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AÑO LXII

Núm.
123

SECRETARÍA
GENERAL
TÉCNICA

SUBDIRECCIÓN GENERAL
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Y PATRIMONIO CULTURAL

2018
NUESTRA PORTADA:
Reinado de Carlos 1º
Mando superior en el egército.

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álbum El Ejército y la Armada, de Manuel Giménez González, obra editada por el
Servicio de Publicaciones del Estado Mayor del Ejército.
I N S T I T U T O D E H I S T O R I A
Y C U L T U R A M I L I T A R

Año LXII 2018 Núm. 123


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Sumario
Páginas

Artículos

−− Academias militares del siglo XIX: las Compañías de Distin-


guidos y especial referencia a la Compañía de Distinguidos
de Aragón, por don Silverio José CUBERO DE VAL, coro-
nel de Infantería, licenciado en Historia.............................. 13
−− Dura Lex Sed Lex: Leva de vagamundos, ociosos y malen-
tretenidos en la ciudad de Valencia (1740-41), por don José
Ramón CUMPLIDO MUÑOZ, doctorando en Historia
Moderna, Universidad de Valencia..................................... 43
−− El internamiento de las tropas alemanas del Camerún en la
Guinea Española (1916), por don Carlos A. FONT GAVIRA,
licenciado en Historia, Asociación Española de Africanistas... 81
−− Estados, escalafones, anuarios y escalillas (del contenido
enciclopédico a la simpleza absoluta), por don José Luis
ISABEL SÁNCHEZ, coronel de Infantería........................ 109
−− Sobre el mito de la carga al machete en la Guerra de Indepen-
dencia de Cuba (1895-1898), por don Juan Antonio MARTÍN
RUIZ, doctor en Historia, miembro de la Academia Anda-
luza de la Historia............................................................... 149
−− De Granada a Pavía. La evolución del ejército español desde
1482 a 1525, por don José Antonio PÉREZ GIMENA,
doctor en Historia Moderna............................................... 175

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Solicitud de impresión bajo demanda de publicaciones.................. 237
Boletín de suscripción...................................................................... 238
Summary
Pages

Articles:Contenido
−− Military Academies in the nineteenth Century: the companies
of “distinguished”, and a special reference to the Company of
“distinguished” of Aragon, by Mr. Silverio José CUBERO
DE VAL, Infantry Colonel. Graduate in History................... 13
−− Dura Lex Sed Lex. Levy of vagabunds, idle and ill-entertained
in the City of Valencia (1740-1741), by Mr. José Ramón
CUMPLIDO MUÑOZ, doctoral student in Modern His-
tory. University of Valencia.................................................... 43
−− The internment of the German Troops from the Cameroon in the
Spanish Guinea (1916), by Mr. Carlos A. FONT GAVIRA,
graduate in History, Spanish Africanist Association................ 81
−− Statements, corporate ladders, scales (from the encyclopedic
contents to the absolute simplicity), by Mr. José Luis ISABEL
SÁNCHEZ, Infantry Colonel................................................... 109
−− On the myth on the machete charge during the War of In-
dependence in Cuba (1895-1898), by Mr. Juan Antonio
MARTÍN RUIZ, Doctor in History, member of the Anda-
lusian Academy of History................................................. 149
−− From Granade to Pavia. The Spanish Army´s evolution from
1482 to 1525, by Mr. José Antonio PÉREZ GIMENA, Doctor
in Modern History..................................................................... 175

Norms for publishing originals........................................................ 233


On demand printing of publications................................................ 237
Subscription Bulletin....................................................................... 238
ARTÍCULOS
Military Academies in the nineteenth Century: the companies of “dis-
tinguished”, and a special reference to the Company of “distinguished” of
Aragon, by Mr. Silverio José CUBERO DE VAL, Infantry Colonel. Gra-
duate in History

Revista de Historia Militar


Número 123 (2018), pp. 13-42
ISSN: 0482-5748
RHM.01
Academias militares del siglo XIX: las Compañías de Distinguidos y es-
pecial referencia a la Compañía de Distinguidos de Aragón, por don Silve-
rio José CUBERO DE VAL, coronel de Infantería, licenciado en Historia

ACADEMIAS MILITARES DEL SIGLO XIX:


LAS COMPAÑÍAS DE DISTINGUIDOS
Y ESPECIAL REFERENCIA A LA COMPAÑÍA
DE DISTINGUIDOS DE ARAGÓN
Silverio José CUBERO DE VAL1

RESUMEN

Durante la primera guerra carlista el Ejército liberal creó las Com-


pañías de Distinguidos que se organizaron como Academias Militares para
formar subtenientes de Infantería, de forma acelerada. Con este objetivo se
redujeron las condiciones de ingreso, las materias a impartir y, sobre todo,
la duración de los estudios. En este artículo se analizan las características de
estos centros de enseñanza y se estudia una de las dos compañías que fueron
establecidas en primer lugar: la que tenía su sede en Zaragoza.

PALABRAS CLAVE: Compañías Distinguidos, Primera Guerra Car-


lista, Academia Militar.

1  Coronel de Infantería. Licenciado en Historia y Derecho. Academia General Militar.

Revista de Historia Militar, 123 (2018), pp. 13-42. ISSN: 0482-5748


14 SILVERIO JOSÉ CUBERO DE VAL

ABSTRACT

During the First Carlist War the Liberal Army created the Distin-
guished One´s Companies which were organized as Military Academies
with the objective of training infantry sublieutenants as soon as possible.
To achieve this goal, entry conditions became less demanding, especially
the subjects included and their length. In this article we analyze the features
of this learning centers and we study one of the two companies that were
established in the first place: the one that had its headquarters in Zaragoza.

KEY WORDS: Distinguished One´s Companies, First Carlist War,


Military Academy.

*****

E
n la historia de la enseñanza militar en España, las Compañías de
Distinguidos han sido soslayadas. Nacieron en tiempos de conflicto
armado, en 1835, con ocasión de la primera guerra carlista y se clau-
suraron casi al concluir estos enfrentamientos. Además, de estos centros se
conserva muy poca documentación. Seguramente por estas razones no han
sido tratadas con cierto detenimiento, ni se les ha concedido mucha signifi-
cación. Los Distinguidos desaparecieron en 1842, al igual que los cadetes
de Cuerpo, con objeto de unificar la enseñanza militar, aunque estos últimos
volvieron a escena en años posteriores.

1. Estado del Ejército al comenzar la guerra

1.1. Situación del Cuerpo de Oficiales

Al iniciarse de la primera guerra carlista el Ejército Nacional, actual-


mente más conocido como liberal, era reducido en cuanto a hombres en
filas. Conforme la contienda avanzaba se vio obligado a hacer frente a otro
nuevo Ejército, el carlista, que llegó a contar con bastantes efectivos. En
consecuencia, el Ejército liberal tuvo que ser incrementado notoriamente,
mediante la movilización de diversos llamamientos de reclutas. Además, en-
tre otras medidas, se elevaron de dos a tres los batallones de los Regimientos
de Infantería de línea y se pusieron en pie de guerra los Regimientos pro-

Revista de Historia Militar, 123 (2018), pp. 14-42. ISSN: 0482-5748


ACADEMIAS MILITARES DEL SIGLO XIX: LAS COMPAÑÍAS DE... 15

vinciales, que estaban en cuadro, como reserva que eran. Se crearon Cuer-
pos francos en muchas regiones, con organización y dependencia militar,
al mando de militares que no estaban en activo y, asimismo, se estableció
una Milicia Nacional armada en todas las poblaciones importantes con sus
propios mandos. La Milicia era una institución civil pero debía coordinarse
y, por supuesto, subordinarse al Ejército para luchar contra los legitimistas.
Lo cual a veces no sucedía.
Había dos problemas importantes. Por un lado, no se disponía de su-
ficientes mandos para encuadrar los nuevos soldados del Ejército de Opera-
ciones y, sobre todo, se precisaba un mayor número de oficiales subalternos
que debían egresar de los centros de enseñanza militar. Pero, en segundo
lugar, a las carencias en el Cuerpo de Oficiales del Ejército, en cuanto a su
número al comenzar la primera guerra carlista, se añadió que algunos oficia-
les no poseían la preparación necesaria.
Ciñéndonos al primer problema, hay que resaltar que hasta entonces
la formación de los cadetes se desarrollaba en los Regimientos y en el Real
Colegio General Militar de Segovia. En este último centro se graduaban
anualmente un grupo limitado de subtenientes de infantería y caballería, que
a partir de 1833, con la guerra, fueron insuficientes. Este Colegio General
Militar se había abierto el uno de junio de 1825, con objeto de sustituir a los
diversos centros de enseñanza militares que habían sido disueltos por orden
de veintisiete de septiembre de 1823, aunque se permitía mantener los cade-
tes de Regimiento. La duración del plan de estudios era de cinco años, por lo
que la primera promoción no completó sus estudios hasta 1830.2
Que el número de graduados era escaso, lo confirmó en 1836 el Mi-
nistro de la Guerra cuando afirmó en el Congreso de Diputados que en el
Colegio General de Segovia donde debían constar ciento cincuenta cadetes,
solo había ochenta y cuatro, y que, incluso, si se hubiera encontrado al com-
pleto no serían suficientes para el reemplazo de las vacantes de subteniente
que se producían en el Ejército.3 En 1837, Tanski consignó que el Colegio
de Segovia sólo albergaba setenta y cinco alumnos4 y también conocemos
2   a primera promoción que salió del Colegio general de Segovia se componía de sólo diecisiete
L
subtenientes de Infantería, aunque durante los cinco años de carrera: cuatro cadetes pasaron al
Colegio de Artillería en 1830, mientras siete lo habían hecho en 1828. Además en el transcurso
de esos mismos cinco años un número importante de cadetes (veinticuatro) fueron promovidos
a oficiales por gracia y sin acabar sus estudios, algunos de infantería y otros de caballería.
Mientras un cadete falleció y otros cuarenta y dos fueron dados de baja, pidieron la licencia
absoluta o fueron expulsados.
3  MARTINEZ-FALERO, U.: El Real Colegio General Militar en el Alcázar de Segovia (1825-
1837). Segovia. 2001, p. 412.
4  TANSKI, J.: El informe Tanski y la guerra civil carlista de 1833-1840. Ministerio de Defensa,
Madrid, 2011, p. 116.

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que cuando el general carlista Zaratiegui llegó a Segovia, a primeros de


agosto de 1837, había noventa cadetes alumnos en el Colegio General.5
Las necesidades de otras armas como la Artillería o los Ingenieros
eran adecuadamente cubiertas por centros de enseñanza establecidos en
Madrid en 1837, después de su traslado a la capital como consecuencia de
las repetidas incursiones carlistas. Con anterioridad, el Colegio de Artillería
había estado ubicado en Alcalá de Henares y la Escuela de Ingenieros en
Guadalajara, pero se pensaba perfeccionar estos centros, aprovechando ese
cambio de alojamiento motivado por la guerra.6
En cuanto al segundo problema, la preparación de los oficiales, la
Real Orden (R.O.) de veintiséis de marzo de 1835 explicaba las dificultades
para organizar el Ejército de Operaciones. En ese momento había que:
“Facilitar una separación honrosa de las filas a los militares que
por su edad, heridas o achaques no se encuentran con toda la apti-
tud necesaria para soportar las fatigas de campaña”.
Al mismo tiempo debía prepararse su relevo:
“Con los muchos excedentes que anhelan sacrificarse por la sagra-
da causa de la legitimidad y de la patria” y por último “remediar
las dificultades que presenta la provisión de las vacantes de subte-
nientes”.
Como resultado se tomaron diferentes medidas, entre ellas, pasar una
revista general de inspección a los jefes, oficiales y sargentos, para verificar
su aptitud para el servicio activo. También se ordenó que, mientras se veri-
ficaba la revista, se formaran en Aragón y Castilla la Vieja dos Depósitos de
oficiales y sargentos compuestos de los excedentes que voluntariamente lo
solicitasen, quienes pasarían a ocupar las vacantes que se propusieran para
el retiro como consecuencia de la revista.
A estos Depósitos se debían enviar, previamente revistados por el Ca-
pitán General respectivo, los que se encontrasen aptos para el servicio en
campaña. Concretamente a Zaragoza, los que residieran en Cataluña, Valen-
cia, Granada, Islas Baleares y Aragón; y a Burgos los que se hallasen en las
demás regiones.

5  Ibídem.MARTÍNEZ-FALERO, El Real Colegio General...., p. 276.


6  “Exposición del estado actual de las dependencias del Ministerio de la Guerra, leída al Con-
greso de los Diputados en 23 de diciembre, y al Senado en 27 del mismo mes de 1837 por el
mariscal de campo Barón del Solar de Espinosa, Secretario interino de Estado y del Despacho
de dicho ramo.” Madrid, Imprenta Nacional, 1838, p. 48.

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1.2. Número aproximado de efectivos

No hay datos exactos sobre los efectivos del Ejército nacional o libe-
ral en esos años, nos movemos en el terreno de la aproximación. Por lo que
las cifras que a continuación se den, si no se especifica, son imprecisas. El
Ejército podría contar en 1836 con cien mil soldados a los que había que
añadir los Cuerpos francos y la Milicia Nacional armada, implícitamente la
suma total de estos dos últimos Cuerpos, igualaba los efectivos del Ejército
regular.
Sin lugar a dudas, hubo un reforzamiento del Ejército liberal ante la
presión del carlista y aunque las cifras dadas por Headrick7 son imprecisas
-él mismo duda de su veracidad-, es posible afirmar, con cierta certeza, que
los efectivos de los cuerpos de Infantería se triplicaron de 1833 a 1837.
Manteniéndose en unas cifras cercanas a los noventa mil hombres, solo en
esta Arma, hasta el final de la guerra.
Por su parte Tanski8 recoge que en 1837 la Infantería contaba con die-
cinueve regimientos de línea y ocho ligeros. Los de línea formaban con tres
batallones y los ligeros con dos, a excepción del regimiento de cazadores
de la Reina Gobernadora que disponía de tres. Este autor resume en setenta
y uno el número de batallones de infantería existentes, porque exceptúa los
tres batallones del regimiento fijo de Ceuta. Ahora bien, si consideramos los
setenta y cuatro batallones a mil hombres cada uno, el total sumaría setenta
y cuatro mil hombres.
Sin embargo los datos de Tanski son también aproximados, puesto
que por lo menos en los estadillos de los siete batallones de línea que he
investigado, se superaba ese número.9 En efecto, el uno de abril de 1837 se
7   egún Headrick, durante la guerra, la progresión en el número de combatientes del bando
S
liberal fue la siguiente: En 1833, el total de efectivos del Ejército era de 63.261 hombres, de
los que 34.777 correspondían a Infantería y Alabarderos; si añadimos 15.141 hombres de las
Milicias Provinciales, se alcanzarían los 78.402 combatientes en el bando liberal.
En 1835, son 59.049 los hombres que se adscribieron a Infantería y Alabarderos, de un
total de 92.911 hombres en el Ejército. Sin embargo, las Milicias provinciales se habían
doblado, alcanzando los 31.089 hombres; mientras las unidades de voluntarios eran solo
800, con lo que se alcanzaron los 124.803 combatientes liberales.
En 1836, al ejército regular apenas se añadieron tres mil hombres y a las milicias pro-
vinciales mil cuatrocientos hombres. Sin embargo, aumentaron espectacularmente las
unidades de voluntarios, nada menos que a cuarenta y tres mil, que con la llegada de
la Legión extranjera, 24.140 hombres, el total de combatientes llegó a 195.473. Aunque
ésta última aportación extranjera, a partir de 1838 pasó a ser sólo testimonial. Hea-
drick, Daniel R. “Ejército y política en España. (1866-1898)”. Tecnos, Madrid, 1981,
pp. 269 y ss.
8  Ibídem, TANSKI, p. 110.
9  Archivo Histórico de la Diputación Provincial de Zaragoza (AHDPZ). Gobierno Político.
X-595 y X-597.

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18 SILVERIO JOSÉ CUBERO DE VAL

verificó una revista extraordinaria, en Zaragoza, de las unidades pertene-


cientes al Ejército de Aragón que combatían al ejército carlista del general
Ramón Cabrera. Solo de Infantería de línea pasaron revista el primer y ter-
cer batallón del regimiento del Rey número 1 y los terceros batallones de los
regimientos Princesa número 4, Infante número 5, Córdoba número 10, San
Fernando número 11 y Mallorca número 13. Pues bien, todos superaban los
mil cien hombres e incluso en el caso de los dos batallones del Rey, el terce-
ro llegaba a cerca de mil quinientos hombres y el primero a mil doscientos.
Aunque no están incluidos por Tanski en el Ejército regular, es intere-
sante comentar también los efectivos de otras unidades de infantería que pa-
saron la citada revista de 1837 en Zaragoza, aunque con efectivos menores.
Como el Regimiento Provincial de Burgos que formaba con 982 hombres y
una unidad de Cuerpos francos, el 1º Batallón de Fusileros de Aragón, que
pasaba revista con 864 hombres. Por tanto, los efectivos de setenta y cuatro
batallones de infantería del Ejército regular, con los Provinciales y Cuerpos
francos, bien podrían alcanzar los noventa mil hombres.

2. Las Compañías de Distinguidos

2.1. Su creación

Volviendo a las disposiciones de la R.O. de veintiséis de marzo de


1835, en esta norma se estableció que, para completar las necesarias vacan-
tes de subtenientes, se debía observar lo siguiente:
“De cada tres vacantes, una se dará al ascenso de los cadetes que
hay en los colegios o en los cuerpos, con tal que reúnan la aptitud
necesaria y hayan cumplido dieciséis años. Otra a los sargentos pri-
meros del mismo regimiento, siempre que cuenten con la disposición
y cualidades oportunas. La tercera quedará para el reemplazo, bien
sea de los guardias reales que lo soliciten, bien para los subtenien-
tes y cadetes sobrantes en Cuba, Puerto Rico y Canarias o para
cualquier otra clase de oficiales”.
Como y a pesar de todo, no se creía que pudieran cubrirse todas las
vacantes de subteniente de Infantería, se ordenó formar en cada Depósito
una Compañía de Distinguidos. La solución adoptada era semejante a la
ideada en la Guerra de la Independencia, es decir, reducir las condiciones de
ingreso y recortar los planes de estudios en los nuevos centros de enseñanza
militares.

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ACADEMIAS MILITARES DEL SIGLO XIX: LAS COMPAÑÍAS DE... 19

Hay que señalar que los batallones de Infantería del ejército regular, se-
tenta y cuatro en total, estaban organizados en ocho compañías. En cada una de
las cuales el mando correspondía a un capitán y disponían además, en plantilla,
de dos tenientes y dos subtenientes. Por tanto, solo las plazas de subtenientes de
todas las compañías alcanzaban la cifra de mil ciento ochenta y cuatro.
Sin embargo, para resolver el problema surgido se había dejado trans-
currir el año 1834, el primero plenamente de guerra, y no fue hasta finales de
marzo de 1835 cuando se publicaron diversas disposiciones con el objetivo
de crear los nuevos centros de enseñanza. Por tanto los primeros oficiales
que salieron de esos colegios no pudieron incorporarse al Ejército hasta el
último mes de ese año.
Fue una guerra civil que afectó prácticamente a todo el territorio peninsu-
lar, pero al principio no estaban claras las zonas dominadas por ambos conten-
dientes. Delimitadas éstas, pudo el Gobierno liberal elegir las ciudades donde
iban a organizarse los colegios militares; precisamente aquellas que eran cabe-
ceras de Capitanías Generales y próximas a los frentes que se iban definiendo.
Por Real Orden de veintiséis de marzo de 1835 se dispuso el estable-
cimiento de dos compañías de Distinguidos en Zaragoza y Valladolid. El
veinte de noviembre del mismo año se creó otra compañía de Distinguidos
en Valencia. La de Valladolid se trasladó a Zamora (R.O. de veinticinco de
noviembre de 1837) y el doce de enero de 1838 se crearon otras dos compa-
ñías más en Granada y La Coruña, ésta última trasladada luego a Santiago.
Las reglas para la admisión y examen de entrada en las Compañías
se dictaron el primero de abril de 1835 y el veinte de mayo del mismo año
fue aprobado su Reglamento provisional. Cada una de las Compañías de
Distinguidos debía componerse de un capitán director, otro capitán jefe de
compañía, dos tenientes, dos subtenientes y cien alumnos. Su uniforme era
el mismo que usaba la infantería.
Las Compañías de Distinguidos nacieron con dependencia de los respec-
tivos Capitanes Generales, los cuales ejercían el control, bien directamente o
delegando en los generales Segundos Cabos. Pero relacionándose con el Inspec-
tor General de Infantería, que era también Inspector General de las Compañías.

2.2. Condiciones de ingreso en las Compañías

Las condiciones de ingreso que fijó la citada Real Orden (R.O.) de


uno de abril de 1835 fueron ampliadas posteriormente. Sin embargo las ini-
ciales eran: haber cumplido 18 años (se rebajó a 16 años por R.O. de 12 ene-
ro de 1838), “una información de legitimidad, buena vida y costumbres”,

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20 SILVERIO JOSÉ CUBERO DE VAL

fe de bautismo, la licencia de sus padres o tutores y que estos se obligaran a


abonar, por meses, cuatro reales diarios. Asimismo la R.O. daba preferencia
a los individuos de la Milicia urbana y también a los soldados y cabos de los
cuerpos que reunían las cualidades indicadas, prefiriéndolos a los simples
paisanos. Aunque los que servían en filas no debían salir de sus Cuerpos
hasta haber acreditado las cualidades prescritas ante sus Jefes respectivos y
haber sufrido el examen correspondiente.
Los Caballeros Distinguidos, previa filiación por sus respectivos Capi-
tanes, debían presentarse equipados con las prendas de uniforme que usaba la
infantería de línea, recibirían cuatro reales diarios por prest (haber del solda-
do) y pan (por R.O. de veintiuno de junio de 1836 se precisó que los cuatro
reales fuesen líquidos sin descuento alguno) y su instrucción militar se deter-
minaría por un reglamento particular, acomodado a las circunstancias.
También se especificaba en las condiciones de ingreso que las solici-
tudes se debían dirigir a los Capitanes Generales de las Regiones militares
donde los aspirantes residieran, procediendo estas autoridades a abrir un ex-
pediente y al examen. Remitiéndolo todo al Inspector General de Infantería,
por quien debía expedirse la orden de admisión.
El examen de entrada se verificaba bajo la supervisión de una Junta que
presidía el Capitán General o el Jefe superior que esta autoridad designase,
con un Jefe o Capitán de cada arma y un Oficial de infantería con funciones
de secretario. Las pruebas consistían en leer y escribir correctamente un texto
presentado por el tribunal, operaciones elementales de aritmética, nombres y
figuras en geometría, para continuar con preguntas sobre geografía en general
y la particular de España, “manejando con soltura los mapas y cartas que se
le presenten” y, por último, “algunos conocimientos de la historia general, y
con más detención de la Monarquía en sus diferentes épocas.”
Verificado el examen, la Junta proponía la admisión o reprobación,
expresando en el primer caso la clase de instrucción y circunstancias que
puedan recomendar al aspirante. La certificación de este acto se unía al ex-
pediente, que se completaba con las notas de concepto en cuanto a conducta,
robustez y demás cualidades morales y físicas.

2.3. Organización y servicio en las Compañías

En el servicio en estas Compañías, sus sargentos y cabos eran elegi-


dos de entre ellos mismos y, además, se debía procurar que estuvieran acuar-
telados con la comodidad necesaria para dedicarse al estudio. No harían
guardias ni servicios de plaza y mediante el haber de ciento veinte reales

Revista de Historia Militar, 123 (2018), pp. 20-42. ISSN: 0482-5748


ACADEMIAS MILITARES DEL SIGLO XIX: LAS COMPAÑÍAS DE... 21

mensuales que se les asignaba, estaban comprendidos todos sus suministros,


incluso los de utensilio. Aunque se les retenía la cantidad que se juzgaba
indispensable para los gastos comunes.
Cada compañía disponía en plantilla, como se ha dicho, de dos capi-
tanes, dos tenientes y dos subtenientes, todos oficiales elegidos del ejército,
y de cien distinguidos como máximo. Además contaban con dos tambores
y dos cornetas, que el Inspector general del arma de Infantería destinaba de
los cuerpos de su mando.
La Unidad funcionaba de modo independiente. El capitán más antiguo
era el capitán director y se intentó que se organizasen como las compañías
de infantería del ejército, por ello se eligieron entre los distinguidos aquellos
que fueran más capacitados, uno para sargento primero, cuatro de sargento 2º,
ocho de cabos, dividiéndose el resto de la compañía en cuatro escuadras. Estas
escuadras se iban completando conforme ingresaban los alumnos.
Al presentarse, los alumnos distinguidos eran admitidos y filiados por
el Capitán, si tenían la orden del Inspector general de Infantería. También
depositaban en caja las asistencias de un mes al menos, a razón de cuatros
reales de vellón diarios. Asimismo debían llevar una serie de prendas de ves-
tuario10 y de cama, un cubierto que no fuera de plata, un sable de reglamento
con su tahalí, un tintero y unos libros: los tomos de las Reales Ordenanzas,
el Reglamento de Táctica, los tres tomos de Historia y Arte militar, escritos
en francés por el capitán Jacquinnot11 y la recopilación de Penas Militares
del capitán Manuel María Mengs, edición del año de 1834.
Estaban exentos de hacer servicios mecánicos, pero no de servicio
de cuarteleros e imaginarias y de cabos de compra; éste último servicio se
desarrollaba diariamente o por semanas. Se nombraba un cabo y dos distin-
guidos para la compra, acompañados de los criados necesarios “para verifi-
carla a los sitios y horas oportunas”.12
Los Distinguidos que enfermaban, si eran leves se curaban en el pro-
pio centro pero a costa del interesado. Para graduar si eran o no graves y,

10  Un morrión completo con su funda de hule, una casaca de paño, un petí , un pantalón y un par
de botines, una levita-capote de paño azul turquí, una gorra de cuartel, dos corbatines de paño,
dos pares de pantalones de lienzo blanco con sus botines correspondientes, tres camisas, dos
pares de zapatos, una mochila, etc.
11  Se trataba de la obra del capitán francés de Estado Mayor Carlos Jacquinnot de Presle, Curso

del arte y de la historia militar, editada inicialmente en 1829, luego fue traducida y publicada
en español en 1833. La obra proporcionaba una visión general de los conocimientos necesa-
rios para mandar destacamentos y evolucionar las tropas.
12  Los criados tenían un salario y atendían “los servicios mecánicos”. Existía un criado por cada

doce plazas, se mantenían a costa del fondo común de los distinguidos. También este fondo
común cubría otros gastos comunes como el menaje y los particulares como el lavado de ropa,
calzado, entretenimiento, renovación de prendas de vestuario, etc.

Revista de Historia Militar, 123 (2018), pp. 21-42. ISSN: 0482-5748


22 SILVERIO JOSÉ CUBERO DE VAL

por tanto, pasar al hospital, se nombraba un cirujano militar de la plaza para


realizar los reconocimientos y firmar las bajas. Si pasaban al hospital militar
se les daba asistencia con la consideración de oficiales.

2.4. Planes de estudio. Régimen de vida

Inicialmente, las normas aprobadas establecían que en la parte táctica


se estudiara hasta “la escuela de batallón” incluida. En cuanto a la parte re-
glamentaria se tratarían las Ordenanzas del Ejército y cuantos reglamentos y
órdenes generales regían en el servicio, especialmente las leyes penales. En
la económica, los Distinguidos deberán realizar individualmente los extrac-
tos de revista, distribuciones, ajustes de haberes y demás documentos de uso
común en las Compañías. Y respecto a los conocimientos elementales de la
profesión, necesarios a cualquier oficial, se ordenó el estudio y aplicación
del Curso Arte e Historia Militar del Capitán Jacquinnot. Finalmente, a estas
enseñanzas se añadía la esgrima.
En cuanto al régimen de vida, hay que destacar que los Caballeros
Distinguidos estaban internos, sin paseo los días lectivos y sin salir de sus
dependencias. Los domingos y festivos eran libres después del desayuno y
haber oído misa toda la compañía.13 La distribución de horas en los días de
trabajo variaba poco en cada una de las dos únicas estaciones que se con-
sideraban: invierno y verano. El período estival comprendía los meses de
mayo a agosto ambos inclusive, los ocho meses restantes se consideraban
de invierno. En esta última estación, se levantaban a las seis de la mañana,
luego se vestían y aseaban en la siguiente media hora. Hasta las ocho estudio
privado, hasta las nueve revista de aseo y desayuno. Desde las nueve a las
once se impartían las primeras clases, de once a una las segundas.
Por la tarde, de una a tres, comida y descanso, de tres a cuatro y me-
dia instrucción y armamento llamada “instrucción del recluta” (práctica de
giros, marchas y manejo del arma, como igualmente a desarmar el fusil y la
llave, y a conocer y limpiar sus piezas) para aquellos que no disponían de
conocimientos. Ocupándose los que conocían estas materias, en el estudio de
la táctica, hasta la “de guerrillas”. Con ello, se concluían las clases regladas.

13  Eraobligatorio presentarse en el establecimiento a la oración, y obtener de antemano permiso


del Director para no asistir a la hora de la comida, cuya licencia solo se concedía una vez
al mes. Los días de precepto, la compañía iba formada a la misa en una de las iglesias más
próximas al establecimiento, volviendo a continuación a su alojamiento. Pero por la tarde se
les permitía salir de paseo de dos a cuatro y media en el invierno y de cuatro a seis y media
en el verano.

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ACADEMIAS MILITARES DEL SIGLO XIX: LAS COMPAÑÍAS DE... 23

De cuatro y media a cinco y media rezaban el rosario y descansaban, dedicán-


dose a continuación al estudio privado hasta las siete. En esta hora se iniciaban
una especie de conferencias hasta las ocho y media en que iban a cenar, para
tocar silencio a las diez. En verano, los horarios eran similares de modo apro-
ximado aunque adelantados una hora.
Al final de cada mes se celebraban unos exámenes, denominados particu-
lares, de todas las materias aprendidas hasta la fecha, con presencia de todos los
oficiales del establecimiento. El objetivo era preparar a los Distinguidos para los
exámenes públicos, que luego se tratarán, estimularlos y proporcionar notas.14
Cada cuatro meses se verificaba un examen público de todas las ma-
terias, presidido por el Capitán General o el Jefe superior que designase, al
que asistían como examinadores un Jefe o Capitán de cada arma del ejército
y además un oficial de infantería como secretario, todos nombrados por el
mismo Capitán General. Se constituían en Junta de examen para redactar la
relación de aprobados con sus notas en una escala de mayor a menor como
propuesta al Inspector para el ascenso. Las calificaciones en las distintas
materias eran de sobresaliente, bueno, mediano y atrasado.
Se admitían solo las de sobresaliente y bueno en las materias de or-
denanza y táctica, permitiendo “la de mediano para las demás materias”
y, por supuesto, en ninguna la de “atrasado”. Además de estas notas, al
Inspector General de Infantería se le enviaban otras que expresaban la ro-
bustez, la conducta y el amor al servicio. Sobre todo estas dos últimas eran
importantes, puesto que no serviría la instrucción que adquiriesen:
“si no reúnen a ella (la instrucción) un comportamiento sin tacha,
sobre lo que no se tendrá ninguna clase de contemplación ni disimu-
lo, haciéndoles conocer desde un principio que en estas compañías
están sujetos como en cualquiera otra del ejército a todo el rigor de
las leyes militares”.

2.5. La puesta en marcha de las Compañías de Distinguidos

Uno de los principales problemas debió ser la consecución de un edi-


ficio para la enseñanza y acuartelamiento de los Caballeros Distinguidos.
Los cuarteles existentes no eran muchos y no se disponía de instalaciones
adecuadas para esa misión. Tampoco era bueno que compartieran aloja-
miento con las unidades del Ejército, pero a pesar de ello los Capitanes Ge-
14  Se
verificaban por medio de tarjetas en las que estaban escritas las preguntas. Después de
barajadas y extendidas sobre una mesa, debían sacar tres cada alumno y contestarlas.

Revista de Historia Militar, 123 (2018), pp. 23-42. ISSN: 0482-5748


24 SILVERIO JOSÉ CUBERO DE VAL

nerales se debieron ver obligados a establecer la primera residencia de los


Colegios en cuarteles. Como sucedió en Zaragoza, donde fue instalado en el
cuartel de caballería del Portillo; parte de cuyo recinto, ahora propiedad del
Ayuntamiento de la ciudad, todavía permanece en pie.
Aunque el Capitán General era el responsable máximo y debía repor-
tar al Director General de Infantería, en cada región militar estaba designado
un jefe militar que coordinaba esta enseñanza militar. A sus órdenes esta-
ban los directores de las compañías de distinguidos, quienes tenían como
subdirector a un capitán de infantería también profesor. El primer director
del Colegio o Academia de Distinguidos de Aragón fue el teniente coronel
graduado, segundo comandante supernumerario del regimiento de Infante-
ría Princesa número 4, José Pacheco; quien después de organizarla, pasó en
1836 a ser director de la de Castilla la Vieja. Pacheco fue sustituido como
director interino de la Compañía de Distinguidos de Aragón por el coman-
dante graduado, capitán supernumerario del Regimiento de Infantería Prín-
cipe número 3, Gabriel de Módena.
La Compañía de Distinguidos de Valencia que empezó sus tareas de
enseñanza en 1836 tuvo como único director al teniente coronel graduado,
segundo comandante supernumerario del Regimiento de Infantería Príncipe
número 3, Domingo Agustín. La constitución de las otras dos Compañías de
Distinguidos, en Granada y Galicia, se realizó como se ha dicho en 1838.
Fueron sus directores los tenientes coroneles graduados Antonio Bermúdez
en la ciudad andaluza y Antonio Díaz en la gallega.15

2.6. Alumnos y egresados de la Compañías de Distinguidos

No hay muchos datos sobre el número de subtenientes de Infantería


que se formaron en estos Colegios. Una interesante aportación es la que
realizó el Ministro de la Guerra en su Exposición ante el Congreso de los
Diputados en 1836, en ella se especificaba que en estas Compañías existían
ciento treinta alumnos y que habían “suministrado ya al Ejército algunos
subtenientes con una aptitud para desempeñar sus empleos, superior a la
que habrían podido adquirir en los cuerpos en medio de las penalidades y
vicisitudes de la campaña”.
Como entonces solo estaban organizados los colegios de Zaragoza,
Valladolid y Valencia, fueron éstos los que debieron aportar los ciento trein-
ta alumnos. Al año siguiente, en la revista extraordinaria del primero de abril

15  Estado Militar de España. Año de 1839. Imprenta Nacional, Madrid, p. 64.

Revista de Historia Militar, 123 (2018), pp. 24-42. ISSN: 0482-5748


ACADEMIAS MILITARES DEL SIGLO XIX: LAS COMPAÑÍAS DE... 25

de 1837, la Compañía de Distinguidos de Zaragoza contaba con cuarenta y


un alumnos. Aunque hay que tener en cuenta que pocos días antes se habían
celebrado exámenes cuatrimestrales y algunos habían sido promovidos a
subtenientes. Por ello una cifra media y aproximada de alumnos en el Cole-
gio zaragozano, en los años de la guerra, podía ser alrededor de cincuenta.
¿Cuantos aspirantes pasaron por las compañías de Distinguidos? Es
difícil saberlo, de las cinco compañías que existieron solo dos se mantuvieron
en actividad durante casi siete años, una compañía seis años y medio, y
las otras dos existieron solo cuatro años. Igualmente complicado es saber
cuántos subtenientes salieron ascendidos de los Colegios de Distinguidos.
Solo conocemos el dato que el capitán Módena, director del de Zaragoza,
aportó el diecisiete de noviembre de 1836.16
Según Módena, de los setenta y cinco alumnos que desde la creación,
en abril de 1835, habían pasado por el Colegio fueron veintinueve los que
ascendieron a subteniente de infantería. Lo cual significa que solo el 38,4
% de los aspirantes alcanzaron el empleo de subteniente, un porcentaje bajo
por lo menos en el primer año y medio desde el establecimiento del Colegio.
De esos veintinueve subtenientes, según Módena, muchos habían muerto o
habían sido heridos en la campaña, sin especificar cuantos. Se trataba, por
tanto, de un número reducido de alumnos con un porcentaje de aprobados
también bajo, durante el primer año de vigencia del Colegio Militar.
Lamentablemente, no he encontrado el número de egresados en los años
posteriores. Solo una ligera evaluación nos atrevemos a efectuar en el caso de la
Compañía de Distinguidos de Zaragoza. En la que con unos sesenta alumnos de
media, pudo proporcionar un poco menos del cuarenta por cien de subtenientes
en cada examen, lo cual, grosso modo, significaría que salieron de la Compañía
de Zaragoza de doscientos a doscientos cincuenta subtenientes de infantería.

2.7. Supresión de las Compañías de Distinguidos

Aunque la guerra terminó en 1840 con la derrota del último bastión car-
lista en el Maestrazgo y la posterior retirada a Cataluña y a Francia del general
Cabrera, lo cierto es que las Compañías de Distinguidos continuaron funcio-
nando hasta su extinción por Real Orden de veintidós de febrero de 1842.
Esta norma también reorganizaba el Colegio General de todas las Ar-
mas y declaraba en su artículo primero la supresión de las Compañías de
Distinguidos del Ejército. Añadiendo el artículo decimonoveno que aquellos

16  Archivo Histórico de la Diputación Provincial de Zaragoza (AHDPZ). Sástago 10080/19 (11).

Revista de Historia Militar, 123 (2018), pp. 25-42. ISSN: 0482-5748


26 SILVERIO JOSÉ CUBERO DE VAL

alumnos de la clase de Distinguidos que desearan entrar en el Colegio Ge-


neral de todas las Armas se les facultaría para el acceso “sin que esto les
perjudique en los derechos que tengan adquiridos para su ascenso en la
armas de infantería y caballería”.
La Real Orden estaba firmada por el General Espartero, Duque de la
Victoria, como Regente del Reino e incluía también la supresión de la clase
de cadetes en los Regimientos. A todos, distinguidos, cadetes y alumnos
del Colegio General Militar, se les permitía incorporarse al nuevo centro, el
Colegio General de todas las Armas.
La citada disposición lo que quería decir es que, con la supresión de
cadetes de los cuerpos y distinguidos, se unificaba la enseñanza en un solo
centro, pero en realidad se volvía al mismo Colegio General que ya existía.
De hecho todos los alumnos del Colegio General Militar se incorporaron en
masa, como no podía ser de otra forma, al nuevo de todas las Armas.17
El coronel Bartolomé Amat en un discurso pronunciado con ocasión
de la apertura del Colegio General de Todas las Armas, en 1843, decía res-
pecto a la supresión de las Compañías de Distinguidos:
“Esta medida transitoria era indispensable para venir a parar a la
unidad del sabio pensamiento del Gobierno. Terminada felizmente
la guerra civil, que hizo indispensable la creación provisional de
aquellas compañías, era llegado el caso de su disolución”.18
Durante los años de pervivencia de los Colegios de Distinguidos, sus
directores fueron los mismos hasta 1842,19 excepto un breve período en que
lo fue, en el Colegio de Castilla la Vieja, el entonces capitán Antonio Valle-
cillo Luján,20 y en el Colegio de Galicia donde el oficial que cerró el centro,
siendo director, fue el capitán Tadeo de la Fuente. Asimismo conocemos que
un antiguo alumno del Colegio General, Francisco Gil de Abaille Caranlise,
perteneciente a la tercera promoción del Colegio General, fue capitán se-
gundo jefe del Colegio de Distinguidos de Valencia.

17  En el Colegio General de las Armas se cursaban tres cursos. Después y como subtenientes
alumnos pasaban a las escuelas de Artillería, Ingenieros, Caballería y Estado Mayor, para
continuar estudios de duración variable según la especialidad. Los de Infantería pasaban di-
rectamente a sus respectivos cuerpos.
18  Amat Bonifaz, Bartolomé “Apertura del Colegio General de todas las Armas: en 1º de enero

de 1843”. Madrid. 1843, p. 12.


19  Estado Militar de España. Año de 1842. Imprenta Nacional, Madrid, p. 58.
20  Autor, entre otras obras, de Reales Ordenanzas de S.M. para el régimen, disciplina, subordi-

nación y servicio de sus Ejércitos. Ilustradas por artículos, con las Reales Ordenes expedidas
hasta la fecha de esta edición…, Madrid, 1850 y también fundador y director del semanario
“El Archivo militar”.

Revista de Historia Militar, 123 (2018), pp. 26-42. ISSN: 0482-5748


ACADEMIAS MILITARES DEL SIGLO XIX: LAS COMPAÑÍAS DE... 27

La labor del profesorado en estas compañías de distinguidos fue recom-


pensada en 1844, concediéndoles abono de campaña por el tiempo que hubieran
ejercido como tales. Igualmente, los tres Directores de los centros de Zamora,
Valencia y Zaragoza, respectivamente, Pacheco, Agustín y Módena, fueron nom-
brados caballeros de la Orden de Isabel la Católica, el uno de febrero de 1843,
en recompensa por los servicios prestados como directores. La propuesta del Mi-
nistro de la Guerra al Duque de la Victoria, es de diez de septiembre de 1842.21

3. La Compañía de Distinguidos de Aragón

Hasta aquí, se ha explicado cuáles eran las características generales de


las Compañías de Distinguidos y algunos pocos datos conocidos, respecto a las
Compañías que existieron. Sin embargo, para ver cómo se fueron articulando
estos centros de enseñanza, vamos a centrarnos en la vida de la que fue puesta
en marcha en primer lugar: La Compañía de Distinguidos de Aragón.

3.1. Un discreto inicio del Colegio militar de Aragón

Tal vez el primer problema a resolver fue cómo conseguir aspirantes


a oficial, bastante reducido su número al principio, como vamos a ver. De
ahí el calificativo de discreto inicio con el que comenzamos este apartado.
Aunque luego, al parecer, tampoco fueron muchos los aspirantes que desea-
ban pertenecer al Colegio.
El problema se solucionó mediante la publicidad en el único periódi-
co existente: el Diario de Zaragoza. El cual, en su edición del tres de abril
de 1835, difundió la R.O., ya citada y que había sido firmada en Madrid el
veintiséis de marzo, por la que se creaban estos centros de enseñanza. Ocho
días más tarde se publicaba, en el mismo Diario, la creación de las com-
pañías de Zaragoza y Valladolid; además de fijar las normas de admisión,
permanencia, servicio e instrucción de sus alumnos.
Pero para la llegada de los primeros aspirantes al colegio de Distin-
guidos fue preciso esperar hasta el veintisiete de mayo de 1835. En el Diario
de Zaragoza correspondiente a ese día se anunció que los aspirantes debían
presentarse el miércoles diecinueve de junio, para ser examinados por la
Junta creada al efecto y presidida por el brigadier Ocaña, quien firmaba
como jefe de la brigada de reemplazos.22
21  Archivo
Histórico Nacional. Estado. 6329. Expediente número 84.
22  Debían
estar a las nueve de la mañana de ese día en la casa del brigadier situada en la calle de
Santa Rosa, de Zaragoza.

Revista de Historia Militar, 123 (2018), pp. 27-42. ISSN: 0482-5748


28 SILVERIO JOSÉ CUBERO DE VAL

Sin embargo, el diecisiete de junio, el mismo brigadier volvió a lla-


mar a los aspirantes para los días veintidós y veintitrés de junio, en el mismo
lugar, porque al haberse ausentado el citado general de la ciudad no habían
podido celebrarse los exámenes.23 Entonces se publicaron los nombres de
los aspirantes que fueron dieciséis en total, casi todos procedentes de pai-
sano, excepto un cabo primero y un cabo. Se tenía previsto examinarlos en
dos tandas, de igual número de aspirantes, de ahí los dos días previstos. Aún
conocemos otro grupo de seis aspirantes a los que se citó el veintidós de
julio para presentarse a los exámenes.24 Y otra nueva tanda de cinco, para el
veinte de agosto.25
El brigadier Francisco de Paula Ocaña continuó presidiendo la Junta
de exámenes, pero tuvo otras ocupaciones. El trece de agosto debió sustituir
al Capitán General por ausencia de éste. Incluso el veintitrés de septiembre
de 1835 tomó nuevamente el mando de la Región Militar, por una semana,
tras haber sido destituido el anterior Capitán General el Mariscal de Campo
Montes, por una denominada Junta Superior Gubernativa de Aragón. Aun-
que, en esta oportunidad fue solo hasta el 30 de septiembre, fecha en que se
hizo cargo de la Capitanía el mariscal de campo Francisco Serrano.
Un nuevo anuncio en el Diario de Zaragoza del once de diciembre
de 1835, nos permite conocer los nombres de diecisiete nuevos aspirantes
a Distinguidos. Este grupo es convocado a examinarse los días catorce y
quince de diciembre en la casa de la calle del Coso donde se reunía la Co-
misión militar que tenía también otras funciones como las de constituirse en
Tribunal militar. En esta ocasión apareció firmada la orden por el coronel
presidente de la junta de exámenes, Rafael del Barrio.
Hasta el final de 1835, el número total de aspirantes a distinguidos fue
de cuarenta y cuatro. Con tan escaso número no era posible completar la se-
gunda escuadra de la futura Compañía de Distinguidos. Sin embargo, quizás
en agosto ya habría veinticinco distinguidos que debieron formar la primera
escuadra. Por otro lado, el presidente de la Junta de exámenes para Distin-
guidos, el coronel de ingenieros Del Barrio falleció el seis de enero de 1836,
siendo sustituido por el teniente coronel de la misma arma Ramón Mateo.

23  Diario de Zaragoza, 19 de junio de 1835, p. 4.


24  Diario de Zaragoza, del 19 de julio de 1835, p. 4.
25  El Diario de Zaragoza del 14 de agosto de 1835, publicaba en su página 4, Noticias particu-

lares de Zaragoza: «Los aspirantes a la clase de Distinguidos que a continuación se expresan


se presentarán a las ocho de la mañana del jueves 20 de los corrientes en mi casa de la calle
Santa Rosa, para ser examinados de las materias que previene la Real Orden de 1º de abril
último: D. Eusebio Cabrera de Villafeliche, D. Isidoro Mercado de Morata de Jalón, D. Juan
García, cabo 2º del Regimiento 6º ligero, D. Cipriano Millán de Calatayud y D. Antonio Ma-
ría García, natural de Palma. Zaragoza, 12 de agosto de 1835».

Revista de Historia Militar, 123 (2018), pp. 28-42. ISSN: 0482-5748


ACADEMIAS MILITARES DEL SIGLO XIX: LAS COMPAÑÍAS DE... 29

Este último tenía amplia experiencia como profesor, pues en el empleo de


capitán había ejercido como docente en el Real Colegio Militar de Segovia,
entre 1825 y 1829.26 Mateo dará continuidad a la Junta de exámenes durante
los siguientes años.
En el primer semestre de 1836 no hay más informaciones sobre el Co-
legio Militar, en el diario zaragozano. Aunque éste se va organizando poco
a poco, conforme llegan aspirantes, con los que se realizó obviamente una
selección. Y debió de haber más alumnos, puesto que, como ya se ha escrito,
hasta noviembre de 1836 el número total de aspirantes ingresados fue de
setenta y cinco. De ellos existieron ascensos a subtenientes en los sucesivos
exámenes que cada cuatro meses se realizaban.

3.2. El Colegio se afianza

Un reflejo de que el centro de enseñanza va tomando cuerpo, es su pri-


mera aparición pública, el día ocho de agosto de 1836, con ocasión de la jura
de la Constitución (Estatuto Real) por las unidades de la guarnición. Formó en
la calle del Coso de Zaragoza, a continuación de las compañías de artillería y
zapadores del Ejército, las cuales se hallaban “apoyando su cabeza en la casa
de la Audiencia”.27 Incluso, aquel mismo día el Colegio, dio un cabo y cuatro
distinguidos para una guardia de honor en la lápida de la Constitución.
Otro aspecto importante es que en el Diario de Zaragoza se anunciaron
los primeros “exámenes generales públicos” de la Compañía de Caballeros
Distinguidos, para los días diecisiete y dieciocho de noviembre de 1836. Se
decía que se desarrollarían “en la casa de la Capitán General de este Ejér-
cito y Reino”. Ordenada su celebración por el general Segundo Cabo, fueron
presididos por el teniente coronel Ramón Mateo y serían, como se ha dicho,
públicos, por lo que se invitó a los ciudadanos que quisieran presenciarlos.28
Una cuestión interesante es el emplazamiento del Colegio, porque la
ciudad de Zaragoza salió muy quebrantada de los dos terribles Sitios que su-
frió al comienzo de la guerra de la Independencia.29 En el primer tercio del

26  Ibídem. Martínez-Falero “El Real Colegio...”, p. 356.


(29) Sin embargo, en 1836 y 1837 el carlismo aragonés experimentó un notable auge,
para alcanzar su culminación con Cabrera entre 1838 y 1839.
(30) Diario de Zaragoza, Orden de la Plaza, 6 de diciembre de 1836).
27  Este edificio todavía existe y desarrolla similares funciones como Tribunal de Justicia.
28  Diario de Zaragoza, 17 de noviembre de 1836.
29  SOBRÓN ELGUEA, Mª Carmen: Zaragoza, después de su libertad. 1813-1840. Zaragoza,

1995, p. 151. MARTELES, P.: La desamortización de Mendizábal en la provincia de Zarago-


za 1836-1851. Zaragoza, 1990.

Revista de Historia Militar, 123 (2018), pp. 29-42. ISSN: 0482-5748


30 SILVERIO JOSÉ CUBERO DE VAL

siglo XIX, Zaragoza disponía de escasos cuarteles, más o menos los mismos
que existían al final del siglo XVIII. Por ello el Capitán General tuvo difi-
cultades para acuartelar tropas y particularmente para encontrar acomodo a
la Compañía de Distinguidos.
A pesar de ello, la creación de estas Compañías coincidió en el tiempo
con la ejecución de una de las leyes de Desamortización, lo cual significó
que muchos edificios eclesiásticos fueran expropiados y pasaran a las Jun-
tas de Bienes Nacionales. También eran días de revolución, más o menos
contenida, en las calles de la ciudad de la Zaragoza, a la que se añadía un
enemigo carlista en los campos. Aunque afortunadamente durante los años
que median entre 1833 y 1835, las sublevaciones carlistas en Aragón fueron
abortadas con cierta facilidad.30
Inicialmente la Compañía se alojó en el cuartel de Caballería del Por-
tillo, donde se hallaba también, entre otros, lo que quedaba del Regimiento
de Caballería 6º ligero, pues la mayoría de sus efectivos estaban fuera de
Zaragoza, en operaciones contra los carlistas. En diciembre de 1836 estaban
en ese cuartel, lo creo así porque la Orden de la plaza decía:
“Mañana seis de diciembre de 1836, pasará revista de comisario el
6º ligero de caballería en su respectivo cuartel y lo mismo la Com-
pañía de Distinguidos en el mismo paraje”.31
El cuartel había sido construido en los años setenta del siglo XVIII, un
proyecto que tardó en ser realidad tras su primer esbozo en 1712. En 1803 ya
era conocido como del Cid, y se hallaba al noroeste de la ciudad y no muy lejos
del castillo de la Aljafería. Bordeado por uno de los paseos de ronda, enfrente
tenía una gran extensión de terreno que podía utilizarse para prácticas, llamada
Campo Sepulcro, que era propiedad del Ejército. Aún hoy en día se conserva
parte de los muros del cuartel, en el paseo de María Agustín de Zaragoza.

3.3. Actividades del Centro en 1837

En este año ya aparecen, de modo regular, los anuncios de exámenes


generales. Los primeros, también de carácter público, tuvieron lugar los días
quince, dieciséis y diecisiete de marzo de 1837. Se desarrollaron de diez de
la mañana a una de la tarde y desde las tres a las cinco también de la tarde.
Como novedad, se relacionaban las materias de examen:

30  Sin embargo, en 1836 y 1837 el carlismo aragonés experimentó un notable auge, para alcanzar
su culminación con Cabrera entre 1838 y 1839.
31  Diario de Zaragoza, Orden de la Plaza, 6 de diciembre de 1836.

Revista de Historia Militar, 123 (2018), pp. 30-42. ISSN: 0482-5748


ACADEMIAS MILITARES DEL SIGLO XIX: LAS COMPAÑÍAS DE... 31

Día quince de marzo. La segunda, tercera y cuarta clase, de Orde-


nanzas y Táctica hasta la guerrilla inclusive. Conocimiento del fu-
sil, sus piezas; pie y fuerza de los Regimientos; sueldos, descuentos
y toda la parte reglamentaria.
Día dieciséis de marzo. La primera clase: Del Jaquinot. De las ma-
terias de Justicia. Del manejo de papeles. De contabilidad. De for-
tificación de campaña.
Día diecisiete de marzo. Ejercicio práctico en el campo del Sepul-
cro; por la mañana del manejo del arma, instrucción de Compañía
y Batallón, en esqueleto; y por la tarde la instrucción de guerrilla.32
Muestra de la integración del Colegio Militar en la ciudad, es la apa-
rición de la Compañía de Distinguidos, el dos de julio de 1837, con ocasión
de la Jura de la Constitución promulgada ese mismo año. Formará con los
cuerpos de la guarnición que tomaron parte en el acto, desarrollado en el
paraje ya citado del Campo de Sepulcro.
Nuevamente, al concluir el período reglamentario de cuatro meses
de estudios, los siguientes exámenes generales se efectuaron los días veinte
y veintiuno de julio de 1837, según determinación del brigadier Segundo
Cabo y a propuesta de la Junta de Exámenes de Distinguidos, que presidía
el teniente coronel Mateo. En este caso hay cambio de lugar, ahora se reali-
zan “en la sala donde tienen los consejos de disciplina la Milicia Nacional
de esta ciudad en el ex convento de San Francisco.33 Aunque el “ejercicio
práctico” se mantuvo a las horas de la tarde, en el Campo de Sepulcro.
No en todas las formaciones que se realizaban en la ciudad de Za-
ragoza, estaba presente la Compañía de Distinguidos. Sólo en las más re-
levantes, puesto que obviamente se daba prioridad al régimen de estudios.
Tal fue el caso del veinticinco de julio de 1837 en que formó la Compañía
en la ciudad con motivo del cumpleaños de la Reina Gobernadora. El die-
cinueve de noviembre nueva parada, con presencia del Colegio de Distin-
guidos en la zaragozana calle del Coso, esta vez por el cumpleaños de la
Reina niña Isabel II.
Hecho lamentable fue el cometido por algunos distinguidos y que
aparece en las Actas del Ayuntamiento. En la sesión del cuatro de septiem-
bre de 1837, se registró:

32  Diario
de Zaragoza, del 14 de marzo de 1837, p. 3.
33  Actualmente
es una parte del actual edificio de la Diputación Provincial de Zaragoza, en la
plaza de España.

Revista de Historia Militar, 123 (2018), pp. 31-42. ISSN: 0482-5748


32 SILVERIO JOSÉ CUBERO DE VAL

“El Alcalde 1º hizo presente que en la Torre Nueva se habían


ocasionado algunos daños después que se ha puesto su guardia a
cargo de los jóvenes del Colegio Militar de esta ciudad, de modo
que ha sido preciso cerrar con llave el cuarto donde se conservan
las bombas y enseres de apagar los incendios para que no los
destruyesen (...)”.
También parece que hubo otros daños en el reloj de la Torre Nueva,
que el propio Alcalde califica de “travesuras, pero que es preciso ponerlos
en noticia de brigadier Segundo Cabo pidiéndole tome alguna providencia
para contenerlos”. La respuesta de la autoridad militar llegó en oficio del
nueve de septiembre, contestando al del Ayuntamiento del siete, en él se
comunicaba que había dado instrucciones a su Director para que “los vigile
y castigue sin contemplaciones a la menor falta que les advierta, con lo cual
espera no haya motivo de queja”.34
Los últimos exámenes de 1837 se llevaron a cabo los días veintisiete,
veintiocho y veintinueve de noviembre. En esta ocasión la Orden de convo-
catoria decía:
“Ante la Junta de censura establecida al efecto, de la que es presi-
dente el teniente coronel Ramón Mateo, comandante de Ingenieros
de esta plaza y deseoso S.E de presenciarlos y tener la satisfacción
de observar por sí mismo los adelantos de esta brillante juventud
de cuya instrucción se promete las mayores ventajas, al paso que
deseoso de estimular con su protección, he dispuesto se celebren
estos, en la sala de su casa habitación, a las diez de la mañana de
los días señalados”.
El general que quería presenciarlos era Evaristo San Miguel y en esta
ocasión mereció la convocatoria el honor de aparecer en la Orden general
de la plaza, cuando antes solo aparecía en las páginas interiores del Diario
de Zaragoza.

3.4. Nueva sede del Colegio en el ex-convento de Santo Domingo

Por la disposición publicada para la revista de comisario, intuyo que,


a finales de enero de 1837, la Compañía de Distinguidos podría continuar en
el mismo lugar (cuartel de caballería) pues se dice:

34  
ArchivoHistórico Municipal de Zaragoza, AHMZ. Libro de Actas. Sesiones del Pleno del
Ayuntamiento en 1837.

Revista de Historia Militar, 123 (2018), pp. 32-42. ISSN: 0482-5748


ACADEMIAS MILITARES DEL SIGLO XIX: LAS COMPAÑÍAS DE... 33

“El miércoles uno de febrero de 1837 pasará revista de comisario, a


las cuatro de la tarde el Batallón de Depósito en su respectivo cuar-
tel y el jueves el 4º y 6º de caballería ligera a las once de la mañana,
y a las doce del mismo día la Compañía de Distinguidos, todos en
sus cuarteles”.35
Sin embargo, el uno de abril de 1837 se consigna una revista extraor-
dinaria a la Compañía de Distinguidos y a otras unidades por parte del bri-
gadier Ramón Rebollo. Como quiera que para el día siguiente, dos de abril,
se ordenó la misma revista pero a las unidades de caballería que estaban en
la plaza, deduzco que ya no estaban los Distinguidos en el cuartel de caba-
llería, pues de lo contrario los Distinguidos hubieran sido revistados el dos
de abril en ese cuartel.
En este mismo año de 1837, por otras informaciones que se detallan
más adelante, encontramos al Colegio militar en el ex-convento de Santo
Domingo, autorizado por la Junta de Enajenación de Bienes nacionales y
situado en la calle de Predicadores a la que Orden religiosa dio su nombre
(convento desamortizado y abandonado desde finales de 1835). Parece que
fue arrendando el convento por “salas” o por habitaciones. Es posible que
de esta forma, en alquiler, estuviera instalado el Colegio. Lo cual obligaría a
buscar, más tarde, un emplazamiento en propiedad.
El antiguo convento era una gran construcción que ocupaba con sus
anexos casi doce mil quinientos metros cuadrados de terreno.36 Se hallaba
en una de las zonas más céntricas de la Zaragoza del siglo XIX y había sido
calificado como habitable por el Ayuntamiento de la ciudad, uno de los es-
casos conventos que lo obtuvieron. Santo Domingo no sufrió grandes daños
en los Sitios. A pesar de su privilegiada ubicación, protegido del exterior de
la población por el cauce del Ebro, no formó parte del cinturón defensivo
exterior de la urbe como los monasterios de Santa Engracia, San Agustín o
San Lázaro.
En una fecha posterior, como es la del doce de junio de 1837, tene-
mos constancia de la presencia del Colegio militar en Santo Domingo. El
jefe político, el día ocho de junio, había solicitado las llaves de la iglesia
de Santo Domingo para acomodar presos y la entrada a uno de los aljibes
para su uso. Pues bien, en la sesión del Ayuntamiento del doce de junio
se anotó:

35  Orden
de la plaza del 30 de enero de 1837.
36  USÓNGARCÍA, R.: La arquitectura del convento de Santo Domingo de Zaragoza, 1217-
2002. Zaragoza, 2004, p. 87.

Revista de Historia Militar, 123 (2018), pp. 33-42. ISSN: 0482-5748


34 SILVERIO JOSÉ CUBERO DE VAL

“Que las llaves del templo se hallan en poder de la comisión artís-


tica y que se había conseguido para el Presidio correccional, por
haberse habilitado y conducido, el agua por cuenta del estableci-
miento de Distinguidos y de otros que habitan en él, y deseaban que
los presos cuando salieran de aquel edificio dejasen dichos aljibes
limpios y en el buen estado que tienen en el día”.37
Como el Colegio Militar se encontraba en un edificio cedido al Ayun-
tamiento y no al Ejército, parece raro que no haya noticias sobre él en sus
sucesivas sesiones, sin embargo los ediles no querían hacerse cargo del in-
menso edificio si antes no se desalojaba el Depósito de Quintos que se halla-
ba en el convento. Conseguido su propósito, se tomó posesión del mismo.38

3.5. Nuevo traslado en 1838

En ese año la vida del Colegio varía con la marcha a un nuevo em-
plazamiento, el definitivo, en el ex-convento de Santa Engracia. Los edi-
ficios del otrora imponente convento de los Jerónimos sufrieron muchos
destrozos en la guerra de la Independencia, pues se hallaban, como se ha
escrito, en el cinturón defensivo de la ciudad y además en una de las dos
grandes direcciones de ataque de los franceses en el asalto final a Zaragoza.
Tras la contienda, los monjes jerónimos que regentaban este monasterio, se
afanaron por reconstruir una parte del antiguo edificio.39 Sin embargo, los
monjes debieron abandonarlo en 1835, por efecto de la Desamortización,
como otros conventos.
El traslado del Colegio Militar se produjo antes de haber transcurrido
el primer trimestre del año. Los primeros exámenes de 1838, tuvieron lugar
en marzo pero ya en la nueva ubicación. Fueron convocados por la Junta de
exámenes de Distinguidos que continuaba presidiendo el teniente coronel
Ramón Mateo, siguiendo la disposición del Comandante general interino.
En esta ocasión se ejecutaron los días veintisiete, veintiocho y veintinueve
del citado mes, un poco retrasados por los acontecimientos del cinco de
marzo. La novedad será que los exámenes de la Compañía de caballeros
Distinguidos se practicaron en el Salón de su Colegio, es decir en el antiguo
convento de Santa Engracia.

37  AHMZ. Libro de Actas. Sesión del Ayuntamiento del 12 de junio de 1837.
38  AHMZ. Libro de Actas. Sesión del 31 de julio de 1837.
39  LAGUENS MOLINER, M.: Dos procesos desamortizadores, monasterio y parroquia de San-

ta Engracia, Zaragoza, 1999, p. 320.

Revista de Historia Militar, 123 (2018), pp. 34-42. ISSN: 0482-5748


ACADEMIAS MILITARES DEL SIGLO XIX: LAS COMPAÑÍAS DE... 35

El retraso fue debido a que en la madrugada del cuatro al cinco de


marzo de 1838 cerca de tres mil carlistas al mando de Cabañero, se internaron
en la ciudad escalando la puerta del Carmen, donde los nacionales de guar-
dia estaban dormidos. Pues bien, aunque hubo una gran sorpresa, la escasa
guarnición, Milicia Nacional y los ciudadanos zaragozanos hicieron frente a
la invasión. A primera hora de la mañana del cinco, los carlistas derrotados se
retiraron por la puerta de Santa Engracia, en la que previamente habían redu-
cido la guardia de la Milicia Nacional. En su retirada los invasores se llevaron
prisioneros, entre otros, a los nacionales del cuartel de Santa Engracia.40
Los relatos sobre esta intentona carlista no hablan, en ningún mo-
mento, de que los alumnos del Colegio Militar interviniesen. Sin embargo,
sabemos por el parte del comandante director Gabriel de Módena que los
Distinguidos estuvieron alertados y divididos en dos secciones, protegieron
tanto su establecimiento como el cercano presidio dedicado a penados con
condenas de corta duración.
El momento del traslado fue, prácticamente, en el mismo mes en que
se produjo la invasión carlista. Tras el verano, el veinticinco de septiembre
de 1838, el Ayuntamiento comunicó a las pensionistas que ocupaban los an-
tiguos locales de los Distinguidos que debían salir, pues los necesitaban para
los refugiados. La Junta de Enajenación de edificios y conventos suprimidos
de Zaragoza se dirigió al Ayuntamiento manifestando que el Montepío Mili-
tar los colocó allí por la R.O. de veintiséis de marzo y dado que había estado
desocupado desde que se fueron los Distinguidos, propone: “que se aloje un
lote en Santo Domingo y el resto en San Lázaro y San Agustín para que no
se haya que molestar a las pensionistas”.41
La razón por la que se buscó Santa Engracia pudo estar en que se
iba a entregar al Ejército. Además, aunque estaba alojada una batería de la
Milicia Nacional, era necesario para contribuir a la “necesidad de poner
la ciudad en estado de defensa a la que se dedicaron las autoridades de
la provincia”.42 A este respecto es interesante un párrafo del discurso del
comandante graduado Módena (Director del Colegio), en la presentación de
los alumnos que van a sufrir los exámenes los días diecinueve, veinte y vein-
tiuno de julio de 1838, y relativo a los cambios de servicios de seguridad por
el temor a un nuevo asalto carlista:

40  Parte dado por el jefe de la brigada de artillería de la Milicia Nacional de Zaragoza, el 14 de
marzo de 1838 (AHDPZ, Gobierno Político. X-598).
41  Ibídem. MARTELES, P.: “La desamortización de Mendizábal…” Cap. X, apdo. 3.1.
42  “Manifiesto de la conducta observada por la Junta de Gobierno de la provincia de Zaragoza

desde su instalación hasta el día 20 de octubre del presente año…entrada y salida de caudales
en todo el tiempo de su administración”. Zaragoza, 1840, p. 5.

Revista de Historia Militar, 123 (2018), pp. 35-42. ISSN: 0482-5748


36 SILVERIO JOSÉ CUBERO DE VAL

“(...)En circunstancias que sobrecargada por precisión la Compa-


ñía con un servicio de plaza que no está en armonía, ni con su fuer-
za, ni con su instituto, no descuidan sin embargo el objeto preferente
del estudio que le previene su reglamento”.43

3.6. Profesores y alumnos

En cuanto al profesorado no fue un problema dado el pequeño núme-


ro inicial de aspirantes. Al objeto de poner conocer quiénes fueron los pro-
fesores y alumnos de la Compañía de Distinguidos de Aragón he analizado
la información contenida en los únicos folletos que se conservan, editados
como programa de los exámenes cuatrimestrales.44 Esos exámenes fueron
realizados en dos fechas concretas de la vida del centro: el diecisiete y die-
ciocho de noviembre de 1836, en el segundo año de su vida académica y
entre el diecinueve al veintiuno de julio de 1838, cuando la Compañía estaba
ya asentada en su emplazamiento definitivo.
El Colegio Militar, en realidad, debió comenzar sus actividades en
julio de 1835 y fue disuelta en febrero de 1842. El primer Director fue, como
se ha escrito, el Teniente Coronel graduado Juan Pacheco, que, más tarde,
fue enviado a organizar la Compañía de Distinguidos de Castilla. Él tuvo la
responsabilidad de poner en marcha el centro en 1835. Después sería reem-
plazado por el comandante graduado Gabriel de Módena, quien desde 1836
y hasta la disolución de la Compañía, sería el único Director.
Sin embargo el resto de profesores fueron variando, los que lo eran
en noviembre de 1836, ya no aparecen en julio de 1838. Los primeros cu-
yos nombres conocemos son los tenientes Francisco Galindo y José Ber-
zabal Boado y el subteniente Juan Roca (egresado del Colegio General de
Segovia).
En el primer folleto, correspondiente a los días diecisiete y dieciocho
de noviembre de 1836, se refleja que a las diez de la mañana y tres de la tar-
de, iban a tener lugar los exámenes de los que hay constancia documentada.
Se trataba de un programa de exámenes de Caballeros Distinguidos, en siete
hojas, “de acuerdo con el artículo 18 del Reglamento interior provisional”.
Las pruebas eran presididas por el Capitán General, aunque en este caso
fue el general Cistué, como Segundo Cabo, el que presidió acompañado de
varios jefes que ejercerían como vocales de la Junta de exámenes.

