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Pensando el Trabajo Social desde una aproximación al Pensamiento Crítico: la

impugnación del pensamiento único y totalitario. Ruth Noemí Parola


¿A qué llamamos pensamiento crítico?
Desde la intuición y el sentido común uno alude al pensar cuando está haciendo
referencia a la reflexión y, por la tanto, a la necesidad de revisión de los presupuestos que
sostienen ese pensar y por lo tanto a la crítica como un modo de realizar ese análisis. El
análisis nos permite aprehender, primero, el sentido de lo que queremos criticar.
En este sentido estaríamos hablando de un pensamiento crítico que implica:
- En primer lugar la justificación del pensar;
- En segundo lugar, el reconocimiento de que las problemáticas sobre las cuales se
quiere pensar son multidisciplinarias, lo cual requiere un ejercicio que devela las
limitaciones de las perspectivas disciplinas y apunta a ejercer cierta vigilancia y validación
de las categorías utilizadas en la reflexión.
- En tercer lugar, hace referencia al reconocimiento de los otros en un diálogo que
construye el conocimiento crítico contextualizado en los marcos societales de los cuales
todos los involucrados son producto y productores del mismo.
- Por último el pensamiento crítico intima a cuestionar las formas discursivas veladas o
encubiertas, tan propias de las ideologías de la dominación, del cinismo imperante y de la
negación del otro.
Por eso, el pensamiento debe ser crítico y reflexivo. Crítico no como negación directa de
la realidad, sino como renuncia a una aceptación irreflexiva de la realidad (social) tal y
como se nos presenta. La crítica parte siempre de una sencilla proposición: “otra sociedad
es posible”. Sólo en la medida en que es crítico puede el pensamiento también ser
reflexivo. Sólo naciendo de la injusticia misma puede llegar a modificarla, a transformarla,
superando así la dicotomía teoría-práctica.
Se trata en definitiva de un planteamiento epistemológico y ético de fondo que aspira a
una comprensión cuestionadora de la realidad social, que descubra las categorías en uso
y las grandes tensiones y contradicciones existentes en las 4 formas de comprensión de
los problemas y valores que se ponen en juego en esa realidad.
La relación entre Trabajo Social y Pensamiento Crítico
En este sentido el Trabajo Social como profesión y disciplina del campo de lo social
necesita construir principios explicativos de sí mismo y del contexto social del cual es
producto y productor. En este sentido el Trabajo Social como profesión y disciplina del
campo de lo social necesita construir principios explicativos de sí mismo y del contexto
social del cual es producto y productor.
Es imprescindible que la profesión reconozca y asuma que interviene en espacios de
conflicto de intereses, en espacios de tensión. La respuesta a esto no está en la
desinstitucionalización (como se pensó en el Trabajo Social Reconceptualizador) ni en el
ocultamiento de las tensiones o conflictos (como en la naturalización típica del Trabajo
Social Conservador), sino en el develamiento de la tensión, para que ésta sea el punto de
partida que permita problematizar la intervención, es decir: - hacer visible la función que
tiene la profesión; - descubrir los espacios de tensión; - construir, individual y
colectivamente, estrategias para analizar y decidir qué hacer con esos espacios.
La difusión del positivismo, la complejidad de los problemas por resolver con el fuerte
crecimiento económico y demográfico, la envergadura y magnitud que iba tomando la
cuestión social contribuyeron al reconocimiento de la labor del técnico. En consecuencia
el Trabajo Social surge con un componente sustantivo que es el “hacer”, la “ejecución” y
que le dará una impronta particular. Ese “hacer” estuvo configurado a partir de los
espacios de intervención de las políticas sociales implementadas por el Estado en función
de: miradas fragmentadas de la realidad y de las demandas histórico – sociales; un
análisis de la cuestión social como cosas parcializadas y atomizadas en sus múltiples
manifestaciones y los comportamientos sociales vistos como responsabilidad casi
exclusiva del sujeto. De este modo las problemáticas sociales fueron reducidas a un
conjunto de variables susceptibles de ser modificadas; por lo tanto, la intervención
profesional es reducida a meras acciones de tipo burocrático – administrativas.
Por ello la acción profesional se encapsuló en una función de intermediación (difusa y
ambigua) entre la Necesidad / Demanda, por un lado, y los Recursos / Satisfactores, por
otro. Esta es la caracterización más tradicional y común de la intervención del Trabajo
Social que ha traído consecuencias importantes en el desarrollo de una profesión social
como es el caso del Trabajo Social:
· Una revalorización del cómo se actúa, de los procedimientos instrumentales, reforzando
el carácter pragmático y empírico de la profesión.
