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Hace unos años, un colega me contó cómo el hecho de ser asertivo sacó de una situación
apurada a uno de sus alumnos adultos. El estudiante era un nuevo vicepresidente de un banco de
San Diego, y acababa de hacer un curso sistemático de asertividad. Una mañana, al entrar en su
oficina, su secretaria le dijo a Jaime -el vicepresidente- que Guillermo, el presidente del banco,
quería verlo inmediatamente en su despacho. Jaime decía que una buena definición de la
eternidad era «los treinta segundos que tardas en ir de tu despacho al de tu jefe», especialmente
cuando el tono de voz de tu secretaria te ha hecho sentirte como un chiquillo que ha hecho algo
de lo cual avergonzarse. Al entrar en el despacho del presidente, Jaime advirtió inmediatamente
dos cosas. Los otros cuatro vicepresidentes del banco estaban amontonados en un sofá para sólo
tres personas, donde Guillermo, sin decir palabra, les había ido indicando que se sentaran a
medida que entraban. Guillermo, con un rollo de papeles en la mano, se paseaba de punta a
punta del despacho, delante de ellos, con las venas de la frente a punto de estallarle y la cara
literalmente de color púrpura por la furia. Jaime no necesitó que le dijeran dónde sentarse: en el
brazo del sofá, completando la hilera de los objetos de la cólera de Guillermo. Tan pronto como
él se hubo sentado, Guillermo se volvió hacia los cinco vicepresidentes y les dijo:
-¿Quién de vosotros es el jefe del idiota que dio a conocer prematuramente la
planificación de las tasas de interés de nuestros certificados de ahorro a largo plazo? Ahora las
demás entidades de ahorro conocerán nuestros planes y jugarán con ventaja. ¡Y eso nos va a
costar por lo menos diez mil dólares!
La reacción inmediata de los otros cuatro vicepresidentes fue mirarse entre sí, como si
dijeran: «¡Yo no! Debes de ser tú». La reacción inmediata de Jaime fue levantar la mano,
diciendo:
- No sigas buscando, Guillermo. Publicidad corresponde a mi departamento, así que
tiene que haber sido uno de mis empleados. No sé cómo sucedió ni quién lo hizo, pero lo ave-
riguaré. Es algo que realmente me hace sentir mal. Debería haber previsto esa eventualidad, y
así hubiera podido evitarlo.
Mientras Jaime hablaba, el jefe empezó a relajarse visiblemente. Tal como Jaime lo
contó:
-Guillermo cambió inmediatamente. El semblante recobró su aspecto normal y el cuerpo
empezó a aflojársele como si hubiera perdido presión. Cuando Jaime hubo reconocido su
responsabilidad, Guillermo le respondió diciendo: -Bueno, cálmate. No te preocupes. No son
más que diez mil dólares. Claro que perder diez mil dólares sería un problema grave para mi o
para cualquiera de mis lectores, pero para un banquero como Guillermo, por cuyas manos pasan
semanalmente millones de dólares, esa cifra no es, sin duda, razón para ponerse al borde de la
apoplejía. Pero, si lo que había alterado a Guillermo no eran esos diez mil dólares perdidos, ¿qué
era? Guillermo estaba alterado por la misma razón que todos los alteramos cuando alguien con
quien colaboramos o convivimos comete un error que nos afecta. Su experiencia pasada le había
llevado a suponer que conseguir que alguien asumiera la responsabilidad del error sería como
tener que arrancar una muela. Estaba enfadado porque creía que le esperaba una ardua y
encarnizada pelea con sus vicepresidentes hasta convencer al responsable del error de que
tomara medidas para que no volviera a suceder.
Por lo tanto, se quedó visiblemente sorprendido, y se sintió complacido y comprensivo
cuando Jaime asumió inmediatamente la responsabilidad de investigar el costoso error,
evitándole así el enfrentamiento que anticipaba. ¿Y cuál fue la reacción de los demás
vicepresidentes? Cuando Jaime admitió asertivamente su responsabilidad, cada uno reaccionó de
la misma manera que Guillermo. Como nuevo vicepresidente, ¿Cuánto tiempo hubiera
necesitado, si no, Jaime para ganarse la confianza de sus colegas tal como se la ganó en el
minuto escaso que le llevó reconocer el error cometido en su sección? ¿Seis meses? ¿Un año?
Para Jaime, haber aprendido a asumir sus puntos negativos, sus fallos y sus errores no
sólo le dio excelentes dividendos en el trabajo, sino que le supuso también un gran alivio
personal. Es maravilloso no tener que fingir que uno es perfecto. Ser capaz de manejar
verbalmente a una persona que está furiosa contigo por haber cometido un error es una de las
ventajas que se obtienen al entender y practicar la asertividad. Pero el resultado más importante
de esta cualidad es interno: el sentimiento de competencia personal que Jaime experimentó al
ser capaz de reconocer públicamente que no era perfecto, que tenía fallos (sea cual fuere el
estándar mediante el cual se los defina) y que podía cometer errores. Es decir, aprendió a
aceptarse asertivamente como un ser humano.
