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ARNOLDO LIBERMAN

ALTALENA
CONTRAPUNTO

índice

primer movimiento
El mandato secreto
1

segundo movimiento
En la ciudad
de los puntos suspensivos
un mono judío busca a Dios

31

Diseño y cubierta de Patricia Graff tercer movimiento


Desde la estatura de un niño
Primera edición abril 1982 al náufrago metódico
Segunda edición diciembre 1983
. © 1982 Amoldo Liberman 73
Altalena Editores SA
Cochabamba 2
cuarto movimiento
Madrid 16
La misa nona
Fotocomposición de Comphoto 145
Nicolás Morales 40
Madrid 19
Impreso en España por
Postfacio
Gráficas M A R - C A R , S. A. 168
Ulises 95
Madrid 35
Destino particular
Printed in Spain
Depósito legal: M . 40650-1983 169
ISBN: 84-7475-158-6
La misa nona

cuarto movimiento

la canción de la tierra
la penúltima tempestad
la heredad del fuego
sinfonías: novena y adagio de la décima

145
«Parece que la Novena es el límite. Aquel que quiere ir más
allá debe desaparecer. Aquellos que escribieron una Novena
Sinfonía estaban demasiado cerca del Más Allá.»
Arnold Schonberg
(refiriéndose a la Novena de Mahler)

«Una libélula: quitadle las alas, un grano de pimienta!


Un grano de pimienta: agregadle dos alas, una libélula!»
Basho
(poeta zen)

«Sí, si suprimiesen, si borrasen el nombre de Mozart, se


derrumbaría la única columna que hasta ahora impidió que
no todo se me desplomara en un caos infinito, en una
terrible nada.»
Soren Kierkegaard

