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Instrumentos Públicos Protocolares y Protocolizaciones

3.1. Definición de instrumentos públicos

Empecemos analizando doctrinalmente lo que se entiende por instrumento


público. Para Salvat (citado por Cuba, 2006), “es el otorgado con las formalidades que la
ley establece, en presencia de un oficial público a quien la ley le confiere la facultad de
autorizarlo” (P. 97).

Asimismo, Borda (citado por Cuba, 2006) dice: “Que se llaman instrumentos
públicos los otorgados por un oficial público con las formalidades que la ley establece”
(P. 98).

Sin embargo, para Spota citado por Cuba (2006):

“El instrumento público tiene por principal nota característica que ha sido
otorgado ante un órgano Estatal (agente administrativo o funcionario) que posee
atribución por la ley para darle autenticidad; es decir, para conferirle los efectos propios
de la fe pública en lo que atañe a las circunstancias de haberse formulado la declaración
de voluntad y realizado los hechos jurídicos cumplidos por el mismo o que ante él suce-
dieron”. Frente a la posición adoptada por el maestro Spota, aparece la crítica que le
hace Luis María Boffi Boggero, quien señala que esta definición no es correcta, cuando
dice que la principal nota característica es haber sido otorgado ante un órgano Estatal
(agente administrativoo funcionario) porque en realidad no hay tal intervención, sin
embargo, Spota reconoce tales excepciones y que la ley asimila, para esos efectos, a los
funcionarios públicos. Si juzgamos lo analizado por el maestro Boffi Boggero,
encontramos que no sólo tiene razón, sino que además habría que tener en cuenta que
doctrinalmente el documento privado reconocido judicialmente tiene valor de documento
público, entre los que lo han suscrito e incluso respecto de sus sucesores, por lo que
tiene autenticidad; sin embargo, el hecho de que tenga valor de instrumente público no lo
convierto en tal, pues no son instrumentos públicos (Spota, citado por Cuba, 2006).

3.1.1. Definición de instrumentos públicos notariales

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Es el documento público autorizado y producido para probar hechos, solemnizar
o dar forma a actos o negocios jurídicos y asegurar la eficacia de sus efectosjurídicos
(Cuba, 2006).
Es aquel instrumento notarial autorizado por un notario. La palabra instrumento
deriva del verbo latino instruere, es algo que está destinado a instruirnos e informarnos
del pasado (lo que está escrito) (Freitas, 1993). Sin embargo, Larraud (citado por Cuba,
2006) señala que existen los documentos notariales inaparentes, donde el notario
interviene, sin ser un elemento formaldel mismo (P. 99).

En sentido jurídico, Cuba (2006), lo define como el papel escrito y, por lo


general, firmado para hacer constar un hecho o acto. En el sentido estricto es el
producto de un acto humano, perceptible, que sirve de prueba histórica, indirecta o
representativa de un hecho o acto.

Además, cita que la Ley del Notariado peruano considera que son instrumentos
públicos notariales los que el notario, por mandato de la ley oa solicitud de parte,
extienda o autorice en ejercicio de su función, dentro de los límites de su competenciay
con las formalidades de ley.

El instrumento notarial es una subespecie del documento, que se caracteriza y se


diferencia por su autor: el notario. El notario en tal caso, procede a dar al documento
forma y autenticidad, caracterizándose además por su corporalidad, causalidad,
especialidad y temporalidad. Sin embargo, Sentis, asegura, que actualmente carece de
importancia hablar de prueba instrumental o de prueba documental (Sentis citado por
Cuba, 2006. P. 100).

Aguilar (citado por Cuba, 2006) la considera como toda escritura, papel o
documento, hecho de la manera más conveniente, de acuerdo con las leyes, destinado a
probar, justificar o perpetuar la memoria de un hecho o hacer constar alguna cosa (p.
100).

Este tipo de documento tiene la característica fundamental de estar dotado de fe


pública, esto es, de autenticidad. La fe pública implica que la narración del notario sobre
un hecho se impone como verdad, se le reputa cierta. Por tal motivo, la única manera de

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dar fe respecto de un hecho es haberlo observado y presenciado. Por ello, la fe pública
consiste en la percepción sensorial de los hechos y dichos de las partes, sobre todo por
actos de vista y oído. Una vez percibido el hecho o acto (actum) este se documenta con
presunción de verdad (dictum). Como dice Vallet:
"Ante el hecho, el notario tiene como misión la autenticación; es decir, la de dar fe
de lo que ve, oye o percibe con sus sentidos”. (Vallet, citado por Gonzales, 2012. P.
1240-1241).

Sin embargo, “la intervención del notario en un instrumento no implica que todo él
se encuentre dotado de fe pública, pues ello dependerá del tipo de instrumento y de la
posición que ha tenido el notario con respecto del acto que documenta” (Carnelutti). Por
tanto, es necesario estar prevenido de la creencia vulgar de que toda certificación
notarial conlleva dotar de fe pública a la integridad del documento, de principio a fin, e
incluso en su contenido intrínseco (Carnelutti, citado por Gonzales, 2012, P. 1241).

Por otro lado, Gonzales (2012), refiere que el instrumento notarial por excelencia
es la escritura pública, que no se agota en la dación de fe pública, sino que se trata del
resultado de la labor de consejo notarial, por lo que no es correcto suponer que se trate
de certificar cualquier hecho, en bruto, sin tamiz jurídico, pues se supone que el notario
es un jurista especialmente calificado que, antes de recibir la declaración de voluntad
de las partes, explora la intención de los contratantes, los asesora y expresa el
propósito querido en la forma más acorde a la legalidad y a los fines lícitos que los
particulares pretendan lograr.
En consecuencia, el instrumento notarial expresa la doble actividad del notario,
que se resume en "dar forma” (asesorar y colaborar en la correcta expresión de la
voluntad) y "dar fe” (certificar exactamente el hecho ocurrido).

La definición de instrumento público que contiene la Ley del Notariado guarda


concordancia con las funciones que la misma ley asigna al notario como profesional del
derecho autorizado para dar fe de los actos y contratos que ante él se celebran. (Art. 2°
L.N.) (Vásquez, Siguas, Guillén, Salinas, Siguas y Quispe, 2006. p. 105). Por ello,
formaliza la voluntad de los otorgantes, redactando los instrumentos, a los que confiere
autenticidad, conserva los originales y expide los traslados correspondientes (Art. 2°

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L.N.). Siendo su función, también, la comprobación de hechos y la tramitación de
asuntos no contenciosos previstos en la ley de la materia (Art. 2° L.N.).
3.1.2. Clasificación de los instrumentos públicos notariales

Una primera clasificación de los instrumentos, para efectos del Derecho notarial,

es aquella que los divide en protocolares y extra-protocolares (Gonzales, 2012, P.

