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HUME: CRÍTICA A LA METAFÍSICA RACIONALISTA

Según Locke, la sustancia corporal no puede conocerse (es “un no sé qué”). Berkeley,
posteriormente, negará la existencia de dicha sustancia, aunque afirma la existencia de la
sustancia espiritual. Hume las negará a ambas al afirmar que todas las ideas generales son
particulares que extienden indebidamente su significado. Una vez formuladas tendemos por
hábito a creer que estas abstracciones corresponden a realidades concretas pero en este caso la
creencia es falsa porque carece de todo respaldo experimental. Las ideas abstractas que no
encuentren verificación en impresiones deben eliminarse como un estrobo inútil, como una
superchería.
Con este criterio de significación, repasa Hume las tres ideas básicas de la metafísica
cartesiana:

LA IDEA DE SUSTANCIA (la res extensa): hay que rechazarla porque no responde a ningún
tipo de impresión. Es un artilugio de la razón para explicar la permanencia de las cosas que se
nos presentan:

“La idea de sustancia no es nada, salvo una colección de ideas simples que son unidas por la imaginación y
tiene un particular nombre asignado por el que somos capaces de recordar, a nosotros mismos y a otros, esa
colección.”

LA IDEA DE DIOS (la res cogitans infinita): es una proyección imaginaria de nuestras
propias capacidades mentales (incluirá en Feuerbach):

“La idea de Dios, que significa la idea de un ser absolutamente inteligente, sabio y bueno nace de reflexionar
sobra las operaciones de nuestro propio pensamiento y de aumentar si límites nuestras capacidades de bondad
y sabiduría.”

LA IDEA DEL YO PENSANTE (EL ALMA HUMANA, la res cogitans): es una pura
invención de filósofos y teólogos, de una ficción, destinada a justificar el agavillamiento que
solemos ejecutar sobre el conjunto de nuestras percepciones pasadas y presentes:

“Por mi parte, siempre que entro más íntimamente en mi yo, siempre tropiezo con una u otra percepción
particular, de calor o de frío, de luz o de sombra, amor u odio, dolor o placer. Nunca me capto a mí mismo en
ningún momento sin una percepción, y nunca puedo observar nada sino la percepción.”

Concede irónicamente que algunos filósofos hayan podido gozar de una percepción de
yo, “pero dejando a un lado a metafísicos de este jaez, puedo aventurarme a afirmar del resto de la
humanidad que el yo no es más que un haz o colección de percepciones diferentes que se suceden en perpetuo
flujo y movimiento.”

Con todo esto, rechaza Hume como impertinentes todos los problemas metafísicos y
teológicos. Solo se salvarán los conocimientos de relaciones entre ideas. Del resto de ciencias
experimentales, al basarse en cuestiones de hecho, solo tendremos probabilidad, nunca certeza
absoluta. Así lo afirma en el párrafo final de su libro Investigación sobre el entendimiento
humano:

“Cuando imbuidos por estos principios recorremos las bibliotecas, ¡qué estragos deberíamos hacer! Tomemos
en nuestra mano, por ejemplo, un volumen cualquiera de teología o de metafísica escolástica y preguntémonos:
¿Contiene algún razonamiento abstracto acerca de la cantidad y del número? ¿No? ¿Contiene algún
razonamiento experimental acerca de los hechos y cosas existentes? ¿Tampoco? Pues entonces arrojémoslo a
la hoguera, porque no puede contener otra cosas que sofismas y engaño.”

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