43  AHDPZ, Sástago 10080/19 (11).


44  AHDPZ, en el primero (S 10080/19 (11)) y Biblioteca Nacional, el segundo (R MICRO/36866).

Revista de Historia Militar, 123 (2018), pp. 36-42. ISSN: 0482-5748


ACADEMIAS MILITARES DEL SIGLO XIX: LAS COMPAÑÍAS DE... 37

En aquel momento el director interino era el comandante Módena,


quien en la presentación declara que dispone de tres únicos profesores (fal-
taba cubrir una vacante), que además tienen otras obligaciones, como los
servicios de plaza. Aclara que es la cuarta vez en que se presenta la Compa-
ñía de Distinguidos de Aragón y que en las tres anteriores ocasiones habían
aprobado y ascendido a subtenientes veintinueve caballeros distinguidos.
En esta ocasión, noviembre de 1836, los alumnos presentados a exa-
men fueron cuarenta, de ellos tres eran sargentos segundos, cuatro cabos pri-
meros y tres cabos segundos, procedentes del Ejército o Milicia Nacional.
Los treinta alumnos restantes procedían de paisanos. Para cada uno de ellos
se especificaba las materias de las que se examinaban, que eran diferentes no
solo de acuerdo al nivel de preparación alcanzado, sino también a su fecha
de entrada en la Compañía. Las asignaturas fueron: Ordenanzas, Táctica,
Contabilidad, materias de Justicia, Arte militar y Esgrima. Lamentablemen-
te, no conocemos cuantos aprobaron, pero si los alumnos más aventajados y
que posiblemente consiguieron ascender a subtenientes.45
En la revista extraordinaria del uno de abril de 1837, ya citada,46 apare-
ce como una de las unidades revistadas el Colegio de Distinguidos. Entonces
continuaban los mismos profesores, con el mismo director, pero se había in-
corporado el capitán Ignacio Gascón como segundo jefe y no se había cubierto
la vacante del segundo subteniente. El número de alumnos era de solo cuaren-
ta y uno, pero hay que considerar que algunos habrían ascendido a subtenien-
tes en virtud de los exámenes celebrados pocos días antes (quince, dieciséis y
diecisiete de marzo). Sin embargo, del número de los oficiales aprobados se
dice solamente que no se relacionan por pertenecer a sus Cuerpos. Respecto a
los empleos de los cuarenta y un alumnos: dos son sargentos segundos, cuatro
cabos primeros, cuatro cabos y el resto eran treinta y un Distinguidos.
Del segundo folleto citado, el conservado en la Biblioteca Nacional, ex-
traemos datos que nos permiten afirmar que del diecinueve al veintiuno de julio
de 1838 se celebraron nuevos exámenes de caballeros distinguidos en la Com-
pañía de Distinguidos del Depósito de Aragón, Se trataba del segundo examen
cuatrimestral del año, ahora se desarrollaban en los meses de marzo, julio y
noviembre. En ese momento el Director continuaba siendo el comandante Ga-
briel de Módena, entonces ya director efectivo y figuraban como profesores:
El Capitán Vicente Garro,
El Teniente Juan Antonio de Villaoz y
los Subtenientes José López Marín y Claudio Ibarra.

45  Cabo 1º Manuel Segura. Distinguido Juan Antonio Gracia. Cabo 1º Cipriano Millán. Distinguido

Francisco Bardají. Cabo 1º Carlos Navas. Distinguido Tomás Araus. Cabo 1º Pablo Lloro.
46  Ejemplar
conservado en AHDPZ, Gobierno Político. X-597.

Revista de Historia Militar, 123 (2018), pp. 37-42. ISSN: 0482-5748


38 SILVERIO JOSÉ CUBERO DE VAL

Ahora los alumnos estaban organizados en cuatro clases por orden


de conocimientos (de mayor a menor), los exámenes se realizaron en tres
días (en vez de una sola jornada como en 1836) y en cuanto a las materias,
se aprecia que ha desaparecido la esgrima y en cambio se han añadido los
conocimientos sobre el fusil y sus piezas y la fortificación de campaña.
Los alumnos presentados fueron cuarenta y nueve, nueve de la pri-
mera clase, dos de la segunda, quince de la tercera y de la última, veintitrés.
Entre ellos hay dos sargentos segundos, cuatro cabos primeros y tres cabos
segundos, los cuarenta restantes son Distinguidos. Se aprecia que ha aumen-
tado el número de estos últimos (procedentes de paisano).
No todos se examinan de la misma materia, para cada grupo de alum-
nos o incluso para un solo alumno, se especifica las que tienen preparadas.
Parece que sólo los alumnos de la primera clase, aunque no han aprendido
todas las materias, son los únicos candidatos al ascenso.47 Por contra los
alumnos de la última clase deberán esperar varias convocatorias, dado su
bajo nivel de conocimientos.

3.7. El Colegio en los últimos años

El centro de enseñanza seguía en funcionamiento y partir del año


1838, fue normal encontrar en bastantes Consejos de guerra, celebrados con-
tra acusados que tenían la condición de militar, a un capitán del Colegio de
Distinguidos como vocal del tribunal. Nueva prueba de la consolidación del
centro de enseñanza y de que la plantilla de dos capitanes estaba cubierta.
El cinco de marzo de 1839 se celebró el primer aniversario de los
hechos heroicos protagonizados por los zaragozanos. El acto religioso fue
organizado por el Ayuntamiento de la ciudad en la catedral del Pilar. A las
tres compañías de granaderos de la Milicia Nacional se las situó delante de
las Casas Consistoriales, el primer batallón de la Milicia Nacional cubrió ca-
rrera desde el Ayuntamiento hasta el Pilar, mientras en la calle del Coso, en
orden de parada, se situaron las fuerzas del Ejército y el resto de la Milicia
Nacional. Pues bien, el lugar de honor y preferencia fue para la Compañía
de Distinguidos “que dio la guardia en el templo y el servicio de centinelas
en el presbiterio y catafalco”.
Continuando con la actividad normal del Colegio, en los días diecio-
cho, diecinueve y veinte de julio de 1939 se celebraron los acostumbrados
47  PrimeraClase. Cabo 1º Pablo Larrayad; Distinguidos José Salarruyana, Jaime Mur y Antonio
Aguirre; Sargentos 2º Francisco Cincúnegui y Dámaso Rodriguez; Cabo 1º Agustín Fortún;
Cabo 2º Mariano López y Cabo 1º Pedro Sazatornil.

Revista de Historia Militar, 123 (2018), pp. 38-42. ISSN: 0482-5748


ACADEMIAS MILITARES DEL SIGLO XIX: LAS COMPAÑÍAS DE... 39

exámenes públicos en el salón de ex convento de Santa Engracia. Ahora se


aclara que los teóricos comenzaran a las ocho de la mañana del primero y
segundo días citados y el práctico a las seis de la tarde del tercer día. Nueva-
mente firma el Teniente Coronel Ramón Mateo como presidente de la Junta
de Exámenes.
Al año siguiente, el cinco de marzo de 1840 se celebró el segundo ani-
versario de la derrota carlista. La autoridad militar dispuso que formaran las
tropas de la guarnición. Una vez más, como se hizo en el primer aniversario,
se dio la preferencia a la Compañía de Caballeros Distinguidos:
“Que se hallará a las nueve de la mañana en el templo del Pilar y
proveerá los centinelas interiores y exteriores que fueren necesarios
y concluidos los oficios seguirá, con la música que se le designe, a
retaguardia de Excelentísimo Ayuntamiento a la plaza de la Cons-
titución”.
El mismo año de 1840, con ocasión de la visita a Zaragoza de la Reina
Gobernadora con sus hijas: la Reina Isabel y la Infanta Luisa Fernanda, for-
mó la Compañía de Distinguidos.48 En efecto, desde las doce de la mañana
del dieciocho de junio de 1840 las tropas y la Milicia Nacional cubrieron
carrera, por las calles de la ciudad, desde la puerta nueva de Santa Engracia
(aproximadamente en el inicio del actual paseo de la Independencia, junto
a la plaza de Aragón) hasta el palacio del marqués de Ayerbe, en la calle del
Pilar, donde se dispuso el alojamiento de las Reales Personas. Pues bien a
la Compañía de Distinguidos se le dio, nuevamente, un lugar de preferencia
puesto que se mandó que formase a continuación de la guardia del palacio.49
Una nota curiosa de aquellos años es la que proporciona el periódico
El Eco de Aragón:50
“Se previene para conocimiento del público a fin de que no padez-
ca equivocación, del modo y hora en que se debe cerrar la puerta
de Santa Engracia, para mayor comodidad de los que se hallen de
paseo. Saldrá del cuartel del colegio de Caballeros Distinguidos un
tambor a las nueve de la noche tocará llamada concluyendo con un
golpe de parche que indicará el primer toque, a las nueve y media
tocará otra llamada con dos golpes, que indicará el segundo, y el
tercero a las diez, señalándolo con tres, a cuya hora se cerraran las
puertas”.
48  La familia real se dirigía a Cataluña, para asistir al final de la primera guerra carlista.
49  GIL ALCAYDE, Mariano: Descripción de los obsequios hechos a SS MM y A en la ciudad de
Zaragoza durante la permanencia en la misma. Zaragoza, 1840, p. 33.
50  En su número 637, del sábado 15 de agosto de 1840, p. 4.

Revista de Historia Militar, 123 (2018), pp. 39-42. ISSN: 0482-5748


40 SILVERIO JOSÉ CUBERO DE VAL

Además, conocemos algunos datos del comportamiento de los alumnos


por la prensa local. El Colegio impartía sus enseñanzas, pero parece que los
Distinguidos, una vez terminados sus ejercicios diarios “holgaban”, paseando
por la “la plazuela del Colegio” y por la Puerta de Santa Engracia, sin saber
dónde invertir su tiempo. El periodista se pregunta porque no se les ocupa, y
si no se les puede ocupar, que se les mande a su casa con el grado correspon-
diente y media paga, hasta tanto se pueda solucionar el problema.51
Durante el último año de existencia del Colegio, en 1841, éste formó
en la ciudad, en la calle del Coso, tanto en el tercer aniversario de la ex-
pulsión de los carlistas (fue la cuarta unidad de un total de doce), como el
domingo dieciséis de mayo de 1841, en la parada celebrada por haber sido
nombrado el general Espartero Regente del Reino.52 En el mes de noviem-
bre de este último año, la escasez de tropas en la plaza de Zaragoza debió
ser tal que entre los días cuatro y veintiuno del citado mes, la Compañía de
Distinguidos tuvo que atender a dar el servicio en la batería de Santa Engra-
cia, próxima a su alojamiento y junto al río Huerva.
La necesidad de buscar un nuevo emplazamiento a la Capitanía Ge-
neral que debía abandonar el arrendado palacio de Fuente Olivar, porque su
dueño lo precisaba, motivó que el cuartel de Santa Engracia fuera un lugar
recomendable. Fue el diecisiete de enero de 1842 cuando la Comandancia Ge-
neral de Ingenieros del Distrito, en su informe confirmó que en el citado cuar-
tel se hallaba establecido, desde hacía tiempo, el Colegio de Distinguidos y
parte de los almacenes de fortificación de la plaza. Aunque faltaban pocos días
para el fin del Colegio, este emplazamiento fue descartado pues el importe de
su habilitación para Capitanía General se elevaba a cuatrocientos mil reales.53
Finalmente el decreto de extinción de los Distinguidos apareció pu-
blicado en el Diario de Zaragoza el dos de marzo de 1842. Tres días más
tarde, en la parada organizada para conmemorar el cuarto aniversario de la
defensa de la ciudad frente a los carlistas de Cabañero, ya no estaba presente
la Compañía de Distinguidos.

Conclusiones

De 1835 a 1842 las Compañías de Distinguidos estuvieron funcio-


nando como centros de formación de oficiales. Su organización, plan de
estudios o régimen de vida estaban reglamentados. Si su plan de estudios era
51  ElEco de Aragón, número 682, lunes 28 de septiembre de 1840, p. 2.
52  Eco de Aragón, 5 de marzo y 15 de mayo de 1841.
53  Archivo General Militar de Segovia. Sección 3ª, División 3ª, Legajo 787.

Revista de Historia Militar, 123 (2018), pp. 40-42. ISSN: 0482-5748


ACADEMIAS MILITARES DEL SIGLO XIX: LAS COMPAÑÍAS DE... 41

reducido fue a consecuencia de las necesidades de la campaña. Sin embargo,


con una selección rigurosa a tenor del bajo número de graduados, proporcio-
naron subtenientes de infantería al Ejército liberal; implicado en una cruenta
guerra, al principio sin cuartel, contra el Ejército carlista. Los pocos años
que estuvieron en actividad y los escasos vestigios que han dejado, condi-
cionan esta investigación.
La primera Compañía de Distinguidos que se fundó en Zaragoza en
1835 es analizada en la segunda parte de del artículo. Este Colegio Militar
es el centro del que se han podido obtener más datos, con una progresiva
organización académica cada vez más sistematizada, a pesar de que sufrió
traslados de sede durante sus primeros años de funcionamiento y de que
debió atender en algunas ocasiones a servicios de plaza por la exigua guar-
nición, ya que la mayoría de las unidades del Ejército liberal estaban en el
campo combatiendo a los carlistas.
Finalmente, hay que resaltar que el objetivo de esta investigación ha
sido sacar del olvido a estos egresados que cumplieron con su deber como
oficiales subalternos en las filas del Ejército liberal, con buen espíritu y
derramando su sangre cuando fue necesario.

Revista de Historia Militar, 123 (2018), pp. 41-42. ISSN: 0482-5748


42 SILVERIO JOSÉ CUBERO DE VAL

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Recibido: 20/10/2016
Aceptado: 29/11/2016

Revista de Historia Militar, 123 (2018), pp. 42-42. ISSN: 0482-5748


Dura Lex Sed Lex. Levy of vagabunds, idle and ill-entertained in the
City of Valencia (1740-1741), by Mr. José Ramón CUMPLIDO MUÑOZ,
doctoral student in Modern History. University of Valencia

Revista de Historia Militar


Número 123 (2018), pp. 43-80
ISSN: 0482-5748
RHM.02
Dura Lex Sed Lex: Leva de vagamundos, ociosos y malentretenidos en
la ciudad de Valencia (1740-41), por don José Ramón CUMPLIDO MU-
ÑOZ, doctorando en Historia Moderna, Universidad de Valencia

DURA LEX SED LEX:


LEVA DE VAGAMUNDOS, OCIOSOS
Y MALENTRETENIDOS
EN LA CIUDAD DE VALENCIA (1740-1741)
José Ramón CUMPLIDO MUÑOZ1

RESUMEN

Durante los siglos XVII y XVIII, el alistamiento de voluntarios se-


guía siendo, en teoría, el principal medio de recluta para los reales ejércitos
españoles. Sin embargo, la sempiterna carencia de candidatos al servicio
de las armas obligaba a las autoridades a recurrir de forma intermitente a
diversas fórmulas de reclutamiento obligatorio (repartimientos, recluta del
vecindario y, posteriormente, las quintas). Junto a estos procedimientos se
llevaron a cabo levas de vagamundos, ociosos y malentretenidos, considera-
das una forma suplementaria de reclutamiento.
En las páginas que siguen, analizaremos la documentación conserva-
da actualmente en el Archivo Histórico Municipal de Valencia relativa a una
leva llevada a cabo contra vagos y otros individuos marginales, efectuada en
esta ciudad como consecuencia de una leva general de estas características
decretada por Felipe V a mediados de 1740. Este tipo de levas no era del
agrado de los mandos militares, debido a la escasa calidad del soldado que
se obtenía; sin embargo, las autoridades decretaban de forma intermitente
este procedimiento con la esperanza de reconvertir a los individuos de las
clases marginales en elementos provechosos para el conjunto de la sociedad,
en este caso mediante su alistamiento en los ejércitos reales. Las autorida-
des locales, más pragmáticas, veían en estas levas una forma de aminorar
el problema que representaba un nutrido grupo de población que escapaba
a su control.

1  Doctor
en Bellas Artes (Universidad Politécnica de Valencia) y Doctor en Historia (Universi-
dad de Valencia).

Revista de Historia Militar, 123 (2018), pp. 43-80. ISSN: 0482-5748


44 JOSÉ RAMÓN CUMPLIDO MUÑOZ

PALABRAS CLAVE: Levas, reclutamiento, reformismo borbónico,


siglo XVIII, Valencia.

ABSTRACT

During seventeenth and eighteenth centuries, enlistment of volun-


teers was still, in theory, the main recruitment form for the royal spanish
armies. However, the perennial lack of candidates to the military service
intermittently forced the royal authorities to implement several conscription
formulas (repartimientos, recruitment among the neighborhood and, finally,
the Quintas) to nourish their armies. Alongside these procedures were car-
ried out levies against vagabonds, rogues and lawbreakers, considered as an
additional form of recruitment.
Our proposal focuses the documentation currently preserved in the
Municipal Archives of Valencia on a levy against vagabonds and lawbreak-
ers held in the same city as a result of a general levy decreed in 1740 by king
Philip V.
This type of recruitment was not liked by military staff due to the
poor quality of the soldier obtained by this way; however, royal authorities
decreed intermittently this procedure in hope of converting individuals from
marginal classes into profitable ones to the society, in this case through their
enlistment in the royal armies. The more pragmatic local authorities saw
these levies as a way to lessen the problem represented by a large group of
outsiders beyond his control.

KEY WORDS: Impressments, levies, conscription, Bourbon reforms,


XVIIIth. century, Valencia.

*****

1. El reclutamiento: facultad de los soberanos

F
rancisco de Oya y Ozores, abogado de los Consejos Reales durante
el reinado de Felipe V, argumentaba en su conocido Tratado de le-
vas, quintas y reclutas de gente de guerra que la facultad de reclutar
soldados residía en los estados soberanos y en sus príncipes ya que, si éstos

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DURA LEX SED LEX... 45

disponían de la potestad para declarar la guerra, del mismo modo estaban fa-
cultados para disponer de los medios para hacerla. Dentro del ordenamien-
to social del Antiguo Régimen, los príncipes disponían de la capacidad de
convocar a sus vasallos para ir a la guerra, en tanto que los primeros estaban
obligados a atender la defensa de los segundos:
«Siendo, pues indispensables las armas para la defensa contra los
enemigos de casa y forasteros, no es maravilla se promulguen Le-
vas ó Quintas, porque ni la defensa, y paz (como se ha dicho) sin la
guerra, ni la guerra sin armas, ni éstas sirven sin hombres que las
manejen. Y de esta necesidad proviene ser justas, porque concedida
a los Soberanos la potestad para la conservación de sus Pueblos, se
les conceden también aquellos medios, sin los cuales no pudieran
conservarse».2
Durante la Edad Moderna, la Monarquía Hispánica se vio constan-
temente obligada a convocar a sus vasallos para levantar los ejércitos que
hicieron frente a la larga serie de conflictos en los que se vio envuelta. La
principal fórmula de reclutamiento con la que se formaron estos ejércitos
durante el siglo XVI fue la obtención de voluntarios; el mencionado Fran-
cisco de Oya definía la leva de voluntarios como aquella que se formaba con
gente que se enrolaba a una empresa militar sin estar obligados a ello:
«La Leva de voluntarios se hacía antes de los que no estando obliga-
dos à la milicia, entraban por su voluntad en ella, y hacían el servicio
como los demás en la empresa, o expedición, si bien, que tal milicia
fenecía, fenecida la expedición [...] Llámase también Leva de volun-
tarios aquella en que por su voluntad se obligan a servir en la milicia
para siempre, ó por tiempo determinado, de cuyo género son los que
toman partido en los Regimientos por medio de Oficiales de ellos,
destinados a estas reclutas: que en tanto grado son voluntarios, que
no pueden ser forzados».3
El reclutamiento de soldados voluntarios se realizó principalmente a
través de los sistemas de la comisión y del asiento4. Ambos se basaban en

2   ya y Ozores, Francisco de: Tratado de levas, quintas y reclutas de gente de guerra: segun las
O
Reales Ordenanzas, y Cedulas modernas… tomo unico; tiene los indices necessarios y al fin
la Cedula de Leva y un formulario de los Autos que deben hacerse para su execucion, Antonio
Marín, Madrid, 1734, pág. 20.
3  Ibíd., pp. 31-33.
4  Antes que destacar determinadas referencias, tan sólo nos es posible nombrar unos pocos
títulos, tanto clásicos como recientes, de entre la numerosa bibliografía sobre el reclutamiento
para la Monarquía Hispánica:

Revista de Historia Militar, 123 (2018), pp. 45-80. ISSN: 0482-5748


46 JOSÉ RAMÓN CUMPLIDO MUÑOZ

el compromiso que establecía un individuo para servir como soldado hasta


recibir la licencia del rey. La principal diferencia entre estos sistemas radi-
caba en la presencia del intermediario a través del que se realizaba el com-
promiso. En el primer caso se trataba de un capitán que recibía un encargo,
o comisión, del Consejo de Guerra (y éste en nombre del rey) para levantar
una única compañía, formada generalmente por entre 150 y 250 hombres,
en una localización geográfica determinada. En el segundo caso se trataba
de un empresario privado que firmaba un contrato, o asiento, para presentar
un determinado número de hombres «del mismo modo que se contrataban
la provisión de víveres, municiones o armamento [...] Si el pan, la bayoneta
o la pólvora tenían un precio en el mercado también los soldados tenían
su correspondiente cotización»5. Ambos sistemas, comisión y asiento, co-
existieron y funcionaron de forma más o menos satisfactoria mientras las
disponibilidades financieras lo permitieron.

Quatrefages, René:
—Los Tercios españoles 1567-1577, Fundación Universitaria Española, Madrid, 1979.
—La Revolución Militar Moderna: El Crisol Español, Ministerio de Defensa, Madrid,
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—Ejércitos y militares en la Europa moderna, Síntesis, Madrid, 1999.
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—«Asientos y asentistas militares en el siglo XVII: el ejemplo del pan y la pólvora», en
Studia historica. Historia moderna, nº. 35, (2013).
5  Andújar, 2003, pág. 124.

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DURA LEX SED LEX... 47

Como norma general, la aspiración de la Monarquía fue siempre la


de reclutar gentes que quisieran seguir la carrera de las armas por voluntad
propia (todavía en 1677, durante la guerra de Holanda, Carlos II ordenaba
un reclutamiento obligatorio en los municipios de Castilla «sin señalarles
número fijo, porque mi ánimo es sea voluntariamente»6). Sin embargo, la
continua sucesión de conflictos y la disponibilidad de hombres eran fac-
tores que no estaban bajo el control de la administración. La disminución
en el número de voluntarios era ya evidente a finales del siglo XVI, lo que
venía a coincidir con los primeros síntomas de una crisis demográfica que
iría acentuándose en las siguientes décadas. Al mismo tiempo, el pésimo
estado financiero de la Hacienda Real hacía cada vez más difícil atender
con regularidad las pagas de los soldados y abonar las crecientes sumas que
solicitaban los asentistas privados.
En 1635, con la incorporación de Francia a la Guerra de los Treinta
Años, las crecientes demandas de efectivos que requerían la multiplicidad
de los frentes, marcaron el punto máximo de las necesidades militares. Ante
la imposibilidad de completar la nómina de las unidades y de atender las
demandas económicas de los ejércitos, la solución pasaba por encontrar una
fórmula que permitiera reducir el coste en la obtención de soldados y, al
mismo tiempo, aumentar su número. Por entonces, la única reserva que le
restaba a la Corona era la población española, que fue encuadrada bajo las
armas mediante sistemas forzosos con los que «conseguir hombres gratui-
tos o a un coste menor»7; en los años siguientes se recuperaron algunas
fórmulas de servicio militar de origen medieval y, asimismo, se establecie-
ron fórmulas de reclutamiento obligatorio que implicaron a los municipios
mediante sistemas que iban desde las levas forzosas, la creación de milicias
y Tercios Provinciales, el reclutamiento a través del vecindario, el reparti-
miento de soldados o su sustitución por cantidades de dinero8.
En lo que se refiere a las milicias, destinadas principalmente a «la de-
fensa comunal y la guerra en escenarios próximos y durante cortos períodos de
tiempo»9, estaban integrados por los habitantes de las ciudades y pueblos; por
lo general, sus diferentes reglamentos recogían expresamente su empleo en
la defensa de las fronteras interiores, al tiempo que, voluntarios o no, seguían
siendo considerados civiles que tomaban las armas eventualmente (y como
6   GS, GA, legajo 2.376, Orden Real del Consejo de Guerra al presidente de la Chancillería de
A
Valladolid, 16/10/1677, apud: Rodríguez Hernández, 2011, pág. 48.
7  Contreras Gay, José: «El siglo XVII y su importancia en el cambio de los sistemas de recluta-
miento durante el Antiguo Régimen», en Studia Historica. Historia Moderna, nº. 14, (1996),
pág. 144.
8  Rodríguez Hernández, 2011, pág. 48.
9  ontreras, 1996, pág. 143.

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48 JOSÉ RAMÓN CUMPLIDO MUÑOZ

tales seguían comportándose incluso cuando entraban en combate). Por su


parte, los contingentes reclutados mediante los repartimientos y vecindarios
de las poblaciones quedaban integrados en los ejércitos reales, donde pasaban
a ser considerados personal militar a todo efecto y empleados como tales.

2. Levas de vagamundos, ociosos y malentretenidos

La mayor parte de los reclutados de forma voluntaria eran en origen


menestrales y campesinos sin trabajo, aunque también se alistaban caballe-
ros e hidalgos (el guzmán o soldado gentilhombre10) que servirían como
soldados rasos con la esperanza de desarrollar una carrera militar que su
posición social podía abreviar notablemente. Todos ellos representaban el
tipo de soldado ideal, ya que había establecido su compromiso sin coacción
(aunque hay que hacer notar que el grado de voluntariedad no siempre era
completo, cuestión que sobrepasa la extensión de estas páginas) y perma-
necía a tiempo completo dedicado al ejercicio de su profesión: el servicio
de las armas.
Aunque el deseo de las autoridades reales fue siempre, como se ha
anotado, el reclutamiento de voluntarios, la urgencia y la necesidad que
imponía un escenario bélico siempre al borde del colapso obligaron a re-
nunciar a la profesionalidad que aportaba el soldado voluntario en favor
del número que se conseguía mediante los sistemas obligatorios. Este es el
caso de las levas efectuadas entre los habitantes de las poblaciones, puesto
que generaron numerosas decepciones por el escaso rendimiento militar de
los reclutados; sin embargo, peor solución representó el recurso a las levas
de vagabundos y reos.
Situados en las capas más inferiores de la escala social del Antiguo
Régimen encontramos a los elementos marginales de la sociedad; engloba-
dos bajo el epítome de vagamundos, ociosos y malentretenidos, formaban
un estrato de población numerosa a la que las autoridades decidieron recon-
ducir hacia actividades más o menos productivas, en este caso su servicio a
la comunidad mediante su integración en los ejércitos. De hecho, el término
leva (en referencia al levantamiento de unidades), que inicialmente definía
el reclutamiento de forma genérica11, con el transcurso del tiempo pasó a

10  Víd. Puddu, Raffaele: El soldado gentilhombre. Autorretrato de una sociedad guerrera. La
España del Siglo XVI, Argos Vergara, Madrid, 1984.
11  Almirante, José: Diccionario militar etimológico, histórico y tecnológico con dos vocabula-

rios francés y alemán, Depósito de la Guerra, Madrid, 1869, pág. 759. Entrada LEVA: recluta
ó enganche de gente para el servicio de un estado…

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DURA LEX SED LEX... 49

definir todo proceso de recluta hecho por la fuerza y, en particular, «la re-
colección de los ociosos y malentretenidos que se destinan judicialmente al
servicio de mar y tierra»12.
Los referidos términos (vagos, ociosos, malentretenidos) se aplicaban
con unos límites muy imprecisos a un amplio grupo social. Aunque formado
por lo que la sociedad calificaba como pobres fingidos, considerados poten-
ciales delincuentes y un grupo social que escapaba a toda autoridad, lo cierto
es que cualquier mozo soltero sin ocupación conocida corría el riesgo de
ser considerado vagamundo. Considerados inicialmente por el cristianismo
como imagen de la austeridad y de la renuncia material, su presencia comen-
zó a ser percibida como un potencial problema tras su proliferación como
consecuencia del crecimiento urbano durante la Baja Edad Media. Muy ale-
jados de la solidaridad del mundo rural, los valores sociales de las pujantes
clases urbanas y su enconada defensa de la propiedad privada catalizaron
un cambio de mentalidad por el que la pobreza pasó a ser considerada como
expresión del vicio y la delincuencia.
En torno a 1500, la subsiguiente deliberación filosófica sobre la po-
breza generó una imagen «menos sacralizada y más social de ésta»13 de la
que iba a surgir la discriminación entre pobreza verdadera, integrada por po-
bres de solemnidad, niños, enfermos y ancianos que merecían el cuidado de
la sociedad a través de obras de caridad y otra pobreza fingida de holgazanes
y vagos que vivían del robo, el engaño y la mendicidad14. Sobre estos últi-
mos, en tanto individuos improductivos, recaería un proceso de descrédito
y criminalización que permitió formular una completa legislación que sería
utilizada como estrategia de control «sobre los sectores menos capacitados
económicamente y que no asumían el sistema de valores establecidos»15.
En el siglo XVIII, con la aparición de nuevas teorías sobre la produc-
tividad y el interés común, los ilustrados consideraron que la pobreza, el no-
madismo y la ociosidad eran obstáculos para la economía y origen de la de-
pravación moral. Mientras se invocaba el interés común y el buen gobierno,
a lo largo del siglo se elaboró una línea legislativa estructurada en torno a la
conveniencia de utilizar en el servicio del Estado la numerosa población des-
ocupada. Por toda Europa se levantaron voces que clamaban por suprimir las

12  Ibíd.
13  Susín Betrán, Raúl: «Los discursos sobre la pobreza. Siglo XVI-XVIII», en BROCAR, Cua-
dernos de investigación histórica, nº. 24, (2000), pág. 106.
14  Víd. Vives, Joannes Ludovici: De subventione pauperum sive de humanis necessitatibus libri

II, Typis Huberti Hub. de Croock, Bruselas, 1526. Edición actual Frayle Delgado, Luis (estu-
dio preliminar y notas): Juan Luis Vives. El socorro de los pobres : la comunicacion de bienes,
Tecnos, Madrid, 2007.
15  Susín, (op. cit.), pág. 106.

Revista de Historia Militar, 123 (2018), pp. 49-80. ISSN: 0482-5748


50 JOSÉ RAMÓN CUMPLIDO MUÑOZ

limosnas y subsidios destinados a los pobres, especialmente las instituciones


de caridad que los albergaban. Así, por ejemplo, el conocido novelista inglés
Daniel Defoe, en un panfleto dirigido al Parlamento británico argumentaba
que «una limosna mal dirigida puede ser tenida como misericordia hacia una
persona en particular, pero se convierte en una lesión al público y en ninguna
caridad a la nación»16. Defoe puso como ejemplo la ocasión en la que ofre-
ció dar un empleo a mendigos por un salario de nueve chelines a la semana,
ofrecimiento que no obtuvo ningún resultado, ya que todos los posibles candi-
datos obtenían una suma mayor a través de la mendicidad. Se hacía necesario
pues, suprimir todo tipo de subvención al pauperismo y espolear mediante
el hambre a mendigos que vagaban sin ocupación por las ciudades, para así
convertirlos en candidatos idóneos para ingresar en los ejércitos:
«…esta pobreza convierte a los hombres en soldados y conduce a las
multitudes a los ejércitos; las dificultades para conseguir ingleses en
las levas es porque estos viven en la plenitud y la facilidad, donde
pueden ganar 20 chelines a la semana fácilmente. Con un empleo es-
table (un hombre) debe estar borracho o loco cuando se enrola como
soldado para ser golpeado en la cabeza por 3 chelines y 6 peniques a
la semana. Pero si no tiene trabajo que desarrollar, si el pobre desea
el empleo, si no tiene pan que comer ni sabe cómo ganarlo, miles de
jóvenes y robustos candidatos acudirán volando a la pica y el mos-
quete, y elegirán morir como hombres frente al enemigo antes que
permanecer en su hogar, padecer el hambre y perecer en la pobreza
y la angustia…»17
Estas levas no generaban rechazo en las poblaciones, como sí lo ha-
cían otros procedimientos obligatorios de recluta, ya que suponía el envío
al ejército de individuos «que nadie iba a echar de menos [...] y ayudaba a
purgar la república»18. De esta forma, las levas de vagos fueron vistas por
las autoridades como un mal menor gracias al cual se libraban de indivi-
duos marginales y conflictivos; asimismo, permitían reducir las demandas
de otras formas de reclutamiento forzoso (los repartimientos generales y el
efectuado sobre el vecindario) y evitar la salida de hombres útiles19 por lo
que, finalmente, eran toleradas apelando al interés común:

16  Defoe, Daniel: Giving alms no charity, and employing the poor a grievance to the nation,
being an essay upon this great question, no consta impresor, Londres, 1704, pág. 12 (la tra-
ducción es nuestra).
17  Ibíd, pág. 24.

AGS, GA, legajo 2.286: Carta del secretario don Pedro Coloma, fechada en Madrid,
18  

19/07/1673, apud: Rodríguez Hernández, 2011, pág. 146.


19  Oya (op. cit.), pág. 46.

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DURA LEX SED LEX... 51

«…Y aunque se les obligue al servicio militar, no hay fuerza o violencia en


la censura legal, porque por la fuerza entendemos la atroz e indebida, no la
que hace el Magistrado en cumplimiento de su cargo y nadie duda sea obli-
gación suya limpiar la República de éstos y otros semejantes hombres…»20
Sin embargo, el reclutamiento de vagos y ociosos también fue el
origen de numerosos atropellos; ante la necesidad de completar el cupo
asignado a un municipio, con frecuencia se generaban auténticas cazas de
hombres con el beneplácito de corregidores y ministros de Chancillerías y
Audiencias21. De la misma forma, las autoridades locales aprovechaban la
circunstancia para ejercer venganzas de carácter personal o, simplemente, se
incluían en las listas a los que menos recursos tenían para evitar ser recluta-
dos. En definitiva, al tiempo que se prestaban a las corruptelas, las levas de
vagos podían ser arbitrarias e injustas al ser ejercidas «sobre algún infeliz,
que no tenga espíritu para la guerra, y que sea tal vez el mejor vecino para la
quietud de su Lugar, para la asistencia de sus pobres padres, y para la cultura
de los campos, o para el ejercicio de algún Arte»22.
En muchas ocasiones los supuestos vagabundos resultaron ser an-
tiguos desertores, los llamados tornilleros («soldados […] que tienen por
oficio el venderse y huirse de los caminos»)23; al mismo tiempo, muchos
ociosos, ante la posibilidad de ser reclutados, se alistaban voluntarios para
percibir la prima de enganche. Los presos por delitos leves eran también
candidatos idóneos para ser incluidos en estas levas; no sólo se proponía la
conmutación del tiempo de sus penas por el del servicio militar, sino que, en
muchas ocasiones, se dictaba de forma directa una condena a campañas (en
número equivalente a los años de cárcel)24, lo que implicaba el servicio en
la tropa, generalmente en un presidio del norte de África.
Con esta amalgama de candidatos, es comprensible que la leva de
vagamundos tan sólo proporcionara un tipo de soldado de ínfima calidad,
que realizaba el servicio de las armas con apatía, que desertaba a la menor
ocasión (e inducía a otros a que le imitaran) y que minaba la moral de los
verdaderos profesionales:

20  Ibíd., pág. 53.


21  Rodríguez Hernández, 2011, pág. 168.
22  Oya (op. cit.), pág. 46.
23  Memorial de Lope de los Ríos, sargento mayor de provinciales, remitido al rey en 1663, apud:

Clonard, Serafín María de Sotto y Abach (conde de): Historia orgánica de las armas de Infan-
tería y caballería españolas desde la creación del ejército permanente hasta el día (16 vols.),
varios editores, Madrid, 1851-1859, Vol. 3, pág. 421.
24  Rodríguez Hernández, 2011, pág. 169.

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52 JOSÉ RAMÓN CUMPLIDO MUÑOZ

«Los que se forman de éstas [levas] son regularmente viciosos como


abandonados, y oponiéndose a su aplicación el trabajo de sus campañas
y su vil modo de vivir a las fidelidades del soldado, no sólo desertan,
sino que algunas veces venden al ejército dando noticia al contrario su
posición y de cuanto hayan podido penetrar de sus determinaciones»25
El notorio crecimiento de los estratos más bajos de la sociedad, espe-
cialmente los formados por quienes carecían de recursos de todo tipo, lleva-
ron a algunas autoridades a denunciar repetidamente las causas de la pobre-
za; sin embargo, poner remedio a éstas era imposible «sin subvertir el orden
social existente, del que la primera beneficiaria era la elite»26. La sensación
de inseguridad y temor entre las clases privilegiadas llevaron a éstas a de-
sarrollar «el llamado discurso de la ociosidad, un relato que encontramos
expresado en la literatura y la documentación administrativa, legislativa y
judicial de la época»27; siendo ésta una cuestión que desborda el propósito
de nuestra investigación, repasaremos a continuación aquellas disposiciones
referidas al empleo de los ociosos en los ejércitos reales.

2.1. DURA LEX SED LEX: legislación borbónica sobre la ociosidad

La primera ocasión en que se legisló acerca de la conveniencia de em-


plear a vagos y ociosos en los ejércitos corresponde a la disposición emitida
por Enrique II en 1369, en la que se determinaba que «hombres y mujeres así
vagamundos que fueren para servir soldadas o guardar ganados», sirviendo
durante un mes sin sueldo; quienes se negaran a ello recibirían sesenta azotes28.
Ya en la Edad Moderna, tan sólo se emitieron disposiciones adicionales
referentes a las penas a aplicar. Este es el caso de Carlos I, quien estableció pri-
mero en 1528 el destierro por un año de quienes «sin tener señores […] anden
en la dicha nuestra Corte» y de manera perpetua si volvían a ser prendidos. En
1552 a los azotes se sumó el servicio «por la primera vez, en las nuestras galeras
25  Campillo y Cosío, José del: Lo que hay de más y de menos en España para que sea lo que debe

ser y no lo que es, Biblioteca Nacional de España, Mss/ 9483, ff. 175 v. y 176 r.
26  Hidalgo Nuchera, Patricio: «El discurso de la ociosidad y su reflejo en las memorias de los
virreyes novohispanos», en Favarò, Valentina, Merliuzzi, Manfredi y Sabatini, Gaetano (eds):
Fronteras. Procesos y prácticas de integración y conflictos entre Europa y América (siglos
XVI-XX), Fondo de Cultura Economica, Madrid, 2008, p. 139.
27  Ibíd.
28  S.A.: Novísima recopilación de las Leyes de España: dividida en XII Libros: en que se re-

forma la Recopilación publicada por el Señor Don Felipe II en el año de 1567, reimpresa
últimamente en el de 1775, y se incorporan las pragmáticas, cédulas, decretos, órdenes y
resoluciones Reales, y otras providencias no recopiladas, y expedidas hasta el de 1804, no
consta impresor, Madrid, 1805, Vol.1, Libro XII, título XXXI, pág. 429.

Revista de Historia Militar, 123 (2018), pp. 52-80. ISSN: 0482-5748


DURA LEX SED LEX... 53

cuatro años», cien azotes y ocho años en galeras si eran sorprendidos una segun-
da vez, y cien azotes y condena a galeras a perpetuidad en una tercera ocasión.29
En el siglo XVIII, con la aparición de nuevas teorías sobre la pro-
ductividad y el interés común, los ilustrados consideraron que la pobreza,
el nomadismo y la ociosidad eran auténticos obstáculos para la economía
y origen de la depravación moral. Mientras se invocaba el interés común
y el buen gobierno, a lo largo del siglo se elaboró una línea legislativa es-
tructurada en torno a la conveniencia de utilizar en el servicio del Estado la
numerosa población desocupada.
Felipe V afrontó la situación por primera vez en la real orden del 13
de diciembre de 1717 en la que convocaba una leva por sorteo que debía
realizarse en los meses siguientes. Por entonces, la pena de galeras estable-
cida por Carlos I y Felipe II para los vagabundos no era de aplicación prác-
tica debido a la decadencia de este tipo de buques en la guerra naval; de esta
forma, en el reglamento de dicha ordenanza se especifica que los Justicias
(jueces) ordinarios de cada población quedaban encargados de detener a los
vagos y enviarlos a los regimientos de infantería:
«Al mismo tiempo que las Justicias hicieren esta diligencia, eje-
cutarán la de recoger todos los vagamundos que se encontraren y
tuvieren las circunstancias prevenidas, para servirme de soldado y
aplicando así estos, como los soldados desertores, para en parte del
número de Reclutas que hubiere de dar cada distrito, se reconocerá
las que faltaren para llenar el número repartido a cada Población».30
Esta medida fue reiterada el 4 de julio del año siguiente mediante la
ordenanza que establecía los intendentes, tesoreros, pagadores y contadores
de los ejércitos, en la que dispuso, entre los cometidos de los primeros, que
los vagamundos y gente inquieta fueran destinados como tropa de infantería:
«celaréis, como queda referido sobre que en los lugares de vuestra pro-
vincia no se consientan vagabundos ni gente inquieta, poco segura y de
mal vivir, haciendo que los indicados de los referidos, siendo hábiles y
de edad competente para el manejo de las armas, se prendan y pongan
en custodia, dándome cuenta de ello a fin de destinarles a los regimien-
tos que fuere mi voluntad para que sirvan en ellos [art. 41]».31

29  Ibíd.,pág. 430.


30  Archivo Histórico Municipal de Valencia [AHMV], Parte Moderna, Sección primera C, Quin-
tas, Caja 1ª (1726-1733), doc. 1, f. 3 v.
31  S.A.: Ordenanza de 4 de julio de 1718 para el establecimiento e instrucción de intendentes

y par tesorero general, pagadores y contadores de los ejércitos y provincias, por orden de su
Majestad, Juan de Aristi, Madrid, 1720, pág. 41.

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54 JOSÉ RAMÓN CUMPLIDO MUÑOZ

La medida decretada en ambas ordenanzas no dio los resultados pre-


vistos, ya que en la ordenanza de la siguiente quinta, convocada el 13 de
noviembre de 1726, se mencionaba de forma expresa en su artículo 2, que
habían sido presentados como vagos viandantes, jornaleros y otras perso-
nas, contra los que se había ejercido la violencia. Para evitar nuevos abusos,
la ordenanza prohibía que se presentaran vagabundos o desertores como
sustitutos de un número equivalente de quintados:
«Por los abusos que se practicaron en las ocasiones de otras levas o
quintas en que mandé, para el mayor alivio de los pueblos, que pre-
sentando desertores y vagamundos se les admitiese en lugar de quin-
tados, pues no sólo no ejecutaron algunas Justicias esta orden con la
legalidad que se requería y hubiera sido tan conveniente al bien pú-
blico, pero dieron motivo a muchos recursos y quejas por las violen-
cias y extorsiones que se practicaron de aprehender por vagamundos a
viandantes, jornaleros y otras personas, es mi ánimo que la gente que
en cada pueblo se hubiere de levantar, sea precisamente por sorteo; y
que no se admitan vagamundos, ni desertores, ni se pongan substitutos
en lugar de los quintados a quien tocare la suerte, dejando en su fuer-
za y vigor lo que está mandado y previenen las órdenes en cuanto a
desertores; y por lo que toca a vagamundos, se aplicarán para reclutas
voluntarios de los Regimientos, observando lo que en orden a ello se
previene en la instrucción de los intendentes, fin de que entren en el
número de los quintados que hubiere de dar cada lugar».32
Estos artículos no parecían ser aplicados con la firmeza que exigía un
mandato real, ya que los reglamentos para las quintas de 173133 y 173334 co-
piaban literalmente este párrafo (la quinta de 1732 se realizó bajo el mismo
reglamento que la precedente). Las medidas contra vagos estaban conteni-
das en la correspondiente Orden Real que convocaba el proceso de quintas
por lo que, atendiendo a la legalidad, no correspondía su aplicación una vez
concluido el reclutamiento. Por lo tanto, el 19 de diciembre de 1733 Felipe
V se vio en la necesidad de reiterar las disposiciones sobre vagabundos, de-
bido a «la desidia con que hasta aquí se ha tratado», e instaba a los Justicias
a que quienes «fueren hábiles y de edad competente para el manejo de las
armas, se pongan en custodia, para que, dándome cuenta, los mande destinar
a los regimientos que sea conveniente».35

32  AHMV, Moderna, primera C, Quintas, Caja 1ª (1726-1733), doc. 2, f. 2 v.


33  Ibíd., doc. 3, f. 2 v.
34  Ibíd., doc. 4, f. 2 v.
35  Novísima recopilación… 1805, Vol. 1, Libro XII, título XXXI, pág. 431.

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DURA LEX SED LEX... 55

La nueva ley seguiría sin cumplirse con el rigor preciso, debido tanto
a la carencia de medios como a la imposibilidad práctica de «determinar so-
bre qué individuos debía aplicarse la norma».36 En 1741, José de Campillo,
en su escrito Lo que hay de más y de menos en España aportaba un primer
esbozo que permitiera diferenciar qué individuos eran susceptibles de ser
considerados pobres verdaderos y quienes eran los vagos y ociosos «que
con el efugio y arrimo de semejante vida cometen muchas insolencias»; para
ello, establecía tres categorías:
«Clase Primera. Verdaderos pobres [...] los verdaderamente infeli-
ces que [...] solicitan el reparo de su hambre en la compasión del
público.
Clase Segunda. Pobres por su conveniencia [...] que satisfacen el
hambre sin los afanes del trabajo que totalmente aborrecen, para el
que están aptos por más que se presenten tullidos, mancos, cojos,
llagados o ciegos, pues todas las penalidades de estos accidentes es
producto de la malicia y efecto de una desordenada invención. [...]
Este cuerpo que, sin duda, es más apto para los presidios que para
las Reales Casas de Hospicios [...]
Clase Tercera. Pobres en la apariencia [...] son ladrones famosos en
la realidad, usan del traje de mendigos para encubrir las acechanzas
de sus maldades, inspeccionan las entradas de las casas con licen-
cia de pordioseros para asegurar los asaltos de bandidos; registran
en las posadas el porte de los hospedados, indagan con maliciosas
preguntas qué sujetos son, donde caminan, las horas en que saldrán
y los caminos que han de seguir y algunas veces no sólo el dinero
que llevan».37
Unos años después, mediante la real ordenanza del 30 de abril de
1745 Felipe V se decidiría a detallar en la legislación española quiénes de-
bían ser considerados vagos y ociosos y poder así para diferenciarlos de los
pobres verdaderos:
«El que sin oficio ni beneficio, hacienda ó renta vive, sin saberse de
que le venga la subsistencia por medios lícitos u honestos; el que
teniendo algún patrimonio ó emolumento, ó siendo hijo de familia,
no se le conoce otro empleo que el de casas de juego, compañías

36  Ramos Vázquez, Isabel: «Policía de vagos para las ciudades españolas del siglo XVIII», en
Revista de Estudios Histórico-Jurídicos, nº. 31, (2009), pág. 233.
37  Campillo (op. cit.), ff. 97 v. a 103 r. y ff. 113 r. a 118 r.

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56 JOSÉ RAMÓN CUMPLIDO MUÑOZ

mal opinadas, frecuencia de parajes sospechosos, y ninguna demos-


tración de emprender destino en su esfera; el que vigoroso, sano y
robusto en edad, y aun con lesión que no le impida ejercer algún ofi-
cio, anda de puerta en puerta pidiendo limosna; el soldado inválido,
que teniendo sueldo de tal, anda pidiendo limosna, porque éste, con
lo que le esté consignado en su destino, puede vivir como lo ejecutan
los que no se separan de él; el hijo de familias que mal inclinado no
sirve en su casa y en el pueblo de otra cosa, que de escandalizar con
la poca reverencia u obediencia a sus padres, y con el ejercicio de
las malas costumbres, sin propensión ó aplicación a la carrera que
le ponen; el que anduviere distraído por amancebamiento, juego o
embriaguez; el que sostenido de la reputación de su casa, del poder
o representación de su persona, ó las de sus padres o parientes, no
venera como se debe a la Justicia, y busca las ocasiones de hacer ver
que no la teme, disponiendo rondas, músicas, bailes en los tiempos
y modo que la costumbre permitida no autoriza, ni son regulares
para la honesta recreación; el que trae armas prohibidas en edad en
que no pueden aplicársele las penas impuestas por las leyes y prag-
máticas a los que las usan; el que teniendo oficio no lo ejerce lo más
del año, sin motivo justo para no ejercerlo; el que con pretexto de
jornalero, si trabaja un día, lo deja de hacer muchos, y el tiempo que
había de ocuparse en las labores del campo, o recolección de fru-
tos, lo gasta en la ociosidad, sin aplicación a los muchos modos de
ayudarse que tiene aún, el que por las muchas aguas, nieves o poca
sazón de las tierras y frutos no puede trabajar en ellas, haciéndolo en
su casa en muchas manufacturas de cáñamo, junco, esparto y otros
géneros que toda la gente del campo entiende; el que sin visible mo-
tivo da mala vida á su mujer con escándalo en el pueblo; los mucha-
chos que, siendo forasteros en los pueblos, andan en ellos prófugos
sin destino; los muchachos naturales de los pueblos que no tienen
otro ejercicio que el de pedir limosna, ya sea por haber quedado
huérfanos, o ya porque el impío descuido de los padres los abando-
na a este modo de vida en la que, creciendo sin crianza, sujeción ni
oficio, por lo regular se pierden, cuando la razón mal ejercitada les
enseña el camino de la ociosidad voluntaria; los que no tienen otro
ejercicio que el de gaiteros, bolicheros y saltimbancos; porque estos
entretenimientos son permitidos solamente en los que vivan de otro
oficio ó ejercicio; los que andan de pueblo en pueblo con máquinas
reales, linternas mágicas, perros y otros animales adiestrados, como
las marmotinas, gatos que las imitan, con que aseguran su subsisten-

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DURA LEX SED LEX... 57

cia, feriando sus habilidades, y las de los instrumentos que llevan, al


dinero de los que quieren verlas, y al perjuicio de las medicina; que
con este pretexto venden, haciendo creer que son remedios aproba-
dos para, todas enfermedades; los que andan de unos pueblos á otros
con mesas de turrón, melcochas, cañas dulces y otras golosinas, que
no valiendo todas ellas lo que necesita el vendedor para mantenerse
ocho días, sirven de inclinar á los muchachos a quitar de sus casas
lo que pueden, para comprarlas, porque los tales vendedores toman
todo cuanto les dan en cambio».38
Como se puede comprobar, las categorías de vagos y ociosos cons-
tituían un amplio muestrario de la sociedad que las autoridades vinculaban
con el vicio y el delito; una vez detalladas, quienes fueran considerados in-
cluidos en ellas, podían ser apresados para su destino a los ejércitos reales.
A mediados de 1746, se emitía una circular dirigida a los corregidores y ca-
bezas de partido, en la que se les encargaba la detención de vagos y ociosos
para enviarlos como reemplazos al ejército. Junto a ellos, también debían ser
detenidos reos de delitos menores «que puedan aplicarse a las armas». La
medida se justificaba «porque completar y poner en el pie correspondiente
los regimientos de Infantería [...] sólo podía realizarse mediante el uso de
una quinta o sacándola del cuerpo de milicias, extremo éste que se reconocía
causaba la mayor fatiga y aflicción de los pueblos»; en todo caso, la leva
de vagos era considerada como una medida de higiene social destinada al
mantenimiento del orden público:
«prefiriendo S.M. el beneficio de sus fieles amados vasallos a su
propio Real Servicio [...] se ha servido (usando de su innata Real
piedad y propensión al alivio de sus vasallos) mandar, que el reem-
plazo de la Infantería se ejecute de la gente vagabunda, viciosa y
mal entretenida que se hallare en los pueblos, y de los reos que lo
sean, no de delitos feos, y puedan en justicia aplicarse a las armas, y
que a este fin se continúe con la mayor aplicación en esta tan justa y
arreglada providencia, útil igualmente para la quietud y sosiego de
las repúblicas».39
El 25 de julio de 1751 y el 17 de noviembre de 1759 el marqués de
la Ensenada, como secretario de Guerra, emitió sendas instrucciones para
determinar el procedimiento que debía aplicarse en la detención y proce-
38  NovisimaRecopilación…1805 (op. cit.), Libro XII, título XXXI, nota al pie nº. 6, pág. 433.
González, Santos Manuel (ed.): El Libro de las leyes del siglo XVIII: Colección de im-
39  Coronas

presos legales y otros papeles del Consejo de Castilla (5 Tomos), Boletín Oficial del Estado / Cen-
tro de Estudios Constitucionales, Madrid, 1996-2002, Tomo 1, Libro III, n. 52, páginas 594-595.

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58 JOSÉ RAMÓN CUMPLIDO MUÑOZ

samiento de vagos para su destino al ejército. Revisadas en 1763 por el


Consejo de Castilla bajo la presidencia de Campomanes, las instrucciones
fueron publicadas de forma conjunta dos años más tarde.40 El preámbulo
de esta Explicación y suplemento… hacía recaer la proliferación de vagos y
maleantes «en el poco celo de las Justicias y en la interposición de personas
poderosas que protegen el vicio con el nombre de piedad»41, en vista de lo
cual, para corregir este «desorden y abuso» el rey mandaba observar lite-
ralmente las mencionadas Instrucciones y «sin siniestras interpretaciones».
En lo que se refiere a la instrucción de 1751, ésta ordenaba perseguir y
aprender a los vagamundos desde la edad de 12 años en adelante. Los deteni-
dos cuyo modo de vida fuera justificado por dos testigos, serían destinados a
servir cuatro años en la tropa si disponían de edad, robustez y estatura para ser
admitidos; en caso contrario, serían enviados a trabajar en los arsenales [art.
1]. A estos destinos también podrían enviarse los presos que no estuvieran
condenados por delitos graves [arts. 6 y 7]; si los detenidos no podían en-
contrar destino ni en el ejército ni en los arsenales de la Marina, y para evitar
«que queden en libertad en perjuicio del público» serían enviados a trabajar
en obras públicas [art. 16]. Es de destacar que esta instrucción hace recaer la
responsabilidad de la convocatoria de levas y quintas, «con gran desconsuelo
de los pueblos y sentimiento de S.M., en la inobservancia que se hacía de lo
dispuesto sobre gente vagamunda, mal entretenida y desertores que se halla-
ban consentidos en los pueblos por protección o descuido [art. 10]».
La instrucción de 1759, por su parte, disponía que se formaran dos
clases con los «vagantes consumados o viciosos de reincidencia»; a aquellos
que tuvieran «disposición, sanidad y estatura competente aunque les falte
una pulgada para la altura de dos varas» serían enviados al ejército, mientras
que la otra clase debería estar formada por aquellos de «quienes pueda haber
más esperanza de enmienda», a los que se enviaría por dos años a realizar
obras públicas con un jornal de dos reales diarios [art. 2].42
Finalmente, el articulado de la Explicación y suplemento… comenzaba
determinando la categoría general de vago, reputándose como tal «el indivi-
duo que en su pueblo existe sin tener renta, patrimonio ni hacienda raíz, y que
no habiendo tomado algún arte, oficio, granjería, peonía, ni servidumbre, se
mantiene de la substancia y arrimo no más de los otros vecinos [art. 1]; incu-
rren en el mismo vicio los mozos solteros que consumen la mayor parte del
año en mercados, ferias fiestas y romerías [art. 2]; los que siendo sanos y ro-

40  Ibíd., Tomo 3, Libro VI, nº. 70 (Explicación y suplemento de las dos antecedentes instruccio-
nes…), páginas 1540 a 1568.
41  Ibíd., pág. 1540.
42  Ibíd., pág. 1543.

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DURA LEX SED LEX... 59

bustos, piden limosna, de cualquiera clase, estado o edad que sean [art. 3]»;43
otros artículos definían como vagos a los buhoneros, tanto naturales como ex-
tranjeros [arts. 6 y 7], falsos romeros, peregrinos extranjeros que no pudieran
presentar su pasaporte [art. 8], estudiantes matriculados en las Universidades
«que sólo toman este Título para mantenerse en una vida licenciosa [art. 11],
hidalgos sin renta ni trabajo, puesto que «no se opone al efectivo cumplimien-
to de la Leva la calidad de la hidalguía [art. 12]», etc.
Asimismo, junto a los vagos, se definía la categoría de malentretenidos,
entre los que se encontraban los «ebrios, díscolos, jugadores, pródigos, turbado-
res de la paz pública, los que dan molestia a sus mujeres continua, e injustamen-
te, castigándolas con exceso [...] y los que por vicio depravado hacen daño a las
arboledas de los pueblos, las obras públicas, y las fuentes, y puentes [art. 15]».44
La Explicación fijaba el procedimiento de oficio que se debía seguir
contra vagos y ociosos; el mismo se iniciaría con las pesquisas de los corregi-
dores o alcaldes ordinarios en su caso, quiénes estaban obligados a averiguar
de oficio los posibles acusados. Sólo podían ser prendidos quienes tuvieran
entre 12 y 50 años de edad [art. 19], que pasarían a ser custodiados en cárceles
públicas, para luego ser sometidos a un juicio sumario en el que se determina-
ría su calidad. Para ello se debería aportar el testimonio de tres testigos de los
más calificados del pueblo y de notoria integridad y verdad [art. 17].
Quienes fueran considerados como vagos, serían examinados por un
médico o cirujano; los considerados hábiles para el servicio de las armas,
«con tal de que tengan la estatura de cinco pies cumplidos y correspondien-
te robustez», servirían cinco años en el ejército [art. 33], los demás serían
destinados a los regimientos fijos de los presidios o a los arsenales de la
Marina [art. 35] o el trabajo público, serían incluidos en una lista remitida
al intendente respectivo para que éste determinara su destino final. En este
sentido, los destinos contemplados para los mayores de 18 años y menores
de 50, sería el servicio en un regimiento de Infantería durante un periodo
de cinco años, mientras que aquellos que no tuvieran la talla mínima (cinco
pies) serían enviados a trabajar en los arsenales de la Marina.
Los condenados debían ser enviados a la más cercana de las 14 Cajas
de Provincia previstas, donde quedaban ya bajo jurisdicción militar. Una vez
llegado allí, el condenado disponía de recurso de apelación dirigido al inten-
dente respectivo, quien disponía de facultades para resolver casos de injusticia
notoria, y para juzgar y castigar la falta de celo o fraude de los Justicias, e in-
cluso para suplir a estas últimas autoridades en caso de negligencia u omisión.

43  Ibíd., pág. 1545.


44  Ibíd., pág. 1547.

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60 JOSÉ RAMÓN CUMPLIDO MUÑOZ

Las medidas contra vagos, ociosos y malentretenidos también fueron


impulsadas por Carlos III quién, el 7 de mayo de 1775, publicó una real
orden en la que mandaba «examinar las leyes y ordenanzas anteriores que
hablan de vagos y levas para reducirlas a una regla de policía constante»45.
La citada ordenanza establecía, de forma genérica, la condición de vago al
repertorio determinado por leyes anteriores (jugadores, ociosos, mendigos
robustos, gente de vida nómada, titiriteros, etc.):
«En la clase de vagos son comprehendidos todos los que viven ociosos
sin destinarse a la labranza o a los oficios, careciendo de rentas de que vivir,
o que andan mal entretenidos en juegos, tabernas y paseos, sin conocérseles
aplicación alguna; o los que, habiéndola tenido, la abandonan enteramente,
dedicándose a la vida ociosa, o a ocupaciones equivalentes a ella [art. 12]».
Se establecía, con carácter anual, una leva en las capitales, pueblos,
cárceles y «parajes donde se encontraran gentes ociosas [...] para darles em-
pleo útil». Las levas debían ser llevadas a cabo por los jueces ordinarios,
excluyendo de forma expresa al resto de jurisdicciones; los detenidos de-
bían ser custodiados en las cárceles ordinarias y luego juzgados de forma
sumaria. Para determinar su inclusión en la categoría de vagos, era necesario
aportar el testimonio de al menos tres vecinos honrados que confirmaran el
modo de vida del acusado.
Los considerados aptos para el ejército debían tener una edad de entre
17 y 36 años y una altura mínima de cinco pies; luego debían ser conducidos
hasta la localidad Cabeza de Partido más cercana y desde allí hacia uno de
los cuatro Depósitos o Cajas Generales establecidos por la ordenanza (La
Coruña, Zamora, Cádiz y Cartagena). El tiempo de servicio se fijaba en cin-
co años, pero fue aumentado en 1779 a ocho para equipararlo con el período
de servicio habitual. Desde entonces, los esfuerzos se centraron en hacer
cumplir la ley con sucesivas medidas que recordaban las obligaciones de los
responsables de su ejecución, tanto civiles como militares.

2.2. Leva de vagamundos, ociosos y malentretenidos en la ciudad de Valencia

A mediados de 1740, con objeto de reemplazar 400 hombres del regi-


miento de La Victoria que habían sido enviados a América, Felipe V ordenó
al cardenal Gaspar de Molina, presidente del Consejo de Castilla que se
realizara una leva general entre los «reos que actualmente se hallen presos
45  Sánchez, Santos (comp.): Colección de Pragmáticas, Cédulas, provisiones, autos acordados
y otras providencias generales expedidas por el Consejo Real en el reynado del señor don
Carlos III, Viuda e Hijo de Marin, Madrid, 1803, págs. 292 a 302.

Revista de Historia Militar, 123 (2018), pp. 60-80. ISSN: 0482-5748


DURA LEX SED LEX... 61

por delitos que no sean de gravedad ni perjudiciales al honor de la tropa, y


con los que se fueran recogiendo en el término de tres meses».46 El cardenal
Molina trasladó esta real orden a los intendentes de provincias para que
realizaran la leva entre «sujetos vagamundos y malentretenidos [...] y de
todos los que se recogiesen y sean de dichas clases, como de los reos que
actualmente estuvieren presos».47 De esta forma, el 9 de septiembre, Joseph
de Fonsdeviela, intendente general de los reinos de Valencia y Murcia, con-
vocó a los dos alcaldes mayores de la ciudad de Valencia, Francisco Miguel
Díaz de Mendoza y Francisco Verdún de Espinosa, para que se ocuparan de
encerrar en las cárceles de San Narcís48 a «sujetos vagamundos y malentre-
tenidos que se encuentran en esta ciudad y su jurisdicción».49
Para determinar su calidad de vagamundos, los denunciados serían
sometidos a un proceso judicial en el que se les justificaría sus respectivos
modos de vida; este extremo se realizaría mediante las declaraciones de los
«testigos que supieren, conocieren o tuvieron oído decir de la calidad, vida y

46  AHMV, Moderna, Primera C, Quintas, Caja 2, documento 3 (1), f. 2 r. y v. La documentación


que se ha consultado para realizar el presente estudio se encuentra en el Archivo Histórico
Municipal de Valencia, Parte Moderna, Sección primera C, Quintas. Esta sección se encuentra
en remodelación y los mencionados documentos no han recibido ningún tipo de foliación. A
la espera que reciban una clasificación definitiva, y tan sólo con propósitos prácticos, hemos
aplicado nuestra propia numeración en las copias obtenidas y en la que se ha respetado en todo
momento el orden en que aparecen en sus correspondientes cajas. Además, hacemos notar que
la documentación de la leva de vagos, aun habiendo sido realizada entre los años 1740 y 1741,
se encuentra en una caja referenciada entre los años 1733 y 1735.
47  Ibíd.
48  En la documentación estudiada, estas cárceles reciben siempre la denominación de San Nar-

cís, en lugar de Sant Narcís o San Narciso; los diversos cronistas e historiadores aluden a ellas
del mismo modo, por lo que hemos optado por mantener la forma en la que eran conocidas.
Estas cárceles consistían en un grupo de edificios ubicados en la calle del Salvador, en el tra-
mo recayente al portal de la Trinidad, situado en la fachada norte del recinto amurallado de la
ciudad. El edificio original correspondía a la sede de la cofradía fundada a mediados del siglo
XIV por mercaderes gerundenses en honor al santo patrón de la ciudad de Gerona. A mediados
del siglo XVI la cofradía se encontraba asfixiada por las deudas y el edificio desatendido. El 15
de febrero de 1586, aprovechando los festejos que tenían lugar junto al Palacio Real en honor
de Felipe II, un incendio intencionado destruyó los calabozos de la Cárcel Real, situados en los
bajos de la Casa de la Ciudad. Sin posibilidad inmediata de alojar a los presos, se habilitaron
las Torres de Serranos para la gente de marca mayor, mientras que la espaciosa y semi-aban-
donada sede de la cofradía de San Narcís fue habilitada como cárcel para plebeyos (Escolano,
Gaspar: Década primera de la historia de la insigne y Coronada ciudad y Reyno de Valencia.
Primera parte dirigida a los tres estamentos, eclesiástico, militar, y real, Pedro Patricio Mey,
Valencia 1610, Libro V, col. 1033). En 1592 la cofradía vendió su sede a la ciudad para saldar
sus deudas y el edificio se convirtió en prisión de forma definitiva. En 1595 las cárceles fueron
ampliadas con la compra de varias casas contiguas y ampliadas nuevamente en 1729 y 1779.
Finalmente, en estado ruinoso, las cárceles de San Narcís fueron demolidas a mediados del
siglo XIX (Cruilles, Vicente Salvador y Monserrat [marqués de]: Guía urbana de Valencia:
antigua y moderna [2 vols.], Imprenta de José Rius, Valencia 1876, Vol.2, pp. 77-79).
49  AHMV, Moderna, Primera C, Quintas, Caja 2, documento 3 (1), f. 4 r. y v.

Revista de Historia Militar, 123 (2018), pp. 61-80. ISSN: 0482-5748


62 JOSÉ RAMÓN CUMPLIDO MUÑOZ

costumbres de los referidos».50 A los que fueran declarados vagamundos se


les tomaría la filiación y señas personales, para remitirlos al Cardenal Molina,
quien determinaría si eran adecuados para servir como tropa o, en su defecto,
para realizar trabajos en el presidio de Orán51. La causa contra los reos se ini-
ciaba abriéndose investigaciones sumarias, lo que implicaba que el proceso
se presumía sencillo y su trámite breve. Como puede comprobarse, el proce-
dimiento es el que recogen las instrucciones de 1751 y 1759 y la Explicación
de 1763-65, por lo que deducimos que en estas disposiciones se estaba dando
forma oficial a lo que era una práctica ya seguida por las autoridades.
De esta forma, el 12 de septiembre, se abrieron sumarias a ocho indi-
viduos: Joseph Eximeno, Pedro Joseph Montoya, Gerardo del Aro, Joseph
Sanchis, Joseph Llovera, Joseph Hernández, Mauricio Broseta y Joseph Do-
mingo52. El juez nominal era el intendente general, aunque éste había dele-
gado en Díaz de Mendoza, uno de los alcaldes mayores y en el escribano del
cabildo, Tomás Vicente de Tinajero, quien debía dar fe de la veracidad de lo
expuesto. Dado que la documentación que recoge estos testimonios es ex-
tensa, pasaremos a anotar en estas páginas tan sólo unos ejemplos que sirvan
para ilustrar esta parte del procedimiento. En el caso de Joseph Eximeno,
entre los testigos que fueron convocados para describir su conducta, acudió
Miguel Vilanova, de profesión soguero y vecino de Valencia:
«quien declaró conocer muy bien de vista, trato y comunicación des-
de que se casó con Tomasa Serra, y sabe que éste es mozo que sobre
tener buenas manos no quiere trabajar ni aplicarse a su facultad para
mantener a su mujer y familia. Antes sí, sabe el testigo que le ha ven-
dido a dicha su mujer toda la ropa y demás bienes que le dieron sus
padres al tiempo que ésta se casó y que el vivir de dicho Eximeno,
es ir divagando por esta ciudad y casas de juego, jugándose cuanto
tiene y arreando a dicha su mujer, sin querer hacer bondad en parte
alguna».53
Otro testigo, Joseph Torres, oficial terciopelero, confirmó con su de-
claración el testimonio anterior:
«dijo que conoce muy bien de vista, trato y comunicación al referido
Joseph Eximeno por haber trabajado de terciopelero en compañía
del testigo algunos años ha, y sobre por esta ocasión, que éste es
mozo vagabundo, mal entretenido, sin querer aplicarse al trabajo lí-
50  Ibíd., f. 2 v.
51  Ibíd.
52  Ibíd., doc. 3 (2), f. 1 r.
53  Ibíd., f. 4 r. y v.