1243).

Los primeros son aquellos que se documentan en el protocolo del notario, esto
es, en su archivo cronológico, numerado y foliado de instrumentos, los cuales son
objeto de conservación y custodia por parte del notario. Para la mejor doctrina,
solamente estos son, propiamente, instrumentos públicos.

Los segundos, por el contrario, son aquellos redactados y de autoría de


particulares (instrumentos privados), sobre los que se atesta una certificación notarial
determinada respecto de cierto ámbito de la fe pública (legitimación de una fotocopia o
de una firma, etc.). Estos últimos, por su propia naturaleza de ser el resultado directo
de la actividad de los mismos particulares, no se documentan en el protocolo notario, ni
este los custodia o conserva. El artículo 25 de la Ley del Notariado señala que son
instrumentos protocolares, las escrituras públicas (típico instrumento protocolar) y las
demás actas que el notario incorpora al protocolo y que se encuentra obligado a
conservar. El artículo 26 de la misma Ley, agrega que son instrumentos públicos extra-
protocolares, las actas y demás certificaciones que se sobreponen al instrumento, y
que no se conservan en el protocolo.

Siendo una segunda clasificación de los instrumentos notariales la que distingue


entre escritura pública y actas.

Para tal efecto, debe tenerse en cuenta que la intervención notarial puede
referirse solo a la comprobación de un hecho de la realidad material o fenomenológica
(por ejemplo: el estado de una cosa), en cuyo contenido el instrumento que lo contiene
es típicamente un acta que narra una circunstancia, objeto de apreciación sensorial por
el notario; en cambio, si la intervención notarial implica la recepción de una declaración
de voluntad, en la que las partes consienten sobre un determinado acto jurídico y
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disponen de sus intereses, entonces el instrumento que lo contiene será una escritura
pública, en cuyo caso deberá identificarse a las partes, verificarse que estas actúen con
capacidad, libertad y conocimiento; recibir su declaración de voluntad, y finalmente
comprobar su conformidad.

También, menciona que la Ley del Notariado admite esta fundamental diferencia,
pues el artículo 51 define la escritura pública como todo instrumento notarial protocolar
que contiene uno o más actos jurídicos. Al contrario y en principio, las actas -que son
mera comprobación de hechos- no se documentan a través de escrituras públicas y, por
ende, son instrumentos extra-protocolares. Sin embargo, esta armonía lógica no se sigue
al pie de la letra, pues existen otras consideraciones que el legislador ha tomado en
cuenta.

Por otro lado, Cuba señala que la Ley del Notariado clasifica a los instrumentos
públicos notariales, en:
- Protocolares: tienen condiciones necesarias para revestir calidad de
documento notarial en las diferentes clases que admiten los originales producidos en el
protocolo, se trata de cuestión de existencia y no de persistencia (P. 104).

La ley del notariado los considera como aquellos que se documentan en el


protocolo del notario, esto es, en su archivo cronológico, numerado y foliado de
instrumentos, los cuales son objeto de conservación y custodia por parte del notario, y
son las escrituras públicas, instrumentos y demás actas que el notario incorpora al
protocolo notarial (Art. 25° L.N.).

Después de definir a los instrumentos públicos protocolares, es necesario


conocer la importancia de este tipo de instrumentos. Cabe resaltar de manera especial,
la importancia probatoria, como medio que sirve para asegurar la eficacia de los efectos
jurídicos del hecho, acto o negocio jurídico que contienen.
Constituyen los medios de prueba más eficaces ante cualquier circunstancia, más
aún en los procesos judiciales, arbitrales o de conciliación, donde los instrumentos
públicos protocolares ostentan un valor probatorio pleno.

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El valor probatorio de un instrumento notarial es pleno según la totalidad de las
leyes procesales, pero este valor está asistido de una presunción juris tantum, o sea, que
admite prueba en contrario.

La matriz que conserva el notario es de indudable utilidad para los otorgantes y


para toda persona que requiera seguridad jurídica respecto al hecho o acto jurídico
celebrado.

Recordemos que en los instrumentos públicos protocolares el notario está


obligado a calificar jurídicamente el acto. Esto quiere decir que el notario somete el acto
que se pretende formalizar a un test de legalidad; esto es, que examina si éste cumple
con las exigencias legales del tipo jurídico que contiene. Esta calificación es la
evaluación de los elementos e identificación del acto entre los distintos tipos legales que
componen el ordenamiento jurídico. De esta manera, el notario cumple con velar por la
legalidad de los actos en los que participa dando fe.

Nos corresponde, también, estudiar las características de los instrumentos


públicos protocolares y son:
 Se incorporan al protocolo.
 Son eminentemente formales.
 Gozan de la garantía de la autenticidad.
 Son medios de prueba ante terceros.
 Son públicos.
 Son ejecutivos.
 Producen efectos jurídicos.
 Son inscribibles, aunque no todos.
 Su contenido perdura a través del tiempo.
 Ostentan la calidad de prueba plena.

- Extra - protocolares: para Luis Alfredo Cuba Ovalle, los instrumentos


extra - protocolares son creados fuera del protocolo que se entregan en original a los
interesados, es el instrumento público autorizado por el notario, en original, con las

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formalidades de ley, en ejercicio de sus funciones y dentro los límites de su
competencia, en consecuencia se trata de documentos que tienen fe originaria (P. 105).
3.1.3. Protocolo notarial
Etimológicamente la palabra protocolo, proviene del latín protocollum que
significa la primera hoja pegada o encolada. Pero, Escriche (2001), considera que la
palabra protocolo proviene de la voz griega protos, que significa: “lo que está primero en
su línea y de la voz latina collium o collatio, que significa comparación o cotejo”. Es el
libro registro numerado, sellado o rubricado que lleva el notario (P. 113).

Es la colección ordenada y cronológica de registros en los que el notario extiende


los instrumentos públicos protocolares, con arreglo a ley (Art. 36° L.N.), (Gonzales,
2012). ¿Y qué es un registro? El registro notarial es un conjunto numerado de cincuenta
fojas ordenadas correlativamente, el cual debe ser autorizado antes de su utilización
mediante un sello y firma puesto en la primera foja del registro por parte de un notario
especialmente designado para este efecto, bajo el procedimiento y medidas de
seguridad que se fijen por el Colegio respectivo (Art. 39° L.N.). Por cada diez registros
(es decir, con 500 fojas) se forma un tomo, el que debe encuadernarse y empastarse en
el semestre siguiente a su utilización, los que serán numerados en orden correlativo (Art.
41° L.N.), (P. 1244:1245).