«Mis obras actuarán por sí mismas, ahora o más tarde. ¿Es


necesario estar presente cuando uno se hace inmortal?»
E n julio de 1908 Mahler escribe a Bruno Walter:
«Hablo de enigmas porque usted no puede saber
nada de lo que he pasado y lo que pasa en mi interior.
Gustav Mahler No es, desde luego, un miedo hipocondríaco a la muerte,
como usted supone. Sé desde hace mucho tiempo que
«La música es la revelación de lo absoluto bajo la forma
del sentimiento.»
tendré que morir. Sin tratar de explicar ni de describir
una cosa para la que no existen palabras, digo simple-
Georg Wilhelm Friedrich Hegel mente que de repente he perdido toda la calma y la
paz interior que había alcanzado. Me encuentro cara a
cara con la nada y a partir de ahora, al llegar al térmi-
no de mi existencia, debo comenzar a aprender a .andar
y a sostenerme de pie.» El protagonista de esa vida ful-
gurante, de una dedicación al arte sin precedentes en la
historia, vuelve a flaquear. Otra vez su cíclica metamor-
fosis lo signa. Esta vuelta de tuerca es ya cercana de su
muerte y sobre todo, es contemporánea de la inquietan-
te certeza de esta muerte. El ingenuo Mahler, el ines-
crupuloso Mahler, el temperamento sanguíneo donde
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es difícil discriminar al místico del utilitario, al insupe- mentó, y mentir a lo que está por encima de nosotros.
rable técnico del iluminado creador, al irritante de- Escribo esto de cualquier manera. Ahora mismo, cuando
miurgo del tiernísimo amigo, al colérico director del deje la habitación, seré tan tonto como los demás. ¿Qué
hábil componedor, al inspirado estremecido del frío es en nosotros lo que piensa? ¿Qué es lo que actúa? Es
calculador, al enamorado del amor del lejano amante, extraño, pero cuando escucho música —incluso si la di-
todo en él es contradicción viva, respiración gozosa y a rijo yo— oigo respuestas muy precisas a todas mis pre-
la vez taciturna, morriña y plenitud equivalentes, dolor guntas y todo es para mí perfectamente claro y seguro.
y fervor de vivir. El inquietante testigo de la naturaleza O más bien, lo que me parece comprender claramente
que incluía en sus pentagramas el canto de los pájaros es que no son realmente preguntas.» ¡Qué nueva simili-
del bosque, no hesitaba en perseguirlos a tiros cuando tud con el pensamiento kafkiano! En su aforismo nú-
interrumpían su trabajo en la cabana con sus gorjeos. mero 39 escribe Kafka: «Antes yo no comprendía por
Paradoja hecha latido. Clamor, imprecación, ternura, qué no recibía ninguna respuesta a mis preguntas. Hoy
crueldad, ímpetu, misericordia, encono, temor, ende- no comprendo cómo podía creer que podía preguntar.
blez, consentimiento, terquedad, todo habita su impo- Pero yo no creía en absoluto, solamente preguntaba.» La
nente corazón. Busca reposo pero no lo desea. Dice no música es la definitiva respuesta pero no responde a un
temer a la muerte pero le teme. Dice ver el mundo pero interrogante sino que es ella el mismo interrogante. El
éste se le desvanece frecuentemente cuando el mandato lugar del universo donde todo se hace transparente para
secreto lo somete. No pierde tiempo porque sabe que su Mahler. Cuando en el final de Das Lied vori der Erde
tiempo no es generoso. Tiene fe en la vida pero vive Mahler dice: «Voy hacia mi país, hacia mi refugio», lo
cara a cara con la nada. Escribirá en 1909: «Hay tantas que está haciendo una vez más es quedándose dentro de
cosas, demasiadas cosas que podría decir acerca de mí su música, demorando su definitiva residencia, aloján-
mismo, que no puedo ni comenzar. He sufrido tanto dose entre sus corcheas como el exacto lugar donde
durante estos dieciocho últimos meses que apenas puedo podrá reposar su cansado corazón. No hay preguntas
contarlo. ¿Cómo podría tratar de describir una crisis pero en ella están las respuestas. Esa es la auténtica
tan abrumadora? Veo todo bajo una luz totalmente canción de la tierra. El hombre que sabía más que nadie
nueva. Soy presa de tales transformaciones que no me de la euforia de vivir con un destino claro es a la vez ese
asombraría si me encontrase en un nuevo cuerpo (como solitario que, gigantesco y frágil, "bebe el dolor de la
Fausto en la escena final). Tengo más avidez de vida tierra".» Esa tierra que tiene un canto y que es ese canto
que nunca y encuentro "la costumbre de estar en la quien lo consuela de estar en ella. Dice Bruno Walter
vida" más dulce que nunca. En este momento los días respecto de Das Lied von der Erde: «El hombre que ha
de mi existencia son como los libros sibilinos (...) Qué levantado el edificio de la Octava Sinfonía «en armonía
absurdo dejarse sumergir por el brutal torbellino de la con lo eterno» ¿puede también ser quien contempla la
vida, mentirse a uno mismo aunque sólo sea un mo- juventud con la mirada de conmiseración de la vejez,
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quien se esfuerza por olvidar la belleza ante el absurdo
de la existencia? De su fe por la vida habían nacido sus
obras precedentes. Sabiéndose ahora amenazado por una
grave enfermedad, Mahler, como el príncipe André de
Tolstoy, se desinteresa por la existencia y este desapego
transforma sus pensamientos y su creación. Empleando
la fórmula de Spinoza, Mahler escribió La canción de la
tierra sub especie mortis. La tierra desaparece, el músi-
co respira otro aire, una luz nueva brilla encima suyo,
y entonces lo que compone es una obra totalmente nueva:
por el estilo de escritura, por la invención musical, por
la instrumentación y la estructura de los diferentes mo-
vimientos. Es la más subjetiva de sus obras (...) la tierra
es un campo ilimitado de emociones para él que pronto
va a abandonar la vida.» La nostalgia y el tiempo —esos
dos habitantes permanentes del mundo mahleriano — se
potencian en esta primera mitad de su testamento. «La
muchacha de La canción de la tierra —escribe Theodor
Adorno— envía a su amado "largas miradas nostálgi-
cas". Tal es la mirada de la obra misma, llena de deseos
y de dudas, volviéndose al pasado con una ternura infi-
nita, como sólo lo hubiera hecho el ritardando de la
Cuarta Sinfonía, pero como también lo hace Proust en

