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Viviendo un bello existir.

Claves sistémicas hacia la Paz


Viviendo un bello existir.
Claves sistémicas hacia la Paz.
Viviendo un bello existir.
Claves sistémicas hacia la Paz.
c Viviendo un bello existir.
Claves sistémicas hacia la Paz.

Textos: Elizabet Chaparro-Naqyhy y Danilo Rueda


Comisión Justicia y Paz

Directora Facilitadora:
Elizabeth Chaparro-Naqyhy

Apoyo facilitadora:
Danilo Rueda.

Apoyo Visual:
Juliana Chaparro

Apoyo Encuentro Género:


Viviana Martínez

Apoyo Encuentro Reconciliación:


Santiago Mera

Comité Editorial:
Yohana López y Danilo Rueda

Diseño e impresión: Ediciones Popayán Positiva

Los aportantes económicos del gobierno vasco no se hacen


responsables de los contenidos de este libro.

Popayán, Cauca, 2018.


Naqyhy

DESDE LOS DERECHOS HUMANOS


Y LOS DERECHOS DE LOS PUEBLOS

Nuestra apuesta por los derechos humanos ha estado al lado de


las víctimas, en los marcos del derecho internacional de los dere-
chos humanos y de los derechos de los pueblos, del derecho huma-
nitario y del derecho penal internacional. La apuesta ha significado
entre esos límites jurídicos, la recreación del derecho a partir de
las realidades específicas, y la construcción de nuevos sentidos a lo
jurídico a partir de esas realidades. La vida que regula el derecho
está a veces distante de otras dimensiones de los afectados, más
allá, de lo que se encuentra en un código penal y de una cotidiani-
dad que supera la normatividad.
La realidad nos aproxima a seres humanos en los que irrumpe
la autoridad de Estado deslegitimando su naturaleza como genera-
dor del bienestar y de regulador por las graves conductas, y prácti-
cas que en muchas casos, reflejan la sistematicidad de su criminali-
dad. Crímenes horrendos que hieren lo profundo de la humanidad.
Una fractura con la costumbre o lo que se ha enseñado a creer qué
es la autoridad. Y, claro, también nos encontramos en un contexto
de violencia socio política, expresiones de disidentes o alzados en
armas contra ese tipo de Estado, que en los territorios rurales, cons-
truyeron, algunos hoy persisten, otro tipo de legitimidad y de auto-
ridad, generaron cohesión social, y apuestas de poder. Sin embar-
go, el derecho a la rebelión en sus prácticas concretas no estuvo
exento de excesos, de abusos y también de graves conductas contra
el núcleo de la vida humana y las libertades. Y entre ellas, procesos
comunitarios construyeron sus propios derroteros de autodetermi-
nación, vida y dignidad entre una globalización del mercado que
ha ido definiendo el uso de la tierra, del sub suelos, de los bienes
comunes, y políticas públicas de techos fiscales, de garantías para
“derechos de los privados” en desmedro de las pocos derechos
realmente satisfechos por el Estado colombiano.
Durante estos 30 años hemos aprendido, desaprendido, re sig-
nificado y recreado. Hemos cometido errores, hemos también dado
5
en el punto. Siempre hemos estado en las realidades, en las concre-
tas, en lugares remotos donde se experimentan las violaciones de
derechos humanos, y la guerra; desde ellos hemos apoyado a cien-
tos de personas y procesos comunitarios, en medio de nuestras
limitaciones, lo hemos tratado de hacer con el mayor profesionalis-
mo y mística.
Hemos sido promotores de derechos humanos y los derechos
de los pueblos apostando a micro sociedades abiertas con apoyos
más allá de los asuntos legales, con apoyos psicológicos, comuni-
cativos, educativos, agroambientales, de infraestructura en vivien-
da saludable y saneamientos básicos, cartografía y sistematización
territorial en plataformas digitales, entre otros, siempre como par-
tes de un todo.

HUELLAS EN EL CUERPO, LA MENTE Y EL ALMA

Entre 1990 y hasta el 2014 a través del proyecto educativo dea-


che y luego con grupos de psicólogos vinculados con nuestra Comi-
sión de Justicia y Paz, construimos iniciativas para la salud comu-
nitarias con enfoque psicosocial bebiendo de las fuentes de Martín
Baró, enfatizando los mecanismos y efectos de la guerra en sus
diversas facetas psicológicas y fácticas para desmembrar tejidos
sociales, silenciar y garantizar la impunidad. Miramos la capaci-
dad de afrontamiento, de resilencia, más allá de la resistencia. En
esos procesos de apoyo a comunidades desde Trujillo hasta el Bajo
Atrato, Meta, Putumayo, Cauca, Huila, Valle, Antioquia, observa-
mos esos mecanismos de destrucción que generaron también res-
puestas inicialmente que solo llamamos de sobrevivencia, de resis-
tencia. Luego superada una fase traumática, empezamos a hablar
de afirmación integral de derechos, que entre otras maneras se
expresan por los proyectos de vida, y ahora, en su dimensión más
precisa, en un poder consciente de transformación en una demo-
cracia profunda.
En ese encuentro con procesos golpeados, a veces estructural-
mente por la violencia socio política, constatando desde 1996, que
el paramilitarismo era más que una estrategia de represión contra
civiles a los que se considera base de la guerrilla o parte de un movi-
miento alternativo y alterativo, o de exterminio a quien se conci-
biera como un indeseable social se observaron una serie de res-
6
puestas de las comunidades entre la complicidad y la resistencia,
entre la sobrevivencia básica y la superación del asistencialismo, a
la proyección concreta de sus derechos ante un Estado incapaz de
asegurarlos, y desde ahí proyectando en su cotidianidad iniciativas
de transformación estructural, con debilidades y aciertos.
Hemos desarrollado iniciativas nunca acabadas, siempre en
renovación en el campo psicológico desde la memoria, con proce-
so de catarsis, de elaboración del duelo y afrontamiento del miedo.
Hemos ido descubriendo, a pesar de la dureza de la tragedia, que
los movimientos de la guerra y de las violaciones de derechos
humanos, aparentemente azarosos y destructivos, están ubicados
en contextos particulares, en antecedentes de memorias concientes
e inconcientes, y por eso mismo, se convierten en posibilidad de
ser vistos, asumidos más allá de su irracionalidad y crudeza como
un potencial de la Vida.
Intentando sistematizar lo vivido, nos encontramos con fases
que se entrecruzan en los procesos comunitarios desplegando las
fuerzas de la vida entre la muerte violenta, la destrucción ambien-
tal.
Así ubicamos las fases de sobrevivencia. Un primer momento
de respuesta a la situación, que en cada contexto, en cada proceso
social, ha tenido diversos tipos de respuesta para salvar la vida. La
fase de resistencia, luego de la sobrevivencia, es la de toma de con-
ciencia en la identificación de razones por las que se fue vulnerado,
por las que se cometió la violación y el desarrollo en el diario vivir
de mecanismos para identificar lo destruido, enfrentar el miedo e
intentar reconstruir la vida.
Vino esa fase de afrontamiento ante la cual muchos decidieron
desistir, decisión respetuosa, y otros se lanzaron a explorar el ries-
go de rehacer los sueños y la reconstrucción de lo destruido, en
medio de serios peligros a la vida e integridad, y a la libertad. Así
nació la recreación del derecho interno e internacional con las
Zonas Humanitarias, las Zonas de Biodiversidad, los Espacios de
Refugio, las Zonas de Reserva de Protección, las Ecoaldeas de Paz,
los Espacios Humanitarios. Y con ellas, la resignificación de las
propuestas de atención psicosocial de Martín Baró, todo como
apertura a una segunda fase: el afrontamiento reconstructivo.
El movimiento interno del espíritu de los diversos procesos
sociales se dirigió a una tercera fase, preconizada hace 18 años y
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hace unos años concretada en escenarios de la construcción de paz
con la afirmación de derechos y la concreción de los mismos a
pesar, y ante la incapacidad y ausencia del Estado, por los propios
esfuerzos por la dignidad
Ese mismo movimiento condujo a la creación de micro pode-
res, de nuevos poderes colectivos, a la creación de micro mundos
o experiencias restauradoras, transformantes integrales de justicia,
con independencia de que el Estado existente la cumpla, y con la
transformación hacia un poder consciente en un bello existir. La
vida como una democracia profunda que nace de corazones, men-
tes y cuerpos transformados; que cesan la queja, más no la palabra;
que rompen las lealtades al sufrimiento, a la negatividad; dispuesta
a la conexión propia, a la familiar, a la social, a la ambiental, a la
política con otros.
Hoy arriesgadamente, rompiendo nuestros propios paradig-
mas, reconociendo que el o los hechos traumáticos suponen traba-
jar con lo más depredador de nuestra naturaleza humana, pero tam-
bién con la consciencia de todas las posibilidades que nos ofrece
de, en la fealdad percibir lo bello, la fuerza de la vida. Hemos ido
profundizando en que la salud mental “no es solo la carencia de
síntomas, es haber desarrollado plenamente tu potencia” 1
El desarrollo de dicha potencia es la creatividad, la creación de
lo nuevo. Escribe Mindell en Democracia Profunda de los Foros
Abiertos “Sin conciencia de nuestra capacidades de interacción,
el poder social por si solo nunca podrá resolver nuestros proble-
mas estructurales”. Y eso es el poder consciente en el que se sos-
tiene y se experimenta la democracia profunda, el de la bella locura
de Cortázar.

