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Todos estos significados tienen algo en común: se refieren a cosas que son invisibles a
la vista humana pero que producen efectos visibles. El espíritu de Dios, “a semejanza
del viento, es invisible, inmaterial y poderoso” (Diccionario expositivo de palabras del
Antiguo y del Nuevo Testamento exhaustivo, de William E. Vine).
En la Biblia se asemeja el espíritu santo a las “manos” o los “dedos” de Dios (Salmo
8:3; 19:1; Lucas 11:20; compare con Mateo 12:28). Tal como un artesano usa la fuerza
de sus manos y sus dedos para hacer su trabajo, Dios ha usado su espíritu de las
siguientes maneras:
La verdad: La versión Torres Amat dice en 1 Juan 5:7, 8: “Tres son los que dan
testimonio en el cielo: el Padre, el Verbo y el Espíritu Santo; y estos tres son una misma
cosa. Y tres, son los que dan testimonio en la tierra”. Sin embargo, respetados
investigadores han descubierto que el apóstol Juan en realidad no escribió esas
palabras y que, por tanto, no deberían estar en la Biblia. Por ejemplo, el biblista Bruce
M. Metzger señaló: “Estas palabras son espurias [no auténticas], y [...] no tienen
derecho a permanecer en el Nuevo Testamento” (Un comentario textual al nuevo
testamento griego).
Lo que algunos creen: La Biblia habla del espíritu santo como si fuera una persona,
así que debe serlo.
La verdad: En las Escrituras a veces se presenta al espíritu santo con características
propias de una persona, pero eso no quiere decir que lo sea. Lo mismo pasa con la
sabiduría, la muerte y el pecado (Proverbios 1:20; Romanos 5:17, 21). Por ejemplo, se
describe al pecado como alguien seductor, codicioso y asesino (Mateo 11:19;Lucas
7:35; Romanos 7:8, 11).
En el Evangelio de Juan, vemos que Jesús se refirió al espíritu santo como un ayudante.
Dijo que ese ayudante (también conocido como el paráclito) daría evidencia, guiaría,
hablaría, oiría, les declararía verdades a los discípulos, lo glorificaría a él y recibiría
cosas de él. Hay quien dice que como Juan utilizó los pronombres personales
masculinos del idioma griego para referirse al espíritu santo, este debe ser una
persona (Juan 16:7-15). Pero ¿es eso cierto? No. El griego, a diferencia del español,
clasifica los sustantivos y los pronombres en masculinos, femeninos y neutros. Como el
sustantivo griego que usó Juan para referirse al ayudante (paráklētos) es masculino, el
pronombre también tenía que ser masculino. En cambio, cuando Juan se refirió al
espíritu santo con el sustantivo neutro pnéuma, que se traduce “espíritu”, utilizó un
pronombre neutro (Juan 14:16, 17).
Lo que algunos creen: El bautismo se realiza en el nombre del espíritu santo; por
tanto, el espíritu debe ser una persona.
La verdad: En ocasiones, la Biblia utiliza la frase “en el nombre de” para indicar que
alguien realiza algo con el poder o la autoridad que se le ha dado (Deuteronomio
18:5, 19-22; Ester 8:10). En español usamos con el mismo sentido la expresión “en el
nombre de la ley”, pero eso no significa que la ley sea una persona. Por tanto, cuando
alguien se bautiza “en el nombre” del espíritu santo, significa que reconoce el poder
de ese espíritu y su función en el cumplimiento de la voluntad divina (Mateo 28:19).
Lo que algunos creen: Los primeros discípulos de Jesús, incluidos los apóstoles,
creían que el espíritu santo era una persona.