· Una referencia difusa y confusa a teorías, a veces muy contradictorias, como necesidad
de legitimarse ante otras profesiones. Las síntesis elaboradas por la profesión a partir de
estos soportes teóricos no han derivado más que en un sincretismo científico.
· Una intervención indiscriminada, sin posicionamientos claros con respecto a los
fundamentos y la direccionalidad de la intervención, generando una neutralidad política
entre conservación y transformación, que le ha traído grandes problemas a la
intervención.
La intervención profesional es una construcción histórico – social que se desarrolla a partir
de las manifestaciones de la cuestión social que afectan directamente la reproducción
social de los sujetos. Por lo tanto, planteamos la intervención profesional – siguiendo a
Margarita Rozas – desde una mirada que ponga en juego las relaciones entre los sujetos
y sus necesidades. En este sentido incorporamos a los sujetos, en cuanto ellos encarnan
en la vida cotidiana las manifestaciones de la cuestión social, las que se les presentan
como obstáculos para la reproducción individual y social.
En el Trabajo Social ha persistido y persiste una mirada y una acción orientada al no
conflicto, a la armonía, a la bondad. Por lo tanto, todo lo que aparece en la intervención
profesional como ajeno a lo planificado, a lo esperado se lo rotula como problema y no
como posibilidad de una realidad diferente que quiere hacer oír su sentido, sus
significaciones. En consecuencia, la intervención termina generando procesos de
violencia, sometimiento y dominación a un modelo único de vivir y sentir la práctica
cotidiana. Por otro lado, estas situaciones implicarían un pensamiento reduccionista, que
ignora la riqueza en el pensar y el hacer inagotable del mundo social, un camino sin
salida, una situación de desesperanza ante la destrucción, las ruinas y la exclusión que
sistemáticamente el desarrollo del capitalismo y el modelo neoliberal generan.
En consecuencia, trabajar desde el reconocimiento del conflicto y sus términos para la
construcción de un pensamiento crítico y una intervención social crítica, abre posibilidades
infinitas al conocimiento crítico sobre la realidad social. En primer lugar, la búsqueda de
los no lugares, de los vacíos, de lo invisibilizados, de las ausencias implica un análisis
crítico dinámico, que debe bucear en las prácticas concretas para generar esa crítica. Por
lo tanto resuelve la antigua y permanente pregunta acerca de la relación entre teoría
práctica, porque desde esta mirada no existe tal dicotomía, no es posible encontrar las
ausencias en lo abstracto, en aquello que no esté anclado en prácticas concretas como
expresión de las relaciones de producción reales, de un modo de conocer la realidad y de
condiciones concretas de producción de ese conocimiento.
En segundo lugar, los conflictos, las contradicciones no son un “problema”, no son un
obstáculo que impide lograr una sociedad armónica y más justa, que nos impide
comprenderla y conocerla en profundidad y por tanto actuar sobre ella para que se
resuelvan esos conflictos. Tampoco el conflicto es la oportunidad de crecer a través de su
resolución. Aquel pensamiento que intenta anular el conflicto es ideológico, es un intento
de crear una idea única de cómo debemos organizarnos como sociedad, es un intento de
dominación y explotación.
Finalmente intentar construir una relación entre Trabajo Social y Pensamiento Crítico es
pensar en un Trabajo Social que se organice y contemple una tríada articulada e
indisoluble que hacen del mismo una profesión: Intervención - Investigación – Formación.
Los tres aspectos mencionados refieren concretamente a ámbitos y actores que hacen a
la realidad cotidiana del Trabajo Social.
La Intervención representa al ejercicio profesional y el ámbito de los egresados. Pero
también está en estrecha relación con la formación profesional ya que refiere a las
prácticas pre profesionales que desarrollan los alumnos a lo largo del proceso de
enseñanza – aprendizaje que vive en la Facultad.
La Investigación significa concretamente la relación con la producción de conocimiento, la
generación de teoría desde el ámbito disciplinar. En consecuencia su estrecha relación
con el ámbito académico es innegable, sin embargo su reciprocidad con la intervención es
ineludible, ya que es a partir de la investigación que el ejercicio profesional tiene
posibilidades de responder a los desafíos actuales y, este sentido, a los dilemas que la
intervención genera. En este sentido la intervención debería direccionar a la investigación
en Trabajo Social.
