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Resumen
Si en nuestra sociedad reina la desigualdad política, gracias a la concentración de las
riquezas y al uso de éstas para influenciar a la opinión pública y controlar el Estado; si el
Estado ya no protege los bienes públicos, sino sólo los intereses privados; si estos
promueven el consumo superfluo sin límites y originan el consecuente cambio climático
que hace peligrar la supervivencia del planeta; si la desigualdad económica y social
profundiza la desigualdad en salud, la opresión, la violencia, generando no sólo las
enfermedades relativas a la pobreza sino también las enfermedades mentales relativas a la
exclusión social; si los derechos humanos son vulnerados cotidianamente, peligrando la
satisfacción de necesidades urgentes y la vida de los más vulnerables; si las mujeres y
niñas mueren en los hospitales por abortos clandestinos y por no reconocerse sus derechos
incuestionables a la salud; entonces- haciendo mías las palabras de Luther King1-, planteo:
“¿debemos conformarnos con obedecer las (leyes injustas); (debemos) tratar de
enmendarlas y acatarlas hasta que hayamos triunfado, o debemos transgredirlas de
inmediato?”. De acuerdo al citado autor, “… primero debemos ser (mujeres*) y después
ciudadanas. No es conveniente cultivar tanto respeto por la ley como por lo correcto”.
Nuestro objetivo en el presente trabajo es analizar si la desobediencia civil es un camino
justificable, desde el punto de vista ético, para garantizar derechos básicos cuando estos se
encuentran en peligro.
1
La carta de la presión de Birmingham (1963) www-colombia_noviolencia.gov.co/html/carcel.htm
1
I. ¿Cómo luchar por nuestros derechos en la actual “democracia moderna”?
Nuestra democracia moderna ha sido corrompida por las
finanzas y la plutocracia, que pueden verter miles de
millones de dólares, euros, libras o lo que sea para que
partidos y políticos defiendan sus intereses. Demasiados de
nuestros políticos están corruptos... Lo primero que tenemos
que hacer es dar a conocer al mayor número de personas
posible esta corrupción sistémica. Necesitamos movimientos
políticos masivos que se comprometan a evitar estas
prácticas. Después, tenemos que limitar el gasto de los muy
ricos en elecciones y política. Sobre todo, necesitamos
movimientos de masas más fuertes con estrategias
genuinamente progresistas para derrocar al capitalismo
rentista. Están saqueando los bienes comunes y destruyendo
de manera acelerada el medio ambiente. Debemos
rebelarnos contra todo eso, y hacerlo muy pronto. (Guy
Standing)2
De acuerdo a Standing, la única forma de proteger nuestros derechos y los bienes públicos
que se encuentran en peligro es a través de la acción pública masiva, la movilización
política. Esta movilización y acción debe ser permanente, en tanto son constantes las
mentiras (fake news) que los gobernantes de turno imponen en la sociedad para avanzar en
su especulación financiera; manteniendo en la mayor desinformación al pueblo, al mismo
tiempo que desestructura la educación, la salud pública, los circuitos productivos
alternativos para sumergir en la ignorancia y en la exclusión social a los más vulnerables.
Esta movilización es, asimismo, urgente; debido a que el daño ambiental y social se torna
cada vez más alto e irreversible, demandando un límite a los deseos de ganancia de los
empresarios. Tal vez sea importante recalcar que el límite de sus ganancias debe ser la
protección de esos bienes públicos que se encuentran en peligro ante el consumismo
desmedido, las emisiones de carbono, la contaminación ambiental… Existe un límite a lo
que puede ser comercializado, y este es la necesaria protección de los bienes públicos. El
camino alternativo es el daño irreversible al medio ambiente, que no sólo pone en peligro a
las generaciones presentes y futuras, sino también las ansias de ganancias desmedidas de
los que impulsan irresponsablemente esta destrucción.3
2
Autor de “The Precariat: The New Dangerous Class” (2011), “A Precariat Charter: From Denizens to
Citizens” (2014), “The Corruption of Capitalism: Why Rentiers Thrive and Work Does Not Pay” (2016) y
“Basic Income: And How We Can Make It Happen” (2017). La traducción castellana de este último libro,
realizada por Julio Martínez-Cava, con un epílogo de David Casassas y Daniel Raventós, está editada en
Pasado y Presente, 2018.Fuente: https://temas.publico.es/precarios-del-mundo/2018/10/02/guy-standing-hace-
falta-una-revuelta-social-una-movilizacion-publica-masiva/
3
Se vende el cielo es un ejemplo de cómo los bienes comunes, pensados bienes posicionales y el estatus,
pueden ser comercializados no importando las consecuencias paradójicas del acto, lo que es de todos y es de
nadie.
