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Monseñor FRf\NCISCO VlVES E.

PIO XII
::�U VIDA Y DOCUMENTOS

PONTIFICIOS

Imp. y Edit. "Sgdo. Cu1·az0n de .T esús''.


Avda. Ecuador 4576.
Bantiago, 16 Octubre 1 941.

Excelentísimo
Sr. Vicario General del Arzobispado
Presente.

Excelentísimo señor:
El que suscribe solicita licencia para la impre­
sión de Pío XII-\Tida y Documentos Pontificios, por
Mons. Francisco Vives, según originales adj untos.
Es gracia.
Dios guarde a su Excelencia Reverendísima.

Carlos de la Plaza.

Al Excelentísimo señor Vicario


General del Arzobispado.

Santiago, 16 de Octubre 1 941.

Puede imprimirse y publicarse.

l\liller,
\T. G.
Huneeus,
Secret.

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El j ueves 2 de marzo del año 1 939, a las 1 8 ho­
ras 1 7 minutos, el Cardenal diácono Caccia Domi­
nioni, anunciaba desde la loggia exterior de San Pe­
dro , a la multitud apiñada sobre la plaza, la elec­
ción del nuevo Jefe de la Iglesia, con las palabras
del cerern.on:ial: "Os anuncio una gran alegría, tene-
1nos por Papa al Emmo. y Rvdmo. Cardenal Euge­
nio Pacelli, quien tomó el nombre de Pío XII."
Cualquiera que hubiera sido elegido por el Cón­
clave , los católicos del n1undo entero lo habríamos
recibid o con espíritu de filial sumisión.
Basta a los buenos hij os de la Iglesia que sea el
sucesor de San Pedro, el jefe supremo y legítimo
de la Santa Iglesia Ro1nana, madre y maestra de
todas las iglesias, para ofrecer le su veneración.
De noble o modesto origen, hombre de ciencia o
de acción , de tendencia conciliadora o de tendencia
inás estricta, el elegido por la voluntad divina, el
ungido del Espíritu Santo , es siempre el Padre ama­
do de todos los creyentes.
Sin embargo , el sacerdote con sus cualidades
humanas, tiene una gran importancia en el Papa ; si
él es completo , si se acerca a la perfección su elec­
ción, hace que el alma cristiana se llene de alegría
y esperanza y nazca como una santa altivez en el
corazón de los fieles .
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4 lvIONSEÑOR FRA.l\"'CTSCO -VIVES

Tal es el caso del Papa Pacelli ; sus cualidades


de obispo y de sacerdote como las prendas persona­
les de su carácter lo hacen digno de la admiración
de los fieles y de todos los hombres de bien que tie­
nen que ver en él uno de los más altos exponentes
de la perfección humana.

* * *

Primeros años
y
...
sacerdocio .

Brevemente veamos los principales rasgos bio­


gráficos dei 263 sucesor de San Pedro, para dete­
nernos con m ayor amplitud en su labor como Nun­
cio en Alemania y como Secretario de Estado .
Pío XII nació en Roma el 2 de marzo de 1 876-
cumplió, en consecuencia, 62 años el día que fué ele­
gido Papa-; pertenecía a una familia que tiene co­
mo rasgo sobresaliente el haber servido siempre a la
Santa Iglesia.
Su bisabuelo -que murió de ciento un años en
1901 -, fué Tv1inistro de Finanzas de Gregario XVI;
su abuelo fué el último IVIinistro de Relaciones Ex­
teriores de Pío IX; su padre fué abogado consisto­
rial y uno de los Consej eros más autorizados de los
pontificados de León XIII y Pío X ; se conoce la bri­
llante actuación de su hermano en los acuerdos de
Letrán.
Eugenio María José Juan, fué bautizado el 4 de
marzo de 1 876.
Frecuentó la escuela primaria, dirigida por las
religiosas de la Congregación francesa de la Provi-

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5
PI O XI I

dencia . Coronó sus estudios con la nota: distinción


máxima, y con una medalla que obtuvo en un con­
curso de Historia Moderna .
Mi hermano, declara la Srta. Isabel, era muy
piadoso desde niño. Pequeñito, se entretenía en pre­
dicarnos, decir misa y vestir los ornamentos sagra­
dos. Un día, el tío suscrito a la "Propaganda de l a
Fe", le· habló d e misioneros y de mártires ; e l niño
exclamó : "Yo también quiero ser mártir, pero sin
clavos . "
A los doce años , respondiendo al llamamiento
divino, dió principio a los estudios eclesiásticos, in­
gresando al Colegio Capránica. Pero, el j oven se­
minarista era de s alud delicada, y por recomenda­
ción del Cardenal Vicario preparó sus ordenaciones
en privado ; siguió los cursos de Filosofía y Teolo­
gía en la Universidad Gregoriana; después frecuen­
ta l'Accademia dei Nobili eclesiastici para preparar­
se en la diplomacia pontificia.
El 2 1 de abril de 1899 , fué ordenado sacerdote,
realizando así el supremo ideal de su alma privile­
giada, ofrecer el S anto S acrificio.

* * *

Ese día repartió un pequeño recordatorio que


decía :
MNEMOSYNON
ANNO MECCCIC
EUGENIO PACELLI

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6 AIONSEÑOR FRAf..TC/SCO VIVES

Romanus
Sollemni Christi Resurgentis D ie
S acerdotio Auctus
Postridie
In Borghesiano Sacello
Ad Liberianum Templum
Primum Sacrum fecit
Alma Dei Parens
Ad Cuius Aram
Inmortali Deo
Primitus Litabi
S alus Populi Romani
Gaudens vocari
Adsis.

Recuerdo: E ugenio Pacelli, el romano, ha-des­


pués de haber sido acogido en el sacerdocio el fes­
tivo día de la Resurrección de Cristo - celebrado
el día siguiente en la Capilla Borghesiana, j unto a
l a iglesia liberiana, su primera santa r'1:isa . ¡Tú, ve­
nerable madre de Dios, en cuyo altar ofrecí al in­
mortal Dios mi primer sacrificio - que te alegras
de ser llamada la dicha del pueblo romano -, ayú­
dame!

* * 8
.

Su concepción del sacerdocio la expresó en Ale­


mania en 1926, al dirigirse a los sen1inaristas -de la
diócesis de Bonn de esta manera: " Vosotros que­
réis llegar a ser sacerdote: La posición de un con­
d uctor e intermediario sobrenatural, para la que el

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PIO XII 7

oficio sacerdotal lo destina, requiere dos cosas : el


saber sacerdotal y la convicción sacerdotal. "
" Construíd por medio de un profundizado es­
tudio de la filosofía y de su historia, y ante todo por
medio de una absoluta comprensión de la Philoso­
phia perennis, la filosofía escolástica, los fundamen­
tos para una defensa sólida y eficaz de las bases
de nuestra fe."
"Llenad por medio de serios estudios de la Es­
critura, y de los antepasados vuestros corazones y
mentes con toda la riqueza y deslumbrante belleza
de la doctrina católica . "
" Aprended por el estudio de la historia de la
Iglesia y del derecho canónico comprensión de las
tareas gigantescas de la Iglesia en el pasado y en el
presente. "
"Y sobre todo, conceded a la investigación es­
pecula ti va de las verdades de la fe el sitio de honor
que le corresponde en el programa del estudio en­
tero . Alberto el Grande, el maestro de Santo To­
más, y León XIII el exitoso restaurador del estudio
escolástico, deben ser en este camino vuestro guía y
vuestro ideal . "
.
�-

"Si vosotros seguís estos ejemplos, lograréis en-


tonces también lo que constituye el último y más
profundo Arcanum de toda actividad sacerdotal: una
síntesis armónica, basada en lo sobrenatural, reali­
zada en Dios, del saber y de la fe."
"El saber sacerdotal debe ir j unto con la con­
vicción sacerdotal . "
"Sólo allí, donde l a brillante llama de l a cien­
cia se une al tranquilo fuego divino de verdadera

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8 JIIONSEJ\rQR FRANCISCO VIVES

piedad, de una fe humilde y valiente fidelidad ha­


cia la Iglesia y el Papa, crece aquel cariño apostóli­
co, que da al s acerdocio contenido y consagración. y
le posibilita para ganar nuevas victorias para e1
Evangelio de la Cruz ."

* * *

Comienza su vida
diplomática.

En aquella época se sometió al examen de


apriendista que le permite entrar a la Congrega­
ción de Negocios eclesiásticos extraordinarios .
Esta Congregación e s uno d e los departamentos
de mayor importancia de la secretaría de Estado
de su Santidad; en él se estudian las cuestiones de
mayor interés y más difíciles de la Iglesia; los j ó­
venes sacerdotes que allí trabaj an son enviados a
las nunciaturas o como minutantes -redactores de
documentos-, cooperan a la gran labor de la Con­
gregación. A estas últimas funciones fué llamado
Monseñor Pacelli .
Baj o la paternal autoridad de los Cardenales
Rampolla, Merry del Val y Gasparri se familiariza
el futuro Papa con todos las grandes cuestiones del
Gobierno de la Iglesia ; redacta personalmente do­
cumentos que llaman la atención y se dej a tiempo
para hacer clases de Derecho romano, concordatario
e internacional en la Pontificia Academia diplomá­
tica; en la Secretaría de Estado es especialista en
los asuntos de Alemania y por eso es el encargado
de dar lecciones en la dich a academia sobre el Con-

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PIO XI I 9

·corda to entre la San ta Sede y Ba viera ; las leccio­


nes son notables por su claridad y por el conoci­
miento profundo de la legislación civil y canónica.
La Universidad de Washington, que en esa época
busca en Roma profesor de Derecho Canónico y
Romano, le ofrece sus aulas, pero la Secretaría de
Estado no quiere privarse de sus servicios tan va­
liosos y la obediencia a los superiores hace extin­
_guir en el prelado el afán de conocer que presenta
para su j uventud, la América.
En 19 1 1 es nombrado subsecretario de la Con­
_gregación y en 1 9 1 2 sucede en la Secretaría a Mon­
señor Scapinelli, que es nombrado N.u ncio en Viena.
En el santuario de Chiesa Nuova se inició en el
.sagrado ministerio ; allí tenía su confesionario, hacía
·el catecismo y predicaba. "Aquellos que lo conocie­
ron entonces, han conservado el recuerdo muy vi­
vo de esa alma ardorosamente apostólica, deseosa
de formarse en el servicio de Dios y las almas . "
Por otra parte, las ocupaciones puramente intelec­
tuales nunca lo absorbieron por completo . A pesar
de un trabaj o aplastador en la Congregación de Ne­
gocios Eclésiásticos Extraordinarios o en la Comi­
sión por la Codificación del Derecho Canónico, el
señor Pacelli tenía por norma consagrar cada día
v arias horas al sagrado ministerio . Predicaba, con­
fesaba, daba ejercicios, dirigía una congregación de
Hij as de María, sin descuidar a las obreras . Sus
gustos personales lo llevaban a consagrarse al apos­
tolado de las almas. ¡Qué de veces expresó el deseo
de abandonar la diplomacia por el ministerio!
En la Secretaría de Estado expresará más tar- •

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10 MONSEÑOR FRANCISCO VIVES-

de ese mismo deseo al Cardenal Villeneuve cuan­


do le decía poco antes de entrevistarse este último.
con el Papa: ¡dígale a S. S. que me envíe a una d íó­
cesis!
Las labores de su ministerio y el intenso traba­
jo de su cargo en la Secretaría de Estado no le im­
piden dedicar horas al estudio.
En 1 912 p ublicó una monografía histórico-jurí­
dica que revela una erudición vasta y profunda; en
ese folleto -la personalidad y la territorialidad de
las leyes-, se revela el jurista que con tanto brillo
actuara después en la tramitación' de los concor­
datos.
Al estallar la guerra de 1 9 14 la Congregación
de Negocios E clesiásticos Extraordinarios adquiere
una inmensa importancia; el Pontífice Benedicto
XV -el buen Samaritano de la Europa-, desarro­
lla una labor de caridad y de pacificación por me­
dio de esta Congregación de la cual Monseñor Pa­
celli es activo y di�igente secretario.

* * *

Una nota
sentimental.

Eugenio Pacelli ama la música; de su madre­


alma fina y espiritual-, ha heredado esta afición.
Eduardo Senatra escribe: "Un salón en el palacio
de un patricio romano. Crepúsculo de una tardía
puesta de sol. Se toca música. Un pianista excelen­
te está ante el piano, y a su lado, de pie, un violinis-
ta de 18 años. En torno a ambos, un reducido, mas

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PIO XII 11

sumamente distinguido auditorio: patricios y prela­


dos."
" Aun recuerdo con exactitud: se tocó una sona-
ta de Corelli, el concierto para violín de Mendels­
.sohn, el concierto en mi menor de Chopin con un
.segundo piano."
" Los oyentes están muy entusiasmados. En el
fondo de la sala está de pie la esbelta y llamativa
figura de un joven sacerdote, muy alto, muy delga­
do, muy pálido. Con una densa cabellera negra y
una suave mirada de soñador."
" ¡La música! ¡Cómo an1a la música! No tiene
ningún pi..ejuicio académico: diatónicos y cromáti­
cos, clásicos, románticos y modernos, desde Pales­
trina sobre Bach, Mozart, Beethoven, Weber, Schu­
bert, Chopin hasta Debussy; comprende cada época
y goza de cada creación, siempre que se trate de ar­
te. verdaderamente noble y hern1oso."
"Este joven hombre era el sacerdote Pacelli."
"Estaba entonces en la Secretaría di Stata, aque­
lla alta escuela de los diplomáticos vaticanos y era
considerado ya entonces como un hombre que pro­
metía mucho y un trabajador diligente. lVIostraba,
empero, su personalidad altamente espiritual sólo
muy raras veces y únicamente en un círculo muy
íntimo. Sobre las personas ausentes hablaba tan só­
lo cuando podía elogiarlas. De sí mismo no hablaba
nunca."
"Su reputación, §.U }nt�ligencia, la suavidad
congénita de su carácter y una amabilidad cordial
que nunca lo abandonaba lo 4icieron en todas par-

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12 ¡lfONSE:i\.rOR FRANCISCO VIVES

tes el huésped más querido. En aquel palacio lo en­


contré a menudo, casi siempre los domingos."
"No sé si yo tenía ya entonces suficiente cono­
cimiento de los hombres como para reconocer en él
una personalidad excepcional o si mi simpatía era
tan sólo una especie de agradecimiento por el entu­
siasmo que demostró por el arte el joven violinista."
"¡Porque ese joven violinista era yo!"

* * *

Misión en
Alemania .

Después de dos años de trabajo en los cuales


interpreta como nadie el pensamiento de su Augus­
to Soberano, es designado por el mismo Nuncio an­
te la Corte de Baviera. Quiso Benedicto XV llamar
la atención al mundo diplomático de la elección que
acaba de hacer y él mismo consagró Obispo en la
Capilla Sixtina a su enviado a Baviera. Aconteci­
mientos posteriores hicieron comprender en todo
su significado el gesto del Pontífice.
Al recordar años más tarde las fatigas y traba­
jos de este período con sencillez podía escribir: ''mi
carrera no fué de honores sino de fatigas y trabajos
en la labor de la viña mística que me había confia-­
do el padre de familia . . . "

* * *

El 27 de marzo de 1 9 17, el joven Nuncio, con-

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_PJO XI I 13

sagrado Obispo por el Papa hizo su entrada en Mü­


nich.
La Corte de Luis III recibió con su tradicional
pompa a Monseñor Eugenio Pacelli, quien compren­
diendo toda la importancia que su misión tenía pa­
ra la paz y el bien de las almas, con energía y cla­
ridad, en medio de una atmósfera cargada de gue­
rra, habÍó en su primer discurso de la paz necesa-
ria prox1ma.
. , .

"La necesidad -dijo-, de reconstruir la socie­


dad humana sobre la base segura de la sabiduría
cristiana, y el hecho de que una paz justa y durade­
ra pueda existir tan sólo sobre el fundamento del
derecho cristiano público, no se ha evidenciado ja­
más tan claramente como en esta honra penosa."
''Se ha encargado a mis débiles fuerzas la mi­
sión de colaborar en esta obra de paz en una época
que talvez no tenga precedentes en la historia."
"Bajo la benévola y clemente protección de
Vuestra Majestad, a la que se unirá, sin duda, la
colaboración activa del gobierno real, espero que
los sabios esfuerzos del Papa, mi augusto soberano,
dictadas por su amor por la paz, resultarán fruc­
tuosos."
"Elevado sobre todas las pasiones humanas, en
las. claras alturas de la justicia y del amor, guar­
dián, propagador y supremo jefe del derecho natu­
ral y de la ética cristiana, no lo preocupa nada más
que apresurar el arribo de la hora de la anhelada
paz y amortiguar en el interín en un esfuerzo con­
tinuo, en el .que intervienen todas sus fuerzas, las
dolorosas consecuencias de la guerra.'
Las palabras del Nuncio estaban destinadas a
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14 M ONSEÑ OR FRANCIS CO VTVES

preparar en Alemania a los espíritus para la pazw


Dos meses después S. S. Benedicto XV debía en­
viar a Alemania su mensaje de paz que aun hoy día
tiene valor de actualidad, porque en él se precisan
los fundamentos del derecho internacional basado.
en normas eternas de justicia y caridad.
En medio del ruido de la guerra, de la agita­
ción de los comandos y estados mayores y la fie­
bre de los comunicados de guerra las palabras del
Papa no tuvieron eco.
El Nuncio del Papa sufre en aquella época to­
da la angustia que significa ver incomprendida la
caridad del Papa, "temblando ante la grandiosidad
de mi misión, inquieto y preocupado ante un porve­
nir tan sombrío , dirá más tarde, e1nprendí mi tra­
bajo."
En agosto de 1 91 7 recibe la orden de dar un se­
gundo paso en favor de la paz; debe enviar concre­
tas proposiciones de paz al E1nperador en nombre
de diversas potencias de las cuales el Papa es inter­
rnediario.
Comienza entonces para lVIonseñor Pacelli un
nuevo vía crucis. Se acusa a Roma de haber jura­
do odio eterno al imperio evangélico y de querer
provocar el derrotismo y la revolución. ,
El Nuncio, sin embargo, con serena energía de­
fiende los puntos de vista del Pontífice, quien está
inspirado sólo en sentimientos de la más pura ca­
ridad.
Sobre su entrevista con el Emperador Guiller­
mo en el Cuartel General de Krenznach se tejieron
las más fantásticas suposiciones.

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PI O XII 15

Años más tarde la Nunciatura en Berlín preci­


sará su alcance; he aquí el documento: "Antes de
ir al cuartel general Monseñor Pacelli se fué a Ber­
lín, en donde por la mañana fué recibido por el can­
ciller von Bethmann-Hollweg. Por las instrucciones
que había recibido, el Nuncio trató de informarse
de las intenciones del gobierno de Berlín acerca de
la paz ·y de les fines de la guerra perseguidos por
Alemania, especialmente la cuestión de la indepen­
dencia de Bélgica y de Alsacia y Lorena. En segui­
da, Monseñor Pacelli se fué a Krenznach, acompa­
ñado del secretario de la Nunciatura Monseñor
Schioppa. El Emperador lo recibió en audiencia so­
lemne el 29 de junio, a las 12 ,45 M.; ni el auditor, ni
persona alguna asistía a esa audiencia, en la cual
Mónseñor Pacelli cumplió la misión que le había
encargado la Santa Sede. Entregó a Guillermo II
una carta de Benedicto XV en la cual expresaba el
augusto Pontífice las angustias que le causaban la
prolongación de la guerra y las ruinas materiales y
morales que ésta no cesaba de acumular. Y, sin en­
trar en pormenores, el Nuncio, en nombre de su
Santidad, ·exhorta calurosamente al Emperador a
hacer cuanto estuviera de su parte para poner fin
a tantos males, aunque tuviera para esto que renun­
ciar a uno que otro de los fines perseguidos por Ale-
.
man1a.
Guillermo II cuya mirada, gesto y voz traicio­
na han las angustias de tan largos años de guerra,
contestó que no era Alemania la que había provo­
cado el conflicto mundial, sino que se había visto
precisada a defenderse contra los designios destruc-

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16 NIOJllSEf:.rQR FRANCI SCO V I VES

tores de Inglaterra. Recordó el ofrecimiento de paz.


hecho por Alemania en el mes de diciembre del.
año anterior, sintiendo al mismo tiempo que el Pa­
pa no hubiera hablado como lo hizo el Presidente·
Wilson. En fin, después de hablar: de los peligros.
que, a su modo de ver, encerraba la acción del so-·
cialismo internacional en favor de la paz, el empe-·
rador ins1nuó la idea de que el Padre Santo hicie-·
se un llamado solemne dirigido, no a los gobiernos,.
sino al clero y a los fieles de todo el mundo, y por·
el cual les mandase oraran y trabajaran sin cesar
por la paz.
Por no tener instrucciones sobre el particular
el Nuncio no aceptó ni rechazó la proposición. Hi­
zo notar que le era difícil al Santo Padre hacer al-·
go en este sentido, dada la situación en que se en­
contraba con respecto al Gobierno italiano; pero ase-·
guró al emperador que iría a Roma para transmi­
tírsela personalmente, como era su deber, y como lo·
hizo en efecto.
En la misma audiencia, Monseñor Pacelli, a
nombre del Santo Padre, pidió con instancias a
Guillermo II acabara con las deportaciones de .obre-·
ros ·belgas, recordándole sobre el particular la pro­
mesa hecha a la Santa Sede; y haciendo resaltar que·
Alemania saldría con esto gananciosa, a causa de
las impresiones desfavorables que producían dichas·:
deportaciones en el mundo . El Emperador trató de·
defenderlas desde el punto de vista jurídico. Pero·
ante la insistencia del Nuncio prometió ocuparse
del asunto.
Después de la audiencia, Monseñor Pacelli fué

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PI O XI I 17

invitado con el auditor a almorzar con el soberano.


Lo que parece cierto de todo lo que �e discutió
y publicó con posterioridad es que las proposiciones
del Papa fueron adulteradas y mantenidas en se­
creto por aquellos que engañados por la ilusión de
una próxima victoria no comprendieron el profun­
do sentido humano de las proposiciones pontificias.
El pueblo alemán rindió homenaje de gratitud
a Benediéto XV y a Monseñor Pacelli, cuando cono­
ció la paz digna que le ofrecía el Papa y no la que
le fué impuesta.

* * *

El pensamiento de
Benedicto XV.

En esta hora de zozobra internacional convie­


ne recordar el pensamien�o de paz que inspiraba a
Benedicto XV; es consolador constatar que el gran
Pontífice se adelantaba a los tiem¡:os y proponía
soluciones que al haberse escuchado habrían evita­
do a la humanidad los días de tragedia que hoy
vive.
En la nota del 1 9 de A3osto de 191 7, firmada
por el Papa, se imploraba a los jefes de estados que
terminaran con la guerra.
"¿Debe - decía Benedicto XV , formar el
-

mundo civilizado un solo campo santo? ¿Se acerca


esta Europa tan floreciente y gloriosa, como presa
de una locura general, al abismo? ¿Quiere acabar
con sí misma por suicidio?"
En su parte sustantiva decía: "El lugar del po-

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18 ll! ON SEÑ OR FRANCISCO V !VES

der material de las armas tiene que ser ocupado por


el poder moral del derecho; por consiguiente, _debe
realizarse un justo entendimiento en base de un de­
sarme general y simultáneo."
"Un tribunal de arbitraje, con una actuación
noble y pacificadora reemplazaría luego a los ejér­
c itos co:Q seguridades a fijarse, contra el Estado que
se negara a someterse al tribunal de arbitrajes en
cuestiones internacionales."
"Una vez establecida de este modo la suprema­
c ía del derecho se eliminarían todos los obstáculos
de las rutas de tráfico entre los pueblos, aseguran­
do así una verdadera libertad y comunidad de los
mares, lo que eliminaría por una parte muchos po­
sibles conflictos y abriría por otra nuevas fuentes
de prosperidad y progreso ."
"Para solucionar la cuestión referente a los
perjuicios y gastos que ha causado la guerra, no ve­
mos más camino que el de establecer como máxi­
ma general un completo y recíproco desistimiento,
lo que hallaría además su justificación en las in­
mensas ventajas que se pueden esperar del desar­
me."
"Pero estos convenios pacíficos, con las inmensas
ventajas que originarán, no son posibles sin la mu­
tua devolución de los territorios ocupados actual­
mente. Eso significaría para Alemania la desocupa­
ción completa de Bélgica, asegurándosele al mismo
tiempo su entera independencia política, militar y
económica frente a cualquier potencia; lo mismo
que la desocupación del territorio francés; y para

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PIO XI I 19

los otros beligerantes la devolución de las colonias


alemanas.''
"En lo que se refiere a las cuestiones territo-
riales pendientes entre Italia y Austria, y entre
Alemania y Francia, damos lugar a la esperanza de
que ambos partidos investiguen esta cu2stión con
un ánimo reconciliador, teniendo en cuenta las as­
piraciones de los pueblos y adaptando ocasional­
mente intereses especiales al bienestar general de
la gran sociedad humana."
"El mismo espíritu de justicia tendrá que _re­
gir en las investigaciones de las cuestiones territo­
riales y políticas; a este respecto mencionamos espe­
cialmente a Ar1nenia, a los estados balcánicos y los
territorios que representan partes del antiguo rei­
no de Polonia.''

* * *

La postguerra.

Terminada la guerra se ofrece a Monseñor Pa­


celli una l}Ueva y difícil tarea. Con el Gobierno de
la república ha de tratar la celebración de diversos
concordatos.
En 1926 puede firmar en nombre de la Santa
Sede el concordato con Baviera y en 1 929 con Prusia.
Con trabajo , paciencia, abnegación y tenacidad
hace respetar en los pactos concordatarios las liber­
tades de la Iglesia. Se acusa al Nuncio de haber ob­
tenido poco, mas Pío XI, que conoce las innumera-
-bles dificultades, exclama: " Pare poco ma e molto."
A pesar de la brevedad de estos apuntes bio-

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20 NI ONS EÑ OR FRAN C IS C O l'TVES

gráficos no es posible silenciar la actitud viril y


enérgica que debe asumir S. E. el Nuncio Pacelli
en los días trágicos de la revolución comunista de
Eaviera.
La comisión de la entente encargada del apro.;.
visionamiento de víveres de Baviera, los diplomáti­
cos, los representantes de la industria y los encar-­
gados del Gobierno nacicnal habían huído de Mü­
nich.
El Nuncio de S. S. había permanecido en su
puesto.
El historiador austríaco Otto Walter refiere
así aquellas horas trágicas en que se puso al vivo
todo el temple moral y sacerdotal del actual Papa:
"Su casa se encontraba en la calle Brienner, en
el corazón de Münich. Un angosto portón conducía
a un pequeño patio donde algunos árboles crecían"
con escaso follaje verde . En la casa, a la izquierda
había un pequeño salón, sin adornos. A la diestra,
un cuarto transformado en capilla. Un profundo si­
lencio reinaba allí, poco brillo de oro y luz, un en­
sueño de incienso y un profundo recogimiento.
En el primer piso, ante la ventana de su estu­
dio, estaba de pie el Nuncia.
La figura recta, negra y purpúrea parecía ha­
ber adelgazado aún más y la expresión de su ros­
tro era más enérgica que nunca.
Las torres de la Iglesia Liebfrauen que se veían
desde allí estaban ya rodeadas por la primavera,
que florecía brillantemente, presidiendo el esplen­
dor de las cercanas Pascuas. Pero de entre el cúmu­
lo de casas, llegaba incesantemente el ruido de los
11

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PI O XII 21

tiros, ora aislados, como latigazos, ora en salvas es­


trepitosas.
¡Se asesinaban hombres.. . !
El Nuncio sintió la salvaje rabia lejana y se es-
tremeció.
No sólo compasión y duelo llenaban su noble
corazón; su entero ser, cada uno de sus nervios do­
minado�, sufría corporal y espiritualmente por la
insensatez de tan desenfrenado comporta1niento.
¡Ah! ¡El, con sus cuarenta y tres años, que ha­
bía disciplinado severísimamente su espíritu y cuer­
po durante toda su vida, no temería ninguna lucha!
Pero una sonrisa pasó fugazmente por los labios
del príncipe eclesiástico y volvió a desaparecer.
Sus manos se levantaron y se posaron en la
Cruz de oro en su pecho:
Soy el servidor de la paz, y mi mano debe ben­
decir, ¡solamente bendecir!
l'v1edia hora rnás tarde salió de la casa solitaria
en la calle de Brienner el gran coche del Nuncia,
lleno con todo lo que había ahorrado durante los
últimos días en ¡::revisiones de boca en la casa so­
litaria de la calle de Brienner. Cruzó a través de
la ciudad enloquecida.
Serio y sereno, la mente impávida, el Nuncio
estaba sentado en el fondo. Su corazón oraba.
El coche se detuvo en una callejuela paupé­
rrima.

No regresó hasta que hubieron pasado horas.


La hermana, con su vestimenta negra, comen­
zó a preparar la cena. Ha reservado .Para Su Exce­
lencia algo de arroz delicioso, que la mano de un

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22 J.l!Ol\rSEÑOR FRAArc1sco VIYES

gran amigo ha obsequiado; arroz blanco como la


nieve. ¡Lo único que había quedado aún en la des­
pensa!
Pero:
El arroz había desaparecido.
La hermana está espantada.
El Nuncio sonríe, un poco pálido.
En alguna parte de la ciudad enloquecida, ni­
ños pálidos como la muerte se inclinan sobre un
plato inmensamente caro:
¡Arroz! Arroz, pesado, delicioso y blanco como
la nieve ... "

* * *

Dos días más tarde en el edificio de la Embaja­


da italiana en lVIünich, donde el agregado militar,
capitán de caballería de Luca está encargado de
los negocios, la campanilla del teléfono repiquetea.
El capitán de Luca será fiel _al Nuncio hasta la
muerte.
Con dos pasos se aproxima al aparato:
Aquí habla el secretario del Nuncio. ¡Venga de
inmediato! ¡Guardias rojos! . . .
En seguida, el coche militar de campaña del
italiano, de color gris, sale con velocidad vertigi­
no�a de la Embajada.
El capitán de Luca está al volante y sus faccio­
nes parecen de piedra.
Haciendo sonar la bocina pasa ante el obelisco
de la plaza Karolinen y entra, sin reducir su veloci­
dad, en la calle Brienner.

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PIO XII 23

Los frenos rechinan y, con una ligera sacudida


el coche se detiene ante la entrada de la Nunciatura.
El oficial corre a la casa con la espada desen-
vainada.
Siete individuos armados, revólveres y puñales
en las manos, se encuentran allí, y entre ellos, re­
saltando oscura en el umbral de la puerta, la figura
del Nuncio.
Con gritos exigen el dinero y demás bienes ; y
sobre todo el coche de la Nunciatura. Amenazan
con pillar y asesinar si no se cumplen sus órdenes.
El Nuncia, sin armas, tiene la cruz de oro sobre
su pecho con una mano. Su rostro permanece grave
y tranquilo, pero sus ojos brillan como si fueran de
basalto.
De sus labios brotan palabras suaves y tranqui­
lizadoras.
Pero sus ojos hablan en voz alta, hablan más
claramente que lo que puede su boca:
Allí dond� me encuentro me quedo. ¡No cederé
ni una pulgada, ante ningún poder del mundo!
Y estos ojos vencen.
"Ellos vencieron" , escribe el capitán de Luca
personalmente en sus memo!'ias, el 5 de marzo de
este año en el Messagero.
"Ellos vencieron, ¡y las armas se bajaron ante
ese hombre inmóvil!
El Nuncio Pacelli no habló nunca a su familia
de esta hora, en la que se enfreIJtó con la muerte,
y el cardenal y secretario del estado, Gasparri, sólo
lo hizo más tarde.

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24 M ONSEÑ OR FRANCIS CO V IVES

Pero ya al día siguiente, se repite otra vez el


ataque a la Nunciatura.
El comandante en jefe de la guardia roja da la
orden de limpiar la Nunciatura con ametralladoras,
pues se habría tirado desde ella sobre los soldados
rojos. Su lugarteniente, Federico Seidl, de Chwm­
nitz, dirige el asalto.
El comandante en jefe, Eglhofer, un ex-empa­
pelador, no es un hombre, es un animal. El día an­
terior al asalto, el 30 de abril de 1 9 1 9, ha mandado
al comandante Seidl, fusilar en el patio del colegio
Luitpoldo a trece rehenes, entre ellos a la condesa
Hella von Westarp y al príncipe Gustavo von
Thurn und Taxis.
Cuando el destacamento de ametralladoristas
avanza contra la Nunciatura, el capitán de Luca se
entera del peligro.
Frío y audaz, de Luca decide inmediatamente
dirigirse hasta el mismo comando rojo, arriesgan­
do su propia vida para salvar la del Nuncio.
Amenazadoramente está de pie ante el animal:
-Soy embajador de Su Majestad, el rey de
Italia y protesto sclemnemente contra cualquier
acción de fuerza. El Nuncia Pacelli es italiano y
disfruta de la protección de la bandera italiana.
¡Nuestras divisiones se encuentran en el Tirol!
En el interín, los guardias rojos rodean la casa
en la calle Brienner -las ametralladoras están co­
locadas- y los primeros tiros son disparados.
Eglhofer, taciturno, ha escuchado al audaz ita­
liano, taciturno y amenazador.
Luego se decide a ceder ante el intrépido per-

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PIO XII 25

sonaje y una ordenanza revoca las órdenes dadas


a la tropa de asalto.

* *

Vida apostólica.

En medio de los afanes de su misión diplomá­


tica , el Nuncio busca contacto con los católicos ale­
manes y a ellos entrega toda la caridad de su cora­
zón de sacerdote. En Berlín preside las fiestas del
aniversario de la coronación del Papa; visita las dió­
cesis de Friburgo y Rottemburgo en las fiestas
centenarias de su erección; está en Treveris, en Ma­
guncia, en Frankfort, Stuggart, Hannover, Mardw­
bourg y Fulda, en todas partes donde se manifies­
ta potente y vigoroso el catolicismo alemán.
Su preocupación por la suerte de los obreros
es intensa; quiere conocer de vista su vida pobre y
triste.
Al visitar las minas de Dortmund baja con los
obreros al interior; a la salida , en traje de minero
y con una pequeña lámpara en la mano , se deja fo­
tografiar. En las regiones del Ruhr esa fotografía
se vende con profusión. En Russelsheim se le re­
gala un automóvil "en reconocimiento de lo que ha
hecho por la clase popular durante la guerra y la
inflación."
Este interés de conocer personalmente las ne­
cesidades de los pobres es proverbial en el futuro
Papa. Un día en Buenos Aires , en los días del Con­
greso Eucarístico , en una de las paces horas libres
que le deja el protocolo, con un oficial de su escolta,

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quiere ccnocer los suburbios de la gran ciudad. Las
mujeres, los niños, los obreros se acercan a su auto­
móvil, para ·todos tiene una palabra de cariño y una
bendición. Algún tiempo después comunicando sus
impresiones a un periodista francés, recordará con
emoción a una pobre mujer que le presenta con
amor a su hijo para que lo bendiga.
·La admiración por su personalidad es unánime;
aun los adversarios de la verdad cristiana le rinden
el tributo de su sincera alabanza.
En 1 928, el corresponsal a las fiestas de lVTa­
guncia del "Frankfurter Leitung�·, órgano de la iz­
quierda democrática escribe: "en todas partes hemos
visto al diplomático-pontífice. Lo hemos contempla­
do sin descanso, su cara fina, ascética, cuyos oj os
re\Telan la prudencia y que lleva en sus labios una
sonrisa de bondad y de atracción. . . Lo hemos vis­
to escuchar, serio y atento, lo hemos oído hablar,
reflexivo y pesando cada palabra. . . Cuando celebra
el Santo Sacrificio parece transfigurarse: su sem­
blante está profundamente recogido, ningún movi­
miento muscular, su c abeza recta, todos los gestos
hieráticos revelan el poderoso dominio de una vo­
luntad enérgica."
Su acción, lej os de ser acción exclusivamente
diplo�ática, es esencialmente de pastor de almas.
Los católicos alemanes que quisieron antes de su
partida de Berlín guardar en un libro sus discur­
sos, bien sabían todo el tesoro de caridad sacerdo­
tal que había en el alma del representante del Papa.
Su palabra elocuente, con la sobria elocuencia
del pens amiento, es la palabra del ciudadano del

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PI O XII 27

mundo . Hablando a los periodistas en un Congreso


de la prensa, les dice: "estáis al servicio de una
ley augusta y real, la ley de la caridad ; los caba­
lleros de la verdad, que son los periodistas, no de­
ben conocer las fronteras de las razas y de las na­
ciones y en la expansión de la humanidad y la evo­
lución .del mundo deben hacer primar lo que une
y no lo que divide, la paz y no el odio . En las ho­
ras de tensión política y social, en la labor cotidia­
na sembrada de escollos tengamos el valor de huir
de los horizontes limitados y terrestres para des­
cansar en las esferas donde se realizan las obras
duraderas y eternas . "
La humanidad redimida por Jesucristo y con­
fiada al cuidado maternal de la Iglesia es lo único
que mira el futuro Papa, en la guerra y en la paz,
durante su misión en Alemania.
El Presidente Hindemburg al despedirlo al tér­
mino de su misión diplomática le dirá: " Permítame
expresar la tristeza que a todos nos causa su parti­
da. Hace nueve años que mi predecesor acogía a su
Excelencia como el primer Nuncio , acreditado ante
el Gobierno alemán. He sido feliz al oírle decir que
con agrado recordará su actividad en Berlín y los
amigos que deja aquí. De la misma manera todos
aquellos que tuvieron la suerte de entablar rela­
ciones con Su Excelencia, se acordarán gustosos de
su competencia, que descansaba sobre una sabia ob­
jetividad, sobre un verdadero espíritu de equidad y
un ardiente sentimento de lo humano ." Y cuando,
tres días después , se disponía a abandonar a Ale­
mania, la prensa dijo que "la manifestación de des-

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28 JI ONSEÑOR FRANCIS CO VIVES

pedida superó en lo grandioso y espontáneo a cuan­


to se podía p rever. "

* * *

,secretario
de Estado.

"Colocado en lugar preeminente, su llama ar­


'
diente y luminosa no buscó dar realce a su propia
actividad, sino que siempre quiso transmitir al
mundo el pensamiento vivo y potente del Vicario
de Jesucristo , de manera que esta luz de bondad y
sabiduría no fué otra cosa que un rayo de ese sol,
llama fervorosa de caridad, resplandor inolvidable
de san ti dad que f ué Pío X.''
Así se expresaba el Cardenal Pacelli de su ilus­
tre antecesor, el Cardenal l\1erry del Val en el pró­
logo del libro que cuenta su vida.
Lo que fué el Cardenal Merry del Val con rela­
ción a Pío X lo fué el Cardenal ·Pacelli para Pío XI.
El sabía realizar como nadie el pensamiento
del Pontífice recientemente fallecido : su energía , su
amor a la verdad y la j usticia, su caridad, su fe va­
liente encontraron en el Secretario de Estado el
más hábil y competente colaborador.
El Papa Pío XI tanto distinguió " a su amado
hij o " que puede decirse que por El -instrumento
de la Divina Providencia-, fué preparada su exal­
tación al Supremo Pontificado .
En la Secretaría de Estado comienza una labor
que es imposible pretender esbozar .
...\demás del inmenso trabajo que significa el

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PIO XII 29

despacho diario de audiencia, y el estudio de los


asuntos de la Iglesia, el Co.rdenal Secretario de Es­
tado en su oportunidad dice con claridad, energía
y plena dE\ esp íritu sobrenatural su autorizada pala­
bra cuando algún asunto de la Iglesia lo requiere.
lVI u ch os son los discursos y documentos en los
cuales 'SU inteligencia y modo de ser personalísimo
aparecen con relieves inconfundibles.
Su Eminencia tiene formación clásica y respe­
ta los cánones t radicionales al hacer sus discursos;
en ellos encontramos siempre : exordio, división del
discurso en tres puntos , explanación de ellos, resu­
men y peroración , con un texto bíblico citado al
principio que acentúa la unidad de su pensamiento .
Pero sobre este aspecto exterior se distingue la ri ..
queza de la doctrina, el conocimiento .de la Escritu­
ra -especialmente de S . Pablo-, y la erudición del
estudioso que comprende su época y las inquietu­
des de la hora actual.
En el discurso pronunciado en el Congreso Eu­
.
carístico de Budapest después del exor:dio , enuncia
los tres puntos de su interesantísima oración: " en
medio de un mundo donde languidece la fe es ne­
cesario proclamar las verdades fundamentales de la
Redención que el misterio de la Eucaristía sintetiza
con compendium fidei; en medio de un mundo que
tiende cada día a traspasar la ley divina , profesar
una plena y consciente sumisión a la ley de la San­
ta Eucaristía , que exige la armonía entre la fe y la
conducta , palestra sanctitatis; el). medio de un mun­
do quebrantado y desequilibrado por las provoca­
ciones a la discordia, unir a todas las gentes de bien

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30 M ONS EÑ OR FRANCIS CO VIVES

en una cruzada apostólica para promover las obras


de la concordia, de la salud social, del sacrificio,
en un sentimiento de �mor fraternal, inspirado en
la Eucaristía, vinculum caritatis".
Otro notable discurso es el pronunci ado en el
Congreso Eucarístico de Buenos Aires . De éste sólo
quisiéramos recordar la peroración final, en la cual
el anhelo ardiente de caridad del Papa se muestra
en toda su plenitud.
"El alma desea impaciente que Jesús establez­
ca en ella el reino del amor y anhela poder decir:
"Dominus possedit me", que es emblema de tal rei­
no ; se siente penetrada de ardores apostólicos para
dilatar los confines de la Iglesia ; rendida de dulce
agonía repite el "cupio dissolvi et esse cum Cristo ",
y se siente, al mismo tiempo, capaz de realizar to ­
das sus generosas aspiraciones confi ando en el amor
" Omnia possum in eo qui me confortat " Todo lo pue­
do en El pues, mi amor se ha escondido y vive en
la divina Eucaristía .
El sacramento del reino dilatará el reino de Je­
sús por los misteriosos senos del mundo espiritual,
por los amplios espacios de la Iglesia y por las ex­
tensiones sin término de la Eternidad."

* * *

Antes de la elección del Papa Pío XII las agen­


cias cablegráficas hablaron de pretendidas y absur­
das divisiones de los miembros del Cónclave. Se ha­
bló de un Papa político en contraposición a un Pa­
pa religioso. Es evidente que esta antinomia no tie-

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PI O XI I 31

n e sentido para una persona medianamente culta.


El Papa no se mezclará j amás en los meneste­
res electoral es, j amás pondrá la influenc ia de la
Iglesia en rencillas pequeñas de partido , pero ha­
blará de política, en el buen sentido de la palabra,
de la ciencia y arte de cuidar la prosperi dad y el
orden de la sociedad donde ha de encontrar el hom­
bre los medios de su perfección hum ana y sobre­
natural.
Un Papa religioso piden aquellos que ignoran
el valor de Religión, aquellos que quisieran. re­
ducir la fe a un asunto de vida privada. Así no ad­
miten que j uzgue el Vicario de Cristo las leyes per­
versas . Habrían deseado su silencio ante el racis­
mo ; que nada hubiera dicho de la elevación del Es­
tado al grado de lo absoluto en forma que subordi­
na a él a todo el hombre, querrían que hubiera per­
manecido mudo ante el menosprecio de las liberta­
des esenciales o el ataque a la dignidad de la per­
sona. i\dmiten que el Papa condene el hurto par­
ticular, pero no los decretos expoliadores, la vi­
da impura, pero no la esterilización legal; piden
que frente a los atentados contra la Iglesia, la edu­
cación cristiana de la j uventud, la exposición inte­
gral de la do ctrina católica, se reduzca el Sumo
Pontífice a prescribir oraciones sin señalar clara­
ménte los motivos de las mismas, y se opondrán a
que especifique los errores o los repudie en solem­
nes encíclicas y alocuciones . Llamarán eso Catoli­
cismo político y no se dan cuenta -miopes al fin-,
que el Papa defiende así al hombre y los más altos
valores de la civilización.

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32 1lI ONS EÑ OR FRANCIS CO VIVES

A estas insidias de periodistas sin cultura de­


bemos sonreir. Los católicos sabemos que el Papa
es un Varón de Dios y con firme energía condena­
rá todo aquello que impida a la Iglesia realizar su
. . ,

m1s1on.

* * *

La preocupación política de la Iglesia -enten­


dida la palabra política en recto y noble sentido-,.
tiende en los últimos tiempos, a procurar, en pri-­
mer término, la pacificación de los espíritus y la
defensa de los derechos de la persona humana.
S. S. Pío XII continuará repitiendo esa ense­
ñanza ; su primer llamado al mundo es para pedir la
paz.
En su alocución de Pascua del año de 1939,.
decía:
"Puesto que la solemnidad de este día nos re­
serva también la alegría de dirigir nuestros saludos.
paternales a vosotros, los dignos representantes del
Episcopado, de los prelados romanos, del Clero y de
las órdenes religiosas ; y a todos vosotros, amados
hij os, cuya devoción ha llenado este inmenso tem­
plo, no podemos hacer cosa mej or que empezar
nuestra alocución repitiendo la palabra sublime del
Divino Maestro, que, levantado gloriosamente de
la tumba en este inismo día, dij o a sus apóstoles:·
"La paz sea con vosotros . "
E s un saludo y u n augurio d e paz, previsto des­
de siglos antes de su venida como príncipe de la
paz. Su nacimiento fué acompañado por la nota an-

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PlO XI I

gelical del "¡Gloria a Dios en las alturas y paz en


la tierra a los hombres de buena voluntad!'' El Di­
vino Redentor, según la bella imagen del Apóstol
Pablo, era heraldo y mensajero de la paz.
Estas consideraciones nos pan parecido especial­
mente útiles para alegrar y reanimar los espíritus
mientras la paz es tan proclamada, deseada e invo­
cada por todos. La paz, en efecto, -lo decimos con
San Agustín-, es un bien tan grande que nada pue­
de ser más bienaventurado p ara nuestros oídos, na­
da más digno de ser deseado , nada más valioso.
Hemos dicho además que el Papa en la hora ac­
tual será el defensor de la persona humana .
Este pensamiento eminentemente cristiano , es
síntesis fecunda para orientar toda la filosofía social.
La persona humana destinada por Dios a una
vida sobrenatural y divina debe encontrar en la so­
ciedad los medios para alcanzar su altísimo fin.
Por eso el Papa a los católicos franceses el año
de 1938, les decía: "Los ataques a la persona h umana
que en su soberana sabiduría e infinita bondad el
Creador ha querido dotar de incomparable digni­
dad, deben. necesariamente engendrar un desequili­
brio y un desorden, en los cuales los individuos y
la sociedad serán las víctimas . Después del paganis­
mo de la antigüedad no ha existido contra la per­
sona humana una tan vasta conspiración como la
actual. De una parte el Comunismo ''despoj a al
hombre de la libertad, principio espiritual de la con­
ducta moral de su dignidad" y, de otra parte, "a
nombre de una veradera deformación del Estado
se desconoce que el hombre, en cuanto persona, po-

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34

see derechos q ue ha recibido de Dios y que han _de


mantenerse incólumes frente a la colectividad sin
que nadie puede negarlos, abolirlos o simplemente
despreciar los. "
L a triste condición en que viven los pobres, la
.
miseria en que se de senvuelve su triste vida, y el
egoísmo de tantos hombres que no sienten la ne­
cesidad de dar h an provocado una lucha de clases
que no es posible desconocer .
La guerra entre el capitalismo y proletarios h a
creado un estado d e violencia, d e lucha económica
en la vida social, cuya primera terrible consecuen­
cia es el olvido total de los bienes espirituales y
eternos .
Por eso S . S . Pío XII , en su primera alocución
al mundo no pudo menos de expresar su dolor "al
ver que se forman m asas enormes que quedan en
la miseria, tanto más exasperante cuando se ve j un­
to a ello el luj o y las comodidades. excesivas de aque­
llos privilegiados que no comprenden el deber de
ayudar a los que sufren ... "
Su política social será, pues , de amplia com­
prensión humana .
De aquí l a necesidad de buscar soluciones d e j us­
ticia ; es el primer deber de los gobernantes. A los
católicos de España les pide en la alocución que
pronunció con motivo de la paz y el término de la
revolución "que iluminen la mente de los engaña­
dos, mostrándoles con amor las raíces del materia­
lismo y del laicismo , de donde han procedido sus
errores y desdichas . . . Proponedles los principios
de j usticia individual y social, sin los cuales la paz

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PIO XII 35

v la prosperidad de las nacio nes, por poder osas que


.., .
sean, no pueden subsi stir y son los que se contie -
nen en el Santo Evan gelio y en la doctr ina de la
Iglesia . "

* *

Es conocido el adagio : �·Doctus est, regat nos " ,


es sabio , qu2 nos enseñe; "prudens est, regat nos",
es prudente, que nos gobierne ; "J ustus , est, oret pro
nobis", es piadoso que ruegue por nosotros. Pío
XII es sabio, prudEnte y piadoso.
Alegría experimenta el alma cristiana al some­
terse a su enseñanza, al sentirse por él conducido,
al descansar en la gracia de su piadosa oración.

Así terminábamos el breve estudio biográfico


que sobre S . S . Pío XII publicamos poco después de
su exaltación al supremo Pontificado .
Al comenzar el tercer año de su Pontificado , la
Editorial Sagrado Corazón de Jesús nos ha pedido
completar ese estudio para publicarlo con nuevos
documentos pontificios .
Con agrado y temor emprendemos este trabaj o.
Con agrado , porque nada es más grato al corazón
del sacerdote que estudi ar la verdad que enseñada
desde la cátedra de Pedro es siempre síntesis nueva
y armoniosa de la Eterna verdad; con temor, por­
que ser infiel en reflej ar el pensamiento del Pontí­
fice es grave respons abilidad. Para obviar este in-

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3�

conveniente procuraremos ser lo más objetivos posi­


bles y poco añadir de parte nuestra a los textos
pontificios.
El gozo en el conocimiento de la verdad lo com­
partiremos con nuestros lectores .

El orden social.
.

El orden es paz, es armonía, es la distribución


de las partes p ara producir una unidad orgánica.
En la sociedad actual " todo está lej os de esa
serena tranquilidad con orden que constituye la
p az."
En la sociedad actual no existe orden, porque
las relaciones sociales no se rigen por la j usticia y
la caridad y porque no hay una j usticiera reparti­
ción de los bienes.
Sobre este último punto el Papa con frecuen­
cia insiste ; en su primer diséurso nos habla sobre
este grave mal social.
"¿Cómo p uede tenerse la paz mientras tantos
millares de hombres buscan en vano trabaj o honra­
do , que no solamente mantenga su vida y la de los
suyos, sino que represente, además , una necesaria
y decorosa expansión de las energías complej as de
la naturaleza , cuyo ej ercicio mej ora y honra a la
dignidad de la persona? ¿Quién no ve que de este
modo se forinan n1asas enormes que quedan en la
n1iseria, tanto más exasperante cuanto que contras­
ta con el lujo y las comodidades excesivas de aque­
llos privilegiados que no sienten su deber de ayu':'
dar a los que sufren y que esas masas son víctimas

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PI O _y I I 37

de engañosos espejisn1os, propuestos insidiosamen­


te por pron1ulgadores de teorías destructoras?"
A los católicos de los Estados Unidos les dice: "es
punto fund amental de la cuestión social que los bie­
nes , creados por Dios para todos los hombres, sean
participados equitativamente por todos , según los
principios de la j usticia y de la caridad ; Dios, que
todo lo prove� con designios de suprema bondad,
ha establecido que, para el ejercicio de las virtu­
des y como motivos de méritos , haya en el mundo
ricos y pobres ; pero no quiere que algunos tengan
riquezas exageradas y otros , en cambio , se encuen­
tren en tales estrecheces que les falte lo necesario
para la vida. Sin embargo , buena madre y maestra
de virtudes es la honesta pobreza, que vive con el
trabaj o cotidiano , según el dicho escritura!: " no
me deis (Dios mío) mendicidad y opulencia ; sino
proveedme solamente de lo necesario para mi sus­
tento. "
Como un rnedio de procurar la armonía social,
el Papa propicia, como sus predecesores , la consti­
tución de asociaciones que "informadas por altas
normas de j usticia y caridad e inspirándose en ellas
obren de modo que en la defensa de los intereses
de clases no lesionen los derechos aj enos , conserven
el propósito de concordia y respeten el bien común
de la sociedad.''
Claramente se desprende de lo anterior el de­
recho de los patrones y obreros para unirse en las
dichas asociaciones. Así lo enseña el Papa: ''Siendo
la sociabilidad una necesidad natural del hombre
y �iendo lícito por la unión de las fuerzas promover

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38 11i'!ONSEÑOR FRA NCIS CO VIVE S

todo lo honestamente útil, no se- puede, sin injusti­


cia, negar o menoscabar tanto a los productores, co­
rno a las clases obreras y agrícolas, la libre facul­
tad de unirse en asociaciones que puedan defender
los própios derechos y obtener mejoras tanto en los
bienes del alma como en los del cuerpo, para con­
seguir así un honesto bienestar de vida."
·Pero el alma, el espíritu de toda organización
social clebe ser la justicia.
Nada se obtiene con el acrecentamiento indefi­
nido de la prosperidad material si los espíritus y
los corazones viven en una atmósfera de odio.
" Ojalá -decía en Berlín, en 1 928, el Cardenal
Pacelli- los grandiosos triunfos de la técnica se
hagari acompañar con una comprensión clara y una
justa y pacífica solución de los problem-as socia­
les � . . Ojala este prodigios9 <;lespertar de progreso
humano sea esclarecido pór la noble · luz de la. ver­
dad, por . un valeroso esfuerzo espiritual y moral,
por uh sépfímiento dé j usficia y 'cariqad, principios
·
de uriión y origen qe orden y · pro�peridad:''
·

La:· virtud 9e la j_u st�ci� _'y caríd�q social no son


simples�· �0-ric�ptos teó�icps.
� '"'Lá }?tímer� i'n cll:lye el ej_e rcicíq de otras '\1ir­
tu�es, pues ella CQilSISte en 'orderiár'I al bíen �omún ·

· :

los ·aclos' éktetiofe s·: '


·

"La paz -enseña-' no es solamente · ra )J.Ilme­


diá�a� cs€g ttti d'ad l'"\cie ios' pµeolo ; ' en sus - r�la�ion�s
.,

m�tl.i�§_; : ·esª tá}I.ll¿ien . :.I a" tran'q µilJdad en ef orden"' en


el i'!iteri orrge p ada '"'p ai�;:· E�te orden· 'inter_iQ( re_qúie­
re; totrui e í · mundo lo �a}?e, l� orgqnfzaciÓp._Qe Ja 'yi­
"
da1\.¡5l�ftal T'céJnforme · a ' la , JUStiéia y en !. la �cári-

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.P I O Y. I I
..
39

dad. No basta dar a la in.stitución corporativa una


estructura . j urídica. . . le hace falta un alma, es de­
cir, un espíritu de j usticia y caridad social ." ( A la
Semana social de Angers, 1935 ) .
" El llamado · al amor del prójimo y a la caridad

sincera, generosa y abnegada hasta el sacrificio , re­


suena con apasionada .u nción evangélica en todos
los discursos del Cardenal Pacelli.
Recogemos aquí sólo el eco de algunas ,de las
frases del n1aravilloso discurso, que pronunció en
su carácter de Legado Pontificio , baj o las b_óvedas
de Notre D ame de París, el 1 3 de Julio de 1 937 :
" un amor que sabe comprender, un amor que se sa­
crifica y que, por su sacrificio , soco rre y transfigu­
ra : he ahí la gran necesidad, he ahí el gran deber
d 2 �oy. Sabios progran1as, grandes organizaciones,
tcdo ello eztá n1uy bien ; pero , sobre todo, el traba­
j o esencial es el Cj_Ue debe cumplirse en el fondo de
vosotros mismos, en vuestro espíritu, en vuestro
corazón, en v.u estra conducta."
Pero el ej ercicio de la c aridad nunca debe ha­
cernos olvidar la j usticia . " Si los que han sido favo­
recidos generc s3mente con riquezas deben, movidos
pcr ur:a fácil misericordia, ayudar a los ineneste­
·

rc-sc s, por razcnes aún más graves deben darle lo


j usto . � '
* * *

Orden político.

