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El Presupuesto del Sector Público recoge sus planes de gasto y los ingresos
que espera obtener para financiar ese gasto. Si los ingresos y los gastos del
Estado son iguales, se dice que el presupuesto está equilibrado. Si gastos e
ingresos no son iguales, el presupuesto presenta un desequilibrio que
adoptará la forma de superávit (si los ingresos son superiores a los gastos)
o déficit (si los gastos son superiores a los ingresos). Como la situación de
déficit es la más habitual y la que más preocupa a los economistas, nos
centraremos en él. Por tanto, el déficit público es el desequilibrio
presupuestario que se produce cuando los gastos del Estado son mayores
que sus ingresos.
Por otro lado, conviene conocer ciertos componentes del déficit que son
mencionados muy a menudo por economistas y medios de comunicación:
Déficit primario: es el que se obtendría descontando el pago de los
intereses de la deuda pública. En la medida en que el pago de estos
intereses ya está comprometido, el déficit primario es el que resulta de
restar a los ingresos públicos el gasto público sobre el que el gobierno
tiene cierto margen de actuación. Por otro lado, el hecho de que el
presupuesto del sector público arroje un déficit primario es uno de los
factores a tener en cuenta para determinar si el volumen de deuda pública
es sostenible, como veremos en la próxima entrada (si un Estado presenta
un déficit primario persistente, su volumen de deuda pública no dejará de
crecer).
Déficit cíclico o coyuntural: es el que se produce en las fases recesivas de
los ciclos económicos, ya que los ingresos públicos disminuyen como
consecuencia de la caída de la actividad económica y el gasto público
aumenta como consecuencia de la activación de los estabilizadores
automáticos (gastos que aumentan automáticamente en determinadas
coyunturas, como las prestaciones de desempleo, que aumentan cuando
crece el paro).
Déficit estructural: es la parte del déficit que es independiente de la fase
del ciclo económico y que se debe a desajustes estructurales entre los
ingresos y los gastos públicos. Determinar qué parte del déficit es
estructural es vital para la economía española, puesto que los
compromisos contraídos con la Unión Europea en materia de déficit se
refieren al déficit estructural (incluido el límite de déficit que PP y PSOE
pactaron incluir en la Constitución). Incumplir estos compromisos puede
acarrear sanciones graves de la Unión Europea y la desconfianza de los
mercados financieros, con las consecuencias que eso tendría para el coste
de la deuda.
Los economistas liberales, por su parte, afirman que las políticas fiscales
expansivas no son aconsejables puesto que generan un desplazamiento de
la actividad económica privada. El efecto desplazamiento tiene lugar
cuando el gasto público, el déficit presupuestario o la deuda pública
reducen la inversión de las empresas. Este efecto puede producirse en dos
circunstancias:
Si los recursos de la economía son limitados, el gasto público puede
desplazar o expulsar a la inversión privada. Para que esto ocurra, la
economía debe encontrarse en una situación de pleno empleo de los
recursos o en la que la brecha del PIB se acerque a cero.
Si la deuda pública aumenta de forma notable como consecuencia del
déficit, los tipos de interés también aumentarían (como ya explicamos en
esta entrada), provocando una reducción de la inversión privada.
Cabe destacar, en todo caso, que el propio Keynes advirtió de la posible
presencia de un efecto desplazamiento ante el aumento del gasto público.
Por una parte, habló de la subida de tipos que originaría la financiación de
la política fiscal; por otra parte, avisó de los efectos que podría tener la
acción fiscal sobre las expectativas del sector privado.
También están los pases, activos y pasivos, que son préstamos de corto
plazo a los bancos, poco relevantes en este tema.