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Siglo XVII o el siglo de las luces, que se caracteriza por haber puesto el centro de la gravitación en
el pensamiento humano. “La razón humana será el fundamento del nuevo orden político que
impulsará el progreso constante de la civilización sobre la naturaleza bruta”.
El impacto que producen los avances de las ciencias físicas, y el desarrollo de nuevas tecnologías en
el área de la producción y los transportes, se traduce en una actitud de creciente optimismo sobre
las posibilidades de un constante desarrollo humano y social.
Filosofía de la ilustración
La fuerza de la razón, permitirá al hombre develar todos los secretos de la naturaleza y solucionar
los problemas políticos y sociales. La razón aplicada a la política permitirá encontrar el arquetipo
perfecto de Estado, aplicable a toda sociedad y en cualquier circunstancia histórica.
La razón desde el punto de vista del individuo, es el conocimiento de las verdades útiles para nuestra
felicidad, se cree que existe un derecho y un deber de ser feliz, a través de la virtud y la razón. El
hombre del siglo XVIII, es aquel que se rige por la fe en su razonabilidad, incluso en su mas refinada
sensibilidad. Mediante su razón encuentra el justo medio, la armonía entre la mente y las pasiones
constituye la virtud laica, sin dogmas
En 1748 nace una nueva herejía, el iluminismo. Esa flamante manera de conspirar, que provocaba
tanto el entusiasmo de los intelectuales, como el fastidio del viejo Rey Luis. Motivaba tanto alboroto,
la aparición de una obra de 2 volúmenes en cuatro titulados, El espíritu de Las leyes. El nombre del
auto no aparecía, pero todo el mundo sabía que se trataba de Carlos de Secondart.
Entre los folios del pesado libraco, se escondían las piedras angulares del sistema democrático que
formaría la vida política de los 2 siglos subsiguientes, aunque esta asimilación demando la negación
de gran parte del pensamiento original de Montesquieu.
El espíritu, nació alimentando al mismo tiempo a los dos bandos enfrentados. Monárquicos y
republicanos sacarían argumento de la misma fuente para arrojárselos mutuamente, sin
comprender que el pensamiento de Montesquieu (como el de Alberdi) transitaba serenamente,
británicamente por la tesis intermedia: La continuación de la monarquía, pero con su omnipotencia
cercenada.
La alianza entre burgueses y el monarca serio rota en 1789. Los burgueses, que tomaron de
Montesquieu solamente su crítica al absolutismo y popularizaron una imagen meramente
revolucionaria de sus ideas, ignoraron la predilección de aquel por el equilibrio y la negociación
entre las clases sociales. Cualquier otra cosa para el barón implicaría el despotismo, aunque
gobernase el pueblo.
Las consiguientes guerras de Francia, dieron razón a las ideas de Montesquieu, y recién después de
un siglo se afincaron en su patria.
El binomio formado por Montesquieu, de quien se tomaron los esquemas formales de organización
política, produjeron un concentrado, una amalgama que sería el producto más explosivo de la
exportación francesa de la época. En Europa viajo en las mochilas de los soldados de Napoleón, llego
a América por Contrabando, prendió invariablemente en todos los revolucionarios, carbonarios y
afrancesados.
Eran grupos logiados, elites pequeñísimas, que tomaron de su prédica el desprecio por el
absolutismo de las monarquías, soslayando las ideas mejor acunadas por el barón: La fundación de
un orden posterior, donde el equilibrio de los poderes facilitase la convivencia armónica y los
beneficios de la libertad para todos.
En verdad, Montesquieu fue siempre un ajeno en su propia tierra: temía el absolutismo de los
déspotas franceses, y miro hacia Inglaterra; cruzo el canal y regreso asombrado de las liberalidades
de un incipiente, fosco poder: la prensa.
Los aportes más significativos de Montesquieu en Materia política, consisten en una actualización
de la teoría de la División de los poderes como una manera de evitar un gobierno despótico:
Montesquieu preconiza el gobierno moderado. Tiene como modelo a la Monarquía Inglesa, donde
se insinúa la separación y control Reciproco de los Poderes. El poder Ejecutivo, el Legislativo y el
Judicial, no deben concentrarse en las mismas manos. Estos poderes al mismo tiempo, representan
3 fuerzas políticas y sociales: el rey, el pueblo y la aristocracia.
Para Montesquieu, la mejor forma de gobierno es la monarquía, pero una monarquía donde entre
el gobernador, y quien gobierna tenga poderes intermedios que le impiden al soberano poder actuar
a su antojo. Las leyes no deben vulnerar el orden moral. Las costumbres son más importantes que
las normas externas.
Nació en Ginebra, Suiza, en 1712 y fue educado en la tradición calvinista de su patria. Su vida fue
azarosa, trashumante, plena de avatares amorosos y de fracasos laborales.
En sus obras siempre está presente y vivo a través de su estilo intenso, brillante e impregnado de
una sensibilidad exaltada que se enseñorea del genio de la Lengua Francesa.
El “discurso sobre las artes y ciencias” y el “Discurso sobre la desigualdad de los hombres”
cimentaron el culto que le tributo la alta burguesía y un sector de la nobleza. Pero sin duda es en
“El contrato social” donde su genio resplandece en toda su magnitud.
El contrato social (1762) está en el centro de la obra de Rousseau, en forma cronológica pero
también desde la óptica de su gravitación sobre los espíritus del siglo XVIII. El mérito de Rousseau
es que eligió la democracia “en una época en que no existía ni en los hechos ni en las ideas”, nos
dice Touchard. Esta obra está “inspirada en la pasión por la unidad del cuerpo social”, que se funda
en la soberanía absoluta e indisoluble de la voluntad general, frente a la cual deben subordinarse
los intereses particulares.
La ley es expresión de la voluntad general. El soberano quiere el interés general y por definición no
puede querer más que el interés general.
Formas de gobierno
La voluntad general
Rousseau sabía que existían límites a la voluntad general, ya que esta supone una finalidad del bien
común. Rousseau dice:
“La voluntad general es siempre recta, pero el juicio que la guía no siempre es esclarecido. Es preciso
hacerle ver las cosas tales como son, a veces como deben parecerlo, mostrarle el buen camino que
busca, preservarlo de la seducción de las voluntades particulares”
En eso consiste también la moralidad del estado civil, frente al egoísmo del instintivo estado natural.
Se advierte esta condición de la voluntad general en los casos medios, es decir mayoritarios, que
suelen ser los efectivos. Una mayoría y mejor todavía si se trata de una absoluta mayoría, puede ser
justamente la antítesis, la anulación misma de la voluntad general, a saber, cuándo constituye un
partido.
El partido, banda o secta, forma siempre una asociación particular dentro de la general del Estado.
Cuando una de esas asociaciones es tan grande que prevalece sobre todas las demás, ya no tenéis
como resultado una suma de pequeñas diferencias, sino una diferencia única, entonces ya no hay
voluntad general, y la opinión que prevalece no es más que una opinión particular.
La política de intransigencia religiosa de Jacobo I de Inglaterra (Siglo XVIII) provoco el flujo de las
migraciones puritanas hacia América del Norte.
En 1620, un grupo de padres peregrinos, a bordo de la nave May Flower, que los conducía a la
“tierra de promisión” ubicada en América del norte, firmaron un pacto que constituiría el arquetipo
del contrato social, fundamento de la vida política posterior a las colonias inglesas. Este viaje estaba
destinado a establecer una colonia en la parte septentrional de Virginia.
Este documento liminar definió el carácter democrático que se impondría a las nuevas colonias
inglesas. En las que los habitantes gozarían de un régimen de libertades desconocido en las naciones
europeas
El rey Jorhe III, desde 1764 decidió implantar en forma inconsulta, nuevos impuestos a las colonias.
Benjamín Franklin, fue el emisario a quien las colonias encomendaron la misión diplomática de
evitar un conflicto abierto con la corona. A pesar de haber interpuestos sus buenos oficios con éxito
durante un tiempo, la guerra estallo en 1775
Franklin se dirigió a Francia, donde consiguió apoyo y junto a otras naciones europeas integraron el
ejercito de George Washington, que lograría la victoria definitiva tras 8 años de guerra.
La declaración de la independencia expresa “Todos los hombres son creados iguales y dotados por
su creador de cierto derecho inalienables, como la vida, la libertad y la búsqueda de la propia
felicidad”.
En 1787, la convención reunida en Filadelfia con el propósito de “hacer más perfecta la unión” dicto
la primera constitución escrita y de carácter moderno, que sería el arquetipo de las constituciones
futuras. Esta constitución no tenía parte dogmática, solo un preámbulo y una parte orgánica que
regulaba en funcionamiento de los 3 poderes
En 1791 se incorporaron las primeras enmiendas, entre las cuales se encuentra la parte dogmática.
A partir de entonces la Constitución de USA comprendía valores fundamentales plasmados en un
documento único:
Alexander Hamilton Escribió “el federalista” , una obra que era parte de una campaña de
propaganda destinada a lograr la ratificación de la Constitución por el Estado de Nueva York. La obra
preconiza la necesidad de un poder Ejecutivo fuerte, que oriente y de sustento a la diversidad de
gobiernos federales
Thomas Paine En 1776 escribió su obra “El sentido Común” que tuvo una influencia decisiva en
favor de la Revolución. Los soldados lo portaban en su mochila y merced a su inspiración su
elocuencia muchos indecisos abrazaron la causa de la libertad. El poder solo se justifica en función
de la preservación y custodia de los derechos naturales del hombre. Fija los límites del poder
Tomas Jefferson Fue el principal redactor de la independencia de los EEUU en 1776. Influido por
la corriente liberal (Locke), sostuvo la necesidad de lograr un federalismo descentralizado y una
democracia moderna. Es en gran medida el modelador de la Democracia americana tal como la
describió Tocqueville.