La p olí tica , tomada en su acepción amplia y fi­


losófica, dice relación con el bien común, el correc­
to de se mpe ño de la misión del gobernante y lo s de­
rechos de la persona hwnana .

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40 J!ONSEÑOR FRA?{C!S C O VIVES

No puede, en consecuencia , ser ella extraña a


la Iglesia que h a recibido de su Divino Fundador ,
el supremo· encargo de enseñar, además de l� ver­
dad dogmática, la verdad moral.
Los derechos de la persona humana y los de
la autoridad social han sido muchas veces defini­
dos por la enseñanza pontificia. Las declaraciones
del Cardenal P acelli sobre este punto merecen con
j usticia figurar al lado de las precisiones doctrina­
les de León XIII y Pío XI.
ws derechos inviolables de la persona humana
y la legítin1a e sfera de acción de los poderes públi­
cos fueron estudiados por el Secretario de E stado
de Pío XI en la carta que dirigió a la Semana so­
cial de Angers.
El hombre al entrar a la sociedad - dice - ­

desenvuelve su personalidad pero no la cambia ni


la pierde. Jamás puede convertirse en instrumento
o medio en manos de la sociedad porque ésta, en úl­
timo análisis no existe para sí misma, sino para los
ciudadanos que l a forman.
Es cierto que el bien privado debe ceder al bien
común c uando aquel es de la misma naturaleza, co­
mo lo enseña Sto . Tomás : Bonum comune potius est
bono prívate si sit ej usdem genesis . (II, II g. 1 52 .
Art . 49 ad . 3 9) . De aquí que se puede y debe limi­
tar hasta cierto punto el bien particular porque este
s acrificio está de sobra compensado por el más gran
bien qne reciben los individuos por el gozo del bien
común. Legum denique idcirco onmes serví sumus
ut liberi esse possimus . (Cicerón ) .
Pero si la sociedad pretendiera rebaj ar la dig-

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PIO XII 41

nidad de persona humana desconociéndole todos o


parte de los derechos que le vienen de Dios faltaría
a su fin y en lugar de edificar, destruiría .
"Si los individuos o las familias entrando en l a
sociedad encontraran en lugar de apoyo, obstáculo,
en lugar de protección una disminución de sus de­
rechos, la socied�d sería de evitar en vez de bus­
carla . " ( León XIII . Rerum NoYarum ) .
Sin duda, determinar en la infinita variedad de
cada caso o circunstancia cuales son los límites pre­
cisos de la autoridad social frente a los individuos
es difícil ; establecer como pueden armonizarse en
concreto la libertad y la autoridad: la j usta sumisión
con la conveniente autonomía , el derecho de aso­
ciación con la intervención de la autoridad social
son problemas que presentan seri as dificultades . ..
Pero los principios luminosos trazados por la
Iglesia indican un camino del cual no se puede apar­
tar sin causar grave daño a la persona humana o
al cuerpo social. "
Al año siguiente este tema fué abordado nue­
vamente en la s iguiente forma :
"Una vez precisada según la sana doctrina la
doble serie de relaciones que existen entre la liber­
tad personal y las libertades civiles , como también
entre las libertades civiles y la organización del
bien común , con mayor seguridad y con medida
más aj usta se podrá pensar en la defensa de estas
mismas libertades civiles que son hoy la causa de
tantas divergencias. Se deberá, ante todo , decir que
el Estado está tanto mej or organizado cuanto la coo­
peración de los ciudadanos al bien común se reali··

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42 Jf Of..� SEÑ OR FRA NCIS CO VIVES'

za con un respeto mayor, con un acrecentamiento·


más intenso de las cuali � ades propias del hombre ;
p uesto que el orden civil no es el de la tiranía y de
la esclavitud, los cuales privan a los miembros del
cuerpo social de _ los derechos propios de la natura­
leza humana, o que regulan su ej ercicio en for�a
tal que ·h acen del ciudadano un simple instrument o
de la autoridad despótica.
Plácenos recordar aquí la sabia observación de
San Gregorio M a gno - una de las voces más autori­
zada de la tradición romana - quien veía en el per­
tenecer a la sociedad civil no una pérdida, sino más
bien un acrecentamiento de libertad: "la diferencia
entre los reyes bárbaros y los emperadores romanos
está en que los reyes bárbaros son maestros de es­
clavos, Domini servo:run1, y que el emperador de los
romanos es maestro de hombres libres, Dominus Li­
berorum ."
Es verdad que puede haber entre el liberalismo
y el absolutismo algunas grad aciones intermedia­
rias en la organización del cuerpo social y en la sis­
tematización de las instituciones por el bien común ;·
entre otras, aquellas que robusteciendo el principio
de aütoridad, no destruyen las libertades individup.­
les . Y es también verdad que toca a quienes gobier­
nan el fij ar lo que se pueda pedir a los miembros co­
mo a los grupos que componen esta sociedad para que·
ella pueda alcanzar su fin. Habrá que proceder en-·
tonces con precaución antes de condenar uno- u otro·
de los regímenes sociales dentro de los cuales se·
despliega la organización del Estado .
Pero no se podrá olvidar j amás que el fin de la

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..

PI O XI I 43

sociedad es el bi�n común, el cual no es, entonces,


extraño al bien de los individuos, quienes deben en­
contrar en el cuerpo socü1l protección y perfeccio­
namientos de las más altas prerrogativas humanas,
de. las que es, precisamnte la primera, la libertad pa­
ra obrar el bien.
C o rresponde a los católicos prestar ante todo
su concurso para resolver la gran dificultad de cbn­
c Íliar el ej ercicio de las libertades sociales con el
orden c 1 vil y el bien común.
Proviene esta difi cultad de qu é la actividad de
lo� ir,.dividuos o de los grupos, si no está fuerte y sa­
biamente disciplinada ,. puede hallarse en contraste
con las de los _otros , p uede dividir las fuerzas comu­
nes, crear motivos de luchas y de desorden. Si el
"
ej ercicio de estas libertades está bien reglamentado ,
no solamente en lo exterior sino también en lo inte­
rior, para servir al bi�n .de todos, esta dificultad es­
tará �Q gran parte resuelto . Y puesto que esta do­
·
ble ta.rea supone mucha_ ge nerosidad Y. una fuerte
dispqsición para servir y para salvar , no cáb� d�da
que �lla es_ particularmente propia de los católi�bs
cüyé:} l�y suprema es la carí_d ad.
_Estén' e_ntonces p reparados a ej ercer todas · 1ás
libertades , a aprovechar todas las posibilid�des de
-
obras que no cesen de d�mostrar qu� el us_o de ! �stas
lit>ertág�s lej os de ser_ aeletéreo , es al contrar:iq, útil
para _el or9e� . . Y venté¡lj Q!?O p ara el pi�n. �Qmún. '.'
- - yeé:!mo's , por fin ,_ el. pensamiento tj.el Pápa -=con_
relación a- la·� misión de lg. Iglesia en _l a -s_o cie cl_aq cfyil . '
- -,� Ciertamente el eentro de la· vida> religiosa no
·está en el orden natural, si_no en la elevación de nues-

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44 JI O?\.SES; OR FRA YCIS C O VI VES'

tro ser a la \'"ida sobrenatural . La religión no tiene·


por obj eto inmediato promover la civilización tem­
poral y la prosperidad ci�,..il, sino hacer renacer al
hombre en Dios y ordenarlo a la vida eterna. Pero
en la medida que nosotros vivimos y obramos en
conformidad con nuestras creencias, aportamos al
servicio de la comunidad nacional y al Estado teso­
ros de energía que nadie puede reemplazar."
De lo dicho se deduce una invitación al amor
que los católicos deben poner en todas las empre­
sas de bien común. El "vos est is luz mundi" de J e­
sucristo dice también relación con la vida pública
y social . El católico debe ser el mej or ciudadano, el
que con más energía defienda los fueros legítimos
de la autoridad y el que rechace también con igual
energía su intromisión indebida en campos que no
son de su competenci a .
De aquí la necesidad de una estrecha colabo­
ración de la Iglesia con el Estado .
En el discurso que pronunció el Cardenal Pa­
celli ante los miembros de la Suprema Corte de Jus­
ticia del Brasil, se expresa sobre esta colaboración
así: "En el ej ercicio de nuestras altas funciones ha­
béis podido constatar que las ordenanzas del legis­
lador no tienen real eficacia sino cuando los ci uda­
danos consideran las. leyes j ustas , no como la expre­
sión arbitraria de la voluntad numérica sino como·
la manifestación de una autoridad que, en último
análisis, se identifica con la Voluntad Divina . Ver­
dad que encuentra su expresión lapidaria en la in­
mortal réplica del Reden:or al magistrado romano

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PIO ){ J I 45

1odavía imbuído en la concepción materialista y po­


s itiva del derecho.
Sobre la j usticia realizada con este espíritu vi­
gila una sanción interior que ninguna fuerza de
coacción externa puede igualar . . .
Esa j usticia establece una armonía perfecta en­
tre la ley eterna de Dios y la real aceptación de la
ley humana.·"
Orden intelectual.

"Es de la palabra viva de la Sabiduría divina


que necesita hoy el mundo más que del pan máte­
rial ' ' ; así escribió S . E . el Cardenal Pacelli a los ca­
tólicos franceses con ocasión de la Semana Social
de Rouen.
En efecto nada más grave para la paz entre los
hombres que la crisis espiritual por que hoy atra­
viesa el mundo .
En la Europa de hoy las profundas diverge n­
cias para j uzgar lo bueno y lo malo , lo j usto y lo in­
j usto hacen imposible el avenimiento .
Nadie ha insistido tanto sobre esta grave situa­
ción como S. S . Pío XII desde el día en que cons­
tituído Maestro de la humanidad se esfuerza en ali­
viar y salvar al mundo mediante el soberano reme­
dio de la verdad .
"Muchos tal vez , - dice en su Encíclica Sum­
mi Pontificatus - al alej arse de la doctrina de Cris­
to no tuvieron pleno conocimiento de que eran en­
gañados por el falso espej ismo de frases brillantes
que proclamaban aquella separación como libera­
c;ión de la servidumbre en que anteriormente estu-

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46

vieran retenidos ; ni preveían las amargas conse­


cuencias del lamentable cambio entre la verdad que·
libra y el error que reduce a esclavitud ; ni pensaban
que renunciando a la ley de Dios, infinitamente sa­
bia y paterna y a la unificadora y ennoblecedora
doctrina de amor de Cristo , se entregaban al arbi­
trio de una prudencia humana pobre y mudable ; ha­
blaban de progreso, cuando retrocedía, de eleva­
ción, cuando se degradaban, de ascensión a la ma­
durez , cuando se esclavizaban ; no percibían la vani­
dad de todo e sfuerzo humano para sustituir la ley
de Cristo por algo que la iguale : " se envanecieron
en sus pensamientos . "
Consecuente con lo anterior el Papa enseña que
el orden se restablecerá cuando los eternos princi- ·
pios de la verdad orienten los espíritus.
" La salvación de los pueblos - dice e:1 la cita­
da Encíclica - no viene de los medios externos, de
la espada , que puede imponer condiciones de paz ,
pero no crea la paz . Las energías que deben reno­
var la faz de la tierra , tienen que proceder del in-­
terior, del espíritu. El orden nuevo del mundo, de
la vida nacional e internacional , una vez que cesen
las amarguras y las crueles luchas actuales, no de-­
b erá en adelante apoyarse sobre la incierta arena
de normas mudables y efímeras, abandonadas al ar-­
bitrio del egoísmo colectivo e individual. Deben más
bien alzarse sobre el fundamento inconcuso , sopre­
la roca inconmovible del derecho natural y de 1a re-­
velación divina. Ahí debe conseguir el legislador
humano el espíritu cie equilibrio , el sentimiento efi­
�az d� 13. respo1� Eabilidad mor�l, sin los que fácil-

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PIO XII 47

mente se traspasan los límites entre el uso legítimo


y el abuso del poder. Unicamente así tendrán sus
.d ecisiones consistencia interna, noble dignidad y
sanción religiosa, y no fluctuarán a merced del
egoísmo y de la p asión. "
E l modernisn:io dogmático o religioso que con­
sideró toda la vida religiosa como el resultado de
diversos estados espiri.t uales sin ningún valor obj e ­
tivo d e verdad ha tenido como lógica consecuencia
en el campo de la filosofía el modernismo moral , j u ­
rídico y social que con clara visión condenó S . S .
Pío XI en su primera Encíclica " Urbi Arcano Dei " .
Este sistema - según S . S . Pío XII no re­-

conoce las leyes inmutables de lo recto y de lo j us­


to como norma suprema de lo verdadero y de lo fal­
so, de lo bueno y de lo malo , sino que pretende esta­
blecerla en la mudable utilidad de cada hon1bre,
de los estamentos civiles de la repúb] j ca y de la
raza; a este modernismo, decimos, vosotros, con co ­
razón sereno , como conviene a pregoneros del Evan­
gelio, debéis oponer las verdades perfectas y a bso-
1 u tas , que han salido de Dios, de las cuales manan
necesariamente los primeros deberes y derechos de
las personas , de la vida doméstica y públ ica, y sin
las cuales no pueden subsistir la dignidad y la fe­
licidad de la sociedad civil . ( Discurso a los Semina­
ristas de Roma ) .
Por eso "los que trabaj an en el apostolado de la
difusión de la verdad trabaj an en el mej or Apos­
tolado. "

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48 .Ll!Ol\�SEJ\; OR FRA �V CIS CO VIV E�

Orden in ternacionaL

Los hombres que piensan anhelan una solución


para los problemas internacionales. La mente hu·
mana se resiste a creer que en la vida de los pue­
blos, periódicamente, los nombres tengan que ma­
tarse unos a otros.
Es necesario en consecuencia, ponerse de acuer­
do sobre principios que aceptados por los hombres
de buena voluntad preparen los · caminos de la paz.
Tal ha sido la misión que se ha impuesto para
sí S . S . Pío XI I .
En su Encíclica "Sumni Pontificatus" y en lo�
discursos de Navidad ha enunciado, con clara com­
prensión, las normas para una sólida concordia in­
ternacional.
Dichos principios los reproducimos a continua­
ción, sin otro comentario de parte nuestra que el
subrayar lo que estimamos de mayor importancia.
El 24 de Diciembre de 1 93 9 señaló con absoluta
precisión las cinco condiciones para una paz j usta.
Dicen así : Primero. Para concertar una paz ho­
norable es condición in dispensable garantizar a to­
das las naciones la posibilidad de vivir en paz , sean
ellas grandes o pequeñas. La vida de ninguna na ción
y sus problemas habrán de significar una sentencia
de muerte p ar a otra. Si esa igualdad de derechos
llega a ser destruída, lesionada o amenazada, el or­
den jurídico exige una reparación cuya medida y
extensión no se podrán determinar por la espada o
por el juicio arbitrario y egoísta, sino por los dicta­
do� de la justicia y la equidad recíprocas.

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P I O ){ J I 49

Segundo . El orden restablecido de este modo ha


de ser tranquilo y duradero , basado en los principios
c ardinales de la paz verdadera. Las naciones deben
ser liberadas de la pesada esclavitud de los arma­
mentos y del peligro de que las fuerzas materiales
en lugar de servirles para la protección de sus dere­
chos, se conviertan en tiranos que los violen. La con- •

c ertación de una paz que no atribuya una importan-


cia fundamental al desarme, aceptado mutua, orgá­
nica y progresivan1ente, en letra y espíritu, y que
no se preocupe de cumplirlos con lealtad, revelaría,
tarde o temprano, su in�onsistencia y falta de ·vi­
talidad.
Tercero . En cualquiera reorganización de la ve­
cindad internacional, to das las partes interesadas
deben deducir consecuencias de las fallas y defi­
ciencia del pasado , consultan do así el máximo de la
sabiduría humana. Y al crear o reconstruir institu­
ciones internacio nales, con misión tan difícil como
elevada y de serias responsabilidades, deben tomar­
se nota de las prácticas del pasado que determina­
ron el funcionam iento deficiente de iniciativas an­
teriores similares.
Cuarto . Un punto que ha de atraer particular
atención, si es que desea un mej or aj uste en Europa,
se refiere a las necesidades reales y exigencias jus­
tas de las naciones y pueblos, así como de las mino­
rías étnicas ; exigencias que si no son siempre sufi­
cientes para constituir un derecho propiamente di­
cho , merecen al menos un examen benévolo para re­
solverlas pacíficamente, y hasta si fuere necesario
una revisión completa de los tratados, si es que se

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50 1lI01YSE:VOR FRANCIS CO VIVE S

reconocen o confirman tratados u otros instrumen­


tos j urídicos que se opongan a estas exigencias. 1Jna
vez obtenido de este modo el verdadero equilibrio
entre las naciones, y alcanzadas las bases de la con­
fianza mutua, debe ser eliminado todo incentivo a
la violencia.
Quinto. Pero aún cuando se establezca un orden
mej or y más completo, éste será imperfecto y con­
denado al fracaso final si es que quienes guían los
destinos de los pueblos, y los pueblos mismos, no
son poseídos por ese espíritu que es el único capaz
de dar vida, autoridad y obligatoriedad a . la letra
muerta del articulado de los acuerdos internaciona­
les ; por este sentido de íntima responsabilidad que
mide y pesa los estatutos humanos de acuerdo con
las inconmovibles y santas reglas de la ley divina ;
por esa sed de j usticia proclam ada en el Sermón
d e la Montaña , y que tiene como base directa la pré­
dica de la moral y la j usticia; por ese amor univer­
sal que es compendio y protección del i deal cristiano
y que, por consiguiente , tiende un puente hacia
aquellos que no poseen el beneficio de participar de
núestra fe . "
Cerca de un año después los j efes de las Igle­
sias protestantes de Inglaterra dieron su plena apro­
bación a los cinco puntos del Papa y enunciaron
otros c ir}CO puntos básicos que fueron también sus­
critos por el Arzobispo de Westminster.
El cable en aquellos días resumió la iniciativa
papal en esta forma:
Los cinco puntos que habían sido puestos a con-

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PIO XII 51

sidera.ción del Colegio de Cardenales la víspera de


N a\ridad el añq pasado so:1 :
Primero . E l derecho de todas las naciones a una
existencia independiente .
Segundo . El desarme.
Tercero . La creación de una institución j urídi­
ca para garantizarlo y, cuando sea necesario , revi­
sarlo , según acuerdos internacionales.
Cuarto . Aj uste de las demandas fundadas de las
naciones, poblaciones y minorías.
Quinto . Los pueblos y sus dirigentes deben ins­
pirarse en el amor universal.
A estos cinco principios básicos, añade la car­
ta en referencia otros cinco :
Primero . La abolición de la extrema desigual­
dad económica.
Segundo . E ducación igual e iguales oportunida­
des para todas las creaturas .
Tercero . La familia, como unidad social, debe
ser salvaguardada .
Cuarto . Debe ser restablecido el sentimiento · de
la vocación divina en la labor diaria del hombre.
Quinto . Los recursos de la tierra deberían ser
usados por toda la raza humana.
Al terminar el año 1 940 S . S. enunció otros cin­
co puntos ; esta vez insistió principalmente sobre
el espíritu de l a paz .
En la parte pertinente de su discurso dij u así:
"Pero los requisitos indispensables para ese
nuevo orden son :
Primero . El triunfo sobre el odio, que es hoy
la causa de división entre los pueblos ; por consi-

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52 JI Ol\rSEÑOR FRANCIS C O VIVES

guiente, renunciación a los sistemas y prácticas de


los que ese odio recibe alimento copstante . De he­
cho , ciertas formas de propaganda desenfrenada que
no vacila en alterar la verdad, mantiene día a día
y hora por hora a la opinión pública de las naciones
enemigas en una 1 uz falsificada y ofensiva . Pero
cualquiera que de verdad ansíe el bienestar del pue­
blo , que desee cooperar a preservar de un daño mo­
ral y espiritual incalculable las bases de la futura
colaboración de los pueblos , estimará que es un de­
ber sagrado y una misión noble no permitir que se
pierdan del pensamiento y sentimiento de los hon1-
bres, los ideales naturales de la verdad , de la j us­
ticia, de la cortesía, de la cooperación en hacer bien ,
y sobre todo el ideal sobrenatural y sublime del
amo r fraterno traído al mundo por Jesucristo .
Segundo . El triunfo sobre la desconfianza, que
ej erce una influencia deprimente en el derecho in­
ternacional y hace imposible realizar ningún acuer­
do sincero ; por consiguiente , vuelta al principio ; fe ,
he:rmana incorrupta de la j usticia ( Horacio-Odas-
2 4-VI- 7 ) ; vuelta a esa fidelidad en la observancia de
los pactos sin la cual les es imposible a las naciones
vivir j untas a salvo , especialmente cuando existen
n a ciones. ,poderosas y débiles una j unto a otras .
Los cimientos - dij o la antigua sabiduría roma­
na - los cimientos de la j usticia son la fe , esto es,
constancia y sinceridad en lo que hemos dicho y con­
venido . ( Cicerón. De Officies 1 -7-23 ) .
Tercero . Triunfo sobre el principio congoj oso de
que la utilidad es la ley básica de los derechos y de
que la fuerza hace el derecho ; principio que deter-

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P I O X I I 53

inina que las relaciones internacionales funcionen


en detrimento de aquellas naciones, que a causa de
su lealtad tradicional a los métodos pacíficos, a su
menor capacidad para la guerra, no quieren o no
pueden luchar con las demás ; vuelta por consiguien­
te a una moralidad seria y profunda en las normas
que regulan las relaciones entre las naciones ; esto
evidentemente no excluye el derecho de buscar lo
que es a la vez legal y útil, ni excluye tampoco el
derecho con razón y, de acuerdo con la fuerza de la
ley, defender los derechos pacíficos atacados violen­
tamente o reparar el daño que se hubiere hecho con­
tra los mismos.
Cuarto . Triunfo sobre los gérmenes de conflic­
to que consisten en una diferencia demasiado es­
tridente en el campo de la economía mundial . Po��
consiguiente, acción progresiva , equilibrada por las
garantías correspondientes, para llegar a un acuer­
do que le dé a cada Estado los medios necesarios
para asegurar un standard de vida adecuado a sus
ciudadanos de todas las clases .
Quinto. Triunfo sobre el espíritu de frío egoís­
mo que fácilmente conduce no sólo a la violación.
del honor y la soberanía de los e stados , sino tam­
bién llega a obrar contra la j usta y disciplinada li­
bertad de los ciudadanos. Debe ser suplantado por
una �olidaridad sincera en lo j urídico y económico ,
una colaboración fraternal, de acuerdo con los pre­
ceptos de la Ley Divina, entre los pueblos seguros
de su autonomía e independencia . Mientras el es­
truendo de las armas continúe en la dura realidad
de esta guerra, h abrá pocas esperanzas de que se

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54 ,_lfOJ'.,.,SEÑOR PRA.PlCISCO VIVES

realicen acto s definidos, en el sentido de l a restau­


ración tje esos derechos moralmente y j urídicamen­
te prescriptibles .
Pero _sí convendrá desear que desde ahora esta
declaración de principio en favor de su recono ci ­
miento , pueda calmar la agitación y el rencor d2
tantos que sienten araenazada o herida su existen­
cia misma, o el libre desenvolvimiento de sus acti­
vidades .
T'{ os resta todavía para presentar en forma com­
pleta el pensamiento internacional de S. S. Pío XII
recordar los principios fundamentales del orden in­
ternaci onal enunciados en la Encíclica " Summi Pon­
tificatus"
L..t primera afirmación del . Papa dice relación
con 1 � sociedad natural de las Naciones ; la vida in­
tern acional no la concibe la mente cristiana como
la lucha de todos contra todos, sino como la unión
de los pueblos que constituyen· la gran familia de
Dios .
"De hecho - dice Pío XII-, aunque el género
humano , por disposición del orden natural estable­
cid o por Dios, está dividido en grupos sociales, na­
cir ·� es y Estados independientes los unos de los otros
en que respecta al modo de organizar y dirig i r
s u ida interna, todavía está ligado con mutuos
vír 1 u los morales y j urídicos en una grande comuni­
d2 ' 1e pretende el bien de todos los pueblos y está
res· da por especiales leyes que protegen su un1-
<lL' , promueven su prosperidad.

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PI O XII 35

" P orq ue es i nd i spens ab le - continúa el Roma­


no P o ntífi ce - para la · existencia de c o ntact o s ar­
mó:1ic o s y durables y de relaciones f r uctu os as que
los pu e bl o s reconozcan y observen aq u e ll o s princi­
pios de d e r ech o natural internacional que r egul an
s u desenvolvimiento y fu !l ci on am ient o normal . Ta­

les pri�1·c ipios exigen el r e s peto de l o s derechos que


se :¡_ efiere!l a la indepe n dencia, a la vi da y a la po­
..

si t ilidad de un desel1volvimiento progresivo en el


c ::.::: i:io de l& ci vilizQciÓ!l ; exigen, a demá s , la fid�li­
.dad a los pactos e s t i pul a d o s y s a n ci o n a d o s conforrr:e
a l:i.. s norrn.J.s del derecho de gentes . "

E2pite así e l Pap a el tradicional pensamie!lto


cristi:ir. o que enu:lciado en el siglo XVII por Suá­
rez ho�vy con10 �y2r ti en e valer de actualidad.

Corclario de lo an�erio r y lógi c a consecuenc i a


es In fra te r n id a d hurnana .
El género humano e s uno y esta unidad l'.'esplan­
dece y la conte:nplaE"l03 Cll la unidud de naturaleza
que consta igualmente en t o d o s los homb: ; de
cueri: o inaterial y cie alma espiritual e in mo rtal ; en .
1 a unidad del fin i nm e d i a to y de su misión en el
nu� C:c ; en la uni dad de habit.ación, l a ti erra, de cu­
yos cienes todos los hombres pueden servirse por
d e r e ch o natural, para s u stentar y desarrollar la vi­
da; en la unidad del fin sobrenatural, que es Dios
misn:o , al Cual todos deben tender; en la uni d a d d·�
los rn e d i o s para c o n segu i r tal fin."
A l a luz de esta unidad, d e d ere cho y d e hecho,
l a hu��anidacl entera , no se nos presentan los ind i vi ­
duos desligad os entre sí cerno granos de arena, �ino

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56 AIOI'lSEÑOR FRAJ1lCISCO VIVES

por el contrario unidos por relaciones orgánicas,_ al" ­


mónicas y mutuas, diversas según que varían los
tien1pos, por hnpulso natural y destino interno.
Y los p ueblos en su desarrollo y en sus diferen­
cias conforme a las condiciones de vida y de cultura,
no están destinados a romper la unidad del género
h umano, sino a enriquecerlo y embellecerlo con l a
comunicación de sus peculiares dotes , y con el recí­
proco intercambio de bienes que puede ser, a la vez ,
posible y eficaz únicamente c uando el amor mutuo
y la caridad sen ti da vivamente unen a todos los hi­
j os del mismo Padre y a todos los redimidos por l:i
misma sangre divina . "
El enemigo por excelencia de la fraternidad hu­
mana es el E stado con poderes ilimitados.
La misión del Estado y las limitaciones que 2n
orden interno e internacional tiene las señala el
P apa.
"De hecho, l a soberanía civil la ha establecido el
Creador ( como sabiamente enseña nuestro gran
Predecesor León· XIII en la Encíclica ' ' Inmorta 1 e
Dei ) p ara que regulase la vida social según l as pres­
crip ciones del orden inmutable en sus p1·incipios
universales, •hiciese más factible a la persona huma­
na, en el orden temporal, la consecución de la per­
fección física, intelectual y moral , y la ayudase a
conseguir el fin sobrenatural.
Es, por tanto , noble prerrogativa y misión del
Estado , inspeccionar, ayudar y ordenar las activida­
des privadas e i ndividuales de la vida nacional , para
hacerlas converger armónicamente al bien común ;
el cual no p uede determinarse por concepciones a r-

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PI O }( J I 57

bitrarias, ni recibir su norma, en primer término, de


la prosperidad material de la sociedad ; sino, más
bien, del desenvolvimiento armónico y de la perfe c­
ción natural del hombre, p ara la que el Creador ha
destinado la so ciedad como medio.
Considerar el Estado como fin al que debe
subordinarse y dirigirse todo , podría tener nada
más que consecuencias nocivas para la prosperidad
verdadera y estable de las naciones . Y esto , sea que
este dominio ilimitado se atribuye al Estado como
mandatario de la nación, del pueblo, o sólo de una
clase social ; sea que lo reclame el Estado como ab ­
soluto señor, independiente de todo mandato . "
"La concepción que atribuye al Estado una au­
toridad casi infinita no sólo es, Venerables Herma­
nos, un error pernicioso a la vida interna de las na­
ciones, a su prosperidad y al creciente y ordenado
incremento de su bienestar ; sino que además causa
daños a las relaciones entre los pueblos, porque rom­
pe la unidad de la sociedad sobrenacional , quita su
fundamento y valor al derecho de gentes , conduce
a la violación de los derechos de los demás y hace
difícil la inteligencia y la convivencia pacífica .
D e hecho , aunque el género humano, por dis­
posición del · orden natural establecido por Dios , está
dividido en grupos sociales, naciones o Estados, in­
dependientes los unos de los otros en los que respec­
ta al modo de organizar y dirigir su vida interna ;
todavía está ligado con mutuos vínculos morales y
j urídicos en lt11a grande comunidad que pretende el
bien de todos los pueblos y está regulada por, espe-

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58 }�tONSEÑOR FRANCIS CO l/I VES

ciales leyes que protegen su unidad y promueven s u


prosperidad .
Ahora bien, no hay quien no ve a que esa su­
puesta autonomía absoluta del Estado est'á en abier­
ta contradicción con esta ley inmanente y natural,
más aún, la niega radicalmente, dej ando a merced
de la voluntad de los gobernantes la estabilidad de
un�ón verdadera y de colaboración fecunda en or­
den a los intereses generales . "
Por fin , fiel a l pensamiento de Jesucristo que
abominó de la espada el Papa cree "que ia salva­
ción de los pueblos no viene de los medios externos,
de la espada, que puede imponer condiciones de paz,
p ero no crea la paz . "

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DO CUME NTOS PO NTt FI C I OS

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ALOC UCION P OR LA PAZ E L D Ol\I INGO D E
PASCUA D E 1939.

' ' Puesto que la solemnidad de este día nos reserva


también la alegría de dirigir nuestros saludos paternales
a vosotros, el senado de la Iglesia ; a vosotros, los dignos
representantes del Episcopado, de los prelados romanos,
del Clero y de las órdenes religiosas ; y a todos vosotros,
amados hijos, cuya devoc ión ha llena do este inmenso
templo, no podemos hacer cosa m ejor que empezar nues­
tra alocución repit iendo la palabra sublime del D ivino
11aestro, que, levantado gloriosamente de la tumba en
este mismo día, dijo a ?US apóstoles : "La paz sea con
vosot ros. "
' · Es un saludo y un augurio de paz, previsto desde
siglos antes de su venida como príncipe de la paz. Su na­
cimiento fué acompañado por la nota angelical del
" j Gloria a Dios en las alturas y paz en la tierra a los
hombres de buena volunta d ! " El Divino Redentor, según
la bella imagen del apóstol Pablo, era heraldo y mensa­
jero de la paz.
"Predicaba la paz. No una paz sin conflicto ni bata­
lla, sino una paz conquistada por medio de la lucha ad­
mirable entre la vida y la muerte ; paz que era fruto de
victoria, ganada a costa de la sangre, puesto que El ha­
bía pac ificado el c ielo y la ·· tierra con la sangre de su
Cruz.
" Con buenas razones, por consiguiente, San Pablo
no solamente repite a menudo la consoladora invocación
" Dioc: de la paz, Señor de la paz. " Y no solamente lo
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62 D O C U.1.lfENTOS PONTIFICIOS

invoca así, sino que, haciéndose a su vez eco de la voz


del profeta, señala a Jesús como a nuestra paz: " ¡ Es
nuestra paz ! "
" Estas consideraciones nos han parecido especial­
mente útiles para alegrar y reanimar los espíritus, mien­
tras la paz es tan proclamada, deseada e invocada por
todos. La paz, en efecto -lo decimos con San Agustín-,
es un bien tan grande que nada puede ser más bienvenido
para nuestros oídos, nada más digno de ser deseado,.
nada más va lioso.
"Pero, desdichadamente, en ninguna época quizá co­
mo en los días que vivimos podrán aplicarse las palabras
d el profeta con tanta exactitu d : " Clamaban por la paz,
y no había paz. " En verdad, si volvemos la mirada en
torno , vemos un triste espectáculo. Hay en el mundo un
sentin1iento de agitación y descontento, un temible pre­
s 3.gio de mayores males parece reinar en muchas regio­
nes ; los espíritus son presa de la ansiedad y el desalien­
to, casi como si todos estuvieran en vísperas de ¡:eJ­
res días . ' '
" Todo esto está lejos de esa serenJ. " tranquilidad
con orden" que constituye la verdader.1 paz. Y ¿cómo pue­
de tenerse una profunda y verdadera paz mientras hasta
103 hiios de una m isma tierra se olvidan con frecuencia
.,

de su común origen y patria común, y están profunda­


n1ente d ivididos por destrozos y luchas implacables en­
tre p artidos e intereses? ¿Có1no puede tenerse la paz
mientras tantos millares de hombres buscan en vano tra­
b3.jo honrado, que no solamente mantenga su vida y la
de les suyos, s ino que represente, además, una necesa­
ria y decorosa expansión de las energías complejas de
la naturaleza, cuyo ejercicio mejora y honra a la d�gnidad
de la personG ? ¿Quién no ve que de este n1odo se for­
rnan masas enormes que quedan en la miseria, tanto más
e:{aspera nte cuanto que contrasta con el lujo y las co­
modida des excesivas de aquellos privilegiados que no
sienten su deber de ayudar a los que su fren, y que esas
m <l c 0 s son víctimas de enga ñosos espej i smos, propues­
tos insidiosamente por promu lgadores de teorías destruc-

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PI O XII 63

toras? ¿ Cómo puede tenerse paz s i, desgraciadamente,


hasta entre las naciones hay a menudo la falta de com­
prensión n1utua, que es la única que puede alentar e im­
pulsar a los pueblos a lo largo de los caminos luminosos
del progreso civilizado, mientras los pactos solemnemen­
te sanc ionados y la palabra empeñada han perdido esa
.seguridad y valor que son base indispensable • de la con­
fianza recíproca y sin los cuales el desarme material y
moral, ardientemente deseado, se vuelve cada día menos
realizable?
" Frente a tempestades tan peligrosas, exhortam os
vehementemente a todos a volver al Rey de la Paz, al
R.esucitado, de cuyos labios o ímos las consoladoras pa­
labras : " La Paz sea con vosotros." El nos dará, co·m o
ha prometido, la paz, su paz, esa que el mundo no puede
dar, esa que es la que calmará la inquietud y disipará
todo temor : "Os dejo la paz; os doy mi paz. No dejéis
que vuestro corazón se conturbe, ni que tenga m iedo . "
" Pero puesto que l a paz externa no puede ser sino
un reflejo de la paz interior, es necesario, ante N.Q.o,
pensar en la paz de conciencia. Procurar la, si no se br
tiene ; guardarla y cultivarla, si se la tiene.
"En verdad, no sin profunda razón el Señor J esu­
cristo, en este mismo día, en su primera aparición ante
los apóstoles, quiso añadir al saludo de paz, el inestima­
ble don de la paz, el sacramento de la confesión, con el
fin de que en el mismo día de su gloriosa resurrección
naciera esa saludable institución que devuelve a los es­
píritus la gracia y el triunfo de la vida sobre la muerte.
" Hacia esa . fuente inagotable de perdón y de paz,
en los santos días de Pascua, la Iglesia llama a sus h i­
jos con paternal insistencia. Si todos aceptaran la mo­
rosa intitación, se produciría un largo y floreciente es­
plendor de nueva vida en Cristo, con inefable gozo de
esa dulc ísima paz que da al a lma el dom inio sobre las
pasiones, en amante y perfecta obediencia al Señor.
" ¿Queréis, que vuestra alma domine a vuestras pasiones?
" Sometedla a Aquél que está en lo alto y venceréis a

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64 D O C U.J!ENTOS PONTIFICIOS

" todo lo que está aquí debajo. Y la paz será en vosotros,


"verdadera, segura, ordenadísima. "
" ¿Cu á l es el orden d e esta paz? Dios manda á l es­
p íritu y el espíritu al cuerpo. Nada más ordenado.
" Y así como no puede haber paz sin orden, tam­
poco puede haber orden sin justicia . La justicia exige
que la autprida d legítimamente constituída sea respetada
y obedecida por sus súbditos; que se hagan prudente­
mente las leyes para el bien co1nún y sean observadas
conscienremente por todos. La justicia requiere que los
derechos sagrados de la libertad y la dignidad humana
sean reconocidos y guardados ; que esos bienes y esas
riquezas que Dios ha esparcido en el mundo para bene­
ficio de sus h ijos, sean convenientemente distribuídos.
La justicia significa que la acción saludable de la Igle­
sia de Cristo, enseñanza infalible de la verdad, fuente
inagotable de la vida para el alma, no sufra oposición
ni trabas. Cuando las armas de la violencia reemplazan
al cetro de la justicia , nadie tiene que asombrarse de que
aparezcan en el horizonte los tristes relámpagos de la
guerra , en lugar de la anhelada aurora de la paz.
" Pero si es m isión de la justicia establecer y con­
servar las leyes de ese orden, que es la base irremplaza­
ble de ] a verdadera paz, no es suficiente, sin embargo ,
para vencer por s í sola e l obstáculo que demasiado a
menudo se opone a su aplicación. Si la caridad no se·
une en fraternal armonía con la estricta y fría justicia,
el oído se vuelve sordo de esa equida. d, con cuya aplica­
ción prudente y voluntaria puede encontrarse la solución
razonable y vita l aun en las controversias más acalo-·
ra das.
"Y cuando decimos caridad nos referimos a la ca­
ridad generosa y fecunda de Jesucristo. Esa cari<)ad que
le llevó a morir por nosotros : "Que me ama y se ha
entregado por mí" ; esa caridad que " nos oprime" y
hace que "también los que viven no puedan ya vivir en
"sí mismos sino en Aqu él, que murió por ellos y se le­
"vantó de entre los muertos" ; esa caridad que le im­
pulsó a tomar la forma de hombre para que todos pu-

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P IO XII 65

diéramos ser hermanos en El, el primer Nacido ; todos


h ijos del mismo D ios, heredero del Reino de Dios, lla­
mados a gozar la misma vida eterna.
" Si los hombres vuelven a probar la dulzura de ese
amor y descansan en él, el sol ra diante de la paz se le­
vantará por fin en el mundo. E l razonami ento tranquilo
reemplazará a la cólera provocativa ; la colaboración
cordial a la riva lidad desordenada ; la comprensión re­
c íproca al odio ; la serenidad del alma a la peligrosa in­
c itación de las pasiones. Habrá un retorno al camino de
la comprensión amistosa, en que los intereses justos de
·
todos serán pesados con apreciación equitativa y bon­
dadosa ; en que los sacrificios solicitados para el mayor
b ien de la familia humana no serán eludidos ; en que· la
buena voluntad y la lealta d ej emplar a la palabra em­
peñada reinarán supremas .
"Para que éstos, nuestros ardentísi mos deseos pue­
dan cumplirse, no podemos dejar de renovar a los indi­
viduos, a los pueblos y a los gobiernos nuestro ferviente
l lamam i ento por la paz, la paz con justicia y caridad,
que deseamos que viniera p�ra todos los hombres en
cuanto asumimos el pontifica do supremo.
" Pero por enc ima de todo, alzamos nuestros brazos
y contemplamos el cielo, al Rey de Reyes y Señor de
Señores, elevando en súplica nuestras oraciones al Se­
ñor, como la liturgia de la misa de hoy las pone en nues­
tros . labios.
" ¡ Op , Señor! Tú, que en estos días invitas, por la
voz de tu Iglesia, a todos tus hijos a acercarse a los san­
tos mi�terios para participar de tu carne y beber tu san­
gre. Tú quisiste que todos ellos recibieran por m edio
de tus sacramentos el don inestimable de tu amor por
'
.
nosotros, signo y lazo de amor que nos une a Ti y que
nos hace hermanos.
" Y así, ¡ oh, Señor! , danos e inspira en tus hijos el
espíritu de tu amor, y con tu bondad únenos en concor­
dia a todos nosotros, a quienes has alimentado con el
sacramento de Pascua."

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EN CICLICA
SUMMI PO NTI FI C F\TU S

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P IO PAPA XII.

VENERABLES H ERMANOS
SA.LUD Y BEND ICION APOSTOL ICA

A los venerables hermanos y


Patriarc as, Prima dos, Arzobis­
pos,_ Obispos y demás ordina­
rios en paz y comunión con la
sede apostólica.

I N T R o D u c c I o N.

1 ) El arcano designio del Señor Nos ha confiado,


sin algún merecimiento Nuestro, la a ltísima dignidad y
las gravísi mas preocupaciones del Pontificado Supremo,
precisamente el año en que recurre el cuadragésimo ani­
versario de la consagración del género humano al Sacra­
tísimo Corazón del Redentor, que Nuestro inmortal pre­
decesor León XIII intimó al orbe, al declinar el pasado
siglo, en los umbrales del Año Santo.
¡ Con qué júbilo, emoción e íntima aprobación acogi­
mos entonces como mensaje celeste la Encíclima Annum
Sacrum, precisamente cuando nove l sacerdote habíamos
podido recitar: Introibo ad altare Dei! ( Salm. , 42, 4 ) .
Y ¡ con qué ardiente entusiasmo unimos Nuestro corazón
a los pensamientos y a las intenciones que animaban y
guiaban aquel acto verdaderamente providencial de un
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70 D O C U11fE�TTQS PONTIFICIOS

Pont ífice que, con tan profunda agudeza, conocía las- ne­
cesidades y las llagas manifiesta y ocultas de su tiempo !
;. Cómo, pues, no sentiremos hoy profundo reconocimien­
to a la Providencia que ha querido hacer <;oincidir Nues­
tro primer año de Pontificado con un recuerdo tan im­
portante y querido de Nuestro primer año de sacerdocio ;
·
cómo no acoger con júbilo tal coyuntura para hacer del
cu lto al Rey de reyes y Señor de los señores ( 1 Tim . , 6,
15 ; Apoc., 19, 6) como la ple,saria del introito de este
Nuestro Pontificado, con el espíritu de �Juestro inolvida­
ble Pre decesor, y para fie l actuación de sus intenciones?
;. Cómo no hacer de él el alfa y el omega de Nuestra vo­
luntad, de Nuestra esperanza, de Nuestra enseñanza y
de Nuestra actividad, de Nuestra paciencia y de Nues­
tros su frimientos, consagrados todos ellos a la difusión
del re ino de Cristo?
2 ) Si contemplamos b ajo el aspecto de la eternida d :
sub specie aeternitatis, los acontecimientos externos, y
el íntimo desenvolvimiento de los últimos cuarenta a ños,
y medimos sus grandezas y deficiencias, aque lla consa­
gración universal a Cristo-Rey se manifiesta cada vez
más a Nuestro esp íritu en el significado sagrado, en e l
simbolismo exhortador, e n el intento d e purificación y
de elevación, de robu stecimiento y de defensa de las al­
mas, y al mismo tiempo, en la previsora sab iduría, que
m ira a curar y ennoblecer toda hu mana sociedad y pro­
mover el verdadero bien. Cada vez con n1ás claridad se
nos reve la como mensaje de exhortación y de grac ia de
D ios, no sólo para su Iglesia, s ino aun para un mundo,
tan necesitado de estímulo y de gu ía, que su mergido en
el culto de lo presente, se extraviaba cada vez más, y se
agotaba en la fría rebusca de idea les terrenos ; mensaje
a una human idad que en escuadrones cada vez más nu­
tridos, se alejaba de la fe en Cristo, y más aún, del re­
conocimiento y de la observancia de su ley ; mensaje
contra una concepc ión del inundo para l q que la doc­
trina de amor y de renunc ia del Sermón de la Montaña ,
y la divina acc ión de amor de la Cruz, eran escándalo
y locura. Como un día el Precursor del S eñor a los que

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P1O .\" 1 I 71

le preguntaban con deseo de instruirse, proclamaba : He


aquí el Cor dero de Dios (S. Juan, 1 , 29 ) , para p revenir­
les que el deseado de los pueblos (Ag., 2, 8 ) , si bien
todavía desconocido, moraba en medio de ellos ; de la
misma manera, el representante de Cristo, con aquel
poderoso grito de conjuro : He ahí vuestro Rey (S. Juan,
19, 1 4 ) , se dirigía a los renegados, a los du dosos, a los
i ndecisos, a los fl�ctuantes, que o se negaban a seguir
a l Redentor glorioso, viviente y operante siempre en su
i�lesia, o lo seguían con descuido y flojedad.
De la difusión y del arraigo del culto del Divino
Corazón del Redentor, que encontró su espléndida co­
rona, . no sól o en la consa gración del género hum�no,
a l declin::ir del p asJ.d0 siglo, sino �-�n en la introducción
de la fiestá de la Realeza de Cristo por nuestro inme­
diato predecesor de fe liz memoria, han brotado inefa­
bles bienes para un sinnúmero de a lmas: in1 p etuoso r ío
nlegra l a c!.adad de Dios (Salm. , 45, 5 ) . ¿Qué época ne­
cesitó inás que la nuestra de tales bienes? ¿Qué época
sufrió el tormento del \'"acío espiritual, de profunda in­
digencia interior más que la nuestra, a pesar de toda
clase de progresos en el orden técnico y puramente ci­
Yil? ¿ :\o se le puede, quizás, ap licar la palabra revela­
dora del Apoca lipsis: D ices, rico soy, y op ulento y de na­
da n e cesito ; ¿y no sabes que eres m ísero y mis erable y
p n bre y ciego y d�snu do? (Ap oc., 3, 1 7 ) .
3 ) ¡ ·venerab les hermanos ! ¿Cabe obligación mayor
y más urgente que la de evangeli zar las inconmensura­
bles rique zas de Crfoto (Efes. , 3, 8 ) a los hombres de
nuestra época ? ¿ Cabe cosa más noble que desp legar a l
viento las b anderas del Re y ante los que siguieron y si­
guen banderas fa laces, y reconquistar para el victorioso
estandarte de la Cruz a los que lo han abandonado? ¿Qué
corazón no debería arder y sentirse empujado a pres­
tar su ayu da, a la vista de tantos hermanos y herma­
nas que, por errores, pasiones, instigaciones y prejui­
cios, se han alej a do de la fe en el verdadero D ios, y
se han separado del a legre y salvador mensaj e de J e­
sucristo? Quien pertenece a la milicia de Cristo, sea

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72 D O C U1l!ENTOS PONTIFICI O S

eclesiástico o seglar, ¿no debería sentirse espoleado e


incitado a mayor vigilancia, a defensa más decidida,
'
cuando ve crecer, cada vez más, lo s escll:adrones de los
enemigos de Cristo, cuando se da cuenta que los porta­
voces de tales tendencias, renegando, o despreocupándo­
se en la práctica, de las verdades vivificadoras y de los
valores encerrados en la fe en D ios y en Cristo, rompen
sacrílegamente las tablas de los mandamientos de Dios,
para sustituirlas con tablas y normas de las que está des­
terrada la sustancia ética de la reve lación del Sinaí, el
espíritu del Sermón de la Montaña y de la Cruz? ¿Quién
podrá mirar sin profundo dolor, cómo semejantes des­
viaciones preparan una trágica cosecha en los que, en
días de ca l ma y de seguridad se agrupaban entre los se­
c uaces de Cristo, pero que desgraciadamente, cristianos
más de nombre que de hecho, en la hora que es inenes­
ter perseverar, luchar, sufrir, hacer frente a las perse­
cuciones ocultas o descubiertas, sucumben víctimas de
la pusilanimidad, de la debilidad, de la incertidun1bre, y
aterrorizados ante los sacrificios impuestos por su profe­
sión cristiana, no encuentran fuerza para beber el ama r­
go cáliz de los fieles de Cristo?
4) En estas condiciones de ti e mpo y de espíritu,
Venera bles Hermanos, la inminente fiesta de Cristo-Rey
( para la cual os llegará esta Nuestra primera Encíclica )
sea día de g rac ia y de profunda renovación y despertar
en el espír íl u del reino de Cristo. Sea día en el que la
consagración del género humano al Corazón Divino, que
debe celebrarse en modo particularmente solemne, reúna
junto al trono del Eterno Rey los fieles de todos los pue­
b los y de todas las naciones en a doración y en repara­
c ión, para renovar!� a El y a su ley de verda d y d e
amor, ahora y siempre, el juramento d e fidelidad. Sea día
de gracia para los fieles, en los cuales e l fuego que el
Señor vino a traer a la tierra, se convierta en llama cada
vez más lum inosa y pura . Sea día de gracia para los ti­
bios, los cansados, los hastiados, y en su corazón pusi­
lánime, maduren nuevos frutos de renovación de espíri­
to, y de robustecimiento de ánimo. Sea también día de

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PIO XII 73

gracia para los que no han conocido a Cristo o lo han


p erdido ; día en el que se eleve al cielo la oración de mi­
llones de corazones fieles ; la luz que ilumina a todo hom­
bre q ue viene a este mu ndo (S. Juan, 1 , 9 ) pueda escla­
recerles el camino de la salvación y su gracia suscitar
en el corazón inquieto de los extraviados la nostalgia de
los bienes eternos, _ nostalgia que los empuje a volver a
Aquel que desde e l doloroso trono de la Cruz tiene sed
de sus a lmé¡ls y a"r diente deseo de ser también para ellos
camino, ver da d y vi da (S. Juan, 14, 6 ) .
Al poner esta pri mera Encíclica de Nuestro Ponti­
ficado, con el corazón rebosante de confiada esperanza,
bajo la insignia de Cristo-Rey, Nos sentimos absoluta­
mente seguros de la unánime y entusiasta aprobación
de toda la grey del Señor. Las experiencias, las ansieda­
des y las pruebas de la hora actual despiertan, agudizan
y purifican el sentimiento de solidaridad de la família
católica en grado raras veces· conseguido. Ellas igual­
mente excitan en todos los que creen en Dios y en Cris­
to, el reconocimiento de una amenaza común provenien­
te de un común peligro. De este espíritu de solidari dad
católica, que es recogimiento y firmeza, resolución y vo­
luntad de victoria, poderosamente aumentado en tan ar­
duas circunstancias, experimentamos Nosotros un soplo
consolador e inolvidable en aquellos días en los que
con trémulo paso, pero confiados en Dios, tomamos po­
sesión de la Cátedra que la muerte de Nuestro grande
Predecesor había dejado vacante.
5 ) Ante el vivo recuerdo del sinnúmero de testimo­
nios de a dhes ión filial a la Iglesia y al Vicario de Cris­
to, y las manifestaciones tan tiernas, calurosas y espon­
táneas que recibimos con ocasión de Nuestra elección y
coronación, Nos p lace aprovechar esta ocasión propicia
para dirigirnos a vosotros, Venerables Hermanos, y a
cuantos pertenecen a la grey del Señor, palabras de con­
movido agradecj m iento por aquel pl�biscito pacífico de
amor reverente y de inquebrantable fidelidad al Papa­
do, en el que se reconocía la providencial misión del
Sumo Sacerdote y del Pastor Supremo. Porque cierta-

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74 D O C U;JJENTOS POJ.V TIFICIOS

mente todas aquellas manifestaciones no estaban ni po­


dían estar d irigidas a Nuestra humilde persona, sino­
únicamente al oficio altísimo a que el- Señor Nos eleva­
ba. Y si ya desde aquel primer momento sentíamos todo
el peso de las graves responsabilidades anejas a la ma­
yor potesta d que Nos confería la Providencia divina, al
mismo t iempo Nos consolaba grandemente ver aquella
grandiosa y palpable demostración de la indivisible uni­
dad de la Iglesia católica que tanto n1ás compacta se
abraza a la indestructible roca de Pe dro, y forma a su
alre dedor muros y antemuros más fuertes, cuanto más
crece la altivez de los enemigos de Cristo . Este mismn
plebiscito de unidad católica mundial y de sobrenatural
fraternidad de pueblos en torno al Pa dre Común, nos.
parecía tanto más rico de felices esperanzas, cuanto eran
más trágicas las circunstancias materiales y espirituales.
del momento en que acaecía ; y su recuerdo l�os siguió
confortando aún en los prin�eros meses de Nuestro Pon­
tifica do, cuando experimentamos ya las fatigas, las an­
siedades y las pruebas de que está sembrado el camino
de la E sposa de Cristo a través del mundo.
6) Ni queremos pasar en silencio el profundo eco
de conmovido reconocimiento que suscitó en Nuestro co­
razón la felicitación de aquellos que, sin pertenecer al
cuerpo visible de la Iglesia Católica, en su nobleza y
sinceridad no han dejado de sentir todo lo que, en e l
amor a la persona d e Cristo o e n la fe en Dios, les une
a :r�osotros. Vaya a todos ellos la expresión de Nuestra
gratitud. Los encomendamos a todos y a cada uno a la
protección y a la direcci6n de l Sc:1cr y as2su:L.ino:; r.o­
lemnemente que sólo un pensamiento domina Nuestra
mente : imitar el ejemplo de l Buen Pastor para conducir
a todos a la verdadera felic idad : para que tengan vi da
y la tengan m ás abun dante (S. Juan, 10, 10) .
7 ) Pero de manera pa rticular Nos sentimos movidos.
en Nuestro áni mo a patentizar Nuestra íntima gratitud
por las n1anifestaciones de reverente hon1enaje que Nos
han llega do de Soberanos, de Jefes de Estado y de 1\u-

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PIO XII 75

toridades públicas de naciones con ias que la Santa Sede


se halla en amigabl�s relac iones. Y siente particular ale­
gría Nuestro corazón al poder incluir en este número,
con ocasión de esta primera Encíclica d irigida a todo el
pueblo cristiano esparcido por el mundo, la a ma da Italia,
fecun do j ardín de la fe plantada por los Príncipes de
los Apóstoles, la cual, gracias a la obra provi dencial de
los pactos Lateranenses, ocupa en la actuali dad un pues­
to de honor en la categoría de los Estados oficialmente
representados cerca de la Santa Sede. En estos Pactos
tuvo feliz princ ip io, como aurora de tranquilidad y f�a­
terna u nión de ánimos, ante los sagrados altares y en
consorcio c ivil, la Paz de Cristo restituída a It alia ; paz
por cuyo sereno cielo suplicamos al Señor penetre, avive ,
dila te y corrobore fuerte y profundamente el alma del
pueblo italiano, tan cercano a Nosotros, en medio del
cual respiramos el mismo hálito de vida ; invocando y
augurando Nos que este pueblo, tan querido a Nuestros
Predecesores y a Nos, fiel a sus gloriosas tradiciones
católicas, s ienta cada vez más en la elevada protección
d ivina la verdad de las palabras del Salmista : Beatu s
p opulus c uius Dominus Deus eius (Salm., 143, 1 5 ) :
' 1 Bienaventurado el pueblo que tiene al Señor por su
Dios . " Esta tan deseada nueva situación j urídica y es­
piritual que creó y selló para Italia y todo el orbe cató­
lico aquella obra destinada a dejar una huella indeleble
en la historia, j a más se Nos presentó tan grandiosa y
unificadora como cuando desde la excelsa loggia de la
Basílica Vaticana abrimos y levantamos por pri mera vez
Nuestros brazos y Nuestra mano para bendecir a Roma,
sede del Papado y Nuestra amadísima ciu dad natal, y a
Italia reconciliada con la Iglesia y a los pueblos del
mundo entero.
EXPOSICION.

a) Causas remo t as del m al.

