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Literatura latinoamericana del siglo XIX

Cristo Figueroa
Camila Coral, María Canela de Castro, Juan Camilo Gitterle, Carlos Palacio y Camila
Sandoval
24 de octubre del 2018

Protocolo sobre el ​Facundo​, de Domingo Sarmiento.

1) Contexto histórico
En una obra como Facundo resulta importante considerar el contexto en el que se produjo; si
bien el contexto histórico de la República de Argentina está lleno de sucesos es importante
resaltar algunos específicos:

Dictadura de Rosas:
Juan Manuel de Rosas (1793-1877) nació en Buenos Aires en el fruto de una familia de
ganaderos. En 1829 la Legislatura de Buenos Aires lo escoge como gobernador. Su primer
periodo contó con facultades extraordinarias y duró hasta 1832. En este periodo hubo orden
administrativo, un control severo en los gastos y, prácticamente, se liquidó a la oposición.
En 1835 acepta de nuevo la gobernación y este “periodo” dura hasta 1852. Este periodo
estuvo marcado por una reducción del gasto del estado, políticas económicas nacionalistas
que protegían a los propietarios, reprimió la opinión pública y suprimió toda posibilidad de
un sistema representativo.

Conflicto entre unitarios y federales


Los unitarios abogaban por un gobierno centralizado, que residiría en la ciudad de Buenos
Aires, este estilo de gobierno era apoyado por los intelectuales; mientras que los federales
pretendían un sistema que respetara la autonomía de cada provincia a pesar de estar de
acuerdo en integrar una misma nación. Estos ultimo podían ser federales doctrinarios o
autonomistas bonaerenses. Estos últimos se enfrentaron tanto a los unitarios como a los
federales doctrinarios y uno de sus mayores representantes fue Juan Manuel de Rosas.

Vida de Domingo Faustino Sarmiento

Domingo Faustino Sarmiento (San Juan, en las Provincias Unidas del Río de la Plata, 15 de
febrero de 1811- 11 de septiembre de 1888 en Asunción, Paraguay) fue escritor, político y
educador. Era unitario lo que llevó a que su exilió en Chile desde 1841 hasta 1851, lugar en el
que publica el Facundo (1845).