Si ser asertivo implica tener fe en tu propio juicio sobre ti mismo y tus cualidades
positivas, una fe que te confiere la capacidad de funcionar bien, entonces la asertividad debe
poner en juego también tu propio juicio sobre tus cualidades negativas, que pueden o no echarte
a perder las cosas. Jaime aprendió a aceptarse y a sentirse cómodo consigo mismo a pesar de sus
fallos, defectos y errores, usando la habilidad verbal de la Aserción Negativa. Esta habilidad
verbal, en particular, es importante para tu hijo o hija porque le enseña que un niño bueno no
tiene por qué ser perfecto. La Aserción Negativa le enseña, mediante la práctica y la experiencia,
que está perfectamente bien y es totalmente humano equivocarse, que uno no debe dejarse
intimidar por sus errores, sino seguir probando, y que en todo lo que uno haga en la vida, con
toda seguridad habrá errores. El uso de la Aserción Negativa permite que seas tú y nadie más el
juez de tus errores y de tus cualidades negativas. Tú decides si has de sentirte culpable, tonto o
ignorante por el error cometido.
Puedes ver el efecto, sencillo pero poderoso, de esta técnica que te permite asumir tus
propias emociones y tu comportamiento si lees la nueva versión del diálogo manipulador del
tema de los derechos asertivos, en el que tú te olvidabas de pasar a buscarme a mediodía para
llevarme al dentista.
DIALOGO 22
Cómo aprender a afrontar asertivamente a un amigo manipulador cuando has cometido un error.
Escena: Es la una y finalmente apareces en tu coche a la entrada del edificio en que yo tengo mi
despacho y donde todavía estoy esperándote.
Yo: ¿Dónde demonios estabas?
Tú: ¿Cómo que dónde estaba?
Yo: ¡Esperaba que pasaras a buscarme a mediodía, y ya es la una!
Tú: ¿Pasar a buscarte? ¿Para qué?
Yo: Esta muela me está matando, y yo podría haber pedido una hora para hacérmela arreglar,
pero tú me dijiste que me la pedirías urgentemente con tu hermano, el dentista, que además
necesita clientes.
Tú: ¡Oh ...! ¡Qué tontería de mi parte! Me olvidé por completo. (ASERCIÓN NEGATIVA)
Yo: ¡Te olvidaste! ¡Y lo dices tan tranquilo!
Tú: Qué voy a decirte, salvo que fue una tontería de mi parte olvidarme de algo tan importante
para ti. (ASERCIÓN NEGATIVA)
Yo: Por lo menos, podrías ofrecerte para ayudarme.
Tú: Claro. ¿Qué puedo hacer? (Le preguntas lo que quiere en vez de ofrecer tú una solución.)
Yo: ¿Puedes pedirme hora de nuevo para las cinco y media?
Tú: Claro. Estoy seguro de que mi hermano me hará ese favor. ¿Eso es todo?
Yo, ¿Y llevarme allí en tu coche, y luego a casa?
Tu: Seguro. Es lo menos que puedo hacer.
Yo: Bueno, así me compensas el problema que me causaste al olvidarte.
Tú: Lo único que puedo decir es que metí la pata. (ASERCIÓN NEGATIVA)
Yo: Podrías disculparte.
Tú: Seguro. Me siento muy mal por haberte causado tantos inconvenientes.
(AUTORREVELACIÓN y ASERCIÓN NEGATIVA)
Yo: De acuerdo. ¿No tienes una aspirina?
Tú: En el cajón de arriba de mi escritorio.
También aquí la mayor parte de la irritación y el enfado del error se debe a que la otra
persona prevé que tendrá que empezar a discutir 1) si el error es realmente un error; 2) de quien
es la culpa, o 3) qué importancia tiene el error. El error mismo no es el factor principal. El uso
de la Aserción Negativa evita al otro tener que pasar por ese incómodo proceso, de modo que la
persona se siente mucho mejor cuando usas la Aserción Negativa que cuando no lo haces.
La Aserción Negativa: cómo enseñarle a tu hijo a afrontar sus errores y fallos, y las críticas
éstos generan
Enseñar a los niños a expresar sus puntos negativos y sus errores humanos (en vez de
tratar de ocultarlos, como suelen hacer), puede ser algo importante. Al enseñar a tu hijo a valerse
de la Aserción Negativa para salvar los fallos humanos, quítale el hábito de decir «disculpa» o
«lo siento». Ya hemos visto que estas expresiones han perdido sentido a fuerza de repetirlas, y
no tranquilizan a nadie. En cambio, haz que tu hijo practique el uso de enunciados asertivos
negativos como «Fue una desconsideración de mi parte» «No me explico cómo hago esas
tonterías», «Fue una estupidez mía decir eso», «Vaya, qué torpe estoy hoy», «y me siento mal
por haberlo hecho». Es importante que le enseñes al niño la diferencia entre una persona y el
comportamiento de esa persona. Por ejemplo, decir «A veces soy desconsiderado, hago
tonterías, digo algo realmente estúpido, estoy muy torpe» no quiere decir que tu hijo sea una
persona desconsiderada, tonta, estúpida o torpe; significa únicamente que es como todo el
mundo, que su comportamiento no es perfecto.