m
su Búsqueda aparecida en la misma época. Las mucha-
chas en flor de Balbec son las mismas jóvenes chinas
que Mahler dibuja "cogiendo flores". El final del lied
Von der Schónheit —una página de las que se concede
a la música una vez cada cien años— vuelve a encon-
trar el tiempo como perdido sin retorno.» Y muchas
veces ese tiempo sin retorno tiene la dramática fugaci-
•KdF tel? AKTIENeBELLSCKAFr ' T "'.''i- '•'' ' ,. dad del amor. Y del deseo hecho momentáneo estreme-
W V V
^' - , ^ ¡' W.EN ... |FIPZIC '' Afc cimiento. Y del placer que nos arraiga y nos desarraiga
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del absoluto. «Una copa de vino, en su momento, vale
Partitura Octava Sinfonía 151
más que todas las riquezas de la tierra» cantará Mahler para mi corazón solitario! Voy hacia mi país, hacia mi
en está obra. Serie de canciones unidas entre sí hasta refugio! Renuncio para siempre a los vastos horizontes!
adquirir la fisonomía de un grandioso fresco sinfónico, La Mi corazón silencioso espera su hora! La tierra adorada,
canción de la tierra vendría a ubicarse como la Novena por todas partes florece en primavera y vuelve a ser
Sinfonía de Mahler pero, por las supersticiones tradicio- verde! Siempre, por todas partes, resplandecerá el hori-
nales de la historia de la música, que Schónberg explí- zonte azul! Eternamente... eternamente...» La voz, siete
cita en uno de los epígrafes de este movimiento, Mahler veces seguidas, cada una más lejana y bajo el acompa-
decide no numerarla. Piensa así jugarle una broma al ñamiento de la celesta, volverá a retomar este «eterna-
destino. Llegó incluso a poner el número 9 para luego mente». Dice Marc Vignal: «La música, en un dismi-
borrarlo. Más tarde comenzó a escribir lo que hoy es su nuendo que infaliblemente corta el aliento, se disuelve
Novena Sinfonía diciendo: «En realidad es mi Décima en el silencio, como el solitario se disuelve en el seno de
porque Das Lied von der Erde es realmente la Novena.» la Naturaleza. Para nosotros, oyentes, no se acaba: está
Finalmente cuando estaba escribiendo los esbozos de lo interrumpida. La conclusión, si existe, se sitúa más lejos,
que hoy es su Décima inconclusa y que en realidad es la en el más allá.» Es aquí donde encontré —junto al tercer
Undécima, expresó: «Ahora el peligro ha pasado.» En movimiento de su Primera, El Todtenfeier y el último
realidad no fue totalmente así —quizá un emergente movimiento de su Segunda, en su Tercera y las jocun-
transaccional con el destino— porque Mahler, igual das maneras de su Cuarta, en la increíble Quinta con
que Beethoven, que Schubert, que Bruckner, no pudo su Marcha Fúnebre y en la melodía de Alma de la Sexta,
llegar a escribir la Décima. en los hondones de la Séptima, la majestuosidad sin lí-
La canción de la tierra está inspirada en poemas mites de la Octava y en esa definitiva —para mí— al-
chinos de los siglos VIII y IX, traducidos al alemán por tura inalcanzable por otro músico de su Novena, fue allí,
Hans Bethge. Mahler tenía leído estos poemas —agru- en ese final de Das Lied von der Erde donde encontré la
pados bajo el nombre de La flauta china— desde 1907. razón misma de este homenaje. Mein Herz ist mude.
Es interesante señalar los títulos de los poemas que Meine kleine Lampe Erlosch mit Knistern (Mi corazón
Mahler seleccionó: Canción báquica del dolor de la está abrumado. Mi pequeña lámpara se ha consumido).
tierra, El solitario en otoño, De la juventud, De la be- Así como Sopeña Ibáñez señala que quisiera tener
lleza, El borracho en primavera y El adiós. La duración siempre en la Misa una emoción como en la Segunda de
de la obra es de aproximadamente una hora. No es mi Mahler, así llevo yo, prendido del esternón, ese «Eterna-
intención transitar prolijamente los textos de esta magna mente» que me conecta irrenunciablemente con el abso-
obra pero sí quiero traer el final, pleno de sugerencias luto. Con ese estremecimiento sagrado que es saberse
sobre los sentimientos de Mahler: «Oh, amigo mío, la justificado ante esa angustia y ante ese temblor. Uno,
dicha sobre la tierra no me ha sonreído! ¿Me preguntas oyente consuetudinario de Mahler, que ha aprendido a
dónde voy? Voy hacia las montañas, a buscar reposo compartir con él la ebriedad y el delirio, que ha encon-
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so, terrible y dulce, desasistido y glorioso, enfervorizado
trado repetidamente el camino hacia el éxtasis, que ha y débil, es el más notable protagonista de los temores,
sabido —por fin de una manera incanjeable— que el de las ansiedades y de los triunfos del hombre en el si-
