Este documento discute la importancia del pensamiento crítico para el trabajo social. Define el pensamiento crítico como la justificación del pensamiento, el reconocimiento de perspectivas multidisciplinarias y la inclusión del diálogo. Argumenta que el trabajo social necesita principios explicativos que reconozcan los espacios de conflicto y tensión. Finalmente, propone que el trabajo social debe integrar la intervención, investigación y formación para desarrollar un pensamiento crítico.
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Trabajo social desde una aproximación al pensamiento crítico
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Pensando El Trabajo Social Desde Una Aproximación Al Pensamiento Crítico
Este documento discute la importancia del pensamiento crítico para el trabajo social. Define el pensamiento crítico como la justificación del pensamiento, el reconocimiento de perspectivas multidisciplinarias y la inclusión del diálogo. Argumenta que el trabajo social necesita principios explicativos que reconozcan los espacios de conflicto y tensión. Finalmente, propone que el trabajo social debe integrar la intervención, investigación y formación para desarrollar un pensamiento crítico.
Este documento discute la importancia del pensamiento crítico para el trabajo social. Define el pensamiento crítico como la justificación del pensamiento, el reconocimiento de perspectivas multidisciplinarias y la inclusión del diálogo. Argumenta que el trabajo social necesita principios explicativos que reconozcan los espacios de conflicto y tensión. Finalmente, propone que el trabajo social debe integrar la intervención, investigación y formación para desarrollar un pensamiento crítico.
Pensando el Trabajo Social desde una aproximación al Pensamiento Crítico: la
impugnación del pensamiento único y totalitario. Ruth Noemí Parola
¿A qué llamamos pensamiento crítico? Desde la intuición y el sentido común uno alude al pensar cuando está haciendo referencia a la reflexión y, por la tanto, a la necesidad de revisión de los presupuestos que sostienen ese pensar y por lo tanto a la crítica como un modo de realizar ese análisis. El análisis nos permite aprehender, primero, el sentido de lo que queremos criticar. En este sentido estaríamos hablando de un pensamiento crítico que implica: - En primer lugar la justificación del pensar; - En segundo lugar, el reconocimiento de que las problemáticas sobre las cuales se quiere pensar son multidisciplinarias, lo cual requiere un ejercicio que devela las limitaciones de las perspectivas disciplinas y apunta a ejercer cierta vigilancia y validación de las categorías utilizadas en la reflexión. - En tercer lugar, hace referencia al reconocimiento de los otros en un diálogo que construye el conocimiento crítico contextualizado en los marcos societales de los cuales todos los involucrados son producto y productores del mismo. - Por último el pensamiento crítico intima a cuestionar las formas discursivas veladas o encubiertas, tan propias de las ideologías de la dominación, del cinismo imperante y de la negación del otro. Por eso, el pensamiento debe ser crítico y reflexivo. Crítico no como negación directa de la realidad, sino como renuncia a una aceptación irreflexiva de la realidad (social) tal y como se nos presenta. La crítica parte siempre de una sencilla proposición: “otra sociedad es posible”. Sólo en la medida en que es crítico puede el pensamiento también ser reflexivo. Sólo naciendo de la injusticia misma puede llegar a modificarla, a transformarla, superando así la dicotomía teoría-práctica. Se trata en definitiva de un planteamiento epistemológico y ético de fondo que aspira a una comprensión cuestionadora de la realidad social, que descubra las categorías en uso y las grandes tensiones y contradicciones existentes en las 4 formas de comprensión de los problemas y valores que se ponen en juego en esa realidad. La relación entre Trabajo Social y Pensamiento Crítico En este sentido el Trabajo Social como profesión y disciplina del campo de lo social necesita construir principios explicativos de sí mismo y del contexto social del cual es producto y productor. En este sentido el Trabajo Social como profesión y disciplina