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La obsesión por adelgazar

La estética de extrema delgadez ha aumentado aoeleradamente las


enfermedades nerviosas

El País, 10/05/93

ELENA CA5TELLÓ.
"iQué gordo estás! iQué bien te veo!". dad occidental. Éste saludo, que halagaría en ciertas
culturas asiáticas y africanas como reconocimiento de la posición social, merecería una
bofetada del aludido o aludida en cualquier sociedad. Éste es el ejemplo que utiliza el
psicólogo norteamericano David Garner, especialista en trastornos de la alimentación, para
mostrar que el repudio de la obesidad o el simple sobrepeso es un mito de las sociedades
desarrolladas, obsesionadas con un modelo estético femenino de extrema delgadez que no
tiene nada que ver con el cuerpo real y que puede conducir a la bulimia y la anorexia, graves
enfermedades nerviosas que han aumentado espectacularmente en los últimos 30 años.

La delgadez es un componente más de la prosperidad económica, social, afectiva y


profesional, según Josep Toro, psiquiatra de la Universidad de Barcelona. "Lo primero que decide
una mujer cuando quiere cambiar de vida o mejorarla es adelgazar". afirma este especialista. Se
adelgaza cuando se sube de clase social, mientras la gordura es sinónimo de abandono, de fracaso
y de falta de control. Entre los escolares, la gordura se equipara con suciedad, estupidez, fealdad y
pereza, según Toro.

Algunas encuestas recientes, realizadas entre empresarios norteamericanos, no dejan lugar


a dudas sobre el repudio de la obesidad: el 44% sólo daría trabajo a un gordo en circunstancias
excepcionales y el 16% no se lo daría nunca.

Pero ¿qué es la obesidad? Especialistas en trastornos nerviosos de la alimentación,


reunidos la pasada semana en Madrid para analizar la obesidad. la bulimia y la anorexia,
convocados por el Centro de Investigación y Estudio de la Conducta (Cinteco), han mostrado su
preocupación por la creciente obsesión con el exceso de peso que muestran especialmente las
jóvenes y las adolescentes, promovido por un ideal estético que tiende hacia cuerpos rectilíneos e
imposibles. El descontento con el propio cuerpo es algo más que una moda, y puede generar
comportamientos peligrosos para la salud mental y física de las mujeres, afirman.

Según un estudio realizado en 1987 entre 1.500 adolescentes barcelonesas, el 43% deseaba
adelgazar y el 23% se consideraban obesas, aunque sólo un 13% sobrepasaba en algunos kilos el
peso considerado ideal. El disgusto con el propio cuerpo no ha hecho sino aumentar en los últimos
años: un 72% de las estudiantes universitarias estaban preocupadas con el tamaño de sus caderas y
sus muslos, según otra encuesta realizada en Barcelona en 1992, mientras el 53% deseaba
adelgazar y alrededor del 80% tenia amigas y familiares embarcadas en una estricta dieta
acompañada de ejercicio. Ambos factores, el ejercicio y la dieta hipocalórica para adelgazar, son dos
de los más importantes factores de riesgo para padecer una bulimia O una anorexia, según
advierten los especialistas.

Bombardeo publicitario

Los expertos coincidieron también en cuestionar la eficacia del concepto mismo de dieta en
la lucha contra el sobrepeso, e insistieron en que, salvo cuando el sobrepeso alcanza el 50% o más,
la gordura es un concepto cultural ligado a los dictados de la moda. Desde la aparición de la modelo
británica Twiggy. en los años sesenta, hasta hoy el cuerpo de la mujer ideal no ha hecho sino
estilizarse, al margen de las proporciones naturales.

Una comparación entre la evoluclón de las medidas de las


chicas de PIay Boy y las Míss América entre 1959 y 1979 y la de las mujeres americanas en el
mismo periodo mostró que mientras las primeras adelgazaron una media de dos kilos, aumentando
al tiempo el tamaño de su busto, el peso de las segundas había aumentado en la misma proporción.

El bombardeo de la publicidad es constante: entre 1984 y 1986, el 23% de todos los


anuncios aparecidos en revistas femeninas aludía directa o indirectamente al adelgazamiento, y el
10% proponía métodos para controlar el peso.

"Es fundamental cambiar el concepto de dieta", afirmó en su intervención Carmina Saldaña,


profesora de Psicología de la Universidad de Barcelona. "La dieta es una noción ligada, por una
lado, a la prohibición, y por Otro, a la temporalidad, con lo que el resultado es una ansiedad
permanente y la imposibilidad de obtener reducciones de peso estables. Quien la sigue está
esperando su fin para resarcirse".

Éste es precisamente uno de los componentes más peligrosos de los regímenes: perder y
ganar peso periódicamente. La drástica reducción de calorías no hace
sino aumentar el hambre, la obsesión por la báscula y la irritabilidad. La alternativa. según estos
expertos, debe ser un cambio radical en los hábitos alimenticios y una reeducación en la relación
con la comida. potenciando ante todo una alimentación sana y equilibrada y una vida menos
sedentaria y estresante. "Y tal vez deberíamos cuestionar la imposición automática del
adelgazamiento, incluso en aquellas personas que tienen un sobrepeso real importante, y, al
contrario, ayudar a estos individuos a aceptarse a sí mismos", dice Saldaña. Ésta es la tendencia
entre los expertos, incluso en obesidades más graves, puesto que la obesidad no tiene por qué
entrañar un riesgo para la saluden si misma.