corazón y el entusiasmo tienen razones que la razón no glo XX. Y si esto no alcanzara, la desasosegada relación
entiende, que se ha confundido en la textura misma de de Mahler con la sexualidad y la muerte, sería sufi-
unos sonidos irrepetibles, que en ese contacto con el ab- ciente testimonio que nos hallamos ante un hermano,
soluto ha logrado no olvidar aquella frase de Kirilov ante un contemporáneo de nuestros propios miedos y
sobre Stavroguin «cuando cree no cree que cree y cuando nuestros propios sobresaltos.
no cree no cree que no cree», que no hay lucidez sin des- Mahler es contratado por la Metropolitan Opera
garramiento pero a la vez no hay desgarramiento sin House de New York, cuando su renuncia y su alejamien-
Dios, que el sueño y la vigilia son hermanos siameses, to de la Opera de Viena. Viaja allí con Alma, dejando
que junto a lo que se dice está siempre lo que se calla, a su hija Anna con su abuela. A su llegada Mahler en-
que en ese silencio que realza la palabra está a su vez la saya Tristán y se presenta a la consideración de los
otra temida y deseada manera del lenguaje, que la tras- americanos el 1 de enero de 1908. El éxito es total. No
cendencia no es sólo el acto religioso de trascender la obstante la satisfacción del nuevo triunfo, Mahler vive
condición humana sino de hacer de esta cárcel que es horas de enorme inquietud: los tres golpes del destino lo
nuestro cuerpo su propia liberación y su propia aper- han fragilizado definitivamente. En medio de sus in-
tura al mundo, que hay espectros y muecas entre el jú- somnios y de sus prolongados silencios está la imagen
bilo y la tristeza pero que son estos, el júbilo y la triste- superpuesta de su hija María y esa especie de modus vi-
za, las marcas de la piel, que la libertad es un rezo y vendi en su matrimonio con Alma donde el dolor y la
un símbolo poético, que esos bioritmos de Mahler que distancia son cada vez mayores. Alma vuelve a sufrir
se infiltran en las mismas arterias son leyes que obede- una nueva crisis cardíaca y Mahler se acerca a ella solí-
cen a su propia lógica, que se puede vivir equivocada- cito, quizá dejando momentáneamente de lado su propia
mente pero que la tierra es un buen lugar para saberlo, enfermedad y su ensimismamiento.
en fin, que el vértigo y el equilibrio no son enemigos
irreconciliables. Definitivamente: que la alegría de hacer En lo musical las cosas son de otro talante. Presti-
música puede ser, como en Mahler, un dolor siempre giosos cantantes (Caruso, Fedor Chaliapin) están a dis-
joven. Que cuando en su música lo sublime canta en posición de Mahler, quien dirige La Walkyria, Fidelio,
medio de un tropel de banalidades, cuando lo metafísi- Donjuán con escenografías de Roller. En abril de 1908
co se insinúa en medio de lo profano, cuando lo popu- termina su primer estadía en América y previa renova-
lar asoma entre los acordes de una angustia controlada ción de contrato, los Mahler regresan a Europa. Ya en
por la perfecta elaboración orquestal, es allí mismo Viena, alquilan una casa en el Tirol, en el pueblecito
donde sabemos —sabemos de saber, de sabiduría— que de Toblach. El jardín de la casita da al bosque. Allí
ese hombrecito paciente e impaciente, desolado y fogo- es donde Mahler finaliza La canción de la tierra y co-
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mienza su Novena Sinfonía. Tanto una como otra, «la Mahler aprovecha la visita a París para visitar a sus
última profesión de fe de un hombre tocado por la viejos amigos, los dreyfusards. En junio se va a Toblach
muerte» (Walter), no pudieron ser escuchadas por Mah- y acaba su Novena en un trabajo contra reloj, febril y
ler en vida. En Praga estrena su Séptima Sinfonía y apasionado. Acosado por los presentimientos y las fan-
previa estadía en Salzburgo para descansar, regresan a tasías premonitorias, Mahler graba en un pentagrama
Estados Unidos. de mármol esas corcheas perdurables. «La presencia de
Ya allí inicia su nuevo período con actividades seme- la muerte en la Novena se impone del modo más estre-
jantes al anterior. Hace Las bodas de Fígaro, nueva- mecedor que nunca se haya expresado en música y quizá
mente Fidelio y estrena La dama de pique de Tchai- — dice Federico Blanco Jover— en ninguna de las artes.»
kowsky. Pero comienzan sus crónicos problemas de tem- Es «la muerte en persona», como dice Alban Berg.
peramento. Llega Toscanini a dirigir Tristán y Mahler Todo es aniquilación, desmoronamiento, desintegración
se opone a esta representación proclamando que es «el sin sentido. Pero repentinamente, desde el otro lado del
único músico con derecho al Tristán». Pese a la oposi- rostro del vacío, surge una voz que habla el lenguaje del