Revista de Historia Militar, 123 (2018), pp. 62-80. ISSN: 0482-5748


DURA LEX SED LEX... 63

cito y sí ir divagando por las garitas y casas de juego y que le ha ven-


dido a su mujer toda cuanta ropa tenía y a toda hora es apaleada».54
En las sumarias abiertas contra Joseph Sanchis, testificó Bautista Gar-
cía, terciopelero:
«quien siendo preguntado por el conocimiento, vida y costumbres
de Joseph Sanchis, oficial que dijo ser de terciopelero, dijo: que co-
noce muy bien el testigo al referido Joseph Sanchis, a quien tiene
por mozo ocioso, vagabundo y mal entretenido, sin quererse aplicar
al trabajo lícito, sí ir divagando por las casas de juego y cuando
hay feria en los lugares se pasa a ella con otros semejantes y con
diferentes juegos y garitas, y en particular la de los cubiletes, pillan
el dinero a los pobres que no entienden de semejantes astucias, en
cuyos entretenimientos pasa su vida»55
A la vista de estas declaraciones, el 30 de septiembre el intenden-
te Fonsdeviela determinó que los mozos de este grupo eran «vagamundos,
ociosos y malentretenidos, sin quererse aplicar a su oficio». En consecuen-
cia, ordenó que fueran sometidos a un reconocimiento médico para determi-
nar su estado físico, de lo que se encargarían el doctor don Antonio García
y el cirujano don Juan Busquet. Una vez examinados, médico y cirujano
encontraron que Pedro Joseph Montoya padecía de «esputo de sangre, tos
vehemente y que la actual calentura con extenuación manifiesta estar próxi-
mo a una tabe [tisis] pulmonar, accidente de su naturaleza contagiosa»56.
Declarado inhábil para el servicio, Joseph Montoya fue trasladado bajo cus-
todia a la sala de calenturas del Santo Hospital General de Valencia.
El 1 de octubre Francisco Donclarós, alguacil de la ciudad, tomó las
filiaciones, datos y señas personales de los restantes siete mozos (Joseph
Eximeno, Gerardo del Aro, Joseph Sanchis, Joseph Llovera, Mariano Bro-
seta, Joseph Hernández, Joseph Domínguez), para remitirlas al Cardenal
Molina y que éste decidiera su destino57. A estos siete mozos, hay que
añadir el caso de Roque Comeche, entregado el 13 de septiembre por el
alguacil de Alcublas (población situada a 8 leguas de Valencia, por en-
tonces considerada un arrabal de la ciudad). Las sumarias de su caso no
aparecen en la documentación estudiada, ni tampoco sus señas personales
ni filiación, aunque sí figura que fue sentenciado a servir cinco años en el

54  Ibíd., f. 5 r.
55  Ibíd., f. 7 r. y v.
56  Ibíd., ff. 21 y 22 r.
57  Ibíd., ff. 22 v. a 25 r.

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64 JOSÉ RAMÓN CUMPLIDO MUÑOZ

regimiento de La Victoria y entregado el 20 de octubre a Joseph Escobar


sargento del mismo58.
Mientras se realizaban las sumarias contra los mozos de este primer
grupo, el 16 de septiembre se había iniciado de forma paralela el proceso
contra otro grupo formado por Gerónimo Gorollo, Francisco Tomás, Joseph
Julià, Francisco Marí, Tomás Fabra, Tomás La Font, Vicente Dasí y Joseph
Durà, cuyos casos fueron ilustrados con las declaraciones de quienes podían
dar testimonio de su modo de vida. Así, por ejemplo, el testigo Tomás Da-
roca, oficial de barbero y vecino de Valencia, describió el modo de vida de
Francisco Tomás:
«oficial que dice ser de carpintero, el que en jamás le ha visto el tes-
tigo trabajar, sí que entraba así sirviendo por criado de la casa tienda
de Manuela Barona, y que así mismo sabe que el dicho Francisco
Tomás trata ilícitamente con unas mujeres escandalosas que viven
en la calle del Pilar y junto al horno de La Fulsina y que para darlas
a éstas lo que le piden, le hurta a su ama, así pan como dineros y
demás que puede, de lo que dicha Manuela Barona se le ha quejado
al testigo»59
Para ilustrar este tipo de testimonios que no hablaban a favor de los
acusados, nos detendremos en un par de casos que servirán para mostrar
como estas declaraciones también podían servir para su exculpación. Este es
el caso de Gerónimo Gorollo, terciopelero de Murcia, acusado de vagamun-
do por no disponer de domicilio conocido en Valencia; su caso fue justifica-
do por embargo, la declaración de Francisco Carsi, terciopelero de Valencia:
«el estar éste en esta ciudad ha sido por haber venido por cierta de-
pendencia y que fenecida, se había de restituir a su casa, y que el día
que le prendieron tenía ya el viaje ajustado y que por estar corto de
dinero no lo había ejecutado antes»60
Gerónimo Gorollo se disponía a regresar a Murcia tras haber recibi-
do una primera advertencia, por lo que pidió un préstamo a Joseph Jimé-
nez, quien «quedó en dársele cuantos hubiera menester para hacer dicho
viaje a su casa [cuando] fue prendido por los ministros de la Justicia»61.
En la sumaria contra Vicente Dasí, testificó Bautista Patí, maestro zapatero
de Valencia:

58  Ibíd., doc. 3 (3), f. 7 v. a 8 v.


59  Ibíd., f. 6 r. y v.
60  Ibíd., f. 3 r.
61  Ibíd.

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DURA LEX SED LEX... 65

«el testigo conoce muy bien a Vicente Dasí, hijo de Lorenzo Dasí,
cadirero de su oficio, el que es mozo bien inclinado, trabajador, de
buenas costumbres y obediente a sus padres y que por ser de cansada
edad, les mantiene con su sudor y trabajo, y que no teniendo que tra-
bajar en esta ciudad, se va por los arrabales y lugares de su contorno
a buscar su vida para mantener a sus pobres padres»62
Atendiendo a estas declaraciones, el intendente Fonsdeviela determi-
nó que tanto Gerónimo Gorollo como Vicente Dasí eran «mozos aplicados
a sus respectivos trabajos y de buenas costumbres, y debían ser puestos en
libertad y libremente y sin costas fuera de las cárceles de San Narcís. Aun
así, a Gorollo se le daba un plazo de 24 horas para que saliera de la ciudad
«y se restituya a su casa, con apercibimiento que, si pasado dicho término
no lo hubiere cumplido y fuese encontrado, se le pondrá otra vez preso y se
le dará el destino que le corresponda»63. Los restantes seis mozos (Francisco
Tomás, Francisco Marí, Joseph Julià, Tomás Fabra, Joseph Durà, Tomás La
Font, ) fueron reconocidos el 1 de octubre por los citados médico y cirujano
y. a continuación, se tomaron sus datos de filiación y señas identificativas
delante del alguacil Donclarós64.
El 18 de septiembre se iniciaron las sumarias contra un tercer gru-
po formado por Antonio Turiceli, Joseph Pérez, Cristóbal Culla, Gerónimo
Coret, Pascual Tomás y Joseph Julià65. El procedimiento de recogida de
testimonios se prolongó hasta el día 30 del mismo mes y, una vez finaliza-
do, Fonsdeviela determinó que Antonio Turiceli, Cristóbal Culla, Gerónimo
Coret, Pascual Tomás y Joseph Julià, eran «mozos vagamundos, divagantes
y malentretenidos, mientras que Joseph Pérez resultó ser mozo de buena
inclinación, casado, que le coge muy de continuo mal de corazón y que se
aplica a trabajar de su oficio para asistir a su mujer»66. Mientras este último
fue puesto en libertad, «libremente y sin costas», los cinco restantes (An-
tonio Luliceli [Turiceli] «natural de la ciudad de Roma», Cristóbal Culla,
Gerónimo Coret, Pascual Tomás, Joseph Julià,), pasaron a ser reconocidos y
se anotaron sus señas y filiaciones67.
El cuarto grupo contra el que se iniciaron sumarias, esta vez el 23 de sep-
tiembre, estaba formado por Gaspar Más, Joseph Gil, Manuel Torás, Gregorio

62  Ibíd., f. 18 v. y 19 r.
63  Ibíd., f. 20 r. y v.
64  Ibíd., f. 21 v. a 22 v.
65  Ibíd., doc. 3 (4), f. 1 r. a 2 v.
66  Ibíd., f. 14 v. y 15 r.
67  Ibíd., 16 v. a 17 v.

Revista de Historia Militar, 123 (2018), pp. 65-80. ISSN: 0482-5748


66 JOSÉ RAMÓN CUMPLIDO MUÑOZ

Albarracín, Juan Trenco, Joaquín Guardiola y Felipe Capella68. De ellos, Ma-


nuel Torás y Juan Trenco, resultaron «ser aplicados a su trabajo y cuidar de sus
obligaciones»69, por lo que quedaron en libertad, mientras que los otros cinco
mozos fueron reconocidos por los médicos y se les tomó sus señas y filiación70.
Ese mismo día se iniciaron sumarias contra otros tres grupos; el primero
estaba formado por Joseph Serrach, Joseph Boix, Pascual Ramón, Joseph Mon-
tes, Jacinto Tetuá y Francisco Roselló71. De las conclusiones de estas sumarias,
se dedujo que Jacinto Tetuá «resulta ser aplicado al trabajo y cuidar de sus obli-
gaciones», mientras que Pascual Ramón, falleció mientras estaba preso72.
El segundo grupo contra el que se iniciaron sumarias el 23 de sep-
tiembre estaba formado por Jaime Botella, Carlos Andrés, Vicente Villa-
nova, Luis Feo, Manuel Calvo y Mateo Navarro73. El 1 de octubre, el pro-
ceso de declaraciones estaba finalizado, de forma que Fonsdeviela declaró
a los mozos Jaime Botella y Vicente Villanova, «hombres aplicados a su
trabajo»74 y ordenó el correspondiente reconocimiento médico del resto75.
El tercer grupo examinado el 23 de septiembre estaba formado por
Manuel Hervás, Joseph Aranda, Pascual Zaragoza, Joseph Antonio Bermú-
dez, Bautista Rodrigo y Lorenzo Ramón76, que fueron considerados todos
ellos vagamundos, ociosos y malentretenidos. El 1 de octubre pasaron el re-
conocimiento médico y se redactó la correspondiente lista con sus nombres,
filiación y señas77.
El 2 de octubre el proceso continuó con los reos Blas Gazulla, Vicente
Peralta y Vicente Badía78; concluidas las sumarias el 18 del mismo mes, se
consideró que el último era «mozo trabajador y bien inclinado, que acude
a su casa y asiste a su mujer»79, siendo puesto en libertad, mientras que los
otros dos pasaron a ser reconocidos y sus datos recopilados80. Los reos exa-
minados el 6 de octubre fueron Gaspar Isla, Matías Fuster y Francisco de
Mora81, considerados vagamundos y malentretenidos82.
68  Ibíd., doc. 3 (5), f. 1 r. a 2 v.
69  Ibíd., f. 9 v.
70  Ibíd., f. 10 v. a 11 r.
71  Ibíd., doc. 3 (6), f. 1 r. a 2 v.
72  Ibíd., f. 12 v. a 13 v.
73  Ibíd., doc. 3 (7), f. 1 r. a 2 v.
74  Ibíd., f. 17 r.
75  Ibíd., f. 17 v. a 19 r.
76  Ibíd., doc. 3 (8), f. 1 r. a 2 v.
77  Ibíd., f. 18 v. a 19 v.
78  Ibíd., doc. 3 (9), f. 1 r. a 2 v.
79  Ibíd., f. 10 r.
80  Ibíd., f. 11 r. y v.
81  Ibíd., doc. 3 (10), f. 1 r. a 2 v.
82  Ibíd., f. 18 v. y 19 r.

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DURA LEX SED LEX... 67

El 5 de octubre el intendente de Valencia envió las filiaciones de los


primeros 38 individuos declarados vagamundos y el 15 de octubre se reci-
bió la respuesta del cardenal de Molina en la que había decidido las penas
a aplicar según los «excesos [...] y circunstancias que concurren en cada
uno». Quienes por edad y estatura se consideraron aptos para el servicio de
las armas fueron destinados a servir durante cinco años en el regimiento de
Infantería de La Victoria (Joseph Eximeno, Gerardo del Aro, Mariano Bro-
seta, Joseph Hernández, Francisco Marí, Tomás La Font, Gerónimo Coret,
Pascual Tomás, Joseph Gil, Joaquín Guardiola, Francisco Roselló, Bautista
Rodrigo, Mateo Navarro y Lorenzo Ramón)83. Fueron sentenciados a reali-
zar trabajos forzados durante cuatro años en el presidio de Orán los siguien-
tes mozos: Francisco Tomás, Joseph Julià, Cristóbal Culla, Gaspar Más,
Gregorio Albarracín, Joseph Serrach, Joseph Montes, Luis Feo y Manuel
Hervás, mientras que Joseph Antonio Bermúdez lo fue por seis años84. Los
integrantes de este grupo y del anterior debían ser enviados a Cartagena para
desde allí embarcar a Orán. Los restantes prisioneros (Joseph Sanchis, Jo-
seph Llovera, Joseph Domínguez, Joseph Julià, Tomás Fabra, Joseph Durá,
Antonio Luliceli, Felipe Capella, Joseph Boix, Pascual Ramón, Carlos An-
drés, Manuel Calvo, Pascual Zaragoza y Joseph Aranda), fueron condena-
dos a ser desterrados por dos años.
El 18 de octubre este grupo fue llevado desde las cárceles de San Nar-
cís hasta la puerta de Serranos (considerada como el punto de entrada a la
ciudad por antonomasia, a pesar del resto de portales abiertos en la muralla)
por el alguacil Donclarós, y allí se les leyó de modo individualizado la or-
den del cardenal de Molina que les condenaba a destierro por dos años; acto
seguido se les hizo salir de la ciudad a través de dicha puerta85.
Hay que hacer notar que, en la lista remitida por el Cardenal Molina,
aparece un individuo, Peregrino Román, sentenciado a destierro, que no figura
en la documentación relativa a la leva. También figuran en esta lista dos indivi-
duos con idéntico nombre: Joseph Julià; deducimos que en el caso del anotado
como natural de Benipeixcar y de 22 años de edad, se trataba del individuo
condenado a trabajos forzados en Orán, mientras que su tocayo, que figura con
46 años de edad, le hace candidato más oportuno al destierro debido a «que por
los accidentes que padecen son inútiles para todo en el Real servicio»86.
El 22 de octubre se recibió una nueva carta del cardenal de Molina
sobre el destino que había decidido para Blas Gasulla, Vicente Peralta, Fran-

83  Ibíd., f. 9 r.
84  Ibíd., f. 9 v.
85  Ibíd., f. 11 r. a 12 v.
86  Ibíd., f. 13 r. y v.

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68 JOSÉ RAMÓN CUMPLIDO MUÑOZ

cisco de Mora y Matías Fuster87: los tres primeros fueron destinados a servir
cinco años en el regimiento de La Victoria, mientras que Matías Fuster «que
es de corta estatura para la infantería», fue condenado a trabajos durante
cuatro años en Orán. En la primera carta remitida por el cardenal de Molina
autorizaba al intendente de Valencia para determinar por él mismo el destino
que creyera más conveniente a los presos sentenciados como vagabundos:
«luego que se reprendan por vagamundos, malentretenidos y otros ex-
cesos que no sean de gravedad, los hará Vuestra Señoría reconocer por
médico o cirujano y hallando que tienen accidentes habituales que los
haga y mande para todo trabajo, los pondrá Vuestra Señoría en liber-
tad con el destierro o apercibimiento que le parezca conveniente».88
El 7 de noviembre el intendente Fonsdeviela sentenció sentenciar a
trabajos en Orán a Joaquín Santa Fe, Joseph Llopis, Salvador Blasco, Agus-
tín Julià, Melchor Baldoví, Francisco Pons y Diego Rodríguez, después de
haberles «justificado su mala vida»89. En estos casos, su filiación y señas no
figuran entre la documentación estudiada. Los 17 hombres sentenciados por
el cardenal de Molina a servir como tropa de infantería, fueron entregados el
8 de noviembre al sargento Sebastián Merino y cuatro cabos del regimiento
de La Victoria, que había llegado desde Madrid con pasaporte del duque de
Montemar, «primer Ministro de la Guerra», para hacerse cargo y conducir
a la Caja General de Cartagena a los siguientes mozos: Joseph Gil, Joaquín
Guardiola, Bautista Rodrigo, Lorenzo Ramón, Francisco Roselló, Mateo
Navarro, Gerardo del Aro, Joseph Hernández, Mariano Broseta. Gerónimo
Coret, Pascual Tomás, Francisco Marí, Tomás La Font, Joseph Eximeno,
Blas Gazulla, Vicente Peralta y Francisco Mora90. El destino de Lorenzo
Ramón, fue conmutado el 14 de noviembre, atendiendo una súplica enviada
por Bautista Carbonell, esposa del primero, en la que manifestaba «el aban-
dono en que quedaría con motivo de la aplicación que se había dado a dicho
su marido de servir en un regimiento por habérsele asegurado en la última
leva que se hizo en esa ciudad, tratándole por mal entretenido, siendo así que
es aplicado al trabajo con que la mantenía»91.
El día 10 de noviembre, por orden del intendente Fonsdeviela quienes
habían sido sentenciados a servir en Orán, fueron conducidos a Cartagena,
custodiados por «dos guardias de asistencia y un cabo y cuatro soldados»,

87  Ibíd.
88  Ibíd., f. 9 v. y 10 r.
89  Ibíd., f. 15 r.
90  Ibíd., ff. 18 r. a 20 r.
91  Ibíd., doc. 3 (17), ff. 25 r. y v.

Revista de Historia Militar, 123 (2018), pp. 68-80. ISSN: 0482-5748


DURA LEX SED LEX... 69

donde llegaron el 19 de noviembre. Allí se entregaron a Alejo Gutiérrez de


Rubalcaba, intendente del Departamento del Mediterráneo y de las Reales
Galeras, los siguientes once mozos: Gaspar Más, Gregorio Albarracín, Ma-
nuel Hervás, Joseph Serrach, Joseph Montes, Luis Feo, Francisco Tomás,
Cristóbal Culla, Joseph Julià, Joseph Antonio Bermúdez y Matías Fuster92,
En lo que respecta a Gaspar Más y Luis Feo, sentenciados ambos a trabajos
en Orán, con anterioridad a su partida hacia Cartagena, tanto uno como otro
se habían dirigido al cardenal de Molina para solicitar la revisión de sus
casos.
Luis Feo, hijo de Bautista, de profesión maestro curtidor, había en-
viado una súplica dirigida al cardenal de Molina para que se revisara su
caso. En ella aducía que había sido acusado de ser «mal entretenido y nada
cuidadoso en sus obligaciones, lo que es contra la verdad, pues el suplicante
siempre ha procurado cumplir bien y exactamente con ellas, aplicándose a
su trabajo, pues con el sudor de su aplicación ha mantenido a su anciano
padre y hermanos, sin que haya dado motivo a discordia alguna»93. Luis
Feo argumentaba que los testimonios en su contra se debían a la malicia
humana para evitar que contrajera «matrimonio con una hija de maestro del
mismo gremio de curtidores, en el cual ambos parientes se convinieron y
conformaron».94
La acusación de vivir amancebado en contra de Luis Feo fue exami-
nada, y los testimonios de las sumarias revisados; los testigos que habían
aportado sus declaraciones fueron Nicolás Prats, que había declarado no
saber «si era aplicado o no al trabajo, ni menos en que está dado a ningún
vicio, sólo le ha visto por dos veces en casas de unas mujeres mundanas»95;
el segundo testigo, Tomás Ibáñez había declarado que «no sabe que tenga
ningún mal vicio, sólo ha oído decir que es aficionado a mujeres pero no
sabe de que cause escándalo ni menos de que viva amancebado».96
El tercer testigo, Jacinto Arnau, había sido aún más revelador en su tes-
timonio sobre Luis Feo, cuando declaró «que es un hombre aplicado al trabajo
y que cuida de sus obligaciones y madre, sin que sepa sea inclinado a ningún
género de vicio ni menos lo ha oído decir»97. En consecuencia, el 31 de octu-
bre, Vicente Borrull y Arbizu, alcalde de la Sala del Crimen de la Audiencia de
Valencia, declaró «por hombre capaz y suficiente a Luis Feo».98
92  Ibíd., doc. 3 (10), ff. 23 v. a 24 v.
93  Ibíd., f. 53 r. y v.
94  Ibíd.
95  Ibíd., doc. 3 (7), f. 11 r. y v.
96  Ibíd., f. 12 r.
97  Ibíd., f. 12 v.
98  Ibíd., doc. 3 (10), f. 46 r.

Revista de Historia Militar, 123 (2018), pp. 69-80. ISSN: 0482-5748


70 JOSÉ RAMÓN CUMPLIDO MUÑOZ

Gaspar Más, maestro zapatero, declaraba en su escrito al cardenal


de Molina que «fue preso sin motivo alguno, ni menos de ninguna manera
debe estar comprendido en dicha leva por hallarse maestro de su facultad,
acudiendo a su obligación de mujer y cuatro hijos»99. El único testimonio
en su contra era el de Joseph Tarrasa, labrador, quien había testificado al
mismo tiempo contra otros cuatro presos, diciendo «que sabe que [todos]
frecuentan las casas del juego, así días de fiesta como de hacienda, jugán-
dose lo que tienen».100
El 12 de noviembre, el Cardenal Molina, una vez examinados los
memoriales de Luis Feo y Gaspar Más, encontró que «no siendo los excesos
otros que los que se refieren en la adjunta nota»101, ordenó que se pusiera a
ambos en libertad. Esta orden fue recibida en Valencia el día 19; dado que
ambos se hallaban en camino hacia Cartagena, el intendente hizo enviar
inmediatamente «la certificación correspondiente de este auto al señor don
Alejos Gutiérrez de Rubalcaba, comisario general de dicha Caja de Cartage-
na para que deje libres a los susodichos allí donde estuvieren».102
También se incluía una orden para que ambos regresaran a Valencia
y se presentaran ante el intendente, para ser «apercibido uno y otro que en
adelante cumplan mejor con sus obligaciones, pues de lo contrario tendrá
efecto dicha condenación de presidio».103
Mientras este primer grupo de reos esperaba embarcar hacia Orán,
las diligencias contra vagabundos seguían su curso; el 20 de noviembre se
llevaron a cabo las relativas a Antonio Colón, de 17 años, iniciadas por su
padre por Joseph Colón maestro corregero y vecino de Teruel, quien había
aportado el testimonio principal:
«que habrá como cosa de tres años que Antonio Colón, su hijo, ha
dado en no querer trabajar ni aplicarse a ejercicio lícito alguno yen-
do divagando continuamente sin querer tomar los buenos consejos
que como tal padre le ha dado el declarante, ni mantenerse en ningu-
na casa ni oficio, donde sí ha puesto antes bien, se ha experimentado
en algunas tabernas y acciones indecentes».104
Este extremo fue corroborado por otros testigos, que ratificaron como
el único interés de Antonio Colón, «era cometer toda clase de raterías»105;

99  Ibíd., f. 53 r. y v.
100  Ibíd., doc. 3 (5), f. 3 r.
101  Ibíd., doc. 3 (10), f. 46 r.
102  Ibíd., f. 58 v.
103  Ibíd.
104  Ibíd., doc. 3 (15), f. 3 v. y 4 r.
105  Ibíd., f. 4 v.

Revista de Historia Militar, 123 (2018), pp. 70-80. ISSN: 0482-5748


DURA LEX SED LEX... 71

en consecuencia, el 15 de diciembre, el intendente Fonsdeviela declaró va-


gamundo al mencionado reo y se tomaron su filiación y datos personales:
(Nº. 53) Antonio Colón, [...] hombre de siete palmos y medio cas-
tellanos de estatura, blanco de rostro, ojos garzos106, pelo castaño
claro, barbilampiño, que dijo tener diez y siete años de edad, ser
natural y vecino de la ciudad de Teruel e hijo de Joseph Colón, con
dos cicatrices en la frente del pelo.107
El 4 de diciembre, se inició el proceso contra dos grupos de forma
simultánea. El primero estaba formado por Jaime Marcelino, Vicente Al-
bertos, Bautista Laboreda, Juan Labad y Rafael Navarro108. Una vez toma-
das las declaraciones de los testigos, Jaime Marcelino, Rafael Navarro y
Bautista Laboreda fueron declarados «mozos trabajadores y aplicados a sus
oficios»109. En cuanto a Vicente Albertos, el intendente decidió continuar la
sumaria110 (sin que conste el resultado final), mientras que únicamente en
este grupo Juan Labad, fue declarado vagamundo, se anotaron su filiación y
señas y fue reconocido por el médico y cirujano111.
El grupo contra el que se iniciaron sumarias el 12 de diciembre estaba
formado por Joseph Forges, Mariano Pablo, Juan Simó, Joseph Alcásser,
Tomás Forment, Carlos Viñas, don Lorenzo de Caspe y Francisco Bell-
ver112. De estos fueron considerados «mozos bien inclinados, trabajadores
aplicados a sus oficios y que con su sudor y trabajo asisten a sus oficios y
obligaciones» Francisco Joseph Alcásser, Tomás Forment, Joseph Mariano
Pablo y Carlos Viñas113. Por su parte, Juan Simó y don Lorenzo de Caspe
fueron declarados mozos vagamundos y se tomó su filiación y señas.114
El destino de estos reos fue decidido por el cardenal de Molina en enero
de 1742115: Lorenzo de Caspe y Juan Labad pasarían a servir cinco años en el
regimiento de Ultonia (irlandés), de guarnición en Orán; Antonio Colón, debi-

106  S.A.: Diccionario de la lengua castellana en que se explica el verdadero sentido de las voces
su naturaleza y calidad con las phrases o modos de hablar, los proverbios o refranes y otras
cosas convenientes al uso de la lengua (6 tomos), Francisco del Hierro, Madrid, 1734, Tomo
4, entrada GARZO: «dícese de aquél que tiene los ojos blancos y azules, regularmente suele
ser corto de vista» (es decir, el término no sólo designaba el color de los ojos, sino también
alguna deficiencia visual).
107  AHMV, Moderna, Primera C, Quintas, Caja 2, documento 3 (15), f. 5 v.
108  Ibíd., doc. 3 (12) f. 2 r.
109  Ibíd., f. 12 r.
110  Ibíd., f. 13 r.
111  Ibíd., f. 13 v.
112  Ibíd., doc. 3 (16), f. 2 r.
113  Ibíd., f. 18 v.
114  Ibíd., f. 20 r.
115  Ibíd., f. 22 r.

Revista de Historia Militar, 123 (2018), pp. 71-80. ISSN: 0482-5748


72 JOSÉ RAMÓN CUMPLIDO MUÑOZ

do a su corta estatura, serviría en los trabajos de Orán durante cuatro años. El


4 de abril quedaron bajo custodia del sargento Antonio Margeri, perteneciente
a una compañía de minadores que se dirigía a Cartagena.116
El 20 de marzo de 1741 se abría de forma simultánea un proceso de
sumarias contra dos grupos. El primero estaba formado por Pascual Sán-
chez, Joseph Benavent, Joseph Martínez y Joseph Navarro117; los testigos
que aportaron sus declaraciones para justificarles su «calidad, vida y costum-
bres» fueron suficientes para que todos ellos fueran declarados vagamundos
por el intendente, siendo reconocidos el día 23 por el doctor Antonio García
y el médico Juan Busquet.118 Estos cuatro presos fueron destinados a servir
cinco años en el regimiento Hibernia (irlandés).119 Sin embargo, el 20 de
abril, cuando se había dispuesto la entrega de los presos, el capitán Tomás
Kindelán, sólo aceptó a los tres primeros y rechazó a Joseph Martínez, «por
motivo de haberle sobrevenido a éste, mal de corazón, como era público en
dicha cárcel»120. Este extremo fue confirmado con el testimonio de otros
presos y Joseph Martínez fue declarado inútil para el servicio de armas y
puesto en libertad «apercibido de que en adelante se contenga y aplique al
trabajo, porque en su defecto se le pondrá en el presidio de Orán».121
El segundo grupo de reos contra los que se abrieron sumarias el 20 de
marzo de 1741 estaba formado por Joseph Vicente, Jaime Batalla, Manuel
Rodríguez y Juan Diego San Juan,122 que el día 24 fueron declarados vaga-
mundos por el intendente Fonsdeviela.123
Nos detendremos un momento para detallar otros dos casos que pue-
den mostrar como en el procedimiento contra vagos y malentretenidos, el
reo disponía de capacidad de súplica con la que, llegado el caso, podía ver
revertida su condena. En primer lugar, encontramos a Juan Simó, contra
quien se iniciaron sumarias el 12 de diciembre de 1740. Los testimonios que
habían servido para determinar su modo de vida correspondían a Vicente
Ibarra, labrador y Vicente Bru, terciopelero, vecinos ambos de Valencia. El
primero había declarado que el referido Simó era:
«mozo malentretenido y amancebado con cierta mujer [...] el cual a
más de lo referido es hombre que la mayor parte del tempo va divagan-
do por la ciudad. El segundo testigo, por su parte, declaró bajo jura-
116  Ibíd., f. 22 v.
117  Ibíd., doc. 3 (11), f. 2 r.
118  Ibíd., f. 10 r. y v.
119  Ibíd., f. 12 v.
120  Ibíd., f. 13 r. y v.
121  Ibíd., doc. 3 (17), f. 19 v.
122  Ibíd., doc. 3 (17), f. 2 r.
123  Ibíd., f. 11 r. y v.

Revista de Historia Militar, 123 (2018), pp. 72-80. ISSN: 0482-5748


DURA LEX SED LEX... 73

mento y a una señal de cruz saber que Juan Simó va la mayor parte del
tiempo paseando la capa (sic) sin que se aplique al trabajo, habiendo
oído decir que casi siempre va por casas de mujeres sospechosas».124
De resultas de estas declaraciones, Juan Simó fue destinado a servir
como soldado al regimiento de Ultonia; cuando se encontraba a punto de ser
enviado a Cartagena, la orden fue paralizada debido a que «por orden poste-
rior de dicho eminentísimo señor (el cardenal de Molina) se está tratando de
ciertos informes sobre la causa de dicho Simó»125. Al parecer la súplica de
Simó sirvió para que el alcalde mayor de Valencia investigara «en razón de
la vida y costumbres de Juan Simó [...] por las que se viene en conocimiento
de ser inciertos los excesos que se le imputan y motivaron su prisión».126
Una vez comprobada la falsedad de los testimonios, el 27 de mayo de 1741
ordenaba la puesta en libertad de Juan Simó y, al mismo tiempo, que se pro-
cediera «con todo rigor al castigo de los testigos que depusieron contra él,
substanciando la causa conforme a derecho para escarmiento de otros».127
El segundo caso corresponde Joseph Vicente Domingo, contra quien
habían declarado varios testigos que aseguraron que el acusado maltrataba
a su esposa; ésta, Dionisia Gargallo, había testificado «que ha como quince
años que es casa (sic) con el dicho Joseph Vicente en cuyo tiempo no ha
cesado de maltratar así de obra como de palabras a la testigo tratándola de
puta y al mismo tiempo dándole golpes llegando a tal extremo el maltratar a
la testigo que ha estado por mucho tiempo en poder de cirujano».128
El acusado escribió una carta de súplica en la que declaraba «que
siendo yo hombre de bien, aplicado al trabajo y cuidadoso de mi mujer y fa-
milia, me encuentro preso como si fuera un hombre de procederes torcidos».
Según el suplicante, todos sus males tenían origen en su esposa y el amante
de ésta, quienes «han conspirado contra mí procurándome cualquier mal
para que no les estorbase su reprehensible conducta [...] a influjos, según
creo de los mismos, se me ha fraguado esta impostura, causa de mi prisión
y quizá de mi desgracia».129
Curiosamente, Vicente Domingo fue puesto en libertad por ser de avan-
zada edad y declarado inhábil por padecer una hernia ocasionada «de una
fuerza violenta con la cual resultó de rotura en la parte derecha de la ingle»130.

124  Ibíd., doc. 3 (16), ff. 5 r. a 6 v.


125  Ibíd., doc. 3 (16), f. 22 v.
126  Ibíd., doc. 3 (17), f. 19 v.
127  Ibíd., doc. 3 (17), f. 20 r.
128  Ibíd., f. 5 r. a 6 v.
129  Ibíd., f. 14 r.
130  Ibíd., f. 15 v.

Revista de Historia Militar, 123 (2018), pp. 73-80. ISSN: 0482-5748


74 JOSÉ RAMÓN CUMPLIDO MUÑOZ

El intendente Fonsdeviela, habiendo visto «autos e información» determinó


dejar en libertad «sin costa alguna a Vicente Domingo [...] reservándose el
derecho de proceder contra los testigos que han depuesto esta causa contra
Joseph Vicente Domingo».131
De los otros tres reos, el Cardenal Molina destinó a Jaime Batalla y
Manuel Rodríguez al regimiento de Hibernia, aunque al no ser admitidos
por el oficial de este regimiento, fueron enviados a Alicante donde se hizo
cargo de ellos un oficial del regimiento de La Victoria.132
Finalmente, Juan Diego San Juan fue destinado a trabajos en Orán,
por «ser de mediana estatura, y como tal inhábil por ahora para el manejo de
las armas»133. Sin embargo, el servicio al rey de este último iba a verse in-
crementado en un año más, pues todavía permanecía en las cárceles de San
Narcís en septiembre de 1742 sin haber sido enviado a Orán, «debido a que
hasta ahora no había habido oportunidad de remitirse a dicho presidio».134
El entonces alcalde mayor de Valencia, Baltasar Lucero y Espínola, ha-
bía notado «que dicho mozo había crecido en la estatura y podía dársele otro
destino», por lo que el 19 de septiembre Juan Diego San Juan fue sometido a
tallaje por Benito de Prado, comisario ordenador de Valencia, quien certificó
que su estatura era de «cinco pies y seis líneas», lo que le convertía en hábil
para el servicio de la tropa y por ello enviado a Barcelona para servir «por cin-
co años en el regimiento que se le señale por el Inspector de la Infantería».135

3. Balance y conclusiones

De los presos examinados entre septiembre de 1740 y marzo de 1741,


64 fueron considerados vagamundos. De ellos, un total de 25 mozos fueron
destinados a servir en la Infantería durante cinco años: 21 serían destinados al
regimiento La Victoria, y 3 al regimiento Hibernia, a los que se añade el caso
Juan Diego San Juan destinado a servir como tropa sin especificar su destino.
Otros 19 individuos fueron enviados cuatro años a la plaza de Orán a
cumplir trabajos forzados, mientras que 14 fueron desterrados por dos años.
El resto de casos está formado por tres individuos (Lorenzo Ramón, Juan
Simó y Joseph Vicente) que quedaron libres al ser revisadas sus causas; un
individuo fallecido mientras estaba preso (Pascual Ramón) y otros dos en

131  Ibíd., f. 16 r.
132  Ibíd., f. 21 r. y v.
133  Ibíd., f. 17 r.
134  Ibíd., f. 31 r.
135  Ibíd., f. 33 v. 34 r.

Revista de Historia Militar, 123 (2018), pp. 74-80. ISSN: 0482-5748


DURA LEX SED LEX... 75

los que no se ha podido determinar su destino (Gaspar Isla, declarado inhábil


y Joseph Martínez, rechazado por el oficial que debía hacerse cargo de él).
Sumarias Nº. Nombre Natural de Edad destino
12/09/1740 1 Joseph Eximeno Valencia 21 rgto. La Victoria
Id. 2 Gerardo del Aro Valencia 42 rgto. La Victoria
Alacuás (Gobernación
Id. 3 Joseph Sanchis 40 inhábil/destierro
de Valencia)
Id. 4 Joseph Llovera Valencia 43 destierro
Id. 5 Mariano Broseta Valencia 25 rgto. La Victoria
Id. 6 Joseph Hernández Madrid 33 rgto. La Victoria
Id. 7 Joseph Domínguez Teruel 19 destierro
Alcublas (Gobernación
13/09/1740 8 Roque Comeche — rgto. La Victoria
de Valencia)
16/09/1740 9 Francisco Tomás Valencia 19 trabajos en Orán
Altura (Gobernación de
Id. 10 Francisco Marí 44 rgto. La Victoria
Valencia)
Id. 11 Joseph Julià Valencia 46 destierro
Id. 12 Tomás Fabra Valencia 36 destierro
Id. 13 Joseph Durà Valencia 40 destierro
Id. 14 Tomás La Font Esquero del Rosellón 28 rgto. La Victoria
18/09/1740 15 Antonio Luliceli Roma 18 destierro
Id. 16 Cristóbal Culla Valencia 40 trabajos en Orán
Meliana (Gobernación
Id. 17 Gerónimo Coret 36 rgto. La Victoria
de Valencia)
Canet de Murviedro
Id. 18 Pascual Tomás (Gobernación de Va- 36 rgto. La Victoria
lencia)
Benipeixcar, Gandía
Id. 19 Joseph Julià 22 trabajos en Orán
(reino de Valencia)
23/09/1740 20 Gaspar Más Valencia 34 trabajos en Orán
Alacuás
Id. 21 Joseph Gil (Gobernación de Va- 21 rgto. La Victoria
lencia)
Id. 22 Gregorio Albarracín Valencia 19 trabajos en Orán
Callosa d’En Sarriá
Id. 23 Joaquín Guardiola 18 rgto. La Victoria
(reino de Valencia)
Id. 24 Felipe Capella Valencia 47 destierro
Id. 25 Joseph Serrach Valencia 27 trabajos en Orán
Moncada (Gobernación
Id. 26 Joseph Boix 53 destierro
de Valencia)
Id. 27 Pascual Ramón — — Falleció
Id. 28 Joseph Montes Teruel 36 trabajos en Orán
Id. 29 Francisco Roselló Barcelona 30 rgto. La Victoria

Revista de Historia Militar, 123 (2018), pp. 75-80. ISSN: 0482-5748


76 JOSÉ RAMÓN CUMPLIDO MUÑOZ

Sumarias Nº. Nombre Natural de Edad destino


Id. 30 Carlos Andrés Valencia 34 destierro
Id. 31 Luis Feo Valencia 23 trabajos en Orán
Id. 32 Manuel Calvo Valencia 22 destierro
Id. 33 Mateo Navarro Valencia 27 rgto. La Victoria
Id. 34 Bautista Rodrigo Valencia 34 rgto. La Victoria
Id. 35 Lorenzo Ramón Valencia 28 libre
Id. 36 Manuel Hervás Valencia 29 trabajos en Orán
Id. 37 Joseph Aranda Valencia 25 destierro
Silla (Gobernación de
Id. 38 Pascual Zaragoza 44 inhábil/destierro
Valencia)
Benetússer (Goberna-
Id. 39 Joseph A. Bermúdez 28 trabajos en Orán
ción de Valencia)
— 40 Peregrino Román — — destierro
02/10/1740 41 Blas Gazulla La Losa, Aragón 33 rgto. La Victoria
Almásera (Gobernación
Id. 42 Vicente Peralta 36 rgto. La Victoria
de Valencia)
06/10/1740 43 Gaspar Isla Valencia 21 Inhábil
Id. 44 Matías Fuster Valencia 44 trabajos en Orán
Id. 45 Francisco de Mora Sevilla — rgto. La Victoria
— 46 Joaquín Santa Fe — — trabajos en Orán
— 47 Joseph Llopis — — trabajos en Orán
— 48 Salvador Blasco — — trabajos en Orán
— 49 Agustín Julià — — trabajos en Orán
— 50 Melchor Baldoví — — trabajos en Orán
— 51 Francisco Pons — — trabajos en Orán
— 52 Diego Rodríguez — — trabajos en Orán
04/12/1740 53 Antonio Colón Teruel 17 trabajos en Orán
Meliana (Gobernación
Id. 54 Juan Labad 37 rgto. La Victoria
de Valencia)
Id. 55 Lorenzo de Caspe Valencia 40 rgto. La Victoria
Teulada (reino de Va-
Id. 56 Juan Simó 30 libre
lencia)
20/03/1741 57 Joseph Navarro Valencia 30 rgto. Hibernia
Benicalap (Gobernación
Id. 58 Pascual Sánchez 23 rgto. Hibernia
de Valencia)
Id. 59 Joseph Benavent Valencia 30 rgto. Hibernia
Id. 60 Joseph Martínez Valencia 18 rechazado
Id. 61 Joseph Vicente Mora de Rubielos, Teruel 35 libre
Id. 62 Jaime Batalla Valencia — rgto. La Victoria
Id. 63 Manuel Rodríguez Villar Pardo (sic), Castilla 19 rgto. La Victoria
Juan Diego San Jérica (reino de Valen-
Id. 64 18 tropa de infantería
Juan cia)

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DURA LEX SED LEX... 77

Aunque las levas sobre vagos, ociosos y malentretenidos engrosaron


las filas de los ejércitos reales con reclutas de baja calidad, lo cierto es que
se siguieron practicando a lo largo del siglo XVIII sin llegar a desaparecer;
antes, al contrario, las autoridades reales legislaron de forma continua esta
forma de reclutamiento, con la esperanza de reconducir a los elementos im-
productivos de la sociedad.
Apelando al interés común y el buen gobierno, los ilustrados crearon
un corpus legislativo encaminado a utilizar la numerosa población desocu-
pada en beneficio del Estado, pero también para poner bajo control a los que
consideraban potenciales delincuentes.
En la documentación estudiada hemos podido comprobar la existen-
cia de sujetos de comportamiento verdaderamente lamentable; sin embargo,
también hemos encontrado que este peculiar procedimiento implicaba que
cualquiera que careciera de recursos económicos u otros motivos tan pere-
grinos como carecer de ocupación o domicilio fijo podía, a discreción de un
juez, pasar un prolongado tiempo de su vida en el servicio de las armas o
en un presidio. Sin embargo, también hemos comprobado como los acusa-
dos disponían de capacidad de súplica y de interposición de recursos que,
una vez debidamente justificados, eran atendidos y sus condenas, llegado
el caso, revertidas. De esta forma, concluimos que la leva de vagabundos,
aun siendo un procedimiento forzoso, no era una muestra de despotismo;
aún menos puede considerarse como un ejercicio de poder omnímodo, de-
mostración palpable de que el poder absoluto, aunque disponía de todos los
resortes del poder no los ejercía con total arbitrariedad.

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78 JOSÉ RAMÓN CUMPLIDO MUÑOZ

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Recibido: 22/11/2016
Aceptado: 18/05/2017

Revista de Historia Militar, 123 (2018), pp. 79-80. ISSN: 0482-5748


The internment of the German Troops from the Cameroon in the Spa-
nish Guinea (1916), by Mr. Carlos A FONT GAVIRA, graduate in History,
Spanish Africanist Association

Revista de Historia Militar


Número 123 (2018), pp. 81-108
ISSN: 0482-5748
RHM.03
El internamiento de las tropas alemanas del Camerún en la Guinea Es-
pañola (1916), por don Carlos A. FONT GAVIRA, licenciado en Historia,
Asociación Española de Africanistas

EL INTERNAMIENTO DE LAS TROPAS


ALEMANAS DEL CAMERÚN EN LA GUINEA
ESPAÑOLA (1916)
Carlos Alberto FONT GAVIRA1

RESUMEN

Durante la Primera Guerra Mundial (1914-1918) España permane-


ció neutral, lo cual no significa que no le afectaran las repercusiones de la
guerra. Una de las crisis más importantes que puso a prueba la neutralidad
española fue la provocada por la guerra en Camerún, limítrofe con la colonia
española de Guinea. La derrota alemana en Camerún supuso el internamien-
to en territorio español del ejército alemán en retirada junto a sus tropas
africanas (askaris) y miles de civiles cameruneses que decidieron acompa-
ñar a los alemanes. Las autoridades coloniales españolas en Santa Isabel
afrontaron un problema humanitario de enormes proporciones bajo la atenta
mirada del mando aliado.

PALABRAS CLAVE: Camerún, Guinea Española, askaris, neutrali-


dad, Primera Guerra Mundial.

ABSTRACT

During World War (1914-1918) which Spain remained neutral it does


not mean it will not affect the impact of war. One of the major crises that
tested the Spanish neutrality was caused by the war in neighboring Came-
roon with the Spanish colony of Guinea. The German defeat in Cameroon

1  Historiador. Asociación Española de Africanistas (AEA).


E-mail: carlosfontgavira@hotmail.com

Revista de Historia Militar, 123 (2018), pp. 81-108. ISSN: 0482-5748


82 CARLOS ALBERTO FONT GAVIRA

meant internment in Spanish territory retreating German army alongside


their African troops (askaris) with thousands of Cameroonian civilians who
decided to accompany the Germans. The Spanish colonial authorities in
Santa Isabel faced a humanitarian problem of enormous proportions under
the watchful eye of the Allied command.

KEY WORDS: Cameroon, Spanish Guinea, askaris, neutrality, First


World War.

*****

Introducción

N
uestro interés se centra en los avatares que vivió la colonia española
de Guinea al iniciarse las operaciones militares en África en el con-
texto de la Primera Guerra Mundial (1914-1918). La colonia alema-
na de Camerún cubría toda la línea de frontera con las posesiones españolas
y al ser pronto invadido por las tropas aliadas las consecuencias en territorio
español no se iban a dejar esperar. A principios de 1916 ya era un hecho
evidente que las tropas alemanes en el Camerún no resistirían mucho tiempo
el asalto aliado de modo que decidieron refugiarse en el territorio neutral
español de la Guinea. A pesar de que España se había declarado oficialmente
como un Estado neutral en la guerra europea, al acoger a unos soldados de
una de las potencias beligerantes la situación diplomática se tornaba muy
delicada. Los alemanes podrían reorganizarse en territorio español y contra-
atacar y, en respuesta, era factible alguna represalia militar de los aliados.
Después de largas discusiones en el gobierno de Madrid y de superar las
suspicacias de los gobiernos de París y Londres se decidió trasladar a los
denominados “internados alemanes” a territorio peninsular español.

1.- La Gran Guerra en África

La bala que disparó el serbio Gavrilo Princip incendió toda Europa


al cabo de un mes. El asesinato del Archiduque de Austria-Hungría, Fran-
cisco Fernando, puso en marcha los complejos sistemas de alianzas entre

Revista de Historia Militar, 123 (2018), pp. 82-108. ISSN: 0482-5748


EL INTERNAMIENTO DE LAS TROPAS ALEMANAS DEL CAMERÚN... 83

potencias fraguados décadas antes. Alemania y Austria-Hungría combatían


frente a la tríada formada por Francia. Rusia y Gran Bretaña. En el imagina-
rio colectivo europeo han sido recordadas las batallas del Somme y Verdún
como signos del horror y la barbarie. Si bien es cierto que los principales
combates tuvieron lugar en suelo europeo no hay que ignorar que en 1914
varios países europeos poseían colonias en otros continentes como África.
Los combates pronto se trasladaron al continente africano, donde Alemania
poseía un disperso imperio colonial formado por las posesiones de Togolan-
dia (Togo), Tanganyka (Tanzania), África del Sudoeste Alemana (Namibia)
y Kamerun (Camerún). Si somos escrupulosos hemos de considerar que
mientras sonaban los primeros disparos en los campos de Bélgica también
se disparaba en los trópicos africanos, donde la batalla de Togo fue la prime-
ra en librarse en África (agosto de 1914).
Alemania trataba de evitar, al menos en parte, la lucha en el Camerún,
basándose en el texto del Acta de Berlín del 20 de febrero de 1885. Dicha
acta consideraba la neutralidad de las colonias, en caso de conflicto en Euro-
pa, del consentimiento común de los beligerantes. El Imperio Alemán había
dedicado grandes esfuerzos a construir un imperio colonial en África, pero
no disponía de los medios necesarios para llevar a cabo una defensa soste-
nida de sus territorios. A pesar de las acusaciones aliadas que criticaban el
“militarismo alemán”, Alemania fue la potencia europea con menos presen-
cia de tropas en sus colonias. Era tal la dejadez de la administración colonial
del Reich que una nota alemana del 19 de marzo de 1913, sobre la idea de
reforzar el ejército en las colonias, aseveraba lo siguiente: «No se tendría
que inquietar por la suerte de nuestras colonias, el resultado final en Europa
lo regulará».2 El gobierno de Berlín no había previsto ningún plan de defen-
sa, del imperio colonial,en caso de guerra. Todo se supeditaba a una victoria
militar en Europa; alcanzada ésta se activaría el nuevo reparto colonial. Las
colonias alemanas debían defenderse ellas solas y sin contar con ningún
tipo de ayuda de la metrópoli. Con estos inconvenientes Alemania, acabaría
perdiendo durante la guerra todas sus colonias y posesiones ultramarinas.
El Camerún alemán presentaba una gran vulnerabilidad al estallar la
guerra, ya que se encontraba rodeado de colonias enemigas como la Nigeria
británica y el África Ecuatorial Francesa. El coronel Carl Zimmermann fue
el responsable máximo del dispositivo militar alemán en Camerún y el en-
cargado de su defensa. Zimmermann disponía para la defensa de la colonia
de unos 8.500 hombres, de los cuales sólo 2.500 eran europeos y el resto na-

2   IRARD, André: La Campaña de Camerún, 1920. Archivo General Militar de Madrid. Sig-
G
natura 6464.4, p. 34.

Revista de Historia Militar, 123 (2018), pp. 83-108. ISSN: 0482-5748


84 CARLOS ALBERTO FONT GAVIRA

tivos del país de distintas etnias. No incluimos los miles de porteadores. Este
exiguo dispositivo militar debía defender un territorio de más de 507.332
kilómetros cuadrados (sin incluir las anexiones territoriales de 1911) y 4.150
kilómetros de fronteras terrestres. El armamento con que contaban los de-
fensores alemanes consistía en fusiles Mauser M71 (modelo 1871), de pól-
vora negra y monotiro. Este modelo original fue actualizado en 1884 con
un depósito tubular de 8 balas diseñado por Alfred von Kropatschek y se
convirtió en el primer fusil de repetición alemán.También se emplearon el
Mauser M71/84 de 1884 y el Máuser M98, ambos de repitición.La ametra-
lladora jugó un importante papel en la rápida expansión europea en África a
finales del siglo XIX. Su extrema letalidad fue empleada con devastadores
efectos contra las obsoletas tácticas de ataque frontal, especialmente cuando
los nativos presentaban combate en campo abierto. Así pues, las ametralla-
doras ya habían sido empleadas en campañas coloniales a finales del siglo
XIX y principios del XX y no representaban una novedad armamentística al
iniciarse las hostilidades en África, siendo los modelos utilizados la Maxim
Mod.08 y el Mod.08/15, cal.7,92x57, a razón de unas 4 por compañía.
La columna vertebral en la defensa del Camerún alemán eran las de-
nominadas Schuztruppen (“fuerzas de protección”).3 Hay que subrayar que
este cuerpo militar no era un ejército convencional, sino una fuerza de se-
guridad concebida para reprimir revueltas internas y conservar la seguridad
interna de la colonia. Nunca se proyectó su empleo para repeler invasiones
extranjeras pero era el cuerpo militar mejor organizado y dispuesto con que
contaba la colonia. Las Schuztruppen estaban formadas por 12 compañías
integradas por unos 200 europeos mandando unos 1650 indígenas. Cada
compañía poseía una ametralladora. Otra fuerza destacada en la colonia es
la integrada por la “Polizeitruppe” (policía). Unos 30 oficiales europeos al
mando de 1.450 indígenas y con unas 20 ametralladoras. El reclutamiento
indígena fue intenso hasta el punto que ciertas unidades tenían dos hombres
para un solo fusil.
Los aliados tampoco lo tenían todo preparado, pues el África Ecuato-
rial Francesa no tenía plan de defensa. La organización militar, por causa de
los acuerdos con Alemania en 1911, estaba en vías de transformación. Las
tropas que ocupaban los 250.000 kilómetros cuadrados cedidos a Alemania
(Neu-Kamerun), habían sido utilizados para asegurar mejor la dominación
francesa sobre poblaciones todavía en efervescencia. Uno de los puntos más
amenazadores era el triángulo del Muni, muy próximo a Libreville, en el

3   HULTE-VARENDORFF, Uwe: “Krieg in Kamerun. Die Deutsche Kolonie mi Ersten Weltkrieg”.


S
C.Links, 2011, p. 79.

Revista de Historia Militar, 123 (2018), pp. 84-108. ISSN: 0482-5748


EL INTERNAMIENTO DE LAS TROPAS ALEMANAS DEL CAMERÚN... 85

Gabón. Los aliados contaban con una ventaja numérica aplastante, pues re-
unieron 19.000 hombres (10.000 franceses, 8.000 británicos y 600 belgas).
Después vendrían refuerzos de la India británica hasta sumar 30.000 hom-
bres. Las tropas británicas estaban armadas con fusiles Lee-Enfield Mnt-
mod.1907, calibre 303 y ametralladoras Vickers. Los franceses usaron fusi-
les Lebel mod.1886-1890 y Lebel modelo 1907/1915.
Los puntos fuertes del ataque aliado, así como las principales bases
con que contaban los alemanes para resistir en Camerún, las presentamos
abajo en el siguiente esquema:
VENTAJAS DE LOS ALIADOS VENTAJAS DE LOS ALEMANES
-Superioridad numérica -Conocimiento del terreno
-Dominio naval -Estrategia defensiva.
-Abastecimiento asegurado -Mando eficaz y coordinado (civil y militar)
-Comunicaciones no interrumpidas -Resistencia en posiciones fortificadas (Gaura)

Los alemanes en Camerún preveían un ataque aliado al estallar la


guerra, pero no habían dispuesto un plan de defensa contundente y preme-
ditado. La estrategia decidida por la dirigencia alemana en la colonia era
básicamente defensiva. El comandante en jefe Carl Zimmermmann junto
al gobernador imperial Ebermayer idearon un plan basado en la certidum-
bre de la invasión de las fronteras. Ambos representaron la unión de los
elementos civil y militar, conscientes de que no iban a recibir refuerzos de
Berlín. En el ámbito marítimo la situación se presentaba igual de desoladora
para los alemanes en Camerún. Los generales del Estado Mayor alemán
no habían previsto ningún plan de acción naval para proteger las colonias
africanas. El káiser Guillermo II no iba a exponer los apreciados buques de
la flota alemana, que tanto tiempo y dinero habían empleado en conseguir, a
los veteranos cañones de la Royal Navy.
Para el estudio de la campaña militar en Camerún contamos con una
buena fuente representada en el informe del Capitán de Infantería Colonial
ya citado, André Girard.4 El informe fue traducido por la Sección Histórica
del Depósito Geográfico e Histórico del Ejército. La campaña del Camerún
quedó dividida así:

1ª Defensa de las fronteras (Agosto-Septiembre 1914). En esta fase


los planes aliados pasaban por una rápida conquista militar del territorio.
El mando aliado atacó simultáneamente varios puntos por el Sur y el Norte

4   IRARD, André: “La Campaña de Camerún”, en Revue Militaire Française. 01/08/1920, pp.
G
296.

Revista de Historia Militar, 123 (2018), pp. 85-108. ISSN: 0482-5748


86 CARLOS ALBERTO FONT GAVIRA

desde las colonias limítrofes británicas, francesas y belgas. Lo más reseña-


ble fue la caida de Duala privando al mando alemán del puerto más impor-
tante de Camerún, vital para recibir suministros.
2ª Ofensivas aisladas (Octubre 1914-Marzo 1915). Las tropas aliadas
se reorganizan ante el fracaso inicial y la creciente organización de la re-
sistencia alemana. No existe una línea de frente definida y los cambios son
continuos en la línea de combate. En junio los alemanes lograron bloquear
las expediciones francesas que penetraban procedentes del este y del sures-
te. La resistencia alemana no permite iniciar contraofensivas de alcance ante
la creciente escasez de municiones de fusil y ametralladora.
3ª Ofensivas de conjunto (Marzo 1915-Enero 1916). La agónica re-
sistencia alemana se concentró en su capital, Yaundé, último punto de resis-
tencia alemán. La situación era delicada desde el punto de vista militar pues
la resistencia alemana estaba demasiado expuesta al empuje simultáneo de
los ingleses de Charles Dobell, procedentes de Nigeria y la presión de los
franceses que partían de Nola, sobre el rio Sanga.
4ª La terminación de la conquista (Enero-Febrero 1916). El plan alia-
do después de la caída de Yaundé, no preveían nada más, aparte del encargo,
muy general, dado a los grupos del Gabón y de Río Campo, de amenazar la
retirada enemiga y de interceptarle el acceso al Muni español. El final era
inevitable y después del parón impuesto por la estación de las lluvias, las
diferentes columnas aliadas contactaron en enero de 1916 en Nachtigal, al
norte de Yaundé. Los restos de la colonia alemana de Camerún decidieron
internarse en el territorio del Muni español. (Febrero de 1916).

El general británico Charles M.Dobell recibió la misión de expulsar


a los alemanes de Camerún, con apoyo de las tropas francesas. Los aliados
pecaron de un error de percepción pues pensaron que el foco de la defen-
sa alemana estaría en Yaundé, la capital administrativa. Dobell partió con
sus tropas desde Nigeria para conquistar Yaundé que no caería hasta 1916
después de tomar Duala en septiembre de 1916, el principal puerto de la
colonia. Las Schutztruppen pretendían resistir desde el interior, organizando
la defensa en la norteña ciudad de Ngaunderé utilizando el macizo monta-
ñoso como refugio. Zimmermmann trasladó sus tropas desde Garua, en la
frontera con Nigeria, a Banyo, para proteger mejor el flanco occidental de la
defensa de Ngaunderé. Los británicos, incitados, se prestaron a tomar Garua
que cayó el 10 de junio de 1915.
Los francobritánicos tomaron Ngaunderé pero aún restaba tomar
Yaundé. La ciudad terminó de sucumbir a principios del año 1916 y para los
alemanes significó el canto del cisne colonial en Camerún. A partir de este

Revista de Historia Militar, 123 (2018), pp. 86-108. ISSN: 0482-5748


EL INTERNAMIENTO DE LAS TROPAS ALEMANAS DEL CAMERÚN... 87

momento la dirigencia alemana comprendió que Camerún estaba perdido.


La resistencia alemana era cuestión de tiempo en que fuera doblegada ya
que la defensa era inútil. Zimmermmann decidió no rendirse a los aliados y
tomó una arriesgada decisión: evacuar todo el personal militar,civil y políti-
co alemán en Camerún y trasladarlo al territorio español de Guinea. El plan
aliado después de la caída de Yaundé, no preveía nada más que amenazar la
retirada enemiga y de interceptarle el acceso al Muni español. Dobell quería
dar a las tropas del A.E.A el cuidado de terminar la persecución mientras
que Aymerich pretendía una acción decisiva sobre las tropas alemanas y
reclamó la ayuda de todas las fuerzas aliadas. Los alemanes pretendían aco-
gerse a la neutralidad española antes que al cautiverio aliado.5
Fue una retirada (¿una huida?) penosa y sufrida a través de la selva
ecuatorial. A los alemanes les seguían cerca de 60.000 cameruneses nativos
(guerreros, criados, exploradores, intérpretes, etc). Los alemanes, a pesar de
su inferioridad en medios y hombres, presentaron batalla hasta el final y ven-
dieron cara su derrota. Un informe francés citaba «la resistencia salvaje de los
alemanes». Los últimos tiros son efectuados por el destacamento del coman-
dante Mathieu el 15 de febrero, y el 23 tuvo lugar la evacuación completa del
Camerún. Los franceses fueron incapaces de rebasar a los contingentes alema-
nes derrotados. Finalmente, tras 300 kilómetros a pie en la selva, los restos del
Camerún alemán, representados por soldados y civiles, alemanes y nativos,
se presentaron en el puesto fronterizo de Río Campo el 4 de febrero de 1916.6
Para ser justos con esta historia la última resistencia alemana en Ca-
merún se dio varios centenares de kilómetros al norte. El comandante von
Raben había resistido durante 18 meses cerca de Mora contra seis compa-
ñías francesas. Cuando se enteró que el resto de Camerún se había perdido
se rindió el 18 de febrero de 1916. De hecho las tropas alemanas de von
Raben fueron las que estuvieron más tiempo combatiendo, desde el inicio
de las hostilidades en agosto de 1914 hasta febrero de 1916. La decisión
de rendirse después de conocer que estaba aislado y no tenía posibilidades
de seguir luchando recuerda en mucho a la resistencia llevada a cabo por
Lettow-Borbeck en el África Oriental Alemana (Tanganyka). La lucha ale-
mana en Tanzania ha ocupado páginas y páginas de libros y artículos sobre
historia militar y la Gran Guerra en las colonias obviando, totalmente, los
hechos en los que se vieron envueltos las tropas de von Raben.
Un reportaje de la publicación española Por esos mundos de no-
viembre de 1916 (ya finalizada la campaña del Camerún) cuyo autor es
5   URÉN, Von Hans: “Kampf um Kamerun”. Melchior Historischer Verlag, 1934, pp. 193-212.
S
6  DEL MOLINO, Sergio: “Soldados en el Jardín de la paz”. Las Tres Sorores-Prames, 2010,
pp. 74-75.

Revista de Historia Militar, 123 (2018), pp. 87-108. ISSN: 0482-5748


88 CARLOS ALBERTO FONT GAVIRA

E.González Fiol nos ilustra con meridiana claridad el tipo de guerra que se
desarrolló en Camerún y los pormenores de la campaña. El periodista entre-
vistó a varios alemanes internados en Alcalá de Henares, por orden del go-
bierno español, hasta que finalizase la guerra. Un soldado llamado Priester
hizo las siguientes declaraciones ante las preguntas del reportero español:
-«Por lo que veo, la guerra en el Camerón tuvo poco de moderna.
-Nada. Una guerra, por nuestra parte, muy primitiva. Teníamos que
resistir y defendernos casi sin más recursos que con los del ingenio.
Al pronto las municiones abundaron, porque las teníamos en precau-
ción contra sublevaciones. Por eso pudimos contener en principio
al enemigo. Y luego, durante bastante tiempo, porque el enemigo
creyéndonos mejor municionados, no se aventuraba a atacarnos sino
con gran precaución y prudencia.
-¿Y de provisiones?
-También escasearon ¡y mucho! Con decirle a usted que hubo tropas
que estuvieron tres meses sin sal, se formará usted idea de lo difícil
de nuestra lucha. ¡Ah! Si hubiéramos tenido medios de defensa...
Pero es que todo nos era adverso. Las municiones no podían ser nun-
ca como las del enemigo. Los indígenas veían que sus fusiles eran
de menos alcance que las de nuestros enemigos. Y usted no sabe
lo que desmoralizaba a los indígenas ver que sus balas no llegaban
adonde eran dirigidas, y que, en cambio, a ellos les alcanzaban las
del contrario... Empezaban por desesperarse y acababan por perder
todo entusiasmo. Es más, sentíanse humillados al defender una ban-
dera que tan indefensos les colocaba a combatir, y solamente pen-
saban en apartarse del campo de batalla, fuese como fuese. Añádese
que, faltando los víveres, los soldados estaban muy mal comidos.
Ni Bismarck, ni Julio César, ni Alejandro, hubiesen hecho nada de
provecho con unos soldados en tan malas condiciones de víveres y
armamento (…) Así y todo, la resistencia duró unos dieciocho me-
ses. Hacer más fue verdaderamente imposible.»7
Como epílogo la conquista del Camerún representó uno de los primeros
grandes éxitos obtenidos por los aliados. El Consejo de Defensa del A.E.A
manifestó, que quería apoderarse de un país enemigo que será quizás más tarde
una moneda de cambio: pues se pensaba ya en las negociaciones del tratado de

7   ONZÁLEZ FIOL: POR ESOS MUNDOS (publicación), noviembre de 1916. Hemeroteca.


G
Biblioteca Nacional de España.

Revista de Historia Militar, 123 (2018), pp. 88-108. ISSN: 0482-5748


EL INTERNAMIENTO DE LAS TROPAS ALEMANAS DEL CAMERÚN... 89

paz. El éxito corona los esfuerzos de las tropas de tres países, pero es obtenido
a cambio de pérdidas elevadas, de hecho sólo los franceses tuvieron 2.608 ba-
jas (730 muertos, 1.567 heridos y 37 desaparecidos). Como broche de honor
el informe final elaborado por el mando francés terminaba con este engolado
epitafio de la campaña de Camerún: «Es la ceniza de los muertos quien creó
la Patria allí, bajo el cielo tropical, los héroes del Camerún, europeos como
indígenas, han creado una parcela de la Patria francesa».8

2.- Cruce de la frontera y desarme de los alemanes

Conforme las tropas anglofrancesas empujaban a los alemanes al in-


terior del Camerún se iban acercando más y más a la frontera de la neutral
Guinea Española. En el gobierno de Madrid se encendieron las alarmas.
Desde que empezó el conflicto nunca se había acercado tanto la guerra a
territorio español. La prensa española, en su sección de internacional, in-
formaba ya ampliamente de la cercanía de la guerra a la colonia española.
En su edición del 23 de enero de 1916, La Vanguardia titulaba la siguiente
noticia, “La Neutralidad en Guinea”, y advertía sobre el riesgo de quebran-
tar la neutralidad española: «Perseguidos 900 alemanes y 14.000 indígeneas
a sus órdenes (muchos nos parecen estos últimos) por tropas francesas, han
tenido que refugiarse en nuestro territorio, prestándose a ser desarmados
por nuestras fuerzas (un puñado de hombres) e internados en nuestra zona.
Hasta aquí lo único que hay que hacer observar es que, aunque hay un error
de un cero, en los 14.000 indígenas sean 1.400, lo cierto es que las tropas
que han sido desarmadas constituyen un efectivo seguramente mayor que el
que tenemos en nuestra colonia; a pesar de lo cual se han sometido a lo que
las leyes de la guerra ordenan. ¿Se detendrán en nuestra frontera los perse-
guidores, recordando que, desde el momento en que a nuestra protección se
acogería los perseguidos, catedral de la Edad Media es nuestra Guinea, cuyo
umbral no puede traspasar sin quebrantar el derecho de asilo?».
El periódico francés “Le Journal” también se hizo eco de los aconteci-
mientos de manera muy atenta. Declarando:«Se confirma el internamiento y
desarme de los contingentes alemanes en la Guinea Española, los cuales serán
próximamente enviados a un campo de concentración español. Los oficiales
franceses e ingleses se ocupan en organizar la administración de la colonia».9

8   IRARD, André: La Campaña de Camerún, 1920, Archivo General Militar de Madrid, sig-
G
natura 6464.4.
9  FONT GAVIRA, Carlos A.: “Los alemanes del Camerún. Implicación de España en la Gran
Guerra”, 2016, p. 58.