ENTRE LA VERDAD DE VERDADES

Así nos hemos encontrado desde M Baró, B Hellinger, A St


Just, C Jung, J Garriga, I Roth, A Mindell, de N Mandela, de D
Tutu, de W Ospina, de J Cortázar, de M Onfray, de F Nietzche, de
M Ghandi, de D Tutu, de T Chardin, del Jesús histórico en textos
del NT, asumiendo una visión sistémica del trauma con métodos
innovadores que buscan salidas estructurales en el campo del alma
1
Bourquin, P. En Fuerzas que sanan.

8
sobre asuntos intergeneracionales o de perpetuación de la violen-
cia y de las lucha sociales, alimentando una construcciones alter-
nativas en los derechos a la verdad, a la justicia, a la reparación
integral y al ambiente sano, a las relaciones entre hombre y mujer,
generando rupturas a lealtades inconscientes que obstaculizan el
fluir de la vida y la construcción del equilibrio, de la conexión o de
un sentido de la justicia sanador transformante: Ubuntu. Nosotros
decimos: ¡Bello Existir!
Y en fin, como parte de la historia humana, nos permiten ver
nuestro origen en un sistema de vida más amplio, de minerales, de
agua, de plantas, de animales que nos preceden en el origen de
nuestra naturaleza. Nuestro ADN, el de hace 3.500 millones de
años es más que lo biológico, una memoria inconsciente, reptilia-
na, y una tejida en el ambiente, memorias interconectadas con
otros, sea que los conozcamos o no, y que nos llevan a repeticiones
o compensaciones insanas, que nos alimentan el amor ciego, la
venganza, el odio, la enfermedad. El proceso histórico muestra las
pulsiones de la vida entre la muerte biológica, la muerte natural, la
muerte violenta, y las diversas dinámicas de explotación y de
exclusión que llaman a la vida, que son parte de ellas, que se ofre-
cen como posibilidad, como oportunidad transformante.
Somos de alguna manera, vagamundos, buscando la plenitud,
la que la guerra interrumpió o llamó a la vida, para derruir el con-
fort, para atizar del odio el amor. Dice Chardin, “impulsado por el
amor, los fragmentos del mundo se buscan mutuamente, de mane-
ra que el mundo pueda llegar a ser”.
Somos parte de ese otro, es nuestro fragmento, nuestro espejo,
el violentado y el violentador. Somos una construcción social en y
a través y con ellos, o ellos son parte de nosotros mismos, de nues-
tra naturaleza humana. Impulsados por el amor, la fuerza de la vida
buscamos aquello que nos ha sido arrebatado o que permitimos
que se nos arrebatara, pero es solo posible en el otro, sin el otro,
incluso, el contrario, el contradictor. Restablecer el equilibrio, el
sentido de lo justo, la superación de la venganza, de la enfermedad,
de las rupturas, y ese otro, estará en su disposición de decir, sí o no,
de acallar, de negar y de rechazar, y será su asunto por resolver,
pero del que el otro, el afectado se desprende para construir el amor
a la vida
Nunca lo vemos, o lo desconocemos, operamos bajo presun-
9
ción de una buena conciencia, y en realidad bajo una urdimbre cul-
tural estamos presos de fuerzas inconcientes del reptiliano que
están en nuestro interior, que domina las decisiones más honestas a
nombre de las transformaciones o del mantenimiento del dominio.
A través de ella, la exclusión y las nuevas formas de esclavitud se
perpetúan. Venimos de historias, de ancestros, a los que2podemos
estar atados, en amores insanos, en lealtades ciegas a destinos
desastrosos, a intentar entre los fracasos, sin escuchar las fuentes
de esa otra sabiduría que nos está llamando a la transformación
estructural.

“Los modos en que actúa nuestra conciencia. No solo nues-


tra conciencia sentida, que sentimos como buena y como
mala conciencia, fue sobre 3todo el conocimiento de una
conciencia que actualmente nos es mayormente inconcien-
te, que está sujeta a otras leyes que nuestra conciencia cons-
ciente” 2

El enfoque sistémico contribuye a vernos allí, en los intersti-


cios del alma, en el lugar en que aparece lo inconsciente en lo cons-
ciente, sin ser reconocido, en aquello por lo que abogamos, a veces
insanamente, verdad, justicia, reparación y garantías de no repeti-
ción. Derecho sí, exigencias sí, que podrán desatar las fuerzas de la
vida más innobles o nobles de nuestro ser humano con mayor fuer-
za en la medida en que seamos concientes de lo que nos correspon-
de.
Y, para que esos derechos siempre exigibles, pocos hechos rea-
lidad por los Estados, para que esa condición de la violencia sea
realmente transformante, lo es y lo será, al ver, y reconocer aquello
que la vida nos ha dado, con todo lo doloroso, como expresión de
algo que no funciona, que fue destruido y que nos llama a ser asu-
mido como una posibilidad individual y social de un nuevo pro-
yecto de país, de la construcción del equilibrio.
Reconocer la propia historia, las desconexiones profundas, que
se suman a otras más visibles de la violencia, de las rupturas emo-
cionales, posibilitando tomar conciencia del orden del amor. Esto
no es banalizar el rol de los operadores estatales en la violencia, se
2
Hellinger, Berth. En p. 102

10
trata de ubicar nuestra condición humana, la de todas. Somos naci-
dos del amor, como haya sido, de un hombre y una mujer. Somos
obras hacia el amor, que con las situaciones traumáticas invisibles,
heredadas de los núcleos familiares, nos atrapan, sin saberlo sin
reconocerlo, en situaciones que se profundizan con la violencia
armada, que bloquean e imposibilitan impulsar los proyectos de
vida, que nos enferman, que nos sustraen de la alegría, que nos atan
a dinámicas repetitivas de destrucción o de venganza con “buenas
conciencias” y amores infantiles.
Esos elementos que sostienen la vida como fruto del amor, la
vida como realidad de tragedias y posibilidades, son el reconoci-
miento de que todos tenemos un lugar. Nadie puede ser excluido, ni
siquiera los contradictores. Todos tenemos el derecho a pertenecer
y somos parte de una familia, de un clan, de un grupo, y de la patria
y la matria.