ción, la ópera se representa dirigida por el director ita- amor. Quizá no sea la Resurrección de la Segunda ni el
liano. Mahler se desliga de la Metropolitan Opera. Un llamado trascendente de la Octava. Ya no hay omnipo-
comité de damas le ofrece la creación de la Filarmónica tencia: sólo el amor, el simple amor, siempre queda él
de New York. Mahler después de dos conciertos de pese a todo, grávido y frágil, vivo, suscitante de penúlti-
prueba en el Carnegie Hall, acepta el ofrecimiento. En mas emociones, de siempre penúltimas emociones. «Es
mayo regresan a Europa. Auguste Rodin hace en París el la expresión de un amor inaudito a esta tierra, el deseo
famoso busto de Mahler a pedido de Cari Molí. Dice de vivir en ella en paz y gozar de la naturaleza hasta
que Mahler es una «mezcla de Franklin, Federico el el límite y en toda su profundidad, antes que llegue la
Grande y Mozart». Este busto fue regalado por Alma a muerte que se aproxima irresistiblemente. Toda esa sin-
la Opera de Viena luego de la muerte de Mahler y re- fonía descansa sobre el presentimiento de la muerte.
tirado por los nazis. Hoy está nuevamente en su lugar. Ahora y siempre, la muerte está allí», escribe Alban Berg
La misma calle de Viena que es lateral a la Opera y a su novia. Desde los sonidos iniciales Mahler improvisa,
que fue llamada Mahlerstrasse, fue rebautizada por los revoluciona, en este primer movimiento «de sueño y
nazis con el nombre de los Meistersinger. En 1945 volvió horror». Todo su pasado y todas sus búsquedas expresi-
a llamarse Mahlerstrasse, nombre que conserva hasta vas transitan por él: la banalidad, la violencia, lo sinies-
hoy. Cuenta Alma: «Después de la muerte de Mahler, tro, lo nostálgico folklórico, los lieders y las marchas fú-
Rodin me mostró una cabeza de mármol que había nebres, su mundo íntegro está allí. En el Scherzo seguirá
hecho de memoria y me señaló el parecido. Un custodio el sarcasmo, la ironía, la burla humorística, y en el
del Museo Rodin la rotuló «Mozart» (equívoco que aún Rondó-burlesco una especie de locura alucinada donde
hoy subsiste). Mahler exorciza los viejos monstruos de la desintegración
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hasta ese Adagio final —qué adagio, Dios!— donde a Alma. «Nunca volveré a trasponer ese umbral» res-
Mahler acepta irse de este mundo mientras las cuerdas pondía Schónberg. Poco después, Mahler le decía a su
organizan un resignado camino de sencilla afirmación mujer: «A propósito, ¿qué es de aquellos dos? (se refería
hasta que por último otra vez —Mahler es fidelísimo de a Schónberg y von Zemlinsky, maestro y cuñado del
su propia estructura hasta el respiro final— reaparecen autor de Noche transfigurada). Y volvían a invitarlos. El
las inquietudes metafísicas y en un casi murmullo místi- apoyo de Mahler fue permanente, tanto en lo moral
co el más allá vuelve a dar su presente. Será esta sinfo- como en lo material. Recientemente se ha revelado un
nía la que abrirá definitivamente las rutas que transita- episodio poco conocido. El 13 de septiembre de 1911,
rán Schónberg, Berg y Webern. El maestro ha brotado cuando Schónberg acababa de cumplir los 37 años y
su herencia y será ella —la heredad del fuego— que Mahler ya había muerto, Webern escribió a su maestro
iluminará todo el siglo XX. Cierto, no es necesario estar para decirle quien había comprado algunas de sus pin-
presente cuando uno se hace inmortal. Hay que espe$rar turas, aunque había deseado que no se revelara su
a la muerte para poder vivir. Robert Musil titularía a identidad. Webern consideró que la muerte de Mahler
su colección de escritos breves antes de su muerte como lo liberaba del compromiso y le permitía brindar dicha
Páginas postumas escritas en vida. Mahler podría haber información. «Sus pinturas —escribió a Schónberg —
titulado esta Sinfonía como «Páginas del futuro escritas fueron compradas por GUSTAV MAHLER» (las ma-
con los medios del pasado», como lo habría dicho Theo- yúsculas son de Webern mismo). Es claro que Mahler
dor Adorno. La relación de Mahler con Schónberg me- prefirió el anonimato conociendo el carácter susceptible
rece una secuencia especial, por la lucidez casi temera- y orgulloso de Schónberg y temiendo que éste sospecha-
ria de Schónberg para ver en Mahler al maestro, por la ra que la compra de sus cuadros era un acto subrepti-
permanente capacidad de Mahler para estar del lado de cio de caridad. Por su parte Schónberg ha declarado
los jóvenes. Dos veces (en el estreno de su Cuarteto de siempre con absoluta honestidad en sinnúmero de oca-