Revista de Historia Militar, 123 (2018), pp. 89-108. ISSN: 0482-5748


90 CARLOS ALBERTO FONT GAVIRA

Aquí se muestra el verdadero interés de los aliados, que no pasaba por preo-
cuparse por el paradero y futuro de los vencidos alemanes, sino en ocupar su
antigua colonia y repartírsela lo antes posible. Así ocurrió. El temor era ma-
nifiesto y no deja de ser curiosa la sensación de improvisación e indefensión
en que se encontraba la colonia española ante la amenaza de invasión de unos
soldados en retirada que buscaban refugio huyendo de sus perseguidores.
Los alemanes consiguieron replegarse ordenamente, pese a ser hos-
tigados por británicos y franceses, hasta la frontera del Muni español. Unos
ochocientos alemanes (toda la colonia), acompañados, espectacularmente
en su huida por varias decenas de miles de cameruneses: áskaris y sus fa-
milias, criados, jefes que habían apoyado a los alemanes, etc Aunque los
franceses trataron de organizar una auténtica “caza del hombre”, casi todos
los efectivos germanos pudieron llegar sin problemas a la Guinea Españo-
la y deponer sus armas en la frontera. El 15 de febrero el gobernador de
Camerún, Ebermayer, a través de Ángel Barrera, gobernador de la Guinea
Española, mandó un telegrama a Madrid y a Berlín comuniando la caída del
territorio camerunés en manos de los aliados.
Con lo precipitado de la retirada los alemanes tuvieron el gesto, al
cruzar la frontera de colgar en un árbol un documento para sus enemigos en
el que dejaba constancia de que entraban en territorio neutral y abandona-
ban las hostilidades. En una zona de la frontera los miembros del ejército
imperial abandonaron gran cantidad de documentación, razón por la cual
los nativos denominaron el lugar como afán bekalara (“el bosque de los
papeles”). Luego, el grupo, convertido en fugitivos, se dirgió al puesto de la
Guardia Colonial más cercano, en el que se presentaron oficialmente. Los
efectivos españoles para el territorio continental de la Guinea nunca fueron
muy numerosos y alcanzarían, a lo máximo, unos 150 efectivos para contro-
lar, desarmar y supervisar a todo el ejército alemán de Camerún junto a la
problemática añadida de ir acompañados de miles de civiles cameruneses.
Las cifras de los refugiados alemanes en Guinea puede variar según la fuen-
te que consultemos pero los datos más fiables y pulcros son los siguientes.
En febrero de 1916 pasaron a territorio español de Guinea los siguientes
efectivos procedentes del Camerún: 95 oficiales, 480 europeos, 7.000 solda-
dos indígenas, 400 funcionarios o colonos, 11.000 mujeres y niños y unos
20.000-30.000 porteadores.
El gobernador general de los territorios españoles en el Golfo de Gui-
nea, Ángel Barrera, había pensado que con la derrota de las tropas alema-
nas sus preocupaciones disminuirían sustancialmente. No fue así, aunque
el repliegue fue bastante correcto, incluso modélico por la ausencia de inci-
dentes. Como muestra de hospitalidad, se permitió a los alemanes marchar

Revista de Historia Militar, 123 (2018), pp. 90-108. ISSN: 0482-5748


EL INTERNAMIENTO DE LAS TROPAS ALEMANAS DEL CAMERÚN... 91

armados hasta la playa de Bata, donde fueron recibidos con honores y en-
tregaron las armas a las autoridades españolas en un acto solemne. No había
un protocolo establecido de cómo actuar pero aun así el acto de entrada
en territorio neutral español y la consiguiente entrega de armamento fue
ejemplar y escrupulosa, tanto en formas como en el fondo, con la legalidad
internacional.10
El Diario liberal “El Imparcial” dedicó un jugoso editorial a la cues-
tión en su número del 3 de mayo de 1916. Bajo el título de “Los alemanes en
España” recogía el hecho del comportamiento de un teniente de la Guardia
Civil en la frontera guineano-camerunesa: «(...) Sin duda alguna nuestra
gente habrá encontrado medios de afrontar la situación, porque en los mo-
mentos difíciles sobra ingenio, como lo demuestra la forma en que ha des-
empeñado su importantísimo papel histórico el teniente de la Guardia Civil,
que al mando de 20 hombres-16 negros y sólo cuatro blancos-hizo cumplir
y respetar en aquellos parajes, todavía no civilizados, de África el derecho
internacional y las santas leyes de la hospitalidad, cien veces vulneradas en
la culta Europa. El problema que se presentó ante aquel teniente y aquellas
parejas de la Guardia Civil defendían la frontera de España,por la invasión
repentina de 40.000 almas, era un problema bien complicado y que había
que resolver en el acto. Lo grave era el desarme de 7.000 soldados, que no
podían poner un pie en territorio español y disfrutar de nuestra protección
sin dejar en manos de la autoridad española sus fusiles y sus municiones.
Desde luego los soldados alemanes cumplieron este requisito entregando el
armamento, ¿pero cómo iban a llevarse los nuestros desde la frontera hasta
Bata 7.000 fusiles, estando tan lejos y no disponiendo ni de un mal borriqui-
llo? El teniente se quedó allí en su puesto y ordenó que cada soldado llevara
su fusil hasta el poblado de Bata, donde lo entregarían al subgobernador del
territorio. Y así se verificó, quedando de este modo cumplidas las más im-
portante leyes internacionales y ahorrándose el Estado el transporte de 7.000
fusiles.»Las armas entregadas fueron a parar al Ejército español.11
El problema de las salpicaduras de la guerra en la colonia vecina termi-
naba pero se iniciaba el problema de qué hacer con la enorme masa de refugia-
dos que se había internado en territorio español acogiéndose a su neutralidad.
El gabinete de Madrid deseaba preservar y defender la neutralidad de Espa-
ña a toda costa. Los acontecimientos en África seguían su curso al margen
de las disposiciones de gobiernos y cancillerías. El diario “ABC” publicaba
la siguiente información sobre el nerviosismo del gobierno, presidido por
10  NERÍN, Gustau: “La última selva de España. Misioneros, antropólogos y guardias civiles”.
Catarata, Madrid, 2010, pp. 72-80.
11  EL LIBERAL, 03/05/1916, hemeroteca, Biblioteca Nacional de España.

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92 CARLOS ALBERTO FONT GAVIRA

el aliadófilo Romanones, y la posible respuesta española ante una hipotética


entrada de tropas alemanas en territorio español de Río Muni: «Dada la ve-
cindad con la Guinea española al territorio en que venían luchando ingleses
y alemanes, y si, como parece y se ha publicado, la suerte allí hasta ahora ha
sido favorable a las tropas británicas, no es extraño que se diga estos días por
algunos si fuerzas alemanas, al replegarse del Camerón, han entrado o no en
nuestro territorio, ni que añadan quienes no nos quieren bien que detrás de
esas fuerzas fugitivas irán los ingleses, forzándonos allí a quebrantar nuestra
neutralidad. No hay que exagerar las cosas-declaró el ministro de Estado. Si
las fuerzas alemanas, en sus repliegues, invaden nuestro territorio de Guinea,
no creo se habrán de resistir a ser internados y desarmados; y claro está que,
en cuanto a los ingleses, es de esperar que en ese caso no rebasarían la línea
fronteriza, sabiendo que nosotros cumpliremos los deberes de la neutralidad
con quienes se internaron en la Guinea española».12
Las autoridades españoles en el Muni improvisaron como pudieron
la llegada y alojamiento de los alemanes y sus tropas. Una crónica de “La
Guinea Española” nos desvela lo frenético de la actividad en la colonia es-
pañola: «Pocas veces se ha observado tanto movimiento y animación en esta
altura de Basilé como estos días. El cuartel se ha pintado enteramente; se
han arreglado algunos desperfectos de que adolecía y ha sido habilitado para
alojar buen número de personas. El objeto inmediato de tales reformas ha
sido preparar alojamiento para los muchos alemanes que se espera llegarán
en el próximo viaje del Villaverde que ha salido para Bata para conducirlos.
(…) Es digno lo que el Comandante de este Puesto ha hecho una gran lim-
pieza de calles, caminos y solares, secundado por los vecinos».13
La pequeña ciuda de Bata entonces una pequeña población de un mi-
llar de habitantes, no disponía de recursos suficientes para alimentar y alojar
a aquel ejército hambriento y derrotado. Las autoridades españolas optaron
por obligar a la repatriación inmediata de 25.000 cameruneses para aliviar
la presión demográfica sobre la colonia. Los restantes refugiados se estable-
cieron en las playas cercanas a Bata, entre los cocoteros que crecían junto
al mar. Aquel paradisíaco rincón se convirtió en un infierno: el hambre se
adueñaba de todo y empezó a causar estragos. No había alimentos ni para
los habitantes de la ciudad. Cientos de refugiados murieron de inanición,
sobre todo entre los soldados, sus mujeres e hijos, algunos de los cuales
llegaron esqueléticos, debido a las privaciones que sufrieron durante el paso
desde Evlowa a Bata y la estancia en la playa. Aparte de los internados había

12  ABC, 16/01/1916, hemeroteca del diario.


13  Consultar, LA GUINEA ESPAÑOLA, número de 25/02/1916.

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EL INTERNAMIENTO DE LAS TROPAS ALEMANAS DEL CAMERÚN... 93

que alimentar además a los naturales y a los 10.000 braceros que había en las
fincas españolas así como a las propias poblaciones de Bata y Elobey, que
padecían una necesidad acuciante de víveres.
Miles de personas entre civiles y militares llegaron a territorio espa-
ñol. La mayoría de los nativos eran de la etnia fang, bantú o pamú, como el
rey Atangana, la autoridad nativa camerunesa más fuerte y pieza clave de la
administración colonial alemana en Camerún. El rey de los pamúes, Atan-
gana, decidió seguir la estela de los alemanes derrotados en Camerún y se
internó con ellos en la Guinea Española. No tardaron en producirse conflic-
tos entre los fang cameruneses y los guineanos. Atangana, junto a algunos
consejeros y sirvientes, fueron transportados a las pocas semanas a la isla
de Fernando Poo y alojados en la ciudad de Santa Isabel. El monarca y su
corte recibieron el tratamiento de huéspedes del gobierno español. Atanga-
na dejó un buen recuerdo en las autoridades españolas que lo protegieron y
asilaron e, incluso viajó a España en 1919 para agradecer personalmente al
rey Alfonso XIII el trato recibido por los españoles en la difícil coyuntura
de la derrota alemana en Camerún de 1916.14 El órgano de los claretianos,
“La Guinea Española”, en su número del 1 de junio de 1959 recordaba aque-
llas efemérides de esta forma: «Muchos de los negros más notables fueron
obligados por los alemanes a seguirles en el destierro y entre ellos Carlos
Atangana. Cerca de Mbam en los confines de la Guinea Española, tuvieron
que acampar en pleno bosque y pasarse allí varias noches. Los españoles
acogieron con toda hospitalidad a los exiliados del Camerún».15
El problema para las autoridades coloniales españolas fue enorme.
Parte de los refugiados fueron alojados en campamentos improvisados en
las cercanías del Río Ekuko, vigilados por la Guardia Colonial de Bata.
El gobernador Barrera admiraba la disciplina y obediencia que mostraban
los soldados cameruneses a sus mandos alemanes. Los askaris cameruneses
ofrecían un cuadro ordenado que Barrera deseaba emular al «ver a estos
soldados indígenas tan perfectamente disciplinados bajo el mando de sus
oficiales para los que no son nada más que soldados,...» Aquí se deja adi-
vinar el espíritu prusiano aplicado en la organización militar y por ello «se
consideran superiores a los demás negros, y fuera del servicio viven en sus
campamentos como pequeños sultanes, con sus mujeres y boys».La idea
que sugería Barrera era poder utilizar a los soldados africanos de Alemania
para la propia colonia española aunque esta posibilidad era bastante difícil
debido a su carácter aguerrido e instrucción militar.

14  Consultar LA ESFERA, nº 30 (01/11/1919), “Un rey negro muy civilizado”, pp.10-11.
15  Consultar LA GUINEA ESPAÑOLA, número de 01/06/1959.

Revista de Historia Militar, 123 (2018), pp. 93-108. ISSN: 0482-5748


94 CARLOS ALBERTO FONT GAVIRA

A pesar del buen hacer de las autoridades españolas y el ímprobo es-


fuerzo humanitario que estaban realizando para poder alimentar, mantener
y proteger a miles de huidos de la guerra las autoridades aliadas mostraron
suspicacia.16 Tanto británicos como franceses protestaron por la acción es-
pañola e instaron al gobierno de Madrid a que desplazara al contingente
alemán (europeo) a la isla de Fernando Poo junto a sus soldados africanos.
Los aliados, dueños del mar, podrían controlar con sus patrullas navales
cualquier intento de evasión a la par que controlar todos los suministros que
llegaran a la isla. Así pues, la crisis humanitaria se trasladó del continente
africano a la isla de Fernando Poo, donde hubo que buscarles alojamiento
y manutención durante los siguientes meses en constantes viajes del Vapor
Antonico, que cubría la línea entre Santa Isabel y Bata.

3.- Crisis humanitaria en la Guinea Española

La pequeña colonia de Guinea atravesó, a partir de 1916 una de sus


crisis más importantes la cual a punto estuvo de desestabilizar las débiles es-
tructuras coloniales implantadas por los españoles. Los territorios españoles
en el Golfo de Guinea, tanto la isla de Fernando Poo como Río Muni, eran
colonias minúsculas comparadas con la de otros países europeos. No ha-
bía recursos humanos ni espacio para alojar y mantener a tal masa humana
necesitada. La entrada en territorio español de un contingente humano tan
grande provocó toda una cadena de reacciones, primero en Santa Isabel y
luego una crisis de pánico en el gobierno de Madrid, celoso de salvaguardar
la débil neutralidad española en la guerra mundial. La primera necesidad a
la hora de acoger refugiados de guerra la plantea, lógicamente, la alimenta-
ción. Ya antes de la llegada de los derrotados de Camerún la Guinea espa-
ñola tenía problemas para abastecerse debido a los pocos barcos disponibles
que cubrían la línea con España, dependía de líneas comerciales extranjeras,
el férreo bloqueo británico sobre el tráfico naval que tanto repercutió en los
intereses españoles y el nunca resuelto problema de la falta de mano de obra
que laborara en las fincas.
Por ejemplo las factorías españolas de Ángel Salido y Cañada, la de
Alfonso Íñigo y Aurelio Santiuste, las alemanas de Woerman y Moritz, las
inglesas de Hatton Cookson y John Holt, etc liquidaron en pocos días las

16  Para más información sobre la política de los aliados respecto a Guinea en la guerra se re-
comienda MARTÍNEZ CARRERAS, José U.: “Guinea Ecuatorial Española en el contexto
colonial de la primera mitad del siglo XX”, incluido en la obra Españoles y franceses en la
primera mitad del siglo XX. Centro de Estudios Históricos.

Revista de Historia Militar, 123 (2018), pp. 94-108. ISSN: 0482-5748


EL INTERNAMIENTO DE LAS TROPAS ALEMANAS DEL CAMERÚN... 95

existencias de víveres que había en ellas. Durante las primeras semanas mu-
rieron 1.031 personas de inanición y enfermedades. El problema era de difí-
cil solución, y la situación de hambre podría llegar a ocasionar un conflicto
de consideración, dedicándose las autoridades españolas a estudiar cuando
podía hacerse para solventar lo mejor posible una situación a la que no veía
solución sobre todo porque en la propia colonia española hubo escasez de
provisiones durante los 18 meses de guerra. El subgobernador de entonces,
el señor Milón, demandó ayuda a todos los habitantes de la costa españo-
la e Isla de Corisco y Elobey Grande, para que aportaran víveres para la
población extranjera, hasta tanto que el gobernador Barrera dispusiera la
traslación de los llegados a la Isla de Fernando Poo. De la pequeña isla de
Corisco salían semanalmente varias embarcaciones, con pescado ahumado,
cocos, fruto de pan, malanga y yuca para aprovisionar las necesidades de
los internados de la isla de Fernando Poo. Había por entonces en la Isla
unas doce redes barrederas, recordamos las pertenecientes a Max Bodum-
ba, Joaquín Penda, Martín Ebuta, José Nyoku, Ventura Andeke, Germán
Muta,... Todos contribuyeron a aliviar la situación a medida de sus fuerzas.
Trasladados los internados alemanes a Fernando Poo, el peso cargó entonces
sobre los bubis17, pues aunque el Gobierno alemán, a través de su Embajada
en Madrid, suministraba dinero para atender el cuidado de sus connaciona-
les y los soldados indígenas, la población civil tuvo que arreglárselas para
procurarse los alimentos indispensables, y las instrusiones en fincas ajenas
estaban a la orden del día, cosa que era imposible evitar. El Gobierno ale-
mán fue enviando, poco a poco, provisiones ya que el Consulado alemán en
Santa Isabel tenía muchas existencias de víveres valoradas en cerca de un
millón de marcos.18
La ración alimentaria por persona se estimó en unos 500 gramos de
arroz y 300 gramos de pescado al día, pero se fue reduciendo con las sema-
nas en 300 y 150 gramos respectivamente. La dieta se complementaba con
galletas y legumbres secas. Hemos de aclarar que este rancho se aplicaba
a los indígenas. Para los europeos se establecía otro tipo de víveres. El go-
bernador Barrera inmerso en una actividad frenética para paliar la situación
enviaba numerosos informes al Ministerio de Estado en Madrid informando
de la situación y solicitando ayuda urgente. En uno de ellos le explicaba al
Ministro Gimeno: «Uno de los principales problemas lo consituía la ali-
mentación de la Colonia, los braceros y los internados, problemas que me

17  Los bubis son un grupo étnico de origen bantú originario de la isla de Bioko (antigua Fernando

Poo).
18  
Nota
6384.Embajada Alemana 30 de Julio de 1916. Archivo General de la Administración
(AGA).

Revista de Historia Militar, 123 (2018), pp. 95-108. ISSN: 0482-5748


96 CARLOS ALBERTO FONT GAVIRA

ha quitado muchas horas de sueño, pues a la salida del convoy no quedaban


víveres en las factorías, ni arroz ni pescado para los braceros de las fincas, lo
mismo que para dar de comer a los soldados indígenas alemanes aquí inter-
nados, y pensando que en Duala podrían tener gran cantidad de provisiones
en las factorías inglesas. Las existencias de arroz y pescado en 12 de abril
eran tan sólo de 15 Tms; del primer artículo y la mitad del segundo.»19 Los
puertos aliados sí disfrutaban de un abastecimiento continuo y regular debi-
do a la fluidez de sus líneas comerciales marítimas, aseguradas por la flota
británica. Sin embargo el bloqueo británico afectaba tanto a enemigos como
neutrales pues los aliados embargaban cuantas mercancías les parecía con el
pretexto infundado del aprovisionamiento de Camerún. El hambre solivian-
taba los ánimos de los refugiados a pesar de las palabras de seguridad que
transmitía el gobernador Barrera al gobierno de Madrid: «Atreviéndome a
asegurar a V.E. Puede tener la tranquilidade de que salvo una circunstancia
imprevista, nada desagradable ha de ocurrir en la Colonia que pueda ser
motivo de preocupación para el Gobierno.»
El gobernador Barrera, con más tesón que medios, sabía que era prác-
ticamente imposible que los magros recursos de la colonia española pudie-
ran mantener a todos los internados durante un tiempo indeterminado, para
ir paliando el conflicto el gobernador se dirigió al Delegado de San Carlos,
enviando a los campamentos de internados 423 racimos de plátanos, 13 sa-
cos de malanga, 578 aguacates, etc entre otras cosas.20
Una de las primeras decisiones, arriesgada y con celeridad, fue la de
repatriar a todos los braceros (cerca de 20.000 individuos) a Camerún y asi
aliviar la presión humanitaria. Los cameruneses eran recelosos de volver
ya que temían algún tipo de represalia por parte de las nuevas autoridades
aliadas establecidas en la ex colonia alemana. Eran todos civiles. Los com-
batientes a sueldo de los alemanes se quedaron en territorio español y, junto
a ellos, permanecieron todos los sirvientes y empleados de los germanos. El
general Dobell prometió que no habría represalias puesto que se considera-
ba a los braceros trabajadores y no soldados. Barrera les dio a elegir entre
«contratarse en las fincas, o marchar a Kamerun, en donde les dije serían
bien recibidos, siendo mi objeto quitar bocas.» Así se hizo.
¿Cómo afectó a la población nativa la guerra? Muchos fang del Muni
y de los territorios vecinos fueron movilizados como porteadores en la gue-
rra. Hubo un gran movimiento en el país fang durante las hostilidades, al-
gunos clanes se alinearon con los alemanes y obtuvieron de ellos armas
19  Ver “Asunto reservado sobre los alemanes internados en la isla de Fernando Poo.1916.” Sig-
natura 6521 (AGA)
20   Ibídem.

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EL INTERNAMIENTO DE LAS TROPAS ALEMANAS DEL CAMERÚN... 97

y pólvora. Otros pactaron con los aliados y recibieron apoyo militar.21 El


gobernador Barrera temía que cuando los aliados echaran a los alemanes del
Camerún las hostilidades se extendieran a territorio español. Para evitarlo
construyó cuatro puestos militares en la frontera. Contaba con pocos efecti-
vos y ni siquiera tenía emisoras o ametralladoras, pero constituían el límite
simbólico de la soberanía española. El peligro no estaba únicamente en que,
persiguiéndolas, pasasen fuerzas franco-inglesas la frontera española, sino
en que los indígenas del territorio español aprovechando el conflicto y el
debilitamiento de la autoridad colonial se sublevasen.
La imparcialidad en tiempos de guerra mal se estima por los belige-
rantes. Esta afirmación viene al caso por la actitud de los aliados durante
el conflicto marcada por la desconfianza y la imposición de sus intereses a
los neutrales. El mando aliado creía que la resistencia alemana se alargaba
debido al auxilio prestado desde las posesiones españolas, de la cual se va-
lían los alemanes para recibir víveres y comunicar con el mundo exterior. El
cumplimiento de la neutralidad fue difícil de mantener y solo fue asegurado
por los esfuerzos españoles. Las autoridades coloniales españolas se encon-
traban entre dos fuegos. Al principio de la crisis, poco antes del fin de las
hostilidades en Camerún, los españoles no sabían si temer más la reacción
de los alemanes o de los aliados. ¿Quiénes penetrarían antes en la Guinea es-
pañola y rompería su neutralidad? El diario “ABC” recogía las intenciones
de los aliados a través de la siguiente información publicada el 23 de enero
de 1916: «Agregan que se han dirigido, al parecer, diversas comunicaciones
al Gobierno de Madrid participándole que en caso de que las autoridades
españolas no dispongan de medios suficientes para hacer respetar su neu-
tralidad a las tropas fugitivas alemanas, los franco-ingleses se verán en la
necesidad de penetrar en territorio español en persecución del enemigo».22
Hay constancia de diversas incursiones militares en la zona española
con lo cual es muy probable que las fuerzas alemanas que huían de Coco-
beach pasaran por territorio español para llegar a Oyem y parece lógico que
las tropas francesas que las perseguían pasaran también por el Muni. Los
franceses temían que los alemanes se reorganizaran desde las zonas de la
Guinea Continental no colonizadas y prepararan una contraofensiva contra
Cocobeach. Al parecer, en diciembre de 1915 las tropas francesas dirigidas
por el teniente coronel Le Meilleur pasaron por territorio guineano español,
en la zona de Ebibeyín, para atacar el destacamento de Nkimi, y si la colum-
na Mitzic llegó a ocupar Bitam fue gracias a que hicieron una pinza pasando
21  Sobre los fang consultar, NERÍN, Gustau: Un guardia civil en la selva, Ariel, Barcelona,
2008, pp. 13-20.
22  Consultar diario ABC del día 23/01/1916.

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por territorio guineano. Más tarde, los hombres de esta columna prepararon
una ofensiva contra las posiciones alemanas del río Ntem desde la zona de
Misá. El gobernador imperial de Camerún, Ebermayer, acusó a España de
dejar pasar las tropas aliadas y Barrera envió una protesta diplomática al res-
ponsable de las tropas aliadas en la zona, el general británico Dobell, quien
se desentendió del asunto. Los alemanes, para evitar esta situación, propu-
sieron al teniente al mando del destacamento de Mikosemeng una modifi-
cación en las fronteras, de tal forma que coincidieran con límites naturales,
más fáciles de controlar. Estaban especialmente interesados en que se fijara
el límite entre Guinea y el Neu Kamerun en el río Kie. Aunque esto hubiera
facilitado la tarea de la Guardia Colonial, el Gobierno de Guinea no aceptó
la propuesta, porque hubiera supuesto una violación del statu quo derivado
de su neutralidad.
Existe un oficio del gobernador Barrera23 dirigido al Ministro de Es-
tado con fecha de 12 de junio de 1916 que expone claramente las sospechas
francesas sobre la actuación española en las crisis de los internados alema-
nes. Se tenía prevista la llegada de los navíos franceses Friant y el Vauban,
pero la sorpresa fue que se presentaron en Fernando Poo con un anticipo de
24 horas de antelación que «obedecía nada más al deseo de ver lo que aquí
pasaba una vez partidos los alemanes y en especial ver los campamentos
lo que estaba decidido a evitar,...». Las preguntas de los franceses, como
la del comandante del Vauban, iban encaminadas a averiguar si el “convoy
de internados llevaba marfil o caucho de los alemanes”, «si llevaba em-
barcado el contrabando de guerra cojido en esta colonia...», sospechas que
el gobernador español, entre risas, le comunicó que «los alemanes estaban
más seguros en la Isla que en una fortaleza».24 Este anticipo de 24 horas
obedecía al deseo de los franceses de ver lo que pasaba una vez partidos los
alemanes hacia la Península y en especial ver los campamentos de interna-
dos en Fernando Poo. El comandante del Vauban estaba muy preocupado
por los alemanes que habían quedado aquí ante el temor de un golpe de
mano en el Camerún recién conquistado. A las autoridades francesas e in-
glesas no les preocupaba tanto el mal estado de los refugiados, como lo poco
vigilados que estaban. Los miles de áskaris cameruneses estaban vigilados
por unas decenas de guardias coloniales. Los aliados temían que las fuerzas
del ejército imperial alemán se hicieran con el control del Muni y desde allí

23  No existe una biografía oficial publicada sobre Ángel Barrera. Es recomendable por la infor-
mación que aportan sobre su figura: AA.W; España en el África Ecuatorial. Madrid. Ediciones
del Servicio Informativo Español.1964. ARIJA, J.: La Guinea Española y sus riquezas. Ma-
drid, España, Calpe, 1930.
24  Consultar signatura 7616. Archivo General de la Administración. Alcalá de Henares.

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EL INTERNAMIENTO DE LAS TROPAS ALEMANAS DEL CAMERÚN... 99

prepararan un contraataque contra Camerún. En un momento determinado,


en medios diplomáticos corrió el rumor que los internados tenían 2.400 fu-
siles, recién llegados de la Península. Para intimidar a los españoles, el 28 de
octubre de 1916 llegaron al puerto de Malabo y sin previo aviso, los cruce-
ros Surcouf y Astrea (de la flota francesa y británica respectivamente). Las
fuerzas de la Guardia Colonial no pudieron hacer nada ante la superioridad
bélica de los recién llegados y Barrera se tuvo que limitar a formular una
protesta diplomática. Tras el fin de la guerra, los ingleses tuvieron que acep-
tar el papel mediador y de seguimiento de la más estricta neutralidad que el
gobernador Barrera había seguido en los difíciles tiempos de la guerra.
Así pues la mayoría de los alemanes fueron trasladados a la isla de
Fernando Poo y, posteriormente, a la Península. Estos movimientos fueron
de iniciativa española, pero no podrían haberse efectuado sin el consen-
timiento o beneplácito de las autoridades aliadas, tal y como reflejaba un
informe de Barrera de fecha de 30 de abril de 1916: «Antes de la evacuación
de Kamerun por los alemanes, había llegado a un convenio con el General
Dobell para el envío a España como internados de los súbditos alemanes,
que, acogidos al amparo de la bandera española, necesitaban ser enviados a
la Península por enfermos.»25 Los que quedaron en Bata recibieron autori-
zación del subgobernador para montar un asentamiento junto al río Ekuko,
bajo vigilancia española. Los nervios afloraron en Santa Isabel y se pidieron
órdenes a Madrid para saber cómo recibir a los alemanes y sus tropas. Toda
la actuación española durante la crisis de los internados de Camerún se basó
en el Convenio de La Haya de 1907. Este tratado internacional obligaba
a los países neutrales a hacerse cargo de los extranjeros beligerantes que
decidieron rendirse ante ellos. De hecho sólo obligaba a los gobiernos de
los países neutrales a hacerse cargo del personal civil y militar, vehículos y
armas de los beligerantes hasta la firma de la paz. Los requisitos mínimos
que debía proveer la potencia neutral, en este caso España, a los alemanes
rendidos a su autoridad eran los siguientes: alimentos, medicinas, buenas
condiciones de higiene y atención médica. Los alemanes no eran prisione-
ros de guerra de los españoles, sino refugiados, aunque en la época se les
denominó internados a los que España tenía la obligación moral de atender.
Entre los numerosos legajos que custodian los archivos no solo en-
contramos grandes cifras insertadas en informes oficiales, sino que también
hay lugar para historias humanas en aquella gran crisis. Lo precipitado de
la retirada alemana en muchos lugares de Camerún originó situaciones fa-
miliares angustiosas como la de un sargento alemán en busca de su hija.

25   Ibídem.

Revista de Historia Militar, 123 (2018), pp. 99-108. ISSN: 0482-5748


100 CARLOS ALBERTO FONT GAVIRA

Al gobierno español llegó la petición de un sargento alemán interesado por


el paradero de una hija mulata (reconocida por él) en Duala, de 8 años de
edad.26 La dejó en septiembre de 1914 en Duala «pensando, dado el modo
de ser de los indígenas, que la niña pudiera ser el día de mañana un medio
de explotación, de lo que quería salvarla el padre, que con ese objeto la
había reconocido, y que solo los resultados de la guerra, le había obligado
a dejarla.» Este súbdito alemán se apellidaba Koltembach, y su hija María.
La mayoría de los integrantes de la colonia alemana del Camerún eran hom-
bres jóvenes y en estado civil soltero. En Camerún habitaban pocas mujeres
alemanas siendo una característica común el resto de colonias alemanas en
África la escasa presencia de mujeres europeas, así como familias proce-
dentes de Alemania. Cuando los alemanes fueron trasladados a España en
mayo de 1916 surgieron algunas dudas sobre si las mujeres alemanas debían
recibir el mismo trato que al resto de internados. Se conserva un expediente
al respecto acerca de «si están o no comprendidas las Señoras alemanas
que vinieron del Kamerún con los demás internados alemanes, tanto civiles
como militares, en la norma establecida para estos últimos y por lo tanto si
se hallan sujetas a internamiento.» En las negociaciones llevadas a cabo en
febrero de 1916, resultó que quedó convenido «que serían internados los
varones, excepto los miembros de comunidades religiosas y los médicos»,
de donde se deduce que quedan exceptuadas de internamiento las mujeres, y
suponiéndose que también los niños aunque estos no se citen especialmente,
todo lo cual fue comunicado a los Embajadores de la Gran Bretaña y Fran-
cia. A pesar de esta disposición finalmente el informe concluye que «pone
en su conocimiento que las referidas Señoras alemanas podrán residir en
España.» (07 de agosto de 1917).27

4.- Los campos de internamiento

Una vez decidido el traslado del contingente alemán junto a sus sol-
dados cameruneses a la isla de Fernando Poo la crisis de los internados entró
en una nueva fase. Los aliados instigaron esta decisión debido a su preocu-
pación de que una fuerza adiestrada por los alemanes pudiera tener la ten-
tación de reabrir los combates desde el territorio español de Río Muni. Los
alemanes europeos fueron trasladados a España donde fueron alojados en

26  Ver “Asunto reservado sobre los alemanes internados en la isla de Fernando Poo.1916”, sig-
natura 6521 (AGA).
27  Ver “Internado señoras alemanas”. Caja 618. Carpeta 34. Archivo Regional Militar de Cana-

rias. Sta. Cruz de Tenerife.

Revista de Historia Militar, 123 (2018), pp. 100-108. ISSN: 0482-5748


EL INTERNAMIENTO DE LAS TROPAS ALEMANAS DEL CAMERÚN... 101

distintas ciudades como Pamplona, Zaragoza y Alcalá de Henares, viviendo


en ellas hasta finalizar la guerra. Los denominados en la época como “ale-
manes del Cameron” iban a tener su protagonismo en la sociedad española
y a generar expectación en los medios periodísticos.
El problema en la isla de Fernando Poo era cómo alojar a los solda-
dos askaris de los alemanes por un tiempo indefinido con la menor tensión
posible. Las autoridades de Santa Isabel decidieron alojar a los soldados en
unos llamados “campos de internamiento” que constituyeron una de las
experiencias más novedosas de la historia de la Guinea española.28 Después
de los primeros caóticos meses de establecimiento los campos mostraron
una buena organización y planificación. El gobernador Barrera tenía una
idea clara de cómo llevar el asunto de los internados en Fernando Poo y la
necesidad de que no todos los alemanes se marchasen, pues algunos eran
imprescindibles para controlar a sus propias tropas. Según Barrera «había
dado la seguridad de que todos los alemanes europeos serían enviados a
Cádiz ya que desde agosto de 1915, época en la que suponía podían pasar
a nuestro territorio los alemanes, tenía decidido dejar en esta Isla, los sol-
dados indígenas, con un número reducido de ellos para mantener dentro de
los campamentos de internación el orden y la disciplina, trayendo a todos a
esta Isla sin fronteras con Kamerun lo que hice saber al general Dobell.» Los
oficiales alemanes dedicaron sus energías a crear campos modélicos, con la
intención de que fueran representativos de la eficacia del ejército alemán,
incluso en la derrota. Así lo que los españoles no habían conseguido durante
setenta y cinco años de presencia en la isla fue algo que los alemanes lo-
graron en pocos meses. Los campos se urbanizaron a la perfección, estaban
dotados de jardines, establos, cocinas, escuelas, hospitales, cementerio, tien-
das, almacenes, etc Las viviendas de los cameruneses estaban bastante bien
construidas y las de los blancos eran amplias, sólidas y confortables. Incluso
se habían sembrado unos cuantos huertos, que contribuían a proporcionar la
ración alimenticia de los internados. Además, los refugiados se dedicaban
a la pesca y a la cría de pollos y otros animales. En todos los campamentos
se instalaron servicios de sanidad militar y un hospital para europeos y otro
para indígenas, ambos dirigidos por alemanes.29
El aspecto sanitario fue muy cuidado en los campamentos puesto que
muchos soldados del ejército alemán estaban enfermos o heridos. El hospital
de indígenas disponía de sala de operaciones (con suelo de cemento) y era

28  Para visionar fotografías de los internados alemanes y sus tropas se recomienda la obra, RA-
MÍREZ COPEIRO DEL VILLAR, J.: Objetivo África: Crónica de la Guinea Española en la
II Guerra Mundial.2004.
29  VICENT, José: Una obra de colonización alemana en Fernando Poo. Dr. Blass, 1920.

Revista de Historia Militar, 123 (2018), pp. 101-108. ISSN: 0482-5748


102 CARLOS ALBERTO FONT GAVIRA

atendido por un médico alemán y dos auxiliares. El hospital acabó teniendo


capacidad para atender y tratar a unos 100 enfermos. El gobernador de la Gui-
nea española, Ángel Barrera, no podía ocultar su admiración por la eficacia de
las fuerzas coloniales alemanas, y en consecuencia fue tildado de germanófilo
en numerosas ocasiones por parte de sus opositores. Los campamentos de in-
ternados seguían una organización militar y en su interior regía una disciplina
muy estricta. En teoría los oficiales españoles dirigían los campamentos, pero
la gestión del día a día estaba a cargo de los alemanes, quienes tenían un am-
plio margen de maniobra. Dentro de la organización de los campamentos hubo
una experiencia de organización colonial curiosa: “el pequeño Bokoko.” A los
jefes nativos de Camerún, con sus allegados, después de trasladados a Fernan-
do Poo, se les asignó una antigua hacienda de cacao, situada en la costa Oeste
de la isla y a una distancia aproximada de dos horas del puerto de San Carlos,
a la que se le dio el nombre de “Pequeño Bokoko.” Sobresalían los puentes
de madera construidos para atravesar las numerosas gargantas del terreno y el
camino construido de unos 16 kilómetros que conectaba con el Gran Bokoko
y se podía transitar a pie, caballo, bicicleta y en carros ligeros. En este terreno
se fundaron varios pueblos separados por tribus como los bane, bambelles,
jaundes, etc A este último grupo pertenecía uno de los personajes más célebres
y pieza clave en la administración colonial alemana en Camerún y el ya men-
cionado Karl Atangana. El denominado “rey de los pamúes”, de educación y
formación europea, aglutinaba bajo su égida a varios grupos nativos cameru-
neses. Atangana residía en el gran poblado de Bokoko, quedando los soldados
en los campamentos de Banapá en la finca de Moritz y otro camino de Rebola,
más los que se quedaron por los alrededores de Santa Isabel en lo que hoy se
llama pueblo Yaundé. Las autoridades españolas explicaban el porqué de la
ubicación del rey de los pamúes: «y cuando a los Yaundés refugiados en este
territorio me decidí a transportarlos a esta Isla, puesto que en Bata dado el lu-
gar donde estaban instalados y no poderse establecer el interior para hacer sus
plantaciones y haber muerto muchos allí, por falta de recursos,... establecido
en Bokoko al Sur de Batete en Punta Argelejos, sin bubis, en las proximidades
y cerca de la antigua finca Romera, hoy de Maximiliano Jones que les ha faci-
litado alojamiento en sus barracones estando construyendo ya los poblados.»
Tanto el establecimiento de Atangana como sus súbditos fueron recordados
mucho tiempo después del fin de la guerra y tras su vuelta a Camerún, como
recogió las páginas de “La Guinea Española” el 2 de diciembre de 1959, con
un tono apologético de la labor que España realizó en aquel momento: «Aquí
todavía viven los que vinieron con Atangana y son posedores de grandes fin-
cas y se dedican a toda clase de negocios, pues España con su magnanimidad
no ha dejado ni por un momento de mirar a estos nómadas como sus hijos los

Revista de Historia Militar, 123 (2018), pp. 102-108. ISSN: 0482-5748


EL INTERNAMIENTO DE LAS TROPAS ALEMANAS DEL CAMERÚN... 103

nativos, llegando además a ocupar importantes puestos en el comercio y hasta


en los escalafones de la administración. ¿Hay alguna otra nación que pueda
ayudar desinteresadamente a los nativos de otras colonias?»Atangana siempre
quiso que los alemanes retornasen a Camerún, e, incluso al final de la guerra,
visitó España con su séquito para pedirle al rey Alfonso XIII que intercediese
ante los aliados y devolviesen Camerún al gobierno alemán.30
No todas las relaciones con los internados fueron cordiales sin ir más
lejos algunos soldados askaris mantuvieron relaciones con las esposas de
los refugiados y de los autóctonos con lo cual provocó enfrentamientos con-
tínuos entre los vigilantes de los campos y sus internados. Según Nerín los
oficiales alemanes, con el visto bueno de los militares españoles y del go-
bernador, reprimían aquellos actos con enorme contundencia.31 Encerraban
a los soldados indisciplinados en celdas infectas, les daban palizas y los
atacaban con perros entre otras cosas. Con tan rígida disciplina, el número
de incidentes fue reduciéndose. También solicitó Barrera mayor atención
sanitaria en los campos con el envío de médicos pertenecientes al cuerpo de
Sanidad Naval. La infantería de marina advirtió que no disponía de bastante
efectivos para cubrir aquellas plazas y el propio Barrera fue quien sugirió
que, para completar las vacantes, algunos oficiales del ejército de Tierra se
incorporaran en comisión de servicios a infantería de marina. La disciplina
se impuso en los campos de internamiento para controlar a los refugiados.
Barrera los distribuyó en tres campos, situados a cierta distancia del núcleo
urbano de Santa Isabel (dos al oeste y uno al sur, donde actualmente se en-
cuentra el hospital). Los soldados internados se dividieron en doce compa-
ñías, cuatro por campamento. Oficialmente, los internados estaban bajo las
órdenes de un comandante español, el jefe de las Fuerzas Expedicionarias
de Infantería de Marina pero se designó a un capitán español como respon-
sable de cada campo mientras que cada uno de ellos era asistido por dos
tenientes y seis sargentos españoles.
Las autoridades metropolitanas alemanas seguían con atención el cur-
so de los acontecimientos y el presente de sus soldados derrotados en Ca-
merún. La Embajada alemana en Madrid, con el embajador Max de Ratibor
a la cabeza, estaba en constante comunicación con el Ministro de Estado
español, Amalio Gimeno. Los informes y oficios de Ratibor, casi siempre
de tono reivindicativo, no dejaban de entrar en el registro del Ministerio
de Estado español. La Embajada alemana, ante la precaria situación de los

30   Documento de los indígenas del Cameron reclamando la soberanía alemana. VICENT, J.:
Una obra de colonización alemana en Fernando Poo, pp.38-39.
31  Consultar, NERÍN, Gustau: La última selva de España. Antropólogos, misioneros y guardias

civiles. Catarata, Madrid, 2010.

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104 CARLOS ALBERTO FONT GAVIRA

alemanes del Camerún en Fernando Poo y las acuciantes necesidades de és-


tos, decidió enviar una serie de remesas de dinero para aliviar las penurias.
En una nota de la Embajada alemana en Madrid, del 30 de julio de 1916,
Ratibor desgrana de manera pormenorizada los gastos asumidos por su em-
bajada: «De la suma de 1,200.00 depositada por esta Embajada en el Minis-
terio de Estado con el fin de emplearla al pago de los haberes restantes de la
Tropa Colonial internada en Fernando Poo, tan solo han sido remesadas por
el Gobierno general de la Guinea española 313.000 pesetas, en tanto que el
resto, o sean las 887.000 pesetas, han sido retenidas para cubrir anticipos de
dinero hechos con antelación. Las necesidades mensuales de los internados
son aproximadamente de 500.000 pesetas, y que los sueldos restantes pue-
den evaluarse en un millón de pesetas aproximadamente».32
Desde el punto de vista alemán una de las necesidades más urgentes
a cubrir era el deterioro de los uniformes de los soldados de la tropa colo-
nial alemana internada en Fernando Poo.33 Después de casi veinte meses
de campaña en terreno ecuatorial se encontraban en un estado deplorable,
debiendo ser sustituidos por otros lo antes posible. Según el cónsul impe-
rial alemán en Santa Isabel, añadía de una manera un tanto extraña que se
resaltase que la “tropa empieza a sufrir de la influencia de los fríos, y que
por ello necesitarían mantas de lana.” A pesar de encontrarnos en latitudes
ecuatoriales la petición alemana se atendió y el gobierno español hizo todo
lo posible por enviar una remesa de mantas de lana a los internados alema-
nes en África. El asunto de los uniformes fue tomado muy en consideración
por la diplomacia alemana, hasta el punto de enviar un detallado catálogo
de los distintos uniformes coloniales alemanes, según grado y rango, para
ser tenido en cuenta. La petición alemana iba acompañada de una lista del
vestuario y de las piezas de uniforme de las que la tropa colonial alemana en
Fernando Poo se encontraba necesitada. Ratibor propone a las autoridades
españolas que consulten para los pedidos necesarios de uniformes y los gas-
tos derivados al tesorero superior de la tropa colonial Bock o a uno de los
oficiales alemanes, cuya experiencia pudiera ser de utilidad.
El gobierno alemán, a pesar de los denodados esfuerzos españoles por
aliviar las necesidades de los internados pese a sus escasos recursos, redobla-
ba sus exigencias al gobierno español desde Madrid. El embajador alemán
Ratibor esgrimía el Convenio de La Haya de 1907, en concreto, su artículo

32  Nota 6384. Embajada Alemana 30 de Julio de 1916. Archivo General de la Administración
(AGA).
33  Nota 5867 de la Embajada Alemana del 11 de Julio de 1916. Ratibor envía a Gimeno las si-

guientes orientaciones sobre los uniformes coloniales. Archivo General de la Administración


(AGA).

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EL INTERNAMIENTO DE LAS TROPAS ALEMANAS DEL CAMERÚN... 105

12 según el cual «la Potencia Neutral suministrará a los internados los víve-
res, vestuarios y los socorros que imponen los sentimientos humanitarios. Al
firmarse la Paz, serán abonados los gastos ocasionados por el internamiento.»
Ratibor echa en cara al Gobierno español que adelante las cantidades para
mantener a los internados como debería hacer con los marineros alemanes
internados en Las Palmas procedentes del Crucero Auxiliar “Kaiser Wilhem
der Grosse”. El Ministerio de Estado, en agosto de 1916, contesta y se defien-
de de las invectivas del embajador Rattibor ya que afirma que el Gobierno
español ha venido proveyendo de víveres, tanto a los seis mil hombres que
constituyeron fuerzas militares bajo mando alemán, como el restante personal
indígena en número de nueve mil aproximadamente internados en la Isla de
Fernando Poo. Además añade el asunto de las pagas de los soldados que no
fueron descuidados a pesar de la precaria situación de las arcas coloniales:
«En cuanto a socorros, el Gobierno de Su Majestad no se considera en el caso
de destinar cantidad alguna al personal indígena refugiado que acompaña a los
que constituyeron fuerzas alemanas combatientes».34
Después de meses de duro trabajo, grandes esfuerzos y tensiones supe-
radas, los campos de internamiento españoles en la isla de Fernando Poo fun-
cionaban plenamente. Se había podido construir, con pocos medios, una cierta
calidad de vida para los internados alemanes y sus tropas camerunesas junto a
los miles de civiles que les acompañaron en su retirada de Camerún. Además
los campos de internamiento supusieron un protourbanismo para la propia isla
de Fernando Poo con sus haciendas cultivadas, caminos adecentados, hospitales
provistos... “La Guinea Española” describía de esta manera, con tono sobrio y
clásico, la experiencia de los campos de internamiento en noviembre de 1919,
finalizada la guerra y ya repatriados la mayoría de internados: «Quien hace
unos meses nada más, contempló aquellos campamentos, ordenados, modelos
de limpieza, y simetría encantadora, pletóricos de vida, movimiento y alegre
bullicio de aquellas multitudes,quienes en un país extraño, merced al exquisito
trato que se les ha prodigado, sentían las blanduras del cielo que les vio nacer, y
contempla hoy aquello que fue la agitación de la vida... un hondo sentimiento de
tristeza invade el espíritu del observador, quien al comparar el hoy con el ayer,
recuerda aquella tan traída estrofa del autor de las “Ruinas de Itálica».35
Para conocer en profundidad y detalle la labor de organización de los
internados alemanes en la isla de Fernando Poo se publicó en España “Una
obra de colonización alemana en Fernando Poo”. Este folleto hacía una en-
cendida defensa de los trabajos realizados por los alemanes en la isla y lo

34  Nota, nº 3994 de la Embajada Alemana, 12 de mayo de 1916. Signatura 6521 (AGA).
35  Consultar “La Guinea Española”, noviembre de 1919.

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106 CARLOS ALBERTO FONT GAVIRA

consideraba un modelo colonial a imitar: «Cuando se examine la obra de los


soldados alemanes en Fernando Poo se admirará con justa razón la energía
trabajadora que los indígenas han desarrollado allí.»36 No todos en España
prodigaban opiniones tan laudatorias para los alemanes. El Conde de Roma-
nones francófilo confeso, a pesar de ordenar el internamiento de los alema-
nes no dejaba de arrojar suspicacias sobre ellos. En sus memorias, admiti-
ría que la ayuda española fue más un deber de neutral que una preferencia
personal: «la política de neutralidad ha sido realizada por el Gobierno con
absoluta lealtad. Las tropas del Camerón se refugiaron en nuestro territorio
del Muni. Pudimos dejarlas allí, vigiladas por nuestras autoridades de Bata
pero las trasladamos donde la vida fuese más grata, sustrayéndoles de este
modo a las privaciones y enfermedades y proveímos con largueza superior a
nuestra situación económica, todas las necesidades de dichos internados».37

Conclusiones
La guerra mundial en las colonias africanas es un tema poco tratado
por la investigación pues se mantiene la concepción eurocentrista de que
los combates en las colonias fueron simples enfrentamientos marginales sin
ningún tipo de trascendencia más allá de la anecdótica. Las colonias alema-
nas en África, muy dispersas entre sí y aisladas de la metrópoli por el blo-
queo naval británico, demostraron una gran capacidad de resistencia pese a
la superioridad militar de los aliados tanto en hombres como en materiales.
El caso del Camerún alemán que hemos tratado resistió casi dos años (Agos-
to 1914-Febrero 1916), ante las fuerzas combinadas de franceses, británicos
y belgas cada uno con sus propios contingentes indígenas. Esta lucha encar-
nizada era seguida muy de cerca por las autoridades coloniales españolas
de Río Muni (la parte continental de la Guinea Española), temerosas de
que el conflicto se extendiera a territorio español. Un conflicto bélico que
ha pasado desapercibido en la obra de historiadores españoles siendo pocos
los títulos en español sobre el tema. El hecho de que España fuera un país
neutral y no participase directamente en las operaciones bélicas parece que
ha producido cierto desinterés sobre el papel jugado por nuestro país en este
conflicto. Las tensiones originadas por la Gran Guerra afectaron a los países
neutrales como España que podrían desembocar en una implicación en el
conflcito, como el caso, de los alemanes del Camerún refugiados en terri-
torio colonial español como hemos tratado en este trabajo aquí abordado.
36  VICENT, José: Una obra de colonización alemana en Fernando Poo. Dr. Blass, 1920.
37  FIGUEROA Y TORRES, Álvaro de: Conde de Romanones, Memorias, Tomo III. Plus Ultra,
Madrid, 1949, p. 356.

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ANEXO BIBLIOGRÁFICO

AA.VV.: España en el África Ecuatorial. Madrid, Ediciones del Servicio


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Revista de Historia Militar, 123 (2018), pp. 107-108. ISSN: 0482-5748


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Recibido: 16/09/2016
Aceptado: 29/11/2016

Revista de Historia Militar, 123 (2018), pp. 108-108. ISSN: 0482-5748


Statements, corporate ladders, scales (from the encyclopedic contents
to the absolute simplicity), by Mr. José Luis ISABEL SÁNCHEZ, Infantry
Colonel

Revista de Historia Militar


Número 123 (2018), pp. 109-148
ISSN: 0482-5748
RHM.04
Estados, escalafones, anuarios y escalillas (del contenido enciclopédico
a la simpleza absoluta), por don José Luis ISABEL SÁNCHEZ, coronel
de Infantería

ESTADOS, ESCALAFONES, ANUARIOS


Y ESCALILLAS
(del contenido enciclopédico a la simpleza absoluta)
José Luis ISABEL SÁNCHEZ1

RESUMEN

En la primera mitad del siglo XVIII apareció la primera relación de


los miembros del Cuerpo de Ingenieros, a la que siguió a principios del
XIX la de los de Artillería, que sería continuada a mediados del XIX por los
de las Armas de Infantería y Caballería y seguida por los de los restos de
Cuerpos (Administración Militar, Carabineros, Clero Castrense, Inválidos,
Estado Mayor, Jurídico, Sanidad, etc.) y de los Ejércitos de Ultramar (Cuba,
Filipinas y Puerto Rico). Con diversos nombres (escalafón, escala, estado o
lista general, escalafón, escala, anuario militar…), estas publicaciones han
ofrecido una completa y variada información sobre la organización del Ejér-
cito y la composición de sus unidades, y sobre sus componentes, convirtién-
dose a partir de 1939 en un simple listado de las diversas promociones de
cada Arma y Cuerpo, de muy escaso valor para el investigador.

PALABRAS CLAVE: Escalafones, organización del Ejército, composi-


ción de unidades, empleos, condecoraciones, ascensos, retiros, licencias, desti-
nos, reseñas históricas, altas y bajas, fallecidos en acción de guerra, legislación.

ABSTRACT

In the first half of the eighteenth century appeared the first list of the
Corps of Engineers´ members. It was followed at the beginning of the nine-
teenth century by those of Artillery, and later, in the middle nineteenth century
by the ones of Infantry and Cavalry, accompanied by those of the rest of Corps
1  Coronel de Infantería, historiador.

Revista de Historia Militar, 123 (2018), pp. 109-148. ISSN: 0482-5748


110 JOSÉ LUIS ISABEL SÁNCHEZ

(Military Administration, Carabineers, Military Chaplais, Invalids, General


Staff, Legal, Medical, etc), and of the Overseas Armies (Cuba, the Philippines
and Puerto Rico). Through diverse nominations, (registers, corporate ladders,
muster rolls, listings, military annual directories), these publications have of-
fered a complete and diverse information on the Army´s organization and on
its units´ composition, as well as over its components, becoming from 1939
a simple roster of the diverse classes in each Branch and Service, scarcely
valuable for the researcher.

KEY WORDS: Corporate Ladders, Army Organization, Unit´s compo-


sition. Ranks. Decorations. Promotions. Retirements. Licenses. Assignments.
Historical reviews, Registrations, Losses, Killed in Action, Legislation.

*****

Q
uien se haya dedicado a trabajos de investigación de carácter militar
es seguro que alguna vez se ha visto obligado a recurrir a los esca-
lafones, anuarios o escalillas de determinada Arma o Cuerpo para
conseguir alguno de los datos que necesitaba.
Son estas efímeras obras difíciles de encontrar, sobre todo las de ma-
yor antigüedad, por lo que hay que recurrir ineludiblemente a las existentes
en la Biblioteca Central Militar del Instituto de Historia y Cultura Militar,
que cuenta con alrededor de setecientos ejemplares entre 1726 y 1936, mu-
chos de ellos valiosísimos por ser los únicos que se conservan de unas publi-
caciones destinadas a conservarse tan solo un año para luego ser sustituidas
por otras ya actualizadas, y seguidamente ser arrojadas a la papelera2.
La edición de los distintos escalafones se realizó en diferentes épocas
y se debió a la exclusiva iniciativa de los Inspectores o Directores Generales3
de las diferentes Armas y Cuerpos, sin que existiese un acuerdo previo entre
ellos en cuanto al formato y contenido que se le habían de dar, y no intentando

2  Todos los escalafones existentes en la Biblioteca Central fueron digitalizados por quien esto
escribe hace más de diez años. Actualmente se pueden consultar o descargar desde la página
de la Biblioteca Virtual de Defensa.
3  La persona encargada de la organización e inspección de cada una de las Armas o Cuerpos ha

recibido a lo largo del tiempo diversos nombres. Las Armas de Infantería y Caballería adopta-
ron en 1847 el de Director General, en sustitución del de Inspector General, que continuaron
utilizando los Cuerpos de la Guardia Civil y Carabineros. También tenían Director General
los Cuerpos de Estado Mayor del Ejército, Administración Militar, Sanidad Militar y Veteri-
naria Militar, mientras al frente de la Artillería se encontraba un Director, Inspector y Coronel
General, al de Ingenieros un Ingeniero General y al del Clero Castrense un Vicario General.

Revista de Historia Militar, 123 (2018), pp. 110-148. ISSN: 0482-5748


ESTADOS, ESCALAFONES, ANUARIOS Y ESCALILLAS 111

siquiera ponerse de acuerdo ni siquiera en la elección de la imprenta. Todos


los escalafones están impresos en Madrid, excepto los del Ejército de Ultra-
mar, para lo que se utilizaron muchas de las imprentas civiles de la Capital,
sin ser asiduos de ninguna de ellas. Solamente en ocasiones se recurrió a las
imprentas de carácter militar, como las pertenecientes a las Direcciones o Ins-
pecciones Generales de las diferentes Armas y Cuerpos, la de El Boletín del
Ejército4 o la del Depósito de la Guerra.
En el siglo XVIII ya existían escalafones de Ingenieros, aunque ma-
nuscritos en un principio, mientras los de Artillería se retrasaron, a la vista
de los que se conservan, al siglo siguiente. Se adelantaron ambos Cuerpos
quizá porque al tener escalas cerradas era más fácil la confección de sus
escalafones, al no producirse los avances originados por el cambio de anti-
güedad debido a la concesión de grados5.
Desde 1840 la prensa militar recogía continuas quejas dirigidas a la
Inspección de Infantería por la tardanza en la edición del escalafón de esta
Arma, lo que llevaba consigo la imposibilidad de comprobar si la coloca-
ción en la escala se ajustaba a la antigüedad concedida a cada uno y así
evitar toda sospecha de favoritismo. Aducía la Inspección la escasa utilidad
de los escalafones debido a lo numeroso del personal y a sus continuos cam-
bios de destino y empleo, a lo que se respondía pidiendo que se editasen
semestral e, incluso, trimestralmente. En 1842 apareció el primer Escalafón
del Arma de Infantería junto con el del Cuerpo de Administración Militar.
En agosto de 1843 el Ministerio de la Guerra decidió publicar un pe-
riódico militar oficial titulado Boletín Oficial del Ejército, en el que deberían
aparecer todos los decretos, circulares, reglamentos e instrucciones que se
expidiesen, así como las promociones generales, recompensas, propuestas,
ascensos, retiros, licencias y los escalafones de todas las armas, renován-
dose cada seis meses.
Una vez concluida la reorganización y resuelta la antigüedad correspon-
diente a las gracias concedidas con motivo del alzamiento nacional, en enero
de 1845 se ordena que con toda urgencia se formen los escalafones generales
de cada Arma del Ejército, que deberían ser entregados en el Ministerio antes
del 31 de marzo. En este mismo año verán la luz los escalafones de Caballería,
Estado Mayor y Guardia Civil.
4  En agosto de 1843 el general Serrano, ministro de la Guerra, decidió que se publicase el Bo-
letín del Ejército para dar a conocer las disposiciones oficiales de interés general y particular
(decretos, circulares, reglamentos, recompensas, ascensos, retiros, etc.).
5  El grado era una recompensa honorífica consistente en la concesión del empleo superior al que

se ostentaba y que fijaba la antigüedad para el ascenso al mismo. En los Cuerpos de escala
cerrada (Artillería e Ingenieros) los grados que se concedían correspondían a las escalas de las
Armas generales (Infantería y Caballería).

Revista de Historia Militar, 123 (2018), pp. 111-148. ISSN: 0482-5748


112 JOSÉ LUIS ISABEL SÁNCHEZ

A la vista de los datos que aparecían en el Escalafón de Infantería co-


rrespondiente al año 1849, un periódico militar reconocía que en su día se-
rán de gran precio para la historia, para la estadística y para la legislación.

Portada del primer número de El Boletín del Ejército

Revista de Historia Militar, 123 (2018), pp. 112-148. ISSN: 0482-5748


ESTADOS, ESCALAFONES, ANUARIOS Y ESCALILLAS 113

En los Escalafones y Anuarios solamente aparecían los generales, je-


fes y oficiales, salvo en los Escalafones generales de los Ejércitos de Cuba,
Filipinas y Puerto Rico, en algunos de los cuales figuraban los sargentos
primeros y segundos.
Hagamos un repaso a todo lo relativo a los escalafones de cada Arma
y Cuerpo del Ejército.

Escalafones individuales de Arma y Cuerpo

INGENIEROS

El escalafón más antiguo del Cuerpo lleva por título Relación de los
Ingenieros que se hallan al servicio de S.M. en España, con expresión de
la antigüedad de sus empleos y grados. Año de 1726. Escrito a mano, en él
se recogen los ingenieros directores (3), ingenieros directores sin patente
(2), ingenieros en jefe (6), ingenieros en segundo (14), ingenieros ordina-
rios (25) e ingenieros extraordinarios (33), un total de 83 componentes del
Cuerpo. Los únicos datos que en él aparecen son el empleo, el nombre y las
fechas de las antigüedades en el empleo y en el grado.

Escalafón manuscrito de Ingenieros (1726) y primer escalafón impreso (1805)

Revista de Historia Militar, 123 (2018), pp. 113-148. ISSN: 0482-5748


114 JOSÉ LUIS ISABEL SÁNCHEZ

Entre 1726 y 1836 solamente se conservan en la Biblioteca Central


catorce escalafones, que siguen recibiendo el nombre de Lista y dejan de
ser manuscritos a partir de 1805 para pasar a ser impresos. En ocasiones en
lugar, o al mismo tiempo, que las Listas se editan las Novedades ocurridas
en el escalafón.
No es mucha la información que se puede obtener de estos primeros
escalafones: antigüedad en el empleo efectivo o en el grado, fecha del des-
pacho, provincia de destino, destino en España o América, situación admi-
nistrativa (supernumerario o excedente), fecha de embarque a América…
A partir de 1815 la información va en aumento y, así, en este año
aparece una lista de oficiales generales que han mandado el Real Cuerpo y
el destino ocupado en organismos y unidades: Dirección General, Coman-
dancias, Academia, Regimientos y Comisiones.
En el Estado general de 1817 se ofrecen listas de los oficiales del
Cuerpo muertos y heridos durante la Guerra de la Independencia y de los
pertenecientes a las Reales y Militares Órdenes de San Fernando y San Her-
menegildo.
A partir de 1836 los ejemplares del Estado general -así continúan
llamándose- aparecen más completos y con otra estructura. Se sigue man-
teniendo el listado de los generales que han dirigido el Cuerpo y al lado de
cada uno de sus componentes, ordenados por empleos y fechas de ingreso
en el Cuerpo, aparecen los siguientes datos: grados y empleos alcanzados
en el Ejército, empleos en el Cuerpo, fecha de ingreso y condecoraciones
que poseen de las Órdenes de San Fernando, San Hermenegildo e Isabel la
Católica. Por otra parte, se vuelven a recoger a los componentes del Cuerpo
en tres listas, en una de ellas a los que sirven en la Península, en otra a los
que lo hacen en Ultramar -especificando en ambas el destino que ocupan- y
en una tercera a aquellos que poseen grados en el Ejército, junto con la fecha
de concesión.
A partir del Estado general de 1838 se incluye un listado de quienes
pertenecen a las Reales Órdenes de San Fernando, San Hermene­gildo e Isa-
bel la Católica, con la fecha de la real cédula de concesión de los diversos
tipos de condecoraciones. En otros posteriores se pueden consultar los nom-
bres de los alumnos de la Academia del Cuerpo y de los componentes del
Establecimiento Central de Guadalajara.
Una mayor información se ofrece en el Estado de Ingenieros a partir
de 1846, incluyéndose en el de este año los retratos de Isabel II, Pedro Na-
varro y Luis María Balanzat, junto con las biografías de estos dos últimos
personajes, el primero de ellos célebre ingeniero español del siglo XVI y el
segundo destacado ingeniero general entre 1835 y 1843.

Revista de Historia Militar, 123 (2018), pp. 114-148. ISSN: 0482-5748


ESTADOS, ESCALAFONES, ANUARIOS Y ESCALILLAS 115

A partir de 1846 el Estado mantiene un formato normalizado, conte-


niendo:
−− Breve historia del Cuerpo
−− Cronología de los generales jefes superiores
−− Generales y brigadieres que han servido en el Cuerpo
−− Relación por empleos, con los siguientes datos:
• Empleo en el Ejército y fecha de obtención del mismo
• Grado
• Fecha de entrada en el servicio
• Fecha de ingreso en el Cuerpo
• Fecha del actual empleo en el Cuerpo
• Clases de Cruces de San Fernando y San Hermenegildo que po-
seen
• Provincia en que se encuentran destinados
−− Condecoraciones nacionales y extranjeras, senadores y miembros
de academias y corporaciones científicas
−− Relaciones de generales, jefes y oficiales muertos gloriosamente
−− Destinos en la Península y Ultramar
−− Profesorado y alumnado de la Academia del Cuerpo
−− Juzgados
−− Bajas ocurridas durante el año con las causas que las motivaron
A partir de 1857 aparecen los retratos de personajes fallecidos que
por algún motivo habían destacado en el Cuerpo. Así, en el de 1857 se pu-
blica el del general Gaspar Dirwell -fallecido en 1854 tras haber mandado
el Regimiento de Ingenieros- en prueba de agradecimiento por haber hecho
una donación destinada a premiar anualmente en los individuos más bene-
méritos de las clases inferiores de tropa, la buena conducta, subordinación
y disciplina; al año siguiente el del coronel Fernando García San-Pedro, jefe
de estudios de la Academia y autor de importantes tratados de matemáticas;
en 1859 el del general José de Cortines, director subinspector del Cuerpo de
Ingenieros, director general del de Estado Mayor y comandante general de
Ingenieros en varios ejércitos, que había dirigido con gloria diversos sitios.

Revista de Historia Militar, 123 (2018), pp. 115-148. ISSN: 0482-5748


116 JOSÉ LUIS ISABEL SÁNCHEZ

Nueva información se nos proporciona a partir de 1863, pues en el


Estado de este año aparece la plantilla de la Dirección general y de las Di-
recciones subinspecciones -más adelante se incluirán las de las comandan-
cias de Cuba, Filipinas y Puerto Rico-, de los Regimientos de Ingenieros, de
los Batallones de Obreros y de la Isla de Cuba, de las Compañías Obreras
de las Islas Filipinas, de la Sección de Santo Domingo, de los Talleres de
Ingenieros y de la Brigada Topográfica -las plantillas de los Batallones de
Telégrafos y de Ferrocarriles se recogerán a partir de 1886-. A partir de 1875
se incluyen relaciones de maestros de obras militares y celadores, y poste-
riormente las de los aparejadores, dibujantes y escribientes, incluyéndose
una relación alfabética a partir de 1888.

ARTILLERÍA

Aunque en la Bi-
blioteca Central Militar se
encuentra un ejemplar de
la Lista general de los ofi-
ciales del Real Cuerpo de
Artillería correspondiente
al año 1804, es a partir de
1836 -al igual que en Inge-
nieros- cuando la colección
del también llamado Esta-
do general se halla más al
completo.
Tras una breve historia
del Cuerpo de Artillería y de
las variaciones en la fuerza
del Cuerpo y de la clase de
Cuenta y Razón, aparecen
en el ejemplar de 1836 las
plantillas de generales, jefes
y oficiales del Cuerpo desde
1762 y de las clases de Cuen-
ta y Razón desde 1742. Se-
guidamente, de cada uno de
los componentes del Cuerpo Página primera del Escalafón de Artillería de 1804
se especifica: empleo, grado, conservado en la Biblioteca Central Militar

Revista de Historia Militar, 123 (2018), pp. 116-148. ISSN: 0482-5748


ESTADOS, ESCALAFONES, ANUARIOS Y ESCALILLAS 117

Departamento en el que sirven, Órdenes a las que pertenecen, situación admi-


nistrativa, tiempo de servicio efectivo y año del último ascenso. Finalmente,
se recogen la escala de oficiales del Batallón y Brigadas Fijas Veteranas, la
lista general de individuos del Ministerio de Cuenta y Razón, los componen-
tes del Juzgado General y de Apelación y de los Juzgados de Cuerpo, para
terminar con la relación de capellanes y cirujanos. En cabeza del escalafón de
capitanes figuran Luis Daoíz y Pedro Velarde, Muertos gloriosamente por la
libertad del Rey y de la Patria el 2 de mayo de 1808 en Madrid, junto con el
tiempo de servicio al fallecer y el año de su último ascenso.
Los años siguientes se incluyen nuevos datos mientras que dejan
de publicarse otros. Entre los primeros están: lista cronológica de los
jefes superiores del Cuerpo, plantilla de la Compañía de cadetes, de las
Brigadas Fijas de España, La Habana y Puerto Rico, del Batallón de
Filipinas, de las extinguidas Compañías del Tren, de los oficiales prácti-
cos, del Juzgado general y de apelación en la Corte y de los capellanes,
médicos-cirujanos, picadores, profesores veterinarios, mariscales, maes-
tros examinadores, maestros mayores de montajes, maestros mayor de
armeros, maestros, jefes de taller y empleados de planta, gracias conce-
didas, subtenientes alumnos de la Escuela de Aplicación, escala general
de la oficialidad práctica, oficiales de Infantería y Caballería agregados
al Cuerpo, Órdenes Militares, recompensas, corporaciones científicas y
otras sociedades, material (Maestranza de Sevilla, Fundición de Bronces
de Sevilla, Fábricas de Armas de Toledo, Trubia y Oviedo, Fábricas de
Pólvoras de Murcia y Granada, Pirotecnia Militar de Sevilla, Fábrica de
Orbaiceta, Museo, Escuelas Prácticas y Parques y Plazas), armamen-
to (piezas, cañones, espoletas, pólvoras, dinamita, composición de un
tren de sitio, armas portátiles de fuego), revistas anuales de armamento,
transportes por vía férrea, tratamiento provisional de accidentes y en-
fermedades. En cambio, los datos correspondientes a cada miembro del
Cuerpo quedan reducidos al grado y empleo del Ejército y al destino en
que sirve, hasta que en 1858 -cuando la publicación cambia el nombre de
Estado general por el de Escalafón general- se amplían, quedando así:
grado de Ejército, empleo de Ejército, condecoraciones militares (San
Fernando y San Hermenegildo) y civiles (Carlos III e Isabel la Católica),
y destinos, los años siguientes aparecen también los años de servicios
efectivos, el año de ascenso al empleo del Cuerpo, los empleos del Cuer-
po en Ultramar, los abonos y las fechas de nacimiento y de ingreso en el
servicio.
A partir de 1868 el Escalafón pasa a titularse Personal y organiza-
ción del Cuerpo de Artillería y vuelve a recoger multitud de datos curiosos.

Revista de Historia Militar, 123 (2018), pp. 117-148. ISSN: 0482-5748


118 JOSÉ LUIS ISABEL SÁNCHEZ

Además, en la escala general aparecen los años de ascenso a cada uno de los
empleos obtenidos hasta la fecha de su publicación.
A partir de 1876 se siguen conservando los datos individuales, pero
los referentes al Cuerpo quedan reducidos a: reseña histórica, escalafón ge-
neral, condecoraciones, Academia, oficiales agregados al Cuerpo, altas y
bajas, generales, jefes y oficiales muertos gloriosamente y organización del
Cuerpo. En estos años se edita también un llamado Reglamento, escalafón y
distribución del personal del Material de Artillería.
Resulta interesante cuanto aparece en 1878 bajo el epígrafe de Noti-
cias varias sobre organización y Material de Artillería: concurso de ingre-
so, plan de estudios de la Academia, organización de los Parques Móviles,
organización de las reservas de Artillería, fomento de la Fábrica de Trubia y
aprovechamiento de los bronces viejos de Artillería.