La Formación constituye una síntesis de las dos dimensiones anteriores, en ella se deben
generar procesos de enseñanza – aprendizaje para la intervención y para la investigación
de manera complementaria y articulada. De lo contrario, si falla o está debilitado uno de
los dos aspectos la formación del Trabajo Social es incompleta, repetitiva y naturaliza
dora de lo ya existente; no hay posibilidades de innovación, de creación de alternativas
tanto en el pensar como en el hacer. No hay posibilidad de pensamiento crítico
Sentido común- Silvia Brusilovsky
SENTIDO COMÚN:
 Alude a los procesos y categorías cognoscitivas con las que el sujeto hace inteligible
una situación o toma decisiones. Además pone en juego conocimientos o información
que provienen del saber cotidiano. Utilizándolos en forma poco flexible.
 No se cuestiona la relación entre la situación que le dio origen y aquella en la que se
aplican. Es de escasa preocupación por poner a prueba las observaciones. Siendo
pragmático e hipergeneralizador.
 Su génesis no se cuestiona, y el saber personal se construye y aplica a partir de
relacionar situaciones o problemas particulares. No integran la dimensión histórica y
se ubican en un corto plazo.
 Utilizan categorías valorativas sin explicación de la concepción o el criterio desde el
que se juzga. Por lo tanto se convierten en incuestionables y absolutos los valores
implícitos.
 No se duda de la evidencia. Se acude a escasa o nula información pertinente y se
asumen decisiones u opiniones sobre la base de juicios previos.
 Por lo tanto, se expresan aseveraciones más que hipótesis. (dogmatismo),
produciendo un efecto político-social conservador y naturaliza lo social.
PENSAMIENTO CRÍTICO:
 Se caracteriza por utilizar conscientemente saber general, explicitando la relación
entre los fenómenos y las conexiones que ligan los hechos o las situaciones
singulares particulares de un conjunto de hechos y situaciones históricas
determinadas.
 Se piensa y se actúa en base a un doble sistema de referencias: la realidad y la teoría.
Concibiendo a sus componentes como resultado de una situación histórica.
 No mistifica el saber teórico. Duda del conocimiento recibido. Duda de los “datos”
como verdad objetiva incuestionable.
 Advierte múltiples dimensiones del problema. Busca diversa y abundante información
sobre los hechos. Relaciona situaciones particulares con situaciones históricas o
sociales más generales.
BUEN SENTIDO:
1. Tanto el proceso de conocimiento como la toma de decisión se hace a partir del saber
cotidiano. Lenguaje común. No utiliza conocimiento teórico. Se diferencia por su
flexibilidad.
2. Utiliza los problemas particulares con la situación histórica social que le dio origen y la
posibilidad de imaginar respuestas nuevas. Se suspende el “juicio” procurando buscar
información.
PENSAMIENTO CUESTIONADOR: PENSAMIENTO CRÍTICO Y BUEN SENTIDO.
 Las dos formas de pensamiento cuestionar, el crítico y el buen sentido, abren la
posibilidad de reflexión y oposición a lo establecido al considerarlo resultado de la
histórica intervención del hombre sobre la sociedad.
SABER ACADEMICISTA:
-Es la reproducción de palabras ajenas, a veces bien relacionadas entre sí, pero que se
constituyen en un discurso cerrado sobre sí.
Situar las prácticas, pensar las prácticas. Nora Aquín.
Esa actividad llamada profesión:
Trabajo social es una de las profesiones que vehiculiza políticas sociales, en las
conflictivas condiciones de la sociedad contemporánea. Dentro de la misma, es
importante el atributo de la autonomía profesional y el monopolio de la actividad, que se
alcanzaría a partir de las articulaciones diferenciadas entre la posesión de saber
especializado certificado por instituciones legitimadas por el estado, la capacidad de
invocación de un ideal servicio al que se liga la actividad, el volumen del capitalismo
simbólico de la profesión y el interés individual y colectivo por el prestigio social.
En estos contextos adquiere una relación profesión-estado, una relación de poder, que se
establece desde dos ejes: visto desde la profesión, se trata de poder controlar su propio
trabajo, como así también aspectos financieros y estructuras institucionales, considerando
el segundo eje, el estado, el que conforme a los criterios políticos, sociales y económicos,
otorga ubicaciones diferenciales a los profesionales en el mercado ocupacional.
