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4)
Asimismo, la lectura supone un proceso activo de construcción de significados en
que los lectores
ponen en acción sus saberes, formulan hipótesis sobre lo que puede estar escrito,
controlan
lo que van comprendiendo; en fin, despliegan un conjunto de estrategias, que
pueden variar en
función de los textos y de los propósitos que orientan su lectura. Por consiguiente,
resulta imprescindible
que desde muy pequeños los niños se enfrenten a textos de circulación social, con
claros propósitos de lectura. Si bien, nuevamente en este caso, la lectura en un
principio no es
convencional, los niños ponen en juego sus competencias lingüísticas para
interpretar y anticipar
lo que el texto dice y, en interacción con otros lectores (pares y docentes), evalúan
sus interpretaciones
y vuelven al texto para corroborarlas o desecharlas.
Como se advierte, se ha redefinido la alfabetización inicial; se la concibe ahora
como “la vía de
acceso a la cultura escrita, como proceso que trasciende la adquisición del sistema
notacional
(código gráfico) y supone ingresar en el mundo de los libros, de la textualidad y la
intertextualidad
y esto supone que solo leyendo se aprende a leer y solo escribiendo se aprende a
escribir”. 9
Para formarse como lectores y escritores, los niños necesitan transitar por
variadas, prolongadas
y sucesivas situaciones de lectura y escritura. Por ejemplo, para ser un buen lector
de literatura
se requiere leer mucho, en diversidad de géneros literarios, de diversos autores
clásicos
y contemporáneos; participar de espacios donde se comparte con otros los
impactos que las
obras producen; recomendar las propias lecturas y seleccionar qué leer a partir de
sugerencias
de otros lectores. En síntesis, se requiere ejercer con continuidad estas prácticas.