8) Como Vicario de Aquel que en una hora decisi­


va, delante del representante de la más alta autorida d

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76 D O C UJ!EJ.V TOS P01V TIFIC JO.')

terrena de entonces, pronunció la augusta palabra : Yo


p ara esto nací, y para esto vine al m u n do, p ara dar· tes­
tiinonio de la verdad: todo aquel que pertenece a la
verdad, oye 1ni voz, (S. Juan, 1 8, 37 ) ; Nos estamos per­
suadidos que el principal deber que Nos impone Nues­
tro oficio y Nuestro tiempo es dar testimonio de la ver­
dad con fortaleza apostólica : tes timonium perhibere ve­
ritatis. Este deber i mplica necesariamente la exposición y
la refutación de errores y de culpas humanas que es me­
nester conocer para que sea posible el tratamiento y la
cura : conoceréis la verdad y la verdad os librará (S.
Juan, 8, 32 ) . En el cun1plimiento de este Nuestro deber
no Nos dej aremos influir por consideraciones terrenas n i
titubearemos por desconfianza y contradicciones, por re­
pulsas e incomprensiones, ni por temor de malas inteli­
genc ias y de falsas interpretaciones. Nuestra conducta
estará s iempre animada de aquella caridad paternal que
mientras sufre por los males que atormentan a los hijos,
les señala el remedio : en una palabra, 1\ os esforzaremos
por im itar al divino m odelo de los Pastores, Jesús el Buen
Pastor, que es al mismo tiempo luz y amor: Veri tatem
fa cientes in c h aritate (Efes., 4, 1 5 ) .
· g ) Al comienzo del camino que conduce a la indi­
gencia espiritual y moral de los tiempos presentes, se
yerguen los �.:.efastos esfuerzos de no pocos por destro­
nar a Cristo, al apartamiento de la ley de la Verdad que·
El anunció, de la ley del amor, aliento vital de su reino.
El reconocimiento de los derechos reales de Cristo,
y la vuelta de los particulares y de la sociedad a la ley
de su verdad y de su amor, son la única vía de salvación.
En el momento en que escribimos estas líneas, Vene­
rables Hermanos, Nos llega la espantosa noticia de que,
no obstante todos Nuestros esfuerzos por conjurarlo, el
terrible huracán de la guerra se ha desencadenado ya.
Nuestra pluma quisiera detenerse ante el pensam iento­
que Nos abruma del abismo de sufrim ientos de un sinnú­
mero de per.:;onas a las que todavía ayer sonreía un rayo­
de modesto bienestar en el ambiento familiar. Nuestro­
corazón pa tern3 1 se llena de angustia al prever todo lo

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PIO X II 77

que podrá brotar de la tenebros a semilla de la violenci a


y del odio, a los que la espada abre hoy surcos sangrien­
tos. Pero precisam ente ante estas apocalíp ticas previsio­
nes de inminentes y futuras desventu ras , juzgamos como
deber Nuestro levantar con creciente insistenc ia los ojos
y los corazones de los que todavía conservan un senti­
miento de buena voluntad, hacia el Unico de quien viene
la salvación del mundo ; hacia el Unico que con mano
omnipoten te y misericord iosa puede poner fin a esta tem­
pestad, hacia el Unico que con su verdad y amor puede
iluminar las inteligencias y encender los ánimos de una
parte tan ingente de la humanidad, sumergida en el
error, en el egoísmo, en altercados y en luchas, para en­
c aminarla nuevamente conforme al espíritu de la Reale­
za de Cristo.
1 0 ) Tal vez ( ¡ Dios lo quiera ! ) se puede esperar que
€Sta obra de máxima indigencia cambie la manera de
pensar y de sentir de muchos que hasta ahora, con ciega
confianza, avanzaban por el camino de los errores mo­
dernos tan extendidos, sin sospechar lo insidioso e in­
cierto del terreno que pisaban. Tal vez, muchos que no
entendían la importancia de la misión e ducadora y pas­
toral de la Iglesia, comprenderán ahora mejor sus amo­
nestaciones, que ellos desatendieron con la falsa seguri­
dad de tiempos pasados. Las angustias presentes son la
apología más impresionante del Cristianismo, tal que no
puede haber mayor. De la gigantesca vorágine de erro­
res y movimientos anticristianos se han cosechado frutos
·
tan amargos que constituyen una condenación, cuya efi­
cacia supera a toda refutación teórica.
Horas de tan penosa desilusión son frecuentemente
horas de gracia ; un p asar del Señor: transitus Do mini
-(Ex. , 12, 1 1 ) en el que, a la palabra del Salvador: He
aquí que es toy a la puerta y llamo (Apo c., 3, 20) , se
abren puertas que, de otro modo, permanecerían cerra­
das. Sabe Dios con qué amor de compasión, con qué san­
to j úbilo se vuelve Nuestro corazón a los que, como efec­
to de tan dolorosas experiencias, sienten nacer en sí e l
deseo impelente y salud a ble d e l a verdad, d e l a justicia y

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78 D O C U1l!ENTOS PONTIFICIOS:

de la paz de Cristo. Pero aún para aquellos para quie,


nes no ha sonado todavía la hora de la iluminación ce
.

leste, Nuestro corazón no conoce sino amor, y Nuestros�


labios no tienen siho plegarias al Padre de las luces,.
para que haga brillar �n su ánimo, indiferente o enemi ...
go de Cristo, un rayo de aquella luz que un día transfor·
mó a Saulo en Pablo, de aquella lu z que ha patentizado
su fuerza misteriosa precisa mente en los tiempos más.
difíciles de la Iglesia.
1 1 ) Para una afirmación doctrinal completa de las.
verdades contra los errores de los tiempos presentes, y si
fuera necesaria la haremos, se pueden escoger circuns­
tancias menos perturbadas por los infortunios de acon-·
tecimientos exteriores; por ahora nos limitamos a algu­
nas observaciones fundamentales.
La época actual, Venerables Herrrianos, además de·
añadir a las desviaciones doctrinales del pasado nuevos
errores, los ha empujado a extremos de lbs que no se
pu�den seguir sino extravío y ruina. Y, ante todo, es .
cierto que la raíz profunda y última de los males que
deploramos en la sociedad moderna, es el negar y re­
chazar una norma de moralidad universal, así en la vi­
da individual, con10 en la vida soci al y en las relaciones
internacionales ; el edsconocimiento, en una palabra, tan
extendido en nuestros tiempos y el olvido de la misma
ley natural, la cual tiene su fundamento en Dios, crea­
dor omnipotente y padre de todos, supremo y absoluto·
legislador, omnisciente y justo juez de las acciones hu­
manas. Cu ando se reniega de Dios, se siente sacudida
toda base de moralidad, se ahoga, o al menos se apaga
notablemente, la voz de la naturaleza que enseña, aún
a los ignorantes y a las tribus no civilizadas, lo que
es bueno o malo, lícito o ilícito, y hace sentir la respon­
sabilidad de las propias acciones ante un Juez supremo�
12) Ahora bien, la negación de la base fundamen­
tal de la moralidad tuvo en Europa su raíz originaria
en la separación de aquella doctrina de Cristo de la que·
es depositaria y maestra la Cátedra de Pedro ; que un
tiempo d iera cohesión espiritual a Europa, que edu ca-

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PIO XII 79

da, ennoblec ida y civilizada por la Cruz, llegó a tal gra­


-Oo de progreso civil, que se hizo maestra de otros pue­
blos y de otros continentes. Al. contrario, abandona­
do el inagisterio infalible de la Iglesia, no pocos her­
manos separados llegaron hasta negar el dogma central
del Cristianismo, la divinidad del Salvador, acelerando
.así el proceso de disolución espiritual.
1 3 ) · Narra el sagrado Evangelio que cuando Jesús
fué crucificado, las ti nieblas i nva dieron toda la super­
ficie de la tierra (Mat., 27, 45) : símbolo espaqtoso de lo
que suce de, y sigue sucediendo espiritualmente, donde­
quiera que la incredulidad, ciega y orgullosa· de s í, ha_ ex­
cluído de hecho a Cristo de la vida moderna, especial­
mente de la pública ; y con la fe en Cristo ha sacudido
también la fe en Dios. Los criterios morales, según los
cuales en otros tiempos se juzgaban las acciones priva­
das y públicas, han caído como por consecuencia en desu­
so ; y el tan decantado laicismo de la sociedad que ha he­
cho cada vez m ás rápidos progresos, sustrayendo el hom­
bre, la familia y e l Estado al influjo benéfico y regenera­
dor de la idea de Dios y de la enseñanza de ·la Iglesia ;
ha hecho reaparecer aún en regiones en que por tantos
siglos brillaron los fu lgores de la civilización cristiana,
las señales de un paganismo corrompido y corruptor, ca­
da vez más claras, más palpables, más angustiosas : Las
tinieblas se exten dieron mientras crucificab a n a Jesús
( B rev. Rom. , Viernes Santo, resp. V) .
14) Muchos, tal vez, al alejarse de la doctrina de
, Cristo no tuvieron pleno conocimiento de que eran en­
gañados por el falso espej ismo de frases brillantes que
proclamaban aquella separación como liberación de la
servidumbre en que anteriormente estuvieran retenidos ;
ni preveían las amargas con�cuencias del lamentable
cambio entre la verdad que libra y el error que reduce
a esclavitud ; ni pensaban que renunciando a la ley de
Dios, infinitamente sabia y paterna y a la unificadora
y ennoblecedora doctrina de amor de Cristo, se entre­
gaban al arbitrio de una prudencia hum ana pobre y mu­
. dable : hablaban de progreso, cuando retrocedían, de

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80 D O C Ul'vfENTOS PONTIFICIOS

elevación, cuando se degradaban, de ascensión a la ma­ _

durez, cuando se esclavizaban ; no p ercibían la vanidad


de todo esfuerzo humano para sustituir la ley de Cristo
por algo que la iguale : se infatuaron en su:; pensamien­
t o s (Rom., 1, 2 1 ) .
Debilitada la fe en Dios y en J esucristo , y oscure­
c ida en los ánimos la luz de los princip ios morales, se
qu itó el apoyo al ú nico e insustituíble . fundamente de
aquella estabilidad y tranquilidad, de aquel orden interno
y externo, p rivado y público , únicos que pueden en­
gendrar y salvaguardar la prosperidad de los Estados.
1 5 ) Ciertamente que cuando Europa fraternizaba
en idénticos ideales recibidos de la p redicación c ristianar
no faltaron disensiones, sacudimientos y guerras qu e la
desolaron; pero, tal vez, jamás se experimentó más pe­
netrante el desaliento de nuestros d ías sobre la posibili­
dad de arreglo ; estando viva entonces aquella concien­
'
cia de lo justo y de lo injusto, de lo J ícito y de lo ilíc i­
to, que posibilita los acuerdos, mientras refrena el des­
encadenarse de las pasiones, y deja abierta la vía a una
honesta inteligencia. En nuestros días, por el contrario,
las disensiones no provienen ú nicamente del ímpetu de
pasiones rebeldes, sino de una profunda crisis espiritual,
que h� trastornado los sanos principios de la moral pri­
vada y pública.
b) Olvido de la solidaridad y caridad humanas.

lG) Entre los mú ltiples errores que brotan de la


fuente envenenada del agnosticismo religioso y moral,
hay dos sobre los que queremos llamar de manera par­
ticular vuestra atención, Venerables Hermanos, porque
ellos hacen casi imposible, o al menos p recaria e in­
cierta . la pacífica convivencia de los pueblos.
El primero de estos perniciosos errores, en la actua­
lidad enormemente extendido, es el olvido de aquella ley
de sol idaridad y caridad humanas, d ictada e impuesta
por un origen común, y por la igua l dad de la natura­
leza racional en todos los hombres, sea cual fuere el

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PI O XII 81

pueblo a que pertenecen, y por e l sacri ficio d e la re­


dención ofrecido por Jesucristo en el ara de la Cruz a
su Padre celestial en favor de la humanidad pecadora.
1 7 ) Efectivamente, la primera página de la Escri­
tura nos narra con grandiosa s implicidad cómo D ios ,
a guisa de corona de su obra c readora, hizo al hon1-
bre a su imagen y semejanza (Gen . , 1, 26-27 ) ; y la
m isma Escritura nos enseña que lo enriqueció de dones
y privilegios sobrenaturales, destinándolo a una fe licidad
eterna e inefable. Nos muestra , además, cómo de la pri­
mera pareja proceden los demás hombres de los que nos
hace seguir con plasticidad de lenguaje j amás imi­
tado, la división en varios grupos y la dispersión por
las diversas partes del mundo. Aun cuando se aleja­
ron de su Creador, D ios no cesó de considerarlos como
hijos que, según sus n1isericordiosos designios, todavía
estaban destinados a reunirse un día nu evamente en su
a m is tad (Gen. , 1 2 , 3 ) .
El Apóstol de las gentes se constituye después en
heraldo de esta verdad, ·que hermana a los hombres en
una grande familia, cuando anuncia al mundo griego
que D ios "sacó de un mismo tronco todo el linaje de
los hombres, para que habitase la vasta extensión de la
tierra , fijando el orden de los tiempos y los límites de
la habitación de cada pueblo." ( Ilech., 17, 26 ) .
Maravillosa v isión que nos hace conte1nplar el gé­
nero humano en la unidad de su origen común en D ios :
uno el DiGs y Pa dre de to dos, el cual está sobre todos
y hab ;ta e n todcs n a s o t r o s (Efes., 4, 6 ) : en la unidad
de naturaleza que consta igualmente en todos los hom­
bres de . cuerpo materia l y de alma espiritual e inmor­
tal ; en la unidad del fin inmediato y de su m isión en
el mundo ; en la unidad de habitación, la tierra, de cu­
yos bienes todos los hombres pueden servirse por de­
recho natural, para sustentar y desarrollar la vida ; en
la unida� del fin sobrenatural, que es Dios mismo, al
Cua l todos deben tender ; en la unidad de los medios
para conseguir tal fin.
18) Y el mismo Apóstol nos muestra la huma-

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82 D O C U11!E�TTOS PONTIFICIOS

nidad en la unidad de relaciones con el H ijo de D ios,


imagen de Dios invisible, en quien todas las c osas han
s ido creadas : in ipso condita sunt u niversa (Col. , 1 ,
1 6 ) ; en la unidad de su rescate, efectuado para todos
por Cristo que restableció, mediante su santa y acer­
bísima pasión, la destruída amistad originaria con D ios,
constituyéndose mediador entre D ios y los hombres :
p orque u no es Dios y u no también el m e dia dor entre
Dios y los hombres Jesucristo hombre (1 Tim., 2, 5 ) .
Y para hacer más íntima esta a mistad entre D ios
y la humanida d, el m ismo Mediador divino y universal
de sa lvación y de paz, en el sagrado s ilencio del Ce­
náculo, m ientras se preparaba al sacrificio supremo, dejó
caer de sus labios divinos la palabra que repercute vi­
v ísima a través de los s iglos, suscitando heroísmos de
caridad en me d io de un mundo s in a mor y destrozado
por el odio : E ste es nli precepto q u e os améis los unos
a !os otros, como yo os he a m a do (S. Juan, 15, 12 ) .
·verdades sobrenaturales son éstas que establecen
profun das bases y fortísimos vínculos comunes de unión,
reforzada por el amor de Dios y del Re dentor divino de
quien todos reciben la salud " p �ra la e dificación del
cuerpo de Cristo, hasta que lleguemos to dos a la unidad
de la fe, al c o n o c imiento pleno del llijo de Dios, al es ta­
do de hombre p erfecto , según la medida de la plenitud
de Cristo/ ' (cf. Efes., 4, 12-13) .
19) A la luz de esta un idad, de derecho y de he­
cho, de la humanida d entera, no se nos presentan los in­
dividuos desligados entre sí como granos de arena, s ino,
por el contrario unidos por relaciones orgánicas, armó­
nicas y mutuas, d iversas según que varían los tiempos,
por impulso natural y destino interno .
Y los pueblos en su desarrollo y en sus diferen­
c ias conforme a las condiciones de vida y de cultura,
no están destina dos a romper la unidad del género hu­
mano, sino a enriquecerlo y embellecerlo con la con1u­
nicación de sus peculiares dotes, y con el recíproco in­
tercambio de b ienes que puede ser, a la vez, posible y
eficaz únicamente cuando el amor mutuo y la caridad

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P I O X I I 83

sentida vivamente unen a to dos los hijos del mismo Pa­


dr2 y a todos los red imidos por la misma sangre divina.
La Iglesia de Cristo � fidelísima deposita ria de la
prudencia divina y educa dora , no puede pensar ni piensa
en menoscabar y desestimar las características pa rticu­
la res que cada pueblo con celoso cariño y comprensible
orgul lo , custodia y guarda cual precioso patrimonio . Su
int e nto . es la unidad sobrenatural en el amor universa l,
sentido y practicado ; no la uniformidad exclusivamente
externa, superficial y, como tal, debilitadora. Todas las
normas y cuidados que sirven para el desenvolvimiento
prudente y ordenado de fuerzas y tendencias particula­
res y tienen su raíz en las n1ás recón ditas entrañas de
toda estirpe, si es que no se oponen a las obligac iones
que sobrevi enen a la humanidad por la unidad de ori­
gen y común destino, la Iglesia los saluda con júbilo
y los acompaña con sus maternos plácemes. Ella ha
den1ostrado repetidas veces, en su actividad m isionera,
que tal norma es la e s t re l l a p o l a r : s t e l l a rec trix de su
apostolado universa l . ::VIisioneros de todos tiempos, con
un sinnúmero de rebuscas y sondeos de exploradores,
llevados a cabo con sacrificio, abnegación y amor, se
han propuesto fac ilitar la interna con1prensión y el res­
peto de las civilizaciones más diversas y hacer fecun­
dos sus valores espirituales para la predicación viva y
vi tal del Evang2 lio de Cristo . Todo lo qu e en los usos
y costumbres indígenas no está indisolublemente liga do
a errores religiosos, encontrará siempre examen benévo­
lo y, e� cuanto será posible, tutela y favor. Nuestro in­
mediato Predecesor, de santa y venerada memoria, apli­
cando tales normas a una cuestión sobremanera delicada ,
tomó dec isiones generosas, que levantan un monumento
a su intuición vasta y al ardor de su esp íritu apostólico.
No es necesario, ·venerables Hermanos, anunciaros que
Nosotros queremos también avanzar sin indecisiones
por el mismo camino. Todos aquellos que ingresan en
la Iglesia, sea cuáles fu eren su origen y su lengua, ha n
de saber que tienen igual derecho de hijos en la casa
del Señor, donde impera la ley y la paz de Cristo. En con-

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84 D O C U,_1fE}./TOS PONTIFICIOS

formidad con tales normas de igualdad, la Iglesia consa­


gra sus cuida dos a formar clero indígena culto, y au­
mentar gradualmente las filas de los obispos indíge­
nas. Y para dar a estas Nuestras intenciones expresión
palpable, hemos escogido la i nminente .fie sta de C_r isto­
Rey para elevar a la dignidad episcopal, sobre el se­
pulcro del Príncipe de los Apóstoles, doce representan­
tes de los pueb los y estirpes más d iversos. Entre los
desgarradores contrastes que dividen la familia huma­
na, p roclame este acto solemne a la faz de todos N u es­
tros hij os, diseminados por el mundo que el espíritu, la
ensefianza y la activjdad de la Iglesia j amás podrá ser
d iverso de lo q ue el Apóstol de las Gentes predicaba :
"vestíos del hombre nuevo, que por el conocimiento de la
fe se renueva según la imagen de Aquel que lo ha crea­
do ; para El no existe griego ni judío, circunciso o in­
circunciso, bárbaro o escita, esclavo y libre, �ino Cristo
que está en todo y en todos." ( Col., 3, 10- 1 1 ) .
20) No hay que temer que la conciencia de la fra­
ternidad universal, fomentada por la doctrina cristiana,
y el sentimiento que ella inspira, se opongan al an1or
a la tra dición y a las glorias de la · propia patria, e in1-
pidan promover la prosperidad y los intereses legítimos ;
pues la m isma doctrina enseña que en el ejercicio de la
caridad existe un orden establecido por D ios, según el
cual se debe amar más intensamente y ayudar preferen­
temente a los que no� están unidos con especiales víncu­
los. Aún el D ivino Maestro dió ejemplo de esta pre­
ferencia a su tie rra y a su patria, llorando sobre las in­
m inent e s ruinas de la Ciudad Santa. Pero el legítimo
y j usto amor a la propia patria no nos debe cerrar los
ojos para reconocer la universalidad de la carida d cris­
tiana, que considera igua lmente a los otros y su p ros­
peridad en la luz pacifica dora del amor.
Tal es la maravillosa doctrina de amor y de paz
que ha contribu ído tan noblemente al progreso civil y
reli gioso de la humanidad.
Y los heraldos que la anunciaron, anima dos de ca­
ridad sobrenatural, no sólo roturaron terrenos y cura-

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PI O Y
.. II 85

ron enfermos, sino , sobre todo, bonificaron, plasmaron


y e i evaron la vida a alturas divinas, lanzándola haci � las
cumbres de la santidad, donde todo se ve en la caridad
de Dios ; levantaron monumentos y temp los que demues­
tran a qué vuelos de geniales alturas empuja el ideal
cristiano · pero, sobre todo, hicieron de los hombres, sa­
'
bios o ignorantes , poderosos o débiles, templos vivos de
D ios, y sarm ientos de la misma vid, Cristo : transmitie­
ron a las generaciones venideras los tesoros de arte y
de sabiduría antigua ; pero, sobre todo� les hicieron par­
ticipante de aquel inefable don de la sabiduría eterna
que hermana y une a los hombres con vínculo de paren­
tesco sobrenatural.

e) La absorción estatal.

2 1 ) Venerables Hermanos, si el olvido de la ley


de caridad universal, ú nica que puede consolidar la paz
apagando odios y atenuando rencores y desaveniencias,
fu ente de gravísimos males para la convivencia pací­
fica de los pueblos ; no menos nocivo al bienestar de las
naciones y ·a la prosperidad de la ingente sociedad hu­
mana, que recoge y abraza dentro de sus confines a
todos los pueblos, aparece el error que se encierra en
aquellas concepciones que no dudan en separar la au­
toridad civil de toda dependencia del Ser supremo ( cau­
sa primera y Señor absoluto tanto del hombre como de
la sociedad ) y de toda ligadura de ley trascendente que
deriva a D ios, como de fuente primaria, y conceden a
esa misma autoridad una facultad ilimitada de acción,
abandonándola a las ondas n1udables del arbitrio, o úni­
camente a los dictámenes de exigencias históricas con­
tigentes y de intereses relativos.
Renegando en tal modo de la autoridad de D ios y
del imperio de su ley, el poder civil, por consecuencia
ineluctable, t iende a aprop iarse aquella absoluta auto­
nom ía que sólo compete al Supremo Hacedor, a hacer
las veces del Omnipotente, elevando el Estado o la co­
lectividad a fin ú ltimo de la vida, a último criterio del

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86 D O C U1lfENTOS PONTIFICIOS

orden moral y j urídico, y prohibiendo, consiguientemen­


te, toda apelación a los princ ip ios de la razón natural y
de la conciencia cristiana.
22 ) No ignoramos, es verdad que afortunadamente
no siempre los principios erróneos ejercitan absoluta­
mente su influjo sobre todo, cuando las tradiciones cris­
tianas mult isecu lares, de las que se han nutrido los pue­
blos, persevera n todavía ( s i bien en su subconciencia)
p rofundamente arraigada en los corazones.
Aún así, no se debe olvidar la esencial insuficien­
c ia y fragilidad de toda norma de vida social que des­
canse sobre fundamento exclusivamente humano, se ins­
p ire en motivos meramente terrenos y haga c onsistir su
fuerza en la sanción de autoridad ú nicamente externa.
Donde se rechaza la dependencia del derecho hu­
mano del derecho divino, donde no se hace apelación
s ino a una idea incierta de autoridad meramente terrena
y se reivindica una autonomía fundada únicamente en la
moral utilitaria, allí, el m ismo derecho humano pierde
justamente en ·sus aplicaciones más difíciles la fuerza
moral, que es la condición esencial para ser reconoci do
y exigir hasta sacrificios.
23) B ien es verdad que el poder apoyado sobre fun­
damentos tan d ébiles y vacilantes, puede conseguir al­
guna vez, por la contingencia de las c ircunstancias, éxi­
tos materiales de que se maravillan observadores menos
profundos ; pero, viene el momento en que triunfa la ine­
luctable ley que sacu de todo cuanto se ha construído
sobre una velada o manifiesta desproporción entre la
magnitud del suceso material y externo y la fragilidad
del motivo interno y de su fundamento moral. Despro­
porción que subsiste siempre que la autoridad pública
desconoce o reniega del dominio del Legisla dor suprem0
que, si ha dado la potestad a los gobernantes, ha señ a­
lado también y determinado los límites de la m isma .
24) D e hecho, l a soberanía civil l a ha establecido
el Creador ( como sabiamente enseña nuestro gran Pre­
decesor León X I I I en la Encíclica Immortale Dei) para
que regulase la vida social según las prescripciones del

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PIO XII 87

orden inmutable en sus princ 1p1os universales, hic iese


más factible a la pe rsona humana, en e l orden temporal,
la consecución de la perfección física, inte lectual y mo­
ra l, y la ayudase a conseguir e l fin sobrenatural.
Es, por tanto, noble prerrogativa y misión del Es­
tado, inspeccionar, ayudar, y ordenar las actividades pri­
vadas e individuales de la vida naciona l, para hacerlas
converger armónicamente al bien común; e l cual no
puede dete:rn1inarse por concepciones arbitrarias, ni re­
cibir su norma i en primer término, de la prosperidad
materia l de la sociedad ; sino, más bien, del desenvolvi­
miento armónico y de la perfección natural del hombre,
para la que e l Creador ha destinado la soc ie dad como
medio.
2 5 ) Considerar el Estado como fin al que debe sub­
ordinarse y dirigirse todo, podría tener nada más que
consecuencias nocivas para la prospe ridad verdadera y
estab le de las naciones. Y esto, sea que este dominio
i limitado se atribuye a l Estado como mandatario de la
nación, del pueblo, o sólo de una clase socia l ; sea que
lo reclame el Estado como absoluto señor, independien­
temente de todo mandato.
Sí, en efecto, el Estado se a tribuye y ordena las ini­
cia tivas privadas, una vez que éstas se gobiernan por
normas inte rnas, delicadas y complejas, que garantizan
y aseguran la consecución del fin que les es propio, pue­
den aquéllas recibir daño, con desventaja para el bien
púb lico, si se las arranca de su amb iente natural, es de­
cir, de la actividad priva da responsable.
Surgiría también el peligro de considerar la célula
primera y esencia l de la sociedad, la familia, así como
su bienestar y crecimiento, exclusivamente bajo el estre­
cho ángulo del poder nacional, y se olvidaría que el in­
dividuo y la fa milia son por naturaleza anteriores al Es­
tado, y que el Creador les dió a ambos fuerzas y dere­
chos, y les señaló una misión que corresponde a inequ í­
vocas exigencias naturales.
La educación de las nuevas generaciones no miraría
a un desarrollo equili brado y armónico de las fuerzas

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88 D O C UMENTOS PONTIFICIO S

físicas y d e todas las c ualida des intelectuales y morales,


sino a una formación unilateral de aquellas virtudes cí­
vicas que se consideran necesarias a la consecución de
éxitos políticos; y por el contrario, se inculcarían menos
aquellas virtudes que dan a la sociedad el perfume de
nobleza, de humanidad y de respeto, con10 si deprimie­
sen la valentía del ciu dadano .
26) Ante nuestra mirada se yerguen con dolorosa
claridad los peligros que tememos puedan venir sobre
la actual y futuras generaciones, del desconocimiento, de
la disminución y de la progresiva. abolición de los de.r e­
chos p'ropios de la familia. Por eso Nos levantamos co­
mo firmes defensores de tales derechos con plena con­
vicción del deber que Nos impone Nuestro apostólico
ministerio. Las angustias de nuestros tiempos, tanto ex­
ternas como internas, tanto · materiales como espiritua­
les ; los múltiples errores con sus innumerables repercu­
siones, ninguno los saborea más amargamente que la
reducida y noble célula familiar. J\1uch9.S veces es nece­
saria verdadera valentía y heroísmo digno en su simpli­
cidad de admiración y respeto, para soportar la dureza
de la vida, el peso cotidiano de las mtserias, las crecientes
indigencias y las estrecheces en medida jamás anterior­
mente experimentada, de las que frecuentemente no se
ve ni la razón ni la necesidad real. Quien tiene cura de
almas, quien puede sondear los corazones, conoce las lá­
gri mas ocultas de las madres, el resignado dolor de mu­
chos pa dres, las innumerables amarguras de las que nin­
guna estadística habla ni puede hablar; ve con mira da
preocupada crecer cada vez más el cúmulo de tales su­
frimientos, y sabe cómo las potencias de la confusión y
de la destrucción están en acecho para servirse de ellos
en sus tenebrosos designios. Ninguno que tenga _ buena
voluntad y abiertos los ojos, podrá negar, en las con­
diciones extraordinarias en que se encuentra el mundo,
al po der del Estado un derecho correlativo y excepcio­
nal para atender a las necesidades del pueblo. Pero el
orden moral establecido por D ios exige, aun en tales con­
tingencias, que se indague tanto más seria y cuidadosa-

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PIO XII 89

mente sobre la licitud de tales inedidas, y sobre su ne­


cesidad real, según las norn1as del bien común.
27) De todos modos cuanto más gravosos son los
sacrificios materiales exigidos por el Esta do a los indi­
viduos y a la familia, tanto más sagrados e inviolables
deben serle los derechos de las conciencias . Puede pre­
tender los bienes y la sangre, jamás el alma redimida
por Dios. La misión que encomendó Dios a los padres
de proveer al bien material y espiritual de la prole, y de
procurarle una formación armónica, imbuída de verda­
dero esp íritu religioso, no puede arrebatárseles sin lesio­
nar gravemente el derecho. Ciertamente esta formación
debe tener también por fin preparar la j uventud para que
cumpla con inteligencia, conciencia y valor, aquellos de­
beres de noble patriotismo que da a la patria terrestre
la conveniente medida de amor, abnegación y colabo­
ración. Pero, por otra parte, una formación que olv ide,
o peor, voluntariamente descuide el orientar la mirada
y el corazón de la juventud a la patria sobrenatural, co­
metería una i njusticia contra la juventud, una injusticia
contra los deberes y derecho inalienables de la familia
cristiana ; sería una desviación que habría que remediar
enérgica mente, aun por el interés del bien del pueblo y
del Estado. U na tal educación podrá, tal vez parecer a
los gobernantes responsables fuente de aumento de fuer­
zas y de vigor, e n realidad sería todo lo contrario, y las
tristes consecuencias lo demostrarían. El crimen laesae
maiestatis (1 Tim . , 6, 1 5 : Apoc., 19, 6) , cometido por una
educación indiferente o contraria al espíritu cristiano, la
inversión del dejad que los niños ven gan a mí (l\lat.,
19, 14; Me. , 10, 14) produciría amarguísimos frutos. Por
el contrario, el Estado que qu ita las preocupaciones de
los corazones ensangrentados y lacerados de los padres
y de las madres cristianos, devolviéndoles sus derechos,
no hace sino fomentar su paz i nterna y asentar el fun­
damento del d ichoso futu ro de la patria. Las almas de
los hijos, que Dios entregó a los padres, consagradas en
e l bautismo con e l sello real de Cristo, son un depósito
sagrado sobre el que vigila el amor celoso de Dios. E l

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90 DO C U1ll E�lTO S PONTIFICIOS

mismo Cristo que pronunció el d e ja d que los niños ven­


gan a mí, también amenazó, no obstante su misericordia
y bondad, con terribles cast igos a los que escandalizan a
los predilectos de su corazón. Y ¿qué escándalo más da­
ñ ino a las generaciones y más durable que una formación
de la j uventud mal dirigida hacia una meta que aleja de
Cristo, can1ino, verdad y vi da, y conduce a una apostasía
mani fiesta u oculta de Cristo? Este Cristo de quien se
quiere alejar a las nuevas generaciones presentes y por
venir, es el mismo que ha recibido de su Padre . eterno
todo el poder en el cielo y en la tierra. El tiene en su
mano omnipotente el destino de los Estados, de los pue­
b los y de las naciones. En su mano está disminuir o pro­
longar la vida, el crecimiento, la prosperidad y la gran­
deza. De todo lo que existe en la tierra sólo el alma es
inmortal. Un s istema de educación que no respetase el
recinto sagrado de la familia cristiana, protegido por ia
Ley santa de Dios, atentase a sus bases, cerrase a la
j uventud el camino de Cristo, a las fuentes de vida y de
alegría del Salvador (Is . , 1 2 , 3 ) , y considerase la apos­
tasía de Cristo y de la Iglesia como símbolo d e fidelidad
al pueblo o a una clase determinad?-, pronunciaría contra
sí mismo la sentencia de condenación y experimentaría a
su tiempo la ineluctab le verdad de la palabra del profeta :
los que se apartan de Ti serán cscritc s en la tierra (Je1·. ,
1 7, 13 ) .

d) La abs nrción estatal turba el orden in ternacio nal.

28) La concepción que atribuye al Estado una a u­


toridad casi infinita no sólo es, Venerables Herma!los,
un error pernic ioso a la vida interna de las naciones, a
su prosperidad y al creciente y ordenado incremento de
su bienestar; sino que además causa daños a las relacio­
nes entre los pueblos, porque rompe la unidad de la so­
ciedad sobrena cional , quita su fundam ento y va lor al de­
recho de ge ntes. conduce a la violación de los derechos
de los demás y hace difícil la intel igencia y la conviven­
cia pacífica.

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PIO XII 91

D e hecho, aunque e l género humano, por disposi­


c ión del orden natural establecido por D ios, está divi­
dido en grupos sociales, naciones o Estados, indepen­
d ientes los u nos de los otros en lo que respecta a l modo
de organizar y dirigir su vida interna ; todavía está li­
gado con mutuos vínculos morales y j urídicos en una
grande comuni dad que pretende el bien de to dos los
'
pueblos y está regulada por especiales leyes que prote­
gen su unidad y promueven su prosperidad.
Ahora b ien, no hay quien no vea que esa supuesta
autonomía absoluta del Estado está en abierta contradic­
ción con esta ley i nmanente y natural, más aún, la niega
radicalmente, dej ando a merced de la voluntad de los go­
bernantes la estabilidad de unión verdadera y de colabo­
ración fecunda en orden a los intereses generales.
29 ) Porque, ·venerables Her1nanos, es indispensable
para la existencia de contactos armónicos y durables y
de relaciones fructuosas, que los pueblos reconozcan y
observen aquellos principios de derecho natural interna­
c ional que regulan su desenvolvimiento y funciona­
miento normal. Tales principios exigen el respeto de los
derechos que se refieren a la independencia, a la vida y
a la posibili da d de un desenvolvimiento progresivo en el
camino de la civilización ; exigen, a demás, la fidelidad a
los pactos estipula dos y sancionados conforn1e a las nor­
mas del derecho de gentes.
No cabe du da que el presupuesto indispensable de
toda pacífica convivencia entre los pueblos y e l alma de
las relaciones j urídicas que rigen entre ellos, es la mu­
tua confianza, la previsión y persuasión de la fidelidad
recíproca a la palabra empeñada, la certeza que, de una
y otra parte existe el convencimiento que es 1nejor la sa­
bidu ría que las armas bélic as (Ecle., 9, 1 8 ) , y la dispo­
sición para discutir y no recurrir a la fuerza o a la
a menaza de la fuerza en caso que surgieren tardanzas,
impedimentos, cambios y altercados, cosas todas que
pueden provenir no precisamente de mala voluntad, si­
no del cambio de circunstancias y de intereses reales

opuestos.

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92 D O C UJJENTOS P01YTIFICIOS

30 ) Pero, por otra parte, separar el derecho de gen­


tes del áncora del derecho divino, para a poyarlo en la
voluntad autónoma de los Estados, es destronar este
m ismo derecho y despojarle de los títulos más nobles y
más eficaces, abandonándolo al infausto dinamismo del
interés privado y del egoísmo colectivo, únicame nte
preocupado en hacer valer sus propios derechos desco­
nociendo los ajenos.
Es, sin embargo, cierto que en el ro dar del tiempo
y el cambio sustancial de las circunstancias, no previs­
tas y que acaso ni se podían prever al tiempo de la esti­
pulación; un t ratado o algunas de sus cláusulas resulten
injustas o inaplicables o demasiado gravosas para una
de las partes ; y claro está, ante tal realidad, se debería
recurrir oportunamente a una leal discusión para modi­
ficar o sustituir el pacto. Pero considerarlos efímeros,
por principio, y atribuirse tácitamente la facultad de
rescindirlos unilateralmente, porque no nos son ya con­
venientes, echaría por tierra toda confianza recíproca
entre los Esta dos. ·y quedaría así desquiciado el orden
natural y se abrirían fosas de separación, imposibles de
llenar, entre los diversos pueblos y naciones.
3 1 ) Hoy, Venera bles Hermanos, todos miran con
espanto el abismo al qu e han lleYado los errores por
Nos estigmatizados y sus consecuencias prácticas. Han
ca ído las orgu llosas ilusiones en un progreso indefinido ;
y s i todavía alguno no estuviese despierto, la actualidad
trágica lo sacudiría con las palabras del profeta : Sordos,
o íd, y ciegos ve d (Is., 42, 1 8 ) . Lo que externamente pa­
recía orden, era únicamente perturbación invasora ; tras­
torno en las normas de la vida moral, que se habían
separado de la majestad de la ley divina, y habían con­
taminado todos los campos de la actividad humana. Pero
dej emos el pasado y volvamos los ojos hacia ese porve­
nir que, según las promesas de los poderosos de este
mundo, una vez que cesen los sangrientos encuentros
de hoy, consistirá en una nueva orga nización fundada
en la justicia y en la prosperidad. ¿Será ese porvenir en
verdad diverso, y sobre todo será mejor? Cuando termi-

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PI O XII 93

ne esta guerra feroz, ¿los tratados de paz, el nuevo orden


internacional estarán animados de la justicia y de la equi ·­
dad hacia todos, de aquel espíritu que libra y pacific:i,
o serán por el contrario una lamentable repetición de
errores antiguos y recientes? Fundar la esperanza de un
cambio decisivo exclusivamente en e l encuentro guerrero
y en su desenlace final, es vano, y la experiencia nos lo
demuestra. La hora de la victoria es una hora del triunfo
externo para quien tiene la fortuna de conseguirla ; pero
es al mismo tiempo la hora de la tentación, en la que e l
ángel de l a justicia lucha con el demonio d e l a violencia ;
el corazón del vencedor se endurece con demasiada fa­
cilida d ; y la moderación y la comprensiva pru dencia le
parecen debilidad ; e l hervor de las pasiones popu lares,
atizados por los sacrificios y sufrimientos soportados,
muchas veces anubla la vista aun a los responsables
y les hace descuidar la amonestadora voz de la hu­
manidad y de la equidad, vencida o extinguida por i-� J
inhumano : ¡ ay de los vencido s ! Las resoluciones y las
decisiones tomadas en tales condiciones, correrían peli­
gro de no ser sino injusticia bajo capa de justicia .
32 ) No, Venerables Hermanos, la salvación de los
pueblos no viene de los medios ext ernos, de la espada,
que puede imponer condiciones de paz, pero no crea la
paz. Las energías que deben renovar la faz de la tierra,
t ienen que proceder del interior, del espíritu. El orden
nuevo del mundo, de la vida nacional e internacional, u na
vez que cesen las amarguras y las crueles luchas actu2.
les, no deberá en adelante apoyarse sobre la incierta
arena de normas mudables y efímeras, abandonadas a l
arbitrio del egoísmo colectivo e individual. Deben más
bien a lzarse sobre el fundamento inconcuso, sobre la
roca inconmovible del derecho natural y de la revelación
divina. Ahí debe conseguir el legislador humano el es­
píritu de equilibrio, el sentimiento eficaz de la responsa�
b ilidad moral , sin los que fácilmente se traspasan los
l ímites entre el uso legíti mo y el abuso del poder. Unica­
mente así tendrán sus decisiones consistencia interna, no­
ble dignidad y sanción religiosa, y no fluctuarán a mer-

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D O C CJJ!E1VTOS PO}lTIFICIOS

ced del egoísmo y de la pasión. Porque, si es verdad


que los males que aquej an a la humanidad actual provie­
nen, en parte, del desequilibrio económico y de la lucha
d2 intereses por una distribución más justa de los b ie­
nes que D ios ha concedido a los hombres, como medios
de sustento y de progreso, no es m enos verdad que su
raíz es más profunda e interna, pues toca a las creencias
religiosas y a las convicciones morales, pervertidas con
dcctrina y de fe, de costumbres y de moral, en otro tiem­
p ::> p romovida por la labor infatigable y benéfica de la
I;;lssia . La reeducación de la humanidad, si se quiere que
ssa efectiva, tiene que ser ante todo espiritual y religio­
sa : por tanto, debe partir de Cristo como de su funda �
mento . indispensable, tener la justicia con10 su ejecutora
y por corona la caridad. Llevar a cabo esta obra de re­
generación, adaptando sus medios a las nuevas condi­
ciones de los tiempos y a las nuevas necesidades del gé­
nero humano, es el oficio esenc ial y materno de la Igle­
sia. La predicación del Evangelio que le confiara su di­
vino Fundador, en el que se inculca a los ho1nbres ] a
verdad, l a j usticia y l a carida d, y e l esfuerzo por arrai­
gar sólidamente sus preceptos en . l os ánimos y en las
conciencias, es el más noble y el n1ás fructuoso traba10
en favor de l a paz. Esta misión, por su grandiosidad, de­
bería. al parecer, desa lentar los corazones de los q u e
far�-: a n l a Iglesia militante. Pero e l procurar la difusió!l
del reino de D ios que la Iglesia cumplió en todos lo:;
s1 �lc s, de varios modos, con diver3os :medios, en medio
de múltiples y duras luchas, es una orden de mando a
12 o_ue están obligados cu1ntos la grJ.cia del Señor arran­
c '1 d e l q esclavitud de Satanás llamándolos en el bau­
t· o a ser ciudadanos de aquel reino. Y si pertenec2
--: 1-r

a él, vivir conforme a su espíritu, trabaj ar por su dif u­


sión y hacer asequibles sus b ienes aun a aquella parte
de la humanidad que todavía está fuera de él, equ iva le
en nuestros d ías a tener que luchar con oposk�iones y
obstácu los vastos, profundos y m inuciosam ente or�a:-ii ­
zados, como jamás l o fueron e n tiempos anteriore s ; estJ
J lL:;pensa de la franca y valerosa p rofcsién de fe, sino

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PI O XII 85

m ás bien estin1ula a mantenerse firmes en la lucha, aun


a costa de los mayores sacrific ios. El que v ive del es­
píritu de Cristo, no se deja abatir por las d ificultades
que se oponen, antes b ien, se siente impulsado a traba­
jar con todas sus fuerzas confiando plenamente en D ios ;
no se sustrae a las apreturas y necesida des de la hora
actual, s ino hace frente a su dureza, dispuesto a la ayu­
da con a quel amor que no rehuye el sacrificio, es má::;
fuerte que la muerte, y no se deja apagar por las impe­
tuosas aguas de la tribulac ión.

e) Ac ción de la Iglesia p ara restaurar el orden.

33 ) Sentilnos un íntimos aliento, un gozo celeste ( por


lo que d iarian1ente elevamos a Dios nuestro agradeci­
m iento hum ilde y profundo ) , al ob servar en todas las
regiones del mundo católico evidentes señales de un es­
p íritu que valerosam ente arrostra l::ts obligaciones gig:i n-
tescas de la época actual, que con generosidad y d ::- �i­
sión se afana por juntar en fecunda armonía con el pri­
n1er y esenc ial deber de la propia santificaciórt, la acti­
vidad apostólica para acrecentar el reino de D ios. Del
movimiento de los Congresos eucarísticos, promovidos por
Nuestros Predecesores con amoroso cuidado, y de la
colaboración de los seglares formados por la Acción Ca­
tólica en el profundo convencimiento de su noble m i­
sión, brotan fuentes de gracia y reservas de fuerzas, que
en tie1npos como los presentes, en los que aumentan las
amenazas, las necesidades son mayores, y arde la lucha
entre el Cristianismo y el Anticristianismo, d ifíc ilmente
podrían estimarse en lo que valen. Cuando Nos vemos
forzados a observar con t risteza la desproporción entre
el número y los deberes de los sacerdotes, cuando ve­
mos cumplirse aun hoy la palabra del Salvador : la 1nies
e s mucha y los op erario s pocos (l\fat., 9 , 37; Luc., 10, 2 ) ;
la colaboración de los seglares al apostolado j erárqui­
co, numerosa, animada de ardiente celo y consagrada
de l leno a la obra ; la colaborac ión de los seglares, repe­
timos, se manifiesta como poderoso auxiliar de la obra

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96 D OC Ult!ENTOS PONTIFICIOS

de los sacerdotes, y muestra posibilidades de desenvol­


vimiento que justifican las más bellas esperanzas. La
súp lica de la Iglesia al Señor de la mies para que envíe
operarios a su viña ( l\1 at . , 9, 38 ; Luc., 1 0, 2 ) ha sido
o ída de la manera que convenía a las necesida des de l a
hora actual, sup liendo felizmente y completa ndo las ener­
gí3.s, muchas veces impedidas e insuficientes, del apos­
tolado sacerdotal. Una ferviente falange d e hombres y
mujeres, de j óvenes de ambos sexos, obedeciendo a la
voz del Sumo Pastor, a las órdenes de sus Obispos, s e
consagran con todo el ardor d e su ánimo a las obras del
apostolado, para reducir a Cristo las masas del pueblo
que de E l se hab ían a lejado. A. ellos vayan dirigidos en
este momento tan importante para la Iglesia, �uestro
saludo paterno, Nuestro sentido agradecimiento , Xues­
tra confiada esperanza. Ellos, en verdad, han pues ·� o su
vida y su obra bajo la bandera de Cristo-Rey ; y pueden
repetir con el Salmista : Yo consagro mis obrus al Rey
(Salm. 44, 1 ) . E l ven ga a nos el tu reino no sólo es el
voto ardiente de sus plegarias, sino aun la regla direc­
tiva de sus acciones. En todas las clases, en todas las
categorías, en todos los grupos, esta colaboración de los
seglares con el sacerdocio encierra preciosa s energías a
las que está confiada una misión, que los corazones no­
bles y fieles no podrían desear más alta y· consoladora.
Este trabajo apostólico , cump lido según el esp íritu de la
Iglesia, casi consagra a l seglar �1i nis t ro de Cristo, en el
senti do que San Agustín explica de esta 1nanera : " Cuan­
do o ís , hermanos, decir al Señor: D ó n de estoy yo, allí
estará tan1bién mi m i n :stro, no penséis ú nicamente en los
obispos y clérigos buenos. También vosotros, a vuestra
manera, servís a Cristo, viviendo bien, haciendo limosnas,
predicando a cuan tos podáis su nombre y su doctrina,
para que todos, aun el padre de familia reconozca en
este nombre .que debe amor paterno a su familia ; por
Cristo y por la vida eterna amoneste a todos los suyos,
los enseñe, los exhorte, los corrija, use con ellos de be­
nevolencia , ej erc ite la disc ip l i na ; así ej ercerá en su casa
e l oficio eclesiástico y e n cierta mancr1 episcop3 1 , sir-

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PIO XII 97

viendo a Cristo, para que eternamente viva con El" (In


Ev. Joan., tract. 51, 12 s. ) .
34 ) En la labor de promover esta colaboración de
los seglares en el apostolado, tan importante en nues­
tros tiempos, toca una especial m isión a la familia ; por­
que el espíritu de la familia influye esencialmente en el
espíritu de las nuevas generaciones. 11ientras en el ho­
gar doméstico bri ile la llama sagrada de la fe en Cris­
to, y los padres amolden y plasmen la vida de los hijos
segú n esta fe ; la juventud estará siempre dispuesta a
reconocer las prerrogativas reales del Redentor, y a opo­
nerse a quien quiera desterrarlo de la sociedad, y p�ofa­
nar sacrílegamente sus derechos. Cuando se cierran las
iglesias, cuando se quita de las escuelas la imagen del
Crucifijo, queda la familia como el refugio p rovidencial,
y en cierto sent ido, inatacable de la vida cristiana. Da­
mos infinitas gracias a D ios al ver que innumerables fa­
milias cumplen esta misión con una fidelidad que no se
dej a amedrentar ni por ataques ni por sacrificios. Un
poderoso escuadrón de jóvenes de ambos sexos, aun en
aquellas regiones donde la fe en Cristo significa su fri­
miento y persecución, permanecen firmes junto al trono
del R edentor con aquella tranquilidad y decisión segura
que Nos hace recordar los tiempos más gloriosos de las
luchas de la Iglesia.
35) ¡ Qué torrentes de bienes inundarían el mundo,
qué luz, qué orden, qué paz se segu iría para la vida so­
c ial, cuántas energías insust ituib les y preciosas podrían
contribuir a promover el bien de la humanidad, si en
todas partes se concediese a la Iglesia, maestra de jus­
ticia y de amor, aquella posibilidad de acción a que tiene
sagrado e incontrovertible derecho en fuerza del man­
dato divino ! ¡ Cuántas luchas se evi tarían, qué felicidad
y tranquilidad se crearía, si los esfuerzos sociales e in­
ternacionales por establecer la paz, se dej asen penetrar
de los profundos impulsos del Evangelio del amor en la
lucha contra e l egoísmo individual y colectivo ! Entre
las leyes que regulan la vida de lo� fieles cristianos y
los postulados de la genu ina human i dad no existe con- .