OTROS ESCALAFONES

En los años cuarenta del siglo XIX van apareciendo escalafones de


otras Armas o Cuerpos, muchos de los cuales se conservan en la Biblioteca
Central: Infantería desde 1842 y Caballería, Estado Mayor del Ejército y
Guardia Civil desde 1845.

INFANTERÍA

El escalafón que se publica en 1845 se pone a la venta en la librería


de Pedro Sanz, al precio de doce reales de vellón. A los Cuerpos se envían
veinticinco ejemplares a igual precio. Se producen reclamaciones de oficia-
les por no aparecer su nombre en el escalafón.
El Escalafón general de Infantería comienza siendo muy simple, ya
que se limita a recoger relaciones por empleos de la Infantería permanente
que sirve en la Península y en Ultramar (Cuba y Puerto Rico), facilitando
de cada infante el regimiento en que está destinado, la graduación que
posee y la antigüedad en el empleo, pero a partir de 1845 se incluye, ade-
más, el origen y organización de la Infantería, los regimientos del Arma
con su composición, uniformidad y equipo, la organización del Arma y la
relación de inspectores desde 1770. En los años siguientes se va amplian-
do la información: en 1847 aparece la organización de la Reserva y los
datos de los jefes y oficiales destinados en sus regimientos; en 1848 el
estado de los haberes y raciones que en tiempo de paz y de guerra gozan

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ESTADOS, ESCALAFONES, ANUARIOS Y ESCALILLAS 119

las clases del Arma; en 1849 se recoge multitud de datos, entre ellos el
personal en situación de reemplazo, las recompensas concedidas por mé-
ritos de guerra y gracias generales, los retiros y licencias de casamiento
concedidos, las revalidaciones carlistas, el número de hijos varones de los
oficiales destinados en los Cuerpos, la talla de los individuos de tropa y
sus profesiones, así como el número de los que están casados; en 1850 los
ascensos y recompensas, los físicos y capellanes de los Cuerpos, los pases
a otras Armas e Institutos y los as-
censos por muerte en acción de
guerra y por pase a Ultramar; en
1851 el escalafón de sargentos
primeros en la Península, Cuba y
Puerto Rico; en 1852 la relación
de cadetes del Colegio, el escala-
fón de aspirantes a ingreso, el es-
calafón por Cuerpos (regimientos
y batallones de cazadores) y las
construcciones de prendas y ma-
terial de equipo realizadas, artesa-
nos que las han construido y fá-
bricas de los géneros. Toda esta
información tan prolija desapare-
ce a partir del año 1853, quedan-
do reducida a la relación de ins-
pectores y directores generales,
organización del Arma, compo-
nentes de la Infantería peninsular
y de Ultramar, jefes y oficiales en
situación de reemplazo, escalafón
por Cuerpos y escalafón de sar-
gentos primeros, ofrecién­dose de
cada infante el número en el esca-
lafón, destino regimental, gradua-
ción y las fechas de la antigüedad
y efectividad en el empleo.
A partir de 1854 en los esca-
lafones de Infantería solamente fi-
guran la composición de la Infan-
tería peninsular, el escalafón por Modelos de escalafones de Infantería
Cuerpos y la relación de jefes y (1842 y 1863)

Revista de Historia Militar, 123 (2018), pp. 119-148. ISSN: 0482-5748


120 JOSÉ LUIS ISABEL SÁNCHEZ

oficiales en situación de reemplazo, pero en 1858 se ofrece en sus páginas


una colección de láminas con los uniformes reglamentarios y se aumentan
los datos referentes a cada componente del Arma, que pasan a ser: número
de antigüedad, regimientos, graduación, antigüedad y efectividad en el em-
pleo, condecoraciones (militares y civiles), años de servicio (efectivos y con
abonos), total de años de servicio, edad y estado civil; al año siguiente se
retorna al mismo formato de 1853.
En el de 1868 se incluyeron una escala de aspirantes a Ultramar, las prin-
cipales disposiciones vigentes y una relación de efemérides militares; en el de
1871 las disposiciones para la Reserva, la tarifa de sueldos de retiro y una des-
cripción del vestuario y equipo del
Arma; al año siguiente la relación
de jefes y oficiales condecorados
con la Placa y Cruz de San Herme-
negildo; en 1876 la organización y
composición de la Dirección Gene-
ral del Arma, del Establecimiento
Central de Infantería y del Asilo de
Huérfanos; en 1882 una cronología
de las organizaciones que ha tenido
el Arma; en 1883 la fecha de na-
cimiento de cada componente del
Arma y en 1889 se modifican los
datos de cada componente, quedan-
do las siguientes casilla: nombre,
apellidos y condecoraciones, anti-
güedad y efectividad en cada uno
de los empleos alcanzados, fechas
del nacimiento y del ingreso en el
servicio, y destino.
Así como en Artillería se
recogen los nombres de Daoíz y
Velarde desde el Estado de 1836,
en Infantería no figurará el del te-
niente Jacinto Ruiz Mendoza hasta
1889, acompañado de la leyenda
Mártir de la independencia espa-
ñola. Murió a consecuencia de las
heridas que recibió peleando he-
roicamente el 2 de Mayo de 1808.

Revista de Historia Militar, 123 (2018), pp. 120-148. ISSN: 0482-5748


ESTADOS, ESCALAFONES, ANUARIOS Y ESCALILLAS 121

ADMINISTRACIÓN MILITAR

El primer ejemplar de la
Escala general del Cuerpo de Ad-
ministración Militar se cerró el 20
de abril de 1842. Comienza siendo
muy sencillo, pues junto con el es-
calafón de todos sus componentes
(intendentes, comisarios y oficia-
les), el distrito en que están des-
tinados y la antigüedad en el em-
pleo, solo recoge la organización
del Cuerpo; posteriormente irán
apareciendo diversos aspectos,
como jefes superio­res del Cuerpo,
juzgados de la Intendencia Gene-
ral Militar, Escuela Especial del
Cuerpo, Compañía de Obreros,
aspirantes, alumnos, cuadro orgá-
nico, jefes y oficiales en situación
de reemplazo, Escala de Ultramar
(Cuba, Puerto Rico y Filipinas), Portada del primer tomo de Administración
caballeros alumnos, condecoracio- Militar (1842)
nes no militares, personal muerto sobre el campo de batalla, Cuerpo Admi-
nistrativo del Ejército y Cuerpo Auxiliar de Administración Militar. Y en
cuanto a los datos de carácter particular se van incluyendo: honores o grados
de la carrera, empleos personales sin antigüedad, condecoraciones militares
(San Fernando y San Hermenegildo) y civiles (Carlos III e Isabel la Católi-
ca), cargos que desempeñan, fechas de nacimiento, de entrada en el servicio
y de ingreso en el Cuerpo, antigüedad en el empleo y Distrito donde sirve.
A partir de 1888 y durante unos años se incluyen las fechas de antigüedad
en todos los empleos alcanzados y la efectividad en los empleos del Cuerpo.

CABALLERÍA

Los escalafones de Caballería son muy similares a los de Infantería.


Entre 1845 y 1849 solo ofrecen una lista por empleos, con el destino regi-
mental o situación, los grados y la antigüedad en el empleo, pero a partir del
referido año incluyen multitud de interesantes datos sobre el Arma, como:

Revista de Historia Militar, 123 (2018), pp. 121-148. ISSN: 0482-5748


122 JOSÉ LUIS ISABEL SÁNCHEZ

organización; cuadros numéri­ cos


de jefes, oficiales, tropa y caballos
de los regimientos de la Península
y de la isla de Cuba; plantillas de la
Dirección General del Arma, del
Establecimiento Central de Ins-
trucción, del Regimiento de Lan-
ceros del Rey (Isla de Cuba) y de
los Escuadrones de la Constitu-
ción, Bailén y María Cristina; or-
gánica y uniformidad de los diferen-
tes Cuerpos; relación de inspectores
y directores generales del Arma:
jefes y oficiales procedentes de las
fuerzas carlistas; ascensos por anti-
güedad; cadetes promovidos a al-
féreces; gracias especiales conce-
didas a lo largo del año y pases a
Ultramar con ascenso; tropa licen-
ciada; retiros; pensiones; tarifas de
sueldos a retirados y casamientos,
viudedades y pensiones. En cuanto
al escalafón en sí, se recogen todos
los empleos desde coronel a alfé-
rez, y también a los mariscales ma-
yores y segundos mariscales, y a
los capellanes y médicos-ciruja-
nos, acompañando a cada uno de
ellos el número de su antigüedad,
regimiento o situación en que se
hallan, grado y antigüedad en el
empleo. A partir de 1857 se incluye
el escalafón del Cuerpo de Veteri-
naria Militar, con su reglamento y
uniforme, y las condecoraciones
que posee cada uno de los compo-
nentes del Arma y del citado Cuer-
po; dos años después aparecen los
integrantes del Cuerpo de Picadores, Portadas de los primeros tomos de
en 1863 el escalafón por Cuerpos Caballería y Estado Mayor (1845)

Revista de Historia Militar, 123 (2018), pp. 122-148. ISSN: 0482-5748


ESTADOS, ESCALAFONES, ANUARIOS Y ESCALILLAS 123

(regimientos, Colegio y Escuela de Caballería, escuadrones y Remonta); en


1876 el Cuerpo de Profesores de Equitación; en 1882 las relaciones nomina-
les de altas y bajas en el escalafón por ascensos y fallecimientos; en 1884 la
fecha de nacimiento de todos los componentes y en 1887 la Escala de Reser-
va y un resumen de la legislación de las condecoraciones de las Órdenes de
San Fernando, San Hermenegildo y al Mérito Militar.

ESTADO MAYOR DEL EJÉRCITO

Su primer escalafón se imprime en 1845 con el nombre de Lista ge-


neral, ofreciendo como datos: reseña histórica, generales que han mandado
el Cuerpo, generales que han servido en el Cuerpo, director general, lista
general (de brigadier a teniente) y muertos en acción de guerra. De cada
miembro del Cuerpo solamente se dan los empleos efectivos de Ejército, las
Cruces de San Fernando y San Hermenegildo que poseen y año de ingreso
y de ascenso en el Cuerpo.
Los datos de carácter general varían según el año, resultando muy varia-
dos: relación nominal por dependencias, relación de trabajos semestrales, con-
decoraciones, ascensos de escala, oficiales alumnos, oficiales de las Secciones-
archivos, novedades ocurridas durante el año, bajas, altas y ascensos naturales.
En cuanto a los de carácter particular, en 1849 comienzan a aparecer
las fechas de entrada en el servicio y del ingreso en el Cuerpo, empleo en
el Cuerpo, lugar en la escala, empleo o grado en el Ejército, Cruces de San
Fernando y San Hermenegildo y destino.
La composición se mantiene año tras año, hasta que en 1887 se in-
cluye la relación de alumnos de la Academia, la historia y escalafón de la
Brigada Obrera y Topográfica y del Cuerpo Auxiliar de Oficinas Militares,
y un índice alfabético.

GUARDIA CIVIL

En el real decreto de 15 de octubre de 1844, por el que se aprueba el


reglamento del Cuerpo, se dice que el día 1º de cada año se publicará y cir-
culará impreso el escalafón de antigüedad de los jefes y oficiales del Cuerpo.
Este escalafón aparecerá publicado en El Boletín Oficial del Ejército en 1845.
En el Escalafón general de antigüedad de los señores jefes y oficiales de
la Guardia Civil de 1845 aparecen los siguientes datos generales: organización
de la Guardia Civil y de la Inspección General, Tercios por provincias, Plana
Mayor del Tercio, vestuario, armamento y equipo, y plantilla de jefes y oficia-

Revista de Historia Militar, 123 (2018), pp. 123-148. ISSN: 0482-5748


124 JOSÉ LUIS ISABEL SÁNCHEZ

les del Cuerpo procedentes de Infantería y de Caballería. De cada uno de estos


últimos se ofrece el número del Tercio en el que sirve, la graduación superior
que disfruta, la fecha de la antigüedad del empleo del Cuerpo y las condecora-
ciones militares que posee (San Fernando y San Hermenegildo).
En los años siguientes van apareciendo otros datos generales como:
recompensas, jefes y oficiales en situación de reemplazo, altas y bajas, orden
cronológico de los inspectores del Cuerpo, coroneles y brigadieres que han
pertenecido al Cuerpo, generales y brigadieres procedentes de la Guardia
Civil, jefes y oficiales muertos en el campo de batalla, situación por comi-
siones, tercios y reemplazo, tarifa de sueldos en la Península, fuerza orgáni-
ca de Cuba y Puerto Rico, tarifas y sueldos en Cuba, disposiciones de interés
general, sueldos de retiro en la Península y Ultramar, sueldos de las clases
de tropa, Órdenes Militares, organización y orígenes de la Guardia Civil,
instrucciones para la uniformidad, reglamento de la Orden de Beneficencia,
Colegio de Guardias Jóvenes y proporcionalidad para el generalato, mien-
tras en las particulares se incluye, además del tercio, la compañía y el puesto
al que pertenecen, los años de servicio con que cuenta cada uno (efectivos y
de abono), los jefes de brigada, la fecha de nacimiento y las condecoracio-
nes civiles y extranjeras; en 1888 se recogen las antigüedades de cada uno
de los empleos obtenidos en el Ejército y en el Cuerpo. El de 1851 contiene
una lámina en color de la Guardia Civil de Infantería en uniforme de gala.

Primeros escalafones de la Guardia Civil (1845) y Carabineros (1853)

Revista de Historia Militar, 123 (2018), pp. 124-148. ISSN: 0482-5748


ESTADOS, ESCALAFONES, ANUARIOS Y ESCALILLAS 125

CUERPO DE CARABINEROS DEL REINO

El escalafón más antiguo que se puede consultar en la Biblioteca


Central Militar corresponde al año 1853 y contiene: historia del Cuerpo,
relación de los inspectores generales que ha tenido y de los secretarios de
la Inspección General, organización de la Inspección General, escalafón de
todos sus componentes, estados de fuerza y situación de las Comandancias,
sueldos, haberes y gratificaciones, sueldos de retiro, buques de resguardo,
aprehensiones conseguidas, muertos, heridos y contusos en el año anterior,
generales y brigadieres que han servido en el Cuerpo, uniformidad, plantilla
general del Cuerpo, compilación de legislación (ascensos, sueldos de retiro,
Órdenes Militares, Montepío Militar, prisioneros, pensiones de viudedad),
jefes y oficiales que cumplen la edad de retiro, ingresos, ascensos, coloca-
ciones y traslados, retiros y licencias, escala de aspirantes al Cuerpo, estado
de la fuerza reglamentaria del Cuerpo, escalafón por Comandancias.
En cuanto a los datos de carácter particular, al lado del nombre de
cada uno de los componentes figura el número de antigüedad, la comandan-
cia en que sirve, la graduación superior que disfruta, la antigüedad del em-
pleo en el Cuerpo, la antigüedad por la fecha del grado, la efectividad en su
empleo en el Cuerpo, arma de la que procede, y las condecoraciones de las
Órdenes militares a las que pertenecen (San Fernando y San Hermenegildo)
y civiles (Carlos III e Isabel la Católica), edad, fechas de nacimiento y de
ingreso en el servicio, Arma de la que proceden y años de ascenso a cada
uno de los empleos obtenidos.

SANIDAD MILITAR

Al igual que Carabineros, el primer escalafón que se conserva es el


de 1853, en el que aparecen la organización del Cuerpo, el director general
y la composición de la Junta Superior Facultativa, el escalafón general de
jefes y oficiales médicos, los oficiales médicos que tienen renunciados sus
ascensos, el escalafón de jefes y oficiales farmacéuticos, los oficiales médi-
cos en expectativa de jubilación o licencia, y los jefes y oficiales cesantes
y en expectación de colocación, ampliándose en los años siguientes con la
distribución del personal en las capitanías generales, Armas y Cuerpos, ins-
titutos y establecimientos militares de la Península, islas y Ultramar (Cuba,
Puerto Rico, Filipinas y Fernando Poo), eventualidades del servicio, oficia-
les en diferentes situaciones, bajas, tarifas de sueldos, Compañías Sanita-
rias, organización del trabajo en la Secretaría, Academia de Sanidad Militar,

Revista de Historia Militar, 123 (2018), pp. 125-148. ISSN: 0482-5748


126 JOSÉ LUIS ISABEL SÁNCHEZ

practicantes de real nombramiento, relación de jefes y oficiales muertos glo-


riosamente y parte legislativa.
En los datos particulares, al nombre, fecha del último empleo efecti-
vo, grado o empleo supernumerario y destino, se van uniendo la antigüedad
en la clase, los grados literarios, las condecoraciones y las fechas de naci-
miento y de ingreso en el Cuerpo.

ESTADO MAYOR DE PLAZAS

El primer escalafón de este Cuerpo parece ser que comienza a publi-


carse en 1854. Contiene entre sus datos la relación de generales que lo han
mandado y los escalafones de sus componentes que ocupan destino y los
que se encuentran en situación de excedencia. De cada uno de sus compo-
nentes se facilita el número de antigüedad en el empleo, la fecha de la edad,
el nombre, el grado superior que disfruta, la antigüedad y efectividad en el
empleo del Cuerpo, los años de servicio y el destino. Con el paso del tiem-
po se mantiene el formato, añadiéndose exclusiva­mente la organización del
Cuerpo y el tiempo de servicio de cada componente.

Escalafones de Sanidad Militar (1853) y Estado Mayor de Plazas (1854)

Revista de Historia Militar, 123 (2018), pp. 126-148. ISSN: 0482-5748


ESTADOS, ESCALAFONES, ANUARIOS Y ESCALILLAS 127

VETERINARIA MILITAR

Tan solo se conservan cin-


co escalafones de este Cuerpo:
1858, 1859, 1860, 1891 y 1897.
Comienzan recogiendo la historia
del Cuerpo, reglamento, relación
de directores generales, uniforme
y escalafón, conteniéndose en este
último el puesto en la escala, el
nombre, la antigüedad en la clase,
las condecoraciones y el destino.
Posteriormente se añaden la distri-
bución del personal en las Armas
(Caballería y Artillería) y Ejércitos
(Cuba, Puerto Rico y Filipinas), la
plantilla orgánica, el grado, la fe-
cha de nacimiento e ingreso en el
Cuerpo y el pueblo y provincia de
nacimiento. Veterinaria Militar y Ejército de Cuba
(1858)

EJÉRCITOS DE CUBA, FILIPINAS Y PUERTO RICO

Resultan de gran interés estos escalafones, de los que se conservan


más de noventa ejemplares, por la abundante información que proporcionan.
De los del Ejército de Cuba existen cinco tipos:
1. Jefes, oficiales y sargentos primeros de Infantería y veteranos
de Milicias Disciplinadas
2. Jefes, oficiales y sargentos primeros de Caballería y veteranos
de Milicias Disciplinadas
3. Escalafón general de Infantería y Caballería
4. Cuerpos de Voluntarios
5. Sargentos del Arma de Infantería
Los escalafones de Cuba contienen: jefes superiores del Arma, organiza-
ción y plantilla de la Subinspección de Infantería o Caballería, órdenes sobre
ascensos y vacantes, postergaciones, organización de la Infantería y Milicias,
ascensos, altas y bajas, órdenes sobre provisión de vacantes, recompensas por
méritos de guerra, sueldos, tarifas de sueldos de retiro, escalafones de profesores

Revista de Historia Militar, 123 (2018), pp. 127-148. ISSN: 0482-5748


128 JOSÉ LUIS ISABEL SÁNCHEZ

de Veterinaria y de Equitación, vacantes de sangre, disposiciones sobre retiros,


ejército expedicionario (Infantería y Caballería), Academia de Infantería y Ca-
ballería, apuntes históricos de los Cuerpos, amalgama de los ejércitos expedicio-
nario y permanente, denominación de los Cuerpos, disposiciones de interés per-
sonal y escalafón por Cuerpos.
Los datos particulares son: número de antigüedad en el empleo, grado,
nombre, fechas de la antigüedad y efectividad en el empleo, condecoraciones,
años de servicio (efectivos y con abonos), edad, cuerpos a que pertenecen, per-
manencia en Ultramar, tiempo de permanencia de oficial, sobregrados, efectivi-
dad en los empleos obtenidos.
El de Puerto Rico contiene
la relación de autoridades militares
superiores de la Isla, la composi-
ción de la Sala de Guerra y de los
Cuerpos de Estado Mayor, Artille-
ría e Ingenieros, y el escalafón de
los Cuerpos peninsulares, Milicias
Disciplinadas, Estado Mayor de
Plazas, Sanidad, Administración
Militar, Guardia Civil, Cuerpo Ju-
rídico Militar y Clero Castrense,
la relación de jefes y oficiales reti-
rados en la Isla, la del personal de
la Real Armada, Milicias, tarifa de
sueldos, Justicia militar, disposicio-
nes sobre permanencia y regreso,
licencias, sueldos, reclamación de
pensiones, Cuerpo de Voluntarios.
De cada individuo se da el
número de antigüedad en el em-
pleo, Cuerpo al que pertenece,
nombre, fechas de la antigüedad y
efectividad en el empleo, tiempo
de servicio en el Ejército y en Ul-
tramar, edad, destino y efectividad
en los diversos empleos obtenidos.
Los de Filipinas recogen
los escalafones de las diversas
Armas y Cuerpos (Estado Mayor Escalafones de Filipinas y Puerto Rico
del Ejército, Infantería, Guardia (1858)

Revista de Historia Militar, 123 (2018), pp. 128-148. ISSN: 0482-5748


ESTADOS, ESCALAFONES, ANUARIOS Y ESCALILLAS 129

Civil y Carabineros, Caballería, Artillería, Ingenieros, Estado Mayor de


Plazas, Clero Castrense, Administración Militar y Sanidad Militar) y den-
tro del de Infantería los nombres de los inspectores, directores generales
y subinspectores, organización de la Subinspección, órdenes que rigen
en materia de ascensos y provisiones de vacantes, postergaciones, orga-
nización del Arma o Cuerpo, tarifa de sueldos en situación de retirado,
reseñas históricas de las fuerzas militares de Filipinas, legislación sobre
sueldos, licencias, retiros, casamientos, pensiones y condecoraciones,
Sección de Inválidos, capitanes generales de las Islas y disposiciones de
interés general.
En cuanto a los datos personales, al lado del nombre figuran el núme-
ro de antigüedad en el empleo, cuerpo a que pertenece, grado, fechas de la
antigüedad y efectividad en el empleo, fechas de nacimiento y de llegada a
las Islas, condecoraciones y fechas de ingreso en el servicio, de la real orden
de destino, de permanencia en las Islas y de la antigüedad y efectividad de
cada uno de los empleos.

GUARDIAS ALABARDEROS

El reducido Cuerpo de Ala-


barderos dispone también de un es-
calafón desde, por lo menos, 1865,
y en él aparece su reseña histórica,
la organización y los jefes superio-
res y segundos jefes del Cuerpo,
escalafón, juzgado privativo, em-
pleos y cruces concedidas el ante-
rior año y el vestuario. Dentro del
escalafón figuran las relaciones de
los componentes de la Plana Mayor
y Banda de Música, oficiales mayo-
res, capellanes y médicos, oficiales
menores y guardias, con su grado
y empleo en el Ejército, condeco-
raciones militares (San Fernando,
San Hermenegildo y Mérito Mili-
tar) y civiles (Carlos III e Isabel la
Católica), medallas (África, Alfon- Escalafones del Cuerpo de Alabarderos
so XII, Guerra Civil de 1873-1874, (1865) y del Clero Castrense (1877)

Revista de Historia Militar, 123 (2018), pp. 129-148. ISSN: 0482-5748


130 JOSÉ LUIS ISABEL SÁNCHEZ

Bilbao, Cuba e Italia), años de servicios efectivos, fechas de su entrada en el


Cuerpo y de la antigüedad en el empleo, año del acceso al empleo que ostenta
en el Cuerpo, observaciones referentes a Órdenes Militares, encomiendas y
cruces, fecha del nacimiento y del ingreso en el servicio y destino.

CLERO CASTRENSE

El primer Estado general que se conserva del Cuerpo que agrupa a los
capellanes militares es de 1869. En él se recoge a todos sus miembros desde
el vicario general, pasando por los subdelegados castrenses, capellanes del
Ejército, de hospitales y de ciudadelas, plazas y castillos, así como los que
sirven en la Armada y en Ultramar (Cuba, Puerto Rico y Filipinas), oficinas
del Vicariato General Castrense, Subdelegaciones Eclesiásticas Castrenses,
y curas castrenses y parroquias.
De cada uno de sus miembros ofrece los siguientes datos: número
de antigüedad, Arma o Cuerpo y regimiento, batallón o brigada en el que
sirve, nombre, antigüedad en el servicio, fechas de nacimiento e ingreso en
el Cuerpo, antigüedad en el empleo y condecoraciones.

CUERPO JURÍDICO MILITAR

En el primer escalafón de que se dispone, el de 1874, aparecen las


relaciones de los miembros de los Cuerpos Jurídico y de Escribanos de Gue-
rra, junto con la relación de opositores y aspirantes a ingreso en el prime-
ro de ellos, legislación sobre el Cuerpo, reglamento del Cuerpo y para las
oposiciones, plantilla, personal del Consejo Supremo de Guerra y Marina, y
directores generales que ha tenido el Cuerpo.
De cada componente de ambos Cuerpos se proporciona los números
de la escala general y del empleo efectivo, el grado, empleo superior sin
antigüedad, nombre, fechas de la antigüedad en el empleo efectivo actual
y en de ingreso en el Cuerpo, situación, observaciones, condecoraciones y
antigüedad y efectividad de los empleos personales o supernumerarios y en
el Cuerpo que ha alcanzado.

CUERPO Y CUARTEL DE INVÁLIDOS

El Cuerpo de Inválidos también dispone de un escalafón general des-


de 1875, en el que se recoge la historia del Cuerpo, reseña histórico-orgáni-
ca, cuadro orgánico del Cuerpo y Cuartel, cuadro sinóptico de inutilidades,

Revista de Historia Militar, 123 (2018), pp. 130-148. ISSN: 0482-5748


ESTADOS, ESCALAFONES, ANUARIOS Y ESCALILLAS 131

resumen de alta y baja de jefes, oficiales y tropa, reales órdenes de interés


general, directores generales que ha tenido y el escalafón del Cuerpo, conte-
niendo éste el número de antigüedad, inutilidad, nombre, fecha de antigüe-
dad en el Cuerpo, condecoraciones (Grandes Cruces, San Fernando, Mérito
Militar, San Hermenegildo, Carlos III, Isabel la Católica, María Isabel Luisa
y extranjeras), medallas, grado superior, fechas en el grado inmediato al em-
pleo, de la antigüedad y efectividad en los empleos alcanzados, de ingreso
en el servicio y en el Cuerpo, y de nacimiento, Arma o Cuerpo de proceden-
cia y lugar de residencia.

Escalafones del Cuerpo de Inválidos (1875) y del Estado Mayor General (1885)

ESTADO MAYOR GENERAL DEL EJÉRCITO

El escalafón del Estado Mayor General fue el último en aparecer,


pues el primero se edita en 1885, año en que el Ministerio de la Guerra
concedió al teniente de Carabineros José Miláns Abío autorización para su
publicación, tras advertir a quienes iba dirigido de los errores que podría
contener teniendo en cuenta los dos incendios sufridos por el Archivo del
Ministerio en menos de medio siglo.
En sus numerosas páginas contiene una reseña histórica y la organiza-
ción del Estado Mayor General, destinos señalados al Cuerpo, noticias varias
(auxilios de marcha, ayudantes de S.M. el Rey, ayudantes de campo, asis-
tentes, casamientos, condecoraciones, dimisión y renuncia de los destinos,
gratificaciones, hojas de servicio, incompatibilidades en los cargos, indemni-
zaciones, inutilizados en campaña, inválidos, justicia militar, justifican­tes de
revistas, licencias, mandos y destinos, montura, pasaportes, prensa periódica,
prerrogativas, prisioneros, raciones de pienso para caballo, remonta, resarci­
miento por pérdidas sufridas, retiros, reuniones políticas, sueldos, sueldos
especiales, títulos, transporte por ferrocarril, tratamientos y firmas, unifor-
mes, pensiones de viudedad y orfandad y ultramar), disposiciones de interés
y cuadro numérico. Seguidamente se recogen los escalafones de los diversos

Revista de Historia Militar, 123 (2018), pp. 131-148. ISSN: 0482-5748


132 JOSÉ LUIS ISABEL SÁNCHEZ

empleos, desde capitán general a brigadieres, en las situaciones de activo,


reserva y retiro, la escala general de los coroneles de las Armas, Cuerpos e
Institutos, ministros de la Guerra, gentilhombres y Órdenes Militares, se-
nadores y diputados, Grandes Cruces extranjeras y oficiales generales en el
presente siglo.
De cada uno de los componentes del Cuerpo se ofrece el número de
escalafón, nombre, fechas de la antigüedad, nacimiento e ingreso en el ser-
vicio, Arma o Cuerpo en que servía a su ascenso a brigadier, condecora-
ciones militares (San Fernando, San Hermenegildo, Mérito Militar roja y
blanca), medallas, condecoraciones civiles (Carlos III e Isabel la Católica) y
destino, situación o residencia.

REAL ARMADA

También se conservan en las estanterías de la Biblioteca Central Mi-


litar varios ejemplares del Estado general de la Armada a partir de 1833. El
número de páginas de cada Estado oscilan entre las 250 y las 600, lo cual
quiere decir que la información que se ofrece en ellos es muy amplia.

Escalafones de la Real Armada (1833) y de la Real Orden de San Hermenegildo (1863)

Revista de Historia Militar, 123 (2018), pp. 132-148. ISSN: 0482-5748


ESTADOS, ESCALAFONES, ANUARIOS Y ESCALILLAS 133

ORDEN DE SAN HERMENEGILDO

Dedicado a recoger a los miembros pertenecientes a esta Real y Mi-


litar Orden, en estos escalafones (1863, 1877, 1879, 1885, 1887 y 1889) se
puede acceder a una reseña histórica de esta condecoración, la composición
de la Asamblea de la Orden y una recopilación de su legislación, junto con
la relación de Caballeros que poseen la gran cruz, placa y cruz, pensionada
o no, indicándose el empleo que disfrutaba al concedérsela y la fecha de la
real cédula o antigüedad declarada.

Anuario Militar de España (1891-1936)

Llegó un momento en que a alguien se le ocurrió reunir los diver-


sos escalafones en uno solo y, por ello, se publicó la real orden de 6 de
septiembre de 1890, en la que se decía: El Rey (q.D.g.), y en su nombre la
Reina Regente del Reino, se ha servido disponer que, por el Depósito de
la Guerra, se empiecen los trabajos para la publicación, en el año 1891,
de un Anuario militar de España.
En su consecuencia, ha teni-
do a bien autorizar al General Jefe
del expresado Depósito, para que
reclame, directamente, de todas las
autoridades militares e Inspectores
generales de las armas, cuerpos e
institutos del Ejército, cuantos da-
tos sean necesarios para llevar a
cabo dicho trabajo.
La orden fue cumplida de
inmediato y en el mes de marzo de
1891 apareció el primer Anuario,
un ejemplar de 880 páginas que a
lo largo de seis capítulos contenía
una copiosa y variada información
referente al Ejército de Tierra, que
con el paso de los años no sufriría
muchos cambios hasta la llegada
de la República.
En las primeras páginas se
ofrecía una especie de árbol genea-
lógico de la Familia Real con datos Primer Anuario Militar (1891)

Revista de Historia Militar, 123 (2018), pp. 133-148. ISSN: 0482-5748


134 JOSÉ LUIS ISABEL SÁNCHEZ

de todos sus miembros -fechas de nacimiento, matrimonio y proclamación-, co-


menzando por S.M. el Rey y siguiendo por los padres, hermanos, abuelos y tíos.
A continuación se daba a conocer la organización y plantilla del Cuarto
Militar de S.M., seguido de la Administración Central (Ministerio de la Gue-
rra, Sección y Consejo Supremo de Guerra y Marina, Junta Superior Consulti-
va de Guerra, Comandancias e Inspecciones Generales de las diversas Armas
y Cuerpos, Consejo de Administración de la Caja de Inútiles y Huérfanos de
la Guerra, y Juntas de Reclutamiento, Instrucción Militar y Táctica.
En el apartado dedicado a la Instrucción Militar se recogían los órga-
nos y plantilla de la Academia General Militar de Toledo, de las diferentes
Academias de Aplicación y de las Escuelas y Colegios (Preparatorios, de
Guardias Civiles y Carabineros Jóvenes y de Huérfanos de María Cristina).
Seguía la División Militar de España -incluida Ultramar-, con su or-
ganización en Distritos y Provincias, los nombres del personal en cada uno
destinados y las unidades, organismos y servicios en ellos ubicados, acom-
pañados de sus correspondientes mandos. Además de las composiciones de
los Cuarteles Generales y Comandancias, aparecían las Divisiones existen-
tes en cada Distrito, las tropas que la componían y el lugar en que residían,
así como las dependencias militares (en sucesivos Anuarios irían aparecien-
do los parques, hospitales, parroquias castrenses, campamentos, cantones,
castillos, prisiones militares, etc.).
Un cuarto capítulo estaba dedicado al Reclutamiento y Movilización,
con las 68 zonas militares en que estaba dividida la Península y Baleares, y
los partidos judiciales y ayuntamientos que dependían de cada una de ellas,
seguido de los nombres del personal en ellas destinado y las unidades que
se nutrían de cada una.
Por último, aparecían los diferentes escalafones, comenzando por el de
oficiales generales, encabezado por S.M. el Rey don Francisco de Asís María de
Borbón6 y seguido por los cinco capitanes generales existentes en plantilla (Juan
de la Pezuela, Manuel Pavía, José Gutiérrez de la Concha, Arsenio Martínez de
Campos y Joaquín Jovellar), los 42 tenientes generales, los 60 generales de divi-
sión y los 160 generales de brigada en situación de actividad, a los que seguían
los pertenecientes a la Sección de Reserva y los brigadieres retirados. Cada uno
de ellos iba acompañado del título nobiliario que poseía, seguido de las fechas
de nacimiento y antigüedad en el empleo, el Arma o Cuerpo al que habían per-
tenecido antes de su promoción a general, y el destino o situación actual.
Se recogían a continuación los nombres de los Caballeros de la Orden
del Toisón de Oro y los de las Grandes Cruces de las diversas Órdenes

6  Alfonso XIII no comenzó su reinado hasta 1902.

Revista de Historia Militar, 123 (2018), pp. 134-148. ISSN: 0482-5748


ESTADOS, ESCALAFONES, ANUARIOS Y ESCALILLAS 135

Militares: Real y Militar Orden de


San Fernando; Real y Militar Orden
de San Hermenegildo, con pensión o
aspirantes a ella; Mérito Militar, por
servicios de guerra o especiales, y
María Cristina7.
En las páginas siguientes apa-
recían los escalafones de las Armas
y Cuerpos que integraban el Ejér-
cito, por empleos, comenzando por
los pertenecientes a Estado Mayor y
siguiendo los de Alabarderos, Infan-
tería -Escalas Activa, Reserva y Re-
serva gratuita-, Caballería -Activa,
Reserva y Reserva gratuita-, Artille-
ría, Ingenieros, Guardia Civil, Ca-
rabineros, Estado Mayor de Plazas,
Inválidos, Jurídico Militar, Admi-
nistración Militar, Sanidad Militar,
Farmacéuticos, Cuerpo Eclesiásti-
co del Ejército, Veterinaria Militar,
Profesores de Equitación, Oficinas
Militares, Brigada Obrera y Topo-
gráfica del Cuerpo de E.M. del Ejér-
cito, Brigada Sanitaria y Celadores
de Fortificación. De cada persona se
proporcionaba el título nobiliario,
fechas de nacimiento, ingreso en el
servicio, antigüedad y efectividad, y,
para terminar, el destino que se ocu-
paba; en el caso de Estado Mayor,
Artillería, Ingenieros, Guardia Civil
y Carabineros aparecían también el
grado y empleo en el Ejército y la
antigüedad de este último, mien-
tras en Inválidos figuraba el Arma o
Cuerpo de procedencia.
Los nombres del teniente Ruiz
7  Todavía no se había concedido ninguna Gran y de los capitanes Daoíz y Velarde
Cruz. incluidos en el Anuario

Revista de Historia Militar, 123 (2018), pp. 135-148. ISSN: 0482-5748


136 JOSÉ LUIS ISABEL SÁNCHEZ

Con el fin de honrar la memoria de aquellos militares que habían des-


tacado por su valor en diversos hechos de guerra, sus nombres se incluían
en los escalafones del Arma a la que habían pertenecido. Así, en cabeza de
los primeros tenientes de Infantería aparecía Jacinto Ruiz Mendoza, con la
leyenda Mártir de la Independencia española. Murió a consecuencia de las
heridas que recibió peleando valerosamente el 2 de mayo de 1808, mien-
tras el escalafón de capitanes de Artillería se iniciaba con los de Luis Daoíz
Torres y Pedro Velarde Santiyán: Como presentes, y muertos gloriosamente
por la libertad de la patria el 2 de mayo de 1808.
Terminado el escalafón individual, aparecía una exhaustiva informa-
ción sobre la composición del ejército activo de la Península, seguido de la
plantilla de jefes y oficiales:
−− Infantería. 74 Regimientos de Línea, 30 Batallones de Cazadores
de Infantería y otras unidades independientes de Melilla, Cuba,
Filipinas y Canarias.
−− Caballería. 31 Regimientos de Lanceros, Dragones, Cazadores y
Húsares, otras unidades independientes de Ceuta, Melilla, Filipi-
nas y Canarias, terminando con los Establecimientos de Remonta
y los Depósitos de Sementales.
−− Artillería. 12 Batallones y un Regimiento de Plaza, 10 Regimien-
tos de Campaña, 2 Regimientos de Montaña y un Regimiento de
Sitio.
−− Ingenieros. 4 Regimientos de Zapadores Minadores, un Regi-
mientos de Pontoneros, un Batallón de Telégrafos, un Batallón
de Ferrocarriles, una Brigada Topográfica, un Batallón Mixto de
Cuba y un Batallón de Obreros de Filipinas.
−− Guardia Civil. 16 Tercios.
−− Carabineros. 9 Subinspecciones.
−− Administración Militar. Una Brigada de Obreros y una Brigada
Obrera Topográfica del Cuerpo de E.M.
−− Sanidad Militar. 4 Brigadas Sanitarias.
−− Cuerpo de Miqueletes de Guipúzcoa y de Miñones de Vizcaya y
de Álava, Somatenes de Cataluña y Escuadras de Barcelona.
A continuación aparecía la composición orgánica de la Reserva de
Infantería, Caballería, Artillería e Ingenieros, con los nombres de los jefes y
oficiales en plantilla cada una de sus unidades.

Revista de Historia Militar, 123 (2018), pp. 136-148. ISSN: 0482-5748


ESTADOS, ESCALAFONES, ANUARIOS Y ESCALILLAS 137

Le seguía la Escala General de Coroneles, por orden de antigüedad en


el empleo, junto con el Arma o Cuerpo de procedencia, dicha antigüedad y la
efectividad.
Terminaba el Anuario con un resumen del personal que compone el
Ejército y un índice alfabético.
Parece ser que la aparición del Anuario fue muy bien recibida por los
componentes del Ejército, que envidiaban que ya existiese en la totalidad de
las naciones europeas, agradeciendo su labor al general Azcárraga, ministro
de la Guerra. Aun así, hubo quien no estaba totalmente satisfecho de su con-
tenido y pedía que se incluyese en él una reseña bibliográfica por Armas y
Cuerpos con las obras y artículos publicados en revistas y memorias, unido
a una reseña histórica de las Armas y Cuerpos.
La aparición del primer Anuario sirvió para que se diesen a conocer
el número de componentes de los cuadros de mando, su edad, el tiempo de
permanencia en cada empleo y otros detalles hasta entonces ignorados.
El Anuario se puso a la venta en las oficinas del Depósito de le Guerra
al precio de cinco pesetas.
Atendiendo a las observaciones que se hicieron al primero de los Anua-
rios, en el segundo se incluyó una cronología de los ministros de la Guerra des-
de 1475, en la que aparecía el nombre de cada uno de ellos acompañado de su
título nobiliario, la fecha de su nombramiento y un apartado de observaciones.
Se añadió un nuevo capítulo tercero dedicado a la Industria Militar,
con una reseña histórica y la plantilla de las fábricas, maestranzas, fundicio-
nes y pirotecnias a cargo del Cuerpo de Artillería, establecimientos centrales
de Ingenieros y Administración Militar, laboratorios y farmacias militares.
Al inicio del capítulo seis, dedicado a las Escalas Generales y por
Cuerpos del Ejército Activo, se incluía un resumen de la composición del
Ejército con sus efectivos y plantillas, extensivo a los Ejércitos de Cuba,
Puerto Rico y Filipinas.
En cuanto a las Grandes Cruces de las Órdenes Militares, además de
las mencionadas en el anterior Anuario aparecían la del Mérito Naval con
distintivos rojo y blanco, las Reales y Distinguidas Órdenes de Carlos III e
Isabel la Católica y las correspondientes a países extranjeros.
A continuación del Índice alfabético se daba entrada a una Lista al-
fabética de los puntos donde había establecimientos militares o guarnición,
a la que seguían unos cuadros estadísticos con el personal que formaba el
Ejército peninsular y de Ultramar, incluida la tropa, y otro de las altas y ba-
jas producidas en las Armas y Cuerpos durante el anterior año. Terminaba el
escalafón con una serie de apéndices que contenían la organización del Ejér-
cito por Armas y Cuerpos, la organización divisionaria y las zonas militares.

Revista de Historia Militar, 123 (2018), pp. 137-148. ISSN: 0482-5748


138 JOSÉ LUIS ISABEL SÁNCHEZ

En 1893, como consecuencia de la nueva división territorial y reorga-


nización de las tropas de todas las Armas y Cuerpos se retrasó la publicación
del Anuario, que no se puso a la venta hasta el mes de diciembre, aparecien-
do en un mismo volumen los correspondientes a los años 1893 y 1894.
En este nuevo Anuario se añadió un capítulo dedicado a la Remonta y
Cría Caballar, detallando todos los establecimientos existentes y el personal
que lo componía y se añadieron las plantillas en tiempo de paz y de guerra.
A los nombres de Daoíz, Velarde y Ruiz se unió en esta publicación el
de Vicente Moreno Romero, puesto en primer lugar de los capitanes de In-
fantería con la leyenda: Muerto gloriosamente en Granada, el 10 de agosto
de 1810, por defender la independencia de la Patria.
Esta estructura del Anuario se mantuvo durante los años siguientes
aunque con ligeras variaciones, a las que hacemos una escueta mención:
1896. Se inicia el Anuario con un retrato de la Reina Regente en com-
pañía de D. Alfonso XIII. En el capítulo de Instrucción Militar, además de los
nombres de los profesores de cada academia o escuela se comienzan a recoger
los de los alumnos de cada curso. Dada la situación bélica en Cuba y Filipinas,
en el apartado Ejércitos de Ultramar se ofrece una amplia información sobre
la división territorial, distritos de operaciones, plantillas de personal, ganado
y material, unidades y plantilla de las mismas tanto del Ejército Permanente
como del Expedicionario de Cuba, Puerto Rico y Filipinas. También se re-
cogen por vez primera las condecoraciones concedidas el año anterior (San
Hermenegildo y Grandes Cruces al Mérito Militar y de María Cristina), los as-
censos a los diferentes empleos, los cambios de destino y las bajas en todas las
Armas, Cuerpos y Escalas, los Cuerpos Expedicionarios embarcados después
de noviembre de 1895 y la fecha de creación de todas las unidades. En la plan-
tilla del 1er Batallón del Regimiento de Infantería de África núm. 1 se incluye
al capitán Vicente Moreno Romero (Mártir de la Independencia)8. El Anuario
llega a alcanzar las 1.046 páginas y es obra del coronel jefe del Depósito de
Guerra y autor de notables obras de matemáticas Manuel Benítez Parodi.
1897. Retrato de S.M. la Reina Regente. Retrato de S.M. el Rey don
Alfonso XIII con uniforme de cadete de Infantería. En la plantilla del 1er
Batallón del Regimiento de Infantería del Rey se incluye al teniente Jacinto
Ruiz Mendoza (Mártir de la Independencia).
1898. Retrato conjunto de SS.MM. la Reina Regente y el Rey. En la
relación de miembros de la Orden del Mérito Militar para premiar servicios
especiales aparecen los nombres de los caballeros no militares y en la de
María Cristina los de los extranjeros.
8  
No se incluye al teniente Ruiz Mendoza porque el 1er Batallón del Regimiento del Rey se
encuentra en Cuba formando parte del Ejército Expedicionario.

Revista de Historia Militar, 123 (2018), pp. 138-148. ISSN: 0482-5748


ESTADOS, ESCALAFONES, ANUARIOS Y ESCALILLAS 139

Retratos de SS.MM. la Reina Regente y el Rey D. Alfonso XIII


en los Anuarios de 1896 y 1898

1899. Hasta este año todos los nombres que aparecían en los dife-
rentes escalafones iban precedidos de un número de orden excepto el del
Rey -como capitán general-, los de los capitanes Moreno, Daoíz y Velarde
y el del teniente Ruiz, pero en este año comienzan a incluirse a quienes el
Monarca ha concedido un empleo con carácter honorario, siendo los dos
primeros los infantes y hermanos don Fernando y don Carlos de Borbón y
Borbón9. Se incluye una relación de oficiales que han renunciado al empleo
superior y un apéndice con las variaciones ocurridas durante la impresión
del Anuario.
1900. Fotografía de don Alfonso XIII con uniforme de cadete de In-
fantería y fotografía de S.M. la Reina Regente. El capitán Vicente Moreno
Romero es trasladado del Regimiento de África núm. 1 al de Melilla núm.
1. En los apéndices finales se añade la relación de vueltas al servicio y los
cambios en el estado civil y en las clasificaciones.
1902. En los apéndices aparecen los títulos nobiliarios concedidos y
los cambios de antigüedad.

9   ecibieron a título honorario el empleo de primer teniente de Artillería en 1893 y 1894, res-
R
pectivamente, pasando ambos en 1898 al Cuerpo de Estado Mayor. Carlos, casado en 1901
con María de las Mercedes, hermana mayor de don Alfonso XIII, fue promovido en 1902 al
empleo de general de brigada, llegando en 1927 al de capitán general.

Revista de Historia Militar, 123 (2018), pp. 139-148. ISSN: 0482-5748


140 JOSÉ LUIS ISABEL SÁNCHEZ

1903. Retrato de S.M. el Rey a caballo. Se reduce el número de pági-


nas del Anuario, por lo cual desaparecen todos los apéndices que se recogían
en las últimas páginas, antes del índice alfabético.
1904. Además de los nombres de los Caballeros que poseen las Gran-
des Cruces de San Fernando y de San Hermenegildo, a partir de este año se
incluyen los de las demás clases de ambas Órdenes.
1905. En el escalafón de capitanes de Caballería se incluye al infante
don Fernando de Baviera y de Borbón10.
1906. Retrato de S.M. el Rey a caballo. En cabeza de la Escala de
capitanes generales se incluyen a las personas de la realeza que ostentan este
título con carácter honorífico, que también aparecen en la Escala general de
coroneles, y en los escalafones de coroneles, tenientes coroneles y capitanes
de cada Arma y Cuerpo, así como en las plantillas de cada Cuerpo activo. Se
incluye en el escalafón de Caballería al segundo teniente honorífico S.A.R.
Raniero de Borbón y Borbón11 y en el del Cuerpo de Inválidos a Miguel de
Cervantes Saavedra “Herido en Lepanto y gloria de la literatura española”.

Retratos de D. Alfonso XIII y de Dª Victoria Eugenia en 1906 y 1907

10  Perteneciente a la Casa de las Dos Sicilias, era nieto de Isabel II y contrajo matrimonio en
1906 con María Teresa, hermana de don Alfonso XIII.
11  Perteneciente a la Casa Real de las Dos Sicilias e Infante de España.

Revista de Historia Militar, 123 (2018), pp. 140-148. ISSN: 0482-5748


ESTADOS, ESCALAFONES, ANUARIOS Y ESCALILLAS 141

1907. Retratos de don Alfonso XIII y de doña Victoria Eugenia; du-


rante los años siguientes continuarán apareciendo estos retratos en diferen-
tes poses. El capitán Vicente Moreno pasa al Regimiento de Melilla núm.
59. Se incluye en el escalafón de Caballería al segundo teniente con carácter
honorífico S.A.R. Felipe de Borbón y Borbón12.
1908. Retrato de don Alfonso XIII y de doña Victoria Eugenia con el
príncipe de Asturias.
1909. Aparece corregido el segundo apellido del capitán Vicente Mo-
reno Romero, convertido en Bautista.
1911. Desaparecido el teniente Ruiz Mendoza de las escalas por
Cuerpos desde 1901, vuelve a aparecer en el Regimiento del Rey en 1911.
1912. A partir de este Anuario, al lado del nombre de los Caballeros
de San Fernando aparece un dibujo con la Cruz Laureada o Sencilla, figu-
rando una estrella al lado de los diplomados de Estado Mayor.
1915. Además de los retratos de SS.MM. los
Reyes se incluye el de S.A.R. el Príncipe de Astu-
rias con uniforme de soldado. Aparece señalados
al margen de los escalafones los pilotos aviadores
con las palabras “P.A.” Se ha cambiado el segundo
apellido del capitán Vicente Moreno, Baptista en
lugar de Bautista.
1916. Se inicia un curioso apartado al que
se le da el título de Donaciones y legados hechos
al Ejército, en el que aparecen los donantes y los
beneficiarios (Colegios de Huérfanos, Cuerpo y
Cuartel de Inválidos, heridos y muertos en cam-
paña, etc.). En la Reserva gratuita se incluyen los
nombres de los oficiales moros de Infantería y Ca-
ballería.
1919. A partir de este año se dedica uno de
los capítulos del Anuario a la Aeronáutica Militar, S.A.R. el Príncipe
a su nacimiento y a la organización de los Servicios de Asturias (1915)
de Aerostación y Aviación.
1920. Los dos últimos capítulos del Anuario, dedicados a recoger las
Escalas generales del Ejército activo y las del Ejército en situación de reser-
va, se ven aumentados con la relación del personal acogido a la Ley de 29
de junio de 1918 y con la de la oficialidad de Complemento.

12  Hermano de Raniero de Borbón y Borbón.

Revista de Historia Militar, 123 (2018), pp. 141-148. ISSN: 0482-5748


142 JOSÉ LUIS ISABEL SÁNCHEZ

1923. El Anuario de este año recoge unas completas plantillas que


ocupan veinticuatro páginas y que habían servido de base para la formación
del presupuesto:
−− Resumen de la Administración Central
−− Resumen de la Administración Regional
−− Cuerpos armados
−− Cuerpos armados permanentes
−− Fuerzas Regulares Indígenas
−− Fuerzas complementarias
Por otra parte, en la relación de Escalas por Cuerpos cada uno de ellos
contiene el escudo y el historial del mismo. En cabeza de los coroneles del
Arma de Caballería aparece por vez primera, sin número de escalafón, Pe-
dro Regalado Elío, con la leyenda: Muerto gloriosamente al frente del Regto
Húsares de la Princesa en la acción de Orduña, el 5 de marzo de 1836. Al
escalafón de alféreces de Caballería se incorpora S.A.R. el Infante don Al-
fonso María de Borbón y Borbón13.
1924. Aparece S.A.R. don Alfonso de Borbón y Battemberg, Príncipe
de Asturias, en el escalafón de alféreces de Infantería, en un principio con
número y más tarde sin él. En cabeza de los tenientes coroneles de Caba-
llería está Fernando Primo de Rivera y Orbaneja con la leyenda: Muerto
heroicamente en Monte Arruit el 5 de agosto de 1921.
1925. Dejan de aparecer las plantillas de Cuerpos activos, quedando
tan solo el escudo y el historial de los Cuerpos.
1926. Aparecen por primera vez los condecorados con la Medalla Militar.
1928. Se muestran los Cuerpos recompensados con la Corbata de la
Real y Militar Orden de San Fernando y con la Medalla Militar.
1929. Se incluye en el primer lugar del escalafón de capitanes de
Caballería a Ángel Hernández Menor, acompañado de la leyenda: Muerto
heroicamente en el desembarco de las tropas en Alhucemas el 8 de septiem-
bre de 1925. En el escalafón de capitanes de Ingenieros se coloca en primer
lugar a Félix Arenas Gaspar, con la leyenda: Muerto heroicamente el 28 de
julio de 1921 en las proximidades de Monte Arruit, R.O.C. 19 de junio 1928
(.D.O. 135). Al lado de las condecoraciones ya mencionadas están la Meda-
lla Aérea y la Plus Ultra -en 1930 aparecería la Medalla Naval
1931. En los escalafones por Cuerpos desaparecen los escudos e historial
de éstos y se vuelve a recuperar las relaciones de personal que los componen.

13  Era hijo del Infante y general Carlos de Borbón y Borbón.

Revista de Historia Militar, 123 (2018), pp. 142-148. ISSN: 0482-5748


ESTADOS, ESCALAFONES, ANUARIOS Y ESCALILLAS 143

Inclusión de los nombres de héroes en los Anuarios: Cor. Cab. Pedro Regalado Elío
(1923), TCol. Cab. Fernando Primo de Rivera (1924), Cap. Cab. Ángel Hernández
Menor (1929) y Cap. Ing. Félix Arenas Gaspar (1929)

Revista de Historia Militar, 123 (2018), pp. 143-148. ISSN: 0482-5748


144 JOSÉ LUIS ISABEL SÁNCHEZ

1932. La llegada de la República, con el desmantelamiento de gran


parte de los organismos militares, trastornó la publicación del Anuario Mili-
tar, que pasó a ser redactado por la Sección de Organización y Movilización
del E.M.C. El número de sus páginas, que había llegado a su máximo en
1898 con 1.133 para decaer a comienzos del siglo XX a cerca de 700 y ele-
varse en los años veinte hasta alcanzar en 1930 1.171, cayó hasta las 526,
caída no solo producida por la drástica reducción de personal sino también
por la reducción en la información que proporcionaba. Su precio, que había
llegado a las seis pesetas, se redujo a cinco, como en el inicio de su impre-
sión. Desapareció todo lo relativo a la Familia Real y la Casa Militar de Su
Majestad fue sustituida por el Cuarto Militar del Excmo. Sr. Presidente de la
Repú­blica. Se mantuvo la cronología de los ministros de la Guerra y la or-
ganización del Ejército pero desaparecieron las relaciones de profesores y
alumnos de las Academias. En el
capítulo dedicado a la Industria
militar dejaron de aparecer los
nombres de los destinados en cada
establecimiento. Apareció un capí-
tulo IV dedicado a las Inspeccio-
nes Generales del Ejército, pero
desaparecieron los dedicados a
Cría caballar y Remonta y a Aero-
náutica Militar. La demarcación
territorial se ajustó a los cambios
republicanos, ofreciéndose en el
Capítulo VII la reorganización dis-
puesta por decreto de 25 de mayo
de 1931, con el cambio de nom-
bres de los Cuerpos. De los escala-
fones cayeron los miembros de la
realeza, permaneciendo tan solo
cuatro de los diecisiete que habían
pertenecido al Ejército14. A los no-
bles españoles honorarios de algún Anuario de 1932
14  Estoscuatro Borbones fueron: Francisco y Alberto de Borbón y Castellví, tenientes generales
e hijos de Enrique de Borbón y Borbón, Infante de España, muerto en duelo con el duque de
Montpensier. Ambos combatieron con los carlistas en la tercera guerra civil y a su término se
le concedió el empleo de general de brigada de Infantería al primero y de coronel de Caballería
al segundo; José Luis de Borbón y Rich, hijo de José María de Borbón y de la Torre, teniente
de Infantería fusilado por el Frente Popular en 1936; Francisco María de Borbón y de la Torre,
hijo de Francisco de Borbón y Castellví y coronel de Infantería.

Revista de Historia Militar, 123 (2018), pp. 144-148. ISSN: 0482-5748


ESTADOS, ESCALAFONES, ANUARIOS Y ESCALILLAS 145

regimiento se les privó del título que hasta entonces ostentaban en los distin-
tos escalafones por empleos. Así como en Infantería se eliminan los corone-
les y tenientes coroneles honorarios, desaparecen de Caballería y Artillería
los miembros de la realeza europea. En los años siguientes, hasta 1936, se-
guirán desapareciendo nombres de honorarios. Se incluyen en el escalafón
de capitanes de Infantería con el número correspondiente a su antigüedad y
con la leyenda Muerto gloriosamente por la República a Fermín Galán Ro-
dríguez y Ángel García Hernández. En cuanto al personal destinado en los
Cuerpos, dejan de recogerse a los que componían toda la plantilla, para dejar
solamente el jefe del Cuerpo, Plana Mayor y jefes de los batallones o unida-
des similares.

Escalillas individuales de arma y cuerpo

Tras la Guerra Civil desapareció el Anuario y se volvió a la publica-


ción de escalillas de cada Arma y Cuerpo, siendo la más antigua que se ha
podido consultar la de Artillería de 1942. Cambió por completo el concepto
de la publicación, que, de acuerdo con el título de este artículo, pasó de con-
tener una utilísima información enciclopédica a la simpleza más absoluta.
En las primeras páginas figuraba el nombre del Jefe del Estado Es-
pañol y generalísimo de los Ejércitos Nacionales Excmo. Sr. D. Francis-
co Franco Bahamonde, capitán general del Ejército y de la Armada, al que
seguían el ministro del Ejército y los altos cargos del Ministerio. Conti-
nuaban los escalafones por Escalas (Activa, Complementaria y Reserva)
por empleos, con las fechas de nacimiento y de antigüedad y el destino. A
continuación seguían los destinos por Cuerpos y Depen­den­cias; los Cuerpos
seguían manteniendo la numeración dada durante la República. Se recogía
a continuación la legislación y terminaba con el índice por Escalas y orden
alfabético; más adelante se incluiría la fecha de ingreso.
A partir de la Escalilla de 1957 figuraba también el nombre de José
Moscardó Ituarte15. A raíz de la designación de don Juan Carlos de Borbón
como sucesor en la Jefatura del Estado y de su promoción a general de bri-
gada honorífico, apareció en los escalafones de 1970: S.A.R. D. Juan Carlos
de Borbón y Borbón. General de Brigada Honorífico. Príncipe de España16.

15  Por decreto de 13 de abril de 1956 se le concede el empleo de capitán general y se determina
que «En todos los escalafones del Ejército figurará en cabeza el nombre del Capitán General
don José Moscardó Ituarte, seguido de la frase “Jefe del Alcázar de Toledo”».
16  Ley 62/1969 y decretos 1586 y 1588/1969.

Revista de Historia Militar, 123 (2018), pp. 145-148. ISSN: 0482-5748


146 JOSÉ LUIS ISABEL SÁNCHEZ

En cuanto a los personajes representativos de cada una de las Armas,


en Infantería volvieron a aparecer el capitán Moreno y el teniente Ruiz; en
Caballería el coronel Regalado, el teniente coronel Primo de Rivera y el ca-
pitán Hernández Menor; en Artillería los capitanes Daoíz y Velarde -ahora
acompañados del número de la Promoción a la que pertenecían y del año de
salida de la Academia- y en Ingenieros el capitán Arenas.
A la muerte del Jefe del Estado, S.M. el Rey determinó por decreto
3.269/1975 que En todos los escalafones de los Ejércitos de Tierra, Mar y
Aire figurará en cabeza, en lo sucesivo y a perpetuidad, el excelentísimo se-
ñor don Francisco Franco Bahamonde, Generalísimo y Capitán General de
los Ejércitos, seguido de la frase “Caudillo de España”17. Como veremos,
lo de “a perpetuidad” sería solamente una declaración de intenciones.
En 1986 se le dio a las Es-
calillas un nuevo formato, pasan-
do del vertical al horizontal. En
sus primeras páginas aparecían:
S.M. el Rey D. Juan Carlos de
Borbón y Borbón. Capitán gene-
ral de los Ejércitos de Tierra, Mar
y Aire; Ministro de Defensa Exc-
mo. Sr. Don Narciso Serra Serra;
los Jefes de Estado Mayor de la
Defensa y del Ejército; Genera-
lísimo y capitán general de los
Ejércitos Excmo. Sr. D. Francisco
Franco Bahamonde. Caudillo de
España, y el capitán general del
Ejército español. Excmo. Sr. D.
José Moscardó Ituarte. Jefe del
Alcázar de Toledo. De los dife-
rentes empleos se ofrecía al lado
del nombre de cada uno el nú-
mero en el escalafón, las fechas
de antigüedad y nacimiento, los
Escalilla de 1976
diplomas que poseía y el destino.

17  El
decreto 3269/1975 decía en su preámbulo: Por el elevado valor ejemplarizador de su limpia
conducta, por cuanto ésta deba tener de ejemplo permanente para todos los miembros de las Fuer-
zas Armadas, en la firme voluntad de prestar un homenaje eficaz y permanente a la memoria de
Franco, a propuesta de los Ministros del Ejército, Marina y Aire, y previa deliberación del Consejo
de Ministros en su reunión del día cinco de diciembre de mil novecientos setenta y cinco.

Revista de Historia Militar, 123 (2018), pp. 146-148. ISSN: 0482-5748


ESTADOS, ESCALAFONES, ANUARIOS Y ESCALILLAS 147

Escalilla de 1986

No duró mucho la decisión real de que el nombre de Franco figurase


en las Escalillas en lo sucesivo y a perpetuidad, pues el mismo Monarca
refrendaba con su firma por real decreto 394/1987 la regulación de los es-
calafones del personal de las Fuerzas Armadas y Guardia Civil, en el que
se dictaba que en los mismos figurase exclusivamente el personal que se
encontrase en las situaciones militares establecidas en la ley vigente, lo que
trajo consigo la eliminación de los nombres de los distinguidos y heroicos
personajes que cada Arma había elegido recoger en sus escalafones con el
fin de mantener y honrar su memoria, tal y como nos recuerdan nuestras
Ordenanzas. Se razonaba en el citado decreto que con él pretendía que el
escalafón responda a su verdadero y natural significado de ser una relación
ordenada de miembros de las Fuerzas Armadas y de la Guardia Civil co-
rrespondientes a su Arma o Cuerpo y a una situación concreta, que pueda
utilizarse como documento de trabajo y consulta.
A partir de ese momento las Escalillas pasaron a ser conjuntas para
todas las Armas en función de las Escalas.
Recibido: 24/11/2016
Aceptado: 29/11/2016

Revista de Historia Militar, 123 (2018), pp. 147-148. ISSN: 0482-5748


On the myth on the machete charge during the War of Independence in
Cuba (1895-1898), by Mr. Juan Antonio MARTÍN RUIZ, Doctor in His-
tory, member of the Andalusian Academy of History

Revista de Historia Militar


Número 123 (2018), pp. 149-174
ISSN: 0482-5748
RHM.05
Sobre el mito de la carga al machete en la Guerra de Independencia
de Cuba (1895-1898), por don Juan Antonio MARTÍN RUIZ, doctor en
Historia, miembro de la Academia Andaluza de la Historia

SOBRE EL MITO DE LA CARGA AL MACHETE


EN LA GUERRA DE INDEPENDENCIA DE CUBA
(1895-1898)
Juan Antonio MARTÍN RUIZ1

RESUMEN

El nacionalismo cubano ha creado varios mitos que tienen su origen en


la guerra de independencia de 1895 a 1898, siendo quizás uno de los más des-
tacados el del uso del machete en las cargas de caballería que habrían aterro-
rizado a las tropas españolas a pesar de estar mucho mejor armadas, y en las
que causaban verdaderos estragos entre sus filas. Sin embargo, a lo largo de los
últimos años se ha puesto en cuestión dicha creencia, de manera que estas cargas
al machete no parecen haber sido tan efectivas como se había pretendido en un
principio, según avalan también los datos médicos aportados por los hospitales
militares hispanos, aun cuando no cabe duda de que su impacto sicológico sobre
los soldados españoles destinados a la isla antillana fue muy notable.

PALABRAS CLAVE: guerra de Cuba, machete, mito, carga, caballería,


formación en cuadro.

ABSTRACT

Cuban nationalism has created several myths which have their origin in
the war of independence from 1895 to 1898. One of the most outstanding may
be the use of the machete in the cavalry charges which would have terrified the
1  Universidad Internacional de Valencia. juanantonio.martinr@campusviu.es

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Spanish troops although they were much better armed, and which were caus-
ing real devastation among their rank and file. Nevertheless, the above men-
tioned belief has been questioned over the last years, so these machete charges
do not seem to have been so effective as they had formerly been considered,
as also the medical information supplied by the Spanish military hospitals
supports. However, their psychological impact on the Spanish soldiers based
on the West Indian island was definitely remarkable.

KEY WORDS: Cuba war, machete, myth, charge, cavalry, square


formation.

*****

Introducción

N
o parece exagerado afirmar que uno de los aspectos más llamati-
vos de la guerra de independencia de Cuba (1895-1898), fue el de
las cargas al machete llevadas a cabo por los sublevados o mambi-
ses contra las armas hispanas. Hasta tal punto la imagen de unas valientes
y arriesgadas cargas de caballería que diezmaban, cuando no aniquilaban
completamente, a las columnas españolas y que vemos recreadas en foto-
grafías de la época2 (Figura 1) ha calado en la historiografía sobre el tema,
que estas han llegado a convertirse en un auténtico mito hasta constituir
el eje central de algunas producciones cinematográficas. Tan numerosos
y efectivos habrían sido estos ataques que los soldados hispanos huían
impelidos por el pánico a pesar de su manifiesta superioridad en arma-
mento, de tal manera que, como se ha señalado, “el machete vino a ser un
rasgo distintivo de la osadía de los cubanos y de la incompetencia de los
españoles”,3 o lo que es lo mismo, la victoria de un pueblo mal armado
contra un ejército superior al que de muy poco le servía su mayor adelanto
tecnológico.

2   USELL, Javier; ACOSTA, Enrique y UZ, Elíades de la: Fotografías de la Guerra de Cuba.
T
Pentagraf Ediciones, Valencia, 2005, pp. 131 y 153.
3  TONE, John Lawrence: Guerra y genocidio en Cuba 1895-1898. Editorial Turner, Madrid,
2008, p. 171.

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Figura 1. Las cargas con machete de los mambises, en este caso simulada, fueron célebres
en la Guerra de Cuba (Fuente: Tusell, Acosta, de la Uz).

Sin embargo, a priori parece difícil aceptar que un machete pudiera


resultar más efectivo que un fusil Mauser alemán modelo de 1893 como
era el utilizado por el Ejército Español en dicha contienda4, sin duda uno
de los mejores de su época. Por ello intentaremos comprobar si fue esa
la realidad o bien como acontece, por ejemplo, con las aguerridas ama-
zonas que combatían junto a los mambises, su aceptación se debe a una
transmisión acrítica junto a la magnificación de algunos hechos de armas
favorables a los sublevados y a condicionantes políticos vinculados con la
forma en que la isla obtuvo su independencia. Como ha sostenido algún
investigador “mucho se ha difundido la imagen de las cargas de machete
de los mambises, que tanto ha gustado de reiterar la historiografía pro-
pagandística de la Cuba revolucionaria. La realidad fue muy distinta, y
estos fantasiosos macheteos multitudinarios fueron escasos por no decir
contados con los dedos de una mano...”.5
4   UERRERO ACOSTA, José Manuel: “Cuba 1898: vestuario, equipo y vida del soldado”, en
G
Militaria. Revista de Cultura Militar, nº 13, 1999, p. 128.
5  GUERRERO ACOSTA, José Manuel: El Ejército español en Utramar y África (1850-1952).
Los soldados olvidados del otro lado del mar. Editorial Acción Press, Madrid, 2003, p. 108.

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Obviamente ello no quiere decir que el machete no fuese un arma


capaz de infundir terror entre los soldados españoles, pues la abundante do-
cumentación conservada avala tal aseveración, si bien parece conveniente
matizar el protagonismo que tradicionalmente se le ha venido otorgando
como elemento decisorio, algo que procuraremos ilustrar en las páginas que
siguen con diversos ejemplos reales entresacados de las fuentes documenta-
les de la época, así como con datos proporcionados por algunos hospitales
españoles existentes en la isla a lo largo de la contienda, aunque sin ánimo
de ser exhaustivos para no cansar al lector.