La revolución francesa
La representación popular será el nuevo principio mediante el cual, el soberano, puede ejercer el
gobierno de la Nación.
La revolución consolida la idea moderna de la Nación y plasma el ideal maquiavélico del ejercito
ciudadano. Este movimiento será el gran difusor del ideario condensado en la consigna “libertad,
igualdad, fraternidad”.
Francia en víspera de la Revolución
Desde el reinado de Luis XV el absolutismo francés sufría un proceso de decadencia visible. Los
fracasos en materia de política exterior, los problemas económicos de carácter crónico, y los
desaciertos políticos internos agudizaban las tensiones sociales existentes. Ya agitaba los espíritus
intelectuales, que mostraban la realidad política y social de Francia.
Uno de los mandatarios de Luis XVI ordeno una política de liberalización de los precios de cereales,
lo que provoco el aumento del precio del pan. Los trabajadores de Paris se levantaron en armas en
el mes de abril de 1775 ante la situación de carestía emergente.
A todo esto, los sucesivos reyes que gobernaron Francia en estos momentos seguían tomando
decisiones erróneas en el aspecto económico.
En 1778 el rey había decidido apoyar la guerra de la independencia de los EEUU, y se había firmado
el tratado de Paz de Versalles, mediante el cual, Inglaterra reconocía la independencia de los EEUU
y devolvía Luisiana a Francia.
En 1786 la situación seguía agravándose por malas cosechas y pésimas elecciones y ya en 1788 la
bancarrota de Francia es un hecho inocultable. El rey vuelve a llamar a Necker que propone un plan
de reformas fiscales que tendían a alivianar la excesiva carga tributaria que pesaba sobre los
sectores productivos (El tercer estado).
Necker debía obtener nuevos recursos, pero su propuesta consistía en distribuir más justamente las
cargas y derogar los tributos arbitrarios. El parlamento de Paris impone como condición para
aprobar esto , que se convoquen los Estados generales (Aristocracia 300 diputados , Clero 300
representantes , Tercer Estado 600 diputados.)
El tercer estado insiste en que el voto debía ser nominal (por cada diputado) y no por cada orden,
clase o Estado. El 17 de junio de 1789 tuvo lugar el primer acto revolucionario, en el que el Tercer
Estado reforzado por parte del Clero, declara asamblea nacional y asume la potestad tributaria. Se
decreta que todos los impuestos y tarifas que no hayan sido especificados, formal y libremente
concedidos por la citada Asamblea, cesaran en todas las provincias del reino.
Días después, la asamblea nacional, nombro comités y asumió la soberanía que reclamaba.
El 20 de junio, la mayoría del Clero se unió de nuevo al estado llano para sesionar, y el día 25, algunos
nobles siguieron su ejemplo, el rey cedió y el 27, ordeno que las Tres cámaras sesionaran juntas. La
asamblea nacional estaba ahora legalmente constituida e inicio su marcha.
El 9 de julio, gran parte del Clero y la nobleza, se pliegan a lo dispuesto por el Tercer Estado y se
integra la “Asamblea Nacional Constituyente” que redactara la Constitución en 1791.
El 14 de julio, Paris esta alarmado por la noticia que había sido destituido el ministro Necker, y que
concurrían sobre la ciudad tropas mercenarias para disolver la asamblea, se sublevo en armas y
tomo por asalto la Bastilla, prisión-fortaleza que constituía un símbolo del autoritarismo
monárquico. Los revolucionarios se organizan militarmente creando la Guardia Nacional.
El día 15, el rey compareció ante la Asamblea y prometió volver a signar a Necker y a retirar las
tropas. El 17 el rey se puso la escarapela Tricolor consumando su capitulación.
El 4 de agosto la Asamblea suprimió los diezmos y los derechos feudales, que virtualmente concluían
con los privilegios de la aristocracia.
El 12 de julio de 1790, se votó la Constitución civil del clero, que obligaba a los sacerdotes a jurar
juramento civil, porque eran considerados funcionarios públicos. Esta medida provoco problemas
de resistencia ingentes en la población católica
Durante la noche del 20 al 21 de junio, El rey y su familia huyen del palacio con la intención de
refugiarse en un país amigo, pero es atrapado y es considerado virtualmente como una abdicación.
El pueblo quedo desconcertado. Los dirigentes más radicales huyeron al extranjero o se ocultaron.
La nueva Constitución creaba una nueva Asamblea Legislativa. “El peso, no de los números recayó
en un grupo de hombres entusiastas y elocuentes llamados Girondinos, representaban el ideal
democrático más puro y entusiasta”.
Los extremistas que se les oponían (Llamados la montaña) eran especialmente de origen parisiense.
Más tarde fue La montaña (que en principio se había opuesto a la guerra) la que había de asegurar
el éxito de las armas francesas por una rigidez y un despotismo en acción aborrecidos por las mentes
más puras y menos prácticas de los girondinos.
El 20 de septiembre, la Convención Nacional celebro su primera sesión y ese día se supo la noticia
del triunfo de las armas de la Revolución en Valmy.
La convención entronizara la Primera República Francesa y juzgara y condenara a Luis XVI a morir
en la guillotina en 1793.
En 1804 Napoleón es proclamado, emperador de los franceses por el senado. En marzo de 1814, las
naciones europeas coaligadas contra Napoleón toman Paris. El emperador abdica y se restaura la
Monarquía borbónica en la cabeza de Luis XVIII.
1. Burke
2. De Maistre
3. De Bonald
4. Donoso Cortes
Doctrinarios:
1. Royer Collard
2. Guizot
3. Victor Cousin
4. Chateaubriand
Edmundo Burke Escribió entre otras obras , “Reflexiones sobre la Revolución Francesa”. Fue un
tradicionalista extremo que asigna a la Tradición Política el sentido de una revelación religiosa,
porque consiste en un decantado depósito de las experiencias positivas y los resultados conseguidos
por la especie humana.
La tradición constitucional y social debe ser objeto de una reverencia afín a la religiosa por ser una
creación de inteligencia colectiva.
La sociedad según burke, se basa en sentimientos profundos de amor y lealtad que se arraigan en
la familia, la vecindad, el país y la Nación.
Los elementos fundantes de la vida social están constituidos por un núcleo de sentimientos
instintivos. Las naciones no se mantienen unidas en virtud del egoísmo calculador, ni del
racionalismo frio, sino por el sentimiento profundo de pertenencia a una nación determinada.
El ente del Estadista consiste en conservar mediante el cambio, en adaptar la rutina consuetudinaria
a los nuevos requerimientos y situaciones.
En síntesis, un orden político es natural y armónico. Este respeto por la tradición colisiona con la
Revolución que intento no solo subvertir el Régimen político, sino también aspectos sociales y hasta
el calendario.
José de Maistre Sus obras más importantes son “consideraciones sobre Francia” y el “Ensayo
sobre el principio generador de las Constituciones Políticas”. Es un escritor ultra monárquico y
absolutista, pero no consciente en que el gobierno real pueda ser arbitrario. Los reyes están
sometidos a la justicia Divina y en consecuencia deben gobernar para el bien de los pueblos.
De Maistre se refiere a las Constituciones Escritas como un absurdo. Afirma que los derechos de los
hombres no pueden ser escritos, que las constituciones en realidad reconocen derechos anteriores
a toda norma positiva.
De Maistre cree que la revolución francesa en realidad entraba en los planes de la Providencia
Divina, como una expiación, como un castigo purificador merecido por la Nación por sus faltas y
pecados.
De Maistre y Bonald Al igual que Burke , Maistre y Bonald se burlan de las pretensiones
racionalistas del siglo XVIII. El hombre abstracto no existe, es irrisorio y peligroso el querer legislar
para el hombre, el querer establecer Constituciones escritas y declaraciones de derechos.
Es preciso oponer a los sueños universalistas y a las pretensiones racionalistas las lecciones de la
experiencia y de la sabiduría providencial.
La política natural está basada en la Historia. Los tradicionalistas, al igual que los liberales de la
misma época, recurren a la Historia como principio de explicación y de justificación política.
Para Maistre, como para Bossuet, la historia es el producto de un orden providencial. Este
providencialismo de Joseph, le conduce a presentar a la Revolución Francesa como una expiación
querida por Dios, a Napoleón como el instrumento de la Providencia divina, a Francia como investida
de una misión religiosa y a la guerra como una obra divina
Las dos alas del liberalismo europeo, la más conservadora y la más radical, están bien representadas,
respectivamente por Alexis Tocqueville 1805 (conservador) y John Stuart Mill 1807(radical). Eran
contemporáneos.
Tocqueville primero fue liberal que democrático. Estaba firmemente convencido de que la libertad
sobre todo la religiosa y moral, es el fundamento y el fermento de cualquier convivencia civil.
Entendía que el siglo nacido de la revolución corría indudablemente hacia la democracia.
Para el, la amenaza de la democracia (como para Mill) es la tiranía de la mayoría. Un peligro que
corre como realización progresiva del ideal igualitario que termina en un despotismo. Son 2
diferentes formas de tiranía y por tanto ambas, son la negación de la libertad.
El ideal liberal, para el cual lo que cuenta es la independencia de la persona en su esfera moral y
sentimental, y el ideal igualitario, que desea una sociedad compuesta lo más posible de individuos
semejantes en las aspiraciones, gustos, necesidades y condiciones.
Tocqueville jamás fue tentado por el socialismo, por el cual expreso en repetidas ocasiones
profunda aversión.