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98 D O C U.illENTOS PO�VTIFICIOS

traste, sino consonancia y mutuo apoyo . Por el iflterés


de la humanidad doliente y profundamente sacudida ma­
terial y esperitualmente, Nuestro más ardiente deseo es
éste : que las actuales angustias abran los ojos de muchos
para que consideren en su verdadera luz a J esucristo Se­
ñor nuestro, y la m isión de su Iglesia sobre la tierra ; y
que todos cuantos ej ercen el poder, se resuelvan a dejar
libre el camino a la Iglesia para trabajar en la formación
de las generaciones, según los principios de la j usticia y
de la paz . Este trabaj o pacificador exige que no se opon­
gan obstáculos al ej ercicio de la misión confiada por Dios
a la Iglesia, no se limite el campo de su actividad, y no
se sustraigan las n1asas y especialmente la j uventud a
su benéfico influj o. Por tanto, Nos, como representante
en la tierra de Aquel que fué llamado por el profeta
" Príncipe de la Paz" (Is., 9, 6 ) , apelamos a los gober­
nantes, y a los que de alguna manera tienen influencia
en los negocios públicos, para que la Iglesia goce siem­
p re de plena libertad en el cumplimiento de su obra edu­
cadora, anunciando a las mentes la verdad, inculcando
la j usticia, y calentando los corazones con la caridad d i­
v ina de Cristo.
36) Si por una parte, la Iglesia no püed� renunciar
al ejercicio de esta misión cuyo fin ú ltimo es actuar aquí
en la tierra el plan divino de restaurar en Cristo to das
las cosas de los cielos y de la tierra (Efes., 1, 10) ; por
otra, su obra aparece más necesaria hoy que en época
a lguna, pues la triste experiencia enseña que los medios
externos solos y las p recauciones humanas y los expe­
d ientes políticos no pro ducen lenitivo alguno eficaz a
los males que aquejan a la humanidad.
Enseñados precisamente por el doloroso fracaso de
los e � pedientes humanos para alejar las tempestades que
amenazan arrollar la civilización en su torbellino, mu­
chos dirigen su m irada con renovada esperanza a la Igle­
sia, roca de verdad y de amor, a esta Cátedra de Pedro,
que saben ellos puede devolver al género humano aque­
lla unidad de doctrina religiosa y de código moral que

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P1 O X (J 99

en otros tiempos dió consistencia a las relaciones pac ífi­


cas entre los pueblos.
37 ) Unidad a la que nliran con ojos de nostálgica
añoranza tan tos hombres responsa bles de la suerte de las
naciones, que experi mentan diariamente cuán vanos son
los medios en los que un día ci fraran su confianza ; uni­
dad que ansían multitudes tan numerosas de nuestros
hijos qúe invocan diaria1nente a l Dios de paz y de amor
( cf. 2 Cor. , 13, 1 1 ) ; unidad que anhelan tantos espíritus
nobles, alejados de Nosotros, que en su hambre y sed
de justicia y de paz vuelven sus ojos a la Sede de Pedru
esperando guía y consejo.
Todos ellos reconocen en la Iglesia catól ica la solid�z
dos veces m i lenaria de las normas de fe y de vida, ia
inconmovible firmeza de la Jerarquía eclesiástic:i que,
unida al Sucesor de Pedro, se prodiga i luminando las
mentes con la doctrina del Evangelio, guiando y santi­
ficando a los hombres. Jerarquía que es generosa y ma­
terna lmente condescendiente con todos, pero firme tam­
bién cuando, aun a costa de tormentos o del martirio ha
de pronunciar: N o n licet!
38 ) No obstante que la doctrina de Cristo, Venera­
bles Hermanos, sea la única que pue de proporcionar al
hombre un sóli do fundamento de fe capaz de ensanchar­
le ampliamente la vista y dilatarle divinamente e l cora­
zón y darle remedio eficaz en las gravísimas dificu ltades
actuales : esa doctrina y el afán de la Iglesia por ense­
ñarla, difundirla y modelar los ánimos según sus precep­
tos, ha sido objeto de sospechas, como si sacudiera los
quicios de la au toridad civil, o usurpase sus der e chos.
Contra tales sospechas, N 03 declaramos con since­
ridad apostólica ( queci.ando en vigor todo lo que Nues­
t ro Predecesor Pío X I de v. ·Il1. en su Encíclica Quas
pdm �s de 1 1 de diciembre de 1 925 enseñó sobre el po­
der de Cristo-Rey y de la Iglesia ) que semejantes inten­
tos son del todo aj enos de la Iglesia, que dirigiéndonos
[!J !' ¿undo abre s u s n1aternales brazos no para dominar,
sino para servir. No pretende la Igle3ia suplantar las ai1 -
toridades legítimas en el car:lpo que les pertenece, sino

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100 DOC Ull!EJ.V TOS PONTIFICIOS

que les ofrece su ayuda, a ejemplo y con el espíritu de


su divino Fundador, que " pasó haciendo bien." (Hech.,
1 0, 38 ) .
La Iglésia predica, e inculca obediencia y respeto a
la autoridad terrena, que recibe de D ios su noble origen,
y se atiene a la enseñanza del divino Maestro que die� :
" Dad a César lo que es de César" : Re d di te quae sunt
Caesaris, Caesari (Mat., 22, 2 1 ) : No tiene miras usur­
padoras y canta su Liturgia: No arrebata reinos mQr­
tales, q uien da los celestiales (Himm. fest. Epif.) . N o
deprime las energías humanas sino las levanta a cuanto
es magnánimo y generoso, y forma caracteres que siguen
en todo la voz de la conciencia.
39 ) Tampoco la Iglesia, que ha dado la cultura a
los pueblos, ha retardado jamás el progreso de la huma­
nida d, sino antes con materno orgullo se complace y
goza de él. E l fin de su actividad lo sintetizaron admi­
rablemente los Angeles sobre la cuna del Verbo Encar­
nado, cuando c�ntaron glorias a D ios y anunciaron la paz
a los hombres de buena voluntad: Gloria in altissimis
Deo e t in terra p az hominibus bonae voluntatis (Luc . ,
2, 14 ) . Esta paz, que el mundo no ·puede dar, y que fué
dejada en herencia por el m ismo divino Redentor a sus
discípu los : Os dejo la p az, os doy mi p a z (San Juan,
14, 27 ) , la han conseguido millones de almas, la consi­
guen y la conseguirán siguiendo la sublime doctrina de
Cristo, compendiada por El mismo, en el doble precepto
del amor a D ios y al prój imo. La historia de casi dos mil
a ños, . la historia llamada sabiamente por el gran orador
romano : "maestra de la vida", demuestra la verdad del
dicho de la Escritura, que no tendrá paz quien resiste a
D ios ( cf. Job . , 3, 4 ) . Pues sólo Cristo es la piedra angu­
lar ( Efes. , 2, 20) , sobre la que pueden hallar estab ilidad
y salvación el hombre y la sociedad.
Sobre esta piedra angular está fundada la J glesia ,
y por eso jamás las potencias adversas podrán prevalecer
contra e lla: portae inferi non p raevalebunt (l\l a t . , 1 6, 1 8 ) ,
jamás podrán debilitarla, antes las luchas internas y ex-

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PIO XII 101

ternas contribuyen a acrecentar su fuerza, Y aumentar


las coronas c!e sus gloriosas victorias.
Por el contrario cualquier otro edificio que no tenga
por sólida base la doctrina de Cristo, se apoya sobre la
movedi za arena , y su destino es una miserable ruina
(:L\iat., 7, 2 :3 ) .
eoNeLus 1 o N.

Venr.rables Hermanos :
40) La hora en que os llega esta �uestra primera
Er.. c íclica es, bajo muchos aspectos, verdadera hora de
tinieblas ( cf. L u � . , 22, 53 ) , en la que el espíritu de la
violencia y de la discordia derrama sobre la humanidad
1.1 copa sartgrienta de dolores sin nombre. ¿ Ne�csitamos
asegurarnos que Nuestro corazón paternal de amor com­
pasivo est á cercano a todos sus hijos, y en modo espe­
cial a los atribulados, a los oprimidos, a los perseguidos?
Los pueblos arra stra d o s en el trágico vórtice de la
guerra, quizá están aún al co1ni e11zo de sus dolores
(l\Iat., 24, 8 ) ; y ya reina en millares de familias muerte
y desolación, lam ento y miseria . La sangre de innumera­
bles seres humanos hasta no combatientes levanta fúne­
bre y desgarrador la1nento sobre una amable nación, Po­
lonia , que por su fidelida d a la Iglesia , por sus méritos
en la de.fensa de la c ivilización cristiana, escritos con ca­
racteres indelebles en los fastos de la historia , tiene de­
recho a la sim pat ía humana y fraternal del mundo y
espera confiada en la poderosa intercesión de l\Iaría
Auxiliu!l1 Christi a no run1 J a hora de una resurrección con­
forme a los principios de la justicia y de la verdade­
ra paz.
4 1 ) Lo que acaba de suceder y está sucediendo to­
davía se presentaba a Nuestra mirada como una visión,
cuando, no habiendo desaparecido el último rayo de es­
peranza, nada dejarnos de inte ntar, en la forma que Nos
sugería nuestro apostól ico m inisterio y los me dios de
que d isponíamos para in1pedir el recurso a las armas, y
tener abierto el camino a una inteligencia honrosa para

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102 D OC UMENTOS PON11IFICIOS

las dos partes. Convencidos de que al uso de la fuerza


por una parte, se respondería con el recurso a las a rmas
por la otra, consideramos deber imprescindible de Nues­
tro apostólico M inisterio y del amor cristiano, hacer
cuanto pudiéramos para ahorrar a la humanidad entera
y a la cristiandad los horrores de una conflagración
mundial, aun con peligro de que Nuestras intenciones y
Nu estros fines fuesen mal interpretados. S i a Nuestras
a monestaciones se prestó respetuoso oído, no se - las dió
ejecución. Y m ientras Nuestro corazón de Pastor mira
dolorido y preocupado, se p resenta a Nuestra mirada la
imagen del Buen Pastor, y parécenos como deber N u es­
tro repetir al m undo, en su nombre, el lamento : ¡ Si hu­
bieses conocido ... lo que te con ducía a la paz, pero aho­
ra está oculto a tus ojo s ! (Luc., 19, 42 ) .
42 ) En medio de este mundo e n tan extraño con­
traste con la paz de Cristo en el reino de Cristo, la
Iglesia y sus fieles atraviesan tiempos y años de prueba,
cuales rara vez conoció en su historia de luchas y sufri­
mientos. Pero p recisamente, en tales tiempos, quien per­
manece firme en la fe y tiene robusto el corazón, sabe
que Cristo-Rey, en la hora de la prueba, que es la hora
de la fideli dad, está más que nunca cerca de nosotros.
Con el corazón d estrozado por los sufrimientos y pa d eci­
mientos de tantos hijos suyos, pero con el va lor y la
firmeza que provienen de las p romesas del Señor, la
Esposa de Cristo avanza hacia las a menazadoras tem­
pestades. Y sabe que la verdad que ella anunc ia, el amor
que enseña y pone en práctica, serán los consej eros y
cooperadores insustituibles de los hombres de buena vo­
luntad en la reconstrucción de un nuevo mundo, según
la justicia y el a mor, una vez que la humanidad, cansada
de correr por las v ías del e rror, habrá saboreado los
amargos frutos del odio y de la violencia .
43) Entre tanto, Venerab les Hermanos, el mundo y
todos aquel los a quienes ha llegado la calamidad de la
guerra, tienen que saber que el deber del a mor cristiano,
quicio fundamental de l reino de Cris to, no es palabra
vac ía, sino rea lidad viviente. Un vastísin10 ca 1npo s� alJ:-c

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PI O X I I 1 03

é1 la caridad cristiana en todas sus formas. Confiamos


plena mente en que todos N uestros hij os, especialmente
aquellos que e3tán libres del azote de la guerra, imitando
al divino Samaritano , se acordarán de los q ue, por ser
víc ti!�-:as de 13. guerra, tienen derecho a la compasión y
al socorro.
La Igle sia católic::i, c i u da d ele Dios, cu yo re y es la
ver d a d , c u ya ley la caridad, cuya m e dida la eternidad
(S. A g u s t . , Ep. CXXXVIII a d IUarccll inum, c. 3 ) anun­
cia ndo sin errores ni disminuciones la verdad de Cristo,
t rabajando según el amor de Cristo con arrojo materno,
está como una bienaventurada visión de paz sobre el -tor­
bellino de errores y pasiones ; y espera el momento en
que la mano omnipotente de Cristo-Rey sosegará la tem­
pestad, y desterrará los espíritus de discordia que la pro­
vocaron. Lo que está en N uestro poder para acelerar el
día en que la paloma de la paz encuentre sobre la tierra ,
sumergida en el diluvio de la discordia, donde posar su
pie, seguiremos haciéndolo, confiando en los hombres de
Estado eminentes que, antes de desenca denarse la gue­
rra, trabajaron noblemente por alej ar de los pueblos tan
terrible azote ; confiando en los millones de almas de
todos los pa íses y de todos los campos que piden a gri­
tos, no sólo j usticia, sino también j usticia y misericord ia ;
pero confiando sobre todo en Dios omnipotente a quien
diariamente dirigimos la plegaria : A la sombra de tus
a l a s e sp e ra r é hasta q u e p ase la i ni q u i da d (Salm. , 56, 2 ) .
44 ) Dios lo puede todo : como la felicidad y la suer­
te de los pueblos . tiene también en sus manos los hun1a­
nos consejos y dulcemente los inclina a donde El quie­
re. Para su omnipotencia, aun los obstáculos son medios
con qué plasmar las cosas y los acontecimientos, y diri­
gir las mentes y el libre albedrío a sus altísimos fine3.
Orad, pues, Venerables Hermanos, orad sin inte­
rrupción, orad principalmente cuando ofrecéis el divino
sacrificio de amor. Orad vosotros a quienes la valiente
profesión de fe impone hoy duros, penosos y no raras
veces heroicos sacrificios ; orad vosotros, miembros pa-

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104 DOC UME}.lTOS POl'l'TIFICIOS

cientes y dolientes de la Iglesia, cuando Jesús viené a


consolar y aliviar vuestras penas.
Y no os olvidéis mediante un verdadero espíritu de
mortificación y dignas obras de penitencia, de hacer
vuestras plegarias más aceptas a A quel que levanta a los
que caen y anin1a a los deprimidos ( Salm., 144, 14) , pa­
ra que El en su misericordia abrevie los días de la
prueba y se cumplan así las palabras del Salmo : Clama­
ron al Señor en s u s . tribulaciones y los libró de sus ne­
cesi da des (Sahn., 106, 13) .
Y vosotros, cándidas legiones de niños, tan ama dos
y predilectos de Jesús, al comulgar con el Pan de vida;
alzad vuestras ingenuas e inocentes plegarias y unidlas
a las de toda la Iglesia. A la inocencia suplicante no re­
siste el Corazón de Jesús que os ama: ora d todos, orad
sin interrupción : sine intermissione orate ( 1 Tes. , 5, 1 7 ) .
Así pondr é is e n práctica e l sub lime precepto del di­
vino l\ll a estro, el testamento más sagrado de su Cora­
zón, u t on1nes u nun1sint (S. .Juan, 17, 2 1 ) : que vivan
to dos en aq�uella unidad de fe y de amor, por la que re­
conozca el nlundo la potencia y la eficacia de la m isión
de Cristo · y de la obra de su Iglesia.
La Iglesia primitiva comprendió y actuó este divino
precepto y lo expresó en una magnífica oración ; uníos
también vosotros con los mismos sentimientos que tan
b ien responden a las necesidades de la hora presente :
Acuérdate, Señor, de tu Iglesia� para que la libres de
to do mal y la p erfecciones e n tu caridad ; y de los c ua­
tro vientos rcúnela santificada e n tu reino que p reparas­
te para ella; pues t•ya es la virtu d y gloria por los siglos
de los siglo s (Doct. 12, Apost., c. 10) .
Con la confianza que Dios, autor y an1 a dor de la
paz, escuche las súplicas de la Iglesia, en prenda de la
abundancia de las gracias divinas y con la plenitud de
Nuestro ánimo paternal os da mos la Bendición Apos­
tólica.
Dada en Castelgandolfo c erca de Roma el 20 de oc­
tubre del año 1 939, primero de Nuestro Pontificado.

PIO PAPA X I I .
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E N CI C L I CR
S E RTU M Lf\ ETI C l f\ E

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ENCICLICA SE RTUM LJETICl.l:E.

Al Ep iscopado de Estados Unidos al celebrarse el Ses­


quisiglo del estable cimiento de la Jerarquía
Eclesiástica en ese País.

PIO PAPA XII.

Venerables I-Iermanos, salud y bendición apostólica :

Deseosos de aumentar una corona de santa alegría,


atravesamos con el pensamiento la inmensidad del mar,
y nos colocamos en espíritu en medio de vosotros, que
j unto con todos vuestros fieles celebráis el fausto cum­
p limiento de un siglo y medio del est�blecimiento de la
jerarquía eclesiástica en los Estados Unidos. Muy gusto­
sos hacemos esto, porque la ocasión que ahora se nos
presenta de demostrar con un documento público nues­
tra estima y nuestro afecto hacia e l pueblo americano,
i lustre y rebosante �e j uventud, nos es tanto más grato
cuanto es más sole mne y porque e lla viene a coincidir
con los princip ios de nuestro pontificado.
A los que abren los anales de vuestra historia e in­
dagan las causas p rofundas de los acontecimientos que la
forman, salta a la vista que el triunfal desenvolvimiento
de la divina religión no ha contribuído poco a llevar a
vuestra patria a la gloria y prosperidad de las que actual-
1nente goza. Es notorio que esta hija del cielo está des-
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1 08 D O C U.:W E�r T O S PQ;.V TI FICIOS

tinada a conducir a los hombres a la felicidad eterna con


sus enseña�zas y con sus leyes, y es también indiscuti-.
ble que ella colma de tantos beneficios la vida terrena,
que no podría dar más si la principal razón de su exis­
tencia fuese la de hacer felices a los hombres durante su
breve jornada terrenal.
Nos es grato recordar hechos notorios. Cuando Pío
VI dió a vuestros compatriotas el primer obispo en la
persona del ciu dadano a mericano Juan Caroll, nombrán­
d,o lo obispo de Baltimore, exigió y de poca importancia
era allí el número de los católicos, y las condiciones de
Estados Unidos eran tan peligrosas que su estructura
y su misma unidad pol ítica estaban amenazadas por una
grave crisis ; pues, a causa de una larga y extenuadora
guerra, el erario estaba agobiado de deudas, las indus­
trias langu idecían y los habitantes estaban divididos en
opuestos partidos por la exasperación ocasionada por las
calamidades. El celebérrimo Jorge Washington, hombre
de firme carácter y de penetrante sagacidad de mente,
remedió _esa situación tan dolorosa y, podría decirse, ,rui­
nosa. El estaba unido por un a sólida amistad con el men­
cionado obispo de Baltimore. Así e'l padre de la Patria y
ei primer pastor sagrado de la Iglesia en esa tierra, que
nos es tan querida , unidos por vínculos de benevo len­
cia, para perpetuo ejemplo d e los venideros y para .ense­
ñanza de las más alejadas edades futuras, como unien­
do sus diestras, indicaban que debía ser para el pueblo
americano sagrada y solemne norma de vida el respeto
a la fe cris tiana, que, tutelando y avalorando los supre­
mos principios éticos, es la salvaguardia del bien públi­
co y contiene fuerzas de verdadero progreso.
Muchas son las causas a. que debe at ribuirs� el flo­
recimiento de la Iglesia Católica en vuestro país. Quere­
mos poner . de relieve una muy digna de atención. Gru­
pos de sacerdotes constreñidos a emigrar a vuestra pa­
tria a causa de las persecuciones a portaron a ese sagra­
d o Pastor una ayuda que le fué muy grata y, con su ac­
tiva colaboración en el m inisterio espiritual, esparcieron
una preciosa semilla, de la que se recolectó una brilla nte

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PI O ){_ J I 109

mies de virtu des. Va rios de esos sacerdotes llega ron des­


pués a ser obispos, pudiendo así conquista r nuevos mé­
·
ritos en los consoladores progresos de la cau sa católica,
del reino de Dios. Aconteció lo que, con10 la h istoria de­
muestra , suele siempre acontecer: que los nubarrones de
las perseGUc io nes no extingu en sino qu e an1plían sobre
mayor su per ficie e l fuego apostólico, esto es, el que ali­
mentado por u na fe libre de ficciones humanas y por la
cari dad sincera a rde en el pecho de los esforzados.

Activi da des florecientes.

Cuando había n pasado cien años del acontec imiento


que os llena ahora de legítima alegría, el Papa León X I I 1 ,
de feliz memoria , quiso e n su ca rta Lo n ginqua occani,
recor rer el ca1n ino a ndado a llí por la Iglesia desde su
principio, y agregó a esa reseña, exhortaciones y norm as
�n las que su pa ternal benevolenc ia competía con su sa­
biduría. Lo que entonces escribió tan bien nuestro au­
gusto Predecesor es digno de perenne consideración . En
estos cincuenta años, el progreso de la Iglesia no se ha
detenido, sino que ha tenido mayor expansión, y ha cre­
cido con inayor lozan ía. Robusta es la vida que la gracia
del Espíritu Santo ha hecho florecer en el sagrario de
los corazones; consoladora la asistencia a las iglesia s; los
fieles en gran nú mero se acercan a la inesa en la que se
rec ibe el Pa n de los ángeles y manjar de los fuertes ;
se siguen con gran ardor los ejercic ios espirituales
cerrados ; y muchos que, dóciles a la invitación de la
voz divina que los llama a vida más alta , rec ibe n el
sacerdoc io o abrazan el esta do rel igioso. Actualn1ente
hay allí diec inueve p rov incias eclesiá sticas, ciento quin­
ce diócesis, casi doscientos sem in(l rios e innumerables
tem plos, escuelas elementa les, supe riores, colegios, hos­
pita les, asilos para los pobres y n1onasterios. Con razón
los forasteros adm iran el sistema orgánico que rige en
las varias categorías de vuestras escuelas, a las que pro­
veen los fieles con liberalidad, v igiladas con solic itu d
por los prela dos, porque de ellas sale n las muchedumbres

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1 10 D O C UJfENTOS POf.iTIFICI O S

d e c iudadanos morigerados y prudentes que, respetuosos


de las leyes divinas y humanas, son j ustamente consi­
derados como el nervio, la gala y el honor de la Iglesia
y de la Patria. Las obras m isioneras, especialmente la
Pontificia de la Propagación de la Fe, están bien estable­
c idas y son activas ; con oraciones, con limosnas y con
otros aportes de género diverso ayu dan a los heraldos del
Evangelio empeñados en hacer entrar el estandarte de la
Cruz que redime y salva en tjerra de infieles. Sentimos
la necesida d de aprovechar esta c ircunstancia para dar
testilnoni� de alabanza a las obras n1isioneras particu­
lares de 1uestra nación, que con vivo interés procuran
la difusión del c atolicismo. He aqu í sus nombres : Ca tho­
lic Church Extension Society, sociedad nimbada con una
aureola de gloria por su beneficencia ; Catholic Near East
Welfare Association, que presta providenciales auxilios
a los intereses del cristianismo en Oriente, donde son
tantas las necesidades : Ih dian and Nigroes l\1i ssion, obra
sancionada por el Tercer Concilio de Baltimore ( Actas
de ese concilio cap. I I ) que Nos confirmamos y aprecia­
mos, porque es una exigencia de vuestra caridad hac ia
vu 2stros conciu dadanos. Os confesamos que nos senti­
mos penetrados por un particular afecto paternal, que
ciertamente nos inspira el cielo, hacia los negros que ha­
bitan entre vosotros, porque, en lo concernient e a la asis­
tencia espiritu al y religiosa, sabemos que necesitan es­
peciales cuidados y alientos; y por lo. demás ellos lo me­
recen mucho. Invocamos, por tanto, copiosas bendicio­
nes divinas para los que movidos por una generosa ca­
ridad se muestran solícitos de los negros y les augura­
mos grandes éxitos.
Aden1ás, vuestros conciudadanos, para agradecer
oportunamente a Dios el don inestimable de una fe ín­
tegra y verdadera y deseosos de santas audacias, envían
fuertes contingentes al ej ército de misioneros, los que con
sus trabajos. con la p aciencia invicta y con la energía
dirigida a nobles iniciativas por el reino de D ios, ad­
quieren m éritos que la tierra admira y que el cielo co­
ronará con un galardón adecuado. No tienen menor fuer-

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PIO XII 111

z a vital las obras que son de provecho para los hij os de


la Iglesia dentro de los confines de la patri a : las oficinas
diocesanas de caridad, organizadas con criterio de sabia
p racticidad, por medio de los párrocos y con el concurso
de las fami lias religiosas, llevan a los pobres, a los nece­
sitados, a los enfermos, los dones de la misericordia cris­
tiana, alivian las miserias, viendo al ej ercer ese min is­
terio de tanta importanc ia, con los ojos dulces y pene­
trantes de la fe a Cristo presente en los indigentes y en
103 afligidos, que son los m ísticos miembros doloridos
del Redentor.
Entre las asociaciones laicas -ya que enumerarlas
todas sería muy larga tarea- han conquistado laureles
de inmarcesible gloria, la Acc ión Católica, las Congre­
gaciones marianas, la Cofradía de la Doctrina cristiana,
contentas con los frutos ya obten idos y prometedo ras de
una más copiosa m ies en lo porvenir, como asimismo las
�.\.sociaciones del Santo ::\on1bre, que son excelente guía
para promover el culto y la piedad. Está a la cabeza de
esta múltiple actividad de los laicos, que se desenvu elve
en diversos sectores según las necesidades de los tiem­
pos, la National Catholic \Ve.lfa re Co nference que provee
de prontos y adecuados medios a vuestro ministerio
episcopal .
Hemos podidos ver particularmente las principales
de todas estas instituc ion"es en el mes de Octubre de
1936, cuando, después de atravesar el Océano hemos te­
nido el placer de conoceros personalmente y el campo de
vuestras actividades.
Permanecerá siempre imborrable y placentero en
nuestro corazón el recuerdo de cuanto hemos admirado
entonces con nuestros ojos.
Por tanto, se impone que con sentimentos de ado­
ración demos con vosotros grac ias a Dios por todo esto,
y que elevemos el cántico de gratitud : "Alab a d al Señor
del cielo, p orque e terna es su miseri c or di a." ( Salmo 135,
26) . El Señor cuya bondad no está c ircunscripta por lí­
mites, así como ha llenado vuestra tierra con la libera­
l idad de sus dones , así también ha concedido a vuestras

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1 12 D (]C U/ifENTOS P01VTIFICIOS

iglesias un celo eficaz y ha llevado a la madurez de re­


sultados sus t rabajos. Cumplido el debido tributo de re­
conocimiento a D ios, que es el principio de todos los bie­
nes, . reconocemos, dilectísimos, que esta próspera fecun­
didad, que en unión vuestra admiramos. se debe tam­
bién al espíritu de iniciativa y a la constancia en las em­
presas de los sagrados Pastores y de los fieles que forman
esa porción de la grey de Cristo � reconocemos también
que se debe a vuestro clero que, inclinado a la decisión
en el trabajo, cumple con celo vuestros man.datos ; a los
miembros de todas las Ordenes y Congregaciones que,
distingu iéndose por su virtud, se pro digan con santa
porfía en el cultivo del campo de la.s almas ; a las innu­
merables religiosas que, a menudo silenciosas y desco­
nocidas por los hombres, impelidas por el fuego interior
de la caridad, se consagran con ejemplar dedicación a la
causa del Evangelio, verdadero jardín de Cristo, mo­
t ivo de singular complacenciq. de los Santos.
Pero queremos que este nuestro elogio sea laudable.
La consideración del bien realizado no ha de ser motivo
de un amortiguamiento en vuestras actividades que os in­
cline a la negligencia, no debe motivar la nociva dulzu­
ra de la vanagloria ; por el contrario, servir de estimu­
lante para que con renovadas energías se impidan los
males, y para que con una mayor conciencia aumenten
las iniciativas que se�n útiles; próvidas y dignas de en­
comio . El . cristi ano, si honra el nombre que lleva, siem­
pre es apósto l ; no es digno del soldado de Cristo alejarse
del combate , pues sólo la muerte pone fin a su malicia.
B ien sabéis vosotros dónde es menester que vuestra vi­
gilancia sea más despierta y qué programa de acc�-ón
conviene trazar a los sacerdotes y a los fieles, para que,
vencidos los obstáculos, la re ligión de Cristo sea guía
luminosa para las inteligencias, norma para las costum­
bres y, a fuer de ú nica causa de salvación; penetre los
sentimientos íntimos y las arterias de la sociedad hu­
mana. El progreso de los bienes externos y materiales,
aun cuando no se ha de t '"' rJ.er en poco aprecio, por las
múltiples y apreciables u t ' : riadcs que aporta a la vid:i,

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P I O XII

si!1 en1 bargo no basta a l hombre, nacido para m ás a ltos


" t ri llan te 3 destinos. C re ado a imagen y semejanza de
D ios , busca a Dios c on una incoercible asp i ración, y su fre
y de rra n� a sec re to llanto, si en la e lección de su a mor no
tiene c u enta de la supre1n a Ve rdad y del B ien i n finito.
Pero uno no se acerca a D ios, del cual qu ien se aleja
rr: u E:r 2 ,.al cual 0 u ien s2 convie rte v ive , en e l cual qu ien
s� a firma se i lun1ina, atravesan do espac ios c o rpóreos,
s i no gu iado po r C risto, con la pleni tud de la fe sincera ,
c on la concie nc i a i nm aculada por una recta volu ntad, con
l a santidad de las obras, con la a dq u isición y el e mp leo
d e la genu ina liberta d , cuyas sagradas normas están · p ro­
m u l ga-das en el Evange lio. P ero si, por el contra rio, se
despr2cian los divinos m a n d 3. rnientos, no solan1en te no
s e c onseguirá la fe l icida d post erior a l b reve período de
tien� p o señala do a la existe ncia terrenal, sino también
vac�la la base m i sma de la verdadera civilización en su
c o�YLcnido y no s 2 p u e den esperar sino ruinas, sobre las
cu i les E:C derrama rán lágriln•s tardías. Y en verdad�
i, C('iD'._O pueden tener g:lra n tía de estabili dad e l b ien pú ­
b l i c o y la glori a de la vida civil, cuando han sido tras­
tornados los derechos y desprec iadas y mofadas las v ir­
tu des? Pero así cerno Dios es la fuente del de rec ho, así
tJ.mbj én es el i n 3pirador y el premio de las v i rtudes ; no
h ::i y en tre los l e gisladores nadie que se le a semeje ( C fr.
Jnb, 36, 22 ) . Según la confesión de todos los qu e tienen
bu en s e n tido. la raíz a n1a rga y fér t i l de los m ales es do­
G t!. ie r 1 el desconoc �m iento de la div ina l\Iajestad, el aban­
dono d e las l e y e s morales de o rigen su perior, o una. de­
t e s t2 b 1 e i nconstancia que hace vacilar entre lo lícito v lo
i lícito . en tre la j u sticia y la iniquidad. De aquí e l de � en­
frenado y ciego egoísmo, l a s2d de placeres, el alcoho­
li sn.10, la n-:.oda imp:J.dic a y dispend iosa, la criminalidad
no rara a u n en los n1eno res de e d a d, la sed de poder,
el o lvido de los pob re s , el ham bre de riquezas inicuas,
la de �erc ión de la cam p aña, la ligereza en contrae r ma­
trir� onj o, los divorc ios, la disgregaci ón de las fa mil ia s , el
enfrüi :rn i ento del n1 utuo afecto entre padres e hijos ' la
es terilidad conyuga l , el agotamiento de la estirpe, la

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1 14 D O C UJIE�YTOS PO).'TIFICIO S

mengua d e l respe to a las a u toridades, e l serv ilismo, la


rebe lión y el aban dono de los debe res para con la patria
y la hun1anidad. E levemos además nuestro paternal la­
mento porque a ll í, en muchas escue las se desprecia a .
menudo a Cristo o se le ignora , se c i rcunscribe la expli­
cación del u n iverso y del humano l inaj e dentro de los
l ín1 ites del natura lismo y del rac iona lismo, y se bu scan
nuevos s istemas e ducativos que no podrán menos de ser
nocivos a la vida intelectual y moral de la nación.
Además, a s í como, observando la ley de C ri sto , rei·
na la v e rdadera felicida d . a s í también, si se repu dia el
Evange lio, la felicidad desaparece deYasta da por los v i­
cios : " el que b u s c a J a le y será c olmado de bienes; pero
q uien obra con fic ción h allará e n ella tropiezo." ( Ec le­
siástico, 32, 1 9 ) . ¿Qué puede hab e r en la tierra más sere­
no y encantador que la fam il ia c ristiana ? B ro ta d a j u nto
al a ! t a r del Señor, donde el a mor ha sido proclamado
sa�to v ínculo ind iso l uble, se consolida y medra en el
m i sr:: o an�or nu trido por la grac ia del cielo. En ella " e s
honrado por to dos e l matrin1 onio y el tálamo es inm acu­
la d o . � ' ( Hebreos, 1 3, 4 ) ; las tra nqu i las pa redes no resue­
nan con los gritos de las desaveniencjas, ni son testi gos
de secre tos martirios por la reve lación de astu tos traj i­
nes de i n fidelida d ; la solidísima confia nza tiene a lejada
la espina de la sospecha ; en la m u tua benevo lenc ia s e
alivian los dolores y au mentan l a s a legrías. A llí los hijos
no t:on considera dos como un gravoso peso, sino com�
d u lces pren das ; ni vituperables motivos u t i lita rios o e l
ansia de place res estéri les i n te ntan i m pe d ir e l don de la
v ida n i contribuyen a la desaparic ión d e l o s suaves no m­
bres de hermano y de hermana . Con cu ánta solicitud Jos
pa dres procuran que los h ij os no solam ente crezcan físi­
can1ente v igorosos, s ino también que, s igu iendo el m is­
mo sendero de sus abuelos, que les son recordados a me­
nudo, brillen con la luz que comunican la profesión de
u na fe purísima y la honestidad de v i d a . Movi dos a v is­
ta de tantos bene fic ios, los h ij os c reen como princ ipa l
deber el de honra r a los padres, de secundar sus deseos,
de sostenerlos en la vej e z con a morosa ayuda, de alegrar

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PIO x· 1 1 1 15

su ancianidad con un a fecto que, no termina ndo con l�


muerte, será más corp p l eto y glorioso en el cielo. Los
m iembros de la fa n1 i lia c ristiana , no quej osos en las ad­
versida des ni i ngratos en la prosperi da d, están siempre
llenos ele con fianza en D i os, cuyas leyes obe dece n, cuya
volunta d acatan y c uya ayuda no espera n en vano.
Por tanto, exhorten a menudo a los fie les que �ons­
tituyan y n1 antenga n la s familias según la norma de la
s 1 h i duría eva ngé lica , to dos los que tienen en las iglesias
funciones dire c ti vas o de magis te rio y que, por lo mismo,
se empeña n con asidua solicitud en p repara r para e l Se­
ñor un pueblo perfec to. Por la m isma ra zón es menes­
ter también a tender delige nte mente a que el dogma de
la u nidad "'v d e la in disolub i l i d a d del m a t rin1onio s ea co-
nqc ido y santa mente respeta do por todos los que lo con-
traen. Que este punto capita l de la doc tri na católica tie­
ne gra nde eficacia para una sólida estruc tura fa m i liar,.
para el progreso y la prospe ri dad d·2 la socie da d c iviJ ,
para la salud del pueblo y para una civiliza c ión, cuyos
resplandores no sean fa lsos y fa tuos lo reconocen t:nn ­
b ién no pocos que, no obstan te esta r · aleja dos de nuestra
fe , son dignos de cons ideración po r su buen sentido po­
l ítico. ¡ Ah ! ¡ s i v uestra patria h u b iese conocido por la
expe rie ncia de o tros y no por la propia el cúmulo de m�­
les p roduc idos por la licencia de l di\Torc i o ! Que e l res­
peto hacia lf! rel igión y la piedad hacia el gran pueblo
a n1ericano est i m u len una enérgica acción para q u e :3 e
c u re ra dicalmente mal tan d i fundido desgraciadamente.
E l Papa León XIII ha desc ripto así con pa labras que po­
nen d e relieve la verda d , las cons e cuencias de ese m a l :
" Por el divorcio, el c on tr �t o del matrimo n i o q u e d a su­
j eto a inudanzas; se debilita el afecto; se afrecen p erni­
ciosos incenti vos a la infi deli dad co nyu gal ; se daña T a
"
e ducación y e l cui dado de la prole '· s e da fá cil ocasión a
la desc omposición de la sociedad don1 éstic a ; se arroja n
s emillas de d i s cordias en l a s fam ilias ; s e m e n gua y de­
p rime la digni dad de Ja mujer, que corre el peligro d �
s er aban do nada después de haber servido como i ns tru­
mento de placer al m arido. Y como quiera que n a da c o n-·
.
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l lG D O C U1l!E!\rTOS PONTIFICI O S

tribuye tanto a ar r u i na r las fam ilias y a minar el p o der


de los rei :aos como la corrupción de las costumbres, fá­
c ihnente s e ve que el divorcio es muy nocivo a la pros­
pe1·i da d de las fanl ilias y de los Estados." ( Carta E nc í­
c lica Arcanum).
E l m edio e ficaz p a r a obviar estos m ales tan graves,
2s que to dos los fieles reciban en toda su p le nitu d l a
enseñanza d e l a s divinas verda des y que l o s pueblos
tengan expedito el can1ino que conduc e a la salvación.
Por tanto, exhortan1os a los sacerdotes que t ra ten de a d­
quirir u n a mplio c a u d a l de c iencias d ivinas y humanas,
que n o se conten t e n con los conoc imientos i ntelectuales
adqu � ri dos en su j uventu d ; que me diten con atento es­
píritu ele i nvestigac ión l a ley d e l Señor, c uyos o rácu l os
son más pu ros que la p lata ; que continu amente gu sten
y s ?.boreen las castas de licias de las Sélgra das E sc ritu­
ra s ; n u e con el a n d a r de los años, estudien con mayor
- - �

p ro�undidad la histo ria de la Iglesia, los dogmas, los sa-


c ra ri-: ': ntos, los d e rechos, las prescripciones, l a l iturgia,
su l2 aguaje, de rno do que el p rogreso i ntelectu a l corra
en e 1 � JS p araj as con el de las virtudes. Cultiven asimis­
n10 los estu dios lite "'ar ios y las discip l inaB profanas, es­
pecialmente las que son mayormente a nej a s a la religión,
para que con c Q nceptos c l a ros y con fecun do labio pue­
dan i m partir la enseñanza de gracia y de salud, capaz
de doblegar aún a las persona s doc ta s bajo el lev e peso
y el yugo suave del Evangelio de C risto . ¡ Fe l i z la Igle­
sia s i a s í estu v iese "fu n da da s obre zafiros " ! ( Cfr. Isaías
XI\', 1 1 ) . Las exigencias de los tiempos actuales req u ie­
ren que a u n los la icos, espec ia lmente los que coadyuvan
€ 11 la obra del a postola do j erárq u ico: se procuren u n cau­
dal de conoc imien tos religiosos no pobre y exiguo, sino
sólido y v a l ioso, n1 ed iante bibliotecas, discusiones, c írcu­
los de cu ltura ; lo cual será de gran provecho para sí m is­
mos y podrán enseñar a los ignorantes, confutar a los
a dversa rios pertina ces y ser úti les a los buenos a m igos.
R einos sabido con gran a legría que la p rensa p ro­
J)Ugnadora de los principios catól icos es v a l iosa en e se
país y que la ra dio marconiana - m a ra v i l losa i nvención,

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PIO )( J J 1 17

elocuente image!1 de la fe apostólica que abraza todo e l


li naj e humano- es emp leada a menudo y c o n provec h o
para que l a s e n seña nzas y sucesos eclesiásticos tengan
una amplia d i fu s ión . A laba mos el bien cumplido. Pero
los que desempeñan ese minis terio en la pron1oción y
proposic ión de la doctrina soc ial empéfi.ense en a dherir­
s e a las n ormas de l n1agisterio de la Igles ia, y prescin­
diendo· de su propio interés, desprec iando la vanagloria
y desligJ. dos de partidos pol í U co s hablen " c o 1 n o de D i o s y
& n t c D i os e n C ri s t o . " ( I l Cori n t i o s 2, 1 7 ) . Desea ndo que
e l progreso c ientífico e n todo su conjunto se a fi rme
sie1n pre más, él h ora que se nos presenta una c ircunsta n­
cia o portuna , q u e re mos manifestar también nuestro cor­
dial interés por la Universidad Católica de \Vashington.
B ien sabéis con qué ardientes votos e l Papa León X I I I
saludó a ese precla ro ten1p lo d e l saber, c uando s e fundó,
y cuán re petidos tes t in1onios de particular a fecto le dió
e l romano Pontífice nuestro i nmediato predecesor, el
c u a l estaba íntima mente persua dido de que s i ese gran
Ins titu to, que ya ha obtenido ta ntos éx itos, se consoli­
dara aún n1ás y obtuv iera a ú n mayor reno1nbre, esto
no solame nte c ontribuiría a la d i fu sión de la Iglesia, s i­
no también a la gloria y a la prospe ridad c iv Hes de vues­
tros connac ionales. Partic ipa n do de esa m ism a esperanza ,
nos di rigimos a vosotros con esta nuestra C a r ta p a ra re­
coITienda ros esa "C nivers i d J. d . 1-Iacc to do lo que podáis
pa ra que. protegida por vuestra benevo lenc ia, venza to­
das las dificulta des y con aun m ás fe lices progresos col-
1ne las e speranzas puestas e n e lla . 1\gradecemo.s mucho
asin1is1r: o vuestro p ropós ito de hacer más espac iosa y
decorosa la sede del Colegio Pont ific io q u e a lberga en
Roma para la educación eclesiás t ica los a lu.m nos d e los
Estados "U ni dos. Si es útil q u e los jóvenes de selecto in­
g2nio vaya n a pa íses lejanos pa.ra perfeccionar sus co­
n ocimientos, u na la rga y p rovec hosa experiencia de­
muestra que es muy v enta j oso que los candida tos al sa­
cerdocio se eduquen en la Urbe, j unto a la Sede de Pe­
dro, donde b ro ta pu rísimo el ma nantia l de la fe, y tantos
monu.mentos de la antigüedad cristi ana y tantos v esti-

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1 18 DOC UA!ENTOS PONTIFICIOS
-

g1os de Santos incitan a los c ó razones generosos a mag-


nánin1as empresas.
Queremos tocar otra cuestión de suma i mportancia,
la cuestión social, que , todavía sin solución, fuertemente
agita hace mucho tie mpo los Estados y derrama en las
clases de los ciudadanos semillas de odio y de mutua
hostilidad. Vosotros bien conocéis el aspecto que tiene
en vuestro país, sus asperezas y las perturbaciones que
produce, por eso no es meneste r que nos difundamos
acerca de este as un to.
Es punto fun damental de la cuestión social que los
bienes, crea dos por Dios para todos los hombres, sean
participados equitativamente por todos, según los prin­
cipios de la j usticia y de la caridad.
Las memorias de todas las e dades nos atestiguan
que siempre ha habido ricps y pobres, y la inflexible
condición de las cosas humanas hace prever que siempre
�erá así. Son dignos de honra los pobres que temen a
Dios, porque de ellos es el reino de los cielos y porque
fácilmente son colmados de gracias espirituales. En
cuanto a los ricos, si son rectos y p robos, cumplen la
función de dispensadores y procuradores de los dones
terrenales de Dios ; y en calidad de m inistros de la Pro­
vi dencia divina ayu dan a los indigentes, por medio de los
cuales reciben los dones del espíritu y cuya mano -como
pue den esperar- los conducirá a los eternos taber­
náculos.
Dios, que todo lo provee con designios de suprema
bon dad, ha establecido que, para el ejercicio de las virtu­
<3es y como mot ivo de méritos, haya en el mundo ricos
y pobres; pero no qu iere que algunos tengan riquezas
exageradas y otros, en can1bio, se encuentren en tales
estrecheces que les falte lo necesario para la vida. Sin
€ mbargo, buena madre y maestra de virtudes es la ho­
nesta pobreza, que vive con el trabajo cotidiano, según el
dicho escritura! : "no n1e deis ( Dios mío) mendicida d y
<hp ulencia ; sino provee din e solamente de lo necesario p a­
:ra mi sustento." (Proverbios XXX, 8) . Si los que han si­
do favorecidos generosamente con riquezas y medios pe-

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PIO XII 1 19

cunia rios deben, movidos po r u na fác il m isericordia.


ayu dar a los menesterosos, por razones aun más graves
de ben darles lo j usto. Es convenier:ite que el estipendio
sea tal q u e baste para e l los y para sus fan1 ilias. ·

Graves son a este p ropósito las p a l a b ras d e nuestro


Predecesor P ío X I :
" E s , p o r tanto, menester hacer to do l o p osible p a ra
que los 11 a dres de fam ilia rec iban u n salario tal que b as­
te para p ro veer conveniente1nente a las c om unes nece­
s i da des domésticas. Si en las p resentes circunstanc ias d e
l a sociedad no siein p re se puede h a c e r esto, l a justic i a
social requiere q u e se introduzca c u anto antes m o difi­
caciones que aseguren a todo obrero a d ulto tales sala­
rio s. Son también merece dores de alab a n z as los q u e c o n
p ru dente y útH des i gnio h a n exp erin1entado e intenta do
que la re comp ensa del trab ajo se dis tribuya en tal pro­
porción de las c a r gas de la fami lia que, al aumentar és­
tas, aC?_uélla tamb ién sea n1ayor y aun, si se d ie re el caso,
s e satisfaga las necesi d a des extra ordinarias." ( E ncíc lica
Qua drageshn o anuo).
E s menester que todos los que están capacita dos
tengan una equ it ativa pos ibilidad de t rabajar para logra r
para s í y para los suyos e l n ecesario sustento . Expresa­
mos toda nuest ra compasión por la suerte de los que,
tan numerosos allí, si bien robustos, capaces y de b u ena
voluntad, no pueden tener trabaj o . que buscan a fa no­
samente.
La sabiduría de los gobe rnantes y una generosidad
de previsoras v istas de parte de los dado res de t rabajo,
j unto con el restablecim iento de más favorables condi­
ciones externas -que deseamos se e fectúe cuanto an­
tes-, p rocu ren que estos j ustos deseos se cumplan con
p rovecho de to dos .
S iendo la sociabi l i da d u na n ecesidad na tura l del
hombre y s iendo l ícito por la u nión de las fuerzas p ro­
mover todo lo honestamente útil, no se pue de, sin inj us­
ticia , n egar o m enoscabar tanto a los pro ductores , como
a las clases obreras y a grícolas, la libre facultad de u n i r­
¡;e en asociaciones que puedan defender los p ropios de-

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120

rechos y obtener m ejoras tanto e n los bienes del a lma


como en los del cuerpo, para consegui r a s í un honesto
b ienestar de v i d a .
Pero a l a s corporaciones de esta clase, -q ue en los
siglos pasa dos han procurado al cristianismo gloria in­
m orta l y a las a rtes grande esplen dor-, no se puede im­
poner en todo l ugar la m isma d iscipl ina y estructura,
las cuales por la diversa índole de los pueb los y por las
d iversas c i rc u nstanc;ias de t i empo pueden variar ; pero
en todo caso las corporaciones deriven su movim iento
vital de los princip ios de sana l iberta d ; estén i nforma das
por las a ltas normas de la j usticia y de la hones t ida d e ,
i nspirán dose e n ellas, obren d e m o do que, en la defensa
de los intereses de clase , no l es ionen los derechos ajenos,
conserven e l propósito de la concordia y respeten el
bien común de la socie da d c i v i l .
Nos e s gra to conocer q u e l a Encíclica Qu a d r a gesin1 0
a n n o -poco h a m e nciona da-, con1 0 asilnismo la Rerun1
n ovarum del S u m o Pont ífice León XIII, en las que se in­
v ita a la solución de la cuestión socia l , según los postu­
lados del Eva nge lio y de la filoso fía perenne, son en ese
p a ís obj e to de a tenta y prolongada consi deración de par­
te de personas de e le va do i ngenio , q u e una generosa vo­
luntad est imula para trabaj a r en la obra de resta u ración
socia l y de forta lecim iento de los v íncu los de amor en­
tre los hombres y que aun a lgunos dadores de t rabajo
h a n q uerido componer, según sus normas, las contro­
versias que tiende n a surgir sien1 p re entre el los y sus
obreros, respeta n do la u t i l i da d com ú n y la dignidad de
la persona hu mana . Honra grande será para la nación
a m ericana, por na t u ra leza incl inada a grandiosas emp re­
sas y a la l ibera l i da d , si ll ega ra a solucionar plenamente
y _b ien la vieja cuestión soc ial, sigu iendo las segu ras sen­
das i lum i na das por el E va:Qgelio, colocando así las ba­
ses de una e da d mejor. A fin de que esto acontezca se­
gú n estos deseos, las fu e rzas no deben estar disen1 i na­
das por la desunión, sino antes bien acreci das con la con­
cord i a . A esta salu dable u n ión de pensam ientos y de
conse ntim ientos, fuente de magní ficas acc iones, secun-

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P I O �Y 1 1 121

-dando un 'i mpu lso de caridad i nvita mos a todos los que
la �la dre Iglesia lamenta que estén a lejados de ella. �I u­
chos de el los, cuando n u estro glorioso P redecesor se
du rmió e n el sueño de los j u stos y Nos, breve tiempo
,después de su muerte, por a rcana d isposi c ión de la p i e­
<la d divina , subi mos a l trono de San Pedro, m uchos de
-ellos -cosa q u e no se nos ha pasado por a lto- han ex­
presado de palabra o por escrito obseq u iosos y eleva dos
senti mien tos. Os confesa mos abierta mente que hemos
conceb i do, a c ausa de esta actitud, u na esperanza -q u 0
el tiempo no mengua-, d e q u e ta l v e z s e transforme e n
p resagio y q u e nos consuela en la a rdua y áspera tarea
del mi nisterio uni_versa l .
L a magnit u d de1 trabajo, q u e convendrá em prender
con ardor por la glori a del benignísimo Redentor y por
la salvación de las a lmas, no os debe desa lentar, mis di­
lectísi mos, a ntes bien os esti m u le, haci éndoos confiar e n
el auxi lio divi no, q u e las grandes obras engendran v i r­
tu des robustas y son fuente de méri tos más bri llantes .
Los esfuerzos con que los enem i gos en cerradas filas se
e 1n p eñan en a rrancar a Cri sto el cetro, han de ser una
mayor i nc itación a que en perfecta concordia proc uremos
el establecimiento y el avance de s u reino. Nada más
venturoso para los individuos, para las familias y p ara
las naciones q u e obedecer al Autor de la sa lvación del
hombre, c u m p l i r sus mandam i entos, aceptar su reino, en
e l c u a l somos l ibres y abundantes en buenas obras : " r e i n o
de ver d a d y d e vi d a , reino d e s a n t i d a d y d e gr a c i a , r e i n o
d e j u s t i c i a , de amor y de p a z . " (-Pre facio de la m isa de
Cristo Rey ) . Augurándoos de corazón a vosotros y a la
grey espiritual, cuyo bien p rocuráis como sol íc itos pas­
tores, que subáis a cimas cada vez más a ltas y mej ores,
y que recoj áis también de esta solemne celebración fe­
c unda mies de virtu des, os impartimos la bendición a pos­
tólic a , p renda de nuestra benevolencia .
D a da en el Vaticano, en la fiesta de Todos los San­
tos de 1939, año I de nuestro Pontificado.

PIU S PP. X I I .

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D i sc u rs o s o b re ' ' L a Cu esti ó n Socia l4'

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D I S CURSO SOBRE LA Cl_TE STION SOCIAL.

