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Formas de exclusión educativa

NÚRIA FRAGO

La exclusión educativa se expresa de distintas formas. Además de las múltiples realidades en que se manifiesta,

el autor pone el énfasis en los discursos que se construyen para identificarla y en las políticas que se aplican para

combatirla, porque, en cierto modo, más o menos sutilmente, también la crean, justifican y legitiman.

La perspectiva de la exclusión representa una determinada


manera de hablar y pensar el fracaso escolar, entendido como
una privación indebida de contenidos, experiencias y aprendi-
JUAN M. ESCUDERO MUÑOZ zajes a los que todas las personas tienen derecho. Para analizar
Universidad de Murcia. las distintas expresiones o formas de exclusión, se pueden tomar

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direcciones diferentes y echar mano de argumentos variados. aunque con significados e implicaciones diferentes, tienen un
En este texto se pretende considerar, entre otros posibles, tres carácter similar los resultados periódicos de pruebas como PISA
planos en los que cabe localizarlas. Primero, la realidad de cier- o los obtenidos y publicados a partir de la realización de las eva-
tos hechos, más o menos visibles, que están ahí; segundo, los luaciones de diagnóstico aplicadas por las comunidades autó-
lenguajes y las explicaciones predominantes, que también exis- nomas. Unos y otros representan formas reales, a gran escala y
ten, pero que suelen pasar más desapercibidas, y tercero, las diferenciadas según categorías más específicas, a nivel nacional
políticas y las prácticas más habituales que se utilizan para res- y autonómico, a cursos y áreas del currículo, y en ocasiones a
ponder a unas u otras expresiones de riesgo y de fracaso escolar. centros escolares.
Esas tres aproximaciones aluden a asuntos y niveles que, siendo Los datos al respecto hacen posible comparaciones, sirven
diferentes, mantienen entre sí ciertas relaciones que conviene para generar una cierta conciencia escolar y social del problema
identificar y comprender. y, con bastante frecuencia, son utilizados partidariamente para
Nadie osaría negar que, en efecto, haya realidades múltiples pasarse de unos a otros la patata caliente del fracaso, así como
que son evidencias de que el fracaso escolar o la exclusión edu- para justificar reformas mediante las cuales cada nuevo gobierno
cativa son compañeros inseparables de los sistemas escolares, promete resolverlo.
de los de antes y de los de ahora mismo. Es preciso advertir que Reiteradamente, a pesar de que en determinados momentos
sean cuales fueren, no son independientes de las palabras y los se pueda presumir de logros parciales (ha sido el caso en los dos
discursos que se utilizan, no solo para levantar acta neutral de lo últimos años), la persistencia de índices de fracaso o de progre-
que sucede, sino también para, en cierto sentido, crearlo y san- so insatisfactorio del alumnado sigue como una roca, casi ina-
cionarlo. También se puede decir que hay políticas explícitas movible, como si de una fatalidad se tratara.
(acaso también omisiones) destinadas a prevenir o remediar el El carácter real de ese tipo de formas bien merece ser puesto
fracaso y los riesgos de llegar al mismo, y que, al tiempo que entre comillas. Aunque PISA u otras fuentes de información ofre-
pretenden combatir la exclusión educativa, es posible que re- cen datos de interés, no dejan de ser el resultado de una deter-
presenten formas más o menos sutiles de legitimarla, quizás por minada concepción, construcción y medida de las capacidades
apoyarse sobre discursos inadecuados o desfigurar los datos escolares, de algunas más que de otras. Muestran una cierta fo-
sobre los que se justifican. tografía de los rostros del éxito o del fracaso, pero no ofrecen
De acuerdo con lo anterior, el texto que sigue está organizado una presentación objetiva, si es que pudiera haberla, de ellos.
