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“Ser psicólogo social...

Es tener un oficio que debe ser aprendido, ya que no se nace con esta
posibilidad. Sólo cuando puede resolver sus propias ansiedades y sus
perturbaciones en la comunicación con los demás, puede lograr una
correcta interpretación de los conflictos ajenos. En la medida en que el
sujeto dispone de un buen instrumento de trabajo resuelve
incertidumbres e inseguridades. Recién entonces, es operador eficaz”
Dr. Enrique Pichón Riviere
FRAGMENTO
Pichón sostenía que había que visitar a los pacientes. Había que entrar a
sus hogares algo así como de casualidad, porque de esta forma bajaban
sus defensas. Sostenía él que había que “mostrarse incompleto”.
También explicaba que dentro de una familia había que observar al perro,
si tenían, dado que éste era el espejo de cómo era esa familia. Decía él: “si
el perro te gruñe y cuando si te movés, el perro te sigue con los ojos sin
moverse, la familia es paranoica, están pensando que siempre le vas a
hacer algo. Si el perro está tirado como un trapo, la familia es melancólica.
Si es un perro que se te sube encima y tenés que decirle, “salí de acá”, la
familia es histérica, el perro está erotizado. Si el perro está echado con las
patas en posiciones extrañas, la familia es esquizofrénica, el perro no sabe
dónde están las partes de su cuerpo. Si ladra un poco, te huele, bosteza y
se va, está trabajando de perro y tiene un poco de todas las cosas
anteriores, entonces la familia es normal, anda bien”
Con la seriedad y profundidad de una anécdota chistosa (de chiste como
revelador de verdades desconocidas desde el psicoanálisis), nuestro
trabajo será, es, en esta y en esa vida cotidiana. Y precisamente, la vida
cotidiana, es la respuesta, a la segunda pregunta planteada en un
principio: ¿para qué? La respuesta es, para la vida cotidiana. Somos
indagadores, de las dificultades, observadores de la interacción, analistas
de los vínculos, que cada sujeto presenta dentro de un grupo
determinado. Los grupos son aquellos que, por distintas necesidades son
creación de cada sociedad, como por ejemplo, una familia, una fábrica,
amigos, distracción, escuela, etc. En éstos hace foco nuestra investigación
después de habernos preparado conscientemente para ello. Preparación
que nos infunde una aptitud y actitud psicológica. Recién, entonces, y
después de “trabajarnos”, mientras nos ocupamos, de la “tarea”, explicita
e implícita, posteriormente, estamos empezando a adquirir ciertas
capacidades para operar como psicólogos sociales. La buena preparación
es lo que nos hace técnicos idóneos y legítimos. A partir de esa instancia
de cierre y apertura, podemos empezar a transitar por “el campo de
acción del psicólogo social, el de los miedos”.
Coincidiendo con el maestro Enrique Pichón Riviere, digo que el psicólogo
social, es una especie de artesano y al igual que este, prueba que es su
profesión, mientras la ejerce.
Una posible respuesta (con características de síntesis, en espera de una
nueva idea que surja a modo de tesis que facilite su opuesto), a la
pregunta:
¿Para qué ser psicólogo social?
Para indagar la vida cotidiana.
Y para la otra pregunta, la primera:
¿Por qué ser psicólogo social?
La respuesta sé complejiza, dado que la misma no es única, y ofrece tantas
variables como subjetividades existen.
Pienso que, la legitima respuesta habita en el interior de cada una de los
sujetos que se aproximan y peregrinan por el trabajoso camino de la
psicología social, según la diseñara Enrique Pichón Riviere.
De ésta última frase, destaco: legítima, interior, sujetos, trabajoso.
Pienso en las mismas como elementos aportados para orientar la propia
respuesta, sin pretender dogmatizar mis palabras:
Legítima: como genuino y verdadero.
Interior: como íntimo.
Sujeto: como atado, sujetado, del inconsciente, y del sistema social.
Trabajoso: cómo arduo, esforzado, atareado.
La potencia de las palabras es innegable por eso las acerco, desde mi
subjetividad. Sobre las mismas concluye Lacán: “el significante posee una
radical supremacía por sobre el significado”, siendo el significado, un
efecto del significante.

CREO, en las palabras, por eso las practico, y hago de ellas mi profesión.

Psicólogo Social GUSTAVO JUAN


Director de CESA

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