No democrático cuando debe confrontar la democracia con el sublime ideal de la libertad, pero se
vuelve defensor de la democracia cuando el adversario que debe impugnar es el socialismo, en el
que se ve realizarse el Estado colectivista que habría dado vida a una sociedad de castores y no de
hombres libres.
Las dos principales obras del filósofo fueron “Sobre la libertad” y “Consideraciones sobre el
gobierno representativo”.
Como teórico, refiriéndose a la filosofía utilitarista de su Maestro Bentham, puso la doctrina liberal
sobre un fundamento diferente del de los escritores anteriores y dio vida a la corriente del
liberalismo que prevalecería posteriormente. La doctrina precedente había fundado el deber de los
gobernantes de restringir el ejercicio del poder público en la existencia de derechos naturales, y por
ello inviolables de los individuos.
Bentham declara “No existe nada semejante a los derechos naturales, nada similar a los derechos
anteriores a las instituciones de gobierno, nada semejante a los derechos naturales opuestos o en
contradicción con los legales”.
Bentham formula el “principio de utilidad” según el cual el único criterio que debe inspirar al buen
legislador es el de hacer leyes que tengan por efecto la mayor felicidad del mayor número. Lo que
quiere decir que, si deben existir límites al poder de los gobernantes, estos no derivan de la
presuposición ilusoria de inexistentes y de algún modo demostrables derechos naturales del
hombre, sino de la consideración objetiva de que los hombres desean el placer y huyen del dolor, y
por consiguiente la mejor sociedad es la que logra obtener el máximo de felicidad para el mayor
número de sus componentes. A partir de Bentham el utilitarismo y el liberalismo caminan
paralelamente y la filosofía utilitarista se vuelve el mejor aliado teórico del Estado liberal. Es un gran
paso de diferencia para el pensamiento liberal, el paso del iusnaturalismo al utilitarismo.
Mill es utilitarista declarado y convencido “Las acciones humanas son justas en la medida en
que tienden a promover la felicidad , injustas en cuanto tienden a promover lo opuesto de la
felicidad”
Mill rechaza la tentación de recurrir a la doctrina iusnaturalista para fundar y justificar el límite del
poder del Estado. Considera a la utilidad como la suprema apelación en las cuestiones éticas.
La libertad por la que se interesa Mill es la libertad negativa, ósea, la libertad entendida como
situación en la que se encuentra un sujeto que no es impedido por una fuerza externa a hacer lo
que él desea y no es constreñido a hacer lo que no desea. Para Mill se trata de formular un principio
con base en el cual sean establecidos, por un lado, los límites entre los cuales es licito para el poder
público restringir la libertad de los individuos, por otro lado, y correlativamente, el ámbito en el cual
los individuos o los grupos puedan actuar sin encontrar obstáculos en el poder del Estado. Delimitar
la esfera privada respecto a la pública de manera que el individuo pueda gozar de una libertad
garantizada contra la invasión del poder del Estado, y esta libertad sea lo más amplia posible dentro
de la convivencia entre el interés individual y el colectivo.
“El único objeto por el que legítimamente se puede ejercer un poder sobre cualquier miembro de
una comunidad civil, contra su voluntad, es para evitar daño a los demás”.
El objetivo que Mill se propone enunciando este principio es el de limitar el derecho del Estado a
restringir la esfera de la libertad individual, en la cual el sujeto puede seleccionar entre diversas
opciones, ya inducir a los ciudadanos a hacer o no hacer algo contra su voluntad, a la esfera de las
solas acciones externas.
“El despotismo está justificado cuando se tiene que ver con barbaros, con tal de que el fin sea su
progreso y los medios sean justificados”
Al igual que Tocqueville, Mill teme a la tiranía de la mayoría y la considera uno de los males de los
que la sociedad debe cuidarse, pero esto no lo lleva a renunciar al gobierno democrático. El mismo
afirma que la mejor forma de gobierno es la democracia representativa, la cual constituye, por lo
menos en los países que alcanzan cierto grado de civilización, la consecuencia natural de un Estado
que desee asegurar para sus ciudadanos el máximo de libertad: “La participación de todos en los
beneficios de la libertad es el concepto idealmente perfecto del gobierno libre”.
La participación en el voto tiene gran valor educativo: mediante la discusión política se logra
comprender la relación entre los acontecimientos lejanos, intereses personales, establecer
relaciones.
El sufragio universal es un ideal límite del que las propuestas de Mill todavía están muy lejanas: Mill
excluye del derecho de voto, además de los que están en bancarrota y los deudores, a los
analfabetos, aunque propone la extensión de la enseñanza a todos, y a los que viven de las limosnas
en las parroquias.
Mill es favorable al voto femenino, con base en el argumento de que todos los seres humanos tienen
interés en ser bien gobernados y por tanto todos tienen igual necesidad de un voto para asegurar
la parte de los beneficios que a cada miembro de la comunidad le toca.
El segundo remedio para Mill contra la tiranía de la mayoría , es un cambio del sistema electoral ,
el paso del sistema de mayoría , por el que cada colegio tiene derecho a llevar un solo candidato y
de los candidatos en competencia quien recibe la mayoría de votos es el que gana y los demás
pierden , al sistema de representación proporcional , que Mill toma de la fórmula de Hare , que
asegura una representación adecuada también para las minorías , cada una en proporción a los
votos recibidos en un colegio nacional único o en un colegio tan amplio que permita la elección de
muchos representantes. Mill subraya el freno que la mayoría experimentaría por la presencia de
una minoría aguerrida que impida a la mayoría dejada sola abusar del poder y por consiguiente
también impida que la democracia se degrade.
A pesar de la plena aceptación del principio democrático y el elogio de la democracia representativa
como la mejor forma de gobierno, el ideal de la democracia perfecta todavía está muy lejos de ser
alcanzado. Mill propuso el instituto, que no llego a tener éxito, del voto mayoritario, según el cual,
si es justo que todos voten, no está dicho que todos tengan derecho a un solo voto, según Mill, el
voto mayoritario no sería para los más ricos, sino para los más instruidos, con la reserva de asignarlo
también a quienes lo pidan y aprueben un examen.
A pesar de la unión histórica lenta y fatigosamente realizada, entre ideas liberales y democráticas,
el contraste entre el liberalismo y la democracia jamás disminuyo. Este contraste se mantuvo vivo y
se acentuó debido a la irrupción en la escena política, a partir de la segunda mitad del siglo pasado,
debido al movimiento obrero se impulsó la doctrina socialista.
La relación entre el liberalismo y la democracia jamás ha sido de antítesis radical, aunque la inserción
de los ideales democráticos en el tronco original de los ideales liberales ha sido difícil, a menudo
criticado, y de la integración del liberalismo y la democracia, se ha producido lentamente. Por el
contrario, la relación entre el liberalismo y el socialismo desde el inicio fue una relación de antítesis
completa.
Mientras la relación entre el liberalismo y el socialismo fue de antítesis completa, sea que el
socialismo fuese juzgado con base en su proyecto de sociedad futura, sea que fuese considerado la
ideología de una clase destinada a suceder a la clase burguesa. Desde su origen, la relación entre el
socialismo y la democracia más bien fue de complementariedad. Para reforzar esta compatibilidad
los socialistas sostuvieron 2 tesis:
Esto no quiere decir que la relación entre democracia y socialismo siempre haya sido pacifica, es
más, fue muy polémica.
Al comenzar la segunda mitad del siglo pasado, el contraste entre el liberalismo y la democracia fue
superado por el contraste entre los defensores de la liberal-democracia y los socialistas-
demócratas y no demócratas, que se dividieron no tanto por la oposición al liberalismo en la cual
ambos coincidían cuanto por el juicio diferente que se daba sobre la validez y la eficacia de la
democracia.
La duda sobre la validez del método democrático para la llamada fase de transición, jamás cancelo
del todo la inspiración democrática de fondo de los partidos socialistas. Una sociedad socialista
habría sido a la larga más democrática que la sociedad liberal.
En favor de este avance de la democracia socialista con respecto a la liberal, se pueden encontrar
por lo menos 3 argumentos:
El hecho de que movimientos antitéticos como estos hayan abrazado el ideal democrático, puede
hacer pensar que desde hace 2 siglos la democracia es una especie de común denominador de todos
los regímenes que han existido en los países económica y políticamente más desarrollados.
UNIDAD VIII
Lettieri Alberto Seis lecciones de política
En este capítulo se estudia la relación entre Estado y democracia en el pensamiento liberal clásico.
Se trata de un debate clásico que ha atraído durante siglos la atención de filósofos y cientistas
sociales. En una primera aproximación, podemos definir al Estado como una organización que ejerce
el mando sobre un territorio limitad y que cuenta con el monopolio del uso de la fuerza. Apareció
por primera vez hacia fines del 1500.
El concepto democracia es más problemático para definir, ya que tiene un significado jurídico-
institucional y otro ético que raramente van de la mano. El primero de ellos remite al conjunto de
reglas de juego e instituciones cuya observancia es necesaria con el objeto de que el poder político
sea distribuido entre la mayor parte de los ciudadanos. El significado ético alude al ideal de
igualdad.
Entre los siglos XVII y XIX, el liberalismo aporto los principales fundamentos ideológicos para la
construcción del nuevo sistema legal estatal y de sus instituciones fundamentales, a través de
autores como Hobbes, Locke o Rousseau. De este modo está lejos de constituir un pensamiento
estático, ya que se sujetó a permanentes formulaciones que llegan hasta la actualidad.
La emergencia del Estado moderno fue el resultado de un largo proceso desarrollado entre los Siglos
XIV y el siglo XVIII que constituye la contracara de la crisis y disolución del Antiguo Régimen. Cuando
hablamos de Estado, nos referimos a una relación social, organización que ejerce el mando sobre
un territorio determinado y goza del monopolio, del uso de la fuerza legítima. Sin embargo,
históricamente esta concentración del poder no se dio de un día para otro. En efecto, la construcción
del poder estatal requirió el establecimiento de derechos y reglas, asociadas a esa centralización de
la autoridad.