en tres puntos. En el primero se deja constancia de algunas formas Respecto a las cifras que trata y documenta el Ministerio de Edu-
reales de la exclusión, en el segundo nos referiremos a las que cación (MEC), ofrecen poco más que resultados brutos, que son
pueden calificarse como formas discursivas, y en el tercero, para muy difíciles de valorar con sentido. Las formas de exclusión que
terminar, se hará mención a algunas formas políticas o prácticas muestran son borrosas y prácticamente imposibles de interpre-
más conocidas, y se ofrecerán algunas valoraciones sobre ellas. tar, al basarse, en realidad, en las calificaciones no homologadas
Los análisis teóricos y las referencias empíricas proceden de del aprendizaje, por parte de docentes cuyos criterios y proce-
investigaciones realizadas sobre alumnado en riesgo, por el Gru- dimientos de evaluación quedan en la sombra.
po de Investigación Equidad e Inclusión en Educación (EIE), de A pesar de esas limitaciones, las formas numéricas de la ex-
la Universidad de Murcia, y la Red Universitaria de Investigación clusión educativa merecen atención. En un sentido, porque, aun-
e Innovación Educativa (Reuni+d), a los que pertenezco. Son que son lejanas y abstractas, ofrecen fotografías, como la tasa
también tributarios de la colaboración mantenida con otros co- de no graduación en ESO, por citar un caso, indicativas de que
legas, principalmente de las Universidades de Granada (Grupo algo en el sistema no va bien: excluye a más sujetos de los que
de Investigación FORCE) y del País Vasco (Grupo de Investiga- sería razonable. En otro sentido, porque permiten apreciar que
ción GIU 11/09), con quienes hemos compartido proyectos. En la exclusión se distribuye de forma desigual. En nuestro contex-
otros números de Cuadernos de Pedagogía (Escudero, 2007 y to, como está bien documentado, afecta más a estudiantes que
2008) se han ido adelantando otras aportaciones. pertenecen a clases y familias de menor capital económico, so-
cial y cultural, y a etnias y culturas minoritarias. Muestran diferen-
cias según la variable de sexo, también el nivel educativo (a
Formas reales medida que se sube por la pirámide escolar es mayor su inci-
dencia), o el colegio al que asiste el alumnado (el riesgo y la
El fracaso escolar es un fenómeno que tiene muchas caras. Las exclusión tienen una presencia mayor y más diversa en los cen-
hay que son, por decirlo de algún modo, objetivas y visibles, y por tros públicos que en los privados y concertados).
ello concitan una mayor atención. Otras, sin embargo, no son ob- - Al lado de esas formas indicadas, hay otras que también
jetivas ni visibles y, por tanto, no atraen todas las miradas que existen –tienen un carácter de realidad con mayores efectos y
serían convenientes. Sin pretender una relación exhaustiva, las forman parte de la cotidianidad escolar de los sujetos: alumna-
que siguen ilustran diversas expresiones de la exclusión educativa. do, profesorado, centros, familias–, pero que no concitan tanta
- Posiblemente los informes elaborados y divulgados, por par- atención pública ni preocupaciones oficiales u oficiosas como
te de la Administración y por estudiosos del tema, que docu- las anteriores. En este plano más cercano, las formas de la ex-
mentan diferentes datos y estadísticas, índices de no graduación clusión dejan de ser estadísticas para convertirse en sujetos
en determinadas etapas clave de la escolaridad o tasas de repe- singulares a los que afectan de manera más visible y pública,
tición, absentismo más o menos severo o no idoneidad en de- oculta o privada. Calificaciones y catalogaciones se hacen visi-
terminados cursos, son algunas de las formas más visibles y cuan- bles en las caras de los estudiantes que aprueban o suspenden,
tificadas de riesgo escolar o exclusión educativa. También, son etiquetados como capaces o incapaces, interesados o des-