del campo de lo social necesita construir principios explicativos de sí mismo y del contexto social del cual es producto y productor. Es imprescindible que la profesión reconozca y asuma que interviene en espacios de conflicto de intereses, en espacios de tensión. La respuesta a esto no está en la desinstitucionalización (como se pensó en el Trabajo Social Reconceptualizador) ni en el ocultamiento de las tensiones o conflictos (como en la naturalización típica del Trabajo Social Conservador), sino en el develamiento de la tensión, para que ésta sea el punto de partida que permita problematizar la intervención, es decir: - hacer visible la función que tiene la profesión; - descubrir los espacios de tensión; - construir, individual y colectivamente, estrategias para analizar y decidir qué hacer con esos espacios. La difusión del positivismo, la complejidad de los problemas por resolver con el fuerte crecimiento económico y demográfico, la envergadura y magnitud que iba tomando la cuestión social contribuyeron al reconocimiento de la labor del técnico. En consecuencia el Trabajo Social surge con un componente sustantivo que es el “hacer”, la “ejecución” y que le dará una impronta particular. Ese “hacer” estuvo configurado a partir de los espacios de intervención de las políticas sociales implementadas por el Estado en función de: miradas fragmentadas de la realidad y de las demandas histórico – sociales; un análisis de la cuestión social como cosas parcializadas y atomizadas en sus múltiples manifestaciones y los comportamientos sociales vistos como responsabilidad casi exclusiva del sujeto. De este modo las problemáticas sociales fueron reducidas a un conjunto de variables susceptibles de ser modificadas; por lo tanto, la intervención profesional es reducida a meras acciones de tipo burocrático – administrativas. Por ello la acción profesional se encapsuló en una función de intermediación (difusa y ambigua) entre la Necesidad / Demanda, por un lado, y los Recursos / Satisfactores, por otro. Esta es la caracterización más tradicional y común de la intervención del Trabajo Social que ha traído consecuencias importantes en el desarrollo de una profesión social como es el caso del Trabajo Social: · Una revalorización del cómo se actúa, de los procedimientos instrumentales, reforzando el carácter pragmático y empírico de la profesión. · Una referencia difusa y confusa a teorías, a veces muy contradictorias, como necesidad de legitimarse ante otras profesiones. Las síntesis elaboradas por la profesión a partir de estos soportes teóricos no han derivado más que en un sincretismo científico. · Una intervención indiscriminada, sin posicionamientos claros con respecto a los fundamentos y la direccionalidad de la intervención, generando una neutralidad política entre conservación y transformación, que le ha traído grandes problemas a la intervención. La intervención profesional es una construcción histórico – social que se desarrolla a partir de las manifestaciones de la cuestión social que afectan directamente la reproducción social de los sujetos. Por lo tanto, planteamos la intervención profesional – siguiendo a Margarita Rozas – desde una mirada que ponga en juego las relaciones entre los sujetos y sus necesidades. En este sentido incorporamos a los sujetos, en cuanto ellos encarnan en la vida cotidiana las manifestaciones de la cuestión social, las que se les presentan como obstáculos para la reproducción individual y social. En el Trabajo Social ha persistido y persiste una mirada y una acción orientada al no conflicto, a la armonía, a la bondad. Por lo tanto, todo lo que aparece en la intervención profesional como ajeno a lo planificado, a lo esperado se lo rotula como problema y no como posibilidad de una realidad diferente que quiere hacer oír su sentido, sus significaciones. En consecuencia, la intervención termina generando procesos de violencia, sometimiento y dominación a un modelo único de vivir y sentir la práctica cotidiana. Por otro lado, estas situaciones implicarían un pensamiento reduccionista, que ignora la riqueza en el pensar y el hacer inagotable del mundo social, un camino sin salida, una situación de desesperanza ante la destrucción, las ruinas y la