Vous êtes sur la page 1sur 5

Falta de comunicación

Superficialidad: Nuestras conversaciones son superficiales, sólo hablamos de cosas que no nos
involucran: música, fiestas, deporte, películas, chismes. Nos acostumbramos a hablar de cosas triviales, de
terceras personas y cuando queremos o necesitamos hablar de algo personal nos resulta muy difícil.

Uso exagerado de jergas: Con palabras como "normal", "maldito", "bacán", "mostro", "excelente",
"pollo", empezamos a reducir nuestro vocabulario y nos resulta difícil luego expresar una serie de vivencias
con fidelidad; nos quedamos con muchas cosas por decir porque ya hemos olvidado como hacerlo.

Por otro lado vaciamos a las palabras de su contenido. Por ejemplo, la palabra maldito significa alguien
miserable, ruin, condenado por su maldad. Sin embargo, el uso que hoy se le da a esta palabra se relaciona
con algo excelente, bueno, asombroso.

O por ejemplo, la palabra "mostro", que viene de la palabra monstruo que significa un ser horrible,
deforme. El uso que se le da es de "bueno, magnífico". De esta manera vemos como manipulamos el lenguaje
haciendo que las palabras signifiquen lo que nosotros queremos.

Miedos y temores: La comunicación auténtica es un riesgo. Tenemos miedo a ser auténticos, tenemos
miedo a mostrar nuestros sentimientos porque no sabemos del todo como nos van a responder; nos sentimos
inseguros porque existe el temor secreto a ser rechazados e incomprendidos, o incluso recibir burlas.

Es por este miedo a ser sinceros que muchas veces optamos por ser hipócritas.

También desconfiamos de los otros, pues muchas veces los demás han revelado nuestros secretos o
confidencias generando chismes y distorsiones.

Falta de escucha: No sabemos escuchar lo que el otro dice porque estamos encerrados en nosotros
mismos. Cuando alguien nos habla muchas veces estamos pensando en nuestras preocupaciones, en qué voy
a hacer más tarde, en qué puedo decir para quedar bien, ... Así prescindo del otro y se convierte en un diálogo
de sordos donde predomina el egoísmo.

El hombre no es una isla. No puede estar solo, no puede ser feliz si no se comunica. Ha sido creado
para vivir en comunicación y amistad con otras personas. Tenemos un anhelo profundo de encuentro con el
otro.

Todos necesitamos compartir nuestros ideales y aspiraciones, alegrías y problemas. Sin embargo
descubrimos una serie de barreras que no nos dejan hacerlo.

Pero hoy nos resulta difícil vivirlo en el mundo actual. ¿Cuántos pueden decir que tienen un amigo de
verdad, en quién confíen absolutamente todo y no haya nada que ocultar?

No nos referimos a simples "patas" o "amigas de vacilón". La amistad, la auténtica amistad está en
crisis. Es el no poder compartir con los demás nuestras alegrías, pedir ayuda en nuestros problemas...

La misma familia lugar donde se espera vivir el encuentro vive a veces un clima de incomunicación. La
televisión, la música, las ocupaciones de cada uno no permiten dialogar.
Las Mascaras

Constatamos que el mundo de hoy no valora lo auténtico de la persona sino tan sólo las apariencias.
Así el hombre construye todo un universo de mentiras, de ilusiones y utiliza máscaras.

Es importante diferenciar un rol de una máscara. Cuando estamos en diferentes situaciones


acentuamos características que van de acuerdo con la función que estoy realizando.

Por ejemplo no me comporto igual en una fiesta que cuando estoy exponiendo sobre un tema difícil
en clase; aunque sigo siendo la misma persona acto respondiendo a lo que la situación requiere de mí. Por
ello es que se puede hablar de diferentes roles y estos roles son válidos sin que por ello se hable de
inautenticidad.

El problema viene cuando yo me empiezo a creer mi rol y empiezo a esconderme en él de manera que
no dejo ver lo más auténtico de mí, mis otras características, anhelos, inquietudes, etc.

