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Este ejercicio es válido para incorporarlo una vez aprendido físicamente, a

nuestro modo de pensamiento diario, dándonos cuenta de que con la resistencia


sólo se consigue el agotamiento y que si dejamos fluir las cosas, teniendo
presente sólo nuestro objetivo en el horizonte, todo será mucho más simple,
agradable y seguro.

Si seguimos los pasos correctamente no habremos realizado ningún esfuerzo


físico, sino que habremos respetado el movimiento y la dirección natural de la
energía.

Cabe aclarar que solemos practicar estos ejercicios como comprobación del
trabajo realizado en nuestras clases de Aikido, siendo éstos no un fin en sí
mismos, sino la expresión de una conciencia de no resistencia.

La segunda comprobación que haremos será la siguiente.


Solicitaremos la colaboración de un ayudante, quien nos
detendrá con un brazo a la altura del pecho, a modo de
barrera, mientras caminamos normalmente. El ayudante
permanecerá firme en todo momento y bajo ninguna
circunstancia permitirá que nosotros avancemos
caminando. Por otra parte, mientras caminamos,
trasladaremos nuestro pensamiento a la espalda y nuca,
aunque avancemos hacia adelante. Observaremos que al
intentar traspasar la barrera impuesta por nuestro
ayudante, no podemos hacerlo y entonces, no podremos
avanzar. El ayudante no hará ningún esfuerzo físico para
detenernos, pero nosotros sí nos esforzaremos para
seguir caminando.
El impedimento está en nuestra propia mente, la cual
estará dirigiendo la energía hacia atrás mientras nuestro cuerpo intenta ir hacia
adelante. Esto es una muestra de lo que nuestra propia disociación mente-
cuerpo puede generar: es lo que usualmente sucede cuando estamos pensando
en algo para nuestro futuro, pero aferrados a un viejo paradigma de pensamiento
que nos ata a una mala experiencia del pasado.
Ahora caminaremos nuevamente, de igual forma. El ayudante volverá a colocar
el brazo en el mismo lugar, pero esta vez nosotros llevaremos nuestro
pensamiento al frente. Sólo pensaremos que estamos avanzando; así, mente y
cuerpo irán en una misma dirección. Habremos dirigido la energía hacia un
mismo punto y todos los esfuerzos de la otra persona por detenernos, serán
inútiles. Literalmente, "lo arrastraremos".

A partir de esta experiencia aprenderemos no sólo a


comprobar físicamente este ejercicio, sino también a
tomar conciencia de que siempre que tengamos un
objetivo, nuestra mente, cuerpo y espíritu deberán ir en
esa dirección. De lo contrario, cualquier situación que
se presente nos detendrá. En cambio, si nosotros
tenemos presente nuestro objetivo y ponemos todo para
lograrlo, nada ni nadie podrán detenernos en el logro
del mismo.

A continuación presentaremos otro ejercicio que


involucra no sólo el pensamiento propio, sino la palabra
y la energía que de ésta se desprende, comprobando
fundamentalmente cómo la energía nos afecta positiva o
negativamente.

Extenderemos un brazo al costado del cuerpo, a la misma altura del hombro y le


pediremos a una persona más pesada que nosotros, que intente bajar nuestro
brazo, mientras nos dice palabras de gratitud, amor, amistad y cuanto
pensamiento positivo quiera comunicarnos; como por ejemplo: “Estoy
comprobando la energía de una buena persona, un excelente amigo, un buen
compañero, vecino...”.

Notaremos que sus palabras producirán en nosotros una sensación de luz y


expansión, pudiendo así, sostener el brazo sin que el ayudante lo pueda bajar,
sin realizar esfuerzo alguno. El brazo será entonces, sólo un reflejo físico de la
fuerza de nuestra mente.

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