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motivados, aplicados o revoltosos.
Representan algo así como foto-
grafías personales que circulan for-
mal o informalmente por los cen-
tros, departamentos, ciclos o aulas
con determinadas implicaciones
bien conocidas. Y, al afinar la mi-
rada, se puede apreciar también
la existencia de otras formas más
sutiles, como las que atañen a la
mayor o menor calidad de vida
escolar de los estudiantes, a sus
sentimientos y vivencias de la es-
cuela y el estudio, al sentido o sin-
sentido de lo que se les enseña y
se les pide que aprendan, a su ma-
yor o menor apego, pertenencia
y reconocimiento en el currículo

NÚRIA FRAGO
escolar, las aulas, las relaciones
sociales y personales, sus deseos
y gusto por el estudio, o la distan-
cia y aversión hacia el mismo.
Allí donde la exclusión se per-
sonaliza termina afectando a la
identidad escolar (también perso-
nal y social) del alumnado, a sus
expectativas referidas al presente
y el futuro, a sus imágenes de sí,
de la escuela y de los otros. Cuan-
do se adoptan las lentes adecua-
das, se puede observar que la ex-
clusión adquiere formas cognitivas
(privan de conocimientos y capacidades), afectivas
(privan de valoraciones positivas de sí, del sentido de
capacidad, responsabilidad y esfuerzo) y sociales (privan de
cuidados, sentido de pertenencia, apoyo, relaciones basadas
en derechos y deberes). Todos estos matices y coloraciones
permiten afirmar, pues, que la exclusión no solo tiene muchas
caras. También consta de ingredientes muy diversos y por ello
ese fenómeno resulta tan difícil de entender como de afrontar
adecuadamente. cados por los riesgos, vulnera-
- Las formas de exclusión son distintas según los momentos de bilidad, dificultades o necesidades
la vida y de la trayectoria escolar del alumnado en que aparecen, especiales, todavía se les concede el
o la intensidad y extensión de la privación que suponen. Así, beneficio de la posibilidad: ellos mismos
mientras que algunas aparecen a finales de etapa (Primaria o Se- y otros pueden impedir que no lleguen al
cundaria, por ejemplo), otras se sitúan en cursos intermedios, y destino amenazante que sobrevuela sus cabe-
son singulares dentro de ellas las correspondientes a evaluaciones zas. Es el terreno de la prevención y de la lucha contra el fracaso.
trimestrales o finales. Atendiendo a sus contenidos, el abanico - Las tres modalidades de formas de exclusión señaladas con-
posible es amplio. Pueden afectar a un número reducido de áreas centran la mirada sobre los estudiantes, pero sería incorrecto dar
y aprendizajes, o a muchas de ellas y de manera más severa. Ha- a entender que solo en ellos se manifiestan. En realidad, si hay
blando en general, los tiempos en que aparece la exclusión o los sujetos y colectivos que aquí y ahora tienen y nos muestran sus
riesgos de llegar a ella, y la intensidad y extensión de los apren- rostros de no ir bien o fracasar, no existen ni viven en el vacío.
dizajes dañados, conforman uno u otros problemas escolares. Surgen, son creados y sancionados en centros y en otros con-
Cabe hablar de formas que revelan exclusiones consumadas textos sociales y personales de relación, en los cuales las caras
(salida del sistema sin los aprendizajes debidos ni las cualifica- del riesgo y la exclusión son más o menos visibles, más o menos
ciones correspondientes) y formas que pueden calificarse como estructurales y sistémicas. Es decir, la exclusión dibuja sujetos
riesgos de exclusión. Los rostros de los estudiantes marcados excluidos o en riesgo y, también, centros, docentes, entornos,
con las primeras son, en sentido fuerte, los del fracaso escolar, políticas excluyentes, quizás también marginados y marginales.
con todas las connotaciones y secuelas que comporta. A los to- Guste o no, el hecho es que, si en el espejo escolar se reflejan