Quizás observes que el comportamiento verbal que has de enseñar a tu hijo para que
exprese sus puntos negativos suena un poco raro para un niño o una niña, especialmente en edad
tan temprana como los siete a diez años. Ten presente que, al enseñarle a ser asertivo, estás
enseñando al niño a actuar de forma más madura y competente, de modo que los modelos de
discurso que use empezarán a parecerse a los de un adulto; quizá no a los de un adulto maduro y
culto, pero evidentemente será el lenguaje de alguien capaz de manejar con calma los errores
cometidos y las críticas recibidas. Esto no ha de preocuparte, aun cuando te parezca
incongruente, porque de todas maneras tus hijos tendrán que empezar a hablar como adultos a
medida que crecen, y esta práctica precoz les facilitará el proceso de transición.
DIÁLOGO 23
Cómo un niño no entrenado para manejar asertivamente sus errores es incapaz de negociar con
el padre o la madre y empeora las cosas.
Escena: El viernes por la noche vas a inspeccionar el garaje y te encuentras con que tu hijo no te
lo ha limpiado, como te prometió, para la subasta de ropa usada que queriás hacer allí el sábado
por la mañana.
Tú: ¿Cómo es que hoy no has limpiado el garaje para la subasta de mañana como me
prometiste?
Hijo: Creí que me habías dicho que la subasta era el domingo.
Tú: ¡No me vengas con eso! Recuerdo perfectamente que te dije que era el sábado. ¿Qué hiciste
después de la escuela, en vez de limpiarlo como me prometiste?
Hijo: Hice los deberes.
Tú: Eso fue después de comer. Y esta tarde, ¿qué has hecho?
Hijo: Limpié un rato...
Tú: ¿Cuánto?
Hijo: Una media hora.
Tú: Y después, ¿qué?
Hijo: Oscureció.
Tú: ¿Y al regresar de la escuela?
Hijo: ¡No fue culpa mía! Me olvidé.
Tú: ¿Adónde fuiste?
Hijo: A ninguna parte.
Tú: ¡Estoy harta de que me digas que vas a hacer algo y después no lo hagas! ¡No irás a ninguna
parte mientras no me hayas limpiado el garaje! ¿Me oyes?
Hijo: Sí.
Tú: Vas a limpiar ese garaje mañana al amanecer. ¡Esta vez no te salvarás de hacer lo que se
espera de ti!
Hijo: Bueno...
En el diálogo siguiente puedes ver cómo un niño a quien se le enseña a hacerse valer,
incluso en puntos negativos, afrontará mejor tus sentimientos de enojo y mejorará la situación en
lugar de empeorarla. Aunque pueda parecer raro enseñar a tu propio hijo o hija cómo hacer
frente a tu enfado y tu desilusión por sus errores, si tú no te ocupas de eso, es probable que
jamás aprenda a hacerlo. Cuando te sientas tranquilo/a y dueño/a de ti, usa este diálogo como
práctica para enseñarle a afrontar los errores que te afectan a ti.
DIÁLOGO 24
Cómo un niño asertivo asume la responsabilidad de sus errores y saca partido de una mala
situación. Nivel de edad - De los siete a los diecisiete años.
Escena: La misma que en el diálogo anterior.
Tú: ¿Qué has estado haciendo hoy? ¡Me prometiste que me limpiarías el garaje para la subasta
de mañana!
Hijo: ¡Oh, me olvidé completamente! ¡Qué tonto soy! (ASERCIÓN NEGATIVA)
Tú: ¡Te olvidaste! Siempre te estás olvidando de todo ¡Te olvidarías de la cabeza si no la
llevaras pegada!
Hijo: Sí que me olvido de muchas cosas. (ASERCIÓN NEGATIVA)
Tú: Recuerdo perfectamente haberte dicho que era el sábado. ¿Cómo pudiste olvidarte de algo
tan importante?
Hijo: Realmente, fue una estupidez de mi parte. (ASERCIÓN NEGATIVA)
Tú: Vaya si lo fue. ¿Qué hiciste después de la escuela, en vez de limpiar como me prometiste?
Hijo: Fue una tontería, pero me olvidé. Me sabe realmente mal haberte arruinado la subasta.
(ASERCIÓN NEGATIVA Y AUTORREVELACIÓN)
Tú: Estaría bien que nos levantáramos mañana al alba para limpiarlo. Tú puedes ayudarme en la
limpieza, y después también durante la subasta.
Hijo: Claro que sí, así no me sentiré tan mal. Cuando me Pasan cosas así, me parece que soy un
tonto. (AUTORREVELACIÓN y ASERCIÓN NEGATIVA)
Para enseñar a tu hijo la Aserción Negativa, practica con situaciones corrientes, por
ejemplo el caso de que otros niños critiquen los errores de tu hijo:
¡Tú me arruinaste la pintura de mi bicicleta nueva!
¿No puedes tener más cuidado? ¡Me derramaste la gaseosa sobre la falda!