Esta perspectiva terapéutica es una apertura de la propia


alma, al alma grande de la Vida. El facilitador más recono-
cido por proyectar el enfoque sistémico desde el siglo pasa-
do, Berth Hellinger, desarrolló su trabajo misional y antro-
pológico, encontrándose en esos campos de memoria, de
energía del Gran Alma en el alma familiar y en el alma del
proceso social de los Zulu, en Sudáfrica. “Detrás de nues-
tra vida actúa una fuerza originaria, en la que actúa y tam-
bién sufre del mismo modo la vida. Cuando una persona
sufre, sufre en él otra fuerza más grande” 3

Ese acumulado de exploraciones terapéuticas, literarias, esté-


ticas, políticas es parte del tejido de la construcción del poder cons-
ciente, el poder transformante. Una memoria que honra la Vida,
que asume el dolor para superar el sufrimiento, que grita a la Vida.
Que promueve ese yo soy poder en otros, al servicio de la vida, de
la democracia profunda, de la justicia socio ambiental. Allí reco-
nectando, lo que una situación traumática interrumpió antes o en el
presente, haciendo visible lo invisible, para evitar su ciega repeti-
ción en las nuevas generaciones.
Los traumas, lo abrumador, las repeticiones dramáticas violen-
3
Hellinguer, Berth. Felicidad que permanece. Ed RIG. 6ta Ed. Pag. 97

11
tas, vistos desde los hilos invisibles que se expresan en lo somático
expresan un desequilibrio en el sistema, además de los personales,
los comunitarios, los organizativos, que para su resolución asume
unos principios del amor que deben ordenarse, armonizarse, en el
respeto al lugar del otro, a su ser, sin su sustitución, su negación o
su exclusión, y a un equilibrio entre el dar y el recibir.
Somos memoria, vivimos del recuerdo y de conexiones pro-
fundas como en la película Coco: “este lugar funciona con recuer-
dos. Cuando tus seres queridos te recuerdan, ponen tu foto en la
ofrenda y puedes cruzar el puente para visitar a los vivos el día de
los Muertos” (…) “Esta es la única noche del año en la que nues-
tros ancestros pueden visitarnos. Ponemos sus fotografías en la
ofrenda para que sus espíritus puedan cruzar hasta nuestro mun-
do. ¡Si no las ponemos, no pueden venir! Preparamos toda está
comida, mijo, y pusimos todas las cosas que ellos amaban en vida”
Nuestras víctimas son parte de la historia, les honramos en la
Vida, más que en la muerte, les honramos en su dignidad, en su
recuerdo, en cada construcción sana de lo nuevo, en el recuentro
con las verdades de la verdad que desata la asunción de las liberta-
des, y que está siendo otra historia diferente, por eso se danza, se
come, se alivian las almas, cuando lo negado, lo excluido, lo recha-
zado es reconocido.

Verdades de la verdad y el sentido de la justicia

El litigio legal ubica a unos terceros formalmente, uno de ellos


como la justicia, y otros en defensores de las dos partes sin la posi-
bilidad del contacto, la mirada, el encuentro entre el afectado y el
perpetrador. La humanidad codificada imposibilita llegar a esas
verdades que están más allá de los expedientes, de las narrativas
orales o de los alegatos, generando mayores distancias, y alimen-
tando abismos insondables. La verdad procesal, distante de la ver-
dad real de los hechos y de las otras verdades silenciadas de cada
parte, conducen a nuevas amarguras, a nuevas insatisfacciones o
situaciones traumática renovadas, agravadas o profundizadas. Se
construyen entonces visiones totalizantes, verdades únicas que
desconocen, que niegan, que excluyen y que rechazan haciendo
tardía o imposible la reconexión.
La operación judicial pretende aportar a ese equilibrio y ha ido
12
desarrollando avances importantes con el contexto. Sin embargo,
más allá de cuestionar o no la objetividad de los contextos históri-
cos y sociológicos, existen historias arcaicas, elementos más sub-
jetivos que heredados ciegamente o desconocidos son fundamen-
tales de reconocer para que sea posible la conexión, la sanación y la
restauración de la dignidad.
La concepción de la justicia a veces se desliza hacia la vengan-
za, hay justicia si hay sanción carcelaria. El punitivismo, mayor
cárcel, se convierte en lo justo. Sin embargo, hemos observado que
en los pocos casos. Las distancias que genera per se el hecho vio-
lento se puede profundizar en el sistema penal existente, afirmar
esto de ninguna manera descalifica el derecho o la necesidad de un
sistema que pueda regular nuestras relaciones ciudadanas y las
nuestras con el Estado.
Pedimos, exigimos, abogamos por la justicia penal y encontra-
mos el sistema de la impunidad. Asumimos como una creencia que
los aparatos de justicia harían, según unas normas, el restableci-
miento de los derechos vulnerados. Eso sigue siendo una quimera
en la mayoría de los casos, mucho más cuando se trata de poderes
ocultos. Tal situación ata al ser humano a repetitivas lamentacio-
nes, a nuevos síntomas de enfermedad mental y física, a la exclu-
sión, a la negación y el rechazo, al vínculo insano y desconocido
que la violencia estableció con el perpetrador.
Abogar por la justicia legal en medio de un sistema cimentado,
casi que totalmente para la impunidad de unos, deja a las víctimas o
los afectados con las consecuencias del hecho traumático y con
una carga adicional sin resolver, la del perpetrador que está sobre
seguro en el marco legal, indiscutiblemente, no en su cuerpo, en su
alma, en su mente. Asunto sin resolver que por lo menos, si las vic-
timas asumen lo que les corresponde y dejan al otro sus asuntos,
rompe una atadura malsana y restablece en el nivel del ser otro tipo
de relación del afectado con el responsable.
Así que los desafíos de la justicia son más que lo jurídico y con
lo jurídico la reconexión, el equilibrio. La búsqueda de la justicia
es restauración del equilibrio integral, de aquello que ha sido inte-
rrumpido, un proceso que puede posibilitar la movilización hacia
la Vida o a circuitos insanos de venganza, que luego se traduce en
nuevas situaciones traumáticas que se expresan psicológica y cor-
poralmente, y se traslada de una generación a otra.
13
Agotar el sentido de la justicia o de su rostro más cercano que es
la impunidad jurídica, imposibilita la restauración plena. Abstraer-
se de las verdades reales, de las responsabilidades concretas con
otros seres humanos, traslada a otro ser social heredado, a la memo-
ria intergeneracional, lo conflictivo y lo contradictorio que imposi-
bilita la armonía. Las nuevas dinámicas de tensión, de negación, de
rechazo del otro, de la destrucción de los sistemas de la vida, por
mecanismos de acumulación obsesiva, llevan a la propia autodes-
trucción, más allá de las previsiones técnicas e ideológicas o de las
miradas funcionales de la vida, que evitaron asumir la responsabi-
lidad.
Si la impunidad es jurídica, es también impunidad social, impu-
nidad ambiental, así, la dinámica de la justicia es búsqueda de una
restauración transversal. Es el derecho con aspectos más compren-
sivos, universales de la naturaleza humana, del ser, del movimien-
to de la vida, de la necesidad de conexión para superar integral-
mente lo traumático o darle un sentido emancipador, y esto lleva a
las esferas de la salud, que comprende el cuerpo, la mente y el
alma.
La violencia estableció un vínculo entre la víctima y el victima-
rio desconocerlo, obviarlo, evadirlo es trasladar a otra generación
la resolución de un asunto que hará inviable una vida sana, que
tampoco, el aparato judicial restablecerá porque sus ámbitos de
competencia son limitados. Y si ese aparato judicial sostiene la
mentira y la impunidad revictimiza y hace presos a las víctimas o
los sobrevivientes de nuevas dinámicas de sufrimiento.
Reconocer que el victimario también tiene dignidad es ubicar-
nos en el mismo lugar de pertenencia a la humanidad. Esos otros,
que tienen sus propias historias de sufrimiento, a veces heredadas,
y que se desenvuelven luego en operaciones armadas, con odio,
con sevicia al que conciben como un enemigo sin dignidad, en res-
puesta a su propio sufrimiento o compensando una injusticia sin
resolver en un amor irracional a una institución. Asuntos invisi-
bles, en el mundo del sistema de ambas familias que se vinculan, la
de afectados y afectadores, que conllevan lo que aparece como un
sino con sentidos de sufrimiento y de venganza.
Reconocer al otro, al victimario es darle un lugar, es ubicarlo,
no solamente como el responsable, también como aquel con quien
se ha establecido un vínculo como consecuencia de lo que me fue
14
destruido. Cuando hemos caminado con los afectados, el enfoque
sistémico nos lleva al otro, al perpetrador, como posibilidad para
ambas partes y para las futuras generaciones de lograr el equilibrio
y la superación traumática y evidentemente para la construcción de
lo nuevo. Todos tienen un lugar, todos tienen que ser reconocidos y
debe establecerse en el interior de cada uno, y en lo posible en diná-
micas sociales esa simetría entre el dar y el recibir, entre el recono-
cimiento de lo generado y la reconstrucción de las dignidades, la de
todos.
E insistimos eso no significa desistir de la exigencia de justicia,
pero sí de asumir, sus límites y de redefinir un abordaje sano, más
allá del carcelario con los perpetradores o de comprender que la
justicia es más que la cárcel Estamos en un momento histórico para
enfrentar la impunidad jurídica, también la impunidad social. Esta-
mos construyendo propuestas y posibilidad y esto con independen-
cia que unos y otros, víctimas y victimarios, facilitadores, estamos
entre nuestras diferencias dimensionando los hilos invisibles de
unas, de miles de historias que nos atan, que nos enferman al recha-
zarlas, al desconocerlas o evadirlas.
Entre las contradicciones sociales, políticas, económicas, ante
las que no somos ingenuos, estamos acá asumiendo que el derecho
a la salud es transformante, cuando “el alma puede respirar tran-
quila y profundamente, cuando estamos en sintonía con nosotros
mismos y fluimos con la vida. Estar sano quiere decir estar en
continuo contacto con uno mismo, sentir, también encontrar el
tiempo de parar y contemplar la propia vida y percibir que es lo
adecuado para uno. En otras palabras: estar presente” 4
Y ese presente es una mirada de la realidad como es, para pro-
yectar un nuevo país, con seres humanos donde los satisfactores
materiales están interconectados con un vivir libre, es decir, sano,
4
es en otras palabras: el bello Existir, el estar presente. En el uno con
otros, en el uno con todos.