exclusión que sistemáticamente el desarrollo del capitalismo y el modelo neoliberal generan. En consecuencia, trabajar desde el reconocimiento del conflicto y sus términos para la construcción de un pensamiento crítico y una intervención social crítica, abre posibilidades infinitas al conocimiento crítico sobre la realidad social. En primer lugar, la búsqueda de los no lugares, de los vacíos, de lo invisibilizados, de las ausencias implica un análisis crítico dinámico, que debe bucear en las prácticas concretas para generar esa crítica. Por lo tanto resuelve la antigua y permanente pregunta acerca de la relación entre teoría práctica, porque desde esta mirada no existe tal dicotomía, no es posible encontrar las ausencias en lo abstracto, en aquello que no esté anclado en prácticas concretas como expresión de las relaciones de producción reales, de un modo de conocer la realidad y de condiciones concretas de producción de ese conocimiento. En segundo lugar, los conflictos, las contradicciones no son un “problema”, no son un obstáculo que impide lograr una sociedad armónica y más justa, que nos impide comprenderla y conocerla en profundidad y por tanto actuar sobre ella para que se resuelvan esos conflictos. Tampoco el conflicto es la oportunidad de crecer a través de su resolución. Aquel pensamiento que intenta anular el conflicto es ideológico, es un intento de crear una idea única de cómo debemos organizarnos como sociedad, es un intento de dominación y explotación. Finalmente intentar construir una relación entre Trabajo Social y Pensamiento Crítico es pensar en un Trabajo Social que se organice y contemple una tríada articulada e indisoluble que hacen del mismo una profesión: Intervención - Investigación – Formación. Los tres aspectos mencionados refieren concretamente a ámbitos y actores que hacen a la realidad cotidiana del Trabajo Social. La Intervención representa al ejercicio profesional y el ámbito de los egresados. Pero también está en estrecha relación con la formación profesional ya que refiere a las prácticas pre profesionales que desarrollan los alumnos a lo largo del proceso de enseñanza – aprendizaje que vive en la Facultad. La Investigación significa concretamente la relación con la producción de conocimiento, la generación de teoría desde el ámbito disciplinar. En consecuencia su estrecha relación con el ámbito académico es innegable, sin embargo su reciprocidad con la intervención es ineludible, ya que es a partir de la investigación que el ejercicio profesional tiene posibilidades de responder a los desafíos actuales y, este sentido, a los dilemas que la intervención genera. En este sentido la intervención debería direccionar a la investigación en Trabajo Social. La Formación constituye una síntesis de las dos dimensiones anteriores, en ella se deben generar procesos de enseñanza – aprendizaje para la intervención y para la investigación de manera complementaria y articulada. De lo contrario, si falla o está debilitado uno de los dos aspectos la formación del Trabajo Social es incompleta, repetitiva y naturaliza dora de lo ya existente; no hay posibilidades de innovación, de creación de alternativas tanto en el pensar como en el hacer. No hay posibilidad de pensamiento crítico Sentido común- Silvia Brusilovsky SENTIDO COMÚN: Alude a los procesos y categorías cognoscitivas con las que el sujeto hace inteligible una situación o toma decisiones. Además pone en juego conocimientos o información que provienen del saber cotidiano. Utilizándolos en forma poco flexible. No se cuestiona la relación entre la situación que le dio origen y aquella en la que se aplican. Es de escasa preocupación por poner a prueba las observaciones. Siendo pragmático e hipergeneralizador. Su génesis no se cuestiona, y el saber personal se construye y aplica a partir de relacionar situaciones o problemas particulares. No integran la dimensión histórica y se ubican en un corto plazo. Utilizan categorías valorativas sin explicación de la concepción o el criterio desde el que se juzga. Por lo tanto se convierten en incuestionables y absolutos los valores implícitos. No se duda de la evidencia. Se acude a escasa o nula información pertinente y se asumen decisiones u opiniones