¡Si tú no hubieras hablado tanto, no tendríamos que estar rastrillando estas hojas!
¡Vaya idiota, olvidarte de traerme el libro el día del examen!
¡Qué egoísta, comerte tú sola todos los caramelos sin guardarme nada!
Haz que tu hijo practique la Aserción Negativa, actuando tú como crítico, hasta que
sienta como muy natural la disposición a admitir un error o un fallo, después pasa a la segunda
habilidad verbal ideada para hacer frente a las críticas: el Banco de Niebla.
El Banco de Niebla: cómo enseñar a tu hijo a hacer frente a las críticas manipuladoras
El Banco de Niebla, por otra parte, se usa cuando las cosas no están tan bien definidas y
no hay un acuerdo absoluto entre tu crítico y tú en lo referente a lo que piensas o sientes, o a
cómo te conduces. El Banco de Niebla funciona mejor cuando se puede elegir entre dos
creencias (o dos interpretaciones diferentes de una creencia): la tuya y la de tu crítico. En esa
situación, ¿quién sabe realmente cuál de los dos puntos de vista es el mejor? En realidad, tú no
tienes una manera objetiva de demostrar que tu creencia es superior a la de tu crítico, ni él
tampoco. Por consiguiente, esta situación te obliga siempre a formular tu propio juicio de la
corrección de aquello por lo cual te critican. En situaciones así, el crítico suele ser manipulador,
y ahí es donde tú puedes refugiarte con ventaja en el Banco de Niebla.
Banco de Niebla es una expresión del argot clínico, actuamos como se comporta un
banco de niebla: Un banco de niebla no te responde. Si lo atacas, no se defiende. Si le das un
puñetazo, se deja penetrar por él sin resistencia, y vuelve a cerrarse. Si le tiras un ladrillo, no se
pone rígido para hacerlo rebotar de modo que tú puedas recogerlo y volver a tirárselo. Cuando
ya has visto que no vas a ninguna parte intentando obligar a un banco de niebla a que haga algo,
abandonas el intento y lo dejas en paz. El nombre «Banco de Niebla» se ha mantenido, aunque
es más exacto describir esta habilidad como Convenir en la Verdad, Convenir en Principio o
Convenir en la Probabilidad (o Posibilidad).
El Banco de Niebla funciona bien porque hace tres cosas importantes. Primero, con la práctica
esta técnica llegará a reducir el sentimiento de culpa automático (e irracional) o la angustia que
se apoderan de ti cuando te critican. Todos sentimos momentáneamente que se nos hace un nudo
en el estomago cuando alguien nos critica. Por desgracia, para algunos esa sensación es más que
momentánea, y nos ponemos muy a la defensiva cuando nos critican, como si tuviéramos que
protegernos. Al usar el Banco de Niebla, esta reacción emocional pierde fuerza, y eso permite
que funcione mejor el cerebro pensante. Entonces somos capaces de evaluar la crítica que nos
hacen y de decidir si nos importa o no. En segundo lugar, el Banco de Niebla reduce la cantidad
de críticas que recibirás. Un manipulador (como todos nosotros) opera regido por la ley
principal del conductismo psicológico, es decir: lo que da ganancias se mantiene, lo que da
pérdidas se cambia. Un manipulador usa la manipulación solamente porque le funciona y le da
beneficios, es decir, le permite conseguir lo que quiere. Si la crítica manipuladora no le sirve
para controlar tu comportamiento o tus emociones, tu crítico empezará a usarla cada vez menos,
hasta que -esperemos - cambie a una forma de comunicación más productiva. En tercer lugar, el
Banco de Niebla reduce el conflicto entre tu crítico y tú porque no se ajusta al «modelo
adversario» para determinar quién tiene razón y quien no la tiene, es decir, tú no has de
demostrar que tu crítico se equivoca para coger lo que quieres o para no sentirte culpable. El
Banco de niebla no merma la dignidad ni el respeto por sí mismo de tu crítico, o sea que no
empeora la discusión, como sucede a veces con el otro modelo.
De qué forma la gente os criticará a ti o a tu hijo: con la verdad, con los principios generales o la
lógica, y con la probabilidad
Para ver en qué consiste la habilidad verbal asertiva del Banco de Niebla y aprender a
usarla, veamos la forma en que suele criticarte la gente, y de qué manera puedes usar el Banco
de Niebla para hacer frente a esas críticas.
La gente te criticará de cualquiera de las tres maneras siguientes, o de todas ellas a la
vez. Te criticará con la verdad, te criticará usando los principios generales, y te criticará
esgrimiendo la probabilidad. Por ejemplo, digamos que estás leyendo un libro y yo decido
criticarte manipuladoramente usando la verdad. Pues me acerco y te digo:
-Conque de nuevo estás leyendo, ¿eh?
