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¿Porque un niño menor de 4 años no podría realizar esta broma?

Una broma es una acción engañosa o dicho por parte de un sujeto cuya finalidad es
divertir o hacer reír enfrentando a una persona a una situación inesperada o extraña
(evento incongruente), deformando la realidad (manipulación de una representación
mental), mostrando como cierto algo que no lo es (falsa creencia) y provocando en el otro
una acción equivocada.
Los niños menores de 4 años no pueden realizar este tipo de bromas elaboradas como
un niño de mayor edad porque, los primeros, no han alcanzado todavía, un nivel de
desarrollo del subsistema conceptual-inferencial, denominado Teoría de la Mente, que
atribuye intenciones, deseos y creencias. Es, en esencia, un sistema representacional que
sirve para comunicarse con sus congéneres utilizando delicados procesos de adaptación a
los procesos mentales de éstos, a la vez, de predecir y explicar tanto la conducta ajena
como para dar cuenta de la propia.
Los datos actuales indican que entre los cuatro y cinco años, los niños desarrollan
un sistema conceptual completo, en el que llegan a diferenciar con claridad sus propios
estados mentales de los de los otras personas y se hacen capaces de definir los contenidos
de tales estados mentales- representaciones (creencias), en función de las fuentes de
acceso informativo que los producen y, por ende, de manipularlos en beneficio propio.
El criterio principal, aunque no único, para atribuir Teoría de la Mente en niños
es su capacidad para detectar cuando alguien es engañado objetivamente por una
situación, con independencia de la intención o no de engañar del personaje que provoca
la falsa creencia. La discriminación explicita que alguien está engañado presupone, por
una parte, la diferenciación entre los estados mentales propios y los ajenos, y, por otra,
alguna conciencia del personaje objetivamente engañado de tener estados mentales de
creencia, es decir representaciones mentales de las que puede predicarse la verdad o la
falsedad.
El “paradigma de la falsa creencia” fue propuesto por Heinz Wimmer y Joseph
Perner (1983) y sus resultados fueron concluyentes para corroborar que hay un momento
temporal del desarrollo en torno a los cuatro años y medio, en que los niños se muestran
capaces de predecir bien la acción equivocada del personaje objetivamente engañado en
la tarea de la falsa creencia, en cambio, los niños de menor edad, aun cuando comprendan
y recuerden adecuadamente los elementos de la historia, tienden a cometer un “error
realista”, debido a que no toman en cuenta el estado de creencia del personaje, y suelen
predecir que buscará el objeto donde realmente está, sin tener en cuenta que el personaje
no ha tenido acceso a la información del cambio de lugar del objeto. Su predicción de la
conducta del personaje se basa en lo que ellos mismos saben y no en lo que el personaje
conoce. Se puede decir, entonces, que cometen el “error egocéntrico” de confundir su
propio estado mental con el del personaje de la historia.
Joseph Perner dice al respecto: “…esta dificultad específica que la mayoría de los
niños de tres y cuatro años tienen con el engaño, encaja perfectamente con el hallazgo de
la mayoría de los estudios de que los niños no comprenden la mente como un sistema
representacional antes de los cuatro años. Por consiguiente, no pueden entender la clave
del engaño, es decir, la manipulación de las representaciones mentales.” (1991, p.198).
Una condición importante para el desarrollo del engaño mentalista o la broma
elaborada es la destreza de “representar-se en la representación del otro”, denominada
competencia recursiva. Es en dicha capacidad, donde los niños pequeños presentan
dificultad para utilizar estrategias de engaños e inhibir señales emocionales reveladoras
de la situación real. Esto se puso de manifiesto en el experimento de Peter LaFréniere
(1988), en el demostró que los niños de tres años eran más incompetentes a la hora del
engaño táctico, en cambio un niño de cinco años, es relativamente capaz de manejar la
información que proporciona o no a un competidor, mediante tácticas de indicación falsa
e inhibición expresiva, para crear en éste una creencia falsa que le lleve a una acción
equivocada, pero beneficiosa para el propio niño, es decir, manipular estados
representacionales de otros en beneficio propio. Una vez más, la comprensión de la falsa
creencia, que es el reflejo de la comprensión de la naturaleza representacional de la
mente, se convierte en la clave explicativa del desarrollo del engaño. Peter LaFréniere
señala que las pautas para el engaño pueden tener funciones lúdicas (bromas), defensivas,
agresivas, competitivas o protectoras.

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