Hacia fines del Siglo XIV, el sistema feudal se componía de poderes dispersos y soberanías
fragmentadas, en el que un monarca tenia, en teoría, la propiedad de la tierra cuya posesión
distribuía entre sus nobles a fin de garantizar su lealtad.
Diversas fueron las causas estructurales, cíclicas y coyunturales, que llevaron a este corolario: la
guerra de los cien años, el desarrollo de las ciudades y de nuevas fuerzas sociales alrededor del
comercio.
El dinero y la cultura comenzaron a ocupar un papel creciente como pilares de un nuevo orden y de
una nueva sociedad.
El paso que se dio en este momento, significo cambiar un orden estamental, regido por lo que se
era, por el nacimiento, a otro organizado en torno a las clases, regido por la profesión, por hacer
dinero.
El pasaje de una economía señorial a otra capitalista implico, asimismo, desde la perspectiva del
proceso de construcción de una autoridad, un cambio revolucionario. El rey paso a ser soberano de
todos los órdenes sociales, concentrado la soberanía.
La autoridad real paso a detentar un poder legítimo, incuestionado, capaz de fundar un nuevo orden
económico, político y social.
Sin embargo, si bien el poder del monarca era un poder concedido, también era un poder creado,
un poder que acumulaba funciones en su administración y creaba nuevas leyes de cumplimiento
obligatorio generalizado.
Bodin afirmaba que allí donde había poder soberano, existía un estado. Para Bodin “soberano” era
un poder supremo que no tenía sobre si otros poderes, y cuyos principales atributos eran lo
perpetuo y lo absoluto, de ahí la denominación de absolutismo.
El estado moderno, con la fijación de las fronteras nacionales, implicaba la posibilidad de formación
de un mercado nacional, y con ello, la aceleración del crecimiento del comercio y de la industria.
Su consecuencia directa seria la consolidación de una nueva clase social: la burguesía.
Este mundo del absolutismo era, al mismo tiempo, el mundo del iluminismo, donde regia la idea de
que la razón podía ser aplicada al buen gobierno.
En efecto, la política se desacralizo, dejo de ser un asunto vinculado a la religión y moral. Para
conservar el poder debían obtenerse recursos.
Algunos autores afirmen que los monarcas absolutos se apoyaron en la burguesía para construir su
poder, otros, afirman que la burguesía les proveyó los recursos para que ejercieran el poder.
En Bodin, estaba esa idea de racionalización, el poder no era más divino, era humano, en tanto que
era capaz de dictar sus leyes y hacerlas respetar.
La sociedad en la que pensaba Bodin, estaba dividida en una esfera pública y una privada, la esfera
del burgués y la del súbdito, la esfera de las relaciones económicas que tendían a sustraerse del
poder del Estado. Para Bodin, el poder soberano reconocía algunos limites, ya que estaban por
encima de él la potestad de Dios, de quien dependía las leyes naturales y divinas, y las leyes
fundamentales del Estado, que no podía abolir, sobre todo las leyes de propiedad privada.
Las ideas de Bodin, constituyeron un aporte significativo para la fundamentación del poder
absoluto. Sin embargo, este poder absoluto del soberano, reconocía el límite de las leyes naturales
y divinas, y el derecho de los propietarios privados. Ambos limites desaparecieron en la obra de
Thomas Hobbes.
Para Hobbes, el lazo que vinculaba a los súbditos con el soberano no era de la misma naturaleza que
el lazo que unía al soberano con las leyes dictadas por Dios. Hobbes negaba la diferencia entre esfera
privada y pública, una vez constituido el Estado, el campo de relaciones privadas para Hobbes se
resolvía completamente en la esfera de las relaciones públicas.
El derecho de propiedad, solo podía existir para Hobbes, una vez constituido el Estado y gracias a su
tutela, ya que en el estado de naturaleza todos teníamos un derecho a todas las cosas. Solo el
estado, cuya fuerza era superior a la de todos los individuos juntos podía garantizar la existencia
de la propiedad privada.
Hobbes desechaba la existencia de límites al poder del soberano. A su juicio, el poder supremo se
originaba en una conquista violenta. De este modo, el contrato social, significaba el
reconocimiento de la existencia de una relación de fuerza.
El pueblo aceptaba esto para ponerse a resguardo, consentían el sometimiento por su seguridad.
2)Las posiciones contractualitas: las garantías frente al ejercicio del poder político
Este rey cuenta con cortes y funcionarios, que constituyen un instrumento de unificación política
del territorio y de la población sujeta a la autoridad.
Una vez que estas exigencias se cumplieron y la propiedad privada se fue consolidando, el debate
se centró en una cuestión que invertía a la perspectiva anterior. En efecto, desde la perspectiva del
proceso de construcción estatal, el reclamo se dirigió hacia la cuestión de las garantías con que
contaban los individuos frente al ejercicio del poder absoluto.
Este debate obtiene la convergencia de 2 cuestiones contradictorias, cuya tensión, estaría destinada
a convertirse en el dilema clásico del liberalismo político, esto es la libertad de hacer de los
individuos a la coerción del soberano y la igualdad. La emergencia de un orden justo, que imperase
la libertad, sería el gran tema del debate político. Esta exigencia quedo garantizada a través de la
conquista de los derechos civiles por parte de los ciudadanos a partir de la Revolución Francesa.
Buena parte de estas preocupaciones están presentes en los trabajos de Locke. La obra de Locke
continua una larga tradición del pensamiento político medieval, caracterizada por la imposición de
restricciones morales al poder, la sanción de la responsabilidad de los gobernantes para con las
comunidades por ellos regidas y la subordinación al gobierno de derecho. Su punto de partida era
que la validez moral y la fuerza eran 2 cosas distintas, y que esta última no podía nunca dar origen
a la primera.
Sostenía que el gobierno era responsable ante el pueblo o la comunidad a los que regía. Su poder
estaba limitad a la vez por la ley moral y por las tradiciones.
Si bien el gobierno era indispensable, se trataba de un poder derivado, ya que existía para proveer
al bienestar de la nación, y su soberanía estaba limitada.
Locke sostenía enfáticamente que los derechos y deberes morales eran intrínsecos y tenían
prioridad sobre el derecho institucional, de este modo, los gobiernos estaban obligados a garantizar
por la ley la vigencia de aquello que era justo natural y moralmente.
Para Locke, el estado de naturaleza estaba caracterizado por una situación de paz y de ayuda mutua.
Locke define a los derechos naturales y a la propiedad, como anteriores a la constitución de la
sociedad, los hombres en el estado de naturaleza eran libres e iguales.
Locke aceptaba en principio que el derecho de propiedad tenía un límite, para permitir que todos
tuviesen los bienes necesarios para su subsistencia, agregaba inmediatamente que en la actualidad
eso ya no era así, puesto que, si bien toda la tierra estaba ya repartida, no todos habían tenido
acceso a ella. Porque la propiedad estaba distribuida desigualmente Locke ponía sus expectativas
en que el Estado se constituyese como un organismo capaz de solventar esto.
Los poderes legislativo y ejecutivo aplicados por el gobierno a la protección de la propiedad no eran
sino una cesión del poder natural de cada hombre a manos de la comunidad, y se justificaba solo
porque era un modo mejor de garantizar la vigencia de los derechos naturales. Este era el sentido
del pacto original, se trataba de un mero acuerdo de unión en una sociedad, a través de la cual los
individuos ingresaban en la república o la constituían
Para Locke el establecimiento de un gobierno, era un hecho menos importante que el pacto general
En contraste con lo que sucedía en el Resto de Europa, el caso ingles constituía una excepción que
le va a permitir a Montesquieu elaborar su teoría. Para Montesquieu, el régimen político ingles era
una monarquía limitada, ya que el parlamento tenía capacidad de influir y controlar la decisión real.
En este punto aparece la idea de la división de poderes y la limitación de la justicia del Ejecutivo
sobre los demás poderes; aparece la idea del control de los poderes del Estado, la idea de división
y equilibrio de los poderes. Uno de los aportes fundamentales de Montesquieu fue la identificación
de estos 3 poderes autónomos
Rousseau, en cambio, afirma que el sistema representativo, no representa nada, porque realmente
la voluntad general del pueblo no puede ser representada sin ser al mismo tiempo enajenada y
deformada. Por lo tanto, la voluntad popular no puede delegarse. Desde el instante en que un
pueblo se da representantes, deja de ser libre, como en el caso del pueblo inglés.
3)Igualdad y libertad
La construcción del sistema democrático liberal significo un largo camino. En una primera mirada,
puede decirse que los dos elementos que lo componen, la igualdad y la libertad, fueron
considerados durante largo tiempo como incompatibles, ya que tenían en sus raíces 2 concepciones
del hombre profundamente diferentes: individualista, conflictiva y pluralista.
De este modo, en general, cuando los pensadores liberales hablan de igualdad, no lo harán para
sostener la identidad entre los hombres, sino por el contrario, para garantizar que todos tengan el
mismo derecho de realizar tal actividad.
El punto de partida trata de que simplemente, todos tengan una posibilidad más o menos
equivalente de desarrollar las potencialidades y oportunidades.
Montesquieu retoma la idea del estado de naturaleza, para describir a un estado en el que los
hombres no tenían todavía ningún tipo de acuerdo entre ellos para dictar normas de convivencia
y establecer una autoridad común.