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imágenes de estudiantes que no progresan adecuadamente y celencia, al tiempo que huyen de nombrar la inequidad y las
fracasan, en cierta medida cabe atribuirlo a cómo está compues- desigualdades, como si del demonio se tratara? ¿Se diría y se
to ese espejo, a qué fotografías elabora y devuelve a algunos haría lo que suele hacerse respecto al fracaso escolar si lo pa-
de sus moradores, y a qué hace con ellas. Pero esto nos intro- deciera por igual la prole de las familias más poderosas que la
duce en el punto siguiente. de los sectores más desfavorecidos y con menos poder? Es de-
cir, así como en la práctica tanto valen las acciones como las
omisiones, en los discursos son reveladoras las cosas dichas y
Formas discursivas las que dejan de ser dichas.
Además de en los silencios, las formas discursivas de la exclu-
La exclusión educativa, además de expresarse en formas como sión se muestran explícitas en términos y lenguajes de uso fre-
las descritas, también lo hace con las que pueden calificarse cuente, en operaciones sobre ciertos estudiantes, así como en
como discursivas. Por rebuscada que parezca esta denominación, los patrones de explicación y atribución de responsabilidades
es pertinente: este tipo de caras no solo están al lado de las an- más instaurados en determinados contextos y tiempos. Al estu-
teriores, sino que incluso las constituyen. Es necesario conside- diar en nuestro contexto los programas destinados al alumnado
rarlas para comprender adecuadamente el fenómeno complejo con dificultades escolares más serias (Escudero, 2005; Martínez,
de la exclusión, sus ingredientes e implicaciones. En los estudios 2011), pudimos apreciar que los centros y las aulas están llenas
sobre la exclusión social se habla con acierto de la exclusión dis- de palabras que hablan de “estudiantes que no pueden”, que
cursiva (Herzog, 2011); en los más específicos acerca de la ex- “pueden pero no quieren”, que pertenecen a “familias deses-
clusión educativa, se reconoce el papel central que desempeñan tructuradas”, que “pasan de la escuela y además molestan a los
las definiciones, catalogaciones, etiquetas y explicaciones del demás”. Son solo muestras parciales, pero significativas, de la
fracaso escolar (Escudero, González y Martínez, 2009; Zyngier, existencia de sistemas de juicio, clasificación, catalogación y eti-
2011). A fin de cuentas, las estructuras y las decisiones, los fac- quetaje (a veces estigmas fuertes) que circulan por la educación.
tores, los procesos y los resultados que intervienen en que de- No lo hacen sin consecuencias. Fijan representaciones, valora-
terminadas personas sean privadas de bienes sociales o educa- ciones, expectativas, y sustentan, como es bien sabido, profecías
tivos no solo constan de hechos y actuaciones, sino también de que llegan a cumplirse. Por si ello no fuera suficiente, es muy
palabras, lenguajes y discursos. común su inclusión dentro de un esquema inveterado de atribu-
Las dificultades o los fracasos escolares que existen y que son ción de responsabilidades basado en estas premisas: “Cuando
valorados como problemas no solo conciernen a cosas que pa- los estudiantes no están por la labor y las familias se desentien-
san, sino también a las palabras con las que las nombramos, a den, el fracaso escolar está cantado”; “El éxito o el fracaso es-
los criterios utilizados para calificar, a las explicaciones con las colar es un mérito personal, no una dádiva”. Son muestras par-
que buscamos responsables de lo que sucede, a los argumentos ciales, pero ilustrativas, de que hay discursos que no solo hablan
de que echamos mano para justificar lo que procede o no hacer. de exclusión, sino que son excluyentes. Quizás porque, al echar
O sea, hay realidades de exclusión y también discursos exclu- balones fuera, se trata de proteger al sistema, los centros y los
yentes. Están hechos con términos dichos y cargados de reso- docentes (también a otros) de tener que realizar sus propios
nancia social y personal, y, paradójicamente, también de silencios. cambios. Esta forma mental (discursiva) de exclusión puede lle-
Proponen determinadas explicaciones y dejan de lado otras di- gar a ser tan potente que, de no alterarse, las acciones dirigidas
ferentes. Los discursos sociales y educativos sobre la exclusión a combatir el fracaso pueden ser estériles.
o el fracaso, al tiempo que sirven para identificar, definir y levan-
tar acta de las formas antes descritas u otras similares, también
las crean, las constituyen, las justifican. De ahí que sea inexcusa- Formas políticas y prácticas
ble advertir sobre algunas de sus manifestaciones.
La primera tiene forma de ausencias, de silencios. Se pueden Para hablar con propiedad del tercer tipo de formas de exclu-
apreciar en lo que se dice o se calla sobre el fracaso. Como aler- sión educativa, habría que referirse singularmente a las políticas
tó Michel Foucault (1992), los discursos sociales son y significan existentes u omitidas destinadas a ofrecer segundas oportuni-
tanto por lo que tratan como por lo que, relegados a una con- dades a sujetos o colectivos cuya exclusión escolar se ha consu-
dición de asuntos tabús, omiten, dejan bajo un tupido velo. Es mado. Tienen un indudable interés, pero vamos a centrar la
posible que algunas de las razones más de fondo que nos ayu- atención en aquellas que se disponen dentro del sistema, en la
den a comprender por qué y cómo persisten tantas formas de última etapa de la educación obligatoria, con el propósito de
fracaso y por qué afectan desigualmente a sujetos y colectivos responder a los riesgos de fracaso.
tengan algo que ver con el empeño, más o menos sistemático En el contexto español, y desde mediados de los noventa con
e interesado de los “controladores” de las palabras y discursos, la implementación de la LOGSE (1990), se han venido desple-
en que algunos asuntos queden en la sombra, en que ciertas gando políticas diversas en orden a ofrecer determinadas res-
preguntas raramente sean formuladas. puestas al alumnado con más dificultades. A los programas de
¿Es razonable, por ejemplo, que casi un tercio del alumnado diversificación curricular, iniciación profesional, o de refuerzo,
no llegue a graduarse en ESO? ¿Se debe solo a que hay alum- orientación y apoyo (PROA), se han ido añadiendo otros muchos
nos incapaces, desmotivados, objetores y revoltosos? ¿O quizás (González, Méndez y Rodríguez, 2009). Hace poco, el Gobierno
también a que pudiera haber docentes y centros acreedores de anterior (MEC, 2010) dispuso y concertó con las comunidades
etiquetas similares? ¿Qué significa el hecho de que algunas autónomas hasta diecisiete programas, agrupados en cinco ca-
fuerzas sociales y políticas hablen mucho más de calidad y ex- tegorías: mejora del rendimiento, modernización del sistema,