Para Borda, (citado por Cuba, 2006), este está compuesto de los instrumentos
públicos o privados protocolizados, que son incorporados por orden del Juez compe-
tente, previo reconocimiento, en el último caso, de las firmas que lo suscriben o
comprobación de su autenticidad (P. 115).

Así también, el avance de la tecnología ha determinado que la impresión de los


instrumentos notariales, se realice masivamente a través de medios computarizados.
Con el indudable avance de los Sistemas e Informática, es común esta impresión rápida
y de excelente calidad, ya sea de puntos, de inyección o láser. Es cierto que nuestra ley
notarial nos faculta a utilizar cualquier medio mecánico de impresión e inclusive a utilizar
nuestro puño y letra, pues, podríamos escribir nuestros instrumentos notariales a mano,
lo cual resultaría completamente desfasado con nuestra realidad, salvo la excepción el
testamento por escritura pública que debe ser escrito a puño y letra del notario.

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La forma y manera de llevar el protocolo es confiado al notario como profesional
del derecho, en garantía complementaria de autenticidad durante los términos
establecidos en cada país. Por ejemplo, en Argentina el notario puede conservarlo hasta
dos años o más, salvo las respectivas disposiciones de cada provincia, para luego pasar
al archivo de protocolos creado para tal fin. En España, los notarios por ejemplo,
conservan dichos protocolos hasta veinticinco años. Durante el tiempo de conservación
el notario es responsable por dicha custodia, debe mantener el secreto profesional y
exhibir los protocolos solo a los otorgantes de los actos jurídicos por él autorizados, a
sus sucesores y a pedido de ciertas autoridades, tales como un juez cuando las cir-
cunstancias lo exijan, respectivamente. Salvo en casos de fuerza mayor o en
circunstancias especiales determinadas por las leyes que rigen la materia, serán
extraídos de las escribanías. Jorge Llambias, considera que un requisito para la
incorporación a un protocolo notarial, es la escritura de protocolización del acta res-
pectiva.

Es de destacar que, originariamente, al igual que los bienes muebles e


inmuebles, los protocolos también se vendieron, pertenecían al dueño del oficio, quién
disponía a su antojo, durante su vida o para después de su muerte.

Hoy en día, la organización jurídica de nuestro país, confirma que los protocolos
notariales son propiedad del Estado.

El estudio del protocolo es muy importante porque es la génesis de todos los


instrumentos públicos autorizados por el notario, es la historia misma de cada país, por
ello es importante analizar si existe una conservación eficiente y si son óptimas las
condiciones de depósito.

Cuba Ovalle menciona que el protocolo notarial en el Perú está formado por una
colección ordenada de registros. Ahora bien, un registro, es un cuerpo organizado
compuesto de cincuenta fojas ordenadas correlativamente según su numeración, con la
formalidad y solemnidad de estar cada registro autorizado antes de su utilización, bajo
responsabilidad del notario, mediante un sello y firma puestos en la primera foja por un
miembro de la Junta Directiva del Colegio de Notarios, designado por el Decano, con
conocimiento de la Junta Directiva.

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3.1.3.1. Registros del protocolo notarial
El protocolo notarial está formado por los siguientes registros, cada uno de
los cuales se ordena y empasta en forma separada:
 De escrituras públicas.
 De testamentos.
 De protestos.
 De actas de transferencia de bienes muebles registrables.
 De actas y escrituras de procedimientos no contenciosos.
 De instrumentos protocolares denominados de constitución de garantía
mobiliaria y otras afectaciones sobre bienes muebles (art. 32 de la ley
28677 y Reglamento aprobado por DS 012-2006-JUS),
 Otros que la ley determine.

3.1.3.2. El registro de escrituras públicas


Es aquel en el que se extienden escrituras, protocolizaciones y las actas que la
ley determina (Art. 50° L.N.). Esta norma incurre en un error, pues en realidad solo son
dos los instrumentos susceptibles de ingresar al registro notarial: las escrituras públicas y
las actas. La protocolización no es en sí mismo un instrumento, pues esta consiste en la
incorporación de un documento determinado en el protocolo del notario, y que se
formaliza a través de un acta de protocolización (Romero, 2000, P. 56).

Sobre el particular, Gonzales (2012), menciona que es conveniente añadir que la


protocolización implica la incorporación al registro de escrituras de los documentos que
la ley, resolución judicial o administrativa ordenen, para lo cual se requiere extender un
ACTA en el registro de escrituras públicas, y, seguidamente, se agregan los
instrumentos referidos, al final del tomo donde corre sentada el acta de protocolización
(Art. 64°, 65°, 66° L.N.). Es menester precisar que este tomo es aquel que se forma por
cada diez registros (quinientas fojas), ordenadas correlativamente, según su
numeración; de esta forma, es al final del tomo, y no a continuación del acta de

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protocolización en que se incorporan los documentos. La finalidad de la protocolización,
no es otra que la custodia y conservación de estos documentos en el archivo del notario,
quien luego de ello podrá expedir copias o traslados (P. 1245 -1246).

Acota que es curioso señalar, también, que la protocolización de la comprobación


del testamento ológrafo debe extenderse en el Registro de Escrituras Públicas, y no en
el de Testamentos como debiera ocurrir de lege ferenda. Asimismo, para que surta
efectos, el testamento ológrafo debe quedar protocolizado en el plazo de un año, desde
la muerte del testador (Art. 707° CC). Si bien existen posturas que interpretan
literalmente esta norma, en el sentido de que el proceso judicial (no contencioso) de
comprobación de testamento ológrafo y la remisión del expediente para efectos de
protocolización, debe concluirse estrictamente en el plazo de un año de la muerte del
causante; sin embargo, en opinión del autor, esta norma debe entenderse en el sentido
de que el plazo de un año se computa para efectos de la presentación de la demanda o
la solicitud ante el juez, luego de lo cual las actuaciones posteriores retrotraen sus
efectos hasta esa fecha. Sostener lo contrario, implicaría que la eficacia del testamento
ológrafo quede sujeto a la simple aleatoriedad de la duración del proceso judicial, con la
consiguiente posibilidad de premiar la mala fe de quien lo dilate por no convenirle la
comprobación del citado testamento; en tal sentido, la interpretación literal de esa norma
conlleva darle valor jurídico a la celeridad o no del aparato judicial, y posibilitar que reine
la mala fe, en contradicción a la última voluntad del causante. Esta interpretación ha
recibido consagración en el Art. 834 CPC, por el cual se establece que de rechazarse la
solicitud de comprobación del testamento, entonces puede iniciarse un proceso
contencioso para ese fin, contándose con el plazo de un año desde que quedó
ejecutoriada la resolución del no contencioso, con la finalidad de presentar la nueva
demanda. Por tanto, el plazo del Código Civil debe entenderse reformulado a la luz del
Código procesal.
Por otro lado, también señala que las actas se extienden generalmente para
comprobar hechos por parte del notario, y en forma ordinaria son instrumentos extra-
protocolares, aunque, por excepción, pueden incorporarse al protocolo, normalmente
para efectos de conservación. Según el Art. 50° L.N., en el registro de escrituras públicas
puede extenderse solamente las actas que señala la ley; sin embargo, la propia Ley del
Notariado ha ampliado esta posibilidad, ya que el art. 96 indica que, A solicitud del