El bello existir

Una persona es una persona por los demás. Sistema. Yo soy


porque nosotros somos. El origen de la palabra es de la tribu Zulu,
4
Bourquin, P En Fuerzas que sanan. Pag 5

15
integrada por 9 millones de personas en Sudáfrica y Mozambique,
usan esta expresión entre todos y del equilibrio. Nelson Mandela la
retomó, luego de 27 años de prisión por razones políticas, y en la
construcción de nuevo proyecto de país, con una apuesta horizon-
tal e incluyente, de todos, incluyendo los que antes eran vistos
como los enemigos. “Si quieres la paz con tu enemigo debes traba-
jar con él. Entonces te conviertes en su compañero” como decía
Nelson Mandela. La contradicción, lo traumático se resuelve en la
conexión, en la síntesis.
Comprender todos los elementos significantes y los invisibles
de circunstancias de modo, de tiempo, de lugar reflejan otros movi-
mientos, que llaman a la necesidad del equilibrio, que generan una
interacción entre el afectado y el perpetrador, que dan sentido a
memorias arcaicas y presentes, que atraviesan núcleos personales,
societales, nacionales y globales.
Lo nuevo, el sentido armonioso es de la creación de condicio-
nes materiales de vida en asunción libre por la vida como es. Si, “el
ser social determina la conciencia”, punto base de la historia,
según Marx, ese ser social debe estar en la libertad, debe desatar
sus potenciales más allá de un entramado judicial, más allá de unos
satisfactores materiales, que son básicos pero insustanciales si
carecen de plena libertad.
Guattari se pregunta “¿cómo modificar las mentalidades,
cómo reivindicar prácticas sociales que devuelvan a la humani-
dad el sentido de las responsabilidades, no sólo de su propia su-
pervivencia sino del futuro de cualquier vida en este planeta?” 5El
objeto Ecosófico 1996,146. Así surgen, “núcleos de toma de con-
ciencia”, “empresas fragmentarias, “iniciativas precarias” que
se constituyan en “conformaciones colectivas de enunciación”,
generando “otras maneras de ver y de hacer el mundo, otras mane-
ras de ser y de sacar a la luz modalidades de ser”. Y desde ese
lugar transformante, de gestación de lo nuevo, el enfoque sistémi-
co abre al mundo de lo inconsciente y sus leyes, que por su desco-
nocimiento, llevan a eterno devenir de repeticiones, sin transfor-
maciones estructurales del sujeto y de la colectividad.
El Bello Existir, asume en la memoria esos elementos incon-
cientes que llevan a construcciones ciegas del poder, a reconocer
5
Guattari, Guilles. El objeto ecosófico. Pag 146. 1996

16
los movimientos que atan a un pasado de sufrimiento que impide el
presente, a asumir una búsqueda sana de la justicia en un proceso
de democracia socio ambiental.
En el bello existir, se asumen los satisfactores materiales, de
techo, de educación, de salud, de alimentación, de derechos, pero
experimentando que las transformaciones de la mente, del cuerpo
y del alma son las que cimientan transformaciones de fondo.
Desmond Tutu expresó: “una persona con ubuntu es abierta y
está disponible para los demás, respalda a los demás, no se siente
amenazada cuando otros son capaces y son buenos en algo, por-
que está seguro de sí mismo ya que sabe que pertenece a una gran
totalidad, que se decrece cuando otras personas son humilladas o
menospreciadas, cuando otros son torturados u oprimidos”
El bello existir es un buen vivir sano en el proceso del alma, del
cuerpo y de la mente en un nuevo proyecto de país incluyente e
integral. El bello existir es distante de una asunción eminentemen-
te material que crea nuevos borregos lógicos o satisfacciones mate-
riales que abstraen de la transformación plena de los seres huma-
nos, de su naturaleza y de su ser en toda la naturaleza.
Así la lucha por lo nuevo, por la justicia, el hombre y la mujer
nueva es ese poder consciente. “La democracia, que en principio
se esfuerza por empoderar a todas las partes, no puede funcionar
mientras se identifique exclusivamente como un modelo para
estructuras externas. Para hacer de la democracia una experien-
cia interna, debemos involucrarnos en el diálogo interior y así
crear una democracia profunda”, escribió A Mindell.
Estamos ante esa posibilidad o la del despliegue por la vida que
cambia en la política generando unas mejores condiciones mate-
riales de vida con referencias fácticas y técnicas que desconocen el
adobamiento de la esclavitud a través de la seducción haciéndonos
experimentar felices, cuando en realidad estamos felizmente
esclavos.