Si te hiciera algo así en la vida real, con un tono de voz negativo, es muy probable que
tuvieras inmediatamente una sensación visceral de pánico. Si eres como casi todos nosotros,
tendrías también una reacción involuntaria que te mueve a defenderte, sin haber pensado
primero por qué tienes que defenderte. Automáticamente, responderías a mi crítica de una de
estas dos maneras: con la negación o con una contracrítica. Lo más probable es que, sin
pensarlo, dejaras de leer e incluso que dejaras el libro, diciendo:
-Oh, no, no estaba leyendo nada, sólo miraba las figuras.
E incluso aunque no me dijeras nada semejante, mi crítica, basada en la verdad, haría que
te sintieras a punto de hacerlo.
De manera involuntaria, todos nos sentimos como niños culpables porque no estamos
habituados a ser nuestro propio juez, y aceptamos automáticamente lo que los demás dicen, sin
hacer ninguna evaluación. Con la práctica del Banco de Niebla, aprende que todas las críticas
manipuladoras que recibimos constan de dos partes: 1) por lo menos, algo que realmente el otro
ha observado en nosotros o en nuestro comportamiento (en este caso, un ciento por ciento de
verdad); y 2) el juicio subjetivo del manipulador sobre este comportamiento correctamente
observado (y en este caso, transmitido por mi tono de desaprobación).
Si tu crítico es una persona próxima a ti, y tú no estás entrenado para ser más asertivo,
probablemente empezarás a tu vez a criticarlo automáticamente, para así reducir la ansiedad que
te ha creado. A una de mis colegas le encanta contar cómo el Banco de Niebla le ayudó a
mejorar la relación entre ella y su marido. Según ella, una tarde estaba descansando después de
un día de muchísimo trabajo en la clínica, antes de ponerse a limpiar la casa y preparar la cena.
Su marido regresó a las cinco y media de la tarde y se quejó de que la casa era un follón. La
respuesta automática de ella fue:
-¿Y quién eres tú para decir nada? Me he estado matando el día entero, y perdí dos horas más en
ir a buscar a los niños y pasar por el supermercado. ¡Qué coraje! Como si yo no supiera lo que
haces tú en tu trabajo. Te pasas la mitad del tiempo con los pies sobre el escritorio, leyendo el
periódico, o charlando con las monísimas secretarias en la cafetería, y todavía te quejas. La
pelea duró toda la noche.
Después de haber aprendido esta técnica, mi colega refirió una ocasión en que estaba
sentada en el suelo de la cocina, leyendo una revista feminista, cuando llegó el marido y le
espetó:
-¡Aún no has preparado la cena!
A diferencia de la vez anterior, su respuesta a la crítica manipuladora no fue ponerse a la
defensiva, sino mirarlo con una sonrisa y decirle:
-Tienes razón.
Esa respuesta, contrariamente a la anterior, provocó en el marido un acceso de risa, al que ella se
unió.
La respuesta asertiva que quiero obtener es que me diga: «Puede ser que tengas razón,
Juan» (convenir en principio), y que siga tomando notas. Esta respuesta Banco de Niebla dice
esencialmente que por más que mi crítica pueda ser válida en principio o acorde con la lógica,
también es probable que no se aplique en esta situación concreta, y que el criticado (o criticada)
siga pensando que tomar notas es una buena idea. Al usar el Banco de Niebla como respuesta a
mi crítica, Susana no se deja llevar a un conflicto que la convierte en una adversaria que siente
que ha de demostrarme que le conviene tomar notas.
-Ya veo lo que te pasará de aquí a cinco años si sigues tomando notas y cuando vuelvas a
la compañía haces una presentación desastrosa de nuestro seminario. Tu jefe se dará cuenta por
fin de que eres una incapaz que no sabe seguir un buen consejo, cambiará de secretaria y a ti te
pondrá a atender el teléfono. Y ahí empezarás a ir cuesta abajo. Cada vez te darán trabajos
menos importantes, y cuando vean que no sirves ni para pegar sellos en la correspondencia te
pondrán de patitas en la calle. Y ya sabes lo único que una chica puede hacer allí... pero como tú
no sabes seguir los buenos consejos, también en eso serás un fracaso y terminarás de la peor
manera... ¡todo por haber insistido en tomar notas en este seminario!
La respuesta asertiva que quiero obtener de la alumna para mi crítica sirviéndome de las
probabilidades es que me diga: «Quizá tengas razón, Juan. Puede que sea así», y que siga
tomando notas. Esta vez, el Banco de Niebla como respuesta a mi crítica reconoce que yo le he
presentado un guión que es al menos posible, pero que no justifica que ella se ponga ansiosa-
mente a la defensiva. La probabilidad puede ser apenas de una en cien millones, pero no se la
puede negar completamente. Es decir, que el Banco de Niebla permite encarar la verdad en
términos de probabilidad. Tú sientes que las posibilidades de que tu comportamiento tenga un
resultado negativo son muy bajas, mientras que el manipulador las considera elevadas. Ninguno
de los dos puede demostrar que su previsión es correcta ni incorrecta, de modo que la respuesta
«Banco de Niebla», que admite la probabilidad de que el otro tenga razón, te permite evitar el
conflicto, no resta dignidad al que te critica ni empeora las cosas, y a ti te permite seguir con lo
que quieres hacer.