Esto me confunde pues ya no sé bien cómo soy yo mismo y limita mi libertad pues resulto siendo
esclavo de una forma de presentarme ante los demás. Al mismo tiempo dificulta mi relación con las personas.

Por ejemplo una persona que suele ser alegre, ve que eso le gusta a la gente y empieza a hacer broma
de todo lo que le dicen en todo momento y lugar; pero por temor al rechazo no expresa una serie de vivencias,
opiniones, interrogantes que también tiene, sino que empieza a creerse que siempre está muy alegre y se
esconde en su máscara de payaso. Aquí es cuando hablamos de máscaras.

Detrás de toda mentira, de toda inautenticidad, se encuentra el miedo a ser rechazado por el grupo,
por los amigos, por la gente. Por esto se utilizan máscaras; "Hay que comportarse igual que el grupo para ser
aceptado"

Y es que nos hemos acostumbrado a usar máscaras que nos ocultan de los demás. Presentamos una
personalidad falsa que el mundo sí valora y acepta: el autosuficiente, el agresivo, el bromista, el "buena
gente", el indiferente, el cerebrito, el rebelde, el sensible, etc.

Muchas veces detrás de la autosuficiencia y dureza que mostramos, tenemos inseguridades, miedos,
debilidades. Detrás de nuestra llamativa carcajada disfrazamos nuestra profunda tristeza, soledad y dolor.
Sin embargo, parecemos estar convencidos de que el camino de las apariencias es lo más fácil y
rentable.

Cada vez es más difícil distinguirlas de la realidad, saber quiénes somos realmente. Nuestras máscaras
se multiplican.

Son tantas como las personas a las que buscamos agradar: si estamos con gente que es alegre y
bulliciosa, hacemos los mejores chistes: si estamos con gente sentimental somos de lo más sensibles; si
buscamos compañía de gente agresiva, somos capaces de dañar a quien sea.

También se multiplican según los problemas que pretendemos ocultar: reímos y bromeamos cuando
estamos tristes, agredimos cuando nos sentimos inseguros, hablamos y hablamos con todos pero no somos
amigos de nadie. Y así nos quitamos una máscara para ponernos otra según convenga.
Alienación

La alienación es una situación en la cual la persona se pierde de vista así misma y confunde su ser con
algo ajeno, diferente a ella. Para quienes hayan visto la película "Alien" comprenderán el paralelo que se
puede hacer entre un alienígena que entra en la nave y amenaza a todos y los alienígenas que tantas veces
dejamos entrar en nuestro mundo interior y amenazan nuestro verdadero ser. Un ejemplo sería cuando
intento copiar un personaje que admiro y empiezo a hablar como él, a vestirme y caminar como él, cambio
mis gustos a los de él e incluso tomo sus ideas sin crítica alguna. Estoy dejando de ser yo para meterme en un
molde ajeno. Y aunque el ejemplo suene exagerado lo hacemos de maneras muy sutiles.

Esto cobra mayor gravedad si tomamos en cuenta que vivimos en un mundo que exalta las apariencias,
que huye de sí mismo.

Un medio por excelencia es la publicidad que influye tanto en nosotros atentando contra nuestra
libertad. ¿Te has puesto a pensar cómo actuar?. Existe una lógica de fondo que es necesario desenmascarar.

Es decir que trata de responder a una necesidad que sabe que existe en todo hombre, a un vacío
interior que busca una respuesta. Es más la manera cómo funciona es partiendo de anhelos profundos como
nuestro deseo de amistad, de ser comprendidos, valorados por los demás, de estar en contacto con la
naturaleza, etc. Así es como muchas propagandas empiezan por un paisaje impresionante, por un grupo de
amigos divirtiéndose, por un chico(a) que llama la atención de todos, de una escena familiar donde todo es
armonía, en fin de una serie de imágenes que tocan un deseo profundo en cada uno.