Sin embargo, en el momento en que se establecen las primeras relaciones sociales entre los
hombres se establecieron relaciones de desigualdad, ya que se fueron diferenciando en su lucha por
la subsistencia. De este modo, concluye en que el estado de perfecta igualdad que los hombres
tenían en el estado de naturaleza, lo perdieron en la vida en sociedad, pero la sociedad les permite
recuperarla a través de las leyes.
Para los autores, la igualdad no es una igualdad ontológica, sino una igualdad de derechos. Así
reformulado el concepto de igualdad está subordinado al concepto de libertad, porque es la
igualdad para ejercer el derecho a la libertad.
Por la revolución industrial, los autores comenzaran a preguntarse cómo, si el Estado no interviene
para contrapesar las flagrantentes desigualdades existentes, los hombres podrían efectivamente
ejercer su igualdad legal en el derecho de propiedad que les era reconocido.
Sin embargo, hay una línea del pensamiento liberal que es la que va a estar más cerca del
igualitarismo que del individualismo, que es la línea de Rousseau. Este autor acepta la idea de que
una vez que los hombres advierten que en el estado de naturaleza hay conflictos permanentes entre
unos y otros, producto de la lucha por la supervivencia, dentro de la que se inscribe el ejercicio del
derecho a la propiedad. Como los hombres son buenos por naturaleza, acuerdan entre ellos y
establecen un contrato que permite establecer normas de convivencia.
Aquí aparece la idea de limite, de que el derecho de cada uno termina donde empieza el derecho
de los demás. La primera noción de limite pasa por el respeto de la vida de los otros: entonces, como
parece que en el estado de naturaleza los hombres no logran autoimponerse el límite de respetar
la vida de los otros, surge como necesario, un tercero, una autoridad que fije estos límites en el
ejercicio del derecho de igualdad.
Esta explicación es la del fundamento ideológico de la creación del Estado moderno. El tronco
principal del liberalismo va a complementar la aceptación de la existencia de una autoridad que
ponga límites, exigiéndole que ella, a su vez, ofrezca garantías.
Rousseau no era partidario de establecer tantos limites a esta autoridad que surge a partir del
contrato social, para él, la voluntad general estaba por encima de la individual.
Este es el núcleo de las ideas liberales que tienen 2 líneas de desarrollo: Democratismo y
conservadorismo. Los aportes de Rousseau van a permitir reformular la participación del conjunto
de los ciudadanos en el ejercicio del gobierno, que es lo que hará el democratismo: pero será
justamente a este grupo de ideas frentes a las que va a reaccionar el liberalismo-conservador,
sosteniendo que el sufragio universal expresa la voluntad de las mayorías.
Según Bobbio, el liberalismo, como teoría del Estado, es moderno, en tanto la democracia, como
forma de gobierno, es antigua. A su juicio, lo que cambio entre la democracia de los antiguos y la
de los modernos, no es el titular del poder político, que siempre es el pueblo, entendido como el
conjunto de ciudadanos encargado en última instancia de tomar las decisiones colectivas, sino la
manera, amplia o restringida, de ejercer ese derecho.
En efecto, según Sartori la democracia representativa nació también de la convicción de que los
representantes elegidos por los ciudadanos son capaces de juzgar cual es el interés general mejor
que los ciudadanos, demasiado cerrados en la contemplación de los intereses particulares, y por
lo tanto la democracia indirecta es más apropiada para lograr los fines para los cuales había sido
predispuesta la soberanía popular. En este sentido, la democracia representativa es presentada
como más perfecta que la de los antiguos.
El federalismo define un sistema Republicano y federal en el que se asocia la lucha social al sistema
político. Se trata de un sistema que solo puede modificarse a través de un proceso de reformas.
Sin embargo, justamente las pasiones que genera esa vida social, producto de la desigualdad,
constituyen un motivo de preocupación permanente. Y si, en un principio se intenta diferenciar los
intereses “facciosos” de la actividad de los partidos.
Sin embargo, con el reconocimiento de los derechos civiles y políticos de los individuos, se empieza
a acompañar la adopción de un principio de representación de tipo plebiscitario. En tal sentido, la
revolución francesa marco un punto de inflexión.
Para Sartori, los hombres de la constituyente no eran soñadores ni utópicos y tenían en claro la
irracionalidad que destilaba la voluntad del pueblo.
Si bien desde la perspectiva de los ingleses, la revolución francesa, fue “Metafísica” y no dejaron de
mirar con desconfianza esta noción de la soberanía de la nación, sus conclusiones no resultaban
muy diferentes a las expuestas en 1774 por Burke, donde sostiene la irracionalidad de que un grupo
de personas delibere a los electores y otro decida los representantes.
Macpherson sostiene que los modelos de democracia anteriores al Siglo XIX tenían en mente una
sociedad de una sola clase. Para los tiempos modernos, reproduce los argumentos ya estudiados
de Rousseau y también los de Jefferson (Notas sobre la Virginia). En ese trabajo, Jefferson retomaba
algunos de los elementos de Rousseau, aunque aclaraba que su confianza se limitaba al propietario
– trabajador independiente, quien tenía una sólida independencia económica, al que consideraba
como la columna vertebral de la sociedad estadounidense.
Para Jefferson, la democracia exigía que todos fueran económicamente independientes, aunque no
todos fueran propietarios.
El requisito previo para la democracia, era una sociedad en la que no existiera una división
fundamental en clases, es decir, una sociedad compuesta por una sola clase.
Sin embargo, el núcleo principal de la tradición liberal, ha justificado la existencia de una libertad
de mercado inalienable en la sociedad moderna.
De este modo, en tanto las relaciones capitalistas fueron sustituyendo a las relaciones feudales, la
relación salarial, una relación estrictamente de mercado, se convirtió en el criterio que permitida
diferenciar a los individuos que, si bien iguales en cuanto a su derecho a ser libres, no eran
precisamente iguales en su condición de propietarios.
En la primera mitad del siglo XIX, se advierte cierta preocupación por recomponer la relación entre
liberalismo y democracia.
James Bentham y Mill, propusieron un modelo de democracia liberal. Ambos autores se inscribían
en una teoría, el utilitarismo, que consideraba que el único criterio defendible racionalmente del
bien social era la felicidad. Bentham aceptaba sin mayores objeciones el capitalismo, socavando
simultáneamente su principio igualitario. Bentham, estaba creando una sociedad a partir de un
modelo de hombre, el empresario capitalista, y acepta como una ley de validez universal que “la
grande masa de los ciudadanos no tendrá más recurso que su industria diaria y por consiguiente
estará siempre próximo a la indigencia”.
En esta línea de razonamiento, justamente llega a sostener que el hombre tiende naturalmente a
maximizar sus bienes materiales, y, en consecuencia, sus placeres, a expensas de otro. Esto lo lleva
a concluir que no es posible la existencia de ninguna sociedad superior a la barbarie, si no existe una
garantía de propiedad.
Bentham como Mill, avanzaron sobre la cuestión de quienes tenían derecho de voto, la propuesta
del voto secreto, la frecuencia de las elecciones, la vigencia, etc.
Según Macpherson, aun cuando sus escritos presentaron marcadas oscilaciones sobre la cuestión –
que incluyeron tesis, voto a los propietarios y hasta un voto universal- Bentham no estaba
entusiasmado con sostener el voto democrático, aunque lo aceptaba como una consecuencia lógica
del proceso histórico.
En realidad, su preocupación central era otra, ya que la felicidad en una sociedad era limitada, había
que impedir que el gobierno despoyese al resto, haciendo que la mayoría pueda revocar con
frecuencia a los gobernantes, que, de este modo, se esforzarían por conseguir que la gente tuviese
toda la felicidad posible.
Según Macpherson, en realidad el objetivo de Mill, tanto como el de Bentham, no parece haber
sido la instauración del sufragio universal, sino la sanción de una reforma electoral que permitiera
socavar los poderosos intereses dominantes de la exclusiva clase terrateniente y adinerada que
controlo el sistema electoral hasta la reforma de 1832. Por este motivo, alentaba el fantasma del
voto universal, para conseguir una reforma limitada, que, de todos modos, excluyera a los pobres.
El gobierno, aseguraba James Mill, debía ser el negocio de los ricos. Si lo obtienen por las malas, el
gobierno será malo. Si lo obtienen por las buenas, será bueno. El único modo bueno de obtenerlo,
es a través del sufragio libre del pueblo.
Según Sartori, el nuevo régimen se sostenía sobre una renovada concepción de la representación.
En el pasado, las sociedades estamentales habían utilizado una concepción “sociológica” de la
representación según los cuales, los miembros más destacados del clero, nobleza y estado
representaban. Por el contrario, la nueva concepción de la representación, esencialmente política,
permitía refinar el tratamiento de los negocios públicos, al designar como representantes del
conjunto de la nación soberana a un cuerpo electo de ciudadanos, distinguidos por su sabiduría,
su patriotismo y su amor por la justicia.
Según Constan, la finalidad de los antiguos consistía en distribuir el poder político entre todos los
ciudadanos de una misma patria, ya esto llamaban libertad, el fin de los modernos, en tanto,
consistía en limitar el ejercicio del poder por parte del Estado y llamaban libertad a las garantías
acordadas por las instituciones.
La participación directa de los antiguos en las decisiones colectivas (libertad en sentido positivo)
Para Jardín, el planteo de Constant desligaba el disfrute de los derechos civiles y de los derechos
políticos, que a su juicio no resultaban en modo alguno necesarios.
En este régimen prescripto por Constant, no solo los gobernantes, sino el conjunto del cuerpo
electoral, debían contar con ocio suficiente para interesarse en los asuntos públicos y con suficiente
independencia para evitar que su voto se viese libre de toda influencia externa. Para Constant,
solo debían tener derecho a voto los propietarios que viviesen de sus propios recursos.