Al enseñar a tu hijo a afrontar bien las críticas aprendiendo el Banco de Niebla, ¿tienes que
asegurarte de que el niño entienda los matices y tácticas sutiles, como convenir en la verdad, en
principio y en la probabilidad? En realidad, no. Esa información es principalmente para ti, para
que puedas entender que no estás enseñándole un conjunto misterioso y experimental de
técnicas clínicas, sino una habilidad verbal ya puesta a prueba y de orientación conductista. Si tu
hijo tiene la edad suficiente y le interesa, enséñale los matices. Pero para que aprenda a
manejarse mejor basta en realidad con una práctica memorística de la actividad, del mismo
modo que aprendemos de memoria una lengua nueva y después la usamos con eficacia sin
necesidad de conocer su gramática como un experto.
Para empezar a enseñar a tu hijo a responder a las críticas con la habilidad del Banco de Niebla,
convierte la enseñanza en un juego con tarjetas donde escribiréis las críticas. A un lado de cada
tarjeta, escribe una breve crítica, tal como: Eres demasiado haragán; Podrías fregar mejor los
platos; Llevas el pelo demasiado largo; Podrías haber limpiado mejor el jardín; Eres un
desaliñado. Al otro lado escribe una respuesta en el estilo Banco de Niebla, como: Sí podría ser
más activo; Tienes razón, los platos podrían estar más limpios; Podría llevarlo más corto; El
jardín podría tener mejor aspecto; Podría ser más pulcro. Haz las suficientes para que tanto tú
como tu hijo tengáis por lo menos una docena, y empezad a intercambiar críticas y respuestas
«Banco de Niebla». Después de que los dos hayáis recorrido las tarjetas, volved a barajarlas
como un mazo de cartas y empezad de nuevo. Cuando te sientas seguro de que puedes confiar
en que tu hijo dará una respuesta adecuada, en este estilo, a tus críticas, asume tú el papel de un
crítico ante el que tu hijo tiene que actuar como un banco de niebla, como en el diálogo
siguiente.
DIALOGO 26
Enseña a tu hijo a hacer frente a las críticas de manera no defensiva y meditada, usando el
Banco de Niebla.
Nivel de edad: De los siete a los diecisiete años.
Escena: Tú criticas la ropa, los hábitos y actitudes de tu hijo, su trabajo escolar, etc., y el niño no
hace más que recibir tus críticas a la manera de un banco de niebla. Si se olvida y se pone a la
defensiva, tu critica siguiente ha de ser: - ¡Eh! Te pusiste a la defensiva y te olvidaste del Banco
de Niebla.
Tú: ¡Con esa ropa estás horrible!
Niño: Quizá tengas razón. Podría tener mejor aspecto. (BANCO DE NIEBLA y CONVENIR
EN LA POSIBILIDAD)
Tú: Y parece como si esa camisa la hubieras usado para dormir.
Niño: Le vendría bien un planchado, ¿verdad? (BANCO DE NIEBLA y CONVENIR EN
PRINCIPIO)
Tú: ¡Y esos pantalones! ¿Es que en tu casa no te lavan la ropa?
Niño: Eso se diría, ¿no? (BANCO DE NIEBLA y CONVENIR EN PRINCIPIO)
Tú: No tienes ni el menor gusto. Los colores de esa camisa son horribles.
Niño: Podría haber elegido una menos estridente. (BANCO DE NIEBLA y CONVENIR EN
PRINCIPIO)
Tú: Alguien que se viste de esa manera no tiene respeto por sí mismo.
Niño: Quizá tengas razón y yo debería cuidarme más. (BANCO DE NIEBLA y CONVENIR EN
LA POSIBILIDAD)
Tú: Si ni siquiera te ocupas de ti mismo, no has de esforzarte mucho en la escuela.
Niño: Es verdad. Podría esforzarme más. (BANCO DE NIEBLA y CONVENIR EN
PRINCIPIO)
Tú: Y apuesto a que tus notas no son como deberían ser.
Niño: Es cierto que podrían ser mejores. (BANCO DE NIEBLA y CONVENIR EN
PRINCIPIO)
Tú: Eso es porque no estudias bastante.
Niño: Quizá tengas razón y podría estudiar más. (BANCO DE NIEBLA y CONVENIR EN LA
POSIBILIDAD)
Tú: Y esta noche, en realidad, no estudiaste, ¿verdad?
Niño: (Poniéndose a la defensiva, se olvida del Banco de Niebla.) ¡Claro que estudié! Tú me
viste.
Tú: Pero en realidad, no estudiabas.
Niño: ¡Claro que sí!
Tú: Ahora estás discutiendo conmigo.
Niño: No estoy discutiendo. ¡Estudié!
Tú: ¡Estás discutiendo!
Niño: (Guarda silencio, comprendiendo que se ha dejado engañar y no ha usado la técnica.)
Tú: ¡Qué tonto! ¡Dejarte llevar a una discusión cuando lo que tienes que hacer es oponerme el
Banco de Niebla!
Niño: (Sigue en silencio.)