2) Estructura
En cuanto al tema de ​estructura ​coincidimos en que el ​Facundo se divide en tres partes (a
pesar de que Sarmiento diga al final de su introducción que son solo dos partes las que
componen el texto). Logramos ver claramente las tres planos debido al cambio de tono y de
registro discursivo. La primera parte es un acercamiento desde lo etnológico, una descripción
del paisaje y el terreno de la Argentina, que está también relacionado con la teoría de Hipólito
Taine (importante en la época) en la que el ambiente condiciona los caracteres de las personas
que lo habitan. La segunda parte es una biografía de Facundo intervenida con tintes
novelescos, aquí se presenta al personaje (desde los sucesos históricos, pero teniendo muy en
cuenta que también están permeados de la ficcionalización hecha por Sarmiento) y también se
consolida una imagen mucho más clara del gaucho argentino. El suceso clave que marcamos
como paso de la segunda a la última parte es la muerte de Facundo en el texto, en esta tercera
parte ya el tono cambia y pasa a ser el de ensayo político, en el cual Sarmiento quisiera
exponer de manera más directa y clara su plan de gobierno.
Una vez hecha la síntesis de las tres partes se profundizará en cada una de ellas, mostrando
puntos claves para su comprensión. Quisiera iniciar traduciendo del francés el epígrafe que
usa Sarmiento para dar comienzo a su texto: “Le pido al historiador el amor a la humanidad o
a la libertad, su justicia imparcial no debe ser impasible. Es necesario, por el contrario, que
desee, que espere, que sufra o que esté contento con lo que dice” (1). Es importante notar de
este epígrafe que es así como Sarmiento se considera a sí, como un historiador, que por más
“justicia imparcial” que quiera impartir, no puede ser impasible, no puede evitar su yo,
inevitablemente este sale a flote. Creo que esto permite notar un rasgo romántico en él, que
no sería extraño ya que es la tradición que lo antecede, y que aún sigue en el ambiente. Es un
epígrafe que va a marcar a todo el texto, ya que el autor no puede evitar salir, su yo se
pregunta, se cuestiona, se queja, da cuenta de sus angustias.
En la introducción hay un par de elementos que quiero resaltar, el primero es la
diferenciación que hace entre el carácter de Facundo y el de Rosas, mientras de Facundo dice
que es “provinciano, bárbaro, valiente, audaz”, de Rosas, su reemplazo, dice que es “falso,
corazón helado, espíritu calculador, que hace el mal sin pasión y organiza lentamente el
despotismo con toda la inteligencia de un Maquiavelo” (1-2). Desde la introducción
Sarmiento nos hace saber que es contra Rosas hacia el que van sus críticas políticas. Pero
también desde un inicio deja claro que serpa Facundo en quien se concentrará (10-11). De
este modo nos hace entender que sin un Facundo no habría podido haber un Rosas, y también
es por medio de Facundo que todo el texto consigue esa tensión entre civilización y barbarie,
entre la condena y a la vez la alabanza al gaucho, a ese hombre bárbaro y salvaje que encarna
Facundo.
Como ya se dijo, la primera parte se basa en una descripción etnológica de la sociedad
argentina, haciendo una amplia descripción de los paisajes y de la tierra. Este capítulo
comienza con otro epígrafe que también quisiera traducir: “La extensión de las pampas es tan
prodigiosa que al norte están limitadas por arboledas de palmeras, y al sur por huecos
eternos” (15). La imagen de la pampa es esencial para acercarse a la tierra argentina. Mientras
en el epígrafe parece apreciarla, ver su prodigio, en unas líneas más adelante, asegura que
este es el principal problema de la Argentina: “El mal que aqueja a la República de la
Argentina es la extensión” (15). Esta extensión, estas llanuras y esta pampa, son imágenes
importantes para Sarmiento, de ahí parte para referirse a la soledad y al hombre de campo,
que le teme al salvaje, que teme en general. Del que dice, que al igual que muchos argentinos,
tiene una “inseguridad de vida” que le permite “cierta resignación estoica para la muerte
violenta” (16).
Luego Sarmiento pasa a hacer una división tripartita del terreno argentino: norte (espeso
bosque), centro (la pampa y la selva) y el sur (la pampa se extiende como el mar en la tierra).
Luego se refiere a la importancia de los ríos, principalmente el Plata. Más adelante se
escuchan su queja y su posición política (aparentemente clara en este punto, pero que luego
vemos comienza a problematizarse): “Ahora llega desde los Andes hasta el mar; la barbarie y
la violencia bajaron a Buenos Aires, más allá del nivel de las provincias […] Quejémonos de
la ignorancia de este poder brutal que esteriliza, para sí y para las provincias los dones que