Según Bobbio, si bien Constant hacía referencia al mundo de los antiguos para justificar su ideal
moderno de libertad, en realidad descargaba su ataque contra las nociones de igualdad, democracia
participativa y de voluntad general enunciadas por Rousseau.
En efecto, cuando la mayoría de los pensadores liberales (Locke, Montesquieu) había defendido la
noción de igualdad, lo habían hecho únicamente en el sentido negativo.
Los argumentos de Constan definieron la matriz del régimen político durante la Restauración
Borbónica.
A diferencia de las generaciones anteriores, los pensadores liberales de la segunda mitad del siglo
XIX si van a discutir el punto de partida, porque la flagrante contradicción se les está haciendo cada
vez más evidente en la práctica (calles mugrientas, repletas de pobres). La experiencia histórica les
está enseñando que la mera formulación de estos principios no bastaba para asegurar esta igualdad
para la libertad, y van a tener que explicarse porque el respeto de esos principios no dio los
resultados esperados.
La libertad por la que se interesa Mill es aquella que Constant asigno a los modernos. Definió como
libertad negativa, es decir, la situación en la cual un individuo puede hacer lo que desea, sin estar
impedido por una fuerza externa ni constreñido a hacer lo que no desea. Para John Mill, de lo que
se trata es de formular un principio que permita establecer los límites entre los cuales es licito
para el poder público restringir la libertad de los individuos, y correlativamente, el ámbito en el
cual los individuos o los grupos pueden actuar sin encontrar obstáculos en el poder del Estado.
Sin embargo, el panorama que ofrecía a mediados del Siglo XIX la sociedad inglesa, forjada en el
molde del liberalismo era preocupante. Un nuevo modelo de democracia era necesario, y quien
primero lo pensó fue Mill.
Según Macpherson, este autor tenia perfecta conciencia de que había aumentado la militancia de
la clase obrera, asimismo le habían impresionado mucho las revoluciones europeas de 1848.
Mill estaba convencido de que no se podía seguir excluyendo o reprimiendo a los pobres durante
mucho más tiempo. Para el, la mejor forma de gobierno es la democracia representativa.
“la participación de todos en los beneficios de la libertad” afirma, es el concepto perfecto del
gobierno libre. Para concretar esta participación, Mill promueve una ampliación del sufragio, ya que
el mismo tenía un gran valor educativo, y solo pone como requisito el pago de una pequeña cuota.
Sin embargo, Mill está todavía lejos del ideal de sufragio universal, ya que excluye del derecho a
voto a los analfabetos, los que viven de las limosnas, los que están en bancarrota.
Pese a su plena aceptación del principio democrático y elogio de la democracia representativa como
mejor forma de gobierno, el ideal de la democracia perfecta todavía estaba muy lejos de ser logrado.
Mill propuso la institución del voto mayoritario, en virtud del cual, si bien consideraba justo que
todos voten, no está dicho que todos tengan derecho a un solo voto. Sin embargo, el voto
mayoritario no sería para los más ricos sino para los más instruidos y podría ser asignado a quienes
aprobaran un examen.
El modelo de democracia de Mill, no pasara por alto la función puramente protectora del sufragio
democrático, sino también tenía en cuenta las posibilidades de mejorar la humanidad. Por eso no
insistía en la matriz defensiva, sino en lo que la democracia podía aportar al desarrollo del ser
humano (modelo moral).
El principio que debía animar a la sociedad era el principio de la proporción entre remuneración y
trabajo, el único equitativo porque la única justificación de la propiedad privada aceptable, era que
garantizase a los individuos los frutos de su propio trabajo y de su abstinencia, y no el fruto del
trabajo y de la abstinencia de otros.
Según Bobbio, Tocqueville fue primero liberal que democrático. Estaba convencido de que la
libertad, sobre todo la religiosa y moral, era el fundamento y el fermento de cualquier convivencia
civil. Pero había entendido que el siglo nacido con la revolución francesa, corría precipitada e
inexorablemente hacia la democracia, era un proceso irreversible.
Tocqueville, confesaba que había escrito bajo una especie de terror religioso ante la revolución
irresistible que continúan avanzando a pesar de las ruinas que producía.
Para Tocqueville, democracia significaba tanto una forma de gobierno donde participan todos de
la cosa pública, como sociedad que se inspiraba en el ideal de igualdad y que, al extenderse,
terminara por sumergir a las sociedades tradicionales basadas en un orden jerárquico inamovible.
La amenaza de la democracia como forma de gobierno, era caer en la tiranía de la mayoría.
Tocqueville señala que la revolución francesa, creo la ficción de que todos los hombres eran libres
e iguales ante la ley. Sin embargo, si bien el concepto de ciudadano significo la igualdad jurídica,
independientemente de su riqueza, este será el origen de la tensión inevitable entre igualdad y
libertad.
Tocqueville, no tiene dudas en anteponer la libertad del individuo a la igualdad social. Los hombres,
afirma el autor, tiene una inclinación natural hacia la igualdad, una pasión insaciable, que los lleva
a querer tenerla en la esclavitud, de no poder tenerla en la libertad.
El gobierno democrático, aunque inevitable, encarna una nueva forma de despotismo, a causa de
su creciente centralización y omnipresencia. “el pueblo acepta ser tutelado, pensando que ellos
mismos seleccionan a sus tutores”. Sale un momento de la dependencia, designa a su amo, y
vuelve a entrar en ella.
CONCLUSION
Según Bobbio, la democracia moderna no solo no es incompatible con el liberalismo, sino que, en
muchos aspectos, puede ser considerada como su consecuencia natural.
En su sentido más amplio, libertad e igualdad son valores antitéticos, en cuanto no se puede realizar
con plenitud uno sin limitar fuertemente el otro.
En tanto la igualdad ante la ley significa un rechazo de los privilegios estamentales y, por lo tanto,
está presente desde un primer momento en el pensamiento liberal, la igualdad de todos los
derechos fundamentales enumerados en una constitución, sin discriminaciones, varia de una época
a otra.
Para este momento, en definitiva, los ideales liberales y el método democrático gradualmente se
han entrelazado de tal manera que, si es verdad que los derechos de libertad han sido desde el
inicio la condición necesaria para la correcta aplicación de las reglas del juego democrático, también
es verdad que sucesivamente el desarrollo de la democracia se ha vuelto el instrumento principal
de la defensa de los derechos de libertad.
Sebreli
Los estados que se apartan de la democracia liberal (occidente) apelan a menudo a una situación
real o fingida de emergencia para justificar la ruptura con el orden institucional y establecer una
dictadura.
Los regímenes no democráticos pueden ser calificados en 4 tipos: dictadura militar tradicional,
bonapartismo o cesarismo, fascismo y populismo.
El termino bonapartismo deriva del análisis de Marx sobre la dictadura de Napoleón III. Con el
mismo significado de bonapartismo, Max Weber acuño el termino cesarismo. Bonapartismo es más
adecuado que cesarismo.
El rasgo característico del bonapartismo moderno y de sus derivados, los fascismos y populismos,
reside en la manipulación de las masas.
Los dos personajes representativos del bonapartismo fueron Napoleón III y Bismarck.
Lo especifico del Bonapartismo es la relativa autonomía del Estado aparentando arbitrar en los
conflictos sociales entre clases o grupos enfrentados y la asimilación de las masas populares a la
sociedad establecida. Esta incorporación, hecha bajo el pretexto de defender al pueblo, ocultaba la
verdadera razón: tenerlo controlado e impedir su radicalización. El medio utilizado a ese fin era el
asistencialismo, precursor del clientelismo populista, y en cierto modo, una versión tosca y
autoritaria del Estado de bienestar. El lugar asignado a las masas es el punto de unión entre
bonapartismo y el fascismo.
Si el bonapartismo integra a los excluidos, el fascismo los moviliza mediante la politización total, la
propaganda omnipresente y la ausencia de límites entre sociedad civil y Estado. La originalidad del
bonapartismo y del fascismo consiste precisamente en ser sistemas reaccionarios con amplio apoyo
popular. Ciertos progresistas olvidan esta peculiaridad cuando pretenden negar el lado fascista del
populismo, subrayan el apoyo de las mayorías, como si esa sola presencia fuera una garantía de
democracia o de conducta revolucionaria. El error es el de adjudicar el calificativo fascista a
dictaduras militares de tipo conservador tradicional, ósea, desmovilizadora de masas. El termino
fascista pierde toda su especificad y se convierte en prescindible sinónimo de dictadura, una gran
confusión y error.
Todo bonapartismo, y aun todo fascismo, tiene una dosis de populismo. La denominación de
populismo se remonta al movimiento ruso de la segunda mitad del siglo XIX, aunque la definición
como tal surgió a mediados de los años 60 y recién hacia fines del siglo XX se transformó en un
vocablo de uso generalizado por los políticos y periodistas.
El populismo no es del todo totalitario porque hostiga a la oposición y a los medios, pero no los
aniquila. En tanto el populismo, acercándose al totalitarismo, usa la movilización de masas, la
politización permanente, el culto al líder y el relato de la épica lucha contra los enemigos internos y
externos, y el surgimiento de un mundo nuevo.
La unidad del concepto populista de pueblo, induce a sus partidarios a combatir tanto la idea de
clases sociales de las izquierdas, como el pluralismo democrático porque divida y disgrega.
La base filosófica del populismo es la creencia de una conciencia colectiva, una totalidad cuyas
partes no serían autónomas sino dependientes del todo, en consecuencia, se mira al individuo como
parte y al pueblo como el todo. Los individuos se transforman en simples instrumentos del ser
supraindividual del pueblo y sus acciones estarán determinadas por las necesidades de un ente
superior.