Ingesta compulsiva

Algunos especialistas apuntan al surgimiento de un nuevo trastorno nervioso como origen de


algunas obesidades: una suerte de adicción, caracterizada por una ingestión obsesiva y
descontrolada de comida, denominada ingesta compulsiva. "Es algo a lo que los especialistas
hemos prestado poca atención hasta ahora ,explica el psiquiatra británico Christopher Fairburo,
especialista en trastornos de la alimentación. "No es una bulimia, puesto que estas personas no
persiguen adelgazar, ni tampoco vomitan o se purgan para compensar los atracones", añade.
Alrededor de un 5% de las mujeres británicas entre los 15 y los 35 años padecen este trastorno,
ligado en algunos casos, según Fairbum, a una historia familiar de alcoholismo".

Otras Opiniones apuntan a la ansiedad y la depresión como factores desencadenantes, y no


a un trastorno alimentario específico equiparables la bulimia y la anorexia. "Casi todos los trastornos
psíquicos acarrean algún tipo de desorden en la relación con la comida, como una consecuencia
más", afirma Francisco Vaz Leal, profesor de Psicología de la Universidad de Extremadura.

Sugestionarse para no comer


Las últimas tendencias en métodos para reducir tanto el sobrepeso como la obesidad
apuntan a terapias que permitan un cambio estable en los hábitos y la relación con le comida: son
las llamadas terapias de autorregulación. "Pero. siempre insistiendo en que las pérdidas de peso son
muy paulatinas y lentas", explica Antonio Capafons, profesor de psicología de la Universidad de
Valencia, director de un estudio realizado en 1991 sobre la eficacia de una terapia basada en el
recuerdo sensorial, sobre un grupo de 60 mujeres de la Comunídad Valenciana, con un sobrepeso
que no superaba los 15 kilos.

"Lo primero es explicar lo que falla en la dieta", continúa Capafons. "Luego, establecer unos
objetivos concretos, paulatinos y fáciles de conseguir". La terapia busca eliminar la irritación y la
obsesión por la báscula y, sobre todo, controlar el apetito mediante técnicas de sugestión. que
enseñan a reproducir sensaciones asociadas a determinados estímulos: de esta forma se aprende a
provocar una sensación de anestesia en el estómago, cuando surge el hambre o la apetencia
irresistible por algún alimento en concreto. Los objetivos son siempre modestos: una pérdida de dos
kilos en el primer mes y medio y del 50% del exceso de grasa tras un periodo de seis meses.
Todos los especialistas coinciden en la necesidad de no calibrar sólo el adelgazamiento con
el parámetro del peso, sino con la disminución de la masa corporal, el exceso de grasa y su
distribución en el cuerpo o las medidas de la cintura. Cualquier otro método basado en una
reducción muy brusca en poco tiempo, además de ser peligroso, tiene una eficacia muy reducida.

Los especialistas son contundentes: hacer una dieta hipocalórica y ejercicio al mismo tiempo
con el afán de adelgazar, independientemente del peso que se tenga, constituyen dos de los más
importantes factores de riesgo de un trastorno de la alimentación.

La clave puede estar en el cerebro


Los posibles avances en el tratamiento de la obesidad y los trastornos nerviosos de la
alimentación están ligados para José Antonio Cabranes investigador en psiconeuroendocrinología
del hospital Universitario San Carlos en Madrid, al estudio del com portamiento de los
neurotransmisores, las sustancias cerebrales que rigen la actividad de las neuronas. “El tratamiento
de base será probablemente el intentar reequilibrar los posibles desequilibrios neuroquímicos que
influyen en el mal funcionamiento de los mecanismos del hambre y de la saciedad aunque sin
descartar, por supuesto los tratamientos dietéticos” explica.
El apetito y la cantidad en la ingestión de los alimentos y su selección esta regulada por una
serie de sustancias neuroquímicas como la noradrenalina y la serotonina. En los trastornos de la
alimentación, como la bulimia y la anorexia nerviosas, se ha demostrado el papel que juega en su
aparición el desequilibrio en la producción de algunas de estas sustancias, según explicó Cabranes
en una de las mesas redondas convocadas por el Centro de Investigación y Terapia de Conducta.

Desequilibros

Las investigaciones han puesto de manifiesto que, básicamente, un exceso de noradrenalina


estímula el apetito y la ingestión de hidratos de carbono, mientras que el exceso de serotonina
provoca saciedad, y que estos desequilibrios caracterizan a los bulímicos y los anoréxicos
respectivamente. La investigación actual está encaminada a definir sobre qué receptores neuronales
actúan cada una de estas sustancias para poder diferenciar con precisión ambos trastornos.

"El debate esta en saber qué viene antes, si el huevo o la gallina", comenta Cabranes de
forma gráfica. Es decir, si es la neurotransmisión la que está alterada porque existe un defecto
previo que afecta al comportamiento y a la comprensión de la realidad o, al contrario, los estímulos y
las influencias culturales determinan el mal funcionamiento del sistema neuroquímico.

"Hemos comprobado que cuando se recupera el peso en las anorexias o mejoran o


desaparecen los atracones en la bulimia, persisten, sin embargo, las alteraciones neuroquímicas",
continúa Cabranes. "Esto nos hace pensar que no es la pérdida de peso en si la que provoca la
alteración, sino que existe un condicionamiento previo para estos desequilibrios neuroquímicos, tal
vez de origen genético, que determina la aparición de los trastornos". Hasta ahora, todas las
explicaciones que se han dado sobre por qué estos trastornos afectan más a las mujeres que a los
hombres son de tipo social y cultural.

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