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evaluación y calidad, Formación Profesional y formación del pro- actuaciones que han venido representando una lucha activa con-
fesorado. Empezaron a suponer un claro esfuerzo, aunque se- tra el fracaso como la que se ha venido sosteniendo. Y otra, bien
guramente pendiente de una mejor coordinación y vertebración diferente, las previsibles omisiones flagrantes que la obsesión,
sistémica que, lamentablemente, va a quedar truncada por los otra vez, de habilitar meras estructuras de redistribución del alum-
recortes en curso. A pocos días de llegar el nuevo Gobierno, no nado, según sus méritos y rendimiento, va a suponer. Es fácil
se ha hecho esperar el anuncio de nuevas políticas. La pretensión adivinar quiénes serán los perdedores.
esencial de alterar la estructura de la ESO (reducida a tres cursos) Las tres formas de exclusión descritas son algunas expresiones
y la del Bachillerato y la Formación Profesional (ampliadas ambas de la complejidad del fracaso escolar. Al captar cada una y rela-
con uno más) no solo apunta a orillar todavía más la lucha contra cionarlas entre sí, se puede afirmar con fundamento que, para
el fracaso, sino a desandar caminos iniciados cuyo cierre perju- combatirlo, no basta con hacer cosas, sino que hay que pensar
dicará, una vez más, a los más desaventajados. muy bien lo que se haga. No vale cualquier reforma, sino aque-
Algunas investigaciones (por ejemplo, las citadas en la biblio- llas ideas, culturas, relaciones, políticas y prácticas que estén
grafía) realizadas sobre ciertos programas de prevención del fra- efectivamente al servicio del derecho de todos a una buena
caso dan pie a ofrecer un par de consideraciones al respecto. En educación. Si, como se está planteando ahora, se retoca la “ar-
primer lugar, es justo resaltar que para muchos chicos y chicas quitectura” del sistema (así lo dijo el otro día el nuevo ministro),
han supuesto segundas oportunidades antes de salir del sistema o realmente se ignora aquello de lo que se habla, lo que se bus-
que, en alguna medida, han prevenido formas severas de exclu- ca es, quizás, algo diferente a reducir el fracaso o la exclusión
sión. Muchos profesores y profesoras han volcado en ellos lo educativa.
mejor de sí mismos, han restañado heridas intelectuales, perso-
nales y sociales. Son una parte de logros innegables y de actua-
ciones que, de ser canceladas, dejarán vacíos de desatención y
mayor desamparo para muchos.
Pero, en segundo lugar, también es cierto que algunas de esas
medidas mostraron cosas por mejorar. En ocasiones, sus mejores
propósitos de inclusión no han impedido que hayan sido formas para saber más
sutiles o explícitas de exclusión. En parte, porque hay programas
que son tardíos y reactivos. Porque se encuentran con huellas,
a agua pasada, que el riesgo acumulativo previo fue dejando en  Escudero, Juan M. (2005): “Fracaso escolar, exclusión educativa.
el alumnado y resultan muy difíciles de remediar. También por- ¿De qué se excluye y cómo?”. Profesorado. Revista de Currículum
que, al ser sacados fuera del currículo y la enseñanza regular, y Formación del Profesorado, vol. 9, n.º 1.