sobre la base de juicios previos. Por lo tanto, se expresan aseveraciones más que hipótesis. (dogmatismo), produciendo un efecto político-social conservador y naturaliza lo social. PENSAMIENTO CRÍTICO: Se caracteriza por utilizar conscientemente saber general, explicitando la relación entre los fenómenos y las conexiones que ligan los hechos o las situaciones singulares particulares de un conjunto de hechos y situaciones históricas determinadas. Se piensa y se actúa en base a un doble sistema de referencias: la realidad y la teoría. Concibiendo a sus componentes como resultado de una situación histórica. No mistifica el saber teórico. Duda del conocimiento recibido. Duda de los “datos” como verdad objetiva incuestionable. Advierte múltiples dimensiones del problema. Busca diversa y abundante información sobre los hechos. Relaciona situaciones particulares con situaciones históricas o sociales más generales. BUEN SENTIDO: 1. Tanto el proceso de conocimiento como la toma de decisión se hace a partir del saber cotidiano. Lenguaje común. No utiliza conocimiento teórico. Se diferencia por su flexibilidad. 2. Utiliza los problemas particulares con la situación histórica social que le dio origen y la posibilidad de imaginar respuestas nuevas. Se suspende el “juicio” procurando buscar información. PENSAMIENTO CUESTIONADOR: PENSAMIENTO CRÍTICO Y BUEN SENTIDO. Las dos formas de pensamiento cuestionar, el crítico y el buen sentido, abren la posibilidad de reflexión y oposición a lo establecido al considerarlo resultado de la histórica intervención del hombre sobre la sociedad. SABER ACADEMICISTA: -Es la reproducción de palabras ajenas, a veces bien relacionadas entre sí, pero que se constituyen en un discurso cerrado sobre sí. Situar las prácticas, pensar las prácticas. Nora Aquín. Esa actividad llamada profesión: Trabajo social es una de las profesiones que vehiculiza políticas sociales, en las conflictivas condiciones de la sociedad contemporánea. Dentro de la misma, es importante el atributo de la autonomía profesional y el monopolio de la actividad, que se alcanzaría a partir de las articulaciones diferenciadas entre la posesión de saber especializado certificado por instituciones legitimadas por el estado, la capacidad de invocación de un ideal servicio al que se liga la actividad, el volumen del capitalismo simbólico de la profesión y el interés individual y colectivo por el prestigio social. En estos contextos adquiere una relación profesión-estado, una relación de poder, que se establece desde dos ejes: visto desde la profesión, se trata de poder controlar su propio trabajo, como así también aspectos financieros y estructuras institucionales, considerando el segundo eje, el estado, el que conforme a los criterios políticos, sociales y económicos, otorga ubicaciones diferenciales a los profesionales en el mercado ocupacional. De sujeciones y subordinaciones: Se podría ubicar al trabajo social, en el plano de las profesiones subordinadas, que no han completado el proceso de autonomía y de construcción de un monopolio profesional, lo cual puede comprenderse apelando brevemente a su génesis, pero también a la constitución actual de su campo. En relación al origen del ts, según García Salord, dice que la profesión nace recuperando elementos del ejercicio de la caridad y de la filantropía. Estas prácticas que pueden resumirse en la beneficencia como la virtud de hacer el bien, consistían en una serie de actividades que pueden desarrollarse en base a la fe, la experiencia, la institución y el compromiso. Lo cual, ello genera una relación de ambivalencia con otras profesiones, una lucha permanente de persecución contra la intrusión en el campo de denuncia de los ejercientes irregulares, y dificultades especiales en el proceso de consolidación de un espacio académico y político propio. El colectivo profesional no se ha comprometido lo suficiente en esta lucha. Donde se remarca su importancia para la configuración de un mercado profesional y por otro con respecto a la capacidad de la profesión de demostrar la superioridad en el manejo de la cuestión que aborda. Donde se da una ambigüedad múltiple, posicional y funcional, ya que el ts nació en una especie de tierra de nadie, en un