Natura prodigó al pueblo que extravía” (19). Sin entrar en minucias, se dirá también que hace
una mención al tema de las razas, de nuevo asocia a los indios y negros (estos últimos ya casi
desaparecidos de la zona) con la ociosidad, al mencionar al gaucho por primera vez de
manera concreta lo refiere desde Scott, comienza a generar una clara división entre campo y
ciudad, hace notar su rechazo al nomadismo, y da cuenta del desdén que sienten los gauchos
hacia los españoles.
Luego hace mención de la poesía y la divide en dos formas: una la culta y otra la popular. En
la culta da como ejemplo a Echevarría y a Domínguez; y de la popular refiere tipos: el canto
triste “que predomina en los pueblos del norte, es un canto frigio, plañidero, natural al
hombre en el estado primitivo de barbarie, según Rousseau” (40), la ​vidalita “canto popular
con coros, acompañado de la guitarra y un tamboril […] en que se cantan los asuntos del día,
las canciones guerreras” (17).
Luego pasa a describir cuatro especialidades notables que surgen de esas costumbres y gustos
generales de la tierra argentina. El primero es el rastreador, aquel capaz de seguir los rastros
de hombres y animales por largas distancias y variados terrenos, su disposición es la
evidencia misma, no se la puede contrariar. El segundo, el baqueano, quien es el “topógrafo
más completo, el único mapa que lleva un general para dirigir los movimientos de su
campaña” (45), es el experimentado en caminos y atajos, actúa como guía para transitar por
ellos. El tercero, y quizá el más importante, es el gaucho malo, “tipo de ciertas localidades,
un ​outlaw​, un ​squater​, un misántropo particular […] su nombre es temido, pronunciado en
voz baja, pero sin odio y casi con respeto. Es un personaje misterioso; mora en la pampa, son
su albergue los cardales; vive de perdices y mulitas; y si alguna vez quiere regalarse con una
lengua, enlaza una vaca, la voltea solo, la mata, saca su bocado predilecto, y abandona lo
demás a las aves mortecinas” (47). Es importante esta descripción porque da fe del carácter
del gaucho: salvaje, cercano a la tierra, a lo animal; una persona divorciada con la sociedad,
que no encaja en un ámbito dictado por leyes. Pero no por esto se lo debe confundir con un
bandido, Sarmiento señala que “el ataque a la vida no entra en su idea; […] roba, es cierto,
pero ésta es su profesión, su tráfico, su ciencia” (48). Y por último está la figura del cantor,
de quien se puede decir es el que canta a todos los otros personajes, en sus cantos se
concentran las costumbres y las figuras nacionales.
Es seguido a esto que Sarmiento decide hacer un acercamiento a la figura del gaucho,
caracterizándolo de una manera más concreta. Inicia con un epígrafe, que también se
traducirá: “’El Gaucho’ vive de las privaciones, pero su lujo es la libertad. Orgulloso, de
independencia ilimitada, sus sentimientos salvajes como su vida, son sin embargo, nobles y
buenos” (53). Sumado esto a lo anterior dicho sobre el gaucho el lector logrará ver la tensión
que hay en su descripción, se lo muestra como bárbaro, salvaje, por lo tanto incivilizado, y
problemático para la Argentina; y por el otro, noble, bueno, tendiente a la libertad y a la
independencia. Y no es que sea una u otra cosa, es ambas, y eso es lo que lo hace el sujeto
que encarna la tensión entre civilización y barbarie. Se caracterizará al gaucho por medio de
tres imágenes: el caballo, la pulpería y el cuchillo. Sin estas el gaucho no sería gaucho. En
cuanto a la pulpería, más allá de ser un lugar de reunión para beber y para el juego, es un
lugar en el que se genera un tipo de debate, si se quiere asamblea, en la que también se
discuten temas políticos. Y en cuanto al cuchillo, es importante resaltar que el gaucho no pele
con su enemigo a matar, solamente lo hace para herir, para marcar, para dejar la huella de
batalla.
Ya más adelante inicia la descripción de la vida de Facundo, en la que no se ahondará aquí,
ya que está llena de datos históricos, y como ya se dijo, permeada por la ficción propia de
Sarmiento, su autor. Lo que es importante resaltar de esta segunda parte, que es la biografía
novelada de Facundo, es precisamente eso, su carácter novelesco. Sarmiento inicia acercando
a Facundo a la figura del tigre, asociación con el animal y con lo salvaje, pero también con lo
misterioso, cauteloso y bello. Es a partir de esto que se puede decir que Sarmiento está
fascinado con su objeto, a medida que lo describe se nota su embelesamiento, y también sus
intentos por alejarse de él, y volver a un lenguaje más objetivo y políticamente enfocado. De
nuevo se da cuenta de la tensión, ésta vez evidenciada en el lenguaje del autor, entre la
posición que quiere defender una “civilización” y la que da cuenta de lo nacional.