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interesado, los instrumentos extra-protocolares son susceptibles de incorporarse al
protocolo notarial.

El acta es la narración notarial de un hecho o un acto, a diferencia de la escritura


que es la declaración de la voluntad de las partes y se refiere siempre a un convenio o
contrato (Instituto de Investigación Jurídica, s.f.).
De todas estas definiciones se deduce que; las actas se refieren o contienen
relación de hechos; en cambio, las escrituras contienen actos jurídicos, contratos,
convenios, declaración de voluntad o consentimiento. Sin embargo hay algunas actas
como los protestos y las actas de testamento cerrado que se refieren a declaraciones de
voluntad.

Así mismo, la ley peruana no establece en forma definida la diferencia entre el


acta notarial y la escritura pública. El acta es más formal que sustancial; así las actas se
utilizan para los diversos actos en que el notario tiene que dar fe fuera de la escritura, es
decir su ámbito es mayor que el de las escrituras.

3.1.3.2.1. La escritura pública

Es el instrumento público protocolar por excelencia, original y matriz protocolar, a


través del cual se establecen, modifican, regulan o extinguen derechos personales,
patrimoniales y/o mixtos, tal como lo refiere Cuba.

Veamos algunas definiciones de los siguientes doctrinarios:

El tratadista español De las Casas (citado por el Instituto de Investigación


Jurídica, s.f.) dice que la escritura es el escrito auténtico en que se consigna y perpetúa
un título o un acto público, por el cual una o varias personas jurídicamente capaces,
establecen, modifican o extienden relaciones de derecho (P. 47).

Por su parte, el tratadista Novoa, dice que la escritura es el documento


autorizado por el notario con las solemnidades del derecho a requerimiento de una o
más personas o partes otorgantes, con capacidad legal para el acto o contrato a que se
refieren y por virtud del cual se hace constar la creación, modificación o extinción de
relaciones jurídicas particulares, con sujeción a las leyes y a la moral (Novoa, s.f.), (I.I.J.,
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s.f., P. 47).

Mientras que, el tratadista español Aguado (s.f.), en su Tratado de Legislación


Notarial, dice que la escritura se refiere a la creación, modificación y extinción de una
relación jurídica, o de manera general, exactamente contiene un negocio jurídico (I.I.J.,
s.f. P. 47).
Para Cabanellas (2001), la escritura pública, es:
"Un documento extendido ante notario, escribano público u otro fedatario oficial con atribuciones
legales para dar fe de un acto o contrato jurídico cumplido por el compareciente y actuante o por
las partes estipulantes” (P. 123)

En resumen, todas estas definiciones coinciden en que la escritura pública como


instrumento notarial, por su naturaleza, es la más importante, contiene los documentos
extendidos en el registro y que se refiere a los actos y contratos de las partes sobre
declaración de voluntad o sobre la realización de un negocio jurídico redactado de
acuerdo a la ley (I.I.J., s.f. P. 48).

Para comprender y tener un concepto de la escritura pública es necesario hacer


una breve historia de este instrumento. Tal y como lo menciona el Instituto de
Investigación Jurídica, en su obra Derecho Notarial, cuando dice que en los pueblos de
la antigüedad no existía la escritura pública, en la Edad Media aparece con categoría de
prueba, constituida con valor probatorio garantizado por el Estado. Máximo Paz, en su
obra Derecho Notarial, al referirse a la escritura pública de ese período, manifiesta que
tenía un valor tan importante que, al notario que incurra en falsedad se le cortaba la
mano.

La escritura pública como instrumento notarial alcanza su valor y plenitud en la


edad moderna y en la edad contemporánea, debido al avance que ha experimentado el
Derecho Notarial.

En el Perú, la primera vez que se habla de la escritura pública es en el Código de


Procedimientos Civiles de 1852, en que se expresa que las escrituras se otorgarán ante
el Escribano.

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Previsto en el Art. 51 de la Ley del Notariado, se considera que la escritura
pública es todo documento matriz incorporado al protocolo notarial, autorizado por el
notario, que contiene uno o ms actos jurídicos (Cuba, 2006).

De todos los instrumentos públicos notariales, el más importante es la escritura


pública. Es tan importante que algunos tratadistas consideran que la función notarial se
concreta al otorgamiento de la escritura pública (I.I.J., s.f. P. 47).
a) Clases:
Dentro de las clases, Cuba, menciona que los documentos protocolares por
excelencia son las escrituras públicas.
Estas se clasifican:
En razón de los comparecientes:
 Unilaterales: cuando comparece un sólo otorgante, en tal sentido, es
bueno precisar que la obligación resultante puede ser de carácter
unilateral, porque sólo una de las partes se ve obligada.
 Bilaterales o plurilaterales: cuando la escritura es otorgada por dos o
más comparecientes, en este caso estamos frente a un acuerdo, convenio
o contrato y pueden existir prestaciones recíprocas.
 En razón de la naturaleza de la relación jurídica:
 Intervivos: son las que se otorgan entre personas naturales o jurídicas,
es decir, entre personas vivas.
 Mortis causa: son las que se otorgan por causa de muerte de la persona
natural, por ejemplo tenemos el caso de un testamento por escritura
pública, que es otorgado por el testador (causante, de cujus, etc), en vida,
pero cuya eficacia surtirá efectos después de su muerte.
Según el tipo de contrato:
 Típico: son aquellos que se encuentran regulados por nuestra legislación,
en otros términos, son los llamados contratos nominados.
 Atípico: son aquellos que pese a no estar contemplados en nuestra
legislación, existen en la realidad, por lo que atendiendo a la libertad de
contratación garantizada en nuestra Carta Magna, no existiendo
prohibición alguna, pueden también otorgarse; dicho en otros términos,
estaríamos frente a los contratos innominados (P. 122).