De sujeciones y subordinaciones:
Se podría ubicar al trabajo social, en el plano de las profesiones subordinadas, que no
han completado el proceso de autonomía y de construcción de un monopolio profesional,
lo cual puede comprenderse apelando brevemente a su génesis, pero también a la
constitución actual de su campo.
En relación al origen del ts, según García Salord, dice que la profesión nace recuperando
elementos del ejercicio de la caridad y de la filantropía. Estas prácticas que pueden
resumirse en la beneficencia como la virtud de hacer el bien, consistían en una serie de
actividades que pueden desarrollarse en base a la fe, la experiencia, la institución y el
compromiso.
Lo cual, ello genera una relación de ambivalencia con otras profesiones, una lucha
permanente de persecución contra la intrusión en el campo de denuncia de los ejercientes
irregulares, y dificultades especiales en el proceso de consolidación de un espacio
académico y político propio.
El colectivo profesional no se ha comprometido lo suficiente en esta lucha. Donde se
remarca su importancia para la configuración de un mercado profesional y por otro con
respecto a la capacidad de la profesión de demostrar la superioridad en el manejo de la
cuestión que aborda.
Donde se da una ambigüedad múltiple, posicional y funcional, ya que el ts nació en una
especie de tierra de nadie, en un espacio neutro, entre la economía y la política, es decir,
en el denominado espacio social. La intervención profesional tenía por objeto reparar las
fracturas sociales pero sin alterar en profundidad la lógica de fondo que las generaba.
Luego, la autora habla de una tendencia de burocratización profesional en las
organizaciones de pertenencia, produce lo que Derber define como “proletarización
ideológica” (que supone la pérdida de objetivos del trabajo). Considerando que los
procesos que se dan en la sociedad afectan a los trabajadores, al ritmo de pérdida de
control de su propio trabajo. Por lo tanto, los diferentes contextos socio-políticos
diferentes, sostienen una constante de que el estado deposite en la profesión el control
sobre los aspectos técnicos de su trabajo, a diferencia del control sobre la organización
social y económica del mismo.
Por ello, el Trabajo Social, los objetos que interviene la profesión poseen determinaciones
que desbordan la capacidad de los agentes para resolverlos. Por lo tanto, en este aspecto
también se recrea la ambigüedad, que se juega entre la distancia que se instala en los
propósitos enunciados y los resultados de la acción. Puede ocurrir que, como respuesta
de esa ambigüedad, los profesionales caigan en una insensibilización ideológica, o bien
en una cooptación ideológica, que equivale a una nueva definición de objetivos adaptados
y coherentes con los de la organización.
El “peso” de lo femenino
La variable género también ejerce influencia en el modo en que se han construido y
adquirido autoridad los saberes. La ayuda social ofrecida desde la mujer profesional de
una cualidad paliativa y reparadora, se desprovee del sentido reflexivo e induce en su
representación de lo inmediato.
Lo cual implica un plus de vulnerabilidad de la profesión en relación con las instituciones
contratantes, relación que generalmente es de tipo salarial. Se trata de una
desvalorización histórica y transversal de los colectivos que han desarrollado funciones
profesionales en el amplio campo de la acción social.
La inmediatez, la “buena acción”, reducen la abstracción, el poder y la competitividad, tres
atributos actualmente instalados como fundamento intelectual y confianza de las
“auténticas profesiones”. Por lo tanto, vistas desde afuera, se trata de una diferencia entre
ética y voluntariado o “moral sacrificial”.
Por lo tanto, el problema no consiste en determinar si el profesional trabaja por cuenta
propia o ajena, sino en establecer de cuánto poder disponer. Las instituciones que ocupan
números profesionales desarrollan estrategias tendientes a la limitación de la
discrecionalidad profesional y al incremento de la lealtad, para hacer más predecible sus
comportamientos. Es de suponer una mayor labilidad de las profesiones feminizadas
devaluadas en cuanto está excluida su significación como trabajo no productivo frente a
las estrategias de control institucional, y un mayor ajuste a la burocracia de la
organización, una mayor estandarización de su trabajo, y como consecuencia, una menor
autonomía relativa.
Pensar la autonomía.