Una vez que entra a nuestro mundo interior nos ofrece el producto que vende y sólo eso, pues detrás
del producto que te vende también te vende todo un estilo de vida, un modelo de comportamiento, de
posturas, de gustos que no tienen que ver con la felicidad auténtica pero que en medio de la confusión y de
no saber quiénes somos, terminamos aceptando.

Sólo por este desconocimiento es que podemos ser tan ilógicos y creer que usando determinado
pantalón (buscar marca según el grupo) te vas a sentir más valioso o más atractivo y resolver todos tus
problemas.

Y es así como luego te encuentras buscando completar los requisitos para alcanzar un modelo de
hombre o mujer que te promete ser feliz. Dejas de ser tú mismo traicionándote, renunciando a tus valores,
tu propia forma de ser, a tu libertad con tal de "sentirte mejor". La forma más clara de comprobarlo es cuando
vas "cumpliendo requisitos" y compras esto o aquello, cuando te comportas de cierta manera pero en lugar
de sentirte feliz, sientes que el vacío, la apatía, la ansiedad o la inconsciencia aumentan.

A pesar de todos los esfuerzos que haces por conseguir lo que te venden, o por tratar de agradar, por
estar al día con el mundo, siempre te queda ese sabor a insatisfacción o una clara frustración.

Poco a poco los demás quieren y valoran a un ser extraño que no eres tú, y no eres capaz de cambiar
esta situación pues ya no conoces tu propio rostro, ya no sabes cal es tu auténtica identidad. Te enfrentas a
la angustia de estar confundido ante ti mismo, de no aceptarte y terminas siendo uno más de los que optaron
por lo fácil.
El ruido

En los tiempos actuales parece que no existen los espacios de silencio, nuestras ciudades no están diseñadas
para que la persona pueda alejarse del ajetreo de la vida cotidiana y pensar un poco en ella.

En dicho contexto es muy difícil que una persona pueda conocerse a sí misma. La música, los comerciales, el
bombardeo de imágenes publicitarias y el ritmo acelerado de la ciudad suelen generar pocos hábitos y
espacios de reflexión. Todo esto constituye lo que podríamos denominar como “ruido”.

Antes de tomar cualquier decisión en nuestras vidas, necesitamos ver y oír, principalmente, ver y oír nuestro
interior, encontrarnos con nosotros mismos. En ese sentido existe un dicho que afirma “para saber qué hacer,
primero tengo que saber quién soy”. El ruido me aleja de mí mismo y me impide hacer el silencio necesario
para poder reflexionar.

Una sociedad del ruido genera en las personas las siguientes experiencias

 Confusión
 Temor
 Fuga
 Compensación errada

El ruido (ya hemos dicho que no es sólo sonido), genera confusión, basta con pensar en nuestra experiencia
al encontrarnos en un lugar con mucha bulla para sentir desorientación, un lugar donde las sirenas suenen y
la gente grite. En una situación de confusión es muy difícil tomar decisiones acertadas. La confusión genera
temor, las personas cuando están confundidas sienten inseguridad, no saben cómo reaccionar y tienden a
defenderse o a protegerse innecesariamente. El ruido y la confusión no son sólo agentes externos, sino que
muchas veces se encuentran primero en nosotros.

Las experiencias mencionadas no son agradables, y por ello es frecuente que surjan dos reacciones; la fuga y
la compensación errada.

La fuga es básicamente un escape de las situaciones que me dan miedo o no me agradan y la compensación
errada es tratar de llenar mis vacíos y soledades por medio de sucedáneos, esto es, calmantes. Se puede fugar
y buscar compensación de muchas maneras, por ejemplo con más ruido, con la pereza (no enfrentando los
desafíos de la vida), con la superficialidad, con drogas, con sexo, etc.
La mentira existencial

El ser humano, con todo lo que hace o deja de hacer, busca el sentido a su existencia pero no siempre sabe cómo
encontrarlo y muchas veces equivoca el camino. Entonces, podemos afirmar que este error, ésta equivocación es el
principal (más no el único) obstáculo para encontrar la senda, en este caso se trata de “la mentira existencial”, una
mentira sobre uno mismo, un ignorar quien soy y la meta hacia la cual debo ir.