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b) Estructura:
Así también, Cuba, agrega que la técnica documental tiene como principal
contenido el estudio de la estructura interna de los documentos, lo cual significa la
distribución y combinación de las distintas partes que integran su composición o texto. El
manejo fluido de la estructura interna pone de manifiesto la habilidad para combinar los
distintos elementos que plantea cada documento en su individualidad. Esta división en
partes posibilita estudiar en forma separada cada una de ellas, con lo cual se logra
mayor precisión y detalle en el análisis.
Por su parte, Etchegaray (2003), propone la siguiente estructura interna:
 Comparecencia: en el que se expresa lugar, fecha, nombre de notario,
personas que comparecen, datos personales; el juicio de capacidad
notarial y la fe de conocimiento.
 Intervención: el notario deja constancia de que los comparecientes actúan
por sí (en nombre propio) o en representación de otros.
 Exposición - estipulación: las partes exponen el negocio, mediante
cláusulas numeradas, debiendo ir de lo esencial a lo accesorio.
 Constancias Notariales: se incluyen las constancias de tipo fiscal y
administrativo que las leyes impongan, cerrándose el instrumento con la
mención de que ha sido leído, el consiguiente otorgamiento y firma de los
intervinientes ante el notario.

La ley del notariado (Art. 52°) establece que la estructura interna de la escritura
pública se divida en tres partes introducción, cuerpo y conclusión.

En la introducción, se expresa la comparecencia de los otorgantes, sus datos


personales y de identificación; en el cuerpo, se ubica la declaración de voluntad de las
partes y los comprobantes de representación u otros que sean necesarios; por último, la
conclusión contiene la mención de que el instrumento ha sido leído, por el notario o los
otorgantes a su elección, la ratificación del consentimiento por los otorgantes y las
firmas del instrumento.

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Según el art. 54° de la Ley del Notariado, la Introducción expresará lo
siguiente:

 Lugar y fecha de extensión del instrumento.


 Nombre del notario.
 Nombre, nacionalidad, estado civil, domicilio y profesión u ocupación de
los otorgantes, seguida de la indicación que proceden por su propio
derecho.
 El documento nacional de identidad DNI y los legalmente establecidos
para la identificación de extranjeros.
 La circunstancia de intervenir en el instrumento una persona en
representación de otra, con indicación del documento que lo autoriza.
 La circunstancia de intervenir un intérprete en el caso de que alguno de
los otorgantes ignore el idioma en el que se redacta el instrumento.
 La indicación de intervenir una persona, llevada por el otorgante, en el
caso de que éste sea analfabeto, no sepa o no pueda firmar, sea ciego o
tenga otro defecto que haga dudosa su habilidad, sin perjuicio de que
imprima su huella digital. A esta persona no le alcanza el impedimento de
parentesco que señala esta Ley para el caso de intervención de testigos.
 La fe del notario de la capacidad, libertad y conocimiento con que se
obligan los otorgantes.
 La indicación de extenderse el instrumento con minuta o sin ella.
 Cualquier dato requerido por ley, que soliciten los otorgantes o que sea
necesario a criterio del notario.

3.1.3.3. Registro de testamentos

En este registro, se otorgan el testamento por escritura pública y el testamento


cerrado. Es llevado en forma directa por el notario para garantizar la reserva que la ley
establece para estos actos jurídicos, donde el notario observará las formalidades
prescritas por el Código Civil.

Son de observancia, asimismo, para este registro, las normas generales de la ley
del notariado en cuanto sean pertinentes. Está normado que el notario debe remitir al

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Colegio, dentro de los primeros ochos das de cada mes, una relación de los testamentos
en escritura pública y cerrados extendidos en el mes anterior, para tal efecto, llevará un
libro de cargos, que será exhibido en toda visita de inspección. Queda prohibido al
notario informar o manifestar el contenido o existencia de los testamentos mientras viva
el testador, salvo que sea a solicitud de este, en cuyo caso el notario podrá expedir el
testimonio o boleta del testamento; sin embargo una vez fallecido, el informe o
manifestación deber hacerse por el notario con la sola presentación del certificado de
defunción del testador. Otorgado el testamento en escritura pública, el notario solicitará
la inscripción del mismo al Registro de Testamentos de la Oficina Registral que
corresponda, mediante parte que contendrá la fecha de su otorgamiento, fojas donde
corra extendido, nombre del notario, del testador y de los testigos, con la constancia de
su suscripción. En caso de revocatoria, indicar en el parte esta circunstancia.

Tratándose del testamento cerrado el notario transcribirá al Registro de


Testamentos de la Oficina Registral que corresponda, copia literal del acta transcrita en
su registro, con indicación de la foja donde corre. En caso de revocatoria del testamento
cerrado, transcribirá al Registro de Testamentos de la Oficina que corresponda, el acta
en la que consta la restitución al testador del testamento cerrado, con indicación de la
foja donde corre extendido.

Existen controversias doctrinarias respecto de las ventajas y desventajas del


testamento cerrado. La única ventaja que ofrece el testamento cerrado es la de asegurar
el absoluto secreto de las disposiciones testamentarias en vida del causante. Ello puede
ser necesario en determinadas circunstancias.

Sus desventajas son en cambio, importantes y notorias. En vida del causante


existe riesgo normal de pérdida o destrucción inherente a cualquier documento y que es
mayor o menor según las precauciones que se tome; pero muerto el testador, no solo
existe el riesgo anterior, sino también el de ocultación maliciosa por quienes lo tienen en
su poder o a su alcance y no desean su efectividad, y el de su apertura prematura e
indebida por quienes no saben que solo puede ser abierto en el procedimiento judicial
16
respectivo. A estas contingencias se une el peligro de que en el procedimiento de su
apertura y aprobación judicial y por las rigurosas exigencias del Art. 1232 del Código
Procesal Civil, quienes fueron testigos de su otorgamiento, sea por olvido o por malicia,
al ser examinados por el juez hagan declaraciones, según las cuales no se cumplió
estrictamente con alguna de las formalidades exigidas por la ley, tal como el hecho de no
haber estado presente el testigo en el acto mismo, sino haber firmado posteriormente
(I.I.J., s.f. P. 149).