2
gobernantes que han trabajado en contra de las desigualdades sociales. América Latina se
ha diferenciado históricamente del resto del mundo por el compromiso social y político de
sus pueblos en la lucha, participación y defensa de sus derechos. A pesar de haber padecido
una historia de dictaduras, impunidad y violencia de fuerzas institucionales; nuestras
Universidades, nuestro pueblo, se vuelca a las calles para luchar contra el avasallamiento de
los derechos. Mientras el Estado gendarme amenaza a maestros, a niños y adolescentes de
sectores marginales; se produce un retroceso en el respeto de los derechos de sus
ciudadanos, protegiéndose exclusivamente los bienes privados y suntuosos de unos pocos.
Proponemos analizar aquí cómo la desigualdad económica atraviesa la salud de las mujeres,
negándoles derechos básicos ante el ajuste económico y la ausencia de un Estado que
cumpla con sus obligaciones sociales. Frente a dicha situación, se torna vital exigir: 1-la
igualdad social y la no violencia institucional y doméstica hacia las mujeres; 2- la no
violencia en la salud pública garantizando el derecho al aborto no punible, a la educación
sexual y al aborto, como así también el respeto a las identidades; 3- el derecho al cuidado
de las mujeres.
3
Uno de los principales rasgos de nuestra sociedad moderna, señalado por Wilkinson y
Picket en su investigación sobre la desigualdad, es la transformación del éxito material en
fracaso social. El eje del problema de la pobreza absoluta deja lugar a la pobreza relativa, es
decir a la pobreza en la calidad de las relaciones sociales, conjuntamente con la destrucción
ecológica del medio ambiente por niveles de consumo insostenibles. En dicho contexto,
los determinantes sociales principales son factores sico sociales, es decir aquellos factores
que afectan nuestra salud sólo si estamos conscientes de ellos, porque suponen sentimientos
que dañan la calidad de vida. Se vinculan con el 1-estatus social bajo y las relaciones
jerárquicas; y 2- las relaciones sociales pobres; 3- las experiencias en la niñez temprana.
Estas desigualdades se traducen diariamente como problemas de drogadicción,
alcoholismo, violencia doméstica, depresión, embarazo adolescente, déficit de atención,
problemas de comportamiento en niños, violencia en jóvenes.
Las tasas de delitos con violencia son más bajos en sociedades cohesionadas, cuyos
residentes mantienen vínculos estrechos entre ellos y están dispuestos a trabajar. Su
desarrollo en esta familia de estatus social bajo, es decir una familia atravesada por una
posición jerárquica inferior de subordinación y relaciones débiles, sufrirá muy
probablemente la denominada reacción bicicleta, es decir será maltratado y humillado por
sus familiares o compañeros de escuela que reproducen en los más vulnerables la misma
humillación han recibo de sus superiores. Resulta claro que un niño maltratado o con
padres ausentes, sin relaciones sociales fuertes de contención, tiene altas probabilidades de
convertirse en un joven violento. Determinadas posesiones pueden hacer sentirse a las
personas más seguras de su estatus, una buena educación, una casa, un coche bonito, un
buen empleo, ropa de calidad. También la familia, amigos y colegas que las aprecian.
Somos sensibles a un mundo social que no favorece la cooperación (toxicidad social).
En las sociedades más desiguales no contamos con esos escudos protectores. La vergüenza
y la humillación se vuelven temas delicados, la competencia por el estatus se exacerba, y
hay más personas que no tienen posibilidades de mejorar socialmente. En consecuencia, las
sociedades desiguales son, por lo general, más violentas.
