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El mariachi es un género tradicional de México. Por extensión, se conoce también como mariachi a las
y los músicos dedicados a este género —nombrados también como mariacheros— y a los conjuntos
musicales en sus expresiones conocidas como mariachi tradicional y mariachi moderno. En noviembre
de 2011 la Unesco inscribió a El Mariachi, música de cuerdas, canto y trompeta como integrante de la
Lista Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.
Tipos
El mariachi cuenta con dos manifestaciones reconocibles: el denominado tradicional, que conserva el
atuendo típico campesino y la instrumentación con las cuales se desarrolló desde la época novohispana;
y el moderno, basado en el primero —de mayor medida en la variante regional de Cocula como
influencia prototípica— pero que se modificó sustancialmente a partir de la década de los treinta hasta
convertirse en una manifestación propia. A mediados del siglo XX alcanzó una difusión nacional en su
país de origen gracias a su aceptación en el gusto popular mediante su incursión en la radio, la
televisión, el cine y la industria discográfica, para convertirse con el paso de los años en popular en
muchos países del mundo. La música y vestimenta del mariachi moderno son las más famosas en todo
el mundo. Su música se acostumbra en México en fiestas públicas tales como el día de las Madres o el
de la Virgen de Guadalupe (12 de diciembre), reuniones familiares, fiestas o serenatas. Entre los
autores y/o intérpretes de canciones para mariachi más importantes están: Jorge Negrete, Antonio
Aguilar, Pedro Infante, Javier Solís, Miguel Aceves Mejía, José Alfredo Jiménez, Juan Gabriel, Tomás
Méndez, Rubén Fuentes, Gilberto Parra Paz, Vicente Fernández y Manuel Esperón. La vestimenta
tradicional del mariachi moderno es el traje de charro.
En la época contemporánea hay cerca de 30 mil músicos dedicados a este género en México, pero se
encuentra ampliamente extendido en los Estados Unidos, y hay presencia de agrupaciones de mariachi
en decenas de países del orbe.
Orígenes
En el actual México el proceso de conformación de las diversas manifestaciones del son, incluido el
que influiría al mariachi contemporáneo, tiene al menos tres siglos de desarrollo, y se remonta a la
Nueva España. Existen diversas manifestaciones regionales del son con su propio discurso musical,
dotación instrumental, forma de cantar, bailar y literatura asociada a ellos. En dicho proceso -como en
todos los de la Nueva España- se verían imbricadas influencias occidentales importadas de Europa, de
los pueblos africanos y los indígenas. En la segunda mitad del siglo XVIII el término ya aparece citado
como tal, y su diversificación y expansión regional hacia mediados del siglo XIX es posible gracias al
proceso de secularización nacional que permitió el desarrollo de la música fuera del ámbito religioso.
Pese a una frase muy difundida en lo popular que reza "de Cocula es el mariachi" por la canción escrita
por Manuel Esperón, y de atribuir a Cocula como fuente unívoca del mariachi original:
La hipótesis viable es que el mariachi sea resultado de la fusión de innovaciones locales con
elementos culturales provenientes de diferentes patrimonios: se trata de una síntesis original -
genuinamente mestiza- de rasgos de origen propio y ajeno, moldeada en la región occidental de la
Nueva España
Jáuregui:2001, citado por Cárdenas:2005
El mariachi se desarrolló desde el siglo XVI en una macrorregión que abarca los estados mexicanos de
"Nayarit, Jalisco, Colima, Michoacán, una porción de Zacatecas, Aguascalientes y parte de Guanajuato,
Sinaloa y Guerrero", con una gran variedad de estilos y variantes - se remonta a 1852, cuando el
sacerdote Cosme de Santa Anna, párroco de Rosamorada, hoy Nayarit, dirigió una carta al obispo
Diego Aranda y Carpinteiro, en la que describía el comportamiento de una parte de la feligresía del
lugar, que entraba en desorden en las fiestas:
Al acabarse los divinos oficios en mi Parroquia en el sábado de gloria encuentro que en la plaza y
frente de la misma iglesia se hallan dos fandangos, una mesa de juego y hombres que a pie y a caballo
andan gritando como furiosos en consecuencia del vino que beben y que aquello es ya un desorden
muy lamentable: sé que esto es en todos los años en los días solemnísimos de la resurrección del Señor
y solo que ya sabemos cuantos crímenes y ecsesos se cometen en estas diversiones, que generalmente
se llaman por estos puntos mariachis.