El populismo propicia el militantismo masivo como la forma más auténtica de hacer política.
Lamentablemente, los populismos y los totalitarismos los que logran sacar a las masas de su apatía,
y unificarlas, recurriendo para ello a efectos emocionales, a puestas en escena reproducida del
mundo del espectáculo y politizando todos los aspectos de la vida cotidiana con un “relato” épico
desconectado de los hechos reales. Nunca hubo mayor militantismo y politización que bajo los
fascismos y los populismos.
La relación directa del líder con la masa, sin la mediación de las instituciones, es justificada por los
populistas al ver en estas un obstáculo para la satisfacción de las demandas sociales. En realidad,
ocurre todo lo contrario: el quiebre de las formas institucionales ocasiona serios perjuicios para la
población; la sustitución de los derechos sociales por el clientelismo, la davida convierte a los
indigentes en rehenes de los caudillos locales, la debilitación de controles institucionales en la
administración pública facilita la corrupción de los funcionarios. Todo esto vuelve desconfiable al
país ante las organizaciones internacionales y provoca un deterioro en la economía que redundara
en mayores penurias para las clases populares. En consecuencia, de esto, la población se expresa
con manifestaciones callejeras permanentes.
La comunidad soñada por los populistas tiene reminiscencia de los pueblos primitivos, cerrados
sobre sí mismos, y donde la conciencia colectiva parece más real porque el individuo no ha podido
desprenderse de la familia, de la tribu, del clan.
Los sistemas autoritarios y los totalitarios tienden a recrear artificialmente al pueblo para borrar la
variedad y la pluralidad que implica el reconocimiento de la sociedad civil. En ese sentido, los
populistas coinciden con los totalitarismos porque, a diferencia de las dictaduras tradicionales, no
buscan la obediencia sino el apoyo de las masas, no la sumisión, sino el amor. EL pueblo en esos
regímenes es un pretexto para la dominación de la elite superior.
El uso del prefijo “neo” para referirse al populismo, no dan cuenta de categorías verdaderamente
distintas, aunque establecen ciertas diferencias determinadas.
La caída del comunismo, el deterioro del Estado del bienestar y las consecuencias indeseables del
capitalismo salvaje, dejaron el terreno libre para la reaparición del populismo. En américa latina
surgió un populismo de izquierda que lleva el impreciso nombre de “neopopulismo
latinoamericano”.
Para los neo populistas argentinos (los Kirchner) resulta un viaje de ida y vuelta del antiguo al nuevo
populismo: imitan a Chávez que a su vez imita a Perón. Comparten otra similitud, tanto Chávez como
Perón asumen con un golpe de estado y una dictadura militar.
No hay muchas diferencias entre el populismo de izquierda y de derecha, es nada o todo, de acuerdo
a las circunstancias. Tampoco hay una gran diferencia entre el nuevo y el viejo populismo.
El reciente modelo tiene las mismas características, el movimiento se opone al sistema de partidos,
los líderes autoritarios reemplazan a las instituciones republicanas, comparten fenómenos como la
manipulación de masas, y una economía de mercado interno, anti exportadora e inflacionaria,
aunque en cuestiones económicas el modelo puede variar de acuerdo con la situación. Los
populismos no surgen en modelos de mayor pobreza, todo lo contrario, cuando el país cuenta con
reservar para repartir.
Los populistas nuevos o viejos, entran en crisis cuando terminan las condiciones favorables del
mercado mundial. Mas sofisticas que los populistas históricos, los neo populistas promueven un
autoritarismo suave, donde se limita la libertad de expresión, pero no se la elimina. Algunos de los
toques modernizantes que tuvo el kirchernismo, se debieron al aire del tiempo y también a haberse
desprendido de dos corporaciones esenciales del viejo populismo: iglesia y las fuerzas armadas.
También ha contribuido a estos cambios la diferente base social del neopopulismo.
También se fue alejando de Marx. Sus preferencias señalaban un rasgo que definiría su concepción
posterior: el predominio de lo político sobre lo económico y de las particularidades nacionales
sobre el universalismo. Estudio en Oxford, y reconoció en Paris “su verdadera patria espiritual”.
De esa mezcla rara entre el viejo populismo de su juventud porteña y el posestructuralismo francés
de los setenta, surgió el modelo del neopopulismo latinoamericano, que según Laclau, puede llegar
a jugar un papel protagónico en el futuro.
La fracción laclausista de Buenos Aires está integrada por profesores próximos a disciplinas
periféricas. Su repercusión se ha reducido a los enclaves universitarios. Ni siquiera lograron tener
gran difusión entre los estudiantes, como lo muestran las elecciones universitarias de 2011 donde
el kircherismo en pleno apogeo, conquisto un modesto tercer puesto.
Entre las figuras de la Carta abierta se destaca Ricardo Foster y su corriente posestructuralista.
Este populismo de catedra del siglo 21 difiere del de los años 70 y 60 del siglo pasado nacido en las
llamadas “cátedras nacionales” cuyos estudiantes provenían en general del nacionalismo católico.
El nuevo populismo se remite, en cambio, a la progresía convencida por Lacau de que la corriente
institucionalista socialdemócrata es incapaz de responder a las demandas populares, acusa a los
gobernantes de socialdemócratas, de traidores y al ex sindicalista de ambiguo, a la democracia se la
menosprecia, aunque sea de centro izquierda.
El estilo de Lacau claramente es compresible tan solo por una elite de iniciados, está empedrado de
indefinidos plurales.
Observa Lacau acertadamente que los contenidos de la izquierda y la derecha deben ser
reconsiderados, pero se equivoca cuando al analizar identifica a la izquierda con el populismo y a la
derecha con la democracia liberal o la social democracia.
Laclau y los suyos no niegan la existencia de un neopopulismo de derecha, pero ocultan que entre
uno y otro haya tantas similitudes como entre populismo histórico y fascismo.
El neopopulismo actúa en un mundo adverso donde no cuenta con aliados, como podría haber sido
el antiguo imperio soviético, y predominan las democracias políticas y la economía globalizada. En
esas condiciones solo es posible un populismo débil, un semipopulismo. Bajo el gobierno de Cristina
K se acentuaron las características propias de todo populismo: culto a la personalidad de la pareja,
politización total, propaganda permanente, actos celebratorios, movilización de masas.
Totalitarismos
El totalitarismo fue un concepto inadmisible, durante un tiempo, por las izquierdas no tanto por su
origen, sino por el uso que le dio la derecha como arma ideológica en la época de la guerra fría.
Después, las izquierdas lo aceptaron, con reticencias, solo para designar a los fascismos.
Algunos autores clásicos del marxismo no estalinista, lo esgrimieron para denominar al régimen
soviético.
Hasta que la ciencia política no elabore un término más preciso es adecuado considerar al
totalitarismo como una singularidad política, aun reconociendo las diferencias que se observan
entre sus diversas manifestaciones.
Rudolf Hilferding, fue uno de los primeros en comparar el estalinismo con el nacionalsocialismo;
observaba a ambos regímenes como sociedades totalitarias donde la política dominaba la
economía, al mismo tiempo que desaparecían los límites entre lo público y lo privado.
Se llega a afirmar que la economía está dominada por la política, pero en realidad la economía no
define ni al sistema ruso, ni al sistema del dominio totalitario en general. Por el contrario, esta
economía está definida por la política por el poder estatal y sometidas a los fines de este poder. La
economía da vida al poder en el Estado totalitario pero el existe no para la economía, ni para el
dominio de una clase económica, como en el Estado burgués.
Hilferding tenía razón a medias, La Rusia estalinista conformaba, al igual que la Alemania nazi, una
sociedad totalitaria.
El totalitarismo es una forma política, social y cultural que puede asentarse sobre distintos modos
de producción, sobre sistemas económicos diferentes. Se apoya en economías diferentes tanto en
los totalitarismos pre modernos llamados por Marx modos de producción asiáticos, aunque se haya
dado también en sociedad no asiáticas.
Del mismo modo, eran pro totalitarias sociedades con modo de producción esclavista como Esparta
y el cesarismo romano.
Las monarquías absolutistas europeas de los siglos 17 y 18 estaban demasiado aisladas del pueblo
para considerarse totalitarias.
Todos estos pre totalitarismos tienen, sin embargo, una diferencia esencial con los totalitarismos
modernos: no buscan la adhesión de las masas, y eso las acerca más a una autocracia tradicional.
No deja, entonces, de ser acertada la calificación de los totalitarismos modernos como “religiones
políticas”, ya que reemplazan a las religiones tradicionales en su ocaso.
Los pre totalitarismos que hemos mencionado carecían de algunas de las características del
auténtico totalitarismo, aparecidas por primera vez en el siglo 20 con los fascismos y los
estalinismos: la movilización de las masas y la publicidad omnipresente que pudieron ser
potenciadas al máximo en la era de los medios de comunicación.
Mussolini no consiguió, como hubiera deseado, la plenitud del totalitarismo porque debió compartir
el poder con la monarquía, la iglesia y el ejército. Los únicos totalitarismos absolutos fueron el
nacionalsocialismo y el estalinismo.
El totalitarismo no puede existir sin la colaboración activa de las masas. Estas suelen sentirse
afectivamente ligadas a sus opresores, defienden esa situación a ultra lanza, ni siquiera la reconocen
como opresiva, ya que satisfacen, a su modo, la nostalgia de absoluto que pervive en sociedades
secularizadas y el anhelo de trascendencia en vidas vacías carentes de todo sentido.
Por eso detestan que se les desvele su sometimiento y el engaño en el que viven. Esta ha sido una
actitud común a todos los pueblos y épocas.
Otro móvil que lleva a las masas al apoyo de los totalitarismos es el miedo a la libertad cuyo precio
es la inseguridad, el desamparo.