La solemnidad de Pentecostés, glorioso nacimiento


-de la Igles ia de Cristo, es para nuestro ánimo, a mados
h ijos del universo enter.o, dulce y propicia invitación,
fecunda en grandes enseñanzas, para dirigiros en medio
de las dificultades y debates de los t iempos actuales, un
mensaje de amor, de a liento y de consu elo. Os hablamos
en un momento en que todas las energías y fuerzas físi­
cas e intelectuales de una porción de la humanidad, siem­
pre creciente, en medida y ardor j amás conocidos has­
ta ahora, tirantes baj o la férrea e .inexorable ley de gue­
n a. De otras antenas parlantes vuelan acentos preña­
..

dos de exasperación, de acrimoni a , de escisión y de


lucha.
Mas las antenas de la Col ina del ·vaticano, de la tie­
rra consagrada a cen tro incontam inado de la Buena Nue­
va y de su benéfica difusión en el mundo por e l martirio
y el sepulcro del primer Pedro, no pueden transmitir sino
pa labras informadas y anilnad3s del esp íritu consolador
de la pred icación, que en el primer d ía de Pentecostés a
la voz de Pedro resonó en Jerusalén conmoviéndola : es­
píritu de ardiente a1nor apostól ico, esp íritu cuya ansia
n1ás viva y gozo más santo es conduc ir a todos, amigos y
enemigos, a los p ies del Crucifica do del Gólgota, 3 1 se­
p u lcro del H ijo de Dios glorificador y Redentor del gé­
nero humano para convencer a todos que sólo en E l , en
la verdad por El enseñada, en su amor que hace bien y
�ura a todos, dem ostrado y v ivido hasta sacrificarse por
.dar la vida al mundo, se puede encontrar verdade r:i sal-
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1 26 D O C UillENTOS PONT IFICI OS

vac1on y fe licida d duradera tanto para los individuo5 co­


mo para los pueblos.
En esta hora, preñada de acontecimientos depen­
dientes de los designios de Dios, que rige la historia de
las naciones y vela sobre la Iglesia, es para Nos gozo y
satisfacción íntima haceros oír, amados hijos, la voz del
Padre coinún, l lamaros a una especie de breve reunión
catóiica universal� para que podáis probar experim ental­
mente en el vínculo de la paz la dulzura del "cor unum ' '
y del "anima u na" ( Cfr. Hechos, 32 ) que cimen taba, bajo
e l impulso del espíritu divino, la comunidad de Jerusalén
el día de Pentecostés. Cuanto J as circunstancias origina­
das por la guerra hacen en m uchos casos más difícil un
contacto directivo y vivo entre e* Sumo Pastor y su grey,
con tanto mayo r agradec imiento sa lu dan1os el rapidísimo
puent� de unión que el genio inventor de nuestra época
lanza en su instante a través del éter, uniendo m ás allá de
los montes, mares y continentes, todos los rincones de la
tierra ; y lo que para muchos es arma de lucha, se tran3-
forma para Nos en instrum ento proYidencial de apos to­
lado activo, y pacífico, . que &ctúa y levanta a significa­
c ión nueva la palabra de la Escritu:r:a : " In omnen te rra.:11
exivit sonus eou rum ; et in fines orbis terrae verba eoru l:l n
( Sa lm. 1 8, 1 5 ; Rom. 1 0, 1 8 ) . De esta suerte parece q u e se
renueva el estupendo milagro de Pentecostés, cuando las
d i ferentes gentes de regiones de lenguas diversas reuni­
das en Jerusalén oían en su propia lengua la voz de Pedro
y de los Apóstoles. Con verdadera complacenc ia Nos, nos
servimos el día de hoy de medio tan maravilloso, para
llamar la atención del mundo católico sobre µn aconte­
cimiento digno de , esculpirse con caracteres de oro en
los fastos de la Iglesia : el quincuagésimo aniversario
( queremos deci r ) de la publicac ión de la Encíclica -social
' ' Rerum Novarum", de León XIII, de 1 5 de Iv1ayo de 1 89 1 .
l\Iovido por la convicción profunda de que la Iglesia
tiene no sólo el derecho sino el deber de pronunciar su
autorizada palabra en las cuestiones sociales, dirigió·
León X I I I al mundo su mensaje. No es que pretendiese-

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P 1 O .\ II

él est ablecer normas de carácter puramente práctico, ca­


s i diríamos técnico, de la constitución social ; porque
sabía bien y era para él evidente - ·Nuestro Predecesor
de s. m. P ío XI lo declaró · hace u n decenio en su Encí­
clica conmemorativa "Quadragesimo A.nno"-que la Igle­
sia no se atribuye tal misión. En el marco genera l del
trabajo se abre campo de acción multiforme al desarro­
·
llo sano y responsable de todas las energías físicas y es­
pirituales de los individuos y a sus libres organizaciones,
en el que el poder público interviene con acción ínte­
grante y ordenadora, en primer lugar, por medio de las
corporaciones loca les y profesionales, y después, forzosa­
ment e, por medio del n1ismo Estado, cuya autoridad so-
· C ial superior y modera dgra tiene la importante incum­
bencia de prevenir las perturba ciones del equilibrio eco­
nómico que provienen de la pluralidad y de la opobición
de encontrados egoísn1os. individuales y colectivos.
Es, en cambio, a no du darlo, competencia de la Igle­
sia. allí donde el orden social se aproxima y llega a tocar
el campo moral, juzgar si las bases de un orden social
exist ente están de acuerdo con el orden inmutable que
Dios Creador y Redentor ha promulgado por medio del
derecho natural y de la revelaci� n , doble manifestación
a a u e se refiere León XIII en su Enc íclica . Y con razón:
porque los dictámenes del derecho cultural y las verda­
des de la revelación nacen por diversa vía, como dos
arroyos de agua no contrarios sino concordes, de la mis­
ma fu ente divina ; y porque la Iglesia, guardiana del or­
den sobrenatural cristiano, al que convergen naturaleza
y gracia, tiene que formar las conciencias, aun las de
aquellos que están llamados a buscar soluciones para los
problemas y deberes impuestos por la vida socia l. De la
forn1a dada a la sociedad, conforme o no a las leyes di­
vinas depende y se insinúa t ambién el bien o el mal en
las almas, es decir, el que los hombres, llamados todos
a ser vivificados por la gracia de Jesucristo, en los tran­
ces del curso de la vida terrena resp iren el sano y vital
aliento de la verdad y de la virtud moral o el bacilo mor­
boso y muchas veces mortal del error y de la deprava-

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128 D O C UJ.1!E1'.7TOS PO?\�TIFICJO.c;

c 1on. A.nte ta les considerac iones y prev isiones, ¿ c 5mr>


podría ser l ícito a la Igles iai l\!la dre tan amorosa y solícita
del b ien de sus hijos, permanecer ind iferente esp ectadora
de sus pelígros, callar o fingir que no ve con diciones so­
c ia les que, a sabiendas o no, hacen difíc i l o prácticamen­
t e imposib le una conducta de v i da c ristiana, gu iada por
los precep tos d2l Sumo Legislador?
Consciente de tan gravísima responsab i l idad, León
X I I I , a l dirigir su Encíclica a l mundo, señalaba a la c on ­
c iencia cristiana los e rrores y los pel igros de la con�ep­
c ión de un soc i alismo m aterialista , las fata les consecu en­
c ias de un l ibera l ismo econ ó m ico, inconsciente muchas
veces, u olvidado o despreciador de los deb2res socia­
l es ; y exponía con claridad magistral y precisi ón a d mi­
rable los p rinc ipios conve n ientes y apto:; para inejárar
- gra dual y pac ífica m ente - las condiciones m ateriale;;.
y espirituales•
del obrero .

La " Rerum N ovarum " .

Y s i hoy, a m a dos hijos, después de c incuenta aflo5.


de la pub l icación de la Encíclica, ·nos preguntáis voso­
tros hasta qué punto y medida la efic acia de su palalJra
correspondió a las nobles intenciones, a l o s pensamien-·
tos r icos de verdad. a la s benéficas orientaciones pre t e :1-
didas y sugeri \} as por su sabio A. u tor, Nos no.s ven1os.
obl iga dos a respon deros : que precisament<; para dar hu-·
m i l demente, desde el fondo de nu estra a lma, gracias a
D ios Omn ipotente por el don que hace c incuenta aiios
o frendó a la Iglesia con aquella En cíclica de su Vic 1 r i o
en la tie rra , y para a l abarle p o r e l a l iento del Espí ritu
renova dor que por ella, desde entonces en man era. sie�11 -
p re reciente, derra m ó sobre l a humanidad en tera . :\os.
e n e sta solemnidad de Pentecostés, nos hemos propu esto
dirigiros la palabra .
Ya nuestro Predecesor, Pío X I, exa ltó en la prin1 e ra
pa rte de su Enc íclica conmemora tiva J a espléndida m i es
que ha b ía n1a d u rado l a " R eru1n Novarun1 " , germen fe­
cu ndo, de d o n d e se desenvolvió u n :l doc t r i na social c 3 -

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PIO XII 1 2!)

tólica , que ofre c ió a los hijos de la Iglesiá, sace rdotes y


s egla res , prescripciones y med ios para u na reconstruc­
c ión soc ia l exuberante de frutos · ya q u e a causa de ella
surg:eron en e l c a m po católico n � m e rosas y varia das ins­
t i tuciones b e né ficas, y centros florecient es de socorros
m u tuos p a ra bien p ropio y de los otros. ¡ Qué prosperi­
dad m a teria l y natura l , qué frutos esp i ritua les y sobre­
naiur.i les no han r2rlu ndado de las uniones ca tólicas a
los obre ros y a sus fanl i l ias ! ¡ Qué e ficaz y oportuna no
s � ha demostra do la c ooperación de los Sind icatos y d e
las .A.soc iac iones en p ro d e l ca1npo agrícola, para a l iviar
sus angustias , asegura r la defensa de su j usticia, y de ese
111odo, m i t igando las pasiones, preservar de perturbacio-
11 2s la paz socia l �
;.¡ o pararon aqu í L1s ventajas. La E nc í c l ica " Rerum
Novaru m " , a c e rcándos2 al pueblo, qu2 ab razaba con es­
tima y arr1cr, penetró en los cor3:zones y en las intel igen­
c ias de l :i c las� obr2r=i y le:; i n fu n d i 5 senti m i e n t o c ris­
t i ano y dignida d c ivil ; de t a l rr: a n e ra que l J. potenc ia de
su a c t ivo i n f luj o , con e l C () rr2r de los años, fu é de.;a :1ro­
llándose y difu n d iéndose tan eficazn1ente, q u e sus nor­
n1as l l e ga ron a s 2 r co1no p3.trin1onio común de la fa n1ilia
hun1ana. Y mientras e l Estado , durante e l siglo diec inu2-
Ye, pc r exagera da exa !tac ión d2 l i bertad, consideraba co­
mo fin exclusivo suyo tutelar la l ibertad con e l derecho,
L�ón X I I I l e a dvirt i ó ser igu :l ln1ente deber suyo el ap li­
cars � a l a p rov id e n c ia � o c ial , p rocurando el bienestar de
todo e l pueblo y de t o d os sus rnien1bros, particula rmente
de los débi les y de les deshe redados , con a m p l ia polít ic a
s8cial y co!1 la cn�:ición de un fu ero del traba j o. A stf
voz res�ondió p o d e roso eco : y es sincero deber de j u s ti­
c ia r : c onocer lo� progresos qu2 la sol i c itud de las auto­
rid '.lde:; c iviles de n1uchas nac iones han procurado para
la c�ndic ión de les trabaj a dores. De do nde con razón se
ha dicho que la " Reru m Nova ru n1" l l egó a s2r la " Ca rta
�,Iagna" de la laboriosi d a d social cristiana.
E n tanto transcurría medio siglo que ha dej ado sur·­
cos profu ndos y tristes ferm entos en el terreno de las
nJ.ciones y d e las sociedades. Las cuestiones qu 2 coil las

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130 D O C U.JfEJ../ T O S PQ"J\!TJFICI OS

mu danzas y trastornos sociales y, sobre todo, económic Ó .:;


s e ofrecían a un examen moral despué s de la " Rerum
�ovarum", las t rató con penetrante agudeza nuestro in-
1nediato Predecesor en la Enc íclica " Quadragessimo
Anno" El decenio siguiente no ha sido menos rico que
los años aD.teriores por las 80rpresas en la v i da social
y económ ica, y ha volcado sus inquietas y oscuras aguas
en el p iélago de una guerra que puede levantar insos­
pechables olas que batan la econom ía y la sociedad.
Qué problemas y qué asu ntos particulares, ta l vez
con1pletamente nuevos, presentará a la solicitud de la
Iglesia la Yida socia l después del conflicto que pone de
frente a tantos pueblos, la h ora actual h á ce difíc il seña­
larlos y preYeerlos. Sin emba rgo, si el futuro tiene raí­
ces en el pasa do, si la experiencia de los últimos años
nos es maestra para lo por venir, Nos pensan1os apro­
vecharnos de la conmemoración de l día de hoy para
dar u lteriores principios direct ivos morales sobre tres
valores fundan1entales de la vida social y económica ; y
esto lo hare m os anim a dos del n1ismo espíritu de León
XIII y desarrollando sus puntos de vista verdaderan1en­
te más que proféticos presagios del- proceso socia l de
los nuevos tiempos. Estos t res valores fundamenta les se
entrelazan, se aseguran y se ayudan mutuamente y son :
el uso de los bienes materia les, el trabajo, la familia.

Uso de Jos b ienes mat eriales.

La Enc íc lica " Rerun1 Nova rum" expone sobre la


propiedad y el sustent o del hon1bre principios que no
han perdi do con el tien1po nada de su vigor nativo y que
hoy, después de cincuenta años, conservan todavía y
ahondan vivifica dora su ínt ima fecundidad. Sobre su
pu nto fundament a l, Xosotros misn1os llama1nos la aten­
c ión de todos en nuestra Enc íclica " S ertu m Laet itiae ' ' ,
dirigida a los Obispos de los Esta dos U nidos de Norte­
.A.. n1 é rica : pu nto fu ndan1cnta l que consiste, como d ij in1os,
e n el a fia nza n1iento de la indest ructible exigencia "que
·
..
los bienes creados por Dios para todos los hombres lle-

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PIO XII 131

guen con equ i d a d a todo ;;, s e g ú ;-i 103 princ ipio:::; d e l a j u s­


,
t i c ia v Ll e l a c a ridad . .
Todo hombre , por ser v iviente dotado de i·a zón, tie­
ne, e fe c t ivan1 ente . el derecho natura l y fu n da mental de
usar de l o :; bie:1es materi r les ?-e ?
la tierr3 . q � e ando, eso
.
s í . a b. vo luntad huinana v a la s fo rn1as J u r1d1cas de los
p {1 e b l GS e l regu �a r n1 á.s nart icularment.e la actuación p rác­
tica. ' E ste derecho i n a iv i dual no pe ede suprin1 irse en
n1odo a lguno, ni au:1 p o r o tros derec :::-i o ::; c :ertos y pací­
ficos sob re los b ienes 111ater iales. Sin duda, el orden na­
tura l , qu e derh·a de D i os, requ iere tamb ién la propie­
d a d p riva da y e l lib re con1 ercio inu tuo d� b ienes con
cambios y donatiYos, e igual mente J a func ión regu ladora
del Poder púb lico en estas dos inst ituciones. Todavía to­
do esto qu eda sub ordinado al fin natural de los bienes
materia les y no podría hace rse independiente del dere­
cho prin1ero y fundan1ental que a todos concede el uso,
sino n1ás bien debe ayu dar a hacer posib l e la actuac ión
en conformidad con su fin. Sólo así se po drá y deb 2 rá
obtener que p ro p iedad y u so de los bienes m ateriales
traigan a la socieda d paz fecunda y consisten.c ia Yita l ,
y n o engendren condiciones p recarias, genera doras de
luchas y celos, y abandona das a n1 erced del desp iadado
capricho de la fuerza y de la debi l i da d .
E l derecho o riginario sobre e l u s o de los b ienes ma­
teriales, por estar en ín tima u ni ón con la dign idad y con
los demás derechos de l a persona humana , o frece a ésta ,
con las fo rmas indicadas anteriormente , . base materi a l
segu ra y d e su m a importancia para elevarse a l cun1p li-
1n iento de sus deberes mora les. La tutela de este derecho
asegurará la dignidad personal de l hombre, y le a l iviar:í
e l atender y satisfacer con j usta libe rta d a aquel con­
j unto de obligaciones y decisiones estab les, de qu e di­
rectamente es responsable para con e l Criador. Cierta-
1nente es deber absolutamente personal del hombre con­
servar y enderezar a la perfección su vida n1a teria l y es­
p:ri tual pa:-� consegu i r el fin rel i gioso y mora l que D ios
h3 seú 3. lado a to dos los hombres y dán doles como norma

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1 32 DOC UA/ENTOS PONTIFICI OS

suprema , siem pre y en todo caso obligatoria, con prefe­


rencia a todo otro deber.
Tutelar el campo intangible de los derechos de la
persona humana y hacerle llevadero el cumplimiento de
sus deberes debe ser ofic io esencia l de todo Poder pú­
blico. ¿Acaso no lleva esto consigo el significado genuino
del bien común, que el Estado está llamado a promover?
De aquí nace que el cuidado de este "bien común" no
lleva consigo un poder tan extenso sobre los m iembros
de la comunidad que en v irtu d de él sea permitido a la
autoridad púb l ica disminuir el desenvo lvimiento de la
acción individual arriba menc ionada , decidir sobre e l
princ ipio y e l término de l a vida humana, determinar de
propia iniciativa el modo de su movimiento físico, espi­
ritual, religioso y inoral en oposición con los deberes y
derechos persona les del hombre, y con tal intento abolir
o o uitar su eficacia al derecho natura l de bienes mate­
riales. Deduc ir extensión tan grande de poder del cui­
dad� del bien común, significaría atropellar el sentido
n1isn10 del bien común y caer en el error de afirmar que
e l fin propio del hombre en la tierra es la sociedad, que
la sociedad es e l fin de sí m isma , que el hombre no t iene
que esperar ot ra vida fuera de la que se term ina aqu í
abajo.
Igualment e la econon1ía nacional, como es fruto de
la activi dad de los hombres que trabajan uni dos en la co­
munidad del Esta do. sólo atiende a segurar s in interrup­
c ión las cond icJ_ones materiales en que se pueda desarro­
l lar pl enamente la vida individua l de los ciudadanos.
Donde esto se consiga de n1anera durab le, con verdad se
dirá que es pueblo económ icamente rico; porque el bien­
est a r general y, por consiguiente, e l derecho persona l de
todos al uso de los bienes terrenos se actúa de esta: ma­
nera en conformi dad a los designios del Criador.
De aquí podréis inferir fácilmente, a1nados hijos, que
la 1·iqueza económ ica de un pueblo no con siste propia­
mente en la abundanc ia de bienes, med ida según un
cóm puto pura y estrictan1 ente material de su valor, sino
en que esta abun dancia represente y constituya rea l y

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PIO XII 13J

efica zmente la base ma te ria l sufic i e nte para el d eb ido


desarro llo personal de sus m ie m bros. Si semejante dis­
tribu ción justa de b ienes no se hiciese o se procu rase só­
lo in1 perfecta mente, no se consegu iría el verda dero fin
de l a econom ía nacional, puesto que, aun existiendo a for­
tunada ahundancia de b ienes d isponibles, el puehlo, no
admiti do a su partic ipac ión , no se ría econ óm ica mente ri­
co, sirio pobre. I-I a c e d , en ca mbio, que esta j u s ta d istri­
bución se efectúe rea lmente y de m anera durable, y ve­
réis a un pueblo, aun d i spon iendo de n1 enores bienes .
hacerse y ser econó mica1nente sano.
Estos conceptos fun da menta les, que se refieren a la
riqu eza y pobreza de los pueb los, creemos particular­
mente oportuno presenta rlos a vuestra cons ideració n
a hora que se tiende a me d ir y j u zgar esta riqu eza y po­
breza con la b alanza y con criterios escuetamente cuan­
titat ivos, bien sea del espac io o de la redundancia de hie­
nes. Si, por el con trario, se pesa como sé debe el fin d1��
la econo m ía nac iona l , entonces éste se. convertirá en luz
para los hombres de Estado y d e los pueb los y les ilu­
m inará para orientarse espontáneamente por un camino
que no exigirá continuos gravámenes en b ienes y en
sangre, sino que dará fru tos de paz y de bienestar
genera l .
El T r a b a j o.

\rosotros m ismos, ama dos hijos, compren déis cóm0


se j unta el t rabajo con el uso de los b i enes n1ateriales.
La " R e ru m Novarum " enseña que dos son las propieda­
des del trabajo humano, que es personal y es necesa rio.
Es persona l , porque se lleva a cabo con el ej ercic i o de las
fuerzas particu lares del hombre ; necesario, porque sin él
no se puede consegu ir lo indispensable pa ra la vida, cu­
yo mantenimiento es debe r n a tura l , grave e individua l .
Al deber personal del trabajo i mp uesto p o r l a natura leza
correspon de y sigue e l derecho natural de cada individuo
a hace r del trabajo el medio para proveer a la vida pro­
pia y de los hij os : tan excelsamente se ordena a la con­
servación del hombre el i mperio de la n 3. turaleza.

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1 34 D O C U;.� /ENTOS PO:V 'l'IFICIOS

Pero notad que este deber y su correspondiente de­


recho al trabajo lo impone y lo concede al individuo en
prin1era instancia la naturaleza y no la sociedad, como si
el ho1nbre no fuese otra cosa que simple siervo o funcio ­
nario de la comunidad. De donde se sigue que el deber
y el derecho de organizar el trabajo del pueblo p erte­
necen ante todo a los inmediatos interesados : patronos y
obreros. Si éstos no cumplen con su deber o no pueden
hacerlo por circunstancias especiales y extraordinarias,
es deber del Estado intervenir en el campo del trabajo
y en su división y distribución, según la forma y medi­
da que requiere el bien común debidamente entendido.
De to dos mo dos, toda legítima y benéfica i nterven­
ción del Estado en el campo del t rabajo debe ser tal que
salve y respete su carácter personal, en p rincipio, y den­
tro de los límites de lo posible, en lo que se refiere a la
ej ecución. Y esto sucederá si las normas dada por él no
destruyen ni hácen irrealizable el ej ercicio de otros de­
rechos o deberes igualmente personales : cuales son el
derecho al verda dero culto de Dios ; al matri monio ; el de­
recho de los cónyuges, del padre y de la madre, a la vi­
da conyugal y doméstica ; el derecho a una razona ble
l ibertad en la elección de estado y en seguir una verda­
dera vocación ; derecho este últüno personal, si alguno lo
es, del espíritu del hombre, y excelso cuando a él se
juntan los derechos superi o res e imprescindibles de Dios
y de la Iglesia, como en la elección y el ejerc icio de las
vocaciones sacerdotales y religiosas.
\

L a F a m i 1 i a.

Según la doctrina de la " Reru1n Novarum", la mi�­


n1a naturaleza ha unido íntimamente la propiedad pri­
vada con la existencia de la sociedad humana y con su
verda dera civilización, y en grado eminente con la ex l �­
tenci a y el desarrol lo de la familia. Este vínculo es mM
que manifiesto. ¿Acaso no debe la propiedad privad;a
asegurar al padre de fami lia la sana libertad que necesita
para poder cumplir los deberes que le ha impuesto el

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PI O XII 1 35

Criad or, refere ntes al bienes tar físico, espirit ua l y re li­


gioso de la famil ia?
En la fa1n i lia encuen tra la na c 1on la raíz natura l y
fecund a de su grande za y potenc ia. Si la propie dad pri­
vada ha de llevar al bien de la fa n1 ilia todas las normas
públi cas, inás a ú n, todas las del Estado que regulan su
pose�:üó n , no solainen te deben hacer posible y conserva r
tal función - superior en e l orden natural bajo ciertos
aspectos a cualquier a ot ra-, sino que debe!l todavía per­
feccionarl a cada vez 'más. Efectivam ente, sería antinatu­
ra l hacer alarde de un poder c ivil - o por la s.obre­
abundanci a de cargas o por excesivas ingerencia s in1ne­
diata s - hic i ese vana de sentido la propiedad priva da,
qui tando prácticamente a la fa mi lia y a su jefe la libertad
de procurar e l fin que Dios ha seña lado al perfecciona-
1niento de la vida fan1iliar.
Entre todos los bienes que pueden ser obj eto de pro­
p i 2 dad privada , nin guno es ni ás conforme a la naturale­
za , según las e nsefí anzas de la ' ; Reru1n Novarum" , que
el terreno, l a posesión en qu e habita la fa1n i lia, y de cu­
yos frutos saca en todo o en parte de qué v ivir. Y espí­
ritu de l a " Reru m Xova ru1n " es afirmar que, por regla
g2nera l, sólo la csta biliCad q u e ra die� en un terreno pro­
p io hace de la f31nilia i a célula vital n1ás perfecta y fe­
cunda de la sociedad, pues reú ne admirablen1ente cnn
su progresiva cohesión las gene ra ciones presentes y fu­
turas. Si hoy d ía e l concepto y la creación de espacios
vitales constituye el centro de las metas sociales y po lí­
ticas, ¿,no se debería, ante todo, pensar en el espacio vi­
tal de 13 fa!"!1ilia v librarla ele las ataduras de condiciones
.,

que ni siquiera permiten la i dea de la for1nación del pro- ·

p io hoga r ? ,

Nuestro planeta , con tan exten sos océanos, inares y


lagos, con sus 1nontes y llanuras cubiertos de nieve y de
hielos perpetuos, con sus vastos desier tos y tierras in­
h? spit � larias y estériles. no escasea en regiones y espa­
c ios vitales aba ndonados al capricho vegetati vo de la
naturaleza y aptos al cultivo del hombre, a sus necesi da­
des y a sus obligaciones civi les ; y más de una vez resulta

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136 D O C U1l}E1\TTOS POS TIFICIOS

inevitable que algunas familias emigrando de acá y allá,


se busquen en otra región nueva patria. Entonces, según
l a enseñanza de la " Rerum Novarum" se respeta el de­
recho de la familia a un espacio vital. Donde esto suce­
da, la emigración alcanzará su objeto natural, confirma ­
do frecuentemente por la experiencia, la distribuc ión más
favorable de los hombres en su superficie terrestre, apta
para colonias de agricu ltores: superficie que Dios creó
y preparó para u so de todos. Si las dos partes, la que per­
mite dejar la tierra natal y la que admite a los advene­
dizos, continúan lealmente solícita s en eliminar cuanto
podría impedir el nacimiento y el desarrollo de una ver­
dadera confianza entre los pa íses de emigración e inmi­
gración, todos los que participan en este cambio de luga­
res y de personas saldrán favorecidos ; las familias reci­
birán un terreno, que será para ellas tierra pa tri[ en el
verdadero sentido de la pa labra ; las tierras densas de ha­
bitantes se aligerarán y sus pueblos conquistarán nuevos
amigos en territorio extranjero ; y los E stados que aco­
gen a los emigrados ganarán c iu dadanos laboriosos. De
esta suerte las naciones que dan y los Estados que reci­
ben contribuirán a la par al incremento del bienestar
humano y al progreso de la cu ltura humana .
Son éstos, amados hijos, los principios, los concep­
tos y las normas con las cuales N os quisiéramos coope­
rar desde ahora a la fu tura organización de aquel orden
nuevo que se espera y se desea que nazca del enorme
'
fermento de la presente guerra, y dé a los pueblos tran­
quili da d en la paz y en la j usticia. ¿Qué nos queda a Nos,
s i no, con el mismo esp íritu de León XIII y con las mis­
n1as intenciones y anhe los de sus nobles enseñanzas, ex­
hortaros a prosegu ir y fomentar la obra que la prece­
den te generación de hermanos vuestros y hermanas
vuestras fu ndaron con tanto ánimo y valentía? Que no
se apague o se debilite entre vosotros la voz insistente
de los dos Pontífices de las Enc íclicas sociales, que ma­
gistralmente enseñan a los que creen en la regeneración
sobrenatura l de la humanidad, el deber mora l de coope­
ra r al ordenamiento de la soc iedad, y en inodo especia l

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PI O XII 1 37

de la vida económ ica, impuls a ndo la activid ad de aque­


llos que particip an de tal vida, no menos que el E stado
mismo. ¿ No es éste un sagrado deber de todo cristian o ?
No os espante n. amados hijos, las dificulta des extrínse­
cas, ni os desanim éis por los obstácu los proveni entes del
creciente paganism o de la vida pública. No os dejéis en­
gañar por los fabricante s de errores o de teorías malsa­
nas, tristes corrientes enderezad as no a intensific ar, sino
más bien a desvirtuar y corromper la vida religiosa ; co­
rrientes que pretenden que, pues la redención pertenece
al orden de la gracia sobrenatural y es,. por consiguiente ,
obra exclusiva de Dios, no necesita de nuestra coopera­
ción sobre la tierra . ¡ Oh ignorancia sup ina de la obra de
Dios. " ¡ Pues diciendo de sí mismos que son sabios, se han
vuelto necios ! " ( Rom. I, 22 ) . Como si la principal efica­
cia cte' la gracia no consistiera en corroborar nuestros
esfuerzos sinceros de cumplir cada día los manda mien­
tos de Dios, como indivi duos y como miembros de la so­
ciedad ; como si desde hace dos mil años no viviera pe­
rennemente en el alma de la Iglesia el sentimiento de la
responsabilidad colectiva de todos. por todos, que ha sido
y sigue siendo la causa motriz que ha impulsado a los
hombres hasta el heroísmo caritativo de · los monj es a gri­
cul tores, de los libertadores de esclavos, de los ministros,
de los enfermos, de los portaes tandartes de fe, de civili­
zación y de ciencia en todas las edades y en todos los
pueblos, a fin de crear condiciones sociales única mente
encamina das a hacer · posible y fácil una vida digna de l
hombre y del cristiano. Pero vosotros, conscientes y con­
vencidos de. esta sagrada responsabilidad, no os conten­
téis en el fondo de vuestra alma con aquella general me­
diocridad pública, dentro de la cual la genera lidad de los
hombres no puedan observar los preceptos divinos, siem­
pre ·Y en todo caso inviolables, sino con actos heroicos
de virtud.
Si entre el propósito y su actuación hubo tal vez evi­
dente desproporción, si hubo errores, comunes por lo de-
111ás a toda humana activida d ; si hubo diversidad de pa­
receres en el camino seguido o por seguir, todo esto no

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.. ") 0
l _. 'J D O C U1l!E1VTOS PONTIFICIOS

ha de desalentaros ni ha de retardar vuestros pasos o


suscitar lamentos y excusas ; ni puede haceros olvidar el
hecho consolador de que de l inspirado n1ensaj e del Pon­
tífice de la " R erum Novarum" brotó vivificante y puro­
un manantia l de espíritu social fu erte, sincero, desint e­
resado manantia l que, si hoy puede quedar en parte ce­
gado por una ava lancha de acontecimientos diversos más
p otentes, n1añana� removidas las ru inas de este hu racán
mundial, al ini ciarse el trabaj o de reconstrucción del
nuevo orden social, aspiración digna de Dios y del ho1n­
bre, infun dirá un nu evo y po deroso· impu lso y una nue­
va oleada de vida y desarr-0llo en todo el florecin1ient ó
de la cultura humana. Gu ardad la noble llama del espí­
ritu social fraterno, que hace · medio siglo reavivó en el
corazón de vuestros padres la antorcha lu 1ninosa : ilu-
1nina dora de la p alabra de León XII I ; no dej éis ni pe r­
n1itáis que le falte el p ábilo , y qu e , en inedio de los des­
tellos de vuestros obsequ ios conmemorativos, inu era, o
consumida por una cobarde, desdeñosa y cicatera indi­
ferencia ante las necesidades de los más ·pobres de nues­
t ros hermanos, o arrebatada ent re el p9lvb y el fango por·
el hu racanado torbellino del esp íritu anticristiano o no
cristiano . Alimentad esta llan1a, aviva dla, leva ntadla, di-·
fundidla , lleva dla a donde quiera que oigáis un gemido·
de preocupación, un lamento de miseria, un grito de do­
lor; aviva dla siempre con renovado fervor y a n1or di­
manado del Cor�zón del Redentor, a quien está cansa-­
grado el mes que hoy comienza . Ac u did a aquel Corazón
divino, manso y humilde, fu ente de consue lo en to das
las tribulaciones y trabaj os de la vida : es el Corazón de
Aqu el que a toda buena obra hecha en su nombre y por·
su amor en favor de los que su fren , de los que padecen,
de los abandonados del mu ndo y desheredados de toda
clase de bienes. ha prom etido en recompensa la eterna
bienaventuranza : " ¡ Vosotros, benditos de mi Padre ! ¡ Lo·
que habéis h echo a l más pequeño de mis hermanos, me
lo habéis hecho a 1\1í ! "

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M E l'I S f\ J E
Dirigido a los católicos d e todo el mundo, con motivo
del día de San Pedro y San Pablo

http://alexandriacatolica.blogspot.com.br
1'1 ENSAJE D IRIGID O A LOS CATOLICOS D E TOD O
E L l\IUNDO, CON M OTIVO D E L D IA D E
S A N P EDRO Y S A N PABLO.

· · �lis queridos hijos de toda la Iglesia Católica :

" En este d ía de fiesta de los santos apóstoles San


Pedro y San Pablo vuestros pensami entos se vuelven
con a fecto a Roma de acuerdo con el significado del him­
no t riunfa l : " O R o ma feliz, que en la sangre de tus prín­
c ipes n1ártires, en una doble fuente, estás baña da y do­
blen1ente santificada . "
" ' !\las la fel icidad d e Ron1a, que e s la felicidad d e la
sangre y de la fe es ta mbién vuestra felicida d, porque
la fe de Roma sellada aquí con la sangre de los prínci­
pes de los apóstoles, a ambas orillas del T íber, es la fe
que os fué predicada ; es la fe que será predica da a todo
el mu ndo. Os regocijáis ante el pensam iento de saludar a
Roma, porque sentís dentro de vos la emoción de todo e l
com prensivo roma nismo d e vuestra fe. "
. . Hace diecinueve siglos, la Ron1a de los Césares fu é
bautizada con la sangre del primer 'Ticario de Cristo y
del apóstol de los genti les y fué llamada la Roma de
Cristo ; destinada a ser la señal permanente de la supre­
mac ía indefectible de la sagrada au toridad de la Iglesia ;
la sefial infa lible de las enseñanzas de su fe, y en esa
-sangre se escribieron las primeras páginas de la gran­
de y nueva historia de las sagra das ba tallas y victorias
-de Roma.
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142 D O C UJfE;.\'TOS PO-.Y TIFICJO:.)

" ¿Os habéis preguntado alguna vez cuáles deben h a­


ber sido los pensamientos y los temores del pequ eño pu­
ñado de cristianos dispersos en la gran c iuda d pagana
cuando dieron apresurada sepultura a los cadáveres de
los dos grandes mártires : uno a l p ie de la colina del v·a­
tica no y al otro en el cam ino a Ostia, y se reu nieron en
su mayor parte en las casas de los esc lavos o de los co­
m erciantes pobres, pero algunos en sus casas l lenas de
riqueza, y experimentaron los sentimientos de soledad�
casi de huérfanos, con la desaparición de los dos supre­
'
mos a póstoles?
" Fué el momento más feroz en la tempestad que po­
co antes había desatado sobre la iglesia naciente la cruel­
dad de � erón ; ante sus ojos aun se alzaba la horrible
visión de las antorchas humanas que ardían dura.nte la
noche en los jardines del César. Parec ía entonces que la
implacable crueldad hab ía triunfado atacando y derri­
bando a dos pilares cuya so Ja presencia sostenía la fe y
el valor del pequeño grupo cristiano.
" E n aquel ata rdecer sangriento de b en haber sentido
en sus corazones la desesperación de la tristeza , ya que
se encontraban sin el consuelo y la con1pañía de aquello::;
dos pre dica dores de la fe y abandonados a la bruta J idad
de N erón y al temible poder de la grandeza de la Ron1a
i mperia l.
" Mas, contra el acero y la fuerza física del t i rano y
de sus servidore&, recibieron el espíritu de la fuerza �
del amor, que son más fuertes que los tormentos o la
muerte, y nos parece ver a l anciano Lino. en aquella re:.i­
n ión que realizó a continuación la desolada comunidad.
Lino, que fu é el primero en ser llamado para que ocu­
para el lugar del desaparecido Pedro, y tomar en sus n1a­
nos que temblaban con emoción la carta que ya había si­
do env iada por el apóstol a los fieles del Asia l\1enor, y
Yolver a leer lenta mente las pa labras de bendición, de
confianza y de consuelo: " Bendito sea D ios y padre de
Nu estro Señor Jesucristo, quien con su gran misericor­
d i a nns ha regenera do llevá ndonos a una esperanza vi­
viente con la resu rrección de. J esucristo, con la cual os

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PI O XII 143

regocija réis gra ndemen te ; sed en consecu encia hum ildes


bajo la poderosa mano de D ios, poniend o en él todo vues­
t ros a fectos. porque El cuida de vosotros ; D ios de to da
gracia, que nos ha llamado a su eterna gloria en J esu­
c risto, después de haber sufrido un poco, os perfecc io­
na rá v os confirmará v os establecer á. ( 1 Pedro 1 36 ;
' � .,

6: 1 0) .
" �osotros tan1bién� amados hijos, que por los ines­
-crut ables designios d e D ios hemos recibido en sucesión
de Pedro a Lino v a cien otros, la santificada m isión de
Pontífice, para c Ó nfortar y confirmar nuestra herman­
dad en Jesucristo, ( San Lucas 22 : 30 ) como vosotros sen­
tin1os que nuestro corazón se debilita al pensar en la
tem pesta d de n1ales, de sufrimientos y angustia que
ahora asolan al n1undo.
"Es verda d que en la obscuri dad de la hora no fal­
t � n esos aspectos reconfortantes que dilatan nuestros co­
razones con grandes y santas expectativas, de generoso
valor en la defensa de los funda1nentos de la civilización
·crist iana y de confidente esperanza en su triunfo ; del n1ás
intrépido en su triunfo ; del n1ás intrépido patriotismo ;
de ac tos heroicos de virtud; de almas escogidas listas pa­
ra todos los sacrificios : de entregas de todo corazón ; y
de un amplio desperta r de la fe y de la piedad.

El mal y el 9ecado en la vida de los i n dividuos.

Pero, por otra parte, el n1al y el peca do penetran en


las Yidas de los i ndividuos, en el sa gra do santuario de la
fan1ilia y en los organisn1os sociales ; no ya meramente
tolerados por debil idad o im pot encia, sino que excus_ados
v exaltados, v entran con10 a n1os en las más · diversas fa-
� �

-ses de la vida humana . Hay decadencia del esp íritu de


j usticia y de carida d ; los pueblos son derribados o caen
a los abismos de la desgracia ; hay cuerpos despedazados
por las bombas o el fuego de las ametralladoras ; heridos
y enfermos que llenan los h ospita les y salen de ellos, a
menudo, con su salud arru inada y sus piernas mutiladas,
inválidos para el resto de su vida ; prisioneros que están

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144 D O C UJl,fE}lTOS P0?\7'TIF TCJO.c:;

lejos de los seres queridos y a m.e nudo sin noticias de­


ellos ; individuos . y familias deportados, transportados y
sepa ra dos, arrebatados de sus hoga res , que vagan en la
m ise ria sin apoyo y sin n1edios de gana rse el pan de ca­
da día : males todos estos qu e a fectan no solamente a
los con1batientes sino qu e recaen sobre toda la pobla­
ción, ancianos, mujere$ y niños, inocentes en su mayo­
ría, amantes de la paz y sin defensa ; bloqueos y con tra­
bloqueos que agravan casi en to das partes las dificulta­
des con que se tropieza para conseguir alimentos de tal
modo que ya hace sentir su presencia el hambre . con
'
todos sus horror2s . Hay que agrega r a todo ésto 3 los in­
descri ptibles su frim ientos, pesares y persecuci_ones que­
tantos de nuestros amados hijos e hijas, sacerdotes, r ;li­
giosos y laicos, sufren en a lgunas partes. en nombre de·
C ri sto ,· debi d o a su religión y a su fidelidad a la igle3ia ,
o a su sagrado ministe rio , uenas y amarguras que nu es­
tra ansie da d por la suerte de los que las soportan no- nos­
p2rmHe revelarlas en todos sus tristes y conmove dores:
detalles.
"Ante tal acumulación de males, de obstáculos a la
·
vi rtud, de desastres y de pruebas de todas el.a ses, pa­
rece que la mente y el i u i c io de los hombres se extra­
vía n. se confunden, y a uizás si en el corazón de más de
uno de vosotros ha surgido la terrible insinuación de­
l a du da que ta :qi. bién, a la muerte de los dos apóstoles,
fué una tentación perturbadora para ah !unos de los cris-­
tianos menos resueltos. ;_ Cómo puede Dios permitir to­
do esto? ;,Cómo puede Dios omnipotente, infinitan1ente­
sabio e infi nita n1 ente bueno permitir tantos ma les que·
pe>dría tan fácilmente evitar?
"Y suben a los labios las pa labras de Pedro, aun in1-
perfecto. cuando fué nred i cha la pasión : "Dios e3tá l e i os·
de ti. " ( San Mateo. XVI-22 ) . No , Dios mío -piensan ellos·
-ni vuestra sabiduría, ni vuest ra bondad, ni vuestro
n1i sn1 0 honor pueden permitir que el n1a l y la violencia
don1inen en ta l Pxten"ión al mundo, que se burlen de
\.,.os y que triunfen debido a vuestro si lencio. ;. Dónde·
están vuestro poder y vuestra providencia? ; Tendremos:
.
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-
1·•· 4· ,)
PIO XII

entonces q u e dudar ya sea de vuestro D iv ino Gobierno


o de v uestro amor por nosotros'?

" T ú te preoc upas no de las cosas d ivinas, sino de


las cosas h u rnanas. " ( San l\lateo X\11-23 ) , dijo Cristo a
Pedro, a s í como había hecho que el pro feta Isa ías d ij e ra
a l p u eblo de J u dea : " �T is pensamiento s no son los tu­
vos ni vuestros can1 i nos son in is c a 1ninos. " ( Isa ías
o./ ' •

XV-8 ) .
" Ante D ios, .t odos los ho1nbres no son sino niños,
a u n los más p ro fundos pensa dores y los más experimen­
tados dirigentes de los pu eblos. J u zga n los élcontec imien­
to:; con escasa v isión de l tiempo que pasa y q uedá irre­
p a ra b le1n e n tc en el pasa do ; n1 ientras que D ios ve los
acontec i m i entos desde n1u v a lto . d esde el c entro incon-
.., .

movible de la Eternidad. E llos tienen ante su vista el


espacio l i n1 ita d o de u no::; poc os a üos mientras que D ios
conten1pla el panora m a i n co nmensurable de las edades.
E llos p iensan acerca de los acontec imientos h umanos en
r2l8 ci6Y1 con sus causas n1 ás próximas y sus efectos in­
mcdi 3.tos, n1ientras que D ios los juzga en sus causas n1ás
i·e1notas y en sus e fectos n1ás ren1otos también. Ellos se
detienen en seña l a r ésta o aq uélla n1a no pa rticu lar res­
ponsa ble ; D ios ve toda la ocu lta y complicada conver­
genc ia de responsabilidades p orq ue s u exa l t a da provi­
dencia i1 0 exc luye la l ibre elección del bien y del n1a l
c :1 la. v id a hu1nana .

Confianza e n Dios.

" Quisieran tener una j u sticia inmediata y s .� esca n­


dal izan ante e l poder efí1nero de los enemigos de D ios,
ante l os s ufrim ientos y las humillaciones de inocentes,
permitidos por Dios ; pero nuestro Pa d re que está en los
Cielos y, a la l u z de su etern idad, abarca, penetra y do­
m ina las vicisi tudes de los tiempos lo m ismo que la se­
rena paz de los siglos sin fin, Dios , que es la Santísima
Trinidad, l leno de compasión por la debilidad, ignoran­
cia de los hombres, pero q ue ama demasiado a los hom­
bres para que sus fal tas lo a parten de la senda que le

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146 D O C UJIE�TTOS po;vTIFICIO S

sefialan su sabiduría y su amor, continúa y continuaí·á


haciendo que el sol salga para los buenos y los malos y
que la lluvia caiga sobre los j ustos e injustos ( San Ma­
teo ·v-4 5 ) y s eguirá guiando los pasos de sus hijos con
firn1 eza y bondad siempre que ellos estén dispuestos
a ser conducidos por El y confíen en su poder, en su sa­
biduría ..,V en SU amor hacia ellos .
" ;.Qué significa tener confianza en Dios?
" La confianza en Dios. significa la entrega de sí mis­
n10, con toda la fuerza de una voluntad sostenida por la
Gracia y el .A.mor, a pesar de todas las dudas insinuadas
por las apariencias contrarias, a la sabiduría infinita y a l
amor de Dios. Significa creer que nada e n este mundo
e scapa a su providencia, ya sea en el orden universal o
en el particular; que nada, grande o pequeño, ocurre sin
e star previsto� desea do o permitido y siempre dirigi do
por la Providencia a fines n1ás altos que, en este mundo,
están siempre i nspirados por el a1nor a los hombres.
" Significa creer que Dios puede per1nitir que a ve­
ces, aquí abajo, exista por algún tiempo el pre dominio del
ateísn10, de !a impiedad, un lamentable obscurecimien­
to de j usticia, violación de la ley, y el tormento de hom­
b res pacíficos, indefensos y desampara dos. Significa
creer que Dios, a veces, permite así que los pueblos y los
i ndividuos sean sometidos a pruebas, pruebas en que la
malicia de los hombres es un instrumento de los desig­
nios d e la just ici'a dirigidos hacia el castigo del pecado,
hacia la purificac ión de las personas y de los pueblos me­
diante expiaciones en esta vida y haciéndolos en esa for­
m a volver en s í ; p ero significa creer, al n1ismo tiempo,
que la justicia siempre subsiste aquí abajo, una j usticia
de padre , inspira da y don1inada por el amor.
"Por muy c ruel que pueda parecer la mano del di­
-v ino cirujano cuando corta con su bisturí en carne viva,
€S siempre un a mor ac tivo el que la guía y la conduce,
y solamente el bien de los hombres y de los pueblos es
-el que la hace i ntervenir y causar esos dolores.
" Significa, finalmente, creer que la fiera intensidad
oc una prueba tal co1no el triunfo del mal durará aún

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PI O _y I I 1 47

aquí abajo solamen te por el tiempo fij ado, y no má � , q.ue


la hora de santo regocijo , la hora de un nueYo cant1co
de liberació n, esa hora ele D ios, llegará , hora de m iseri­
cordia, hora de exaltació n y de alegría, hora en que, des­
pués de haber dejado que el huracán se descargu e por
un momento sobre la hun1anida d, la inano todopoder osa
de nuestro padre celestial, con un in1percep tible movi­
n1iento lo detendrá y lo dispersará y por medios poco co­
noc idos para la n1ente y las esperanzas de los hombres,
la justicia, la calma y la paz serán devueltas a las na­
ciones.
' · Saben1os rnuy bien que la mayor di ficultad· para
aquellos que 11 0 tienen una correcta com pr2!1sión de los
designios divinos, proviene de ver a tantas \Tíctin1as ino­
centes envueltos en los su frimientos por la m isn1a tem­
pestad que abrun1a a los pecadore::; . Sin embargo, los
hombres pe1 · manecen indiferentes cuando el huracán que
arrasa a los grandes árboles, arranca ta 1nbién a las hu­
mildes florecillas que se abren a su s pies solamente na­
ra poblar con la grac ia de su hern1osura y de su fra­
gancia el aire que las redea . Y sin eir1bargo. esas flores
y esos perfun1es son obra de Dios y de sus maraYi llosos
designios, �T si permite que esas flores sean arrebatadas
en la tormenta, ¿no creéis que es porque ha señalado
un objet iYo invisible para los ojos hun1anos al sacrificio
de esa in ás inofensiYa creatura en el concierto genera l
mediante el cual prevalece y gobierna a la �atu ra leza ?
.....\. cuántos seres humanos puros e inocentes llevará en­
tonces h1cia el bien su omnipotencia .
' ' ).Jediante e l languidecimiento de la fe en los cora­
zones hu n1anos y la busca del placer que puede cauti­
Yar sus vidas los hombres son arrastrados hacia su juez.
Han olvidado que los sufrimientos están en todas las en­
crucijadas de la vida como camino que conduce a las
sonrisas de la cuna ; han olvidado que la cruz es frecuen­
temente un obsequio de Dios, un don que necesitamos
para ofrecer a la justicia divina nuestra parte de expia­
ción; han olvidado qu� el único verdadero mal es e l pe­
cado que ofende a Dios ; han olvidado lo que dijo el

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148

Apóstol : " los sufrimientos de ahora nada son en compá­


rac ión de la gloria que vendrá, de la que nos será reve­
lada . " Por eso debemos mirar hacia Jesús, autor y reali­
zado r de la fe que, teniendo la a legría ante sí, soportó
sin embargo esa cruz.
" Ha cia el Cristo crucifica do en el Gólgota, hacia esa
virtud y sabiduría que atrajo a sí a todo el inundo vol­
v ieron sus m iradas, en medio de las inmensas tribula­
c iones que hubieron de a frontar al difundir el Evangelio,
esos dos Príncipes de los A.póstoles que, en vida, fueron
clava dos con Cristo en la Cruz y murieron, crucifica do
Pedro y presentando Pablo su cabeza a la espada del ver­
dugo, como j efes, maestros y testigos del hecho de que
en la Cruz están el consuelo y la salvación y de que no
es posible vivir en Cristo sin sufrimientos.
" Hacia esa cruz que ilun1ina el camino de la verdad
y de la vida, volvieron sus ojos los primeros mártires
romanos y los primeros cristianos en las horas de su fri­
miento y de persecución.
"Vosotros también, mis queri dos hijos, mirad hacia
ella en vuest ros sufrin1 ientos y encontraréis fuerza, no
solan1 ente para aceptarlos con resignación, sino también
p ara a marlos y glorificarlos, así como los apóstoles y los
santos, nuestros padres y hermanos mayores, que eran
formados de la m isrna ca rne que vosotros y tenían vues­
tro mismo poder, de su frimien to, los amaron y glorifica­
ron. Mirad vuestros sufrimientos y vuestras dificultades
a la luz de los sufrimientos del Crucifica do, a la luz de
los sufrimientos de la Bendita Virgen 11aría , la más ino­
·c ente de las criaturas y la más íntima participante en
la pasión de Nuestro Señor, y podréis comprender que
el 2semejarse a ese ejemplo del H ijo de Dios, el ej emplo
del sufrimiento es la senda más noble y más segura ·q ue
-conduce al cielo y a la victoria.
No os preocupéis únicamente de las tempesta des que
os a fligen y os causan dolor, sino que pensad tainbién
en el mé rito que surge de vuestros su frimientos, cua l
rosa cultivada por el jardinero celestial, y les ha réis fren­
te con la gracia de D ios y la va lentía y la fuerza del he-

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PIO XII 149

ro fsmo cristiano que es a la vez sacrificio y victoria, y


paz por sobre todas las cosas.
"Y " in fine " , para repetir las palabras de San Pedro,.
teneos todos mutua compas ión, ya que pertenecéis a la
hermandad de la m isericordia, de la modestia y de la
hum ildad, no devolváis al mal por el mal sino que, por
el contra rio, contestad al n1a l con una bendición . . . pues
en to cías las cosas Dios puede ser honrado por in termedio
de .Jesucristo, qu e es gloria e imperio por todos los si­
glos de los siglos.
" Pero si las sublimes cu mbres del cristianismo ha­
cen que en esa forma se exa lten nuestros pensamientos,
sentimos también, en el fondo de nuestro corazón, cómo
coincide con el nuestro el deseo de todos nuestros hijos
para pedir a D ios, que en una hora tan grave de la his­
toria, la virtu d de todos sea igual a su fe.
" Nuestros pensam ientos van especia lmente hacia Ro­
ma, nuestra ciuda d nativa en un doble sentido, obj eto
del eterno consejo, acostumbrada a llevar con tan noble
sentimiento del deber las mayores responsabilidades en
la vida de la Iglesia . 1\.. ella, antes que a na die, va nuestra
bendición porque sabemos que, en esta hora en que se
necesita fuerza serena para el ejercicio del bien, no ne­
gará esa fe que la ha hecho maestra del mundo y ma­
j estad para las nac iones en que florece la cu ltura
cristiana .
"Junto con ella , bendecimos al pueblo italiano que,
en el priv i.legio de poseer- en su centro la Ciudad · de la
Iglesia , ostenta los signos de u na m isión confiada por
D ios y que, en los monumentos de su gloriosa historia,
a través de los siglos, revela sus inquebrantables tra d i­
c iones cató licas.
" Finalmente, al mundo entero , dondequ iera que ten­
gamos hijos que todos nos son igualmente queridos, ex­
tendemos nuestra bendic ión m ientras q ue, dentro de
nuestro pecho, tiembla nuestro corazón al pensar en
aquellos que más su fren como consecuencia de las pre­
sentes calamidades desastrosas que ya han llenado la
tierra con esos conflictos y esos lutos. Tampoco exclu i-

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1 50 D O C U11fENTOS PO�TTJFICIOS
. -

remos de nuestras oraciones y buenos votos a aquellos


que aún están demasiado alejados de la Iglesia para oír
su insistencia y maternal invitación para que vuelvan
a ella y así puedan buscar en ella paz y salvación.
" En esta forma los p resentamos todos a Jesucristo,
redentor de todos, y en su nombre, con la autoridad de
los santos apóstoles Pedro y P ablo, cuyo martirio y triun­
fo celebramos, a todos i mpartimos, desde lo más hondo
-
de nuestro corazón, nuestra bendición apostólica . "

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� I S C U RS O

que e l b e a tís i n10 P a d r e Pío. XI I , d i ri gi ó a los


s emin ari s t a s y al u m no s q u e s e prepa ra n p a ra
e l Sa cerdocio e n Rom a .

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D I S C U R S O

' "La solemne reun1on a l a que habéis acudiao, c ar1-


s imos h ij os, para presentar al Vicario de Jesucristo en la
tierra el testimonio de vuestro respeto y p iedad, nos lle­
na de alegría y nos complace grandemente. Tenemos an­
te los ojos una m uchedumbre de toda suerte de excelen­
tes cualidades y en la que se reune y a dm ira u na amplia
manifestación de cultura. Nos complacen este selecto gru­
po de doctores insignes en las c iencias eclesiásticas y esta
c oron a de d irectores que se esmeran en que los alumnos,
que les han s ido confiados, sean formados s antamente y
l leguen a ser excelentes sacerdotes ; pero nos complace
aún másla vista de esta escogida juventud compuesta por
-clérigos no solamente de esta Ciudad y de toda Italia, s i-
no también de Europa y de toda l a tierra. Al ver los unidos
por u na misma aspirac ión y por la semejanza de sus fu­
turas tarea s para llegar a ser aptos, con la gu ía y el ma­
gisterio del Sucesor de San Pedro, para difundir la doc­
t rina y la gracia de Jesucristo en las almas de los hom­
bres, no podemos deja r de dar grac ias al omnipotente
Dios por esta p lenitud de vocación d ivina, ta nto m ás
cua nto que estos j óvenes aqu í presentes representan a
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1 54 D O C UJIE1YTOS PO�YTIFICIOS'

los muchos millares que en to db e l mu ndo desean con­


sagrarse a l sacerdocio.
"Como es sabido, el Señor Jesús dijo a los Apósto­
les : ""Vos estis lux mundi" ( l\Iateo, ·v, 1 4 ) . La luz ilu mina,
el sol ca lienta. He ahí vuestro fin, he ahí la misión del
sacerdote cató lico, a saber, ser el sol sobrenatural que
i lumina su ·c orazón con el amor de Cristo . Es menester,
por tanto, que la formación y la preparación para el sa-·
cerdocio respondan a este fin y a esta m isión.
" S i queréis ser la luz de la verdad que viene de Cris­
to, es necesario que primero vosotros estéis ilumina dos
por esta verda d , y por eso os a plicáis a los estudios ecle­
siásticos.
" Si deseáis informar el corazón de los hombres con
la caridad de Cristo, vosotros primero tenéis que arder­
en esa caridad. A eso tiende la e ducaci 6n religioso-ascé­
t ica que recibís.
" B ien sabéis, dilectísimos hijos, que los estudios de·
los c lérigos están regidos por la Constitución "Deus
scientiarum Dominus", que publicá" nuestro Predecesor
de santa memoria , Pío XI. En esa Constitución se ha dis­
tinguido entre disciplinas p.rincipales, -a las que se agre­
gan las auxiliares- y las especiales . Procuren cuidado-·
samente los profesores, en las l ecciones y en los exáme­
nes, que aquéllas ocupen el lu gar princ ipal y que sean
como el centro d� los estlldios, mientras que éstas deben
ser enseñadas y ejercidas de · modo que acompañen y
complementen a aqué llas y no exigir mucho en ellas pa­
ra a u e nunca el estudio dil igente y realmente principal
de las materias p rincipales su fra mengua a lguna .
"Por lo demás, se ha establecido sabiamente -cosa
que se ha de observar estrictamente- "que los profeso­
res dispongan los estudios de la filosofía racional y de la
teología y la instrucc ión de los a lumnos en esas materias,
según el método, la doctrina y los principios del Doctor­
A ngélico y que se atengan escrupulosamente a ellos ( Có­
digo de Derecho Ca:pónico, canon 1 366, inciso 2 ) . Pues
la doctrina del Aquinate es de tal naturaleza que une·
a dmirablemente con armoniosa y sólida trabazón las ver-

http://alexandriacatolica.blogspot.com.br
PI O XII 155

da des no inaccesibles a l a razón, a las q u e i lustra con


viva luz, que se a dapta grandemente a la exposición y la
defensa de los dogn1as de la fe y en fin que puede efi­
c ienten1ente a lejar y confundir invictamente los princi­
pales errores de todos los tiempos. Por lo cual, carísi­
mos hijos, que vu�stro cora zón esté l leno de amor y de
a fición ·por Santo Tomás ; empeñaos con todas vuestras
fuerzas en comprender su c lara doctrina , y abra zad gus­
tosos to do cuanto manifiestamen te pertenece a ella y
que seguramente se tiene en ella como importante
v c ierto .
..,

' ' C reemos ser nuestro deber recordar ahora e instau-


rar por completo, donde hubiere a lgu na deficiencia, estos
p receptos que dieron antes nuestros Predecesores, e igua l­
mente a doptamos los consej os de nuestros Predecesores
con los cua les qu isieron ellos defender en las c iencias e l
verdadero progreso y l a legítima libertad en los estudios.
Aproba mos plenamente y recomendamos que se a como­
de la antigua sabiduría con las nuevas a dquisiciones de
las c iencias, donde fuere menester; que se discuta libre­
mente lo que consideran discutible notables intérpretes
del Doctor Angélico y que se empleen para la p lena in­
teligenc ia de los textos del .A quinate los nuevos a portes
..