Meyer:1981, citada por Jáuregui:1997
Ya para esa época el mariachi, en su acepción de baile público y de conjunto de músicos, era popular
en el occidente y sur de México en entornos esencialmente rurales con algunas incursiones en ciudades
de mayor tamaño como Tepic o Guadalajara. Testimonios posteriores a finales del siglo XIX
mencionan grupos musicales presentes en festividades populares bajo la apelación de mariachi o
mariaches. Hacia 1901 el gobierno de Michoacán, dada la asociación del mariachi al desorden por el
consumo de alcohol y a la ocurrencia de riñas, determinó la prohibición de bailes "que denominan
mariaches, y en otros lugares fandangos. Es en esta época cuando agrupaciones de mariachi acuden a
distintas celebraciones oficiales, entre ellas, la que ofreció Porfirio Díaz a Elihu Root, secretario de
estado de los Estados Unidos, y en el que actuó un grupo que fue traído expresamente para la ocasión
desde Jalisco, y que tocó sones y jarabes "y dos charros y dos tapatías estuvieron bailando al compás de
las arpas y de los violines". Incluso en 1919 la bailarina Anna Pavlova presentó en México una
interpretación propia del jarabe jalisciense, que en décadas posteriores se convertiría en la influencia
para bailables escolares. El primer registro discográfico de un mariachi fue el del ensamble de
Concepción "Concho" Andrade y Pablo Becerra, hecha en Chicago en 1903. En estas décadas, el gusto
popular por el mariachi se incrementa frente a otros ritmos foráneos en boga en sectores sociales de
clase alta, como los valses y las polkas.
LA
CH
AR
RE
RÍA
La
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rería
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unto
de
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reza
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habi
lidades ecuestres y vaqueras propias del charro mexicano. Todo ello conforma un deporte espectáculo
de gran popularidad y raigambre en México. La charrería se desarrolla en ruedos similares a las plazas
de toros llamados lienzos charros.
Desde el 1 de diciembre de 2016 es Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, tras ser ingresada
en esta lista representativa en la reunión del Comité Intergubernamental de la Unesco para la
Salvaguardia del Patrimonio Cultural Inmaterial, celebrada en Adís Abeba, Etiopía.
El término deriva de charro, sinónimo de jinete. Esta palabra tiene diversos orígenes: se utiliza en
Salamanca (España) como un gentilicio local que proviene del idioma vasco "txar" o "rústico"; también
podría provenir de "chauch" que en el mozárabe andaluz significaba "pastor" o "jinete". Se considera
más probable que esta última es de la que probablemente derivan tanto "gaucho" como "charro".
Orígenes
Tiene sus orígenes en el momento en el que se le permite a los naturales Novo Hispanos, el montar a
caballo. Con la condición y bajo severas penas físicas, de no utilizar ningún tipo de montura o arreo
europeo, los nativos se vieron en la imperiosa necesidad de idear su propia forma de montar, amansar y
arrendar a los equinos, pues les era necesario para poder trabajar con los vacunos de acuerdo a lo
indicado en las ordenanzas de la Mesta de 1574 donde se establece que a cada estancia de ganado
mayor por cada 2,000 cabezas de ganado se permitirá tener 4 Indios o negros, 2 a pie y 2 a caballo con
un estanciero español o criollo. Para lo cual, fueron asesorados por el inmigrante gallego; DON
SEBASTIAN DE APARICIO PRADO (Empresario, Ganadero,Hacendado, Fraile y Beato), quien al
percatarse de la gran cantidad de equinos y vacunos que se multiplicaban en los alrededores de Puebla,
se dio a la tarea de capturarlos y amanzarlos, compartiendo sus conocimientos con los naturales
novohispanos, con el fin de incrementar su linea de transporte de rueda de mercancías (carretas tirdas
por bueyes en la ruta de Zacatecas a la Ciudad de México).