La autonomía se entiende como la posibilidad de las profesiones de controlar su propio
trabajo, sostenida en parte por una ideología de pericia y servicio social y organizado a
partir de un conjunto de instituciones. De manera que una profesión es autónoma cuando
es capaz de definir y transformar la esencia de su propio trabajo. Y precisamente la mayor
o menor autonomía, el modo en el que los profesionales alcanzan, consolidan o pierden el
control sobre las condiciones y el contenido de su propia actividad, es un analizador
central para comprender los distintos procesos de profesionalización y las relaciones de
poder entre las distintas profesiones.
La autonomía también es un poder, por otra parte, la autonomía se refiere originalmente a
la categoría profesional, es de carácter colectivo, y su grado relativo de autonomía es la
resultante de las relaciones de fuerza que han constituido históricamente al campo.
La práctica profesional se sitúa con y frente a otro/s
El trabajo social desde su génesis, impregna su palabra, su decir y su referencia
nomenclatura “al otro” y a las crudas desigualdades y antagonismos sociales de una
retórica humanista. Específicamente en el ámbito académico, las adjetivaciones “al otro”
en tanto “cliente”, “desposeído”, “explotado”, “vulnerado”, etc. Han estado atravesadas por
el conjunto de sobre determinaciones de cada momento histórico, del posicionamiento
profesional en virtud del mismo, la apelación a los aportes subsidiarios de otras disciplinas
y de determinadas teorías sociales, tanto del propio esfuerzo intelectual en procura de
una interpretación heurística.
También, se construye un “discurso”, en qué medida se orienta a “reproducir” las actuales
relaciones sociales o en qué medida contribuye a posicionar “al otro” como sujeto
diferente, respetado, con derechos, con capacidades pero también con limitaciones que
se derivan de la posición que ocupa en una sociedad desigual, será una muestra del
grado de subordinación o autonomía respecto del discurso dominante.
Por último, según Faleiros, el trabajador social es el intelectual que organiza al “no
trabajador” en la supervivencia, que encuentra una diversidad de situaciones en la que
estos mismos actos muestran distintos modos de ejercer autonomía o heteronomía.
En este contexto, es necesario incorporar la idea de negociación, lo cual, implica
reconocer la existencia de un principio de diferenciación de miradas, saberes e intereses
con otras disciplinas y con poderes instituidos. Implica también la puesta en acto de
estrategias de intervención, lo que habla de la construcción de una posición profesional
pensada y encuadrada teóricamente.
El trabajo social cuenta con un recurso básico: la palabra, la propia y la del otro. Y cuanta
con algunas tradiciones y herencias como la capacidad de escuchar al otro. D e cómo y
cuánto escuchemos, de cómo nominemos a ese otro, de cómo visibilicemos a esos otros,
dependerá de la fuerza que adquiere la instauración de ese otro en el espacio de lo
público, como sujeto de derechos y responsabilidades. En estos procesos, la teoría
adquiere fuerza y un lugar muy importante.
Algunas refleciones en torno al uso de protocolos elaborados para el Trabajo
Social. Lic. Claudio Robles
Lo que se cuestiona sobre los protocolos es que sean elaborados por miembros de otras
disciplinas y que sean éstos (quienes fueran que sean) los que decidan qué y cómo se
debe trabajar en un campo disciplinar que no es el suyo y por consiguiente, desconocen.
Por lo cual, al no haber sido elaborados por trabajadores sociales para ellos resulta
inadmisible su aceptación.
Lo que llama la atención es que el documento aluda a la “relevancia de los informes
socio-ambientales” y al mismo tiempo, los limite a “un mínimo de información propia de la
materia y que cumpla ciertos niveles de calidad y cantidad de datos relativos a los
entrevistados”. Tratándose, de recolectar datos que no son interpretados o no deben ser
interpretados. Además, hay una ausencia de evaluación diagnóstica habla por sí mismo y
reduce la práctica profesional al relevamiento de información, que luego será interpretada
por quienes supuestamente saben-pueden-deben-hacerlo.
El protocolo no sólo indica qué debe hacer, sino cómo debe hacerse y en tal sentido
ofrece instrucciones para comprender que significa cada apartado.
El énfasis que el protocolo realiza de los aspectos habitacionales pone de manifiesto, la
confusión histórica respecto del vocablo ambiental, que se reduce a una descripción
edilicia, y de ello da cuenta el detallado nivel descriptivo con que se desagrega el
apartado vivienda.
¿Qué entendemos por ambiente? El diccionario de trabajo social dice que remite a las
circunstancias que ordenan la situación o el estado de las personas o cosas. Desde el
punto de vista de la ecología, el ambiente indica condiciones exteriores dentro de las
cuales se encuentra un ser vivo y que actúan sobre él.