<le la h istoria. Que ningú n priva do " qu iera imponerse


-como maestro " ( Bened. XV, .A.et. A.post. Sed. 6, 19 14, pág.
576) ; "que nadie exijQ. de otro· más de lo que exige de to­
dos nuestra maestra y madre la Iglesia . " ( Pío XI, Act.
Apost. Sed. 15, 1923, pág. 32 1 ) , y que tampoco se fornen- .
ten fúti les discusiones. .
" S i así se procediere, como confiamos, son de espe­
ra r grandes provechos para las ciencias. Con ·esta reco­
mendación de la doctrina de Santo Tomás no se suprime
e l estímu lo en la investigación y en la propaganda de la
verda d, sino, por el contrario, se la estimula y se la se­
ñala un seguro derrotero .
" Pero para que vuestra formación, queridísimos j ó­
venes, dé copiosos frutos, es menester -y os lo exhorta­
mos encarecidamente-, que la ciencia que a dquirís en
.el decur:so de vuestros estudios no tenga por fin so la-

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1 56 D O C UMENTOS PONTIFICIOS"

mente ser aprobados en los exá1nenes, sino que, antes


bien, imprima en vuestra alma algo así como una forma
que de ta l manera esté grabada, que nunca se borre y
con la cual, siempre que se presentara la ocasión, podáis
expresar cuanto de pa labra o por escrito intentareis pa­
ra propagar la verdad católica o para traer los hombres
a Cristo.
" Cuanto h e mos dicho vale tanto para lo concernien­
te a la verda d m anifestada por Dios, como a sus premi­
sas rac ionales, esto es, a los principios de la " filosofía
c ristiana " , sea para explicarlos, sea para defenderlos. Al
relativismo, que nuestro Predecesor de i nmorta l memo­
ria, P ío XI, después de haberl o asimilado al n1odernis­
mo dogmático, " reprobándolo encarecidamente " llamó
" modernisn10 moral, j urídico · y social" ( Encíclica Ubi ar­
cano, Act. Apost . Sed. 14, 1922, página 696 ) , como que no
reconoce las leyes inmutab les de lo recto y de lo j u sto
co1no norma su prema de lo verdadero y de l o falso, de lo
bueno y de lo malo , sino que pretende establecerla en la
mu dab le utilidad de cada hombre, de los establecin1ien­
tos c iviles, de la república y d e la rp.za ; a este n1odernis­
mo, decimos, vosotros, con corazón in1pávi do, como con­
viene a pre goneros de l Evangelio, debéis oponer las Yer­
da des perfectas y absolutas, que han sa lido de Dios, de
las cu ales man � n necesariamente los primeros deberes
y derechos de las personas, de la vida doméstica y públi­
ca, y sin las cuales no pu eden subsistir la dign idad y la
felicidad de la sociedad civil. Lo c u a l haréis excelente-·
mente s i esas verdades de ta l mane ra l lenan vues t ras
inte l igencias, que por las mismas estuvieseis preparados
a no rehusar trabajo alguno o a no rehuir incon1odidad,
como si se tratara de sostener los misterios de la santa fe.
"También debéis procu rar que de ta l manera pro­
pongáis la verdad, que sea entendida y gustada , con fra­
ses siempre claras y no ambiguas, evitando toda n1etá fo­
ra su perflua o nociva que fácilmente inficiona la subs­
tancia de la verdad. Este ha sido siempre el proceder,
ésta la costumbre de la Iglesia católica . A esto se aplica

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PI O �Y I I 1 57

aquello de San Pabl o : "Jesús Christus . . . non fu it E ST et


NON, sed EST in eo fu it. " ( 2 Corintios, I, 1 9 ) .
" S i miramos a l orden de l a verdad revelada por Dios
v de los misterios de la fe católica, si es realmente c ierto
q ue los ingentes progresos en la investigación y en la
a plicación de las f_u erzas de la naturaleza y aun mucho
más el · estrépito con que se disemina la cu ltura en las
cosas meramente terrena les han pertu rbado muchas in­
teligencias al puntó que ya casi son incapaces de perci­
bir lo sobrenatural, no es menos cierto que ingeniosos
sacerdotes, íntimamente in1bu ídos de las verda des de la
fe y llenos del Esp íritu Santo, reportan hoy, en ganar
ho1nbres para Cristo, éxitos más admirables que tal vez
en ningún otro tiempo. Para que seáis como esos sacer­
dotes, siguiendo el ejemplo de San Pablo, nada toméis
más a pecho que el estudio de la " teología " , sea la b í­
blico-positiva, sea la especulativa. Tened bien presente
que nada desean hoy más los fieles que buenos pastores
de aln1as y confesores preparados . Por tanto, aplicaos
con pia doso fervor al estudio de la teología moral y del
derecho canónico. También el derecho canónico se diri­
ge a la salvación de las almas, pues con todas sus fuer­
zas y leyes tiende al fin y principa lmente a que los hom­
bres vivan y mueran santifica dos por la gracia de Dios.
En la enseñanza de la historia en las clases, no se a tien­
da tanto a las cuestiones críticas y meramente apologé­
ticas, a un cuando éstas tienen también su importa ncia,
sino más bien a exponer la activa vida de la Iglesia, esto
es, a mostrar cuánto ha trabaja do la Iglesia, cuánto ha
sufrido, por qué caminos y con qué suceso ha satisfecho
el mandato de su misión, cómo ha cumplido en obra la
caridad, dónde se esconden los peligros que se oponen
el estado floreci ente de la Iglesia, en qué condición han
prosperado las pública¡; relaciones entre la Iglesia y las
naciones, y en cuál no tanto, cuánto puede la Iglesia ce­
der al poder político y en qué circunstancias debe man­
tenerse inconmovible, y finalmente dar un maduro juicio
de la condición de la Iglesia, e inspirar un sincero amor
hacia ella ; he aquí l o que la escuela de historia eclesiás-

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158 D O C UJ.lf E"J\TTQS PONTTFICJQg

tica debe dar al a lumno y fomentar e n é l y principal­


mente en vosotros, queridísimos hijos, que estáis en esta_
C iu dad, en que antiguos monu mentos, bibliotecas bien
provistas y archivos abiertos al estudio y a la investiga­
c ión ponen ante los ojos la vida de la Iglesia durante los
s iglos pa�ados .
"A fin de que no desmayéis en la constancia y en la
v irtud, bebed, diariamente, si es posible , queridísimos hi�
j os, de la inexh austa fuente de los sagrados libros, prin­
c ipa lmente del Nuevo Testamento, e l genuino espíritu de
Jesucristo y de los Apóstoles , que ha de resplandecer
siempre en vuestros pensamientos, pa labras y obras. Sed
infat igables en el trabajo, aún en las vacaciones, para q u e
l o s q u e o s dirigen pue dan decir con confanza : " Brille
vuestra luz delante de los hombres, para que vean vues­
tras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está
e n los cielos . " ( Mateo, V, 1 6 ) .
"Es de vuestra divina vocación, abrir en las almas
e l camino al a mor y a la gracia de Jesucristo. Pe ro para
conseguir eso es menester que antes vosotros mismos
estéis e ncendidos en ese a mor. Encended en vosotros el
a mor de Cristo por vuestra unión con El en la orac ión
y en e l sacrific io.
" He dicho por la unión en la orac ión ; pues , si me
preguntarais qué pa labra ten emos en e l principio de
nuestro Pontifi � ado para los sacerdotes de la Iglesia ca­
tólica, os respondería : ora d más y más, orad con más in­
s istenc i a . Por la unión en e l sacrificio, en e l s2.cri ficio
eucarístico. Pero no solame nte en el eucarístico, sino
también j untamente con El de cierto modo en su propio
sacrificio . Sabéis que u no de los efectos de la santa Euca­
ristía es que da a los que están presentes y a los que lo
reciben fuerza para sacrificarse y abnegarse. Aunque
las va rias formas de ascesis cristiana se diferencian e n­
tre s í en cuanto a muchas cosas secundarias, sin e m­
bargo ninguna de ellas conoce otro camino para el a mor
d e Dios fuera del sacrificio de sí mismo. Esto pide a sus
secuaces Cristo, que dijo : " Si alguno quiere venir en pos
de mí, niéguese a sí m ismo, y tome su cruz todos los:-

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PIO XII 1 59

días y s ígan1e. " ( Lucas, IX, 23) ; que definió con palabras
expiícitas que el camino del a mor de Dios es el cumpli-
1n iento de sus mandamientos ( Juan, XV, 10) ; que, final­
mente formuló, de un modo especial para sus Apóstoles
e sta admirable s entencia : " E n verdad, en verda d os digo
que si el grano cte trigo no cae e n la tierra y no muere
a llí, queda solo é l, pero si muere da mucho fruto. " ( Juan,
X I I, 24-2 5 ) .
" E l sacerdocio requiere. de vosotros, por decirlo así,
singulare s sacri fic ios, e ntre los que es e l principal e l ple­
no sacrific io de sí mismo e n obsequio de J esucristo, por
n1edio del celibato. Probaos a vosotros rnismos. Y si a l­
º
gunos comprendieran que son incapaces de observarlo,
les rogamos que dejando el Seminario busquen otra co­
sa , en que pasar su vida honesta y fructuosamente, que
de otra suerte l le varían en e l santuario no sin riesgo de
su eterna salvación y con deshonra de la Iglesia. A. los
que viven ya en e l estado sacerdotal o están ya prepa­
ra dos para entrar en él les exhortan1os a que su entrega
sea total y animosa . Procurad que en esa generosidad no
s eáis superados por innumerables fieles que hoy sopor­
tan con paciencia toda clase de penalida des por la gloria
de Dios y la fe de Jesucristo ; sino, por e l contrario, so­
bresalid entre todos, en e ste certamen, con vuestro ejem­
plo, y con vuestro trabajo y dedicación p rocuraos a voso­
tros misn1os y a todos la gracia en vida y en la muerte .
"Aden1ás tenemos de Dios este mandamiento que
quien ama a Dios, an1e también a su hermano. " ( I Juan,
IV, 2 1 ) . Jesucristo declaró que esta caridad hacia el pró­
j in10 es la señal o como l a cédula de i dentidad de todo
ho1ubre cristiano ( Juan, XIII, 35 ) y esa misma carida d
debe s e r c o n mayor razón, como la divisa d e l sacerdote
católico, caridad que, por lo demás, no puede e star se­
parada del amor de D ios, con10 lo manifiesta abiertamen­
te e l Apóstol Pablo quien, celebrando con grandilocuen­
te elogio a l a caridad, correlacio na bellamente e l a mor
de D ios con e l a mor del prój imo. ( I Corintios, XIII ) . E sta
.carida d del próji mo no tiene l ímites y se extiende a to­
.dos los hombres, lenguas, naciones y razas. Ahora bien,

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l fi O D O C U1lJEJ.lTOS PO�TTJFICIOS

carís imos hijos, aprovecha d de la muy deseada y singu­


lar oportunidad, que os ofrece vuestra estada en Rom a ,
d e ej ercer e s a caridad con t a n gran multitud de jóvenes
que, aunque de diversas y muy distantes naciones , sin
embargo todos son de un nüsmo ti empo, de una m isma
fe, de una misma vocación, de un mismo amor de J esu­
c risto y finalmente de un derecho abs o lutamente igual
en la Iglesia. D ij imos que aprovechéis de esta oportuni­
dad para fo mentar esa caridad, y no digáis ni hagáis na­
da que pueda herirla en lo más leve. Dej a d para otros
las discusiones de partidos políticos, no os corresponde
trata r de esas cosas. Comunicaos mutuamente lo que
concierne y puede aprovechar a l apostolado, a la cura de
almas, a la situación de Ja Igles ia y todo lo que pueda
contribuir a su incremento.
" Finalmente, si deseáis crecer en el amor de Cristo ,
conviene que fomentéis la obediencia de hijos, la con­
fianza y e l amor hacia el Vicario de Jesucristo, pues en é l
demostrá is vuestra reverencia y obediencia a Cristo . En
él tenéis presente a Cristo . �Ialamente se separa la Igle­
sia j urídica de la Igles ia de la cari dad. No es así : pues la
Iglesia fundada en el derecho cuya cabeza es el Pontí­
fice. es la misma Iglesia de Cristo, la misma Iglesia de
la carida d y la universal familia de los cristianos. Rei­
nen entre Nos y vosotros esos sentimientos que en la fa­
milia verdaderamente crist iana unen estrechamente al
padre con los hijos y a éstos con el padre. Vosotros que,
viviendo en esta Ciuda d, sois testigos de cómo esta Sede
Apostólica , dej ando to d a consideración humana, sólo
piensa, sólo busca el b ien, la felicidad y la sa lvac ión
de los fieles y de todo el linaj e humano . comunicad esa
confianza , q u e por experiencia habéis concebido, con
vuestros hermanos de todo el m undo , para que todos
seáis uno con el Sumo Pon tí fice en la caridad de Cristo.
"Vuestro apostolado sacerdotal i lu m inado e infor­
mado por el amor de Cristo, aun entre las más terribles
tempestades de este mundo a lejado de la verdad y del
amor y e n m e d io de las d ificu ltades y do lores -que son

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PIO �Y II 161

como u n privile gio de todos los que trabajan e n e l apos­


tola do y los acompañan como por natura l necesi dad­
con la gracia de Dios, no care cerá de copioso fruto en la
salvación de las a lmas ni de aquel la beat ífica consola­
ción que, hinchiendo al Santísimo doctor de las gentes, le
hacía afi rma r : "Per Christum abundat consolatio nos­
tra . " ( I I Corintios, I, 5 ) .
" Sólo Dios sabe por qué caminos su providencia ha
·
de conducir a cada uno de vosotros, qué subidas y qué
bajadas, y qué marchas por fragosida des y espinares os
espe ran. Pero hay una cosa que es com pletamente . cier­
ta en la vida de todo sacerdote imbu ído de la verdad
y del a n1or de Cristo, a saber, la espe ranza en Aquel
" qui dedit nobis victo r iam per Dominum nostrum J esum
Christu m . " ( l Corintios, XV, 57 ) .
" ¿E sta certeza sobrenatural de la victoria en quiénes
puede tener raíces más profundas que en vosotros, que
j unto a los sepulcros de los Apóstoles y a las catacum­
bas de los mártires, habéis bebido ese espíritu que, en
otros tiempos, ha renovado al linaje humano, y que sa­
béis que también hoy están firmes las promesas de .Je­
sucristo? Por lo cual, q ueridísimos hijos, os repetimos
gravemente lo que San Pablo con a legría y seguridad
a firma de l fruto del trabaj o apostólico : "Por tanto, her­
manos m íos queri dos, manteneos firmes e inconmovi­
bles ; abundando s iempre en la obra del Señor, y seguros
de que vuestro trabaj o no es vano en el Señ or. " ( I Co­
rintios, XV, 58 ) .
" Llenos de esta esperanza, e implorando para todos
y ca da uno de vosotros las fecundísimas gracias de l
Eterno Pastor, os impartimos de todo corazón en e l Se­
ñor la bendición apostólica como prenda de esta i lum ina­
dora y corroboradora gra c ia . "

PIUS Pp. XII.

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D i sc u rs o p ro n u n ci a d o
Al Señor don Luis Cruz Ocampo, Embajador de Chile
ante la Santa Sede.

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D ISCU RSO PRO NUN CIAD O E N LA SOLE MNE AU­
D� NCIA AL S E Ñ OR D. LUIS CRUZ OCAMP O,
.... .

EMBAJADOR EXTRAORDINARIO D E CH ILE


i\NTE LA SANTA SEDE.

Señor Embajado r :

Los lazos de a fecto que unen a esta Sede Apos t ó lica


con el pueb lo c hileno , la recíproca confianza que los ca­
racteriza y que se ha manifesta do aun en coyunturas di­
fíc i les, asegura n a Vuestra Excelencia una acogida cor­
dial y benévola en a rmonía con los sentimientos de aque­
lla noble Nación y con la importancia de la honorífica
misión que el Exce lentísilno señor Presidente de la Re­
púb1 ica os ha confia do.
Vuestra Excelencia , hablando en nombre de su Go­
b ierno, ha encontrado frases e levadas al reconocer los
va lores espirituales que la Iglesia Católica ha pregona­
do por el mundo� y que desde hace casi dos mil años
mantiene y pron1ueve a pesar de tantas dificu ltades y
contrariedades, así como también e l extraordinario a l­
cance de l a apli cación de estos va lores, de acuerdo .con
las necesida des de nuestros t iempos, al vasto y d isputa­
do ca mpo del progreso social. Esas palabras son para
Nos ma t.eria de satisfacción y una prenda de que en lo
futuro las relaciones entre la Santa Sede y la República
Chilena , seguirán desarrollándose en armonía con ven­
taja para los verdaderos intereses de aquella Nación y
para e l b ien espiritual y cultural de aquel pueblo.
La Iglesia , cuyos dedos maternos tantean con ansio­
so desvelo el pulso febril de la humanidad de nuestros
http://alexandriacatolica.blogspot.com.br
166 D O C CJIE�S'TOS PO�"'TIFIClüS

d ía s ; la Iglesia , cuya pupila perspicaz descubre necesi-


dades, dolor�s y aspiraciones que a otros se les oculta n ;
la Iglesia, c uyo o ído ausculta en l a s confidencias d e los
corazones esos abismos de amargu ra en que están sumi­
das las almas de los que se creen víctimas de conscien­
tes o inconscientes injusticias ; la Iglesia -decimos- \'e
con palmaria c laridad, y secunda con celo incansable, e l
imperioso deber d e aque l la " re den1ptio proletariorum' · ,
que se inició ya e n la cueva de Belén, y de la cual �ues­
tro gran Pre decesor hab ló con tal ilu minada y apost ólica
sabiduría .
l\ada se Nos hará más grato, señor Embaj a dor, que
p rocurar, e n gra do s ie mpre creciente, al pueblo chileno,
a X os tan queri do -en cuyo territorio aca ban1os de a u­
men tar los medios de una eficaz asistencia espiritua l me­
diante la erección de dos nuevas Archidiócesis- esa ayu­
das Yaliosas e insustituibles en e l camino de la verdadera
prosperidad, que provienen de la doctrina y de la ley de
Jesucristo y de una formación individual y soc ial que
esté en p lena correspondencia con e l las.
La confianza que han fomenta do en J'{os las palabras
de Vuestra Exce lencia, de que la Iglesia, en e l ejercicio
de su misión de verda d y de a mor, podrá disfrutar en
Chile de la l ibertad que como la socie dad perfecta le c om­
pete y que tan hondan1ente a rraigada está en la con­
c iencia del católico pueblo chileno, Nos autoriza a abri­
gar la esperanza en un porvenir tranquilo y sereno .
En esta halagüeña, corresponde mos cordialmente a
los corteses votos que por vuestro trámite Nos ha formu­
la do e l Excelentísimo señor Presi dente de la República,
y o frecen1os a ·vuestra Exce lencia Nuestro benévolo apo­
yo en el c umplim iento de Vuestro e leva do oficio- mien­
tras, a través de la inmensidad del Océano y por encima
de los Andes, enviamos con a fecto paterno a todos Nues­
t ros queridos hijos e hijas del lejano Chile Nuestras má�
copiosas bendiciones .

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C a rta a l Pre s i d e n te R o o s eve l t

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CARTA AL PRESIDENTE ROOSEVELT

� 'A. su Excelencia, •

" FRANKLIN DELANO ROOSEVELT, Presi­


dente de los Estados Unidos de América.

PIO PAPA XII.

' ' Excelentísimo señor :

" Salu d y prosperidad.


' ' E l memorable mensaje que su Excelencia se dignó
envia rnos en la víspera de la Santa Festividad del Naci­
miento del Señor, ha sido sin duda alguna como una ra­
diación de consuelo , de esperanza y confianza que vino a
reanimar los corazones de cuantos participan de los su­
frimientos que toda guerra lleva consigo, a disipar de al­
·gún modo los conna turales temores y a suavizar la ani­
mosidad de las naciones beligerantes. Merecidas son por
ello las espontáneas manifestaciones de gratitu d que han
tributado a su Excelencia pueblos y personas de recto
.criterio y de reconocida sensatez.

Intrépido Documento.

' ' Ciertamente, no hemos podi do menos de sentirnos


profundamente complacidos con el mensaje de su Exce­
lencia, rebosante todo él del espíritu propio de la festi-
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1 70 D O C UJIE1YTOS PO�.VTIFICIOS

vidad del )Jacimiento del Señor, ?spíritu que tan �lo­


cuentemente ha expresado su Excelencia . Bien persua­
didos de su extraordinaria importancia, lo dimos a cono­
cer, sin pérdida de• tiempo, esa m isma mañana , al Sacro
Colegio Cardenalicio reunido en el salón de este Palacio
ApostólJco Vaticano y con ello, al m ismo tiempo, de ma­
nera solemne y oficial, al mundo entero, católico y no ca­
tólico , expresando a la vez nu estra profunda estimación
y gratitud por ese documento que revela franqueza e in­
trepidez de un estadista previsor, animado de los más pro­
fundos sentimientos humanita rios.
Y entre l:ts cosas de su mensaj e que más Nos han
a fectado, y que de manera sorprendente en él sobresa le,
es ese espíritu de comprensión espiritual y de vital trans­
cen dencia, tan en consonanc ia con la n1anera de pensar,
con los sentimientos, esperanzas y aspiraciones de aque­
llas clases sociales que, más que ninguna otras, tienen
que experimentar las abnegaciones, tristezas y sacrifi­
cios exigidos en las ac tuales circunstancias. A.tendiendo
a e llas , creemos sinceramente que ninguno mejor que
J\os, puede co1nprender todo e l va lor del mensaj e de su
Exc elencia, ni el alcance de él ni su transcendencia. Cier­
tamente, por las informaciones cotidi'anas y por el cono­
c imien to que tenen1os del común sentir, creemos po der
a firm a r que e l pueblo , en general, está ansioso de la paz.
Y e ste de3eo s e va acentuando y aun1entando a me dida
que s� exticade la guerra con sus naturales repercusio­
nes , directa o indirectamente , y conforme se va desenca­
jando por la continuación de la guerra , de sus bases nor­
males l:i vidJ. econó1nica, social y fan1iliar, obligada a ha­
cer todJ. clas2 de sacrificios y a soportar las más duras
privaciones. Todo e l lo inc ita a anhelar la paz y a robus­
tecer la firme determinación de dar con aquellos medios
que sean más conducentes para su consecución y apli-­
carlos oportunamente .

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PIO XII 171

¿Quiénes p o drán es tablecer• l a p az?

"Y a l a lboreélr ese anhelado día -que mucho desea­


ríamos poder a firmar no estar lej ano- en que se han
de silenciar las bocas de los cañones y el estruendo de
los ca mpos de batalla, y habrá entonces posibilida des
de concerta r y estab lecer de modo firme una verdadera
y j usta paz, basa da en los dic támenes de la j usticia y de
la equ idad, en ese día, repet imos, solamente podrán dis­
cern i r conven ientemente el camino que deberá seguirse,
aquellos que investidos de .a lto poder político tenga n vi­
sión exacta de los anhelos de la humani da d, los com­
prendan y tomen por norma de sus decisiones y acciones
los preceptos divinos trazados por Jesucristo en su Evan­
gelio. Solamente hombres de este eleva do carácter mo­
ra l podrán establecer u na paz que compense los incal­
c u lables sacrificios de esta guerra y dej e expedito el ca­
mino para la m ut ua inteligencia y m utuo respeto entre
las naciones, s in distinción a lguna, reinando entre todas
p lena confianza .

Gravísimas dificultades.

" No ignoramos los gravísimos obstáculos que se al­


zan de por medio para impedir el que se llegue a tan de­
seado fin, obstáculos que ca da día aparecen más insupe­
rables . De aquí la necesidad de que los amantes de la
paz, si no quieren que sean i nfructíferos sus esfuerzos
para la consecucióp. de ella, se den plena cuenta de la gra­
vedad de esos obstáculos y de la exigua posibilida d de
satisfactorio éxito mientras exista el actual estado de co­
sas y disposición de ánimo entre las partes conten­
d ientes.
Como Vicario del Príncipe de la Paz sobre la tierra ,
hemos consagrado, desde el primer momento de nuestra
exaltación al Solio Pontificio, todos nuestros esfuerzos y
toda nuestra solicitud, ya a conservar la paz, ya a res­
tablecerla, una vez perturbada. Y aun cuando por el mo-

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1 72 D O C UJ..fE...VTOS PONTIFIC/OS

mento no obtuvimos el resultado apetec ido n i dej amos


de comprender las dificu ltades qu_e en s í lleva tan ardua
empresa, s i n embargo, seguimos adelante en el c amino
trazado por nuestra Apostólica n1isión, y lo segu imos aun
cuando no pocas veces sea escabroso y esté s embrado de
espinas , atendiendo a las suplicantes voces que continua­
mente llegan a Nos, de innumerables almas, tanto de
dentro como de fu era de la Iglesia, y estimulados por
la conciencia que tenemos de nuestro deber ; ; ambas co­
la concienci a que tenemos de nuestro deber; ambas co­
compensa.

A c to ejemplar y estitnula dor.

" Ciertamente ha sido para Nos motivo de gran con­


suelo y regocijo el que, en horas de tanto su frimiento y
de tanta confusión mundi ales; el Primer �'Iagistrado de
la gran Federación Norteameri cana haya , al impu lso de
las s alutíferas influencias de la Santa Noche del Naci­
miento del Señor, tomado lugar tan prominente en la
vanguardia de cuantos trabaj an poi� la consecución de la
p a,z y tan generosamente acuden en socorro de las YÍC­
timas de la guerra . Tal acti_t u d la consideramos como pro­
videncial y no podemos menos de agradecerla en lo que
se merec e ; ella viene a robustecer nuestra confianza. Es
e lla, en verdad, un acto que debe servir de modelo y es­
tímulo de solidaridad fra t ern3 1 y entusiasta entre el Nue­
vo y el Viejo inu ndo contra las fuerzas y tendencias agre­
s ivas, destruc to ras, ateas y anticristianas, que amenazan
desecar el manantial primario de donde procede la civi­
lizac ión verdadera , y del que dependen su vigor y esta­
bilidad.

Con todos los ho nores.

"En ta les c ircu nstancias, asegu ra mos a su Excelen­


c ia que rec ibiremos con espec ia l sQtisfacción, co1no ya
antes se lo hemos con1unicado, a . su Representación per­
sonal , fiel intérprete de la mente de su Excelenc ia en

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PIO XII 173

todo l o concerniente a la consecuc1on d e la paz y a los


n1edios para aliviar los su frimientos de la guerra. Se le
recibirá con todos los honores debido a sus extraordina­
rias dotes que lo hacen persona prominente y grata, bien
conocidas genera lmente, y correspondientes a su impor­
tante y. transcendental m isión.
"Recordando con gran placer las gratísimas i mpre­
siones que experimentamos dura nte nuestra inolvidable
Yisita a vuestra gran nación, y teniendo al mismo tiempo
sumo gusto en ponernos nueva mente en contacto perso­
nal con su Excelencia, correspondemos a sus buenos de­
deseos con los Nuestros, a compaña dos con nuestras fer­
vientes preces por la prosperidad de su Excelencia y de
t odo el pueblo Norteamericano.
Dado en Roma, en San Pedro, el 7 de Enero de 1940,
primer afio de nuestro Pontifica do.

PIO PAPA XII.

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Di s c u rso co n m ot i vo d e l a Fi e sta
d e N a vi d a d de 1940

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D ISCURSO CON MOTIVO D E LA FIESTA D E.
NA VID AD DE 1 g40.

" G racias venerables herinanos y a mados h ijos. Gra­


cias os decimos desde el fon do de nuestro cora zón por
el don precioso de vuestra presencia aquí en esta vigilia
de la Santa Navi da d ; gracia s deci mos con profunda gra­
t itud por vuestras fervientes oraciones por la Iglesia y el
Papa ; vuestros votos y orac iones tuvieron un sabio y
elocuente intérprete tan digno de nuest ra estimación y
nuestro afecto .
" La abundancia
. de nuestros dones de Navida d es
lo más dulce para nuestra a lma por los grandes pesares
de los tiempos en que vivimos.
"A nuestra vez van hacia vosotros nuestro paternal
a fecto nuestros votos acompañados y acrecenta dos por
nuestra s oraciones a D ios para la paz próxima y e l Año
\

Nuevo ; a vosotros a quienes en su bonda dosa providen-


cia nuestro Señor llamó a nuestro la do corno sabios con-
5ejeros fieles y proba dos, dispuest os a servir a l rebaño
del Señor
"A vosotros que, como m iembros de la Cu ria Roma­
na, tenéis una a p reciación y un conoc im iento profundo
de la importante m isión de colabora r y participar cada
uno en su misión y su propia esfera, en to dos los debe­
res pastora les del Vica rio de J esucri.Bto.
"A todos vosotros colectivamente e individualmen­
te, a ca da uno de vosotros ministros y gua rdianes de la
Ciu dad senta dos sobre esta montaña . ( 11ateo V- 1 4 ) a to-
http://alexandriacatolica.blogspot.com.br
178 D O C [}_lf EJ\TTQS POI'lTI FICIOS

d os vosotros que más que nadie tenéis la misión de apti­


e--a r el aviso de nuestro Señor; que vuestra luz brille an­
t e los hombres ; imploran1os del S upremo y Eterno Sacer­
dote en una época tan 111emora ble hasta para la iglesia
y las almas que le está n confia d2.s. lo qu � El pidió al
Padre para los Apóstoles en una hora Santa y solemne a
la vez : " Santo Padre, guárdales en Tu nombre y suplico
qu e no les quites del mundo, sino que les apartes del mal
y les santifiques en la verdad . " { Juan X\rII-l l-XV- 17 , .

Alegría rl c Na vida d.

"Esta n1añana, venerables hern1anos y amados hijos ,


la n1aravillosa liturgia de la Santa Iglesia ha levantado
1os corazones (le sus sacerdotes con las palabras del mar­
tirologio ron1ano ; en el año 752 de la fundación de Roma,
en el año 42 del reinado de Octavio Augusto, m ientra•
tqdo el mundo estaba en paz, y Jesucristo, Eterno Pro­
tector, H ijo del Padre Eterno . deseando consagrarse a l
n1undo por Su piadosísima ven ida. nació e n Belén d e la
·virgen lVIaría, concebido por el Espíritu Santo, y fué he­
cho Hombre.
"Cuando el tono solemne ele este feliz mensaje, que
une a Ron1a con Belén, el Santo Nacimiento de nuestro
Sa lvador con el nacimiento de aquella Roma famosa que
alcanzó su más a lto y más sagrado destino no n1ediante
las glorias marciales sino por las victorias de la gracia
divina, que establecerá su dominio en la tierra .
"Cuando este anuncio y pronóstico de la veni da del
Rey de los Cielos en una época en- que todo el mundo
estaba tranquilo y pacífico suena de nuevo en los oídos
de los fieles de Cristo, despierta y levanta en los millo­
nes de corazones de to dos los pueblos y naciones el re­
cuerdo de la redención del pecado.
"Con10 una sinfonía celeste que todo lo abraza, s e
alza hacia el cielo de todos los labios un himno de ale­
gría, un canto de a doración de los corazones hum ildes
l lenos de gratitu d : Cristo nac i ó para nosotros, venid y
a d orém os1 e ( Maitines del día de Navidad ) .

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I' L O XII
..
17D

" Es ta es la canc ión inn1ortal aún de los hijos deste­


r rados que casi olvidaron q ue su para íso, perdido por el
pecado de sus padres, está rodeado de espinas y tribula­
ctones, por la tierra, profanada por el pecado, ha venido
rodando desde la caída de Adán ; y ante el celeste Infan­
te del establo de Belén, ante la Virgen María, madre del
recién nacido l\1anuel, se postran en el polvo, vencidos
ante la maravilla divina, ante los admirab les designio�
de la Providencia.
" La santa a legría de la fiesta de la Navidad de Nue•­
tro Señ or, la fe licidad íntima que se eleva espontánea-
1nente e n los c orazones de los fieles de Cristo no depen­
de de los acontecimientos externos, ni puede ser dismi­
nu ída o perturbada por ellos ; la alegría de Navidad que
los llena de alegría y paz tiene raíces tan profundas y
a lza sus cabezas a tal altura que no puede volverse por
los vientos de ningún acontecimiento terreno tanto que
el mundo esté en paz como en guerra.
"Es consoladora verdad de nuestro S a lvador del
!n undo. Vuestros corazones se regocijarán y ningún hom­
bre podrá arrebataros v uestra alegría. (Juan XVI-2 ) .
¿Quién puede sentir la verdad y experimentarla mejor
q lÍe aquél que con corazón sincero y Inente abierta
atiende a l canto de paz de los hombres de buena volun­
tad dirigido a la Tierra desde aquel pesebre que fué el
prin1er púlpito de la palabra divina hecha carne ?

Optimismo y pes imismo.

"Quien quiera que co1nprenda -el íntimo significado


del himno de Navidad y gusta aunque sólo sea gota del
dulce néctar de la verdad y amor que contiene sabe dón­
de hallará el Cielo de la Sa lvación en medio de la suce­
sión confusa de los acontecilnientos, sufrimientos y pe­
sares de estos d ías tempestuosos ; y se refrenará tanto de
u n indebido optimismo que no estaría de acuerdo con la
realidad, co1no de µna tendencia aun menos apostólicll.
hacia la cobardía, la depresión y el pesimismo.
u¿ Es que no s.abe acaso que la vida y actividad de

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l BO DOCUJJE.NTOS PONTIFICI QS

la Iglesia, como la vida y actividad de nuestro Redentor


C_Stán siempre rodeadas de las asechanzas de los satélites
del celoso y trémulo poder herodiano?
" Pero no olvida tampoco que la estrella misteriosa
de la gracia brilla en el cielo y volverá a brillar para
aquellas almas que porfia dam.ente buscan la cuna de
D ios para guiarles desde la falsía a la verdad, desde el
error a la fe en Cristo nuestro Señor.

Fe inqu ebra n table en el triunfo final de Cris to.


'

"Consciente de la audacia insidiosa del inal que se


extiende por todas partes en esta vida, el verdadero se­
guir de Cristo siente dentro de sí la viviente necesi dad
de una mayor vigilancia, tan to sobre sí mismo com o
sobre sus hermanos en peligro.
" Seguro como está de las pron1esas de Dios y del
triunfo final de Cristo y de su reino sobre sus enemigos,
se siente fortifica do desde dentro contra las desilusiones.
fracasos, derrotas y hu1nillaciones y puede inspirar i gual
confia nza en todos aqu ellos a quienes se acerca en su
ministerio apostólico convirtiéndose así en su baluarte
espiritua l ; mientras él ofrece estímulo y ejemplo a todos
aquellos que están tentados de abandonarse y descorazo­
narse ante la potencia del enemigo.
" Seamos iµfinitamente agradecidos a nuestro Señor
que en éste nuestro propio día, la Iglesia no carezca de
almas selectas , santas y fuertes que se hallan a la vez
en las � ilas del clero y de los fieles, dando una firme evi­
dencia de heroísn10 que en general pasa desapercibido
en el mu ndo, y de inquebrantable fidelidad ; que en me­
dio de los que caen en la pusilanimidad y la debilidad
ponen en práctica una exhortación p rovechosa, que for­
tifican a las ma nos que tiemblan, y afi rman las rodillas
que se doblan, que dicen a los corazones débiles : "Tened
valor y no temáis. Mirad a vuestro Dios que ha de traeros
la recom pensa , D ios n1 ismo vendrá y os sa lva rá. � ' ( Isaías
XXXV-3-4 ) .

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P l O X I I 181

A hn as y
..
corazone s débiles .

' · Pero entre los cristianos no faltan desgrac iada1nen­


te aque llos que bajo el peso de las p ruebas .Y sacrific ios
de todas c lases, en un mundo que se apa rta de la fe , la
inora li dad, o al menos de l fervor de la fe y de la inora li­
dad c í·istiana, están perdien do a lgo de aquel vigor espi­
ritua l . confiante y a legre : ese ejercicio ínt i 1no de la fe
s i n e l cual e l pe nsanl iento vita l que s ie1npre sostuvo a
la Iglesia no d u raría n1ucho tie1npo .
" Les \'e is sucun1bir de tien1po en tien1 Do v hácerse
- - .,

los de fensores de conces iones, de teorías, de pensamien-


tos o preju ic ios que originándose en esferas extrafias y
hos tiles a la Iglesia Yi enen a turbar las a ln1as de los
creventes.
•'

' ; Gentes de esa menta lidad pern1iten has ta que la


)/lad re Iglesia, a la q ü e desearían segu i r siendo fieles,
sea presenta rla inco 1nprendida ante e l pre torio de Pi la­
tos o vest i da de l rid ícu lo sea l levada ante los servidores
de H e rodes. E llos creen en el misterio de la Cru z� p ero
olvida n medit a r sobre e l lo y aplicarlo a la v ida presen­
t e . En las brillantes y consoladoras horas de l }lonte Ta­
bor, se s i enten cerca de Cristo ; en las horas t ri s tes y ne­
gras de Getse maní. se con vierten ITIU)' fác i ln1ente en imi­
tadores de los a póstoles dorm idos y cua ndo las autorida­
des de esta tierra ponen en movüniento su poder exte r­
no, co mo los j ueces del Sanhedrin hicie ron con Jesús,
lo vemos reti ra r.se en huída n1e d rosa o . lo q u e es lo mis-
1110 , abandonar su s francas v va le rosas resoluciones .
..,

· · Todo est e Yasa l laje de los demás , Yenerables her­


n1anos y amados hijos, no pueden ni deben causarnos sor­
presa o perturbac ión ; inucho menos hacernos o lvidar e l
valor ejen1pla r y la conmovedora fi deli da d con que in­
contables hijos nues tros, gra c ias a la ayuda D ivina , se
1nantie nen firn1e mente asidos, inás fue rtes que las tor­
n1en tas, a la sólida roca de s u fe , y a la Iglesia que e s la
c ustodia y deposi taria del infa l ible predicador de la
verda d .
' · Por consigu iente, con nuestros agradec imientos a l

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182 D O C UklB�NTOS PON TJFl Cl OS

....\.ltísimo y con o rgu llo pa ternal en la victoria de tanto s


y tan nobles h ijos de todas condiciones y c lases, no titu­
beamos en decir que la rectitud, el fervor y la rendición
incondicional y de todo corazó n a Cristo y su Reino, son
virtu des que han crecido visiblemente en muchas almas
en' luga res en que la profesión de fe ha costado sacri fi­
cios ja más antes reconoci dos.

Nuevas exige ncias del Apostolado.

" Cualqu iera que sea la razón, conocida sólo de Dios,


entre las victorias y las derrotas, entre las almas salva­
das y las a lmas perdidas, no es menos c ierto y seguro
que la condición ina terial y espiritual de la época actual
crea e impone al a postolado enormes exigenc ias, no sólo
por la duración de esta terrible guerra, sino que, au n
más, para ese día en que tern1ine la guerra, cuando los
pueblos se verán obligadoS' a dedicarse a la tarea de re­
parar los males profundamente ra dica dos qu e serán �u
amarga herencia · social y económica ; cuando las nacio­
nes desorganizadas se encuentren al _t érnl ino de la gue­
rra con cargas espirituales que ciertamente demandarán
asidua y cuidadosa a tención, para que sus pernici05os
efectos puedan ser prevenidos o reduci dos al m ínimu1n .

Páginas tris tes en l a historia d e l mundo.

"Con persistencia t rágica y ca si fa tal, el conflicto,


una vez desata do, sigue su senda sangrienta , amontona
ru inas sin perdonar venerables i glesias, famosos n1onu­
mentos y refugios de cari dad, y con un fácil olvido de
los principios de hu manidad, indiferente a las prácticas
'
y convenciones� la guerra llega hasta ta les extren1os, a
veces, que una é poca m enos t rastornada y confusa que
la nues tra anotará a lgú n d ía sus acontecinlientos entre
las más penosas y obscuras páginas de la historia de·]
mundo.
" Nuestro pensan1iento se d irige ansiosan1ente haci a
l o s momentos en que s e haga Ja triste re1ación de tantos

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PIO XII 1 83

sufrin1ientos, de cuerpos destrozados, d e n1entes angus­


tiadas, de heridos, prisioneros y refugiados pisotea dos,
hambrientos y desfallec ientes, y de desaparecidos ; ese re­
lato es hoy desconocido o sólo se conoce en parte en la
hora actual, pero es ya suficiente para oprimir y desga­
rrar nuestros corazones. Para las esposas y madres dé
más de una nación nos parece o ír resonar el grito de do­
lor del profeta , que la sagrada liturgia recuerda en la Oc­
tava de Navidad : de la voz que se oyó en Roma� de la­
mentación y gran dolor con que Raquel l loraba a sus
hijos y no podía ser confortada porque éstos ya no eran.
( San l\1:ateo, cap. II vers. 1 8 ) .

Los p ri sioneros, l o s desaparecidos y lo s refu gi a do s .

" Pero entre las numerosas desgracias que surgen de


este cruel conflicto, uno en particular entristece nuestro
corazón y sigue apenándonos, a saber: la desgrac ia de
los prisioneros de guerra, que se ha hecho progresi va­
mente más angustiosa para Nos, ron la cada vez 1nenor
posibilidad de . poder apresu rarnos, con nuestra solicitud
paternal, a llevar un auxilio, 1nediante un eficiente soco­
rro y consuelo donde las víctimas son n1 ás numerosas y
s u miseria más lamentable. Recordando lo que Nos ha­
bía1nos podido hacer, en non1hre de nuestro soberano
Pontífice Bene dicto XV, de feliz m emoria, durante la úl­
tima guerra, para a liviar la desgracia n1aterial y n1oral
de numerosos prisioneros, ha bía1nos esperado, que en la
contienda actual también se dejaría abierto el ca n1ino a
la · iniciativa religiosa y caritativa de la Iglesia.
" Sin en1bargo, aunque nuestros esfuerzos han sido
frustrados en algunos países, ellos no fueron vanos en
todas partes, puesto que hemos logrado llevar numero­
sas pruebas materiales y espirituales de nuestra preo­
cupación, por lo menos a u na parte de los prisioneros
polacos y reahn ente hemos podido dar más frecuentes
evidencias de esa misma solicitud a los prisioneros ita­
lianos y a los internados, especialment e en Egipto, Aus­
tralia y Canadá.

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1 84 D O C U1HEN'I'OS POf\lTIPI CIOS

" Ni fué nuestro deseo que la santa fi_esta de Navi­


dad amaneciera en el mundo s in que manifestáse·mos,
por intermedio de nuestros representantes, la expresión
de nuestro alenta dor recuerdo y bendición a los prisio­
neros ingleses y franceses en Italia, a lemanes en Ingla­
terra, griegos en Albania y a los i talianos dispersos en
diversas partes del Imperio Bri tán ico, especialmente en
Egipto, la Palestina y la India.
"Ansiosos, por lo tanto, de hacer nuest ras las ansie­
dades de las familias ten1erosas por la suerte de los su­
yos que han sido separados de su seno y de sus infortu­
nados parientes, Nos hemos impuesto to davía otra tarea,
de no pequeña magnitud, la que estamos desarrollando
activamente, a saber, de so licitar y transnütir informa­
ciones, hasta donde sea posible y perinis ible, no sólo res­
pecto de los incontables prisioneros, sino también de los
refu giados y de aquellos que las actuales calamidades
han separado tan penosamente de sus patrias y de sus
hogares. En esta forma, Nos hemos podido sentir junto
al nuestro los latidos de n1illares de corazones, con la con­
moción de sus sentimientos más íntimos, ya sea en vio­
len ta tensión o bajo la pesadilla de la incertidumbre o
en _ la alborozada alegría de la seguridad reanudada , o e n
el profundo su frimiento y la tranquila resignación res­
pecto del destin o de los seres queridos.
"Nos es 1nenos consolador para Nos estar en situa­
ción de consolar con la ayuda moral y espiritua l de nues­
tros representantes o con los ofrecimientos de nuestros
recursos a grandes nú1neros de refugiados, expatriados
y em igrantes, inclusives los no arios. Nos hemos po dido
ayu dar a aquellos seres de origen polaco, en forma es­
peci almente generosa, como también a aquellos otros pa­
ra quienes las contribuciones de nuestros hijos en Esta­
dos Unidos han facilitado nuestra solicitu d paterna l.

Presuposiciones de una paz j u s ta y du radera.

" Hace exactamente un afio, venerables henn a nos y


a n1ados hijos, desde este n1 ismo s i tio formu lan1os ciertos

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PlO \'" I I
..
185

princ ipios respecto d e las p resupos 1c1ones esencial es d e


paz que se ajustarí an a los princip ios d e justic ia, equi­
dad y h on o r y que la harían así dura de ra . Y si la si­
gu iente inarcha de los acontecim ientos ha retardad o s u
a p l icación pa ra u na fecha posterior , s in embargo , las
i deas entonces p ropuestas no han perdido nada de su
prueba . intrínsec a y realidad , n i la fue rza . de su aplica­
c i6 n moral.

Aspiraciones a un nue""'º orden.

Hov nos encontramos ante un hecho de considera­


b l�Js co1; secuencias, con10 s íntoma. De las apasionadas p o ­
lérn icas de las facciones en guerra, respecto de sus ob­
jetivos de guerra y del ajuste final de la paz, surge ca­
da vez n1ás claramente definida la casi univers a l opi­
niún q ue sostiene que la Europa de antes de la guerra ,
co rno tan1bién s u estructura política están pasando por
u na trans formación ta n grande que ya seña la e l a lba de
u na nueva era .
' ·La E uropa y su sistema de estados, se dice, no s e ­
rán con10 ante s ; a lgo nuevo, n1ej or, más evoluciona do1
o rgánican1ente más sano, libre y más fuerte debe reen1-
plazar a l pasado, con el fin de e lin1jnar sus defectos, s u
debilidad y sus deficiencias, que se dice han s ido reyela­
dos e n forma convincente por los actuales aconteci­
nuentos.
' ; Es verdad que los diversos partidos difieren _en sus
ideas y n1 iras ; concuerdan, sin embargo, en su deseo de
que se llegue a u n nuevo arreglo y no consideran posible
reto rno a las condiciones anteriores.
" Ni es e l deseo de la novedad suficiente para expli­
c a c ta les corrientes de opinión y tales sentimientos . A la
lv.z de las experiencias de nuestra época de afanes, bajo
la p resión abruma dora de sacrificios que exige e impone ,
este nuevo conocimiento y las nacientes aspiracio nes c a u..
t iva n la mente y el a lma. ¡ Es el conocimiento c laro de
lo� defectos de la época . actu a l ! Y esto determinará la

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l SG D O G UJJE,.VTOS PO.\ TIFJ CJ O S

orientación hacia una nueva distribución q u e asegure la s


bases j u rídicas de la vida política e internacional.
" No puede sorprenderse de que este deseo pul�ativo
es sentido -más agu damente por aquel los grandes secto-
1·es que viven de su trabajo m anual y que sierppre están
sujetos, tanto en la paz como en la guerra, más que otros,
a los amargo resultados de la dislocación económica, ya
sea ésta interna o internacional. lVIenos aún se sorpre:a:..
derá la Iglesia, puesto que e lla, como Madre de todos,
tiene especial apremio y comprensión del grito que se es­
c apa espontáne amente de la atormenta da a lma de la hu­
n1anidad.

Actitucl y a c tivi dades de la Iglesia.

"En medio del contraste de sistemas que forman par­


t e de nuestros tie mpos y que dependen de e llos, la Iglesia
n o puede ser llama da a favorecer a l uno o al otro.
"En la órbita del va lor universal de la Ley Divina
cuya autorida d obliga no sólo a los individuos sino tam­
bién a las naciones, hay amplio espacio y l ibertad de ac­
ción p ara l as formas más varia da s de opinión política�
n1ientras que l a aplicación práctica de un sistema pol í­
tico o de otro depende en gran parte y a menu do en
fo r n1 a decisiva sobre las circunstancias y causas que en
sí son consideradas extrañas a los fines y acción de la
Iglesia .
' ' Como protectora y heral do de principios de fe y
n1ora l es su sólo interés, su sola preocupac ión con ducir
l as c l a ras aguas de l a fu ente del patrimonio y valores de
l a vida cristiana por medio de la e du cación religiosa_ a
t o do s los pueblos sin exce pción, con el fin de que cada
pueblo en su forn1a propia y pecu liar pueda gozar en la
C'on1u nidad cristia na los in1pulsos ético-rel igiosos para
establecer u na Sociedad que sea humana, digna de ala­
ban za , elevada espiritua l mente y una fuente de bien
Yerdél dero.
ó ' :\1 ás de una vez ha tenido que predicar la Iglesia
'
a o ídos sordos ; la dura rea lidad predica a hora a 5 U yez

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-
P I O YlI
.. 1 }-< •

y ante su grito los o ídos que hasta ahora estaban sordf•S


5e vuelven atentamente hacia la voz materna l de la E�­
posa de Cristo. 1'.luy a menudo los tiempos de prosperi­
dad están plenos de lecciones inapreciables del m ismo
modo que la a dversidad es muy a menudo m ejor maestra
que e l .éxito fácil. " Sólo los vej ámenes os harán co1n­
prender lo que oís . " ( Isaías XXIX 19) .
" Esperemos en Dios que la hum�nidad entera y c a­
da nación en particular saldrán de l a actual escuela trist e
y sangrienta n1ás sabia, más experimenta da y m ás n1 a ­
dura ; que será capaz de distinguir con c lara visión la
verdad de la apariencia decepcionadora ; que volverá s u
oído atento a la voz de la razón, tanto si es agra dabl e
como no, y hará oídos sordos a la retórica vac ía del error ;
que formará por sí mísma. la convicción de la rea lida d ;
que considerará seriamente l a función del derecho y de
la j usticia, no sólo cuando se trate de buscar e l cumpl i­
miento de sus p ropias demandas, sino tan1bién cuan do
debe n ser satisfechas las j ustas demandas de los dem tl s .

Con dicio nes p ara u n arreglo sóli do y ve1· cla clero.

" Sólo con esa disposición mental se puede entra r e n


la frase atractiva , nuevo orden, de contenido bello y d i g-:­
no, estable, basa do en las normas de la mora lidad ; y só1o
así se evitará e l peligro de concebirlo, o de moldearla
como un mecanismo puramente externo in1puesto pc1 r
l a fuerza, s i n dignidad, s i n va lor.
" Sólo así se podrá dar a la humanidad una nu eya
esperanza que la ca lme, un fin . que responda a sus n o ­
bles aspiraciones ; el poder oculto y franco , opresivo y
ruinoso de la discordia crónica que pesa sobre e l mun­
do desaparecerá .
" Pero los requ is itos indispensab les para ese nu e Y •J·
orden son : 1 .9 E l triunfo sobre e l odio, que es hoy la c a a­
sa de divis ión entre los pueb los ; por cons igu i ente. r e ­
nunciación a los sistemas y prácticas de los que ese odj '.">
recibe ali1nento constante. De hecho, c iertas forn1 as (� e·
propaganda desenfrena da que no vac ila en a ltera r la ,-E r-

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1 88 D O C UA-tE�V T O S PO.A'TIFJ CIOS

dad, mantienen día a día y hora por hora a la opinión


pública de las naciones enemigas en una luz falsi ficada
y o fensiva . Pero cualquiera que de verdad ansíe _el b ien­
estar del pueblo, que des ée cooperar a p reservar de un
daño n1oral y espiritual incalculable. las bases de la futu­
ra colaboración de los pueblos, estimará que es un deber
sagrado y una m isión noble . no permitir que se p ierdan
del pensanü ento y sentimiento de los hombres, los i dea­
les naturales de la verdad, de la j usticia, de la cortesía .
y sobre to do el ideal sobrenatural y sublime del amor fra­
terno traído al mundo por Je sucristo .
" 2 . 9 E l triunfo sobre la desconfianza , que ejerce una
influencia deprimente en el derecho internacional y ha­
ce imposible realizar ningún acuerdo sincero ; por con­
siguiente , vuelta al principio : fe , hermana incorrupta de
la justicia ( Horacio-O dal-24-VI- 7 ) ; vuelta a esa fidelidad
en la observancia de los pactos sin la cual les es i mposi­
ble a las naciones vivir j untas a sal-v·o, especialme nte
cuando existen naciones po derosas y débiles unas j unto
a otras.
"Los c imientos -dijo la a ntigua sabiduría rom ana­
tos cimientos de la j usticia son la fe - esto es, constan­
c ia y s inceridad en los que hen1os d icho y convenido.
(Cicerón - De o fficies I-7-23) .
"3.9 Triunfo sobre el principio congojoso de que la
utili dad es la ley básica de los derechos y de que la fuer­
za hace el derecho; principio que determina que las re­
laciones interna cionales funcionen en detrimento de
aque llas naciones, que a causa de su lealtad trad icional
a los métodos pacíficos, a su m enor capacidad para la
guerra , no quieren o no pueden luchar con las de más ;
vuelta por consi guiente a una moralidad seria y profun­
da en las normas a ue regulan las relaci ones en tre las na-
� --

ciones; esto evidentemente no excluve el derecho de bus-


.,

car lo que es a la vez legal y útil, ni excluye tan1poco e l


derecho con razón y de acuerdo con la fuerza de la ley
defender los derechos pacíficos a taca dos v iolentamente
-o reparar el daño que se hubiere hecho con tra l os mismos.
"4.9 Triunfo sobre los gérmen es d e conflicto que con-

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PIO XII 1 9'J

�isten en una diferencia demasiado estridente en el cam­


po de la economía mund ial. Por consiguiente, acción
p rogresiva� equilibrada por las garantías correspondien­
tes, para llegar a un acuerdo que le dé a cada Estado
los medios necesarios para asegurar un standard de v i­
da adecuado a sus c iué:i adanos de todas las clases.
"5.9 Triunfo sobre el espíritu de frío egoísmo que fá­
ciln1ente conduce no sólo a la violac ión del honor y- la so­
beranía de los estados, s ino también llega a obrar contra
la j usta y disciplinada libertad de los ciu_d adanos . Debe
5er suplantado p or una solidaridad s incera en lo j urídico
y económico, una colaboración fraternal, de acuerdo con
los preceptos de la Ley D iv ina� entre los pueblos seguros
de su autonomía e independencia. 11ientras el estruendo
de las armas continúe en la dura realidad de esta gue­
rra, habrá pocas esperanzas de que se real icen actos de­
finidos, en e l sentido de la restauración de esos derechos
moralmente y jurídicamente imprescriptibles.
" Pero sí convendrá desear que desde ahora esta de­
c laración de principio en favor de su reconocimiento,
pueda calmar la agitación y el rencor de tantos que sien­
ten amenaza da o herida su existencia m isma, o e l l ibre
desen\rolvin1 iento de sus actividades.