Lo que aquí presentamos

Entre todas sus incertidumbres, donde la Paz sepulcral ha ido


dando paso a la Pax Neoliberal, el proceso de La Habana y el de
Quito, abrieron posibilidades para reconocer un poder consciente.
Este construye experiencias microlocales, que nacen de nuevas
17
almas, mentes y cuerpos en la Construcción de la Paz de la Recon-
ciliación, que asume lo personal, lo social dando un contenido a la
justicia socio ambiental, y que también afronta las nuevas dinámi-
cas del conflicto armado político y las de nuevas generaciones de
violencias sociales, derivas de la incapacidad de sectores del Esta-
do, de sectores de la clase política y empresarial de reconciliarse
con la sociedad.
La construcción de la paz requiere nuestra sanidad, la ubica-
ción de los traumas en su lugar, reconociendo nuestro potencial de
afrontamiento, las posibilidades de transformación de lo traumáti-
co en conexión con la Vida, como es. Sí, incluso aquella que en lo
más trágico y doloroso de nuestra realidad, de las fragmentaciones
heredadas desde la independencia, la guerra de los mil días, y la
padecida en los últimos 70 años, se nos ofrecen para encontrarnos
todos a los ojos y decir: yo pertenezco, yo merezco, soy parte de
este país llamado Colombia, la matria que me parió, el país en que
nací, que es mío, tuyo, nuestro, en la madre tierra, en que nací,
naciste, nacimos.
Nos encontramos con muchas dimensiones de rupturas que son
parte de nuestras situaciones traumáticas, algunas de ellas hereda-
das, desconexiones con nosotros mismos, con nuestras familias, y
con el alma grande de la vida, con la dicha Pacha Mama con nues-
tro proyecto de País. Todo ello se refleja en el lenguaje de odio, en
el lenguaje de terror, en la visiones de enemigos internos, en el des-
conocimiento de las energías masculinas y femeninas.
El impacto de la violencia socio política es histórico, directa e
indirectamente, interconectado entre personas, y las familias, en
las comunidades, en las instituciones, en el territorio, sumando a
los traumas de cada persona y su núcleos cercanos de afectos. Las
mismas situaciones traumáticas han sido un potencial de creativi-
dad, que hoy estamos trabajando de la relación de la parte con el
todo; asumiendo las situaciones traumáticas en contextos más
amplios, en visión de los elementos invisibles del inconsciente que
generan lealtades a la muerte, a la enfermedad, a la sustitución de la
historia del otro. Los traumas individuales son sociales, los socia-
les son individuales, las exclusiones operan como rechazo al otro
obstaculizando un proyecto de reconstrucción y de país. Las verda-
des negadas, rechazadas o excluidas son una expresión del miedo
a la libertad, sus enunciadores desconocen la dignidad de los otros,
18
negando la propia, aunque no lo vean. Hacen inviables sus propios
duelos y se generan nuevas tensiones que van transmutando de
generación en generación. La conexión de relaciones rotas con
generaciones previas, las que no conocimos de la violencia históri-
ca, de nuestras familias de origen, de comunidades y de asociacio-
nes, son un potencial de superación de la aparente dicotomía entre
víctimas y perpetradores.
El trauma se supera en la inclusión en el corazón y en la inclu-
sión social de unas mentes, unos cuerpos y unas almas en sanación.
Esa es la nueva conciencia ciudadana, que en la memoria sanadora
honra a asesinados y desaparecidos, y que los desplazados y desa-
rraigados, los expoliados, y la propia tierra sigue expresándose en
un Sí a la Vida, sí a la realidad como es para transformar lo que es
desde mi ser consciente en el que soy con otros. Ese mismo poder
consciente en la democracia profunda que reconoce la dignidad de
todos, de las víctimas, de los perpetradores y de todos los que
somos parte de este país.
Esperamos animar a otros a reconocer esta propuesta muy en
consonancia con el momento histórico que vivimos sectores del
país, ese tiempo en que todo tiene sentido de experimentarnos
como hijas e hijos, de una misma matria en un país llamado
Colombia. Empezamos a explorar respuestas a estas muchas pre-
guntas con el enfoque sistémico del cual presentamos aquí solo
unas referencias, de un trabajo que ya se acerca a tres años y medio.
Aquí algunas de esas preguntas:
¿Cómo honrar la Vida entre tanta vida deshecha por la guerra
militar, por la guerra política, por la guerra ambiental? ¿Cómo cua-
lificar las apuestas transformantes, los potenciales desarrollados o
cómo abrazar lo traumático como posibilidad de una vida sana, de
un bello existir? ¿Qué es el género, qué son las fuerzas masculinas
y femeninas en la identidad del movimiento social? ¿Cómo asumir
la impunidad jurídica existe y seguir exigiendo justicia optando
por una vida personal y social, transformada? ¿Cómo reconocer al
perpetrador desde mi dignidad y la de él? ¿Cómo reconocer los
hilos invisibles de las historias genéticas arcaicas, las personales y
familiares, y sus secretos con esos episodios de violencia socio
política? ¿Cómo seguir reconstruyendo la memoria, y significando
el derecho a la verdad y la justicia? ¿Cómo seguir construyendo un
mejor estado de la vida, en medio de la continuidad de la violencia
19
política, y de las nuevas criminalidades? ¿Cómo seguir constru-
yendo la auténtica paz que está de la mano de la justicia socio
ambiental, cuando la sociedad del engaño, cuándo la sociedad
manipulada, cuando la sociedad sesgada por odios inoculados,
trivializa la entrega de armas de más de 8000 personas que se alza-
ron militarmente para objetar un sistema llamado “democrático”?
En un año, esperamos contar con nuestra segunda publicación
de un Bello Existir 2 una sistematización del trabajo adelantado
sobre la superación traumática en la construcción de la paz territo-
rial y ambiental.
Gracias a nuestros ancestros, a nuestros sistemas de origen, a
los de sangre y a los de nuestra organización, a los de Elizabeth
Chaparro, gestora de Naqyhy, asesora y terapéuta sistémica, con
estudios de antropología; quien con Danilo Rueda, defensor de
derechos humanos, Danilo Rueda, ha venido tejiendo a tiempo y
destiempo hilos invisibles del amor eficaz, entre sus propias fragi-
lidades que les dan vida, al lado de Yohana López, Viviana Martí-
nez, Santiago Mera, que en han aportado a este escrito. En medio
del amor insano, al amor sanador, que nos encuentra a todos, como
seres humanos, en igual dignidad. Volver al principio. Naqyhy, en
Muisca.

SIETE ENCUENTROS CON LA VIDA

20
En estas páginas acompañadas de algunas imágenes se encuen-
tra la aproximación inicial al proceso de trabajo terapéutico con
enfoque sistémico que se desarrolló en siete encuentros entre el
segundo semestre de 2017 y el primer bimestre de 2018.
En el mismo participaron comunidades del Valle del Cauca y
del Bajo Atrato, Chocó, de manera central y prioritaria, pero tam-
bién de otras regiones y departamentos a quienes se les convocó a
esta posibilidad, como Meta, Putumayo, Huila, Cauca, Antioquia.
La población central a quien prestó este servicio sistémico
fueron delegadas y delegados de población rural que se asume
como tal, siendo afrocolombiana, indígena, afromestiza y mestiza.
La mayoría de ellas y ellos, que han experimentado de manera
directa desde hace 35 años afecciones por dinámicas de violencia
socio política en los territorios y violencia ambiental asociada a
intereses económicos que se implementan asociados al uso de las
fuerza y otras irregularidades, y algunos de ellas y ellos, unas nue-
vas generaciones, que han padecido los efectos del conflicto arma-
do en los últimos 20 años.
La experiencia en nuestra Comisión de Justicia y Paz se inició
desde hace más de tres años con diversos grupos focales, que asu-
mimos el reto de vernos a nosotros mismos, desde lugares insospe-
chados, más allá de nuestra buena conciencia, en la información
ancestral que nos atañe, que nos lleva y por la cual de una u otra
manera, prestamos un servicio en defensa de la vida, que hemos
ido asumiendo con nuestra propia sanidad, de la cuál éramos huidi-
zos, esquivos. Los propios equipos de trabajo territorial defensoras
y defensores de derechos humanos de nuestra organización, en
particular en el suroccidente, iniciamos el proceso confirmando los
efectos reales de la honra a la Vida, de reconocer nuestras falsas
lealtades al sufrimiento o de una búsqueda de la justicia que deshu-
maniza.
Simultáneamente, desde hace tres años iniciamos una fase de
exploración con ejercicios y talleres de configuraciones y constela-
ciones terapéuticas sistémicas con personas y grupos de personas
afectadas de diversa manera por la violencia socio política. Vícti-
mas directas y sobrevivientes de amenazas, torturas, asesinatos,
desapariciones forzadas, desplazamiento forzado, abusos y críme-
nes sexuales, despojo territorial, y afecciones a bienes ambienta-
les.
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Durante 2017 y lo recorrido de 2018 se desarrollaron siete
Encuentros apoyados por el proyecto financiado por el gobierno
Vasco a Mundubat en un Convenio con nuestra Comisión de Justi-
cia y Paz.

Un mundo de muertos o un mundo para la vida.

El primero de ellos con 35 delegados de comunidades negras e


indígenas del Valle del Cauca, integrantes de la Red Comunidades
Construyendo Paz en los Territorios, CONPAZ, que conocieron,
trabajaron en la protección territorial y la afirmación de derechos
territoriales con los asesinados Emilsen Mayoma y Joe Rodallega
(17.01.16). En el Encuentro participaron integrantes de los núcleos
familiares de los líderes asesinados, la configuración llevo a la
memoria de muchos otros asesinados y desaparecidos forzados.
En la configuración se trajo a todas las perdidas por violencia.
Se les miró a los ojos por parte de los sobrevivientes. Se reconocie-
ron. Los unos como muertos y los otros como vivos. Los que repre-
sentaron a los muertos dieron bendición a las y los vivos. Algunos
desaparecidos reconocieron la importancia de los nuevos vínculos
de pareja, la oportunidad de tomar otra pareja.
Luego vino la separación del valle de los muertos y el territorio
de los vivos. Mujeres y hombres asumieron entonces quedarse en
la Vida. Rompiendo la lealtad a los muertos con el sufrimiento,
expresada en tristeza y enfermedad.
Contaron con la bendición para seguir exigiendo justicia, pero
también soltando la carga de la responsabilidad de los hechos en
los responsables.