cuerdas n° 1 opus 7 y en el de la Sinfonía de Cámara) siones su relación con Mahler: «Deseo referirme a varias
Schónberg fue defendido por Mahler ante la hostilidad cosas que se han dicho en contra de la obra de Mahler.
del público y de los críticos. Hizo acallar al público y En seguida aparecen dos acusaciones: contra su senti-
cuanto más agresivo éste se ponía, más Mahler aplaudía mentalismo y contra la vulgaridad de sus temas. Mahler
hasta que el último de los perturbadores se había reti- sufrió mucho por estas acusaciones. Debo confesar que
rado. En esos momentos, dijo aquello que comentamos yo mismo consideraba al principio vulgares los temas de
anteriormente: «Yo no entiendo la música de Schónberg Mahler y de ello puede deducirse que esas "sutiles ob-
pero él es joven y tal vez tiene razón.» Schónberg que no servaciones" de las que tanto presumen ciertos oponentes
callaba ante la presencia del maestro nada de su espíri- no me eran extrañas. Pero me son extrañas ahora,
tu rebelde, discutía frecuentemente con Mahler. «No cuando la percepción de la belleza y magnificencia de
vuelvas a invitar a casa a ese mocoso presumido» le decía la obra de Mahler se han acrecentado en mí intensa-
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mente», dice en El estilo y la idea. Y dirá en otro mo- que se crea en 1904 la Asociación de jóvenes músicos
mento: «Yo he luchado por Mahler y su obra. Pero me creadores. Finalmente Schónberg dedicará a Mahler su
he dejado llevar por la polémica y he dicho palabras Tratado de teoría de la armonía con una dedicatoria
duras y punzantes a sus contrarios. Sé que si él estuviera que en sí misma proclama todo el hondo vínculo que
escuchando sonreiría y dejaría estar el asunto. La verdad los unía. Dice así: «Este libro está dedicado a la memo-
es que Mahler se encuentra en un sitio donde no se uti- ria de Gustav Mahler. Con la dedicatoria se pretendía
lizan represalias.» En carta de diciembre de 1904 le dirá: proporcionarle un pequeño placer mientras estaba aún
«Mi querido Director: si he de darle una idea de la vivo. Con ella también se ha querido expresar la reve-
enorme impresión que me ha causado su sinfonía, no rencia que sentimos por sus inmortales composiciones, y
debo hablar como un músico a otro músico. Sólo puedo poner de manifiesto que estas obras que pasan por alto
hablar como un ser humano a otro ser humano (Schón- los músicos académicos con un encogimiento de hom-
berg se refiere a la Tercera de Mahler). Se me reveló bros, con desprecio a decir verdad, son veneradas por
usted como un alma desnuda, totalmente desnuda, como alguien que acaso no sea completamente ignorante.
una región salvaje y desconocida con misteriosas cimas y Gustav Mahler no tuvo alegrías como la que mi dedica-
abismos lindantes, con parajes soleados, hermosos prados toria ha querido proporcionarle. Este mártir, este santo,
y lugares de idílico reposo. Lo experimenté como un fe- tenía que fallecer antes incluso de que pudiese ver su
nómeno de la Naturaleza que después de fustigarnos obra en el punto en el que pudiera libremente dirigirla
con sus terrores pone un arco iris en el cielo (...) Creo para sus amigos. Darle gusto hubiese sido bastante para
que he sentido su sinfonía. Participé en el combate por mí. Mas ahora que está muerto quiero que este libro
la ilusión, sufrí los dolores de la desilusión, vi las fuerzas venza mi respeto de modo que nadie pueda pasarlo por
del bien y del mal luchando entre sí y vi a un hombre alto cuando digo: ¡He aquí uno de los hombres verdade-
atormentado pugnando por alcanzar la armonía inte- ramente grandes!» Este estremecido reconocimiento no
rior.» Schónberg dirá una frase que ha quedado como necesita más comentarios.
resumen de la obra mahleriana: «Ha hecho saltar el Por tercera vez Mahler regresa a Estados Unidos. Ya
marco de la estética pasada.» Cuando la muerte de no es la Metropolitan Opera su destino sino la Filarmó-
Mahler, Schónberg fuertemente impresionado, escribe nica de New York, con la que tiene contratado 45 con-
la última de las Seis Piezas opus 19 bajo la inspiración ciertos para la temporada 1909-1910, en distintas ciu-
de la trágica noticia. Dice Stuckenschmidt en su biogra- dades. En ellos hace el ciclo completo de las sinfonías
fía sobre Schónberg: «Mahler, enemigo de todo com- de Bruckner, Beethoven, Bach, Mozart, Strauss, sus
promiso, se unió a sus contemporáneos y a los jóvenes, a Kindertotenlieder y su Primer Sinfonía. Alma Mahler
esa joven generación que había declarado la guerra a la cuenta en su diario algunas anécdotas de esta época que
pequenez de espíritu de una burguesía retrógrada.».Es reflejan la lealtad de Mahler a sus inspiraciones de
