobre las aseveraciones más reiteradas de
Larráinzar.

En cuanto a su idea de la Historia como maestra de vida, ésta discurre en


varios aspectos, uno de ellos es el de la instrucción moral. En algunas partes del
texto, Larráinzar hace referencia a su propia persona como un ilustrado, y que es
tarea de los ilustrados instruir a la nación entera en asuntos morales.

14
Larráinzar, Op. Cit., p. 159.
15
Ibídem.

10
En este sentido, la Historia, como disciplina, adquiere dos posturas un tanto
jerárquicas: la de quien la hace y la de quien la recibe. Es decir, la Historia puede
ser entendida como el quéhacer de un grupo intelectual de élite y aquella que
pertenece a las masas para su orientación moral.

Así también, la disciplina permite, según el autor, instruir a la población


cívicamente y, más aún, la adquisición de conciencia nacional. Esto último es vital
para el autor, ya que México se hallaba sumido en una esfera ideológica bastante
nebulosa, que traía consigo una indefinición para la población, aunada al problema
del extenso territorio nacional y la tarea sumamente compleja de homogeneización
identitaria.

Otro aspecto fundamental de la disciplina, es su capacidad para instruir


políticamente. Ésta aseveración está dirigida a los gobernantes más que para el
resto de la población, lo que refuerza lo dicho en los párrafos anteriores, la cualidad
elitista de la disciplina.

En este último punto pretendo profundizar más, debido a que percibo una de
las contradicciones más grandes de Larráinzar, la pretensión de unidad de
pensamiento en la forma de escribir la Historia General de México.

Reiteradamente, el autor habla de establecer una unidad de pensamiento, es


decir, una posición ajena a la lucha ideológica entre conservadores y liberales que
perduró durante casi todo el siglo XIX.

Pienso que es una contradicción, ya que al final de esta pugna ideológica, el


discurso liberal resultó victorioso. Larráinzar afirmaba que la historia escrita de
México había sido siempre escrita a dos tintas, o conservadora, o liberal, y esto
ocasionaba un impedimento para decir la verdad.

Un punto inquietante en las afirmaciones del autor y, que refuerza mi punto


de vista, es que para él, la historia contemporánea de México debía terminar con la
llegada del Emperador de México, Maximiliano de Habsburgo, a la capital del país. 16

16
Larráinzar, Op. Cit., p. 196.

11
Para mí, esto supone un sesgo y una pretensión tendenciosa, ¿cómo puede
concluirse una obra de tal grandeza e importancia, con un acontecimiento de tal
índole? ¿Era el reconocimiento de una monarquía el destino final de nuestra
historia? ¿Acaso un final así en una obra que pretende contar toda la historia de
México, no surtiría efectos de legitimación?

El decurso histórico de nuestro país, posterior a Larráinzar, dejó en claro que


la unidad de pensamiento en la producción histórica de determinada época, ha sido
lograda desde un solo discurso. Lo fue así con la victoria de Juárez y,
principalmente, con la llegada al poder de Porfirio Díaz cuando la intención de
generar conciencia nacional a través del discurso liberal rindió frutos. Ejemplo de
esto es lo que Ortega y Medina menciona al respecto:

“Este esquema, así como el llamado del autor a la elaboración de esa Historia
Patria General no cayó en saco roto; pero no serían los conservadores
derrotados los que la llevarían a cabo, sino los victoriosos liberales, así como
los moderados, quienes años más tarde dirigidos por Riva Palacio,
redactarían y publicarían el famoso, importante e ingente México a través de
los siglos”.17

Quizá es entonces, tal pretensión de decir la verdad bajo una unidad de


pensamiento, mera ingenuidad por parte del autor. La Historia, en la praxis, y sobre
todo en el siglo XIX, fue una instancia de legitimación más allá de su entendimiento
como disciplina académica.

La obra de Larráinzar, como la de muchos otros intelectuales vinculados al


conservadurismo, fue vetada durante mucho tiempo en el plano académico y por
ello se conocieron varias décadas después.

Con todo esto quiero decir que la vigencia del pensamiento de Larráinzar,
para este caso en específico, resultó efímera. La validez de sus afirmaciones, como

17
Ortega y Medina, Op. Cit., p. 137.

12
la de muchos de la época, permaneció, mientras duró la euforia de la idea de
comunicar la verdad en el plano académico.

La siguiente afirmación de Alfonso Mendiola, entendiendo la realidad como


la verdad anhelada por los autores decimonónicos, puede abundar más al respecto:

“Por medio de este postulado se destaca, en la actualidad, que no existe una


realidad independiente de la observación que se hace de ella, pues no existe
una realidad en sí, ya que una realidad en sí sería aquella que se expresaría
por sí misma, sin la necesidad de un observador”.18

Para finalizar con este señalamiento de una posible contradicción del autor,
quiero hacer mención de la importancia que él otorga a la Historia Patria. Ésta última
se basa en la formulación de simbolismos y exaltaciones de personajes y
acontecimientos, todos dirigidos al entendimiento de la conciencia nacional en
turno.