espacio neutro, entre la economía y la política, es decir, en el denominado espacio social. La intervención profesional tenía por objeto reparar las fracturas sociales pero sin alterar en profundidad la lógica de fondo que las generaba. Luego, la autora habla de una tendencia de burocratización profesional en las organizaciones de pertenencia, produce lo que Derber define como “proletarización ideológica” (que supone la pérdida de objetivos del trabajo). Considerando que los procesos que se dan en la sociedad afectan a los trabajadores, al ritmo de pérdida de control de su propio trabajo. Por lo tanto, los diferentes contextos socio-políticos diferentes, sostienen una constante de que el estado deposite en la profesión el control sobre los aspectos técnicos de su trabajo, a diferencia del control sobre la organización social y económica del mismo. Por ello, el Trabajo Social, los objetos que interviene la profesión poseen determinaciones que desbordan la capacidad de los agentes para resolverlos. Por lo tanto, en este aspecto también se recrea la ambigüedad, que se juega entre la distancia que se instala en los propósitos enunciados y los resultados de la acción. Puede ocurrir que, como respuesta de esa ambigüedad, los profesionales caigan en una insensibilización ideológica, o bien en una cooptación ideológica, que equivale a una nueva definición de objetivos adaptados y coherentes con los de la organización. El “peso” de lo femenino La variable género también ejerce influencia en el modo en que se han construido y adquirido autoridad los saberes. La ayuda social ofrecida desde la mujer profesional de una cualidad paliativa y reparadora, se desprovee del sentido reflexivo e induce en su representación de lo inmediato. Lo cual implica un plus de vulnerabilidad de la profesión en relación con las instituciones contratantes, relación que generalmente es de tipo salarial. Se trata de una desvalorización histórica y transversal de los colectivos que han desarrollado funciones profesionales en el amplio campo de la acción social. La inmediatez, la “buena acción”, reducen la abstracción, el poder y la competitividad, tres atributos actualmente instalados como fundamento intelectual y confianza de las “auténticas profesiones”. Por lo tanto, vistas desde afuera, se trata de una diferencia entre ética y voluntariado o “moral sacrificial”. Por lo tanto, el problema no consiste en determinar si el profesional trabaja por cuenta propia o ajena, sino en establecer de cuánto poder disponer. Las instituciones que ocupan números profesionales desarrollan estrategias tendientes a la limitación de la discrecionalidad profesional y al incremento de la lealtad, para hacer más predecible sus comportamientos. Es de suponer una mayor labilidad de las profesiones feminizadas devaluadas en cuanto está excluida su significación como trabajo no productivo frente a las estrategias de control institucional, y un mayor ajuste a la burocracia de la organización, una mayor estandarización de su trabajo, y como consecuencia, una menor autonomía relativa. Pensar la autonomía. La autonomía se entiende como la posibilidad de las profesiones de controlar su propio trabajo, sostenida en parte por una ideología de pericia y servicio social y organizado a partir de un conjunto de instituciones. De manera que una profesión es autónoma cuando es capaz de definir y transformar la esencia de su propio trabajo. Y precisamente la mayor o menor autonomía, el modo en el que los profesionales alcanzan, consolidan o pierden el control sobre las condiciones y el contenido de su propia actividad, es un analizador central para comprender los distintos procesos de profesionalización y las relaciones de poder entre las distintas profesiones. La autonomía también es un poder, por otra parte, la autonomía se refiere originalmente a la categoría profesional, es de carácter colectivo, y su grado relativo de autonomía es la resultante de las relaciones de fuerza que han constituido históricamente al campo. La práctica profesional se sitúa con y frente a otro/s El trabajo social desde su génesis, impregna su palabra, su decir y su referencia nomenclatura “al otro” y a las crudas desigualdades y antagonismos sociales de una