“Hemos descubierto que la muerte es parte de la Vida, que


no siempre asumimos esa conciencia. Emilsen y Joe, y nues-
tros asesinados seguirán en nuestro corazón y haremos lo
mejor con nuestra vidas, seguiremos la lucha en los territo-
rios, y haremos con nuestras vidas un amor a la vida, mien-
tras nos encontramos. Contamos con sus bendiciones,
algún día nos encontraremos, mientras eso ocurre, aquí
viviremos en armonía con la lucha por una vida distinta. A
los responsables, les dejamos en su lugar, ellos vienen de
historia de familias como las nuestras, con dolores conver-
22
tidos en sentimientos de sufrimiento, ellos asumen su res-
ponsabilidad y en lealtad a la vida, nuestra rabia converti-
da en señales de oído, quedaron acá. Estamos superando el
dolor haciendo de ello un aprendizaje. Nosotros nos que-
damos en el mundo de los vivos. A los que ordenaron matar-
los, sentimos que también se debieron haber conmociona-
do, ordenar la muerte de otro ser humano no es una cos-
tumbre, a ellos los miramos también, los hemos visto, los
podemos mirar. Ustedes viven de lo que han hecho y ya eso
es asunto de ustedes. Nosotros descargamos nuestra rabia
y dolor. Ustedes asumen lo que les corresponde. Nosotros
seguimos en la vida y rompemos cualquier lealtad a la
muerte. Ustedes como nosotros, tenemos familias, tenemos
sueños, tenemos proyectos”

El miedo como síntoma, el llanto de los victimarios

El segundo encuentro se desarrolló en Bogotá con 50 perso-


nas y delegados de comunidades afrocolombianas, indígenas, mes-
tizas del bajo Atrato, luego del asesinato de los líderes ambientalis-
tas y de restitución Mario Castaño (26.11.17) y Hernán Bedoya
(8.12.17) Este encuentro abordó la persona y la familia, el origen
del miedo y algunos traumas de la guerra sin elaborar, el sentido de
la vida y paz.

23
La configuración asumió el sentimiento de miedo de los parti-
cipantes. El miedo fue representado. Se identificó como un sínto-
ma colectivo y cómo posibilidad de transformación. La configura-
ción tomó la fuerza colectiva de los hombres, la raíz de la fuerza de
la vida con la madre, para que el miedo no se asumiera como leal-
tad al sufrimiento por los asesinados.
Un segundo momento en otra configuración se abordó a los
perpetradores. En la configuración aparecieron los hombres sin
rostro, ocultos, en actitud de indolencia, más abajo los sicarios y
del otro lado las víctimas. Los perpetradores se fueron transfor-
mando en hombres provenientes de padres ausentes o autoritarios,
se desmoronaron al observar a las madres de las victimas llorando,
al ser asumidos por sus madres con ese mismo dolor por lo causa-
do.

“Tenemos miedo a los empresarios criminales, también


rabia. Ellos, también tienen miedo, miedo a perder las tie-
rras que han logrado con amenazas, muertos, y nuestro
desplazamiento. Ellos detrás de la violencia se han hecho a
nuestras tierras Ellos también han herido la madre tierra.
Seguimos reclamando en derecho lo que nos corresponde.
Hemos descubierto, que ellos también tienen miedo, pero
esto se ha hecho con sangre, con mentiras. Estamos muy
dolidos por los asesinatos de nuestros compañeros, ellos
nos animaron a la Vida por la madre tierra, por los ecosis-
temas que perdimos hace 20 años. Volvimos a la tierra. Es
muy reciente lo que ha pasado. No queremos más muertos,
queremos la vida. No queremos, más guerra. Contamos
con Hernán y Mario, ahora sin ellos físicamente, es con sus
bendiciones, para hacer algo diferente, para lograr honrar
la Vida, superando éste dolor, el sentimiento de rabia. Me
cuesta mirarlos, me cuesta creer que ellos también sufren,
ahora les veo. Libere a los muertos de mi atadura, y les
recuerdo amando la vida, estoy descansado”

Nacidas y tejidas del amor, somos bellas.

Un tercer encuentro con 60 mujeres afro, indígenas y mestizas


con la presencia voluntaria de algunos hombres se desarrolló con
24
pobladores del bajo Atrato y Antioquia, allí se abordaron desde lo
sistémico la violencia familiar y comunitaria, la violencia política,
la exclusión y la pertenencia.
En el Encuentro se realizaron diversos ejercicios de configura-
ciones, partiendo de historias de personas que se desconocían.
Ellas hablaron de sus familias y como habían vivido en su infancia
en su familia y cómo habían vivido el ser mujeres, cómo eran vis-
tas, qué roles desempeñaban, qué hacía su papá, qué hacía su
mamá. Observaron la multiplicidad de similitudes en sus historias
La mayoría de las 60 mujeres del Encuentro no tuvieron papá o
son hijas de matrimonios distintos. La figura que reconocieron con
claridad era la materna y con un afecto diferenciado con su padre.
El hombre se podía ir por la tierra y por la vida, la mujer debía estar
en la casa.
Casi siempre fueron desconocidas las mujeres para el acceso a
estudiar. Decían que se les enseñó a que “las mujeres tienen que
aprender a cocinar y esperar a un marido que las mantenga, y asu-
mir los quehaceres domésticos”.
Constataron maltrato de los hombres con ellas. Ellas aprendie-
ron a callar y a soportar, “a no dar motivo”. Su silencio se convirtió
en un motivo para que no lastimaran a su mamá cuando pequeñas o
a ellas como esposas.
El ejercicio de configuración trajo la memoria del padre y de la
madre. Nacidas del amor. Reconocieron a los hombres y a ellas
mismas, la herencia de unos y de otros, La lealtad al sufrimiento y
al destino de abandono.
25
La configuración colocó a los padres y madres en sus asuntos, y
a las mujeres en el momento de la historia presente para hacerla de
una manera distinta, sin apego a una tradición del pasado, a partir
de reconocer la fuerza masculina y femenina.
Y, ante el abandono del padre de sus hijos, alimentar la expe-
riencia de que ellos son nacidos del amor, y que los asuntos de los
padres y madres, son de ellos. Y que la ausencia de su padre siendo
una realidad, se resuelve al considerar no desde el juicio moral, que
la fuerza de haber nacido del amor es suficiente para hacer una
historia distinta.

“Mi hijo nació en la violencia, hacia 30 años y murió en la


violencia. Yo estaba embarazada, salí corriendo cuando
ingresaron armados a mi casa, nos iban a matar, yo salí
corriendo. Tanto tiempo después, mi hijo fue asesinado, él
no alcanzó a huir. Mi familia está llena de cáncer, y el cán-
cer nos ha golpeado mucho, Nos decían que el cáncer es
por tanto dolor, y así una está esperando que eso vuelva.
Ahora, ya veo que podemos cambiar, esto que nos ha pasa-
do nos fortalece y amar la vida. Nosotras en mi casa no
éramos reconocidas, solo las palabras de los hombres,
desde mi papá y mis hermanos Mi mamá era callada. Los
hombres a estudiar, las mujeres a la casa. Una a esperar a
que llegara un hombre para salir. Y si no llegaba pues a
rezar, eso sí, ahí el Diosito nos ayuda. Y uno se va quedando
sin el hombre, y tanto sufrimiento de la mamá, pues uno se
vuelve parecida. Hoy he visto que soy fruto del amor, de mi
papá y mi mamá. Ambos están en mí. Y lo qué pasó, pasó. Y
no es el tiempo de quedarme ahí. Mi padre sufrió y se quedó
en su dolor, y miren todo lo que ha pasado. Mi madre se
sometió y miren. Veo, y ese fue su vida. Ahora, yo la empiezo
a vivir distinto. Soy una mujer bonita, soy una mujer que
nacida del amor y eso me basta, tomó a mi papá y mi mamá.
Dejo a mis muertos en su lugar, yo me quedo en la vida”.

El arraigo en el territorio.