Exhortación a la Oración.

" ¡ Venerables hermanos, ama dos hijos! E n el momen­


to deseado por todos, pero que todavía no puede ser de­
terminado por el juic io del hombre, cuando los cañones
hayan quedado s ilenciosos y los efectos de este gigan­
tesco conflicto sean grabados en las cláusulas de un Tra­
tado de Paz, expresamos el sincero deseo que la huma­
nidad y aquellos que dirijan su camino para que siga
adela nte, serán lo suficientemente maduros intelectual­
mente y capaces de actuar para preparar el terreno del
futuro para un nuevo orden que sea sólido, verdadero
y justo.
"Oramos para que así ocurra. Y os hacemos . un lla­
mado para que os unáis todos con vuestras oraciones a

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i . �o D O C UJIE"-Y 'TO S POl\�TIFI CIOS

Lts nuestras para que la luz y la p rotección dE;l Todopo­


deroso p rotej an a qu ienes tengan en su s inanos decisio­
nes de tan grandísima importancia para la t ranquilidad
del 111un do }r sean conscientes de las conseGuencias que
supondría la repetición de otra forma de los viejos erro­
res, y caer nuevamente en los defectos del pasado, al
dirigir erróneamente, aun sin saberlo o desearlo, el futu­
ro de los pueb los y aun a su propia nación por los cami­
nos en que no esté e l verdadero orden, sino sólo el m ie­
do y los c imientos para nuevas calamidades.
" Qu iera D ios que aquellos de cuya perspicacia, fuer­
za de voluntad , previsión y moderación hab rá de depen­
der la felicidad o la infelicidad de los pueblos, sean ilu­
--ininados por la conocida máxima : "Triunfa dos veces
aquél que en l a v ictoria se vence a sí m ismo . "
" j Ponemos en las diminutas inanos - omnipotentes
y m isericordiosas - del recién nacido Redentor, con con­
fianza ilimitada de inquebrantable, nuestros deseos, nues­
t ras esperanzas, nuestras oraciones .
"Le pedimos j unto con vosot!os, con todos los sa­
cerdotes, con todos los fieles de la Santa Iglesia, con to­
dos los q u e reconocen en Cristo a nuestro Señor y Sal­
vador, una humanidad libre de las d iscordias a que fué
llevada por la guerra.
"Oh, J esús, tú que eres el s ímbolo del p ueblo, ante
quien los reyes no abrirán sus labios ; a quien los genti­
les d irigirán sus o raciones : ven a libertarnos, no te de-
1nores más. ( Breviario romano, Gran Antífona de No­
chebuena ) .
" Con estas angustiosas palabras en nuestros labios,
y con esta intención en nuestro corazón, os impartimos
a vosotros, venerables hermanos, amados hijos, a todos
nuestros hijos en el mundo entero, espec ialmente · a las
víc t imas de la guerra en cada nación, con10 promesa de
la abundante gracia divina con el paternal afecto, nues­
tra bendic ión ...i\ p ostólica . "

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Disc u rso s o b re f\cción Cató l ica

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'

D IS C U R S O SOBRE ACCIOl'J CATOL ICA.

Consuelo que tra e al Santo Pa dre l a p1·esencia de los


represe ntantes ele la Acción Católica.

Si, para templar las penas y ten1ores con que senti­


mos oprimido Nuestro espíritu -en esta hora difícil de
lucha entre pueblos- son eficaces los fervorosos afectos.
- de los hijos, que vienen a Nos en busca de mutuo aliento
en la oración y en la esperanza ; grande es Nuestra ale­
gría al acoger tan selecta representación de la Acción Ca­
tólica Italiana, congregada alrededor de sus Asesores
Eclesiásticos, de numerosos e ilustres Prelados, del ce­
loso Obispo Director General, del señor Cardenal nuestro
amado Secretario de Estado, del venerable señor Carde­
nal Decano y de los señores Cardenales que componen la
benemérita comisión especial, de la cual el dignísimo Pre­
sidente acaba de hacerse intérprete elocuente. En esta
obra de tanta fama, Nos es dulce y grato saludar la que­
rida y preciosa herencia que Nos legara, como hij a pre­
dilecta de su encendido celo por el incremento de la vida
cristiana, el inco mparable y sabio inmediato Predecesor
Nuestro. Porque si la fe y la caridad de Cristo a todos
nos hermanan y nos incitan a hacernos mutuamente el
bien; si la colaboración del laicado en el apostolado je­
rárquico es reconocida y se manifiesta provechosa desde
los pri meros albores del Cristianismo, en la primitiva
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194 D O C UJlEJ\1 T O S PONTIFICIOS

predicación a postóJ ica ; si es te apostolado cooperador; ha


tomado a través de los s iglos, en la Iglesia, los más varia­
dos a spectos, de agre gación, de disciplina , de modo y de
medida , · según la conven ien c ia de los tiempos ; esa for­
ma nobil ísin1a de colabora ción que c o nstituye la Acción
Católica Italian a , ha venido desenvolviéndose durante los
Pontifica dos de Pío XI, León XIII, P ío X y Benedicto
XV, a dquiriendo en la n1ente y e n el gra n corazón de
'Pío XI el 111 á s vigoroso in1pulso y la reglam entación más
orgánica.

Los n u evos Es tatutos de la .t\. C. l. tiende n a convertirla

e n i n s trumento 1nás a dec uado a su fin.

_Pero es gloria de todo saludable instituto el crecer


custodiado y reglamenta do, p erfeccionándose en su des­
envolvin1 iento, y acomo dán dose cada yez más, a la eleva­
da intención del fin. Por eso mucho Nos complacemos en
agradecer a la Comisión cardenalicia la redacción de los
nuevos Estatutos ( en otros países n1anteniendo el con­
cepto fundamental y las líneas esenc iales, se p ueden
adoptar otras fo rma s o 1nodalidades· especiales, según !Hs
diversas t ra diciones o las circunstancias particulares ) ,
nuevos Estatutos qu e no tienden a otro fin que a coa­
vertir l a Acción Católica en instrumento más adecuado
y más anto a las nec es ida des de las almas y de l os ti e1n-
- �

pos, manteni én dola cada vez más estrechamente unida


a la Jera rquía eclesiástica , a fin d e que este árbol l l�no
de vida que ha hecho reverdecer, en el j a rdín de la Igl e­
sia, Nuestro inmediato anteceso r, dilate sus rama s en
medio del pueblo c ri stiano, produciendo aquellos fru tos
de buen olor de Cristo que, po r v igor de la savi a divina
<le su ra íz, llegan a sazón y se multipl ican .

Sublime n1isión d e l a Acción Católica.

De aquí s e deduce cuán sublime sea la m isión de la


A cc ión Católica , puesto que presta su concurso pa ra ob-

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PEO �Y I I 19;;

tener el fin n1isn10 de la Iglesia : cooperar a la salvación


de las aln1as y co ntinuar, a través del tien1po y del es­
pacio, la obra redentora de Jesucristo . ¿ No es, acaso, la
conversión del mu ndo y la unión de todas las gentes en
el reino de D ios el fin excelso de la Iglesia y de la J erar­
quía Eclesiástica? ¿ No es la c ruz del Gólgota, fuente de
sabiduría, de fu � r z a y ele victoria, ( 1 Cor. I , 22-25) , el sig­
no divino de la Redención de todos los hijos de Adán y e l
faro d e salvación eterna, para l a humanidad n áufraga en
el inar del e rror y de la culpa? Dirigid vuestra mirada a l
Gólgota, amados hijos e hijas, y admirad a la Esposa de
Cristo que, con el cáliz de la sangre del Redentor, baja
a la conqu ista y a la reconciliación del mundo con Dios ;
a su lado, con las llaves del Cielo, está Pedro, Vicario
de Cristo, están los A_póstoles, los Obispos, los sacerdo­
tes y los ministros coopera dores de la santa empresa; a
s u derredor, ve d apifi.ada la multitud de pueblos rege­
ne rados por el bautisn10 y con la palabra que sobrenatu­
ra liza las aln1as, y hennanan a todos delante de un Maes­
tro único, ovej as y corderos en un solo redil, donde n o
existe ni griego ni j u dío . . . , n i b árbaro ni e s c i t a , ni siervo
ni libre, sino sólo Cris to e n todo y en to das las c osas
( Colas. III, 1 1 ) . Uno es vuestro l\1aestro y voso trós to dos
sois hern1anos ( l\1at. XXII, 8 ) ; t o dos crea dos a image n de
Dios, to dos resc ata dos p or Cristo� to dos hijos del Pa dre
c elestial, t o dos u n i dos e n u n a n1 isn1a fe, to dos, inicn tras
vivimos en e s te cuerpo mor tal, pere grinos que va1nos
' hacia Dios y nÓs d i ri gin1os a la p a tria celes tial. ( Cfr. I I,
Co r. V, 6 , 7 ) .
..

E l Apostolado p ro c ura atraer compañeros a la Pa tri a


celestial, para l a q u e hen1os nacido.

Si tenen1os aquí abaj o una patria, a nosotros muy


querida, a la cua l profesa1n os un culto de fidelidad y de
amor ( S. Th. 2, 2 q. 1 0 1 ad 1 ) , es la patria de nuestra te­
rrena peregrinac ión, es en la que atravesamos el tiempo
y el espacio, con Yicisitudes de la vida, alegres o dolora-

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1�6 D O C UAJEN'POS P Q1'..rrPJFI CIOS

sas, en convivencia social y civil, en estrecheces o con_ el


alivio de amigos y conciudadanos, custodiando y defen­
diendo el hogar nativo y buscando una prosperidad o un
renon1bre que p a s a n c o n la figura de este mundo ( Cfr
1 , Cor. VII, 3 1 ) . N o tenemos aquí cíu dacl es table, sino que
nos dirigimos a la futura ( Hebr. XIII, 14 ) . A llá arriba,
más encumbrada, está nuestra patria estable y pern1a­
nente ; para la cual hemos nacido, y hemos sido destina­
dos y hacia ella nos encaminan1os viajando en con1pa­
ñía de todos los hermanos de fe y de esperanza, unidos
con aquella caridad, que supera la fe y la esperanza, la
pobreza y la riqueza, la c iencia y la ignorancia, y que,
pletórica de benignidad y de alegría con la posesión de
la verdad, todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, t1..) ­
do lo sobrelleva y atrae y arrastra hacia sí a los ñern1a­
nos, para hacérs elos con1pañeros por la eternidad en el
Cielo, y con l a visión beatífica de D ios. A esto tiende la
c ooperación con la · Iglesia, en la salvación de las almas.
E ste es el campo, se1nbrado con mies espiritual, de la Ac­
c ión Católica, en la hora actua l .

L o s actuales progresos n1aterial�s no h a n tra ído


paz a las almas.

Para las aln1as, la hora p resente es la hora de las


pruebas : Es el v értigo del progreso material ; en las vic­
torias del ingenio humano sobre los secretos de la natu­
raleza y sobre las fuerzas de los elementos de la tierra,
de los n1ares y del ci elo ; en la ansiosa contienda de su­
perar las cumbres alcanzadas por los con1 petidores en la
lucha de la ardorosa investigación ; en las conquistas or­
gullosas de la ciencia, de la industria, de los labora torios
y de las oficinas ; ·en la avidez de riqueza y de placer; en
Ja tendencia a u n p oder superior, más temido que d is­
putado, más envidiado que igualado ; en el tumulto de
toda la vida moderna, ¿ dónde encuentra la paz el alma
del hon1breJ, naturalmente cristiana?, ¿acaso en el con­
tenta miento de s í misma?, ¿acaso en el gloriarse de do-

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J> I O )( 1 1 1�7

1nina r el ün ive rso, envuelta en las nieblas ele la ilusión,


que confunde la n1ateria con el espíritu, lo hun1ano con
lo divino, lo mo1nentáneo con lo eterno'? No ; con sueños
embriagadores no se trar.. q uiliza la te1n pcstad del ahn a r
de la conc ienc ia de un destino in1nortal irrefutable, ha­
c ia lo infinito, y hacia deseos de inn1orta lidad.

I gn o ra n c i a religi o s a de las ahn a s c o n t e n1 p o r á n e a s .

Acercaos a esas almas ; int errogadlas. Os responderán


c o n le n g u aje p r o p i o de n i ñ o y n o ele hon1bre ( Cfr. Hebr.
V, 1 2- 1 3 l . No t uvieron una n1adre que, cuando niños, les
d iese a conocer e l Padre que está en los Cielos ; crecieron
entre paredes, donde no se veía el Cruc ifijo ; en casas
donde no se o ía hablar de Religión ; en campos a partado s
de u n altar y de u n campanario ; leyeron páginas c0n to ·
da clase de non1bres , inenos el de D ios v el de Cristo : � .

oyeron Yituperar de los sacerdotes y de los religios0s ;


pasaron de la can1pafia a la ciudad; del hogar domé.:.; tico a
la oficina, a la t ienda de co mercio, a las aulas del saber,
a l arte. al o ficio y al trabajo, sin frecuent ar la Ig le s i a sin .

conocer al párroco, sin un bu en pensamiento en e l cu ·


-

r1zon.
.

Co 1npasió·1 p o r las ahn as alej a d a s de D i o s .-Ur ge n c i a


ele la c o l a b o r a c ió n d e fieles auxili ares c o n
l a Jerarq u ía.

Son aln1as desgraciadas que no tuYieron, en la pri-


1nera edad, quien las inst ruyese, las cuidase, las corrigie­
se, las confirmase en la fe y en la pieda d ; o si lo t uvie­
ron, . la indiferencia , el descu ido, el mal ejen1plo de 103
compañeros, el ardor de la j uventud, las ocupaciones y
las distracciones diarias, obscurecieron la luz de la fe y
entibiaron el calor de las prácticas religiosas_. ha sta tras­
tornar sus 111entes, enfriar sus corazones y reducir J a
b uena ra íz a un tronco árido, que hará germinar ·sus
brotes nueYos en la hqra de la desgracia, o al calor de

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198

una palabra a miga, o en e l ocaso frío de la Yida. ¡ Cuán­


tas de esas ahnas -con el c recimiento de las ciuda des -y
el desarrollo de las industrias y la urbanización de la cam­
paña con n1u ltitud de operarios-- Yan a apiñarse en lo:;
suburbios o nuevos barrios urbanos, donde no existen
iglesias o hay que cam inar l argo trecho para encontrar­
las, y donde ni el sacerdote, ni el párroco llegan a c ono­
cerla ! ¡ Tanto si se considera e l nún1ero, c uanto. s i se pon­
deran las necesidades de las a lmas, es insuficiente t: l
número y e l tra bajo de los m inist ros d e Dios ! ¡ Tan u r­
gente es la necesidad que sienten los pastores de D ios !
¡ Tan urgente e s la necesidad que sienten los pastores y
párrocos -espec ialmente en las grandes c iu da des- de
la colabora ción de fieles au�iliares, en e l n1ú ltiple� ardu•),
inmenso trabajo que los oprüne, de apacent ar y Yi gilar
la multitud siempre c reciente de sus rebaños ! A. todas
las ovejuelas que les est á n confia das querría acercarse
su celo, a todas las descarriadas reunirlas en el redil; Hu­
minarlas a t odas y conducirlas de nuevo al divino Pastor
de las aln1a s ; pero a no pocos sectores de la vida social
no l lega el influjo de la acción sacerdota l y, en cambio,
pueden ser influídos por la acción del seglar.

La semejanza fac ilita a l seglar el Apos tola do en l"J


propio in e dio.- Cita de San Agustín sobre
celo apostólico.

Es una gran ley de la naturaleza y de gracia que Ja


�emejanza, abre la p uerta a la unión y a l a fecto; es u n
Y íncu lo que acercando u n seglar a otro, i n ic ia la a1nista d
y los dos pueden eleva rse hasta encontra rse e n l a eleva­
da esfera del espíritu, c u ando el uno a n1e en el otro. u n
hermano, c uand o l o c ontemple en u n a visión de fe �y de
c ielo, c ua ndo se sient a devorado por el c elo de la cas a de
D ios. " ; Quién . se pregu nta San .A.gustín: es el devora do
,
por el celo d e Ja c asa ele Dios? A q u el que, viendo el nlal,
desea corre girlo y a n s ía en1nen clarlo . . . A q uel que a dvir­
tien do q u e un h ern1 ano se des vía ele Ja casa de D i o s !o

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PIO XII 199

re tiene, lo a1no nesta . . . Aquel que repre n de a c uantos p ue­


de, detie ne a cuantos p u e de, asusta a c uantos puede, c o n­
forta a cuantos p ue de, sin darse desca nso . . . No te mires
sola m e n t e a tí mismo ; no di gas en tu cora zón: " ¿Me per­
tenece aca so, a nl Í, el reme diar los p ec a dos ajenos? .A. mí
me basta n1i alm a y que, delante de Dios, s e salve." ¿No
te acuerdas del siervo que escondió el talento entrega do
p o r e l amo y que no quiso negociar c o n é l? ¿Fué a cu­
s a do porque lo p erdió, o por hab erlo esco n di do sin ha­
c e rlo p ro du cir? ... Oh, hern1ano - concluye e l gran obis­
po de Hipona- vosotros sabéis de q u é m o clo Dios abre
e l c a1nino, de qué m o do abre la p uerta a s u palab ra ; n o
os deis reposo e n ganar almas p ara Cristo p orque �risto
os h a re dimi do a t o dos voso tros ." ( In .J oannis Evang�
tract. X, N<? 9 �iigne P. L . t. 35, col. 1 47 1-1472 ) .

E l celo de la casa de Dios abrasa , tan1bién, a los laicos .

En estos ardientes acentos de celo epiBcopal, p o dé is


sentir lat idos del corazón de San A_gustín ; ia exho_r ta­
éiórt, el impulso que in1p rin1e a la .A_cc ión Catól ica , no sólv
de su tiempo sino de todo tien1po por venir ; po rque la·
casa de D ios, que es la Iglesia Católica , como es de to dos
los tiempos , es ta1nb ién del nu estro y el celo de la Igle­
sia Católica debe encender a todos sus hijos con a quel
fuego devorador que Cristo vino a traer a la tierra y
quiere se propague por ella.
Y de este divino fuego de apostól ico celo, Nos, en
nuestro tien1po, vemos las Ila1nas de los que fo rn1 an y
guían el ejército de la �.\cc ión Catól ica ; llamas que arro­
j an luz sobre lo que han hecho y están hac iendo ; l lamas-­
que, con las fervorosas filas de hombres y de n1ujeres,
de juventu d masculina y fen1enina , de universitarios y
universitarias y de católicos l aureados, forman una fa­
lange aux i liar, obediente a l a voz del Sun10 Pontífice y a
l a dirección de los Obispos, para la conservación y difu­
sión de la fe y de la moral cristian a, en medio del pueblo.
Para vosotros, an1 ados hijos e hijas de la Acción Ca­
tólica, que habéis hecho vuestro el len1a de hacer y su-

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200 D O C UAfENTOS PONTIFICIOS

.frir cristiana1nente y romanamente grandes cosas, para


:\r osotros Nuestra paternal complacencia . Nuestro agra­
decimiento y Nues tra a labanza. ,rosotros habéis mere é i­
.d o bien de la I glesi a y de la socieda d civil ; sí, también de
.
�a sociedad civil, p orque difu ndiendo y a ctuando en la
vida individual, fam iliar y social, los principios catól i ­
cos de autoridad, d e obediencia, de orden, de justicia, de
equidad y de caridad, habéis . cooperado para que brillen,
se vigoricen y c onsoliden, las que son b ases sól idas, de
t odo consorcio civil.

Esperanzas del Papa en la Acción C�tólica.

E n vosotros depositamos inuchas de Nuestras espe­


_ranzas para el tiempo por venir. E n esta hora tan grave
en que las pasiones hu1nanas, que la paz adormecía� des­
piertan, asaltan, se enc ienden y luchan en duelo de san­
gre y ruinas ; en nle dio ele la angustia que oprime Nues­
t ro corazón de Padre con1ún , p or el feroz conflicto que
arde entre . hijos e hijos, para Nos muy queridos, fij a­
'.1nos la mirada en la A.cción Católica , y c onfortamos nues­
tro ánimo, con a lentadora esperanza , c onfiados, con10 es­
tamos, de encontrar en ella reunidos y estrechamente li­
gados a la Sede Apostólica, devotos y ardientes colabo"'.
radares, en la gran empresa que, más que ninguna otra,
pesa sobre Nuestro espíritu, por el supremo interés de
las a lmas y de las naciones, la vuelta de Cristo a las con­
ciencias, a los hogares domésticos, a las costumbre� pú­
JJlicas, a las relaciones entre las c lases sociales, al orden
c ivil y a las relaciones interna.cionales. Es una empresa
eminentemente cristiana que levanta a los celosos hijos
de la Iglesia militante a l mérito y a l honor de la más no­
ble y santa cruzada, en1prendida por e l incre mento, la de­
Jensa y la consolidación -en e l seno de la humanidad­
del reino de Cristo, de Cristo luz verda dera que ilumina a
todo hombre que viene a e s t e mun do ( Juan. 1 , 9 ) : de
Cri8to, luz de j usticia entre Dios y el hombre, entre hon1-
hre y hombre, entre pueb lo y pu eblo ; de Cristo, l u z de
Yerda d, a quien el inu ndo entregado a la ma ldad ( n1ien-

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P l O XII 201

t ras, a se111ejanza de Pilatos, pregunta ¿qué es verdad?�


n i a ma ni cuiaa de conocer, para obrar e l bien ; de Cristo,
l u.z de concordia y de salvación en las perturbaciones de
la paz en tre las gen tes.

C u á druple unión de la A cción Católica con la I glesia.

La Acción Católica Italiana responderá satisfactoria-


1nente a los designios y esperanzas de la Iglesia, s i se aco-
1noda a ellos con aquella unión que es su vida y su vigor.
Unión cu ádrupe : con la Jerarquía ecles iástica ; con D ios,
por la forn1ación espiritual interior; con los otros miem­
bros por la concordia en el obra r ; con los miembros de
otras a::;ociaciones sujetas también a la direcc ión ecle­
siástica .

1 . '! U n ió n c o n l a Jerarquía.

1.9) Responderá, ante todo, a la expectación de la


S3nta Iglesia si siempre está inás y más estrecha111ente
unida a la Santa Sede, a los Obispos y a ellos es inalte­
rablen1ente a dicta. Es propio de la Jerarqu ía, el ej ercer
a u.torida d y el enseñar y guia r: la Acción Católica debe
se r una dócil colabora dora que ponga a d ispos ición de
la .Jerarqu ía todas sus energías. E n el a 1not, en la obe­
tlienciai en el rendimiento sumiso y pronto al Sumo Pon­
tífice y a los Obispos, han de encontrar sus mien1bros el
gozo y la fuerza, no menos que la garantía de s u fruc-=
t uoso éx ito, ya que por la Jerarquía, heredera de la Mi­
sión A postólica, le alcanza la i ndefectible promesa de
Cristo : " H e aquí que e s to y c o n vosotros t o dos los días
has ta la consumac ión de los s i glos . " ( Mat. XXVIII, 20) .

Resp e c to a las autori da des c i viles.

A.den1ás, " como no hay potestad que no p roven ga de


D ios y las que existen son ordena das p o r Dios" (Rom.
XIII, l ) trib uten, los adscriptos a
� la Acción Católica , el
deb ido respeto y presten, con lea ltad y conc iencia., la ct�.:

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202 D O C UJJE1YTOS POS'TIFICJ O g

bida obediencia, a las autoridades civiles y a su s Iegít i­


n1os preceptos ; porq ue, como d ice el Príncipe de los A p63-
toles, esta es la volu n t a d de Dios, que haciendo el bien ...
c erréis los labios a la i gnorancia de los hombres necios e
insensatos ; con10 libres, sí, mas n o c ubrien do la 1n alicia
con capa de liberta d, sino obran do en to d·o como siervos
lle Dios ; honrad a to dos, amad a los h ermanos, t e m e d a
Dios, respe t a d al rey ( 1 Petr. II, 1 5-17 ) . De esta inanera
los socios de la ...i\cción Católica --que no es, ni quiere
ser u na asociación de partido, sino una selección de
'
ejemplar fe rvor religioso- demostrarán que son no sólo
muy fervorosos cristianos, sino también ciudadanos pet­
fectos, no extraños a los deberes de la convivencia nacio­
nal y social, amantes de la patria y dispuestos a dar por
ella la vida, siempre que el bien legítimo del pa ís reclaJn e
este supremo sacrificio ( Cfr. Leonis XIII Encicl. Sap i en­
tiae Christia nae, 10 Enero 1890) .

2.9 lJnión con D ios por la formación r e ligios a ,


espirit u al y cultural.

2. 9 ) Funda1nento principal de l� Acción Catól ic a, si


ha de ser auxi liar de la Jerarquía eclesiástica , es la unión
con Dios ; es decir, que sus miembros aporten al aposto­
lado u na formación religiosa, espiritual y cultural, in­
tensa . Es mucha verdad que el espíritu de apostolado es
cosa grande y digna de gran encomio, para todo cristia­
no� por lo m ismo que, injertado en el m ismo cuerpo de
C risto, vive de su fe . Pero el pertenecer a la Acción Ca­
t ólica implica selección, pide arrojo espontáneo :s entrega
generosa , que no retrocede ante el ofrecimiento y el sa­
crific io de sí n1 ismo, e i ra pone exqu isita preparación y
formac ión -a dqu irida o, para conseguirla, adaptada- a
la natura leza de la Asociación. A los asistentes eclesiás­
ticos, bajo las órdenes del Episcopado, corresponde, de
u n modo especia 1 , plasmar e instruir a los soc;ios de Ja
Acc i ón Ca tólica, alimentándolos y nutriéndolos con Jos
}Jastos de u na espiri tua lidad segu ra, sa na e interior. y-

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PIO .X I I 2 03

abrev iándolos en las fuentes puras de la doct rina c r is­


t iana.
La orac ión y l a s p rá c t i c a s de p i e da d.

E n esta palestra del espíritu, Nos -sobre toda otra


cosa- recomendamos la oración, como ya dij imos a los
alumnos del santuario., la primera Yez que se reunieron.
en torno nuestro . Orad, orad, ora d ; la oración es el arma
de combate que lleva a la victoria, en toda lucha por el
bien y cont ra el mal. ¿Qué no a lcanza la orac ión, ado­
rando, propiciando, suplicando, agradeciendo? La vida
del que ardientemente se consagra a la Acc ión Católica ,
es la consciente participación del Santo Sacrific io de la
::\1isa, de la frec uencia de los Sacramentos, ele los Ejer­
cicios Espirituales y con las varias prácticas de piedad,.
del ánimo y del entusiasmo para el sacri ficio, gran ley
condición de la fecundidad del apostolado. E l pertenecer
a la ...L\ c ción Católica , no coloca en posición de privilegio
o de superioridad, sino que infunde a sus miembros el
impulso que obliga a hacerse con espíritu de hu1)1ildad,
de abnegac ión, de caridad, todo p ara t o dos ( 1 Cor. IX.
2 2 ) para ganarlos a todos para Cristo y sentirse, con10 el
.....\.. póstol, deudores para con todos, de los inefables teso­
ros que han recib ido de la D ivina Bondad.

3. c:> Unión e ntre los con1p onentes de la Acción Católica


y coordinación de sus inicia tivas y programas.

3.9) De la u nión con la Jerarqu ía y de la u nión con


D ios no puede separarse, ni debe faltar en los a dscriptos
a la Acción Católica, como condición de vigorosa efica­
cia en el campo esp iritual, la unión entre todos los n1 iem­
bros, que estrecha y mutuamente los acerque y los una 1
de m a nera que formen una sola gran fa n1 ilia de persona s
a dultas y de jóvenes. E xista la n1áxin, a concordia ent re
los A_sesores eclesiásticos , con las diócesis y con el Cen­
tro, particularmente en ese gran bien, que mejor con-­
duce al recto fin pretendido ; y cualquier disentin1 ient o
aún en cosas pequefias, y que pueda resfriar la an1 istad,.

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204 D O C U1lfEN TOS PONTIFI CIOS

que se que�e en el entendimiento sin baj ar a la volunt�d,


sacrificándolo en aras de la caridad y de la paz común
( Cfr. S . Th. 2� 2ae., q. 29, a. 3, ad. 2um . ) . Hágase el pase
de una Asociación a otra , organizadas según la edad, es­
pontánea y regu larmente y haya coordinación en las ini­
ciativas y en los programas de trabajo, tanto de parte
de los sacerdotes, como de los seglares, a fin de que no
haya dispersión de energías.

4 . 0. u n1011 c o n 1 os
. , 1n 1. e m b ros d e 1 as o t ras
asociaciones c atólicas.

4.9) Pero, a demás de la mutua uni ón entre sí, será


una demost ración de caritativo y amigable afecto, si rei­
na también la u nión e n tre los miembros de la Acción Ca­
tólica y los de otras Asociaciones.
La organización de la Acción Católica Italiana, au n­
que sea el organismo p rimordial de los católicos militan­
tes, tiene ade 1nás a su lado otras A.sociaciones, depen­
dientes también de la Autoridad Eclesiástica, algunas de
. las cuales, que t ienen fines y formas de apostolado, pue­
den bien llamarse colaboradoras del _J\.postolado J erár­
quico. Entre estas Asociaciones y la Acción Católica ,
¿quién no ve cuán necesario es, que exista 1nutua bene­
Yolencia, amplia comprensión y sincera cooperación? Do­
tes y virtu des que tienen su ra íz, por una parte en el ce­
lo purísimo de la gloria d e D ios y de la salu d de las al-
1nas, que todo lo inflan1a ; y, por otra, en la participación
de la i déntica savia vital del cuerpo místico de Cristo,
Unas y otras no se estorban en el trabajo al cual se con­
�agran conforme a sus propios Estatutos, aprobados por
la Au toridad de la Iglesia ; y así se j untan y sostienen
n1utua y empeñosamente ; a fin de que en la espiritual
variedad que se acomoda, se conforma y se adapta a las
diversas costumbres, a las varias circunstancias y a la ín­
dole d istinta de los temperamentos y brille el sello ca­
!.'acte rístico del cristianismo : la caridad.
Y , si en los Institutos Católicos de educación, así co-
1no en las A sociaciones Eclesiásticas, existen organiza-

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PIO XII 205

ciones internas de Acción Católica, ésta debe entrar con


discreción y reserva, no perturbando el modo de ser y
la vida del Instituto o de la Asociación, sino sólo impri­
miendo un nuevo impulso al esp íritu y a la forma del
Apostolado, encuadr ándolo en la g r a n organización
-
central.

Misión a los varios campos so ciales.

De este modo preparados, formados y unidos los


miembros de la Acción Católica, se lanzarán en todas di­
recciones a los varios campos de la sociedad, donde quie­
ra haya que conquistar para Cristo, donde quiera haya
un reducto o un agregado de vida individual o colectiva ,
sobre el cual deba reinar Cristo Señor nuestro.

A los h u1nildes y p obres.

Id, pues, amados hijos e hijas, id a los humildes, a los


pobres, a lós que sufren, a los infelices, a los abandona­
dos del mundo ; i d como sus aliviadores, sus restaurado­
res, sus ayudadores, sus alentadores. En sus angustias,
en sus afanes, en sus dolores, en su soledad, sientan ve­
c ino al hermano que llora con ellos, que se identifica con
su desgracia y miseria, que es su amigo en la adversidad,
que tiene una mano que los sostiene, una palabra que
calma su desaliento y les señala, aden1ás de la fugaz bre­
vedad del tiempo, los inmutables bienes de la eternidad.

A los Jóvenes.

Id a la j uventud que -aunque en Italia la sabiduría


de los gobernantes haya reconocido la enseñanza religio­
sa en las escuelas elementales y medias, como " funda­
mento y coronamiento de la instrucción pública ( Concor­
dato entre la Santa Sede e Italia, art. 36) -todavía, en
su ardor juvenil , está sujeta a graves peligros y tiene
necesidad de vigilante cuidado, cada día más asiduo y
�olícito. Los jóvenes son la esperanza de la familia y de

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20G D O C UJ!El\TTQS POl\1TIFICI OS

la patria. Jesús amó con predilección a los n iños, y arp.ó


al joyen virtuoso. E n las filas de la j uventud -ávida del
porvenir, encendida en sus entusiasmos, sin temor a los
obstáculos- encuentra la Esposa de Jesucristo, sus le­
Yitas; aquellos corazones a rdientes y generosos que cus­
todiarán el arca santa y llevarán la . buena nueva a pue­
blos y gentes que habitan en los confines de la tierra.
Entre los j óvenes sed guías, maestros, compañeros ; ha­
ceos j óvenes con los j óvenes, niños con los n iños, para
l levarlos a Jesucristo, a fin de que s ientan sus caric ias
y su abrazo divino ; penetrad en sus almas para conser­
var en ellas las flores de la inocencia y de la v irtud y
depositad la semilla de aquel la sabidu ría, que es camino,
verdad y vida, porque es la luz de la fe que ha de ilumi­
nar hasta en el ú ltimo descanso de la tumba.

A los A dultos.

Id a los adultos -criados en su juventud y educados


en una atmósfera saturada de agnosticismo- y que cuan­
do hombres, temerarios escrutadores de la materia y de
la naturaleza, se ensorbebecieron de sus hallazgos y de
sus inventos hasta rebelarse contra -Dios y hoy, en me­
dio del desmorona1n iento de tantas ideologías y s iste-
1nas, consciente o inconscientemente, sienten levantarse ,
desde e l fondo de su espíritu, u n grito angustioso del
alma inmortal, que no se satisface solamente con los
triunfos de la c ie ncia puramente humana, ni con los ali­
cientes del progreso moderno y despierta la irresistible
nostalgia de acercarse a Jesucristo y a los viv ísimos ful­
gores de su doctrina.

Al n1u n do. Apos tolado de la o ra c 1on, del ejemplo,


de la p luma y de la p alabra.

Id al mundo, confiad en Cristo que venció al mundo.


Sean vuestras armas el apostolado de la oración, de l
ejemplo, de la plun1a y de la palabra ; la humildad y la
benevolencia , el sufrin1 iento y la n1ansedumbre, la p ru-

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PIO XII 207

dencia v la discrec ión ; la caridad sab ia y condescen­


diente c o n los que yerran, pero no con el error, po rque to­
da a hn a húmana n a da desea con mayor ardor qué la ver­
dad. Sean vuestras artes y vuestras industrias e n la es­
p iritual palestra , todas las iniciativas que los Obispos
y la Comisión Cardenalicia por Nos instituída, aproba­
rán, coordinarán y dirigirán.

Elogio de la A c c ióp Católi c a Italiana.


Invo c ac ión al Esp íritu Santo.

Así -en esta solemne asamblea d!2 la A.cción Cató­


lica- Nos consolamos contemplando estas legiones del
Apostolado seglar, asociadas a la Jerarqu ía E clesiástica
en el celo por la salvación de las a lmas redimidas por
Cristo, y rodeadas de la luz de promotores y renovadores
del nombre y de la vida cristiana . E l a lma de l cuerpo
místico de la Iglesia resplandece y triunfa, de u na ma­
nera especial, en la Acción Católica ; alma de fe, esperan­
za y caridad, difundida en vuestros co razones por el Es­
p íritu Santo, el mismo que, el día de Pentecostés, des­
pués de un retiro de diez días em p leados por los Apó$­
toles e n común y perseverante oración, en unión de la
Virgen Santísima, Esposa del mismo Esp íritu Santo y
1\-iedianera e ntre Jesucristo y los hombres, bajaba -en
el Cenáculo- sobre e l Colegio Apostólico y sobre todos
los discípulos allí reunidos, primeros colaboradores en
su apostolado . Baj aba en forma de lenguas de fuego ; len­
guas que, después, resonaron como trompetas de la fe
por e l u niverso mundo ; lenguas abrasadoras con aquel
fue go traído p or Cristo a la tierra y que El no quiere sino
que arda ( Luc. 12, 49 ) .
También nosotros tenemos necesidad del fuego de
estas lenguas, de los dones del Esp íritu Santo, que s u s­
tentan nuestra debili dad, que des conoce lo que nos con­
viene p e dir y que el mismo Espíritu Santo p i de p o r nos­
otros con gemidos i nenarrables ( Rom. VIII, 26) . Por lo
cual hacemos votos y dirigimos a l c ielo Nuestra oración,
para que así como sobre la Iglesia naciente, también hoy

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208 D O C Ui�JENTOS PO�X TI FICI O S
1

descienda copiosan1ente el Espíritu Santo, sobre la Ac::


ción Católica Ita liana, sobre este gra n cenáculo que reú­
ne en torno a los sucesores de los A.póstoles una fervo­
rosa legión de generosos y fieles colaboradores. Este Es­
píritu omnipotente que en la mañana de la crea ción
aleteaba sobre las aguas ele los abismos ( Cfr. Gen . I , 2) y
las fecundaba, renueve la faz de la tierra ( Ps. CIII, 30)_,
tea tro hoy de tan cruentas contiendas entre los hijos de
los hombres y mar formado por las aguas de tantas lá­
grin1as y en el que hay tantos naufragios ; haga aparecer
en ine dia de los huracanes de la humanidad, nuevos c ielos
y n u e ,?a t ierra ( I I Petr. I II, 1 3 ) e instaure aquella o rde­
nada tranquilidad y concordia entre los pueblos, por la
cual el mundo suspi ra, pero que no puede asentarse, in­
mune a las amenazas y a las lisonjas, sino en el reino
de Dios, que e s justicia, paz y gozo e n el E sp íri t u Santo.
( Ro1n. X IV, 1 7 ) .

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D i s c u rs o d e S. S. Pío X I I
.!\. LOS CARDENALES RElJ NIDOS
E N ROl\iA E L D LI\. DE S . EtGENIO.

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D ISCU RSO D E S. S. P IO X I I A LOS CARD E N ALES
R E U N IDOS EN ROl\'IA EL D IA
DE SAN EUGENIO.

Sien1pre dulc e y querida retorna a nuestro recuerdo


la aurora de este día, consagrado a la fiesta del Papa S.
Eugenio I, fulgid ísima luz de Pontífice puro y celoso, da­
do a Nos co1no espec ial protector celeste al alborear
nuestra vida, en aquella hora sobrehumana para el es­
píritu en que fu imos regenerados por las aguas bautis­
males.
Nos, desde el d ía en que, por m isterioso designio de
la Providencia. sin ningún mé rito Nuestro, fuimos ele­
vados al trono pontificio, a este santo Sucesor de Pedro
elevamos la mirada como a nuestro alto y ejemplar Pa­
trono, para que Nos gu íe e ilumine, en el supremo mi­
nisterio que se Nos ha confiado. Su nombre tutelar re­
nueva hoy en Nos la a legría serena y profunda de. veros
aquí reunidos, oh Venerables Hermanos y predilectos
Hijos, que, con tan vivo celo y devoción, Nos ofrecéis la
vá lida ayuda de vuestra sagaz experiencia y probada sa­
º
biduría ; y la oca s ión solen1ne de invocar y festejar a San
Eugenio es para Nos motivo para entretenernos con Vos­
otros en la manera franca y familiar que, por ser una ne­
cesidad de nuestro corazón, al mismo tiempo está confor­
n1e con la particular gravedad de la hora presente.
En los votos nobles y delicados que el venerable y
q uerido Cardenal Decano acaba de formularnos. en vues­
tro nombre, y en las. plegarias que por Nos eleváis al
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212 D O C UME1\TTOS PO�TTJFI CI OS

Todopoderoso, sentimos los acentos pesarosos de inten�


sa y pro funda trist eza por los sufrimientos y amenazas
que presenta la situación actual, exponiendo a tantos hi­
jos de la Santa Iglesia de Cristo a pruebas indecibles y
peligros espirituales incesantes, ante los cuales no pue d e .
permanecer insensible e l corazón del Sacerdote y del
Pastor.
Es, por cierto� una grata . ocasión de consuelo para
Nos el que, en días tan tempestuosos, Vosotros, -a qu ie­
nes c ircunda de un noble sentido de responsabilidad . el
hecho de vuestra tan estrecha e inmediata participación
en nuestros cu idados y solicitudes así como en nuestras
a legrías y amarguras-, os reunáis en derredor nuestro
y os acerquéis, cada vez m ás, al V ica rio de Cristo. Por
todo esto os expresamos, con íntima conmoción, nuestros
más v ivos agradecimientos.
¡ Ojalá el To dopoderoso Nos hubiere concedido, en
sus inescru tables y siempre justos consejos en lo relativo
al gobierno del mundo , detener, de cualquier modo, e l
cu rso cruento d e los acontecimientos !

Los efecios de la :uer�a.

Ahora , que ha final izado el noveno mes de guerra, y


más impetuosa y exterm inadora aun se desencadena la
lucha sobre los campos ensangrentados y los mares in­
c iertos, bajo las ráfagas mortíferas de los ataques aéreos,
extendiéndose también a pueblos extra ños a esta con­
tienda ; en nuestro espíritu se reflejan aquellas agitadas
semanas, oscila ntes entre el suceder de temores y espe­
ranzas, cuando Nos, alentados todavía por levísimos vis­
lumbres de paz, conscientes de los deberes que nos im­
pone nuestro m inisterio apostólico y sigu iendo los im­
pulsos de nuestro corazón, consagrábamos cada uno de
nuestros pensamientos y esfuerzos al bienestar de todos
los pueblos, esfo rzándonos por d isuadir a los gobernan­
tes de recurrir a la violencia y conseguir gu iarlos hacia
ideas de un arreglo pacífico, justo, honora ble y orienta do

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P l O \ I1
..
2 13

po r el sentido de responsabilidad frente a los hon1bres y


frente a Dios
S i hoy, venerables Hermanos y predilectos Hijos,
dirigimos la mirada y contemplamos a Europa, por divi­
na vocac ión tierra de la fe y de la c ivi lizac ión cristianas:
iuientras se desgarra con el hierro y con el fuego ; si con­
s ideramos las va�tas destrucciones y ruinas y los c rueles
sufrin1ientos que vienen acumulándose ·y difundiéndose
en tantas regiones florecientes y ca1npos que antaño da­
ba n pan y tranqu ilidad a tantos pueblos ; y si , además,
consideramos los tristes e fectos econón1icos, sociales,
i deales, religiosos y n1orales, y las duras repercusiones
que, al prolongarse y exasperar e1 conflicto, alca nzan aun
a l lende los océanos ; si miramos y pensamos esto, se Nos
abre delante una 'risión que profundamente acongoja y
embarga al espíritu y Nos hace levantar los ojos al Cielo,
invoca ndo la inn1ensa n1isericordia de Dios sobre los des­
d ic hados hijos de l os hombres, diYididos entre sí por con­
t rarias ideas e int ereses, extraviados por la enemistad,
e! odio, el rencor y el deseo de venganza en la mar de
de.sventu ras y de duelos .

La disolu c ión ele las normas clel derecho.

¿ E.s acaso ésta l a hora tren1enda en la cual D ios pesa


l o :; niéri tos y los den1éritos'?
Nosotros inc linamos la frente ante el impenetrable
j u ic io divino; y reconcentrándonos en nosotros mismos y
e n nuestra conciencia, Nos sentimos confortados porque,
en nuestra acción pacificadora, hemos seguido la vía r e ­
gia (el camino real) a saber: la que conduce a la sereni­
dad interior y a la paz externa, al respeto de los senti­
n1ientos htnnanita rios, al sentido de la verdadera justicia
� de la condescendiente equ idad, a la objetividad y a la
j usta estima <le los intereses de todos los pueblos.
La guerra actual ha alcanzado toda su intensidad de
choqu� s campales y de progreso destructor, y. sus conse­
cuenc ias ya asumen proporciones gigantescas : a pesar
de todo esto, los daños externos y materiales no puedan

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2 14 D O C UJJE.XTOS PO�' TJFICIOS

parangonarse al colapso íntimo y a la dest rucción del pa­


t rin1onio espiritual y moral.
¿Qué signo más elocuente y espantoso del progresivo
derrumbe y anonadamiento de los Yalores espiritual e s
que l a creciente disolución d e las norn1as d e l derecho�
sustituído por la fuerza que comprilne, encadena y sofoca
los i mpu lsos éticos y jurídicos?
¿No es, acaso, un claro argumento el hecho de que
hayan sido arrastradas, en el turb ión de la guerra, regio­
nes y gentes que, nlás que otras, eran por t radición an1i­
gas de la paz?
A.unque bajo el p eso de la dura necesida d de la lu­
cha, es norma de prudencia dirigir la mirada desde el bo­
rrascoso presente hacia el alba de un m ejor y más or­
denado porvenir, no olvidando las palabras tan lu mino­
sas de San Agustín: " No n p a z quaeritur ut hellum exc i­
tetur, s e cl hellun1 geritur, ut ¡1 a z a cquiratur. Esto ergo
etiam bella ndo pacific u s � ut eos q u o s expugn as ad pacis
u tilitate1n v i n c e n do perclucas" ( S . .\ug. Epist. 1 89 N «? 6 .
...

�'.ligne P. L . , Yol. 2 col. 857 ) . " No se busca la paz p a ra


suscitar la guerra, p ero sí se hace la guerra a fin de al­
canzar la paz. Por lo tanto, aun cuando estés en guerra ..
sé amant e de la paz, para lleYar� con tu victoria. hacia
los beneficios de la paz a aquéllos a quienes con.quistas· · ) .

Resp eto a · los deberes de hun1 an i d a cl.

Si N"os, animados por e�ta sabia n1 áxima, y no ét C ­


tuando de otro m odo que el expuesto en otras oportuni­
dades, especialmente en nuestra alocución ele �aYida d ,
\Tenerables Hermanos y queridos Hijos: insist in1os d e
nuevo y rogan1os, encarecidamente, a todos los bandos
a dversos para recordarles continuament e los deberes d e
hu manidad que no pierden su valor int rínseco n i siqu ie­
ra frente a l derecho y a la mora l de la gu erra, por lo cual
el gran Doctor exclama : " fi des q u a n do p 1·onlittitur, e t i a n1
h osti servan d a e s t , c o n tra quem bellun1 geri tur"' t l . e . )
· · La lea lt ad, una vez asegurada, debe respetarse aun e n
lo que concierne al enen1igo contra el c u a l se está gue-

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PIO XII 215

rreando"- no son m ínimamente tachables d e partidarias


la palabra y la obra Nuestra ; en cambio, cumplimos _un
deber, que Nos dicta la verdad y el amor, que · Nos im­
pone e l b ien y la prosperidad d e todos, y qu � � os con­
fía la autoridad de Padre Comun , de los red1m1dos por
Cristo. Por parte nuestra contribuimos, con todos los me­
dios que nuestro ministerio apostólico Nos proporciona,
para . que las mira das de todos no se desvíen de las nor­
mas i deales y postulados esenciales de una paz que debe
ser justa, honorable y duradera.

El trato hacia los no con1 b atientes.

Nos creemos l ícito, en esta ocasión, renunciar a ha­


cer público nuestro p esar a l ver con1 0, en más de una
región, el trato hacia los no combatientes no es conforme
y no está de acuerdo con las norn1as humanitarias.
Dios inismo Nos es testigo de que, al afirmar esta i n­
ocultable verdad, no Nos mueve n i espíritu de partido
n i consideración haci a persona a lguna, pues no puede e_
juicio moral de -una acción guiarse por motivos per­
sonales.
Ningún pueblo, evi denten1ente, está inmune del pe­
ligro de ver a a lgunos de sus h ijos dejarse arrastrar por
las pas iones y o frecer sacrificios a l demonio del o dio .
Lo que s í i mporta, ante todo, es e l j uicio que la prop i é.:
autoridad pública vierte sobre t a les desviaciones y de­
generaciones individuales del espíritu de lucha, y su ra­
p idez en hacerlos cesar.
Por lo tanto, interesa a la dignidad y al decoro de la
misma autoridad el que, al extenderse los campos de
batalla más allá de las fronteras, no se dej e de lado ni st­
perturbe la dignidad de' la razón que dicta aquellos mis­
mos principios : promover el bien y contener el mal, prin­
cipios que refuerzan y honran, por un lado, las ordenan­
zas de los que mandan, y, por otro, concilian y vuelve:P­
más sumiso y pronto al que se halla sometido, para do­
b legar su voluntad y su obra ante el interés común.
Por eso, cuanto más se extiendan los territorios que

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� 16 D O C UA!E1VTOS PONTIFICIO S

el conflicto actual somete a dominación extranj era, tanto


�nás urgente s e presenta el deber de colocar el ordena­
:niento jurídico, que en esos territorios se va a poner en
1lráctica, de acuerdo con las disposiciones del derecho de
g entes y, en especial, con las exigencias de la humanidad
y de la equidad.

En los p a íses ocupados.

Tampoco hay que desconocer que, j unto con las pre­


cauciones de segurida d j ustificadas por verdaderas nece­
sidades de guerra, el bien de las poblaciones caídas ba­
jo la ocupación, no cesa de permanecer una norma obli­
gatoria en el ej ercicio del poder público .
Justicia y equi da d reclaman, pues, que ellas sean t ra­
ta das del mismo modo cón10, de darse el caso inverso, la
Potencia ocupante desearía ver tratados a los propios con­
nacionales.
De estos principios ele111entales de sano razonamien­
to no es dificu ltoso, para quienes desean elevarse por
sobre de 1as pasiones hun1anas, sacar las obvias conse­
cuencias para d isponer u na reglamentación especial res­
�)ecto a las cuestiones propias de los países ocupados, de
tal manera que sea conforn1e no sólo con la conciencia
�1umanitaria y cristiana , sino también con la verdade-
2.'a sabiduría del Estado : el respeto de la vi da, del honor
�-- de la propiedad de los ciudadanos; el respeto de la fa­
:nilia y de sus derechos ; y, por lo que se refiere a los
asuntos religiosos, la libertad del ejercicio público y pri­
Yado, del culto divino y de la asistencia espiritual, en
:ormas convenientes al respectivo pueblo y a su lengua ;
�a libertad de i nstrucción y e ducación religiosa, la segu­
�:idad de los bienes eclesi ásticos, y finalmente, la facul­
"':ad para los Obispos de corresponder con su clero y con
sus fieles en to do lo que concierne al cu idado de las
étlmas.
En cuanto a Nos, nemini dan tes u llan1 o ffensionen1 ,
u t non vi tupere t u r n1 in istcriun1 nostrun1 ( I I Cor. G, 3 )
· tratan1os d e no dé H' a n a d i e 1notivo d e escá ndalo, para

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2 17

que no sea v ituperado nuestro ininisterio", deseosos de


a tenuar, cuando menos, las consecuencias de la guerra1
dirigimos todo nuestro amor paternal a todos nuestros
hijos e hijas, ya sea de las p9blaciones alemanas, siem­
pre a nosotros tan queridas, en medio de las cuales trans­
cu rrieron largos años de nuestra v ida, sea de los estados
alía dos a los que, _ a pesar de todo, nos l igan gratos y p íos
recuerdos, recordando también . con constante solicitud a
la tan probada y para nosotros preferida Nación polaca,
y a otros nobles ·pueblos, sobre cuyos su frimientos ro­
ga1nos al Altísimo no tarde en hacer llegar el deseado
consuelo .
Por o tra parte, ponemos incomovible nuestra con­
fianza en D ios, Quien, del m ismo n1odo que gobierna sa­
pienten1ente a los hombres y a los acontecimientos, tam­
bién dirige desde ·el Cielo a su Iglesia, a la que confió el
in1perio sobre las a lmas y, en la marcha incontrarrestab le
que le asignó por la verdad y la v irtud d ivina, enseña a
proceder per arma j u s titiae a dextris e t a s inis tris, per
glo rian1 et ignobilitatem, per infamian1 e t bonan1 fainam
( I I Cor. 6-7, 8 ) "con las armas de la justicia ( para con1ba­
tir) a diestra y a siniestra, en medio de honras y des­
honras, de infamia y de buena fama" , beneficiando a la
vez al que la calun1nia y al que la ensalza, amando a
quien la ama y a qu ien la odia, rogando por su persegui­
dor y por quien la protege, lla1nando a todas las gente¡:
al único redil- de Cristo, y suplicando al C ielo por los
reye.s y por los potentados, u t quietam e t tranquillan1 vi­
ta1n a gamus in omni pietate e t c as ti tate ( I Tim. 2 , 2 ) " a
fin d e que tengamos vida quieta y tranquila en el ejer­
c icio de toda piedad y honestidad " , y a su paso hacia la
eternidad poniendo paz entre las discordias v las contra -�

Tied ades del mundo.

A ven i da de opiniones n uevas .