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Los actos violentos son “intentos de alejar o eliminar el sentimiento de vergüenza y
humillación –un sentimiento que es doloroso y puede llegar a resultar intolerable –y
reemplazarlo por su opuesto, por el sentimiento de orgullo”. En dicho marco, la
mayoría de los actos violentos se trata de jóvenes. Y las razones de que sean jóvenes son
explicadas por la sicología evolutiva y la antropología: “los hombres jóvenes se esfuerzan
en conseguir y mantener un estatus social lo más alto posible porque de ello depende en
gran parte su éxito en la competición sexual. Los jóvenes privados de la ventaja que supone
un estatus más o menos privilegiado, que deben luchar para mantener el poco
reconocimiento que tienen, a menudo reaccionan con violencia cuando éste se ve
amenazado, mostrando un problema de adaptación sicológica a la competición sexual. Por
lo tanto, la segunda tesis, es la siguiente: (2) la violencia suele ser una respuesta a la falta
de respeto, la humillación y la pérdida de reconocimiento por los demás: y una
respuesta masculina a estos detonantes que, por lo general, son abundantes en los jóvenes
de sociedades no igualitarias por problemas de adaptación sicológica a la competición
sexual y falta de escudo protector cultural y social. Por ejemplo, un adolescente que no se
encuentra escolarizado, que su madre lo envía a robar, su padre se encuentra en la cárcel,
cualquier detonante con otro adolescente que se encuentre en mejor posición social lo hará
reaccionar violentamente. Si este adolescente posee armas, las mostrará o usará para
recuperar su poder y su orgullo. En este contexto, la intervención social temprana es
necesaria, y no así la intervención policial que sólo hará del menor una futura víctima.
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judicial para criminalizar a las mujeres frente a la interrupción de un embarazo, aun cuando
se trate de un hecho natural, que no configure un delito.4
De acuerdo a Alvarez y Deza, abogadas de Tucumán que analizaron las causas penales
iniciadas por aborto en la jurisdicción que corresponde a la capital tucumana y sus
alrededores entre 1992 y 2012 (605 casos), la atención sanitaria de urgencia:
“… aparece mediada por la posibilidad de la persecución penal, aun en
los casos en que no se trata siquiera de una figura tipificada en la ley de
fondo. El derecho a la salud de las mujeres se presenta como una
cuestión de suerte, de buena voluntad del personal sanitario. El Estado
no puede servirse de un hecho ilícito, como es la violación del secreto
médico, para someter a investigación a una persona, sobre todo cuando
recurre a un servicio de salud para salvar su vida o resguardar su
salud” clandestinidad de esta práctica”,
Por lo tanto, a partir de la violación del secreto profesional – y consiguiente ruptura de la
relación de confianza paciente-médico-, se procede a denunciar y penalizar a la
paciente/víctima, maltratándola, negándole su derecho a la salud, discriminando y
estigmatizando:
“La estigmatización de hallarse sometida a un proceso penal por un
aborto, que ni siquiera termina en sobreseimiento, tiene consecuencias en
diversas esferas para las mujeres, por ejemplo, no pueden obtener un
certificado de buena conducta, o bien si piden un certificado de
antecedentes penales/policiales en una solicitud de trabajo o de plan
social, surgirá el registro de la causa penal por aborto”, indicó. Además,
del temor de terminar presas. O condenadas injusta y arbitrariamente, sin
pruebas. Como Belén.” 5
4
La propia corte provincial rechazó investigar a dos médicas de la Maternidad Nuestra Señora de las
Mercedes, que depende del gobierno de Tucumán, que llamaron a la policía para denunciar a una mujer
