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¿Cómo discutirías la explicación del juicio de belleza contenida en

el parágrafo 9 de la tercera Crítica tomando como ejemplo un


fenómeno natural o una obra de arte de tu elección?

Rodrigo Barra Valenzuela


Estética
Prof. Pablo Oyarzún R.
I.
Parece pertinente, en la elaboración de una respuesta a nuestra pregunta, comenzar por
entender la importancia de la tercera crítica (comúnmente desconocida, al menos para
nosotros estudiantes, dentro del marco de la historia de la filosofía en perspectiva académica
de pre grado) y el objetivo principal que Kant habría tenido para la creación de este texto,
que va mucho más allá de un tratamiento acerca de “la estética” o de aquello que hoy
conocemos como discusión en torno a la filosofía del arte, precisamente en su ámbito
relacionado a la escuela “estética” de la filosofía.
La crítica de la facultad de juzgar, lejos de tener como fin el querer explicar cómo se
constituye la experiencia de belleza en la representación de un objeto, tiene a sus espaldas un
proyecto mayor, de significativa importancia para Kant, que es poder mostrar, desde estos
ejemplos -la belleza, lo sublime, la teleología-, la existencia del juicio como facultad
independiente siendo esta un punto de convergencia – “juego” en su terminología - entre los
objetos y la actividad de la filosofía. En palabras de Kant: “el enlace mediático que puede
unir al todo de la filosofía”1. Lo que aquí está en juego es mostrar al juicio como una facultad
- tercera facultad junto a la razón pura y práctica - independiente y contenida en sí misma,
productora y reproductora. Entonces, en lo que refiere al problema de la belleza o lo sublime,
ya no se trata solamente de una discusión en sí misma, sino más bien, que de aceptar las
conclusiones respectos a estos temas, entonces se deducen conclusiones importantes para el
análisis de la existencia del juicio.
Ahora, teniendo en consideración en brevísimas palabras un poco del contexto de la obra,
pasemos a formar de manera sintética el esquema que lleva a Kant a abrir la pregunta acerca
de si el juicio antecede al sentimiento de placer o este a aquel contenida en el ⸹9. Para ello,
nos enfocaremos prioritariamente en los aspectos que nos ayuden a elaborar nuestra
respuesta.
II.
El libro primero de la “Crítica de la facultad de juzgar” inicia con un primer momento referido
a el juicio de gusto según su cualidad. Para realizar el análisis, Kant va a caracterizar en
primera medida el argumento quizás mas general de la obra, referido a que el juicio de gusto
es estético, esto es “aquel cuyo fundamento de determinación no puede ser de otro modo sino
subjetivo”2. Esto en contraposición a los juicios lógicos, los cuales, por medio del
conocimiento, tienen de si un carácter objetivo y de ello se deduce su universalidad. En el
juicio de gusto no hay conocimiento involucrado, la ausencia de concepto acerca del objeto
le da el carácter de contemplación. Este carácter subjetivo se debe a que, en el juicio de gusto,
el objeto no cuenta con una designación misma (concepto), sino más bien, es al sujeto a quien
la representación de aquel objeto afecta en su estado de ánimo con un sentimiento de placer
o displacer. Entonces, designación importante para el concepto, ‘estético’ como empírico,

1
https://www.iep.utm.edu/kantaest/#SH1b
2
B4/A4
pero no como base objetiva sino como representación de un objeto, que, en su estado
consciente, actúa en el estado anímico del sujeto.
Teniendo definidas las características principales del juicio de gusto como estético, Kant
explica qué relación tiene el interés con los juicios, específicamente respecto a los juicios
sobre lo bello, lo agradable y lo bueno. La tesis del interés kantiana dice que, cuando mi
relación con una representación implica a la existencia de esta, entonces hay una relación de
interés que no responde solamente a la complacencia producida en mi por aquel objeto, sino
más bien a un sentimiento de deseo involucrado, el cual determinaría la inclinación por aquel
juicio. Lo que caracteriza a los juicios de gusto es justamente su carácter desinteresado y
contemplativo, en ese sentido independiente de algo “real”, en palabras de Kant: “Se quiere
solo saber si la mera representación del objeto es acompañada en mi por complacencia, a
pesar de lo indiferente que yo pueda ser en vista de la existencia del objeto de esta
representación”3. Ejemplos de juicios interesados son aquellos respecto a lo agradable (de
una complacencia a mi sensación, esta me deleita, generando un deseo relacionado a la
existencia de aquella cosa y con ello una inclinación) y a lo bueno (distinto a lo agradable, lo
bueno se constituye desde una idea o concepto acerca de una cosa).
Luego de definir al juicio de gusto desde su cualidad desinteresada, Kant pasa a analizar el
aspecto cuantitativo del juicio, específicamente su carácter universal. Esta universalidad,
señala Kant: “puede ser deducida de la anterior, que lo definía como objeto de complacencia
sin interés alguno”4. La tesis kantiana es que, si al momento que una representación me
genera una complacencia de carácter bella, y estoy consciente de que ésta solo se deduce de
mi contemplación sin ningún carácter personal influyendo en el juicio, entonces aquel juicio
emitido debo suponer (hay razones suficientes para hacerlo) que será el mismo para todx
quien contemple aquel objeto de manera desinteresada y libre (el carácter de libertad se
deduce de la no dependencia de un concepto o interés). A esta tendencia Kant la denominará
“pretensión de universalidad subjetiva”, la cual surge inmediatamente después de emitir un
juicio acerca de algo bello “y habla en seguida de la belleza como si fuese una propiedad de
las cosas”5.
Respecto a la pretensión universal y el carácter subjetivo del juicio, Kant realiza una
distinción respecto a los juicios sobre lo agradable: si bien ambos concurren en la
complacencia derivada de una representación, el primero lo hace de manera desinteresada y
por tanto con pretensión universal, mientras que el juicio respecto a lo agradable siempre está
determinado por cómo este afecta en mi sensación y, por lo tanto, su placer o displacer
dependerá directamente del carácter patológico del sujeto. Así, Kant distingue entre gusto de
los sentidos y gusto de reflexión. Es importante recalcar el significado que da Kant al término
‘estético’: “una universalidad que no reposa en conceptos del objeto (aunque solo fuesen
empíricos) no es en absoluto lógica sino estética; es decir, que no contiene una cantidad
objetiva del juicio, sino solo una subjetiva, para la que empleo también la expresión de