3) La ​civilización ​y la ​barbarie
Si la nación puede dividirse en la proyección cultural y simbólica, y en la dimensión
performativa de los efectos, la literatura puede encontrarse, especialmente, en el primero de
estos momentos. La literatura nacional se sabe nacional (Fernández 39), Sarmiento anuncia
sin modestia su proyecto de explicar la revolución argentina a través de la figura de Facundo
Quiroga, la más americana que se presenta. A partir de él, el autor busca construir una visión
sobre la Argentina y proponer una lectura atravesada por dos nociones ideológicas.

Sarmiento inscribe la historia de la Argentina en la Historia Universal teleológica racionalista


hegeliana que sostiene la consigna de que la civilización universal ha culminado en el
territorio europeo. En este sentido, entiende que civilizarse es ​europeizarse​; que construir
nación y definir su propia particularidad deviene en una asignación que es tan foránea como
despreciativa de la peculiaridad. A su vez, en este orden de ideas, el autor del ​Facundo se está
enfrentando a Hegel en un plano teórico y reivindicando el derecho de América del Sur de
poseer, legítimamente, una historia propia (Sarmiento 17). En este sentido, el autor se
presenta como el traductor oficial de la revolución argentina, recurriendo a analogías y
autoridades (18) europeas para expresarse, estableciendo los paradigmas mediante los cuales
puede estudiarse y entenderse la historia suramericana: “hay algo en las soledades argentinas
que trae a la memoria las soledades asiáticas” (29). Para hacerlo, se constituye como un
Tocqueville, es decir, como un historiador científico1: busca encarnar los ideales de su ciencia
y llega a asimilar conceptos que no surgen del estudio de sí mismo, sino que son traídos por
las olas desde el otro lado del océano. Esto es lo que sucede con los términos de civilización
y barbarie.
En un primer lugar, para Sarmiento el problema de la Argentina parece ser en un principio su
extensión (25) y las distintas razas. Hay una configuración geográfica que determina sus
engendros: la ciudad, específicamente Buenos Aires, es el núcleo de la civilización, la
industria y la población europea (27). La pampa, en cambio, es el desierto que engendra
despotismos (Gandía), sin importar qué tan pura sea la raza. Los negros e indios son los
elementos de atraso en la marcha de la civilización:
Las razas americanas viven en la ociosidad y se muestran incapaces, aun por medio de
la compulsión, para dedicarse a un trabajo duro y seguido. Esto sugirió la idea de
introducir negros en América, que tan fatales resultados ha producido. Pero no se ha
mostrado mejor dotada de acción la raza española cuando se ha visto en los desiertos
americanos abandonada a sus propios instintos (Sarmiento 30-31).
En este sentido, como lo enuncia el autor, el territorio es hostil para los avances civilizatorios.
Puede incluso pervertir al alma que se presenta como civilizada en sí. Aquí es donde se
presenta entonces la primera paradoja de la formulación sarmientina: hay algo que va más
allá del carácter, de la raza de un sujeto: el territorio y su dimensión determinadora de
barbarismos, que condicionan su actuar y su lugar en el progreso universal. No obstante, eso
no fue lo primero que acordó el autor, en su definición sobre las razas americanas: no todas
actúan bajo los mismos criterios, o el territorio es capaz de vencerlas a todas; no resulta claro.
Es decir, la raza importa poco frente a la hostilidad del territorio: es este elemento
determinante. Por lo tanto, las tesis del autor empiezan a fundirse en una falsa homogeneidad;
están sujetas por las contradicciones a través de las que dispone sus pautas. En este sentido,
resulta no menos evidente la condición histórica que envuelve a Sarmiento y a su producción,
la cual se traspola a su construcción sobre la civilización y la barbarie y la enuncia tan
fragmentada como inherente. Veamos el siguiente ejemplo: es posible observar en las
afirmaciones de Sarmiento una suerte de alabanza hacia lo más oscuro de la propia
argentinidad: “llámenle el gaucho malo, sin que este epíteto lo desfavorezca del todo. La
justicia lo persigue desde muchos años; su nombre es temido, pronunciado en voz baja, pero
sin odio, y casi con respeto” (47). Entonces, sucede con Sarmiento lo mismo que con los
poetas: se enamora de sus evocaciones y sus afirmaciones pierden contorno, la escritura
vence a su formulación teórica y da más razón de la heterogeneidad argentina. Si bien el