bajo la dirección de Mahler —presidente de honor — siempre. Dice en una de ellas: «Al oír un ruido confuso
160 161
I
más pequeño estímulo de la vida debía ahora comenzar
nos asomamos por la ventana del Hotel Majestic (New
a despedirse de ella para siempre.
York) y vimos una larga procesión por la ancha calle
En abril regresan a Europa y Mahler dirige su Se-
que bordeaba el Central Park. Era el cortejo fúnebre de
gunda Sinfonía en París el 17 de dicho mes. El público
un bombero de cuya heroica muerte nos habíamos ente-
lo ovaciona, los compositores franceses presentes (De-
rado por los periódicos. Los que encabezaban el cortejo
bussy, Dukas, Pierné) abandonan la sala a la mitad del
estaban casi directamente por debajo de nosotros cuando
concierto, protestando contra «esa música eslava in-
la procesión se detuvo y el maestro de ceremonias avan-
fluenciada por Schubert». Esa música es vivida por ellos
zó y pronunció una breve alocución. Desde la ventana
— como lo escribió Theodor Adorno— «como una tela
de nuestro undécimo piso sólo podíamos conjeturar lo
del aduanero Rousseau en medio de los impresionistas
que decía. Hubo una breve pausa y luego el golpe sobre
del Jeu de Paume». Las sutilísimas sedosidades de la
un tambor enfundado, seguido de un silencio de muerte.
música francesa toleraban mal la presencia de una sin-
Luego la procesión siguió su camino y todo terminó. La
fonía majestuosa y gigante. Luego de un breve encuen-
escena nos arrancó lágrimas y miré ansiosamente hacia
tro con Mengelberg en Roma, los Mahler regresan a
la ventana de Mahler. También él se había asomado y
Toblach. Es allí donde se produce la crisis matrimonial
por su rostro corrían lágrimas. El breve golpe del tambor
que hemos desarrollado en el primer movimiento y la
lo impresionó tan profundamente que lo usó en su Dé-
visita a Freud. Mientras tanto Mahler no deja de traba-
cima Sinfonía.» T a n cercano de su propia agonía,
jar y el esbozo de la Décima Sinfonía con su Adagio
Mahler debía sentir en aquel tambor no el golpe tras-
finalizado nacen en Toblach en medio de estas vicisitu-
cendente de aquel acorde en re que debía provenir de otro
des afectivas. De ello la muestra del original de esta sin-
mundo —el de su Primera Sinfonía— sino el más des-
fonía donde Mahler escribió a sus márgenes palabras de
carnado y brutal acorde de la torpe muerte que se
amor para con su mujer, imprecaciones a Satán, llama-
aproximaba día a día. «En otra ocasión —cuenta Alma —
dos a la lira y dolidos interogantes a Dios. El esquema
estando yo sentada en mi habitación y Mahler trabajan-
es una sinfonía en cinco movimientos: Adagio («Más
do en la suya, rompió repentinamente el silencio un
allá de la vida y de la muerte... Una visión del mundo
ruidito lejano. Era un trémulo y antiguo organillo ita-
no tal cual es sino en escala cósmica... Una intensidad
liano. Corrí a la puerta y les pedí que se alejaran inme-
y lucidez apenas tolerables» escribe Marc Vignal), un
diatamente, pagándoles por ello. El ruido cesó. Enton-
Scherzo, «el Purgatorio», otro Scherzo y el Final. Fre-
ces apareció Mahler repentinamente también diciendo:
cuentemente se ejecuta el Primer movimiento solamen-
"Qué organillo encantador! Me transportó a mi infancia.
te. Pero desde que Alma, en 1963, levantó la prohibición
Lástima que haya dejado de tocar!"». Del golpe de tam-
de ejecutar la «versión completa» realizada por Derek
bor a la infancia'recuperada momentáneamente, Mahler
Cooke, decisión a la que se opuso Bruno Walter, se in-
vivía con la extremada sensibilidad de una piel atenta y
terpreta a veces íntegramente.
tensa. Una piel que habiendo vibrado siempre ante el
163
162
En esos días se produce el estreno de la Octava en dos. Hecho esto su preocupación es el porvenir de
Munich con la asistencia de varias figuras del mundo Schónberg: «¿Quién va a cuidar ahora de Schónberg?»
artístico y literario de Europa, como ya lo hemos co- A su pedido es trasladado a Viena. El 12 de mayo a las
mentado en el primer movimiento de este ensayo. En cinco de la tarde el coche que lo conduce hacia la Gare
noviembre Mahler vuelve a América por última vez. de l'Est se cruza en los Grands Boulevards con el corte-
Tiene 65 conciertos para la temporada 1910-1911 de los jo del Presidente Fallieres, quien regresa de Bruselas.
que sólo realizará 48. Poco antes de Navidad sufre una La última música que Mahler oye —como una singular
faringitis que vuelve a repetirse en febrero. Su penúlti- manera del destino— es música militar, con sus tambo-
mo concierto, el 17 de enero de 1911, es con su Cuarta res, sus trompetas y sus ritmos marciales. Todo había