El machete y la formación en cuadro

Para las poblaciones antillanas (Figura 2), tanto si nos referimos a las
asentadas en la isla de Cuba como a aquellas otras instaladas en las cercanas
Haiti o Santo Domingo, el
machete fue un elemento de
uso constante en su vida coti-
diana relacionada particular-
mente con las labores agrí-
colas. Sin embargo, y como
herencia de los contingentes
humanos traídos de África
para servir como mano de
obra esclava, también tenía
una fuerte carga simbólica
como arma individual trans-
mitida en no pocas ocasio-
nes por medio de bailes en
los que se empleaba como
aditamento, aunque a veces
también podía ser sustituido
por una lanza o, sobre todo,
un cuchillo.6
En realidad, aunque el Figura 2. El machete fue un arma muy usada en la
machete tiene una indudable guerra de Cuba, como se recrea en esta fotografía
ventaja sobre la bayoneta, no de época (Fuente: Tusell, Acosta, de la Uz)

6   ESCH-OBI, T. J.: “Peinillas and Popular Participation: Machete figting in Haiti, Cuba y
D
Colombia”, en Memorias. Revista Digital de Historia y Arqueología desde el Caribe Colom-
biano, nº 11, 2010, pp. 146-149.

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está tan claro que fuese mejor arma que el sable.7 Como nos dice Antonio
Díaz Benzo en una obra escrita en 1897: “Es el machete un arma de campo,
más propia para abrirse paso en la manigua y chapear que para el com-
bate, pues, lejos de estar convenientemente nivelado, tiene mayor peso en
la punta, con objeto de favorecer el corte de materias duras”.8 Tres eran
los tipos que se usaban por aquel entonces en Cuba, como eran los llama-
dos de “calabozo”, de “media caña” y de “chapeo”, si bien el primero de
ellos no se consideraba un arma idónea para la lucha, en tanto el segundo
se usaba ocasionalmente al ser muy pesado y desequilibrado, de forma que
el más empleado era el último con una hoja más estrecha y larga que un
sable aunque más pesado que éste. Sin embargo, dicha circunstancia en oca-
siones podía llegar a suponer cierta ventaja para quien lo manejara, como
desgraciadamente pudo comprobar el soldado Francisco Domínguez López
en enero de 1896 al luchar contra un mambí que con un golpe de machete le
rompió en dos el sable con que se defendía, algo que casi le cuesta la vida,9
aunque de él volveremos a hablar más adelante. A pesar de esta desventaja
los mambises supieron hacer un eficaz uso del machete llegando a suplir
con bastante eficiencia al sable,10 siendo notorio que cuando una unidad era
atacada con este arma durante una retirada sus efectos eran terribles,11 pues
como ya advirtió el capitán español Antonio del Rosal antes de ser captura-
do durante la Guerra de los Diez Años “...siempre que a nuestras tropas les
quepa la desgracia de volverles la espalda, sufrirán una derrota desastrosa,
porque entonces son terribles: caen como fieras al arma blanca sobre sus
enemigos...”.12
A pesar de que la principal formación estratégica del Ejército Espa-
ñol en la guerra de Cuba consistía en una línea extendida escalonada en
profundidad13 (Figura 3), las fuentes de la época coinciden al indicar que
para intentar contrarrestar estas cargas de caballería las tropas españolas de
infantería tendían a formar un cuadro cerrado (Figura 4) en el que teórica-
mente la artillería debía situarse en sus ángulos, aun cuando esto no siempre

7   ONE, John Lawrence: “The Machete and the Liberation of Cuba”, en The Journal of Military
T
History, nº 62, 1998, p. 23.
8  DÍAZ BENZO, Antonio: Pequeñeces de la guerra de Cuba. Madrid, 1897, p. 80.
9  GÓMEZ, Fernando: “El soldado Francisco Domínguez López”, en Los Lunes de El Imparcial,

20 de enero de 1896, p. 1.
10  DÍAZ MARTÍNEZ, Yolanda: “Dos ejércitos en lucha: tácticas y estructuras militares en la

Guerra del Cuba, 1895-1898”, en Revista Complutense de Historia de América, 20, 1994, p.
268.
11  GUERRERO, Rafael: Crónica de la Guerra de Cuba (1895). Barcelona, 1895, vol. I, p. 98.
12  REY, Antonio del: Los mambises. Memoria de un prisionero. Madrid, 1874, p. 9.
13  GUERRERO ACOSTA, José Manuel: El ejército español en campaña, 1643-1921. Ed. Alme-

na, Madrid, 1998, p. 63.

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fue así.14 Era esta una estrategia que ya por aquel entonces hacía uso de lo
que podemos considerar como una formación táctica excesivamente tradi-
cional e inclusive arcaica.15 Prueba de ello es que en el Reglamento Militar
de 1880 se restringía su uso contra la caballería exclusivamente a terrenos
con relieves llanos,16 si bien durante su instrucción los nuevos reclutas que
irían a luchar contra los mambises debían practicar, tal y como ordenaba la
Real Orden nº 346 de 18 de diciembre de 1895, “la reunión y agrupación,
como medida de defensa contra la caballería”.17

Figura 3. Como vemos en esta fotografía, las tropas españolas solían disponerse en filas
para combatir (Fuente: Tusell, Acosta, de la Uz).

Ahora bien, no pocas veces los mandos y oficiales españoles no duda-


ban en variar esta formación según fuesen las circunstancias, como se vieron
obligados a hacer el 1 de febrero de 1896 cuando Maceo realizó tres cargas
con más de 2.000 jinetes contra 800 españoles, logrando romper algunos

14  ADAN GARCÍA, Elviro: Los cuerpos de Caballería e ingenieros de la Tercera Región Militar
en la guerra de Cuba (1895-1898). Madrid, 2015, pp. 14-15.
15  TONE, John Lawrence: op. cit., pp. 15-16.
16  GUERRERO ACOSTA, José Manuel: El ejército..., p. 110.
17  CARRASCO GARCÍA, Antonio: En guerra con Estados Unidos. Cuba 1898. Almena Edicio-

nes, Madrid, 1998, p. 192.

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cuadros de manera que los oficiales hispanos ordenaron a sus hombres for-
mar una fila que más tarde se convirtió en un semicírculo18. Otro tanto acon-
teció en el ingenio Peñón y Dolorida pocos días después, exactamente el 21
de febrero de ese mismo año, donde 245 soldados españoles lograron resistir
hasta seis cargas de caballería por parte de 1500 mambises formando esta
vez un triángulo durante dos horas y media, teniendo que contar entre sus
bajas tan sólo tres heridos.19

Figura 4. Tropas formando el cuadro para ser fotografiadas


(Fuente: web 1898, el fin de un imperio)

De esta formación se ha llegado a decir que “El sistema de de-


fensa en cuadro, muy utilizado por los españoles, tampoco fue del todo
efectivo, pues cuando los insurrectos contaban con caballería suficiente
se lanzaban en una carga al machete a fin de destruirlo, objetivo que
era conseguido en un elevado número de casos”.20 Incluso un autor de
la época llega a comentar que “En cargas dadas por jinetes rebeldes a
nuestra infantería, se les ha visto llegar tendidos, con la cabeza entre el
cuello del caballo y el brazo, y cruzar la línea de los nuestros sin tirar un
solo tajo. Así sucedió en Managuaco (28 de Diciembre de 1895), donde
la sección de tiradores de cazadores de Colón perdió de 35 hombres 22,
y no pereció toda, a pesar de tener que habérselas con 400 infantes y

18  GUERRERO, Rafael: Crónica de la Guerra de Cuba (1895-96), Barcelona, 1896, vol. III, pp.
29-35.
19  GUERRERO, Rafael: op. cit., vol. III, pp. 45-46.
20  DÍAZ MARTÍNEZ, Yolanda: op. cit., p. 211.

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más de 200 caballos, por lo mal que éstos cargaron”.21 Todo ello sin ol-
vidar que no pocas veces los mambises recurrían también a tretas como
la que emplearon en la célebre batalla de Peralejo acaecida el 12 de julio
de 1895, cuando realizaron una carga de caballería colocando delante
piaras de ganado que debían arrollar las líneas españolas, si bien los
disparos realizados terminaron por asustar a los animales de manera que
se volvieron hacia quienes les azuzaban provocando el desorden entre
sus filas.22
En realidad el principal problema que presentaba el cuadro como
formación táctica no era tanto su capacidad de hacer frente a las cargas
de caballería, que mayoritariamente eran rechazadas como expondremos
más adelante, sino que éste obligaba a reunir a los soldados en un bloque
compacto facilitando así un blanco certero a los disparos de la infantería
atacante. No cabe duda que los mambises supieron sacar buen provecho de
esta circunstancia, como ya algunos se apercibieron en su época, sobre todo
en la última contienda donde la calidad y potencia de las armas de fuego
había aumentado notablemente respecto a las décadas anteriores.23 Bajas
que indudablemente podrían haber sido mucho más elevadas si los cubanos
hubieran dispuesto de artillería, ya que afortunadamente para los españoles
apenas puede decirse que contaran con cañones, que en la Guerra de los
Diez Años se reducían a piezas construidas con madera, cuero y bronce de
mala calidad, además de alguno que lanzaba cargas de dinamita en la guerra
de 1895 a 1898 y que explotó tras realizar varios disparos.24 Y ello por no
hablar del uso de ametralladoras, arma a la que ninguno de los dos bandos
en liza prestó la debida atención a diferencia de los americanos que las em-
plearon con excelentes resultados al final de la guerra,25 a pesar de que ya a
finales de diciembre de 1897 se habían enviado desde la península diez ame-
tralladoras modelo Maxim Nordenfedt de 11 mm. con 119.000 cartuchos
para las mismas,26 las cuales sin duda hubieran sido sumamente eficaces
para repeler las cargas de la caballería de los mambises pero que nunca se
utilizaron con tal finalidad.

21  REPARAZ, G.: La guerra de Cuba. Estudio militar. La España Editorial, Madrid, 1896, p. 174.
22  GÓMEZ NÚÑEZ, Severo: La acción de Peralejo. Habana, 1895, p. 16; NAVARRO GARCÍA,
Luis: “La última campaña del general Martínez Campos: Cuba, 1895”, en Anuario de Estudios
Americanos, nº 58, 1, 2001, pp. 189-193.
23  GUERRERO, Rafael: op. cit., vol. III, p. 57; TONE, John Lawrence, op. cit., p.16.
24  SARMIENTO RAMÍREZ, Ismael: “La artillería rudimentaria en la Guerra de Cuba”, en Mi-

litaria. Revista de Cultura Militar, nº 5, 2001, pp. 88-90.


25  RODRÍGUEZ GONZÁLEZ, Agustín Ramón: Operaciones de la guerra de 1898: una revisión

crítica. Editorial Actas, Madrid, 1998, pp. 4-5.


26  CARRASCO GARCÍA, Antonio: op. cit., pp. 201-202.

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La carga con machete en la guerra de cuba

La primera vez que los soldados españoles tuvieron que enfrentarse


a enemigos armados con machetes no fue en Cuba, sino con ocasión de
la denominada guerra de Restauración de Santo Domingo que se prolongó
desde 1863 hasta 1865, y que terminó con la derrota de las armas hispana,
si bien recientemente se ha reconocido que el mayor porcentaje de bajas
del Ejército Español en dicha guerra fue debido a las enfermedades, puesto
que únicamente el 4% de las mismas lo fue a causa de disparos o golpes de
machete.27 Hablando ya de Cuba se viene aceptando que la primera carga
con machete llevada a cabo tuvo lugar durante la Guerra de los Diez Años
(1868-1878) y fue la organizada por Máximo Gómez el 4 de diciembre de
1868 en Pinos de Baire al oriente de la isla.28 Este había participado en la
contienda dominicana en el bando español donde se considera que aprendió
dicha táctica, resultando tan favorable esta carga que inclusive ha motivado
la realización de una película titulada “La primera carga al machete”.29 Sin
embargo, el mismo jefe independentista recoge en su diario cómo el 4 de
noviembre de dicho año, es decir, un mes antes, ordenó a un grupo de unos
treinta o cuarenta hombres que efectuaran una carga al machete en el lugar
denominado Tienda del Pino cerca de la localidad de Baire.30
Refiriéndonos a la guerra que tuvo lugar entre los años 1895 y 1898,
haremos primero mención a una serie de ataques al machete que resultaron
favorables para los atacantes. En este sentido debemos comentar el que tuvo
lugar el 30 de junio de 1895, cuando 80 guerrilleros españoles que regresa-
ban de reparar la línea telegráfica entre Manzanillo y Yara fueron objeto de
una emboscada. Acometidos tras una primera descarga de fusilería por más
de 400 jinetes de la partida de Amador Guerra, quien murió en la acción,
lograron acabar con 20 de ellos, herir a otros 15 y hacer huir a los restantes.
Sin embargo, es importante consignar que no se trataba de fuerzas regulares,
sino de guerrilleros armados con tercerolas y no con máuseres con bayoneta,
de manera que no pudieron formar un cuadro sino que combatieron aislados
27  TEJADA, Adriano Miguel: “Discurso de recepción del Miembro de Número Edwin Espinal
Hernández”, en Clío, nº 183, 2012, pp. 195-196.
28  LAVIANA CUETOS, María Luisa: “Gómez, Máximo”, en Diccionario Biográfico Español,

Real Academia de la Historia, Madrid, 2011, p. 301; ABREU CARDET, José, ÁLVAREZ-
LÓPEZ, Luis: Guerras de liberación en el Caribe hispano 1863-1878. Archivo General de la
Nación, Santo Domingo, 2013, p. 136.
29  NAVARRO, Santiago Juan: “La primera carga al machete, de Manuel Octavio Gómez: cine,

mito y revolución”, en Cinéma et Révolution cubaine, Université Lyon, Lyon, 2006, pp. 107-
112.
30  GÓMEZ, Máximo: Diario de campaña del Mayor General Máximo Gómez. Comisión del
Archivo Máximo Gómez, Habana, 1940, p. 5.

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cuerpo a cuerpo contra un enemigo cinco veces superior.31 Igualmente se


empleó este arma en el combate de Hato de Gorda, cerca del río Jabonico
en Camagüey, el 3 de diciembre de 1895 cuando lograron machetear a algu-
nos soldados cuyo número exacto desconocemos, a la par que ahorcaron a
cuatro guerrilleros españoles teniendo los atacantes 4 muertos y 43 heridos
según indican sus propias fuentes.32
Del mismo modo, podemos recordar aquí la acción que tuvo lugar
la mañana del 27 de noviembre de 1896 en el pueblo de Barrera, provincia
de la Habana, cuando un pequeño grupo de insurrectos comenzó a disparar
sobre la población, lo que forzó la salida de un oficial con una docena de
guerrilleros locales quienes iniciaron su persecución cayendo en un engaño,
pues al poco se abalanzaron sobre ellos 300 jinetes con la pretensión de cer-
carlos, algo que el reducido destacamento que guarnecía el pueblo intentó
evitar efectuando una salida desesperada. Finalmente sólo la providencial
llegada de una columna logró evitar un verdadero desastre al hacer huir a los
atacantes, aunque sin que pudieran evitar que cinco guerrilleros murieran
macheteados, otro sufriera graves heridas y uno más desapareciera.33 Otro
combate al machete victorioso para los independentistas fue el llevado a
cabo cerca de la localidad de Santa Clara en febrero de 1897, fecha en la que
una partida cayó de improviso sobre una pequeña columna compuesta por
90 efectivos a la que causaron 64 muertos34. Así mismo resultó un éxito para
los insurrectos el ataque que lanzaron el día 20 de enero de 1897 cuando
otra partida compuesta por unos 40 a 50 hombres, tras emboscarse en unos
cañaverales desde donde abrieron fuego sobre un grupo de guerrilleros que
protegían a los obreros que realizaban la molienda en el ingenio Jobo de la
Habana, cargaron al machete logrando matar a cuatro guerrilleros y obreros,
además de herir a otros diez.35 Algo similar aconteció también en el ingenio
Luisa, esta vez el 28 de marzo de ese mismo año, cuando una partida mache-
teó a once de sus trabajadores e hirió a otros siete.36

31  GUERRERO, Rafael: Crónica de la Guerra de Cuba (1895). Barcelona, 1895, vol. I, pp. 336-
339.
32  BOZA, Bernabé: Mi diario de la guerra. Desde Baire hasta la intervención americana. Habana,

1900, pp. 66-67.


33  WEYLER, Valeriano: Mi mando en Cuba (10 Febrero 1896 a 31 Octubre 1897). Historia

militar y política de la última guerra separatista durante dicho mando. Madrid, 1910, vol. III,
pp. 148-149.
34  BRONSON REA, George: Entre los rebeldes. La verdad de la guerra. Revelaciones de un
periodista yankèe. Madrid, 1898, p. 121.
35  WEYLER, Valeriano: op. cit., vol. III, p. 423.
36  WEYLER, Valeriano: Mi mando en Cuba (10 Febrero 1896 a 31 Octubre 1897). Historia mili-

tar y política de la última guerra separatista durante dicho mando. Madrid, 1911, vol. IV, p. 95.

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Sin embargo, no cabe duda que el combate de más renombre en el


que se llevó a cabo una carga al machete con resultados positivos para los
atacantes fue el de Maltiempo, el cual tuvo lugar el 15 de diciembre de 1895
cuando el general Martínez Campos dividió su fuerza de 1.500 hombres
en tres columnas con la esperanza de obligar a un enemigo siempre huidi-
zo a entablar combate. En consecuencia, las partidas de Máximo Gómez
y Antonio Maceo se lanzaron sobre una pequeña columna de 300 infantes
al mando del teniente coronel Rich, la cual fue presa del pánico y sólo la
llegada de otras fuerzas evitó su total inmolación. Según los partes oficiales
del ejército cubano como resultado del enfrentamiento los españoles habrían
sufrido 201 bajas por 27 propias37, si bien en la actualidad se considera más
ajustada a la realidad la cifra de 65 muertos y 40 heridos españoles sufriendo
los rebeldes 6 muertos y 46 heridos.38 Ahora bien, lo cierto es que hemos
de tener en cuenta que en este caso concreto lo acaecido puede explicarse al
tratarse de tropas formadas por jóvenes reclutas recién llegados a la isla que
no habían recibido prácticamente ninguna instrucción, por lo que muchos de
ellos ni siquiera sabían cargar sus fusiles Máuser39, y carentes por completo
de experiencia en combate como ya advirtieron en su época ambos conten-
dientes. Ello hizo que los oficiales no lograran mantener la disciplina de
manera que algunos arrojaron sus armas para correr despavoridos mientras
que otros incluso se arrodillaban y con los ojos cerrados se ponían a rezar,
sin olvidar que el uso del machete en esta ocasión estuvo propiciado por la
escasez de municiones que tenían los mambises. Sin embargo, como muy
acertadamente se ha puesto de manifiesto, este combate ha resultado ser un
hecho de armas trascendental para comprender la creación del mito que ha
llegado a eclipsar por completo la realidad.40
No obstante, en las mismas fuentes consultadas se advierte cómo fue-
ron más numerosos los ataques con machete que terminaron en sonoro fra-
caso para los agresores que aquellos en los que triunfaron, tanto en combates
de cierta envergadura como en otros de menor entidad. Incluso a lo largo de
la Guerra de los Diez Años, conflicto en el que más desastres de este tipo
37  MIRÓ Y AGUILAR, José: La invasión de occidente. Partes oficiales publicados por el C.
Tomás Estrada Palma delegado plenipotenciario del Gobierno de la República de Cuba. New
York, 1896, pp. 6-7.
38  TONE, John Lawrence: op. cit., pp. 167-170; MONTERO, Manuel: Las guerras de Cuba y

Filipinas contadas por soldados del pueblo. Cartas desde Baracaldo, Ayuntamiento de Bara-
caldo - Ediciones Beta, Baracaldo, 2015, pp. 54 y 69.
39  RODRÍGUEZ MARTÍNEZ, José: Los desastres y la regeneración de España. Relatos e impre-

siones, La Coruña, 1899, p. 174.


40  TONE, John Lawrence: op. cit., pp. 7-8; MIGUEL FERNÁNDEZ, Enrique de: Azcárraga,

Weyler y la conducción de la guerra de Cuba, Tesis Doctoral, Universitat Jaume I de Castelló,


Castelló, 2011, pp. 100-101.

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se produjeron sobre todo durante el año 1873,41 el cuadro sacó a las tropas
españolas de más de un apuro. Veamos a continuación algunos ejemplos
de lo que decimos. Tal sucedió, por ejemplo, el 15 de marzo de 1875 en
las Guásimas cuando una columna formada por seis batallones, 600 guerri-
lleros y cuatro piezas de artillería al mando del brigadier Armiñán tuvo un
encuentro con 800 infantes y 500 jinetes al mando de Máximo Gómez cuan-
do éste se disponía a traspasar la trocha de Júcaro a Morón, y que durante
los combates incrementó hasta disponer de unos 4.000 infantes y un millar
de jinetes. Aunque su comandante advirtió el peligro, la desobediencia del
oficial al mando de la caballería hispana hizo que ésta fuera diezmada desde
la espesura, tras lo cual los mambises lanzaron repetidas cargas al machete
que pudieron ser frenadas al formar los españoles un gran cuadro, hasta que
al día siguiente lograron mandar un destacamento en busca de refuerzos que
fueron enviados en número de 2.000 efectivos consiguiendo liberar a los
sitiados y regresar a Príncipe42, aunque a costa de graves pérdidas por lo que
los mambises lo consideraron una victoria, algo que no es del todo cierto
si consideramos que se desbarataron por completo sus planes de cruzar la
trocha.
Ya en relación con la última contienda cabe recordar la acción que
tuvo lugar el 19 de mayo de 1895 en Dos Ríos, y en la que una columna
española rechazó hasta once cargas al machete por parte de 500 jinetes al
mando de Máximo Gómez y José Martí, quien cayó muerto en la lucha43.
Otro tanto aconteció el 5 de noviembre de dicho año en Cayo Espino cuando
unos 2.400 independentistas gritando “al machete, al machete”, se lanzaron
a una carga contra 250 soldados españoles que no sólo fue rechazada sino
incluso contestada con varios avances a punta de bayoneta, dando como re-
sultado la retirada de los atacantes con un saldo final de 27 españoles muer-
tos y al menos 42 mambises.44 Además, ese mismo mes y año poco más de
60 españoles resistieron, en el lugar conocido como Ojo del Agua, en cuadro
las acometidas de unos 1.200 rebeldes pertenecientes a las partidas de los
cabecillas Rego e Ignacio Suárez.45
41  GUERRERO, Rafael: op. cit., vol. III, pp. 53-54.
42  ACOSTA Y ALDEAR, Francisco de: Compendio Histórico del pasado y presente de Cuba y
de su guerra insurreccional hasta el 11 de marzo de 1875, con algunas apreciaciones relativas
a su porvenir, 2ª ed., Madrid, 1875, pp. 30-32; FLORES, Eugenio Antonio, La guerra de Cuba
(Apuntes para la Historia), Madrid, 1895, pp. 19-20 y 25.
43  GUERRERO, Rafael: op. cit., vol. I, pp. 115-117.
44  DIEGO GARCÍA, Emilio: “Memoria de la manigua. El 98 de los que fueron a la guerra”, en

El Ejército y la Armada en 1898: Cuba, Puerto Rico y Filipinas (I), Ministerio de Defensa,
Madrid, 1999, pp. 179-180.
45  GUERRERO, Rafael: Crónica de la Guerra de Cuba (1895-96), Barcelona, 1896, vol. II, pp.

84-85.

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SOBRE EL MITO DE LA CARGA AL MACHETE... 161

Así mismo, fue esta formación la que les permitió salvar la vida el
24 de marzo de 1896 en San Juan de Yeras, provincia de Las Villas, cuando
tropas del batallón de San Quintín y voluntarios fueron atacados duramente
por varias partidas que sumaban unos 600 efectivos, logrando regresar a
San Juan tras haber perdido 16 hombres.46 También el 29 de diciembre de
ese mismo año Maceo intentó por tres veces destruir en Coliseo el cuadro
formado por la columna española, llegando a acercarse hasta 50 m de ella
aunque tan sólo pudo machetear a algunos soldados antes de que la llegada
de una nueva columna le obligara a retirarse dejando en el campo 12 muer-
tos y 70 heridos47. En la misma línea cabe citar igualmente como ejemplo
de lo que decimos la lucha que tuvo lugar entre el 23 y el 24 de marzo de
1896 cuando cinco compañías del Batallón de Wad Ras, que protegían un
convoy de 32 carretas, fueron hostigados durante más de cinco horas por
2.000 mambises, viéndose obligados a formar cuadros que los rechazaron
impidiéndoles acercarse lo suficiente para usar el machete48. Incluso tropas
bisoñas de dicho batallón, recién desembarcadas y de cuyo comportamiento
cabía albergar serias dudas, lograron resistir pocos días antes, concretamen-
te el 2 de marzo, las cargas de la caballería de Maceo al formar el cuadro49.
También el propio Máximo Gómez fue vencido el 10 de abril de 1896
en Najaza cuando, al mando de 5.000 hombres, se lanzó contra la columna
del general Castellanos quien logró resistir hasta la llegada de otra columna
al mando del general Godoy, siendo así que “merece consignarse el hecho
de que, habiendo atacado constantemente al machete, no hay en las colum-
nas ni una baja producida por esa arma”50. También el 6 de noviembre de
ese año fue rechazada una carga por parte de la partida de Rabí muy cerca
de la Loma del Agís, en la que los atacantes tuvieron 8 muertos51. Pocos días
después, el 12 del mismo mes y año, atacaron el ingenio Santa Rosalía unos
600 rebeldes al mando de los cabecillas Carrillo y Varona. Tras un primer
intercambio de disparos se lanzaron a la carga siendo rechazados por la van-
guardia española que les hizo una decena de bajas, por lo que optaron por re-
tirarse siendo perseguidos hasta el anochecer. Las bajas fueron 30 mambises
muertos y un español muerto y otros seis heridos52. Así mismo, durante la
batalla de Cacarajícara el 1 de mayo de 1896, los mambises intentaron tomar

46  WEYLER, Valeriano: Mi mando en Cuba (10 de Febrero 1896 a 31 Octubre 1897). Historia mi-
litar y política de la última guerra separatista durante dicho mando. Madrid, 1910, vol. I, p. 372.
47  BOZA, Bernabé: op, cit., pp. 85-86; TONE, John Lawrence: op. cit., pp. 170-171.
48  GUERRERO, Rafael: op. cit., vol. III, p. 117.
49  GUERRERO, Rafael: Crónica de la Guerra de Cuba (1895-96). Barcelona, 1896, vol. IV, p. 196.
50  GUERRERO, Rafael: op. cit., vol. III, pp. 306-307.
51  GUERRERO, Rafael: op. cit., vol. II, p. 82.
52  GUERRERO, Rafael: op. cit., vol. II, p. 54.

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162 JUAN ANTONIO MARTÍN RUIZ

la artillería española mediante una carga al machete que fue bruscamente


detenida por los disparos de la infantería cuando tan sólo les faltaban una
docena de metros para alcanzarla, negándose a cargar de nuevo.53
Por no extendernos en demasía comentaremos otra carga, también
con resultado infructuoso para los atacantes, que tuvo lugar en octubre de
1896 cuando Maceo intentó traspasar la trocha de Mariel por Artemisa54,
sin que dejemos de mencionar, aunque bajo circunstancias muy concretas,
otro sonoro fracaso para los atacantes como fue el que tuvo lugar el día 16
de agosto de 1896, fecha en la que las tropas de Maceo dinamitaron la vía
férrea de Bacunagua en Pinar del Río logrando hacer descarrilar un tren de
reparaciones escoltado por 80 soldados al mando de un capitán. Acto segui-
do el propio Maceo ordenó una carga de caballería al machete para acabar
con la escolta, si bien ésta se había refugiado en los vagones blindados que
no habían sido dañados por las explosiones logrando resistir al cerco durante
tres días hasta que por fin fueron rescatados por una columna del Batallón
de Arapiles.55
Como cabe deducir de las fuentes disponibles de aquella época, el ma-
yor número de ejemplos que podemos mencionar sobre el uso del machete
con resultado favorable para los atacantes nos habla de ataques a pequeños
grupos aislados o del trato dado a los prisioneros capturados, caso del mache-
teo de varios civiles, entre ellos un italiano, la noche del sábado 9 de junio de
1895 en Cuabitas56. Un ejemplo particularmente dramático del uso del ma-
chete lo experimentaron los prisioneros españoles, siendo bien conocida la
desmedida brutalidad que tuvo Quintín Banderas con aquellos soldados que
tenían la desgracia de caer en sus manos, y a los que preguntaba su nombre
para cuando éstos respondían “me llamo...” proceder a cortarles la cabeza de
un tajo replicando “te llamabas”, siendo irónico que muriera macheteado por
sus propios compatriotas una vez terminada la guerra57. Claro que el machete
también era usado entre las filas mambisas cuando sus oficiales considera-
ban necesario restablecer la disciplina, en particular cuando sus hambrientos
hombres se salían de la formación azuzados por el hambre para meterse en los
cañaverales y alimentarse con las cañas de azúcar58. Todo ello por no hablar

53  GUERRERO, Rafael: op. cit., vol. III, p. 213.


54  DIEGO GARCÍA, E.: op. cit., pp. 189-190.
55  WEYLER, Valeriano: Mi mando en Cuba (10 Febrero 1896 a 31 Octubre 1897). Historia

militar y política de la última guerra separatista durante dicho mando. Madrid, 1910, vol. II,
p. 305.
56  GUERRERO, Rafael: op. cit., vol. I, pp. 277-282.
57  TONE, John Lawrence: op. cit., pp. 198 y 266.
58  CONSUEGRA Y GUZMÁN, Israel: Mambiserías. Episodios de la guerra de independencia

1895-1898. Habana, 1903, pp. 31-32.

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SOBRE EL MITO DE LA CARGA AL MACHETE... 163

de los que pretendieran presentarse a los españoles, particularmente los cabe-


cillas, ya que se exponían a ser macheteados como expone en su carta escrita
el 2 de julio de 1897 en Quemado de Güimes el soldado Emeterio Ávalo.59
Así mismo, los soldados y voluntarios se arriesgaban a estos ataques
cuando se alejaban de una columna o un fortín, tal y como le ocurrió en
Zacán el día de Navidad de 1895 a un cabo y cuatro soldados que fueron
macheteados por hombres de la partida de Máximo Gómez,60 o a cuatro
voluntarios que encontraron la muerte el 16 de enero del año siguiente en
Paso Viejo, muy cerca de Pinar del Río, a manos de las tropas de Antonio
Maceo.61 Otro tanto le aconteció a trece guerrilleros y dos soldados que
tuvieron la desgracia de ser sorprendidos por un numeroso grupo rebelde
cuando estaban forrajeando en Guasimal en agosto de 1896,62 y sin que
dejemos de mencionar los cuatro civiles macheteados por una partida el 7
de octubre de este mismo año en la localidad de Cabañas en Pinar del Río.63
También los españoles usaron este arma en pequeños combates por par-
te sobre todo de los voluntarios cubanos como hicieron el 24 de abril de 1896 al
asaltar por la noche un campamento mambí en el Departamento oriental, pues
la mayoría de los 40 heridos que provocaron lo fueron con cortes de machete,64
o como hizo el 7 de mayo del mismo año la guerrilla local de San Antonio de
los Baños en la provincia de la Habana al atacar a una partida en la llamada
finca Barreto a la que causó dos bajas.65 E incluso a veces cargando como hizo
la guerrilla local de Amarillas, localidad en la provincia de Matanzas, contra
una partida insurrecta en el potrero Las Avispas el 5 de julio de 1896, el mismo
día y provincia en la que 25 guerrilleros montados de Itabo realizaron una car-
ga tras perder dos de sus compañeros que se habían alejado del grupo cuando
estaban forrajeando, logrando dispersar a la partida atacante.66 Igualmente car-
garon con este arma los 20 hombres de la primera guerrilla local de Salud en la
provincia de la Habana, cuando el 24 de agosto del mismo año fueron atacados
por una partida de unos 60 insurrectos mientras iban a recoger ganado a la finca
La Yaya, a los que hicieron un muerto y dos prisioneros además de capturarles
armas y caballos, resultando un guerrillero contuso.67

59  MONTERO, Manuel: op. cit., p. 499.


60  DIEGOGARCÍA, Emilio: op. cit, pp. 182-183.
61  GÓMEZ, Fernando: La insurrección por dentro. Apuntes para la historia. Habana, 1897, p.

207.
62  GUERRERO, Rafael: op. cit., vol. IV, p. 63.
63  WEYLER, Valeriano: op. cit., vol. II, pp. 166-170
64  WEYLER, Valeriano: op. cit., vol. I, pp. 380 y 382.
65  WEYLER, Valeriano: op. cit., vol. I, p. 456.
66  WEYLER, Valeriano: op. cit., vol. II, pp. 120 y 129.
67  WEYLER, Valeriano: op. cit., vol. II, p. 212.

Revista de Historia Militar, 123 (2018), pp. 163-174. ISSN: 0482-5748


164 JUAN ANTONIO MARTÍN RUIZ

Pero incluso también podemos mencionar otras ocasiones en la que


intervinieron fuerzas más numerosas, como lo prueban los 300 jinetes que
conformaban la vanguardia de una columna española que el 3 de diciembre
de 1896 cargaron, según se indica, al machete en Sabana, cerca del río Cau-
to, contra una fuerza enemiga que se internó en los montes antes de recibir la
carga, continuando después la lucha68. Por último, y con el fin de no cansar
al lector con más ejemplos, sólo comentar que también los españoles usaron
el machete para acabar con prisioneros como sucedió en enero de 1897 en
Puerto Príncipe, según narra en una carta el soldado Nicomedes Martínez,
cuando un cabecilla fue capturado armado con dos caballos siendo muerto
de cinco machetazos en el cuello por orden del teniente coronel que manda-
ba la vanguardia de la columna.69

La importancia de un mito

A pesar de la extendida idea de que estas cargas de caballería fueron


habituales en esta contienda, en realidad el uso del machete “was an ano-
maly”, siendo empleado como último recurso y sin que resulte en modo
alguno más mortífero que las armas de fuego70, resultando un hecho claro
que los combatientes mambises emplearon tan profusamente este arma no
sólo por su disponibilidad, sino por la gran carencia que padecían de armas
de fuego y municiones.71 En este sentido, creemos que los datos médicos
ofrecidos por los facultativos españoles dan la verdadera medida de la im-
portancia cuantitativa que tenía el uso del machete. Así, a lo largo del año
1896 el ejército español de operaciones en Cuba tuvo 4187 heridos de los
que solamente el 13% lo fueron por el empleo de este arma.72 Citando un
par de ejemplos referidos a hospitales concretos, podemos decir que el de la
Habana asistió a lo largo de ese mismo año a 776 soldados heridos, de los
que 15 presentaban golpes de machete,73 en tanto en la Clínica de Heridos y
Cirugía del Hospital Militar Alfonso XIII, cercano a la capital, los atendidos
por heridas causadas por este arma, desde el 1 de mayo de 1896 hasta el 30
de octubre de 1898, suponen únicamente el 2,65% del total de ingresados

68  WEYLER, Valeriano: op. cit., vol. III, pp. 241-242.


69  MONTERO, Manuel: op. cit., p. 535.
70  TONE, John Lawrence, op. cit., pp. 10-11.
71  DÍAZ MARTÍNEZ, Yolanda: op. cit., p. 268; SARMIENTO RAMÍREZ, Ismael: op. cit., pp.

86-88.
72  LARRA Y CEREZO, Ángel de: Datos para la historia de la campaña sanitaria en la guerra de

Cuba (apuntes estadísticos relativos al año 1896), Madrid, 1901, pp.4-6.


73  TONE, John Lawrence: op. cit., pp. 180-181.

Revista de Historia Militar, 123 (2018), pp. 164-174. ISSN: 0482-5748


SOBRE EL MITO DE LA CARGA AL MACHETE... 165

por heridas de guerra.74 Y ello por no hablar de las instalaciones sanitarias


de la trocha que discurría desde Mariel a Majana, donde fueron muy pocos
los atendidos por heridas en combate y sin que hayamos encontrado referen-
cias concretas al ingreso de pacientes atacados con machetes75. Como indica
uno de los médicos que los atendió y redactor de una de las obras donde se
ofrecen los datos antes expuestos, Federico Baeza Gozalbes, “Sorprenderá
quizá esta exigua proporción de heridos de machete, cuando tanto se ha ha-
blado y exajerado respecto a esta temible arma de los insurrectos. Nosotros,
que hemos operado con las columnas en las dos guerras de Cuba, sabemos
que los insurrectos cargaban muy pocas veces al arma blanca contra nues-
tras tropas, y si lo han hecho, ha sido únicamente cuando su número era
muy superior al nuestro”.76 Además, y aunque podían llegar a ser atroces,
sus heridas no fueron por regla general tan graves como las provocadas no
sólo por las armas de fuego,77 en particular las balas explosivas usadas por
los mambises aun cuando estaban prohibidas internacionalmente, sino por
otros traumatismos a pesar de las grandes hemorragias que causaban pero
que, no obstante, solían cicatrizar pronto y con relativa facilidad.78
No cabe duda que los escritos y la prensa cubanos y estadounidenses
difundieron con suma eficacia las grandes victorias que los combatientes pro
independentistas conseguían con estas temibles cargas al machete. Claro que
también contribuyó a mitificarlas la propia prensa española que explicaba con
todo lujo de detalles los ataques sufridos por los soldados allí destinados, para
lo que baste dar un par de ejemplos. El primero de ellos nos lleva hasta el tris-
temente célebre en su época soldado Jerónimo Blanco Incógnito, el cual fue
rodeado por varios insurrectos de la partida de Maceo el 9 de junio de 1895
que le cosieron a machetazos aunque finalmente logró salvar su vida al hacer-
se el muerto, hecho que fue ofrecido a los lectores con tintes dramáticos y re-
creándose la acción por medio de dibujos.79 Por su parte, el segundo ejemplo
hace referencia al soldado Francisco Domínguez López ya citado con anterio-
ridad, quien el 27 de octubre de 1896 recibió cinco machetazos antes de ser
rescatado medio muerto y cuyas fotografías mostrando sus horribles cicatrices
74  
BAEZA GOZÁLBES, Federico: Contribución a la historia médico-quirúrgica de la última
campaña de Cuba. Hospital Militar Alfonso XIII. Estadística de operaciones practicadas y
traumatismos asistidos en la Clínica de Heridos y Cirujia General del Médico Mayor, Valen-
cia, 1899, p. 147.
75  MITJAVILA Y RIBAS, Jaime: Topografía médica de la Trocha de Mariel a Majana. Habana,

1898, pp. 44-46.


76  BAEZA GOZÁLBES, Federico: op. cit., p. 147.
77  TONE, John Lawrence: op. cit., pp. 182-183.
78  ESTEBAN MARFIL, Bonifacio de: “Los médicos y la Guerra de Cuba”, en Seminario Mé-

dico, nº 53, 2001, pp. 68-69.


79  MUNDO NUEVO, 25 de julio de 1895, p. 7.

Revista de Historia Militar, 123 (2018), pp. 165-174. ISSN: 0482-5748


166 JUAN ANTONIO MARTÍN RUIZ

acompañaban al texto.80 Todo ello sin olvidar a los soldados y 40 voluntarios


del fuerte del Telégrafo, así como un elevado número de civiles, que fueron
macheteados tras rendirse a las fuerzas de Máximo Gómez con ocasión de la
conquista de la localidad de Victoria de las Tunas en septiembre de 1897,81
noticias que contribuyeron en gran medida a extender entre la opinión pública,
que leía con espanto en la prensa tales hechos, la creencia de que este arma
constituía un formidable peligro para nuestras tropas, como vemos también
en las recreaciones que se hacían para los medios de comunicación de estas
acciones82 (figura 5). Como es lógico, entre los familiares la lectura de estos
actos en la prensa debió causar una profunda alarma y consternación, por lo
que no debe extrañarnos que, en una carta escrita el 9 de octubre de 1895, el
soldado Cirilo Aldasero procurara tranquilizar a sus allegados diciéndoles que
“No hagan caso de nada de lo que digan de que hay enfermedades aquí ni de
que matan tanto ni de que machetean”.83 A todo ello se sumaban los numero-
sos rumores que circulaban no sólo entre los soldados y civiles, sino que esta
confusión también alcanzaba a las páginas de los periódicos provocando la
lógica alarma hasta que se desmentía la noticia, como en julio de 1895 tuvo
que hacer La Ilustración Ibérica criticando que se hubiese dado por cierto el
macheteo de siete guardias civiles que custodiaban una casa cuartel.84

Figura 5. Las guerrillas, como se recrea en esta fotografía de época,


eran uno de los objetivos preferidos a la hora de usar el machete
(Fuente: Tusell, Acosta, de la Uz)

80  GÓMEZ, Fernando: op. cit., p. 1.


81  WEYLER, Valeriano: Mi mando en Cuba (10 Febrero 1896 a 31 Octubre 1897). Historia
militar y política de la última guerra separatista durante dicho mando, Madrid, 1911, vol. V,
pp. 132-133; NAVARRO GARCÍA, Luis: “1898. La incierta victoria de Cuba”, en Anuario de
Estudios Americanos, LV, 1, 1998, pp. 165-187.
82  TUSELL, Javier; ACOSTA, Enrique y UZ, Elíades de la: op. cit., p. 146.
83  MONTERO, Manuel: op. cit., p. 300.
84  LA ILUSTRACIÓN IBÉRICA, 27 de julio de 1895, p. 467.

Revista de Historia Militar, 123 (2018), pp. 166-174. ISSN: 0482-5748


SOBRE EL MITO DE LA CARGA AL MACHETE... 167

Incluso su simple posesión servía para definir al combatiente por la


independencia, como se hace con el teniente coronel Ramón Roa, comba-
tiente de la Guerra de los Diez Años, de quien se afirma que “fue un mambí
de pluma y machete”.85 Otras veces el machete constituía86 un valioso trofeo
que demostraba una dura victoria. Como ejemplo de lo que decimos pode-
mos recordar el asalto que el día 29 de abril de 1896 llevó a cabo un grupo
de oficiales y soldados del Batallón de San Quintín a una casa donde se re-
fugiaba la partida del cabecilla Aguirre. En pleno combate el capitán Feijoo
tuvo que vérselas con un negro que le asestó tres machetazos en la cabeza
que le hicieron perder el conocimiento, aunque no sin antes matar al mambí,
siendo así que tras volver en sí pidió el machete del fallecido como recuerdo
del suceso que a punto estuvo de costarle la vida.
Es indudable que existía el temor a un ataque repentino en cualquier
lugar, incluso dentro de las poblaciones como refleja la carta del soldado
Bartolomé Bandarias fechada el 23 de septiembre de 1896 en San Luis (San-
tiago de Cuba), donde dice que salían a pasear en grupos y siempre armados
por temor a “un machetazo”, o bien a ataques nocturnos a los pueblos para
matar algún centinela como narra en una misiva el también soldado Flo-
rencio Isasi a sus familiares en enero de 189787. Precisamente por ello es
comprensible que la carga al machete se convirtiera en el “principal temor”
del soldado español en Cuba, particularmente de aquellos que no habían
participado en combates, y sin que en modo alguno quepa dudar que para
aquellos hombres que sufrieron este tipo de ataques y lograron sobrevivir
debió ser una experiencia sumamente traumática. Tan es así que cuando
la revista satírica La Campana de Gracia pretenda ridiculizar la política
llevada a cabo por Martínez Campos, dibujará al Capitán General de la isla
dialogando con los mambises mientras a sus espaldas otro usa un machete
para matar a un soldado español.88
Ahora bien, creemos que buena parte del fortalecimiento de este mito se
debe también a las circunstancias políticas por las que atravesó la propia isla
una vez que hubo obtenido su independencia, y en virtud de las cuales el anti-
guo aliado se convirtió en enemigo. Surge así la necesidad ideológica de no ha-
cerla depender de los Estados Unidos, algo que a todas luces resulta imposible
por cuanto, aun cuando es cierto que los cubanos alzados en armas sometieron

85  ROA, Raúl: Aventuras, venturas y desventuras de un mambí. Instituto Cubano del Libro, La
Habana, 1970, pp. 7 y 19.
86  LA ILUSTRACIÓN IBÉRICA, 4 de abril de 1896, pp. 257 y 259.
87  MONTERO, Manuel: op.cit., pp. 390 y 434.
88  ELORZA, Antonio y HERNÁNDEZ SANDOICA, Elena: La Guerra de Cuba (1895-1898).

Historia política de una derrota colonial. Alianza Editorial, Madrid, 1998, pp. 200-201.

Revista de Historia Militar, 123 (2018), pp. 167-174. ISSN: 0482-5748


168 JUAN ANTONIO MARTÍN RUIZ

al Ejército Español a un prolongado desgaste, no es menos cierto que en última


instancia fue el hundimiento de la flota de Cervera por los buques norteameri-
canos lo que propició la derrota hispana y el abandono de la isla.89 Así, títulos
como el de la obra de Roig de Leuchsenring, Cuba no debe su independencia
a los Estados Unidos90, son suficientemente explícitos. En estas circunstancias
la guerra de independencia se torna en una privilegiada fuente de legitima-
ción como vemos cuando se afirma que el machete fue “un arma contundente
símbolo de la Revolución cubana”,91 hecho que se aprecia claramente en una
faceta tan proclive a la propaganda como es el cine, pues como se ha indicado
“la acción militar ocurrida el 4 de noviembre de 1868, la primera carga al
machete, a la que alude el título del filme, se revela así como metáfora central
y auténtico mito del origen de la Revolución Cubana”92. Tan es así que desde
1986 el Ejército Cubano entrega como premio a aquellas personalidades que
hayan destacado por su labor una réplica del machete de Máximo Gómez.93
De esta forma se establece una línea de continuidad entre las suble-
vaciones de 1868, 1895 y 1959 en las que el machete representa al pueblo
alzado en armas representado por la figura del “guajiro machetero”.94 En
consecuencia, no debe resultarnos en absoluto extraño que se haya llegado a
conclusiones tan contundentes como que “la guerra de Cuba era un duelo a
muerte entre: el machete y el máuser, las cargas al machete contra el cuadro
de infantería, los cañones de cuero y madera contra los cañones de acero y
el soldado revolucionario contra el soldado profesional”,95 olvidando por
completo que la mayor parte de los refuerzos enviados a combatir en Cuba,
y al igual que aconteció en Filipinas, eran quintos o voluntarios carentes
por lo general de la debida instrucción militar que no pocas veces aprendían
de forma incipiente en el mismo barco que los transportaba a su destino96.

89  BARÓN FERNÁNDEZ, José: La guerra hispano-norteamericana de 1898, Ediciós Do Castro,


A Coruña, 1993, pp. 208-210; ESCRIGAS RODRÍGUEZ, Juan: Atlas ilustrado de la guerra de
Cuba 1898, Susaeta Ediciones, Madrid, 2012, pp. 170-180.
90  ROIG DE LEUCHSENRING, Emilio: Cuba no debe su independencia a los Estados Unidos.

Editorial Oriente, Santiago de Cuba, 1975.


91  PEÑA RUBIO, Nicolás de la: Así fue Calixto, el Mayor General. Editorial La Mezquita, Hol-

guín, 2012, 24.


92  JUAN-NAVARRO, Santiago: “Las guerras de Independencia en las cinematografías de Cuba

y España”, en Revista de Investigaciones Culturales, primavera, 2014, p. 23.


93  THAUREAUX PUERTAS, Olga: “Alegría y compromiso, con el machete en las manos”, en

Sierra Maestra, 21 de abril de 2012, p. 1.


94  PEÑA RUBIO, Nicolás de la: op. cit, p. 23.
95  CALLEJA LEAL, Guillermo: “Valoración de la participación de las fuerzas mambisas en

los combates del 98”, en El Ejército y la Armada en 1898: Cuba, Puerto Rico y Filipinas (I).
Ministerio de Defensa, Madrid, 1999, p. 213.
96  CHAVES PALACIOS, Julián: “Tropas extremeñas en la crisis colonial. La guerra de Cuba

(1895-1898)”, en Revista de Estudios Extremeños, nº 54, 1, pp. 411-412.

Revista de Historia Militar, 123 (2018), pp. 168-174. ISSN: 0482-5748


SOBRE EL MITO DE LA CARGA AL MACHETE... 169

Además, ello supone ignorar que durante toda la contienda fueron varias
decenas de miles, entre 50.000 y 60.000 según los autores, los cubanos que
combatieron bajo el pabellón español.97

Conclusiones

No cabe duda que el machete fue un arma muy empleada en las con-
tiendas que a lo largo del siglo XIX llevaron a Cuba a su independencia. Ello
se debe tanto a que era un objeto sumamente extendido entre la población
como a la habitual escasez de fusiles y sobre todo municiones que solían
padecer los sublevados. Sin embargo, y a tenor de lo expuesto con anterio-
ridad, cabe considerar que la carga al machete ha sido claramente mitificada
hasta convertirse en el emblema de un pueblo en armas que se alza contra un
opresor mejor armado,98 lo que de paso soslaya el amplio apoyo que tuvo la
causa española entre los insulares hasta el extremo de que decenas de miles
de ellos tomaron las armas para luchar contra los sublevados.
De esta forma se otorgó al machete una fuerte carga simbólica que
en parte tenía ya antes de la guerra, aun cuando, como hemos podido com-
probar, ello representaba darle una importancia mayor de la que tuvo en
realidad. Aunque su efectividad fue más destacada durante la Guerra de los
Diez Años que después, no puede decirse que fuera un elemento esencial
en estos combates excepto si se daban determinadas circunstancias según
avalan también los datos proporcionados por los hospitales españoles en la
isla, en los que se refleja cómo el grueso de las víctimas lo fueron por enfer-
medades quedando limitado el número de bajas provocadas por el machete
a un porcentaje bastante reducido. En cambio, el uso del machete por parte
española fue mucho más escaso, tratándose en estos casos por lo general de
combates de menor importancia en los que tomaban parte sobre todo guerri-
lleros y voluntarios locales.
A pesar de lo dicho es preciso reconocer que el uso del machete tuvo
un gran efecto sobre los soldados españoles, pues su trascendencia desde el
punto de vista sicológico fue muy importante y no debe desdeñarse ya que
en el imaginario colectivo hispano era la forma más temida de morir. Por
ello no debe extrañarnos en absoluto que algún autor español contemporá-
neo de los hechos que narramos lo calificara como el “machete asesino”,99

97  BALDOVÍN RUIZ, Eladio: Cuba. El desastre español del siglo XIX. Editorial Akrón, Madrid,

2010, p. 228.
98  ELORZA, Antonio y HERNÁNDEZ SADOICA, Elena; op. cit., p. 369.
99  BAUTISTA ABLANEDO, Juan: La cuestión de Cuba. Sevilla, 1897, p. 55.

Revista de Historia Militar, 123 (2018), pp. 169-174. ISSN: 0482-5748


170 JUAN ANTONIO MARTÍN RUIZ

siendo preciso recordar también el elevado número de civiles que murieron


macheteados, lo que contribuyó a propagar el pavor a estos ataques. Ade-
más, aunque la táctica habitual de las columnas españolas era formar en lí-
nea, la creación de cuadros cerrados con la finalidad de repeler las cargas de
caballería, y que por lo general se conseguía a pesar de que en dicha época
podían considerarse ya como anticuados, facilitaba sin embargo el blanco a
los tiradores mambises.100 Ello se debía a que estos ataques conseguían que
los españoles cerrasen aún más sus filas en el combate, algo que hubiera
causado estragos mucho mayores si los mambises hubieran contado con ar-
tillería y no digamos ametralladoras, aun cuando esta última era un arma que
apenas se usó en esta contienda antes de la llegada de los norteamericanos.
No cabe duda que la derrota española en Maltiempo, motivada sobre
todo por la dramática falta de instrucción que solían tener los soldados es-
pañoles al llegar a Cuba, fue decisiva para que el ataque con machete alcan-
zase la notoriedad que tiene, siendo empleado por el nacionalismo cubano
para afianzar su protagonismo en el conflicto y minusvalorar el vital papel
que jugaron los Estados Unidos en la independencia de la isla, sobre todo si
tenemos en consideración la gran frustración que supuso para los subleva-
dos el resultado final de la contienda.
En definitiva, cabría concluir que, aunque la trascendencia dada al
machete como arma decisiva para derrotar a las tropas españolas y obtener
la independencia de Cuba no fue un hecho histórico real, no cabe dudar que
su poder como emblema fue enorme hasta alcanzar la categoría de mito. A
este éxito contribuyó sin duda el que se tratase de un utensilio de origen po-
pular que nada debía a los norteamericanos, capaz por sí mismo de convertir
a un pacífico campesino en un temible guerrero y de provocar un profundo
temor entre sus enemigos.

100  DESCH-OBI, T.J.: op. cit., p. 151.

Revista de Historia Militar, 123 (2018), pp. 170-174. ISSN: 0482-5748


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-----: Mi mando en Cuba (10 Febrero 1896 a 31 Octubre 1897). Historia
militar y política de la última guerra separatista durante dicho mando.
Madrid, 1911, vol. V.
Recibido: 30/09/2016
Aceptado: 29/11/2016

Revista de Historia Militar, 123 (2018), pp. 174-174. ISSN: 0482-5748


From Granade to Pavia. The Spanish Army´s evolution from 1482 to
1525, by Mr. José Antonio PÉREZ GIMENA, Doctor in Modern History

Revista de Historia Militar


Número 123 (2018), pp. 175-232
ISSN: 0482-5748
RHM.06
De Granada a Pavía. La evolución del ejército español desde 1482 a
1525, por don José Antonio PÉREZ GIMENA, doctor en Historia Moderna

DE GRANADA A PAVÍA. LA EVOLUCIÓN


DEL EJÉRCITO ESPAÑOL DESDE 1482 A 1525
José Antonio PÉREZ GIMENA1

RESUMEN

Como su subtitulo declara, la obra se centra en el estudio de la evo-


lución del ejército español en su tránsito desde estructuras medievalistas,
hasta lo que se llegó a denominar como “ejército del Renacimiento”, el cual
predominó en Europa hasta finales del siglo XVII.
Esta evolución que abarcaba desde la logística para mantener un ejér-
cito permanente; el desarrollo de la artillería y por lo tanto el de los fuertes
cuyos lienzos defensivos pudieran hacer frente a los poderosos impactos arti-
lleros; la nueva organización de las unidades de combate, hasta la aparición de
armas de combate como el arcabuz que dotaba a la infantería de un novedoso
y brutal poder de fuego. Todo ello hizo que la caballería de “hombres de ar-
mas” cediese la corona de reina de las batallas a la nueva infantería.
El relato empieza con la visión futurista de Alonso de Palencia que en
su obra “El tratado de la perfección del triunfo militar” escrita en 1456, ya
mostraba la necesidad de un nuevo concepto de organización del ejército.
Sigue el relato con los pasos claves de la evolución como son: La guerra
de Granada, Las guerras de Italia, llegando a su conclusión en la batalla de
Pavía, donde poniéndose en práctica todos los conocimientos adquiridos, la
infantería española destrona definitivamente de reina de las batallas a la más
poderosa caballería de su tiempo, la francesa.
1  Doctor
en Historia Moderna por la Universidad Complutense de Madrid. Licenciado en Geo-
grafía e Historia por la UNED. Correo electrónico: jpgimena@telefonica.net

Revista de Historia Militar, 123 (2018), pp. 175-232. ISSN: 0482-5748


176 JOSÉ ANTONIO PÉREZ GIMENA

Termina la obra con un análisis de uno de los hechos más famosos de


esta batalla, cual fue el aprisionamiento del rey francés Francisco I. Para lo
que se ha seguido el magnífico trabajo que desarrolló el profesor D. Fausto
Arocena Arregui sobre este tema.

PALABRAS CLAVE: La Guerra de Granada; El Gran Capitán; Las


Guerras de Italia; Ceriñola; Garellano; Pavía; Carlos VIII; Luis XI; Fernan-
do el Católico; Alejandro VI; Gonzalo Fernández de Córdoba.

ABSTRACT

As declared in its subtitle, the work focuses in studying the evolution


of the Spanish Army in its transit from medieval structures to what came to
be named “the Renaissance Army”, which was master in Europe until the
end of the seventeenth century.
This evolution encompassed from the logistic to support a permanent
army to the development of the Artillery, and consequently that of the bul-
warks whose defensive walls had to stand the mighty artillery impacts, the
new organization of the combat units, down to the materialization of weap-
ons as the arquebuse, that provided the Infantry with a new and shocking
fire power. All that made the cavalry, the “men at arms”, to yield the crown
of “Queen of battles” to the new Infantry.
The relation starts with the futuristic visión of Alonso de Palencia,
which in his work “A treaty on the perfection of the military success”, written
in 1456, already showed the need for a new concept of Army organization.
The account follows with the key steps of the evolution, as are: The
Grenade War, the wars in Italy, reaching its conclussion in the Battle of
Pavia, where by applying all their acquired knowledge, the Spanish Infantry
definitely dethrones as Queen of battles the most powerful cavalry of the
times, the French one.
The work ends with an analysis of one of the most famous deeds in
that battle, as was the taking as a prisioner of the French King Francis I, to
which end the excelent work developed by Prof. D. Fausto Arocena Arregui
on this subject has been followed.

KEY WORDS: The Grenade War, The “Gran Capitan”, the wars in
Italy, Ceriñola, Garellano, Pavia, Charles VIII, Louis XI, Ferdinand “the
Catholic”, Alexander VI, Gonzalo Fernandez de Cordoba.

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Revista de Historia Militar, 123 (2018), pp. 176-232. ISSN: 0482-5748


DE GRANADA A PAVÍA. LA EVOLUCIÓN DEL EJÉRCITO ESPAÑOL... 177

1.- INTRODUCCIÓN

El objetivo de este trabajo es el estudio de la batalla de Pavía como


punto culminante de la evolución que sufre el ejército español, entre lo que
se define como “el otoño medieval”, mediados del siglo XV y 1536, cuando
se da acta oficial de nacimiento a la nueva estructura de infantería que se
llamará Tercios.
Al estudiar los antecedentes de esta evolución, observamos que la
mayoría de los autores estudiados utilizaban la palabra revolución. Martínez
Ruiz y Pi Corrales hablando de la naturaleza de la “Historia Militar” como
una unidad de conocimientos, citan la obra de M. Roberts “The Military
Revolution. 1560-1660”2. Titulo muy expresivo donde se nos dice que en
esos cien años el planteamiento de las batallas, la organización de los ejér-
citos, la logística, el armamento… etc., cambiaron de una forma tan radical
como para justificar el uso de la palabra “revolución”, aunque hablar de una
revolución de cien años, deja ese concepto un tanto devaluado, de hecho los
autores mencionados, tildan al título de “provocador”.
Ya en 1990, otro gran teórico, G. Parker, cuestiona la cronología de
Roberts y en su obra “La revolución militar…” amplía a tres siglos la “re-
volución”, eso sí, complementando el concepto de revolución militar con el
análisis del estatus político que vive el mundo; “el apogeo de occidente”.
Los elementos más significativos de esa revolución militar para el autor son:
el nuevo concepto de la fortificación, donde se utiliza la “trace” italiana, el
empleo progresivo y permanente de las armas de fuego… etc.
Con otro planteamiento sobre el ciclo revolucionario y sus causas,
Tilly lo enmarca en tres periodos; el primero, el patrimonialista, con las
levas feudales, el segundo o de la transición, entre 1400 y 1700 y el tercero
desde el siglo XVIII hasta nuestros días, con los grandes ejércitos nacio-
nales. Otros autores como Black, Rogers y Eltis esgrimen como lo definen
Martínez Ruiz y Pi Corrales, “tesis cronológicas”.
Quizás el autor que más ha profundizado en la “revolución militar
española” sea René Quatrefages, que recorta el periodo “revolucionario”
español, al detectar sus primeros síntomas en el humanista castellano Alon-
so de Palencia en 1456-59 y lo desarrolla con las distintas ordenanzas hasta
culminar en la de Génova de 1536, donde se da vida oficialmente a la crea-
ción y ordenación de los ya referidos “Tercios”.
Aparte del tema semántico por el cual deberíamos decidir si utili-
zamos las expresiones “revolución” o “evolución” (particularmente me

2  MARTÍNEZ RUIZ, Enrique y PI CORRALES, M. de P.: Revista de Historia Militar, pág. 129.

Revista de Historia Militar, 123 (2018), pp. 177-232. ISSN: 0482-5748


178 JOSÉ ANTONIO PÉREZ GIMENA

inclino por la segunda expresión, ya que la efectiva acumulación de no-


vedades se dan de forma escalonada en lapsos de tiempo relativamente
largos), el hecho es que pasamos desde un ejército con una configuración
medieval, compuesto por los guardias reales, los vasallos, las hermanda-
des, las tropas señoriales y las tropas municipales, donde la aparición cada
vez más efectiva de la artillería empieza a poner en duda la eficacia del
castillo medieval y se empieza a pensar en la infantería como un arma más
decisiva que la caballería; hasta un ejército donde la infantería se convier-
te en la dueña del campo de batalla al introducir nuevos armamentos como
el arcabuz (palabra derivada del alemán “hacken büsche”) y una organiza-
ción táctica más disciplinada, ágil y efectiva.
El desarrollo de la artillería, provocó la desaparición de los castillos
feudales al tiempo que creaba un nuevo concepto de fortaleza con una “tra-
za” italiana, de menor altura y muros oblicuos, cambiando la piedra por
ladrillo, configurando un conjunto más resistente a los impactos artilleros,
lo que redundará a su vez, en nuevos planteamientos bélicos, disminuyendo
el número de batallas en campo abierto, aumentando los cercos de ciudades
y alargándose la duración de las guerras.
Los más prestigiosos analistas coinciden en que esta “nueva” infante-
ría hizo al ejército español imbatible a lo largo de siglo y medio. Pero si ana-
lizásemos con más calma este efecto y sus causas, veríamos que a pesar de:
• Cambiar las ballestas por las espingardas, introducir los arcabuces
y mosquetones en etapas sucesivas en el armamento regular de la
infantería.
• La articulación de la infantería en Tercios, Coronelías, Compañías o
Capitanías y Pelotones que controlaban y agilizaban sus movimientos
tácticos.
• Las formaciones cerradas de piqueros flanqueadas por unidades de
arcabuceros (las célebres “mangas”) que las hacían impenetrables a
los ataques del enemigo.
Todas estas innovaciones no justifican por si solas esa aureola de im-
batibilidad que pasearon los “Tercios” por todos los teatros de guerra duran-
te siglo y medio. De hecho, los países rivales de los Habsburgo, unos antes
que otros, adoptaron con una diferencia no mayor a veinte años las nuevas
técnicas de infantería. No obstante, el predominio de la infantería española
duró, como hemos dicho, cerca de siglo y medio, quedándonos solamente
como tema diferencial entre la infantería española y las del resto de los paí-
ses, el componente humano.

Revista de Historia Militar, 123 (2018), pp. 178-232. ISSN: 0482-5748


DE GRANADA A PAVÍA. LA EVOLUCIÓN DEL EJÉRCITO ESPAÑOL... 179

Alonso de Palencia, figura descollante del humanismo castellano y


considerado “piedra angular de la reflexión fundamental sobre la evolución
político-militar de la monarquía española”3, nos muestra, en su obra alegó-
rica “El Tratado de la perfección del triunfo militar”, todas las virtudes con
las que se debe adornar los componentes de un ejército para conseguir el
“Triunfo”.
Inicia esta obra Alonso de Palencia, poniendo en escena a un hom-
bre llamado Ejercicio (que representa a España), extrañado de ver que el
Triunfo había estado en casi todos los países y prácticamente había despre-
ciado a España a lo largo de los siglos. En consecuencia estaba dispuesto a
investigar las razones por las que el Triunfo la despreciaba. Consultó con la
Experiencia, que le remitió a su hija, la Discreción, cuyo lugar de residencia
era Italia.
En Italia, la Discreción aseguró al Ejercicio su conocimiento de la
capacidad militar de España y con el ejemplo de la fundación de Roma,
plantea la solución a los males de los españoles. Rómulo había comenzado
por reunir en su entorno a algunos paisanos, pero el fundador comprendió
que su empresa se retrasaría si no contaba con otro hombre llamado Orden.
A través del episodio del rapto de las Sabinas, la Discreción añadía que
Rómulo había querido conservar junto a él a una de ellas, “inmaculada”,
llamada Obediencia.
En resumen, la solución a los males españoles, según apunta la
Discreción, pasa por estar acompañado siempre por el Orden y la Obe-
diencia. Para completar esta parte del relato, la Discreción señaló la im-
portancia de “un buen gobierno”, manifestando la prioridad que daba al
militar en este asunto. De todas las Artes, la disciplina militar es la más
importante, “porque la libertad humana y peso de la vida consiste en este
negocio”.4
Estos nuevos conceptos en los que Palencia basa la efectividad del
ejército y por lo tanto del Triunfo son; el Orden, la Obediencia y el buen
gobierno, pero en los infantes españoles se sumaron otros dos no menos
importantes, el Valor y unas característica muy singular del soldado español;
el Honor y el Orgullo de pertenecer a un cuerpo. El análisis del conjunto de
estos valores personificados en el infante español, excede los límites de este
trabajo. Como ejemplo paradigmático de estos valores, veamos la actitud
del infante español en la derrota de Cerisola, en un impresionante relato de
D. José Almirante en su “Historia Militar”:5
3  QUATREFAGES, René: La Revolución militar moderna. Ministerio de Defensa, 1996, pág. 68.
4  Ibídem.
Págs. 69-72.
5  MAS CHAO, Andrés: La Infantería entorno al Siglo de Oro, Cap. 7. Pág. 193.

Revista de Historia Militar, 123 (2018), pp. 179-232. ISSN: 0482-5748


180 JOSÉ ANTONIO PÉREZ GIMENA

«La caballería francesa (...) carga con tal furia, que en un momento
deshace y acuchilla la densa masa de tudescos e italianos. La des-
bandada fue general y bochornosa, tirando las armas y cuanto es-
torbaba para correr. La infantería española se quedó sola y envuelta
por todos los lados. Había en aquellos soldados un instinto militar,
un espíritu de verdadera disciplina, que en estos pánicos, lejos de
buscar en la fuga la salvación, los unía y apretaba más fuertemente.
Aquí como un siglo después en Rocroi, estrecharon filas, formando
una especie de reducto de carne aislado en aquel campo de matanza.
Sabían que desecha la formación era inevitable la muerte a lanzadas
en el campo, o fuera de él vilmente asesinados por el paisanaje, y
aquellos hombres impávidos, alejando con sus arcabuces la ardiente
caballería, que en torno buscaba, por decirlo así, una brecha, ha-
blaban y discutían con sus jefes sobre las vicisitudes del comba-
te. El valeroso duque de Enghien, al frente de la juventud francesa,
embriagada con la victoria, cargó repetidas veces, dejando siempre
tendidos algunos de sus mejores oficiales. Renunciando a romper
aquel cuadro, envió parlamentarios como a una fortaleza; los espa-
ñoles celebraron tranquilo consejo, y pesadas todas las razones, se
rindieron con sereno porte y suprema dignidad... A 10.000 se hacen
subir las bajas de esta sangrienta acción y, lo más extraño, francesas
la mayor parte».
El relato es sumamente explicativo para comprender mejor el porqué
de ese siglo y medio de primacía de la infantería española en los campos de
batalla de Europa. A los factores que daba Alonso de Palencia como impres-
cindible para el triunfo y que el infante español dominaba en su totalidad (el
orden, la obediencia y el buen gobierno del mando), los infantes aportaron
otros dos no menos importantes, el honor y el valor, haciéndolos de esta
forma, casi invencibles.
Aunque lamentablemente, como dice Sánchez de Toca,6 “la Historia
no se ocupa del soldado y fueron centenares de miles7 los infantes que mu-
rieron sirviendo en la Infantería española entre 1476 y 1700”.

6  
SÁNCHEZ DE TOCA, José María: La Infantería entorno al siglo de oro. Madrid, 1994,
pág. 39.
7  Ibídem, pág. 66. Referencia los cálculos basados en el informe del embajador Donato que da

una salida de 4.000 soldados anuales de refresco y otra calculando un servicio medio de 10
años para 24.000 soldados de infantería española; en total habían servido en estos años en la
infantería española unos 500.000 soldados.