pobre, identificada como María Magdalena, ante la sospecha de que se había provocado el aborto y dejaron
ingresar a la madrugada a la sala de partos comunitaria –donde había parturientas y sus familiares– a dos
uniformados para tomarle declaración mientras permanecía internada, acostada en una cama del hospital. Pero
antes la sometieron a un interrogatorio cargado de maltrato y le practicaron un legrado sin anestesia, según
denunció la paciente. El caso está ahora en la Corte Suprema de la Nación, que tiene en sus manos la
oportunidad de dictar un fallo ejemplar para que las y los médicos dejen de atentar contra el derecho a la salud
de las mujeres. Llama la atención las carátulas de muchas de las causas: aborto expontáneo (sic), aborto
espontáneo, aborto natural, aborto incompleto, aborto en grado de tentativa. Ninguna de esas figuras son
punibles
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Si se toman los expedientes abiertos en el período 2008-2012, un 95 por ciento corresponde a mujeres
denunciadas por aborto propio y en las mismas se puede apreciar una falta de uniformidad para caratular los
expedientes: aborto espontáneo, aborto natural, aborto incompleto, aborto en grado de tentativa. Ninguna de
esas figuras constituye un delito. Otro hallazgo interesante fue una marcada diferencia de género en la
distribución de las causas. Del total de 76 causas iniciadas por aborto entre 2008 y 2012, 70 corresponden a
la figura de aborto auto provocado, mientras que sólo 6 se refieren a denuncias contra terceros, 4 por la
práctica de un aborto con el consentimiento de la mujer, mientras que dos fueron por abortos forzados o
provocados sin el consentimiento de la mujer. Mientras que aquellos que colaboran o facilitan el aborto a
mujeres que lo solicitan como las y los profesionales de la salud, parteras, enfermeros o curanderas, solo 4
6
Paradójicamente, la confidencialidad es violada en el hospital público donde acuden por
su vida mujeres de sectores humildes, llevando a criminalizar y a estigmatizar las mismas
cuando no hay delito (muchos son abortos no punibles). Esta confidencialidad no se viola
en las clínicas privadas, donde se practica el aborto a quienes puedan pagarlo. No
obstante, si bien la ruptura de la confidencialidad lleva a la ruptura de la “confianza” en el
sistema, queda claro que esta ruptura se produce por los dobles estándares practicados por
los profesionales de acuerdo a lo sectores e instituciones demandantes. El problema de
fondo es mayor, se trata de la negación del derecho igualitario a la atención de la salud
para los sectores más vulnerables; y esta atención no se reduce al hospital público, sino a
la satisfacción integral de las necesidades para el desarrollo de capacidades que permitan
su participación activa en la sociedad.
casos han sido judicializados en los últimos cuatro años cuando se sabe que son cientos y son uno de los
eslabones más beneficiados del negocio montado gracias a la clandestinidad. Véase Álvarez, Alejandra
Iriarte y Soledad Deza, Jaque a la Reina: Salud, autonomía y libertad reproductiva en Tucumán, coedición
de Editorial Cienflores y la Universidad de Tucumán San Pablo-T. Los principales hallazgos del extenso
estudio fueron detallados en dos amicus curiae que presentó la APDH, uno ante la Corte Suprema de Nación,
por el caso de María Magdalena y otro por el caso de Belén, ante la corte tucumana, donde otras diez
organizaciones comprometidas con los derechos humanos también recurrieron a la misma figura para pedir
por su libertad. Hay jurisprudencia de la Corte Suprema ya en ese sentido (fallo Baldivieso)
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existieran las públicas- y solventar las necesidades básicas, de modo de tener tiempo para
elegir estudiar, trabajar, crear, y desarrollarse.