Tú: Y ahora te quedas ahí sentado en vez de seguir usando el Banco de Niebla.
Niño: (Si no se da cuenta solo, azuzado por un “¿Qué se espera que hagas tú cuando yo te
crítico?”) Tienes razón, me dejé llevar. (BANCO DE NIEBLA y CONVENIR EN LA
VERDAD)
Tú: Y te pusiste a la defensiva.
Niño: Es verdad, me puse a la defensiva. (BANCO DE NIEBLA y CONVENIR EN LA
VERDAD)
Tú: Te confundiste, y te pusiste tan nervioso que no sabías qué decir.
Niño: Sí, es cierto, no supe qué decir. (BANCO DE NIEBLA y CONVENIR EN LA VERDAD)
Tú: Y todavía estás nervioso.
Niño: (Olvidándose.) No, qué va.
Tú: Si no estás nervioso, ¿cómo es que te olvidaste otra vez del Banco de Niebla?
Niño: (Dándose cuenta.) Tienes razón, me olvidé otra vez. (BANCO DE NIEBLA y
CONVENIR EN LA VERDAD)
Tú: Y todavía estás un poco nervioso.
Niño: Sí, puede ser. (BANCO DE NIEBLA y CONVENIR EN LA VERDAD)
Tú: ¡Te estás frotando los pulgares!
Niño: (Inmediatamente deja de hacerlo.)
Tú: ¡ Y ahora dejaste de hacerlo!
Niño: (Mira hacia abajo, separa las manos y se las lleva a la espalda.)
Tú: Y ahora escondes las manos a la espalda para que yo no te las vea. ¡Y con todo lo que te
dije, te volviste a olvidar del Banco de Niebla! Te volví a engañar.
Niño: (Se da cuenta) Tienes razón, estaba frotándome los pulgares y me olvidé del Banco de
Niebla. (BANCO DE NIEBLA y CONVENIR CON LA VERDAD)
Tú: ¡Nunca aprenderás lo que te enseño!
Niño: Probablemente no. (BANCO DE NIEBLA y CONVENIR EN LA POSIBILIDAD)
Tú: ¡Mira que eres tonto! Tu hermana lo hace mucho mejor, y es dos años menor que tú.
Niño: Quizá tengas razón. (BANCO DE NIEBLA y CONVENIR EN LA POSIBILIDAD)
Tú: Te cuesta mucho aprender esta técnica.
Niño: Sí, tal vez podría haberla aprendido más rápidamente. (BANCO DE NIEBLA y
CONVENIR EN LA POSIBILIDAD)
Tú: Y además eres un tonto. Lo puedes hacer cuando es fácil, pero si te pongo nervioso, te
asustas y te olvidas de todo.
Niño: Tienes razón, cuando me pongo nervioso me olvido. (BANCO DE NIEBLA y
CONVENIR EN LA VERDAD)
Tú: ¡Eres un tonto, pero no quieres admitirlo!
Niño: Tal vez tengas razón, y no quiera admitirlo. (BANCO DE NIEBLA y CONVENIR EN LA
POSIBILIDAD)
Tú: ¡Renuncio a enseñarte!
Niño: Tal vez sea lo mejor. (BANCO DE NIEBLA y CONVENIR EN PRINCIPIO)
Tú: Y ahora te estás haciendo el listo con tu padre (o tu madre).
Niño: Probablemente sí. (BANCO DE NIEBLA y CONVENIR EN LA POSIBILIDAD)
Este diálogo destaca dos fases por las cuales pasan todos los que aprenden a afrontar
críticas con la técnica del Banco de Niebla. La primera es aprender simplemente las respuestas
típicas: Quizá tengas razón; Es posible; Estoy seguro de que eso es lo que sientes, etc. La
segunda fase es aprender a usar la técnica cuando alguien hace que te sientas automáticamente
culpable, ignorante o estúpido. Ambas son importantes, pero la segunda fase es la que permite
que tu hijo obtenga los verdaderos beneficios de aprender a refugiarse en el Banco de Niebla.
Cuando los principiantes se dan cuenta finalmente de que se están poniendo nerviosos y
reconocen que no tienen ninguna razón para ocultarlo o negarlo, han llegado a una medida de
conocimiento de sí mismos tan notable como la que se puede obtener en diez costosísimos años
pasados en el diván de un psicoanalista.
Para brindar a tu hijo esta beneficiosa experiencia, empieza por criticarle cosas que él o
ella espera que le critiques, como el color de su camisa o llevar la ropa arrugada. Después pasa a
las críticas «de verdad», las inesperadas, como insistir en que no estudió (o no estudió bastante),
o dar una interpretación negativa a comportamientos tan inocuos como rascarse una oreja,
frotarse los pulgares o mover rítmicamente un pie. Cuando tú actúas como si esas cosas fueran
pecados capitales, es muy probable que el chico se ponga a la defensiva sin saber por qué. Pero
si continuas en tu papel de crítico, encarnizándote -repetidas veces, y si es necesario, dándole un
empujoncito- con la reacción automática que lleva a tu hijo a sentirse confundido y estúpido, el
niño no tardará en darse cuenta de que nada de eso es motivo suficiente para sentirse angustiado
ni tonto. Cuando lleguéis a ese punto, él ya será capaz de responder con el Banco de Niebla a
críticas «reales» e inesperadas, lo mismo que a las críticas previstas en el curso de su práctica.