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DE GRANADA A PAVÍA. LA EVOLUCIÓN DEL EJÉRCITO ESPAÑOL... 181

2.- FACTORES Y ANTECEDENTES DE LA EVOLUCIÓN MILITAR

2.1.- Conceptos generales de la evolución militar

El hilo conductor de la evolución militar en esta etapa es la afirma-


ción de la infantería como la dueña del campo de batalla, desplazando de
ese puesto de honor a la caballería de nobles. Este camino se inicia con la
recreación de formaciones cerradas y disciplinadas de peones, continuado-
ras de las tradiciones de Filipo de Macedonia, Epaminondas y Julio Cesar.
Estas formaciones cerradas, suizas en este caso, son las que destro-
zan la caballería pesada de Carlos el Temerario en la batalla de Grandson
(marzo de 1476) que junto a las batallas de Morat (junio de 1476) y Nancy
(enero de 1477) en donde además muere el propio Carlos, anuncian la
decadencia de la caballería pesada medieval. El alza de la importancia de
la infantería se debe, además de a sus propios méritos, a la quiebra de una
forma anticuada de combatir.
Alonso Baquer dice que “en términos técnicos, el cambio modernizador
a favor de los infantes radicó, primero en el perfeccionamiento de la ballesta
y, segundo, en la asimilación del arcabuz.” Esa “asimilación” supuso la con-
junción de tres corrientes importantes en el planteamiento de la infantería. El
primero queda dicho, las formaciones cerradas de piqueros, con un alto grado
de disciplina en sus movimientos, lo que conllevaba la profesionalización del
peón y el embrión de un ejército permanente. El segundo, la modernización
de la ballesta hasta ser sustituida de forma paulatina por las armas de fuego,
primero las espingarda, luego los arcabuces y posteriormente los mosquetes.
El tercero es la conjunción perfecta de ambas formas de lucha, picas y armas
de fuego, dando lugar al nacimiento de unas nuevas unidades con un plantea-
miento distinto del combate y un gran poder de maniobra.

2.2.- El caso español

En España, la infantería a lo largo de la “Reconquista”, siempre había


sido un elemento muy valorado, ya en el siglo XII, los peones de las tro-
pas facilitadas por los municipios, tuvieron una gran importancia. Mientras
que en Francia según cita Quatrefages a Philippe Contamine, para tratar de
justificar una insuficiencia, «la incapacidad militar del pueblo llano era uno
de los fundamentos del orden social», en Castilla continúa el razonamiento
de Quatrefages, según las disposiciones militares del Código de la Siete
Partidas de Alfonso X el Sabio, era el pueblo el que constituía la base de la
acción militar.

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182 JOSÉ ANTONIO PÉREZ GIMENA

Uno de los hitos importantes en esta evolución es La guerra de Gra-


nada. En esta guerra se dan una serie de causas que van conformando la
“evolución” de la infantería, una de ellas es la influencia del prestigioso
modelo de infantería suiza.
En 1482 se detecta la presencia de espingarderos y piqueros. En 1483
y 1484, cronistas como Pérez del Pulgar, nos indican la presencia de merce-
narios suizos y hasta el nombre de un capitán llamado Georges que mandaba
a 40 espingarderos en Alhama. En 1491 había un grupo, dentro del ejército
real, de 29 individuos, independientes de otras unidades del ejército, a los
que se les conocía por el nombre de “los suizos”.
La influencia del modelo helvético llega al extremo de que el conde
de Clonard (historiador y político español del siglo XIX), creía que la or-
denanza de 1487 dictada por el rey Fernando solo era una imitación de los
reglamentos militares suizos.
Por otro lado tenemos lo que Quadrefages llama “la hipoteca francesa”8.
Esto es, una vez terminada la “Reconquista”, los Reyes Católicos vieron que
los futuros conflictos bélicos vendrían por su poderoso vecino del norte.
El camino recorrido en la evolución del ejército español y, en espe-
cial, de su infantería desde el “otoño medieval” hasta la batalla de Pavía,
pasa por tres etapas. En ellas podemos analizar por separado los avances
conseguidos y su influencia sobre el resto de ese camino de evolución hasta
llegar a su cristalización en Pavía.
Estas tres etapas son: Primera: la guerra de Granada. Segunda: las
guerras de Italia. Tercera: y solapándose con la anterior, las guerras de los
Pirineos o del Rosellón.

2.3.- La guerra de Granada

Como comenta Martínez Ruiz, la guerra de Granada “ha sido consi-


derada por muchos como el acontecimiento que marca en el terreno militar
la transición del Medievo a la Modernidad, poniendo de manifiesto en su
desarrollo rasgos típicamente medievales... y otros que apuntan ya a los nue-
vos tiempos”.9
Miguel Ángel Ladero Quesada divide la guerra de Granada en tres fases.
La primera fase (1482-1484), a la cual titula “la defensa de Alhama”. La segun-
da fase (1485-1487), son “los años decisivos” de la confrontación. Por último,
la tercera fase (1488-1491), corresponde a “las campañas finales” de la guerra.
8  QUATREFAGUES, René: Op. Cit. Pág. 77.
9  MARTÍNEZ RUIZ, Enrique: Los ejércitos de Isabel I. Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes.

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DE GRANADA A PAVÍA. LA EVOLUCIÓN DEL EJÉRCITO ESPAÑOL... 183

Otro gran analista de esta guerra como es López de Coca precisando


más, propone otro tipo de división en cuatro fases y aunque ambos tipos
de planteamientos son perfectamente defendibles, vamos a seguir en este
trabajo la exposición de Ladero ya que marca el “cambio” a otra forma de
batallar más moderna en un tiempo determinado (invierno de 1484-85), al
cual, también hace alusión Martínez Ruiz como punto de inflexión en la
transición del Medievo a la Modernidad, lo que en definitiva es el tema de
este trabajo.

2.3.1.- Primera fase: La defensa de Alhama (1482-1484)

La historiografía ha escogido como el inicio de esta guerra, la toma


de la plaza de Zahara por los granadinos. Aun cuando este hecho no era
más que uno de los muchos “incidentes” fronterizos, proporcionó la excu-
sa necesaria para realizar los planes que tenían los Reyes Católicos desde
hacía tiempo. “si se puede decir que ovimos plazer desto que ha pasado, lo
diremos porque nos dé ocasión para poner en obra muy prestamente lo que
teníamos en pensamiento de hazer” escribían los reyes al concejo de Sevilla
en febrero de 1482, refiriéndose a la “perdida” de Zahara.
Al tiempo del envío de esta carta, salía una expedición real comanda-
da por Diego de Merlo y Rodrigo Ponce de León, con el objetivo de tomar
Alhama, plaza que fue rendida a principios de marzo de 1482.
Alhama era una plaza de una importancia estratégica muy alta, ya
que estaba solo a diez leguas de Granada (unos 35 kilómetros) y controlaba
uno de los dos caminos que unían a la capital nazarí con Málaga a través del
paso de Zafarraya.
La importancia de la plaza para el reino nazarí era tal que Abu´-l-
Hassan emir del reino de Granada, trató de recuperarla en dos ocasiones y al
fracasar en sus intentos, ofreció a los reyes cristianos cambiarla por Zahara,
todos los cristianos cautivos que había en Granada y 30.000 doblas de oro.
Al no aceptar esta generosa oferta, los Reyes Católicos mostraban cuales
eran sus verdaderos objetivos.
En esta primera fase de la contienda, mientras en la zona cristiana ha-
bía una absoluta unidad de mando, en la zona nazarí empezaron a cristalizar
los enfrentamientos entre el emir Abu´-l-Hassan y su hermano Muhammad
“El Zagal” contra el príncipe heredero Muhammad “Boabdil” y sus aliados
los “abencerrajes”. Estos últimos, dieron un golpe político liberando al prín-
cipe de su cautividad en la Alhambra y proclamándolo Emir, al tiempo que
su padre y su tío “El Zagal” se refugiaban en Málaga.

Revista de Historia Militar, 123 (2018), pp. 183-232. ISSN: 0482-5748


184 JOSÉ ANTONIO PÉREZ GIMENA

La actividad bélica se fue desarrollando con suerte repartida entre los


bandos cristianos y nazaríes. A la derrota cristiana en la”Ajarquía” o también
llamada “Lomas de Málaga” con lo que “el Zagal” y su hermano Abu´l-Hassan,
obtuvieron un importante prestigio, se contrapone la victoria cristiana de Lu-
cena, donde fue hecho prisionero el nuevo Emir Boabdil, que había tratado de
emular el prestigio conseguido por su padre con la victoria de la Ajarquía.
El aprisionamiento de Boabdil puso en práctica un conjunto de pactos
consistentes en treguas, vasallajes y tributos que presentaron al joven Emir
ante su pueblo como el adalid de la terminación de la guerra con una paz
pactada, la cual era deseada por la mayoría de la población rural y rechazada
por el sector intransigente, en especial por los alfaquíes y otros dirigentes
religiosos y la mayoría de las poblaciones urbanas. La ruptura granadina ya
no era ahora solo “in capite” ahora había conseguido calar a la población. En
el aprovechamiento del aprisionamiento de Boabdil, se hizo notar la mano
maestra de ese gran político que fue el rey Fernando.
El resto del año 83 fue pródigo en escaramuzas y enfrentamientos
fronterizos de los que cabe destacar, por el bando cristiano, la recuperación
de Zahara y la victoria en la llamada “batalla de Utrera o Lopera”.
Un año después, se mantuvo la actuación bélica en los mismos tér-
minos que los dos años anteriores hasta junio. En este mes, el rey Fernando
pone asedio y rinde la plaza de Alora y posteriormente la de Setenil a diez
kilómetros de Ronda.
En estos dos asedios interviene activamente la artillería lo que permi-
te abreviar las negociaciones de capitulación.
En esta fase, los enfrentamientos se efectuaron bajo el concepto me-
dieval de la guerra. Esto es; los reclamos del rey, concentraciones, plantea-
miento de las batallas y cercos y disolución de las huestes después de fina-
lizada la campaña. No obstante existen dos factores que empiezan a aflorar
en el transcurso de esta fase dentro del planteamiento bélico. El primero se
refiere a las cada vez más importantes masas de combatientes que utiliza el
bando cristiano y que repercute en unos problemas logísticos (abastecimien-
tos, economía, etc.) nunca planteados antes a ese nivel. El segundo es la uti-
lización progresiva de la artillería, hasta convertirse en un elemento esencial
del asedio, como son los casos de Alora y Setenil en la segunda mitad del 84.

2.3.2.- Segunda fase: Los años decisivos (1485-1487)

Las campañas de esta segunda fase fueron las que marcaron la derrota na-
zarí en esta guerra. Se planteó en el bando cristiano una planificación de activi-
dades para cohesionar una serie de actuaciones que tuvieron lugar en estos años.

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DE GRANADA A PAVÍA. LA EVOLUCIÓN DEL EJÉRCITO ESPAÑOL... 185

El plan cristiano fijaba tres objetivos: Ronda, como foco más activo
en la guerra fronteriza. Málaga, como centro económico del reino y la vega
de Granada, como centro abastecedor de la ciudad.
La campaña comenzó en abril del 85, con la toma de cinco plazas en
el camino a Málaga, pero el Zagal ya había preparado bien a la ciudad para
defenderse. Teniendo conocimiento de esto, el rey Católico varío sus planes
y se dirigió a Ronda. El asedio empezó el 8 de mayo, el 18 de mayo, tomó el
arrabal tras un “intenso bombardeo” y el día 22 se rindió la ciudad después
de haberle cortado el suministro de agua. Con Ronda se rindieron también
todos los fuertes de la serranía, así como Marbella. La frontera avanzó más
de 100 km, llegando a las cercanías de Málaga.
La segunda, en septiembre del mismo año, tenía como objetivo la
toma de Moclín, uno de los castillos que defendían La Vega, pero el Zagal
derrotó a la vanguardia cristiana ya cerca de Moclín, de modo que el rey
se retiró hacia Jaén, conquistando dos castillos que amenazaban esta plaza.
Por el lado nazarí, la lucha por el poder no cejaba, desgastando enor-
memente su potencial de respuesta. La lucha por los “derechos” al trono se
desarrolló de la siguiente forma:
−− Boabdil volvió al este del emirato en septiembre de 1485, apoyado
por Castilla, los abencerrajes y una gran parte de la población rural.
−− Fue extendiendo su dominio gracias a que su tío no era reconocido
como emir fuera de las ciudades.
−− En marzo de 1486, el arrabal granadino del Albaicín se alzó a favor
de Boabdil, comenzando una terrible lucha callejera en la capital
hasta que, a finales de mayo, ambos bandos vieron la necesidad de
unir sus fuerzas ante el avance castellano. Boabdil reconoció a su
tío la condición de emir a condición de “conservar sus dominios
al este del emirato”.
Estas luchas que tanto debilitaron al emirato granadino, nos llevan a
recordar las luchas habidas en 1009, con la creación de los reinos taifas y
la reflexión, tres siglos después, de Ibn al-Jatib que en su desesperanzado y
bellísimo análisis decía:
“Las gentes de al-Andalus acabaron en la discordia, desunión y
separación de un modo desconocido en la historia de ninguna otra
nación, a pesar de la proximidad del país respecto a los adorado-
res de la Cruz. Ninguno de ellos poseía (el derecho) de herencia
al califato, una pretensión razonable al emirato... (a pesar de todo
esto) convirtieron regiones en sus feudos, se repartieron entre sí las

Revista de Historia Militar, 123 (2018), pp. 185-232. ISSN: 0482-5748


186 JOSÉ ANTONIO PÉREZ GIMENA

grandes ciudades, fundaron ejércitos, nombraron jueces y adoptaron


títulos(...). Sin embargo, se engañaban a sí mismos con títulos como:
“fiel”, “defensor”, “agradable”, “afortunado”, “competente”, “con-
quistador”, “paladín”, “victorioso”, “vencedor” e “íntegro”. Como
diría el poeta: Lo que más detesto en al-Andalus son los nombres
“defensor (al-Mu´tadid) y “fiel” (al-Mu´tamid). Apelativos de reinos
inexistentes. Como cuando el gato ruge imitando al león.”.10
Salvando las lógicas distancias, estas reflexiones de Ibn al-Jatib, eran
una premonición de lo que un siglo después ocurriría en Granada. Donde
unos “nuevos gatos tratarían otra vez de imitar al león”.
Los objetivos marcados por los cristianos para la campaña de 1486,
eran la toma de Loja, plaza que vigilaba el otro camino a Málaga y el resto
de fortalezas de la Vega.
Para la toma de Loja, primero se aisló la plaza con una línea de fosos
y estancias fortificadas. El lunes 22 de mayo se asaltaron los arrabales y ese
mismo día se bombardeó la ciudad y las murallas, continuando el bombardeo
hasta el día 28. El día 29 Loja capitulaba, siendo de nuevo cogido prisionero
Boabdil que trataba con su presencia defender la plaza, apelando a los trata-
dos que firmó con los Reyes Católicos. Con esta conquista, Málaga quedaba
aislada de Granada y se abría la puerta principal a la Vega y a sus restantes
fortalezas que no tardaron en rendirse. Illora, Moclin, Colomer y Montefrío
capitularon en el mes de junio. Fue tan decisiva la artillería para la conquista
de estas plazas que el cronista Andrés Bernáldez comentó “en otro tiempo la
menor era bastante para tenerse un año e no poderse tomar sino por hambre”.
Con respecto a Boabdil, el rey Fernando dio otra lección de astucia
política. A pesar de su “traición” Boabdil prestó, otra vez, su vasallaje y ob-
tuvo la promesa de ser nombrado “duque” o “conde” de una amplia zona, si
conseguía “recuperarla” en un plazo de ocho meses. Dicho en otras palabras,
ya no se habla de emir sino de títulos cristianos. Además su futuro territorio
se lo tenía que coger a su tío con la espada en la mano. En septiembre volvió
al Albaicín y con la ayuda de los alcaides castellanos de las fortalezas de La
Vega, resistió todos los ataques de El Zagal.
Los Reyes Católicos iniciaron la campaña de 1487 con el objetivo de
rendir Málaga y en abril las tropas cristianas pusieron cerco a Vélez Málaga.
El Zagal intento levantar el cerco de la ciudad pero fue derrotado, al no atre-
verse a volver a Granada se retiró a Almería, de esta forma Boabdil se hizo
con el control de Granada. Vélez Málaga capituló el 27 de abril.

10  LÓPEZ DE COCA, José Enrique y PEINADO SANTAELLA: Historia de Granada. Cita de
Ibn Al-Jatib. Granada, 1987, págs. 175-6.

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DE GRANADA A PAVÍA. LA EVOLUCIÓN DEL EJÉRCITO ESPAÑOL... 187

Ante esta nueva situación nazarí, los Reyes Católicos reconocieron


nuevamente a Boabdil como “el rey de Granada, nuestro vasallo”, como se
ve un título algo ambiguo.
El asedio a Málaga, entre mayo y agosto de 1487, fue numantino. El ya
citado cronista Andrés Bernáldez escribió “e ellos, como personas de España
e segundos zamoranos (haciendo alusión a los numantinos), esforzadamente
salían a pelear e dar en las estancias...e ninguna mención fazían de entender
en partido, sino de pelear e defender la ciudad”. El párrafo no puede ser más
jugoso, intitula a los malagueños como “personas de España” y, por esa condi-
ción, herederos de los valores numantinos. Por otro lado, nos indica que para
defender su ciudad se unieron todos sin “mención de partido”.
El sitio de Málaga hizo cambiar los procedimientos que hasta ese
momento se estaban aplicando a la guerra.
−− Cambió la técnica de asedio, que por primera vez se usaría para
una gran ciudad dotada de puerto y pertrechada con una artillería
capaz de alcanzar el real cristiano.
−− Desapareció el tipo de guerra corta que permitía no alterar la vida
agraria de Andalucía. Pero en este año la larga duración de la gue-
rra, causó una gran demanda de abastecimientos no siempre satis-
fecha, lo que produjo deserciones en el bando cristiano.
−− Los problemas de logística en general (pago a las tropas, renova-
ción de combatientes, renovación y provisión de armamento, etc.)
se afrontaron a costa de los recursos de la Hacienda, tanto con los
presentes como endeudando los futuros.
A todo ello había que añadir el tipo de lucha que se estaba desarro-
llando, con una violencia sin precedentes. Nuestro ya conocido Bernáldez
decía “las cosas del cerco de Málaga no hay quien contarlas todas pueda”.
Combates terribles a lo largo de todo el cerco, bombardeos sobre la plaza
y sus fortificaciones, intentos de minar la muralla y hasta la presencia de la
reina Isabel en el real demostrando la firme determinación de conseguir el
objetivo, hicieron que el pendón de Castilla ondeara en la Alcazaba el 18 de
agosto, cuando el hambre y no otra cosa rindió a los heroicos malagueños.

2.3.3.- Tercera fase: Las campañas finales (1488-1491)

El esfuerzo bélico hecho el año 87, requería un tiempo de recu-


peración. No obstante en junio del 88, las tropas y artillería, andaluzas
en su mayor parte, consiguieron la capitulación, sin apenas esfuerzo, de

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188 JOSÉ ANTONIO PÉREZ GIMENA

extensas zonas como el valle del Almanzora, la sierra de los Filabres, los
dos Velez, Mojácar, Huescar, etc. Las razones dadas a este “paseo militar”
provenían de las seguridades otorgadas a los musulmanes que iban a ser
vasallos del futuro rey Boabdil, según lo acordado en 1487.
El objetivo para la campaña de 1489 era asestar un golpe defini-
tivo a El Zagal, dueño de Almería, Baza y Guadix, escogiéndose Baza
como primer objetivo. Esta plaza estaba muy bien pertrechada y había
sido puesta en estado de defensa, permaneciendo El Zagal en Almería
en previsión de una maniobra de distracción similar a la ejecutada en la
toma de Ronda.
Las operaciones iniciales del asedio de Baza, como la tala de huer-
tas, fortificación del cerco y emplazamiento artillero, llevaron desde el
mes de junio hasta comienzos de octubre. Con la llegada del otoño, tra-
dicionalmente se habría levantado el cerco, pero esta vez no fue así.
Después de las experiencias tenidas, los medios de acción habían evolu-
cionado mucho; a los reales desmontables les sucedieron campamentos
fijos que eran como pequeñas ciudades, se sembraban los campos en
previsión de largos asedios y se comenzó a instalar de una forma más
óptima la artillería, ya convertida en arma fundamental del asedio. De
modo que ante la inminente amenaza de bombardeo, Baza capituló el 7
de noviembre.
En los días siguientes el Zagal entregó Almería y Guadix con todos
los lugares a su mando, después de haber obtenido unas condiciones bené-
volas de rendición.
El fin de el Zagal situaba a Boabdil ante la tesitura de la inmediata
entrega de Granada y, temiendo una grave revuelta interna, se apresuró a
enviar a su alguacil Abu´-l-Qasim, a Córdoba, donde estaban los reyes,
para “iniciar negociaciones”. Los reyes exigían que se entregara la ciudad,
pero el emir, cogido entre “dos fuegos”, la población granadina y su pacto
con los Reyes Católicos, eligió continuar la guerra para responder a la de-
manda de una población que temía perder su independencia.
En abril de 1491, se concentraba un gran ejército cristiano entre
Loja y Alcalá la Real, instalando el real en el Gozco, a una legua de Gra-
nada, llamándole Santa Fé y rodeándole de “marjales” para evitar la posi-
bilidad de grandes combates y facilitar la comunicación con Loja.
Los combates de 1491 han sido muy estudiados y también fantasea-
dos. Los lances y duelos singulares dieron lugar a un desgaste mucho más
perjudicial para los granadinos.

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DE GRANADA A PAVÍA. LA EVOLUCIÓN DEL EJÉRCITO ESPAÑOL... 189

Al fin, el 25 de septiembre, se firmaron tres documentos donde se


detallaban las condiciones de capitulación de la ciudad. Según Carriazo11
“tres llaves abrieron a los Reyes Católicos las puertas de Granada: la fuerza
militar, empleada a última hora con bastante prudencia, el hambre de los
granadinos y el soborno de sus jefes”. Y aunque se había fijado inicialmente
la entrega efectiva de la ciudad para mayo de 1492, sin embargo, a primeros
de diciembre se acordó, con el fin evitar alborotos, entregar la ciudad lo
antes posible.
Al amanecer del día 2 de enero de 1492, en el salón de la torre de
Comares, Boabdil hizo entrega a don Gutierre de Cárdenas de las llaves
de la fortaleza. La entrada oficial de los reyes con su Corte, tuvo lugar el día
6 de enero.
Hemos visto a lo largo de esta guerra de Granada, el desarrollo de
nuevas soluciones logísticas, nuevos planteamiento de largas campañas, un
mando único sobre grandes masas de soldados que paulatinamente nos lleva
hacia un ejército fijo y más profesional, también hemos ido observando el
desarrollo de una artillería cada vez más efectiva y definitiva.
Nos falta ver ahora ese mismo desarrollo pero centrado en la in-
fantería, la conjugación de los tres valores citados por Alonso Palencia
para conseguir el Triunfo. En pocas palabras; el salto de “peón a infante”,
alcanzando una dignificación que en esta guerra de Granada era todavía
impensable. Todo ello se alcanzará en las campañas de Italia con el Gran
Capitán y tras un periodo de evolución, llegará a su madurez en la batalla
de Pavía.

2.4.- Las campañas de Italia del Gran Capitán

Dos fueron las campañas donde intervino el Gran Capitán, Gonzalo


Fernández de Córdoba, en Italia. La primera empezó en 1495 con el desem-
barco de Don Gonzalo en Sicilia, hasta su retorno a España en 1498, y la se-
gunda, desde su salida de Málaga hacia Nápoles en 1500, hasta la rendición
de Gaeta en enero de 1504.
En ambas campañas se aprecia un factor de armonía en la evolución
militar, ese factor de armonía es el genio militar de Fernández de Córdoba
que, desde aprendiz a capitán en la guerra de Granada, se convierte en el
maestro de una escuela donde se forjarán los brillantes comandantes de los
tercios españoles. Analicemos pues ambas campañas, para ver esa evolución
y su reflejo en las futuras actuaciones de la infantería española.
11  LADERO QUESADA, Miguel Ángel: La Guerra de Granada. Madrid, 1969, pág. 74.

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2.4.1.- Primera campaña (1494-1498)

1494: Razones de la intervención española


El 25 de enero de 1494 falleció el rey Fernando I de Nápoles, suce-
diéndole su hijo Alfonso II, el cual no gozaba de grandes simpatías entre sus
nobles. Estas circunstancias animaron a Carlos VIII de Francia a reclamar la
corona de Nápoles invocando los derechos de la Casa de Anjou. Le apoyaron
en sus pretensiones el duque de Milán, Luis Sforza “el Moro”, las familias
italianas de los Orsini y los Colonna, los duques de Ferrara y la república de
Génova. Florencia, después de la muerte de Lorenzo el Magnífico, era dema-
siado débil para oponerse, y Venecia permaneció a la expectativa. Carlos VIII
entró en Italia cruzando los Alpes en agosto de 1494. El ejército expediciona-
rio estaba creado sobre la base de mercenarios suizos, alemanes y franceses
contratados para que el rey no estuviese a merced de “huestes medievales”.
Su ejército estaba formado por unos 12.000 soldados de infantería armados
de picas, ballestas y arcabuces; unos 11.000 jinetes y 140 falconetes, cañones
y culebrinas. La artillería estaba servida por 1.000 artilleros.
Carlos VIII recorrió Italia; pasó por Turín, Milán, Florencia y Roma,
donde entró el 31 de diciembre. El Papa Alejandro VI, se vio obligado a
refugiarse en el castillo de Santángelo y a ceder a Carlos VIII cuantas plazas
necesitase para su invasión, entre ellas el puerto de Ostia.
Los Reyes Católicos, ante el peligro que esa invasión suponía para la
isla aragonesa de Sicilia, habían enviado embajadores a Francia y a Roma
antes de la invasión. El embajador Alonso de Silva, no logró convencer a
Carlos VIII de que desistiera de sus propósitos, si bien le hizo saber que el
rey de Aragón se vería obligado a socorrer a sus parientes y aliados. Por su
parte, el embajador Garcilaso de la Vega informó al Papa de esta postura.
Inmediatamente, los reyes de España enviaron una escuadra al mando del
almirante Galcerán de Requesens, para reforzar al virrey de Sicilia, Her-
nando de Acuña, e iniciaron los preparativos de una segunda escuadra en
Galicia y Vizcaya para trasladar a Sicilia un cuerpo expedicionario al mando
de Gonzalo Fernández de Córdoba, personaje que se había distinguido en la
guerra de Granada.
Entretanto, Alfonso II de Nápoles había sido derrotado en Génova y
en el curso inferior del río Po por el ejército de Carlos VIII. Los nobles na-
politanos obligaron al rey a abdicar en su hijo Fernando, duque de Calabria.
El 28 de enero el ejército de Carlos VIII salió de Roma hacia Nápoles. Al
ser derrotado también Fernando II por Carlos VIII en San Germano, junto al
río Garellano, huyó a Sicilia, donde pidió auxilio a sus parientes los Reyes

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DE GRANADA A PAVÍA. LA EVOLUCIÓN DEL EJÉRCITO ESPAÑOL... 191

Católicos, a los que transfirió el 11 de febrero la jurisdicción de cinco forta-


lezas clave para el dominio de Calabria: Reggio, Crotona, Squilace, Tropea
y La Amantia. Carlos VIII entró en la ciudad de Nápoles el 22 de febrero tras
lograr la rendición de la fortaleza de Castelnuovo, defendida por Alfonso de
Ávalos, I Marqués de Pescara. Tres meses después, el 12 de mayo, se hizo
coronar Emperador y rey de Jerusalén.
Mientras tanto, la diplomacia española había creado la Santa Liga
con el emperador Maximiliano, el Papa Alejandro VI, Luis Sforza de Milán
(arrepentido de su anterior apoyo a la invasión francesa de Nápoles) y el
Estado de Venecia, contra el rey francés. El 31 de marzo de 1495 se firmó el
tratado de formación de la Santa Liga.
Ante la creación de la Santa Liga, Carlos VIII emprendió una rápida
retirada hacia el norte de Italia, dejando guarnecidas las plazas más impor-
tantes de Nápoles y un ejército de unos 6.000 soldados suizos, los mejores
soldados de la época, y otros tantos gascones, apoyados con buena artillería
y excelente caballería. Una escuadra les abastecería de refuerzos y víveres
en caso necesario. Al mando del ejército dejó a Gilberto de Borbón, duque
de Montpensier, en calidad de virrey de Nápoles. Con las tropas restantes,
Carlos VIII salió de Nápoles el 20 de mayo. En su regreso a Francia venció
a las fuerzas venecianas y milanesas que trataban de cortarle el paso, en la
batalla de Fornovo, el 6 de julio de 1495.
1495: Operaciones de Calabria y Seminara
El 24 de mayo de 1495, Fernández de Córdoba llegó a Mesina con
5.000 infantes y 600 jinetes. Allí conferenció con el rey de Nápoles para es-
tablecer el plan de reconquista del reino. Fernando II era partidario de atacar
directamente la capital, pero el español le convenció del grave riesgo que
corría de ser derrotado. Los franceses habían ocupado casi todo el sur de Ita-
lia excepto Ischia, Brindisi, Gallípoli y la fortaleza de Reggio. Fernández de
Córdoba propuso operar en Calabria, donde los franceses tenían las plazas
peor guarnecidas y donde la población sería adicta a las tropas españolas por
proximidad a Sicilia, base natural de partida de toda la operación.
El ejército español desembarcó en Calabria el 26 de mayo. En sus
filas formaban los capitanes castellanos Alvarado, Peñalosa, Benavides y
Pedro de Paz. Allí se les unieron 3.000 voluntarios napolitanos y calabreses
reclutados en nombre del rey Fernando II y fuerzas mercenarias tudescas al
mando del marqués de Pescara.
Fernández de Córdoba inició la campaña con una serie de marchas y
contramarchas, rehuyendo los combates decisivos con el enemigo y toman-
do aquellas plazas y puestos que podían servirle para futuras operaciones.

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192 JOSÉ ANTONIO PÉREZ GIMENA

Con ello, pretendía tres cosas: Primero; desconcertar al enemigo. Segundo;


acabar de instruir a sus “bisoñas”12 tropas. Y tercero; tratar de lograr adhe-
siones al rey de Nápoles. En un mes había tomado posesión de las cinco for-
talezas concedidas por el rey Fernando II, aunque los puntos clave seguían
en manos francesas.
El Señor de Aubigny, gobernador de la Calabria y segundo del duque
de Montpensier, viendo los progresos del ejército hispano-napolitano, se
dispuso a combatir cuanto antes y reuniendo un ejército de 400 hombres de
armas, 600 caballos ligeros, un cuerpo de infantería suiza y otro de milicias
del país, se dirigió a Seminara para presentar batalla.
Fernández de Córdoba aconsejó al rey no aceptar la batalla, al desco-
nocer el potencial francés y desconfiar de la calidad de los voluntarios na-
politanos, proponiendo la retirada a la plaza de Seminara y analizar al ene-
migo. El monarca influenciado por sus capitanes decidió presentar batalla al
francés. El 21 de junio, las tropas aliadas se desplegaron en unas colinas al
este de la plaza a cuyo pie discurría un riachuelo vadeable.
La disposición de las tropas fue la siguiente: A la derecha los 1.000
infantes y 400 jinetes españoles; a la izquierda los 6.000 voluntarios napoli-
tanos y calabreses de Fernando II. El Señor de Aubigny formó a su caballe-
ría, y a su derecha colocó a los piqueros suizos. En su retaguardia, dejó las
tropas del país.
Comenzaron el ataque los “señores de armas” franceses, avanzando
hacia el riachuelo vadeable. Los 400 jinetes españoles se lanzaron sobre
ellos para tratar de desorganizarlos. El Señor de Aubigny y su lugarteniente
Precy se lanzaron sobre su caballería para rehacerla y lanzarla de nuevo al
ataque. Los españoles, fieles a sus tácticas guerreras aprendidas durante la
lucha contra los moros, retrocedieron a sus posiciones para reorganizarse y
volver a la carga.
Los napolitanos, creyendo que la caballería española huía, se dieron a
la fuga sin llegar a pelear. El Señor de Aubigny lanzó sobre ellos su caballe-
ría haciendo gran carnicería. En el campo de batalla quedó solo la infantería
y caballería españolas que al mando de Fernández de Córdoba inició una
ordenada retirada hacia Seminara. Esta fue la única derrota del general es-
pañol, si bien no fue achacable a él.
Tras la batalla, Fernández de Córdoba abandonó las plazas ocupadas
y se refugió en Reggio, mientras que Fernando II se trasladó a Sicilia en
busca de refuerzos, volviendo al poco tiempo con la escuadra del almirante
12  “Bisoño”,del italiano “necesito”, término acuñado en los Tercios Viejos para referirse a los
nuevos soldados que, viniendo de España, no sabían dónde procurarse sus más básicas nece-
sidades (bisoño pane, bisoño vino).

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DE GRANADA A PAVÍA. LA EVOLUCIÓN DEL EJÉRCITO ESPAÑOL... 193

Requesens y un reducido ejército. Logró atraer al duque de Montpensier que


le buscaba desorientado, mientras el rey entraba en Nápoles al frente de las
tropas del marqués de Pescara que Fernández de Córdoba le había cedido.
El señor de Aubigny, creyendo tener arrinconado al español, envió a
Precy a Nápoles para reforzar al duque de Montpensier. El duque regresó
a Nápoles, pero una vez allí se vio obligado a encerrarse en los fuertes de
la ciudad por el acoso del pueblo sublevado, las tropas de Fernando II y la
escuadra española de Requesens. Encerrado en los fuertes, pactó entregarse
si no recibía refuerzos en un plazo determinado, pero faltó a su palabra y
logró escapar con 2.000 soldados a Salerno, donde se le unieron las fuerzas
de Precy para pasar el invierno.
Llegado a este punto y estando escaso de hombres y recursos, decidió
pasar el invierno en Nicastro, dedicándose a reorganizar sus fuerzas, refor-
zadas con 1.000 bisoños gallegos mal vestidos y desarmados y con volunta-
rios partidarios del rey de Nápoles.
1496: Sitios de Atella y Ostia
En febrero de 1496 Fernández de Córdoba ya con el dinero proceden-
te de España, decidió comenzar sus operaciones. Se dirigió a Cosenza, de la
que se apoderó tras tres vigorosos asaltos. En ese momento fue llamado por
el rey Fernando II para acabar con las tropas de Montpensier y Precy, a las
que había encerrado en la plaza de Atella. (recordemos que con el rey estaba
el Marqués de Pescara). Al ponerse en camino, Fernández de Córdoba tuvo
noticias de que Américo de San Severino, se había reunido en Lanio con
un grupo de nobles angevinos pro-franceses para salirle al encuentro. Fer-
nández de Córdoba quiso aprovechar esta oportunidad para acabar con los
rebeldes. Hizo una marcha nocturna por sendas ásperas y montuosas, arrolló
a los montañeses que guardaban los pasos y gargantas y sorprendió a los no-
bles al amanecer. Entró en la plaza y arrolló a los que acudían a la fortaleza,
mató al jefe de la rebelión, Américo de San Severino e hizo prisioneros a
doce barones y más de cien caballeros, que llevó presos al rey Fernando II.
Reforzado con 500 hombres llegados de España y tras una rápida
marcha de diecisiete días a través de territorio enemigo, Fernández de Cór-
doba se presentó ante los muros de Atella con tan solo 400 jinetes ligeros,
70 hombres de armas y 1.000 infantes escogidos. Le esperaban el rey Fer-
nando II, César Borgia como Legado pontificio del Papa Alejandro VI y el
duque de Mantua, general jefe de las tropas venecianas. Dentro de la ciudad
de Atella se hallaba el virrey francés de Nápoles, el duque de Montpensier.
Fernández de Córdoba redistribuyó las tropas de la Santa Liga. Se
apoderó de Ripa Cándida, que estaba unida a la ciudad de Atella por un

Revista de Historia Militar, 123 (2018), pp. 193-232. ISSN: 0482-5748


194 JOSÉ ANTONIO PÉREZ GIMENA

afluente del río Ofanto y que suministraba víveres a la plaza sitiada. Con
estas acciones el cerco al duque de Montpensier se hizo más estrecho, de
forma que este pactó la entrega de la ciudad si no recibía refuerzos en un
plazo de 30 días. En la capitulación se incluyeron las siguientes cláusulas:
−− Se incluían todas las plazas de Nápoles excepto las que gobernaba
el Señor de Aubigny en Calabria.
−− Se facilitarían navíos para el traslado de los soldados franceses a
Francia.
−− Se concedería el indulto a los soldados napolitanos que habían
servido en el ejército de Carlos VIII y reconociesen como rey a
Fernando II en el plazo de quince días.
El socorro no llegó y se hicieron firmes las cláusulas de la capitula-
ción. Las plazas fuertes de Venosa, Tarento y Gaeta se negaron a capitular
alegando no tener órdenes directas del rey. De los 5.000 soldados franceses
que salieron repatriados de Atella solo llegaron vivos a Francia unos 500. El
resto murió de epidemias durante el viaje. Entre los muertos se encontraba
el propio virrey, duque de Montpensier.
La victoria de Fernández de Córdoba en Atella tuvo gran resonancia
internacional, y al general español se le comenzó a conocer y llamar como
“el Gran Capitán”.
Tras la victoria de Atella, Fernández de Córdoba, convertido ya en
“Gran Capitán” regresó a Calabria y consiguió encerrar al Señor de Aubigny
en Galípoli y obligarlo a regresar a Francia, liberando a toda la Calabria en
nombre del rey Fernando II.
El 7 de octubre de 1496 Fernando II falleció a los 28 años. Ese mis-
mo día fue proclamado como sucesor su tío Don Fadrique. Éste se hallaba
sitiado en Gaeta por los franceses, por lo que llamó al Gran Capitán en su
auxilio. Los españoles se presentaron en la plaza y al día siguiente de su
llegada se rindieron los franceses. Excepto en las plazas de Diano y Tarento,
ya no quedaban tropas francesas en el reino de Nápoles.
Antes de abandonar suelo italiano, el Gran Capitán y su ejército fue-
ron requeridos por el Papa Alejandro VI, para recuperar el puerto de Ostia.
1496 (agosto): Conquista del puerto de Ostia
En su avance hacia Nápoles, el rey Carlos VIII había ocupado la plaza
del puerto de Ostia, dejando como gobernador de la plaza al aventurero viz-
caíno Menaldo Guerri, y con la promesa al Papa Alejandro VI de devolver la
plaza finalizada la conquista de Nápoles. El rey nunca cumplió su promesa.

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DE GRANADA A PAVÍA. LA EVOLUCIÓN DEL EJÉRCITO ESPAÑOL... 195

Presentado ante los muros de Ostia, el Gran Capitán solicitó en vano


su entrega, invocando la promesa de Carlos VIII. La plaza era muy fuerte,
estaba bien pertrechada y mejor defendida por gente sin escrúpulos. El Gran
Capitán formalizó el sitio con 1.000 infantes, 300 jinetes y algunas piezas de
artillería, que dispuso en batería en una elevación al sur de la ciudad. Roto el
fuego contra los muros, en cinco días abrió una brecha por la que se lanzaron
al ataque los españoles.
Garcilaso de la Vega, atacó los muros de la plaza por el lado opuesto.
Ante este segundo ataque Guerri y sus hombres se rindieron. Tras la victo-
ria, el Gran Capitán fue aclamado como “libertador”. El Papa, le entregó la
“rosa de oro”, máxima distinción pontificia con la que el Papa galardonaba
cada año a su mejor servidor.
Al despedirse del Papa hubo una escena bastante violenta. El Papa se
mostró dolido de los Reyes Católicos ante el Gran Capitán. Este le replicó
que no olvidara los servicios que le habían prestado, y que recordara las
palabras que había dicho hacía poco tiempo: “Si las armas españolas me
recobraban Ostia en dos meses, debería de nuevo al Rey de España el Pon-
tificado.”, añadiendo “que las armas españolas no tardaron dos meses sino
ocho días”. Siguió diciendo al Papa que “más le valiera no poner a la Iglesia
en peligro con sus escándalos, profanando las cosas sagradas, teniendo con
tanta publicidad, cerca de sí y con tanto favor a sus hijos, y que le requería
que reformase su persona, su casa y su corte, para bien de la cristiandad”.
El padre jesuita Abarca escribió que el Papa quedó “turbado del esplen-
dor vivo de la verdad, enmudeció del todo, asombrado de que supiese apretar
tanto con las palabras un soldado, y de que a un Pontífice, tan militar y resuel-
to, hablase en Roma en su palacio y rodeado de armas y parientes, un hombre
no aparecido del cielo, en puntos de reforma y con tanta reprehensión”.
Desde Roma el Gran Capitán marchó a Nápoles, donde el rey Don
Fadrique le dió el título de duque de Santángelo, el señorío de dos ciudades
y diversos lugares del Abruzo, y tres mil vasallos, diciendo “que era debido
conceder siquiera una pequeña soberanía a quien era acreedor a una corona”.
De Nápoles se dirigió a Sicilia. Allí el Gran Capitán fortificó las costas. Al
poco tiempo acudió a la llamada del rey don Fadrique para expulsar a los france-
ses de Diano, única plaza que aún conservaban. En pocos días el Gran Capitán
rindió la guarnición francesa, dando fin las operaciones militares en Nápoles.
El Gran Capitán regresó a España en 1498. A su llegada la gente le
aclamó como un héroe nacional. El rey Don Fernando el Católico decía que
“la guerra de Nápoles había procurado a España más crédito y gloria que la
de Granada”. Al Rey Católico le había sorprendido tanto el desarrollo de la
campaña como su desenlace.

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196 JOSÉ ANTONIO PÉREZ GIMENA

Reflexiones sobre la primera campaña de Italia


La primera campaña de Italia fue la confirmación de Fernández de
Córdoba como un gran general y el iniciador de la filosofía de combate de los
futuros tercios. Hemos visto el uso de las ágiles marchas y contramarchas; el
desgaste del ejército enemigo con continuos golpes de mano; la nueva utilización
de una caballería con ataques y retrocesos; el aprovechamiento de los accidentes
del terreno para el planteamiento de los combates; se introdujo los “rodeleros”,
soldados armados de espada y dardo para combatir cuerpo a cuerpo a los
piqueros enemigos introduciéndose debajo de sus picas; se introdujo también a
los arcabuceros en una relación de 1 a 5 con el resto de soldados y el empleo de la
artillería para rendir los cercos de las plazas. Todo ello fue conseguido gracias a la
disciplina, cohesión y entrenamiento que dio a sus tropas Fernández de Córdoba.
Muchos de esos “nuevos conceptos” ya habían sido utilizados en la
guerra de Granada, siendo optimizados por el Gran Capitán. No obstante
quedaba todavía un camino importante que andar hasta completar un ejército
de la Edad Moderna.

2.4.2.- Segunda Campaña de Italia (1500-1504)

Inicio de la guerra con Francia


Entre 1498 y 1500, se habían desarrollado una serie de cambios dentro
del escenario europeo. Se había disuelto la Santa Liga creada por España en
1494; muerto Carlos VIII de Francia, le había sucedido Luis XII con las misma
ambiciones italianas pero dispuesto a no cometer el error de ponerse contra el
papado. El nuevo rey de Francia se había entendió con Venecia para repartirse
el Ducado de Milán y con el Papa Alejandro VI para luchar contra Nápoles.
Firmada la paz con España, Luis XII invadió Milán, derrocó a Luis
Sforza y se dispuso a marchar sobre Nápoles. Fernando el Católico no podía
permitir tal proyecto y como no podía oponerse a él (en este caso el papado
era un aliado del francés) decidió unirse y compartir la conquista, así que
propuso al rey de Francia repartirse el reino entre los dos países. Luis XII
aceptó. Según las estipulaciones del tratado, la parte norte de Nápoles se ad-
judicaba a Francia, mientras que la Calabria y la Pulla quedaba para España.
Se alegaron dos excusas para justificar este reparto: La primera; que
Don Fadrique había concertado una alianza con los turcos en contra del
Papa, Francia y Venecia. La segunda; que el rey Fernando el Católico tenía
más derechos dinásticos para la corona de Nápoles que Don Fadrique. El

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DE GRANADA A PAVÍA. LA EVOLUCIÓN DEL EJÉRCITO ESPAÑOL... 197

Papa Alejandro VI declaró a Don Fadrique indigno de ceñir corona por ha-
ber pedido auxilio a los infieles y terminó sus días vigilado en Francia.
Mientras se negociaba el tratado entre Francia y España, ratificado
en Granada el 14 de noviembre de 1500 por los Reyes Católicos, daban
comienzo los preparativos militares. El Gran Capitán embarcó en Málaga
al frente de un ejército de 5.000 infantes y 600 jinetes. Por su parte, Luis
XII ordenó al Señor de Aubigny que marchase sobre Nápoles con 10.000
infantes y 1.000 lanzas, y a Felipe de Ravenstein que zarpara de Génova
transportando otros 6.500 soldados para Aubigny.
Franceses y españoles procuraron adueñarse cada uno de su parte de
Nápoles. Los franceses avanzaron hasta Capua, tomaron la ciudad al asalto y
ocasionando una horrible matanza. Por su parte, el Gran Capitán sometió toda
la Calabria y la Pulla en un mes, excepto Tarento, donde resistía el duque de
Calabria de 14 años de edad, primogénito del destronado rey Don Fadrique.
1502: Capitulación de Tarento
El Gran Capitán conquistó Tarento mediante un sistema muy original.
Esta plaza estaba rodeada de agua por todas partes: por el sur el mar; por el este
y el oeste dos canales abrazaban la ciudad; por el norte ambos canales se en-
sanchaban formando una bahía con fondo para naves de alto bordo. La ciudad
se consideraba inexpugnable, siendo las defensas del norte las más débiles.
El Gran Capitán transportó sus naves desde el mar por tierra hasta la
bahía norte. Todo el ejército participó en la empresa, arrastrando las naves
sobre rodillos al compás de cantos guerreros y música. En pocas semanas
la escuadra española pudo batir con sus fuegos las murallas del norte de la
ciudad. El conde de Potanza, gobernador de la ciudad, solicitó a los espa-
ñoles la suspensión de las hostilidades por dos meses, pasados los cuales
entregaría la ciudad si antes no recibía algún socorro.
A los dos meses la ciudad de Tarento se entregó. Las condiciones de
la capitulación incluían que el duque de Calabria quedaría en libertad de ir
a donde quisiese. El Gran Capitán le “convenció” de que fuera a España. El
conde de Potenza protestó ante lo que creía una manipulación de la voluntad
del duque, el Gran Capitán elevó consulta al rey Fernando el Católico el
cual confirmó el viaje del duque de Calabria a España. Allí permaneció en
calidad de prisionero de Estado.
No tardaron en llegar las disputas entre franceses y españoles. Los
franceses trataron de apoderarse de la plaza de Capitaneta por no estar in-
cluida en el tratado de partición, entraron en la Pulla y el duque de Nemours
dió al Gran Capitán el plazo de una hora para salir de la plaza. El español
rehusó del siguiente modo:

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198 JOSÉ ANTONIO PÉREZ GIMENA

“Hermano, andad con Dios y decid al duque de Nemours e a mon-


siur de Aubigny que puesto que tantas veces les he dicho e requerido que
esta diferencia se vea por justicia, y no quieren, y envíanme a decir que por
fuerza me la han de tomar, que espero en Dios y en su bendita Madre de
defendérselo e aun ganarles lo suyo, e ver muy presto al Rey de España, mi
Señor, ser señor de todo este Reyno, por la justicia que a todo ello tiene; e
que vengan cuando quisieren, que aquí me hallarán, o que me esperen, que
yo seré lo más presto que queda con ellos..”
El Gran Capitán contaba con 3.000 infantes, 340 hombres de armas
y 600 jinetes ligeros. Estaban a sus órdenes como oficiales: Pedro Navarro;
Diego de Mendoza; Próspero Colonna; su primo Fabricio Colonna, Pedro
de Paz, Francisco Pizarro, García de Paredes, Hugo de Cardona, Luis de
Herrera, Zamudio y Villalba. Muchos de ellos le veremos actuar en posterio-
res guerras utilizando las experiencias y conocimientos adquiridos en estos
momentos y con este gran maestro.
Por su parte, el duque de Nemours contaba con 3.500 infantes fran-
ceses y lombardos, 3.000 suizos, un numeroso contingente de infantería na-
politana y 1.000 hombres de armas que suponían unos 4.000 jinetes. Sus
tropas estaban mandadas por el Señor de Aubigny, Ivo de Alegre, Luis de
Ars, Santiago de Chabannes, Señor de La Palisse y el Bayardo, éste último
tildado de ser el “caballero sin tacha y sin miedo”.
Una escuadra francesa interceptaba las comunicaciones con España.
Don Gonzalo estaba abrumado por la falta de paga de sus soldados ya que
César Borgia fomentaba la deserción de los soldados españoles prometiendo
mayores pagas. El Gran Capitán eligió la plaza de Barletta, situada en la
costa del Adriático, como cuartel general, concentrando allí el grueso de sus
fuerzas y repartió el resto en otras plazas como Bari, Canoza y Adria.
El Señor de Aubigny operaba contra Hugo de Cardona en Calabria,
mientras que el duque de Nemours lo hacía contra un escurridizo Gran Ca-
pitán. Durante siete meses los españoles se mantuvieron a la defensiva. En
1503 el duque de Nemours, cansado de esa guerra sin batallas decisivas, se
personó ante los muros de Barletta para retar al Gran Capitán. Éste le con-
testó lo siguiente:
“No acostumbro a combatir cuando quieren mis enemigos, sino cuan-
do lo piden la ocasión y las circunstancias”. Cuando el duque levantó el
campo para retirarse a Canosa, fue el momento que eligió el Gran Capitán
para tenderle una emboscada.
Ordenó a Diego de Mendoza que atacara la retaguardia francesa con
la caballería con objeto de atraer sobre ella la atención de los franceses. En
un momento dado, los españoles debían de retroceder haciéndose perseguir

Revista de Historia Militar, 123 (2018), pp. 198-232. ISSN: 0482-5748


DE GRANADA A PAVÍA. LA EVOLUCIÓN DEL EJÉRCITO ESPAÑOL... 199

por los franceses y llevarles a una zona de emboscada, donde dos cuerpos de
infantería española caería sobre sus flancos.
El plan se llevó a cabo de tal manera que los franceses que tomaron
parte en la persecución quedaron muertos o prisioneros. Cuando el duque
de Nemours quiso darse cuenta, los españoles ya estaban en Barletta con los
prisioneros. Fue un gran ejemplo de preparación, disciplina y coordinación
entre los mandos de las distintas unidades.
1503 (primavera): Asalto a Ruvo
Al fin, la ciudad de Castellaneta se entregó a los españoles. Cuando lo
supo el duque de Nemours, puso a su ejército en marcha hacia esta ciudad
para someterla. Enterado el Gran Capitán de las intenciones del duque, eje-
cutó otro audaz golpe contra los franceses.
En una noche, el Gran Capitán salió de Barletta en dirección a la ciu-
dad de Ruvo, defendida por el Señor de la Palisse, recorrió catorce millas
a marchas forzadas y al amanecer estaba ante los muros de la ciudad. El
Gran Capitán desplegó su artillería y en cuatro horas abrió una brecha en la
muralla, la infantería española se lanzó al asalto por ella. La lucha cuerpo a
cuerpo duró siete horas, pero el ímpetu español quebró la resistencia de los
franceses y el enemigo se rindió.
Tras el combate 600 franceses quedaron prisioneros, entre ellos su
jefe, el Señor de La Palisse. El Gran Capitán obtuvo un importante botín de
1.000 caballos que le permitió reforzar su caballería.
Finalizado el combate, el ejército español regresó a Barletta. No hubo
violencia ni desmanes contra la población civil. Don Gonzalo vigiló en per-
sona la puerta de la ciudad y no dejó sacar cosa alguna de la Iglesia, ni con-
sintió que a las mujeres se les hiciera la menor descortesía.
Al enterarse el duque de Nemours del ataque español a Ruvo. Se di-
rigió a socorrer la ciudad. Pero al llegar vio la bandera española ondear en
sus muros y comprendió que llegaba tarde, el Gran Capitán le había burlado
una vez más.
Con los caballos capturados en esta ciudad, 2.000 soldados alemanes
enviados por el emperador Maximiliano y 3.000 soldados españoles des-
embarcados en Rijoles al mando del capitán Fernando de Andrade, el Gran
Capitán pasó a la ofensiva.
1503 (abril): Segunda batalla de Seminara
Ocho años después de la primera batalla de Seminara, las tropas es-
pañolas se enfrentaron en el mismo lugar y ante el mismo enemigo que
les había derrotado entonces. Las tropas españolas mandadas por el capitán

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200 JOSÉ ANTONIO PÉREZ GIMENA

Francisco de Andrade, estaban compuestas por 3.000 soldados españoles y


algunas compañías de voluntarios napolitanos. En esta ocasión las fuerzas
estaban equilibradas y el combate fue muy duro. Tras la batalla, los fran-
ceses dejaron más de 2.000 muertos y centenares de prisioneros. El Señor
de Aubigny se refugió en la Roca de Anguito, pero fue sitiado y finalmente
apresado, dejando la Calabria en manos de los españoles. Ocho días más
tarde, el 29 de abril, el Gran Capitán se enfrentaría al duque de Nemours en
la batalla de Ceriñola.
1503 (abril): Batalla de Ceriñola
El 27 de abril El Gran Capitán salió de Barletta en busca del duque
de Nemours. Ese mismo día acampó en Cannas y al día siguiente se dirigió
hacia Ceriñola formando de la siguiente forma:
En vanguardia 1.000 caballos ligeros al mando de Próspero Colonna
y Pedro de Paz. El centro formado por 2.000 infantes españoles al mando
de Pedro Navarro, Francisco Pizarro y García de Paredes. La retaguardia al
mando del Gran Capitán y formada por 2.000 lansquenetes alemanes, 700
hombres de armas y algunos caballos ligeros al mando de Fabricio Colonna
y Diego de Mendoza. La marcha fue muy penosa por el calor y la sed, pero
lo aguantaron todo, especialmente al ver que su general cedía su caballo a
un soldado rendido de cansancio. Al llegar a Ceriñola, lugar elegido por el
Gran Capitán para dar la batalla, comenzaron los trabajos de preparación
del terreno.
Ceriñola era una aldea asentada en lo alto de una loma cuyos declives
naturales estaban cubiertos de viñedos. Un pequeño barranco discurría al
fondo de la loma, que los zapadores españoles mejoran, colocaron estacas
puntiagudas para impedir el paso de la caballería, y moviendo la tierra de
los bordes para que se hundiese con el peso de un hombre. Los brazos del
foso fueron prolongados para tratar de rodear toda la loma, que fue donde
se asentó el ejército. Solo quedó algo al descubierto el flanco izquierdo, que
el Gran Capitán trató de fortificar levantando un parapeto y asentando allí
la artillería.
Al caer la tarde los jinetes de Fabricio Colonna trajeron el aviso de
la llegada de los franceses. El Gran Capitán aprestó a sus hombres para la
lucha y distribuyó su infantería en tres unidades de combate.
Primera unidad: a la derecha apoyada en Ceriñola, formada por infan-
tería española al mando de García de Paredes y Zamudio. Segunda unidad:
en el centro, formada por los lansquenetes alemanes. Tercera unidad: a la
izquierda, formado por infantería española al mando de Pizarro y Villalba.
Detrás de las tres unidades de infantería, colocó la línea de artillería con

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DE GRANADA A PAVÍA. LA EVOLUCIÓN DEL EJÉRCITO ESPAÑOL... 201

Pedro Navarro y pequeñas reservas de arcabuceros y caballos ligeros de


Fabricio Colonna. Dividió la caballería pesada en dos unidades al mando de
Diego de Mendoza y Próspero Colonna y la desplegó a ambos flancos de la
línea de infantería. La caballería ligera de Pedro de Paz quedó fuera de la
línea de combate como reserva o para la explotación del éxito.
Al llegar los franceses ante la posición española se suscitó una dis-
cusión sobre la conveniencia de dejar la batalla para el día siguiente ya que
vencida la tarde y la inminente noche aconsejaba a ello. Ese era el parecer
del duque de Nemours, pero se oyeron voces discordantes tachando esa pos-
tura de cobardía, entre las cuales se hallaban las de Chaudieu, coronel jefe
de las tropas suizas, e Ivo de Alegre, por lo que el duque decidió dar la bata-
lla inmediatamente. Para ello dispuso sus fuerzas en tres porciones.

Figura 1. Disposición de fuerzas en Ceriñola

A la derecha: los hombres de armas que formaban la caballería de


línea, al mando de Luis de Ars. En el centro: infantería suiza y gascona, al
mando de Chaudieu, desplegada un poco retrasada como si se tratase de un

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202 JOSÉ ANTONIO PÉREZ GIMENA

segundo escalón. A la izquierda: la caballería ligera, al mando de Ivo de Ale-


gre, desplegada en un tercer escalón también retrasada respecto al centro.
Comenzó la batalla con la carga de la caballería de Luis de Ars sobre
la izquierda española. Fue detenida por el foso y las estacas de la defensa y
diezmada por los fuegos de los espingarderos, escopeteros y artillería espa-
ñoles. En un momento dado estallaron varios carros de pólvora españoles, y
hubo unos instantes de alarma entre las filas españoles. Pero el Gran Capitán
animó a sus soldados con su célebre arengando: “¡Buen anuncio! Estas son
las luminarias de la victoria.”
El duque de Nemours quiso aprovechar el incidente y volvió a la car-
ga. Su caballería fue detenida y diezmada de nuevo. Tras este intento, inició
con sus tropas un fuerte ataque de flanco hacia la posición española de Gar-
cía de Paredes buscando romper el dispositivo defensivo. La presión sobre
las posiciones de García de Paredes (“El Próspero” como le apodan las cró-
nicas) hizo que el Gran Capitán pensase enviarle refuerzos, pero el hidalgo
extremeño respondió secamente al ofrecimiento de su superior “pues somos
acá gente tan principal como para pelear solos contra todo el mundo cuanto
más contra todo el ejército francés”. El ataque de los franceses de Nemours
se efectuó bajo un terrible fuego, de tres en fondo, de los espingarderos es-
pañoles, hasta que un tiro acabó con la vida del duque.
A pesar de la muerte de su jefe el coronel suizo Chaudieu se lanzó al
ataque del centro del parapeto español defendido por los piqueros alemanes. Por
tres veces llegó hasta el parapeto, y por tres veces fue detenido por una muralla
de picas infranqueable, hasta que, atacado de flanco por los espingarderos espa-
ñoles que destrozaron sus formaciones, una bala acabó con la vida del coronel
suizo. Sin jefe y desorientados ante el intenso fuego de los espingarderos, los
soldados suizos y gascones se desbandaron y en su huida chocaron contra la
caballería ligera situada a su retaguardia, a la cual lograron desordenar.
El Gran Capitán comprendió que había llegado el momento decisivo
de la batalla, por lo que ordenó un ataque general. Los franceses en desban-
dada, fueron perseguidos hasta su campamento. Luis de Ars logró refugiarse
en Venosa, perseguido de cerca por Pedro de Paz; Ivo de Alegre huyó a Gae-
ta con sus jinetes sin entrar en combate. Aquella noche Próspero Colonna y
otros capitanes españoles cenaron en la tienda del duque de Nemours.
La batalla duró lo que el crepúsculo de aquel día, pues no era noche
cerrada cuando los españoles lograron la victoria. Las pérdidas francesas
fueron de más de tres mil hombres, toda su artillería y equipaje y la mayor
parte de sus banderas. Según el cronista Andrés Bernáldez, don Tristán de
Acuña hizo un recuento de cadáveres por orden del Gran Capitán, y el nú-
mero resultante ascendió a 3.664, si bien el propio don Tristán reconoció

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DE GRANADA A PAVÍA. LA EVOLUCIÓN DEL EJÉRCITO ESPAÑOL... 203

que habría que añadir más de un centenar de muertos más, debido a los ca-
dáveres que fueron enterrados sin que él lo supervisara personalmente. Los
españoles solo sufrieron unos cien muertos.
Entre los cadáveres se recogió el del duque de Nemours, al que reco-
nocieron por los anillos que lucía en sus dedos. Don Gonzalo se conmovió
ante su vista. Para honrarle dispuso que se le embalsamara y le condujo en
andas hasta Barletta con un séquito de cien hombres de armas con hachas
encendidas y una escolta de una compañía de soldados. En Barletta se le
enterró en el monasterio de San Francisco.
Epílogo de la batalla de Ceriñola
Cuando los historiadores militares (Hobohn, Pietro Pieri, etc.) buscan
los motivos que indujeron al duque de Nemours a precipitarse de manera tan
“insensata” en la trampa del general español, suelen repetirse las mismas ra-
zones: Confianza de su masa de choque para una acción de ruptura; el temor
a la llegada de Andrade con su ejército; el cansancio de la campaña, etc. Sin
embargo se debe considerar, como sugiere M.F. Escalante,13 el temor fran-
cés a afrontar un combate nocturno, indudablemente previsto por el Gran
Capitán, donde la habilidad maniobrera de las fuerzas ligeras españolas hu-
bieran mostrado su superioridad sobre las, en tales circunstancias, inútiles
fuerzas pesadas de caballería e infantería del bando francés.
Se ha de resaltar las dos concepciones tácticas tan distintas que se
materializan en el campo de batalla de Ceriñola. De un lado, el duque de
Nemours, con un concepto medievalista, avanza en cabeza de sus “hombres
de armas”, buscando la acción resolutiva. Del otro lado, Fernández de Cór-
doba consciente de que su misión estriba en sacar el mayor provecho de una
infantería con un altísimo potencial de fuego, el cual fue el factor decisivo
de la victoria; un aprovechamiento minucioso del terreno y un (para muchos
genial) planteamiento de la batalla.
La victoria de Ceriñola es del tipo que posteriormente Clausewitz
definiría como “batalla de aniquilamiento” en contraposición de lo que él
mismo llamaba “victorias corrientes” que únicamente expulsaban al enemi-
go del campo de batalla.
Por su parte, Hans Delbrück, después de una síntesis de los rasgos
fundamentales de la batalla, termina “La explotación estratégica del éxito
táctico por parte de los españoles será no menos rápida y completa, para
obtener el objetivo político final de la campaña, la conquista de un Reino.”
13  “El
sustrato étnico español y el orden militar renacentista implantado por Gonzalo Fernández
de Córdoba (La batalla paradigmática)”. Conferencia dada por M. F. Escalante en la Escuela
Militar de Montaña.

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204 JOSÉ ANTONIO PÉREZ GIMENA

Para M. Hobohm, Ceriñola “es la batalla fundamental de la madura-


ción táctica del Renacimiento y Gonzalo de Córdoba su Maestro”.
Tras la victoria española se entregaron sin combatir las ciudades de
Canosa, Malfi y otras muchas. Pocos días después Nápoles envió al Gran
Capitán una delegación de su nobleza y de los principales ciudadanos para
ofrecerle las llaves de la capital del reino. El Gran Capitán hizo su entrada
triunfal en Nápoles el 16 de mayo. Quedaron por rendir los castillos de Cas-
tilnovo y Castel de Ovo, cuya toma encomendó a Pedro Navarro.
Esta batalla representó un paso importante en la evolución de la infan-
tería. También sirve para observar cómo determinadas experiencias bélicas
sirven de lección y se vuelven a reproducir en escenarios distantes en tiempo
y en lugar. Recordando el planteamiento de Ceriñola, el entonces oficial Co-
lonna, ya de general, lo imitará 23 años después, en la batalla de la Bicoca.
Las victorias logradas por el Gran Capitán hicieron que a finales de
mayo, todo el reino de Nápoles quedase libre de franceses y en poder de los
españoles, a excepción de las plazas de Venosa y Gaeta, donde se refugiaron
los supervivientes de Ceriñola.
Batalla de Garellano y fin de la guerra de Italia
La tremenda derrota de Ceriñola, tuvo un enorme eco en la Europa de
aquellos tiempos, el prestigio militar francés había sufrido un duro golpe, mien-
tras la fuerza militar española y por ende su influencia en Europa había crecido.
Esta situación provocó la cólera de Luis XII14. El monarca francés,
haciendo un gran esfuerzo, preparó un plan de ataque total contra España15.
Este plan consistía en atacar a su cada vez más fuerte rival, por tres frentes
de forma simultánea.
Un primer ejército se pondría al mando del marqués de La Tremouille
para entrar en el Milanesado y atacar al Gran Capitán.
Un segundo ejército efectuaría la invasión del Rosellón a las órdenes
del mariscal de Rieux, pero esta “pequeña guerra” la comentaremos más
adelante.
Un tercer ejército entraría en España por el valle del Roncal a las
órdenes del Señor de Albret. La acción de Navarra fue detenida por me-
dios diplomáticos, al ser advertidos los reyes de Navarra por don Pedro de
Hontañón, de las malas consecuencias que podían acarrear la presencia de
tropas francesas en su territorio ya que los monarcas españoles no estaban
dispuestos a consentirlo.
14  SUÁREZ FERNÁNDEZ, Luis: Historia de España. Tomo 7, Editorial Gredos. Págs. 388 y ss.
15  Aunque el término “España” y “españoles” no eran oficiales, sí eran usuales fuera de nuestras
fronteras.

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DE GRANADA A PAVÍA. LA EVOLUCIÓN DEL EJÉRCITO ESPAÑOL... 205

El Gran Capitán se encontraba sitiando Gaeta, donde se había refu-


giado Ivo de Alegre con los supervivientes de Ceriñola. Luis XII aprestó una
escuadra en Génova a las órdenes del marqués de Saluzzo para socorrer Gaeta
y organizó los almacenes de víveres para apoyar el avance del marqués de La
Tremouille hacia el sur de la península italiana. Este ejército estaba formado
por 30.000 hombres, incluía un cuerpo de mercenarios suizos de 8.000 solda-
dos, 9.000 caballos y un tren de artillería compuesto por 36 piezas.

Figura 2. Castell D´Ovo, tomado por las tropas españolas de El Gran Capitán
tras la explosión de la mina de Pedro Navarro el 11 de junio de 1503

El 18 de agosto murió el Papa Alejandro VI. El marqués de La Tre-


mouille ordenó marchar hacia Roma para imponer como nuevo Papa al car-
denal de Amboise. El Gran Capitán había previsto este movimiento y envió
a Roma una fuerza de 3.000 soldados al mando de Próspero Colonna y Die-
go de Mendoza para impedirlo, de manera que los franceses encontraron
acampados a los españoles cuando llegaron a la Ciudad Eterna.
Como resultado de una serie de intrigas en las cuales estuvo implica-
do Cesar Borgia, salió elegido el cardenal de Siena, que tomó el nombre de
Pio III. El nuevo Papa murió al cabo de un mes, no sin antes haber investido
como rey del reino de Nápoles a Fernando el Católico. El 31 de octubre fue
elegido un nuevo Papa, que tomó el nombre de Julio II.

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206 JOSÉ ANTONIO PÉREZ GIMENA

Después de la elección de Pio III, el general La Tremouille continuó


su avance hacia Nápoles y los españoles hacia Gaeta, cada uno por itinera-
rios diferentes. El marqués iba tan confiado en la victoria que decía pública-
mente lo siguiente, “Daría yo 20.000 ducados por hallar al Gran Capitán en
el campo de Viterbo”. Don Lorenzo Suárez de la Vega, embajador español
en Venecia, le respondió: “El duque de Nemours podría haber dado el doble
por no haberle encontrado en Ceriñola”.
Al poco tiempo La Tremouille cayó enfermo y se vio obligado a ce-
der el mando al marqués de Mantua, general italiano de gran renombre.
Las tropas con las que contaba el Gran Capitán eran de 9.000 infantes y
3.000 caballos, incluyendo italianos y alemanes. Los efectivos franceses,
contando la guarnición de Gaeta, eran prácticamente el triple, puesto que el
marqués de Saluzzo había desembarcado en Gaeta un cuerpo de refuerzo de
4.000 soldados.
El Gran Capitán renunció a tomar Gaeta y tratando de compensar su
inferioridad numérica, eligió la zona de terreno donde podría defenderse
y maniobrar. Fue en la vecina localidad de San Germano, al otro lado del
río Garellano, que haría de foso natural ante el avance de los franceses y al
abrigo de los castillos de Montecasino, Roca Seca y Roca Andria.
Don Gonzalo, conquistó el castillo de Montecasino y consolidó su
defensa reforzando la guarnición española de Roca Seca a su derecha, con
infantería española al mando de Zamudio, Pizarro y Villalba.
Desde San Germano hasta su desembocadura, el Garellano podía
cruzarse por Ponte Corvo y Sessa. El primer paso estaba frente a San Ger-
mano y podía vigilarse desde el campamento principal allí instalado. Para
vigilar el puente de Sessa tomó una torre fuerte de las proximidades e instaló
allí 500 infantes y 350 jinetes al mando de Pedro de Paz.
Los franceses llegaron a los pocos días frente al río Garellano. El 13
de octubre el ejército francés cruzó el rio Garellano, por primera vez, por
el vado de Ceprano, situado más allá del extremo derecho del dispositivo
español. Una vez en la orilla izquierda, se dirigieron a Roca Seca. El Gran
Capitán envió en su socorro una columna de infantería al mando de Pedro
Navarro y García de Paredes por caminos de montaña, mientras que por
el llano, en un movimiento en horquilla envió a Próspero Colonna con la
caballería pesada. Zamudio, Pizarro y Villalba rechazaron los asaltos de los
franceses, que se retiraron al aparecer la infantería española de Pedro Nava-
rro y García de Paredes por la montaña.
El marqués de Mantua dirigió el ejército a Aquino, entre el paso de
Ponte Corvo y San Germano. El Gran Capitán colocó sus fuerzas entre
Aquino y Ponte Corvo, para encerrar al ejército francés entre él mismo, el

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DE GRANADA A PAVÍA. LA EVOLUCIÓN DEL EJÉRCITO ESPAÑOL... 207

río y las plazas y guarniciones de Roca Seca, Montecasino y San Germano.


