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Gustavo Blázquez *
“y me siento en el aire si tengo que cantar”
RODRIGO. “Soy Cordobés”.
Introducción
En este trabajo se describen y analizan las figuras coreográficas que pro-
tagonizan los jóvenes y adolescentes de los sectores populares cordobeses
cuando danzan “Cuarteto” en la pista de baile. A través de la observación
etnográfica y del registro videográfico como de entrevistas y de la recrea-
ción de los movimientos coreográficos con algunos sujetos fuera del ám-
bito del baile, distinguimos diferentes figuras coreográficas. Según podrá
observarse, las mismas organizan a los participantes y a sus movimientos
en dos grupos genéricamente diferenciados por sus posiciones y comple-
mentarios en sus desplazamientos. Estas performances coreográficas, según
nuestra hipótesis de lectura, pueden describirse como realizaciones per-
formativas por medio de las cuales los agentes “hacen género”.
* Gustavo Blázquez es Doctor en Antropología Social por la Universidad Federal de Río de Janeiro.
Actualmente se desempeña como Profesor Titular de Historia de la Cultura en la Facultad de Filo-
sofía y Humanidades de la Universidad Nacional de Córdoba.
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en relación a la juventud, la sexualidad y masculinidades desde los años
1980. (Abramo, 1994; Auyero, 1992; Caiafa, 1985; Fachel Leal (ed),
1992; Margulis, 1997 y 2003; Novaes, 1996; Reguillo, 2000; Vianna, 1988;
Zaluar, 1985). No obstante, nuestras respuestas no siempre se encamina-
ron en la dirección recorrida por estas investigaciones.
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biología o del aprendizaje), entonces la demostración de género se refiere
a las descripciones convencionalizadas de estas correlaciones” (Goffman,
1976:69). Para el autor, estas demostraciones dan cuenta del género que
aparece como una mera representación dramática de un guión normativo
anterior.2
Un poco de sexo
Para salir de las paradojas formadas a partir de la oposición entre el esen-
cialismo y el constructivismo, Butler plantea tomar en cuenta las borra-
duras, las exclusiones, los seres abyectos que aparecen presentes en el
discurso como fantasmas amenazantes y erotizados. En el espacio de los bai-
les de Cuarteto podríamos decir que tanto la travesti como el homosexual
masculino o la lesbiana ocupan estas posiciones fantasmáticas y abyectas
(Blázquez, 2005). Un adolescente entrevistado señalaba:
“El travesti y el gay son uno de los factores más impresionantes de la gente, caso que
uno va por la primera vez y se da cuenta. Estos dos factores son uno de los más peli-
grosos en lo que se habla de baile y hacen dar miedo”.
Estas presencias “queer”, que con sus actos y formas cuestionarían el sis-
tema sexo/género y la oposición naturaleza/cultura, demuestran, espe-
cialmente en el caso de las travestis, cómo la materia corporal no es un mero
sitio o superficie sino “un proceso de materialización que se estabiliza a tra-
vés del tiempo para producir el efecto de frontera, de permanencia y de su-
perficie que llamamos materia” (Butler, 2002[1993]:28). La materia
aparece como el efecto de un poder regulatorio de modo tal que la mate-
rialidad del sexo es producida de modo forzado por medio de la repetición,
es decir performativamente.3 En este sentido, es posible pensar cómo una
actividad tan repetitiva como el baile coreografiado que describiremos más
adelante labra los cuerpos exigiendo o inhibiendo la acción de determinados
grupos musculares. También es posible pensar cómo la coreografía (pro)mue-
ve determinados atributos corporales. Así, la danza no exige que quienes
dicen ser mujeres exhiban sus pechos y muevan los contornos de sus cuer-
pos (curvas) mientras obliga a los que buscan ser varones a mantenerse fir-
mes, con las caderas exageradamente adelantadas y con una bragueta
abultada mediante determinados dispositivos como los pliegues exagera-
dos de un pantalón de jean bastante holgado.
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Esta repetición persistente e inestable a partir de la que se “hace género”
teje una matriz heterosexual que se funda y a la vez hace posible el bina-
rismo macho/hembra. De acuerdo con el análisis de Butler (2001[1990])
este sistema se sostiene a partir de la suposición ilusoria de una relación
mimética entre sexo y género, donde el primero marca los caminos del se-
gundo. Sin embargo, no tendría sentido definir al género como la inter-
pretación cultural del sexo dado que éste ya es una categoría dotada de
género. “¡Viva el papo (la vagina) sino (sic) seríamos todos putos”! sostie-
ne un graffiti anónimo de una plaza de un barrio cordobés donde vive una
población consumidora de bailes y música de “Cuartetos”.
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La construcción discursiva del sexo como oposición binaria macho/hembra
no sólo se aplica a los humanos y otros mamíferos. Este modelo atraviesa
todo el campo de las Ciencias Naturales y se impone aún como forma cla-
sificatoria para los organismos unicelulares y las macromoléculas (Spanier,
1991; Haraway, 1995). Este binarismo, performativamente construido y
a partir del cual se instituye una cierta forma de diferencia, requiere para
su funcionamiento la consagración de una determinada forma de práctica
erótico-genital: la heterosexualidad exclusiva y obligatoria.
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mismos no indaga acerca de la producción práctica de la heterosexualidad
y su fuerza performativa.
Primeros pasos
Durante los primeros años del presente siglo desarrollamos una etnografía
de los bailes de Cuarteto en la ciudad de Córdoba. Durante un fin de semana
suele haber en la ciudad entre cuatro y siete grandes bailes a cada uno de
los cuales asisten entre mil y tres mil jóvenes pertenecientes a los sectores
populares de la metrópolis mediterránea. La música con la cual se animan
“en vivo” estas reuniones danzantes, el Cuarteto, fue declarada género fol-
klórico de la provincia de Córdoba por el poder Legislativo local durante
el 2000. Las orquestas de “Cuarteto” o “Cuartetos” están formadas por
ocho a catorce miembros, todos ellos varones (supuestamente) heterosexuales.
Estas sonoridades surgieron a mediados de la década de 1940 como una mo-
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dificación de la música producida por las “orquestas características que in-
terpretaban piezas musicales de carácter alegre. A lo largo de los años, es-
tas sonoridades fueron perdiendo vigencia y otros ritmos, especialmente
afro-caribeños, fueron incorporados. De este modo, actualmente, la músi-
ca de “Cuarteto” se asemeja notablemente a otras especies musicales lati-
noamericanas como el merengue dominicano y la formación de las orquestas
es comparable a la de las Sonoras caribeñas.
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