De acuerdo a Pautassi, la idea del derecho al cuidado fue trascender las regulaciones de
maternidad de las asalariadas. Al ser considerado el derecho al autocuidado como un
derecho humano, es independiente de lo laboral, en tanto cada persona es portadora de
este derecho y, por lo tanto, la responsabilidad recae en el Estado. Es el Estado quien
debería promover infraestructura y políticas públicas para todos, independiente del nivel
de ingresos. Sin embargo, salvo el caso de Uruguay, el cual adaptó un Sistema Nacional
de Cuidados, no se ha insertado en la agenda pública este derecho; a pesar de las
evidencias empíricas sobre cómo éste redunda en mayor salud y bienestar para las
mujeres y niños, favoreciendo su desarrollo. Lamentablemente, el Estado se encuentra
trabajando en la dirección contraria, retrocediendo en lo que respecta a los derechos
humanos económicos y sociales6. Esta injusticia económica y social repercute
fuertemente en la salud y bienestar de las mujeres, poniendo en peligro el derecho al
autocuidado. La invisibilización de las numerosas tareas domésticas que cumplen
silenciosamente las mujeres, quienes además trabajan fuera de la casa; nos hace olvidar
que el sistema económico funciona por esta división en los roles del cuidado, que libera
fuerza de trabajo disponible. La desigualdad distribución del trabajo de cuidado genera la
desigualdad económica de género, siendo las mujeres las más perjudicadas en su calidad
de vida por la expropiación de su tiempo. De esta manera, el derecho al autocuidado de
las mujeres es vulnerado, como lo es el derecho a elegir cómo queremos cuidar debido a
la inaccesibilidad de instituciones públicas de cuidado. Según Lagarde, 7 el desafío actual
es resignificar al cuidado solidariamente, “como el conjunto de actividades y el uso de
recursos para lograr que la vida de cada persona, de cada mujer, esté basada en la
vigencia de sus derechos humanos”- Es momento que la marea verde haga del derecho al
autocuidado su nueva bandera, sumándola a la no violencia de género y al derecho al
aborto.
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Uruguay está avanzado en dos cosas: cambió su régimen de licencias, creó un régimen de licencias
parentales, y comenzó a construir un sistema nacional de cuidados. Este sistema involucra cuatro elementos:
cuidado de niños en la franja de cero a tres años, cuidado de personas con discapacidad, cuidado de personas
mayores y condición de trabajo de las personas que hacen trabajo de cuidado remunerado. Este sistema de
cuidados está avanzando de manera muy lenta, porque se está enfrentando a limitaciones presupuestarias,
pero es muy impresionante cómo en Uruguay se ha incorporado el tema en la agenda de política pública, y en
la última campaña electoral todos los partidos que participaron llevaron como ejes de campaña la
consolidación del sistema nacional de cuidados
7
Lagarde, M, “Mujeres cuidadoras: entre la obligación y la satisfacción”, en SARE 2003 “Cuidar Cuesta:
costes y beneficios del cuidado” Emakunde
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este sentido, y bajo el contexto de “fake” democracia descripto anteriormente, considero
que la participación activa del colectivo de las mujeres en las calles es el único camino
posible para defender nuestros derechos. Las leyes injustas son aquellas que han sido
decididas por un grupo minoritario en el poder, excluyendo del proceso a los principales
involucrados y aquellos que padecerán por el daño de no promulgarlas. La Desobediencia
civil es la infracción a la autoridad legal o política cometida abiertamente en nombre de una
causa superior o así considerada (Feinberg) Entonces, ¿se puede tener, en determinadas
circunstancias, el deber (ético) de desobedecer las leyes? Sí, cuando esta ley es injusta y
daña a las personas vulnerables.
Existe responsabilidad moral de impedir el daño a las personas y grupos vulnerables. Si, como ha
sido probado con evidencias empíricas presentadas por el Ministro de Salud actual, el no
respeto al derecho al aborto conlleva el aumento de muertes de las mujeres más indefensas,
vulnerables y pobres de nuestra sociedad, no debemos permitir que esto continúe. La
desobediencia civil es un camino justificable desde el punto de vista ético para garantizar
derechos básicos cuando estos se encuentran en peligro. No debemos permitir la violencia
del patriarcado; no debemos permitir el aislamiento y sujeción de mujeres que mantienen
un sistema productivo injusto a costa del cuidado de los otros y su postergación
permanente; no debemos permitir que nuestras mujeres mueran en nuestro país por el
retroceso de nuestros gobernantes en lo que respecta a su deber de legislar para el bienestar
de la sociedad. La desobediencia civil ha permitido salvar a los esclavos, conquistar el
derecho al voto de mujeres y minorías raciales, impedir consentir atrocidades en
investigación. La desobediencia civil en las calles constituye nuestra capacidad crítica para
decir que No, y es actualmente la única fuerza política que controlable por los que detentan
el poder político para uso personal de grupos que sólo concentran sus riquezas a costa del
daño social y ambiental irreversible.