3
B6/A6
4
B18/A18
5
A20/B20
validez común”6. Esta validez común se presenta como posibilidad y jamás bajo la forma de
postular un concepto7.

III.

“La solución de este problema es la clave de la crítica del gusto y, por eso, merecedora de
toda atención”8
Ya teniendo en consideración el esquema conceptual kantiano, pasemos al ⸹9. Aquí, además
de discutir la prioridad del juicio al sentimiento de placer en el objeto, Kant señalará aspectos
claves respecto a la universalidad del juicio: la pretensión universal subjetiva se traduce en
una ‘universal aptitud de comunicación del estado del ánimo’9. Esto se debe a que, al ser el
carácter subjetivo del juicio una expresión de la complacencia que se manifiesta en mi por la
representación del objeto, y esta complacencia absolutamente desinteresada (y por tanto con
carácter universal), entonces aquello que expreso como universal no puede ser otra que cosa
que mi estado de animo ocasionado por el libre juego del juicio en el objeto. Más para que
haya posibilidad de transferir universalmente algo, tal como el conocimiento, es necesario el
acto de las facultades de conocimiento en general. Así, el libre juego se da entre “la

6
B23/A23
7
B25/A25
8
B27/A27
9
idem
imaginación, para la composición de lo múltiple en la intuición, y el entendimiento, para la
unidad del concepto que unifica las representaciones”10.
En vistas de lo anterior, tenemos, por un lado, la respuesta a la pregunta de si el juicio
antecede o no al sentimiento de placer, y por otro, la respuesta a la pregunta que compete
este ensayo. Tomaremos para el caso la nevazón del 17 de Julio del 2017 en Santiago.
En primer lugar, Kant responde a la duda del ⸹9 de inmediato: si antecediera el sentimiento
de placer al juicio sobre el objeto, entonces habría una relación de interés con este en tanto
involucraría un carácter determinado por mi sensación dada de la representación y con ello
el mismo carácter privado que tiene el juicio sobre lo agradable. Además, de anteceder el
placer al juicio, entonces no existiría algo así como un juicio sobre lo bello (entendiendo el
carácter estético que le atribuye Kant), pues este perdería su posibilidad de comunicabilidad
universal. La teoría del juicio como facultad independiente se echaría abajo.
Ahora, a nuestro caso. La nevazón en Santiago de aquel día empezó cerca de las 04:00am.
Esa noche dormía con mi compañera en mi casa, más por cierto insomnio no pude conciliar
el sueño hasta muy tarde. Recuerdo haber estado mirando por la ventana la lluvia y luego ver
como poco a poco esa lluvia se transformaba en cúmulos blancos de nieve. Ahí dos cosas
importantes para nosotrxs: De inmediato desperté a mi compañera para que viera la nieve,
pues, aunque suena irónico, supuse que a ella también le sería muy placentero ver el
fenómeno de la nevazón. Sentía placer de ver aquel fenómenos, era nieve, desconocida
comúnmente para quienes vivimos en Santiago, y ahora fuera de mi casa. La pesadumbre
que me impedía dormir era suplida por un sentimiento muy placentero y gratificante,
contemplaba. Finalmente terminé caminando largas horas por las calles de mi barrio,
contemplando la nieve, sintiendo (y me hace sentido) eso que Kant me señalaría como una
libertad de juego. La foto es testigo de aquella noche.
Sabemos también que la nieve no es solamente algo placentero para mí: los ánimos por la
nieve, euforia por la nieve, las familias a la nieve, las fotos a la nieve o quien, por desgracia,
se perdió la nieve. Supongo que no fui el único que aquella vez, despierto, quiso comunicar
aquel bello sentir de la representación blanca y extraña de la nieve, como suponiendo que
cualquiera querría ver aquel fenómeno. La justificación es clara: de manera absolutamente
desinteresada y espontanea quería comunicar aquello que veía, compartirlo, el placer que nos
brinda ver algo blanco, poco común, caer del cielo, y el placentero sonido que se acumula en
los oídos con la casi inaudible caída de la nieve. Y eso por compartir se traducía en
tranquilidad, cierta sensación estomacal, alegría, en fin, sensaciones propias.
Espero dejar en claro que hay cierto riesgo en usar una experiencia tan personal sobre un
fenómeno natural, pero tengo muchísima seguridad que eso que sentí yo lo sentimos todxs,
y quizás por sobre todo lxs niñxs, que son puro libre juego.

10
B28/A28

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