Entonces, elaborar un “informe socio-ambiental” no es describir la vivienda, sino implica
un análisis de los hechos que motivan el litigio, puntualizando en la historia familiar,
antecedentes personales de cada una de las partes, situación socio-económica y cultura,
posición frente al conflicto, relaciones con el medio, interpretación de la información
recogida, evaluación diagnóstica y sugerencias.
Además, otro aspecto preocupante del protocolo es el modo en que la intervención
profesional es reducida al uso y aplicación de una técnica: la entrevista domiciliaria.
Cuando ello ocurre, se desvirtúa el uso de los instrumentos técnicos de la profesión y se
los jerarquiza indebidamente. Es el propio profesional quien, en uso de su autonomía e
incumbencias profesionales está facultado para elegir el instrumental adecuado para el
ejercicio de su actividad profesional. La entrevista domiciliaria constituye una herramienta
de la intervención profesional y su uso dependerá de los objetivos de la intervención.
Las familias en la reproducción cotidiana de la existencia. Estrategias de
sobrevivencia y de reproducción social. Nelly Beatriz Nucci
Estrategias de reproducción social: conjunto de prácticas, fenomenalmente muy
diferentes, por medio de las cuales los individuos o las familias tienden, de manera
consciente o inconsciente a conservar o aumentar su patrimonio y correlativamente, a
mantener o mejorar su posición en la estructura de las relaciones de clase.
Estas estrategias, por otra parte, son comportamientos posibles que dependen, para cada
familia, del lugar que ocupa en las relaciones sociales así como de las estructuras que la
condicionan.
Proponiendo entonces que las familias, o sus miembros, desarrollen estrategias a través
de las cuales acceden a recursos para satisfacer necesidades, implementando
mecanismos y realizando diferentes tipos de actividades. Estas estrategias son variables
en cada familia y en los distintos momentos de su ciclo vital. Algunas son de largo o
mediano plazo, como las estrategias educativas, y otras se orientan a la resolución de
situaciones en el corto plazo, como las estrategias de sobrevivencia.
Estrategias de sobrevivencia: Pueden concluirse que las mismas se refieren a las familias
en situación de crisis económica. Constituyen formas de obtener ingresos o recursos para
resolver situaciones de la vida cotidiana, ligadas a la satisfacción de las necesidades
básicas, y modalidades de acceso a recursos a las que las familias apelan entre un rango
limitado de oportunidades que dependen de su posición en la estructura social.
Proponiendo que estas, forman parte de las estrategias de producción, aunque se
distinguen cuando define a la existencia de dos tipos de estrategias domesticas: las
estrategias de reproducción y las estrategias de sobrevivencia o contención; las 1eras
comprenden una serie de actividades económicas y no económicas dirigidas a asegurar la
reproducción a largo plazo y el bienestar de la unidad doméstica y sus miembros,
mientras que las 2das las caracteriza como respuesta de corto plazo a la crisis y tensión,
ejercida con el fin de hacer frente a los problemas previsibles e imprevisibles de la vida
diaria. Además, dedican mucho tiempo y trabajo para estas estrategias.
La inserción en el mercado de trabajo para las mujeres de sectores pobres implica mayor
vulnerabilidad, no sólo por las destrezas y habilidades que es necesario tener en el
mercado cada vez más flexibilizado y competitivo, sino también por las representaciones y
mandatos socialmente instituidos, donde la idea fuerza incorpora simbólicamente remite a
la mujer a su papel de madre en el ámbito privado, mientras el varón como padre principal
proveedor de recursos económicos que remite al ámbito público.
Las estrategias de sobrevivencia que se ponen en prácticas en estas familias denotan la
preferencia por resolver las dificultades cotidianas a través de la intensificación del
esfuerzo propio, ya sea como trabajador remunerado o familiar para luego, ante su
insuficiencia y recién entonces, apelar a parientes y transferencias formales. Esta
preferencia construida en las trayectorias de vida de los adultos de estos grupos
domésticos, las que generalmente se asocian a condiciones de existencia de sus familias
de origen algo mejores que las actuales. Persiste en ellas la expectativa de mejorar su
posición en la estructura social o al menos a contribuir que sus hijos lo logren. Por eso
apuestan fuertemente a la educación de sus hijos, priorizando las estrategias educativas
con las esperanza de que ésta sea la llave para acceder a un trabajo y a una
remuneración que les permita mejorar la posición social.

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