A las contingencias, anteriormente señaladas, se unen los mayores gastos que


este testamento ocasiona, que no estén limitados, como se ha podido observar, a los de
su otorgamiento, sino que también incluyen los del procedimiento de su apertura judicial
y los no menos importantes referidos a la protocolización notarial del expediente
respectivo. Por estas razones no es recomendable el empleo de esta clase de
testamento.

3.1.3.4. Registro de protestos

El Instituto de Investigación Jurídica, señala que este registro está conformado


por las actas que el notario sienta, para dejar constancia del requerimiento del pago de
una obligación. Siendo el protesto la respuesta que se da a un Notario por parte del
obligado en un documento de crédito o cambio.

Para Falcione, el protesto es la constatación de un hecho por un Notario.


Mientras que para, Vivante, el protesto es el acto público indispensable para probar el
exacto cumplimiento de los requisitos exigidos por la ley para el ejercicio de la acción
cambiarla y sus resultados. Asimismo, para Quimera el protesto es el acta notarial
acreditativa de la falta de aceptación o pago de una cambiara que tiene por fin hacer
constar la falta de aceptación o pago de las mismas (I.I.J., s.f.).

La doctrina española, considera a las actas de protesto como de presencia. En


nuestra legislación está contemplada en los Art. 75° a 77° del Decreto Legislativo 1049.

En este registro, refiere se extienden las actas de protesto de los títulos valores.
Pueden llevarse registros por separado para títulos valores distintos, para hacer posible
17
su uso en formatos impresos (Vásquez et al. 2006).

También, señala que el protesto se hace en el lugar de presentación para el


pago, según la naturaleza del título, para dejar constancia de que este no ha sido
aceptado o no ha sido pagado, aun cuando la persona designada para aceptar o pagar
estuviere ausente o hubiere fallecido. El protesto se entiende con la persona que se
encuentre en el lugar donde debe practicarse la diligencia.

Este registro funciona, señala Cuba (2006), por el notario asignando una
numeración correlativa a cada título, según el orden de presentación por parte de los
interesados para los fines de su protesto, observando las formalidades señaladas en la
ley de la materia. Igualmente, en este mismo registro se anotarán los pagos parciales,
negación de firmas en los títulos valores protestados u otras manifestaciones que
deseen dejar constancia las personas a quienes se dirija la notificación del protesto, en
el curso del día de dicha notificación y hasta el día hábil siguiente. Son también de
observancia para el registro de protesto, las normas generales de la Ley del Notariado,
en cuanto sean pertinentes. Se podrán llevar registros por separado para títulos valores
distintos, para hacer posible su uso con formularios impresos; así mismo, se podrán
llevar registros separados para títulos valores sujetos a protesto por falta de aceptación,
por falta de pago y otras obligaciones, expidiendo certificaciones a favor de quienes lo
soliciten (P. 140).

3.1.3.5. Registro de actas de transferencia de bienes muebles registrables

En este registro se extenderán las actas de transferencia de vehículos y de otros


bienes muebles identificables y/o incorporados a un registro jurídico que la ley determine.
Este registro, para el autor, no estaba contemplado en la ley N° 1510 y es el Decreto Ley
N° 26002 que introduce dentro de la función notarial, la existencia de un registro ad hoc
para las actas de transferencia de bienes muebles, fundamentalmente para las
transferencias de vehículos, pudiéndose utilizar asimismo para los demás bienes
muebles que tengan el carácter de identificables y/o incorporados a un registro jurídico
que la ley determine. Como se puede apreciar el Decreto Legislativo N° 1049 sobre este

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particular y en otros varios, no ha hecho sino transcribir lo que ya estaba establecido en
la ley que le precede (Decreto Ley N° 26002).

Antes de la dación del Decreto Ley N° 26002, la transferencia de vehículos


usados se efectuaba sólo mediante contrato privado con firmas legalizadas
notarialmente, los que se utilizaron indistintamente con las actas de transferencia
notarial, hasta que la Superintendencia Nacional de los Registros Públicos, restringió su
utilización a estas últimas, dando plena vigencia a lo dispuesto por la ley.

Por su parte, Gonzales (2012), señala que si las actas de transferencia vehicular
tienen una regulación propia (Arts. 78° al 80° LN) es lógico inferir que estas normas, por
especialidad, son las que deben actuarse en primer lugar; sin embargo estos preceptos
son de carácter muy genérico y se limitan a reconocer la existencia del registro, los actos
que se documentan en él y la autorización para utilizar formatos preimpresos (P. 1294).

Por ello, agrega que esa situación obliga a buscar otro conjunto de normas que
sean aplicables a las actas de transferencia vehicular. En tal caso, encontramos los
preceptos generales para todo tipo de instrumento protocolar y que están contenidos en
los Arts. 36° al 49° L.N. Empero, aquí se regula fundamentalmente cómo se lleva el
registro, cuántas fojas lo comprenden, cuando se forma un tomo, qué ocurre si se pierde,
etc. Por tanto, nada se dice sobre aspectos fundamentales relativos a la elaboración
misma del acta, sus requisitos formales y sustantivos, las exigencias para la intervención
de los sujetos, la declaración de voluntad de las partes, entre otros aspectos.

Esta laguna sobre la forma misma de redactar, atestar (certificar) y documentar el


acto jurídico de transferencia vehicular, se salva por medio del Art. 79 de la Ley en
cuanto establece que este tipo de actas se regula por las normas precedentes del mismo
título de la ley, y en cuanto sean pertinentes. Pues bien, las normas que preceden ese
título regulan las escrituras públicas, los testamentos y los protestos; y si tenemos en
cuenta que las actas vehiculares no tienen analogía alguna con los testamentos ni con
los protestos, entonces resulta evidente que solamente serán aplicables los Arts. 50° al
66° LN, referidos al registro de escrituras públicas, en cuanto sean pertinentes. Esta
identificación entre acta vehicular y escritura pública no es antojadiza, pues en ambos
instrumentos se documentan declaraciones de voluntad con efecto vinculante, pero de
19
carácter ínter vivos, es decir, se trata de un acto privado de derecho. Nótese que cuando
la intervención notarial implica la recepción de una declaración de voluntad, en donde las
partes consientan un determinado negocio jurídico y disponen de sus intereses,
entonces el instrumento que lo contiene será una escritura pública, en donde se
identifica a las partes, se verifica que estas actúen con capacidad, libertad y
conocimiento; se recibe su declaración de voluntad, y, finalmente, se comprueba la
conformidad de la declaración de las partes con el texto documentado. La Ley del
Notariado, al identificar las actas vehiculares con las escrituras públicas por medio del
Art. 79°, hace que las normas de estas últimas sean aplicables a las primeras.