La adhesión de las masas al totalitarismo exige que sean movilizadas continuamente, a diferencia
de las dictaduras clásicas que temen a las mismas.
El totalitarismo domina por la violencia y el terror policial combinado con la propaganda total
emitida por los medios de comunicación y los actos multitudinarios; al mismo tiempo reprime y
persuade. La autonomía de la sociedad civil desaparece y con ella, la libertad de pensamiento, de
reunión, de circulación. El estado totalitario se introduce en los últimos recovecos de la intimidad
para destruir la variedad de los hábitos, las costumbres, las opiniones individuales.
Los totalitarismos necesitan de 2 elementos que dan cierta característica artística, un relato y una
puesta en escena. El relato refiere a hechos místicos y no reales, exalta la figura del líder y sus
cualidades extraordinarias y la supuesta epopeya del régimen que encabeza una lucha heroica
contra enemigos diabólicos.
Los avaneces de la técnica en la era industrial hicieron posible un totalitarismo total con el uso de la
radio, el cine y después la televisión. El relato debe ir acompañado por espectaculares puestas en
escena.
Todos los sistemas totalitarios de la historia parecían inmutables y eternos y solo destructibles con
la intervención de fuerzas externas. Durante mucho tiempo se pensó que la unión soviética era
invulnerable.
El derrumbé de la misma, fue el primer ejemplo de un totalitarismo que se erosiono desde adentro,
por sus propias contradicciones internas. Ha sido un caso histórico inédito y la ecuación tiene
muchas incógnitas.
El estalinismo, el caso soviético, resulto una verdadera experiencia de laboratorio que muestra el
carácter utópico del totalitarismo, ya que es imposible disolver por mucho tiempo la sociedad civil
y asimilar a los individuos una entidad supraindividual colectiva. Su supervivencia depende de la
exaltación emocional de la mayoría de la sociedad, pero el delirio de unanimidad no dura para
siempre, lo acechan con el transcurso del tiempo, la fatiga y el tedio. Algunos individuos y por algún
tiempo pueden vivir en estado de exaltación permanente, pero esto es imposible en todos los
individuos, y esta característica hace improbable un totalitarismo de larga duración.
La ex unión soviética, ofrece claros indicios que avalan esta posición. La inexistencia de vida privada
fue requisito esencial del totalitarismo, pero, cuando se aflojo el terror, tras la muerte de Stalin, la
inmensa mayoría de la población se retiró a la privacidad y se empeñó en mejorar, en la medida de
lo posible, su propia vida individual o familiar como en cualquier sociedad capitalista. Estaban
demasiado preocupados por la búsqueda de un mejor nivel de vida, o fascinados por las modas
inaccesibles del occidente.
En el mundo actual el totalitarismo ya casi no existe en su forma pura, pero seguir hablando de
ese sistema no es hacer solamente historia, es una dura lección que debe conocerse y recordarse
porque su olvido crea el riesgo de su retorno, aunque con distintos ropajes. Es el lado perverso de
la condición humana que siempre acecha dispuesto a volver a encarnarse no bien las circunstancias
históricas lo permitan.
El futuro de la democracia
1- Introducción no pedida
El filósofo no tiene que ver con las profecías. La filosofía se ocupa de lo que es eterno, o sea, de la
razón, y con esto ya tenemos bastante. Mi intención es pura y simplemente la de hacer alguna
observación sobre el estado actual de los regímenes democráticos. Tanto mejor si de estas
observaciones se pudiera extraer una tendencia en el desarrollo de estos regímenes, y por tanto
intentar algún pronóstico cauteloso sobre el futuro.
Para una definición mínima de democracia, es indispensable que aquellos que están llamados a
decidir o a elegir a quienes deberán decidir se planteen alternativas reales y estén en condiciones
de seleccionar entre una u otra.
El Estado liberal y el Estado democrático son interdependientes en dos formas: en la línea que va
del liberalismo a la democracia, en el sentido de que son necesarias ciertas libertades para el
ejercicio del poder democrático; en la línea que va de la democracia al liberalismo, en el sentido de
que es indispensable el poder democrático para garantizar la existencia y persistencia de las
libertades fundamentales. El Estado liberal y el Estado democrático cuando caen, caen juntos.
La sociedad política es un producto artificial de la voluntad de los individuos. Los tres sucesos que
confluyeron en la formación de la concepción individualista de la sociedad y del Estado y en la
disolución de la concepción orgánica son: el contractualismo, el nacimiento de la economía política
(persiguiendo el interés propio), la filosofía utilitarista según la cual el único criterio para
fundamentar una ética objetiva es el de partir de consideraciones de condiciones esencialmente
individuales y de resolver el problema tradicional del bien común en la suma de los bienes
individuales.
La doctrina democrática había ideado un Estado sin cuerpos intermedios. Lo que ha sucedido en los
Estados democráticos es exactamente lo opuesto: los grupos se han vuelto cada vez más los sujetos
políticamente relevantes. No son los individuos sino los grupos los protagonistas de la vida política
en una sociedad democrática. El pueblo se ha dividido objetivamente en grupos contrapuestos. El
modelo ideal de la sociedad democrática era el de una sociedad centrípeta. La realidad que tenemos
ante nosotros es la de una sociedad centrífuga, que no tiene un solo centro de poder, sino muchos.
La democracia moderna debería haber sido caracterizada por la representación política en la que el
representante, al haber sido llamado a velar por los intereses de la nación, no puede ser sometido
a un mandato obligatorio. La prohibición del mandato imperativo se transformó en una regla
constante de todas las constituciones de democracia representativa. Jamás una norma
constitucional ha sido tan violada como la prohibición del mandato imperativo. Quien representa
intereses particulares siempre tiene un mandato imperativo.
Considero en tercer lugar, como una falsa promesa, la derrota del poder oligárquico. El exceso de
participación puede tener como efecto la saturación de la política y el aumento de la apatía
electoral. Nada es más peligroso para la democracia que el exceso de democracia. La presencia de
elites en el poder no borra la diferencia entre regímenes democráticos y regímenes autocráticos.
Schumpeter sostuvo que la característica de un gobierno democrático no es la ausencia de elites
sino la presencia de muchas elites que compiten entre ellas por la conquista del voto popular. Un
elitista italiano distinguió las elites que se imponen de las que se proponen.
7- El espacio limitado
Mucho menos ha conseguido ocupar la democracia todos los espacios en los que se ejerce un poder
que toma decisiones obligatorias para un completo grupo social. Cuando se desea conocer si se ha
dado un desarrollo de la democracia en un determinado país, se debería investigar los espacios en
los que pueden ejercer el derecho de participar en las decisiones. Hasta que la empresa y el aparato
administrativo no sean afectados por el proceso de democratización el proceso no podrá
considerarse realizado plenamente. La concesión de los derechos políticos ha sido una consecuencia
natural de la concesión de los derechos de libertad.
8- El poder invisible
La quinta falsa promesa de la democracia real es la eliminación del poder invisible. Es bien conocido
que la democracia nació bajo la perspectiva de erradicar para siempre de la sociedad humana el
poder invisible, para dar vida a un gobierno cuyas acciones deberían haber sido realizadas en
público. La obligación de la publicidad de los actos gubernamentales es importante para permitir al
ciudadano conocer las acciones de quien detenta el poder y en consecuencia de controlarlos, ya que
la publicidad es una forma de control. Más que una falsa promesa es una tendencia contraria a las
premisas: la tendencia ya no hacia el máximo control del poder por parte de los ciudadanos, sino,
por el contrario, hacia el máximo control de los súbditos por parte del poder.
9- El ciudadano no educado
Las promesas no fueron cumplidas debido a los obstáculos que no fueron previstos. Indico tres:
Los problemas técnicos necesitan de expertos. La exigencia del llamado gobierno de los técnicos ha
aumentado considerablemente. La tecnocracia y la democracia son antitéticas. La democracia se
basa en la hipótesis de que todos pueden tomar decisiones, sobre todo, por el contrario, la
tecnocracia pretende que los que tomen las decisiones sean los pocos que entienden de tales
asuntos.
Después de lo dicho hasta aquí, cualquiera podría esperar una visión catastrófica del porvenir de la
democracia. Sin embargo, el espacio de los regímenes democráticos ha aumentado
progresivamente. En mi análisis me he ocupado de las dificultades internas de la democracia. Mi
conclusión es que las falsas promesas y los obstáculos imprevistos de los que me he ocupado no han
sido capaces de “transformar” un régimen democrático en un régimen autocrático. No hablé de los
peligros externos, porque el tema que se me asignó se refería al porvenir de la democracia, no al de
la humanidad. Hasta ahora ninguna guerra ha estallado entre los Estados que tienen un régimen
democrático; hasta ahora no las han hecho entre ellos.
Si la democracia es principalmente un conjunto de reglas procesales, ¿cómo creer que pueda contar
con “ciudadanos activos”? Ciertamente son necesarios los ideales. El primero es la tolerancia. Si hoy
existe la amenaza contra la paz del mundo, esta proviene del fanatismo, o sea, de la creencia ciega
en la propia verdad y en la fuerza capaz de imponerla. Luego tenemos el ideal de la no violencia. En
un gobierno democrático los ciudadanos se pueden deshacer de sus gobernantes sin
derramamiento de sangre. La resolución de los conflictos sociales es posible sin recurrir a la
violencia. Tercero, el ideal de la renovación gradual de la sociedad mediante el libre debate de las
ideas y el cambio de mentalidad y la manera de vivir. Únicamente la democracia permite la
formación y la expansión de las revoluciones silenciosas. Por último, el ideal de la fraternidad, la que
una a todos los hombres en un destino común y deberíamos actuar en consecuencia a este