Una vez que se dé cuenta de esto, tu hijo habrá aprendido intuitivamente la base de toda
la técnica, y entonces no necesitará más que a) practicar respondiendo a las diferentes cosas por
las cuales pueden criticarlo, para así eliminar la reacción defensiva automática, y b) practicar el
Banco de Niebla junto con las otras habilidades verbales asertívas para resolver los conflictos
sociales que se le planteen con sus compañeros, con sus maestros y otros adultos, y con
vosotros, sus padres.
La Interrogación Negativa: cómo enseñar a tu hijo a manejarse con los cumplidos y las críticas
de las personas que son importantes para el niño o están Próximas a él. La Interrogación Positiva
(para cuando le hacen un cumplido) y la Interrogación Negativa (para cuando le hacen una
crítica)
Como el Banco de Niebla, la habilidad verbal de Interrogación Asertiva (positiva o
negativa) está pensada para ayudaros a ti y a tu hijo a hacer frente a los juicios, sean positivos
(cumplidos) o negativos (críticas), que otras personas hagan de vosotros. Aunque tal vez los
cumplidos sean difíciles de manejar para tu hijo, e incluso pueden tener intención manipuladora
-«¡Qué elegante estás, tienes muy buen aspecto con ese conjunto! ¿Puedes prestarme dinero para
almorzar?»-, mucho más comunes son las críticas que los cumplidos. Por consiguiente, como
todos nosotros, tu hijo necesita concentrarse en la práctica de la variante negativa de la
Interrogación Asertiva (Interrogación Negativa) para hacer frente a las críticas de las personas
con las que tiene que pasar buena parte de su tiempo: compañeros de clase, amigos, maestros,
familia.
Es importante que le señales que las críticas provenientes de otras personas no son más
que opiniones, juicios personales de ellas sobre el comportamiento del niño o de la niña, y no
normas dictadas en el cielo ni en el Congreso ni en el Tribunal Supremo, que uno deba aceptar
de forma automática. Lo lamentable es que, en su intento de hacer frente a esas críticas, si tu
hijo no está entrenado aceptará pasivamente la opinión como un hecho, o bien, para protegerse,
se enredará en una pelea verbal con su crítico.~Cualquiera de esas dos opciones empeorará las
cosas en vez mejorarlas.
La Interrogación Negativa enseña a tu hijo a explorar la opinión de la otra persona en vez
de limitarse a aceptarla o a defenderse de ella. Como la Interrogación Negativa no es un recurso
que genere adversarios, porque no desafía ni amenaza al crítico, con ella se le insta a que
abandone la manipulación y examine la necesidad o programa oculto subyacente en la crítica, y
que es la verdadera causa del conflicto.
Por ejemplo, es probable que tu hijo reciba muchísimas críticas de su mejor amigo. Será
una actitud crítica de índole manipuladora, centrada en su comportamiento o en su poca
habilidad para el fútbol o en las dificultades de relación con sus compañeros. A lo que no se
dirigirá nunca es a la verdadera razón de las críticas: que el amigo está enfadado porque el niño
(siguiendo tus instrucciones estrictas) no quiere dejarle -ni a él ni a nadie- usar su bicicleta. Al
utilizar la Interrogación Negativa para responder a esas críticas, en vez de enfadarse, tu hijo
terminará por acorralar a su amigo hasta conseguir que finalmente reconozca que lo que de
verdad le molesta es el asunto de la bici. Cuando se revela esa motivacíón oculta, tu hijo puede
tomar una decisión voluntaria y meditada respecto de si ha de aceptar o no los juicios de su
amigo.
Generalmente no es necesario usar la Interrogación Negativa en situa ciones conflictivas
en las que intervienen personas que probablemcnte no volverás a ver, como pueden ser
depenientes, camareras, azafatas de vuelo o mozos del aeropuerto. Si la relación no va a
continuar, las motivaciones o programas ocultos de la otra persona no te interesan en absoluto;
lo unico que quieres es impedir que siga manipulándote. El Banco de Niebla y el Disco Rayado
son las maneras más sencillas de resolver esa manipulación.
DIÁLOGO 27
Una demostración hecha en el aula de cómo hacer frente a las críticas personales valiéndose de
la Intemogación Negativa.
Escena: Yo estoy de pie ante una clase de treinta estudiantes que están aprendiendo a responder
asertivamente a las críticas basadas en alguna creencia personal del crítico.
Cuando tu hijo responde a las críticas basadas en el juicio u opinión de alguien con una pregunta
del estilo de «¿Qué tiene de malo mi forma de sacar la pelota de tenis?», Lo que está pre -
guntando realmente, de manera no defensiva y sin crear antagonismo, es ¿Cuál es la idea que
tienes tú del tenis que hace que mi saque sea malo?