Un cuarto encuentro en el Valle se desarrolló con 65 mujeres


afro colombianas, indígenas y mestizas del Valle, de Cauca, Huila,
26
Putumayo en las que se abordaron situaciones traumáticas infanti-
les, repeticiones de desprendimientos y aislamiento con injustas
detenciones arbitrarias, violencia sexual, y daños territoriales.
Sus primeras heridas fueron en la infancia, el miedo a hablar en
la familia, en particular frente a los hombres. La configuración en
la composición de la familia mostró la exclusión del hombre desde
el abuelo, el papá, el marido. Incluso, algunas han colocado a sus
hijos mayores y varones como el padre. Implícitamente se volvie-
ron en contra de los hombre tomando revancha y el excluyendo.
Encontraron que la mayoría de ellas habían sido desplazadas.
Les había tocado huir de alguna manera, desde niñas. Huir para que
el papá no las maltratara, huir para que el abuelo no las violentara.
Huir porque su mamá era muy fuerte. Huir de la tierra porque con
la violencia los sacaron. Huir porque les hicieron montajes judicia-
les.
Ellas tienen en común una historia de movimiento y migración,
no sólo migración en la tierra sino migración en sus afectos, en sus
familias, entonces les tocaba adaptarse a cualquier situación.
En el Encuentro vieron que siempre han tenido una historia de
violencia familiar, antes de la violencia política. En sus movimien-
tos hay desarraigo. Aprendieron a considerarse y a reconocer su
belleza, su fuerza masculina y femenina. Luego de reconocer la
fuerza masculina y femenina asumieron los retos del presente.
Tres de ellas con síntomas parecidos, una afro, otra indígena y
otra mestiza ubicaron su situación presente.
Las tres ubicaron a los padres, a sus esposos (ex esposos), y al
conjunto de sus exparejas. Asumieron lo vivido, la despedida, y la
corresponsabilidad. Luego de honrar el amor del que venían, de
reconocer que hubo afecto con sus parejas, y que incluso hubo
hijos asumieron la fuerza del arraigo, la fuerza masculina y feme-
nina para construir su relación de pareja y de familia de otra mane-
ra
Luego en una segunda parte, ubicaron al país, y a los responsa-
bles del desplazamiento. Los ubicaron en su lugar, les manifesta-
ron lo que sentían y lo que les pesaba. Les dejaron a ellos la carga
de su responsabilidad, sin esperar mucho de la justicia penal. Asu-
mieron su papel protagónico en su familia, para enfrentar la adic-
ción de un hijo, el cáncer de una de ellas debido al maltrato patriar-
cal y la militarización territorial.
27
Entendieron que así como reconocían a su papá que jamás estu-
vo, pero que nacieron del amor de él con su madre, y le daban un
lugar en el corazón, rompiendo la rabia con él, podían también de
esa manera, dar un lugar a los hombres y establecer una relación
entre iguales.
Se valoraban como mujeres y valoraban a los hombres, inte-
grando su energía masculina y femenina, rompiendo la lealtad al
dolor de la exclusión y asumiendo que hoy siendo cabezas de fami-
lia, sus hijos son fruto del amor, de ella y un hombre, y eso es ya
fundamental para romper con falsa lealtad al silencio, a la rabia que
enferma, porque el hombre se fue.
Reconocerlos y afrontarlos, hace parte de la posibilidad de
mirarlos distinto y continuar con la vida. “Mi manera de seguir
adelante, poder estar tranquila y feliz, para no seguir con esas
cargas que me hacían doler la cabeza, fue reconociendo a mi
padre, y su lugar, y el amor dado a mí con mi madre a través de la
vida”.
Valoraron todas sus capacidades y potencialidades. En el
seguimiento a los encuentros han manifestado un cambio total en
la forma de asumir sus vidas.

28
Del amor, el mundo de los muertos y de los vivos

Un quinto encuentro de 55 personas, en el sur del país se realizó


con la participación de lideresas y líderes de Valle y otros departa-
mentos del sur occidente, en el que se abordaron situaciones de
asesinatos, desapariciones, torturados y desplazamiento interno.
La experiencia de verse a los ojos, la víctima y el perpetrador paso
primero por el ver de cada uno al padre y a la madre. En el segundo
momento, de la configuración se rompió la prepotencia y la lealtad
ciega de quien ejerció la violencia. Se observó como las madres de
ambos lloraron: la de la víctima y del victimario.
Los cuerpos arrojados en el piso, que hablan del mundo de los
muertos, civiles muertos, guerrilleros muertos, militares muertos,
paramilitares muertos, policías muertos, en ese lugar y en esa con-
dición todos por igual fueron llorados. Todos están en el valle de
los muertos y el movimiento de los que representaron poco a poco
el alma hacia la vida, la pasión por la vida, más que quedarse en
dolor, en el resentimiento, en la venganza o en el odio. La muerte
vista de todos en un acto de amor.
Desde el momento en que uno nace, es donde se expresa la fuer-
za del amor, y el ser humano se anima a hacer una vida bonita y
hacer una historia para los que quedan, bonita. Observaron que
cuando muere, al muerto ya no le interesa vengar a nadie, ya no le
interesa tomar ninguna revancha de ningún lado, está muerto, solo
desea la Vida, de los que siguen.
El conflicto vengativo lo arman los que están vivos. Lo arman
en razón de lo injusto del hecho, de la impunidad jurídica, y de las
rabias. El acercamiento de aquello que se rompió, el reconoci-
miento de la responsabilidad, transparente y honestamente, abre lo
doloroso como posibilidad para su resolución, con independencia
o a lado de un proceso penal.
En un tercer momento de la configuración se ubicó al padre y a
la madre, se vieron cómo son, cómo dadores de la vida. Simultá-
neamente se tomó desde allí la fuerza masculina, el país y fuerza
femenina la tierra, como parte de otro sistema. Se reconoció el equi-
librio de las dos fuerzas, y el sentido de pertenencia, de participa-
ción, de inclusión y de lo que es honrar la vida como habitante
rural y de lo que puedo esperar de los habitantes urbanos, de la
sociedad, del Estado.
29
Todos se asumen como hijos, todos unidos en el país, en la tie-
rra, y esto con independencia de que los dirigentes mantengan su
actitud despectiva y de indolencia.
Ahí se encuentra la memoria colectiva transformante en un
abrazo de reconciliación, entre los habitantes rurales, honrando la
vida antes que el enquistamiento en el sufrimiento, luego de haber-
le dado un lugar al desarraigo, y a la muerte.
Las configuraciones semanas después nos encuentran con un:
“yo quiero llevar esto a mi familia, porque otra vez está el encuen-
tro con el amor y con la vida”. Se trata de un proceso personal, fami-
liar, comunitario, de país. A pesar de lo que vivimos estamos vivos,
reconocer al otro no es borrar ni ignorar que pasó, al contrario, hay
que verlo y saber que sí pasó, que es parte de esa historia, que así
fue y justo por eso, el presente, lo hacemos de otra manera.

La biodiversidad y la reconciliación

Un sexto encuentro de desarrollo sistémico se realizó con comu-


nidades del sur y norte de Colombia del bio pacífico abordando la
violencia política y la paz, la violencia territorial y la armonía.
Se fortalecieron, contaron historias comunes, crearon una his-
toria común y en esa historia común incluyeron educación, bienes-
tar, alegría y el sentido de habitación en el territorio, su interacción
con otros sistemas vivos

30
Se creó un campo con alguien que representó el territorio en el
que se establecen las relaciones sociales, culturales, ambientales,
políticas y espirituales creadas entre hombres y mujeres.
Las agresiones territoriales, a la madre, expresan un desequili-
brio, el del acceso desigual a la tierra en Colombia o su uso contra
su propia vocación. La madre tierra aparece adolorida ante el
saqueo deliberado de algunos poderosos, se mueve, se hace ines-
table, se muestra con hambruna, con enfermedad.
Una obsesión por la mercantilización ha constituido falsas leal-
tades, ocultamientos, negaciones y rechazos a historias de violen-
cia propiciadas por los acaparadores.
La configuración llevó a los participantes a honrar la tierra,
volviendo a intentar que lo destruido se vuelva de nuevo fértil. Así
los participantes observaron sus afectos, su alegría, volviendo a
mirar la tierra, y la esperanza que hay en ella. Así los participantes
experimentaron los que tenían afecciones corporales que el desa-
rraigo era enfermedad y asumir la enfermedad es volver a la raíz,
Asumieron de manera distinta las siembras, los planes de refo-
restación como una realidad para afrontar a su contradictor sobre la
base de la verdad, de una manera distinta. Los participantes obser-
varon cómo la tierra experimentaba alegría
En la configuración la madre tierra observo al país, se unió a él.
Dos fuerzas y/o poderes correlacionados: el masculino y el feme-
nino: la fuerza del hombre y la mujer. De la vida expresada en los
arrullos, en el cuidado, la preparación de los alimentos, la siembra,
la pesca, que hombres y mujeres campesinas han creado para sen-
tirse en la vida y producir su desarrollo en el campo rural y urbano.
Son dos fuerzas, dos energías que se combinan, que en su pro-
pio equilibrio, reestablecen el centro de la relación Patria y Matria.
Situar a una de las fuerzas con mayor relevancia causa desequili-
brio y excluye el lugar que tiene cada uno en la construcción colec-
tiva en la vida territorial. Si bien, los encuentros con las mujeres
han permitido el desarrollo de la autonomía, el autoconocimiento y
el amor propio para gestar propuestas de desarrollo, estos han pre-
tendido ubicar la importancia de la fuerza masculina, heredada del
padre, de la patria.