Previo a esto los únicos naturales novohispanos que tenían permiso de la corona, para montar a caballo,
fueron el casique de Cempoala y los 4 señores de TLAXCALA, así como sus descendientes
(Zempoaltecas y Tlaxcaltecas), quienes apoyaron al ejército de Hernan Cortés en la Guerra contra los
mexicas (guerra de conquista).
Terna en el ruedo
La faena de la terna en el ruedo consiste en que tres charros lazadores montados a caballo y en una
condición de equipo deberán lazar a un toro, pialarlo y derribarlo. Para hacerlo dispondrán de tres
oportunidades cada uno ya sea para lazar la cabeza del toro o pialarlo, participarán obligatoriamente en
forma alternada, después de intentar su oportunidad el primer charro, la intentará el segundo y
posteriormente el tercero, y así sucesivamente hasta agotar sus oportunidades. Podrán intentarse lazos y
piales floreados o sencillos.
Jineteo de yegua
Esta faena consiste en que un charro monte a una yegua con la finalidad de permanecer montado en el
lomo del animal desde su salida del cajón hasta que deje de reparar, para ello, se encajonará al equino y
con un equipo de auxiliares los cuales deberán vestir correctamente de charros, hasta dos apretaladores
por dentro del ruedo para estirar el pretal, pudiendo contar hasta con tres ayudantes por dentro de los
cajones para sostener la cabeza de la yegua, apretalar y sujetar del cinto al jinete, para que pueda
montarse y acomodarse, el mismo dará la indicación para que se abra la puerta del cajón, la faena inicia
en el momento en que los jueces dan la orden para contabilizar el tiempo para apretalamiento, y
termina cuando el charro se desmonta por cualquier razón.
Manganas a pie o a caballo
Las manganas consisten en que un charro situado en cualquier lugar del ruedo a una distancia mínima
de cuatro metros de la barda perimetral, después de florear su reata lace los cuartos delanteros del
equino que siendo arreado por tres charros montados a caballo desarrollará su carrera, una vez
manganeado (lazado de las manos), el charro manganeador lo estirará con su reata para derribarlo. El
tiempo para ejecutar las manganas tanto a pie como a caballo será de 7 minutos ininterrumpidos,
solamente se detendrá el tiempo por causa de un accidente o por que la yegua brinque o salga del ruedo,
de no ser así, no se detendrá el cronómetro.
Paso de la muerte
Esta faena consiste en que un charro montado en un listo caballo , armando un brinco se cambie a un
caballo o yegua que desarrollará su carrera siendo arreado por tres charros en sus respectivas
cabalgaduras, el jinete ejecutante de la faena se sujetará exclusivamente de las crines del animal bruto
hasta dominarlo y desmontarse. El pasador se encuentra en suerte desde el momento en que ingresa al
ruedo y esta concluye cuando se desmonta el jinete por sí mismo o es derribado por el animal bruto una
vez que haya brincado de un equino a otro, o cuando es derribado del caballo manso al intentar o no la
faena o también cuando transcurren los tres minutos que se le otorgan para realizar la suerte. Este
movimiento puede ser fatal para la persona que lo ejecute ya que puede caer debajo del animal y ser
pisoteado gravemente por los tres jinetes que arrean al animal.
Además de que también existe una suerte charra donde entran las mujeres llamada escaramuza que se
dedican a hacer una diversidad de figuras en donde participan 8 damas como mínimo en la cual se les
califica sobre la base de tiempos, velocidad y en base también a la dificultad de sus actividades.
CHINA POBLANA
China poblana es un término que se refiere a dos cuestiones de la cultura de México que han quedado
relacionadas aparentemente desde finales del siglo XIX. En su sentido más amplio y común en la
actualidad, es el nombre de lo que se considera el traje típico de las mujeres en el Estado de Puebla
dentro de la República Mexicana, aunque en realidad era propio sólo de algunas zonas urbanas en el
centro y sureste del país, antes de su desaparición en la segunda mitad del siglo XIX.