La legislación fiscal y administrativa imponen algunos requisitos adicionales que


el notario debe cumplir (requisitos de escritura pública) a fin de llevar a cabo la
documentación.

Entre esos requisitos tenemos los siguientes:


 Indicar en el instrumento si el pago del precio se ha realizado con medio
de pago bancario, o en efectivo, a efecto que el adquiriente pueda
sustentar el gasto con efectos tributarios o utilizarlos como crédito fiscal.
Aquí debe insertarse una constancia en el mismo documento notarial (Ley
N° 28194, Ley para la lucha contra la evasión y para la formalización de la
economía). En caso que el notario se límite a indicar que el interesado "no
le mostró medio de pago”, entonces deberá entenderse que el pago, ya
reconocido por las partes en el instrumento, se ha realizado en efectivo,
mediante la sola declaración efectuada en el negocio jurídico.

3.1.3.6. Registro de actas y escrituras de procedimientos no contenciosos

Los asuntos no contenciosos

En principio, Couture define la jurisdicción como la función pública, realizada por


órganos competentes del Estado, con las formas requeridas por la ley, en virtud de la
cual por acto de juicio, se determina el derecho de las partes, con el objeto de dirimir sus
conflictos y controversias de relevancia jurídica, mediante decisiones con autoridad de
cosa juzgada (Gonzales, 2012).
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En el ámbito de los asuntos no contenciosos, siempre que ello sea así por
esencia, no está en juego la jurisdicción, según Gonzales, por cuanto no existe
contienda o controversia de intereses. Por eso, hace mucho tiempo, la doctrina habla de
"jurisdicción voluntaria” para englobar determinados procedimientos en los que se busca
legalizar o legitimar una situación jurídica (poner fin a una incertidumbre jurídica), sin que
exista litis (P. 1319).

Normalmente se habla de "asunto no contencioso” como sinónimo de "jurisdicción


voluntaria". La jurisdicción voluntaria tiene un origen fundamentalmente histórico pues en
cierto momento de desarrollo del Estado de derecho se necesitaba de un órgano estatal
que legalizase o comprobase las situaciones de hecho, razón por la que se encomendó
al Poder Judicial, dentro de la doctrina de la separación de poderes, que resuelva estas
solicitudes.

Agrega Gonzales, que la jurisdicción voluntaria es competencia de un juez, pero,


cuando conoce de los asuntos no contenciosos. El término "voluntario” proviene de la
circunstancia que la potestad jurisdiccional propiamente dicha, opera en el ámbito
conflictivo, por lo que fuera de ello, se trata de una competencia voluntaria, facultativa,
casi de un añadido sobreabundante que otorga la ley.

Nótese que ambos conceptos están vinculados, pero no son sinónimos. El asunto
no contencioso, carente de conflictividad, puede ser conocido por las instancias
judiciales (jurisdicción voluntaria) o administrativas o privadas (municipalidades,
administración pública, notarios). Estos últimos, por la obvia razón de que no ejercen
potestad jurisdiccional, no pueden asumir, ni por analogía, la terminología específica de
"jurisdicción voluntaria”.

En la actualidad, sin embargo, refiere que existe una tendencia mundial creciente
para regresar las competencias no contenciosas a los órganos ajenos a la jurisdicción,
ora desde la perspectiva teórica por negarle naturaleza propia de jurisdicción, ora desde
la perspectiva práctica por la necesidad de aliviar las labores del juez.

El origen del proceso no contencioso, denominado también por la doctrina como


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jurisdicción voluntaria, se halla en el Derecho Romano, en el que ya se hacía distingo
entre la jurisdicción contenciosa y la jurisdicción voluntaria. Según sostiene Antonio
Fernández de Bujan, en su obra Jurisdicción Voluntaria en el Derecho Romano, se
entiende por jurisdicción contenciosa, a la que hace referencia a la actividad que el
magistrado ejercita en los procesos civiles y, a partir del siglo III D.C., también abarcaba
a los procesos penales que tienen lugar entre litigantes o intercontendientes. Opuesta a
la Jurisdicción contenciosa, se halla la jurisdicción voluntaria que, como dice el doctor
Gutiérrez Alviz en su Diccionario de Derecho Romano, es aquella en la que el
magistrado interviene sin litigio o conflicto, colaborando en la celebración de un acto o
negocio jurídico. En tales casos deben conjugar las siguientes características:
voluntariedad de las partes (no incluido el magistrado), ausencia de conflicto del
intereses entre las partes y asesoramiento de las mismas. Consideramos, finalmente,
que los asuntos no contenciosos no constituyen una verdadera y propia jurisdicción,
pues en ella no está presente el elemento indispensable del conflicto ni el efecto de la
cosa juzgada; por lo que será conveniente que estos asuntos deben ser fin propio de la
labor notarial, que es función de seguridad jurídica ya que sólo el Estado delega la
facultad de ejercerla, con el principal propósito de servir a la sociedad y descongestionar
en forma efectiva la labor del Poder Judicial (I.I.J., s.f. P. 369- 370).

Por su parte, Gonzales (2012), expone las bases para determinar cuándo una
pretensión es no contenciosa: todo conflicto de intereses, en el cual un sujeto
perfectamente identificado sufre la pérdida de un derecho sin su asentimiento, constituye
el ámbito propio de la jurisdicción, ya que ésta busca poner fin a la controversia a través
del órgano al que la Constitución ha delegado en exclusiva, para tal fin, al Poder Judicial.
Siendo ello así, el notario no puede intervenir en la tramitación de procedimientos de
prescripción adquisitiva, pues ello implica arrogarse el ejercicio de la función
jurisdiccional (P. 1320).

Alguien sostendrá, por ahí, que en estos procedimientos notariales no hay


contención, siempre que el propietario no se oponga. Craso y grosero error. Si ese fuera
el argumento, entonces todas las pretensiones jurídicas, absolutamente todas, deberán
ser de conocimiento del notariado. Así, tendremos notarios que ejecutan hipotecas, que
declaran y llevan adelante el concurso de acreedores, que declaran la propiedad, o que

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cobran deudas. Todo será posible a condición que el demandado no se oponga, pues en
tal caso el asunto será no contencioso, agrega.