Pero el marqués comprendió el peligro que se cernía sobre él y cruzó el
río por Ponte Corvo antes de que llegasen los españoles. A pesar de ello,
la vanguardia española cayó sobre la retaguardia francesa y causándoles
numerosas bajas.
Los franceses marcharon a sitiar Roca Guillermina, fortificación ubica-
da a la derecha del río. Simultáneamente el marqués destacó unas compañías
para tender un puente sobre el río Garellano al abrigo de Roca Andria e inten-
tar por segunda vez cruzar el río. Esta era una fortificación situada en la orilla
izquierda entre San Germano y la desembocadura del río. Pero García de Pa-
redes tomó Roca Andria, en un solo día, e impidió el alzamiento del puente.
El marqués decidió cruzar el río por tercera vez, por el puente de
Sessa y caer sobre los españoles. El plan consistía en marchar hacia la des-
embocadura del Garellano, construir un puente de barcas junto al puente
original destruido por los españoles, cruzar el río, marchar río arriba por
la orilla izquierda, caer por sorpresa sobre el campamento español de San
Germano y batirlos apoyado con los fuegos de su potente artillería asentada
en una altura cercana.
El 6 de noviembre, los franceses cruzaron el río Garellano y sorpren-
dieron a la guarnición española de aquel sector al mando de Pedro de Paz.
Pero la resistencia que éste presentó fue suficiente para que llegasen en su
socorro primero las tropas de Pedro Navarro y seguidamente las del propio
Gran Capitán. A pesar de ello, los franceses consiguieron acabar de tender
el puente sobre barcas gracias a los fuegos de su artillería, ventajosamente
emplazada para apoyar el trabajo de los pontoneros. Los franceses cruzaron
el río y se apoderaron de una trinchera levantada por los españoles cerca del
margen del río. Siguió un combate cuerpo a cuerpo en el que el marqués de
Mantua ya no pudo utilizar su artillería.
La resistencia francesa cedió gracias al empuje de García de Paredes
y se vieron forzados a repasar el rio Garellano por el puente de barcas recién
construido, dejando los franceses en el campo de batalla muchos cadáveres,
además de los que murieron ahogados al tratar de cruzar a nado el río.
Pero esta victoria no impidió que el ejército francés siguiese acampa-
do frente al español al otro lado del río, aunque sirvió para demostrar a los
franceses el carácter combativo de los españoles. Días antes el marqués de
Mantua había dicho a Ivo de Alegre: “No sé cómo os dejasteis desbaratar en
Ceriñola por aquella canalla”.
Tras el combate de este día, Ivo de Alegre le respondió al marqués:
“Estos son los españoles que nos desbarataron; considerad ahora lo que es
esa canalla de que hablabais.”.

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208 JOSÉ ANTONIO PÉREZ GIMENA

El marqués de Mantua había perdido, con esta derrota, el prestigio


ante sus soldados, que le odiaban. Sus subordinados inmediatos le obedecían
con visible disgusto y las disensiones llegaron a hacerse públicas. Por ello
el marqués de Mantua cedió el mando del ejército al marqués de Saluzzo.
Descalabro francés del día 28 de diciembre
A la victoria del 6 de noviembre siguieron unos días de fuertes tormen-
tas y lluvias torrenciales que convirtieron los campamentos en lodazales. A
este inconveniente, se unió por `parte española, la falta de pagas a los solda-
dos. Hubo conatos de amotinamiento. Algunos capitanes y soldados opinaban
que debían levantar el campo e ir a Capua a invernar. El Gran Capitán apaci-
guó aquel estado de ánimos con energía y afirmando que se negaba a abando-
nar al ejército francés sin intentar un ataque decisivo. “Más quiero la muerte
dando dos pasos adelante que cien años de vida dando un solo paso atrás.”
El embajador español de acuerdo con el Gran Capitán, logró atraerse
a los Ursinos al partido español, de modo que el jefe de esta familia italiana,
Bartolomé Alviano, se presentó en el campamento español con un refuerzo
de 3.000 soldados. Fue entonces cuando el Gran Capitán creyó llegado el
momento de atacar a los franceses.
El plan concebido por el Gran Capitán consistía en un ataque al cam-
pamento francés tras cruzar el río por un puente que se habría de tender unas
cuatro millas aguas arriba del puente de barcas construido por los franceses
en la jornada del 6 de noviembre. El nuevo puente fue tendido con todo
sigilo la noche del 27 al 28 de diciembre. Por la mañana los españoles se
pusieron en movimiento. Bartolomé Alviano, a quien, en inesperado honor,
Gonzalo de Córdoba entregó su bastón de mando, iba en vanguardia con la
caballería ligera. Pedro Navarro iba a continuación con el cuerpo de infante-
ría española, con García de Paredes, Zamudio, Pizarro y Villalba. Le seguía
Próspero Colonna con los hombres de Armas. Cerraba la marcha el Gran
Capitán con el resto del ejército. Las tropas de Alviano y Pedro Navarro
sorprendieron un destacamento normando y de caballería francesa en Suio
y lo arrollaron.
En vista del mal tiempo reinante, el marqués de Saluzzo, había deci-
dido retirarse a Gaeta a pasar el invierno. Ya había embarcado la artillería
para que la llevasen por el río hasta el golfo de Gaeta, pues su traslado por
aquellos empantanados caminos habría impedido la marcha del ejército. Por
tanto, su sorpresa fue grande cuando los supervivientes del ataque a Suio
le anunciaron la llegada de los españoles. El marqués ordenó la inmediata
retirada a Gaeta. Cuando las tropas de Alviano y Pedro Navarro llegaron al
campamento francés lo encontraron vacío.

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DE GRANADA A PAVÍA. LA EVOLUCIÓN DEL EJÉRCITO ESPAÑOL... 209

La caballería de Alviano y Colonna alcanzó a los franceses cuando pasa-


ban por un puente sobre un corto río que hay antes de llegar a Mola di Gaeta, y
les obligaron a hacerles frente, cosa que el marqués de Saluzzo hizo para evitar
que la retirada se convirtiera en una desbandada. Al llegar al lugar el grueso
del ejército aliado, la infantería española atacó con tal ímpetu que los franceses
atravesaron el puente y se refugiaron en Mola para pernoctar aquella noche.
El Gran Capitán ordenó a Pedro Navarro y a García de Paredes que
marcharan campo a través y tomaran posición detrás del pueblo para cortar
la retirada al enemigo y atacarles por ambos flancos y por su retaguardia. Al
amanecer los franceses salieron de Mola. Les siguió el grueso del ejército
español y cuando les alcanzaron, las tropas de Pedro Navarro y García de
Paredes atacaron por los sitios determinados (los flancos y la retaguardia),
provocando el colapso total de los franceses, que iniciaron una desordenada
huida perseguidos por la caballería de Colonna, abandonando toda la artille-
ría y la impedimenta. Los supervivientes se refugiaron en Gaeta, mientras
que el ejército vencedor acampó en Castiglione, frente a Gaeta.
Los franceses sufrieron unas pérdidas de cuatro mil muertos y otros
tantos desaparecidos y prisioneros. La destrucción del ejército francés fue
total y el 1 de enero se efectuó la capitulación de Gaeta y el abandono de
los franceses del reino de Nápoles. El Gran Capitán hizo su entrada triunfal
en Nápoles por segunda vez, donde el pueblo y las autoridades locales le
recibieron con gran entusiasmo.
En Francia, la noticia del desastre de Garellano y la capitulación de Gaeta
sumieron al rey y a toda la nación en un profundo abatimiento, que sumado a la
derrota sufrida en el Rosellón, convencieron a Luis XII de la inutilidad de con-
tinuar la lucha. Esta situación hizo que se firmase con España un tratado de paz
el 11 de febrero de 1504, que fue ratificado por los Reyes Católicos en el mes
de marzo. En virtud de ese tratado, el reino de Nápoles pasó a poder de España.

2.4.3.- Conclusiones sobre las campañas de Italia

A parte de lo ya expuesto en las reflexiones hechas al final de la prime-


ra campaña, en esta segunda campaña podemos observar un desarrollo casi
definitivo de la infantería hacia un modelo superior que alcanzará su mayor
efectividad y definitiva superioridad en el campo de batalla con los “Tercios”.
Como ya se ha señalado, no es solamente la introducción de las armas
de fuego, instrumentos que ya utilizaban los demás ejércitos, lo que pro-
porcionaba esa superioridad a la infantería española sobre otra cualquiera.
En Ceriñola y Garellano se pone sobre el tapete dos factores decisivos en la
utilización de la infantería: Una maniobrabilidad asombrosa de sus unidades,

Revista de Historia Militar, 123 (2018), pp. 209-232. ISSN: 0482-5748


210 JOSÉ ANTONIO PÉREZ GIMENA

remedando a Wellington en Waterloo cuando decía que “Napoleón mane-


jaba los cañones como si fueran pistolas”, el Gran Capitán manejaba sus
compañías de infantería como si fueran pelotones e indudablemente, esto
era debido a una gran preparación de sus oficiales y a una gran disciplina de
combate en sus soldados. Dicho de otra manera, era un ejército profesional.
El segundo factor es totalmente anímico y que hace hablar en Garella-
no a Ivo de Alegre con gran admiración del soldado español. Es la fe, valor,
autoestima o como se definió anteriormente; el “honor o el orgullo de per-
tenecer a su unidad” en la lucha por el triunfo que afloraba en cada soldado.
Por otro lado el Gran Capitán utilizó, lo que modernamente llamaría-
mos una “metodología” para el planteamiento y desarrollo de la batalla, la
cual creó una fecunda escuela. En Calabria, Barletta, Ceriñola y Garellano
siguió su guión: Permaner a la defensiva inicialmente observando y estu-
diando al enemigo; estorbarle y desgastárle con audaces reacciones ofen-
sivas; maniobrar para llevar al enemigo a su terreno (previamente defini-
do), hasta estar en condiciones de asestar el ataque definitivo; por último, el
aprovechamiento del éxito hasta la destrucción total del enemigo. Siempre
evitó aceptar una batalla hasta no tener seguridad en la victoria o en obtener
un mal menor que no entablando el combate. Esta metodología se verá repe-
tida muchas veces a lo largo del tiempo desde la Bicoca, pasando por Pavia,
Mühlberg, etc., salvo en Rocroi.

2.5.- La guerra del Rosellón

Como se ha comentado a lo largo de este trabajo, la artillería expe-


rimentó en esta época un tremendo desarrollo, lo cual implico a su vez, la
variación de los obsoletos castillos medievales a un nuevo concepto de for-
tificación con la utilización de la arena y ladrillo por su mejor absorción del
impacto que los tradicionales lienzos de piedra.
El castillo de Salces es el ejemplo de la inicial transición de conceptos,
desde la fortificación medieval a la renacentista. Edificado en el Rosellón es-
pañol, fue renovado por el ingeniero Ramiro López por orden del rey Fernan-
do el Católico, dotándole de novedades como las caponeras (comunicación
desde la plaza a las obras exteriores, casi siempre protegida por un parapeto
con aspilleras o troneras), foso amplio, escarpas, e incluso una galería a lo
largo de las cortinas para prevenir el ataque por mina de pólvora, mientras
que por otra parte mantenía una arcaizante planta rectangular. En conjunto,
recuerda más a un castillo antiguo que a una plaza fortificada. Su finalidad era
proteger las penetraciones francesas procedentes del Languedoc.

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DE GRANADA A PAVÍA. LA EVOLUCIÓN DEL EJÉRCITO ESPAÑOL... 211

Figura 3. Castillo de Salses, Rosellón (1494-1659). Internet, Castillo de Salses

En la “pequeña guerra” del Rosellón, el castillo de Salses, construido


en plena evolución de la artillería y ya con elementos modernos, sufrió dos
ataques; el primero entre la primera y segunda campaña de Italia; el segundo
ataque se produjo en medio de la segunda campaña de Italia, como conse-
cuencia de la derrota de Ceriñola.
El motivo de contemplar en este estudio la “pequeña guerra” del Ro-
sellón, es para tratar, aunque sea levemente, otro aspecto importante de la
evolución militar que se estaba produciendo por esos tiempos. Nos referi-
mos a los nuevos diseños de fortaleza, la “trace” italiana, que se empieza a
construir para tratar de contrarrestar mejor los efectos de una evolucionada
artillería que había dejado obsoletos los castillos medievales. De hecho ve-
mos cómo en 1496, la plaza de Salses es tomada por “sorpresa”, lo cual in-
dica que sus defensores no tomaron las medidas puestas a su alcance para la
defensa de la plaza. Sin embargo, en septiembre de 1503, con su guarnición
más avisada, el mariscal Rieux no pudo conquistarla.
Por otro lado, en la batalla que el duque de Alba mantiene con el ma-
riscal Rieux, la formación de la infantería española corresponde a lo que po-
dríamos denominar como “estilo moderno” y según Quatrefages antecedente
de los “Tercios”. Veamos a grandes trazos en que consistieron ambos ataques.

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212 JOSÉ ANTONIO PÉREZ GIMENA

1496: Primer ataque


Después de finalizar la presencia francesa en Nápoles con la toma
de la plaza de Diano por parte del Gran Capitán, el estado de guerra se
había trasladado al Rosellón, donde el ejército francés se apoderó por sor-
presa en 1496 de la plaza de Salces. El general español Don Enrique de
Guzmán concertó con el francés una tregua que duró desde octubre de
1496 hasta enero de 1497, y que fue prorrogándose sucesivamente mien-
tras se encontraba un arreglo a la situación. Carlos VIII de Francia murió
inesperadamente en Amboise el 7 de abril de 1498. Con ello se pararon
las iniciativas hispano-francesas para negociar la paz. Al difunto rey le
sucedió el duque de Orleans con el nombre de Luis XII, que prosiguió las
negociaciones de manera que el 5 de agosto de 1498 se firmó un tratado de
paz entre Francia y España que devolvía a ésta última la plaza de Salces
pero que nada decía sobre Nápoles. Oficialmente, la guerra entre ambas
naciones había acabado.

Segundo ataque: Invasión del Rosellón (septiembre - octubre de 1503)


En respuesta a la derrota francesa en la batalla de Ceriñola, el rey
Luis XII organizó un ejército para invadir el Rosellón al mando del mariscal
de Rieux. Éste invadió el Rosellón con 20.000 soldados y puso cerco a la
ciudad fronteriza de Salces el 16 de septiembre. Don Fadrique de Todelo,
nuevo duque de Alba, trató socorrer la ciudad desde Ribasaltas.
El rey Fernando el Católico reunió una columna de socorro en Gero-
na y la condujo junto al duque de Alba para marchar a levantar el cerco de
Salces con un ejército de 40.000 infantes y 12.000 jinetes.
Cuando el mariscal de Rieux supo que el rey de España estaba en
Perpignan y marchaba contra él, levantó el cerco el 19 de octubre y se retiró
hacia Francia. El rey don Fernando y el duque de Alba atacaron su retaguar-
dia, le tomaron varias piezas de artillería y le persiguieron de cerca hasta los
muros de la ciudad de Narbona, donde el mariscal encontró refugio.

2.6.- Siguientes etapas de la evolución

Desde la finalización de la segunda campaña de Italia, el ejército es-


pañol siguió perfilando su evolución en un tiempo donde las confrontaciones
militares eran numerosas y donde se dieron importantes batallas con distinta
suerte. Hemos elegido dos batallas que por su importancia son ejemplos de
esta evolución.

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DE GRANADA A PAVÍA. LA EVOLUCIÓN DEL EJÉRCITO ESPAÑOL... 213

2.6.1.- 1512: Batalla de Rávena

Una de las más relevantes fue la batalla de Ravena (1512), donde


Gastón de Foix, duque de Nemours, derrotó a costa de su vida al virrey de
Nápoles, don Hugo de Cardona, en la tercera campaña de Italia que tuvo
lugar entre 1511 y 1513.
En esta batalla, después del choque de las caballerías francesa y espa-
ñola, la primera arrolló a sus enemigos, provocando una desbandada en las
líneas de infantería italiana, quedando en el campo de batalla los cuadros de
infantería de Pedro Navarro, el cual, después de resistir los ataques de lans-
quenetes e infantería francesa, aguantó la carga de toda la caballería gala,
en esa carga perdió la vida Gastón de Foix. Aprovechando el momento de
confusión del enemigo provocado por la muerte del general francés, Pedro
Navarro emprendió ordenadamente la retirada.
En esta batalla hubo más de 11.000 muertos, entre los cuales se ha-
llaban personajes ilustres ya conocidos por nosotros como Ivo de Alegre y
Pedro de Paz, además del mencionado Gastón de Foix.

2.6.2.- 1522: Batalla de la Bicoca

Ya en 1522, se dio la confrontación entre los temibles cuadros suizos


y el evolucionado concepto de la infantería española. El 27 de abril tuvo
lugar el encuentro en el bosquecillo existente en el parque de la Bicoca don-
de Próspero Colonna, antiguo oficial de Fernández de Córdoba, general en
jefe del ejército imperial decidió hacer frente al ejército francés enviado por
Francisco I para recuperar el Ducado de Milán.
Colonna preparó una posición defensiva sirviéndose de un hondo sen-
dero como foso y colocando en su borde superior la artillería. Dispuso así
mismo, a los arcabuceros de cuatro en fondo en la cresta del terraplén y po-
der alcanzar una cadencia de fuego aceptable. Tras ellos, en dos cuadros, los
piqueros españoles y alemanes, dejando en retaguardia la caballería.
El relato sucinto de la batalla nos lo da el Mariscal Robert Montgomery.
“Cuando los suizos avanzaron a través de los campos, fueron segados
primero por la artillería y luego por el fuego de los arcabuceros. Los que lo-
graron avanzar hasta saltar el hundido sendero halláronse atrapados en un
matadero y fueron aniquilados a mansalva por los arcabuceros que estaban
situados tan alto sobre ellos que las picas suizas no podían ni tocarles. Final-
mente los piqueros españoles (y alemanes) bajaron para terminar con ellos”.16
16  MONTGOMERY, Mariscal Robert: Historia del Arte de la Guerra. Madrid, 1969. Pág. 223.A.

Revista de Historia Militar, 123 (2018), pp. 213-232. ISSN: 0482-5748


214 JOSÉ ANTONIO PÉREZ GIMENA

Según algunos autores como el General Martinez Campos y el propio


Montgomery, después del frustrado ataque suizo, los piqueros españoles y
los lansquenetes ante la retirada de los “esguízaros” (así eran llamados los
piqueros suizos), bajaron e hicieron una gran carnicería (Montgomery uti-
liza La expresión “.bajaron para terminar con ellos.”, mientras que otros,
como Albi de la Cuesta, con más moderación en sus apreciaciones, nos di-
cen que los suizos se retiraron “sin dejar de hacer frente”).17
Sea como fuere, el nuevo concepto de infantería y sobre todo el ar-
cabuz había triunfado sobre los compactos cuadros de los piqueros suizos,
(en la Bicoca formaron 15.000 piqueros en dos cuadros de igual cantidad de
filas e hileras) considerados hasta entonces la mejor infantería del mundo y
que a partir de ese momento moderaron su orgullo y “regresaron a sus mon-
tañas disminuidos en número pero mucho más disminuidos en audacia.18 La
estrategia seguida por Colonna fue la “aprendida” en Ceriñola en la escuela
del Gran Capitán.
La euforia por la facilidad con que se había conseguido la victoria
ante tan importante rival, hizo que el nombre de la batalla se integrase en
el hablar popular como sinónimo de gran ganancia con poco esfuerzo. No
obstante a la nueva infantería española le faltaba todavía la gran prueba
sancionadora de su valer, derrotar en terreno llano a las fuerzas conjuntas
más contrastada de su siglo, es decir, la infantería suiza, la célebre caballería
pesada francesa (la gendarmería) y la ya desarrollada artillería.
Esta será la prueba que se pasará en Pavía, el Marqués de Pescara
(hijo del primer marqués de Pescara que sirvió con el Gran Capitán), presen-
te en la Bicoca, ya había tomado buena nota de las posibilidades que tenía
su infantería.

3.- BATALLA DE PAVÍA.

3.1.- Datos preliminares; el enfrentamiento

Pavía, la romana Ticinum, es una ciudad situada en el suroeste de la


Lombardía, en el norte de Italia, a 35 km al sur de Milán. Su situación es-
tratégica de cruce de caminos en la Lombardía, entre Francia, Turín, Milán
y el resto de la península italiana, hizo que esta plaza tuviera una presencia
importante desde la caída del imperio romano a lo largo de toda la historia.

17  ALBI DE LA CUESTA, Julio: De Pavía a Rocroi. Madrid. 1999. Pág. 17


18  Clucciardini.
Storia d´Italia. Ed. Baroni. Pág.1204

Revista de Historia Militar, 123 (2018), pp. 214-232. ISSN: 0482-5748


DE GRANADA A PAVÍA. LA EVOLUCIÓN DEL EJÉRCITO ESPAÑOL... 215

En el siglo VII, Pavía ya había desempeñado el rol de verdadera ca-


pital del reino lombardo. En el siglo X (año 924), fue asediada e incendiada
por los magiares. Más tarde, ya en el siglo XIV, Pavía tuvo un brillante
resurgir tanto en ciencias como en economía, fundándose la Universidad de
Pavía, una de las más antiguas de Europa, o la célebre “Certosa” (monaste-
rio cartujo), que hoy todavía se pueden visitar. La ciudad, en 1524, tendría
unos 2.000 vecinos, que con un coeficiente del 4,7 nos daría una cifra apro-
ximada de 9.400 habitantes.
Por esa época, Pavía tenía una muralla en estado muy deficiente, lo que
obligará, como veremos más adelante, a Antonio de Leyva a fortificarla. Esta
muralla tenía siete puertas de salida. Una al Sur, cruzando el río Ticino por
el “ponte Coperto”, llegaba al arrabal y se conectaba vía Génova con Roma.
Al Oeste se encontraban dos puertas; una de ellas unía a dos pequeñas
aldeas, San Stefano y San Lanfranco, con Pavía y otra puerta desde la cual
salía una carretera hacia Novara.

Figura 4. Ponte Coperto. Internet, Pavía, Ponte Coperto

El Norte de la ciudad daba al gran parque-cazadero amurallado del


Mirabello, a este cazadero se entraba por dos caminos; uno iba directamente
al Castillo que se encontraba a unos tres kilómetros de la muralla de la ciu-
dad, el otro camino cruzaba la actual “roggia Vernaola” que en esos tiempos
era un pequeño río y saliendo por la “puerta Pescarína”, en el norte del caza-
dero, seguía hasta Milán, En invierno con las lluvias y la nieve, la entrada al
cazadero se convertía en un enorme y pegajoso barrizal. Un tercer camino,
este ya fuera del cazadero, se dirigía también a Milán, bordeando el períme-
tro amurallado del cazadero por su parte Este, pasaba por la puerta Levrieri
defendida por la “Torre del Gallo” y se dirigía a Milán vía Lodi.
Desde la muralla Este de Pavía, salía una carretera que conectaba con
una pequeña aldea llamada San Pietro, la cual se encontraba a un kilómetro
de distancia de la ciudad (ver Figura 1).

Revista de Historia Militar, 123 (2018), pp. 215-232. ISSN: 0482-5748


216 JOSÉ ANTONIO PÉREZ GIMENA

El Parque o Cazadero del Mirabello presenta una forma de triángulo


isósceles, cuya bisectriz, sería la “roggia Vernaola”, un pequeño arroyo que
cruza prácticamente todo el parque desde la puerta Pescarina al norte, hasta
la muralla norte de la ciudad, con una distancia de 4 km aproximadamente.
Vemos en la figura 1, como desde la puerta Pescarina hasta el Castillo de
Mirabello existe una zona de bosque de 1,5 km, que tendrá una gran impor-
tancia en el desarrollo de la batalla.

3.1.1.-Antecedentes de la batalla

En el año 1521, dentro de la guerra por el Milanesado, se enfrentaron


en Lombardía el ejército francés al mando del Vizconde de Lautrec, junto
con los venecianos y el Duque de Toscana contra los imperiales, apoyados
estos por las tropas papales y las del Duque de Milán, contando ambos con-
tendientes con grandes efectivos suizos en sus respectivas filas.
Ante la posibilidad de un enfrentamiento entre ambos bandos, la Con-
federación de Cantones Suizos, ordenó la retirada de sus connacionales tra-
tando de evitar una lucha fraticida, pero solo cumplieron esta orden los que
servían en el ejército francés.19
Lautrec, al ver disminuido sus efectivos, inició la retirada hacia Mi-
lán, pero los imperiales salieron en su persecución fiados en su superioridad
numérica, llevando en vanguardia a la infantería española venida de Ná-
poles al mando de uno de los generales más veteranos de Europa, Antonio
de Leyva, que a sus cuarenta y cinco años había ya hecho la guerra de las
Alpujarras contra los moriscos y había acompañado al Gran Capitán en sus
campañas italianas contra los franceses.
Aún se estaban estableciendo los franceses en la plaza, cuando los espa-
ñoles en un audaz golpe de mano (técnica que luego repetirían en varias ocasio-
nes con gran éxito), escalaron uno de sus bastiones, dando entrada en Milán al
resto del ejército imperial20 y obligando a Lautrec a continuar su repliegue has-
ta Como, abandonando la plaza. Aunque otros autores achacan al “mal tiempo”
el descuido de los franceses, no parece muy sostenible esa hipótesis.
Francisco I no podía permitir la pérdida del Ducado de Milán y
envió en 1522 un nuevo ejército que ocupó Novara y puso sitio a Pavía.
Próspero Colonna, general en jefe de las tropas imperiales, marchó en so-
corro de la ciudad; conocido esto por el mando francés, salieron en busca
19  MARTINEZ CAMPOS, Carlos: España bélica, Siglo XVI. Madrid, 1966. Pág. 139.
20  FERNÁNDEZ ÁLVAREZ, Manuel: Op. Cit. Pág. 370. Cita de Lanz. “Carta de Lannoy a Car-
los V, dándole cuenta de la victoria y destacando la acción de los españoles”.

Revista de Historia Militar, 123 (2018), pp. 216-232. ISSN: 0482-5748


DE GRANADA A PAVÍA. LA EVOLUCIÓN DEL EJÉRCITO ESPAÑOL... 217

de un enfrentamiento en campo abierto. Dándose el 27 de abril la batalla


de la Bicoca ya comentada con anterioridad.
Al año siguiente, el rey francés, envió un nuevo ejército al mando del
Almirante Bonnivent, que tras el combate de Sessia ya en 1524, tuvo que
retirarse a través de los Alpes.
En la cuarta y más importante intentona, Francisco I, a la cabeza de
un gran ejército en el que le acompañaba toda la nobleza de Francia, el 26 de
octubre de 1524 ocupaba Milán; mientras que las escasas fuerzas imperiales
presentes se concentraban en Alejandría, Lodi y Pavía, los franceses después
de la toma de Milán, para fortalecer su posición, sitiaron Pavía. En su interior
Antonio de Leyva con una guarnición de unos 6.000 hombres entre españoles,
italianos y alemanes, organizó muy bien la defensa, reforzando los muros y
rechazando los asaltos franceses, respondiendo a sus minas con contraminas.
El asedio se prolongó por espacio de algunos meses, lo que permitió
a las fuerzas imperiales reforzarse y prepararse para la batalla. No obstante
su magnífica defensa, la toma de Pavía por los franceses era cuestión de
tiempo, bien por las armas o por hambre.
La llegada a Italia de los 12.000 lansquenetes al mando de Frundsberg
y la falta de dinero para pagar estas tropas, empujó al Marqués de Pescara a
pasar a la ofensiva
Esa falta de dinero podía llevar a la disolución del ejército imperial,
ante lo cual, (según Fernández Álvarez en la Historia de España de Espasa
Calpe) “los españoles que guarnecían aquella ciudad y Lodi sacrificaron
sus pagas para poder satisfacer las exigencias del resto”. Efectivamente se
recaudaron fondos, insuficientes por otro lado, entre los mandos del ejército,
pero el incluir a todos los soldados españoles, parece algo irreal ya que nos
surgen una serie de preguntas difíciles de contestar, por ejemplo, ¿acaso los
españoles, si tenían pagas que pudieran “sacrificar”, a diferencia del resto de
las tropas? La falta de numerario era general y nos parece más aceptable la
versión de Orestes Ferrara cuando señala que “los españoles tras una arenga
de Pescara, aceptaron combatir solo por los víveres, lo que sabido por los
alemanes se unieron al acuerdo por no parecer menos hombres de guerra”.

3.1.2.- Composición de las fuerzas

Tratando de no caer en el “efecto Polibio” (engrandecer el poder del


enemigo para así agrandar el mérito de la victoria propia) he seguido la rela-
ción de efectivos en la batalla de Pavía que da Piero Pieri21 de los dos ejércitos.
21  PIERI, Pietro: Il Rinascimento e la crisis militare italiana. Torino, 1952. Pág. 483.

Revista de Historia Militar, 123 (2018), pp. 217-232. ISSN: 0482-5748


218 JOSÉ ANTONIO PÉREZ GIMENA

Imperiales Imperiales
Franceses
(ejército de Pescara) (ejército de Leyva en Pavía)
Lanzas 800 1.500
Jinetes 1.500 2.000
Infantes 20.000 (1) 23.000 (3) 6.000 (2)
Cañones 17 52
(1).- 12.000 lansquenetes, 5.000 españoles y 3.000 italianos.
(2).- 5.000 lansquenetes y 1.000 españoles
(3).- 8.000 suizos, 5.000 lansquenetes, 4.000 italianos y 6.000 franceses.
Es notorio, en primer lugar, la gran ventaja que tenían los franceses
en caballería, sobre todo si consideramos la caballería pesada (lanzas), la fa-
mosa “gendarmería”, compuesta por la élite de la nobleza francesa, además
de ser un 50% más numeroso, su homogeneidad y preparación era también
muy superior a la española, esto se hizo notar en el campo de batalla.
El número de infantes está más equilibrado entre ambas partes, aun-
que la suma de las infanterías de Pescara y Leyva suponían 26.000 infantes
frente a los 23.000 franceses.
Con respecto a la artillería, la francesa triplicaba en número de bocas
de fuego a la imperial. Además gracias a la técnica que habían desarrollado,
los franceses podían mover y emplazar con relativa facilidad su artillería
pesada.
En la composición de ambas infanterías, observamos la coincidencia
de unidades de la misma procedencia en ambos ejércitos; italianos y tudes-
cos. En el caso italiano es normal esta coincidencia ya que lo que estaba en
juego era el Milanesado reclamado tanto por el Emperador como por el Rey
de Francia, teniendo cada uno sus propios aliados dentro de Italia. El caso de
los lansquenetes es distinto ya que los unos servían a “su” emperador, mien-
tras que los otros, los del bando francés, eran unos mercenarios vendidos a
su enemigo y eran “odiados a muerte...por tenerles por traidores a su señor
natural”22 según sus compatriotas del ejército imperial. Tema que salió a
flote en el campo de batalla.
Según los esquemas tradicionales de la guerra vigentes en esos mo-
mentos, era indudable que Francisco I tenía una gran ventaja sobre las tropas
imperiales al dominar la caballería y la artillería, estando la infantería muy
igualada, por lo menos en número.
Se trata de dos conceptos de ejército distintos. El francés con grandes
connotaciones feudales, basando su estructura en los “caballeros acorazados
de la gendarmería”, con el apoyo táctico para “batir el campo enemigo” de
22  Albi de la Cuesta. Op. Cit. Pág. 21

Revista de Historia Militar, 123 (2018), pp. 218-232. ISSN: 0482-5748


DE GRANADA A PAVÍA. LA EVOLUCIÓN DEL EJÉRCITO ESPAÑOL... 219

una potente artillería y una infantería que junto a los suizos, destacaba el
modelo del lansquenete alemán que también formaba en las filas imperiales
con el Virrey de Nápoles Lannoy y que ya empezaba a quedarse anticuado.
El modelo imperial basado en una infantería moderna encarnada en
los arcabuceros españoles, de cuya eficacia el Marqués de Pescara obtuvo
una gratísima experiencia en la batalla de la Bicoca.

3.2.- Desarrollo de la batalla

Para una mejor comprensión de los movimientos tácticos que se van a


desarrollar, sugiero que se tenga presente la figura 1 (página 36), donde apa-
rece completo el campo de batalla. No obstante debemos hacer notar que las
indicaciones cuantitativas de las distintas unidades representadas, a veces
son solo aproximaciones, aunque su situación en el teatro de operaciones es
bastante correcta.
El invierno de 1525 había sido muy duro, las frecuentes lluvias y ne-
vadas habían dejado los caminos embarrados y las densas nieblas facilitaban
las celadas en valles y pasos, ocultando los movimientos del enemigo.
Los primeros movimientos de la batalla en sí, comenzaron el día 7 de
febrero de 1525 cuando Pescara llegó a la vista de Pavía y tras instalar su
campamento en frente de la puerta Levrieri, resguardado de la temible arti-
llería francesa que en esos momentos estaba enfilando la ciudad cerca de la
Torre del Gallo, se dedicó a hostigar a los franceses con alarmas nocturnas,
(recuérdese el “golpe de mano” ya relatado, efectuado por Antonio de Leyva
en la toma de Milán). En uno de ellos en la noche del 19 al 20 les sorprendió
con una fuerte “encamisada” (los soldados se colocaron una camisa encima
de sus corazas para camuflarse con la nieve y también para reconocerse por
la noche), que causó al enemigo 2.000 bajas y la pérdida de 9 cañones.23
Probablemente esa “encamisada” debió de constituir un gran éxito, pero la
cifra de bajas del enemigo nos parece excesiva, ya que ello supone la pérdi-
da de casi el 10% de la infantería enemiga y el 18% del total de su artillería.
Fray Juan de Oteyza, de donde proviene dicha información, quizás se dejó
llevar por la euforia del éxito.
Esta estrategia de “golpes de mano” del Marqués de Pescara tenían
una misión doble; primero, la de tantear algún resquicio en la línea defensi-
va francesa y segundo desorientar al mando francés sobre el esperado defi-
nitivo ataque de los imperiales.

23  CONDOI. Madrid. Tomo 9, Págs. 426-429. Relación de lo que escribió Fray Juan de Oteiza.

Revista de Historia Militar, 123 (2018), pp. 219-232. ISSN: 0482-5748


220 JOSÉ ANTONIO PÉREZ GIMENA

Los franceses se encontraban bien atrincherados y conociendo los


problemas de pago de los imperiales, no tenían la menor prisa ni intención
de combatir en campo abierto. Además a los quince días, empezaron a es-
casear los víveres en el ejército imperial y varios oficiales recomendaron
a Pescara la retirada hacia Milán. Pescara, tan excelente psicólogo como
general, se ganó la voluntad de sus tropas con la siguiente arenga:
“Hijos míos, todo el poder del emperador no basta para darnos ma-
ñana un solo pan. ¿Sabéis el único sitio donde podemos encontrarlo
en abundancia? En el campamento de los franceses que allí veis.”24
Al ver Pescara la imposibilidad de ofrecer batalla a Francisco, ya que
un ataque frontal contra el dispositivo francés habría sido suicida al encon-
trarse protegidos por dos líneas de fortificaciones, una mirando a la ciudad
y otra al exterior, decidió dar un rodeo al parque y adelantar dos compañías
de “encamisados” para fracturar el muro cerca de la puerta Pescarían e in-
troducirse en el cazadero, tratando de conseguir dos objetivos; el elemento
sorpresa (al ser un punto bastante alejado del campamento imperial y de su
artillería), y cortar las comunicaciones del ejército francés con Milán.
A medianoche del día 23 de febrero de 1525, el grupo de encamisa-
dos, comenzó a abrir tres brechas en el lienzo de una muralla que tenía dos
metros y medio de alto por unos cuarenta centímetros de espesor, tratando
de sorprender a los franceses. Por desgracia para los imperiales, forzar la
muralla del parque y comenzar a introducirse en él costó más de lo previsto
y hasta las seis de la mañana, la vanguardia imperial no llegó al palacio de
Mirabello. Alertados los franceses, dispusieron del tiempo suficiente para
organizar sus tropas y su estrategia para la batalla.

3.2.1.- Despliegue francés

Alertado Francisco I del movimiento del ejército imperial y convencido


de su superioridad, abandonó sus posiciones que habían quedado desbordadas
por el movimiento de Pescara y desplegó a su caballería y a toda su artillería
(más de treinta piezas de pesada y otras de menor calibre). Estas baterías eran
una de sus bazas tácticas más importantes frente a los imperiales ya que gra-
cias a la técnica que habían desarrollado los franceses, podían mover y empla-
zar con relativa facilidad su artillería pesada. Probablemente esa fue la mayor
sorpresa con la que se encontró el Marqués de Pescara, quien seguramente

24  ESLAVA GALÁN, Juan: La Historia de España, contada para excépticos. Barcelona, 1995.

Revista de Historia Militar, 123 (2018), pp. 220-232. ISSN: 0482-5748


DE GRANADA A PAVÍA. LA EVOLUCIÓN DEL EJÉRCITO ESPAÑOL... 221

daba por hecho que las baterías de su adversario continuarían apostadas junto
a Pavía. Error que pudo costarle la victoria al ejército imperial.
El despliegue francés, quizás influido por la falta de tiempo, era poco ela-
borado. Su mayor defecto consistía en la escasa cohesión de su línea de batalla,
lo cual pesará mucho en el resultado del encuentro. Constaba de tres grupos de
combate separados entre sí, dos en el cazadero y el tercero cercando Pavía.
En el primero, al Oeste de la roggia Vernaola, se encontraba el rey
junto al grueso de la caballería pesada. La artillería, dirigida por un gascón
veterano y experto, Galliot de Genouillac, que desde la posición elegida
y teniendo en cuenta la líneas de avance de los imperiales los enfilaba de
través. Un poco más alejados de lo recomendable se encontraban los 4.000
lansquenetes de Güeldrés, las famosas “bandas negras”, comandados por
Suffolk (Richard de la Pole), además de parte de la infantería francesa, unos
2.000 gascones y bearneses.
En el segundo grupo al Este de la roggia Vernaola, estaba Fleurange con
unos efectivos de entre 3.000 a 5.000 hombres. Su flanco derecho estaba protegi-
do por un cuerpo de caballería ligera de unos 500 jinetes, al mando de Tiercelin.
El tercer grupo era el formado por la retaguardia que mantenía el cerco
a Pavía, cortando y bloqueando las distintas salidas. Al Oeste, El Duque de
D´Alençón (Alenzón en el plano), taponaba las comunicaciones con Nova-
ra y bloqueaba la carretera de San Lanfranco con unos dos mil hombres y
una unidad de 400 lanzas de apoyo, (en el definitivo despliegue ante-batalla,
D´Alençón pasará con su caballería pesada a estar junto al rey). Al Este y Sur,
Montmorency desplegaba a tres mil hombres bien atrincherados, tapando la
carretera de Lodi e impidiendo la entrada en Pavía del ejército imperial y con
otros mil gascones ocupando el arrabal a la salida del “ponte Coperto”, blo-
queando todas las salidas de Pavía exceptuando las dos que entraban al caza-
dero. Por último unos mil hombres apostados en la puerta de Levrieri a fin de
controlar el campamento imperial o acudir rápidamente al campo de batalla.

3.2.2.- Despliegue imperial

Pescara había convenido con Leyva que a una señal (dos cañonazos),
este último saldría de Pavía y se juntarían en el parque dividiendo las fuer-
zas francesas en dos.
Por las tres brechas abiertas, entraron primero la caballería ligera (los
jinetes) al mando de Sant´Angelo y el Marqués de Vasto (sobrino de Pescara)
con 3.000 arcabuceros de los cuales 2.000 eran españoles y 1.000 italianos;
tras ellos, lo hicieron la caballería imperial al mando de Lannoy (a la sazón

Revista de Historia Militar, 123 (2018), pp. 221-232. ISSN: 0482-5748


222 JOSÉ ANTONIO PÉREZ GIMENA

virrey de Nápoles), apoyada por el resto de los españoles de Pescara y los


alemanes de Frundsberg, finalmente los italianos con 16 piezas de artillería.
La columna de avance imperial, atravesaba el bosque que cubría bue-
na parte de ese sector del parque, al detectar el dispositivo francés, comenzó
a desplegarse frente a su enemigo de la siguiente forma; Pescara encabezó
una unidad de españoles que llevó hacia la colina en cuya cima se levantaba
el palacio de Mirabello, una posición desde la cual se dominaba el campo de
batalla y se podía, además, sorprender de través a los franceses si estos des-
encadenaran un ataque, cubriendo el flanco izquierdo de su línea de batalla,
que junto con el marqués de Vasto, comandaba la infantería española, tanto
arcabuceros como piqueros (en este orden de izquierda a derecha).
En el centro estaba Frundsberg con el grueso de los lansquenetes,
apoyado por la caballería pesada de Lannoy y flanqueado a su derecha por
las unidades también de lansquenetes mandadas por Salm y Sittich. En el
flanco derecho del dispositivo, entre Sittich y el muro del cazadero, estaba
posicionada la caballería ligera de Sant Angelo.

3.2.3.- Primeros encuentros

El expuesto centro de la línea de batalla imperial, comenzó a sufrir los


efectos devastadores de la artillería de Francisco I, “más de 30 piezas gruesas,
más otras muchas de campaña (...) que traen una nueva manera que sin quitar
la pieza de los caballos podían jugar,”25 causando gran daño a los alemanes
que se retiraron unos metros e intentando aprovechar el boscaje y los desnive-
les del terreno para guarecerse en lo posible de los efectos del fuego francés.
En aquellos momentos iniciales de confusión, las tropas de Fleuran-
ge, junto a la caballería ligera de Tiercelin avanzaron incontenibles en direc-
ción a la brecha por donde habían entrado los imperiales, con el ánimo de
sorprender la retaguardia de Pescara en unos momentos en que sus fuerzas
se encontraban casi clavadas sobre el terreno por el fuego graneado de las
baterías francesas.
Pero la caballería francesa y parte de los suizos, se toparon frontal-
mente con una unidad de infantería napolitana que, retrasada y desorientada,
se encontraba todavía marchando por aquel sector. La disciplina y cohesión
de las tropas al servicio del Emperador evitaron el desastre. Mientras el
capitán Papacoda, al mando de esa unidad, sopesaba la posibilidad de re-
plegarse sobre una alameda cercana a la puerta Pescarina, fue increpado por
uno de sus alféreces que le espetó, “que para un día como aquel os había
25  CODOIN. Tomo 9, Pág. 430.

Revista de Historia Militar, 123 (2018), pp. 222-232. ISSN: 0482-5748


DE GRANADA A PAVÍA. LA EVOLUCIÓN DEL EJÉRCITO ESPAÑOL... 223

pagado el emperador muchos años y por tanto no os cumple menear de don-


de estáis, sino tened por cierto que el primer picazo que yo daré será a vos”.
Obviamente el capitán se mantuvo en el lugar preparado para lo peor.
El choque fue terrible, los napolitanos lucharon con bravura pero no
pudieron evitar ser aniquilados, esa resistencia evitó un posterior avance al
agotar el poder combativo de la caballería de Tiercelin, que sufrió un gran
número de bajas. Los suizos, por su parte, ya sin oposición se toparon con
las pocas piezas de artillería ligera española que había en aquel lugar y que
utilizaron contra los imperiales mientras daban ya los usuales gritos de vic-
toria: ¡Francia, Francia! dando la jornada como prácticamente ganada.

3.2.4.- El choque decisivo

Francisco I, desorientado por la niebla que cubría el campo y animado


por el pequeño triunfo local de Fleurange, creyendo que la infantería impe-
rial estaba desmoralizada por la acción de su artillería, vio segura la victoria
y con una mentalidad medievalista que nos recuerda a la batalla de Ceriñola,
dió una carga a “pecho petral” con su caballería pesada sobre la imperial,
lo que para él constituía la fuerza de un ejército. La caballería imperial fue
derrotada y obligada a retroceder y Francisco I consideró la batalla ganada.
Pero en el modelo español quedaban por jugar la baza más importante.
La carga del rey de Francia obligó a su artillería a detener el fuego y le
separó además de las “Bandas Negras” de Suffolk. Los lansquenetes impe-
riales se introdujeron en un bosquecillo a su retaguardia, haciendo imposible
a la caballería francesa seguirles.
El Virrey de Nápoles, Lannoy, a la sazón al frente de la caballería
pesada española derrotada y que había observado el avance de Fleurange,
envió, presa de turbación, a decir a Pescara que estaba situado en la posición
de Mirabello: “que lo mejor que se podía hacer era refugiarse dentro del foso
de Mirabello, que al lugar acudirían todos y así, a salvo de los tiros de la arti-
llería francesa, podrían sopesar con calma las salidas que se les ofrecían.”26.
El Marques de Pescara, al recibir la nota del Virrey, le remitió la orden de
rehacerse y cargar de nuevo con su caballería sobre las posiciones francesas.
El Virrey volvió a enviar a Pescara la recomendación de que lo más
adecuado sería replegarse sobre Mirabello, y Pescara de nuevo a ordenarle
el asalto de las posiciones francesas. Pescara se daba cuenta de que era
26  FERNÁNDEZ ÁLVAREZ, Manuel: Op. Cit. Pág. 370. Citando a Lanz, “Carta de Lannoy a
Carlos V, dándole cuenta de la victoria y destacando la acción de los españoles”. Esta carta se
encuentra en la biblioteca del Monasterio del Escorial y ha podido ser analizada por el autor
de este trabajo.

Revista de Historia Militar, 123 (2018), pp. 223-232. ISSN: 0482-5748


224 JOSÉ ANTONIO PÉREZ GIMENA

totalmente absurda la idea del Virrey. Replegándose a los fosos de Mirabe-


llo serían rápidamente copados por sus enemigos, quienes podrían entonces
recolocar a voluntad sus baterías y someterles a un castigo mucho mayor al
que hasta ese momento habían recibido.
Pescara, mandó a Del Vasto reforzar con sus arcabuceros el flanco
derecho imperial, y por su parte, abandonó Mirabello tornando al centro y
tomando sus arcabuceros posiciones de tiro en el flanco derecho de la “gen-
darmería”. Desde él, abrieron un fuego devastador contra los gendarmes,
que dispersados tras la carga, se estaban reorganizando en un terreno pan-
tanoso que dificultaba los movimientos de sus pesados caballos. Los dispa-
ros se dirigían especialmente contra las cabalgaduras, que caían a decenas,
arrojando por tierra a sus dueños, los cuales abrumados por el peso de las
armaduras, apenas podían levantarse. A su vez, pequeños destacamentos de
peones con espadas y dagas en mano, se infiltraban en la deshecha forma-
ción rematando o haciendo prisioneros a los caídos.
Mientras por el flanco izquierdo francés, la caballería mandada por
Lannoy y Borbón, ya reorganizada para entonces y siguiendo la estricta or-
den dada por Pescara, atacaban a los hombres de armas.
La llegada de la arcabucería de Del Vasto por el flanco izquierdo
francés acaba por decidir la situación, pues la gendarmería francesa se
vió diezmada y desmontada por el denso fuego que se le hacía por ambos
flancos.
Al mismo tiempo, los lansquenetes imperiales al mando de Frunds-
berg, salvados de la presión de la caballería y sobre todo de la artillería
enemiga, avanzaban hacia las baterías de artillería francesas, las “Bandas
Negras” acudieron a defenderlas, es un choque fraticida entre tudescos. Los
que están al servicio del emperador Carlos odiaban a muerte a sus compa-
triotas a sueldo de Francia, por tenerles por traidores a su señor natural, el
emperador. Habían adoptado por otra parte, un despliegue de menor pro-
fundidad, pero mayor frente, lo que les permitía envolver a sus contrarios,
provocando en ellos una huida tan desordenada que arrastraron a los todavía
intactos suizos de Fleurange.
Por su lado, el grueso español, atacó a los suizos, quienes abrumados
por el fuego de la arcabucería y al ver a los alemanes y a los gendarmes ven-
cidos, se entregaron a una “infame fuga”, tirando las picas y cualquier otro
pertrecho tras una muy corta resistencia. “Cosa increíble de decir” según un
testigo ya que esas tropas eran famosas porque hasta entonces nunca habían
vuelto las espaldas.
El denominado “tercer grupo de combate” francés, apostado alrede-
dor de Pavía, fue atacado y puesto en fuga por los hombres de Leyva que

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DE GRANADA A PAVÍA. LA EVOLUCIÓN DEL EJÉRCITO ESPAÑOL... 225

retrasados por el terreno pantanoso, no pudieron llegar a tiempo de reunirse


con Pescara y la desbandada en el ejército francés fue total. Lannoy ordenó
entonces una persecución a fondo que terminó a orillas del Tesino, en cuyas
aguas se ahogan muchos de los fugitivos.
El ejército del rey había sido prácticamente aniquilado. Se estima en
unos 15.000 el número de bajas, incluyendo 3.000 “esguízaros” capturados,
que serían puestos en libertad a cambio de la promesa de no volver a servir
contra el imperio. La lista de bajas, entre muertos y prisioneros, por el lado
francés nos muestra lo más granado de la nobleza francesa, encabezada por
su propio rey, aparecen entre ellos; el rey de Navarra, el gran maestre de
Francia, Montmorency, La Tremouille, La Palice, Bussy, Bonnivent (este se
suicidó ante la gran debacle), Nevers, etc.

Figura 5. El campo de batalla del día 24. Internet;


Las grandes batallas de la historia de España

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226 JOSÉ ANTONIO PÉREZ GIMENA

3.2.5.- La captura de un rey

Uno de los lances más famoso de la batalla fue la aprehensión del rey
de Francia por las fuerzas españolas. La bibliografía en torno a este suceso
es abundantísima, pero aquí seguiremos la formidable línea del análisis que
sobre este lance hizo en su día el profesor Arocena Arregui.27
Arocena prescindió de versiones no contemporáneas del suceso, salvo
de aquellas que fueron elaboradas con información coetánea de este hecho.
La cuestión queda así limitada a las informaciones de personas que estuvie-
ron implicadas en el momento de los hechos, transcribiendo únicamente lo
directamente referido en el momento de la aprehensión.
Sobre la relación, extraída de las cartas de los Capitanes del Emperador,
dice: “acudió mucha de nuestra gente y mataron el cavallo al Rey de francia
y caido en terra los alemanes lo querían matar pero el temiendo la muerte dio
boces diziendo que no le matasen que hera el rrey de francia y en esto sobre
vino el bisorrey de napoles ylo salbo la vida tomando lo en presión”.28

Figura 6. Cuadro de la batalla de Pavía del Museo de la Armería de Álava. Ataque


de los lansquenetes imperiales a la artillería francesa, cruzando la “roggia Vernaola”

27  AROCENA ARREGUI, Fausto: Revista Internacional de los Estudios Vascos, 1934. Págs.
445-452. Juan de Urbieta y la prisión de Francisco I.
28  Archivo de la Catedral de Burgos Vol. 47. Fols. 213 a 221, Relación de las nuevas de Ytalia,

sacadas de las cartas de los Capitanes e Comisarios del emperador y rrey nuestro señor han
escrito a su magestad.

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DE GRANADA A PAVÍA. LA EVOLUCIÓN DEL EJÉRCITO ESPAÑOL... 227

Juan de Oznayo29 narra el suceso de esta forma: “iba casi solo, cuan-
do un arcabucero le mató el caballo, y yendo a caer con él, llegó un hombre
darmas de la compañía de D. Diego de Mendoza, llamado Joanes de Ur-
bieta, natural de la provincia de Guipúzcoa y como lo vió tan señalado, va
sobre él al tiempo que el caballo caía; y poniéndolo el estoque al un costado
por la escotadura del arnés le dijo que se rindiese. El viéndose en peligro de
muerte, dijo: «la vida que soy el rey». El guipuzcoano lo entendió aunque
era dicho en francés; y diciéndole que se rindiese, él dijo «Yo me rindo al
Emperador». Y como esto dijo, el guipuzcoano alzó los ojos y vió allí cerca
al alférez de su compañía que cercado de franceses estaba en peligro; por-
que le querían quitar el estandarte. El guipuzcoano, como buen soldado, por
socorrer su bandera, sin acuerdo de pedir gaje o señal de rendido al rey, dijo
«Si vos sois el rey de Francia, hacedme una merced». Él le dijo que se lo
prometía. Entonces el guipuzcoano alzando la visera del lámete, le mostró
ser mellado, que le faltaban dos dientes delanteros de la parte de arriba, y le
dijo: «En esto me conoceréis»; y dejándole en tierra la una pierna debajo del
caballo se fue a socorrer a su alférez, y hízolo tan bien, que con su llegada
dejó el estandarte de ir a manos de franceses. Luego llegó a donde el rey
estaba otro hombre darmas de Granada, llamado Diego de Ávila, el cual
como al rey viese en tierra con tales atavíos , fue a él a que se rindiese , el
rey le dijo quien era y que él estaba rendido al emperador; y preguntándole
se había dado gaje, el dijo que no. El Diego de Ávila se lo pidió, y él le
dio el estoque que bien sangriento traía y una manopla; y apeado Diego de
Ávila trabajaba sacarlo del caballo. Y en esto llegó allí otro hombre darmas,
gallego de nación, llamado Pita, el cual le ayudó a levantar y tomó al rey la
insignia que de Sant Miguel al cuello traía en una cadenilla, que es la orden
de la caballería de Francia, y tráenla como los del Emperador el Tusón.”
Alonso Pita se expresó de la siguiente forma : “yo le pregunte donde
yva la personal del Rey, y el me dixo que yva adelante cabe una enseña blan-
ca, e yo me fuy derecho a ella, y allegado, llegose Joanes de Orbieta y el asio
al Rey de el braço derecho, y luego Diego de Avila, yo por el lado izquierdo
le tome la manopla y la banda de brocado con quatro cruzes de tela de plata
y en medio el crucifixo de la Vera Cruz que fue de Carlo Manno, y por el
lado derecho llego luego Joanes de Orbieta y le tomo del braco derecho y
Diego de Avila le tomo el estoque y la manopla derecha, y le matamos el
caballo y nos apeamos Joanes e yo”.
Antonio Suárez de Alarcón, biógrafo y tal vez allegado del Señor
de Alarcón, combatiente en la batalla de Pavía y guardador luego del Rey

29  GARCÍA VILLADA, Z.: Razón y Fe, Tomo 71, pág. 310. La Batalla de Pavía y sus resultados.

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228 JOSÉ ANTONIO PÉREZ GIMENA

prisionero, dice a continuación: “Despues de Vrbieta llegaro otros al Rey,


procurando cada vno adquirir la gloria de auerle hecho prisionero. Diego
de Avila, hobre de Armas de la Compañía. del SEÑOR ALARCON fue el
primero que llegó y en señal le dió el Rey una manopla; y a este tiempo
llegó también otro hombre de Armas Gallego, llamado Pita, y ayudando a
lebantar al Rey del suelo, le quitó del cuello el collar que traía de la Orden
de S. Miguel.”
Las referencias del suceso contenidas en los Privilegios otorgados por
el Emperador Carlos V a diversos personajes fueron las siguientes.
En el de Diego de Ávila:30 “llego donde el dicho rey de Francia
estaba peleando y lo derrocó del caballo abajo e se le rindió por
prisionero”.
En el de Alonso de Pita:31 “y en la misma batalla hicisteis tanto, que
llegasteis a la misma persona del dicho Rey, y fuisteis en prenderle
juntamente con las otras personas que le prendieron”.
En el de Juan de Urbieta:32 “Fue uno de los que fueron a hacer ren-
dir y prender al dicho rey de Francia”.
En el de Juan de Aldana:33 “et rege dimicante ad manus tuas et
aliorum militum ipse sucubuit”.
Las cuales coinciden con las certificaciones de Francisco I, de las que
se conocen las dadas a Alonso de Pita y a Juan de Urbieta y solo referencia
la entregada a Diego de Ávila. Puesto que no señalan diferencias en favor
de alguno de los aprehensores, nos limitaremos a consignar, según la repro-
ducción del original francés que se debe a la información facilitada por el
Marqués de Rafal donde aparece el siguiente párrafo, “fué de los primeros
que fueron en nuestra prisión, cuando fuimos presos delante de Pavía”.34
Terminamos la serie de testimonios imperiales y regios con las pa-
labras que constan en la renuncia al trono formulada por Francisco I., son
estas: “...et aprés avoir esté en icelle bataille nostre cheval tué sous nous, et
avoir plusieurs de nos ennemis converti leurs armes sur nostre personne, les
uns pour nous tuer, les autres pour nous faire proie et butin...”.35

30  CODOIN. Tomo XXXVIII. Pág. 551.


31  MARQUÉS DE RAFAL: Boletín de la Academia de la Historia. Tomo CIV. Un Privilegio de
Carlos V,
32  Compendio historial de la M. N. y M. L. por D. Lope de Isasti. San Sebastián, 1850. Pág. 527.
33  CANTÚ, C.: Historia Universal. Barcelona. Tomo VI, Pág. 86.
34  MARQUÉS DE RAFAL: Op. Cit. En lámina encartada.
35  A.J.C. Saint Prosper. Histoire de France. Tomo II. París, 1839. Pág. 250.

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DE GRANADA A PAVÍA. LA EVOLUCIÓN DEL EJÉRCITO ESPAÑOL... 229

Para concluir y siguiendo a Arozena Arregui: “Nos encontramos con


que los cuatro aspirantes al honor de haber hecho prisionero a Francisco I,
están provistos de sendos Privilegios imperiales y certificaciones reales que
acreditan su participación en el hecho. Atenuado el valor demostrativo de
estas fuentes por su vaguedad y por algunas contradicciones que se advier-
ten en su cotejo, la conclusión que se deriva de su estudio es, que tanto
Diego de Ávila, como Alonso Pita, Juan de Urbieta y don Juan de Aldana,
participaron en algún grado en la aprehensión del Rey de Francia”.
La relación de los Capitanes y la narración de Pita son evidentemente
parciales, ya que se concentran en unas mismas personas las funciones de
juez y parte, en tanto que la crónica de Oznayo no parece sospechosa.
Si se acepta el texto de Oznayo, seguido por tantos historiadores, ten-
dríamos que atribuir “cierta” prioridad a Juan de Urbieta en el honor de
la prisión de Francisco I de Francia en la batalla de Pavía. No chocó en el
ambiente de la época, instruido en la importancia del suceso, que el “gizón
de Abillats” se transformase en Caballero santiaguista, Capitán y Continuo
de S. M., y blasonase los lienzos de su casa solar con un escudo en el que
figuraba “una campo verde, y junto al campo, el río Tesino pintado con las
ondas de la mar, y por encima del río, un campo blanco, y en el campo verde,
debajo, un medio caballo blanco, en el pecho una flor de lis con su corona y
el freno y riendas coloradas y la rienda caída al suelo, y más un brazo arma-
do con su estoque alzado arriba”.
De todas formas, como apunta muy juiciosamente Arocena Arregui,
la gloria de esta hazaña, sea para quien sea, fue una “gloria de lotería”.

3.3.- Consecuencias de la batalla

En un somero análisis de lo relatado podemos observar la decisiva


contribución al éxito que tuvieron los infantes españoles y muy especial-
mente su arcabucería, cuya labor fue resaltada por el Virrey de Nápoles al
darle al Emperador cuenta del suceso. El resultado fue que la infantería im-
perial, además de como señala Quatrefagues “los grandes errores franceses”,
impuso su nueva ley de combate, demostrando que también podía vencer,
como en la Bicoca a los suizos y a la conjunción de caballería-artillería que
preconizaba Francia. Ambas batallas demostraron la superioridad táctica y
organizativa de una infantería que era decisoria y “cuyas virtudes y capaci-
dad la hicieron ser durante siglo y medio el soporte del imperio español”.36

36  MAS CHAO, Andrés: La Infantería en torno al siglo de oro. Madrid, 1994. Pág. 192.

Revista de Historia Militar, 123 (2018), pp. 229-232. ISSN: 0482-5748


230 JOSÉ ANTONIO PÉREZ GIMENA

A partir de Pavía, el arcabuz se hizo el dueño del campo de batalla,


“democratizando” el ejército, borrando a los ilustres hombres de armas, ha-
ciendo subir en la escala social de la guerra a los soldados desde humildes
“peones” a dignísimos “infantes”. Ese “arma infernal” como la describe
Cervantes, cambió la filosofía y el planteamiento de las batallas, comple-
mentándose a la perfección con los piqueros y juntos crear unas unidades de
combate que fueron imbatibles durante cerca de siglo y medio.
En esta batalla también se puede observar la gran movilidad táctica de
las unidades de combate españolas, diferenciándose totalmente de la rigidez
de las formaciones tanto suizas como de los lansquenetes, llamadas a desa-
parecer. Esta movilidad táctica fue conseguida gracias a una gran disciplina
de movimientos, ya preconizados por las virtudes de “Orden y la Obedien-
cia” de Alonso de Palencia.
La demostrada agilidad táctica española, contrasta fuertemente con la
pesadez de los hombres de armas, la caballería pesada, la cual se escudaba
en un choque devastador, sus legendarias cargas, es decir, lo que al final
fueron sus dos puntos vulnerables; el caballo y la pesadez de la armadura,
ya que o bien descabalgados se les convertía en inermes o se les hacía impo-
sible superar las formaciones en cuadro de la infantería y el fuego graneado
de los arcabuces. Estas limitaciones no fueron parcialmente superadas sino
a partir de finales del siglo XVI.
Este nuevo concepto de formaciones disciplinadas, con gran agilidad
de movimientos y una gran potencia de fuego táctico, ya muy advertido
anteriormente y palpablemente demostrado en esta batalla fue el detonante,
nunca mejor dicho, de la reorganización de la infantería española que diez
años después nos llevaría a la creación de los Tercios.
Por otro lado Pavía significo, si no la desaparición definitiva del
“príncipe medieval” guiando a sus tropas en el mismo campo de batalla,
(el emperador Carlos todavía lo siguió haciendo), sí dejó esa figura en “vías
de extinción”. Nunca más se volvió a ver un rey encabezando una carga de
caballería y ser hecho prisionero con la espada ensangrentada “el estoque
que bien sangriento traía”, ni a tener el concepto de una caballería nobiliaria
como fuerza de choque definitiva. Figuras, todas ellas medievales, de un rey
que todavía pensaba en medieval.

4.- CONCLUSIÓN

Como final del trabajo recordemos lo que pensaban sobre los infantes
españoles algunas de las personalidades del siglo:

Revista de Historia Militar, 123 (2018), pp. 230-232. ISSN: 0482-5748


DE GRANADA A PAVÍA. LA EVOLUCIÓN DEL EJÉRCITO ESPAÑOL... 231

“La infantería, principalmente la de Castilla, goza de gran reputa-


ción y es considerada como excelente, creyéndose que en la defensa
y asedio de plazas, en que tanto valen la destreza y agilidad de cuer-
po, supera a todas; por esta razón y por su valor son bastante útiles
en una jornada; de modo que se podría disputar cuales, de los espa-
ñoles o los suizos, serían mejores en campo abierto” (Guicciardini,
Embajador veneciano, 1512).

“Los españoles... todos tienen el cuerpo apto para el ejercicio de las


armas y apto para sufrir; son también hombres de ingenio y estiman
el honor; no estiman serlo en otras cosas que el ejercicio de las armas;
por eso son tan aptos como puedan ser los de otras naciones para el
ejercicio de la guerra” (Contarini, Embajador veneciano, 1525).

“Yo no se que diga, sino que ellos son cinco mil españoles que pa-
recen cinco mil hombres de armas y cinco mil caballos ligeros y
cinco mil infantes y cinco mil gastadores y cinco mil diablos que los
soporten” (Almirante Bonnivet, en carta al Barón de Lautrec, 1520).
Efectivamente, había que tener una gran frialdad y enorme valor para
efectuar los piqueros esos ágiles despliegues-repliegues tácticos cuando se
enfrentaban a los batallones compactos suizos o para aguantar a pie firme,
la carga de la caballería enemiga y la difícil y laboriosa recarga de las de los
arcabuces.
Desde luego que hubo una gran “evolución”, tanto en las tácticas
como en el armamento, sin olvidar, como ya se ha dicho, que dicha evolu-
ción no fue privativa del reino hispano, que las enseñanzas del genio militar
Gonzalo de Córdoba fueron bien aprendidas por el resto de los países. ¿Qué
fue entonces lo que proporcionó a los tercios españoles esa innegable supe-
rioridad durante siglo? La razón, por eliminación de todas las demás consi-
deraciones, fue que en nuestra infantería, esa “evolución” estuvo soportada
por una materia prima de primerísima calidad: El infante español.

Revista de Historia Militar, 123 (2018), pp. 231-232. ISSN: 0482-5748


232 JOSÉ ANTONIO PÉREZ GIMENA

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  EJEMPLAR PARA ENVIAR A LA SUBDIRECCION GENERAL DE DOCUMENTACION Y PUBLICACIONES MINISDEF  


Deptº. de Suscripciones, C/ Camino los ingenieros nº 6
28047 - Madrid
Tfno.: 91.364 74 21 - Fax: 91 364 74 07 - e-mail: suscripciones@oc.mde.es
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  EJEMPLAR PARA QUE Vd. LO ENVÍE AL BANCO  

SR. DIRECTOR DEL BANCO/CAJA DE AHORROS:

Ruego a Vd. de las órdenes oportunas para que a partir de la fecha y hasta nueva orden sean cargadas contra mi cuenta nº
_______________________ abierta en esa oficina, los recibos presentados para su cobro por el Centro de Publicaciones del Ministerio de
Defensa - Revista de Historia Militar

En ________________ , a _____ de _________________ de 2018

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La aplicación, REVISTAS DEFENSA, es una herramienta


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por el Ministerio de Defensa, de una manera dinámica
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La nueva página web del Catálogo de


Publicaciones de Defensa pone a disposición de los
usuarios la información acerca del amplio catálogo que compone
el fondo editorial del Ministerio de Defensa. Publicaciones en diversos formatos y
soportes, y difusión de toda la información y actividad que se genera en el Departamento.
LIBROS
Incluye un fondo editorial de libros con más de mil títulos, agrupados en varias colecciones, que abarcan la gran variedad de
materias: disciplinas científicas, técnicas, históricas o aquellas referidas al patrimonio mueble e inmueble custodiado por el
Ministerio de Defensa.
REVISTAS
El Ministerio de Defensa edita una serie de publicaciones periódicas. Se dirigen tanto al conjunto de la sociedad, como a los
propios integrantes de las Fuerzas Armadas. Asimismo se publican otro grupo de revistas con una larga trayectoria y calidad:
como la historia, el derecho o la medicina.
CARTOGRAFÍA Y LÁMINAS
Una gran variedad de productos de información geográfica en papel y nuevos soportes informáticos, que están también
a disposición de todo aquel que desee adquirirlos. Así mismo existe un atractivo fondo compuesto por más de trescientas
reproducciones de láminas y de cartografía histórica.

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AÑO LXII

Núm.
123

SECRETARÍA
GENERAL
TÉCNICA

SUBDIRECCIÓN GENERAL
DE PUBLICACIONES
Y PATRIMONIO CULTURAL

2018

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