La Historia Patria ha sido siempre sometida al discurso de los vencedores,


sus argumentos son siempre bien dirigidos a la creación de un imaginario del
pasado que no da lugar a ambigüedades, “una pintura exacta”, como señala el
propio autor. El carácter de sus historiadores no es más que el anhelado por
Larráinzar, me refiero al de juez, aunque en este caso, los fallos se inclinan siempre
por un lado.

Respecto a su auto-reconocimiento como hombre ilustrado, como todos


aquellos que se asumen de igual forma, su mirada tiene como punto central de
referencia a Europa. Pienso que esto le genera una falta de claridad en el momento
en que expone su crítica a la historiografía mexicana.

Menciono lo anterior debido a que en un fragmento del texto hace una


comparación de la historiografía mexicana con la francesa y española, expone las

18
Mendiola, Alfonso, “El giro historiográfico: La observación de observaciones del pasado”, en Historia y
Grafía, Universidad Iberoamericana, núm. 15, 2000, p. 511.

13
insuficiencias de las dos últimas y exclama: “¿Qué deberá decirse de la de
México?”19

Aunque en páginas posteriores señala que no es motivo de demérito la


inexistencia de una Historia General de México, pareciera que si lo es el trabajo
existente sobre el tema a cargo de historiadores mexicanos al ser comparados con
los historiadores provenientes de la cuna de la civilización.

El último de los aspectos reiterados del autor que quiero abordar, es el que
concierne a su constante evocación de los tiempos modernos como motivo para la
reformulación de las maneras de hacer historia, así como la apertura del campo de
estudio.

En este sentido, el autor se muestra como un hombre consciente de la época


a la que pertenece, de que ha llegado el momento para la disciplina en nuestro país
de establecer una ruptura en la producción historiográfica.

“La conveniencia pública, la marcha de la civilización, el lustre de la nación y


los adelantos que se han hecho así lo exigen, especialmente en lo
concerniente a los tiempos modernos”.20

La sobrepoblada historiografía política y militar pasan a verse como objetos


del pasado, propias de un país encerrado en su dinámica regional. Larráinzar
interpreta el momento como propicio para que la labor académica de la nación se
insertara en el camino del progreso civilizatorio y dejara testimonio de todo lo nuevo
que el paso del tiempo traía consigo:

[…] “las alteraciones que sucesivamente se hayan efectuado en sus


habitantes, y en sus usos y costumbres, la marcha que entre nosotros han
seguido las ciencias, las artes, la agricultura, industria y minería, el comercio
e instituciones de cambio”.21

19
Larráinzar, Op. Cit., p. 162.
20
Ibíd., p. 163.
21
Ibíd., p. 196.

14
Por último, quiero hacer mención de la influencia que pudo haber tenido Larráinzar
sobre la historiografía de finales del siglo al que perteneció. Enrique Florescano
señala que una obra historiográfica de la importancia de México a través de los
siglos, podría ser, una respuesta a las exigencias -en parte- de Larráinzar.22

El autor estudiado en este ensayo se asumió, con toda la autoridad de su


erudición, como el indicado para trazar el plan sumamente ambicioso que debían
seguir quienes pretendieran hacer la historia de la nación entera.

A modo de conclusión, cito al autor referido a lo largo de este trabajo para


evidenciar la seguridad con que emitió sus afirmaciones:

“Ajustándose a todas estas indicaciones, la obra que se emprenda aventajará en


mucho a todas las de su clase, y el éxito será completo” […]23

22
Florescano, Enrique, “Olvido y memoria: Del colapso de la República a la historia de la nación” en Historia
de las Historias de la Nación mexicana, Ed. Taurus, México, 2012, pp. 350-351.
23
Larráinzar, Op. Cit., p. 157.

15
Bibliografía

Florescano, Enrique, “Olvido y memoria: Del colapso de la República a la historia


de la nación” en Historia de las Historias de la Nación mexicana, Ed. Taurus, México,
2012, p. 315-372.
Matute, Álvaro, “Juan Antonio Ortega y Medina”, en Relaciones, vol. 47, El Colegio
de Michoacán, México, 1991.
Matute, Álvaro, “Reflexiones mexicanas en torno a la historia”, en Revista de la
Universidad, México. Obtenido de:
http://www.revistadelauniversidad.unam.mx/ojs_rum/files/journals/1/articles/9570/p
ublic/9570-14968-1-PB.pdf
Mendiola, Alfonso, “El giro historiográfico: La observación de observaciones del
pasado”, en Historia y Grafía, Universidad Iberoamericana, núm. 15, 2000, pp. 181-
208.
Ortega y Medina, Polémicas y ensayos en torno a la historiografía mexicana, UNAM,
México, 1970.
Sosa, Francisco, Biografía del Sr. Lic. D. Manuel Larráinzar, Barredillo y Comp.,
México, 1886. Obtenido de:
http://cdigital.dgb.uanl.mx/la/1020025274/1020025274.PDF
Soto, Miguel, “La historia general de México”, en Historiografía Mexicana, vol. IV,
IIH-UNAM, México, 1996.
Vázquez, Josefina, “Sobre la síntesis de la historia de México”, El Colegio de
México, México. Obtenido de:
http://aleph.org.mx/jspui/bitstream/56789/29986/1/21-082-1971-0217.pdf

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