retórica humanista. Específicamente en el ámbito académico, las adjetivaciones “al otro” en tanto “cliente”, “desposeído”, “explotado”, “vulnerado”, etc. Han estado atravesadas por el conjunto de sobre determinaciones de cada momento histórico, del posicionamiento profesional en virtud del mismo, la apelación a los aportes subsidiarios de otras disciplinas y de determinadas teorías sociales, tanto del propio esfuerzo intelectual en procura de una interpretación heurística. También, se construye un “discurso”, en qué medida se orienta a “reproducir” las actuales relaciones sociales o en qué medida contribuye a posicionar “al otro” como sujeto diferente, respetado, con derechos, con capacidades pero también con limitaciones que se derivan de la posición que ocupa en una sociedad desigual, será una muestra del grado de subordinación o autonomía respecto del discurso dominante. Por último, según Faleiros, el trabajador social es el intelectual que organiza al “no trabajador” en la supervivencia, que encuentra una diversidad de situaciones en la que estos mismos actos muestran distintos modos de ejercer autonomía o heteronomía. En este contexto, es necesario incorporar la idea de negociación, lo cual, implica reconocer la existencia de un principio de diferenciación de miradas, saberes e intereses con otras disciplinas y con poderes instituidos. Implica también la puesta en acto de estrategias de intervención, lo que habla de la construcción de una posición profesional pensada y encuadrada teóricamente. El trabajo social cuenta con un recurso básico: la palabra, la propia y la del otro. Y cuanta con algunas tradiciones y herencias como la capacidad de escuchar al otro. D e cómo y cuánto escuchemos, de cómo nominemos a ese otro, de cómo visibilicemos a esos otros, dependerá de la fuerza que adquiere la instauración de ese otro en el espacio de lo público, como sujeto de derechos y responsabilidades. En estos procesos, la teoría adquiere fuerza y un lugar muy importante. Algunas refleciones en torno al uso de protocolos elaborados para el Trabajo Social. Lic. Claudio Robles Lo que se cuestiona sobre los protocolos es que sean elaborados por miembros de otras disciplinas y que sean éstos (quienes fueran que sean) los que decidan qué y cómo se debe trabajar en un campo disciplinar que no es el suyo y por consiguiente, desconocen. Por lo cual, al no haber sido elaborados por trabajadores sociales para ellos resulta inadmisible su aceptación. Lo que llama la atención es que el documento aluda a la “relevancia de los informes socio-ambientales” y al mismo tiempo, los limite a “un mínimo de información propia de la materia y que cumpla ciertos niveles de calidad y cantidad de datos relativos a los entrevistados”. Tratándose, de recolectar datos que no son interpretados o no deben ser interpretados. Además, hay una ausencia de evaluación diagnóstica habla por sí mismo y reduce la práctica profesional al relevamiento de información, que luego será interpretada por quienes supuestamente saben-pueden-deben-hacerlo. El protocolo no sólo indica qué debe hacer, sino cómo debe hacerse y en tal sentido ofrece instrucciones para comprender que significa cada apartado. El énfasis que el protocolo realiza de los aspectos habitacionales pone de manifiesto, la confusión histórica respecto del vocablo ambiental, que se reduce a una descripción edilicia, y de ello da cuenta el detallado nivel descriptivo con que se desagrega el apartado vivienda. ¿Qué entendemos por ambiente? El diccionario de trabajo social dice que remite a las circunstancias que ordenan la situación o el estado de las personas o cosas. Desde el punto de vista de la ecología, el ambiente indica condiciones exteriores dentro de las cuales se encuentra un ser vivo y que actúan sobre él. Entonces, elaborar un “informe socio-ambiental” no es describir la vivienda, sino implica un análisis de los hechos que motivan el litigio, puntualizando en la historia familiar, antecedentes personales de cada una de las partes, situación socio-económica y cultura, posición frente al conflicto, relaciones con el medio, interpretación de la información recogida, evaluación diagnóstica y sugerencias. Además, otro aspecto preocupante del protocolo