Es evidente que las pretensiones jurídicas no se califican de contenciosas o no


contenciosas por el hecho coyuntural, aleatorio y causal de que el demandado se
oponga, conteste o formule contradicción. Nada de eso. La contención, y con ello la
exclusividad del Poder Judicial, para conocer de dichos asuntos, se justifica por la
necesidad de romper o quebrar la resistencia de un sujeto pasivo individualizado que se
niega a cumplir la pretensión de un sujeto activo.
Pondremos algunos ejemplos de Gonzales (2012), que aclararán el tema. Un
acreedor cobra una deuda al obligado. Es necesario vencer el rehúse del deudor a
cumplir, incluso contando con la colaboración de un juez para forzar la entrega de bienes
y su ejecución para destinarlo al pago de la deuda. Si el obligado no comparece, ello no
elimina que este asunto sea contencioso por esencia. Lo mismo acontece, por ejemplo,
con la ejecución de hipotecas (P. 1321).

Ahora bien, no solo las acciones de condena (obligaciones de dar o hacer) son
contenciosas, sino también las acciones declarativas, en las que solamente se exige el
reconocimiento o comprobación de un derecho o de una determinada situación jurídica,
como ocurre con el caso típico de la acción declarativa de dominio (o mejor derecho de
propiedad, según la idea que subyace en este término jurídico de corte nacional). En
esta última no se condena a nada, simplemente se dilucida quien es el propietario de un
bien, pero el tema es claramente contencioso pues con ella se fuerza a un sujeto que no
quiso reconocer una cualidad jurídica que es invocada por un tercero. Nadie podrá
sostener con mínima sensatez que los procesos de mejor derecho de propiedad deben
delegarse al notario cuando no hay oposición.

Pues bien, la misma situación se presenta en el proceso de prescripción


adquisitiva de dominio, pues aquí se pretende extinguir el derecho de un propietario, y
siempre contra su voluntad, por lo que se va a forzar su resistencia mediante un acto de
jurisdicción. La usucapión, tanto como la acción de mejor derecho de propiedad,
reivindicación, interdicto o desalojo, siempre tendrá la condición de contenciosa. Es de
su naturaleza y esencia, por lo que resulta irrelevante que el demandado se oponga o

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no. En efecto, ¿cómo puede ser no contencioso un proceso que inviste a un simple
poseedor como propietario en contra de la voluntad del titular actual y que, además,
deroga y cancela el derecho de este último? ¿Cómo puede ser no-contencioso un
proceso que implica cancelar el asiento (derecho inscrito) del antiguo dueño (art. 952°
CC)?
La respuesta es obvia y lo confirma el Derecho Comparado: se trata de un asunto
contencioso, y así ocurre en todos los ordenamientos jurídicos, con alguna excepción
muy particular (Portugal). Nótese que los países que acogen el sistema del Notariado
Latino, siempre han reclamado la asunción de materias jurídicas no-contenciosas, pero
nunca se han manifestado a favor de declarar el derecho de propiedad o de reconocer la
usucapión.

El Art. N° 1 de la Ley N° 26662, establece la competencia alternativa de los


jueces y notarios en los asuntos no contenciosos de rectificación de partidas, adopción
de personas capaces, patrimonio familiar, inventarios, comprobación de testamentos
cerrados y sucesión intestada.

De los seis casos contemplados en la versión primigenia de la ley, tres de ellos


concluyen en el otorgamiento de una escritura pública (rectificación de partidas,
adopción de personas capaces, patrimonio familiar); tres requieren la extensión de un
acta (inventarios, comprobación de testamentos cerrados, sucesión intestada, patrimonio
familiar).

De esos seis casos, para el autor, se han incrementado por leyes especiales, la
separación convencional y divorcio ulterior (Ley N 29227 y su Reglamento aprobado por
Decreto Supremo N 009-2008-JUS), el reconocimiento de unión de hecho y la
convocatoria a Junta obligatoria anual y Junta General (Ley N° 29560, publicada el 16 de
julio de 2010).

3.2. Las Protocolizaciones

Concepto, Caracteres, Finalidad y Clases


La protocolización es la incorporación al Registro de Escrituras Públicas de los
documentos que la Ley, resolución judicial o administrativa ordenen. Esta incorporación
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se realiza sentando un Acta en el registro y agregando los documentos al final de
tomo donde corre sentada el Acta de Protocolización. Es menester precisar que este
tomo es aquel que se forma por cada diez registros (500 fojas), ordenadas
correlativamente según su numeración; de esta forma es al final del tomo y no a
continuación del Acta de Protocolización. La finalidad de la protocolización no es otra
que la custodia y conservación de estos documentos en el archivo del notario, quien
luego de ello podrá expedir copias o traslados. Es curioso señalar que la protocolización
de la comprobación del testamento ológrafo debe extenderse en el Registro de
Escrituras Públicas y no en el de Testamentos como debiera ocurrir. Asimismo, para
que surta efectos el testamento ológrafo, este debe quedar protocolizado en el
plazo de un año desde la muerte del testador (Artículo 707 del Código Civil). Si bien
existen posturas que interpretan literalmente esta norma en el sentido que el proceso
judicial no contencioso de comprobación de testamento ológrafo y la remisión del
expediente para efecto de protocolización, debe concluirse estrictamente en el plazo de
un año de la muerte del causante; sin embargo en opinión de Gunther Gonzales
Barrón, en su obra Introducción al Derecho Registral y Notarial, esta norma debe
entenderse referida a que el plazo de un año se computa para efectos de la
presentación de la demanda o solicitud ante el juez, luego de lo cual las actuaciones
posteriores retrotraen sus efectos hasta esa fecha. Sostener lo contrario implicaría que
la eficacia del testamento ológrafo quede sujeto a la simple aleatoriedad de la duración
del proceso judicial, con la consiguiente posibilidad de premiar la mala fe de quien dilate
el proceso por no convenirle la comprobación del citado testamento; en tal sentido, la
interpretación literal de esa norma conllevaría a darle valor jurídico a la celeridad o no
del aparato judicial y posibilitar la mala fe de quien pretenda desconocer la última
voluntad del causante.

El Acta de Protocolización contendrá, según el Artículo 65˚ del D. Legislativo


1049 del Notariado:
a) Lugar, fecha y nombre del Notario. b) Materia del documento
c) Los nombres de los intervinientes
d) El número de fojas de que conste; y
e) Nombre del juez que ordena la protocolización y del secretario cursor y
mención de la resolución que ordena la protocolización o la indicación de

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estar consentida o ejecutoriada o denominación de la entidad que solicita
la protocolización.

El notario agregará los documentos materia de la protocolización al final del tomo


donde corre sentada el Acta de Protocolización. Por ningún motivo los documentos
protocolizados podrán separarse del registro de escrituras públicas.

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