Harto conocidos y claros Nos resultan, ·venerables


Hennanos y predilectos Hijos, los peligros e incentivos
€spi ritua les y morales que, en estos días tempestuosos,

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218 DOC UA'IE1V TOS PO_V TIFJ CJOS

an1enazan más que nunca en las almas los principios c � ;s­


tianos de fe v d e vida.
Una de �ordenada avenida de opiniones nueYél. ::- y
opuestas, de impresiones y estímulos, surgidos de n1a L
valoradas tendencias, excitan hoy a las muchedumbres
-penetrando aun entre aquellas clases que, en tiempos.
más tranquilos, eran dóciles para dej arse iluminar y re­
gir por l ín1pidas y sabias normas- e imponen a la c on­
ciencia cristiana u na continuada e indefectible vigilan­
cia, para · permanecer fiel a su rectitu d y a su vocaciónp
Atra ídas por el vert iginoso y apasionado torbellino
de los acontecimientos, harto a menudo, las intel igen­
cias corren el pel igro de ser oscurecidas y debilitadas e n
l a facultad y prontitud para juzgar a los mismos acon­
te c imientos, conforme lo requieren los inconmovibles y--·

escuetos dictámenes de la ley divina .


Sin embargo, si las personas cristianas, fuertes e n
su fe, intrépidas en el cu1nplimiento de su verdadero de­
ber, han de encontrarse preparadas a tomar parte en Jos
acontecin1ientos, en las tareas y en los sacrific ios propios
del momento actual, no menos solícitas y prontas deben
estar para rehusar los errores del mon1ento, de modo
que, cuanto m ás se atisbe espesarse· las tinieblas de la.
incredulidad y d e l ina l, tanto más valerosas y prontas e s
1nenester que se n1uestren y sean - aun en medio de las
pruebas- en hacer resplandecer la vívida luz de Cristo,
g uía de los descarriados, directriz y escolta hacia un re­
torn o al patrimonio espiritual común por tantos ol v ida­
do y a bandonaclo.
Inmutables a los extravíos ajenos, estas almas ha­
brán de can1 i nar y avan zar sin desviarse en la noc he de
las t i n ieblas terrenas, en cambio habrán de tener fija
su n1 i rada hacia las estrellas resplandec i en t es en el fi r-
1na1nento de la et ernidad, ineta consola dora y pre r.1 io
de su s esperanzas.
Si más du ros y gra,�osos resultaran los sacrificios pe­
didos a la hu m a n i da d , más vigorosa y ac t'ivan1ente ha­
hrún de nu trirsc -esas a l n1as cristianas- alentan do. en
su i nterior, la i m petuosa fuerza del precepto divino del

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PIO XII 219

amor, j unto con el anhelo y e l ansia de hacer de él, para


sí mismas gu ía de intenciones y acc iones.
No se doblegarán ni caerán pusilánin1es ante las as­
perezas de los tiempos ; aun cuando los peligros pare­
c ieran impedir toda marcha hacia adelante, en los pro­
p ios peligros sentirán aumentarse sus energías, si fuera
necesario, por la grandeza de su misión. Y si el espíritu
soberbio de un materialismo ateo les dirigiera la pregun­
ta c o nocida : Ubi e s t spes tua?, " ¿Dónde está tu esperan­
za? " , entonces, no temerosas ni del presente ni del porve­
nir, estas a lmas responderán con las palabras de los San­
t os del t iempo ant iguo: Nolite i t a loqui ; quoniam filii
s a nctoru1n sumus et, vit a m illa m exp e c tamus, q11an1
D eus daturus est bis, qui fidem suan1 nunquam mutant
ah eo ( Tob. Il, 1 7- 18 ) . " No habléis de esa manera ; puesto
que nosotros somos los hijos de los santos ( patriarcas) y
esperamos é!quella v ida que ha de dar Dios a los que sien1-
pre conservan en El su fe. "

Amonesta ciones paterna les.

I a fe y la inmutable fidelidad hacia Dios son el fun­


..

damento de la esperanza en los héroes cristianos : de esa


esperanza " que no confunde"
A todos aquellos que han visto su felicidad te rrena l
quebrantada y destruída por la tormenta de la guerra : a
todos aquellos que gimen, presa de increíbles sufrimien­
tos exteriores e interiores ; a los vivientes hermanos dolo­
ridos de los primeros creyentes en Cristo: Nos indicamos
las falanges de los héroes y de las heroínas antiguos y
modernos. Y, con e l A.póstol de las gentes, afirmamos :
Fratres ... non contriste1nini, sicut et ce teri qui spem non
habent ( I Thess. 4, 12 ) . "Herm anos, no os entristezcáis!
del modo que suelen lqs demás hombres, que no tienen
esperanza ( de la Yida eterna ) . "
¿ No es, por ventura, grandísimo consuelo l a esperan­
za que nos ha sido dada, que conservamos con10 ancla se­
gu ra y estable del espíritu y que logra penetrar has t a

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220 D O C UllfE.N'TOS PON'l'IF lCI O S

lnás allá del firmamento� adonde .Jesucristo entró pre­


c ursor por nosotros? ( Hebr. VI, 20) .
E n este mes, consagra do al Corazón Divino de Je­
s ús, único 1v1aestro de la hum.ani dad -11aestro de dul­
z ura, que vence a toda atrocida d despia dada, y de hu­
nlildad, que no pisotea al mezquino caído- puedan los
dolores y los sacrificios, generosamente sobrellevados
por aq uéllos que, al escudo de la fe, j untan el ancla de
la esperanza, infundirles nuevas fuerzas inás puras, a fin
de que, de esta tierra labra da por los padecimientos, bro­
te y florezca un consolidamien to moral más abierto y
dura dero, según las pal�bras del Apóstol Santiago : On1-
ne gau cliun1 existimate, fratres m e i, . c u m i n tentationes
varias i n c i deriti s ; s ciente s quo d p rob a tio fi dei vestrae
1> atien tiam operatur. Patentia a ute1n opus p erfectum ha­
bet ( Jac. I, 2-4 ) . "Tened, hermanos m íos, por sumo gozo
cuando fuerei s env__ueltos en diversas tribulaciones, sa­
b iendo que la prueba de vuestra fe obra paciencia, Mas
la paciencia contiene obra completa . "
Es éste el alto grado del gozo en el sufrir, al cua l
se eleva la paciencia , subiendo por las gra das del sufrir,
resignado y del sufrir alegremente .
La paciencia es, también, un don grande de Dios
{l_Ue se vuelve perseverancia cuando no desfallece, pero
s í , por lo contrario, se acompaña con el crecer de los pa­
decimientos y de las desventuras. De donde la paciencia
se une también a la perseverante plegaria, inculcada por
€i mismo d ivino Redentor.
Por lo tanto, no podemos menos que exhortar a
c uantos en el orbe son hijos de l a Iglesia de Jesucristo,
para que eleven, con santa violencia, incansables ora­
c iones al Corazón del Divino Salvador, Rey d e la Paz, a
�in de que difunda raudales d e dulzura y d e humanidad
.-iobre los pueblos hoy exasperados en la contien da y re­
frene, milagrosamente, las hecatombes que ensangrien­
t a n las campiñas y las ciudades · pa ra que ( este Sagrado
'
Corazón de Jesús ) inspire a los gobernantes de las Na­
c iones aquellos grandes pensamientos de moderación y
<:!e paz que brotan del corazón, donde Dios colocó por

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PIO
..
.X I I 221

fundamento la bondad junto con la semej anza d ivina ;


para que cese la cruenta lucha y la trágica destrucción
del bienestar de los pueblos, y, entre tantas ruinas y l á­
grimas, se trace y afirme el sendero hacia el templo de
una paz sana, no sellada por el odio n i la venganza, sino
por la noble majestad de la justicia.
Con tales a n�ias en el corazón y esta oración en l os
labios; Venerables Hermanos y predilectos Hijos, os im­
partimos, como prenda de gracia y consuelo celeste, de la
plenitud de Nuestro corazón, la Bendición .A.postólica. �'

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D I S CU R S O
A L CONGRESO INTERNACIONA_L
D E A. C. FEMENIN.._.\. .

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D IS C U RSO A L CONGRESO I N T E R N A C IONAL
D E A. C. FE1\1 E N INA.

S e n t i m i e n t o s d e a l e gría y e s p e r a n z a .

" Señoras y j ó venes delega das en . el s�gundo Con­


greso de la Unión Internacional de Organizac iones Fe­
meninas Católicas, . os rec ibimos en esta audiencia con
vivo sentimiento de alegría y de esperanza. Con alegría
porque · vosot ras representáis aqu í a millones de . almas
generosas como las vuestras y que como vosotras pres­
tan al apostolado jerárquico de la Iglesia, en todo el mun­
do, una colaboración dócil y abnegada . Con esperanza ,
porque vuestra visita en s í y la idea que habéis tenido
de celebrar este Congreso junto a la Sede apostólica son
para Nos la garantía de un trabajo cada día más brillan­
te y más activo.

F o rm a ción y p re p a r a c 1 o n d e l a mujer
p ara e l A p os to l a d o .
.
Hab éis venido a Roma pa ra orar y para estudiar jun­
tas un bello programa, condensado en unas cuantas pa­
labras, que son para vosotras las "novissima verbas" de
Nuestro predecesor Pío XI, de venerada memoria : For­
mación y preparación de la mujer católica, en los diver­
sos campos del apostolado, para la restauración cristiana
de la sociedad contemporánea.
La formación, la preparación para el apostolado : es-
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226 D O C U1�fENT<)S PONTIFICIOS

-cuchad a San Pablo a ue os revela cuáles son las bases,


proponiéndoos el eje ñ1plo ele Jesucristo : ,. " L� gracia de
D ios, Salvador nuestro, ha i lunünado a los hombres en­
señándonos a vivir sobria, justa y religiosamente . . . No
conformándoos con este siglo antes b ien transformán-
L

doos con la _renovación de ,·uestro espíritu � ' ( Tit. I I, 1 1-


1 3. Rom. XII. 2 ) .
Hay e n esas palabras u n programa de formación es­
piritual perfecta : porque el apostolado más eficaz, el pro­
grama irremplazable, es el de una vida santa y ... p ia dosa
obrada por el ejemplo y por la orac ión. He ahí por qué ,
entre las diversas formas de vuestra actividad, este apos­
to lado del ejemplo ocupa e l lugar primero. He aquí tam­
bién por qué habéis venido ante to do a orar y a implorar
·1os socorros de la gracia sobre esta tumba del Príncipe
de los Apóstoles donde parece haber un m anantial abun­
dante de socorros sobrenaturales y radicar e l punto de
partida d e todo apostolado fecundo.
Al veros aquí este día. Nuestro pensamiento se vuel­
v e hacia aquellas nobles y fervientes cristianas que des­
<le los orígenes de la Iglesia colaboraron co los apóstoles
y los pastores de a lmas en la difusión ·del Evangelio, me­
reciendo ser a labadas por la Jerarquía de entonces y " te­
ner sus nombres -decía San Pablo- inscritos en e l libro
de la vida" ( Phil. IV. 3 ) . Las afiliadas a vuestras organi­
zaciones continúan la tradición gloriosa de aquellas mu­
jeres y jóvenes. También vuestros trabajos son vuestro
mejor e logio. y Nos revelan cuán vastos son ya los "cam­
pos de apostolado", que vosot ras aún quréis ensancha r.

Razón de ser de la ac tividad apostólica


de la 1 n ujer.

Hubo una época en la que la actividad apostólica de


la muj er podía quizás limitarse a salvaguardar, a soste­
ner la vida cristiana del hogar. Eso no puede ser en nues­
tros días, en los que la vida familiar experimenta forzosa
e inmediatame nte e l influjo del ambiente social en que se
desenvuelven. De este ambiente social depenaerá en gran

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PfO _\ lI

parte la ten1peratura espiritual de la fa 1n ilia , su vida mo­


ral y religiosa por consiguiente. Por eso la n1 ujer católica
de hoy tiene conc iencia de sus deberes soc iales ; pa ra n1e­
jor comprender tal es deberes en un estudio común, traba­
jan v uestros Congresos ; y a mejor cumplir esos deberes se
dirige el esfuerzo de vuestras organizaciones. Así se ex­
plican las formas tan ad1nirablemente variadas de ese
esfuerzo .
Vuestras obras de apostolado totaln1ente iguales en
s u princ ipio, puesto que se refieren sie1npre a la necesa­
ria defensa de los derechos de D ios y de las almas, son sin
embargo múltiples y diversas en su ej erc ic io porque
vosot ras las adaptá is a la diversidad de pa íses y de
tie1npos.
Porque para que el apóstol sea escuchado debe ha­
bla r no a una hu n1anidad abstracta, que se,a de todos los
países, de todos los tie1npos y de todas las condic iones ,
sino a tal o cual grupos de semejantes suyos, a tal edad,
a tal pa ís, a tal clase de jerarquía soc ial. Es, esta una de
las reglas de oro trazarlas por el Pontífice ja1nás bien llo-
1:.ado que fué el gran promotor de la Acción Católicª- y
que s igue siendo aún hoy su visible inspirador.
Vosotros sabéis, asimismo, que siendo la A cción Ca­
tólica la colaboración en el apostolado jerárquico, sus
iniembros han de estar sometidos a la Jerarqu ía ec lesiás­
t ica, a la cual pertenece la direcc ión y la organizac ión de
toda n1isión apostólica en el mundo entero. " Euntes do­
cete omnes gentes" ( Mat. X\T I I I , 28-29 ) . Prec isa mente
por esto, como ha poco lo manifestaba is, venís vosotras
acá trayendo vuestras infonnac iones ricas y consolado­
ras y dispuestas a recibir direcciones que serán sien1pre
estimu lantes.

Co l a b o ra c i ó n de la nl ujer eu la d i fu s i ó n
d e l Re i n o d e D io s .

Como en todas las obras hu manas grandes, D ios ha


hecho en esta obra hun1ano-divina de la Redenc ión , a la
n1 u jer. asociada a uxiliar del homb re . Pero esta co labora-

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228 D O C C JI E �r 1' OS PO S' T l F I C'1 (; S

c1on femenina ='Jos pa rec e hoy más oportuna que nun(·a


en la difusión y en la defensa del Reino de Dios.
Efectiva rnente, el mal que padece la humanidad con­
siste en el olvido, el desprecio y a veces en la negac ión
absoluta de las realidades invisibles, de los más nobl es
valores morales y de todo idea l sobrenat ura l. En est e si­
glo de m ecanicismo, la persona humana no es, frecuen­
t emente, sino instrumento per�eccionado de t rabajo o
quizás de comba te. E l goce materia l viene a ser estímu l o
y finalidad a l a vez d e la ambición d e las muchedu mbres.
Nuest ra soc iedad humana está ª punto de perder bien
pronto su unida d ; son tantos, en efecto, los elem entos
constitutivos que se desintegran, ante nuestros ojos, en
el egoísmo material o se vuelven los unos contra los otros .
Lo que resta de verdadera vida social tiende a no ser en
a delante dirigido más que por el juego de intereses in­
dividuales y la competición de las ambiciones colectivas.
Cierto que no faltan tentativas para restaurar en al­
gún modo la unidad en esta dispersión de persona lida­
des humanas. Pero todos los planes propuestos caerán
siempre por su base, si parten del mismo principio que el
mal que pretenden remediar. Ni se sªnará la herida, ni
se ataj ará la profunda desgarradura de nuestra humani­
da d individua lista y materia lista por sistema, sea éste el
que sea , que permanezca él mismo materialista en sus
principios y puramente mecánico en sus aplicaciones.
Pa ra cicatrizar esta llaga no hay sino un bálsan1 0
efic á z : la vuelta del espíritu y del cora zón humano al ccr
noc im iento y al amor de Dios que es el Padre comú n
y de J esucristo a quien ha enviado para sa lvar al mun­
do. Ahora bien, para ungir con este bálsamo la ca rne vi­
va de la humanidad llagada por tantos golpes parecen
providencialmente prepa radas las manos de la mujer.
a las que hace más dulce la sensibi lidad suave y la ter­
nura n1 ás delica da del corazón.

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F f O X I I 229

Hacia la u nidad de l a fil i a c i ó n d �vi na y de la


fra te r n i d a d

,·osotras, por ta nto, señoras y. Jovenes de Acc ión


A
Católica, os toca inclinaros sobre la Gran Herida : levan­
tadla y forta lece dla gu iadas y ayudadas por Dios ; volved
de nuevo a hacer de esta n1ultitud grega ria una socie­
dad . organizada-, en la apac ibl e jerarquía de fu nciones
y cte cargos, en e l respeto de deberes y de rechos y en
la a rn1ónica coordinac ión de fa m ilias estables v fecun-
. v

das . Que por medio vuestro la multiplic idad de grupos


rac ia les ,-uelva a encontrar la unidad de la filiac ión di­
,·ina y de la frat ernidad. Que el comu nismo retroceda y
de.sapa rezca ante la con1 u nidad de los hombres y que es­
t a comunidad se perfecc ione en la co1nu nión cristiana .
Entonces solan1ente se realizará aquella unidad en
e � orden, ' · unitas ordinis ' ' , de la que habla Santo Tomás
y que debe ser el ideal de vuestras a hnas y la suprema
aspi ración de vuestros esfuerzos . �Iás a ú n : trabaj ando
así por el bien universal cada una de vosotras trabajará
por la sa lvac ión de su patria y por la felicidad de su fa­
n1iiia ; y cabalmente porq ue e l orden es uno , no podrá
éste reinar en las almas , en las nac iones y en la hun1ani­
dad entera, n1ientra s cada cosa no esté en su sitio, y por
consec uenc ia , si D ios no ocupa en todas partes e l único
pues to que le pertenece : el prim e ro. Y así, por fin, con
la. estabilida d del orden descenderá a la tierra esta paz,
po r la que suspiran el angustiado deseo de los pueb.los y
e l desesperado sollozo de las madres dolorosas, más que
naa1e .
. .

He aqu í vuestra misión ; es ella a ltísima ; requiere e l


anhelo y la perseveranc ia : qu izás sea necesa rio inás d e
una ve z e l heroísmo. Pero su victoria está asegurada por­
q ue e l espíritu termina siempre po r vencer a la materia
y el derecho por triunfar sobre las ruinas ·acum uladas por
la v iolenc ia . La H istoria lo demuestra y Dios nos lo ha
p rometido : la medida de vuestra victoria es nuestra fe :
" Haec est victoria quae ,·inc it mundum. fides nostra . ' '
( I loa n. "'/ 4 ) .
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230 D O C UJJE_YTOS PO�r TIFJCIOS

El or den y la paz en el seno de la Unión.

¿ N eces l tar� añadir que para hacer reinar el orden y


la paz vuestras asociaciones deben ante todo salvaguar­
darlos dentro de sí m ismos? En este punto Nos con1pla­
cemos si ngularn1ente en ver como en vuestra Unión In­
t ernaciona l se yuxtaponen armónicamente la S ección ele
Mujeres y la de Jóvenes. Esto viene a ser como las flores
y los Irutos, que muchas v eces a dornan conjuntan1ente
a lgunas especies privi legiadas de árboles. Junto a obre­
ras carga das de méritos y ricas de experi é ncia se a listan
a legremente las aprendices que aspiran a dedica rse plena­
mente, y para e llo piden preparación y formac ión, :reci­
biendo los consejos de las que les preceden n1ás con1 0
t esoros ofrecido ·que como lecc iones i mpuestas. Ca da u n a
de estas secciones tiene sus métodos y sus p rácticas por­
que es necesario que ca da una se adapte a su medio a n1-
biente. Pero bajo estas diferencias externas arele en las.
a l mas -para las cuales no hay diferencia de eda d- la
n1isma l la ma interior de un celo pura1nente sobrenatura l.
Así, pues, por la intercesión de la dulcísima v·irgen
?\1aría, de la cua l habéis tenido la delicada atención de
o frecerme las i mágenes más veneradas en ca da uno de
vuestros queridos pa íses, Nos i mploran1os la siempre efi­
c a z protección de Dios pa ra los Obispos que os han en­
via do, para vosotras n1ísmas, para todas las afiliadas d e
vuestras organizaciones · -por vosotras representadas-,
para sus familias y la s vuestras, y Nos os conceden1os de
todo corazón, corno prenda de favores divinos, la Bendi­
c i ón A.postólica . "

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PR ESC R I PCI O N
DE PLEGARLt\. S POR LA PAZ_

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P RESCRIPCION D E PL EGARIAS P O R LA PAZ.

A. nuestro amado hij o Lu is, Presb ítero de la S . l . H .


Cardenal :\ilaglione, Nuestro Secretario de Estado .
P I O Papa X I I, Amado Hijo I\ u estro .

Salud v Bendició n A.postól ic a :


E l pasado año, cuando densas nubes oscurec ían el
horizonte y el rumor de las armas, presagio de guerra ,
hac ía temblar a todos, Nos . que con ánimo paternal con­
l ievan1os las angustias y los dolores de los hij os, te diri­
gimos una carta ( Epist. Quandoquiden1 de 20 de .A.bril de
1 930 ) , en la que por tu n1edio exhortábamos a todo el
pueblo cri stiano a elevar en el n1es de l\fayo incesantes
p legarias y fe r vorosos votos a la gran Madre de D ios, pa­
ra que intercediese ante su H ijo, ofendido por tantos pe­
cados. y le tornase p ropicio para con nosotros miserables ..

para que, ordenados según justicia y contrasta dos los in­


tereses y sosegados los ánimos, se restab leciera la paz en­
t re los pueblos .
Habiendo empeorado la situación al presente, con el
desencadenamiento de una terrible guer1:a� que ya ha
produc ido innumerables daños y dolores, no podemos por
menos de conj urar nuevamente a Nuestros hij os , espar­
c idos por todo el mundo, a que vayan en torno a l altar
de fa :\Iadre de Dios todos los días del p resente mes que
le está consagrado, y le ofrezcan preces suplicantes .
Sepan todos desde ahora que Nos, desde el principio
d� la guerra� no hemos omitido ninguno de los intentos,
sino que con todos los medios, de que podían1os d isponet·
-ya con púb licos documentos y discu rsos. ya con con­
versaciones y tratados- hemos exhortado al restableci-
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D O C U1liEl\'TOS PO).\T TIFICJ O S

111iento de aquella paz y d e aquella concordia que debe


esta r basa da sobre la justicia y perfeccionada por n na
lnutua y fraterna carida d . Tú, querido Hijo Nuest ro,
que tan cerca estás de Nos e n el gobierno de la Iglesia
universal, y mantienes con Nuestra persona tan í ntima
unión, bien sabes que por los dolores y las angustias de
los pueblos en guerra estamos tan profu nda mente a fl i­
gidos, que bi�n podemos repetir y aplicar a Nos mismo�
a e-ste propósito, las p alabras del Apóstol Pablo : " ¿Qu ién
enfe rma, que no e n ferme yo con él?" ( II, Cor. XI, 20 ) .
Nu estro ánimo está lleno de profunda tristeza, no sólo
por los espantosos males que atormentan a los pueblos en
guerra, sino también por los peligros cada día n1ás a me­
n azadores, que se ciernen sobre las demás naciones. Au n­
que, como hemos dicho, nada hemos dej ado de utilizar
de cuanto está al alcance del consejo y d� las fuerzas hu­
n1anas para eliminar este conglomerado de males, toda­
vía Nos ponemos sobre todo Nuestra esperanza e n Aquel�
único que todo lo puede, que tiene el mundo en la pal-
1na de su mano, que dirige los destinos de los pueblosr
el .pensa m ie nto y la volunta d de los gobernadores de las
naciones. Por lo que desea mos que todos unan su s ora ­
ciones a las Nuestras a f i n d e que D ios m isericordioso
ponga fin con su poder a esta cal�mitosa tempestad.
Ya que, con10 asegura San Bernardo, "es voluntad de
Dios que t odo lo obtengamos por mediación de l\Iaría ' "
( Sern1ón d e l a Natividad de l a B . V :rvI. ) , acudan todos
a María , pongan delante de su altar las súplicas, lo� do­
lores, las lágri m as y pídanla aliyio y consuelo. Lo que
fué de nuestros padres, como atestigua la historia . prác­
tica constante y fructuosa en los tiem pos críti cos y di­
{íc iles ; esto m ismo debemos hacer· nosotros, no desvián­
donos de su conducta e n la gr? ve hora que nos llena de
a ngustia . La Bienaventurada Virgen tiene tanto poder
a nte Dios y a nte su lTn igén ito; que como canta Dan te,
�l que quiere gracia y a ella no recurre intenta volar
8in a las. ( Cfr:. D ivina Comedia, Par. XXX I I I, 1 3- 1 3 ) . Ella
�s �Jadre poderosa de Dios y lo que es más d u lce. 1na d re
nu estra a n1 a n t ís i ma ; por lo que resulta agradable po-

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1' l l) \" I 1
..
•). .·3 ·->
....

nerse bajo s u pro tecc ión y a m pa r o y confiar plenan1 e n t e


e n s u ma ternal bondad.
Y de particular modo deseamos, querido Hij o Nues­
tro, que en el presente mes las jnocentes multitudes de
niños y de niñas nuevamente acudan suplicantes a los
templos sagrados de la Virgen y, por medio de su inter­
cesión y mediac ión de paz, obtengan de Dios para los
pueblos y para las gentes toda la suspira da tranqu ilida d .
Acudan todos los días delante del altar d e la celeste l\1 a­
dre y ; dobladas las rodillas y alzadas las manos, ofrez­
can, juntamente con sus plegarias y sus flores, flores del
mismo místico jardín de la iglesia. Nos ponemos gran
confianza en la súplica de aquellos en quienes " los ánge­
les ven perpetüamente e l rostro del Padre" ( l\Iat., XVI I I-
10) cuyo rostro exhala inocencia y cuyos ojos semejan
reflejar e l resplandor de los cielos. Sabemos que el Di­
vino Redentor los ama con particular afecto, y que su
Santísima 1\ia dre tiene por ellos una· especial ternura ;
sabemos que las p legarias de los inocentés penetran en
los cielos, de_s arman la divina justicia y alcanzan para sí
y para otrós favores celestiales. Unidos e n un santo con­
curso de plegarias, no cesen de suplicar con insistencia ,
recordando la p romesa de Nuestro Señor : "Pedid, y se.__
os dará; buscad y hallaréis ; llamad y se os abrirá ( S . Mat. ,
VII-7. Luc . , XI, 9 ) .
Haga e l benignísimo Dios, movido a misericordia
por tantas voces suplicantes, y especialmente por las de
los niños, que-pacificados y unidos en fraternal a mor
los ánimos, y restablecido el orden de la tranquilidad­
resplandezca cuanto antes el iris de la paz y amanezca
una era más feliz para la sociedad humana.
Tú m ientras tanto, querido Hijo Nuestro, harás lle­
gar del modo que juzgues oportuno, estos Nuestros vo­
tos y exhor�aciones a l conocimiento de todos y particu­
larn1ente a la falange de los queridís imos niños la Ben­
dición Apostólica .
Da da en Roma, j unto a San Pedro, el t :J ele Abril dei
año 1940. Segundo de Nuestro Ponti fica do.

PIO P.APA X I I .
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Ca rta d e S . S. Pío X I I
-

AL CARDE NA L �I.A.GLIONE.

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.

CA RTA D E S. S. P IO XII A L CARD E N A L


MAGLIOSE.

' :Por colaborar tan estrechan1ente con nosotros en


el gobierno de la Iglesia Católica, sabéis perfectan1e n te
cuán ardientemente deseamos e invocamos a Dios para
'
que mueva las almas a los sentimientos de justicia y de
piedad tan anhelados y que la paz cristiana se consolide
finalmente en forma duradera y profunda entre todas
las naciones y pueblos que actualn1ente se hallan tan
agitados y preocupados.
"En cuanto fuimos elevados al Supremo Pontificado
hic imos una exhortación a la paz, que es el don subliln e
del Todopoderoso, no solamente a nuestros hijos y a los
creyentes en Cristo que viven .en todo el mundo, sino
también a los gobernantes de nuestra nación y de las
de ellos.
: : En el día solemne de Pascu a, desde la Basílica de
San Pedro, donde en medio de una gran inultitud de fie­
les ofreciln os pontificalmente el Divino Sacrificio, repe­
timos esta misma invitación, y esta misma exhortación,
implorando a · Jesucristo, conquistador de la n1uerte y
otorgante de la virtudes celestiales, que esa paz y tran­
quilidad sea mantenida para todos.
"Ahora que se aproxima el mes de l\1ayo y que du­
rante ese n1es los fieles elevan preces especiales a la
Virgen más bendecida, esta1nos particularmente int ere­
sados en manifestar nuestro más v ivo deseo de que en
ese mismo período se eleven oraciones públicas con el
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2-10 D O C UJJ EN'l'OS P O�Y TLFI CJ O S

propósito indicado, e n todas las diócesis, parroquias e


iglesias. ,
" Pero para esta cruzada rogatoria desean1os a lent� r
de 1nanera especial a aquellos que_ siguen el �j emplo del
Di vino Redentor a quien representamos, honramos y
a ma mos, con el más tierno afecto . Nos referimos a - los
niños que en la flor de la v ida irrad ian inocencia, bon­
dad y gracia. Que las madres y padres que siguen la sa­
grada tradición conduzcan diariamente ·a sus hijos, aun
a los de n1ás t iern a edad, al altar de la Virgen para ofre­
cer te, junto con las flore� de sus jardines, sus oraciones
y las de sus hijos. ¿C ó m o puede una madre celestial re­
husarse a aceptar a tantas voces suplicantes que implo­
ra n la paz para los pueblos y las nac iones? ¿ Cómo pue­
den ser rechazadas estas oraciones si los ruegos de los
ángeles de nuestra tierra se mezclan en una sola ple­
garia ?
" Es seguro que la Virgen, madre de Dios, sol icitada
con tales ruegos, prestará su ayuda e intercederá en
este n1omento de conmoción universal; y haciéndose pro­
picia a su Div ino Hijo ofendido por tantos pecados, e lla
obtendrá de él, la liberación de los actuales su frimien­
tos; la paz de los corazones y e l .amor fraternal entre
Jos pu_eblos.
" Fué Jesús benilito quien durante su v ida morta l
amó con afecto particular a las criaturas, )" con sus pa­
'
labras "dejad que los niños vengan a mí, porque de e llos
es el reino de los cielos", reprendió a los apóstoles que
querían alej ar a los niños de él. ¿Qué otras plegarias
pueden interesar más a Cristo Redentor que las ofreci­
das a él y a su Madre Celestial por las cándidas manos
. su plicantes de los niños?
' ' Por lo tanto, e mpleemos las palabras de nuestro an­
'
tecesor L� ón el G rande : "Amat Christus infantiam quam
primun1 et animo suscept et corpore, amat Christus in­
fantiam humi litatis magistram innocentiae regulam man­
suetu dine forma", y en todas partes, en ciudades y pue­
blos, y aun en las v illas más distantes sean las agrupa­
�ioncs i nfan tiles ilumina das con la verdad del Evange-

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PIO XII 24 1

lio, y vayan a las iglesias dura n t e el prúxin1 0 n1 es de l\I a­


yo para e levar sus preces, a fin de que de este n1odo
pueda esperarse que se apacigüen n u est ros rencores
mutuos, se inquieten nuestras a ln1as y s e n1oderen la c;;
discordias entre los pueblos, para que puedan volver
mejores tiempos para la hun1anida d , con los auspic ios
de la bendita Vi rgen.
"Por estas razones os confío por intennedio de esta
carta· la tarea de hacer públicos, en la forn1a que con­
sideréis n1ás convenien t e, es t os deseos paterna les y vi­
vas exhortaciones nuest ras, a fin de que sean aplicados
en la práctica y a poya dos en el celo del pastor sagrado .
. ,Entretanto, conforta do por la agra dable esperanza
y de antemano satisfecho con los frutos, que estamos se­
guros dará esta cruza da de roga ti\·as: ,i n1partimos con
todo nuestro corazón a vos, nu estro hijo bien an1 é!_do y
a todos los amados niños que respon dan con toda bue­
na voluntad a nuestro l lamam iento . la bendición apos­
tólica que l leva en sí la gracia celestia l y la pron1esa de
nu e stra benevolencia paterna l.

"Dado en S a n P edro el 2 0 de A bril ele 1 9;19, primer


a ño de nuestro pontificado . "

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E l Co n co rd a to
E NT R E LA S.A. NTA SEDE Y PORTUGAL.

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EL C O N COR DATO E N TRE LA SANTA S E D E
Y PORTUGAL.

S u S a n tidad e l Sun10 Pontífice P ío X I I y S . Ex�e­


lencia el Presidente de la República Portuguesa, deseo­
sos de regular de mutuo acuerdo y en n1odo estable la
situación jurídica de la Igles ia católica en Po t�tugal, por
la paz y por el mayor b ien de la Iglesia y de l Estado.
han establecido concluir entre e llos u n a solen1ne conven­
c ión q ue reconozca y garantice la libertad de la Iglesia
y v igi l e l os i ntereses l e gítimos de la Nac ión Portuguesa,
ta mbién tenien do presente las nlisiones ca tólicas y el Pa­
t·ro nato en Oriente .
A e.ste e fecto Su Santidad ha non1brado ininistro pl e ­
nipotenciario a S . E mcia. Rev1na. el Cardenal Luis
Maglione� Secret ario de Estado de la Santa Sede. -� su
vez e l Señor Presidente de la República Portuguesa ha
e nviado co1no representantes suyos : a Su Excia. el gene­
ral E d u a rdo Augusto Marques, Presidente de la Cámara
Corporathra, Gra n Cruz de las órdenes inili tares de Cri s­
to, de San Benito de Arviz y de la orden del I n1perio Co­
lonial; y a Su Excia. el Sr. Dr. 1\iario de Figue iredo, n1i­
nistro de Justicia y de Culto, Profesor y Director de la
Facultad de Derecho en la Universidad de Coimbra, Di­
putado y Gran Cruz de la Orden in ilitar de Cristo y Ca­
ballero de Gran Cruz de la Orden de San Gregario l\fag-
1;i.o, quienes ca1nbiando sus respectivos doc umentos y
e ncontrándolos perfectamente a u torizados han conven i­
do en los artículos siguientes :
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246 DOC U11lE">l 1'0S PON TIFl CJ OS

Art. l.- La República Portuguesa reconoce Ja per­


sona lida d jurídica de la Iglesia Católica . Las relaciones
amistosa s con la Santa Sede serán a seguradas en Ja for­
ma tradicional, mediante un Nuncio Apostólico ante Ja
República Portuguesa y un Embaja dor de la m isma ante
l a Santa Sede.

Art. 11.-
- Que da garantizado a la I glesia Católica e l
libre ejercicio de su autoridad, e n las esferas de su in­
cu1nbencia; tiene ella por lo tanto la facultad de ejecutar
los actos de su poder de orden y de juri sdicción� sin im­
pedimento a lguno.
La Santa Sede puede de tal inanera publicar J1bre­
mente cualquier disposición relativa al gobierno de la
Iglesia, y, en todo aquello que se refiere a su ministerio
pastora l, comunica r y corresponder con los Preladosi el
clero y todos los ca tólicos de Portugal, así como éstos
pueden comunicarse con la Santa Sede, sin ser necesaria
por parte del Estado la autorizac ión previa para que las
Bulas y cualquier otra instrucc ión o disposición de J a
Santa Sede pueda n ser publicada s y c ircu lar e n el País.
De a náloga facu lta d gozan los Obispos y demás auto­
ri dades eclesiá sticas en lo que se refiere al clero ca1 61ico
y a los fieles.

Art. La Iglesia Católica puede en Portuga] or­


111.-
ganizarse libre1nente en conform.idad con las normas r1el
Derecho Canónico y por lo tanto const ituir a soc iaciones
u organizaciones a las que e l Estado reconozca persona­
l idad jurídica .
El reconocin1 iento oficial de la persona lidad jur1dica
ele asociac iones, corporaciones o institutos religiosos ca­
nónicamente erigidos surge directamente de la simple co­
municación hecha por escrito a la autori d a d competente�
comunicación a e fectua rse por parte del Obispo de la
Diócesi s en la que dicha s entida des tienen su sed�, o
t a mbién por su representante legít in10.
En caso de 1nodificación o de su presión de dichas

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') · f ­
PIO XII .... -i: '

entidades, se procederá de la nusnlQ manera y con los


mismos resultados.
r

Art. IV.- Las asociaciones y organizaciones a las


que hace a lusión el artículo precedente, pueden adquirir
bienes y d isponer de ellos de la m �sma manera con que
pueden hacer lo -conforme la legislación vi gen te- las
otras personalidades jurídicas perpetuas, y administrarlos
hbre.men t e bajo- vigilancia y cont rol de la autoridad ecle­
siástica competente.
S i además de los fines religiosos se proponen ta1n­
bién otros de asistencia y de beneficencia, en cumpli­
m iento de los deberes fijados por los estatutos o de las
cargas gravantes sobre heredades, legados o dona"c iones.
las m ismas quedan sujetas, ·en la parte. que corresponde
al régimen establecido por el derecho portugués pare_
tales asoc iaciones o corporaciones ; lo que se efectuar{_
por intern1edio del Ordinario competente, sin poder este
régimen en n ingún caso ser más gravoso que el estable­
c ido para la personal idad jurídica de idéntica naturaleza .

Art. V.- La Iglesia puede libremente recibir y so­


licitar de los fieles colectas o cualquier otra suma desti­
nada a la actuación de sus fines ; v esto, señaladamente
'"' .

en el interior y en las puertas de los templos y de los


demás edificios y lugares que le pertenecen.

Art. V I.- Es reconocida a la Iglesia Católica en Por­


tugal la propiedad de los bienes que anteriormente le
pertenecían y que están ahora en poder del Estado, 2'"'
saber : Iglesias, palacios episcopales, casas parroqu iales �­
lugares adyacentes, edificio� de institutos religiosos, or­
namentos sacerdotales, adornos sagrados u otros objetos
pertenecientes a l culto y a la religión católica, salvo cuan­
to actualmente pertenezca a los servicios públicos o sea
clasificado como "n1onumento nacional", o como inmue­
ble de interés público.
Los bienes de los cuales se trata en el párrafo pre­
cedente, y que a ctualmente no están en posesión del Es-

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248 D O C Ull!EI'lTOS PONTIFICIO S

tado, pueden ser transferidos a la Iglesia por sus posee­


dores sin ningún gravamen de carácter fiscal ; en es �e
caso la tramitación se efectuará dentro de los 6 ineses
a partir de la permuta y de las ratificaciones del presente
Concordato.
Los inmuebles c lasificados como " monumentos na­
cionales" o de interés público, o que hayan de serlo den­
tro de los 5 años a contar del cambio de las ratificacio­
nes, pasarán como propiedad del Estado con destino per­
manente a l servicio de la Iglesia.
Al Estado c orresponde la conservación, la repara­
ción y l�s restauraciones de dichos inmuebles en confor-
1nidad de c uanto será establecido de acuerdo con la au­
toridad eclesiástica, para e\ritar disturbios en el servicio
religioso ; a la Iglesia correspon de, por su parte, la custo­
dia y el régimen interno de los m ismos, particularmente
en lo tocante al horario de las visitas en cuya reglamen­
tación podrá intervenir un funcionario nombrado por el
Estado.
Los obj etos destidos al c ulto que forman parte de
algún n1useo del Estado o de las autorida des autárqui­
cas locales (gremios) o instituciones serán sie mpre cedi­
dos para- las ceremonias religiosas que tengan lugar en
la iglesia a la cual tales objetos pertenecen, siempre que
€sta se encuentre en la m is1na localida d en la cua l di­
chos objetos son custodiados. Tal entrega se hará a pe­
dido de la autoridad eclesiástica competente, la que se
hará cargo de la custodia de los obj etos cedidos bajo su
responsabilidad de fiel · deposi t ario .

Art. VII.- N i nguna iglesia, edificio, dependencia u


nbj eto destina dos al cu lto católico pueden ser demolidos
o destinados por e l Estado a otros fines� sin previo a cuer­
do con la autoridad eclesiástica con1petente o por mo­
tivo de urgente necesidad pública, como ser guerra, in­
cendio o i nundación. En el caso de expropiación para uti­
l idad pública, será siempre escuchada la respectiva au­
toridad eclesiástica ta111hién en lo que respecta al n1on­
to de la inclen1 nidad correspondiente. En cada caso n o

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PlO �Y II 24U

se·ejec utará ningún acto de apropiáción sin que los h ie­


He� expropiados sean privados de su carácter sagrado .

Art. V I I I. - Quedan exentos de cualquier in1 p uesto


u otra contribución, general o local, las iglesias, y los
objetos en ellas contenidos, los seminarios y cualquier
otro instituto destinado a la formación del clero, lo nlis-
1110 que los edictos y avisos fij ados en la puerta de las
iglesias y relacionados al sac ro n1inisterio . Además, a los
eclesiásticos no les será aplicado ningún impuesto u otra
contribución por el ejercicio de sus tareas espiri tuales.
Los bienes y entidades eclesiásticas no co m p ren d i d os
en el párrafo precedente no podrán ser graYados con in1-
p uestos o contribuciones especiales.

Art. IX.- Los Arzobispos y Obispos residenciales, sus


coadj utores ' " c un1 iure s u c cessionis" y los auxiliares, los
párrocos , los rectores de los seminarios, en general, los di­
rectores y superiores de los i nstitutos o asociaciones do­
tadas de personalidad j urídica con j urisdicción en una o
1nás p rovincias del País, deberán ser ciudadanos portu­
gueses .

Art. X.- La Santa Sede antes de proceder al no1n­


b ra miento de un .A rzobispo u Obispo residencial, o de u n
..

coa dj utor ' "cum iure s u ccessionis", salvo lo que esté dis­
puesto respecto al Patronato o al Semi-Patronato, con1u­
nicará el nombre de la persona escogida a l Gobierno
Portugués para saber si en contra de ella hay alguna ob­
jeción de carácter político general.
El silencio del Gobierno dentro de los 30 días de la
susodicha comunicación será interpretado en el sentido
de que no existen obj eciones. Todas las t ramitaciones
contempladas en este artículo permanecerán secretas.

Art. Xi.- En el ejercicio de su ministerio los ec le­


s iásticos gozan de la p rotección del Estado, del n1 isn10
1nodo que la autoridad pública.

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D O C UJ.11 E J\TTQ S P O NT l F I C J O S

Art. XIII.- Los eclesiásticos no pueden ser inter:co­


gados por los n1agistrados o por otras autoridades e� lo
referente a hechos o cosas de las c uales hayan ten i do
noticias por motivos del sacro ministerio.

Art. XIII.- Los eclesiásticos quedan exentos de Ja


obligación de asumir el cargo de jura dos, m iembros de
tribunales o comisiones de i mpuest0s u otros de la mis­
má natura leza, considerados por el Derecho Canónice>
como incompatibles con el est ado eclesiástico.

Art. X IV.- El servicio militar será efectuado por Jos­


sacerdotes y clérigos bajo la farma de asistencia religio­
sa a las fuerzas armadas y, en tiempo de guerra, también
tomando parte en las forrpaciones sanitarias. El Gobier­
no; sin embargo, dispondrá que en caso de guerra dicho
servicio militar se realice con el menor detrimento posi­
ble para la cura de almas de la población en la :'vietrópoli
y en las Colonias.

Art. XV.- El uso del hábito eclesiástico o religios�


por parte de seglares o de personas eclesiásticas y reli­
giosas, a las cuales se les haya interdicho usarlo por pa r­
te de las competentes autoridades eclesáisticas, con u n
edicto oficialmente comunicado a las autoridades del Es­
tado, es castigado con i dénticas penas que el uso abusivo­
del uniform e propio de los empleados. públicos.
Igualmente es c astigado el ejercicio abusivo de JUrJ.s­
dicc ión y de funciones eclesiásticas.

Art. XV I.- Se asegura a la Iglesia católica el libre­


e�rcicio de todos los actos del culto priva do y público �·}n
¡:wrjuicio de l as exigencias de policía y de tránsito.

Art. XVII.- Para garantizar la asistencia espiritual


e n los hospitales, hospicios, colegios, asilos, prisiones y
'!>tros establecin1 ientos de Esta do, de las organizaciones
au tárqu icas loca les e inst itucionales, y de las " A1iserict•f­
diasn q u e no tengan capilla o servicio propio pa ra t � t a
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P I O .X I I 251

finalida d, queda asegu ra do el libre acceso del párroco del


lugar y del sacerdote encargado de tales servicios por
la competente autoridad eclesiástica, sin perjuicio de la
observancia de los respectivos reglamentos, salvo en ca­
so de urgencia .

Art. XVIII.- La República Portuguesa garantiza la


asistencia religiosa en tiempo de guerra a las fuerzas de
t-ierra , . mar y a ire. A tal efecto organizará un cuerpo de
capellanes m ilitares que serán considerados ofi ciales
efectiYos .
El Obispo que desempeñará las funciones de Ordina­
rio Castrense será nombra do por la Santa Sede de acuer­
do con el· Gobierno . Para las expediciones coloniales po­
drá ser no1nbrado Ordinario Castrense un Obispo que ten­
ga su sede en las respectivas colonias.
El Ordinario Castrense puede, de acuerdo con el Go­
bierno, nombrar un ·vicario General.
Los capellanes m ilitares serán nombra dos entre los
sacerdotes reconocidos i dóneos a los servicios auxiliares�
por parte del Ordinario Castrense de acuerdo con el Go­
bierno.
Los capellanes m ilitares tienen j urisdicción parro­
quial sobre su respectiva tropa y con respecto a sus de­
beres religiosos gozan de los privilegios y exenciones con­
cedidos por el Derecho Canónico .

Art. XIX.- E l Estado hará posible a todos los cató­


licos que están a su servicio, o que son miembros de su s
organizaciones, el cumplimiento regular de sus deberes
religiosos los domingos y días de precepto.

Art. XX.- Las asociaciones y organizaciones de la


Iglesia pueden l ibremente erigir y mantener escuelas pri­
vadas, pa ralelas a las del Estado, que estarán sujetas, en
los términos del derecho común, al control oficial v en
los m ismos térm inos podrán ser subvencionadas e i � cor­
poradas.
La enseñanza religiosa en las escuelas y en los cu r-

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D O C U1'1E.YTOS P01VTIFICIOS

sos pri\rados no devenderá de la autorización del Esta do ;


podrá ser libremente impartida por la autoridad eclesiás-
t ica o por sus encargados. .
Queda libre la fundaci ón de seminarios o de cual­
quier otro instituto de formación y de a lta cultura ecle­
s iástica. Su reglamento interno no está sujeto al control
del Estado. S in embargo se deberán comunicar los tex­
t os adoptados para las asignaturas no filosóficas o teoló­
gicas. La autori dad eclesiástica competente cuidará que
en la enseñanza de las disciplinas especiales, como ser en
la historia, se tenga present� el legít ico sentimiento pa­
triótico portugués.
.

Art. XXI.- La enseñanza imparti da por el Estado


en las escuelas públicas será orientada por los principios
de la doctrina y inoral cristici nas tradicionales en el País.
En consecuencia será imp artida la enseñanza de la
religión y m oral c atólica en las escuelas p úblicas e lemen­
t ales , y complem en tarias y m e dias, y a todos los alumnos
c uyos padres o tutores no hayan sol icitado la exención
correspondiente.
En los asilos, orfeli ñ atos. establecimientos e institu ­
tos oficiales de e ducación de menores, o correccionales y
reformatorios dependientes del Estado, será impartida
por cuenta del E stado mismo la enseñanza de J a religión
católica y asegurada la práctica de sus preceptos.
Para la enseñanza de la religión católica e l texto de­
berá ser aprobado por la autoridad eclesiástica. Los maes­
t ros y los inst ructores serán nombrados por el Estado de
acu erdo con dicha autoridad ; en ningún caso la susodi·
c ha enseñanza podrá ser impartida por una persona que
la autorida d ec lesiástica no haya reconocido comó idónea.

Art. XXII.- El Estado Portugués reconoce los efec­


t os c i vi les a los m atrimonios celeb rados en conformida d
c o n las J eycs canónicas. a condición de que el acto ma­
t rimonia l sea transcripta en las co1npetentes oficinas del
E ='tado civil.
Las publicaciones matrimo nia l es serán e fectuadas no

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PIO XII

solamente en las respectivas i glesias parroquia les, si no


también en las oficinas competentes del registro c iv i J .
Los matrimonios " i n artículo mortis" , e n l a inmine n c i a
del parto o cuya inmediata celebración haya sido ex pre­
samente autorizada por el Ordinario del lugar a causa de
un grave motivo de orden moral, po drán ser contraídos
independientemente del proceso preliminar de las publi­
caciones.
El párroco trasmitirá dentro de los 3 días, copia ín­
tegra del acta matrimonial a la competente oficina del
registro civil, a fih de que sea transcripta ; dicha trans ­
cripción deberá ser realizada dentro de los 2 días y co­
municada por el funcionario respectivo al párroco dentro
del día inme diatamente siguiente a aquel en el cua l fu é
efectuada, con la indicación de la fecha.
E l párroco que, sin grave motivo, dejase de enviar
la copia del acta dentro del tiempo establecido, incurrirá
en la pena de desobediencia calificada ; y e l funcionario
del registro civil que no hiciese la transcripción dentro
del tiempo reglamentario incurrirán en las penas indica­
das en la ley orgánica del servicio público.

Art. XXI I I.- El matrimonio ( religioso ) produce to­


dos los efectos civiles desde la fecha de su celebración, si
la transcripción correspondiente se efectuó en el espaci o
de los 7 días. En caso contrario producirá sus efectos re­
lativamente a las terceras personas sólo desde la fecha
de la transcripción. La transcripción no es obstacu lizada
por la muerte de uno o ambos cónyuges.

Art. XXIV.- En armonía con las p ropiedades esen­


ciales del matrimonio católico, se establece que por el
hecho mismo de la celebración del matrimonio canónico
los cónyuges renuncian a la faculta d c ivil de p e dir el di­
vorcio ( absoluto ) , que por ende no po drá aplicarse por
los tribunales civiles a los matrimonios católicos .

Art. XXV.- E l conocimiento de las causas relacio­


Jladas con la nulidad del matrimonio católico "ratun1 et

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2 54

n o n c o nsummatum " son reservados a los tribunales y mi­


nisterios eclesiásticos competentes. Sus decisiones y sen­
tencias cuando sean definitivas, serán l levadas al Supre­
n10 Tribunal de la Signatu ra Apostólica para su contro l
correspondiente ; luego j unto con los respectivos decre­
tos del S upremo Tribunal de la Signatura, serán trasmi­
tidos, por v ía diplomática, al Tribunal territorialmente
competente, el cual las hará ej ecutivas y ordenará que
sean anotadas en los registros del estado civil al margen
del a cta matrimonial.

Art. XXVI.- La d ivisión eclesiástica de las colonias


portuguesas se hará e fectiva en D iócesis y circunscrip­
c iones misionales autónomas. Entre las unas y las otras
pueden los respectivos Prelados, de a cuerdo con el Go­
bie rno, erigir direcciones m isionales.
Los lím ites de las D iócesis o circunscripciones misio­
nales serán fijados de manera que correspondan dentro
de lo posible con las divisiones a dministrativas.

Art. XXVII.- La v i da religiosa y e l apostola do nli­


sional serán asegurados, en la D iócesis, por el respectivo
Obispo residencial, y en las c ircunscripciones misionales
por corporaciones m isionales.
Las corpora ciones misioneras oficialmente reconoci­
das, establecerán en e l Portugal continental o en las is­
las a dyacentes, casas de formación o de descanso para
su personal misionero. Las casas de formación y d e des­
canso de cada corporación constituirán un único institu­
to subsidiario por el p resupuesto de la Metrópoli.
A las Diócesis y c ircunscripciones misionales, a las
demás entidades eclesiásticas y a las instituciones religio­
sas de las colonias así como también a los institutos mi­
sionales masculinos que se establezcan en Po rtugal o
en las islas adyacentes es reconocida la personalidad
jurídica.
Las D iócesis y las circ unscripciones misionales goza­
rán de subsidios de pa�te del Estado.

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p .¡ f) X I I 255

Art. XXVII.- Los Ordinarios de las Diócesis y cir­


�u n.scripciones inisionales, cuando no tengan misioneros
portugueses en número suficiente, pueden, de acuerdo
c o n la Santa S ede y con el Gobierno, llamar a misione­
ros extranjeros que serán admitidos en las misiones de
la organización misionera portu guesa, a condición de que
dec laren someterse a las leyes y a los tribunales portu­
gueses.
Esta sumisión será tal como convenga a los eclesiás­
t icos . Cuando entre las sendas Diócesis o circunscripcio­
n es misionales vengan a establecerse nuevas direcciones
misionales, la nómina de los respectivos directores, a llí
donde no pueda recaer sobre un ciudadano portugués,
será efectuada tan sólo despu és de consultado el Go­
bierno portugu�s.
Todos los misioneros del c lero secular, o de corpo­
raciones religiosas nacionales o semejantes, estarán to­
talmente sometidas a la jurisdicción .ordinaria de los Pre­
lados de las Diócesis o circunscripciones misionales en
lo que se refiere a sus tareas apostólicas.

Art. XXIX.- Son considera das en vigor las disposi­


cio nes del Concordato del 2 1 de Febrero de 1857 ( rea­
firmadas en el Concordato del 23 de Junio de 1886) y las
del Concordato del 23 de Junio de 1886'; unas y otras en la
parte no tocada en acuerdos posteriores, señaladamente
en aq uel los del 15 de Abril de 1928 y del 1 1 de Abril de
1 929 y de esta Cónvención.

Art. XXX.- Si llega a su rgir alguna dificultad en


la interpretación de este Concordato, la Santa Sede y
el Gobierno Portugués buscarán de común acuerdo una
solución amistosa .

Art. XXXI.- El presente Concordato, cuyos textos


en idion1a portugués y en italiano dan igualmente fe, será
ratificado y entrará en vigor a penas se cambien los do­
c un1entos de ratificación, salvo en la parte cuya ejecu­
ción dependa de una legislación interna complementa-

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2 - {�
0u lJ OC U1lfE1VTOS PO_VTIFJ C'JO S

ria de la República Portuguesa ; e n esta misma parte en­


trará en vigor tan sólo junto con la legislación misma.
Su entrada en vigor no podrá aplazarse más ele dos
m eses despu és de la ratificación.
Hecho en doble ejemplar .
..

Ciudad del \T aticano, 7 de Mayo de 1940.

L. Card. Maglione.
E duardo Augusto Marque�.
Mario de Fi gueiredo.
Vasco Francisco Caetano de Queve do.

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