31
Víctimas y perpetradores.

Y un encuentro final, el séptimo, con población del sur occiden-


te en los que se configuraron situaciones de la familia nuclear, la
familia patria y matria, la verdad y la reconciliación como supera-
ción traumática. En esta última participaron exmilitares, exguerri-
lleros, afectados de todas las partes del conflicto armado.
Algunos se vincularon a la guerra buscando cobrar venganza.
Llegan a un sistema jerárquico, a un adiestramiento, a una cierta
sumisión a las órdenes emanadas.
Guardar lealtad al sistema que pertenecen, al clan, les lleva a
callar sus sentimientos y obedecer, así sea estar en desacuerdo.
Participaron, conocieron o fueron parte de operaciones de ejecu-
ciones extrajudiciales, los mal llamados “falsos positivos”
El victimario se observó con el dolor más grande al matar a su
semejante, pero lo hace por obedecer, por pertenecer. Y, el cuerpo
dice: “era mi dolor y hoy reconozco que fui una víctima, una vícti-
ma de un trabajo psicológico. Si hablamos de víctimas, yo soy víc-
tima” y soy visto ante todos como un victimario. Ingresé porque no
había más trabajo, era víctima de la exclusión social, y me enrolé.
En el Encuentro ¿Qué está haciendo hoy en su reconciliación?
Compartiendo su historia y las víctimas le están dando un lugar y lo
están incluyendo, lo están oyendo, con dignidad, porque lo escu-
chan. Un ejemplo de reconciliación.
Al tiempo, hay otra situación. Un perpetrador es tomado por el
grupo opositor. Estaba siendo enjuiciado e iba a ser ejecutado.
Expresó quién era, manifestó la condición de su ser, su condición
histórica y social. Y logró salvar la vida, luego de muchos días de
conversación.
Aquí se observa una doble situación víctima, del grupo oposi-
tor y víctima también de la institución donde pertenece y en un
momento dado era enjuiciado por las víctimas- Y en el Encuentro
fue escuchado, reconocido como persona. Y el mismo reconoce
que hizo daño. Fue un victimario porque fue una víctima de un con-
flicto, y víctima de la exclusión y victima en su familia. Hoy quiere
hablar de la falsa lealtad a la institución. Honrar la vida es la enun-
ciación de la verdad, la ruptura con la lealtad a una institución que
le ordenó matar.
Y la verdad y la verdad es la luz, y las constelaciones es sacar a
32
la luz lo que está oculto y ese descanso de la luz es un descanso del
alma y uno está sano.

Las coincidencias

La construcción de la paz ha coincidido con las búsquedas y los


retos visibilizados en 2002 en Cacarica. Allí en ese año en un
Encuentro Internacional sobre Verdad y Justicia, dentro de la selva
húmeda del Chocó, Madres de la Plaza de Mayo – Línea Fundado-
ra, Ex Presos Políticos de Chile, Pueblo Mapuche de Chile, MST
Brasil, Victimas de El Salvador, La Abejas de Chiapas, Víctimas
de los Estados Unidos, y delegados de SudÁfrica con cerca de un
centenar de organizaciones de víctimas de Colombia, entre ellas,
Familiares de los Desaparecidos del Palacio de Justicia, organiza-
ciones rurales, una de las conclusiones fue la verdad es un nuevo
sentido de la justicia.
Pasaron 14 años y luego de un debate en La Habana en el proce-
so de conversaciones entre el gobierno y la guerrilla de las FARC
EP, la cárcel que separa, que aisla, es insustancial si los responsa-
bles de las victimizaciones de crímenes de guerra y crímenes de
lesa humanidad, entre otros, enuncian plenamente la verdad, la
reconocen, la asumen. Así el llamado Sistema Integral de Verdad,
Justicia, Reparación y garantías de no repetición, que contempla la
Jurisdicción Especial de Paz, la Comisión de Esclarecimiento de la
Verdad, y la Unidad de Búsqueda de Personas Desaparecidas,
UBPD, posibilitan un camino a la conexión, superación traumáti-
ca en términos de lo sistémico. Creemos que en este mismo sentido
lo ha expresado el ELN desde la mesa en Quito, la verdad toda y de
todos.
En medio de las dinámicas de violencia política entre la guerra
y el diálogo con el ELN, de unas disidencias en crecimiento por lo
errado en el proceso con las FARC, fenómeno sin suficiente carac-
terización por parte de analistas, y de otras formas de violencia
criminal con algún tipo de relacionamiento con sectores de estruc-
turas estatales, la construcción de lo nuevo está naciendo, de for-
mas muy diversas, sin que muchos las perciban.
Nos atrevemos a decir también, que el proceso de búsqueda de
sometimiento legal de las estructuras llamadas oficialmente el
Clan del Golfo o como ellos mismos se denominan Autodefensas
33
Gaitanistas de Colombia, AGC, es para esa construcción de la ver-
dad. Todo es un proceso, a veces lento, con bajadas y subidas, pero
un proceso donde nada está siendo igual, porque las mentes, las
almas y los cuerpos transformados están siendo miles.
Evidentemente que el espejismo electoral con las diversas for-
mas de mercadeo y manipulación, de distorsión de la realidad tal
como es, aparece como aplastante, lo cierto es que todo está cam-
biando, un poco a poco que va siendo parte de un poder conciente,
que más que reactivo está labrando otro modo de existir en su con-
junto.
Todo es un proceso mucho más cuando un sector poderoso
sigue en el amor ciego al poder para sí, a la lealtad a un caudillo que
expresa ese pasado de sufrimiento y de equivocas victimizaciones
para ocultar el espíritu del verdugo, que se infesta de odio, que hace
de lo injusto algo “justo”, y que se niega a ceder ante la imperativa
realidad.
El sé, que sigue de Jung, citado en el Cuerpo del Chamán, de A
Mindell, es el sabemos, porque muchos lo ven, y por eso ha de leer-
se en plural: “sabemos”. “Sé cosas y debo insinuar cosas de las
que aparentemente otros no saben nada, y de las que la mayoría de
las veces no quiero saber nada. La soledad no viene de no tener a
nadie alrededor sino de ser incapaz de comunicar esas cosas que
te parecen importantes o de guardar ciertos puntos de vista que los
demás encontrarías inadmisibles”. Pero aquí nos atrevemos a de-
cirlos en este camino de exploración terapéutica en nuestra memo-
ria, en que vamos de transformaciones desde dentro hacia afuera y
en simultaneidad con una historia presente de una paz derruida, de
una paz en proceso, en la fuerza de la vida, tal como es.
La paz social, la paz ambiental, la paz de verdad requiere el
movimiento del alma personal, del alma familiar, del alma comu-
nitaria, del alma de la región, del alma del país viendo el fluir de la
vida, el amor a la vida. “El amor es la fuerza más humilde, pero la
más poderosa de la que dispone el mundo”, como lo decía Ghandi.
Amar lo que es. Romper los propios espejismos, reconocer los
hilos invisibles de desequilibrios o traumas heredados familiares,
los de la violencia, las negaciones, los rechazos y las exclusiones
nos acercan a esa paz en la que creemos y soñamos.
Estamos desde el enfoque sistémico, invitándonos a esa paz
interior que desata la fuerza de la vida a la paz social, a la paz
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ambiental. Siguiendo a J Garriga. Amar lo que es, la realidad tal
como se manifiesta, aun cuando presente su cara terrible o furiosa.
Amar lo que somos, sin pretensiones. Amar a todos los que son, es
decir, a todos los compañeros humanos.
Estamos en un momento histórico. Estamos en un cambio apa-
rentemente imperceptible o seriamente cuestionado por el uso
manipulado de la información, por los montajes judiciales, por los
asesinatos de líderes, pero hay cambios, que difícilmente lo arre-
bataran modelos autoritarios en el ejercicio de gobierno, los amo-
res insanos que pretenden controlar la fuerza de la vida, que está en
ellos y más allá de ellos, en un nosotros, en el poder consciente de
la democracia profunda, la democracia incluyente.

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