es el modo en que la intervención profesional es reducida al uso y aplicación de una técnica: la entrevista domiciliaria. Cuando ello ocurre, se desvirtúa el uso de los instrumentos técnicos de la profesión y se los jerarquiza indebidamente. Es el propio profesional quien, en uso de su autonomía e incumbencias profesionales está facultado para elegir el instrumental adecuado para el ejercicio de su actividad profesional. La entrevista domiciliaria constituye una herramienta de la intervención profesional y su uso dependerá de los objetivos de la intervención. Las familias en la reproducción cotidiana de la existencia. Estrategias de sobrevivencia y de reproducción social. Nelly Beatriz Nucci Estrategias de reproducción social: conjunto de prácticas, fenomenalmente muy diferentes, por medio de las cuales los individuos o las familias tienden, de manera consciente o inconsciente a conservar o aumentar su patrimonio y correlativamente, a mantener o mejorar su posición en la estructura de las relaciones de clase. Estas estrategias, por otra parte, son comportamientos posibles que dependen, para cada familia, del lugar que ocupa en las relaciones sociales así como de las estructuras que la condicionan. Proponiendo entonces que las familias, o sus miembros, desarrollen estrategias a través de las cuales acceden a recursos para satisfacer necesidades, implementando mecanismos y realizando diferentes tipos de actividades. Estas estrategias son variables en cada familia y en los distintos momentos de su ciclo vital. Algunas son de largo o mediano plazo, como las estrategias educativas, y otras se orientan a la resolución de situaciones en el corto plazo, como las estrategias de sobrevivencia. Estrategias de sobrevivencia: Pueden concluirse que las mismas se refieren a las familias en situación de crisis económica. Constituyen formas de obtener ingresos o recursos para resolver situaciones de la vida cotidiana, ligadas a la satisfacción de las necesidades básicas, y modalidades de acceso a recursos a las que las familias apelan entre un rango limitado de oportunidades que dependen de su posición en la estructura social. Proponiendo que estas, forman parte de las estrategias de producción, aunque se distinguen cuando define a la existencia de dos tipos de estrategias domesticas: las estrategias de reproducción y las estrategias de sobrevivencia o contención; las 1eras comprenden una serie de actividades económicas y no económicas dirigidas a asegurar la reproducción a largo plazo y el bienestar de la unidad doméstica y sus miembros, mientras que las 2das las caracteriza como respuesta de corto plazo a la crisis y tensión, ejercida con el fin de hacer frente a los problemas previsibles e imprevisibles de la vida diaria. Además, dedican mucho tiempo y trabajo para estas estrategias. La inserción en el mercado de trabajo para las mujeres de sectores pobres implica mayor vulnerabilidad, no sólo por las destrezas y habilidades que es necesario tener en el mercado cada vez más flexibilizado y competitivo, sino también por las representaciones y mandatos socialmente instituidos, donde la idea fuerza incorpora simbólicamente remite a la mujer a su papel de madre en el ámbito privado, mientras el varón como padre principal proveedor de recursos económicos que remite al ámbito público. Las estrategias de sobrevivencia que se ponen en prácticas en estas familias denotan la preferencia por resolver las dificultades cotidianas a través de la intensificación del esfuerzo propio, ya sea como trabajador remunerado o familiar para luego, ante su insuficiencia y recién entonces, apelar a parientes y transferencias formales. Esta preferencia construida en las trayectorias de vida de los adultos de estos grupos domésticos, las que generalmente se asocian a condiciones de existencia de sus familias de origen algo mejores que las actuales. Persiste en ellas la expectativa de mejorar su posición en la estructura social o al menos a contribuir que sus hijos lo logren. Por eso apuestan fuertemente a la educación de sus hijos, priorizando las estrategias educativas con las esperanza de que ésta sea la llave para acceder a un trabajo y a una remuneración que les permita mejorar la posición social.