Si el ser humano está engañado y no sabe quién es, de dónde viene y hacia dónde va, jamás será hallará ese sentido. Vivir
engañado es pensar que uno es alguien cuando la verdad y la realidad le evidencian lo contrario, en este sentido hay casos
extremos, como es el caso del loco que se cree Cervantes o Jesucristo. Sin embargo todos tenemos algo de locos y vivimos
sumergidos en engaños más sutiles.

Una forma de engaño muy común es reducir toda la realidad a una parte de ella, por ejemplo decir que el Perú es Macchu
Picchu, Cuzco y llamas. En ese sentido, vivimos engañados cuando reducimos nuestra realidad a una parte de nuestro ser,
así, hay personas que se creen su cuerpo, su inteligencia, las cosas que hacen o lo que sienten.

 Me creo mi cuerpo. No le damos el lugar que le corresponde. Queremos complacerlo en todo, cedemos a la ley del
gusto-disgusto. Existe en el ser humano una preocupación desmedida por la propia apariencia física y en muchas
ocasiones termina por no aceptarla o depender equívocamente de ella. Los hipocondríacos, por ejemplo, están en
este problema, se preocupan tanto de su salud que sólo viven para cuidarse. En este ámbito también se encuentran
los que se acomplejan por su color de piel, su baja estatura, por su gordura, etc.

 Me creo mis pensamientos. Identifico mi ser con mi pensamiento. Esto trae tres graves consecuencias:
 Me aferro a mis juicios, a mis criterios, a mi manera de ver la realidad. “Mis juicios, mis criterios son siempre
los correctos”. No soy capaz de abrirme a la realidad que me rodea. Descarto toda instancia objetiva que no
sea mi propio pensamiento. Comienzo a confiar solo en mí y a dejar de recurrir a Dios y a los demás. Cuando
me corrigen o hacen ver que estoy equivocado no estoy en la capacidad de aceptarlo y el mundo se me viene
encima.
 Pongo mi valor en mi inteligencia. Sucede cuando creo que valgo por mis conocimientos y sabiduría personal.
Es también el que se acompleja por no ser “tan” inteligente. Percibe sus limitaciones como fracasos
personales.

 Me creo mis sentimientos. Creo que soy lo que siento, lo que percibo, mis sensaciones e impresiones. Es un error
grave confiar en mis sentimientos a la hora de tomar decisiones importantes para mi vida. No me puedo dejar guiar
por mis sentimientos. Esto tiene sus consecuencias:
 Me produce inestabilidad e inconstancia. Cambiamos tanto como nuestros sentimientos y pasiones.
 Buscamos desordenadamente sentirnos bien. Juzgamos las cosas según nos hagan sentir bien o mal.
 Identifico mi estar bien con sentirme bien. Estoy bien si me siento bien y viceversa. Cedo al subjetivismo y al
sentimentalismo, en lugar de guiarme por lo objetivo y por la razón.

 Me creo mis realizaciones o personajes. Todos tenemos roles en la vida y por ello estos no son malos. Lo que está mal
es creerme mi rol y reducir mi vida a un aspecto superficial de ella. A veces sucede que algunos de estos roles me
sirven de máscara, tras la cual me oculto o con la que pretendo suplir mi falta de valoración personal. Consecuencias:
 Me creo mis logros y realizaciones, mi efectividad. Esto sobre todo se ve en el mundo del trabajo. Por ello
cuando creo que no me valoran por mi trabajo me siento muy mal.

Me creo mis virtudes y talentos. No es raro ver como a veces despreciamos a los demás por considerarlos
menos inteligentes que nosotros.

Vous aimerez peut-être aussi