1
A la América del Sud en general, y a la República Argentina sobre todo, ha hecho falta un
Tocqueville, que, premunido del conocimiento de las teorías sociales, como el viajero
científico de barómetros, octantes y brújulas, viniera a penetrar en el interior de nuestra vida
política, como en un campo vastísimo y aún no explorado ni descrito por la ciencia, y revelase
a la Europa, a la Francia, tan ávida de de fases nuevas en la vida de las diversas porciones de
la humanidad este nuevo modo de ser que no tiene antecedentes bien marcados y conocidos
(Sarmiento 16).
gaucho malo es el cúlmen de la barbarie primitiva, hay una secreta magistralidad que lo
envuelve y lo convierte en un sujeto casi deseable, en algo que no se enuncia como una
totalidad barbárica…
Desfalca entonces en su ejercicio de definir y concretar los límites que connotaría bajo el
nombre de civilización y barbarie. Lo verdadero es que su realidad desborda estos conceptos
trasladados y pone en evidencia una realidad argentina mucho más compleja, heterogénea,
seductora. La ciudad, demostración material de la civilización europea en territorio
hispanoamericano se ve doblegada por la barbarie del federalismo y se observa desmenuzada
ante la voracidad de Rosas. La República se ve unificada bajo el malvado caudillo federal y
es casi como si aquello que fue en un principio barbárico, al final ya no lo fuese tanto: la
pampa, Facundo… Esto da cuenta de cómo la realidad trasciende la formulación inicial de los
conceptos y transforma las bases más profundas de su significación. En su discurso ya no
cabe una disyunción que separe la civilización de la barbarie. En palabras de Antonio Mitre,
“a esta altura del proceso la barbarie ya no es más la antítesis de la civilización sino que,
fusionada, designa junto con aquella la consistencia híbrida de una realidad ​sui generis y
plenamente americana que no se acomoda en ninguno de los dos extremos” (28). De esta
manera la barbarie se vuelve un elemento imprescindible para la existencia de la civilización,
en aquello que fundamenta y legitima su existencia. Las dos son parte de una materialidad
que socava los márgenes y se enuncia en términos tantos fragmentados como cohesionadores.
Vemos, pues, que la ​o se transforma en una ​y,​ se convierte en medida constitutiva de la
realidad y encarna un escenario que supera con creces a la formulación disyuntiva.
Es, de hecho, imprescindible comprender que la caída de Facundo y el ascenso de Rosas
hacen parte de un nudo coyuntural que diverge las significaciones de la civilización y la
barbarie. La muerte del gaucho malo, de barbarie primitiva, es necesaria para consolidar este
nuevo siglo que deviene en una epistemología de orden cientificista, racionalista y moderna,
a saber, que se ve representado en la figura de Rosas (y es aún así enunciado desde un
romanticismo temprano. Esto es origen también de la contradicción sarmientina): “falso,
corazón helado, espíritu calculador, que hace el mal sin pasión y organiza lentamente el
depotismo con toda la inteligencia de un Maquiavelo” (15). Rosas es el engendro de la
civilización europea en la barbarie americana: se muestra como un sujeto ​racional​, en
últimas, encarna toda la barbarie civilizada. Es él quien unifica la República a punta de un
federalismo centralizado en Buenos Aires, quién hace temblar los estandartes de civilización.
Asesorado por un teólogo y un jurista (de nombre Tomás Manuel de Anchorena), su gobierno
se dirige hacia un absolutismo anticonstitucionalista que ha logrado lo que ha sido imposible
para todos los unitarios juntos y es lo ya arriba mencionado: así, cumple el sueño liberal
contrahecho por la paradoja inherente de su carácter federalista y bárbaro natural. Esto
remuerde el corazón de Sarmiento y hace temblar los cimientos de su formulación: la
barbarie y la civilización no son dadas en sí, sino que son construcciones, ​procesos.​ Ni Rosas
ni la pampa pueden encarnar el espíritu barbárico en su totalidad, ​per se​, no se le puede
atribuir únicamente al reducto americano: se muestran también bajo el baluarte de lo
civilizado, de lo otorgado por el espíritu cientificista ilustrado europeo. En últimas, no todo lo
que resulta de la civilización es, necesariamente, ​civilizado.​ Para cerrar: “si Facundo es uno
de los héroes de la pampa (...) que canta el ingenuo cantor, es el héroe trágico de Sarmiento
que tiene que desaparecer para consolidar la victoria del siglo XIX científico, el siglo de la
modernidad” (Garrels 274).