Sinfonía, la última vez que Mahler oye su propia mú- comenzado en el cuartel cercano a su casa en Iglau y
sica. El 21 de febrero de 1911, con fiebre, Mahler estre- finalizaba con la misma música en ese París donde los
na Canción de cuna sobre la tumba de mi madre de castaños lucían sus maderas orgullosas. En cada etapa
Busoni. Toscanini asiste especialmente. En el entreac- del largo viaje de París a Viena las muchedumbres se
to Mahler se desploma agotado por la alta fiebre pero agolpan para recibir noticias de la salud de Mahler, es-
dirige hasta finalizar. Será su último concierto. Tres cena emocionadamente reactualizada por Ken Rusell en
meses más tarde, luego de algunas muy breves mejorías, su film Mahler vive! En Viena sobrevive cinco días en
Mahler morirá. Cuando se sospecha una endocarditis los cuales no dejará de pronunciar el nombre de Alma.
bacteriana se aconseja a Alma consultar con eminentes «Dijo "mi Almschi" con una voz, un tono, que no había
bacteriólogos de Europa. Alma hace venir a su madre oído antes ni nunca he vuelto a oír desde entonces», es-
para que les ayude. Mientras tanto Mahler habla con cribe Alma. Esta mujer, que luego sería compañera de
ella: «Cuando yo muera, tú serás un buen partido, joven Walter Gropius y de Franz Werfel, que era amada in-
y bella... ¿Con quién podrías casarte? "X" es demasiado tensamente por Osear Kokoschka, que le sería dedicada
aburrido. "Y" es demasiado monótono a pesar de su in- una ópera de Schónberg, música de Alban Berg y hasta
teligencia... No tendré más remedio que quedarme de Benjamín Britten, confiesa no haber vuelto a oír esa
contigo.» Embarcan para Cherburgo. En París comien- voz y ese tono. «¿Tenía que vivir sin él? En la Tierra no
za a sentirse mucho mejor (hasta proyecta un viaje a había lugar para mí», dirá en esos momentos.
Egipto), hace un pequeño paseo en coche, pero la fiebre Mahler, en su delirio, dirige una orquesta imaginaria
vuelve a reaparecer. Mahler sabe ya que está definitiva- y sonriendo pronuncia dos veces su último acorde: Mo-
mente condenado. Da a sus suegros consignas para su zart! Mozart! A medianoche del 18 de mayo de 1911 todo
entierro: «Le pidió a mi madre que si sucedía lo peor, había terminado en medio de una vehemente tormenta.
lo enterraran junto a su hija, en Grinzing, en una tumba Cari Molí, Rosé y Bruno Walter siguieron su féretro
sencilla, sin pompa ni ceremonia, con una lápida que hasta la capilla del cementerio de Grinzing. Una in-
dijera solamente Mahler» describe Alma en sus recuer- mensa multitud asistió al día siguiente a su inhumación.
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Walter reproduce en su libro sobre Mahler las palabras verdad, tuvo solamente a Mahler, es decir a la verdad
de Jean Paul: «Y la luz eterna que buscaste durante del todo. Con esa cósmica certeza armó el fuego día a
tanto tiempo brilla con un resplandor sin empañar, y día en cada uno de sus pentagramas. De ese fuego se-
tú, rayo de su fuego, vives de nuevo en la llama.» guiremos viviendo.
En este momento m i r o por delante mío una pintura
de Osear Mará titulada El artista y su paisaje, donde el
entrañable pintor argentino dibuja una especie de díp-
tico con predominio de los distintos tonos del azul. Una
doble faz de Mahler: sobre la derecha un Mahler nítido,
en esa clásica pose de brazos en la cintura, mirando a
través de un sutil pentagrama el horizonte lejano (¿el
futuro?); sobre la izquierda un Mahler absolutamente
fantasmal, una especie de Doppelgánger, de reflejo
análogo pero no idéntico, que parece hacer lo mismo.
El cielo que cubre al Mahler nítido es borrascoso, el
que cubre al Mahler fantasmal es límpido y soleado.
Una doble disociación que emociona. Mahler tal cual
es, siempre alcanzable y siempre inaccesible. «No he sa-
bido de una sola persona que haya realmente conocido
a Mahler» escribe Specht en 1912. Cada rostro tiene su
contrario, cada cielo su opuesto, cada tierra prometida
su irrealizable realidad. En este momento oigo el primer
acorde de su Novena y esa línea de Mahler me oprime
el aliento, me tiraniza la garganta y me somete —esa es
la precisa palabra— a un mundo que necesito habitar
frecuentemente. Mahler enriqueció mi vida: razón sufi-
ciente para hablar de él. Pero más aún, estoy seguro
que mi vida sin su Novena hubiera sido otra y distinta.
Mi agradecimiento brota de esta vivencia. Pero más
acá de mi agradecimiento y más allá de él, está Gustav
Mahler, un definitivo solitario. Porque ya lo ha escrito
Antonio Porchia: si es una sola verdad todo, no hallarás
tu propia verdad en nada. Mahler no tuvo su propia
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