han sido en ocasiones marginales en los centros, vistos y llevados  — (2007): “Viejas y nuevas dinámicas de exclusión educativa”.
a cabo como actuaciones parciales y especializadas, desconec- Cuadernos de Pedagogía, n.º 371 (septiembre), pp. 86-89.
tadas de las responsabilidades, prioridades y compromisos con-  — (coord.) (2008): “Buenas prácticas ante el riesgo de exclusión
juntos por parte de todo el profesorado (y otros agentes). No es en la ESO”. Cuadernos de Pedagogía, n.º 382 (septiembre, Tema
raro, igualmente, que se basen y propicien concepciones y re- del Mes), pp. 52-79.
laciones, con el alumnado en riesgo, nutridas de calificaciones y  Escudero, Juan M.; González, M.ª Teresa; Martínez, Begoña
etiquetas, incluso estigmas severos, propios de una ideología (2009): “El fracaso escolar como exclusión educativa: comprensión,
del déficit y el demérito personal que se proyecta sobre un cu- políticas y prácticas”. Revista Iberoamericana de Educación, n.º
rrículo mermado, una enseñanza remedial y de bajas expectati- 50, pp. 41-64.
vas. “Los alumnos y alumnas –suelen decir quienes trabajan con  Foucault, Michel (1992): El orden del discurso. Buenos Aires:
estos estudiantes– llegan al programa muy tocados, no solo en Amorrortu.
lo académico, sino también en lo personal y social”; “Ya es bas-  González, M.ª Teresa; Méndez, Rosa; Rodríguez, M.ª Jesús (2009):
tante con que recuperen aprendizajes instrumentales y pongan “Programas de atención a la diversidad: legislación, característi-
algo de orden en sus vidas”; “Si les exiges algo más, se duer- cas, análisis y valoración”. Profesorado. Revista de Currículum y
men”; “Son chicos y chicas muy machacados, pertenecientes a Formación del Profesorado, vol. 13, n.º 3.
familias desestructuradas”.  Herzog, Benno (2011): “Exclusión discursiva. Hacia un nuevo
De manera que, si en algunos sentidos ese tipo de políticas concepto de exclusión social”. Revista Internacional de Sociología,
merecen la valoración que procede, por no dejar de lado a quie- vol. 69, n.º 3, pp. 607-626.
nes no van bien, lo que de hecho les proponen y lo que eso  Martínez, Begoña (2011): “Luces y sombras de las medidas de
significa en el concierto escolar son formas sutiles de exclusión atención a la diversidad en el camino de la inclusión educativa”.
atenuada. Y es que, por añadidura, constituyen un pretexto para Revista Interuniversitaria de Formación del Profesorado, n.º 70
que los órdenes organizativo, pedagógico y docente (también (25:1), pp. 165-184.
el administrativo y social) miren hacia otro lado sin tener que  MEC (2010): Programas de cooperación territorial 2010-2011.
cuestionar sus presupuestos, sus modos de operar y la existencia Madrid: MEC.
sutil o abierta de formas políticas y prácticas variadas de exclu-  Zyngier, David (2011): “(Re)conceptualising risk: left numb and
sión. Son, por otro lado, un síntoma que invita a reflexionar acer- unengaged and lost in a no-man’s land (seems to) work for at-risk
ca de por qué y cómo el currículo y la enseñanza regular siguen students”. International Journal of Inclusive Education, vol.15, n.º
sin representar un territorio habitable (incluyente) para todos. 2, pp. 211-231.
Con toda certeza, sin embargo, una cosa sería mejorar ideas y

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