4) Recepción de ​Facundo
La obra de Sarmiento se ha interpretado de dos formas generales: ¿Cómo el aspecto
ensayístico (biográfico, antropológico, histórico, psicológico, político) afecta lo
poético/literario? y ¿Cómo el aspecto poético afecta lo ensayístico?
Del primero se ha dicho que los elementos científicos otorgan una sustentación que lo
literario no tendría por sí solo, aunque varios críticos argumentan que ese sustento para el
discurso político de la obra perjudica la prosa lírica.
Del segundo se dice que Sarmiento utiliza la literatura, no para escribir la biografía de
Facundo, sino para crear su leyenda, causando que los elementos científicos se conviertan
atemporales y universales en la cultura. No obstante, este acto causa que la historia pierda su
veracidad, siendo esta una crítica enorme que los primeros lectores argentinos (en especial los
que pertenecían al partido de Rosas) le reprochan a Sarmiento: que es un plutarca y un
exagerado por manipular la verdadera vida de Facundo Quiroga a su mensaje político.
La interpretación de Sarmiento sobre su obra es muy distinta. Sarmiento considera que su
obra es una representación del pensamiento americano, que puede llegar a ser un puente entre
el lector europeo y el mundo americano. A su vez, tenía un gran deseo de que su libro se
propagara y llegara a la gente. Inicialmente, su obra era dirigida al público chileno, después
de que Sarmiento fuera exiliado y fundara el periódico ​EL PROGRESO en Chile. Incluso se
piensa que toda la novela es un diálogo entre Sarmiento y Rojas, pues el autor expone
constantemente los actos inhumanos de los caudillos federalistas y encara al gobernante que
lo exilió; pero que ese diálogo está dirigido al pueblo chileno, para que también fueran
testigos de la guerra y fueran críticos con respecto a la situación en Argentina.
Por otro lado, después del mandato de Rosas, las “élites criollas” de la argentina adoptaron
una recepción no esperada. Ellas tomaron ​Facundo de manera literal, como una fórmula, e
implementaron el “modelo” de ​civilización y barbarie para gobernar. Todo que caía por fuera
del dominio de la civilización, debía ser considerado como “otro” o “bárbaro”, por lo que se
pasaron leyes para que los cuerpos gubernamentales tuvieran supervisión sobre las
comunidades gauchas, se prohibieron la boleada y la caza sin autorización, entre otros.

Bibliografía:
Ansaldi, Waldo. ​La forja de un dictador. El caso Juan Manuel de Rosas . Crítica & Utopía.
Latinoamericana de Ciencias Sociales (No. 5 sep 1981) , 1981.
de Gandía, Enrique. “ Sarmiento y su teoría de ‘Civilización y Barbarie’” en ​Journal of
Inter-American Studies, vol 4, no. 1​. Cambridge University Press: 1962. pp. 67-87.
Fernández, Nancy. “Civilización y barbarie, o las construcciones del imaginario nacional: de
Rosas a Urquiza” en ​Cuadernos de Literatura vol XIX, n° 37​. Mar del Plata: 2015. pp.
275-284.
Garrels, Elizabeth. “Traducir a América: Sarmiento y el proyecto de una literatura nacional”
en ​Revista de Crítica Latinoamericana, año 19, n° 39​. CELACP: 1993. pp. 269-278.
Mitre, Antonio. “La parábola del espejo: identidad y modernidad en el ​Facundo de Domingo
F. Sarmiento” en ​Revista de Crítica Latinoamericana, año 20, n° 39​. CELACP: 1994.
pp. 17-40.
O'Donnell, Pacho. ​Historias Argentinas: de la conquista al proceso. Editorial Sudamericana,
2006.
Operé, Fernando. ​La Argentina de Rosas. estudio crítico, Alicante : Biblioteca Virtual Miguel
de Cervantes, 2011, 2011.

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