En un sentido más restringido, es el apodo de una esclava asiática perteneciente a un linaje noble de la
India cuyo nombre fue Mirra, a quien se atribuyó desde el Porfiriato la creación del dicho traje de china,
(téngase en cuenta que en esta época era común utilizar el término 'chino' para referirse a personas de
ascendencia asiática, independiente de su origen étnico real). La hipótesis, sin embargo, ha sido puesta
en duda por muchos autores. Luego de ser convertida al catolicismo en Cochín —ciudad india de
donde fue raptada por unos piratas portugueses—, a Mirra le fue impuesto el nombre de Catarina de
San Juan, nombre con que se conoció en la Angelópolis donde sirvió como esclava, contrajo
matrimonio y tomó los hábitos. A su muerte, Catarina de San Juan fue enterrada en la sacristía del
Templo de la Compañía de Jesús en Puebla, en la que popularmente se conoce como Tumba de la
China Poblana.
La china poblana del imaginario popular —la de la blusa relucientemente bordada y rebozo— es
producto del siglo XIX. Símbolo de la feminidad mexicana, está emparentada con prototipos españoles
como la maja, inmortalizada en las pinturas de Murillo y Goya.
Durante el siglo XIX —siglo en que la china devino un tipo popular al lado del chinaco y el lépero—
varios cronistas y escritores, mexicanos y extranjeros, se plantearon la interrogante sobre el origen del
traje de china. Guillermo Prieto señalaba que cuando estuvo en la ciudad de Puebla por unos ocho días,
uno de sus empeños era encontrar en cada mujer poblana una china salerosa, con camisa descotada,
breve cintura y zagalejo reluciente, tan sólo para concluir que la especie del poblano origen de la china
era producto de la fecunda imaginación de los viajeros. Vázquez Mantecón atribuye la propagación de
esta hipótesis a Carl Nebel, viajero alemán en cuyo libro Viaje pintoresco y arqueológico sobre la parte
más interesante de la República Mexicana (1835) aparecen una poblanas vestidas como chinas. En el
mismo siglo XIX, el retrato que de La china hiciera José María Rivera para el libro de costumbres Los
mexicanos pintados por sí mismos (1854) apuntaba que a este personaje se lo podía ver en las trajineras
de Santa Anita Zacatlamanco —actualmente en Iztacalco (Distrito Federal)— compitiendo en belleza
con las sementeras floridas de la campiña del Valle de México.
Una década antes, Manuel Payno había apuntado que para encontrar a la auténtica china, era necesario
hacer la búsqueda en ciudades como Puebla o Guadalajara, aun cuando estaba empeñada en presentar
su indumentaria como un traje nacional. Para las primeras décadas del siglo XX, tiempo en que las
chinas habían desaparecido como un personaje identificable del pueblo, Nicolás León señalaba que él
no encontraba ninguna relación entre la vestimenta de las chinas y la visionaria poblana Catarina de
San Juan, desmintiendo la versión arraigada en el imaginario popular desde los últimos años del siglo
XIX. Para este autor, la indumentaria en cuestión le parecía influida por aquella que empleaban las
manolas españolas, contemporáneas a las chinas mexicanas. Asimismo, demostró que chinas las había
no solo en Puebla, sino también en Guadalajara, la Ciudad de México y Oaxaca de Juárez.
María del Carmen Vázquez Mantecón señala que muchos de los elementos que constituyeron la
indumentaria de una china fueron comunes en diversas latitudes del mundo y en épocas por demás
variadas. En especial, las labores de chaquira y lentejuela en la camisa y el castor de la china —
señalados como una de las características más genuinas de la indumentaria de las mujeres de las clases
populares urbanas del México decimonónico— eran conocidos en África, Asia, la América
precolombina y, desde luego, en Europa. Apunta que es posible que Catarina de San Juan también
usara algún tipo de adornos en su vestido oriental, del que no quedó ninguna descripción, pero que en
todo caso, parece más probable que la ornamentación del castor y la camisa de la china fueran producto
de la influencia de las cortesanas gachupinas o criollas de principios del siglo XIX. Tampoco debe
descartarse la posible relación del vestido de china con las indígenas de la época colonial, en especial
en lo que refiere al uso de camisas de algodón con escotes bordados de flores y otros primores, los
porabajos de puntas enchiladas y las fajas de brocado. Estas prendas persisten aún en la actualidad
entre las mujeres de varios pueblos indígenas de México, como las mazahuas.